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CONTENIDO
Si el tema de esta actividad comprende al Derecho Civil, el primer paso es tener presente
lo que debemos entender como tal, para esto acudimos al Diccionario Jurídico Mexicano
donde encontramos que este derecho se le ubica como una rama del derecho privado y
está “constituido por un conjunto de normas que se refieren a las relaciones jurídicas de la
vida ordinaria del ser humano, en su categoría de persona” (Galindo Garfias). Asimismo,
García Maynes, citando a otro autor, establece que el derecho civil “determina las
consecuencias esenciales de los principales hechos y actos de la vida humana
(nacimiento, mayoría, matrimonio) y la situación jurídica del ser humano en relación con
sus semejantes (capacidad civil, deudas y créditos) o en relación con las cosas
(propiedad, usufructo, etc.)” (García Maynes, 2002). El mismo autor en su obra célebre
divide a esta rama del derecho en cinco partes:
Luego entonces observamos que teniendo el derecho civil como materia fundamental los
derechos de las personas, necesariamente se ve impactado en sus contenidos y sus
características por las corrientes del iusnaturalismo y el iuspositivismo. La histórica
polémica entre ambas corrientes, aún viva, gira, como lo menciona Carlos Santiago Nino,
de la relación entre derecho y moral. Seguiremos a este autor en lo que sigue sobre la
caracterización de ambas corrientes: (Nino, 2003). (Aunque no traemos aquí un ejercicio
muy interesante que presenta sobre este tema mediante una dramatización idealizada de
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una sentencia judicial situada al final de la segunda guerra mundial, cuando se reavivó el
debate entre ambas corrientes. con motivo del enjuiciamiento a personas acusadas de
crímenes durante el nazismo.)
a) Una tesis de filosofía ética que sostiene que hay principios morales y de justicia
universalmente válidos y asequibles a la razón humana.
b) Una tesis acerca de la definición del concepto de derecho, según la cual un sistema
normativo o una norma no pueden ser calificados de "jurídicos" si contradicen aquellos
principios morales o de justicia.
Estas tesis son generalmente aceptadas por los iusnaturalistas, sin embargo, donde
existen discrepancias importantes es en cuanto a la fuente u origen de los principios
morales que conforman el derecho natural y acerca de cuáles son esos principios. Las
sub corrientes que menciona y describe en su texto son: el iusnaturalismo teológico, que
sostiene que el derecho natural es aquella parte del orden eterno del universo originado
en Dios que es asequible a la razón humana y que ningún orden positivo tiene fuerza
obligatoria si no concuerda con los principios de derecho natural; el iusnaturalismo
racionalista, según el cual el derecho natural no deriva de los mandatos de Dios sino de la
naturaleza o estructura de la razón humana; y la concepción historicista, de menor
influencia.
Continuando con Nino, las tres primeras posiciones no caracterizan al general del
iuspositivismo, siendo la última posición, la del positivismo conceptual, la que unifica a la
corriente iuspositivista. Agrega que “… esta tesis conceptual se opone a la segunda tesis
del iusnaturalismo, que afirma que la identificación de un orden jurídico o de una norma
jurídica presupone juicios valorativos acerca de la adecuación de ese orden a ciertos
principios morales o de justicia. En cambio, el positivismo metodológico o conceptual no
se opone, como tal, a la primera tesis del iusnaturalismo, que sostiene que hay principios
morales y de justicia universalmente válidos y justificables racionalmente. Este tipo de
positivismo no involucra una tesis de filosofía ética y no implica necesariamente la
adhesión a una posición escéptica respecto de la justificación de los juicios de valor. En
definitiva, la controversia entre el iusnaturalismo y el positivismo que estamos
considerando se reduce a una mera cuestión de definición de Derecho”. Para unos, los
iusnaturalistas, la definición tiene implicaciones y contenidos valorativos, en cambio para
los iuspositivistas deben prevalecer sus propiedades descriptivas.
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b) Los sistemas jurídicos como sistemas coactivos. Otra característica que es necesario
sumar al concepto de sistema jurídico es su coercibilidad. Es decir, no solo debe
contener normas sino que además este sistema debe contemplar normas que sean
coercibles en cuanto a que su cumplimiento pueda ser obligado mediante la fuerza del
estado. Ha de tenerse presente que no todas las normas implican obligaciones ni
todas las normas están sujetas a la coercibilidad
establezcan autoridades u órganos centralizados para operar de cierta manera con las
normas del sistema. Las reglas de cambio de Hart establecen órganos creadores de
normas; las reglas de adjudicación establecen órganos de aplicación de normas —
fundamentalmente los jueces—; y la regla de reconocimiento establece, como
veremos luego, cierta limitación importante a los órganos de aplicación de normas.”
(Nino, 2003)
Sobre los elementos que componen al sistema jurídico, siguiendo al mismo autor,
enseguida presentamos la descripción y definición que hace de los órganos que
constituyen a dicho sistema: “los órganos encargados de crear y derogar normas
generales del sistema (legisladores, en un sentido amplio) ; los órganos encargados de
determinar qué normas son aplicables a situaciones particulares y de disponer, si es el
caso, la ejecución de las medidas coactivas que tales normas prescriben (jueces en un
sentido amplio) ; y los órganos encargados de ejecutar físicamente las medidas coactivas
(órganos policiales y de seguridad). (Obsérvese que esta división no coincide
exactamente con la clásica división tripartita de los poderes del Estado, puesto que, si
bien los Poderes Legislativo y Judicial se superponen aproximadamente con las dos
primeras categorías mencionadas, el Poder Ejecutivo realiza funciones correspondientes
a las tres clases de órganos.)”
Nino, establece que “una norma es válida cuando ha sido creada de acuerdo con otra
norma válida de un sistema jurídico". En cuanto a su aplicación pueden distinguirse los
siguientes ámbitos de validez
Ámbito material de validez. “El ámbito material de validez de las normas jurídicas –o
ramas del derecho– identifica la materia que pretenden regular, es decir, las normas
jurídicas no se aplican indistintamente; cada una rige en determinada área del derecho y
tiene características particulares”. (Suprema Corte de Justicia de la Nación, 2006)
Ámbito espacial de validez. El ámbito espacial de validez de las normas se determina por
el territorio donde éstas son aplicables. (Suprema Corte de Justicia de la Nación, 2006)
Otros ámbitos de validez. Puede referirse por ejemplo al conjunto de las personas a las
que va dirigida la norma
A partir de la reforma constitucional del año 2011 la relación del sistema jurídico nacional
con el Derecho Internacional se ha profundizado, de modo que a partir de entonces y de
las jurisprudencias que sobre el tema se han generado, México es un país cada vez más
vinculado al Derecho Internacional y por tanto las determinaciones jurisdiccionales se
encuentran sujetas en mayor medida a las disposiciones del Derecho Internacional,
específicamente respecto de los tratados internacionales suscritos por nuestro país.
Parte sustantiva de tal reforma lo tenemos en la actual redacción del artículo primero de
nuestra Carta Magna: “ En los Estados Unidos Mexicanos todas las personas gozarán de
los derechos humanos reconocidos en esta Constitución y en los tratados internacionales
de los que el Estado Mexicano sea parte… Las normas relativas a los derechos humanos
se interpretarán de conformidad con esta Constitución y con los tratados internacionales
de la materia favoreciendo en todo tiempo a las personas la protección más amplia…”
(Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión, 1917)
De tal fuente se han tomado las siguientes citas: “la jurisprudencia emitida por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos es vinculante para los todos los órganos
jurisdiccionales, siempre que dicho precedente favorezca en mayor medida a las
personas”. Aquí queda clarificada la sujeción de nuestros órganos jurisdiccionales a la
Corte Interamericana de Derechos Humanos en los términos particulares del resolutivo.
Por otra parte, la jerarquía de nuestra norma fundamental, que para otros ordenes ha
quedado establecida sobre lo dispuesto en el los tratados internacionales, cuando se trata
de los derechos humanos dicha jerarquía no es aplicable, excepto cuando la Constitución
establezca una restricción expresa en la materia: “ Las normas de derechos humanos,
independientemente de su fuente, no se relacionan en términos jerárquicos, entendiendo
que cuando en la Constitución haya una restricción expresa al ejercicio de los derechos
humanos, se deberá atender a lo que indica la norma constitucional”. En el último
resolutivo de la contradicción de tesis que estamos analizando establece lo siguiente: “La
jurisprudencia emitida por la Corte Interamericana de Derechos Humanos es vinculante
para las y los jueces mexicanos, siempre que dicho precedente favorezca en mayor
medida a la persona”. El principio de pro persona, establecido en nuestra Constitución, se
retoma en este resolutivo de la Corte para determinar la forma en que los jueces
mexicanos deben aplicar la jurisprudencia de la Corte Internacional de Derechos
Humanos, fortaleciendo la relación entre nuestro sistema jurídico con el Derecho
Internacional.
INTRODUCCIÓN
Es de uso común tanto en la teoría como en la práctica del derecho el establecer que el
derecho civil es una de las ramas del derecho Privado, en contraposición del derecho
público; no obstante, esta clasificación del derecho no guarda una aceptación
generalizada sino al contrario, es sujeta de amplios debates y cuestionamientos. Por ello,
al emprender el estudio del derecho civil, es conveniente revisar este tema para
determinar si es pertinente mantener y utilizar esta nomenclatura, o si bien habría que
descartarla u obviarla. En este ensayo concluiremos sobre este aspecto y expondremos
nuestra opinión, de modo que podamos proseguir nuestro estudio sobre la materia civil
del derecho, pero dejando asentada la pertinencia o no de su ubicación en la
categorización antes comentada.
Para un análisis informado es conveniente partir del significado que la profesión jurídica le
da a los conceptos que estaremos escudriñando. Nos apoyamos para tal efecto con las
definiciones o más bien concepciones que sobre tales términos, derecho público y
derecho privado, se exponen en el Diccionario Jurídico Mexicano: (Gaxiola Moraila)
“Se entiende por derecho privado el conjunto de normas que regulan las relaciones
jurídicas entre personas que se encuentran legalmente consideradas en una situación de
igualdad, en virtud de que ninguna de ellas actúa, en dichas relaciones, investida de
autoridad estatal”…”el derecho público se compone del conjunto de normas que regulan
el ejercicio de la autoridad estatal, determinando y creando al órgano competente para
ejercitarla, el contenido posible de sus actos de autoridad estatal y el procedimiento
mediante el cual dichos actos deberán realizarse”
Sin embargo, como antes dicho, esta teoría ha sido criticada y cuestionada de muy
diversa manera. Lo que haremos, encaminados al fin de este ensayo mismo que arriba
quedó apuntado, será revisar los argumentos, a favor y en contra, de varios destacados
estudiosos de la materia jurídica, para concluir con nuestra posición personal al respecto
fundada en la valoración de lo que enseguida expondremos
Comenzamos con uno de los teóricos del derecho más connotados internacionalmente.
Hans Kelsen en su obra Teoría Pura del Derecho (Kelsen, 2009) y refiriéndose a la
distinción entre derecho público y privado dice que se trataría de un principio de
clasificación de las relaciones jurídicas donde “El derecho privado sería una relación entre
dos sujetos iguales y el derecho público una relación entre dos sujetos, uno de los cuales
estaría subordinando al otro, y tendría así menos valor jurídico”. Para este autor tal
distinción se reduce a una mera diferencia en el modo de creación del derecho,
ejemplificando que en el derecho público una norma individual es dictada por un órgano
administrativo para imponer una conducta al individuo, y lo contrasta con los contratos del
derecho privado donde las normas individuales que se generan obligan recíprocamente a
las partes. En el primer caso se trata de un acto de autoridad y en el segundo de una
decisión voluntaria de los individuos.
Luego entonces, para Kelsen la distinción decisiva entre el derecho público y el derecho
privado radica en la oposición de dos modos diferentes en la formación del derecho. Sin
embargo para él y conforme a su teoría pura del derecho, que visualiza el orden jurídico
como un todo, ve un acto del Estado tanto en un contrato como en la sentencia de un
magistrado, al considerar que ambos son actos creadores de derecho imputables a la
unidad del orden jurídico, y concluye sobre este punto que “… la oposición entre derecho
público y privado se torna puramente relativa…” y califica a este “dualismo” como
“lógicamente insostenible y sin valor científico, (que) sólo tiene un alcance ideológico”.
No obstante lo anterior, para García Maynes ninguna de las teorías elaboradas para
justificar la división clasificatoria entre derecho público y privado les son satisfactorias, y
procedes sucintamente a desvirtuar los argumentos más relevantes. De forma categórica
expresa lo siguiente: “…entonces hay que aceptar que la distinción carece de
fundamento, desde el punto de vista teórico, y sólo posee importancia práctica,
primordialmente política”. Nótese aquí que a pesar de que nuestro jurista descarta la
validez teórica de la distinción, introduce en cambio una justificación de orden práctica,
aunque la limita a una vertiente mayormente política. Nosotros retomaremos este aspecto
más adelante, de modo que pueda valorarse la relevancia de la distinción también desde
un enfoque práctico pero con una connotación más amplia que la asignada por este autor.
Para la exposición de sus ideas utiliza una serie de personajes y situaciones ficticias pero
relacionadas con el tema a tratar en su libro. Dice que el primer problema a resolverse al
iniciar el estudio de cualquier curso de derecho civil y en especial el de teoría de las
obligaciones, es el de dilucidar si el derecho civil es Derecho privado. Su tratamiento del
tema lo inicia con las respuestas y con su posición al respecto, lo que enseguida
transcribimos para posteriormente presentar sus argumentaciones respectivas:
Por otra parte, el mismo autor busca también mostrar como sin valor real lo que pudiera
pensarse por quienes llegaran a consideran que las normas del derecho privado las
hacen los particulares (individualización de la norma, por ejemplo a través de los contratos
civiles, y que en el derecho público las normas las elabora el estado. Contra ello
argumenta que “…nada más falso, pues tanto LAS NORMAS QUE MAL SE DENOMINAN
DERECHO PRIVADO, COMO LAS NORMAS QUE SE DENOMINAN DE DERECHO
PÚBLICO, LAS HACE SIEMPRE EL ESTADO… QUE NORMAS COMO LAS DEL
CÓDIGO CIVIL PARA EL DISTRITO FEDERAL, AL CUAL SE LE CONSIDERA COMO EL
MONUMENTO MÁXIMO DEL “DERECHO PRIVADO”, ES DE LO MÁS PÚBLICO PUES
ES APLICABLE A TODAS LAS CONDUCTAS JURÍDICAS QUE REALIZA EL ESTADO
EN TODO EL TERRITORIO NACIONAL Y AUN EN EL EXTRANJERO!!… véase lo que
se dice en el inicio del código y en donde se determina que es aplicable en toda la
República en materia federal.”
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El autor antes citado trae como respaldo a su posición la del mismo Kelsen cuando
califica al dualismo entre derecho privado y público como lógicamente insostenible y sin
valor científico otorgándole solamente un tenor ideológico a tal clasificación (la posición de
Kelsen sobre este aspecto la expusimos antes en este ensayo en una forma un poco más
amplia). Gutiérrez y González cierra su argumentación citando al maestro Gabino Fraga
en algo que a nuestro criterio, y después de haber consultado el texto original citado, no
es una referencia completa sino parcial y de ninguna manera puede tomarse como
fundamento a su posición, lo cual probaremos más adelante. Lo citado de Fraga es su
crítica a la teoría de la doble personalidad del Estado, lo que usa como respaldo el
primero para reforzar su propia crítica a dicha teoría que aduce que cuando el Estado
“actúa en el ámbito del Derecho mal llamado público, actúa como “soberano”, y si actúa
en el ámbito del Derecho mal llamado privado, actúa como un simple particular”.
Inmediatamente enseguida de citar a Fraga se concluye con el siguiente párrafo tomado
textualmente: “Y ahí está todo eso, alumna(o), para que se decida a dejar de hablar
tonterías como esa de creer que hay Derecho Público y Derecho privado. No, todo el
Derecho es público, y si no hay otra especie, entonces el calificativo de público también
sale sobrando”.
Pero veamos que realmente plantea Fraga en su magna obra Derecho Constitucional en
cuanto al tema general que aquí estamos estudiando. Dedica buena parte al análisis de
las diferentes teorías y argumentaciones relativas a la distinción entre derecho público y
derecho privado, rechazando algunas y aceptando partes de otras para conformar su
propia posición que nos parece está lejos del desconocimiento sobre la utilidad de la
existencia y conveniencia de esta distinción, aún más yo diría que aceptándola si bien con
las acotaciones que realiza sobre el sentido en que debe tomarse, y sin dejar de
reconocer que no es posible admitir una separación completa entre ambas categorías de
derecho. Citamos aquí, en uno, los dos párrafos finales del capítulo en el que trata este
asunto: “Lo anterior nos lleva a admitir que el criterio de distinción entre el derecho público
y el privado se encuentra en la diversidad de elementos que concurren en las relaciones
jurídicas. Cuando en ellas se interesa la organización misma del Estado y el cumplimiento
de las atribuciones que se le han otorgado en razón de su prerrogativa de autoridad es
natural que existan normas jurídicas especiales que son las que constituyen el derecho
público. El derecho privado está constituido por el conjunto de normas que rigen las
relaciones entre los particulares y es aplicable a aquellas en que el Estado interviene en
los casos en que no siendo necesario el uso de la autoridad se puede sin ella dar
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CRÍTICA
Para algunos de los temas expuestos hemos ya dejado algún comentario analítico o
crítico, por ejemplo en el caso de Gutiérrez y González en el que mostramos una
imprecisión respecto de lo que cita de Gabino Fraga y lo de querer buscar en él un apoyo
para su teoría, lo que resultó fallido. Hemos demostrado que Gabino Fraga de ninguna
manera expresa una posición que sea de total rechazo a la distinción entre derecho
privado y derecho público, lo que hace es un análisis y estudio crítico del tema, sí
rechazando algunas teorías pero retomando aspectos que considera rescatables de otras
y que le sirven para formar y plantear su propio criterio, mismo que arriba hemos citado
ampliamente y en donde concluye reconociendo las circunstancias en que es “natural que
existan normas jurídicas especiales”, sin desconocer que también llega a advertir que “no
es posible admitir una separación absoluta” en cuanto a las áreas de aplicación del
derecho público y privado, pero lo importante es que al caracterizar y acotar como debe
entenderse dicha distinción está también adjudicándoles un reconocimiento, totalmente lo
contrario a lo planteado por el maestro Gutiérrez y González.
No obstante nuestra crítica anterior a la tesis que desarrolla Gutiérrez y Gonzáles (en
relación con su cita de Gabino Fraga y su comentario subsecuente, es justo completar
nuestra opinión señalando también los aspectos que estimamos positivos y encontrados
en su texto que hemos revisado y citado aquí. Primeramente, decir que es altamente
didáctico su método de presentar personajes ficticios, inmersos en una discusión también
supuesta aunque directamente relacionada con la finalidad de aclarar explicar su tesis de
rechazo a la existencia del derecho privado.
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En segundo término, es dable destacar las sólidas, aunque sin duda también
controvertidas, argumentaciones que presenta sobre diversos aspectos que encontramos
en la teoría del derecho y que tienen el valor, independientemente de su validez teórica
que aquí no juzgamos, de servir de contraposición a otros tratamientos más tradicionales.
Por ejemplo, el tema del dualismo del papel del estado, en cuanto a que si puede o no
actuar como entidad no soberana cuando se involucra en aspectos del llamado derecho
privado (contratos de servicios administrativos no sustantivos para su función estatal); o
cuando cuestiona la argumentación de que la individualización de una norma se realiza
por privados a través de contratos que voluntariamente suscriben las partes
intercambiando derechos y obligaciones; o si las relaciones de coordinación y de supra
ordinación son válidas para explicar que en las primeras se trataría de derecho privado
entre iguales y en la segunda de derecho público; etc. En todos estos casos al
desconocerlos y negarlos como justificación de la distinción entre derecho público y
derecho privado, sí lo hace con argumentaciones sustentadas y convincentes, y
definitivamente abona positivamente a la polémica jurídica pues enriquece la discusión y
obliga a un análisis detenido de los asuntos planteados, como fue nuestro caso
Diremos además que si bien no coincidimos con la posición final de Gutiérrez y González
de rechazo pleno y total a la distinción del derecho público y privado, es al menos
gratificante observar su congruencia.
Entre los otros autores que revisamos y de los que queremos también hacer aquí un
comentario un tanto crítico, están Kelsen y García Maynes. Las citas de sus textos están
en el cuerpo del ensayo y no las repetiremos aquí pero sí referir un aspecto que nos
parece común a ambos, aunque no en el sentido más positivo. Por supuesto que sus
análisis, en el caso de ambos, son finos y penetrantes, pero en nuestro parecer, y
exclusivamente para el caso de la distinción entre derecho público y privado, quizá faltó
algo de claridad o decisión sobre este dilema. Por un lado ambos hacen ver que no
encuentran una justificación para dicha distinción pero no concluyen con una opinión
sobre si se debe, en su opinión, seguir usando o no en el trabajo de la ciencia jurídica.
Kelsen dice que la distinción no es sostenible y solo le asigna un valor ideológico, por su
parte García Maynes, también después de una interesante exposición que parecía
encaminada a su justificación, termina diciendo que su valor es primordialmente político.
Lo anterior es plenamente válido y solo cuestionamos que no presentan, ninguno de los
dos autores, una definición final en cuanto a su posición u opinión si se debe o no seguir
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usando la distinción entre derecho público y privado. Dejan abierto el tema, lo que
contrasta con lo antes visto y comentado de Gutiérrez y González
En general, nos parece que aun cuando el debate todavía está abierto, predomina, por
mayoría y por argumentos, la convicción sobre la utilidad de la distinción en cuestión.
Incluso para buena parte de aquellos tratadistas que han expuesto críticas fundadas
sobre las teorías que sustentan la clasificación que divide al derecho entre público y
privado, no siempre plantean un rechazo total a su aplicación, sino presentando sus
visiones que buscan clarificar cuáles argumentaciones pueden ser eficaces y cuáles no
para la comprensión de esta distinción nominal en el derecho, y ofreciendo más bien
precisiones sobre sus alcances y sobre la dinámica de su concepción, sin dejar de lado
que también hay quienes plantean un rechazo total a esta clasificación.
CONCLUSIÓN
Nuestra conclusión y opinión personal es que sí es pertinente que exista y que continúe
esta distinción entre derecho público y privado. La razón básica es que a fin de cuentas es
de utilidad tanto para el aprendizaje y la investigación en el derecho, que es nuestro caso,
como suponemos para otros ámbitos del Derecho. De hecho, ya en el propio estudio
sobre esta distinción nos hemos encontrado conceptos y temas que desconocíamos y que
al indagar sobre lo que se entiende como derecho público y derecho privado, hemos
adquirido nuevo herramental para la comprensión del Derecho. Consideramos también
que dado que se trata de un tema controvertido y complejo, su estudio y valoración, como
el ejercicio aquí realizado, debe ser permanente y recurrentemente volver a él como
objeto de análisis, sobre todo considerando que tal distinción posee características que
son dinámicas al ser producto de procesos históricos y por tanto cambiantes en el tiempo.
Entre tanto, y por lo presentado en este documento, sigamos adelante, apoyándonos en
la actual distinción entre derecho público y privado, y continuando con el estudio y
aplicación de los derechos especiales (derecho civil y otros) resultantes de esta primaria
clasificación que luego se desenvuelve para abarcar todos los campos del Derecho.
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