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Mundo Corona
Mundo Corona
Mundo Corona
— Me acordé lo que decían los indios de aquí, que los sacerdotes hablaban con los
dioses, entonces pensé: ‘Éste es un Dios de los que hablaban los indios’.
— No soy un Dios, soy un hombre como tú, la misma importancia que tienes tú, la
tengo yo. Yo te digo que el ser que formó esta nebulosa, cuando hablaba nacían
nuevos universos, al igual que cuando hablas.
— Así quiero que sea tu fe, que esté siempre hacia lo alto. El templo tendrá forma
de pirámide, y será de piedra. Por eso quiero que tu fe jamás se vaya a quebrantar.
— ¿Y cómo te llamas?
— ¿Y de dónde vienes?
— Por qué te preocupa tanto de dónde vengo. Preocúpate por ti, pero te voy a decir.
Vengo de la constelación de Orión, de un lugar llamado Nefilin. Es un lugar 20
veces más grande que la tierra. Hay mucha similitud con los seres humanos.
Fue así que Raymundo Salomón Corona Villarreal, Mundo, un hombre nacido en
una familia de campesinos, conoció algo que no era de la tierra, empezando a
construir una pirámide de piedra de siete metros de altura en el ejido Pozuelos de
Arriba, muy cerca de Monclova, pero más cerca del municipio de Frontera, a diez
kilómetros del libramiento Carlos Salinas de Gortari, en el estado de Coahuila.
Y lejos, muy lejos del lugar de donde venía la criatura que pidió observar
detenidamente las estrellas porque todas habían sido hechas para él.
El ser de otra galaxia dijo a Mundo Corona, que venía de la lejana constelación de
Orión, de un lugar llamado Nefilin, 20 veces más grande que la tierra.
Lo que no sepas, pregúntalo, hasta el más inepto tiene algo que enseñarte.
Pregúntate por qué se mueven las hojas de los árboles. Un día vas a sacar de tu
años. Yo te digo que eres como el propio universo. No eres diferente. Conócete, de
dónde vienes, por qué estás aquí. Lo que es más importante, hacía dónde vas a ir"
MENSAJE RECIBIDO POR MUNDO CORONA
LA ENCOMIENDA
Los habitantes de Pozuelos de Arriba habían tenido la oportunidad de observar
aparatos voladores flotando en el desierto, sobre las montañas; escondidos entre
las nubes. De alguna manera se habían acostumbrado a la presencia de bolas de
fuego a las que llamaban brujas. Una noche de noviembre de 1984, Mundo Corona
estaba trabajando en el pozo número 1 de SIMAS, un organismo para abastecer de
agua a la región, donde trabajó cuarenta años administrando bombas de agua.
La noche era de esas que abundan por la zona, monótona, sofocante; interrumpida
por aullidos de coyotes y parpadeos de luciérnagas. Escuchó que tocaban la puerta,
preguntó: “¿Quién es? ¿Qué andan haciendo?”.
Llegó a pensar que era un vecino, alguien del pueblo que aventó la puerta de una
patada. Era un hombre alto, ojos color miel y cabello blanco que llegaba hasta el
suelo; vestía una túnica amarrada de una soga y pies descalzos. Sus primeras
palabras fueron tristes, reflexivas.
Mundo recordó que era el mismo hombre que había conocido en una pesadilla, y
corrió asustado a través de la noche, brincando piedras y esquivando matorrales. A
cien metros de distancia pensó en cuál era el motivo por el que corría ¿Tal vez se
trataba de otra pesadilla? Un mal sueño; una visión incoherente. Regresó al lugar,
ahí estaba él: esperando. Atónito tocaba brazos, rostro; piernas. Repetía: “…Es un
sueño y no he podido despertar…”.
— No estás soñando, no has vivido la realidad tal y como ahora. No estás soñando.
Vengo a pedirte un favor — interrumpió.
— Quiero que construyas un templo y su volumen total tendrá 108 metros, vas a
calcular su altura y su base, debe ser en forma de pirámide.
Mundo contó que fue criado cuidando vacas y cabras, había estudiado hasta sexto
año de pri maria. Era algo imposible lo que pedía porque implicaba cálculos
matemáticos, planeación.
— Lo que no sepas, pregúntalo, hasta el más inepto tiene algo que enseñarte.
Pregúntate por qué se mueven las hojas de los árboles. Un día vas a sacar de tu
sistema genético un conocimiento que has ido almacenando desde milenios de
años. Yo te digo que eres como el propio universo. No eres diferente. Conócete, de
dónde vienes, por qué estás aquí. Lo que es más importante, hacía dónde vas a ir.
Imposible creer que ese terreno duro floreciera algún día. Pero Mundo trabajó la
Cristal Irasema Salomé y María Aglael, la primera piedra que cimentó para la
pirámide".
QUITZÉ FERNÁNDEZ, REPORTERO
LA TIERRA ELEGIDA
En Frontera, una ciudad pequeña donde las tolvaneras son parte del paisaje,
Mundo Corona conoció a Alma Rosa Valdés. La enamoró en esas noches cuando el
viento que sopla ruboriza el rostro. De vez en cuando iban a Pozuelos de Arriba, el
que está después de Pozuelos de Abajo, a platicar cobijados por la sombra de un
árbol, o a mojar las manos en alguna poza de agua cristalina.
Ahí, Ramón Corona y María Teresa Villarreal, padres de Mundo, criaron ocho
hombres y dos mujeres. Era un lugar donde abundaban ojos de agua que
abastecían a toda la Región Centro de Coahuila, lentamente fueron desapareciendo
hasta convertirlo en un páramo, donde familiares de los 50 ejidatarios propietarios
de la tierra, buscaron casas en otras ciudades, para regresar sólo durante los
temporales y trabajar la tierra.
Imposible creer que ese terreno duro floreciera algún día. Pero Mundo trabajó la
tierra cuando sus hijos Raymundo Román, Jesús Quetzalcóatl y Guadalupe
Cuauhtémoc Atahualpa eran pequeños, después nacerían Alma Rosa de Fátima,
Cristal Irasema Salomé y María Aglael, la primera piedra que cimentó para la
pirámide.
LA SÚPLICA DE MUNDO
Mundo suplicó, se hincó para que eso no sucediera, pedía que fuera él quien
muriera. La calavera contestó que no podía hacer nada, pero alguien que estaba
arriba lo podría ayudar. Observó una escalera que llegaba hasta las nubes, trepó
corriendo y llegó hasta una sala donde había un hombre sentado en una silla. A él
rogó que lo ayudara, el hombre contestó.
— Por qué pides necedades, por qué no eres conforme con lo que debes ser, has de
saber que lo que está escrito, por algo está escrito.
A su derecha abrió una puerta, salió una mujer vestida con una túnica color azul,
traía en la cabeza una cofia y emanaba una luz cegadora. Ella dijo: “Señor,
perdónale”. El hombre pensó varios minutos.
— Bueno, que así sea, pero no te olvides de volver a pedir necedades. Vete con tu
esposa, tu mujer va a tener una niña y por nombre le pondrás Aglael. Y su madrina
va a ser la muerte.
— Sé que ya sabes quién soy, mis compañeros me llaman Herulayka: el que ama
libremente, el que ama en libertad, ese es mi nombre —respondió.
También alcanzaron a ver a un hombre de ojos como de llamas de sol que se posaba
en las nubes, y se transportaba en una nave con cúpula de cristal y cuyo piso sólido
se volvía cristalino.
LA APARICIÓN
Eran las once de la noche del verano de 1988. Un grupo de ocho amigos, la mayoría
estudiantes de la preparatoria Justo Sierra, de Monclova, estaban escuchando los
relatos de Mundo Corona, desgranando maíz en las instalaciones del pozo de
SIMAS.
Sólo había luz de luna, ruidos de ramas al viento. Eso que parecía silencio fue
interrumpido por una voz clara, melódica, que se confundía con el aire:
“…Raymundooo… Raymundooo…”
— Ustedes son privilegiados porque van a ver lo que nadie ha visto —advirtió.
El cielo estaba nublado, donde ahora está construida la pirámide había un palo
clavado en la tierra maciza. En lo alto de un poste estaba un hombre suspendido en
el aire. Se escuchaba como un enjambre de abejas encabronado.
— Herulayka era una persona normal, cabello largo, barba, túnica y espada. Su
navecita estaba escondida detrás de las nubes — contó uno de esos muchachos de
aquel entonces.
Él empezó a visitar Pozuelos de Arriba porque salía con sus amigos a cazar conejos
en una camioneta desvencijada. El camino era de tierra suelta, en los pueblos de los
alrededores hablaban sobre naves extraterrestres en las cercanías.
— Teníamos 18 años, decían que por allá se aparecían ovnis. Empezamos a hacer
plática con Mundo, nos hicimos amigos. Íbamos martes y sábados durante tres
años. Nos hablaba de lo que le contaba Herulayka. Mundo decía: ‘Cero cigarros,
cero cerveza’. Antes platicaba menos, decía que la gente es mala por naturaleza.
Pese a los años transcurridos, sigue visitando Pozuelos de Arriba, ahora es un
Policía Federal en activo, su hermano, abogado mercantil, también lo acompañaba.
—Mundo me dejó pasmado porque el señor tiene una vibra muy bonita.
Llegábamos a las ocho de la noche y nos íbamos a las dos de la madrugada. Cuando
vimos a esa entidad llamada Herulayka, estaba como flotando en el aire, no se le
veía la cara. Estábamos todos muy nerviosos, casi llorando. Mundo hablaba otra
lengua.
En el grupo había un muchacho que no creía en Mundo, más bien sólo creía en lo
que sus ojos observaban. Esa noche quedó atónito. Su vida cambió, de ser bromista
y juguetón, se volvió sombrío.
LA BÚSQUEDA
Cada jueves de cada semana durante casi un año, José Antonio Muñoz Daniel,
Profe Toño, y un grupo de seguidores del Centro de Estudios Psicocibernética
Esenios, un grupo de curación a través de meditación, visitaron Pozuelos de Arriba.
Y así fueron muchas veces, hasta que Sergio González de la Garza, líder de Esenios,
cuestionó: “¿Por qué andan buscando lo que no han perdido? ¿Lo que ni siquiera
han terminado de comprender?”.
Profe Toño caviló, pausando por un tiempo las visitas a Pozuelos de Arriba. En
1994 murió su maestro Sergio González de la Garza, abandonando las sesiones con
Esenios, no la práctica de la meditación. Un año después compró un terreno para
construir un rancho en Pozuelos.
Y pensar.
Meditar.
Una tarde lo encontró en una sesión con un grupo de gente. Ya habían empezado a
construir la pirámide. Profe Toño decidió desde aquel entonces servirle, ahora es
quien mantiene en buen estado el lugar donde está construida la pirámide, ubicada
a un costado de un camino de tierra, a un par de kilómetros de la entrada de
Pozuelos de Arriba. A su alrededor tiene seis capillas que forman una estrella, y un
sistema de riego para mantener los árboles frescos.
— Para empezar estaba todo oscuro. No soy niño chiquito, no soy un fanático. Creí
que era el Maestro Herulayka, me pidió cosas que todavía no he logrado discernir
bien.
EL MENSAJE
Herulayka dijo:
de humo y fue una noche de muerte: Me puse a pensar: ‘Por qué no nos pusimos a
LA RECONSTRUCCIÓN DE LA TIERRA
Herulayka tomó la cabeza de Mundo con la mano. Y Mundo tuvo una visión:
“…Hubo una guerra terrible que me atormentaba. Algo se había salido de control,
todos los átomos de las especies, piedras, mar y polvo aumentaban temperaturas
enormes. Esto arrasaba todo a su paso, todo lo destruía. Y veía como la onda de
calor quemaba a niños y mujeres; veía cómo se retorcían; se les caían pedazos de
carne. La tierra se hizo como cuando se queman las montañas, toda la tierra se
cubrió de humo y fue una noche de muerte: Me puse a pensar: ‘Por qué no nos
pusimos a ver el caos que estábamos haciendo a la tierra, el sufrimiento’. En esa
oscuridad veía luces que se movían: eran hombres y mujeres desnudos. Venían
otros de arriba, bajaban y hablaban con ellos, se iban juntando y eran ríos de luces
en la oscuridad. Vi una porción de tierra que había quedado intacta: los hombres se
reproducían y reestructuraban la tierra, que tomó nuevamente su esplendor y su
formación hermosa. Vi que la tierra se llenó de gente, de lo alto venían hombres
volando. La gente los seguía como enjambres…”
— ¿Y hacía dónde van estos? ¿Por qué no les pasó nada? — Preguntó Mundo.
— Porque ellos tenían pleno conocimiento. ¿Crees que puedas poblar todo? Yo te
digo que el que hizo estas cosas, cuando habla hace nuevos universos, todo es para
ti, haz lo correcto.
No creer en Dios sería como decir que no estás aquí. A mí me pasó lo mismo que a
— Es como la fregada. Decía que la gente me quitaba mucho tiempo: ‘Tú por andar
con las viejas, no me ayudas con la niña’. Nunca le pareció.
— Quisiera saberlo, mijo, decían que las pirámides de Egipto tardaron 300
millones de años. La Pirámide del Sol (México) nadie sabe cuántos años tardaron.
Nadie sabe a dónde se fueron. Yo te digo que ellos encontraron una puerta. No
hemos terminado.
— El día que se den cuenta de que la pirámide sirve para cortar el camino de un
futuro próximo, muchos vendrán a procrear hijos. Ustedes ya transportaron una
imagen, ya se dieron cuenta. Deben darse cuenta que ustedes son átomos. El
hombre va a empezar a buscar.
— ¿Tiene planos?
— No, esos planos los tiene el maestro. Es algo tan celoso que si los ves no los
entenderías.
— ¿Cree en Dios?
— No creer en Dios sería como decir que no estás aquí. A mí me pasó lo mismo que
a Ezequiel (profeta que vaticinó la destrucción de Jerusalén y un nuevo comienzo).
— Tu dale nombre. Recuerda que eres libre y debes buscar dentro de ti, abre tu
corazón y tu mente, encontrarás que no sólo una vez la viste y que en el correr del
tiempo fuiste partícipe de muchas construcciones parecidas a ésta. Si analizamos
la historia, vamos a encontrar que muchas veces las historias se repiten. Cada
hombre debe ser libre, y no someterse a la voluntad de los demás. Que no te digan:
‘Éste es el camino’ ¡Encuéntralo! Así como cuando estuviste en el esperma, busca el
camino por el que habrás de seguir.
DIOS
Atardece en Pozuelos de Arriba, el lugar donde la gente llega y se va. Mundo recoge
nueces del suelo, el viento hace rugir las ramas a más de treinta metros de altura, se
filtran rayos de sol. Dos de sus dieciséis nietos (y dos bisnietos) juegan en el piso,
corren, gritan, ven el cielo a punto de cargarse de estrellas.
Y Mundo confía que en tres ocasiones ha estado a punto de morir, la última por un
cáncer que ha invadido su cuerpo y lo tiene en constante chequeo médico.
— A veces en mis estados de conciencia terminal me sentía alegre porque decía: ‘Lo
que me dijo Herulayka no se va a cumplir’. No hay cosa más terrible que la necedad
del hombre, en su soberbia que no mira al hacer las cosas.
Parece que Mundo va a volver a contar de un tal Herulayka (así se llama uno de los
nietos, hijo de María Aglael), el que llegó de Nefilin y se posó en una nube; el que
apareció una noche sin luna y observó la tierra con ojos como de llamas de sol; y
pidió una pirámide de piedra de siete metros de altura en el desierto: en Pozuelos
de Arriba, el que está después de Pozuelos de Abajo.
… El viento interrumpe todo, hojas caen de los árboles. Hay cierta humedad;
destellos de insectos en la oscuridad. Calma; algo que parece silencio.
— ¿Lo sientes? Es Dios quien te está acariciando. Sólo quiero vivir lo que la vida me
deje vivir. Papá decía: ‘Que triste que vaya a morir porque apenas empiezo a
entender la vida’.