Mundo Corona

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Mundo Corona, un campesino que buscaba respuestas en el resplandor de las

estrellas, construyó una pirámide de piedra porque un extraterrestre pidió un


templo para poner a prueba su fe, aconsejándole: “…Que ni los vientos ni los
vendavales la muevan. Y que siempre esté erguida hacia arriba, porque de arriba
emanan todas las cosas buenas…”.

— Me acordé lo que decían los indios de aquí, que los sacerdotes hablaban con los
dioses, entonces pensé: ‘Éste es un Dios de los que hablaban los indios’.

Pero la aparición entendió lo que pensaba, respondiendo.

— No soy un Dios, soy un hombre como tú, la misma importancia que tienes tú, la
tengo yo. Yo te digo que el ser que formó esta nebulosa, cuando hablaba nacían
nuevos universos, al igual que cuando hablas.

Mundo, un campesino delgado y pequeñito, de piel tostada por el sol; entonces


tenía 33 años de edad, acababa de ser papá de una niña, y el hombre ese hablaba de
muchas cosas que no alcanzaba a comprender, llevándolo al lugar dónde había que
levantar la construcción.

— Así quiero que sea tu fe, que esté siempre hacia lo alto. El templo tendrá forma
de pirámide, y será de piedra. Por eso quiero que tu fe jamás se vaya a quebrantar.

— ¿Y cómo te llamas?

— No te lo diré hasta que tomes conciencia, hasta que entiendas. Muchos se


burlarán, difamarán. Dirán: ‘Fue una locura o una borrachera, fue una visión de
este loco, o este drogadicto’. Yo te digo que el nombre de una persona representa
algo más que su cuerpo, que su alma y su espíritu. Es la esencia que habita en el
hombre. Un día te diré mi nombre.

— ¿Y de dónde vienes?
— Por qué te preocupa tanto de dónde vengo. Preocúpate por ti, pero te voy a decir.
Vengo de la constelación de Orión, de un lugar llamado Nefilin. Es un lugar 20
veces más grande que la tierra. Hay mucha similitud con los seres humanos.

Fue así que Raymundo Salomón Corona Villarreal, Mundo, un hombre nacido en
una familia de campesinos, conoció algo que no era de la tierra, empezando a
construir una pirámide de piedra de siete metros de altura en el ejido Pozuelos de
Arriba, muy cerca de Monclova, pero más cerca del municipio de Frontera, a diez
kilómetros del libramiento Carlos Salinas de Gortari, en el estado de Coahuila.

Y lejos, muy lejos del lugar de donde venía la criatura que pidió observar
detenidamente las estrellas porque todas habían sido hechas para él.

El ser de otra galaxia dijo a Mundo Corona, que venía de la lejana constelación de
Orión, de un lugar llamado Nefilin, 20 veces más grande que la tierra.

Lo que no sepas, pregúntalo, hasta el más inepto tiene algo que enseñarte.

Pregúntate por qué se mueven las hojas de los árboles. Un día vas a sacar de tu

sistema genético un conocimiento que has ido almacenando desde milenios de

años. Yo te digo que eres como el propio universo. No eres diferente. Conócete, de

dónde vienes, por qué estás aquí. Lo que es más importante, hacía dónde vas a ir"
MENSAJE RECIBIDO POR MUNDO CORONA

LA ENCOMIENDA
Los habitantes de Pozuelos de Arriba habían tenido la oportunidad de observar
aparatos voladores flotando en el desierto, sobre las montañas; escondidos entre
las nubes. De alguna manera se habían acostumbrado a la presencia de bolas de
fuego a las que llamaban brujas. Una noche de noviembre de 1984, Mundo Corona
estaba trabajando en el pozo número 1 de SIMAS, un organismo para abastecer de
agua a la región, donde trabajó cuarenta años administrando bombas de agua.
La noche era de esas que abundan por la zona, monótona, sofocante; interrumpida
por aullidos de coyotes y parpadeos de luciérnagas. Escuchó que tocaban la puerta,
preguntó: “¿Quién es? ¿Qué andan haciendo?”.

Llegó a pensar que era un vecino, alguien del pueblo que aventó la puerta de una
patada. Era un hombre alto, ojos color miel y cabello blanco que llegaba hasta el
suelo; vestía una túnica amarrada de una soga y pies descalzos. Sus primeras
palabras fueron tristes, reflexivas.

— ¿Tan pronto te olvidaste de mí?

— ¿Quién eres? Si te hubiera visto anteriormente jamás te hubiera olvidado. Tienes


el cuerpo de un atleta, además tu cara es de un hombre muy hermoso.

— ¿Tan pronto te olvidaste de mí? ¿No recuerdas cuando nació tu niña?

Mundo recordó que era el mismo hombre que había conocido en una pesadilla, y
corrió asustado a través de la noche, brincando piedras y esquivando matorrales. A
cien metros de distancia pensó en cuál era el motivo por el que corría ¿Tal vez se
trataba de otra pesadilla? Un mal sueño; una visión incoherente. Regresó al lugar,
ahí estaba él: esperando. Atónito tocaba brazos, rostro; piernas. Repetía: “…Es un
sueño y no he podido despertar…”.

— No estás soñando, no has vivido la realidad tal y como ahora. No estás soñando.
Vengo a pedirte un favor — interrumpió.

— Yo te debo un favor, en esa pesadilla me hiciste un gran favor.

— Quiero que construyas un templo y su volumen total tendrá 108 metros, vas a
calcular su altura y su base, debe ser en forma de pirámide.
Mundo contó que fue criado cuidando vacas y cabras, había estudiado hasta sexto
año de pri maria. Era algo imposible lo que pedía porque implicaba cálculos
matemáticos, planeación.

— Lo que no sepas, pregúntalo, hasta el más inepto tiene algo que enseñarte.
Pregúntate por qué se mueven las hojas de los árboles. Un día vas a sacar de tu
sistema genético un conocimiento que has ido almacenando desde milenios de
años. Yo te digo que eres como el propio universo. No eres diferente. Conócete, de
dónde vienes, por qué estás aquí. Lo que es más importante, hacía dónde vas a ir.

Imposible creer que ese terreno duro floreciera algún día. Pero Mundo trabajó la

tierra cuando sus hijos Raymundo Román, Jesús Quetzalcóatl y Guadalupe

Cuauhtémoc Atahualpa eran pequeños, después nacerían Alma Rosa de Fátima,

Cristal Irasema Salomé y María Aglael, la primera piedra que cimentó para la

pirámide".
QUITZÉ FERNÁNDEZ, REPORTERO

LA TIERRA ELEGIDA
En Frontera, una ciudad pequeña donde las tolvaneras son parte del paisaje,
Mundo Corona conoció a Alma Rosa Valdés. La enamoró en esas noches cuando el
viento que sopla ruboriza el rostro. De vez en cuando iban a Pozuelos de Arriba, el
que está después de Pozuelos de Abajo, a platicar cobijados por la sombra de un
árbol, o a mojar las manos en alguna poza de agua cristalina.

Ahí, Ramón Corona y María Teresa Villarreal, padres de Mundo, criaron ocho
hombres y dos mujeres. Era un lugar donde abundaban ojos de agua que
abastecían a toda la Región Centro de Coahuila, lentamente fueron desapareciendo
hasta convertirlo en un páramo, donde familiares de los 50 ejidatarios propietarios
de la tierra, buscaron casas en otras ciudades, para regresar sólo durante los
temporales y trabajar la tierra.

Mundo y Alma Rosa se casaron, pese a la sequía sembraron árboles frutales,


nogales, engordaron ganado y construyeron una casa en un terreno de dos
hectáreas de extensión. Después Mundo entró a trabajar en las bombas de agua de
SIMAS, y mudó su casa al centro de Frontera, en la esquina de la plaza principal.

Imposible creer que ese terreno duro floreciera algún día. Pero Mundo trabajó la
tierra cuando sus hijos Raymundo Román, Jesús Quetzalcóatl y Guadalupe
Cuauhtémoc Atahualpa eran pequeños, después nacerían Alma Rosa de Fátima,
Cristal Irasema Salomé y María Aglael, la primera piedra que cimentó para la
pirámide.

LA SÚPLICA DE MUNDO

Para el segundo semestre de 1983, Mundo Corona


había pasado momentos complicados porque
trabajaba de noche en el pozo de agua, tenía que
ordeñar el ganado antes que esclareciera el
mundo, cuidaba a sus hijos y Alma Rosa estaba
por dar nuevamente a luz. Las horas de sueño
prácticamente no existían, y comenzaba a ver a un
hombre sentado arriba de una nube que lo llamaba
por su nombre.
Un nueve de noviembre su esposa tuvo dolores de parto. La llevó a la Clínica del
Seguro Social en Frontera, y de alguna manera por fin tenía un momento de pausa
esperando el nacimiento de su hija. El sopor lentamente se apoderó de él en la sala
de urgencias, cerró los ojos y reconoció la habitación donde su esposa estaba
acostada. Al lado de ella, el cuerpo de una persona cubierta con una túnica color
negra. Cuando volteó su rostro era una calavera, decía que había llegado por la
mujer y la niña.

Mundo suplicó, se hincó para que eso no sucediera, pedía que fuera él quien
muriera. La calavera contestó que no podía hacer nada, pero alguien que estaba
arriba lo podría ayudar. Observó una escalera que llegaba hasta las nubes, trepó
corriendo y llegó hasta una sala donde había un hombre sentado en una silla. A él
rogó que lo ayudara, el hombre contestó.

— Por qué pides necedades, por qué no eres conforme con lo que debes ser, has de
saber que lo que está escrito, por algo está escrito.

A su derecha abrió una puerta, salió una mujer vestida con una túnica color azul,
traía en la cabeza una cofia y emanaba una luz cegadora. Ella dijo: “Señor,
perdónale”. El hombre pensó varios minutos.

— Bueno, que así sea, pero no te olvides de volver a pedir necedades. Vete con tu
esposa, tu mujer va a tener una niña y por nombre le pondrás Aglael. Y su madrina
va a ser la muerte.

Al despertar se enteró que estuvo varias horas inconsciente. Y a la 01:30 de la


madrugada nació María Aglael.

EL QUE AMA LIBREMENTE


El mundo que habitaba Mundo se estaba desmoronando. Muchos veían aparatos
voladores en el cielo, pocos creían sobre la existencia de una aparición de otra
galaxia que exigía una construcción de algo que ni siquiera conocían en el desierto
norteño.
A menudo preguntaban cómo se llamaba la aparición, quién era ese que hablaba
del universo y sus estrellas. En una de tantas visitas, el extraterrestre agarró una
piedra del suelo, con los dedos dibujó una forma parecida a una serpiente que no se
quedó plasmada, y pidió descifrar sus trazos. En el momento que lograra
comprender, sabría su nombre. Mundo sólo enseñaba la piedra a quien preguntara
mayores detalles. Un día, interrumpió.

— Ya no es necesario que me digas tu nombre.

— Sé que ya sabes quién soy, mis compañeros me llaman Herulayka: el que ama
libremente, el que ama en libertad, ese es mi nombre —respondió.

Entonces Mundo empezó a contar de un Herulayca, proveniente de un lugar muy


muy lejano llamado Nefilin, perteneciente a constelación de Orión, de color cobrizo
que se posaba en las nubes, viajaba en una nave y pedía un templo con la forma de
una pirámide.

En ese ir y venir de curiosos en el tiempo, siete muchachos llegaron a Pozuelos de


Arriba, y quedaron maravillados por los relatos de Mundo Corona; por las luces en
el cielo que veían en la oscuridad.

— Todos tuvieron la oportunidad de aprender, de buscar y ser alguien diferente.


Buscábamos en el infinito. No veíamos nada, mas que las estrellas.

También alcanzaron a ver a un hombre de ojos como de llamas de sol que se posaba
en las nubes, y se transportaba en una nave con cúpula de cristal y cuyo piso sólido
se volvía cristalino.

— Me gustaría que escucharas a los que lo vieron, unos quedaron traumados. Le


decían ‘El Gigante’, cada quien lo miraba de acuerdo al estado de conciencia en que
estaba, hubo unos que me decían: ‘Tú cuando estás con él no hablas español, hablas
en otra lengua que no entendemos’. Yo no sé otra lengua más la que poco entiendo.
Yo me crié criando cabras y vacas. ‘No, están errados’, les decía.

LA APARICIÓN
Eran las once de la noche del verano de 1988. Un grupo de ocho amigos, la mayoría
estudiantes de la preparatoria Justo Sierra, de Monclova, estaban escuchando los
relatos de Mundo Corona, desgranando maíz en las instalaciones del pozo de
SIMAS.

Sólo había luz de luna, ruidos de ramas al viento. Eso que parecía silencio fue
interrumpido por una voz clara, melódica, que se confundía con el aire:
“…Raymundooo… Raymundooo…”

— Ustedes son privilegiados porque van a ver lo que nadie ha visto —advirtió.

El cielo estaba nublado, donde ahora está construida la pirámide había un palo
clavado en la tierra maciza. En lo alto de un poste estaba un hombre suspendido en
el aire. Se escuchaba como un enjambre de abejas encabronado.

— Herulayka era una persona normal, cabello largo, barba, túnica y espada. Su
navecita estaba escondida detrás de las nubes — contó uno de esos muchachos de
aquel entonces.

Él empezó a visitar Pozuelos de Arriba porque salía con sus amigos a cazar conejos
en una camioneta desvencijada. El camino era de tierra suelta, en los pueblos de los
alrededores hablaban sobre naves extraterrestres en las cercanías.

— Teníamos 18 años, decían que por allá se aparecían ovnis. Empezamos a hacer
plática con Mundo, nos hicimos amigos. Íbamos martes y sábados durante tres
años. Nos hablaba de lo que le contaba Herulayka. Mundo decía: ‘Cero cigarros,
cero cerveza’. Antes platicaba menos, decía que la gente es mala por naturaleza.
Pese a los años transcurridos, sigue visitando Pozuelos de Arriba, ahora es un
Policía Federal en activo, su hermano, abogado mercantil, también lo acompañaba.

—Mundo me dejó pasmado porque el señor tiene una vibra muy bonita.
Llegábamos a las ocho de la noche y nos íbamos a las dos de la madrugada. Cuando
vimos a esa entidad llamada Herulayka, estaba como flotando en el aire, no se le
veía la cara. Estábamos todos muy nerviosos, casi llorando. Mundo hablaba otra
lengua.

En el grupo había un muchacho que no creía en Mundo, más bien sólo creía en lo
que sus ojos observaban. Esa noche quedó atónito. Su vida cambió, de ser bromista
y juguetón, se volvió sombrío.

— A raíz de esta situación tuvimos problemas en la escuela, con nuestros padres.


Fue algo que estaba fuera del alcance de nuestras mentes. Algunos quedaron
trastornados. Siempre que hablamos de eso cuando nos juntamos, se molestan,
algunos agarraron el alcohol para olvidar esos detalles.

LA BÚSQUEDA
Cada jueves de cada semana durante casi un año, José Antonio Muñoz Daniel,
Profe Toño, y un grupo de seguidores del Centro de Estudios Psicocibernética
Esenios, un grupo de curación a través de meditación, visitaron Pozuelos de Arriba.

— Nos cautivó porque el objetivo de la pirámide es la curación. Habíamos agarrado


de ir a hacer meditaciones. Antes había un palo que le había marcado el ser de luz
del que habla Raymundo, el maestro Herulayka.

Profe Toño, un ingeniero mecánico – eléctrico, con especialidad en mecatrónica,


había tocado la puerta de Esenios en 1986. Tenía 33 años y ganas de aprenderlo
todo. Al tiempo llegó un Mundo Corona que hablaba de un tal Herulayka que había
aparecido en un aparato volador para exigir un templo de adoración con forma de
pirámide.

Y así fueron muchas veces, hasta que Sergio González de la Garza, líder de Esenios,
cuestionó: “¿Por qué andan buscando lo que no han perdido? ¿Lo que ni siquiera
han terminado de comprender?”.

Profe Toño caviló, pausando por un tiempo las visitas a Pozuelos de Arriba. En
1994 murió su maestro Sergio González de la Garza, abandonando las sesiones con
Esenios, no la práctica de la meditación. Un año después compró un terreno para
construir un rancho en Pozuelos.

Y pensar.

Meditar.

Aislarse del mundo; mas no de Mundo.

Una tarde lo encontró en una sesión con un grupo de gente. Ya habían empezado a
construir la pirámide. Profe Toño decidió desde aquel entonces servirle, ahora es
quien mantiene en buen estado el lugar donde está construida la pirámide, ubicada
a un costado de un camino de tierra, a un par de kilómetros de la entrada de
Pozuelos de Arriba. A su alrededor tiene seis capillas que forman una estrella, y un
sistema de riego para mantener los árboles frescos.

— ¿Ha visto a Herulayka?

— No lo vi físicamente, pero me habló a través de Mundo, me dijo que habría de


cuidarlo, que en otros tiempos (otra vida) anduvimos juntos, que él se apoyaba
mucho en mí. Tanto como verlo, no, pero me habló a través de Mundo.
Una noche de octubre o noviembre de 2010. Mundo y Profe Toño estaban en la
pirámide cuando Mundo cayó en trance. Luego una voz fuerte hablaba con mucha
propiedad.

— Para empezar estaba todo oscuro. No soy niño chiquito, no soy un fanático. Creí
que era el Maestro Herulayka, me pidió cosas que todavía no he logrado discernir
bien.

— ¿Cómo qué cosas?

— Cosas que no te puedo contar. No estoy autorizado.

— ¿Y Mundo también ha sido un maestro para usted?

— …En cierta ocasión, bromeando, le dije: ‘Ehh güey’, me contestó: ‘Respeta a tu


maestro. Qué no sabes con quién estás hablando’. Yo no sabía ni qué hacer. ¿Que si
lo considero un maestro?... Cuando baja el Maestro Herulayka a través de él… Sí.

EL MENSAJE
Herulayka dijo:

— No desesperes porque si un día te encuentras solo, recuerda esto: Si dentro de un


millón de años uno te escuchara, eres como el propio diamante que esparce la luz
del conocimiento. Lo que queremos es que se den cuenta lo terrible que están
haciendo en este lugar llamado tierra, y que deben cuidar como a la niña de sus
ojos porque les da lo necesario para vivir. Deben estar conscientes que son una
réplica de la tierra y del universo entero. Todo esto que te he contado cuéntaselo a
los demás. Es necesario que el hombre sepa que está tomando por el camino
errado, y están tomando el conocimiento para crear armas.
La tierra se hizo como cuando se queman las montañas, toda la tierra se cubrió

de humo y fue una noche de muerte: Me puse a pensar: ‘Por qué no nos pusimos a

ver el caos que estábamos haciendo a la tierra, el sufrimiento’"


MUNDO CORONA

LA RECONSTRUCCIÓN DE LA TIERRA
Herulayka tomó la cabeza de Mundo con la mano. Y Mundo tuvo una visión:

“…Hubo una guerra terrible que me atormentaba. Algo se había salido de control,
todos los átomos de las especies, piedras, mar y polvo aumentaban temperaturas
enormes. Esto arrasaba todo a su paso, todo lo destruía. Y veía como la onda de
calor quemaba a niños y mujeres; veía cómo se retorcían; se les caían pedazos de
carne. La tierra se hizo como cuando se queman las montañas, toda la tierra se
cubrió de humo y fue una noche de muerte: Me puse a pensar: ‘Por qué no nos
pusimos a ver el caos que estábamos haciendo a la tierra, el sufrimiento’. En esa
oscuridad veía luces que se movían: eran hombres y mujeres desnudos. Venían
otros de arriba, bajaban y hablaban con ellos, se iban juntando y eran ríos de luces
en la oscuridad. Vi una porción de tierra que había quedado intacta: los hombres se
reproducían y reestructuraban la tierra, que tomó nuevamente su esplendor y su
formación hermosa. Vi que la tierra se llenó de gente, de lo alto venían hombres
volando. La gente los seguía como enjambres…”

— ¿Y hacía dónde van estos? ¿Por qué no les pasó nada? — Preguntó Mundo.

— Porque ellos tenían pleno conocimiento. ¿Crees que puedas poblar todo? Yo te
digo que el que hizo estas cosas, cuando habla hace nuevos universos, todo es para
ti, haz lo correcto.
No creer en Dios sería como decir que no estás aquí. A mí me pasó lo mismo que a

Ezequiel (profeta que vaticinó la destrucción de Jerusalén y un nuevo comienzo)".


MUNDO CORONA

LAS PREGUNTAS SIN RESPUESTA


En su casa en Frontera, Mundo Corona no tiene nada que le recuerde que
construyó una pirámide de piedra. No conserva planos ni fotografías ni registros de
la construcción, sólo habla de ella cuando va a trabajar a su propiedad en Pozuelos
de Arriba. Un día su esposa tiró todas las evidencias de la construcción.

— Es como la fregada. Decía que la gente me quitaba mucho tiempo: ‘Tú por andar
con las viejas, no me ayudas con la niña’. Nunca le pareció.

— ¿Y cuándo va a dejar culminada su obra?

— Quisiera saberlo, mijo, decían que las pirámides de Egipto tardaron 300
millones de años. La Pirámide del Sol (México) nadie sabe cuántos años tardaron.
Nadie sabe a dónde se fueron. Yo te digo que ellos encontraron una puerta. No
hemos terminado.

—¿A qué se refiere?

— El día que se den cuenta de que la pirámide sirve para cortar el camino de un
futuro próximo, muchos vendrán a procrear hijos. Ustedes ya transportaron una
imagen, ya se dieron cuenta. Deben darse cuenta que ustedes son átomos. El
hombre va a empezar a buscar.

— ¿Ya no ha visto a este hombre?

— No. No me preguntes esas cosas.

— ¿Tiene planos?
— No, esos planos los tiene el maestro. Es algo tan celoso que si los ves no los
entenderías.

— ¿Por qué escogieron Pozuelos de Arriba?

— Donde está la pirámide es un vórtice de energía, se tiene que buscar, como el


ombligo del hombre, los ombligos donde se pueda explorar el universo. Está hecho
por el cúmulo de energía de la tierra.

— ¿Hay más gente?

— No es para juntarse. No es para hacer una organización. No es para hacer una


secta religiosa. Es una cosa para el que escuche entienda y no pierda su tiempo
juntándose con los demás.

— ¿Cree en Dios?

— No creer en Dios sería como decir que no estás aquí. A mí me pasó lo mismo que
a Ezequiel (profeta que vaticinó la destrucción de Jerusalén y un nuevo comienzo).

— ¿Y los seis? ¿Cómo le llamaremos? ¿Capillas?

— Tu dale nombre. Recuerda que eres libre y debes buscar dentro de ti, abre tu
corazón y tu mente, encontrarás que no sólo una vez la viste y que en el correr del
tiempo fuiste partícipe de muchas construcciones parecidas a ésta. Si analizamos
la historia, vamos a encontrar que muchas veces las historias se repiten. Cada
hombre debe ser libre, y no someterse a la voluntad de los demás. Que no te digan:
‘Éste es el camino’ ¡Encuéntralo! Así como cuando estuviste en el esperma, busca el
camino por el que habrás de seguir.
DIOS
Atardece en Pozuelos de Arriba, el lugar donde la gente llega y se va. Mundo recoge
nueces del suelo, el viento hace rugir las ramas a más de treinta metros de altura, se
filtran rayos de sol. Dos de sus dieciséis nietos (y dos bisnietos) juegan en el piso,
corren, gritan, ven el cielo a punto de cargarse de estrellas.

Y Mundo confía que en tres ocasiones ha estado a punto de morir, la última por un
cáncer que ha invadido su cuerpo y lo tiene en constante chequeo médico.

— A veces en mis estados de conciencia terminal me sentía alegre porque decía: ‘Lo
que me dijo Herulayka no se va a cumplir’. No hay cosa más terrible que la necedad
del hombre, en su soberbia que no mira al hacer las cosas.

Parece que Mundo va a volver a contar de un tal Herulayka (así se llama uno de los
nietos, hijo de María Aglael), el que llegó de Nefilin y se posó en una nube; el que
apareció una noche sin luna y observó la tierra con ojos como de llamas de sol; y
pidió una pirámide de piedra de siete metros de altura en el desierto: en Pozuelos
de Arriba, el que está después de Pozuelos de Abajo.

… El viento interrumpe todo, hojas caen de los árboles. Hay cierta humedad;
destellos de insectos en la oscuridad. Calma; algo que parece silencio.

— ¿Lo sientes? Es Dios quien te está acariciando. Sólo quiero vivir lo que la vida me
deje vivir. Papá decía: ‘Que triste que vaya a morir porque apenas empiezo a
entender la vida’.

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