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El libro está dividido en tres grandes partes: Espectáculos del Chile finise-
cular, 1890-1917; Nacimiento y apogeo del teatro chileno, 1918-1930, y
De la consolidación a la crisis, 1931-1940. La primera parte entrega una
visión del país del fin del siglo XIX que da cuenta de los efectos de la guerra
civil del 91 en términos de la pobreza imperante y las grandes diferencias
económicas. La bibliografía histórica respalda la visión de un Chile dominado
por una aristocracia de las apariencias, que ignora los temas sociales y vive
obsesionada con la riqueza y la moda europea. Ello explica que el espectáculo
operático haya protagonizado la escena de las clases acomodadas. Si bien la
ópera había hecho su aparición a comienzos del siglo, fue durante la segunda
mitad cuando llegaron las más importantes compañías italianas con nutridos
repertorios. La construcción del Teatro Municipal en 1857 fue signo claro de
la necesidad de un gran recinto para recibir a la ópera, aunque también ahí
se presentaban obras de música, la zarzuela, la opereta y el teatro. La vida
social y la demostración de la posición y lujo de las elites giraba en torno a
los grandes eventos en este espacio artístico. Las citas elocuentes tomadas de
Eugenio Pereira (“El Municipal era, sin duda, el corazón de la sociabilidad”),
de Bernardo Subercaseaux (“Quienes concurrían al Municipal se regían por
la más estricta etiqueta. Hasta las puertas del templo del bel canto llegaban
familias completas en carruajes o coches de posta con escudos de plata”)
y de Joaquín Edwards Bello (“Se conocía el estado monetario y físico de las
familias por la laya de palco que ocupaban y por las joyas y vestidos que
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del teatro en Chile 1890-1940. Juan Andrés Piña. RIL editores, 2009. 413 pgs.
Agradecemos las imágenes al Archivo del escritor, memoriachilena.cl, de la Biblioteca
Nacional (DIBAM).
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Carola Oyarzún Un recorrido por el teatro chileno entre 1890 y 1940
En este ambiente, surge la voz crítica de Daniel Barros Grez, quien con su
obra dramática más importante, Como en Santiago, se transforma en el
exponente de una mirada negativa de la sociedad chilena y sus preferencias
vanas y aparentes. Sus personajes encarnan al siútico, personas de capa
media que aspiran a ser y vivir como la clase adinerada de la capital, pero
que sin embargo conviven con otros seres auténticos y nobles, a los que el
autor engrandece. Así el teatro denunciaba los vicios y exaltaba las virtudes,
función que respondía a los primeros fines del teatro en Chile.
Tal como las elites se inclinaron por la ópera, la clase media lo hizo por la
zarzuela. Este género musical llegó de España a mediados del siglo XIX
y aunque era considerado de menor calidad y complejidad musical, tenía
mayor riqueza dramática y realismo en la trama y personajes. La oferta de
zarzuelas fue enorme, y no solo en Santiago, también en otras ciudades del
país. Especialmente atractivo fue este género para los sectores medios, ya
que se identificaban con los personajes cotidianos como el comerciante, el
boticario, el vendedor, etc. Es evidente que el hecho que fueran presentadas
en español las hacía más cercanas que la opera italiana o francesa. El español
Pepe Vila llevó al apogeo el género chico que eran zarzuelas más cortas y que
se daban en tandas. Presentó más de 100.000 zarzuelas entre 1895 y 1905.
La zarzuela significó un nuevo escenario con nuevos actores sociales, como
señala Subercaseaux citando a Hernán Godoy, “la zarzuela fue una expre-
sión que sirvió de soporte a los procesos de identidad y autoimagen de las
nacientes capas medias”. Ello explica que también hayan habido intentos por
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crear zarzuelas chilenas. Por otra parte, muchas de las compañías españolas
no solo traían zarzuelas, sino un rico repertorio de teatro español clásico y
contemporáneo y obras universales, con lo que fueron buenos agentes de
difusión de un teatro aquí desconocido. Al final de esta parte, se ofrece un
registro de las obras presentadas y las compañías a cargo.
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Carola Oyarzún Un recorrido por el teatro chileno entre 1890 y 1940
La siguiente etapa de desarrollo del teatro chileno según Juan Andrés Piña,
será la fase consolidación a partir de 1923. En esta sección se profundiza
en las prácticas teatrales caracterizadas por: el divismo, es decir, el prota-
gonismo del actor o primera figura de la compañía, el estilo declamativo y
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Concluye esta parte final del libro de Juan Andrés Piña con la irrupción del
cine y la crisis inminente de las prácticas teatrales y la necesidad vital de
los cambios que se concretarán a comienzos de la década de los cuarenta
con la creación de los teatros universitarios.
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