Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
El Canto de Eva June Strong PDF
El Canto de Eva June Strong PDF
June Strong
m
Edicrones New Life I 8 Ago 2010
f, * 9 ^
- .>> ’ »· 7- f/.
1 - ' * ·7 V ; * vA
IM PRESO EN LA ARGENTINA
'Printed in Argentina
Primera edicion j
M M IV - 5 M j
ISBN 950-769-077-8
ISBN 950-769-077-8
— 100023—
i\ c c ^ A 0 ................................. ..........................5
£t ..................... ....................... 63
....................... 143
>
L
>
3
/. pedi cA cfh x
•' Este libro estä dedicado, con inmenso amor, a mis hijos:
Melody, Lori, Kim, Jeff, M itch y Amy.
Ningun libro es producto de una sola persona. Hay
quienes apoyan, quienes sostienen, quienes inspiran
y quienes interceden.
Gracias a ...
Don, que com partio conm igo una mäquina de escribir
durante meses.
A mis nietos, que esperaron pacientem ente a que salie-
ra de mi aislam iento.
A Alta, Howard, Isabel y otras personas, que oraron sin
cesar.
A Shirley, que amorosamente se ofrecio a procesarlo to-
do.
A Dios, que no perm itio que luchara sola, sino que ca-
m ino a mi lado a traves de este recorrido por un pa-
sado ignoto.
4
i\ r e L x lc
ä os ültimos rayos del sol de la tarde danza-
yj ban sobre las paredes de marfil, y las plan-
^ y t a s tropicales, de un verde intenso, se me-
cian sobre eilas. El agua, que caia susurrante so
bre las rocas, en un rincon, hacia que la espa-
ciosa y ventilada habitacion casi pareciera una
extension del frondoso mundo que estaba mas
allä de la ventana abierta. Un päjaro, azul como
si fuese un pedazo de cielo caido, revoloteaba
alrededor de una jovencita sentada, con las
piernas recogidas, sobre una alfombra de la mäs
suave lana cardada. Distraidamente, le extendio
la mano al päjaro, pero, con solo observar los
sonadores ojos verde mar de la nina, uno podia
darse cuenta de que sus pensamientos estaban
muy lejos.
-Bien, pequefio Safiro -dijo ella finalmente,
mientras acariciaba sus suaves plumas con afec-
to-, has interrumpido mi ensofiacion, asi que
5
6 El canto de Eva
su dormitorio.
Natän se acerco a cabal Io a su lado, tocando
levemente su hombro.
-Estamos por partir, Shaina. Yo necesito saber
que Dios estarä con nosotros en este viaje. Esto
es para mi mucho mäs que una expedicion pa
ra buscar arcilla. ^Podriamos orar juntos?
Shaina inclino la cabeza, y alli, delante de
los im pacientes sirvientes que observaban
asombrados, Natän levanto su voz al cielo en
peticion a Dios por su presencia y su protec-
cion. La nina escucho un juramento y un mur-
mullo de desaprobacion, pero Natän era un
amo bondadoso y generoso, y ella sabia que los
hombres Io pensarian mucho antes de abando-
narlo.
-^Es esta tu costumbre, papä? -pregunto,
mientras el se volvia para recorrer la larga fila
de carros, asnos cargados y hombres montados.
-N o -y sacudio su cabeza, sonriendo triste-
mente-. Generalmente soy un cobarde.
Esa noche levantaron sus tiendas entre las
colinas que rodeaban la ciudad. Todo el dia ha-
bian viajado por un camino de montana, ascen-
diendo lenta pero decididamente. Shaina y Fe-
nicia habian mirado hacia aträs, asombradas al
quedar la ciudad debajo de eilas. Ahora, en su
El viaje 23
hacia su ira.
-Seguramente ίύ Io defiendes, Natän, y ha
blas de su amor.
Sus ojos descansaron sobre el, a la espera de
su respuesta, pero el no devolvio la mirada.
-No, mama, no Io hago —dijo, despues de
una pausa- Significaria el fin de mi negocio, mi
esposa y, tal vez, de mi vida; en realidad, no es-
toy en la mejor posicion de acudir en defensa
de Dios, de todos modos.
Shaina deseo no haber escuchado su res-
puesta, ni que su abuela hubiera hecho la pre-
gunta. Su padre monto a caballo y, girando
abruptamente, se dirigio calle abajo.
Abigail entro en la tienda, y se dispuso a pre-
parar una comida con la ayuda de dos sirvien-
tas jovenes. Mientras echaba arroz en una vasi-
ja, Shaina observaba curiosamente. De vez en
cuando su madre servia una bandeja de bebidas
o frutas, pero la preparacion de la comida, en si,
la dejaba para las sirvientas.
-Shaina, ^recogerias unas verduras de la
huerta deträs de la tienda?
Abigail le entrego una herramienta para cor-
tar y una canasta. Sin querer admitir su ignoran-
cia, la nina vacilo.
-M e temo que cortaria la verdura equivoca-
32 El canto de Eva
blancas.
-Nunca sofie que tendria la oportunidad de
contem plarlo con mis propios ojos.
-N i yo tampoco -se hizo eco Abigail suave-
mente.
Un campamento grande, a dos o tres kilome-
tros de distancia, se extendia hacia el pie de los
cerros de otra region elevada, y Shaina supuso
que era el hogar del patriarca Adän, el padre de
todos ellos. Comieron sobre la ladera, saborean-
do el momento, apenas dändose cuenta de los
panecillos de trigo e higos secos que consu-
mian. Hablaron poco; cada viajero estaba ocu-
pado con sus propios pensamientos.
Cuando finalmente siguieron adelante, Shai
na cabalgo junto a su padre, deseando compar
er la experiencia con el. Siguieron los acantila-
dos por varias horas, y llegaron, al fin, a un sen-
dero que descendia hacia el valle. En medio de
la creciente oscuridad, una extrana luz morteci-
na brillaba sobre el camino de tierra, aunque el
sol hacia rato que habfa descendido deträs de
los ärboles.
-^Que es eso? -pregunto Shaina, intranquila.
Pero nadie contesto, porque nadie sabia.
Solo al llegar al terreno llano, al pie del acan-
tilado, pudieron ver alia, en Io alto, el espectä-
50 El canto de Eva
conmigo?
Ben miro el vestido verde pälido, cenido de-
licadamente sobre un hombro, y supo con cer-
teza que ella seria, en su sencillez, la mujer mäs
hermosa de la reunion.
-Estaräs muy bien -contesto el, riendo suave-
mente-. Tu eres una verdadera nifia de Havila.
Hermosa en la mejor de las maneras.
Ella deseo que no hubiera dicho eso. Le re-
cordo a Abigail, y esta noche ella no queria pen-
sar en su abuela. No en la sexta noche, cuando
Sepp mataba el cordero por los pecados de to-
da su familia.
Cuando entraron en la sala de marfil, todos
los huespedes reunidos alrededor de la larga
mesa instantäneamente callaron. Ellos sabian
que Natän y Ona tenian una hija, pero la habian
visto cada vez menos en anos recientes. Ahora
estaba de pie frente a ellos, del brazo del joven
bärbaro de las tierras de Natän, y se escucho un
murmullo de placer al observar a la elegante pa-
reja. Shaina, al mirar a sus padres, noto el triun-
fo en los ojos de su madre, y una triste sorpresa
en los de su padre. Por primera vez, ella enten-
dio como el habia vendido su alma por Ona.
Pero ella no seria tan necia. Esta noche, ella
ayudaria a Ben a encontrar aceptacion entre los
El predicador 75
te hombre, Ben?
-En realidad, fueron un poco como el ser
mon que Abigail me dio antes de dejar mi hogar
-admitio el, tristemente-. M e he sentido alivia-
do de no escuchar ese tipo de cosas por algün
tiempo.
-^Te acuerdas de Io que el dijo, Ben?: "Pien-
sen..." En lugar de escaparnos de la realidad,
eso es Io que deberiamos hacer: pensar. Oh, mi
amado, nos dirigimos hacia abajo, por un largo
camino equivocado.
Cabalgaron por la entrada bordeada de är-
boles hacia la casa de Natän, en silencio. Las
palabras de Enoc la habian sacudido. Ella vio
claramente, como si Dios mismo le hubiera ha-
blado, que, al casarse con Ben, ella se separaria
a si misma del Dios del universo.
Esa noche, durante la cena, ella relato la ex-
periencia de la tarde.
-*A que se parecia este predicador de conde-
nacion? -pregunto Ona, enrollando ociosamen-
te un largo mechon de cabello alrededor de su
dedo.
Shaina penso un momento, y se encogio de
hombros.
-Honestamente, no puedo decirlo con segu-
ridad, mama. Supongo que realmente no Io es-
84 El canto de Eva
oracion de mi madre.
Shaina penso que nadie podria resistir la tier-
na süplica en la voz de Adriel. Presencio la lu-
cha en el rostro de Ben, y cada fibra de su ser le
pedia que el cediera, pero finalmente se dio
vuelta y desaparecio en la oscuridad, sin decir
una palabra.
Natän y Ona, profundamente conmovidos
por las palabras de Adriel, permanecieron quie-
tos y resignados, mientras Shaina los abrazaba y
luego montaba a Hadesh. Ella volvio la vista so
lo una vez, mientras se encaminaba hacia la ca-
lle, y contemplo el hogar y los jardines que tan-
to habia amado, delineados contra los primeros
suaves rosados del amanecer. Su madre levanto
un brazo en senal de despedida, y Shaina cap-
turo la escena en su mente para siempre.
ä os primeros dias de viaje fueron cansado-
>7 res, tanto para Ira como para Shaina. Los
^^/seiscientos afios de Ira le habian hecho
aflojar el paso un poco, aunque el trabajo dia-
rio en los jardines Io habia mantenido en buena
forma. La vida de Shaina habia sido fäcil -dema-
siado fäcil-. Sin embargo, ella era una excelen-
te jinete, y sorprendio a Adriel con su resisten-
cia. El marco un paso mäs räpido, avanzando
continuamente a traves del bosque, con solo
breves detenciones para comer y descansar.
Conversaban muy poco, cada uno perdido en
su propio pesar. Ira, discretamente, atendia las
necesidades de Shaina hasta que, finalmente,
ella protesto gravemente:
-Ira, ya no eres un sirviente. M i padre decla
re tu libertad. Somos amigos, eso es todo.
-Te cuido como a una hija -respondio el,
108
El valle 109
zas.
"Son mis parientes", susurre freneticamente a
Enoc. "Debemos hacer algo".
"N o hay nada que podamos hacer" replied el
con calma, "excepto orar para que eilos enfren-
ten la muerte como conviene a hombres de
Dios".
-Yo sabia que tenia razon, pero casi Io odie
en ese momento por su objetividad. Alguna au-
toridad de la ciudad, que llevaba puesta una co
rona de oro, hablo a Natän y a Ben, diciendoles
que se los reconocia como hombres de Havila
y, por Io tanto, estaban condenados a muerte, a
menos que estuvieran dispuestos a probar su in-
diferencia hacia el Dios de sus antiguos habi-
tantes arrodilländose y adorando a la imagen
que estaba ante eilos. M e sobrecogio una gran
tristeza, porque yo sabia que esos dos hijos de
Sepp traicionarian a todos los que ya habian
muerto, al doblar la rodilla ante la reluciente
imagen. Ben se arrodillo räpidamente, con la
cabeza inclinada en actitud de reverencia. Al
preguntarme que pensamientos estarian pasan-
do por la mente de este sobrino mio, llore por
su debilidad.
Adriel se dio vuelta entonces, para mirar de
lleno a Shaina, cuyo rostro estaba tan blanco
140 El canto de Eva
I
142 El canto de Eva
L.