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Destruido nuestro poderío marítimo tras el Combate de Angamos, en el que se inmoló el

almirante Miguel Grau, el ejército chileno procedió a invadir territorio nacional. Sin
embargo, a pesar del poderío enemigo, los peruanos lucharon con gran coraje y valentía,
logrando la victoria en la Batalla de Tarapacá.

1. Antecedentes Históricos:
A. TRAS EL DESEMBARCO EN PISAGUA
El 2 de noviembre de 1879, el ejército chileno de operaciones inició una serie de penetraciones al
interior del departamento peruano de Tarapacá para consolidar sus posiciones y asegurar las vías
de comunicación y suministros.
En este contexto, se produjeron dos acciones militares de distinta importancia: un encuentro de
caballería muy limitado en Germania, el día 6 de noviembre, y una batalla en forma en Dolores
(también llamado San Francisco), el día 19 del mismo mes. Otro evento de importancia fue la
retirada de Camarones donde el ejército boliviano al mando del general Hilarión Daza, quien estaba
en marcha para encontrarse con las fuerzas de Juan Buendía, retorna a Arica sin enfrentar batalla
alguna. Producto de lo anterior, el ejército peruano inició un repliegue hacia Tiliviche para luego
marchar hacia el puerto de Arica, con el fin de reunirse con las fuerzas aliadas que se encontraban
en esa posición.
B. AREA Y PUNTOS MENCIONADOS, BATALLA DE TARAPACÁ
Las fuerzas peruanas provenientes de Dolores se reúnen finalmente en Tarapacá, localidad al
interior del desierto al SE de esa posición, con la división del coronel Ríos proveniente de Iquique.
Si se observa el croquis adjunto, puede notarse que la cabeza de playa chilena en Pisagua impedía el
repliegue directamente hacia el norte, por lo que la fuerza peruana se ve obligada a intentar un
rodeo a través de Tarapacá y el desierto interior. Así, se agrupan en la aldea de San Lorenzo de
Tarapacá, en la llamada quebrada de Tarapacá. La idea de estos cuerpos era reabastecerse de agua
y víveres y descansar a la tropa del trayecto entre Dolores y esta posición, unos 55 km a través del
desierto.

Al conocerse esta situación en el ejército chileno, el comandante movilizado don José Francisco
Vergara solicita autorización al general Escala para hacer un reconocimiento hacia Tarapacá con un
escuadrón de caballería y confirmar el número y estado de los efectivos peruanos. Ante este
requerimiento y a causa de la información que tenía Escala sobre las fuerzas peruanas en Tarapacá,
que se pensaban no superiores a 1.000 hombres mal armados y fatigados, es que el general ordena
que a la expedición de Vergara se añadiesen 250 hombres del regimiento Zapadores y dos piezas de
artillería al mando del alférez José Manuel Ortúzar. Este grupo salió desde Dolores el día 24 de
noviembre, por el camino de Negreiros, unos 400 hombres en total.

Hasta ese momento se pensaba en el mando chileno que la tropa peruana en Tarapacá no pasaba de
1.000 hombres mal armados. Al amanecer del día 25, los exploradores de la columna de Vergara
apresan a un arriero argentino, que es tomado por un espía enviado por los peruanos. Al ser
interrogado, afirma que en Tarapacá la fuerza es de 1.500 hombres, por lo que Vergara desistió de
su plan inicial de atacarlos con una fuerza ahora tan inferior numéricamente. Envía un mensaje,
entonces, al cuartel general solicitando una fuerza adicional de 500 hombres de tropa, pero el
general Escala, cediendo a las presiones de los oficiales que pensaban que la guerra terminaría
pronto, consiente en enviar a la división del coronel Luis Arteaga que, desconocedor de la guerra en
el desierto, no toma los preparativos adecuados de munición (asigna sólo 150 tiros por hombre),
agua, víveres o forraje y marcha hacia Tarapacá el día 25. La intención de estas fuerzas era
encontrarse con Vergara en Negreiros, pero éste no esperó e incursionó por su cuenta hasta Isluga.

C. DECISIÓN DE ARTEAGA
Cuando la división Arteaga, al llegar a Negreiros se percata de que Vergara ya no se encuentra allí,
sino en Isluga (ver mapa anterior), envía un mensaje a este último para proceder a la concentración
de las tropas, para lo cual había dos opciones: o que Vergara deshiciera el camino hasta Negreiros y
luego hacerlo nuevamente hacia Tarapacá, o esperar a Arteaga en Isluga. Se optó por esto último,
por lo que la División Artega no esperó la llegada de aprovisionamientos y salió de inmediato a
Isluga, ya que se temía que por estar tan próxima esta posición al núcleo de las fuerzas peruanas,
pudiera ser descubierta y destruida rápidamente a causa de su escaso número. Así, el día 26 de
noviembre a las 15.00, se puso en marcha la división, con 1.900 plazas, casi todas a pie, sin agua,
víveres ni municiones. Estaba conformada por el regimiento 2º de Línea, el regimiento Artillería de
Marina, el batallón Chacabuco, 2 compañías del batallón Zapadores (completándose así el batallón
con las 2 compañías de las fuerzas de Vergara) con dos piezas de bronce de 4", 4 piezas Krupp y un
escuadrón de Cazadores a Caballo. Los regimientos contaban con dos batallones cada uno.

D. ACCIONES DE VERGARA
En el intertanto, el grupo al mando de José Francisco Vergara en Isluga ocupó el día 26 en realizar
reconocimientos sobre Tarapacá. En ellos, se pudo apreciar la llegada a la quebrada de la división
peruana al mando del coronel Ríos, por el que los oficiales chilenos tenían gran reconocimiento de
su capacidad, como asimismo por otro oficial peruano que también divisaron en la columna Ríos, el
comandante del batallón Iquique, coronel Alfonso Ugarte, considerado como distinguido y patriota.
La columna de Ríos llegaba en ese momento fatigada y en orden precario. Las patrullas de
reconocimiento de Vergara calcularon en unos 1.000 los hombres que llegaban con Ríos, los que
sumados a los que se creía en Tarapacá, concentraban, según el mando chileno, unos 2.500
hombres, 1.000 de ellos fatigados.

2. Causas:

 Durante los años siguientes, tanto Perú como Bolivia pasaron por importantes cambios
políticos. En 1876 Mariano Ignacio Prado fue elegido como presidente del Perú, mientras
que en Bolivia se apoderaba del poder el general Hilarión Dazaquien, en 1878, aprobó una
ley que aumentaba en 10 centavos el impuesto a cada quintal de salitre que se exportara.
Con esta decisión se estaba violando el acuerdo de 1874.
 El gobierno chileno se negó a pagar el impuesto, a lo que Daza respondió con la orden de
rematar las salitreras que estaban en manos chilenas, aun sabiendo que esto provocaría
una guerra; sin embargo, sabía que contaba con el apoyo de Perú, país con el que había
firmado un Tratado secreto en 1873.
 Ante esta situación, el 12 de febrero de 1879 Chile rompió relaciones diplomáticas con
Bolivia, y el 14, día en que se iniciaba el remate, tropas chilenas, al mando del coronel
Emilio Sotomayor, desembarcaron en Antofagasta con el objetivo de impedir la acción
boliviana.
 Quince días después, con un ejército de 7.000 hombres, Bolivia le declaró la guerra a Chile y
confiscó todos los bienes que mantenían ciudadanos chilenos en otros minerales de la
región. Más tarde, el 5 de abril de ese mismo año, cuando Perú reconoció la existencia de un
tratado secreto con Bolivia, Chile decidió declarar la guerra a ambos países. Así, comienza
la Guerra del Pacífico.

 El tratado secreto entre Bolivia y Perú

A comienzos de 1870, Perú pasaba por un mal período económico, ya que el guano -
fertilizante natural del cual procedían las principales ganancias fiscales- estaba agotado,
mientras el salitre, producto que lo reemplazaba, estaba en manos de particulares. La única
solución era eliminar a nuestro país como competidor en la extracción del salitre, para
traspasar la propiedad de las salitreras al Estado y poseer el monopolio. Fue a raíz de esto
que Perú y Bolivia firmaron un tratado secreto ofensivo y defensivo contra Chile, donde
ambas naciones se apoyarían en caso de guerra.
3. Pretexto:
Decisión boliviana de aumentar el pago de impuestos por el salitre que en el litoral
boliviano explotaban los empresarios chilenos, quienes, siguiendo la lógica de un país serio
protestaron y pidieron la intervención de Santiago. Chile entonces atacó a Bolivia en
febrero de 1879 y el 5 de abril del mismo año declaró la guerra al Perú por sus intentos de
una humillante mediación.
Se había corregido un acuerdo que nació de una base falsa: Bolivia, atacada por Chile y
defendida por el Perú, debería asumir el pago de la guerra en casi su totalidad. Las
correcciones a tal acuerdo inicial implicada por Chile a Bolivia era, finalmente una
declaratoria de guerra al Perú. Bolivia constituía tan sólo un obstáculo en ese camino, bien
usado como pretexto

4. Teatro de operaciones:
a) Relieve:
En la Región de Tarapacá se distinguen cinco zonas de relieve, cada una de las
cuales posee características particulares. Estas son: la costa y las planicies
litorales, la zona de la Cordillera de la Costa, la Depresión Intermedia, las
serranías del brazo occidental de la Cordillera de los Andes y el altiplano.

 La zona de la costa y las planicies litorales: en esta región la costa se presenta


muy angosta y plana entre el mar y la Cordillera de la Costa. Estas planicies
fueron originadas por la erosión de la Cordillera de la Costa. En esta zona se
concentra más del 90% de la población regional (Iquique y Arica).
 La Cordillera de la Costa: nace en el cerro Camaraca (a 20 Km al sur de Arica) y
tiene, en esta región, escaso desarrollo.
 La Depresión Intermedia: producto de la erosión eólica e hídrica se desarrolla,
entre las cordilleras de los Andes y de la Costa, una llanura que alcanza unos 40
Km de ancho y unos 500 Km de longitud. Gran parte de esta zona se conoce, en
esta región, como Pampa del Tamarugal.
 Serranías del brazo occidental de la Cordillera de los Andes: son montañas
que corresponden a los faldeos del lado poniente de la Cordillera de los Andes.
Estas serranías se ven interrumpidas, en la Primera Región, por profundas
quebradas de extensión variable.
 El altiplano: es una meseta casi plana que se ubica entre el cordón occidental y
oriental de la Cordillera de los Andes. La altura promedio del altiplano es de unos
4.000 msnm (metros sobre el nivel del mar), desde esta se elevan a alturas
incluso superiores a los 6.000 msnm, como es el caso de los volcanes Parinacota
(6.342 msnm), Pomerape (6.282 msnm) y Guallatiri (6.060 msnm).

b) Accidentes Artificiales:
 A pesar de que el Morro de Arica es el más conocido paseo de esta
ciudad, cabe destacar otros de sus atractivos: el casino, los balnearios de
Chinchorro, El Laucho y La Lisera y varios Monumentos Nacionales.
 Internándose desde Arica se puede acceder al Valle de Azapa, que no solo
ofrece un verde panorama, sino tambien un circuito arqueológico en el que
se encuentran algunos geoglifos y pukarás.
 El pueblo de Parinacota es uno de los más hermosos y típicos del
altiplano y desde aquí se puede llegar al lago ubicado a mayor altura en el
mundo, el Chungará.
 En esta región se encuentran varios parques, reservas y monumentos
naturales: Parque Nacional Lauca, Reserva Natural Las Vicuñas,
Monumento Natural Salar de Surire, Parque Nacional Volcán Isluga y
Reserva Nacional Parque del Tamarugal.
 La capital regional, Iquique, también ofrece hermosas playas (Cavancha,
Saint Tropez, Brava, etc.), un barrio histórico cuyos edificios han sido
declarados Monumentos Nacionales y la Zona Franca de Iquique (Zofri).
 En los alrededores de Iquique se encuentran las oficinas salitreras de
Humberstone y Santa Laura, que son verdaderos museos al aire libre
sobre la historia de la industria salitrera.
c. Clima y Condicciones Climatológicas
 Las características climáticas de la Región de Tarapacá están asociadas a
las formas de su relieve. Así, se distinguen cuatro tipos de clima.
 En el altiplano existe un clima de estepa de altura, con gran amplitud
térmica y con precipitaciones estivales producto del llamado invierno
boliviano. En la vertiente oriental de la Cordillera de los Andes, por el
contrario, las condiciones son de desierto marginal de altura, con muy
pocas precipitaciones. En el llano intermedio de la vertiente oriental de
la Cordillera de la Costa se presenta un clima caracterizado por la
extrema aridez. En la ladera oeste de la Cordillera de los Andes y en
las planicies costeras, las temperaturas son más homogéneas, producto
de la acción del mar y de la camanchaca.
5. Fuerzas Beligerantes
a) Fuerzas Amigas
Desde un inicio, el plan de los aliados fue ocupar Tarapacá, Arica y Tacna para
evitar una posible invasión chilena. Siempre fue un plan defensivo, nunca se
planeó una invasión a Antofagasta o a algún territorio chileno.
En noviembre, el ejército aliado al mando del general Buendía tenía la siguiente
distribución en Tarapacá: en Iquique, Cuartel General, 1ª y 5ª División peruanas;
en el Molle, 10 Km al sur de Iquique, la 2ª y 3ª División peruanas; en La Noria, 50
Km al este de Iquique, las Divisones Vanguardia (4ª) y Exploradora (6ª); en Monte
Soledad, 41 Km al norte de Quillahuasa, 800 hombres de la División Exploradora y
50 jinetes de los Húsares; en Chucumata, Patillos, Pabellón de Pica y Guanillos,
entre 42 y 140 Km al sur de Iquique, destacamentos de la 1ª División boliviana; en
Pisagua, en Mejillones del Perú, Agua Santa y Germania, destacamentos de la 3ª
División boliviana.
b) Fuerzas Enemigas
Cuando el 28 de marzo el Concejo de Estado se decidió por ir a la guerra, se ideó
un plan de ataque que debía aplicarse apenas se declarase la guerra, que consistía
en hundir a la escuadra peruana en el Callao y ocupar Iquique con el ejército que
se tenía en Antofagasta. Como no se llevó a cabo el plan de ataque sobre el Callao,
no se ocupó Iquique.
El Presidente de Chile, Aníbal Pinto, realizó una Junta de Guerra el 8 de abril y se
acordó invadir Tarapacá y enviar el 28 de abril un convoy a Antofagasta, junto con
el General en Jefe Arteaga, para reforzar el Ejército del Norte. El general Artega
estaba resuelto desembarcar en Iquique con 8 mil hombres, para lo cual se
enviaría un refuerzo de 2.500 hombres el 22 de mayo, y el 10 de mayo pidió un
adicional de 1,5 millones de tiros Comblain de los que ya habían, para tener un
promedio de 400 tiros por rifles, pero no se pudo reunir más de 500 mil tiros, de
tal manera que no había más de 250 tiros por rifle, por lo que el general Arteaga se
negó a emprender campaña.
El Concejo de Ministros en sesiones del 10 y 16 de junio, pensó invadir el
departamento de Moquegua, porque el ejército peruano había sido reforzado por
el boliviano en Tarapacá. La idea era desembarcar 10 mil hombres cerca a Arica,
atacar Tacna, mantener bloqueada la costa sur peruana y encerrar el ejército
aliado en Tarapacá. También el general Arteaga estaba de acuerdo con la campaña
a Moquegua, pero el 17 de junio llegó a Santiago el boliviano René García Moreno
con las noticias de que el Presidente Daza de Bolivia estaría dispuesto a romper la
alianza con Perú si le apoyaban en la ocupación de Arica; el gobierno chileno
cambió su posición y se decidió nuevamente por la campaña sobre Tarapacá
porque una campaña sobre Moquegua afectaría las relaciones con Bolivia.
También se desechó al campaña sobre Lima.
El 28 de junio, se realizó en Antofagasta una Junta de Guerra presidida por el
Ministro de Relaciones Exteriores Domingo Santa María y en donde el general
Arteaga se sintió ofendido porque era el único militar. Se decidió por la campaña
sobre Tarapacá para apoderarse del guano y salitre que era el principal recurso
peruano y derrotar al ejército de línea peruano. El Concejo de Ministros que se
realizó en Santiago entre el 5 y 7 de julio se debatieron las razones que
aconsejaban invadir Tarapacá antes que Tacna o Lima, decidiéndose también por
al cmapaña a Tarapacá. Nuevamente, arribó a Antofagasta el Ministro de
Relaciones Exteriores Santa María, el 17 de julio, esta vez como Delegado
nombrado por el Presidente Pinto, con superioridad en el ejército, por lo que el
general Arteaga renunció al puesto de General en Jefe del Ejército del Norte el 18
de julio, siendo reemplazado por el general Escala.
La captura del vapor Rímac hizo que se decidieran no emprender la campaña a
Tarapacá hasta que zarpara una expedición naval a capturar o hundir al monitor
Huáscar. Se decidió que se prepare la campaña sobre Tarapacá desde el 10 de
octubre aún si no se lograba dar caza al Huáscar. Se pensaba exigir Tarapacá como
garantía de una indenmización de guerra. El Presidente Pinto autorizó al Ministro
de Guerra y Marina en campaña, Rafael Sotomayor, a decidir el punto de
desmbarco. Él estaba indeciso entre Pisagua o Patillos, pero los resultados del
combate naval de Angamos hizo que se decidiera por Pisagua.
A partir del 19 de octubre, empezó a embarcarse parte del Ejército chileno,
zarpando el 28. las fuerzas embarcadas en el convoy eran los siguientes.

Cuerpos Hombres Caballos

Cuartel General y Estado Mayor 80

Regimiento Buín 1° de Línea 1100 5

Regimiento 2° de Línea 950 6

Regimiento 3° de Línea 1100 5

Regimiento 4° de Línea 900 3

Regimiento Zapadores 400 5

Regimiento Artillería de Marina 800

Batallón de Artillería Naval o Navales 650


Batallón Atacama 590 3

Batallón Bulnes 500

Batallón Coquimbo 500 2

Batallón Chacabuco 600 3

Batallón Valparaíso 300

Regimiento de Artillería N°2 750 208

Regimiento Cazadores a Caballo 395 429

Jornaleros, obreros 100

Mulas de municiones 9

Combates en chiuchiu [editar]

Las primeras operaciones bélicas comenzaron en el desierto de Atacama, terrotorio boliviano


ocupado por Chile.

El sargento mayor José María Soto, gobernante militar de Calama, salió a expedicionar con 25
jinetes de Cazadores a Caballo sobre Canchas Blancas, lugar con caminos a Oruro y a Potosí. En los
primeros días de agosto, en los alrededores de Chiuchiu, frontera entre Bolivia y Perú, capturó 53
toros provenientes de Salta, que iban dirigidos al ejército aliado en Tarapacá, además de 42 asnos y
259 mulas. Hubo varias escaramuzas con los campesinos del lugar porque les quitaban sus
animales,8 ocasionando la muerte de 5 pobladores y un jinete chileno.

El 27 de octubre, las fuerzas de Soto tomaron 77 toros y después entablaron una escaramuza con
fuerzas peruanas.

Combate de Río Grande [editar]

Algunos bolivianos mal armados, al mando de Toribio Gómez y Jaime Ayo, hacían incursiones en los
alrededores de San Pedro de Atacama. El sub delegado chileno de San Pedro, Ignacio Toro, salió en
una expedición con el alférez José Miguel de los Ríos que estaba al mando de 25 Cazadores a
Caballo. Entablaron un combate con fuerzas bolivianas en Río Grande, ocasionando la muerte de 13
bolivianos, incluyendo al capitán Ayo, teniendo los chilenos 5 heridos. Los chilenos tomaron
también 200 corderos, 160 cabras y 20 asnos.

Combate de Quillagua [editar]

En cumplimiento de las ordenes dadas por el alto mando peruano, el coronel Belisario Suárez
practicó a fines de septiembre, un reconocimiento sobre el río Loa con 32 jinetes del Húsares de
Junín. En su retirada el 10 de octubre, la cabllería peruana sostuvo algunas escaramuzas con fuerzas
chilenas del regimiento Cazadores a Caballo la más importante de las cuales tuvo lugar en las
cercanías del Monte Soledad, trabándose un victorioso combate para los peruanos en el que las
bajas chilenas fueron 2 muertos, 1 herido y 9 prisioneros; el botín tomado por Suarez consistió en
10 sables corvos, igual número de carabinas remington y 11 bestias. Las bajas peruanas se
limitaron al alférez de húsares N. Moyano quien resultó herido.

Combate de Pisagua [editar]


Artículo principal: Desembarco en Pisagua

El desembarco chileno en Pisagua ocurrió el 2 de noviembre de 1879, cuando tropas chilenas


ingresan en territorio peruano. La operación culminó con la ocupación chilena de Pisagua, pese a la
defensa de los aliados.

La victoria chiena dificultó las comunicaciones entre Tacna e Iquique. Además los chilenos
instalaron máquinas resacadoras de agua y descargaron la logística necesaria para mantener sus
fuerzas.

El 5 de noviembre, sale desde Pisagua el Teniente Coronel de la Guardia Nacional José Francisco
Vergara comandando dos escuadrones del Regimiento de Caballería Cazadores a Caballo, mientras
que las tropas del General Buendía se retiran a Pozo Almonte, dejando un destacamento para
proteger la retirada. Las avanzadas de ambas fuerzas se encuentran en Germania el 6 de
noviembre.

Combate de Germania [editar]


Artículo principal: Batalla de Germania

Al amanecer del 6 de noviembre, los jinetes chilenos divisan dos escuadrones de caballería aliados,
sumando 94 hombres: los Húsares de Junín y los Húsares de Bolivia; liderados respectivamente por
el Teniente Coronel José Buenaventura Sepúlveda y el Capitán boliviano Manuel María Soto. Las
tropas aliadas llegan a Germania cerca de las 15:00. Sepúlveda dispuso que tanto animales como
soldados descansaran, para continuar hacia Negreiros en la noche. Poco hacía que los aliados
reposaban en Germania, cuando sonó la alerta, puesto que se acercaba un pelotón chileno de
avanzada. Se produjo un breve intercambio de disparos, y aparecieron por los flancos el resto de
fuerzas de Vergara.

Teniente Coronel José Fco. Vergara

Ambos bandos traban combate, en el cual la caballería chilena rompe el centro de la formación
aliada y separa sus fuerzas, dirigiéndose los jinetes peruanos hacia el norte, mientras que los
bolivianos lo hacen hacia el sur. Los Cazadores a Caballo salen en persecución de sus contrincantes,
rodeándolos y causando grandes bajas.9 La caballería aliada perdió cerca de 90 hombres,
incluyendo al Comandante Sepúlveda. Los jinetes chilenos cuentan 3 muertos y 6 heridos.
Al día siguiente sale con destino a Dolores un destacamento chileno compuesto por los regimientos
"Buin" 1º de Línea y 4º de Línea, los batallones cívicos Atacama y Coquimbo más una batería de
artillería, sumando unos 3.500 efectivos. El 8 son despachados los batallones Naval y Valparaíso,
más el Regimiento 3º de Línea y otra batería de artillería, fuerte en 2.200 soldados,9 reuniéndose en
San Francisco el 10 de ese mes.

Por su parte, el ejército aliado sale el 5 de noviembre con destino a Pozo Almonte, donde a partir
del 6 concentra nuevamente sus fuerzas, engrosadas con elementos dispersos desde el desembarco
chileno en Pisagua. El 13, salen de Pozo Almonte y marchan hacia Agua Santa, llegando cuatro días
después. Durante el trayecto, las tropas fueron constantemente asediadas por la escasez de
suministros. Desde Agua Santa se dirigen a Negritos, lugar desde el cual salen el 18 con destino a
Dolores.2 Las fuerzas chilenas en Dolores se fortifican en el cerro San Francisco, ya que una
avanzada del regimiento Cazadores a Caballo encuentra a las tropas aliadas en Negritos.10 En la
noche del 18 de noviembre, el General Buendía y sus oficiales planean el avance hacia Dolores,
dividiendo su fuerza de 7.400 soldados en 3 grupos comandados por él mismo, y los coroneles
Andrés Cáceres y Manuel Suárez. Al realizar sus movimientos, el ejército aliado no ataca
inmediatamente, esperando las tropas de Daza que nunca llegarían, pues éste se había devuelto a
Arica.

Batalla de Dolores [editar]


Artículo principal: Batalla de San Francisco

Teniente Coronel Ladislao Espinar

El 19 de noviembre de 1879, un confuso incidente detona la batalla. Las 3 columnas aliadas salen
con dirección al cerro San Francisco, siendo las que atacaban por los flancos a la posición chilena
neutralizadas por el fuego de fusilería y artillería.10 No obstante, la columna que cargó directamente
hacia el cerro, sale del ángulo de tiro de los cañones chilenos, logrando llegar con pocas bajas hasta
la batería del Sargento Mayor Salvo, la cual en un error de disposición de tropas no se encontraba
defendida por infantería. Así, los batallones Puno, Olañeta, Illimani y Ayacucho, dirigidos por el
Teniente Coronel Ladislao Espinar llegan hasta los cañones, los que son defendidos por sus mismos
servidores, mientras que Salvo llamaba por refuerzos. Éstos llegaron materializados en 2
compañías del Batallón Atacama, las cuales en conjunto con los sobrevivientes de la unidad de
Salvo rechazan a los atacantes. Los aliados, habiendo recibido el refuerzo del Batallón Dalance se
lanzan nuevamente en pos de los cañones. Nuevamente sobrepasados, los defensores chilenos
cedían terreno hasta que fueron reforzados por el Batallón Coquimbo, para así rechazar
definitivamente a los atacantes con una carga a la bayoneta. 10 Los batallones aliados se retiran del
campo de batalla sin ser perseguidos por su contraparte chilena.

Rendición de Iquique [editar]

El 23, la Armada de Chile ocupa el puerto de Iquique. El Ministro Sotomayor desembarca y toma
posesión de la ciudad. En esta ciudad continuaban prisioneros los marinos de la Esmeralda que
lucharon en el Combate Naval de Iquique, el 21 de mayo. Es designado como Comandante de Armas
de la ciudad el Capitán de Navío Patricio Lynch. Además se localizan las sepulturas del Capitán Prat,
del Teniente Serrano y del Sargento Aldea, que habían sido enterrados en tumbas anónimas para
prevenir el saqueo de sus sepulturas.9

El 24 de noviembre, sale hacia Tarapacá José Francisco Vergara con la 3ª compañía del Regimiento
Zapadores, una compañía del Cazadores a Caballo y 2 piezas de artillería, sumando 312 soldados,
llegando ese mismo día a Dibujo, para enviar al Capitán Layseca en busca de información. Éste
vuelve informando que existían 4.000 soldados aliados en Tarapacá. Confiado por la reciente
victoria en Dolores, Vergara hace caso omiso del informe presentado por Layseca. Al día siguiente
salen a encontrarse con la avanzada de Vergara 1.900 hombres de los regimientos 2º de Línea,
Chacabuco, Artillería de Marina y una batería de artillería; liderados por el Coronel Luis Arteaga.
Cuando se reúnen en Isluga el 25, Arteaga toma el mando de las tropas. Debido a que era
inicialmente una misión de reconocimiento, fueron enviados sin pertrechos vitales como agua y
víveres, por lo que para el 25 las tropas ya llevaban un día entero sin agua. Por esta razón, Arteaga
decide atacar las tropas en Tarapacá para abastecerse de víveres. En total las tropas alcanzaban
2.281 efectivos, aproximadamente la mitad del ejército aliado en el poblado.

Entretanto, en la noche del 19 las tropas de Buendía se retiran a Tiviliche, para llegar a Tarapacá
luego de una dificultosa marcha. Desde aquí envía mensajeros en todas direcciones para reunir a las
tropas dispersas. Para el 26 de noviembre, los dispersos reunidos más una columna del Coronel
José Miguel de los Ríos llegada desde Iquique con unos 1.500 hombres enteran unos 4.270
soldados.2

Una vez tomada la decisión, Arteaga tomó la decisión de dividir sus fuerzas en tres columnas. El
Comandante del Zapadores Ricardo Santa Cruz, debía marchar hacia Quillaguasa con unos 548
soldados, con el objetivo de cortar una supuesta retirada. Artega atacaría de frente al poblado
mientras que Eleuterio Ramírez con el 2º de Línea atacaría por San Lorenzo y Huaraciña con unos
1.000 efectivos.

Batalla de Tarapacá [editar]


Artículo principal: Batalla de Tarapacá

Comandante del Regiemiento 2º de Línea Eleuterio Ramírez

Debido a la camanchaca, Santa Cruz se desvía de su camino y se dirige directamente hacia el pueblo.
Cuando trata de enmendar su error su columna es sorprendida y atacada a las 08:00 del 27 de
noviembre de 1879 por los batallones Zepita Nº 2, 2 de Mayo, Lima y Ayacucho, iniciando el
combate. Las fuerzas peruanas contienen y diezman a las tropas chilenas, las que cuando
comenzaban a retroceder, reciben el refuerzo de las tropas de Arteaga, mientras son enviados a
cargar contra las líneas enemigas a los Cazadores a Caballo, los cuales logran hacer retroceder a los
peruanos. Al mismo tiempo, las tropas de Ramírez, logran desalojar a los soldados en Tarapacá,
mientras que sobre la quebrada, los peruanos repelen al enemigo. La caballería se reagrupa y en
una nueva carga pone en fuga a los soldados peruanos, dándoles una falsa sensación de victoria. 9
El contraataque peruano se realizó a las 16:00, Cáceres y Bolognesi por Huaraciña,Herrera por la
quebrada y Dávila por Quillahuasa, tomando desprevenidos a los chilenos ya provistos de agua y
víveres. Las tropas chilenas tratan de reorganizarse, pero la fuerza del ataque no lo permite, por lo
que Arteaga ordena la retirada. En la refriega muere el Comandante del 2º de Línea Eleuterio
Ramírez junto con otros 515 soldados. En total las tropas chilenas sufrieron 774 bajas entre
muertos y heridos,11 el 35% de las tropas que entraron en combate. Las bajas aliadas fueron de
unos 497 soldados.

A pesar de esta victoria, en la misma noche del 27, las tropas peruanas se retiran de Tarapacá en
dirección a Pachica, dejando los cañones tomados a los chilenos enterrados en la arena. Desde aquí
salen hacia Arica, para arribar a su destino el 18 de diciembre de 1879.

En el capítulo anterior (Angamos) vimos como a pesar de sus opciones militares limitadas, el
Perú honró sus obligaciones del tratado defensivo con Bolivia y se vio envuelto en un conflicto
que sería el mas peligroso de su breve historia republicana.
Luego de la muerte del almirante Grau y la captura del extraordinario blindado Huáscar, es
decir, destruido el poderío naval del Perú, la escuadra chilena se hizo dueña absoluta del mar,
hecho que permitió a los estrategas militares de ese país ejecutar finalmente la primera fase de
la campaña terrestre de la guerra del Pacífico, cuyo objetivo inmediato consistía en capturar la
provincia peruana de Tarapacá, rica en minerales y depósitos de salitre.
Cuando estalló la guerra, el Perú tenía un ejército de tierra compuesto por 4,800 hombres poco
más o menos, desperdigados en guarniciones ubicadas en diferentes regiones del territorio
nacional. La infantería contaba con unos 2,700 soldados y 290 oficiales, divididos en ocho
batallones integrados cada uno por 400 hombres, aproximadamente. El comando general del
ejercito peruano se ejercía a través de tres generales de división, veinte generales de brigada y
74 coroneles. Los batallones eran el Pichincha, Zepita, Ayacucho, Callao, Cusco, Puno,
Cazadores y Lima. La caballería era más modesta aún: 780 hombres divididos en tres
regimientos: El legendario Húsares de Junín, los Guías y los Lanceros de Torata. La artillería
estaba compuesta por los regimientos Dos de Mayo y Artillería de Campaña, con un total de
1,000 hombres. Sin embargo, la mayor parte de la artillería peruana era estática y se
concentraba en el puerto del Callao. Estaba dividida en las baterías Independencia, Pichincha,
Zepita, Maipú, Provisional y Abtao, provistas de 31 cañones; las torres giratorias blindadas La
Merced y Junín, armadas cada cual con dos cañones Armstrong de 300 pulgadas; los fuertes
Ayacucho y Santa Rosa, provistos con dos cañones giratorios Blakely de 500 libras; y, los
torreones Manco Capac (4 cañones Vavasseur de 300 libras) e Independencia (2 cañones
Blakely de 500 libras). En total, 12 fuertes con un total de 45 cañones. La artillería móvil, para
uso de campaña apenas constaba de treinta cañones.
En ese entonces la unidad táctica del ejército peruano era el batallón, integrado por doce
compañías de cincuenta hombres cada una. En la práctica sin embargo, la mayoría de los
batallones no superaban los quinientos hombres. Estos eran comandados por un coronel,
apoyado por un teniente coronel (comandante) y un mayor. Cada compañía era dirigida por un
capitán y cuatro subalternos, generalmente sub-tenientes. El uniforme de la infantería constaba
de una chaqueta y pantalón de algodón blanco. Cada hombre cargaba un rifle (por lo general,
pero no excluyentemente, Martíni-Peabody), cien cartuchos de munición, una cantimplora de
lata de un cuarto de galón y una frazada doblada alrededor de la cintura. Los oficiales
utilizaban uniforme de estilo francés, con algunas variaciones; levita o chaqueta azul, pantalón
de paño rojo, kepí, botas de cuero hasta las rodillas, pistola y sable.
Recurriendo a las reservas, para julio de 1879 el Perú logró conformar una pequeña fuerza
militar de 7,500 soldados y guardias nacionales, número que resultaría muy inferior al de las
tropas chilenas. Esta fuerza quedó al mando del general Juan Buendía y compuesta por seis
divisiones. La primera de ellas, fuerte de 1,455 efectivos, estuvo integrada por los batallones
Ayacucho, Provisional de Lima y la Columna de Voluntarios de Pasco; la II División, a órdenes
del coronel Andrés Avelino Cáceres, con 1,230 soldados, se integró con los batallones Puno,
Lima, Guías y el escuadrón Castilla; la III División, dirigida por el coronel Francisco Bolognesi
(1,315 soldados), estaba compuesta por los batallones Cazadores del Cusco, Cazadores de la
Guardia y el escuadrón Húsares de Junín; la IV División, bajo el coronel Justo Pastor Dávila, se
componía del Regimiento 2 de Mayo y el batallón Zepita (1,123 soldados); la V División,
comandada por el coronel Ríos, estaba conformada por los batallones Segundo de Ayacucho y
Guardias de Arequipa; mientras que la VI División, al mando del general Bustamante, con
1,085 soldados, estaba integrada por los batallones Iquique, Cazadores de Tarapacá y las
columnas Loa y Tarapacá.
Esta fuerza, que se unió a los 4,534 hombres del ejército boliviano aliado, fue diseminada entre
las vastas costas de Iquique, Tacna, Tarapacá y Moquegua, como parte del “I Ejército del Sur”,
bajo órdenes del general Juan Buendía. Mientras se prolongó la campaña naval, el referido
ejercito ejecutó maniobras tácticas y de desplazamiento, siempre desde una perspectiva
defensiva y no entró en acción.
El ejército chileno, por su parte, en los seis meses que duró la campaña naval, tuvo tiempo
para convertirse en una maquina de guerra eficiente y numerosa. Para el inicio de esta etapa,
noviembre de 1879, el ejército de Chile, que antes de la declaración de guerra constaba de
3,000 hombres, se había multiplicado geométricamente.
Varios batallones como el Buin, el 2do de Línea, el 3ro, el 4to y el Santiago, fueron elevados a
regimientos. Estos eran comandados por un coronel o teniente coronel, y cada uno estaba
integrado por unos 900 hombres. Cada regimiento chileno constaba de dos batallones de
cuatro compañías cada uno. A su vez, las compañías se componían de un capitán, un teniente,
tres subtenientes, un sargento primero, seis segundos, seis cabos primeros, seis cabos
segundos, cuatro cornetas y unos 200 soldados.
El alto mando militar chileno quedó compuesto por el general Justo Arteaga en capacidad de
Comandante en Jefe: el general de brigada Erasmo Escala, comandante general de la
infantería; el general de brigada Manuel Baquedano, comandante general de caballería y el
coronel Emilio Sotomayor, comandante de las reservas. El Jefe de Estado Mayor era el general
de brigada José Antonio Villagrán. En esta etapa pudo observarse, aunque incipientemente, un
fenómeno interesante: La influencia francesa en Chile, que había sido perceptible desde
mediados de siglo, estaba siendo lentamente reemplazada por la de Prusia. En efecto, luego
de la derrota de Francia en la Guerra franco-prusiano de 1870-71, la admiración hacia las
instituciones del ejército prusiano fue creciendo, lo que en un futuro cercano llevaría a una
reorganización de las fuerzas armadas chilenas bajo la eficiente influencia germana.
Pronto se inició la invasión de territorio peruano. Apenas tres semanas después de Angamos,
el dos de noviembre de 1879, pese a una férrea resistencia, 10,000 soldados pertenecientes a
la fuerza expedicionaria chilena, más conocida como “Ejército de Campaña”, apoyados por casi
todos los barcos de guerra de su escuadra y diez vapores (la Magallanes, el Amazonas, la
O´Higgins, el Loa, el Itata, el Copiapo, el Limari, el Matías Cousiño, el flamante crucero
Angamos, la Abtao, el Paquete de Maule, el Huanay, el Lamar, la Covadonga, el Santa Lucía,
el Tolten, el blindado Cochrane, el Elvira Alvarez y el escampavías Toro), a ordenes del general
Erasmo Escala, lograron desembarcar, en tres fases de ataque, en el puerto de Pisagua
estableciendo así su primera cabecera de playa en territorio peruano. Entre las fuerzas de
desembarco se encontraban los nuevos regimientos Buin, Tercero y Cuarto de Línea y
batallones del Atacama y Zapadores. En este proceso los chilenos tuvieron 330 bajas entre
muertos y heridos.
En términos estratégicos y recursos materiales el ejército expedicionario chileno, a órdenes del
general Erasmo Escala, se mostraría superior a las fuerzas aliadas peruano-bolivianas. Acto
seguido, las fuerzas chilenas se apoderaron del ferrocarril Pisagua-Agua Santa y de ahí
procedieron hacia el norte, asegurando una línea de provisiones con el valioso apoyo de su
escuadra.
En este proceso capturaron los chilenos la localidad de Dolores. El 19 de noviembre las fuerzas
aliadas se enfrentaron al ejercito expedicionario en las alturas del cerro de San Francisco, en
un frente de tres kilómetros de extensión. Fue un combate cruento e intenso en que ambos
ejercitos mostraron un gran valor y arrojo. Si bien la infantería aliada era superior en número
(7,400 peruanos y bolivianos contra 6,000 chilenos), los primeros contaban sólo con 18
cañones contra 34 modernas piezas de artillería del adversario. Los chilenos además
ocupaban la cima del cerro San Francisco, que por su inclinación se constituyó en una plaza
prácticamente inexpugnable, mientras que los aliados dominaban las faldas del cerro.
En este combate destacó la acción del batallón Zepita, fuerte de 35 oficiales y 601 soldados al
mando del coronel Andres Avelino Cáceres. Cuatro compañías del Zepita, al mando del
comandante Ladislao Espinar, ejecutaron una carga espectacular que les permitió alcanzar la
cumbre del cerro, donde se batieron con un heroísmo singular y se apoderaron de dos cañones
adversarios. Pero aquel triunfo parcial fue a costa de mucha sangre, y los hombres victoriosos
del Zepita, con su temerario comandante a la cabeza, casi fueron exterminados por los
batallones Atacama y Coquimbo, que habían acudido como refuerzos para contener el asalto.
Los últimos sobrevivientes de aquellas compañías del Zepita se batieron cuerpo a cuerpo.
Durante la cruenta batalla pereció un alto número de tropa y oficiales de los batallones Zepita y
Dos de Mayo. Un jefe chileno del Atacama atestiguó así el valor desplegado por los
contrincantes:
"He tenido ocasión de ver a dos soldados muertos, Jose Espinoza (chileno, de la primera
compañía), y un peruano del Zepita; ambos estaban cruzados por sus bayonetas y como si aun
no fuera bastante, esos valientes se hicieron fuego, quedando enseguida baleados en el
pecho".
Los cañones chilenos Krupp, que en vez de proyectiles utilizaban el mortal “grapeshot” o
metralla, barrían a veces compañías enteras. Los peruanos del Zepita, del Ayacucho, Olañeta
e Illimani, continuaron avanzando resueltamente por el oeste, mientras la división de ataque
formada por los batallones Puno número 6 y Lima número 8, avanzaron por el centro chileno
apoyando los fuegos de la división ligera y dirigiendo sus tiros contra los batallones Coquimbo y
Atacama. Al mismo tiempo el batallón 3 de Ayacucho, al mando del coronel Leoncio Prado se
desplegó en guerrilla al pie del cerro, disparando contra los batallones del Valparaiso, del 2do,
3ro y 4to de Línea.
A las 17:00 horas y en parte por el desbande de las tropas bolivianas al mando del General
Villamil y por el arribo de la división chilena de reserva bajo el general Escala, la fuerte
avanzada aliada colapsó y en horas de la noche se debió emprender la retirada. Los chilenos,
agotados, no se decidieron a emprender la persecución y se parapetaron en las calicheras.
Cuatro días después, el 23 de noviembre el ejercito chileno ocupó el puerto peruano de
Iquique. Las diezmadas fuerzas del I ejercito del Sur, se vieron forzados a ejecutar una nueva
progresión y marcharon entonces hacia Tarapacá. El comandandante del ejército chileno,
general Escala, enterado de la difícil situación del adversario e informado de su posición
exacta, envió a su encuentro una expedición de 3,900 hombres, al mando del coronel Luis
Arteaga, compuesta por el batallón Chacabuco, cinco batallones de infantería pertenecientes a
los regimientos 2do de Línea y Zapadores, un escuadrón de caballería, (el Granaderos a
Caballo) y cuatro cañones de bronce y seis potentes cañones Krupp bajo el Regimiento de
Artillería, con objeto de liquidarlos.
De acuerdo al parte oficial del general Escala, se presumía que en Tarapacá había entre 1,500
y 2,000 soldados peruanos “en pesimas condiciones, agobiados por el cansancio y la escaces
de recursos y en un estado de completa desmoralización…”.
En horas de la madrugada del 27 de noviembre 1879, la fuerza chilena alcanzó su objetivo y
tomó posición ofensiva en las colinas localizadas al oeste de la ciudad de Tarapacá, en un area
de una legua de extensión, que íba entre el alto de la cuesta de Arica y el de Visagras. La
división chilena entonces fue dividida en tres fracciones: La primera, al mando del teniente
coronel Eleuterio Ramirez, compuesta en su mayoría por los batallones del regimiento 2do de
Línea y dos cañones de bronce, tenía como objetivo apoderarse de la Huaracina, donde se
encuentran las provisiones de agua del poblado y de ahí avanzar hacia Tarapacá; la segunda,
a las órdenes del propio coronel Arteaga, formada por el regimiento Artillería de Marina, el
batallón Chacabuco, cuatro cañones de Bronce y dos cañones Krupp, debía atacar de frente a
los peruanos por las alturas que dominan la población; y, la tercera, dirigida por el comandante
Ricardo Santa Cruz e integrada por un batallón del 2do de Línea, 260 hombres del Zapadores,
116 Granaderos a Caballo y dos secciones de artillería Krupp de montaña, tenía que situarse
cerca del paso de Quillaguasa para recortar la retirada de los peruanos por el camino de Arica
“y batir la quebrada desde las alturas”.
Los peruanos, que carecían de un sistema de alerta o vigilancia, fueron informados de la
presencia del adversario por dos arrieros que se toparon con las columnas chilenas a distancia.
Tan pronto se produjo este hecho, el Coronel Andres Cáceres, jefe de la segunda división
peruana, ordenó que se tocara diana y organizó un consejo de guerra. En virtud que los
peruanos carecían de un plan de contingencia para responder a una emergencia como aquella,
Cáceres dispuso que la tropa ocupara las alturas que circundaban Tarapacá. Sin embargo, en
las primeras horas del amanecer, los chilenos ya se habían posesionado de las mismas y al
parecer esperaban que sus enemigos rindieran las armas, por efecto de la sorpresiva maniobra
y ante la supuesta imposibilidad que pudieran atacar sus estrategicas posiciones.
Pero Cáceres no era hombre que se rindiera fácilmente. Por el contrario, recuperado del factor
sorpresa, dispuso que los 3,000 hombres bajo su mando se dividieran en tres columnas. La
primera y segunda compañía de su legendario regimiento, el Zepita, bajo órdenes del teniente
coronel Juan Francisco Zubiaga, colocó a la derecha. La quinta y sexta compañía, bajo el
capitán Francisco Pardo de Figueroa se ubicó en el centro y la tercera y cuarta compañía, bajo
el mayor Arguedas, tomó posición del sector izquierdo. Simultáneamente, Cáceres envió un
mensaje al coronel Manuel Suarez, comandante del regimiento Dos de Mayo, ordenándole
atacar desde la izquierda. Dos batallones de la División Vanguardia, con un total de 1,400
hombres, que acampaban a 45 kilómetros de distancia, tambien fueron avisados y se pusieron
en marcha. Aquellas tropas tardarían seis horas en llegar al campo de batalla.
La lucha se inició con ímpetu alrededor de las 9:15 de la mañana. El Zepita empezó
furiosamente el ataque contra las posiciones chilenas, y el resto de los regimientos peruanos,
bajo órdenes de los coroneles Bolognesi, Rios y Castañón se movieron también contra el
adversario. El Zepita subió el lado oriental de las colinas bajo los nutridos disparos de la
artillería y la infantería chilena. El fuego era muy intenso, pero los peruanos, en
desplazamientos de guerrilla, continuaron avanzando. La primera y la segunda compañía del
Zepita fueron las primeras en alcanzar su objetivo a las 9:30 de la mañana. Fueron recibidos
con un fuego nutrido de la artillería chilena, pero que no fue suficiente para contener el valeroso
ataque de la infantería peruana. Luego de una espectacular carga con bayoneta y contra viento
y marea, lograron capturar cuatro cañones y todas las municiones de los adversarios. Acto
seguido, concentró sus fuegos contra los Zapadores y las compañías del 2do de Línea. En 45
minutos una de las brigadas chilenas fue totalmente aniquilada.
A la 9:45 de la mañana el refimiento chileno Artillería de Marina entró en acción, siendo
anulado por el Zepita y el Dos de Mayo. Las columnas bajo los jefes Pardo Figueroa y
Arguedas causaron un daño severo en la infantería chilena. Tal fue la intensidad de su ofensiva
que los chilenos, luego de resistir a pie firme, perdieron finalmente el control y se vieron
obligados a retirarse en completo desorden hacia una posición localizada tres millas detrás de
las colinas. Los peruanos habían logrado una victoria parcial, pero habían perdido varios
hombres en la arremetida, incluidos el teniente coronel Juan Zubiaga, el capitan Pardo
Figueroa, el coronel Manuel Suarez, jefe del batallón Dos de Mayo y Juan Cáceres, hermano
del espartano Andres Avelino.
En efecto, Andrés Caceres también estaba herido pero decidió continuar la lucha contra las
nuevas posiciones chilenas bajo el coronel Arteaga. Su división se reforzó con la llegada del
batallón Iquique y los Loa y Columnas Navales, así como una compañía del batallón Ayacucho
y uno del batallón Gendarmes. Esas fuerzas eran parte de las dos Divisiones peruanas, fuerte
de 1,400 hombres que se encontraban a 45 kilómetros de Tarapacá cuando la batalla hizo
erupción. Entre los refuerzos se encontraba el batallón Iquique número uno, cuyo comandante,
el legendario Alfonso Ugarte, fue herido de un balazo en la cabeza, no obstante continuó la
lucha al frente de sus tropas.
Con estos refuerzos Cáceres ejecutó un nuevo ataque por el sudeste de Tarapacá, alcanzando
y disolviendo al enemigo en cinco ocasiones. Los chilenos, que obviamente eran soldados muy
aguerridos y valientes, se reagruparon igual número de veces. Es mas, una columna chilena se
dirigió hacia el pueblo de Tarapacá, que estaba, defendido por el batallon Guardias de
Arequipa y la columna boliviana Loa, los cuales, tras una encarnizada lucha los rechazó. La
batalla en la ciudad, fue casa por casa.
La tercera división al mando del coronel Bolognesi, jugó parte importante en la acción. El viejo
coronel, que antes de la batalla encontrabase enfermo y padeciendo alta fiebre, olvidó sus
padecimientos y se puso al frente de su tropa, cuyo comportamiento fue admirable. El batallón
Arequipa, de la referida división, capturó como trofeo el estandarte del regimiento 2do de Línea.
Cáceres, desde su posición flanqueó a los chilenos por el sector izquierdo. Aquellos, ejecutaron
entonces un contraataque con su caballería a efecto de romper parte de las posiciones
peruanas, pero la carga logró ser contenida por los galantes hombres de las columnas Loa y
Navales. Cáceres entonces dispuso ejecutar un último ataque contra el centro del ejército
chileno, al cual logró destruir completamente. Los sobrevivientes dejaron sus últimos piezas de
artillería, municiones y rifles y se desbandaron.
Los peruanos habían logrado, después de nueve horas de intenso combate, una victoria total.
La orgullosa columna chilena había acusado un aproximado de 800 bajas, incluyendo 56
prisioneros de guerra. Entre los muertos chilenos merece destacarse la del valiente
comandante del Segundo de Línea, Eleuterio Ramirez. Perdieron además toda su artillería
(cuatro Krupp, cuatro obuses de bronce) y gran cantidad de pertrechos. Los peruanos por su
parte, tuvieron cerca de 500 bajas, entre muertos y heridos, lo que demuestra el fragor e
intensidad de la lucha.
Ante la falta de caballería los peruanos se vieron imposibilitados de consolidar la victoria y no
pudieron seguir a sus adversarios más allá de la colina de Minta, ubicada a dos leguas de
distancia de sus posiciones iniciales. Fue sin duda un resultado que significó un aliciente moral
para las tropas y dejó muy en alto el valor, arrojo y heroísmo de la infantería peruana.
Tarapacá, desafortunadamente, no cambió los resultados estratégicos del conflicto y el ejercito
peruano se dirigió hacia el puerto de Arica. Coincidentemente uno de los próximos objetivos
chilenos era capturar dicha posición.
Pocas semanas después de Tarapacá, el alto mando chileno concentró veinte transportes en
Pisagua y el 24 de febrero de 1880, frente a la bahía de Pacocha, en Moquegua, al norte de
Arica, desembarcó un ejército de 12,000 hombres. A la cabeza de las fuerzas chilenas se
encontraba su nuevo comandante en jefe, el hábil y competente general Manuel Baquedano.
Dicha fuerza enfrentó a los peruanos en la batalla de Los Angeles.

LA GRAN VICTORIA PERUANA


Arriba, fotografía del general Juan Buendía, comandante en jefe del ejercito peruano
durante la batalla de Tarapacá. Buendía sin embargo tuvo una participación indirecta en
el encuentro, cuyo gran heroe y conductor fue el entonces coronel Andres Avelino
Cáceres. Abajo, pintura de la batalla, cuyo triunfo se debió al arrojo y la determinación
de nuestra infantería. No obstante este resultado, unas semanas despues Buendía sería
despojado de su comando por una serie de irregularidades cometidas durante la
campaña del sur.

El significado de Tarapacá

Dos días después de la Batalla de Tarapacá, el Estado Mayor publicó una orden general
que dice lo siguiente:

“Su Señoría, el General de División y Jefe del Ejército, aprovecha este día en que le
permite el descanso para tributar a las fuerzas de su mando el aplauso y la acción de
gracias que la Nación y él mismo les deben por su brillante comportamiento en la
batalla del 27 noviembre, y no puede menos que recordar, para que quede consignada
entre las más honrosas páginas de nuestra historia militar, que después de un
movimiento penosísimo, faltos de todo recurso, sólo con columnas de infantería, los
valientes que componen las seis divisiones han arrojado un ejército de las tres armas
de inexpugnables posiciones, quitándole su artillería, dispersando sus escuadrones y
obligándole a emprender una fuga desastrosa. Espera Su Señoría que este acto de
justicia sirva al Ejército, no de estímulo, porque no ha de menester otro que su honor,
su patriotismo y su valor probado, sino de testimonio de que el país y los jefes
superiores no son indiferentes a sus méritos”.

En efecto, el gran héroe de Tarapacá fue el soldado peruano anónimo. En los nichos y
placas murales de la cripta erigida en el Cementerio de Lima, lo representa el corneta
Mariano Mamani y el soldado Manuel Condori. (Historia de la República, Dr. Jorge
Basadre).

La Batalla de Tarapacá
Día de triunfo para el ejército peruano
BATALLA DE TARAPACÁ
El 27 de noviembre de 1879 el ejército peruano obtuvo una gran victoria en la
quebrada de Tarapacá, sobre un enemigo que era mayor en número y en dotación
militar.
En la batalla de Tarapacá la superioridad del enemigo era mucho mayor en
armamento ligero y pesado, en armamento ligero y pesado, en municiones,
vestimenta, zapatos, en fin, en todo. Sin embargo, los peruanos hicieron frente al
ataque chileno y lograron derrotarlos con coraje y heroismo.
En la batalla de Tarapacá destacaron muchos hombres como Belisario Suárez,
Isaac Recavarren, Francisco Bolognesi, Guillermo More, Alfonso Ugarte... Pero
en especial sobresalió el coronel Andrés Avelino Cáceres, que inicaba un largo
camino de gloria, que lo llevó a combatir a los chilenos hasta que éstos se
retiraron de nuestro territorio. Debido a Cáceres nuestro ejército y nuestro
pueblo lucharon hasta el final y nunca hubo rendición incondicional.
El día 27 de noviembre de 1879 es el día de gloria para las armas peruanas y el
día de la inmortalidad para el indoblegable coronel Andrés A. Cáceres.

ANTECEDENTES
Tras el desembarco en Pisagua el 2 de noviembre de 1879, el ejército chileno de
operaciones inició una serie de penetraciones al interior del departamento
peruano de Tarapacá para consolidar sus posiciones y asegurar las vías de
comunicación y suministros.
En este contexto, se produjeron dos acciones militares de distinta importancia:
un encuentro de caballería muy limitado en Germania, el día 6 de noviembre, y
una batalla en forma en Dolores (también llamado San Francisco), el día 19 del
mismo mes. Otro evento de importancia fue la retirada de Camarones donde el
ejército boliviano al mando del general Hilarión Daza, quien estaba en marcha
para encontrarse con las fuerzas de Juan Buendía, retorna a Arica sin enfrentar
batalla alguna. Producto de lo anterior, el ejército peruano inició un repliegue
hacia Tiliviche para luego marchar hacia el puerto de Arica, con el fin de reunirse
con las fuerzas aliadas que se encontraban en esa posición.

Marcha a Tarapacá
ÁREA Y PUNTOS MENCIONADOS, BATALLA DE TARAPACÁ
Las fuerzas peruanas provenientes de Dolores se reúnen finalmente en Tarapacá,
localidad al interior del desierto al SE de esa posición, con la división del coronel
Ríos proveniente de Iquique. Si se observa el croquis adjunto, puede notarse que
la cabeza de playa chilena en Pisagua impedía el repliegue directamente hacia el
norte, por lo que la fuerza peruana se ve obligada a intentar un rodeo a través de
Tarapacá y el desierto interior. Así, se agrupan en la aldea de San Lorenzo de
Tarapacá, en la llamada quebrada de Tarapacá. La idea de estos cuerpos era
reabastecerse de agua y víveres y descansar a la tropa del trayecto entre Dolores y
esta posición, unos 55 km a través del desierto.

Al conocerse esta situación en el ejército chileno, el comandante movilizado don


José Francisco Vergara solicita autorización al general Escala para hacer un
reconocimiento hacia Tarapacá con un escuadrón de caballería y confirmar el
número y estado de los efectivos peruanos. Ante este requerimiento y a causa de
la información que tenía Escala sobre las fuerzas peruanas en Tarapacá, que se
pensaban no superiores a 1.000 hombres mal armados y fatigados, es que el
general ordena que a la expedición de Vergara se añadiesen 250 hombres del
regimiento Zapadores y dos piezas de artillería al mando del alférez José Manuel
Ortúzar. Este grupo salió desde Dolores el día 24 de noviembre, por el camino de
Negreiros, unos 400 hombres en total.

Hasta ese momento se pensaba en el mando chileno que la tropa peruana en


Tarapacá no pasaba de 1.000 hombres mal armados. Al amanecer del día 25, los
exploradores de la columna de Vergara apresan a un arriero argentino, que es
tomado por un espía enviado por los peruanos. Al ser interrogado, afirma que en
Tarapacá la fuerza es de 1.500 hombres, por lo que Vergara desistió de su plan
inicial de atacarlos con una fuerza ahora tan inferior numéricamente. Envía un
mensaje, entonces, al cuartel general solicitando una fuerza adicional de 500
hombres de tropa, pero el general Escala, cediendo a las presiones de los oficiales
que pensaban que la guerra terminaría pronto, consiente en enviar a la división
del coronel Luis Arteaga que, desconocedor de la guerra en el desierto, no toma
los preparativos adecuados de munición (asigna sólo 150 tiros por hombre),
agua, víveres o forraje y marcha hacia Tarapacá el día 25. La intención de estas
fuerzas era encontrarse con Vergara en Negreiros, pero éste no esperó e
incursionó por su cuenta hasta Isluga.

DECISIÓN DE ARTEAGA
Cuando la división Arteaga, al llegar a Negreiros se percata de que Vergara ya no
se encuentra allí, sino en Isluga (ver mapa anterior), envía un mensaje a este
último para proceder a la concentración de las tropas, para lo cual había dos
opciones: o que Vergara deshiciera el camino hasta Negreiros y luego hacerlo
nuevamente hacia Tarapacá, o esperar a Arteaga en Isluga. Se optó por esto
último, por lo que la División Artega no esperó la llegada de aprovisionamientos
y salió de inmediato a Isluga, ya que se temía que por estar tan próxima esta
posición al núcleo de las fuerzas peruanas, pudiera ser descubierta y destruida
rápidamente a causa de su escaso número. Así, el día 26 de noviembre a las
15.00, se puso en marcha la división, con 1.900 plazas, casi todas a pie, sin agua,
víveres ni municiones. Estaba conformada por el regimiento 2º de Línea, el
regimiento Artillería de Marina, el batallón Chacabuco, 2 compañías del batallón
Zapadores (completándose así el batallón con las 2 compañías de las fuerzas de
Vergara) con dos piezas de bronce de 4", 4 piezas Krupp y un escuadrón de
Cazadores a Caballo. Los regimientos contaban con dos batallones cada uno.

ACCIONES DE VERGARA
En el intertanto, el grupo al mando de José Francisco Vergara en Isluga ocupó el
día 26 en realizar reconocimientos sobre Tarapacá. En ellos, se pudo apreciar la
llegada a la quebrada de la división peruana al mando del coronel Ríos, por el que
los oficiales chilenos tenían gran reconocimiento de su capacidad, como
asimismo por otro oficial peruano que también divisaron en la columna Ríos, el
comandante del batallón Iquique, coronel Alfonso Ugarte, considerado como
distinguido y patriota. La columna de Ríos llegaba en ese momento fatigada y en
orden precario. Las patrullas de reconocimiento de Vergara calcularon en unos
1.000 los hombres que llegaban con Ríos, los que sumados a los que se creía en
Tarapacá, concentraban, según el mando chileno, unos 2.500 hombres, 1.000 de
ellos fatigados.

Preparativos
Concentración chilena y plan de batalla
PLAN DE COMBATE CHILENO, BATALLA DE TARAPACÁ
A las 24.00 del 26 de noviembre, la división de Arteaga llega a Isluga a reunirse
con la avanzada de Vergara. La decepción del encuentro fue mutua entre ambas
fuerzas, ya que las dos esperaban que la otra tuviera suministros de agua, víveres
y parque, pero nada de eso había. Agua sólo estaba la disponible en Tarapacá,
bajo control peruano. Esta situación forzó a ambos comandantes a iniciar de
inmediato las acciones, antes que la falta de agua y alimentos se hiciera crítica.
De este modo, y tal como se observa en la figura adjunta, se ideó un plan que
consistía en dividir la fuerza en tres divisiones. La primera, al mando del coronel
Ricardo Santa Cruz, fuerte en 500 hombres daría un rodeo por las alturas de la
quebrada para tomar posición en una aldea llamada Quillaguasa, al norte de
Tarapacá, con la idea de cortar la retirada peruana hacia esa zona en tanto su
fuerza se sintiera atacada por el sur. Una segunda división al mando del coronel
Eleuterio Ramírez, avanzaría por el centro de la quebrada, atacando a las tropas
peruanas frontalmente en la aldea. Esta fuerza era de 850 hombres. Una tercera
división al mando del propio Arteaga con 950 hombres, atacaría de flanco, desde
los bordes superiores de la quebrada para encerrar y destruir la fuerza peruana.

FUERZAS PERUANAS EN TARAPACÁ


Todo el plan de ataque chileno se basaba en la presunción de que en Tarapacá
habría en el peor de los casos una fuerza de número similar o ligeramente
superior a la chilena. Se contaba con el factor sorpresa como una ventaja decisiva
al momento de empeñar el combate. El número de efectivos peruanos, era sin
embargo muy superior al que se creía, puesto que desde Dolores se produjo un
repliegue peruano más organizado de lo que el mando chileno pensaba. El grueso
de la fuerza peruana había arribado el día 22 de noviembre, uniéndosele la
división de Ríos el día 26, como ya se ha dicho. El día 25 habían salido de
Tarapacá con destino a Arica dos divisiones peruanas, que en ese momento
estaban en Pachica, a unos 19 km al norte de Tarapacá. En la noche del 26, el
ejército peruano tenía la siguiente constitución:
En Pachica:
· 1era División, Jefe: coronel Luis Herrera Zaconetta. Batallones: Cazadores del
Cuzco N°5 (410 hombres) y Cazadores de la Guardia N°7: (380 hombres)
· División Vanguardia (4ª), Jefe: coronel Justo Pastor Dávila. Batallones: Puno
N°6 (300 hombres) y Lima N°8 (350 hombres)
En Tarapacá:
· 2da División, Jefe: coronel Cáceres. Batallones: Zepita N°2 (450 hombres), 2
de Mayo (380 hombres) y la columna de artilleros (100 hombres)
· 3era División, Jefe: coronel Bolognesi. Batallones: Ayacucho N°3 (300
hombres), Guardias de Arequipa (380 hombres)
· 5ta División, Jefe: coronel Ríos. Batallón Iquique (300 hombres), columna
Tarapacá (150 hombres), columna Navales (140 hombres), columna Gendarmes
(80 hombres) y columna Loa (formada por bolivianos residentes en Iquique, 226
hombres)
· División Exploradora (6ª), Jefe: coronel Bedoya. Batallones: 1° de Ayacucho
(300 hombres) y Provisionales de Lima N°3 (240 hombres)
No se contaba con caballería ni artillería. En total eran 4.486 hombres. Los
oficiales peruanos eran de reconocida capacidad, entre los que se destacaban
Justo Pastor Dávila, Andrés Avelino Cáceres, Miguel Ríos, Belisario Suárez,
Alfonso Ugarte, Francisco Bolognesi y Roque Sáenz Peña, todos bajo el mando de
Juan Buendía, general en jefe de los ejércitos del Sur. La percepción chilena de la
fuerza contraria, era pues, totalmente equivocada.

COMBATE
Para que el plan de ataque resultara como estaba previsto, era necesario que las
tres divisiones chilenas salieran a distintas horas para llegar a las posiciones
prefijadas de manera sincronizada. Así, la columna de Santa Cruz salió a las 3.30
del día 27, una hora antes que las otras dos divisiones. Esta división, sin
embargo, se encontró con una densa neblina que la hizo extraviar el rumbo
totalmente, de modo que cuando comenzó a amanecer esta fuerza se encontraba
a muy corta distancia de la división de Ramírez, virtualmente en el punto de
partida. Siguiendo las órdenes que tenía, Santa Cruz en ese momento emprendió
a paso veloz su marcha hacia Quillaguasa enviando como avanzada el batallón de
granaderos al mando del comandante Villagrán, aunque a esa hora ya debería
estar situándose en ese punto toda su división. La segunda ventaja del plan
chileno, la sorpresa, empezaba también a desvanecerse, puesto que la tropa de
Santa Cruz quedó a la vista de los peruanos que notaron su presencia de
inmediato. Los oficiales peruanos captaron al momento el peligro que corrían y
lograron comprender en pocos minutos el plan de los atacantes. Rápidamente se
impartieron las órdenes respectivas para sacar a sus tropas del fondo de la
quebrada y llevarlas a lo alto; dándose las siguientes órdenes:
· Coronel Cáceres, con la 2ª División debía escalar con prontitud para desalojar
a las fuerzas adversas que estaban a la vista, para cortar a Santa Cruz por
retaguardia.
· Coronel Castañón con la 1ª compañía del Arequipa y la Columna de Artillería,
en la cuesta Visagra, para cerrar el paso a los que intentaran ingresar a la
quebrada por el sur
· Coronel Bolognesi con la 3ª Divisón, pendientes del cerro Tarapacá
· Coronel Ríos con la 5ª Divisón, pendientes del cerro Redondo
· Coronel Bedoya con la División Exploradora, en la población, donde también
quedaba el General Buendía, que despachó un propio para llamar a las divisiones
que estaban en Pachica.
El combate comenzó a eso de las 10.00, y durante el desarrollo de la acción se
pueden distinguir tres fases.
FASE 1: REACCIÓN INICIAL PERUANA
Estado del combate a eso de las 10.30, una vez tomada la iniciativa por los
peruanos
Como ya se dijo, los peruanos al ver que se les tendía una encerrona,
reaccionaron con rapidez evitando la progresión de las columnas chilenas, que no
pudieron completar las etapas de despliegue acordadas la noche anterior. Así las
cosas, el combate se generaliza con la iniciativa de parte de los peruanos. Los
chilenos sólo pueden reaccionar ante el nuevo curso de los acontecimientos. El
primer cuerpo peruano en entrar al combate fue el batallón Zepita con Cáceres,
seguido del batallón Dos de Mayo bajo las órdenes del coronel Manuel Suárez.
Estas tropas rompieron el fuego por la retaguardia de Santa Cruz a menos de 200
m, menos de 500 chilenos contra más de 800 peruanos. Santa Cruz dio frente a
la retaguardia formando su línea en arco, teniendo a su izquierda a la artillería
que quedó al borde del barranco. Establecida de esa forma la defensa de los ahora
sorprendidos chilenos, las bajas comenzaron a producirse en gran número en
ambos bandos dada la corta distancia en que estaban rotos los fuegos. Las tropas
del Zepita lograron tomar los 4 cañones a la izquierda de los chilenos. Santa Cruz
reorganiza a su fuerza sobreviviente perpendicularmente a la quebrada habiendo
perdido cerca de un tercio de su tropa entre muertos y heridos.
A eso de las 11.00, los peruanos redoblan el ataque y la tropa chilena de la
división Santa Cruz empieza a dispersarse. Mientras se desarrollaban estas
acciones, la división Arteaga que se encontraba rezagada, al escuchar que se
había entablado batalla redobla el paso y llega al lugar del combate en el
momento en que se dispersaba la tropa de Santa Cruz, con lo que los chilenos
reorganizan sus filas y vuelven a establecer posiciones defensivas. Entonces
Cáceres, detenido ante el número, pidió refuerzos, que se le enviaron con
prontitud, formados por el batallón Iquique y las columnas Loa y Navales de la
5ta División, que ya habían cooperado en la quebrada a rechazar a las fuerzas de
Ramírez, como veremos en seguida. En el momento que este refuerzo llegaba, se
presentó el escuadrón de Granaderos, que al oír los tiros había regresado de
Quillaguasa.

DIVISIÓN DE RAMÍREZ Y ACCIONES EN EL FONDO DE LA


QUEBRADA
Mientras todo lo anterior acontecía en lo alto de la quebrada, la división chilena
del coronel Ramírez avanzaba por el fondo de la quebrada según el plan. Al igual
que Santa Cruz, no se salió de las órdenes que tenía y siguó avanzando por donde
tenía previsto, pese a que la estrategia planeada ya no tenía sentido. Destacó dos
compañías para cubrir el flanco derecho de su ataque de las tropas de Castañón,
que ocupaban las pendientes este de la cuesta Visagra, y luego, continuando su
progresión en la quebrada, tuvo que empeñar otras dos frente al cerro Tarapacá
para realizar la misma operación contra parte de la 5ta División y el batallón
Ayacucho, de Bolognesi, que hacían vivo fuego contra él. Las restantes 4
compañías llegaron al caserío y recibieron un fuego nutrido de un enemigo bien
posicionado y que fue muy efectivo ya que comenzó a causar enormes bajas en la
tropa chilena. Los atacantes eran el batallón Arequipa y la Divisón Exploradora.
De acuerdo a las versiones que se conservan de esta parte del combate, los
primeros soldados chilenos en entrar en el pueblo fueron los portaestandartes,
cuya insignia se convirtió en un objetivo de guerra para ambos bandos. Debido a
la posibilidad de perder el pabellón, la tropa chilena cargó contra el pueblo en
lugar de buscar posiciones más ventajosas, cuestión que causó una cantidad de
bajas catastrófica para el regimiento 2º de Línea, cuerpo al que pertenecía el
disputado estandarte. Simultáneamente, las compañías enviadas a contener a
Bolognesi eran rechazadas con enormes pérdidas. Así las cosas, y perdido
definitivamente el estandarte en una lucha en que ni peruanos ni chilenos dieron
cuartel, los restos de la división Ramírez se retiran hacia el sur, buscando el
poblado de Huarasiña asediados en todo momento por los peruanos. El
estandarte del 2º de línea fue tomado por el Guardia Civil Mariano Santos del
batallón "Guardias de Arequipa".

Al comenzar el retroceso de Ramírez, quedó libre el resto de la 5ª División


peruana, que fue despachada en refuerzo de Cáceres como hemos visto. Ramírez
sólo había empleado su regimiento, dejando en la entrada de la quebrada sus 2
cañones Krupp y el escuadrón Cazadores, sin darles misión de combate.

La destrucción de esa columna chilena era inminente, cuando los


acontecimientos en lo alto dieron un giro inesperado.
Nuevos acontecimentos en lo alto.

Estado del combate tras la carga de los granaderos chilenos. Se produce una
confusión posterior en ambos bandos
Tal como se ha reseñado, en lo alto la situación era crítica para los chilenos tras la
llegada de la Divisón de Ríos, cuando el arribo de los granaderos chilenos que
regresaron al galope desde Quillaguasa cambió la faz del combate. Dando un
rodeo, los granaderos de Villagrán llegaron al sitio del combate. Se formaron en
posición de ataque y cargaron contra los peruanos de Cáceres que en ese
momento empezaban a quedarse sin municiones. Ante la carga de la caballería y
con pocos medios para contrarrestarla, la fuerza peruana retrocede, lo que da un
nuevo ímpetu a los chilenos que contraatacan. Lo difícil y estrecho del terreno no
hizo posible que los granaderos atacaran la retirada peruana, y la misma
presencia de ese cuerpo impedía también una carga de la infantería. La figura
adjunta ilustra el estado de cosas tras la carga de Villagrán, que haciendo un gran
rodeo, cargó sobre la derecha peruana, formada por el Loa y el Navales, que
acababan de ingresar a la lucha. Pero el batallón Iquique, que seguía de cerca a
los anteriores, a órdenes de Alfonso Ugarte, contuvo la carga con su fuego en
escalón retrasado. El Regimiento "2 de Mayo" avanzó y tomó otros dos cañones
más, los cuales fueron utilizados contra sus antiguos propietarios.

Toda esta situación causó una enorme confusión en ambos bandos, que fatigados
suspendieron la lucha, retirándose los peruanos para reorganizarse y
aprovisionarse de munición, en tanto los chilenos se abalanzaban al fondo del
valle, ya sin presencia peruana, para beber y descansar. En este momento, la
batalla entraba en una segunda fase. Eran las 13.00 del 27 de noviembre de 1879.

FASE 2: LA TREGUA DEL AGUA


Producto del cansancio y tensión de la jornada, sin proponérselo ninguno de los
dos bandos, se produjo una tregua. Las ambulancias de ambos bandos recogían a
los heridos y se contabilizaban las bajas. En el lado peruano, sin embargo, las
cosas eran distintas. Ninguno de los oficiales había pensado en dejar escapar una
victoria que ya tenían por cierta, y su retirada había sido un repliegue estratégico
necesario para rearmarse, ya que la intensidad del combate había vaciado las
cartucheras de los soldados. En todo este trajín transcurrieron unas 4 horas. Fue
imposible hacer la reorganización de las tropas peruanas en menor tiempo,
debido a que las pérdidas de oficiales en la batalla de la mañana había sido
considerable y se necesitaba reorganizar el mando casi completamente. Para
fortuna de los peruanos, los chilenos estaban totalmente desorientados respecto a
lo que estaba sucediendo en realidad y no tomaron medidas especiales de defensa
ni de repliegue, lo que significó que la demora en la reorganización peruana no
impidiera la reanudación del combate en una postura ampliamente favorable
para ellos. La División de Bolognesi (batallones Ayacucho y Arequipa, menos una
compañía con Castañón) y la columna de Gendarmes de la 5ta División se detuvo
por falta de fuerzas. La Divisón Exploradora, que rechazara a Ramírez en la
población, ascendía a las pendientes oeste para reforzar a las unidades que
combatían en el llano superior bajo el mando del coronel Suárez, quien se había
encaminado al punto más peligroso e importante para dirigir el combate. Los
chilenos pensando que se habían adjudicado la victoria, descuidaron las guardias
y dejaron pastar a los caballos libremente.

Tanto las fuerzas peruanas como las chilenas habían realizados ataques
inconexos y cada agrupación estaba separada por una gran distancia.

Las fuerzas chilenas estaban en:


· Al sur de Huarasiña: 2 compañías del 2º de línea, que atacaron la cuesta de
Visagra y fueron fácilmente rechazadas, adelantándose al grueso de su
regimiento en el repliegue general.
· Entre San Lorenzo y Huarasiña: las demás 6 compañías del 2do de línea
· Al sudoeste de Huarasiña: las fuerzas de Arteaga y Santa Cruz, en desorden y
mezcladas.
· Las fuerzas peruanas estaban en:
· En la pampa oeste, frente al grueso chileno: Divisiones de Cáceres, Ríos,
Bedoya; más una compañía del Arequipa y la columna de artilleros confiadas al
Coronel Castañón
· Entre Visagra y San Lorenzo, frente a Ramírez: Batallón Arequipa (menos una
compañía) y columna Gendarmes de Iquique
· Al sudoeste de San Lorenzo (en las alturas): Batallón Ayacucho

FASE 3: CONCLUSIÓN Y VICTORIA PERUANA

Retirada chilena tras el último combate luego de la tregua. Con la llegada de las
divisiones peruanas de Pachica, que caminó unos 20 km en un lapso de 5 h se
selló el resultado de la batalla

Las tropas peruanas que en la mañana del 27 se encontraban en Pachica, llegaron


durante la tregua recién referida. Eran unos 1.400 hombres en 4 batallones uno
de los cuales, el Nº 8 estaba al mando del coronel Remigio Morales Bermúdez,
futuro Presidente del Perú. Con este refuerzo, la intención peruana fue intentar
rodear y tomar prisionera a la fuerza chilena sobreviviente, utilizando una
estrategia similar a la que los chilenos quisieron emplear contra ellos, pero
curiosamente, el resultado fue el mismo. Los chilenos alcanzan a advertir la
situación y comienzan a ascender por las laderas de la quebrada para no quedar
atrapados en el fondo. La Divisón Vanguardia reforzó las tropas de la pampa
oeste y la 1era Divisón hizo lo mismo con las del valle, para lo que se dispuso que
enviara uno de sus batallones a las alturas del sudoeste en refuerzo del Ayacucho
y el otro al fondo de la quebrada, para secundar al Arequipa y al Gendarmes. Al
llegar a lo alto, se entabla un nuevo combate con las mismas características e
intensidad que el de la mañana. Las dos piezas de artillería que quedaban
disponibles a las tropas chilenas de Arteaga son capturadas por los peruanos, que
las emplean contra sus antiguos dueños, en tanto la infantería atacaba
incesantemente con el fin de evitar la retirada chilena hacia el desierto. En el
fondo del valle, perdía la vida el comandante del 2º de Línea y jefe de la segunda
división, coronel Eleuterio Ramírez, transformándose en el oficial chileno de
mayor graduación muerto hasta el momento en la campaña. Sin dejar de
combatir, los chilenos dan definitivamente por perdido el campo y se retiran
hostigados en todo momento por los peruanos. En el repliegue chileno, se
comisionó al regimiento Artillería de Marina el cuidado de la retaguardia, por lo
que este cuerpo sufrió las mayores bajas en la última etapa de la batalla. La figura
ilustra esta última fase, con una fuerza chilena muy reducida producto del
combate y una fuerza peruana tenaz en la persecución. Por fortuna para los
chilenos y desgracia para los peruanos, éstos últimos no contaban con caballería,
por lo que la persecución no se pudo mantener. El ataque peruano hubiera sido
más efectivo si las tropas frescas hubieran atacado la planicie oeste, para envolver
la izquierda de los chilenos y cortarles su dirección general de retirada. El triunfo
de los peruanos en este combate era, sin embargo, definitivo.

Consecuencias
Las bajas en ambos lados fueron enormes. Los chilenos contabilizaron 516
muertos y 179 heridos, más que en las batallas de Pisagua, Germania y Dolores
juntas. Los peruanos dieron en sus partes un total de 236 muertos y 261 heridos.
Las pérdidas de oficiales en ambos bandos fue enorme. Distinguidos oficiales
dejaron la vida en esta acción. Por los chilenos puede mencionarse al Coronel
Eleuterio Ramírez, comandante del 2º de Línea y a su segundo comandante,
Bartolomé Vivar, que no sobrevive a sus heridas. Del mismo cuerpo, perdieron la
vida los capitanes Diego Garfias, Ignacio Silva y José Antonio Garretón, además
de un teniente y siete subtenientes. El Zapadores perdió cinco subtenientes, el
Chacabuco a su segundo comandante, mayor Valdivieso y su ayudante Ríos y dos
tenientes. Los peruanos, por su parte, lamentaron la pérdida del comandante del
2 de Mayo, coronel Manuel Suárez y de los tenientes del mismo cuerpo Torrico y
Osorio. El Zepita perdió a su segundo jefe, el teniente coronel Zubiaga, el capitán
Figueroa y los subtenientes Cáceres (hermano del coronel Andrés Cáceres) y
Meneses. La 2º División a los capitanes Odiaga, Chávez, Vargas y Rivera y tres
subtenientes. El 2º Ayacucho un teniente y dos subtenientes; la columna
Tarapacá al mayor Perla; el 3º Ayacucho el mayor Escobar, un teniente y dos
subtenientes; los Cazadores del Cuzco y el batallón Iquique un subteniente cada
uno; la columna Naval al capitán Meléndez, y la 5º División al coronel Miguel
Ríos, que al igual que Vivar no sobrevivió a sus heridas.

La derrota chilena de Tarapacá no cambió sus planes de campaña, y sólo


ocasionó la renuncia de Vergara a su comisión al ser culpado del desastre, siendo
de todos, el que menos responsabilidad tenía. Para el coronel Arteaga fue el fin de
su carrera militar.
Las tropas de Arteaga se replegaron a Negreiros al día siguiente. Ese mismo día
las tropas peruanas marchaban a Arica.
Días después de la batalla, el Ministro de Guerra chileno, Rafael Sotomayor,
ordenó el envío de tropas ligeras a cortar la retirada de los peruanos hacia Arica y
hostigarlos durante la marcha. El General Baquedano dispuso que unos 300
jinetes de Cazadores y Granaderos, que se hallaban en Tiviliche, marcharon al
este a cumplir esta orden, pero el Teniente Coronel Yábar que los mandaba fue
informado en Suca de que los peruanos habían ya pasado al norte, cuando en
realidad se hallaban todavía en Camiña (6 de diciembre de 1879), a 204 km de
Arica. Yábar regresó a Tana engañado por este falso dato.
Para los peruanos, en tanto, la victoria de Tarapacá no cambió su situación, ya
que luego de la batalla el ejército abandonó el lugar con destino a Arica, junto con
toda la población que temiendo represalias dejó sus hogares. Al llegar a Arica el
general Buendía y el Coronel Suárez fueron puestos bajo arresto por el
Contraalmirante Montero culpándolos de las derrotas y por haber dejado
Tarapacá en manos chilenas. La historiografía peruana negará sistemáticamente
cualquier mérito del general Juan Buendía en la acción de Tarapacá y se lo
asignará a Cáceres. Las derrotas, sin embargo serán atribuidas por completo al
general en jefe.
Tanto en Chile como en Perú se conmemora esta batalla en virtud de las acciones
de valor y heroísmo que cada país destaca entre los suyos.
Referencias Bulnes, Gonzalo (1911), Guerra del Pacífico, Santiago de Chile:
Editorial del Pacífico. Primera edición.
· Barros Arana, Diego (1989), La Guerra del Pacífico, Santiago de Chile:
Editorial Universitaria.
· Del Campo, Juan (2005), La Batalla de Tarapacá [2006]
· Dellepiane, Carlos (1965), Historia Militar del Perú. Tomo II, Lima: Biblioteca
Histórica Peruana. 5ta Edición.
· Encina, Francisco (1984), Historia de Chile desde la Prehistoria hasta 1891,
Santiago de Chile: Editorial Ercilla. ISBN 956101405-X. Tomos XLII a XLVIII.
· Milla Batres, Carlos (Ed) (1967), Guerra con Chile. La Campaña del Sur (abril-
diciembre 1879), Lima, Perú: Biblioteca Histórica Peruana.

Batalla de Tarapacá: triunfo peruano en la Guerra del Pacífico

Destruido nuestro poderío marítimo tras el Combate de Angamos, en el que se inmoló el almirante
Miguel Grau, el ejército chileno procedió a invadir territorio nacional. Sin embargo, a pesar del
poderío enemigo, los peruanos lucharon con gran coraje y valentía, logrando la victoria en la
Batalla de Tarapacá.

La campaña terrestre se inicio por Tarapacá, donde se hallaba el ejército aliado peruano-boliviano. La
fuerza chilena contaba con 10 mil hombres bien equipados, quienes partieron del puerto de Antofagasta
protegidos por su escuadra. El 2 de noviembre invadieron Pisagua, defendida valientemente por una
guarnición de 1000 hombres al mando del coronel Isaac Recavarren. Lamentablemente, la victoria fue
para los invasores chilenos.

Una vez ocupado el puerto de Pisagua, se libraron dos conflictos: la Batalla de San Francisco y la Batalla
de Tarapacá. La primera tuvo lugar el 19 de noviembre de 1879 y resultó un desastre para los ejércitos
aliados, indefensos ante un enemigo numéricamente superior y que puso en acción los poderosos y
modernos cañones Krupp. En esta batalla alcanzó la gloria el comandante Ladislao Espinar, quien murió
en la lucha mostrando su extraordinario valor.

Después de la derrota de San Francisco, el fatigado ejército peruano compuesto por 3000 hombres se
movilizó rumbo a Arica. No contaban con artillería ni con caballería. Tras una penosa marcha por los
desiertos, descansó cerca de Tarapacá. Mientras tanto, los chilenos ocupaban las alturas que dominan
dicho pueblo.

El 27 de noviembre de 1879 se libró la Batalla de Tarapacá. El encuentro fue encarnizado y los peruanos
lucharon en forma arrojada hasta que consiguieron la victoria, tras casi nueve horas de sangrienta lucha.
Las bajas chilenas arrojaron 576 muertos, 176 heridos, 100 prisioneros y 8 cañones capturados. Sin
embargo, este triunfo nacional no pudo ser aprovechado por los peruanos pues carecían de caballería, lo
que les impidió perseguir y diezmar al enemigo.

En tales circunstancias, el ejército peruano tuvo que abandonar la ciudad y seguir su marcha hacia Arica.
Los chilenos, a pesar de la derrota, se adueñaron de Tarapacá, un rico departamento que fue blanco
primordial en la guerra.

Varios peruanos hicieron posible la victoria de Tarapacá, pero resaltan por méritos propios los nombres
de Andrés Avelino Cáceres, Francisco Bolognesi y Belisario Suárez. Por su parte, el presidente Mariano
Ignacio Prado se trasladó a la capital y luego abandonó el Perú. Se dijo que viajó a Europa para comprar
armamento. Don Nicolás de Piérola fue el encargado de asumir el gobierno.

El significado de Tarapacá

Dos días después de la Batalla de Tarapacá, el Estado Mayor publicó una orden general que dice lo
siguiente:

“Su Señoría, el General de División y Jefe del Ejército, aprovecha este día en que le permite el descanso
para tributar a las fuerzas de su mando el aplauso y la acción de gracias que la Nación y él mismo les
deben por su brillante comportamiento en la batalla del 27 noviembre, y no puede menos que recordar,
para que quede consignada entre las más honrosas páginas de nuestra historia militar, que después de
un movimiento penosísimo, faltos de todo recurso, sólo con columnas de infantería, los valientes que
componen las seis divisiones han arrojado un ejército de las tres armas de inexpugnables posiciones,
quitándole su artillería, dispersando sus escuadrones y obligándole a emprender una fuga desastrosa.
Espera Su Señoría que este acto de justicia sirva al Ejército, no de estímulo, porque no ha de menester
otro que su honor, su patriotismo y su valor probado, sino de testimonio de que el país y los jefes
superiores no son indiferentes a sus méritos”.

En efecto, el gran héroe de Tarapacá fue el soldado peruano anónimo. En los nichos y placas murales de
la cripta erigida en el Cementerio de Lima, lo representa el corneta Mariano Mamani y el soldado Manuel
Condori.

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