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TRANSFIGURACION ESPIRITISMO

La aparición de Moisés y Elías en el Monte de la Transfiguración, no puede considerarse un ejemplo de


"materialización de espíritus" de personas fallecidas. Porque entre otras cosas, la Biblia no registra el
fallecimiento del profeta Elías. Aparte de eso se les llama "varones" y no "espectros" o "aparecidos" (Lucas
9:28 – 36). En cuanto a lo que dice Mateo 17:9 = “Cuando descendieron del monte, Jesús les
mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de
los muertos”. La palabra «visión» no significa que fue una especie de “ilusión”, “sueño” o
“espejismo” colectivo. La Transfiguración del Señor Jesucristo fue un hecho real, al igual
que la aparición de Moisés y Elías a su lado. El apóstol Pedro menciona el hecho en sus
dos epístolas (1 Pedro 5:1; 2 Pedro 1:15-21). Pedro empleó su experiencia como testigo
presencial de la transfiguración para exhortar a los creyentes a confiar en la Palabra de
Dios. El propósito de la transfiguración era básicamente de confirmación. Confirmaba
varias cuestiones vitales. Una de ellas era la realidad de un reino futuro. El hecho en sí de
la transfiguración atestigua eso. La presencia de santos del Antiguo Testamento en la
tierra con Cristo en un estado glorificado es la mayor verificación posible de las promesas
del Reino en el Antiguo Testamento. La expresión “delante de ellos” (Mateo 17:2) es
importante. Los tres apóstoles fueron testigos presenciales de aquel acontecimiento
milagroso (no precisamente a través de un sueño o hipnosis colectiva). El apóstol Pedro
escribió posteriormente: “Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de
nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con
nuestros propios ojos su majestad” (2 Pedro 1:16).

Moisés y Elías representan la ley y los profetas, lo cual conduce a concluir “que en Jesús
el Mesías, el Hijo de Dios, la ley y los profetas son superados o cumplidos o confirmados”
(Romanos 3:21). El Mesías no vino para abrogar la ley ni los profetas. Vino para ampliar y
profundizar todo lo que Dios había revelado. En contraste con la superficialidad de los
dirigentes de Israel, Jesús vino para darle el verdadero sentido a la Palabra de Dios
(Mateo 5:17-18). Moisés y Elías (la ley y los profetas) son testigos incuestionables de la
fidelidad de la Palabra de Dios. Ellos confirman la persona y el mensaje del Mesías.

La transfiguración es la anticipación del Reino glorioso que será establecido en la tierra.


De hecho, la transfiguración es una especie de preludio y de “paga y señal” del Reino.
Hay quienes niegan que el acontecimiento de la transfiguración tenga algo que ver con el
anuncio del establecimiento del Reino del Mesías. Quienes toman esa actitud pasan por
alto el hecho de que todos los relatos de la transfiguración son precedidos de las
siguientes palabras: “De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no
gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino” (Mateo
16:28; Marcos 9:1; Lucas 9:27). La transfiguración es un anticipo y un presagio del Reino
Mesiánico que ha de venir y, por lo tanto, una garantía convincente de su consumación en
conformidad con las características descritas en el Antiguo Testamento. Pedro, Jacobo y
Juan tuvieron la dicha de experimentar ese incalculable privilegio de compartir la gloria
mesiánica antes de su llegada. Aquellos tres apóstoles fueron los “algunos” a los que el
Señor se refirió en Mateo 16:28. La transfiguración es una ilustración de los habitantes del
Reino venidero. En aquel monte estaban Jesús el Mesías y Pedro, Jacobo y Juan como
representantes de la nación teocrática. Con Él estaba Moisés, un santo que había muerto,
y Elías, un santo que fue arrebatado sin pasar por la muerte. Ambos representan las dos
clases de creyentes en la iglesia de Jesucristo (1 Tesalonicenses 4:13-18). La
transfiguración es también una ilustración de la resurrección personal. El mara-villoso
cambio que experimentó el Señor es una indicación del cambio que tendrá lugar en
aquellos que son de Él. Pablo lo expresó así: “El cual transformará el cuerpo de la
humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya” (Filipenses 3:21).
Su aparición “en gloria” (Lucas 9:31) anticipa nuestra manifestación con Él “en gloria”
(Colosenses 3:4).

¡Dios les bendiga!

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