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Jauralde Pou Pablo PDF
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mamente más y mejor se viene trabajando (V. los casos ejemplares de Za-
ragoza, en SAN VICENTE [1972]; de Sevilla, en SENTAURENS [1985]; y Ovie-
do, en GARC~A VALDÉS[1983]).
El triunfo de las comedias en los corrales, así como la efervescencia tea-
tral en otros aspectos (VAREY[1957]), atafie también al auge de las repre-
sentaciones palaciegas, que hasta cierto punto habían tenido un desarrollo
independiente. En 1607 la Corte abandona el rígido escenario de los salo-
nes del Alcázar. A partir de 1622 los monarcas impulsan la construcción
de coliseos en los Reales Sitios, que imitan primero y desarrollan después
la estructura de los corrales de comedia (SHERGOLD [1958, 1963 y 19671).
La evolución del teatro palaciego tiene desde entonces trayectoria propia
hacia representaciones espectaculares y totalizadoras en las que el texto li-
terario adelgaza su presencia (VALBUENA [1930], VAREY[1970], NEUMEIS-
TER [1973] y EGIDO[1982]) inscribiéndose de este modo en una corriente
europea del teatro barroco (UITMAN[1968], JACQUOT[1973], ROUSSET
[1972], NAGLER[1976], ARR~NIZ [1977] y EGIDO(19821).
El Coliseo del Buen Retiro funcionó desde 1640 (BROWN-ELLIOT
[1981]), como otros lugares de representación en el mismo Retiro (VAREY-
SHERGOLD [1973]). aEl rey podía mandar -y con frecuencia mandaba-
que las compafiías de comediantes que representaban a la sazón en Madrid
fuesen al Buen Retiro (o a otro de los teatros regios) para representar ante
él. Como en Madrid no solía haber más de dos compafias a la vez, se cerra-
ba por lo menos un corral, y si es el caso de una representación importante
(por ejemplo para festejar el cumpleafios de un miembro de la familia real,
o para alegrar las Carnestolendas), muchas veces se mandaba que fuesen
las dos compañías a Palacio (. ..) De vez en cuando se daban representacio-
nes públicas en el Coliseo del Buen Retiro, permitiendo al arrendador de
los dos corrales de comedias que gozara de lo recaudado en dichas repre-
sentaciones, o dándole otro tipo de compensaciones.. . S Doblado el siglo,
como ya se dijo, los papeles se invierten y los dramaturgos escriben directa-
mente para los teatros reales.
Al menos a partir de 1600, por otra parte, la &ción se extendió a focos
rurales, a donde llegaban aprovechando ferias y fiestas las giras de las com-
pafiías reales o en donde representaban todavía las de adc la legua, (SALO-
M ~ [1960
N y 19651 y SÁNCHEZROMERALO [1981]).
Los corrales de comedias (FALCONIERI [1965], SHERGOLD [1967], ARRÓ-
NIZ [1977] y ALLEN[1980 y 19831) fueron inicialmente los patios interio-
de primero de octubre a las dos, y los otros seis a las cuatro, de suene que
acaben una hora antes de que anochezca...S Duraban enue dos horas y media
y tres horas, y la coletilla de la anterior ordenanza apuntaba a razones mo-
rales -la oscuridad- y de policía -evitar incendios-. Se anunciaba con
carteles que, por ejemplo en Madrid, se colocaban, además de a la entrada
del corral, en postes de la Puerta de Guadalajara, Plaza Mayor, Sta. Cruz
y Plazuela del Ángel. El teatro se llenaba bastante antes de la hora del co-
mienzo. Hay espectadores que llevan vituallas para comer allí; otros com-
pran en el patio mismo frutos secos, dulces y frutas; se bebe aaloja,. Todo
parece indicar un ambiente animado y festivo. Excepcionalmente se en-
cuentra alguna noticia tardía que habla de dos representaciones diarias, los
lunes y martes de Carnestolendas.
Como no existe telón de boca, el principio del espectáculo tiene que
hacerse llamando la atención del público para imponer silencio; cuando
se trate de una comedia mediante un efecto cómico (p. ej. El lacayo fingi-
do, Amar sin saber a quién, de Lope; Por el sótano y el tomo, de Tirso;
La vida es saeño, de Calderón). Pero generalmente el espectáculo se co-
mienza con una aloa, precedida o acompañada de un atono* o canto con
música de guitarras y vihuelas; la aloa,, como su nombre indica, era una
pieza corta, generalmente un monólogo recitado, para predisponer al pú-
blico favorablemente hacia la obra y la compañía, halagándole, o simple-
mente para ir consiguiendo su audiencia (Rico [1971a] y FLECNIAKOSKA
[1968 y 19751). Sigue el primer acto de la comedia. Por lo general, las esce-
nas iniciales fijan el tono de la obra y sirven para suplir la pobreza de dcco-
rados: los protagonistas, mediante largos parlamentos, tienen que dar a en-
tender al público que se trata de un contexto mitológico, bíblico, pastoril,
etc. Pueden verse, en este sentido, cualquiera de los preciosos estudios de
VAREY (p. ej. [1982]) que recrean la representación tomando como refe-
rencia el texto y lo que sabemos sobre los corrales. El escenario no se queda
vacío prácticamente nunca, ni siquiera durante los entreactos: la música,
las canciones, el baile, algún largo y socorrido monólogo suspenden a veces
la acción para posibilitar el descanso o el cambio de indumentaria de los
actores.
Acabado el primer acto se solía representar el entremís, gSncro dignifi-
cado por Cervantes y cuyo itinerario ha sido trazado magistralmente por
E. ASENSO[1965], (V. también JACK [1923], HEINNERICH [1962] y BERG-
MAN [1965]). Los estudios más recientes (VITSE[1985]) insisten en el valor
-el capitán César Fontana- y de la que el propio Lope se sirvió para sus
tres comedias sobre San Isidro. En 1626 llega a la Corte, también contrata-
do por los monarcas, el florentino Cosme Lotti ( + 1643), un auténtico mago
de la escenificación. Tres años después puso en escena Lu selva sin amor,
de Lope, azarzuelada y, por primera vez, con telón de boca. El teatro por-
tátil en que se representó estaba totalmente cubierto -requisito para la
luz artificial- con un decorado en perspectiva e iluminación específica-
mente teatral. El tablado, por lo menos en algunas de sus partes, se halla-
ba por debajo del espectador. Todo ello significa el divorcio entre el teatro
popular y el teatro cortesano, que no hará más que aumentar en lo que
resta de siglo, con una notable y llamativa incidencia sobre el texto dramá-
tico (VAREY-SHERGOLD [1963], SHERGOLD [l958], ARRÓNIZ [1977], VA-
REY [1968, 1969, 1970 y 19841y EGIDO[1982]. Aunque un teatro perma-
nente de corte no se edificó hasta 1640, hay noticias de cómo se van ges-
tando representaciones palaciegas importantes, como la de Valladolid (1605),
Lerma (1614 y 1617), Aranjuez (1622 y 1623), Madrid (1627), etc. Por lo
menos desde 1623 se utilizó el Salón del Alcázar de Madrid, remodelado
entre 1636 y 1640 como aEl Salón Dorado,, coincidiendo su inauguración
con la del Coliseo del Buen Retiro (BROWN-EWOT [1981] y VhREY [1984]).
Los nuevos elementos del teatro cortesano, tanto globalmente (BONET
[1979]), como en sus diversos detalles (p. ej. la perspectiva, V. AMADEI-
PUUCE[1983]) suelen interpretarse sociológicamente como una derivación
de la forma del poder. En fin, en 1660 se representa LupJrpura de la rosa,
de Calderón, atoda cantadas, es decir, la primera ópera. EGIDO(19821co-
menta a propósito de El mayor encanto, amor, la incidencia de estas repre-
sentaciones sobre la actitud del público: <E¿mayor encanto no cifraba su
sorpresa ni en el argumento ni en el desenlace. Los espectadores acudían
a la comedia mitológica como los que asistían al teatro griego, sabiendo
de antemano lo que acontecía, pero dispuestos a celebrar la ceremonia. En
este caso, más avisados por los efectos de la maquinaria teatral que por la
novedad del texto. La palabra surgiría con un trasfondo lírico, innovador
de mutaciones a las que servía de aviso. La música integraría la función
épica en un espectáculo teatral tan dominado por los juegos escénicos co-
mo por el orfismo del temo. El "tramoyero dios" entre bastidores, ordc-
naba previamente un mundo mítico de cuyos personajes tipificados no ca-
bía esperar sino un final feliz. Y los espectadores verían como en un espejo
el desarrollo de los refinamientos propios de las escenas cortesanas, convir-
bre todo en los casos de investigación local, de la que sólo cito un ejemplo:
AGUILARPRIEGO[1965]). Las compañías reales representaban asiduamen-
te en una misma ciudad, daban giras buscando las ferias de los pueblos,
descansaban y se reorganizaban durante Cuaresma, para enriquecerse, si
eran del agrado del público, con las representaciones del Corpus.
La tradición crítica ha elaborado un corpus de temas, motivos y rasgos
típicos del teatro español del Siglo de Oro. Obras que reducen la tajante
oposición tragedia-comedia (véase arriba), basada en los preceptos clásicos,
rompen también con otras normas, sobre todo al dividir la obra en tres ac-
tos y al no respetar las famosas tres unidades, fundamentalmente las de
tiempo y lugar. Emplean una expresiva variedad de recursos métricos
(BRUERTON [1956], MORLEY-BRUERTON [19682], MARÍN [19682], WI-
LUAMSEN [1977 y 19781, BAKKER [1981] en sus aproximadamente 3.000
versos de media (ROZAS [1976]). Intercalan -ahora ya no en el espect5-
culo teatral, sino en la obra misma- ingredientes musicales y de enuete-
nimiento. Conceden un especial relieve a la *figura del donaire*, contra-
punto festivo del protagonista cuyos orígenes han sido muy discutidos (PLA-
CE [1894], HERRERO GARC~A [1941], BROTHERTON [1975]), y una de cu-
yas funciones fue la de transmitir al público, casi confidencialmente, una
versión más desenfadada y familiar de lo que ocurre en escena (LEY (19541,
L E A v i n [1955], MACCURDY[1956], MONTESlNOS [1952, en 19671, FOR-
BES [1975], KINTER [1978] y PAILLER [1980]). A veces centrada en el gra-
cioso, a veces como estructura típica, la intriga suele ser doble (D. MAR~N
[1958]; y algún estudio concreto como el de UUCH-WARGER [1976]) y ser-
vir de enlace entre los diversos personajes. Ello conuibuye a la concepción
dinámica de la obra y al desenlace rápido, destacando la acción sobre la
densidad ideológica. Todo relacionado con un público -aunque habría
que hacer distingos de períodos- que no hubiera soportado ouo tipo de
obras, y relacionado con el trasfondo ideológico de la cultura barroca (M&
R A V W [1975]). El público acepta toda dase de convenciones y se sorprende
con las variaciones formales sin aceptar crudamente las ideológicas. Como
una convención más (RUGERIO[l972-19731, RECOULES [1974] y SURTZ
[1979]), la comedia admite abundantes a v e s y monólogos; aspecto am-
pliamente estudiado por OROZCO[1983] para Calderón y relacionado con
los juegos de escena.
La variedad métrica funciona a distintos niveles: como indudable elc-
mento de idealización literaria para empezar, desde luego; pero también