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Un Dios

locamente enamorado
de ti

y vida interior
Colección «EL POZO DE SIQUEM» Antonio López Baeza
118

Un Dios locamente
enamorado de ti
Fragmentos de oración y vida interior
(2.a edición)

Editorial SAL TERRAE


Santander
A la Memoria
de Pepe Sánchez Ramos,
hermano querido,
compañero en los caminos
y el ministerio de la Contemplación.

Y para
Angelina González Hurtado, CD,
en cuya amistad y comunicación
es más verdad que «todo es Gracia».

© 2000 by Editorial Sal Terrae


Polígono de Raos, Parcela 14-1
39600 Maliaño (Cantabria)
Fax: 942 369 201
E-mail: salterrae@salterrae.es
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Impreso en España. Printed in Spain
ISBN: 84-293-1374-5
Dep. Legal: B1-2468-01

Fotocomposición:
Sal Terrae - Santander
Impresión y encuademación:
Grato, S.A. - Bilbao
índice

Relación de epígrafes 11
0. Este libro... (Confesión preliminar) 15
1. La oración, invento divino 19
2. El Dios a quien yo rezo 25
3. En el Espíritu Santo 29
4. El espejo de la oración 35
5. El milagro de la oración 42
6. El misterio de la oración 47
7. El motor de la oración 52
8. La oración de todas las cosas 57
9. La oración de la obra bien hecha 67
10. La oración en el seguimiento de Jesús. ... 74
11. Mirar a Jesús 80
12. En la espera del Señor 88
13. Donde se refleja el universo 93
14. Donde no hay silencio no hay oración ... 98
15. Para ti es mi música 104
16. Poética del alma enamorada 111
17. Raíces de la vida interior 125
18. La oración como fidelidad a sí mismo ... 135
19. Un Dios locamente enamorado de ti . ... 142
20. Cómo estás, Señor, en mí 148
21. El hombre iluminado 153
22. El hombre espiritual 159
23. El hombre unificado 165
24. El llanto feliz 172
25. Rapsodas de la Nueva Creación 178
Fuentes 193
«Todo conocimiento y amor nos abren a nue-
vas áreas de experiencia por las que vivimos en
los demás y quedamos afectados por sus ale-
grías y sufrimientos.
Esto se aplica de modo particular al cono-
cimiento y amor místicos. Éste va más allá de
las imágenes y conceptos, hacia un nivel más
profundo de conciencia donde somos una mis-
ma cosa con la persona amada.
Así, el místico, que ama a todos los seres
humanos con amor universal y que vive en to-
dos ellos, se alegra con todos los que se alegran
y llora con todos los que lloran.
Y el místico cristiano, que conoce y ama al
Cristo Cósmico, toma sobre sí mismo la alegría
y el sufrimiento del Cosmos. El Cristo con el
que el místico se encuentra tan comprometido
es el Cristo Total que padece en las guerras, en
la peste y en las injusticias sociales que afligen
a la humanidad.
Su amor cura como una madre cura a su
hijo, como el amante cura a su amado. De la
misma manera, el amor del místico ayuda a
curar al Cosmos y al Hombre/Mujer, en quien
el Cosmos llega a su plena floración»

(WILLIAM JOHNSTON, La Música Callada)


Relación de epígrafes

0. En la oración aprende el creyente a superar toda dicotomía


entre Fe y Vida. El día en que hemos alcanzado tal supera-
ción, nuestro ser se expande por el universo, en ondas de
armonía y comunión.
1. La oración no es un invento del hombre, sino necesidad de
un Dios/Amor.
2. Dios mío, Dios mío, te rezo a ti, que estás siempre escondi-
do; y no sé bien a quién rezo, pero tengo la certeza de ser
siempre escuchado.
3. La oración es siempre en el Espíritu Santo. Sin el don del
Espíritu no hay noticia amorosa de Dios ni gozo de la per-
fecta unión.
4. La oración es el acto central de la fe. Porque, si nuestro
Dios es un Dios Personal, la fe no puede consistir en otra
cosa que en una relación. Y si nuestro Dios es un
Dios/Amor, la relación de fe no puede ser otra que la de la
mutua entrega. La oración es, pues, una relación de amor
mediada por la fe.
5. El Dios a Quien yo rezo es a la vez el Dios en Quién yo
creo: el Dios que me hace ser a su imagen y semejanza.
6. El misterio de la oración -una oración que es vida del alma
enamorada- consiste en que, siendo siempre igual, resulta,
sin embargo, siempre distinta.
7. El deseo de ti, Dios mío, es el motor de mi oración; un
deseo que Tú mismo has puesto en mí y que quieres que
nunca se vea saciado.
12 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI RELACIÓN DE EPÍGRAFES 13

8. En el corazón de todas las cosas aguarda una inmensa 21. Orar es venir a la luz, a fin de ser transparencia de Dios
riqueza de vida para todos aquellos que saben acercarse a para los hombres.
ellas y tratarlas con amor. 22. La vida espiritual es vida en el amor: amor que abarca el
9. El fin de todo obrar, para el creyente, no es la obra en sí ser total de la persona y la abre al Infinito.
misma, sino Tú, Señor, tu Persona, tu Gloria, y la comunión 23. Aquello que unifica mi vida y la hace fuerte para el amor es
con tu Ser divino que aguarda en toda obra bien hecha. saber que Dios me ama.
10. Es en la amistad con Jesús donde recibimos el gozo de la 24. El Dios que nos escucha en la oración ama todo sufrimien-
salvación y la fuerza para ser sus testigos en el mundo. to humano, porque no puede dejar de amar al hombre o
11. Orar es mirar fijamente a Jesús hasta dejarnos transformar mujer que lo padece.
en El; hasta que su Imagen quede grabada en nuestros 25. El creyente que vive su fe de manera firme y sencilla, ali-
corazones. mentándose cada día en la oración con la Palabra, se hace
12. Orar es vivir en la permanente espera del Señor, que vino, él mismo luz, revelación y profecía para muchos, y toda su
que viene, que vendrá. existencia se convierte en canto de alabanza al Creador.
13. Cuando oro, el Espíritu reposa en mí, y mi alma es un lago Amén
tranquilo donde se refleja el Universo.
14. La oración es el silencio de un corazón enamorado: donde
no hay silencio, no hay oración.
15. La oración es la música del alma: el alma que no ora des-
conoce su propia armonía interior y la belleza de su desti-
no eterno.
16. Oración y Poesía saben caminar juntas, necesitándose
mutuamente y respetándose en el misterio singular de cada
una, que mira hacia el Misterio Único.
17. Las raíces de la Vida Interior están en el amor con que Dios
me ama (y fuera de las raíces no hay vida ni frutos).
18. La más alta forma de oración que yo conozco —la que más
directamente nos arroja en los brazos de Dios- es la de la
fidelidad del hombre a sí mismo.
19. Dios mío, Dios mío, mi fe me dice que estás enamorado de
mí, que buscas mi amor como si de él dependiera tu felici-
dad eterna, y que tu Gloria más alta consiste en servirme a
mí, tu criatura.
20. ¿Cómo estás, Señor, en mí? ¿Y cómo puedo saber, sin enga-
ño, que eres Tú el que dentro de mí mora?
o
Este libro...
{Confesión preliminar)

En la oración aprende el creyente


a superar toda dicotomía entre Fe y Vida.
El día en que hemos alcanzado tal superación,
nuestro ser se expande por el universo,
en ondas de armonía y comunión.

Si alguien me preguntase cuál creo que ha sido, en el conjun-


to de mi vida, el fruto más maduro y sabroso de la experien-
cia orante, no dudaría en contestar de inmediato, que ha sido
-y es- la conciencia de ser amado de Dios.
Todos los otros frutos -los muchos frutos- que sin duda
debo a la gracia de la contemplación en mi existencia, tales
como
- la capacidad gozosa y fecunda de concentración en
cada presente;
- el modo de admiración y entusiasmo que se despierta
en mi interior ante las maravillas derramadas de Dios
en la Creación,
- y sobre todo, muy sobre todo, el asombro balbuciente
ante el admirable misterio de nuestra salvación en
Cristo...
confluyen como a su fuente propia en el hecho incomparable
de vivirme a mí mismo como objeto de los deseos divinos.
Este libro ha nacido, pues, de la necesidad -¡y el deber!-
de gritar con todas las fuerzas del ser:
16 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI ESTE LIBRO... 17

¡Dios me ama desde su Eternidad! Un Dios locamente enamorado de ti resulta, en su con-


¡Mi humana existencia es el resultado de un deseo de mí junto, el canto irreprimible de acción de gracias al misterio de
que Dios concibió en su seno augusto! la oración en mi vida. Con frecuencia me hago preguntas de
¿Cómo no gritar y aun cantar, en todos los tonos posibles, este calibre:
que mi ser creatural es el resultado de su Amor Infinito?
- ¿Qué habría sido de mi vida sin la oración?
Y ésta es la única verdad necesaria que la práctica -y - ¿No le debo a la oración muchas -tal vez todas- de las
sobre todo la actitud- orante ha ido desgranando, día a día, al mejores realidades de mi existencia, entre las que no
oído de mi corazón silenciado. puedo dejar de contar la sensibilidad hacia lo bello, la
fidelidad a la amistad, el interés renovado por la comu-
Lo que Dios es para el Hombre, lo que el Hombre signifi-
nicación plural...?
ca y vale para Dios, sólo podemos saberlo de forma aproxi-
mativa (aunque ascendente) en el clima propio de la oración, - Pero ¿es posible una existencia auténticamente huma-
es decir, en la contemplación rendida y amante. na sin esa comunicación con Dios que la oración re-
presenta y cultiva?
Es ahí donde llegamos a saber, con sabiduría que no
depende de argumentos ni aprobaciones extrañas, que aquello - Más aún: ¿se puede ser cristiano -seguidor de Jesús de
mismo que hace a Dios tan Humano -su deseo de mí- es tam- Nazaret- sin esa experiencia íntima e intransferible del
bién lo que a mí, criatura a su imagen y semejanza, me hace Dios vivo como Padre/Madre de todos los valores que
tan divino -mi deseo de Él. llenan de sentido mi conciencia de estar vivo?
El humano que no busca a Dios dentro de sus propios lí- ¡Qué inagotable fuente de libertad interior -lo mismo ante
mites de criatura, tampoco se encuentra a sí mismo realizado los deberes a cumplir que ante los fracasos que pudieran salir-
en la anchura inabarcable del Creador. nos al paso- la de aquel corazón que, en el espacio cotidiano
La salvación de Dios en Cristo se nos regala a todos como de la plegaria, muere cada día a sí mismo, poniéndose cada
una relación de amor, es decir, como comunión de existencias, día, como Jesús y con Jesús, en las manos del Único que nos
en la que la existencia absoluta de Dios se me revela -y ofre- salva!
ce- como deseo eterno de mí, que, a su vez, abre en mí el Todo aquel que se deje acrisolar por el fuego de la oración
deseo del Dios vivo, sin el cual nunca jamás podría alcanzar a gustará en su espacio interior, más allá de frustraciones y
ser yo mismo. dependencias -inevitables en la aventura de llegar a ser hom-
Es a partir de esa verdad que me hace eterno -pues eter- bre-, más allá también de todas sus posibilidades de autoper-
namente existo en el deseo de Dios- como mi temporalidad feccionamiento, aquellos valores -aquellos sabores- que de
-los límites todos de mi existencia peregrina- señala indefec- manera especial dignifican y ennoblecen su manera de ser
tiblemente al Amor más grande que me sostiene y contiene. hombre entre los hombres.
Aquello que Dios me da al desearme a mí, criatura concreta y
contingente, no es algo exigido por mi condición humana, Murcia, Junio del año 2000
sino su presupuesto básico y fundamento inalienable. Mi ser
en la tierra se define como hambre de Dios, porque Dios me
deseó primero.
1
La oración, invento divino

La oración no es un invento humano,


sino necesidad de un Dios/Amor.

I
Que la oración es la expresión más pura y completa de la ex-
periencia religiosa, parece ser un hecho fuera de toda duda.
Religión sin oración es tan impensable como una relación
amorosa que excluyera toda manifestación de afecto entre los
amantes, todo afán de tiempo compartido.
Al reflexionar sobre la experiencia religiosa, tal como se
da y se ha dado en cualquier lugar y tiempo, constatamos de
inmediato que lo básico y fundante del hecho religioso se con-
creta, para el humano que lo vive, en la actitud de escucha
ante una Palabra dada, revelada. Sin revelación no hay reli-
gión, es decir, re-ligación del hombre con el Absoluto (con-
ciencia de pertenencia a un Ser Trascendente).
En efecto, Dios habla para darse a conocer, para compar-
tir su Ser divino con el ser humano, destinatario de su revela-
ción. Dios eleva, mediante su comunicación, la capacidad
receptiva del hombre que lo escucha, a fin de que éste pueda
responderle, dándose así origen al diálogo de la salvación.
La revelación, el hecho en sí de que Dios hable al hombre,
es lo más opuesto a un monólogo, ya que para que se dé efec-
tivamente Historia de Salvación se precisa la respuesta perso-
nal, libre, de la criatura que recibe la interpelación de su Dios.
¿Podemos pensar en un Dios hablador, comunicante, que
quedara indiferente ante la fría acogida por parte del humano.
20 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI LA ORACIÓN, INVENTO DIVINO 21

destinatario de su comunicación? Dicha imagen acabaría con II


el concepto mismo de Dios, tal como lo hemos recibido de la
tradición judeocristiana. El Dios de la Biblia, que es Don de Dios se da a conocer, pues, como Bondad Suprema, a fin de
Sí, se manifiesta, a lo largo y ancho de las Escrituras Sagra- que, dejándonos amar por Él, tengamos en nosotros la gracia
das, como el que se dice a sí mismo en todo cuanto hace. (la posibilidad y la fuerza) de amarlo cada vez más y mejor.
La Creación, la Vocación, el Éxodo..., nos acercan un Dios Parece ser que la verdad divina comunicada en la revelación
que en todo deja su impronta más personal, su huella más es imposible de entender al margen del Divino Amor. Lo más
profunda. alto y sublime (también lo más verdadero) que podemos
Nuestro Dios no es, pues, un solitario, aislado y satisfecho alcanzar del Misterio de Dios es que Dios es Amor. Santo
en su propia identidad eterna e inmutable. Es más bien Amor Tomás de Aquino acertó a expresarlo así:
que busca amantes. Entrega amorosa que rotura espacios de «Aunque esencialmente la vida contemplativa consiste en
comunión. Palabra que encierra semilla de Vida en quien la el entendimiento (es un acto de conocer), tiene su princi-
recibe como tierra bien dispuesta. La pasión comunicativa que pio, sin embargo, en la voluntad, en cuanto que el Amor
define al Yahvé de la revelación bíblica, y que alcanzará su cli- de Dios impulsa a la contemplación. El deleite que pro-
max de autodonación en el misterio de la Palabra hecha duce la visión de un objeto amado excita más su amor. Por
Carne, busca incesantemente caminos de intercambio con su eso dice san Gregorio que, cuando se ha visto a Quien se
criatura, a fin de que no se frustre su afán divino de entrega ama, se enciende más este amor. Y ésta es la perfección
amorosa. última de la vida contemplativa; no sólo la visión de la
Verdad divina, sino también de su Amor»
En esta línea, será el profeta Oseas quien, tal vez como en
ningún otro lugar de las Escrituras, nos muestre la ternura/for- (De Vita Contemplativa, 7).
taleza de un Dios/Esposo empeñado en recuperar el afecto de Según esto, conocer a Dios significa entrar en una rela-
su pueblo/esposa, alejada de Él por su infidelidad: ción amorosa con Él. Dios no sólo habla, sino que también
escucha, entablándose así el diálogo de amor en el hombre
«Por eso yo la voy a seducir: la llevaré al desierto y
que recibe con un corazón sediento la Palabra revelada. De
hablaré a su corazón...
donde se desprende que el acto mismo de la revelación, que
Y sucederá aquel día -oráculo de Yahvé- que ella me
para el creyente se concreta en la actitud de escucha atenta,
llamará "Marido mío"...
reverente, es, por iniciativa del Dios que revela -que Se reve-
Yo te desposaré conmigo para siempre; te desposaré la-, marco/raíz de toda posible oración/contemplación, en
conmigo en justicia y equidad, en amor y compasión; te cuanto que intercambio amoroso del Creador con su criatura.
desposaré conmigo en fidelidad, y tú conocerás a Yahvé».
Llegamos así a una de las conclusiones más hermosas, ca-
(Oseas 2,16.18.21-22) pital sin duda en la comprensión del misterio orante: que la
oración no es un invento del ser humano, ni ha podido nacer
«Con expresión atrevida -comenta el teólogo- dice el pro-
de ninguna mente creada, sino del designio divino de darse a
feta que Dios va a seducir a Israel, doblegando su rebeldía
conocer y de establecer una relación amorosa con cada uno de
con el poder de su afecto» (M. Díaz Mateos). Y es que Dios,
sus hijos e hijas. Y entonces, cuando respondemos al designio
cuando quiere vencer el mal de nuestra infidelidad, redobla la
divino con nuestra libre acogida, haciendo el sosiego y el
fuerza y la eficacia de su ternura inquebrantable.
vacío interior para que sólo Él nos llene con su Palabra, se rea-
92 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI LA ORACIÓN, INVENTO DIVINO 23

liza el prodigio de los prodigios, síntesis de todas las maravi- de introducirnos (hacernos entrar en comunión con) el Mis-
llas que puede saborear el alma humana, el milagro de la ora- terio de Dios.
ción: Dios y el hombre cara a cara, para decirse interminable- Tratar de la oración, a la manera como lo vamos a hacer a
mente que se aman y que no pueden ser ya el uno sin el otro. lo largo de todo este libro, supone aceptar de entrada que
No tengamos miedo en insistir: la oración, como ejercicio estamos moviéndonos en el terreno del Misterio de Dios (o, si
y actitud de acogida, por parte del ser creado, de un Dios que se prefiere, de Dios como Misterio). Dios, que, sin dejar de
se entrega, no ha brotado de ninguna necesidad humana (aun- estar más allá de todo lo cognoscible y demostrable, se hace
que responda a muchas de las más profundas), así como tam- en nosotros, por medio de su Espíritu, Presencia y Compañía,
poco es el resultado de ningún método, técnica o escuela de Comunicación e Intercambio.
capacitación orante, sino puro don del Espíritu Eterno, gracia La respuesta, que es lo que a nosotros corresponde, sólo
que actúa en el conjunto de mi existencia capacitándome para podemos darla en la justa medida en que reconocemos que es
entrar con mi misterio temporal en el Misterio del Absoluto y Él, únicamente Él, quien con su autodonación nos capacita
Trascendente. para abrirle de par en par las puertas de nuestro corazón.
Y ese Amor de iniciativa divina es también un Amor ini- «Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y
ciático, en el sentido que este término posee en todas las tra- me abre la puerta, entraré en él y cenaré con él, y él conmi-
diciones místicas: entrada y participación en un proceso en el go» (Ap 3,20). El misterio se hace patente en el hecho mismo
que tengo que dejarme conducir, superando etapas, atravesan- de que todo un Dios toque humildemente, respetuosamente, a
do noches y desiertos, desarrollando nuevas capacidades espi- la puerta de mi corazón, pidiéndome entrar en él para ser su
rituales y recibiendo nuevas luces que me hacen vivirme en huésped. Es el asombro de un Dios que tiene sed de su criatu-
todo momento y circunstancia como criatura muy amada, sal- ra, que no quiere ser Dios si no es siéndolo con su criatura y
vada ya por el Amor. para su criatura.
En suma, Dios me ama para que pueda conocerlo como Y cuando escuchamos su llamada y le abrimos el sagrario
Amor. Para que ya nunca busque con Él otra relación que la de nuestra recóndita intimidad (en la que, por otro lado, sólo
del amado con el Amante. Todo su Poder queda encerrado en Él puede penetrar sin hacer violencia ni estragos, porque es su
el Amor que me da. «La revelación de Dios en Jesucristo habitante número uno); cuando nos dejamos iluminar por la
-dice J. Martín Ve lasco- hace presente un Dios diferente. presencia de su Misterio, lo primero que percibe el orante
Dios se define no por el poder y el dominio, sino por la gene- concentrado en tal presencia es su ser mismo como misterio
rosidad, la donación, la entrega; o, mejor, puede ser llamado abocado al Abismo del divino Amor. La oración se define así
el Poderoso en un sentido enteramente nuevo: porque mani- como acogida del Misterio más grande de Dios en mi miste-
fiesta v hace posible (con la donación de su Amor gratuito) lo rio de criatura. Misterio de Luz que traspasa mi misterio de
que era imposible para el hombre centrado en la autoafirma- sombras.
ción como única forma de realización». Es así como el creyente, iluminado por el Misterio del
Amor más grande, va tomando conciencia cada vez más
III aguda y firme de que ninguna bondad de este mundo puede
saciar el hambre de infinito que mora en sus entrañas. Y es
Entre las grandes riquezas de que resulta portadora la oración, que Dios se nos comunica para que jamás podamos confor-
no es ciertamente de las menos valiosas ésta de tener el poder marnos con nada ni con nadie que no sea el mismo Dios, Dios
24 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI

en Persona. Así lo supo y nos lo hace saber la segura guía del


místico de Fontiveros: 2
«Por toda la hermosura El Dios a quien yo rezo
nunca yo me perderé,
sino por un no se qué
que se alcanza por ventura.
Que estando la voluntad
de Divinidad tocada,
no puede quedar pagada Dios mío, Dios mío, te rezo a ti,
sino con Divinidad». que estás siempre escondido;
y no sé bien a quién rezo, pero tengo la certeza
Sólo quien se ha dejado tocar por la Divinidad, quien ha de ser siempre escuchado.
dado cabida en su corazón a esta sed de infinito, comprende
el valor y el puesto principalísimos de la oración en el con-
texto de la vida cristiana. La máxima sensibilidad orante con- I
siste en hacer de la nostalgia de Dios la razón de nuestro cami-
nar en este mundo. Dios mío... Mío, porque mi fe me dice que me amas. No te
Y en dicha nostalgia radica también mi libertad y autenti- puedo manipular, no puedo tenerte a mi antojo, no me tratas
cidad de ser. Ello es así porque la relación con Dios que paten- con privilegio respecto a las demás criaturas; pero eres mío
tiza la oración no es una relación fundada en palabras o ideas, porque me amas. Mi fe me dice que me amas, ¡Y esto es lo
ni siquiera en la bondad de las propias acciones, sino en la más grande que me puede dar la fe! Yo me lo he creído, y tú
realidad profunda del propio ser. Es ahora Marcel Légaut me has hecho saber que tu Amor es siempre fiel.
quien nos ayuda a comprender que «Dios no oye en el plano Yo te rezo a ti: te alabo, te bendigo, te doy gracias, te su-
de lo que se dice ni en el plano de lo que se hace. Percibe y plico, te adoro... En tu presencia soy más yo mismo que en
recibe en el orden del ser. Todos los comportamientos -pala- ningún otro lugar. Te rezo porque soy pobre y necesito tu
bras y gestos- que expresan la plegaria no tienden a que Dios ayuda para todo. Te rezo porque eres Amor, ¡y necesito tanto
esté informado, sino a que, más bien, el hombre, gracias a amar y ser amado...!
ellos, camine hacia más ser, que es, propiamente, ponerse en Tú me enseñas a amar dándome tu Amor, comunicándo-
relación con Dios». me la abundancia de tu Ternura. Tú no cesas de amarme en la
No oro por lo que digo ni por lo que hago. Oro por lo que profundidad de mi vida y en las bondades de los seres que me
soy, en esa fidelidad a mí mismo que no admite componendas rodean y me sirven. Mi camino hacia ti está entretejido del
con ninguna mentira existencial. El orante sabe que su autén- amor de muchos seres que me recuerdan que Tú eres Bueno y
tica talla de hombre libre la adquiere en el proceso de la ora- la Bondad misma.
ción, recibiéndose a sí mismo como criatura que está saliendo El Dios al que yo rezo no es un Dios de muertos, sino de
en cada instante de las manos del Creador. vivos; por eso lo encuentro en mi propia vida y en la de mis
hermanos. El Dios al que yo rezo no es un Dios de ira y de
venganza, sino de Misericordia y de Paz; por eso lo encuentro
26 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI EL DIOS A QUIEN YO REZO 27

siempre en la reconciliación y el abrazo. El Dios a quien yo ¡Qué fuerte gritan tu Nombre


rezo es un Dios Amigo que me enseña a ser amigo, un Dios de amor sin tacha los seres...!
Humano que me hace más humano, un Dios Divino que me Voy a abrazarte y... ¡tan sólo
hace ser a mí también divino. El Dios al que yo rezo es el Dios abrazo huellas recientes!
del presente y del futuro, un Dios que tiende el puente por el Todo es cuerpo de tu Gracia;
que su Eternidad visita mi Tiempo. todo me promete verte;
Te rezo en la alegría del camino, y Tú me haces saber que y en todo más yo te busco,
hay otras alegrías aún mayores. Te rezo en las penas que me ¡y en todo más te me pierdes!
asedian, y veo cómo Tú me acompañas para poder llevarlas ¡Qué sed del todo insaciable
airosamente. Te rezo en la soledad de mi cuarto, en el bullicio que no te tenga por fuente!
de la calle. Te rezo en la quietud de la Meditación, en el estrés ¡Qué triste sudar sudores
de las ocupaciones diarias. Te rezo en la belleza contemplada de amores que son de muerte!
que conmueve las fibras más sensibles de mi ser. Te rezo en el ¿Qué tengo si no te tengo...?
sufrimiento humillante de tantas criaturas tuyas afeadas por la Mas ¿cómo puedo tenerte,
enorme injusticia. si en todo dejas tu huella
Te rezo, porque es como entrar en un silencio que todo lo para que te busque siempre?
aclara. Porque es como poner esperanza para elevar lo bajo y
mezquino de esta vida. Te rezo, sí, porque cuando rezo es Y yo siempre con el misino deseo: perderme del todo en
cuando menos solo me encuentro en la existencia. ¿No es la ti y no desear ya nada ni nunca fuera de ti, Dios Escondido.
oración encontrarle a la soledad su dimensión de abrazo más Escondido, no porque te hayas ido lejos, no porque seas inac-
universal, más íntimo y gozoso? cesible a nuestro deseo, sino porque te has metido tan dentro
de la realidad, que es preciso cavar hondo para encontrarte a
ti. Si vivo en la superficialidad, si no soy fiel a mí mismo,
II ¡tampoco alcanzaré a saber Quién eres Tú para mí y cuanto
me amas!
Pero Tú siempre estás escondido. A lo sumo, dejas ver unos
Ciertamente, Señor, no sé a quién rezo cuando rezo. Mi
chispazos de tu Presencia y desapareces de nuevo tras la den-
Dios no tiene nombre. Mi Dios no tiene rostro. Es el Dios de
sidad del Misterio. Nunca te puedo agarrar para que ya no te
los mil rostros y de los mil nombres que nunca hace definiti-
vayas y tenerte siempre conmigo... ¡y tenerme siempre conti-
vamente suyos. Te muestras en cada momento y a cada huma-
go! Siempre me sigues llamando desde más allá. Ese más allá
no como sólo Tú sabes que es preciso mostrarte. Y nunca repi-
que es el modo y el lugar del abandono en ti. Ese más allá que
tes un rostro. Y jamás das el mismo nombre. Eres la suma
es tu estilo de llamarnos para que nunca dejemos de buscarte,
riqueza del Ser en la perfecta unidad. Eres el Don total inago-
de desearte a ti, que eres el Todo de todo más allá.
table en su largueza. Te das por entero a todos, y cada uno te
¿Qué tengo si no te tengo...? recibe a su manera y metí ida. Por eso nunca sé a quién rezo
Mas ¿cómo puedo tenerte, cuando rezo. Nunca conozco de antemano el nuevo nombre y
si todo me habla de ti el rostro imprevisible que me vas a revelar. Si me dirijo a ti
y en todo Tú te me pierdes...? llamándote Padre/Madre, ese día te necesito como Esposo/
28 UN DfOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI

Esposa, Si te digo: «Tú eres mi Sabiduría», me corriges al 3


punto diciéndome: «No, Yo soy tu Humildad». Si voy a ti bus-
cando Descanso, no te encuentro hasta que no me he puesto
a servir.
En el Espíritu Santo

III
Pero siempre, siempre, tengo la certeza de ser escuchado. Más La oración es siempre en el Espíritu Santo.
que escuchado: comprendido, acogido, transformado... Y no Sin el don del Espíritu
es que sepa que me escuchas porque me das siempre lo que te no hay noticia amorosa de Dios
pido, ¡qué va! Me escuchas porque siembras dentro, muy den- ni gozo de la perfecta unión.
tro de la carne de mi súplica, el Espíritu de tu Amor como res-
puesta. El Don del Espíritu por el que todo lo llevas a pleni-
tud. Y es así como siempre me das más de lo que me atrevo a I
pedirte.
«Nadie puede decir "Jesús es Señor", si no es en el Espíritu
Siempre me escuchas. Siempre me respondes (y, a veces, Santo».
también me preguntas). Aunque sea con el silencio. También Dador de todo bien, el bien por excelencia que nos da es
con el silencio te llego yo a decir las mejores cosas, las que el de identificarnos con Cristo Jesús.
más al desnudo me colocan ante ei sol de tu Verdad. ¿Qué
En el Espíritu podemos decir, sin autoengaño: Jesús y yo
sería de mi fe en ti sin el Silencio? Sin el silencio no habría
somos una misma cosa. Como Jesús se identifica con el Padre
llegado a saber que Tú me amas. ¡Ah sí...!, toda respuesta de
en el Espíritu, así el creyente con Jesús, en el Espíritu.
amor excede a las palabras, no las necesita, las desborda. Por
Si el Espíritu no toca mi corazón con su llama de amor-
eso Tú te dices tan bien, tan elocuentemente, por medio del
Silencio: porque te dices entregándote de puro Amor. viva, mi corazón carece de alas para el vuelo del amor divino.
Siempre me escuchas. Eres el Espejo en que me veo refle- Y sin amor no hay identificación. Es el amor el que
jado tal como soy y me reconozco criatura de tu inefable hace iguales a aquellos que no lo eran antes del mutuo
Bondad. Eres lo que más soy yo y menos alcanzo a saber de conocimiento.
mí lejos de ti. Eres, Dios mío, Dios de mis entrañas ham- Es el Espíritu el que nos permite conocer a Dios en un Tú
brientas, el Bocado sabroso que me hace gustar, ya en la tie- a tú de amor, sin intermediarios.
rra, que contigo nada me falta, pero sin ti todo me sobra. Eres Es el Espíritu el que nos hace saber que la Fe es la puerta
mi yo perdido entre los ruidos y convencionalismos de esta abierta para los desposorios. ¡Y qué triste una Fe que se enre-
vida, y encontrado para la Eternidad en la paz de tu regazo. da en ritos, preceptos y definiciones, olvidando su meta de
Dios mío, Dios mío, te rezo a ti, Profundidad Insondable amorosa fusión...!
de mi ser; y no sé bien a quién rezo, pero tengo la certeza de La oración es imposible sin el Espíritu Santo, porque el
que Tú siempre me buscas. Amén. lenguaje de la oración es el de los enamorados, que apenas si
aciertan a balbucir un «¡Tú!» en el que se encierra todo su
horizonte.
30 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI EN EL ESPÍRITU SANTO 31

El Espíritu que sondea por igual las profundidades de En la oración conozco que, cuando Dios quiso manifes-
Dios y las profundidades del hombre es el único que puede tarnos su gloria mayor -la gloria de su Amor sin Límites-,
unir con su Amor ambos extremos. tomó la forma de esclavo y se hizo hermano, servidor de
«Un abismo grita a otro abismo con voz de cascadas: tus todos. Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.
torrentes y tus olas me han arrollado». Así, mi misterio huma- Y me inculca: a nadie llaméis padre, ni maestro, ni se-
no se hace grito ante el Misterio Divino. Así, la noticia de tu ñor..., porque todos vosotros sois hermanos.
Ser Absoluto se abre paso por mi carne herida de asombro. La noticia amorosa de Dios que el Espíritu graba en mi
En el Espíritu sé que Tú eres mi Padre. Sabiduría de con- corazón es ésta: ¡Dios es tu Hermano!
suelo y abandono. No debe haber nada más grande para conocer a Dios que
Padre que no sabe serlo sin verse proyectado en su Hijo. la experiencia de fraternidad. Dios se hace Hermano para que
Padre que no permite que se vea frustrado su Amor, cuyo des- lo conozcamos en el amor a cada hermano.
tino es la plenitud de vida para su hijo. Y orar, que es conocer a Dios en el Espíritu, se hace para
¡El Espíritu me hace hijo en el Hijo! cada uno gozo de la fraternidad, derribado todo muro de ene-
Y, como el Hijo, en el Espíritu puedo decir: «Por eso se mistad y todo trono de poder.
alegra mi corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descan- En el Espíritu; porque sólo en el Espíritu del Dios
sa serena. Porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a Hermano se puede llegar a amar la fraternidad más que los
tu fiel conocer la corrupción». éxitos personales y más aún que la propia vida.
Mi carne reposa serena en la seguridad de su Amor Orar para conocer al Dios Fraterno. Orar para ser herma-
Eterno. ¡El Amor eterno de Dios se ha amasado con mi carne no. Orar para que el Espíritu del Dios Hermano modele nues-
histórica! Mi tiempo de hombre está transido de una luz de tro corazón en sencillez y transparencia.
eternidad que me habita y dinamiza más allá de toda medida. No hay alabanza que llegue tanto al cielo como la amoro-
Soy yo mismo y ¡más que yo mismo! sa unión de los hermanos.
Y cuando doy mi amor, ¡doy mucho más que el afecto de Y el gozo de la perfecta unión. La unión mística. Unión
que es capaz mi corazón! que hace de mi entero ser -en el Espíritu- miembro de tu
Y cuando espero Vida o Felicidad, ¡es siempre tu Amor lo Único Ser. Su Vida es ya mi vida. Mi felicidad es ya su
que espero! ¡Y es siempre tu Amor -Amor del Padre único- Felicidad en todas las cosas.
el que traza ante mis pasos la Felicidad que no admite ser Y serán los dos una sola carne, se dice del amor del varón
comparada. y de la hembra. Y serán los dos en un mismo Espíritu, debe
decirse del Amor de Dios con el hombre.
Unido a Aquel a quien todos los seres están unidos.
II Amando al que es el Amor de todas las cosas.
Venciendo toda soledad negativa en ese abrazo de inmen-
En el Espíritu sé también que eres mi Hermano. El Dios cre- sidad con el Solo.
ador de la Fraternidad universal, al hacerse Él mismo ¡Qué enorme es el misterio de la oración, misterio de
Hermano de todos los hombres. desposorios!
Pero es en la oración donde el Espíritu forja mi corazón Renunciar a este misterio es decirle «no» al Espíritu
fraterno. Santo.
32 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI EN EL ESPÍRITU SANTO 33

La noticia amorosa de un Dios Padre/Madre y de un Dios El Espíritu que me ora es Espíritu de Comunicación total.
Hermano/a se completa, en los designios divinos, con la de un Gracias a su Palabra, que se dice dentro de mí,
Dios Esposo/a. Un Dios que desata con su Ternura acercada yo conecto con las raíces de todo lo vivo
nuestra más hambrienta sensibilidad. Un Dios de fresca boca y puedo admirar en mi propio yo la obra de un Artista
y de ardientes brazos. Un Dios de dulces requiebros y de los que ha dejado la impronta de su Personalidad
más expresivos silencios. grabada en cada rasgo de su criatura.
Dios que quiere fundir los latidos de su Corazón Divino ¡El Espíritu que ora en mí
con los de mi corazón de carne. Su pulso de eternidad con mi me hace saber que yo soy una obra admirable!
vacilante caminar en el tiempo.
El Dios Esposo/a, el Espíritu que en los orígenes del Todo cuanto el Espíritu obra en mí
mundo se cernía sobre los abismos de la nada, engendrando el tiene la forma de la obediencia de Cristo.
momento preciso de su Abrazo con cada criatura. Abrazo para Es, pues, un Espíritu que me cerciora de que,
el que fuimos creados y por el que gemimos y lloramos en al decir «hágase su Voluntad»,
todas nuestras noches y soledades. entro con toda mi realidad humana
Haré una Alianza Nueva. Alianza no basada en la Ley, en el gozo del beneplácito divino.
sino en los Desposorios. Mi único mandato será el de aceptar El Espíritu me enseña a decir Abba
mi Amor (aceptarme como Amante) y permitir que mi Amor como quien bebe hasta la saciedad
os enseñe a amar. «Y nadie tendrá que adoctrinar a su her- en la fuente del consuelo divino.
mano diciendo: "conoce al Señor", pues todos me conocerán ¡Todo cuanto el Espíritu despierta en mí
en su propio corazón». tiene sabor de Resurrección anticipada!
La oración es siempre en el Espíritu Santo. En el Espíritu
Santo la noticia amorosa y la perfecta unión. En el Espíritu El Espíritu que me sondea con su Aliento
Santo el gozo y la fecundidad de una vida que no ha puesto es Espíritu de omnímoda Libertad.
trabas al deseo que Dios tiene de ella, siente por ella. Me libera de miedos y ansiedades.
Su Libertad es la del Amor
que no calcula riesgos ni ventajas a la hora de entregarse.
III ¡El Espíritu que me trabaja con su Aliento
es Espíritu que llama a los muertos a Nueva Vida!
Cuando el Espíritu ora en mí,
mi oración sale empapada de las entrañas de la vida. La Palabra que me da el Espíritu
Mi ser queda expuesto ante Dios quema en mis entrañas y en mi garganta
como corola al beso de la luz que la abre. siempre que tengo que gritarla.
Y en el lenguaje del más puro silencio, Pronunciarla es permitirle a Dios
me digo a mí mismo, que se diga a través de mí;
cual misterio donde el Dios vivo escribe su Presencia. callarla sería traicionar el sentido radical de mi existencia.
¡Cuando el Espíritu ora en mí, Es una sola Palabra que contiene en sí
mi oración nace desde más allá de mí mismo! todas las palabras necesarias.
34 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI

Es una forma de saber que sobrepasa todo conocimiento.


¡La Palabra que me siembra el Espíritu
4
reduce a ceniza toda palabra aprendida!
El espejo de la oración
Ora, pues, en mí, Espíritu de los gemidos inefables;
ora, pues, en mí, a fin de que mi vida entera sea oración:
que mis sentimientos todos te sientan a ti;
mis palabras todas te nombren a ti;
todas mis acciones sean tu acción realizada por mí,
explicación única y convincente de mi vida. La oración es el acto central de la fe.
Tú, poniéndome siempre bajo el Padre. Porque, si nuestro Dios es un Dios Personal,
Tú, identificándome más y más con el Hijo. la fe no puede consistir en otra cosa que en una relación.
Y si nuestro Dios es un Dios/Amor,
Tú, vigor y ternura de mi ser total de hombre.
la relación de fe no puede ser otra
Intuición y Sabiduría de cuanto me descansa.
que la de la mutua entrega.
Abrazo único que plenifíca todos mis abrazos. Amén.
La oración es, pues,
una comunicación de amor mediada por la fe.

I
En cuanto que comunicación, y comunicación profunda (que
es la única que merece el nombre de relación interpersonal),
la oración es un medio privilegiado para conocerse a sí
mismo.
En el afán de llegar a decirme, de hacerme conocer por el
otro de ia comunicación, de compartir con él lo que tengo de
más mío, es como me voy aclarando hasta saber quién soy yo
y cómo estoy en este preciso instante. Esta regla de oro de
toda comunicación auténtica es totalmente válida para la
comunicación orante.
En el silencio de la oración (pues toda oración se autenti-
fica por su carga de silencio), el Otro es el Espejo de mi más
viva realidad.
Y así, cuando oro, tengo que despojarme de toda careta,
de toda carga de autoiniagen, de todo afán de aparentar ser
algo que no soy, y llegar desnudo (sin desnudez no hay rela-
ción de amor] a la Presencia de Quien me recibe también en
36 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI EL ESPEJO DE LA ORACIÓN 37

la desnudez de su Misterio. «(...) desnudo y sin ninguna con- En estos momentos de abandono total, la pobreza perso-
temporización -dice Paul Evdokimov-. La visión de sí mismo nal es patente. Pobreza que es a la vez capacidad de todo bien.
puede llegar a ser terrible: en ese momento es cuando hay Pobreza que es el vacío de mi ser abierto a su Ser. Pobreza que
que contemplar a Cristo», entrar en relación de amor con Él. es la conciencia latente de que es Él quien me enseña a ser en
Ser yo mismo es la primera gracia y la primera exigencia fidelidad a mí mismo y en respuesta a mi misión. Pobreza que
de la oración. es alegría de no poder ser por mí mismo y de necesitarlo a Él
Es gracia de la oración, porque en ella la fe en el Creador para ser en todo.
me hace aceptarme criatura saliendo cada instante de sus ma-
nos. Es gracia porque, al reconocer su voluntad de Bien para II
conmigo, descubro, a veces muy poco a poco, todo lo que
todavía me estorba para encontrar en Él toda mi felicidad y mi Y comienza una vida nueva. Vida en el amor. Todo es relación
libertad mejor. Es gracia porque son sus manos las que van de amor para el orante. Relación de amor consigo, con los
poniendo mi ser a punto con su destino de vida en plenitud. demás, con la entera creación. Ama despierto y ama dormido.
Ama deseando amar más y mejor. Ama contagiando amor en
No puedo ser yo mismo si en realidad no sé quién soy: la
cuanto dice y hace (aunque no haga nada). Y en el fondo de
oración me lo va diciendo. Mi ser original y mi misión tem-
toda relación, como la raíz que la sustenta y vitaliza, el amor
poral (así como mi destino eterno) es algo que recibo en el día
de Dios, el Amor que es Dios.
a día de la relación de fe con el Creador. «Dios espera de
nuestra fe un acto viril -dice el mismo Evdokimov-: la plena El que ha vivido desde su pobreza, asumida y entregada,
y consciente aceptación de nuestro destino; y nos pide que lo una comunicación profunda con el Creador, no puede ya man-
aceptemos libremente. Es tal vez el acto más difícil: aceptar- tener con las cosas creadas relación alguna que no sea tam-
se tal como uno es en los pliegues más secretos de nuestras bién de profundidad en el amor. Ellas me aman de parte del
almas. El que se ve tal cual es, es mayor que el que resucita Creador. Yo las amo saboreando y agradeciendo el néctar de
a los muertos». sus bondades. Yo las amo porque Él las ama y me mueve a
encontrarlo a Él en ellas. ¡Él, que se dice amando, y amando
Y para que no me conforme con menos (con menos de lo se calla, se hace silencio en el corazón de todos los seres y
que ya soy en su voluntad de amor para conmigo), la oración acontecimientos!
es también exigencia de fidelidad. Relación de amor es relación de admiración y alabanza.
Me exige amarme a mí mismo hasta llegar a descubrir lo Y cuanto mayor es el asombro de lo admirado, más grande es
muy importante que soy ante sus ojos. Para que nunca olvide el silencio de la alabanza. Cuando el asombro nos sobrecoge,
que Él quiere mantener conmigo relaciones de total intimidad, el corazón enmudece al punto, quedando suspendido. No te-
de gozosa unión esponsorial. En esa cámara secreta de la ner nada que decir, nada que hacer, nada que pedir o desear,
comunicación orante (mi Amado es para mí, y yo soy para mi porque Él es el fondo último, el todo revelado en las bonda-
amado), voy amándome en Él y voy amándolo en mí. Y ya no des contempladas.
puedo separar el amarlo y el amarme. Amándolo, me amo. ¡Oh, milagro de la oración: amar es volar junto con las
Amándolo, me olvido de mí en Él, porque ya no soy ni puedo criaturas amadas al encuentro con el Creador! Mejor aún:
ser sin Él, fuera de Él. Él es mi yo real, sin el cual yo sería amar es secundar el acto primero de Amor que Él está reali-
nada. zando en cada criatura. Cuando la oración me ha desnudado
38 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI EL ESPEJO DE LA ORACIÓN 39

de afanes posesivos y/o dominadores; cuando orar es ponerse III


ante el Sol de Amor para que me temple con sus rayos pode-
rosos; cuando ya sólo deseo agradecer y compartir el amor Y todo ello sin olvidar que esta comunicación está mediada,
que de Él recibo..., ¡oh, entonces ya no se puede mantener con para el hombre viandante, por la fe.
las criaturas relaciones de dependencia, ya no se puede ins- La fe, que consiste, ante todo, en permitirle a Dios que me
trumentalizar al otro, ya no es posible abrazar todas las cosas ame, en dejarle las manos libres para que haga su obra en mí.
si no se hace desde la castidad de un corazón crucificado! La fe, que me dice, como dogma central y principal, que Dios
Porque éste es el amor de la relación orante: amor de cas- me ha creado para entregarme (y pedirme) todo su amor. Y me
tidad, amor de crucifixión. El amor, que es el mayor gozo lo va mostrando poco a poco, en la medida en que voy com-
posible para el corazón humano, es también, y por ello prendiendo que ese Amor se me comunica principalmente en
mismo, el absoluto de todos los sentimientos. No permite que las cosas pequeñas.
ningún otro atributo de la sensibilidad humana lo sustituya ni ¡Qué importantes son las cosas pequeñas para la vida de
lo enturbie. Hay que amar por el amor mismo y no por ningún un creyente! Éste es otro dogma de nuestra fe: no hay nada
otro motivo. realmente insignificante ni nada absolutamente pernicioso
Quiero decir, como experiencia íntima jamás desentraña- para quien cree en el Amor de Dios.
da, jamás suficientemente conocida, que el amor que se culti- Veamos. Se trata de leer la propia historia en clave de fe.
va y potencia en la actitud orante es un amor humilde y apa- Porque la fe es un don que Dios nos hace para que podamos
sionado. Tan apasionado como humilde, tan humilde como entender algo del misterio de nuestra existencia.
apasionado. Ambos a una, sin posible anulación de ambas
polaridades. La fe es un don que, por venir de Dios, no podemos mane-
Tan humilde que siempre sabremos no ser merecimiento jar a nuestro antojo. Pero sin duda que la fe, como don de
propio. Tan humilde que huye de toda ostentación y se mar- Dios, es una luz que no le falta a nadie -mujer u hombre- que
chita si se exhibe. Tan humilde que sólo tiene al silencio como viene a este mundo. La fe ilumina toda vida desde dentro.
escudo protector. Enciende los sentidos interiores y, desde el ojo del corazón,
nos enseña a mirarlo todo, especialmente lo pequeño y ordi-
Pero apasionado. Ardiente (todos los ríos no lo pueden
nario, con la atención escrupulosa del científico en sus inves-
apagar). Insaciable (bésame con besos mil de tu boca).
tigaciones. La fe hace de cada uno de los creyentes un exper-
Incapaz de renunciar a sus metas de comunión con todas las
to en la vida cotidiana. Alguien que sabe ver lo sobrenatural
bondades. Deseoso, ante todo, de que el Amor sea amado y de
entretejido y amasado (como perdido) en lo natural.
desaparecer sin dejar rastro en el acto mismo de amar. Tan
apasionado como humilde. ¡Qué pena que el adjetivo ordinario/a haya venido a sig-
Quien no se ha sentido abrasado por esta pasión de amor nificar lo trivial, lo rutinario! ¡Pero si no es así! Lo ordinario
nada sabe todavía de una oración que es relación de mutua es lo común. Lo ordinario es lo sencillo. Y en lo común y en
entrega, sin retorno posible. lo sencillo se encierra la fuerza de todo cuanto tiene futuro en
el universo: la célula, el embrión, el átomo, la semilla, el cos-
mos en su origen y en su meta... Aunque también lo ordinario
es aquello sin relieve que tenemos que hacer cada día (o pade-
cer cada día). Aquello que. repetido hasta la saciedad, ha deja-
40 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI EL ESPEJO DE LA ORACIÓN 41

do de tener interés en su realización y misterio para nuestra La fe, mediadora del amor orante, nos recuerda sin cesar:
percepción. si te sientes salvado por Dios en el corazón de la realidad que
Pues bien, ahí, en lo pequeño, en lo sin relieve, en lo fas- te envuelve, en el discurrir del acontecer diario, Dios no será
tidioso del deber de cada día, en lo desapercibido para los para ti un ente abstracto ni lejano, sino que podrás encontrar-
demás y en lo oscuro para mí mismo, ahí, precisamente ahí, lo cada vez que entres en ti. Dentro de ti está el sentido y la
lee el creyente el paso liberador de Dios por su vida. El cre- paz de todo cuanto te ocurre. Entrando en ti, sin evasiones, sin
yente se siente ya salvado en lo ordinario y no anhela lo extra- autoengaños, podrás saber que Dios te habita y te invita a un
ordinario para vivir la salvación de Dios. Lo ordinario vivido silencio enamorado. El silencio que todo lo contiene.
desde la fe lleva ya consigo la salvación.
En la oración, la mirada de fe se hace más perspicaz para
ver al Dios que acompaña en lo escondido. Pondría miles de
ejemplos, pero bástennos por ahora estos dos:
El descanso que repara las fuerzas tras el trabajo es amor
de Dios, y como tal puedo saborearlo. No es sólo una necesi-
dad biológica, sino a la vez una ocasión para experimentar
desde la fe que todas mis debilidades (¿y no lo es la necesidad
de descansar?) tienen en El amplia acogida. El descanso es la
oración de mi debilidad asumida con entero gozo, el gozo de
reposar como un niño en brazos de la madre.
¿Y qué decir del problema que irrumpe y me impide
seguir en mi tarea tan dulcemente querida? Esa enfermedad
que cae como un rayo. Ese cambio de destino que trastorna
todos los planes. Se me impide hacer lo que me gusta y me
veo obligado a hacer lo que no me gusta. Pero la oración te
susurra al oído del corazón: «No es cuestión de gustos, sino
de amor. Haz con amor aquello que te toca hacer, y terminará
gustándote». «En el momento de la pesada soledad -nos sigue
acompañando el teólogo ruso Evdokimov-, de la impotencia
radical de lo humano natural, la humilde aceptación de sí
mismo inclina al hombre a poner todo su ser al pie de la
Cruz».
Si no me siento amado de Dios en estas limitaciones de la
vida ordinaria, no entenderé aquello de que en la debilidad se
manifiesta su fuerza. Mis impotencias e inutilidades me con-
ducen a ser (a aceptar que lo soy) pequeño y desvalido, humil-
de y confiado. El Amor de Dios es más eficaz cuanto más le
entrego mi ineficacia.
EL MILAGRO DE LA ORACIÓN 43

5 Lo que la oración ilumina, en primer lugar, es la concien-


cia del yo. Y en ella, la necesidad de Dios. Antropológica-
El milagro de la oración mente, la oración es sensibilidad ante el misterio y pobreza
personal asumida. Esto es todo en oración: yo soy hambre de
salvación, hambre de infinito; y tú el único Pan de vida, la
única Fuente de Aguas Vivas que puede saciar mis más vi-
vos anhelos. Yo quiero tener hambre para que Tú puedas ali-
mentarme.
El Dios a Quien yo rezo En consecuencia, orar es hacer poco a poco más grande el
es a la vez el Dios en Quien yo creo. hambre que me devora, la sed que me abrasa, porque es cono-
Es el Dios que me hace a su imagen y semejanza. certe a ti, que despiertas y satisfaces a tu manera y medida
todas mis apetencias de bien.
Nadie que se haya conocido a sí mismo en la oración se
I verá víctima de los espejismos del falso yo, del yo superficial.
En la oración larga y perseverante, en el silencio enamorado
En la oración, poco a poco, voy conociendo más y mejor a que la propicia, el humano aprende que su yo verdadero no se
Dios. Voy sabiendo qué digo cuando digo «creo». afirma en los afanes del poder, de las riquezas, del prestigio...,
¡Qué difícil creer cuando no se ora! Una fe sin oración es sino en la veracidad de un amor que le hace libre, disponible
como un campo invadido por piedras y malezas, donde no para el servicio desinteresado.
puede fructificar la semilla del Espíritu. Una fe sin oración es El «yo» que va tomando cuerpo en la oración es un yo avi-
una ideología en pugna con otras ideologías, una lucha por el sado de los graves peligros de todo convencionalismo, modas,
poder enfrentado a otros poderes de este mundo. Una fe sin rutinas existenciales; es también un yo fortalecido frente a los
oración es un refugio erigido por el miedo y la angustia fren- envites de todo miedo, angustia, ansiedad.
te a los fuertes vientos de una existencia auténtica. En la oración me reconozco a mí mismo como hechura de
Creer y no rezar es tan contradictorio - o más- como amar un Amor que sólo amando se realiza. Por eso, el que ora hace
a alguien y no desear estar a su lado, gozar de su compañía. suya la sabiduría del místico: «...ya no guardo ganado, I ni
La fe exige la oración. La oración acrisola la fe. tengo ya otro oficio, I que ya sólo en amar es nú ejercicio».
En el Espíritu del Señor Jesús, quien no ora no vive. Sólo si amo, soy «yo». Sólo cuando amo, vivo. Sólo en el
Porque orar es conocer a Dios y, en El, a sí mismo. «Esta es amor me autentifico, porque soy a imagen y semejanza de un
la vida eterna: que te conozca a ti, único Dios verdadero, y a Dios que es Amor y que sólo obra por amor. ¡Qué alegría ésta
tu enviado Jesús, el Cristo» (Jn 17,3). Orar es dejarse ilumi- de no poderse reconocer uno a sí mismo fuera del amor!
nar por un conocimiento que es amor. No un conocimiento En la oración, en el aquí y ahora de su Universal Presen-
que satisfaga niveles intelectuales, sino niveles cordiales, cia, voy saboreando interiormente que Él me ama y no puede
niveles profundos que afectan al sentido de ¡a vida. Un oran- dejar de amarme, pase lo que pase, haga lo que yo haga, ya
te se distingue, antes o después, del que no lo es. Se distingue, que me ama al margen de mis méritos o deméritos. Y voy
no porque hace cosas distintas, sino porque las hace de dis- sabiendo, paralelamente, que sólo soy yo cuando respondo a
tinta manera. su Amor con mi amor.
44 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI EL MILAGRO DE LA ORACIÓN 45

II III
Por eso estoy convencido de que la oración Criatura a su imagen y semejanza, ésta se hace más luminosa
no es algo que yo hago, ¡es algo que yo soy! en mí en la medida en que me pongo en total quietud ante Él,
Si no vivo la oración, en gozosa obediencia.
¡jamás conectaré con el Dios de la Vida,
el Dios que es Abrazo y Comunicación! Pero la imagen y semejanza divinas que cada uno porta-
mos, resplandeció de modo preeminente en Jesús de Nazaret,
Sí; la oración es algo que yo vivo, el Amado, el Predilecto del Padre. Por eso, orar es mirarlo a
como se vive un paseo por el campo, Él, al Hijo, hasta dejarnos transformar en su Perfecta Humani-
una conversación entre amigos, dad. El que ora mirando a Jesús sabe, más bien pronto que
una respiración sosegada y profunda; tarde, que Dios lo ama y lo necesita. El que ora mirando a
como se vive el gozo de un amor que plenifica; Jesús sabe que lo único que tiene que hacer es dejarse amar.
como se vive el vacío que todo lo contiene... El que ora mirando a Jesús no se desprecia a sí mismo, aun-
que se vea afeado por sus muchos pecados, aunque se vea aco-
Vivir la oración es vivirse uno a sí mismo rralado por altísimas limitaciones personales. Su Amor es
como amado del Padre; siempre lo más fuerte que hay en mí. Su Amor me hace no
como saliendo en cada momento temer ni siquiera mis propias contradicciones.
de las manos del Creador.
¡Es aprender a mirar el futuro con esperanza, Si algún milagro hay que pedirle a la oración, es éste: no
y el presente con acción de gracias! poder encontrar explicación a la propia vida fuera de Jesús.
No saber ya nada de ti mismo si Él no te lo va diciendo paso
La oración es algo que yo vivo a paso. Es el milagro de saberse hijo en el Hijo y gustar en la
cuando sé estar a gusto conmigo mismo, propia carne el Amor incondicional del Padre. El fruto más
cuando escucho las voces inspiradas del silencio, maduro del Espíritu es amarse uno a sí mismo como miembro
cuando mi pobreza sentida no me abruma, vivo de Cristo, como miembro doliente del Crucificado, que
¡y el universo entero diría Georges Bernanos.
cabe dentro de mi enamorado corazón! El milagro de la oración consiste, pues, en que cuanto más
¡Qué grande eres, Dios mío, que me invitas a orar así, soy yo mismo, más me voy pareciendo a Jesucristo. Que no
que me invitas a encontrarte a ti tengo que renunciar a ser yo para ser Él. Y que es imposible
en el acto único de ser fiel a mí mismo! parecerse a Jesucristo, crecer según el modelo de Humanidad
¿Qué sabrá de sí el humano que no haya escuchado que en Él se nos ofrece, cuando quiero parecerme a otro, imi-
su nombre pronunciado por el silencio? tar en algo el modo de ser o de hacer de otro.
La oración es escuela de autenticidad, desafío para el cul-
Vivir la oración -orar la vida- no es nada distinto tivo permanente de la propia originalidad. Cuanto más me pa-
de ese poner el corazón a la escucha de una Palabra rezco a mí mismo, más me parezco a Jesucristo, más me iden-
que me dice cada día -soplo del Espíritu- tifico con Él, más me transformo en Él. El orante en Cristo es
quién soy yo y qué esperan mis hermanos hoy de mí. un peligroso trastornador de los planes de masificación y
46 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI

despersonalización maquinados por los poderes fácticos de


todo tipo. 6
Se comprende, pues, que un cristiano sin oración no está
en condiciones de dar razón de su fe. Pues sólo la oración ha- El misterio de la oración
ce de la fe sabiduría; de la religión, abrazo; del conocimiento
de Dios, defensa de la vida.
Voy a poner punto final a esta reflexión parafraseando un
dicho famoso: «Ora y haz lo que quieras»; porque si tu ora-
ción es sincera, el Espíritu te irá haciendo ser cada vez más
otro Cristo, y tu entera existencia se revelará a los ojos de los El misterio de la oración
hombres como fuerza de su Amor, como Verdad que destierra -una oración que es vida del alma enamorada-
tinieblas de escepticismo, de aburrimiento, de desesperanza. consiste en que, siendo siempre igual,
El conocimiento amoroso de Dios es la raíz de una exis- resulta, sin embargo, siempre distinta.
tencia fecunda.

I
Hablamos del misterio de la oración. Misterio a la fuerza.
Tratándose de una realidad de fe, tratándose del trato con
Dios, misterio a la fuerza.
Imposible encerrar la oración en una fórmula de valor uni-
versal. Imposible codificarla en un método de eficacia garan-
tizada. La oración siempre será otra cosa, distinta de la defi-
nición que la conceptúa y del método o escuela que la ofrece.
La oración participa, por su misma naturaleza, de la luz de
Dios, que significa para nosotros entrar en la nube del no
saber. Dios es la luz cegadora, porque es más viva y refulgen-
te que toda nuestra capacidad de recibir iluminación. Dios es
la luz que, al cerrar los ojos de fuera (sentidos, razón), nos
enciende los del corazón, dejándonos absortos en medio de
una claridad envolvente y penetrante.
La fe es, por tanto, la ceguera de quien, dejándose llevar
por Otro, encuentra fácil y amable la oscuridad. «Sin otra luz
ni guía, sino la que en el corazón ardía», reza la experiencia
del místico.
Entrar en oración supone no tener miedo a la oscuridad, es
decir, al misterio. Porque a lo desconocido todos tenemos
nuestro algo de temor. Y el misterio se nos presenta como un
48 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI EL MISTERIO DE LA ORACIÓN 49

ámbito que no podemos dominar a nuestro placer, con nuestra tud sentida y nunca poseída del todo. El que ama siempre
personal programación o perspicacia. desea amar más y mejor. El que ama no es feliz hasta lograr
Está claro que entrar en oración supone renunciar uno a la fusión, la unidad del ser con el amado. Es la densa oscuri-
ser el piloto de la propia vida. Supone ir más allá de toda auto- dad del abrazo, que da paso en sus entrañas al gozo de la per-
valoración, de todo autoconocimiento, de todo autocontrol. fecta unión.
«Éntreme donde no supe, i y quédeme no sabiendo, I toda
ciencia trascendiendo». Es decir, entrar en oración es apren- «Oh noche que guiaste,
der a convivir con el misterio, como el suelo de nuestro habi- oh noche amable más que la alborada,
tual pisar y el aire de nuestro necesario respirar. oh noche que juntaste
Amado con amada,
La oración es un proceso; un, más o menos largo, itinera-
amada en el Amado trasformada».
rio, del que tú nunca tienes las claves últimas, ni siquiera el
mapa detallado de su andadura. Sólo se te ilumina el paso pre-
Cuando la fe (que es noche) no se acompaña y se dice por
sente, sin que puedas preparar por anticipado los momentos
la oración (que es amor), el creyente pierde el rumbo hacia las
sucesivos del trayecto. Sabes, sí, adonde vas. Sabes, en cada
metas (esperanza) de saber, por iluminación, de quién se ha
paso, de la paz que ensancha tu corazón, fruto de ese haberte
fiado y quién le acompaña con presencia incitadora, ofrecién-
fiado. Pero nunca sabrás por adelantado de las mieles y hieles
dole su apoyo al caminar. El alma enamorada camina de ba-
que te aguardan, del paso por noches y desiertos que normal-
luarte en baluarte, hasta ver a Dios en Sión, es decir, hasta
mente atraviesa todo proceso de vida interior.
unirse a su Dios en el monte de la promesa realizada. Porque
No temas. Basta con que te sientas llamado a entrar por
el Dios que promete es también el Dios que se promete a sí
este camino. Basta con que creas que nunca estarás solo en los
mismo como objeto cumplido de su firme alianza.
momentos más oscuros. Basta con que el deseo de Dios (lám-
para ardiente en tu corazón) permanezca vivo en ti. La oración, vida del alma enamorada, es ya en todas sus
Y entonces, inmerso en el misterio de la oración, Dios te manifestaciones anhelo del Esposo que la hirió con un gesto
va trabajando, purificando, poniéndote a punto para que seas de ternura, a fin de que nunca deje de ser Él la meta de todos
capaz de vivir de su Amor, de vivir para el amor, hasta po- sus afanes. «Por toda la hermosura I nunca yo me perderé, I
der decir con toda propiedad: «que ya sólo en amar es mi sino por un no sé qué I que se alcanza por ventura». La voz
ejercicio». lírica del poeta místico patentiza la verdad más sublime de
nuestra fe: Dios nos abre sus brazos de Amante en la profun-
II didad no desdeñada de nuestro mundo y de nuestras vidas.
Esa profundidad a la que sólo alcanzan las luces de un amor
Porque el misterio de la oración es misterio de amor. ¿Acaso apasionado, único. El alma enamorada es omnímodamente
el amor no es siempre y en todas sus manifestaciones una libre, porque sólo es esclava de su amor. No existe hermosura
especie de misterio, de densa oscuridad que se resiste a ser creada que me pueda interesar (y menos aún subyugar) si, en
desentrañada? Todos los amantes verdaderos saben del desga- la comunión de su misterio, no me encuentro con el abrazo
rramiento de un amor que no se somete a medidas. creador. La oración me enseña a abrazar castamente todas las
El alma enamorada se sumerge en un universo de luces y cosas. A abrazar a Cristo, en quien y por quien fueron creadas
señales, de entusiasmos y desazones, que nacen de una pleni- todas las cosas.
50 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI EL MISTERIO DE LA ORACIÓN 51

III muía externa, carente de novedad y del poder de un encuentro


transformador.
Dios no es sólo misterio en sí mismo, sino la fuente del mis- La oración, como acto de amor, hace imposible toda sen-
terio en todos los seres. sación de cansancio y aburrimiento, de rutina y ritualismo,
El alma enamorada, cuanto más se entrega al misterio de que terminarían por relegarla al trastero de las cosas inútiles.
Dios en la oración, tanto más descubre que el Dios de su Pero para los enamorados no es inútil ningún gesto, por ridí-
pasión es novedad inagotable en la entraña de toda criatura, lo culo que parezca, si sirve para decirse que se aman
mismo que de cualquier situación histórica. Un Dios que se da Mis defectos, mis límites, mis contradicciones... siguen
en todo y del todo, aunque nosotros sólo podamos recibirlo en siendo míos. Pero la certeza de que Él me ama en cada uno de
reducidas proporciones, adaptadas a nuestra condición de ellos y los convierte en ocasión de amarme más y mejor, hace
seres en camino. Pero siempre recibiendo más de lo que nece- de mi vivir un descansar, mirándolo más a Él y encontrándo-
sitamos por el momento. me más a gusto conmigo mismo. Quien no ha probado esta
El misterio de la oración radica en que Dios siempre es oración no sabe nada del verdadero descanso en el Espíritu.
más de cuanto de Él podamos recibir y gustar. Por eso mismo, Y, puesto que la oración es algo que Él hace en mí, no soy
seguimos esperando una nueva donación que, en algún modo yo quien tiene que andar preocupado por su novedad, que Él
y medida, supera y completa sus anteriores gracias. Es un garantiza mediante el amoroso manar de su presencia en mí,
avanzar por una selva de bellezas y bondades sin término, in- fuente inagotable de experiencia.
calculables, donde cada paso hace olvidar, en su asombro, los Siempre igual y siempre distinta, la oración es el misterio
deleites de los pasos anteriores. de mi vida amasada, ya en el tiempo, con la vida divina. La
eterna novedad de la oración vengo a ser yo mismo, buena
La oración, en cuanto que acto de amor, no puede confun- noticia del Amor de Dios actuando en mi existencia; palabra
dirse jamás con la repetición mecánica de un gesto estereoti- encarnada en mis circunstancias de hombre y para los hom-
pado, aprendido y asimilado con constancia. Orar siempre bres; palabra pascual que, viniendo del Padre, hace de mi
será ponerse en la presencia del misterio, como si fuera la pri- morar en este mundo un tránsito, en tanto me va identifican-
mera vez, para recibir de él una nueva iluminación. Orar es do más y más con Cristo/Camino.
vivenciar mi pobreza más radical en el mismo acto y momen- El misterio de la oración, como experiencia siempre
to en que Él me enriquece y me llena sin medida con su Amor nueva, queda una vez más recogido magistralmente (demos
Gratuito. gracias a Dios) en la metáfora del poeta místico:
Cuando oro, yo soy en la conciencia de mi ser siempre el
«Tras de un amoroso lance,
mismo. Uso con frecuencia los mismos gestos, las mismas
Y no de esperanza falto
palabras, las mismas músicas, los mismos símbolos... En este
Volé tan alto, tan alto,
sentido, la oración es siempre igual: repetición de actitudes,
Que le di a la caza alcance».
sentimientos y deseos, mediante los cuales tomo conciencia
de que me pongo en la presencia del Señor. Nada artificial,
(¿No es así como quiere Dios darnos alcance a cada uno
empero, cabe en la oración. Porque si la oración -la necesidad
de nosotros?).
de ponerse en su presencia- no brota de mi entraña conmovi-
da, tocada por la mano del Invisible, se quedará en mera fór-
EL MOTOR DE LA ORACIÓN 53

7 Dios del Mañana que invade todo presente, Dios del horizon-
te que más se aleja cuanto más lo penetramos!
El motor de la oración Tú me dices de mil maneras -siempre en el silencio de la
oración-: «tú eres mi vacío, tan grande, que sólo Yo lo puedo
llenar». ¿Por qué, pues, tantas veces busco llenarme de lo que
no eres Tú? Yo, Señor, no soporto estar vacío, ser ese vacío
que me devora, ese abismo de dimensiones mayores que toda
mi conciencia, que todo mi psiquismo, que mi entero ser...
El deseo de ti, Dios mío, es el motor de mi oración; ¡Mi vacío es el vértigo de quien se ha asomado a las simas de
un deseo que Tú mismo has puesto en mí tu eternidad!
y que quieres que nunca se vea saciado. Ahora ya sé que ningún amor es mi amor definitivo; que
ningún placer es mi placer suficiente; que ninguna alegría
temporal es capaz de llenar las medidas de esa inmensidad
I que eres Tú ya dentro de mí (¡la medida de todas mis alegrías
eres Tú, el sin medida!).
Si algún día desapareciera en mí el deseo de ti, mi vida que- Otros podrán encerrase en sus bienes materiales, en el
daría reducida a juguete de las circunstancias, presa del azar y goce de sus sentidos, en la aureola de su poder...; ¡yo, no!
sus adversidades. Yo sólo puedo encerrarme en el deseo de ti, trasfondo de todo
Eres Tú quien ha puesto en mí ese hambre de ti, que nada mi desear, insatisfacción creciente que me hace crecer. Cuan-
ni nadie puede saciar fuera de ti mismo. do dejo de desearte, dejo de ser dueño de mí. Cuando busco
Yo he sabido, en el espacio luminoso de la plegaria, para mi hambre otros alimentos, enfermo de ansiedad y de
que ser hombre es tener hambre. Y que pretender saciar ese desdicha.
hambre radical, constitucional, con los solos alimentos tem- Tú me enseñas a encauzar mis deseos mostrándote como
porales, conduce únicamente a sofocar lo mejor que hay en su meta inalcanzable. Tú me realizas en mi ser más libre, al
cada uno de nosotros: el deseo de ti, el ansia de tu verdad señalarme el poder alienador de todos los deseos que no te tie-
pacificadora. nen a ti como inspiración y como meta.
Tú nos mandaste que te buscáramos siempre. Porque
siempre quieres ser más para cada uno de nosotros. Y si Tú
quieres ser más para mí, ¿por qué habría de conformarme yo II
con lo que es menos? Eres la Vida inagotable para el que no
se conforma con migajas de vida. Eres el Amor que siempre Con frecuencia acudo a la oración para descansar en ti. Y,
deja abocado a más amor. Eres el vino que embriaga a quien ciertamente, la oración es un descanso. Pero, paradójicamen-
no se conforma con los vinos aguados de amores versátiles. te, ¡cómo me azuzas e inquietas en el encuentro orante, con el
Es peligroso acercarse a ti, creer en ti, ya que Tú no dejas espíritu incansable de la insatisfacción...! ¿Quién ha hablado
a tus amigos acomodarse a ninguna mediocridad. ¡Qué empu- de quietismo en relación con la oración cristiana? ¡Pero si orar
jón más irresistible el tuyo, para que busquemos y busquemos, es entrar en comunión con la imperiosa necesidad de darse, de
más allá de todo hallazgo, Dios de mis entrañas sedientas, decirse, que autentifica todo amor...! Jamás he podido llegar
54 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI EL MOTOR DE LA ORACIÓN 55

al encuentro amoroso contigo. Dios de toda comunicación en III


la verdad, sin que Tú no me hayas enviado de inmediato al
servicio de los hermanos, a la convivencia que acoge, respeta, La oración es también un encuentro del hombre consigo
estimula, acompaña. mismo.
El deseo de ti y el encuentro con la verdad de tu Amor avi- Un encuentro en el que me descubro y me acepto como
van siempre en mí la capacidad de valorar lo bueno de todos deseo siempre en camino, como vacío siempre por llenar (con
y de compartir sus necesidades y carencias. frecuencia me gusta repetir como una síntesis que siempre me
Cierto. Ciertísimo. El deseo que Dios sostiene y purifica hace bien: «Ser hombre es tener hambre»). Si no fuera así, no
en la oración es un deseo que, teniendo a Dios mismo como tendería a ti, el único que lo llenas todo. Si no me reconocie-
meta y razón de toda búsqueda, abarca en su proceso a todos ra a mí mismo como hambre insaciable, Tú dejarías de ser pa-
los seres, tanto en sus perfecciones, que incitan a la alabanza, ra mí el Pan que da la Vida.
como en sus carencias, que mueven al dolor solidario y a la Si la oración no me ayudase a tomar conciencia serena de
intercesión oblativa. mis propios límites, tampoco me ayudaría a abandonarme en
¿Será por esto. Dios del abrazo cósmico, por lo que mu- ti; a ponerme incondicionalmente en tus manos, sabiendo que
chos tienen miedo y huyen de la plegaria, de ese estar a solas, Tú me amas en mi entera realidad. Mi pequenez e indigencia
templándose con el abismo de tu deseo divino, de tu voluntad dejan de ser para mí motivo de frustración y abatimiento, des-
de Amor universal? Tú eres, en el clima de la oración, el Amor de el momento mismo en que las acepto como viva necesidad
que remite a todos los amores; el Deseado que hace puros de ti y de mis hermanos.
todos los deseos de nuestro corazón. El deseo de ti acrisola todos mis otros deseos. Dicho de
Sí; lo sabemos. Tú no eres el amor que sacie de una vez otra manera: aprendo a desear deseándote. Y cuando sustrai-
para siempre, sino el Amor que nos revela que ninguna expe- go mis deseos al crisol de tu Amor purificador, cuando dejo
riencia de amor es suficiente. ¿Ni siquiera el tuyo? Mientras adueñarse de mi corazón un deseo que no es de ti, ya no sé lo
no te veamos cara a cara, ni siquiera el tuyo. Quien busque un que es desear, y me enredo y me pierdo entre objetos que son
amor que le dispense de seguir buscando, que no se acerque a trampas para mi libertad de hombre en camino.
ti, el Amante de todos los amores, el que siembra la insatis- Es la oración -una y otra vez, la oración- la que purifica
facción en todos los corazones que se le entregan. mi mirada para poder descubrir aquello que me hace daño,
A solas con el Solo, en el espacio sereno y perturbador de porque me separa de la verdad de tu Amor (mi verdad de vacío
la contemplación amante, Tú ensanchas indefinidamente mi siempre por llenar).
capacidad de desear, para que mi hambre y sed de vida, de Cuando Tú dejas de ser el Pan de mis más vivos sabores,
felicidad, de belleza y ternura, campee siempre por encima de la hermosura que entonces me atrae ya no es resplandor de tu
todo bien conseguido. En suma, para que siga buscándote a ti, eterna gloria; las bondades que entonces me seducen ya no
el Dios que se oculta al darse, el Dios que se promete en todo son comunión con tu Ternura inefable; el amor que entonces
y está más allá de todo lo prometido. calienta mi corazón acaba paralizándolo, porque ha dejado de
ser pasión por la verdad del amor, el Amor Único que contie-
ne todos los amores.
¡Qué libertad la del hombre que te busca a ti, Dios de
nuestra imagen más alta!
56 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI

La oración es el motor de esa libertad, porque jamás me


deja acomodarme en ninguna apetencia menor o distinta a la
8
de la imagen que Tú tienes de mí y que me vas comunicando
(labrando en lo profundo de mi ser) como obra de tus manos La oración de todas las cosas
de excelso Creador. «Por la oración -dice Agustín- se acre-
cienta nuestra capacidad de desear, para que así nos ha-
gamos receptivos a los dones, siempre mayores, que Él nos
prepara».
No quiero otra libertad, Dios mío, que la de ser esclavo del
deseo de ti, ¡que tanto me deseas!
En el corazón de todas las cosas
Tener, como el salmista, ansia de ti y no encontrar jamás
aguarda una inmensa riqueza de vida
descanso que no sea en la inquietud por tu amor. Descansar
para todos aquellos que saben acercarse a ellas
únicamente en el movimiento que me lleva a ti, que tira de mí
y tratarlas con amor.
hacia ti -como la cierva busca corrientes de aguas vivas-,
único que me permite ser tuyo. He aquí la más tremenda de
las paradojas: encontrar el descanso en esa búsqueda que con I
nada se sacia.
¡Ah, sí, Dios mío!: el deseo de ti es el corazón de mi exis- Las cosas, los objetos, existen sólo porque las necesidades de
tencia, el núcleo que me dinamiza en mi más humana reali- la vida les han hecho existir. No tienen vida propia. No pose-
dad. Si Tú no fueras la forma viva de mi deseo, mis deseos en en sí su razón de ser. Su significado, su valor, lo reciben de
todos serían de muerte. quienes los fabrican y utilizan. Sirven en tanto en cuanto nos
Mi ser profundo -mi yo verdadero- es el deseo que Tú tie- ayudan a vivir, y a vivir lo más cómoda, placentera o bella-
nes de mí, raíz e impulso de mi más limpio desear en el mente posible. Dejan de ser relevantes cuando dejan de res-
mundo. Porque sé que me deseas con deseo eterno, sé que soy ponder a una necesidad real de la existencia humana.
para una eternidad de amor. Tu deseo no puede no ser eficaz: ¡Grandeza y miseria de los objetos! Nos hemos hecho a no
¡tu deseo me ha encontrado! vivir sin ellos y, no pocas veces, vivimos para ellos. Para pro-
Desde este momento, Dios deseante y deseado, tu Boca y ducirlos, mejorarlos, adquirirlos, aprender a manejarlos, man-
mi boca, se funden en un único beso a toda la creación. tenerlos, transmitirlos...; en suma, que la vida humana es im-
pensable (¿imposible?) sin objetos. Desde que el humano
aprendiera a usar sus manos, no ha cesado de inventar y mo-
delar objetos, utensilios, artefactos, enseres, efectos..., trans-
formando con su habilidad e ingenio la piedra, el barro, la
madera, el metal, la energía eléctrica...
En su fabricación se ha empleado no sólo tiempo y mate-
rias primas, sino, lo que parece más importante, imaginación,
creatividad, estética, audacia, riesgo..., espíritu, en definitiva.
Y ello hasta tal punto que no parece exagerado afirmar que
58 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI LA ORACIÓN DE TODAS LAS COSAS 59

el hombre hace los objetos, y los objetos hacen al hombre. más auténticos y solidarios? ¡Ay, dolor!; muchos de los mejo-
El modelador es modelado. res análisis sociológicos aseguran que no es así; que el hu-
Es el uso o no uso de determinados inventos y productos mano más rico en medios no es precisamente más rico en
el que configura en el humano una manera específica de vivir, humanidad.
de ser en el tiempo. Estaremos de acuerdo en que hay una Yo no quiero ser pesimista. Creo en el hombre y en su
notable diferencia entre el hombre de la caverna y el de la capacidad de rehacerse reconociendo sus errores y reconstru-
cibernética. No piensa igual el que circula a gran velocidad en yendo el presente con los mejores materiales del pasado,
su vehículo de motor que el que utilizaba para sus desplaza- siempre en pos de un futuro mejor para todos. Pero retenga-
mientos la tracción animal. No son idénticos en sus criterios, mos esta verdad incuestionable: las cosas, los objetos, los pro-
reacciones y sensibilidad el usuario de la televisión y del orde- duce el hombre para hacer crecer la vida, una vida de mayor
nador que aquellos que sólo disponían de papiros o pergami- calidad para todos. Por tanto, valen si sirven a esta finalidad;
nos para almacenar y transmitir sus conocimientos. y dejan de valer, por muy alta y costosa que sea su técnica de
La utilización habitual de los objetos que el avance técni- producción, cuando dividen o enfrentan a los humanos entre
co y científico va poniendo a nuestra disposición modifica sí o cuando se utilizan para el dominio y la explotación de
nuestro ritmo vital (a niveles fisiológicos, inclusive) y nuestro unos por otros.
modo de pensar y de sentir la vida. De todos es bien sabido El ser humano es el valor máximo a defender y acrecentar
que los grandes cambios colectivos en la humanidad histórica con todos los medios a nuestro alcance. El homo faber debe
han venido unidos, como propiciados, por inventos de gran saber que, si su producto no le hace más solidario, contem-
repercusión cultural que han puesto al alcance de muchos plativo, fiel a sí mismo y mejor servidor de los demás, de
nuevos enseres, medios cada vez más refinados (¿sofistica- todos cuantos lo necesiten, se habrán invertido los planos y, en
dos?), para facilitar la existencia, la convivencia, el recreo, lugar de ser el señor de su obra, habrá venido a ser el esclavo
etc. de los mortales. y la víctima de la misma (muchos relatos de ciencia ficción se
han empeñado en hacérnoslo comprender así).
Con los objetos de última producción a nuestro alcance,
nos sentirnos más seguros y poderosos. Y carecer hoy de los
avances principales del progreso científico-técnico es sinóni-
mo de subdesarrollo e incompetencia; como dice el argot po- II
pular, es no estar preparados para la vida moderna.
Hay una manera religiosa, contemplativa, de tratar los obje-
Nunca la persona ha dispuesto de tantos objetos de utili- tos. «Tratar», he dicho intencionadamente. No meramente
dad pública y privada como las mujeres y hombres de esta era usarlos, servirse de ellos, sino mantener con ellos una relación
técnico-industrial. Tal abundancia de medios ¿significa tam- cargada de cordialidad y gratitud. Porque las cosas tienen un
bién un crecimiento proporcional, o al menos aproximativo, corazón, y lo entregan a quienes se acercan a ellas con cora-
en valores humanos? El poder servirnos de tantas cosas que zón. ¡Qué menos, si ellas están diariamente a mi servicio; si
desconocieron nuestros antepasados, tales como la energía me ayudan a vivir y a trabajar, a amar y a descasar...! ¡Cuántas
nuclear, los desplazamientos ultrarrápidos sobre el planeta, cosas que nunca podría hacer sin la ayuda de los objetos...!
los vuelos espaciales, la cirugía de trasplantes, etc., ¿nos ¿No será cierto, pues, que si los miro con respeto y cariño, si
ayuda realmente a ser mejores, es decir, más felices y libres. los sirvo en sus necesidades, ellos me servirán mejor a mí?
60 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI LA ORACIÓN DE TODAS LAS COSAS 61

Las cosas, todas, nos acercan algo del misterio del univer- A favor de esta posición, apostilla el físico Niels Bohr:
so. Porque el mundo contiene un misterio. El cosmos no es, «Quien no se siente abrumado por la teoría cuántica es que
por mucho que lo exploren las técnicas más avanzadas, una no la ha entendido». Nos abruma lo que nos supera, lo que no
caja de dimensiones controladas y etiquetados contenidos. El podemos desentrañar con los medios a nuestro alcance, lo que
universo es, a la vez, material y espiritual, objeto de la ciencia nos deja abocados a la admiración y al asombro («extrañarse,
y de la poesía. El día en que las ciencias -hoy, gracias a Dios, asombrarse -decía el maestro Ortega- es comenzar a com-
no- pudiesen certificar que en el cosmos no existe nada más prender»). ¿Acaso resulta ser que el mundo, nuestro universo,
que fuerzas y leyes físicas, reductibles a fórmulas matemáti- es más grande, más complejo y poderoso que la inteligencia
cas..., ese día el humano habría dejado de ser el rey de la cre- del hombre histórico, aplicado, generación tras generación, a
ación; y, despojado de su capacidad de soñar, vendría a ser la su desentrañamiento, a fin de ponerlo al servicio de la exis-
más indefensa de las criaturas, frente a un mundo poblado de tencia humana? Sea lo que fuere de esta cuestión, lo cierto es
amenazas. que el creyente de hoy posee más razones que nunca para vis-
lumbrar una presencia trascendente y para dialogar con ella en
Un Mundo que habría dejado de ser el paisaje luminoso el entramado del universo físico.
del alma humana.
Acerca de las dimensiones religiosas, que permite entre-
Un Kosmos que en nada se parecería a la cosa hermosa ver el pensamiento científico más puntero de nuestro tiempo,
que los dioses regalaran a los mortales. dice también el ya mencionado Paul Davies: «Se reconoce
cada vez más que la teoría cuántica contiene algunas asom-
Un Universo que ya no sabría orientarse hacia el centro
brosas ideas sobre la naturaleza de la mente y la realidad del
propiciador de sentido (origen, meta, armonía, trascendencia),
mundo exterior, y que debe tenerse muy en cuenta si queremos
según el espíritu helénico, tan cercano en su visión teofánica
comprender a Dios y la existencia. Algunos autores contem-
al milagro de la Creación bíblica. «La trama del Universo -en
poráneos buscan paralelismos entre los conceptos de la teo-
palabras de Teilhard de Chardin en «El Medio Divino»-posee
ría cuántica y los de las filosofías místicas orientales, como el
una cara interna; coextensivo a su Exterior, existe un Interior
Zen. El factor cuántico no puede ser ignorado, sean cuales
de las cosas».
sean las creencias religiosas».
Es por ello que, si recordando a Leibniz todavía podemos La Fe teologal, don gratuito, no necesita ciertamente de la
decir que «hay una razón en la existencia de cada cosa» y mecánica cuántica ni de la teoría de la relatividad para abrir-
que, por tanto, nada existe por mero azar; o con Paul Davies se a Dios y experimentar la verdad y la fuerza de su Amor en
nos atrevemos a afirmar: «estoy convencido de que hay más nuestras vidas. Pero, leída desde la Fe, la nueva ciencia apor-
en el mundo de lo que se muestra a nuestros ojos», es decir, ta no pocos datos y razones para considerar el mundo como
que lo Invisible ocupa un lugar importante junto a (o dentro una realidad maravillosa, poblada de llamadas de lo descono-
de) todo lo Visible, estaremos en condiciones, sin que ello cido, abierta a mil posibilidades y sorpresas.
suponga enfrentamiento alguno con la autonomía de las cien-
cias y la autoridad de sus conclusiones, de afirmar que el ser Pero el universo, tan grande, tan desmesurado, se concre-
humano está colocado en el cosmos, no sólo para estudiarlo y ta para mí en el objeto que ahora mismo tengo entre mis ma-
someterlo, sino a la vez para reconocer su misterio y vivirlo nos (teclado del ordenador, volante del automóvil, utensilio
en adoración. doméstico...). Del universo ha salido, y con él mantiene lazos
62 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI LA ORACIÓN DE TODAS LAS COSAS 63
de causalidad y dependencia. No puedo manejar con mis ma- III
nos el universo; pero, si uso bien este objeto, respetando su
naturaleza y manteniéndolo en sus fines humanos, ya estoy ¿Y qué decir de los objetos en mi vida, los que más me han
favoreciendo el buen funcionamiento del cosmos. Cada obje- ayudado a ser, a sentirme vivo y útil? ¿En qué ha consistido
to que viene a mis manos es un universo en pequeño que se tal ayuda? ¿Qué tengo que agradecer a los principales objetos
me ofrece, a fin de enseñarme a vivir en comunión y alaban- de mi experiencia de sentirme vivo en este mundo?
za con el conjunto de la Creación. Por ello, hacer bien la cosa Confieso que para mí un objeto bello es siempre más útil
que me corresponde, tratar con armonía y equilibrio el objeto que otro solamente útil. Esto parece que lo entendieron mejor
que utilizo, son ya formas claras de vivir contemplativamente los hombres y mujeres de civilizaciones pretéritas. Hoy, el
en medio del mundo. sentido práctico se ha impuesto sobre la dimensión estética;
Tratar de manera contemplativa los objetos que utilizo es ¡como si ambos pudieran estar reñidos! La estética en gene-
acercarme a ellos con preguntas tales como; ¿qué me está ral, e incluso la estética en la producción de cosas fungibles,
diciendo Dios a través de ti?; ¿qué me da y me pide el Creador permanecerá siendo siempre peldaño y resplandor de la ética
en el servicio que me prestas?; ¿cómo y por qué tú, una cosa y la mística.
material, producto de manos humanas, me puedes llevar a En mi predilección por los objetos sobresale el amor que
Dios? La oración de todas las cosas son las cosas mismas reci- siempre me ha inclinado hacia los utensilios de barro. Un vaso
bidas y entregadas en el amor. de barro apaga mejor mi sed que los cristales más ricamente
tallados. En el medio rural de mi infancia, los enseres de barro
Es así como el universo, amado y contemplado en el obje- (tinajas, orzas, cántaros, lebrillos, ollas, pucheros, fuentes, bo-
to que me ayuda a vivir y servir a mis hermanos, me revela tijos, jarros, platos, cazuelas, juguetes -¡mis primeros jugue-
que el Creador no hizo un mundo inhóspito, poblado de fuer- tes fueron de arcilla: muñecos, caballitos, soldados...!-) me
zas adversas, sino habitable, capaz de ser comulgado, hecho rodeaban por todas partes, como queriendo contener en su frá-
herramienta, vehículo, alimento para el crecimiento personal gil textura la no menos frágil arcilla de mi carne.
no menos que para el bien común. Como enseñara san Pablo, El barro modeló en mi tacto una ternura acariciadora que,
«todas las cosas son vuestras, vosotros sois de Cristo, y años después, aún perdura en el temblor emocionado de los
Cristo es de Dios». Cuando buscamos a Dios en el corazón dedos de mis manos al acercarse a las hermosas formas. El
del quehacer cotidiano, inmersos (o tal vez perdidos) entre las barro, tan humilde y sanfranciscano, aportaba a aquellas ma-
mil llamadas de los objetos/productos/cosas que reclaman neras de vida ya perdidas una sencillez y naturalidad, una
nuestra atención, que solicitan nuestros cuidados, es más fácil especie de comunión con los orígenes de la vida, que hoy no
sentirnos dueños y a la vez beneficiarios de la Creación en nos pueden facilitar los objetos fabricados con tan insípidos
marcha. materiales sintéticos.
Nuestras manos se encuentran por doquier con las manos Y mis gafas. Objeto, creo, que hasta define algo esencial
del Creador. Y aprendemos a usar bien de todo, sin convertir- de mi personalidad. Siempre, desde los seis años, delante de
nos en tiranos y depredadores de las riquezas que nos ofrecen mis ojos; mis pobres ojos, que sin ellas poco habrían alcanza-
el mundo y la historia. ¿Sería mucho concluir que el hombre do de matices y detalles de la hermosura incontable de este
es más humano, más dueño de sí y más sensible cuando busca mundo. ¡Existe una tan estrecha relación entre el mundo inte-
en los objetos que maneja, por encima de todo, a Dios? rior del hombre y su capacidad de captar y valorar la riqueza
64 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI LA ORACIÓN DE TODAS LAS COSAS 65

de líneas, de luz y de color que la materia derrocha en nuestro Jamás he podido leer un libro, ni una página siquiera, si la
entorno...! lucecita de un interrogante no me empujaba a zambullirme en
Los paisajes interiores del alma son, con frecuencia casi sus aguas profundas. Indagué, siguiendo mis intuiciones o
idéntica, deudores de la geografía en que se despliegan para pidiendo el parecer de personas experimentadas, sobre aque-
nosotros parajes de encantos seductores. Sí; quiero decir que llos libros que en cada circunstancia, ante cada problema o
los espacios más íntimos y recónditos de la persona humana necesidad -también por puro placer-, mejor me podían ayu-
se ensanchan y hermosean en la misma proporción en que dar a desenvolver mi vida en fidelidad a sí misma y en res-
sabemos contemplar -mirar con amor- la naturaleza envol- puesta a mi vocación. El gozo del hallazgo de un libro nuevo,
vente. Mucho aprende sobre sí mismo quien no mira con lige- bien escrito, con aportaciones sabias, con intuiciones origina-
reza los mil detalles, por insignificantes que le parezcan, de la les, ha sido para mí, no pocas veces, motivo de exultación,
pródiga naturaleza. ¡Cómo puede llegar a ser para muchos una cual si del mejor amor entre amigos disfrutase.
excelente maestra en oración, cuando la miramos y la vivimos Amé, sí, los libros desde la misma infancia. Amontonaba
como mensajera, comunicadora de valores eternos! en mi dormitorio los pocos que había en mi casa y en las de
Mis gafas, mis amadas gafas, no son, pues, dos cristales los familiares más próximos. Cuando, en mi adolescencia, mi
redondos sostenidos por una montura de concha. Mis gafas padre - a quien también gustaba leer- me veía emplear en
son el cauce por el que mi amor a la vida sale al encuentro de libros todo el dinero que caía en mis manos, solía decir, no sin
la vida misma. Saben mucho mis gafas de los saltos de entu- su pizca de ironía: «En esta casa comeremos libros». Y ya en
siasmo de mi corazón y de los asombros luminosos de mi pen- mis años mozos, estudiante en mi seminario diocesano, más
samiento, siempre sediento de verdades últimas. Entre el ner- de una vez tuve que escuchar la admonición del educador, que
vio óptico y los ejes de las lentes de mis gafas existe una co- me decía con amable complicidad: «Te vas a morir agarrado a
munión de complicidad y de gracia que los funde en un beso un libro...».
común a la vida. Cuando se cierren para siempre mis ojos Ahora, cuando para mí el saber es más recordar que
sobre la tierra, mis gafas dormirán dentro de ellos el sueño de aprender cosas nuevas, saborear lo ya sabido antes que ir en
la Resurrección. pos de lo desconocido, el placer de las relecturas admite pocas
Aún quiero hablar aquí de otro tipo de objetos que, sin comparaciones. Y algunos de aquellos antiguos libros que
duda, han aportado mucho a lo mejor de mi sentido de la vida: fueron deleite de mi juventud constituyen hoy, a mis sesenta
los libros. La palabra «libro» evoca dentro de mí lugares y años, monumentos de admiración inacabable. Pero, antes y
momentos fuertemente marcados por experiencias gratifican- ahora, los libros me ha acompañado en la vida enseñándome
tes. Hablar de todos esos momentos equivaldría a hacer la a vivir, es decir, a amar, a avanzar en la penumbra del miste-
memoria de mis más jugosas lecturas a lo largo de tantos años rio de la existencia, contando con rayos de esclarecedora lu-
de lector ferviente. Pero no es ése el cometido de este trabajo. minosidad que me han permitido constatar que vale la pena
No obstante, quiero compartir que la lectura llegó a convertir ser hombre, entregarse a la búsqueda de la verdad que nos
en amables muchas situaciones de suyo penosas, cuando no hace libres.
amargas. Porque leer vino a ser pronto para mí una forma de La gran virtud de los libros no está para mí en lo que
interrogar al mundo, buscando arrancarle sus más augustos muestran, sino en lo que sugieren; no en lo que directamente
secretos. dicen, sino en lo que te hacen pensar y descubrir por ti mismo,
66 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI

a partir, claro está, de su texto escrito. Más allá de todo texto,


los libros son un pretexto para soñar la vida, y el mejor con-
9
texto para vivirla con sentido.
Sí; el Amor de Dios llega constantemente a nosotros ama-
La oración de la obra bien hecha
sado, como fundido con las cosas sencillas, nuestros objetos
de cada día. En ellos, con ellos, podemos mantener una rela-
ción afectuosa, tierna, cordial... que supere la mera instru-
mentalidad.
Los objetos no tienen vida propia, no poseen en sí su El fin de todo obrar, para el creyente,
razón de ser; es verdad. Pero igualmente lo es que nosotros, no es la obra en sí misma, sino Tú, Señor,
los humanos, seríamos muy poca cosa sin ellos. tu Persona, tu Gloria, y la comunión con tu Ser Divino
que aguarda en toda obra bien hecha.

I
Señor, Tú sabes que es verdad: nada quiero que Tú no quie-
ras, ni nada deseo hacer si Tú no lo haces conmigo.
Cuando obro sin ti, obro frecuentemente contra mí. No es
obrar verdadero el que en ti no echa raíces. Tú eres la buena
tierra en la que mi vida da cosecha de frutos apetecibles. Tu
voluntad de amor acoge mi entrega en el trabajo de cada día,
para hacerla vida compartida, alabanza de tu Nombre, alegría
del bien común. Es así como la liturgia de tu Iglesia me ha
enseñado a rezar: «Señor, que tu Gracia inspire, sostenga y
acompañe nuestras obras, para que nuestro trabajo comience
en ti, como en su fuente, y tienda siempre a ti, como a su fin».
No te extrañe, pues, Señor, que con insistencia te supli-
que: «Que tu Gracia inspire mis obras». Lo que significa, en
primer lugar, pedirte que nunca haga yo nada contrario a tu
voluntad. Pero, ¡ay, Señor!, ¿no es ésta una súplica demasia-
do atrevida? ¿Le resulta siempre posible al hombre peregrino
actuar de acuerdo con tu voluntad eterna? Me inclino a pensar
que no. El humano es demasiado frágil, demasiado incomple-
to, para que sus obras alcancen a ser perfectas. ¿No es éste el
testimonio de tu apóstol cuando reconocía de sí mismo que el
bien que quiero no lo hago, y el mal que no quiero sí lo hago!
68 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI LA ORACIÓN DE LA OBRA BIEN HECHA 69

¿Acaso, Señor, tu Poder no es más grande que nuestra fla- do a empezar, reconstruyendo ruinas, aceptando derrotas sin
queza? ¿Por qué, pues, me dejas hacer el mal que no quiero? derrotismos...!
¿No queda afeado mi testimonio sobre tu Amor y tu Gracia Pero, como tantas veces nos has permitido constatar, y
cuando los demás constatan lo defectuoso y dañino de mi nunca podremos agradecerte suficientemente, tu inspiración
obrar en el mundo? los dones de tu Espíritu- acude en nuestro auxilio, nos for-
¿Tal vez, Señor, lo que importa no es que, aun constatan- lalece e ilumina, especialmente cuando la tarea encomendada,
do mi pecado (y cuanto más lo constate, mejor), siga desean- c uando los valores evangélicos a defender, se nos hacen cues-
do con todo mi corazón realizar lo mejor posible tu voluntad la arriba, y tenemos que permanecer en la brecha, contra co-
de bien? ¡Ah, sí, Señor: Tú me pides más la pureza de inten- rriente de los valores y criterios de este mundo que pasa.
ción que la perfección en mi obrar! Y bien parece, Señor, que Tu inspiración es entonces la firmeza en nuestro caminar
la obra más perfecta a tus ojos no es la del orgullo de haber vacilante.
actuado bien, sino la de confiar en tu infinita misericordia, La verdad es ésta: tu Gracia nos inspira, nos sostiene y
reconociendo que sin ti no podemos hacer nada justo y recto. acompaña siempre que reconocemos nuestra pobreza y la po-
Con todo, Señor, te seguiré pidiendo: «Inspira Tú todas nemos gozosamente a tus pies. Y así, Señor, nuestras obras
mis acciones». Que no las inspire el orgullo de la razón ni la son tus Obras; no porque sean acabadas, perfectas, deslum-
ambición de la carne. Inspira Tú mis acciones de cada día para brantes, convincentes para todo el mundo..., no, ¡qué va!; sino
que, partiendo siempre de ti, pueda yo descubrir mejor lo que porque Tú has querido tener necesidad de mi debilidad, hasta
en ellas se opone a tu plan de salvación, y permanezcan así hacerla portadora de tu ternura inquebrantable.
dentro de tu eficacia liberadora. Tu Gracia -que no ha sido estéril en mí- me ayuda a
Tu inspiración -la presencia animadora de tu Espíritu- es saberme y presentarme débil entre los débiles, consciente de
ya, de entrada, una fuerza positiva en todo mi hacer, aunque que sólo Tú haces maravillas con la pequenez de tus siervos.
con frecuencia se vea trabada por otras fuerzas negativas que
también operan en mí, propias de mi existencia peregrina,
II
todavía no plenamente identificada con tu Amor. ¡Que nunca
me falte tu inspiración, ya que sé muy bien que, mientras Tú eres la fuente de todo buen hacer. La ciencia, el arte, la
camine en este mundo, tampoco me ha de faltar el peso de mis política, la educación, la vida doméstica... sólo sirven al bien
torpezas! común cuando, consciente o inconscientemente, se nutren de
Estoy convencido, Señor, convencidísimo, de que, si tu tu voluntad de salvación universal. De ti manan las energías
Gracia me inspira, yo pasaré por el mundo haciendo el bien de la verdad, la bondad, la belleza, la unidad...: formas éstas
sin darme cuenta de que lo hago. Por lo demás, nunca es más de tu Gracia en camino hacia la plenitud de la vida humana.
auténtico el bien que aquel que permanece oculto, enterrado Tú eres la fuente de todo buen hacer. Quienes no se nutren
en los surcos de la historia, incluso para el mismo que lo rea- de esa fuente producen monstruos de crueldad y sombras de
liza. Seré así instrumento tuyo, cauce de tu Bondad para que aniquilación. Los genocidios, las vejaciones no infrecuentes a
venga tu Reino a nosotros. la humanidad y a la naturaleza, los atropellos a la dignidad
Sólo si tu Gracia sostiene mi obrar, seré testigo de la Espe- sagrada de la persona, representan el vómito de cuantos des-
ranza. ¡Es tan fácil desalentarse ante los propios fallos y los preciaron las fuentes de aguas vivas para cavar en su lugar
de los demás...! ¡Resulta tan difícil ese estar siempre volvien- cisternas de aguas corrompidas.
70 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI LA ORACIÓN DE LA OBRA BIEN HECHA 71

Tú eres la fuente de todo buen hacer. El que bebe de ella, Una obra bien hecha es, a su vez, semilla de otras muchas
él mismo se hace fuente para los sedientos de vida que pue- obras bien hechas. En cambio, la tarea realizada para salir del
dan acudir a él. Es el testigo de tu salvación siempre operan- paso, hija de convencionalismos y rutinas, o llevada a cabo
te, que alcanza a dar a otros de sí mismo, de sus propias entra- con intereses de venideras recompensas, deviene trampa y
ñas habitadas por la alegría de tu Amor imperecedero. Y no atolladero para el humano que no supo desaparecer en su pro-
puede limitarse a dar consejos o buenas palabras, porque en él pia acción.
salta para muchos la fuente que mana hasta la vida eterna. En realidad, somos lo que hacemos. Somos según hace-
mos. Conviene, pues, y no poco, que nuestro ser se alimente
Es la persona transformada en ángel de luz, que ayuda a
en las fuentes de un hacer sereno y generoso, humilde y cons-
otros muchos a encontrar su senda iluminada. Es el trabajador
tante, audaz y creativo, pero, sobre todo, muy sobre todo,
en la vida ordinaria que sabe que la obra realizada desde el
atento y contemplativo al paso del Señor por el tejido de nues-
corazón es en sí misma bendición e iluminación para cuantos
tros días y nuestras tareas.
de ella se benefician. Es, en suma, el jornalero de la viña, que
se siente bien pagado, sin cifrar la importancia en la cantidad Se trata de conectar con el hacer mismo de Dios en su
del salario recibido, sólo por el hecho de haber hecho bien lo constante Creación. El buen hacer del Padre, que Él quiere sea
que tenía que hacer, poniendo alma y vida en cada minuto de también el buen hacer de sus hijos, llamados a completar su
la tarea encomendada por el Señor de la vida. obra en el mundo.

Repitámoslo sin cansancio: ¡Tú eres la fuente de todo


buen hacer! El que ha bebido de esas aguas caudalosas, lím- III
pidas, renovadoras, tiene la mirada transparente para descu-
brir los destellos de tu Amor también en la obra bien hecha La finalidad de nuestro obrar en el mundo no es la obra en sí
por otros, incluso por otros que no son de los suyos (tal vez, misma, sino Tú, Señor: tu Persona, tu Gloria, tu Irradiación,
que no son de los tuyos). El que ha bebido de la Fuente de tu Diafanía -que diría Teilhard de Chardin- en el Universo.
Todo Bien, donde manan las corrientes de la inmarchitable La meta última de toda tarea humana es llegar a la comunión
hermosura, alcanza a ver tu presencia desnuda en el conjunto con el Ser divino, que alienta en todo para todo trascenderlo.
de la entera actividad humana, sin detenerse en ideologías ni Cuando mi obrar no me pone en comunión directa conti-
creencias. ¡Tu Resurrección hermosea desde dentro toda obra go, algo que depende de mi voluntad falla, Señor. Y es que no
que hunde sus raíces en un corazón enamorado de su propio puedo encontrarte a ti en lo que hago, si mi intención busca
hacer en comunión con el Hacedor único! otra cosa distinta de ti: éxito, prestigio, riqueza, seguridades...
¡En ti está la fuente de todo buen hacer! El hacer nuestro Yo amo al que me ama, y el que me busca me encuentra
de cada día, que nos hace y nos rehace, que nos crea y nos (Prov 8,17), reza tu revelación. Y es que, con mi actividad,
recrea, cuando no le faltan sus dimensiones de gratuidad y de Señor (siendo como es tan importante para un hombre el
trascendencia. El que obra con estas cualidades -gratuidad y motor y el norte de su entrega), es como mejor podré mani-
trascendencia- crece él mismo en el desarrollo de su activi- festar mi forma de buscarte y si es a ti a Quien deseo sobre
dad. Y al cuidar los detalles mínimos de su quehacer escondi- todas las cosas. Dime lo que por encima de todo anhelas como
do, está poblando el mundo de belleza multiforme, en armo- fruto de tu trabajo diario, y te diré quién eres. De modo que
nía con la belleza del universo. no basta con desearte interiormente; ¡he de desearte también
72 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI LA ORACIÓN DE LA OBRA BIEN HECHA 73

en mi forma y talante de moverme en el mundo! Preciso es diabólico-. Muy al contrario, el mismo cansancio reconforta.
que todas mis acciones revelen mi libertad interior que siem- La entrega total es en sí misma un descanso.
pre tiende a ti. ¡Qué gozo saber, Señor, que mi obra bien hecha -con
Permíteme decírtelo (aunque sólo sea un deseo -¡pero mi todos los límites que acompañan siempre a lo humano- lleva
deseo más ardiente!-): Tú eres el fin de todo cuanto hago, por- algo de ti a mis hermanos! Pero mi alegría mayor es saber que
que no puedes dejar de ser el fin de todo cuanto soy. Cuando mi obra bien hecha es toda ella una alabanza a tu Nombre, una
te busco con mi acción, bajo a las raíces de mi ser más autén- rendida adoración del misterio de tu Presencia escondida en el
tico y toco las claves del universo. Cuando eres Tú la forma y corazón de todos los seres, acontecimientos, acciones. Sólo
perfección de mi tarea, yo sé que en el acto mismo de mi necesito hacer contemplativamente lo que en cada momento
entrega ¡ya lo tengo todo! ¡Todo! Te tengo a ti. Me tengo a mí. me demanda la vida, para saber que este mundo está bañado
Tu amor allí presente convierte en universal y eterno el ins- por la luz de tu Misericordia.
tante más pequeño. La eternidad se da en el tiempo exacto de Cuando mi actividad es alabanza, adoración, comunión,
la obra bien hecha. contemplación de amor..., te siento tan dentro de mí, Señor,
Así es como mi actuar entre los hombres no se pierde lejos que sólo tengo que silenciar todos mis pensamientos y senti-
de su belleza y utilidad, en sí mismo y para los otros. Mi tra- mientos para escuchar la canción de mi corazón y saber que
bajo me pone en contacto vivificador con las raíces de mi Tú eres su Inspirador.
existencia. Mí vocación en el Mundo y en la Iglesia, no me las
doy yo a mí mismo, aunque sí redescubro en mi entrega de
amor a lo inmediato pequeño las razones que la sustentan.
Para que mi trabajo sea oración es imprescindible poner
todo mi ser en la obra que realizo. Porque, aunque Dios está
presente en todas las cosas, yo no me encuentro con Él cuan-
do actúo de forma trivial y rutinaria, ya que, al obrar de esa
manera, estoy asfixiando la imagen del Creador, que pugna
por resplandecer en mí a través de mi dedicación consciente y
amorosa. {¿Cómo podré pagar al Señor todo el bien que me
ha hecho mediante la gracia de la concentración en el aquí y
ahora?).
Orar es entrar en comunión con la obra de Dios, que no
cesa de hacer nuevas todas las cosas y de ensanchar constan-
temente las dimensiones del universo (y las mías propias). De
modo que la monotonía, el desaliento y otras formas de deca-
dencia o desinterés no pueden tener nunca cabida en una acti-
vidad realizada contemplativamente.
Cuando el amor contemplativo mueve mi entrega, podré
conocer el cansancio -que es humano-, pero nunca el sinsen-
tido que pretende corroer el valor de la propia entrega -que es
LA ORACIÓN EN EL SEGUIMIENTO DE JESÚS 75

el Amor que Dios me tiene y que da a mi vida sus verdaderas


10 dimensiones de perfección humana. Otra perfección distinta
deja de ser apetecible.
La oración en el seguimiento de Jesús El seguimiento de Jesús -aquella manera de ser discípulo
suyo que mejor y más directamente nos pone ante la cegado-
ra luz de la Misericordia de Dios, Padre y Madre- se centra y
se concentra, para el humano que escucha la llamada, en la
pronta y gozosa aceptación del Amor Gratuito de Dios, como
Es en la amistad con Jesús fuente de toda libertad y fecundidad en el interior de su exis-
donde recibimos el gozo de la salvación tencia de criatura.
y la fuerza para ser sus testigos en el mundo. Porque Dios me ama, sé de dónde vengo y a dónde voy.
Porque me dejo amar por Dios, los obstáculos del camino no
resultan más poderosos que la Gracia de su llamada, que
I
nunca me abandona. Sentirme amado de Dios y responder a
Ser cristiano es, en su más estricta formulación, vivir en el dicho amor con la más total confianza y el más completo
seguimiento de Jesús (que también podría concretarse como abandono, resume, en la experiencia más íntima, todo el sen-
creer en el Dios de Jesús). Pero ¿en qué consiste dicho segui- tido de la fe en Cristo, el Hijo Amado del Padre.
miento? ¿Cuáles son los rasgos inconfundibles que lo di- Por eso es preciso tener siempre presente: Dios me ama,
bujan? ¿En qué se distingue - o debe distinguirse- una vida no por mis méritos personales acumulados, sino muy al con-
que cree en el Dios de Jesús, de otras formas de existencia trario, sin necesidad alguna de que yo haga méritos ante Él.
humana? Más aún: Dios me ama, porque si Él no me hubiera amado
El seguimiento de Jesús no tiene nada que ver, ni remota- primero, ¡jamás podría yo pensar siquiera en amarlo a El!
mente, con ninguna actitud moralista basada en la voluntad de Será el don del Espíritu Santo, prometido por Jesús como
autoperfección o en la ascética como tarea primordial en la gracia de su Resurrección, el que abrirá en el corazón de cada
vida del creyente. El Evangelio nos enseña que, si buscamos creyente la Fuente Gratuita del Amor del Padre (Jn 7,37-39).
el Reino de Dios y su Justicia, todo lo demás se nos dará por Sólo en Jesús y por el Espíritu, el creyente puede participar en
añadidura (Mt 6,32). Y ese todo incluye (¡cómo no!) la santi- el Amor del Padre, recibirlo en su existencia concreta y real y
dad misma o belleza espiritual de la vida cristiana. Toda acti- compartirlo con otros muchos hermanos.
tud voluntarista que tiende a la perfección mediante el esfuer-
zo metódico de la propia voluntad niega en sí la salvación pol- II
la Gracia, tan cara a la más genuina espiritualidad emanada
del Evangelio. Lo que me salva, en definitiva, es que Dios me Resumiendo: ser cristiano es llevar en el propio corazón la
ama y yo me dejo amar por Él. La fe que nos justifica ante Fuente viva del Amor Eterno. Algunos momentos del evange-
Dios (que nos hace justos, santos según su voluntad) consiste lio de san Juan, sobre los que vamos a reflexionar brevemen-
en la aceptación de mi propia pequenez entregada gozosa- te, nos ayudan a trazar el itinerario de esta experiencia única,
mente en sus manos. No pretender ser grande ante mis propios «del Amor de Dios derramado en nuestros corazones por el
ojos ni ante los de los demás por mis propios méritos, sino por Espíritu Santo» (Rm 5,5).
76 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI LA ORACIÓN EN EL SEGUIMIENTO DE JESÚS 77

Nos encontramos, en primer lugar, con esta rotunda afir- en el mismo movimiento de amor. Un Amor que tiene la fide-
mación de Jesús, convertida por la tradición en axioma fun- lidad de Dios por testigo, su eternidad por destino. ¿No pro-
damental de la vida cristiana: «Os doy un mandato nuevo: que duce vértigo sólo pensarlo? ¡Pues probarlo es el verdadero
os améis unos a otros como yo os he amado. En esto conoce- éxtasis!
rán que sois mis discípulos: en que también vosotros os amáis «Amaos unos a otros como yo os he amado. Como el
así» (Jn 13,34-35). Lo nuevo de este mandato del Señor no Padre me amó (desde la eternidad), así os he amado yo (para
radica tanto en el deber de amarnos mutuamente cuanto en la la eternidad)». Dos como inseparables, que no son condicio-
facilidad de hacerlo como Jesús (al estilo de Jesús, con la nes ni normas impuestas desde fuera, sino la esencia misma
fuerza de Jesús, con la eficacia misma del propio Jesús, entre- del Amor de Dios -de como Dios ama- regalada a cada uno
gado por nosotros -¡tremendo desafío-). De modo que quien de nosotros en el seguimiento de Jesús. Al entrar en el círcu-
no ama como Jesús no alcanza a ser cristiano. El «como yo os lo apretado del amor que Jesús nos tiene, tenemos en nosotros
he amado» encierra desde ahora todo el talante del amor cris- mismos la calidad del Amor divino, es decir, podemos amar
tiano; por eso nos interesa tanto comprenderlo bien. como Dios mismo ama. ¿Nos atrevemos a sacar las conse-
Pero para poder amar como Jesús es imprescindible hacer- cuencias de tan increíble conclusión? El Corazón de Dios
lo desde Jesús, es decir, compartiendo con Él la experiencia da a mi débil corazón de criatura la dimensión inconmensura-
de saberse íntimamente, indefectiblemente, amado del Padre: ble de sus latidos vivificadores, portadores siempre de vida
«Como el Padre me amó, así os he amado yo a vosotros; per- renovada.
maneced en mi amor» (Jn 14,9). El como del amor de Jesús La calidad de mi amor es divina; por eso puedo decir, muy
hacia nosotros se basa en el como del amor del Padre a Jesús. cerca de la experiencia de Pablo: «¡Amo, pero no yo: es Cristo
Al amarnos Jesús desde el Padre, comparte con nosotros la quien ama en mí!» Y también: «¡Todo lo amo en Aquel que
divina calidad del amor. Es decir, con la misma verdad (ter- me da su Amor! ¿Cabe decir algo más grande del Amor? Si
nura y pasión del más inmejorable de los padres) con que el Dios me ha comunicado la verdad de su Amor en Cristo,
Padre ama a Jesús, así somos nosotros amados por Jesús. ¿podré buscar ya fuera de Él la fuerza y la verdad de mi Amor
Jesús no nos puede dar otro Amor que el que él ha recibido del humano?».
Padre. No hay diferencia ni distancia alguna entre el Amor
con que el Padre ama a su Hijo y el Amor con que Jesús nos III
ama a nosotros. Dejarme, pues, amar por Jesús equivale a lle-
nar mi vida de las ternuras más reconfortantes del divino La experiencia, por tanto, del Amor divino, saboreado en el
Amor. corazón de los acontecimientos y relaciones de la vida coti-
Ahora ya no puede el Padre amar a su Hijo Único sin diana, es lo que me constituye en auténtico seguidor -discí-
amarnos a nosotros en el mismo acto de amor. Cada vez que pulo- de Jesús. Digámoslo con el mayor énfasis posible: en
el Padre dice: «éste es mi Hijo Amado» (y no deja de decirlo tanto el Amor Vivo de Dios no haya calentado mi corazón de
por toda la eternidad), lo está diciendo de cada uno de noso- carne, sólo tendré noticias vagas sobre Dios, ideas estereoti-
tros. Ahora ya no puede Jesús gozar del Amor de su Padre sin padas de Dios, pero no la experiencia de la profunda Verdad
compartirlo en toda su plenitud de gozo y de sentido con de Dios, de la comunión con su Misterio de Amor y Amante.
nosotros, sus hermanos. Sólo si el Padre se pudiera olvidar de Sólo el Amor puede decirnos algo del Misterio Eterno de
su Hijo Unigénito podría olvidarse de mí. Nos ha encerrado Dios. Y es en el Hijo, Palabra hecha carne, donde se nos ha
78 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI LA ORACIÓN EN EL SEGUIMIENTO DE JESÚS 79

revelado un Amor que sobrepasa todo amor (Jn 1,1-18). Que el sentido de su propia vida (quién soy yo para Dios, Quién es
el seguimiento de Jesús es cuestión de amor, y que ese Amor Dios para mí, y qué esperan de mí, a mi paso por este mundo,
que nos hace hijos en el Hijo lo recibimos en la escucha de la Dios y mis hermanos). En el trato asiduo con Jesús, vivido en
Palabra, queda esplendorosamente relatado en esta última cita el interior de la Palabra, aprendemos de forma intuitiva y
del Evangelio de Juan: «El que me ama guardará mi Palabra, práctica que en este mundo no hay salvación fuera del amor.
y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en El amor resulta así la única hermenéutica autorizada para la
él» (Jn 14,23). justa interpretación de las Escrituras.
Lo que aquí nos enseña san Juan es que no basta con una El texto joánico nos promete la presencia permanente de
fe intelectual que se limitara a confesar las verdades reveladas la Trinidad Santa en nuestros corazones abiertos a la Palabra
en su formulación dogmática correcta, cual si se pudiera redu- («el Padre lo amará, y vendremos a él y moraremos en él»).
cir el seguimiento de Jesús a una ideología de este mundo. Se El creyente en el Dios de Jesús, que ha sabido encerrar su vida
precisa, por el contrario, de una fe cordial que sea, al mismo en el misterio de la oración (escucha amorosa de la Palabra),
tiempo que aceptación comprensiva de las verdades reveladas, ya no puede sentirse vivo si no es descubriéndose permanen-
entrega del creyente al Dios Personal que revela. Dios, al temente habitado, llevando en sí a todas partes y para todas las
decir, se dice, se da. Su revelación coincide plenamente con circunstancias la invitación al diálogo amoroso con el Dios
su entrega de amor. Por eso sólo puedo recibir la revelación de Trinitario que ha puesto en él su morada. «Así dice el Señor:
Dios abriéndole en toda su anchura y profundidad mi corazón los cielos son mi trono, y la tierra el estrado de mis pies. ¿Qué
o, lo que es igual, recibiendo su entrega en mi entrega, su don casa, pues, vais a edificarme, o qué lugar para mi reposo, si
en mi don. todo lo hizo mi mano, y mío es cuanto existe? ¿En quién voy
Cuando el Vaticano u define la contemplación como afijarme?: en ése pondré mis ojos, en el humilde y contrito
«unión a Dios de mente y corazón» (PC, 5), no hace sino reco- que tiembla ante mis palabras» (Is 66,1-2).
ger en feliz fórmula aquello en que consiste la oración en el En la escucha de la Palabra, el creyente encuentra su
seguimiento de Jesús. Si la oración, en el hecho religioso, se máxima identificación con Cristo. Su oración se hace enton-
comprende como un estar a la escucha de una Palabra revela- ces un ponerse incondicionalmente en las manos del Padre. Y
da, ahora, para el discípulo de Cristo, sigue siendo la misma aprende con sabiduría incontestable que el conocimiento del
escucha, el mismo diálogo amoroso con el Dios que se auto- Dios Vivo y la entera vida cristiana es cuestión de amor. Un
comunica, pero teniendo como mediador de esa alianza de amor que está más allá de cálculos y reflexiones. Un amor que
amor al Verbo Encarnado, Palabra que es a la vez Promesa y sólo se experimenta en la locura de entregar la propia vida.
Cumplimiento en la presencia permanente del Espíritu que se Como Dios, que al darnos a su Hijo no se ha reservado nada,
nos ha dado. ni siquiera su propia divinidad («se despojó de su rango»).
Se advierte, pues, con toda claridad en el texto que guía La oración en el seguimiento de Jesús, es crisol perma-
nuestra reflexión («el que me ama hará caso de mi palabra») nente de gratuidad y anonadamiento en el servicio a los her-
que es en la amistad con Jesús donde recibimos el gozo de la manos. ¿Quién podrá, pues, negar que la oración ejerce una
salvación y la fuerza para ser sus testigos en el mundo. La función catalizadora de autenticidad evangélica? Haciéndo-
Palabra eterna, consustancial al Padre, se encarna en la vida nos testigos de la salvación por el Amor, que vive en mí, es
del creyente que la escucha con amor. Y se hace en cada oran- como podemos hacer que el Evangelio siga siendo Buena
te fuente de renovada iluminación interior, para conocer mejor Noticia para el hombre de hoy.
MIRAR A JESÚS 81

nura. Cuando me miras (y te miro), danza en el cruce de nues-


11 tras miradas la armonía de la Creación, la belleza de todas las
criaturas y la gloria misma del Creador. Hay un mirar sagrado
Mirar a Jesús que brota del hecho inagotable de dejarse mirar por ti.
Mírame, pues, hasta que desaparezca mi yo mezquino, y todos
los que me miren puedan verte sólo a ti.
Jamás podré decir con mis labios la hoguera de comunión
en que me abraso cuando Tú me miras. El astro rey deja de ser
Orar es mirar fijamente a Jesús el centro de nuestro sistema, para serlo mi corazón llameante
hasta dejarnos transformar en Él; por tu presencia. Todo gira en torno a mí, porque el fondo últi-
hasta que su Imagen mo de mi ser es tu Ser que me ha mirado.
quede grabada en nuestros corazones. Permíteme, pues, seguir mirándote hasta que mis ojos car-
nales queden transfigurados en mirada bienaventurada, cuan-
do me hayas conducido a verte a ti en todas las cosas y todas
I
las cosas en ti. Cuando la cámara oscura de mi ojo interior dé
Mirarte es el simple ejercicio de abrir los ojos a la claridad de a luz esa Imagen tuya que será la más mía para siempre.
tu presencia, hasta permitir que mi retina quede empapada de Tu Belleza es mi luz,
tu luz («Yo soy la luz del mundo; el que me mire no caminará Jesús.
en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida»: cf. Jn 8,13). Mi pensamiento se cegó
Mirarte es, pues, oh Jesús, el acto puro de dejarse poseer por con una sola Imagen:
ti. Hay una unción del corazón que se recibe a través de la ¡Tú!
simple mirada. Hay una manera de mirar que es gracia de No quiero más verdad
comunión por la sentida presencia. que tu Belleza.
Mirándote así, amado Jesús, he aprendido a ir más allá de No quiero otro camino
cuanto puede ser captado por nuestros más agudos sentidos, para llegar a mí:
tanto exteriores como interiores. Mirándote a ti, he alcanzado ¡Tú!
a verme como yo soy visto. Mirándote sólo a ti, entro con todo Mi corazón ardió en la pura
mi ser en todo tu Ser, hasta encontrar en tu mirada el descan- llama de tu presencia.
so que más me reconforta. ¡Jamás podrá hermosura alguna
Por ello, al mirarte, he sabido que hay en mí infinitamen- alzarse donde te alzaste
te más bien de cuanto puede ser captado por mí mismo y por Tú!
mis semejantes. Al mirarte he descubierto que tu Verdad es Me deslumhraste
mi verdad, tu Vida mi vida, tu Amor mi único destino. ¡Qué con tu inmensa luz.
poco sabe de sí quien no se reconoce en el espejo de tu divi- Y no eres sólo ya
na mirada...! mi Origen y mi Meta:
Cuando te miro (y me miras), toco las raíces últimas de mi ¡Mi Belleza eres
ser, y retorno a mis hermanos con los ojos chorreantes de ter- Tú!
82 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI MIRAR A JESÚS 83

II saber perdonarse uno a sí mismo y en saber pedir perdón a los


hermanos, antes y sin esperar a que ellos te lo pidan a ti. Pues
Mi oración más viva y frecuente ha consistido en mirar a el perdón es la sanación más radical en el Espíritu y la flor
Jesús. Desde mi adolescencia, la figura de Jesús cautivó mi más bella y olorosa del jardín del amor. El que ama mucho
mirada, hasta conmover las fibras más sensibles de mi cora- goza mucho con el perdón.
zón, sediento de ternura y belleza. ¡Qué cosas no ocurrieron La mirada frecuente a Jesús, vivo y cercano en los Evan-
dentro de mí mirando en soledad la imagen de Jesús, fre- gelios, me condujo a vivirme contemporáneo suyo (aquellos
cuentemente en escenas de su Pasión! Nada en mi vida creo Ejercicios Ignacianos, con la puntual aplicación de sentidos a
haya llegado más hondo en la conmoción total de mi ser los pasajes evangélicos, cuando contaba yo veintidós años,
humano. ¿podré medir en la tierra el bien que me pudieron hacer?),
Jesús fue pronto para mí, sobre todo contemplado en las caminando a su lado, escuchando su palabra sentado a sus
páginas de los Evangelios, mucho más que el más grande de pies, recostándome en la mesa sobre su pecho y siendo testi-
los maestros del espíritu, para llegar a ser el amigo del alma, go de su incomparable bondad, que curaba y resucitaba a
aquél sin cuya presencia y trato continuo se nublaba para mí cuantos se ponían bajo su sombra.
la alegría de vivir y la fuerza de amar.
Mirando y remirando a Jesús -sus obras, sus dichos, su
Jesús me conducía, sin darme apenas cuenta, a ser yo
vida y su muerte-, he gustado en lo más recóndito de mi ser,
mismo, fiel a mí con los demás y para los demás. Jesús, visto,
donde no llega ningún sistema de pensamiento, porque sus
oído, palpado, en la oración de la simple mirada, me cercio-
razonamientos están hechos de ideas fragmentadas y maneja-
raba, como raíz sustentadora de mi ser hombre, de que sólo en
bles, que Dios nos ha salvado ya con salvación definitiva en la
el amor podemos encontrar el sentido de esta vida; y que Él
persona y el misterio de su Hijo Amado. Sí, Jesús es mi
era, en toda circunstancia, el Amor que nos enseña a amar.
Salvador. Me ha salvado al mostrarme que el Padre no me
Dejarme amar por Él vino a ser pronto el contenido único de
pide nada ni espera otra cosa de mi pobreza sino que acepte
mi oración.
su Amor hasta llegar a ser transformado por él. Ese Amor tan
Fue en aquellos años, tan importantes en la orientación grande e incomprensible que sólo pudo expresarse adecuada-
global de mi vida, años de búsqueda en la oscuridad y el mente en la locura de la cruz.
dolor, pero años también en la intuición y el gozo de puntua-
les hallazgos, cuando, al decirle a Jesús en la soledad del Amarte y no serte igual
Sagrario: «Jesús, te amo», escuchaba con frecuencia dentro yo no lo puedo sufrir:
de mí: «No, Antonio, soy yo Quien te ama a ti». Desde enton- graba tus llagas en mí
ces, mi oración más frecuente (y relajante) ha consistido en y hazme tu dolor gozar.
decir: «Jesús, Tú me amas». Jesús, mi amor sin rival,
¡Ha sido siempre tan humano Jesús conmigo! ¿Quién me Jesús, mi abrazo sin fin,
ha comprendido mejor, me ha acompañado con mayor atráeme del todo a ti
paciencia, me ha aceptado con todos mis defectos sin conde- para siempre en ti quedar.
narme jamás, sino Jesús, siempre Jesús? Con su paciencia me Lacera mi corazón,
enseñó a ser paciente conmigo mismo. Con su perdón, ¡tan mis sienes, mis pies y manos
necesario!, me reveló que el misterio del perdón radica en con los dardos de tu Amor.
84 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI MIRAR A JESÚS 85

Halle yo en tu cruz descanso, Tu cabellera, abundante y compacta,


Jesús, que me amaste tanto, boca de gruta que invita
dolor por mí de mi Dios. a perderse el uno en el otro,
ajenos a todo cuidado.
La oración, que es mirar a Jesús, tiene como meta irre- Y esa serenidad de tu rostro.
nunciable llegar a ser uno con El. Mirando a Jesús crucifica- gloria eterna dándose,
do y el misterio de un Dios que salva por encarnación, no aquí y ahora, a todo el que te mira
puede uno menos que desear subir con Cristo a la cruz del olvidándose en su mirada...
amor y quedar para siempre en abrazo con Él. Desde la cruz, ¡Oh, Jesús, cómo debía amarte
Jesús me mira para decirme: «Toma mi cruz, acepta mi amor. aquél que nos enseñó
Mi cruz es el signo más elocuente de que el Padre os lo da a asomarnos por ti
todo y no puede negar nada a los amigos de su Hijo». a lo más divino que hay
Ninguna cruz es demasiado pesada cuando en ella nos en cada uno de nosotros!
encontramos con Jesús. ¡Y qué imposible no desearte,
después de haber leído en tu mirada
lo mucho que Tú nos deseas!
III
A la luz del impacto -a mi modo de ver creciente- que la
De la meditación sobre la Humanidad de Dios, acercada a la oración con iconos viene ejerciendo entre los cristianos de
mirada creyente por las páginas del Nuevo Testamento, a la Occidente, no resultará ocioso que nos preguntemos: ¿por qué
contemplación de la Belleza de Dios, sugerida por el misterio nos atrae tanto la representación iconográfica del misterio de
de los iconos sagrados (Suma Teológica de las Iglesias de Cristo y de la Iglesia (los Santos) realizada por la espirituali-
Oriente), hay un solo paso natural, ofrecido a todo el que tiene dad Ortodoxa? ¿Qué valores teológicos y espirituales se nos
hambre y sed de la verdad divina. Permitiendo que mi sensi- ofrecen en la oración con iconos? A este respecto, podemos
bilidad humana quedase impactada por el resplandor que escuchar a uno de sus mayores representantes en nuestra
emerge de una de esas imágenes del Salvador, reflejo fiel de época, Paul Evdokimov, que dice así: «La cultura iconográfi-
la transfiguración obrada en el iconógrafo del siglo xv que lo ca enseña que la Palabra de Dios, el Nombre de Dios, son
pintara, escribí un día: epifánicos: se acompañan con su Presencia real e inmediata».
El que pintó ese icono, La Teología Ortodoxa suele decir que el icono sagrado
¡cómo debía amarte, oh Jesús! tiene como función hacernos sensible el misterio de la Euca-
...Puso en tus labios el cielo ristía. No es que sustituya al Sacramento del Altar, sino que lo
de los más ardorosos besos; que celebramos, adoramos y comulgamos bajo las especies
en tus ojos, esa chispa sagradas se nos representa dinámicamente bajo los signos de
de tristeza irrestañable una figura abierta (rostro, boca, ojos, manos, pies, ropa, entor-
que acompaña a todo amor, no histórico, cultural, natural, etc.), capaz de conducirnos en
en tanto no es fusión eterna, sí misma al más allá de todo lo visible. El icono resulta ser
sin fisura, de los amantes... misterio de apertura e identidad. Fruto de una fe que ha sabi-
86 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI MIRAR A JESÚS 87

do retener en su mirada corporal las señales luminosas de la llamada a unir a Él, verdadero Dios y verdadero Hombre, todo
eternidad que nos visita. lo más humano que hay en cada uno de nosotros: afectos, sen-
Ante nuestra consideración, el icono es una ventana abier- tidos, deseos, necesidades... Para eso se ha hecho Hombre,
ta que nos invita y aun transporta a la comunión con el miste- para que podamos unir con lazos de amor eterno nuestra
rio de nuestra salvación; misterio que, en su sensibilización humanidad a la Suya. Y todo lo divino de Jesús se nos comu-
representativa, se adueña de nuestros sentidos al par que nos nica divinizándonos.
mueve a vivirlo con el corazón. Aquí la imagen es, mucho más Tal vez se encierre aquí la teología del icono sagrado:
que representación plástica (aunque a partir de ella), estímulo Jesús es transparencia del Padre, que se dice totalmente en Él
para la contemplación e imitación del misterio que expone. («el que me ve a mí ha visto al Padre») por su renuncia a dis-
Memorial de nuestra salvación, actualizada por la fe que poner de sí mismo. Jesús quiso ser siempre en su Humanidad
recuerda, el icono facilita un intercambio de presencias y histórica, y quiere seguir siéndolo en el misterio de Cristo,
miradas reconfortantes. Es, en suma, una forma de oración en transparencia del Padre para todos los hombres. Se anonadó
que la figura de Cristo (de María o de los Santos) se hace, por como Dios para que apareciera su gran Humanidad (la del que
su simbolismo y belleza, lugar de conocimiento salvífico. «El da la vida por sus amigos) y así hizo patente la gloria única
Icono -dice Paul Evdokimov- es una teología visual de los del Padre.
Símbolos que levanta la mirada hacia una Presencia sin En la contemplación de los iconos, esa Humanidad de
forma ni figura; de lo invisible en lo visible, conduce a lo Cristo que se entrega hasta desaparecer en su don es la gran
Invisible Puro». epifanía de un Dios cercano que nos ama en todo lo nuestro,
El icono ha hecho del simbolismo de la belleza su signo en todo lo irrenunciablemente humano. Es así como la belle-
más eficaz de comunión con el Eterno. Belleza que enciende za del Amor divino eclipsa toda otra belleza, incapaz de ejer-
la mirada creyente y la transforma en mirada amante. Mirada cer en el ser humano la misma gracia de transformación.
de amor que unifica todo mi ser en la entrega a Quien tan bien «Nosotros vemos la forma (belleza) -dice von Balthasar-,
(con tan buenos ojos) me mira. En la contemplación del icono, pero cuando la vemos realmente, es decir, cuando no sólo
siempre se siente uno bien mirado, es decir, bien amado. contemplamos la forma separada, sino en la profundidad que
La sabiduría de Oriente y el acercamiento admirativo de en ella se manifiesta, la vemos como esplendor, como gloria
Occidente al misterio de los sagrados iconos vienen dando del ser. Al contemplar esta profundidad somos cautivados,
abundante fruto en la vida espiritual cristiana. Ayudados por arrebatados por ella».
profundas y metódicas reflexiones (de Paul Evdokimov y Urs Sí; en la contemplación de los iconos la Belleza y la
von Balthasar, entre otros), comprendemos mejor que la Gloria de Jesús de Nazaret, sus treinta y pico años de vida
Humanidad de Cristo, tema central y fontal de la iconografía terrena, expresión última y definitiva del Amor del Padre, nos
sagrada, es el lugar privilegiado para el encuentro del hombre penetra con su inmarcesible luz, que nos cerciora del acom-
con Dios. pañamiento de Dios a lo largo de nuestra peregrinación en el
En Jesús no hay nada divino que no deba ser comunica- tiempo.
do. Lo más divino de Jesús, precisamente, es su-ser-Dios-
para-el-hombre, su no poder ser Dios sin el Hombre. Y a tra-
vés de esa Humanidad, unida hipostáticamente (irrompible-
mente) a la Divinidad, esta última se hace presencia accesible,
EN LA ESPERA DEL SEÑOR 89

candóla con su señal de plenitud de vida, de felicidad; desde


12 entonces, yo no sé hacer nada que no sea buscar su Amor
oculto en el fondo de todas las cosas. Él es quien ha dado a
En la espera del Señor mis tristezas esa dimensión de nostalgia, que me recuerda que
Él vino a mí para que tomara conciencia de ser suyo, y nunca
ya, nunca, dejara de buscarlo. Desde esa nostalgia de Dios,
que extiende su capilaridad por todo el subsuelo de mi alma,
yo destilo la savia -inquietud, fuerza- que tiende, como a su
mejor fruto, al abrazo definitivo y total. El abrazo con Él, en
Orar es vivir en la permanente espera del Señor, quien me encuentro ya plenamente realizado aun cuando
que vino, que viene, que vendrá. todavía continúe buscándome en el tiempo.
Él vino a mí para que yo comenzara a ser; y desde esa su
I primera venida, el río de mi existencia no ha cesado de manar
desde su augusto misterio. Soy en su misma venida a mí, sin
El tiempo orante no se mide a ritmo de sucesión, sino a ráfa- la cual yo tampoco podría correr al encuentro de mí mismo y
gas de eternidad. No padece el tiempo orante la tiranía de lo de mis hermanos.
que se sucede, destruyendo todo permanecer en su mismo Desde su eternidad me pensó. Desde su eternidad me amó.
sucederse. El tiempo orante es tiempo porque es vivido co- Y desde ese pensamiento suyo eterno que es amor, yo he tras-
mo experiencia del ser en camino. Pero es un tiempo dando a pasado la noche de todos los tiempos, hasta llegar a esta luz,
luz la eternidad desde sus entrañas preñadas de adoración al débil pero inagotable, de mi conciencia personal, cegada por
infinito. el resplandor de su presencia.
El que ora sabe de esos instantes eternos que nada tienen
que ver con lo que pasa y desaparece. El que ora sabe que no
lo aplasta el peso de un ayer perdido, ni lo perturba la amena- II
za de un mañana incierto. Sólo el presente, instante de su
apertura al Absoluto, lo deja traspasado de una luz que no Y Él, que no puede dejar de venir a mí desde que, en su liber-
declina. El tiempo orante es ese adviento permanente, en el tad creadora, por primera vez me visitara, viene, sigue vinien-
que nos abrimos, como a la realidad que mejor nos define, a do, de otras muchas maneras, dejando siempre la impronta de
la espera del Señor, que vino, que viene, que vendrá. su Verdad, que me sostiene y pacifica; que me hace saber que
No hay oración allí donde el Señor no esté llevando a cabo yo soy verdadero porque Él es mi Verdad suprema. ¡Cuántas
la gracia de su visita. Lo buscamos porque Él nos buscó pri- inesperadas e impensables visitas...! Visitas renovadoras lla-
mero. Creemos en Él porque Él creyó primero en nosotros. Lo mándome a conversión, para que no quede atrapado en las re-
amamos -sí, sobre todo, lo amamos- porque Él nos dio pri- des de mis propias mentiras.
mero su Amor. Esta primeridad del Señor en todo ahonda para Por eso sé que me amas. Porque me buscas cada vez que
nosotros los cimientos de la auténtica oración. intento ocultarme de ti. Vienes de nuevo a mí (de nuevo, no
Si Él no me hubiera visitado, yo no sabría de esa insacia- porque te hubieras ido, sino por que yo me había distraído de
bilidad que define mis entrañas. Él vino a mi existencia mar- tu presencia) en momentos de demencia orgullosa o de enaje-
90 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI EN LA ESPERA DEL SEÑOR 91

nación narcisista; vienes con tu suave y firme llamada, que En el Verbo Encarnado vino Dios a enseñamos a ser pe-
estimula al mismo tiempo que respeta; con tu pertinaz requi- queños, a fin de que el Padre pueda hacer su obra en nosotros,
sitoria de ternura, y me dices en el corazón: «No huyas de mí, engrandeciéndonos hasta la plenitud de vida en Cristo Jesús
criatura de mi amor -¡te amo tanto...!-, si no quieres huir de (Ef 4,13). Ser grandes al estilo de Cristo es muy distinto de ser
ti mismo. Descubre que la veracidad y la alegría de tu ser no poderoso al estilo del mundo. Cristo es la debilidad que vence
están lejos de aceptarte, en tu entera realidad, como hechura al poder. Cristo es la fuerza del amor que rehusa toda otra
de mi Sabiduría. Y, mira, si me aceptas como interlocutor fuerza. Él viene humano, pequeño, indefenso, para que poda-
principal en la búsqueda del sentido de tu vida, mis labios irán mos amarlo humanamente, es decir, con nuestras capacidades
modelando con sus besos el contorno más bello de tu ser; mis limitadas y heridas, con nuestra básica necesidad -que Él
manos irán acariciando, hasta sanar, las llagas y heridas de tu comparte con nosotros- de amar y ser amados.
caminar errabundo, entre amarguras y asperezas. No huyas, El viene para enseñarnos a amar, dándonos su amor y ne-
no pretendas ocultarte a mi mirada, a fin de que tu vida no se cesitando el nuestro. Para enseñarnos a amar: aprendizaje
convierta en terreno desértico y malyerbado, azotado por toda nunca concluido y con el que nos vamos haciendo a la vez
clase de vientos de angustia, desesperanza, depresión... No humanos y divinos. Cuanto más maduros para el amor huma-
huyas de mí, criatura de mis delicias, y sabrás lo mucho que no, tanto más capaces de conocerlo a Él, de recibirlo a Él, que
tú eres -que tú vales- para mí». vino, que viene y que vendrá en toda auténtica llamada de
Mas, con ser tan impresionante tu constante venida a amor que nos oferta la vida; en toda auténtica experiencia de
nosotros, llamándonos una y otra vez a conversión, pidiéndo- amor que nos lleva más allá de nosotros mismos.
nos que te hagamos un hueco caliente en nuestro tembloroso
corazón, conozco otra venida tuya que supera hasta lo indeci-
ble todas tus formas de venir a nosotros. Es la venida del Ver-
III
bo, el hijo Eterno, en nuestra carne mortal, El que apareció en
la historia terrena de Jesús de Nazaret y nos mostró el rostro Y vendrá. La gran promesa. La gran esperanza.
de un Dios capaz de morir para darnos vida. (Locura del amor No puede dejar de venir, sin traicionarse a sí mismo,
divino: morir para mostrarnos lo mucho que nos ama; y que Aquel que es, por esencia, don inagotable de sí.
ya no puede amarse a sí mismo sin amarnos a nosotros en el Se nos había enseñado que lo humano, lo propio del hom-
mismo movimiento de su Amor; y que amar es imposible sin bre y de la mujer, es el devenir, ser en camino, existir en ries-
entregar la propia vida, sin reservas, al amado. ¡Locura del go de perderse. Y ahora hemos sabido que lo divino es visitar
amor divino!). con su eternidad el tiempo del hombre, adaptándose, para
En Jesús, el Cristo, ha venido Dios a nosotros como debi- poder elevarla desde dentro, a su condición peregrina. Dios
lidad. Desde entonces, la gracia de Dios se manifiesta en su corre el riesgo de frustrarse, de no llegar a ser, en cada uno de
tener necesidad de nosotros, los hombres. Y si yo acepto, reci- nuestros procesos existenciales. Dios, que nos visita y acom-
bo en mí, esa debilidad de Dios, manifestada para todos en el paña sin forzar la orientación ni el ritmo de nuestro buscarnos
recién nacido de Belén, El nace ahora en mí con todo su na- a nosotros mismos. ¿Sería irreverente decir que Dios se ha
cimiento eterno, El, nacido cabe el Padre desde el principio. hecho también devenir en el corazón de cada uno de nuestros
Y me asocia a su obra y me introduce en su descanso, reser- procesos de llegar a ser? Por otro lado, ¿no es Dios el que
vado para los mansos y humildes de corazón (Mt 11,29-30). siempre está por venir, por mucho que ya haya venido?
92 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI

Por eso mismo, porque Dios es siempre por venir en la


historia de los hombres, el anhelo más vivo de la humanidad
13
histórica se encierra en este grito: ¡Maraña Tha! (¡Ven, Señor
Jesús!). Los hombres nos nacemos verdaderos cuando nos
Donde se refleja el universo
abrimos a las constantes venidas del Señor. Nunca podría yo
ir al encuentro del Señor, que viene, si Él no hubiera encendi-
do con su constante visita la lámpara de mi espera. ¡Ven,
Señor Jesús!
Y vendrá. Como el peregrino de la noche. Como el dese- Cuando oro, el Espíritu reposa en mí,
ado de las naciones. Como el Esposo del alma. Por eso, siem- y mi alma es un lago tranquilo
pre hay que desearlo. Y en este ardiente deseo, la muerte se donde se refleja el Universo.
alza ante mis ojos como el grande y definitivo abrazo. La
muerte -mi muerte-, que es la desnudez de todo lo que no es
Él, para que al fin pueda serlo todo en mí. ¡Sólo al fin!. Es por
I
lo que digo y repito muchas veces con Teresa de Jesús:
«Ven, muerte, tan escondida, La paz de la oración es una paz dada, no conquistada. Es una
que no te sienta venir; paz que en nada se parece a la de la satisfacción de los instin-
porque el placer de morir, tos ni a la de los logros del genio creador. Por ejemplo: entre
no me torne a dar la vida». la exultación de un poema bellamente acabado y la expansión
del alma en alas de una plegaria extática, hay un abismo, pese
Cuando sé que vendrás a mí con mi muerte, que vendrás a que ambos -el goce estético y la unión mística- dejen al
con una fuerza y claridad mayores que en todas tus anteriores alma prendida en redes de dulce quietud.
venidas juntas, me hago consciente de la suprema gracia de La paz de la oración, más que una meta alcanzada, es una
mi tener que morir, y prorrumpo en un grito de esperanza: experiencia de plenitud en el ser, que anuncia otra plenitud en
Si has de llevarme hasta el mejor Amigo, camino. El que ora avanza siempre a merced de la gracia, es
amiga muerte, ven, decir, de lo nuevo; es decir, de lo indomesticable. Lo mucho
¡yo te bendigo! recibido en la oración, no impide vislumbrar y desear lo
Y al decirte, Señor, «gracias por mi muerte», sé que te mucho más que todavía queda por recibir. Pues lo poco de
estoy dando las gracias por todo lo bueno que has ido ponien- Dios siempre es mucho para el hombre, hambriento de sí y
do en mi vida a lo largo y ancho de tus sucesivas visitas. conducido por la esperanza.
Yo, que te he deseado hasta encontrar en el deseo de ti la La paz de la oración consiste en sentirse lleno de Dios,
razón de todos mis deseos, no puedo menos que recibir la plenificado por Dios en el propio ser y, al mismo tiempo,
muerte como un salirte al encuentro con los brazos abiertos. completamente vacío de sí mismo, a fin de que Él sea Todo en
Lléname Tú, con mi muerte, de lo mejor que hay en mí y que todas las cosas, Todo en mi nada.
con frecuencia ha permanecido oculto, desconocido y aun En la oración, todos somos como María Virgen: vacío
despreciado bajo el enredo de tantas prisas, temores y ansie- interior abierto a la Acción del Espíritu. Sin el vacío interior
dades que hacían imposible la vida, tu Vida, en mí. Amén. (sin la pobreza radical) no hay oración, pero tampoco la hay
94 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI DONDE SE REFLEJA EL UNIVERSO 95

sin la Acción del Espíritu Santo. Porque orar es tomar con- Mi mayor obstáculo para llegar a ti,
ciencia de mi nada ante Quien lo es todo. Porque orar es dis- Señor, no son mis pecados,
ponerme a que El rae llene, me fecunde, me penetre, hasta ser sino el empeñarme en ser alguien distinto
una sola cosa con Él. Como María Virgen: alumbradora de de aquel que soy en tu mirada eterna;
Dios en su propia carne, pues para Dios nada hay imposible. porque entonces, cuando Tú me miras
Vacío es pobreza. Pero pobreza asumida y ofrecida en la -¡ay, dolor!-,
alegría. Nadie más alegre ante los hombres que el que se sien- no me reconozco en tu mirada.
te pobre ante Dios. Cuanto menos sea yo desde mí mismo, ¡Líbrame, Señor, del que pretendo ser,
desde mi voluntad de poder, tanto más seré yo mismo desde y que no es el que soy en la verdad de tu Amor! Amén.
Él y para los demás.
Donde no hay pobreza no hay oración, porque el humano
(hombre o mujer) que quiere hacerse a sí mismo no deja lu- II
gar dentro de sí, de su existencia, de su psiquismo, a la acción
creadora y recreadora del Espíritu. Cuando oro, el Espíritu reposa en mí, como al principio sobre
No existe drama mayor para el humano que el de su empe- el caos para crear el orden. No pocas veces mi estado de
ño en humanizarse con sus solas fuerzas. La psicología, la ánimo es caótico, desasosegado, incierto. No pocas veces,
sociología, la medicina, las terapias todas... son palabras va- cuando voy a la oración, no soy yo mismo, porque no me po-
cías cuando no las llena la conciencia de Dios, la necesidad de seo ni estoy en condiciones de decirme. Pero la oración hace
su Amor que nos enseña a amar y, en ello, a utilizar a favor de el milagro. Respiro. Comienzo por darme cuenta del hecho de
la vida los medios todos de la cultura a nuestro alcance. Lo mi respirar. Voy entrando poco a poco en mí, con el ritmo de
más humano (y humanizador) que yo tengo es el amor con mi propia respiración. Como quien crece hacia dentro. Como
que Dios me ama. Dios me enseña a ser humano al amarme. quien se hunde en paisajes de armonía interior. Y es entonces
Dios me hace humano al enseñarme a amar todo lo humano al cuando voy sabiendo que el ser verdadero es el ser concentra-
modo divino. Amando incluso, y tal vez en primer lugar, mis do, receptivo, en comunión. El ser verdadero...
propias debilidades. El que no ama sus límites se verá obliga- Respiro. Respirar no es una simple función biológica,
do a soportarlos cada vez como un fardo mayor. cuando deviene ruptura con la mentira de un hacer que me
Orar es dejarle a Dios decirme que me ama tal como soy. desangra. Con frecuencia, mi actividad es ajetreo febril y ner-
Orar es permitirle a Dios hacerse hombre en mi propia vioso, hijo de la ambición, del miedo y de la búsqueda de
-pequeña- humanidad. El que ora bien sabe decir en arranque seguridades. La respiración sosegada y profunda me devuelve
de profunda humildad: a un hacer interior, desde las raíces más remotas del ser.
Señor, no sé quién soy, Respiro. El Espíritu se posa en mí, porque el Espíritu
pero Tú sí lo sabes. busca siempre una tierra blanda donde depositar su semilla.
Señor, no quiero ser nadie distinto Porque el Espíritu sólo puede reposar donde el alma (femeni-
de quien Tú sabes que soy. na) es gozo de sentirse fecundada desde lo alto. Como María
Si llego a ser el que Tú sabes que soy, Virgen: el Espíritu Santo te cubrirá con su sombra, y la nueva
seré el que yo mismo necesito vida que nacerá en ti será la de un hijo de Dios. La de un ele-
y los demás esperan de mí. gido. La de un bienamado.
96 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI DONDE SE REFLEJA EL UNIVERSO 97

Cuando el gozo de una respiración plena, pausada, rítmi- Como María Virgen, que es Madre de toda la humanidad por
ca, se ha adueñado de mí, me encuentro tan a gusto conmigo haber sido fielmente la Madre del Hijo único de Dios, el
mismo que descubro manar en mi interior la fuente de cuanto Primogénito de toda criatura. Su virginidad más preclara
necesito. La felicidad, la libertad, la creatividad, el amor... ¡ya -como la tuya y la mía- es la de un amor que nada se reserva,
están en mí, y son yo mismo, con tal de que sepa beber en mi que lo entrega todo, al entregar a su propio Hijo, para el bien
propio pozo! de la humanidad histórica.
Vivir en la propia respiración: esto es todo. Ésta es la pri- El Espíritu que me cubre y me fecunda en la oración es un
mera fecundidad del Espíritu: saber que no tengo que buscar Espíritu de armonía universal. Es un Espíritu que hace crecer
fuera de mí lo que ya soy por gracia de su visita, por presen- en mí un Amor más grande que yo mismo. Y así, el alma
cia de su poder vivificador, por la huella divina que dejó en mí recreada en oración se revela con facilidad trovador de todas
el Creador. las hermosuras, visibles e invisibles, que pueblan el cosmos.
Respiro. Descubro la grandeza de lo elemental y sencillo. El orante es canción de amor en todas sus miradas, en todos
Saboreo las riquezas de lo pequeño y escondido. ¡Todo es sus sentires. La armonía que define a su ser íntimo se muestra
mensajero de una voluntad de bien! Mediante esa respiración con facilidad al entrar en comunión con lo amable y gozoso
sosegada, imperceptible, me dejo acunar por el vuelo del que habita en la entraña de todas las cosas, de todos los suce-
Ruah. Fluyo en su fuerza y en su pureza. Recibo mi propia sos. Mi felicidad será compartir la chispa de felicidad que
forma de ser hijo, acariciada desde la eternidad por la mano enciende a cada criatura. Mi energía se ejercerá en volar en
de mi único Padre. Orar es llegar a ser en el tiempo el que unión con otras energías al encuentro del infinito. Mi amor se
cada uno es en la mente de Dios desde el principio. rendirá en alabanza y adoración ante el Amor que de todo me
hiere.
El orante, en la profunda quietud de su alma, refleja un
III mundo con sentido, un mundo ya salvado, un mundo ilumi-
nado desde dentro. Este mundo -el nuestro- deja de ser la fór-
Y mi alma es un lago tranquilo donde se refleja el universo. mula de un absurdo irremediable, porque no es el fruto com-
Otra de las inestimables gracias de la oración: el alma ya binado del azar y la necesidad, sino la aventura de un Amor
no es sólo la conciencia individual, la psique dinamizadora, la que busca ser en todos. Por eso, en sus obras y palabras, el
profundidad de una existencia...; es el nexo de unión de todo orante, fecundado por el aleteo del Espíritu, se muestra cons-
lo noble, verdadero y bello de la vida. Ningún bien me es tructivo y pacificador; del fondo cristalino de su corazón
ajeno desde mi abismo abocado al Abismo de Dios. Y se me suben reflejos de gratuidad y de trascendencia, de armonía y
hace patente -¡oh maravilla!- que, si es verdad que todo cuan- de bien universal.
to más necesito lo tengo ya dentro de mí, no podré, sin embar- El orante que ha hecho el vacío de sí, hasta encontrarse
go, disfrutarlo como propio en tanto no lo viva en comunión consigo mismo en Dios, conecta, en su propia respiración, con
con la realidad y la necesidad de todas las criaturas. la respiración de las más remotas galaxias, y fluye desde sí
Todo cuanto necesito, es cierto, lo tengo ya dentro de mí; mismo hacia todo, con la violencia y la ternura del universo
pero sólo lo hago mío cuando lo comparto con los demás. en expansión.
Como María Virgen: su Hijo ¿no es el Hijo del Hombre, el
Hombre para el hombre, el Hombre en todos los hombres?
DONDE NO HAY SILENCIO NO HAY ORACIÓN 99

celoso de su Imagen en mí y, al amarme, se ama a sí mismo y


14 me capacita para amarlo a Él. Es el silencio de quien lo ha
encontrado todo en sí y no necesita perderse buscando por tor-
Donde no hay silencio no hay oración tuosos caminos.
De esta experiencia (la de sentirse amado y habitado por
el Amor mismo) brota el silencio de las entrañas agradecidas.
Todo queda dicho en el acto tuyo de darte. Es el asombro que
se hace mudez del alma. Dios es la alegría de existir para quie-
La oración es el silencio de un corazón enamorado: nes lo han tocado en el abismo de su propio ser.
donde no hay silencio, no hay oración. Para alabar tu hermosura desbordante, que ha querido
venir a mí y se me manifiesta también en todas tus criaturas,
el gesto más adecuado es el recogimiento en las recámaras del
I alma. Concentrado, entro en comunión con las leyes que rigen
Sólo el amor sabe escuchar la verdad última de todos los el cosmos y el destino de todo lo creado.
seres. Sólo el silencio es vehículo de intercambio amoroso en Para celebrarte como a mi único Salvador, no conozco
la profundidad de todo lo vivo. Callar es hacer pequeño mi yo, mejor rito que el de caer rendido ante la fuente desbordante de
a fin de que Tú lo llenes todo. Callar es dar la importancia a tu misericordia, abierta en mí. Todas tus gracias me remiten al
una Presencia que todo lo penetra y plenifica. Callar es tener silencio de la adoración. Cuando el silencio reina en mi alma,
hambre de lo que Tú eres. es cuando mejor llego a saber que todo es gracia.
En tanto mi propio yo llena el espacio de mi conciencia
pensante, le quito lugar a tu Presencia silenciosa que quiere II
decirse dentro de mí. Tú sobrepasas con tu gracia mi hambre
de felicidad y de ternura. Te das tanto que no hay en mí espa- Pero el silencio no lo hago yo; también se me regala. Yo me
cio suficiente para recibirte. Por eso me hago ante ti silencio, predispongo a recibirlo, acallando mis sentidos y potencias,
vacío, apertura. Por eso acallo y modero mis deseos, a fin de aceptando mis límites y carencias con alma de pobre.
que mi único deseo llegues a ser Tú. Este es el silencio de un Que yo mismo soy silencio, lo intuyo cuando acepto el
corazón enamorado: olvido de sí en el gozo de tu Presencia. misterio del ser, que es misterio de comunión. «Nadie puede
Para orar en espíritu y en verdad, hay que hacerse prime- saber quién es si no se lo dice el silencio» (Romano Guar-
ro consciente de tu llamada de amor. Y abrirse a ella como tie- dini). Lo esencial, que es invisible a los ojos, es también inac-
rra reseca, agostada, sin agua. Porque Tú estás siempre pre- cesible a nuestro oído. El silencio es el espejo del ser, donde
sente, pero yo vivo distraído de tu Presencia, y muchas veces, cada uno se descubre a sí mismo como vocación de abrazo.
muchas, lo que hago para hablar contigo me distrae aún más. Éste es el paradigma de toda existencia auténtica, de toda
Toda fórmula que no conduce al silencio estorba para la ora- humanidad fiel a sí misma: sopesarse en el silencio para darse
ción. No son las palabras que yo te digo, sino las que Tú pones en comunión. Hacerse palabra convincente bruñida en las
en mis labios, las que tienen poder para llegar a ti. Mas en los aguas puras del silencio interior. «Nadie habla con mayor au-
labios amantes sólo cabe el estallido del beso que sella la toridad que quien está habituado a callar», enseña el Kempis.
unión íntima de los enamorados. El Dios de mi oración es Es la autoridad del que no dice cosas, sino que se dice a sí
100 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI DONDE NO HAY SILENCIO NO HAY ORACIÓN 101

mismo, dice su experiencia en el ser. Ignacio de Antioquía nos La sabiduría mística (¿existe otra sabiduría que merezca
amonestaba en el mismo sentido: «Es mejor callarse y ser que tal nombre?) puntualiza así la eficacia de una existencia silen-
hablando no ser. Es bueno enseñar si el que enseña actúa. ciosa: «Traiga sosiego espiritual en advertencia de Dios amo-
Hay, pues, un solo Maestro que habló, haciéndose todo lo que rosa; y cuando fuere necesario hablar, sea con el mismo so-
dijo; pero las cosas que El hizo callando son dignas del siego y paz» (San Juan de la Cruz, Dichos de Luz y Amor, 81).
Padre. El que posee la palabra de Jesús puede escuchar tam- Por ello, valorando y cultivando el silencio que hay en mí,
bién su silencio, para que sea perfecto, para que actúe a tra- como presencia del Verbo que me recrea, me siento constan-
vés de las cosas que dice y sea conocido por medio de las temente invitado a dominar todo afán de parloteo {«...se os
cosas que calla». Ninguna vida hay verdadera que no esté pedirá cuentas de las palabras innecesarias»), a callar pru-
sellada por el silencio. dentemente ante acusaciones contra mi persona que juzgo
Y ésta es también la verdad de toda auténtica comunión: injustas, a limitar mis intervenciones habladas en una cuestión
que no hay palabra esencial que no nazca del silencio. debatida, convencido de que la verdad y el amor llegan más
«Cuando el iluminado permanece en silencio y piensa lo lejos que las palabras, nacidas sólo o principalmente de la
justo, su pensamiento se escucha a mil millas de distancia» astucia humana o de la inteligencia dialéctica. Es una ascesis
(proverbio budista). La fuerza de la palabra está en proporción de la palabra que sólo cabe cuando el que la practica está
directa con el silencio en que ha sido engendrada. Desde la fe embriagado del silencio interior.
que hinca sus raíces en la experiencia judeocristiana, somos Y así, el que ha saboreado el silencio de Dios en su pro-
criaturas de una Palabra eterna, de un Verbo divino cuyo pio corazón, no como lejanía o desinterés, sino como abrazo
poder creador resuena desde el principio en el silencio inson- a nuestra entera realidad humana, silencio de Dios que tiene
dable de Dios. su máximo exponente en la Cruz de Cristo, no vive ya colga-
Con esto hemos tocado los fundamentos metafísicos del do del éxito temporal, de la imagen social, de su poder sobre
silencio. Estamos amasados con gotas del silencio divino, el otros, cosas todas que llenan de ruidos y destruyen el templo
silencio de la comunión intratrinitaria. Y estas gotas del silen- interior del hombre. Damos la palabra a San Juan de la Cruz,
cio eterno dan a nuestro barro una textura muy especial: nos que una vez más nos alerta: «La sabiduría entra por el amor,
rompemos cuando no sabemos guardar el silencio interior. silencio y mortificación. Gran sabiduría es saber callar y no
Echamos a perder nuestra mejor obra, nuestro testimonio, mirar dichos ni hechos ni vidas ajenas» {Ib., 107). Cuando el
cuando no lo dejamos dormir en el silencio. silencio me ha dicho que Dios me ama, ninguna palabra con-
Silencio que ha de coexistir con los mil ruidos exteriores traria me puede quitar la paz.
-inevitables tantas veces- y con la palabra que pronunciamos,
vehículo de comunicación y testimonio de la propia fe. Por-
que todo el que cree en el Verbo se hace palabra.
Fundados en nuestro silencio interior, el silencio que III
somos y se nos regala, podemos llevar a cabo todas las accio- En el campo eclesial hay actualmente un exceso de palabras,
nes y pronunciar todas las palabras sin destruir su esencia de como lo hay de actividades que no son siempre el fruto madu-
comunión. El que vive y actúa desde su silencio, obra en lo rado al calor de la contemplación, el desbordar de una expe-
universal e imperecedero. Obra en comunión con el Verbo que riencia mística. ¿Podrá una Iglesia así ofrecer el marco ade-
todo lo crea y mantiene en el ser. cuado para que los hombres de hoy puedan tener la experien-
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cia de Dios? Me temo que no. Y me duele tener que hacer esta La Palabra cuyo lenguaje es el Silencio no puede nunca
constatación, porque el mundo de hoy está enfermo de ruidos ser oída ni asimilada fuera de la actitud reverencial que se
y necesita urgentemente una cura de silencio, de sosiego, de manifiesta en el acallamiento del propio ser, como sacrificio
retorno a los umbrales del ser. ¿Y quién mejor que la Esposa de la palabra humana. ¿Puede tener algo que decir el hombre
del Verbo Encarnado para enseñar a la humanidad actual los cuando Dios habla? Sí; el silencio de dimensiones teológicas,
caminos de la recuperación del yo profundo? impreso en nuestra alma por la presencia del Espíritu, no es un
Cualquiera que conozca, siquiera mínimamente, la orien- silencio mutilador de la palabra humana, sino potenciador de
tación actual de las iglesias, podrá convenir conmigo en que la misma. Es un silencio no sacrilego, sino religioso, que hace
sobra tecnicismo pastoral, discurso homilético y catequético; sagrada la palabra de quienes en él se sumergen.
y falta el fuego de la palabra (lenguas de fuego de Pentecos- La palabra de Dios es, pues, Silencio antes de ser comu-
tés) que irradia y abrasa por donde se mueve. Palabra que sólo nicación. Mejor aún, es silencio en su misma comunicación.
puede ser la de una experiencia compartida. Palabra que se Cuando nos llega, nos enmudece con la potencia cegadora de
amasa y cuece en el largo silencio de la contemplación. El su luz. La siguiente cita puede ilustrar lo que venimos dicien-
silencio es garantía de eficacia evangelizadora. El siglo veni- do: «El Silencio constituye el paisaje de la Biblia. Pero quizá
dero pedirá cuentas a unas iglesias que no acertaron a dar la se podría llevar más allá la paradoja diciendo que la Biblia
primacía pastoral al cultivo del silencio interior, preámbulo y es el libro del Silencio de Dios. La Escritura expresa el silen-
requisito de todo encuentro vivo con el Señor. cio original, que es la primera expresión del Amor del Padre,
Antes y más que los imperativos de un dogma, una moral, que se hace luego Palabra obediencial del Hijo y Espíritu de
un culto, una disciplina, una acción social, debe hoy la Iglesia Amor, como nuevo Silencio que llega más allá del Verbo y que
educar en la vida interior, en el camino orante, en el segui- encierra en sí el misterio Trinitario. De este silencio nace la
miento del carisma contemplativo de Jesús de Nazaret..., revelación, que se hace luego palabra histórica y profética, y
como la auténtica obediencia (estar a la escucha) de la fe, para finalmente palabra definitiva en la encarnación del hijo, pero
llegar así a ser instrumento válido del Reino. que desemboca en un nuevo silencio como contemplación y
Nunca han faltado en la Iglesia -ni faltan hoy- las voces respuesta de fe» (R. FisiCHELLA, «Silencio»: Diccionario de
que, proféticamente (es decir, en nombre del Dios vivo), invi- Teología fundamental, Madrid 1992, p. 1.371).
tan a todos los creyentes a perderse en la aventura del silencio La Palabra llega a nosotros en la contemplación para con-
del corazón. Si, según la expresión de D. Bonhoeffer, «la pa- ducirnos a la respuesta de fe. Desconfiemos, pues, de toda
labra no llega al que alborota, sino al que calla», tenemos palabra que no se recorte nítida en el silencio interior de quien
que ayudar con todos los medios a nuestro alcance al hombre la pronuncia. Desconfiemos, igualmente, de todo silencio que
de hoy (que alborota demasiado) a que aprenda a callar, a no sea marco de una palabra encendida. La oración es, alter-
escuchar en profundidad, a fin de que pueda ser alcanzado por nativamente, Silencio y Palabra, Palabra y Silencio. Silencio
la Palabra, que quiere engendrar en él vida divina. Ignacio de que patentiza la humildad y el asombro de quien la recibe (o
Antioquía, en su carta a los Efesios, nos ofrece esta aguda la proclama). Palabra que se desnuda en el silencio contem-
observación, que más tarde Juan de Yepes introduciría en sus plativo, mostrando todo el encanto de la salvación por el
Dichos de Luz y Amor, 98: «Una palabra pronuncie) el Padre, Amor.
y fue su hijo; esa Palabra habla siempre en el eterno silencio, El Silencio es la disciplina del Amor. La Palabra, su
y en el silencio tiene que ser escuchada por el alma». Encarnación.
PARA TI ES MI MÚSICA 105

Allí donde yo soy más yo, resuena constantemente la


15 melodía de mis profundidades, en busca del oído amante.
Porque la música exige ser siempre -como el vino, como el
Para ti es mi música beso- dulzura compartida, imperiosidad de ser con otro, en
otro. La música de mi alma me asegura que yo he nacido para
perderme en un amor. ¿Y quién puede ser el destinatario de
ese amor único, total, que entona la melodía de mi corazón,
sino Tú, el Músico mismo que mejor pulsa las cuerdas de este
mi ser sediento de armonía?
A la memoria de Narciso Yepes, Mi corazón late a ritmo de sonoridades que lo embriagan.
que supo hacer de la música oración, Las contradicciones de mi vida, así como las disonancias del
de la oración música. camino que recorro, puedo convertirlas, gracias a la batuta de
tu Amor, en acordes para el himno triunfal del universo.
La imagen y semejanza de Dios en mí se expresa como
La oración es la música del alma;
capacidad de gozo en el silencio, donde se engendra toda mú-
el alma que no ora desconoce su propia armonía interior
sica. El silencio es la clave del amor hecho canción. ¿Cuánto
y la belleza de su destino eterno. no saben los enamorados de la riqueza insondable de su silen-
cio absorto? En clave de amor me está creando y recreando
Dios, excelso virtuoso de la melodía de mis entrañas.
I No estamos hechos, no, para el estruendo que aturde, sino
La esencia del alma humana es la armonía. Ajustamiento de sí para el silencio en que resuena la voz de la ternura. La músi-
a su origen divino. Unión y combinación de sentimientos dife- ca nació en este mundo el día en que un primer humano escu-
rentes, pero acordes, formando la gracia de un ser en paz con- chó a Dios en su espacio interior. El fondo del alma humana
sigo mismo y, en sí, con el universo. El alma bien concertada es un enorme vacío; vacío que me define como cantor de la
con su íntima realidad y con el medio en que se mueve es un vida, siempre que permanezca a la escucha de la voz del
alma melodiosa que emite la nota justa de la alegría de vivir. Amado:
La vida es para ella gratísima variedad de sonidos, luces y
sombras, carencias y abundancias, que se resuelven siempre «Déjame escuchar tu voz, Amado mío
en justa proporción con sus necesidades más inalienables. porque es muy dulce tu voz.
El alma que no niega su armonía básica conoce la amistad Oíd que llega mi Amado
como sentido y meta de su existencia. Se sobrepone al len- saltando sobre los montes,
guaje prosaico de los miedos, las dependencias, las prisas, los brincando por los collados.
desencantos... En su manera de comportarse, domina casi Habla mi Amado y me dice:
siempre el tono poético, es decir, la visión sosegada de todas "Levántate, amada mía,
las cosas y el ánimo tenso hacia las verdaderas metas de su hermosa mía, ¡ven a mí!" »
ser. Un alma sin armonía es un espejo roto donde se distor- (Cantar de los Cantares).
siona la imagen del mundo.
106 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI PARA TI ES MI MÚSICA 107

II hacerse música en la música escuchada. Pero sólo nos llega


desde el exterior aquella melodía que siempre ha resonado,
En la creación, todos los seres son portadores de una original
aunque no acertáramos a escucharla, en nuestra recóndita
e inconfundible melodía. Y así, el comienzo de cada vida hu-
mismidad. El corazón del hombre/mujer es clave, ritmo,
mana, coincide con los primeros acordes en el tiempo de una
cadencia, tempus..., bajo la sabia batuta del Creador, Amante
gloriosa cantata que resuena desde la eternidad en los oídos
y Amado.
del Creador. Las estaciones del año se suceden a ritmo de
acentos no tañidos, cual ráfagas del Espíritu que alienta hacia Tan pronto como creí que existía Dios, comprendí que no
hermosuras cambiantes. Las flores de cada primavera se cua- podía escucharlo más que en el silencio enamorado del alma
jan y deshojan emitiendo notas del himno a la belleza impe- recogida. Mi afición a la música data del instante mismo en
recedera. Los astros del augusto firmamento arden en su mile- que entreoí por primera vez la voz del Amado llamándome
nario esplendor, emitiendo ecos de júbilo y entusiasmo ante el con requiebros a la fiesta de su intimidad. Desde entonces he
orden maravilloso que los rige. sabido también que mi ser de comunión se abre al ser melo-
dioso de todos los seres, en una alabanza que no conoce el
¿Quién, mirando sosegadamente el mar en un largo atar-
agotamiento ni el declive.
decer de verano, no ha sentido en su propio pecho el estallido
sonoro de una gigante orquesta? ¿Quién, boquiabierto bajo un «Mi corazón está dispuesto, Dios mío,
cielo estrellado, no ha presentido en la profundidad de la mi corazón está dispuesto a tu alabanza.
noche raptos de aquella sinfonía que mejor conduce al éxta- Despierta, alma mía; despertad, cítara y arpa;
sis? ¿Quién, por senderos de alta montaña, detenido el paso despertaré a la aurora.
junto al arroyo cristalino, no ha escuchado su propio nombre Te alabaré con himnos, Señor,
pronunciado armoniosamente por el misterio de la linfa que en el concierto de pueblos y naciones»
fluye? ¿Quién, sí, al contemplar la limpia desnudez del cuer- (Salmo 57).
po bien amado, no ha sabido, de una vez para siempre, que las
formas bellas que nos seducen y nos ciegan son notas en el
espacio y el tiempo de una partitura divina? La fe es canción de amor a dúo. Y sólo adquiere calidad
La mirada amante coincide con el oído musical. Todo de creyente aquel que acierta a unirse al coro universal de la
cuanto miro con amor, con embeleso, con gratitud... se torna alabanza. El diapasón de la misericordia divina ha despertado
melodía por mi sangre. Para saber que el inundo, a una, es en mí la nota justa del amor a todas las criaturas, de la admi-
escritura musical, basta con aplicar a cada realidad presente ración de todos sus encantos y bondades. Todos los seres oran
una mirada contemplativa. Basta con preservar en el aposento en mí y conmigo cuando el núcleo más vivo de mi ser se rinde
del corazón ese tálamo donde pueda resonar la voz del en adoración al Invisible. La fe es canción de amor a dúo. Tú
Amado. cantas en mí tu belleza de criatura, yo canto en ti la Belleza
del Creador.
«Mi Amado es para mí
Todas las músicas del mundo quieren decir lo mismo: «te
y yo soy para mi Amado,
amo»; pero no aciertan a decirlo sino cuando se dirigen a
pastor de azucenas».
Dios, Amor que enciende todos los amores. Todas las músicas
Sólo escuchamos en verdad una melodía cuando nos deja- del mundo encierran una declaración de amor. Por eso, amor
mos llevar por ella, transformar en ella. Escuchar música es que no canta tendrá que morir. El Señor ha puesto en mí la
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nota de su inquebrantable fidelidad, a fin de que yo ya no giados tales como el de aquella tarde en Ávila, cuando, al
pueda cantar en otra tesitura. entrar en la iglesia del convento de la Encarnación, las mon-
«Error funesto -decía Manuel De Falla- es decir que hay jas cantaban las vísperas de domingo. La paz sobrecogedora
que comprender la música para gozar de ella. La música no hablaba de una presencia desbordante. O aquel órgano ardien-
se hace ni debe jamás hacerse para ser comprendida, sino do en una coral de J.S. Bach, en la nave ojival de la catedral
para ser sentida». Y para ser amada, apostillo yo. Sólo la desierta, atravesada por los ángeles de luz de sus vidrieras
música puede comunicar lo indecible de una pasión de amor. multicolores, declarando la gran mentira de todos los ruidos y
urgencias del exterior. Sí, momentos inolvidables, grabados
en mi psiquismo con fuego de indeleble misterio, en que la
III música venía a ser llanto y sosiego, hallazgo e impulso, sobre-
La Biblia es un libro musical, como pocos en la cultura uni- salto y aniquilación...; constatación, en suma, de que la eter-
versal. Cítaras y arpas, timbales y trompas, platillos sonoros... nidad no debía de estar muy lejos de aquellos instantes...
resuenan por doquier a lo largo y ancho de sus páginas, no Siempre la música: revelación más alta que todas las sabi-
pocas veces ilustradas con signatura musical propiamente durías y filosofías de los hombres. Siempre la música: media-
dicha en algunos de sus vetustos códices. Pero, además, no dora (reconciliadora) entre el espíritu y la materia, el ser y la
faltan en la Biblia ejemplos luminosos de una sabia utiliza- nada, lo sagrado y lo profano. Siempre la música: síntesis aca-
ción de la música, tales como cuando el joven David, músico bada del pensamiento y la emoción. Donde enmudece la capa-
él y poeta, calmaba al rey Saúl de sus malos espíritus tocando cidad comunicativa del lenguaje hablado, comienza a decir la
para él el arpa bien templada. O cuando se le pide al profeta música. ¡Siempre la música: aroma de todas las artes, poesía
Elíseo una palabra en nombre de Yahvé, Él solicita la presen- de toda la poesía, el infinito indefinible, la vida despertando
cia de un músico, y «tan pronto el músico rasgueó las cuer- en el corazón de la vida!
das, vino sobre Elíseo el Espíritu del Señor» (1 Samuel 16,14- Lo que Giovanni Papini afirmara de los poetas y de la
23; 2 Reyes 3,15). poesía puede aplicarse con idéntica verdad a los músicos y su
El sentimiento musical ¿no es el gozo de tocar y ser toca- creación:
do por lo inasible? ¿Qué es eso que hay en la música que se
resiste a ser identificado con la materialidad de sus sonidos? «En vosotros se repite, aunque sea de otra manera y en
¿Qué queda en el que escucha cuando ha concluido la ejecu- diverso sentido, el milagro de Pentecostés. También voso-
ción de una partitura? ¿Para qué mantenerse en quietud y en tros tenéis vuestra consolación, que es el conocimiento de
silencio mientras unos músicos -solistas, director, voces, ins- los secretos de las almas, la ciencia de las lenguas y de su
trumentistas...- dan alas sonoras al misterio cifrado de unos embrujo. En los momentos de más feliz inspiración, cuan-
pentagramas? do la humildad abre paso hacia lo sublime, estáis como
Recuerdo con inmenso agradecimiento aquellas tardes bañados por la gracia, escucháis lo que Dios mismo os
musicales en el seminario. El salón debidamente ambientado dicta y que vosotros, mártires en éxtasis, intentáis expre-
y en penumbra, mientras escuchábamos, algunas veces en sar con toda la fuerza de vuestros sones articulados. No
vivo, un trío de cuerda, y otras dejando que el tocadiscos des- obstante la pobreza de medios y la disparidad de la con-
granara el vigor genial de un Beethoven o la paradisíaca ale- dición humana con respecto a la revelación divina, con-
gría de un Mozart... Tampoco puedo olvidar instantes privile- seguís retener en vuestros cantos, a menudo sin daros
110 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI

cuenta de ello, algún fragmento y eco de la verdad abso-


luta. Sois, a vuestra manera, taumaturgos, puesto que
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colaboráis en el milagro de trocar en espíritu la materia,
en alegría el dolor, en canto de resurrección el duelo de la Poética del alma enamorada
naturaleza y de su rey».
En suma, cuando me dejo mecer en la armonía de mi yo
profundo, escucho siempre la voz del Amado, la música que
enciende todas las músicas de la vida. En cambio, cuando
rompo o dificulto la relación con la verdad de mi ser, el mun-
do entero se me hace escollo y desconcierto. Nadie va solo en Oración y Poesía saben caminar juntas,
la vida si acierta a escuchar su música interior. La soledad, necesitándose mutuamente
más bien, se convierte en tierra del abrazo más fecundo. y respetándose en el misterio singular de cada una,
Quién ha escuchado, siquiera una vez, la voz que resuena en que mira hacia el Misterio Único.
sus entrañas habitadas, no podrá ya dejarse asaltar ni confun-
dir por músicas bastardas, ritmos deshilacliados que entene-
brecen la luz del sentido y entorpecen el vuelo más libre del I
corazón.
Tú comenzaste mi vida como una canción y me urges a Lo que debo como persona y como creyente al mundo de la
que yo aprenda de tus labios a seguir entonándola. En realidad poesía, pienso que sólo podré valorarlo en el más allá, cuan-
yo no soy, no puedo ser, si no es dejándome anegar por el do, al contemplar el revés de la trama de mi existencia, pueda
torrente de tu voluntad: apreciar los hilos más sutiles y precisos que la tejieron. Ha-
ciendo mías las palabras de Holderlin, también yo puedo
«Se oye en los barrancos profundos decir: «Crecí junto a la canción de la arboleda susurrante y
el eco atronador de tus cascadas; aprendí a amar entre las flores». Desde niño, apenas supe
los torrentes de agua que Tú mandas deletrear palabras, busqué, como quien se siente arrastrado
han pasado sobre mí» por una fuerza incoercible, los versos esparcidos en mis pri-
(Salmo 42). meros libros escolares. Participaba en las fiestas familiares y
colegiales recitando poemas que aprendía de memoria. Y ha-
Es el abismo de mi ser que invoca a tu Abismo. Ambos, tu cia los diez años compuse los primeros, balbucientes versos,
Abismo y el mío, discurren ya enlazados, buscando el mismo que habrían de ser, ¿cómo no?, dedicados a la Virgen María,
descanso, cantando la misma canción. a san Luis Gonzaga, o sobre el paisaje de mi tierra natal.
«Yo soy de mi Amado: Yo no elegí ser poeta; en algún sentido, la poesía me eli-
Él me busca con pasión». gió a mí. Más tarde comprendí que poeta no es el que compo-
ne versos, sino el que penetra con toda su alma en esa síntesis
¿Podré ya nunca escuchar otra música distinta del deseo divina de intuición, imaginación y sentimiento que cifra el
de ti, cantar otra canción diferente de la que me inspira el sa- lenguaje de la verdadera poesía. Ser poeta es una manera de
ber que Tú me deseas? estar en la vida. Y este talante específico tiñe con sus colores
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propios la totalidad de opciones y situaciones que dibujan el litarismos de este mundo encontrarían una oposición más
firmamento de una existencia poética merecedora de tal nom- firme y demoledora.
bre. Porque, o se vive poéticamente, o resulta del todo impo- La poesía siempre será como el aura de lo santo, pero
sible ser poeta. nunca podrá ser confundida con la misma santidad, igual que
El misterio de la poesía me poseyó, hasta ser una misma el perfume no puede ser confundido con la rosa, sin la cual no
cosa con el misterio de mi alma. Mi ser más auténtico necesi- existiría. La poesía es irradiación que requiere un espíritu pre-
taba de la poesía como de su propia sustancia. La poesía bus- parado para captarla. La poesía sólo se da cuando el aura inte-
caba encarnación y andadura humana en el cuerpo de mi exis- rior del hombre se une al aura emanada de un suceso, un obje-
tencia temporal. Llegué a comprender que sólo viviendo poé- to, un sueño, un ser presente. La poesía resulta entonces
ticamente se puede ser receptor del hálito creador. Que la poe- comunión de auras en la mutua atracción del misterio. La poe-
sía es una reina que no admite rivales en su corte. Entonces, sía es la verdad, la bondad y la belleza de cuanto existe, cap-
ser poeta ¿equivale a ser esclavo de la poesía? ¿Su realeza es tada por la necesidad y el vacío del alma enamorada, con tal
una forma de vasallaje que priva de libertad? En los comien- de que no niegue sus hambres más profundas.
zos temí que así pudiera ser. Mi vocación al ministerio pres- Todo el mundo es poeta cuando sabe valorar y admirar lo
biteral me obligaba a tomar mis prevenciones y distancias. otro que se da en todo y en sí mismo. Sólo mata la poesía la
Mas no necesité mucho tiempo ni especiales ayudas para satisfacción que embota y el miedo que corre afanoso y torpe
comprender que la poesía era, antes que nada, un camino tras seguridades. La poesía nos arroja en Dios porque nos deja
hacia la libertad y el mejor aliado que podía hallar para el abocados al misterio del ser. Poesía: ese Tú omnipresente del
ministerio de la Palabra. único Poeta.
La poesía, como talante personal irrenunciable, se hizo Vivir poéticamente es vivir para lo esencial que nos edifi-
dentro de mí conciencia crítica ante toda mentira existencial, ca y dinamiza en el ser. Es reconstruir la vida sobre cimientos
a la vez que llamada constante a la búsqueda, superación de de autenticidad y de hermosura, que es tanto como decir de
toda rutina y convencionalismo, que arruinan la pureza en el universalidad en el amor. Todo lo que llama a humanidad
ser. ¡Nada menos convencional que una manera poética de tiene en la poesía un poderoso defensor. Por haber olvidado
vivir! Vivir poéticamente devenía en mi experiencia cotidiana esta verdad elemental, nuestra civilización occidental gime
un compromiso con la hondura de toda realidad presente. víctima de un tecnicismo devorador, así como de un pragma-
Significaba también llegar a la comunión con todo lo vivo y tismo insolidario. El dios molok de la eficacia engulle muchos
verdadero, por la desnudez personal de toda ambición o com- de los valores humanos que más necesitamos para vivir con
plicidad con los poderes de la mentira y la violencia. dignidad, con creatividad, con afán de crecimiento interior. El
La poesía arroja una luz tan potente sobre los procesos ídolo de la eficacia no deja ya a los humanos decir su propia
humanos que sólo los que no temen el vértigo de sus flagran- gracia en libertad. Sólo cuenta la productividad, la competen-
tes contradicciones íntimas podrán subir a su barca y navegar cia, la seguridad, sin dar lugar apenas al silencio, la contem-
hacia playas remotas de armonía interior. En este sentido plación, el asombro...
podemos afirmar que la poesía es eminentemente humaniza- Hace ya cerca de treinta años que se me regaló compren-
dora, liberadora; que la poesía tiene el poder de desnudar de derlo así, mediante estos versos que ahora recuerdo:
falsos ropajes al alma que se le confía. ¡Ah!, si los humanos
escucháramos más y mejor el mensaje de los poetas, los tota- Me acercaré al silencio
y él me dirá mi nombre venidero.
114 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI POÉTICA DEL ALMA ENAMORADA 115

Me acercaré a tus ojos II


y ellos dirán la luz con que yo veo.
Me acercaré a la tierra El misterio de la poesía, como tantos han sabido resaltar,
y ella dirá la sed de que yo muero. remite en sí mismo a la profecía religiosa y a la utopía de los
¡Y ellos dirán mi abrazo sin reserva sueños más sublimes de la humanidad. Poeta es el que fecun-
a todo cuanto es vivo y verdadero! da la realidad presente con semillas de un mañana mejor. En
toda auténtica poesía se escucha, más o menos directamente,
Vivir poéticamente supone aceptar el reto que hoy nos el oráculo divino que anuncia el triunfo definitivo del amor
lanza la creación a respetar los cánones de la naturaleza y a sobre todas las formas de mentira y de muerte. El misterio de
confiar más en los valores del espíritu, a fin de que el peso de la poesía, comunicar lo incomunicable («No tengo nada que
la ternura llegue a doblegar nuestro corazón hasta hacerle decir y lo digo: eso es poesía»: Ihon Cage), ponernos en co-
besar la tierra, nuestra tierra madre. munión con el logos de todas las cosas. Lo que señala el poeta
con su verbo está más allá (¿o más acá?) de todo sentido
El misterio de la poesía me poseyó hasta llegar a ser uno
inmediato, de cualquier presencia domesticable. No hay poe-
mismo con el misterio de mi alma. El misterio de la poesía, su
sía allí donde un reverbero de lo invisible no irrumpe trastor-
poder de engrandecer el corazón que la alberga («Sí, sí, una
nando la evidencia de las palabras empleadas.
nota de una caña, de un pájaro, de un niño, de un poeta, lo
llena todo y más que el trueno. El estrépito encoje, el can- Pues bien, para el creyente en Cristo ese logos que encien-
to agranda»: Juan Ramón Jiménez), se adueñó del misterio de el sentimiento interior de lo nombrado es el Logos Eterno,
de mi alma: hambre y sed de ternura, de belleza, de eterni- consustancial al Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, por Quien
dad, de la verdad última de todas las cosas. Antonio Machado, fueron creadas todas las cosas. Resulta así la poesía, en su
uno de los primeros y principales poetas que vinieron a ale- esencia más irrefutable, comunión creadora con el Dios Crea-
grar mis años de mocedad, me hizo comprender, con gozo y dor, allí donde Él mismo está dando el ser en cada momento
gratitud, que a todas las cosas (¿cabe definición más alta para la poesía?).
Leer y comprender un poema puede muy bien ser entendido
«El alma del poeta como un acercarse a la vida desde el misterio de Dios. El
se orienta hacia el misterio. poeta mismo no es consciente muchas veces de esa mediación
Sólo el poeta puede que ejerce su palabra encendida. Pero todo poeta auténtico
mirar lo que está lejos sabe que su creación es un rapto del Espíritu por encima de
dentro del alma, en turbio toda tarea de su conciencia personal. Juan Ramón Jiménez,
y mago sol envuelto». tan sabio en estas cuestiones, lo precisaba así: «Cuando escri-
bo, desaparezco por completo; no me siento siquiera, soy
Mi alma y la poesía gimen a una por un mundo en abrazo, todo idea (chispa), todo sentimiento (fuego), todo palabra,
en el que Dios sea todo en todas las cosas, y todas las cosas nombre (misterio de las cosas nombradas)».
una en Dios. En el logos de la expresión poética nos hace señas el
Hasta aquí, el intento de acercarnos al misterio de la poe- Logos Eterno, Palabra Encarnada en toda realidad viva. La
sía tal como yo lo entiendo. Pasemos ahora a reflexionar sobre poesía apunta certeramente a esa Presencia que todo lo
la relación Poesía-Fe. enciende (y trasciende) desde dentro («En Él estaba la Vida,
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v la Vida era la Luz de los hombres. Esa Luz brilla en la oscu- «Una experiencia genuinamente poética es algo que tras-
ridad, y la oscuridad jamás podrá sofocarla»: Jn 1,4-5). ciende no sólo el orden sensible (en el cual ha empezado),
Poeta es el que, habituado a mirar en las tinieblas, sabe detec- sino también el de la razón. Es una intuición suprarracio-
tar mejor el punto de luz escondida. Es luz metida a fondo en nal de la perfección latente de las cosas.
las entrañas de la vida, y exige la audacia de los buceadores La experiencia más alta del artista penetra no sólo más
de profundidades insondables para hacerla emerger. allá de la superficie sensible de las cosas en su realidad
Palabra Encarnada («una composición poética nace como más íntima, sino incluso más allá, en Dios mismo».
encarnación de muchos gestos vivos», nos trasmite la sabidu-
ría taoísta, Lu-Chi, 261-303 d.C), hay que detectarla en la La intuición del artista pone en movimiento el mismo pro-
carne, esto es, en los procesos de llegar a ser, en el lirismo y ceso psicológico que acompaña a la contemplación infusa.
la tragedia que acompañan, en mayor o menor grado, a todo En línea con este pensamiento mertoniano, pero más au-
ser que se busca a sí mismo en su verdad más inalienable y en daz en su desarrollo, e! recientemente desaparecido Julien
su quehacer entre los hombres. Parafraseando (con leves reto- Green, hablando de Francisco de Asís, llega a afirmar la iden-
ques) un texto de Eugenio D'Ors, podemos precisar: tidad entre santidad y poesía:
«Pero yo te digo que cualquier actividad se vuelve filoso- «San Francisco fue, sin duda, uno de los más grandes
fía, se vuelve arte, poesía, invención, cuando el que la rea- poetas, hasta tal punto que uno se pregunta si la santidad
liza entrega a ella su vida, cuando no permite que ésta se no es la poesía en su forma absoluta, y si la poesía huma-
parta en dos mitades: por un lado, la fe en Dios, la prác- na, incluso cuando anda a rastras por el suelo, no es el
tica de la oración; por otro, el menester cotidiano. Sino reflejo de un esplendor espiritual que somos incapaces de
que convierte cotidiano menester y oración en una misma imaginarnos».
cosa, que es a la vez obligación y libertad, rutina estricta
e inspiración constantemente renovada». De donde me parece lícito concluir: si la presentación de
la fe cristiana supiera echar mano adecuadamente del leguaje
Cuando fe y vida se funden en oración constante (entrega poético, no cabe la menor duda de que muchas de las prédicas
con alma a la realidad presente), la vida entera de quien así y documentos eclesiales serían menos aburridos y más con-
actúa se convierte en poesía. vincentes para hombres y mujeres de hoy. La misma deman-
Quien sabe ver la Presencia del Creador en sus criaturas da de un cristianismo experiencial y de un camino iniciático
aprende a nombrar el misterio íntimo de cada ser respetando para el desarrollo de la vida cristiana llevan implícita la de-
su verdad divina y única. Entre la fe religiosa y la poesía se ha manda del sentido poético.
dado siempre un casto connubio, una alianza de gozo y fecun- ¿Quiere esto decir que la poesía es el lenguaje más ade-
didad. Si bien la fe se expresa mejor mediante el lenguaje cuado para acercarnos al misterio de Dios? La poesía, como
poético, no por ello se puede decir que dependa de la poesía. creación humana, es tan inadecuada como todos los lenguajes
La fe será siempre don gratuito de lo alto, no resultado de nin- para acertar a decir algo que resulte definitivo o suficiente
gún esfuerzo o cualidad humana. acerca de Dios. Pero la poesía, en cuanto comunión con lo
Escuchando ahora a Thomas Merton, nos disponemos a telúrico y numínico de las cosas, crea sin duda uno de los esta-
entender mejor la relación entre fe y poesía: dos de alma más abiertos a lo religante, a lo trascendente.
118 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI POÉTICA DEL ALMA ENAMORADA 119

El poeta, el que siente y vive la poesía, está en medio de los la del pájaro último,
hombres como si viera al Invisible. la de las cimas de oro de lo oscuro!
Cuando el misterio se hace presente, sobran todas las pala- ¡Esta es mi libertad, oler la rosa,
bras. Cuando el misterio irrumpe en nuestra vida, una nueva cortar el agua fría con mi mano loca,
palabra se insinúa siempre en nuestra mente y, sobre todo, en desnudar la arboleda,
nuestro corazón. Palabra con su ritmo propio, que se resiste a cojerle al sol su luz eterna!»
ser encadenada a otro ritmo distinto. Palabra, en suma, del
silencio, que es el sol madurador de todas las palabras con Poeta es el que capta el impulso de la energía superior que
novedad, con espíritu y vida. en todo pugna por liberarse. Y la poesía es la sonrisa de la
Hablamos de una nueva palabra, y eso es la poesía. naturaleza, palabra melodiosa que nos remite de continuo al
Palabra que nace de un asombro y se graba para la eternidad sentido último de la vida, a la alegría de vivir. Soñar está más
en el espíritu que la intuye. Los grandes poetas han sido siem- ligado a la experiencia poética que reflexionar. «¡Oh, sí
pre dueños de una sola palabra, tan nueva, tan personal que, -exclama Hólderlin-, el hombre es divino cuando sueña, y
cuando nos acercamos a ella, se nos escapa, dejándonos en un mendigo cuando reflexiona». Y yo me digo: mientras no pier-
cara a cara con el abismo que la engendrara. Esa novedad da la capacidad de soñar, estaré en condiciones de recibir la
intangible de la poesía constituye su fuerza y su debilidad, su visita de Dios. Ese Dios de la fe cristiana que es Palabra Única
dificultad y su encanto. No se revela a todos ni de cualquier que quiere decirse a través de cada uno de nosotros. Darse en
manera. Exige una mente desposeída de sí misma y dispuesta amor por cada una de sus criaturas y a todas sus criaturas.
a recibir lo incomprensible dentro de sí. A la poesía hay que Misterio de comunión es la poesía. Dicho misterio, debi-
acercarse como a la oración, en profundo recogimiento. Recí- damente deslindado, nos ha permitido profundizar en su rela-
procamente, al adentrarnos por los caminos de la oración, la ción con la fe. Desde aquí, estamos en inmejorables condicio-
poesía nos enriquecerá con su ámbito de gratuidad y apertura nes para vislumbrar el puesto de la poesía en la oración.
a lo desconocido.
La poesía es novedad que nos renueva, profundidad que III
nos hace profundos, porque mana constantemente del manan-
tial indómito del Ser. Leyendo a mis mejores poetas he sabi- Que poesía y oración se dan la mano, respetándose mutua-
do que lo infinito pide posada en nuestra finitud, y que no mente y sabiendo caminar juntas ante el misterio de Dios, ha
debo ambicionar bienes más altos en esta vida que el de expe- venido a ser una gracia inestimable en mi experiencia de hom-
rimentar el gozo de mis propios límites. Es en ellos -mis pro- bre y de creyente. La oración, comunicación amorosa con
pios límites- donde recibo la visita de lo eterno. Gracias a la Dios mediada por la oscuridad de la fe, y la poesía, mirada a
poesía, gracias a ese chispazo que se enciende en mí al ser la profundidad de las cosas dominada por la empatia, más allá
tocado por una palabra única, he sabido que yo también soy de todo interés y pragmatismo, se articulan en el alma sensi-
único y divino, llamado a la unión más total y definitiva con ble, dando origen a una manera de mirar que porta en sí el
el Dios que alumbra toda fe. Así lo gritaba, en su éxtasis líri- signo de la gratuidad o desprendimiento. Se trata todavía de
co, el ilustre moguereño: «un desprendimiento natural, innato a la estructura del sen-
tido de la conciencia, que se revela al punto por una ma-
«¡Ésta es mi vida, la de arriba,
nera, en cierto modo virginal, de ver, oír o pensar» (Henri
la de la pura brisa,
120 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI POÉTICA DEL ALMA ENAMORADA 121

Bergson). Mirar, pues, hasta entrar en comunión con lo mira- (Josef Pieper). Es ya el descanso en Dios de la contemplación
do, hasta hacer desaparecer toda distancia. Mirar como quien religiosa. Es el fruto más sabroso de la alianza entre poesía y
se deja mirar a una por lo desconocido y eterno. Juan Ramón oración. De nuevo Juan Ramón:
interpreta así, con lirismo contenido, la gracia de esta simple
mirada: «¡Qué mejor oración,
qué mayor ansia
«¡Dejad correr la gracia que sonreír a las rosas
del agradecimiento a lo invisible, de la mañana;
larga, toda, sin miedo ponernos su alma bella
de que se lleve el día de trabajo! en nuestra alma;
Ella, como una rosa desearlo todo
magnífica y completa, con su fragancia!».
no ocupará más cielo, cada día,
que el justo, que es el suyo. La comunión última con todas las cosas no se adquiere
(...) ¡Sí, dejad, dejad al alma por el esfuerzo de la razón, sino por el abandono en el amor,
internarse hasta el fondo celestial un amor que sabe mirar («sonreír a las rosas de la mañana»),
de su deleite estático! entrar en comunión con su verdad («ponernos su alma bella
(Cual la rosa, también llegará a un punto en nuestra alma») y, sobre todo, muy sobre todo, descansar
melodioso, armonioso, insuperable, profundamente en el misterio de lo contemplado («desearlo
en que su aroma se termine todo con su fragancia»). Lo que hemos llamado potencia de
en un fin suficiente de infinito)». la simple mirada equivale a esa mirada encendida de amor
que brota en nosotros al sentirnos amados de Dios en la ver-
La empatia, tan propia de la mirada poética, pronto llega- dad, bondad y belleza de las criaturas contempladas.
ría a ser para mí una feliz introducción a la actitud contem- Toda mirada encendida de amor es en sí misma oración
plativa (incluso en la contemplación de los misterios de Cris- o, al menos, invitación a la plegaria. Rezar bien es sinóni-
to). Al ejercer la potencia de la simple mirada, mirar resulta- mo de amar bien, como supo concretar el viejo navegante
ba una y otra vez una especie de iluminación interior que inci- (Coleridge) en la cumbre de su experiencia sobre el bien y
taba al descanso. Descansa el que ya ha encontrado (mejor, el el mal:
que se ha dejado encontrar por la luz interior de las cosas). Y
«Reza bien quien bien ama
al captar la esencia de lo mirado, su rostro se ve bañado en la
al hombre, al pájaro, a la bestia.
serenidad del espíritu, por el gozo de la comunión en lo esen-
Reza mejor quien ama mejor
cial. Se trata en estos momentos del «convencimiento casi
todas las cosas, grandes o chicas;
místico -G.K. Chesterton- del milagro en todo lo que existe y
pues el buen Dios que nos ama
del éxtasis esencialmente inherente a toda experiencia» de
nos creó por amor y para el amor».
comunión en el ser.
En medio del descanso, propiciado por un mirar sereno y De aquí a la adoración y a la alabanza hay menos de un
profundo, «se escucha una llamada silenciosa a otro descan- paso (poesía y oración tienen alto lugar de cita en la alaban-
so infinitamente aún más profundo, incomprensible, eterno» za). El alma enamorada, ensimismada en la contemplación de
1 22 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI
POÉTICA DEL ALMA ENAMORADA 123
las bondades creadas, canta en ellas la gloria del Creador y Alaba al Señor todo el que sabe admirarse y enmudecer
adora la majestad infinita de Quien todo lo hizo bueno pen- ante el abismo de su ternura y su misericordia infinitas:
sando en los humanos, para bien de los humanos.
Imposible en este momento, en que oración y poesía se «El Señor es bueno,
abrazan en el climax de la alabanza, no hacer mención agra- su misericordia es eterna,
decida del libro bíblico de los Salmos, que tanta influencia su fidelidad por todas las edades»
ejerciera desde mis años de formación en mi espíritu orante. (Salmo 100, 5).
(La anchurosa terraza de aquel Seminario de San Fulgencio,
en pleno corazón de la ciudad, fue testigo de aquellos ardien- Alaba al Señor todo el que reconoce en Él al Dueño único,
tes amaneceres en oración, con el texto sálmico en el corazón salvador y libertador de los pobres de la tierra:
y en los labios). Por ello, como expresión de reconocimiento «Alaba, alma mía, al Señor (...):
a su acendrada calidad lírica y a su indiscutible sentimiento que hace justicia a los oprimidos,
religioso, que nadie podrá negarle al libro de los Salmos, me que da pan a los hambrientos.
dispongo a concluir este breve ensayo sobre Poesía y Oración El Señor liberta a los cautivos,
dejando que la palabra sálmica continúe inspirando nuestra el Señor abre los ojos del ciego»
alabanza divina. (Salmo 146,7-8).
Alaba al Señor todo el que se deja amar por su Amor, que
nos viene a través de todas las bondades creadas: Alaba al Señor el que proclama su verdad y su justicia,
«El cielo proclama la gloria de Dios, origen y meta de la historia:
el firmamento pregona la obra de sus manos: «Los que sembraban con lágrimas
el día al día le pasa su mensaje, cosechan entre cantares:
la noche a la noche se lo susurra» al ir, iba llorando, llevando la semilla;
(Salmo 19,2-3). al volver, vuelve cantando,
«Entonad la acción de gracias al Señor, trayendo sus gavillas»
tocad las cítaras para nuestro Dios: (Salmo 126,5-6).
que cubre el cielo de nubes,
preparando la lluvia para la tierra» Alaba al Señor todo el que pone su corazón en la fraterni-
(Salmo 147,7-8). dad, lugar privilegiado para la experiencia de Dios Padre:

Alaba al Señor todo el que reconoce sus maravillas en el «Ved qué dulzura, qué delicia
que los hermanos vivan unidos (...).
conjunto de su propia existencia humana:
Porque allí manda el Señor la bendición,
«Tú has creado mis entrañas, la vida para siempre»
me has tejido en el seno materno: (Salmo 133,1.3).
te doy gracias
porque me has escogido portentosamente» El misterio íntimo de la poesía, la amistosa relación entre
(Salmo 139,13-14). fe y poesía, así como la mutua iluminación entre poesía y ora-
124 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI

ción, nos han permitido tocar una de las raíces fundamentales


del árbol universal de la religiosidad, es decir, de la actitud 17
creyente en la historia humana. Dios no sólo es el Poeta Único
en su Verbo Creador, sino el que quiere ser en cada uno de Raíces de la vida interior
nosotros Inspiración de lo sublime. Nada nuevo, es cierto;
pero cuando uno hace tal descubrimiento por sí mismo, su es-
píritu creyente se ve afianzado, su fe se hace más luminosa, y
su oración se vive empapada (como facilitada) por esas nume-
rosas llamadas a la trascendencia que resuenan en toda buena
poesía y, desde ella, bañan con nueva luz las mil y una reali- Las raíces de la vida interior
dades de la vida cotidiana. están en el Amor con que Dios nos ama
La oración, ciertamente, podrá darse sin la poesía. Pero la (y fuera de las raíces no hay vida ni frutos).
poesía (la actitud poética ante la vida), añadirá sin duda un
gozo mayor a la comunicación amorosa con Dios (la hará más
clara y profunda) que define toda auténtica plegaria. Al huma- I
nizarme la poesía con sus múltiples luces de sensibilidad, de
Hablamos de vida interior por contraposición a esa otra vida
admiración, de entusiasmo..., me deja más abocado al miste-
dispersa, llena de ruidos y ansiedades, dominada por temores
rio, más abierto a lo inasible; materia más dúctil en las manos
y dependencias, sin metas altas y sin un proyecto personal que
del Creador.
la oriente y dignifique en su caminar hacia sí misma.
Hablamos de vida interior como de una experiencia fun-
dante, un punto de partida en nuestra existencia que nos hace
saber, poco a poco con mayor claridad, cuál es el sentido más
inalienable y puro de nuestro ser en este mundo; y nos impi-
de, en consecuencia, perdernos por vericuetos de absurdo y
frustración.
Hablamos de vida interior, sobre todo, como de una gra-
cia de amor que sabemos se nos ha concedido, de la que no
somos poseedores, sino deudores, y que constituye el núcleo
(sagrario, cámara íntima) de nuestra experiencia de fe. «La
vida interior -dice B. Baur, OSB- es una disposición de Amor
a Dios que se asienta en lo más profundo del alma». Pero tal
disposición de amor ha de entenderse como un segundo
momento en la respuesta a Aquel que nos amó primero (1 Jn
4,10). En lo profundo del alma tiene lugar la unión de Dios
con el ser de la criatura, más allá de cualquier límite brotado
de la propia humanidad, más allá también de cualquier dis-
tancia marcada por lo infinito de Dios.
126 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI RAICES DE LA VIDA INTERIOR 127

Dios sigue siendo el Absolutamente Otro; pero con su Todo alegre paisaje
Amor sin límites logra derribar todas las barreras infranquea- que eleva mis sentidos,
bles para el humano esfuerzo, hasta hacer del corazón creyen- me pareces Tú.
te sede preferencial de su descanso (cf. Is 66,1-2). (La vida Toda música amable
interior, ¿aprender a descansar en Dios, que descansa en mí?). que enardece mis ansias,
Cuando me encuentro con Dios dentro de mi corazón, me me pareces Tú.
experimento a mí mismo eterno e infinito. Es el milagro de la Todo cuanto me es vida,
cámara nupcial: Tú has venido a mí, me has penetrado con la cuanto en amor me inflama,
ternura de tu entrega, y yo he sentido mi vida fecundada por ¡eres para mí Tú!
la inmensa e incomparable alegría de ser tuyo, por la lumino-
sidad de tu Ser Eterno, que ya es mío. ¡Mío para siempre!, con Quien ignore esta verdad y esta necesidad de la vida inte-
tal de que no renuncie a tu Don de Amor. rior (ver a Dios en todas las cosas, y a todas las cosas en Dios)
Se trata de aquella misma belleza y fecundidad de la sólo conseguirá hacer de su cristianismo un pasatiempo sin
amada del Cantar de los Cantares, que hace de su vida, gra- alcance de transformación personal ni de irradiación en el
cias a la entrega y generosidad del Esposo, mundo. Mucho nos jugamos los cristianos en el entendimien-
«(...) huerto cerrado, to y asimilación de lo que significa y nos aporta la gracia de
fuente sellada. la vida interior. Sólo en ella y desde ella, orar y celebrar con-
Tus brotes, paraíso de granados, ducirá al creyente a un encuentro sincero consigo mismo, sin
lleno de frutos exquisitos: caer en fáciles evasiones de la dura realidad (como si lo reli-
nardo y azafrán, gioso tuviera por función ocultarnos las dificultades y aspere-
la caña olorosa y el cinamono, zas del estar vivo), ni expectativas mágicas de solución a los
todos los árboles de incienso, problemas que nos llaman, en su crudeza y agresividad, a
la mirra y el áloe, afrontarlos para seguir creciendo. La experiencia interior del
con los más finos aromas. Amor de Dios nos permite saborear el misterio y el don de lo
Fuente de los jardines, inasible en el corazón mismo de nuestras responsabilidades
pozo de aguas vivas temporales bien asumidas, integradas, vividas en la contem-
que fluyen del Líbano» plación de amor.
(4,12-14). Hablamos, por tanto, de vida interior como de una mane-
ra de ser hombre entre los hombres, sin negar nada de cuanto
Hablamos de vida interior, pues, como de un encuentro en
los niveles más recónditos del propio ser, un encuentro en que la existencia humana conlleva de búsqueda, tensión, riesgo,
por gracia de comunión, nuestra existencia se hace puro don oscuridades... Pero todo ello en la certeza inconmovible de
y nuestra mirada traspasa la opacidad de seres y aconteci- que Alguien camina a nuestro lado y nos ayuda a sacar bien
mientos, hasta ver a Dios en todos y cada uno de ellos. de cualquier mal. En la visión profunda de la vida hay muchas
cosas positivas que a una mirada superficial parecen dura-
Toda persona hermosa mente incomprensibles e incluso altamente dañinas.
que se cruza a mi paso,
me pareces Tú.
128 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI RAÍCES DE LA VIDA INTERIOR 129

II me acarició, mirándome
desde dentro, los ojos.
La vida interior resulta así ser Vida dentro de toda vida, garan- Me dijo con sus iris:
tía de comunión con Dios en el conjunto de nuestras activida- "seré la plenitud
des temporales. Es -acudiendo ahora, de la mano de Juan de tus horas medianas.
Ramón Jiménez, a la imagen poética1- el centro indudable, Subiré con hervor tu hastío,
espacio de experiencia de lo infinito que mora dentro de cada daré a tu duda espuma".
uno de nosotros. Tremenda sacudida que atraviesa el ser glo- Desde entonces ¡qué paz!
bal de quien la recibe, como una profunda vibración que tras- no tiendo ya hacia fuera
ciende todo tipo de conocimiento intelectual, dejando al alma mis manos. Lo infinito
abocada al conocimiento amoroso de Dios por vía de unidad. está dentro. Yo soy
Lo divino penetra en lo más íntimo del alma humana, enri- el horizonte recogido.
queciendo la personalidad en sus modos de pensar, de sentir y Ella, Contemplación, Amor, el centro
de actuar.
«Rompió mi alma con oro. Es desde la contemplación de amor, que nos concentra en
Y como májica palmera lo esencial de todas las cosas, nos pone en comunión silen-
reclinada en su luz, ciosa con el ser íntimo de todas las cosas y nos hace intuir
(saborear, gozar, descansar) la Presencia de Dios en todas las
1. Rindo con este apartado homenaje al poeta incomparable de la pro- cosas, como el creyente que ha cultivado adecuadamente su
fundidad humana (verdadero místico de los caminos interiores) que, en interioridad alcanza para sí un sentido de la vida basado en el
lengua castellana, es Juan Ramón Jiménez. Buceador tras una huella a
la que él no puso nombre (¿no pudo, no supo, no quiso...?), pero jamás amor («que ya sólo en amar es mi ejercicio»). El amor como
renunció a rastrear. Su sed de infinito le hizo testigo del Absoluto, camino único de integración personal, en el don de sí y en la
cegado por tanto resplandor de belleza, verdad, bondad y unidad que paz inalterable del corazón.
encontraba a su paso en las criaturas; hasta el punto de que el conjun-
to de su obra resulta un himno de alabanza al Creador, una rendida Nos habla aquí el poeta de la iluminación interior {«Rom-
adoración al misterio de cuanto nos sobrepasa. Mi personal devoción pió mi alma en oro»): desde lo más profundo del hombre se
por este poeta quedó plasmada en este sencillo poema que le dedicara abre esa «mágica palmera de luz» que acaricia la totalidad de
hace más de veinte años: su ser y enciende sus ojos con un nuevo mirar desde dentro.
«Sólo supo escuchar
su música interior, Es una plenitud que no deja fuera del alcance de su irradiación
ni el pájaro ni el árbol, ninguna de nuestras horas, por medianas que nos parezcan, y
ni el río ni la mar
le dieron su canción.
Él se la daba a todos, Pido perdón al poeta de La Estación Total por haber cambiado, en el
sobradamente a todos, penúltimo verso de esta composición, el término Poesía por el de
divinamente a todos, Contemplación. Licencia que, me parece, no contradice esencialmen-
de su fuente interior. te el sentido del texto poético, por resultar sinónimas ambas palabras
Y manaba tan alto y tan profundo dentro de él; a la vez que nos ayuda a comulgar mejor con la intencio-
que, al decir: yo, nalidad del poeta, tal como yo logro captarla y pretendo exponer en mi
todos oíamos: Dios». breve comentario.
130 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI RAICES DE LA VIDA INTERIOR 131

nos permite superar en entusiasmo cualquier experiencia de Mas, por otro lado, ¡qué gran consuelo y descanso saber
hastío, y en fe ardiente cualquier forma de duda. que la vida interior, vida de perfección, se identifica con el
«Desde entonces ¡quépaz!»: hay un antes y un después de amor! Aquello sin lo cual no podemos vivir los mortales, sin
la iluminación. Ahora todo lo encuentra el contemplativo den- lo cual esta vida no es vida que merezca la pena ser vivida,
tro de sí {«Yo soy el horizonte recogido»). Lo más distante y nos es propuesto y ofrecido como don y tarea de nuestra ente-
distinto lo puedo hallar en mi corazón («lo infinito está den- ra existencia. Desde ahora, la perfección cristiana consiste en
tro»), sólo a condición de que respete el vacío insondable que no renunciar al amor.
lo habita, sin pretender llenarlo de otros deseos ni otras satis- La misma perfección divina, tal como nos ha sido revela-
facciones que no sean la Contemplación y el Amor. La Con- da en Cristo, radica en el Amor; Amor del tremendo misterio
templación de Amor -actitud permanente del hombre inte- Trinitario que se nos ha comunicado y que no cesa de derra-
rior- hace de su vida el centro -lugar de comunión- de todo marse en la Creación, en la Iglesia, así como en lo profundo
lo visible e invisible. «El Centro Indudable», es decir, la gra- de nuestros corazones. La vida interior, pues, de quien ha
cia segura de que Su Amor (que me mira desde dentro) es el escuchado la llamada de Jesús a ser perfectos como el Padre
único que me realiza en la verdad de mi ser hombre. Celestial significa una especial sensibilidad que le hace capaz
Desde dentro (título del poema), sólo desde dentro, puedo de gozar mucho con todas las bondades creadas, dejándolo
decir hacia fuera quién soy yo y servir lo más mío a mis her- especialmente vulnerable a todas las saetas que implacable-
manos. Desde dentro, sólo desde mi interioridad habitada y mente descuartizan el cuerpo del amante verdadero.
jugosa, desde mi ser iluminado, puedo alabar a Dios, adorar a Goza con todo lo gozable, porque no puede dejar de amar
Dios, unirme a El, que hace, una y otra vez, romper mi alma a Dios que se le da en todas las bondades creadas; pero en
en oro, con la Fuente de su Luz abierta graciosamente -como comunión inalienable con el dolor de las criaturas todas, que,
una palmera- en el arenal de mi existencia. en su condición de inacabadas, gimen con los espasmos del
alumbramiento (cf. Rm 8,22-25) de esa vida en plenitud a la
III que no pueden renunciar.
El proceso de la vida interior -vida que tiende a la perfec-
Mas preciso es recordar que la vida interior no se reduce a la ción misma de Dios- lo identifica el Evangelio con el hecho
experiencia impulsora de un momento de gracia especial (El del seguimiento de Jesús, abrazados a su cruz. «Si uno quiere
Hecho Extraordinario, como lo llamaría García Morente) ni ser de los míos y no me prefiere a su padre y a su madre, a su
se deja atrapar por fenómenos sensibles dentro del campo de mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a sí
lo religioso o numínico. Es más bien un proceso constante de mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no carga con su
crecimiento escondido en el que la mujer o el hombre, imagen cruz y se viene detrás de mí, no puede ser discípulo mío» (Le
de Dios, se sienten llamados a crecer hasta la talla de Dios 14,26-27).
mismo, hasta la perfección infinita del Padre Creador («Sed Para entender bien esta llamada a seguir a Jesús, abraza-
del todo perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto»: dos cada día a su cruz, el punto de arranque -irrenunciable por
Mt 5,48). Y, en consecuencia, nunca debemos olvidar que el demás e insustituible- es el amor a la persona misma de Jesús
humano ha renunciado a la vida interior en el momento mis- por encima de todos los posibles amores de este mundo. Un
mo en que desconfía y deja de esperar para sí la misma per- enamoramiento tal de Cristo que podamos decir, haciéndonos
fección divina. eco de San Pablo (Gal 2,19-21): con Él nada me falta, sin Él
132 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI RAÍCES DE LA VIDA INTERIOR 133

todo me sobra. «¡Todo lo considero basura comparado con el tir de su poder taumatúrgico ni de su don de gentes ni de su
Amor de mi Señor Jesús!» (cf. Flp 3,7-16). Efectivamente, enseñar con autoridad, sino de su ser manso y humilde de
sólo amándolo a Él más que a mi padre y a mi madre, más que corazón, camino único para el descanso verdadero y la efica-
a mi hermano y a mi hermana e incluso más que a mí mismo, cia en el amor (cf. Mt 11,28-30).
es como llegaré a amar a todos -incluso a mí mismo- como En cambio, ¡cómo nos hace subir en nuestra identificación
cada uno necesita que yo le ame. Sólo se ama adecuadamen- con el Hijo la confianza y el abandono en el Padre, así como
te a sí mismo aquel que se ama en Cristo, es decir, compar- la sed de Dios, la sed que alumbra el camino hacia la fuente
tiendo el Amor mismo con que Cristo lo ama, compartiendo de aguas vivas! (cf. Jn 4,14; 7,38). ¡Ay de quienes no se per-
el sufrimiento mismo que Cristo soporta por mí. trechen de tales armas para la lucha y de tales materiales de
Tú, Jesús, me enseñas a amarme a mí mismo y a los construcción, los únicos que pueden derrotar a los enemigos
demás; por eso no puedo dejar de seguirte. Ésta es la cruz, la más pertinaces de nuestra vida interior, tales como el miedo,
única cruz que Jesús quiere que tomemos en su seguimiento: la prisa, la rutina, el activismo protagonista, los voluntarismos
la del amor que no renuncia a amar, pese a las duras condi- prometeicos...!
ciones con que tantas veces se reviste la experiencia de amar Jesús quiere ser nuestro Todo, y por eso nos pide que
y ser amado. renunciemos a todo lo que no es Él: «Así, entre vosotros, el
Es tan ardua -y tan importante para cada uno de nosotros- que no renuncie a todos sus bienes no puede ser mi discípu-
esta empresa de la vida interior, es decir, de la perfección en lo» (Le 14,33). Ésta es la piedra clave de la vida interior. En
el amor que sólo podemos alcanzar en el seguimiento de Je- esa renuncia consiste nuestra riqueza espiritual, que genera
sús, que el propio Jesús, siempre atento a lo mejor para los su- paz y armonía en el conjunto de nuestra vida. Sí, Jesús quiere
yos, nos advierte que no debemos actuar a la ligera: «Porque ser nuestro Todo, porque sólo Él nos comunica, en el don del
¿quién de vosotros, que quiere edificar una torre, no se sien- Espíritu, la experiencia de sentirnos amados del Padre, predi-
ta primero a calcular los gastos y ver si tiene para acabarla? lectos de Dios, hijos con todos los derechos del Hijo Único en
(...) ¿O qué rey que sale a enfrentarse contra otro rey, no se el Amor del Único Padre. La vida interior consiste, pues, en
sienta antes y delibera si con diez mil hombres puede salir al dejarnos amar por Dios hasta que tamaño Amor empape todas
paso del que viene con veinte mil? (...)» (Le 14,28-32). las fibras de nuestro ser y se derrame abundantemente más
Edificar la torre de nuestra vida interior, lo mismo que allá de nosotros mismos. Las raíces de la vida interior están en
combatir a los enemigos de nuestra realización en Cristo, es ese Amor con que Dios nos ama; y fuera de las raíces no
algo que exige pensamiento, deliberación, proyecto, discerni- puede haber vida ni frutos apetecibles.
miento. Son muchas las veces que deberemos detenernos a la Abundemos en esto último. Identificados con Cristo, por
orilla del camino para revisar si seguimos la buena ruta y si los el Espíritu, en la experiencia gozosa del Amor del Padre, sín-
materiales que venimos usando son los más adecuados para el tesis de toda auténtica vida interior, los creyentes logramos ser
desarrollo de nuestra vida en Cristo Jesús. Porque hay mate- luz del mundo y sal de la tierra (Le 14,34; Mt 5,13-16).
riales espurios que no nos permitirán mantener en pie el edi- Somos el fruto sabroso del árbol fecundo de raíces sanas, que
ficio de la perfección cristiana, el proyecto de la vida interior; los humanos buscan para saciar sus hambres más ancestrales
y son todos aquellos que de alguna manera niegan en nuestro e irrenunciables.
proceder la pobreza, la humildad, la limpieza de corazón. La vida interior así entendida, vida en la experiencia de un
Cuando Jesús se nos propone como modelo, no lo hace a par- Amor que dimensiona lo más auténtico de la persona humana
134 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI

y se constituye en raíz de nuestro ser y hacer entre los hom-


bres, al servicio de la humanidad histórica, es el gran desafío
18
con que nos enfrentamos hoy los creyentes en el Dios de
Jesús. El hastío de muchos hermanos nuestros en las latitudes La oración como fidelidad a sí mismo
de la sociedad del bienestar, así como la duda, el desencanto
y la desesperanza que atenazan a otros muchos en medio de
sus prácticas religiosas, bloqueando todas las salidas hacia
algo nuevo, algo mejor por más humano y convincente, recla-
ma imperiosamente el atento cultivo de la vida interior.
La más alta forma de oración que yo conozco
En la misma medida en que las iglesias cristianas esgri- -la que más directamente nos arroja
man en el mundo la bandera de la vida interior como su tarea en los brazos de Dios-
más importante y su misión más evangélica, conoceremos una es la de la fidelidad del hombre a sí mismo.
nueva primavera de la Iglesia, una manera de ser cristiano que
atraerá por la misma fuerza de su belleza interior. (¿Existen en
la historia humana personas más atractivas, más encantadora-
I
mente cercanas, que las personas de los místicos, los que se
han dejado iluminar por la verdad del Amor divino?). Lo más divino que hay en mí he de encontrarlo en mi propia
El ideal de todo creyente en Cristo ha de consistir en humanidad, No es ésta una afirmación gratuita (no pretendo
poder decir, con el poeta, desde su personal experiencia de identificar sin más lo humano y lo divino), ya que hunde sus
iluminación: raíces en la triple afirmación revelada de que soy a imagen y
semejanza con el Creador, regenerado en el misterio pascual
«(...) Me dijo con sus iris:
de Cristo y habitado por la fuerza santificadora del Espíritu.
"Seré la plenitud
Sellado, en definitiva, en la hondura de mi ser por la imagen
de tus horas medianas.
trinitaria de la divinidad.
Subiré con hervor tu hastío,
daré a tu duda espuma". De modo que, sin salirme de mi realidad humana, sin
Desde entonces ¡qué paz! necesidad de buscar nada extraordinario para mi existencia,
no tiendo ya hacia fuera poseo ya en mí las bases más firmes para poder encontrarme
mis manos. Lo Infinito con Dios y, en Dios, conmigo mismo. Mi propia humanidad
está dentro. es un proceso de divinización puesto en marchar por el
Creador al crearme (al pensarme en su Mente insondable). Mi
ser en este mundo es un conjunto de preguntas y necesidades
que sólo en Dios tienen cabal respuesta, feliz cumplimiento.
Yo soy más yo en la justa medida en que Dios va siendo
más el Tú de todas mis relaciones esenciales. Mi estructura
personal es más humana cuanto más consciente se hace de su
ser en Dios, para Dios. Todo humano descubre mejor su ver-
dadero yo cuando se abre al Tú de la llamada divina.
1 36 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI LA ORACIÓN COMO FIDELIDAD A SÍ MISMO 137

Digámoslo de otra manera: el ser humano es el mismo añadir ni quitar nada a la grandeza y miseria de la condición
misterio de Dios revelado en el proceso de llegar a ser hom- humana. Dios es la clave de mi destino de superación en el
bre. Dios es mi Prójimo más próximo («más cercano a mí que amor, de crecimiento en la fidelidad a mí mismo.
yo mismo», diría san Agustín). Por eso la experiencia mística De igual modo, centrado en el movimiento de su Amor
más universal no se cansa de repetir que nada sabremos de por mí, Dios me conduce a amarme a mí mismo en el acto
Dios mientras no lo aprendamos en nosotros mismos, es decir, puro de amarlo a Él, de responder con mi amor de criatura a
en ese saber estar presente cada uno a sí mismo, como no cesa su Amor de Creador. El amor a la vida, esta vida de la que
de advertirnos Marcel Légaut: «Esta presencia a sí mismo es tengo noticia por mi estar vivo, se convierte, por la aceptación
para el hombre cada vez más fundamental, a medida que va gustosa de su Amor, en un acto de adoración y de culto, de
tras ella concentrándose en una interioridad más profunda alabanza y de comunión con el Viviente, principio y fin de
y manteniéndose en una autenticidad más exacta; es la acti- toda vida. «Entender a Dios partiendo de nuestra propia vida
vidad por excelencia, crece con él y en él y le ayuda a con- -decía Romano Guardini- es condición indispensable para
vertirse en hombre; le sirve para alcanzar en sí mismo al ser una auténtica vida de fe: la existencia cristiana debería sig-
que se encuentra plenamente en él, pero oculto en espera y nificar que no estuviéramos sustentados por la convicción
esperanza». teórica, sino por la conciencia viva de que El orienta nuestras
Partiendo de lo hasta aquí dicho, nos es lícito afirmar que vidas. Entonces todo acontecimiento se convertiría en una
la realidad, el acontecer de nuestro entorno, debidamente inte- automanifestación de Dios, conteniendo igualmente un reco-
riorizado, es escuela permanente de la verdad que nos hace nocimiento de nosotros mismos». ¡La existencia humana
libres, que es tanto como decir divinos. Nuestra existencia como Teofanía! Ver a Dios en el hombre y al hombre en Dios.
temporal no sólo se nos revela como don de Dios, sino al
mismo tiempo como participación en su Misterio Eterno. Yo
soy en el tiempo para poder ver a Dios cara a cara en la eter- II
nidad y, a la vez, para que Él se diga cada vez más y mejor a
través de mi ser en este mundo. El gran fracaso de mi vida Dirigirse a Dios parece, pues, imposible al margen de la vida,
sólo puede ser el de no haber llegado a transparentar a Dios en negando la realidad que somos y que nos envuelve («En El
el conjunto de mis días, el de no haber sido palabra viva de vivimos, nos movemos y existimos»: Hch 17,28). Dios se ha
Dios entre los hombres. metido tan hondo, se ha ocultado tanto en el ser de nuestro
Que Dios haya querido decirse en mí es algo que nunca mundo que para encontrarlo hay que hacerse muy mundano,
podré comprender ni agradecer suficientemente. Y Dios se que es tanto como decir muy despierto y dispuesto a lo que
dice en mí en la medida en que yo me acepto criatura de su sucede dentro y fuera de cada uno de nosotros. Cada historia
Amor, destinatario de su vigorosa ternura. No son mis habili- humana es un relato de Dios-con-nosotros; y toda aventura de
dades, sino su Gracia en mí, lo que me hace buena noticia de llegar a ser uno mismo, una experiencia del Amor encarnado
su Amor entre los hombres. Yo soy yo y el Amor de Dios que de Dios. Un Dios cuyo estilo salvador es la encarnación en la
me define. Amor que no desprecia ni minusvalora nada de lo miseria humana.
auténticamente humano que hay en mí, antes al contrario, lo En la profundidad de todo lo vivo, Dios espera que yo lo
lleva a su plenitud de expresión y de gozo al asumirlo en la toque y me deje tocar por Él. «El hombre va más allá del hom-
verdad de su Misterio. Amor que me enseña a decir yo sin bre -es ahora Henri de Lubac quien nos ilustra-. Si quiere
138 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI LA ORACIÓN COMO FIDELIDAD A SÍ MISMO 139

encontrarse a sí mismo, debe el hombre apuntar más alto y y que me encuentre desnudo
más lejos que a sí mismo. Es necesario al hombre un más allá quien creó mi desnudez.
del hombre que nunca sea olvidado; le es necesario un más Desnudo ante la verdad,
allá que permanezca siempre más allá. Porque no puede y desnudo ante el amor,
encontrarse sin perderse. En todos los momentos, la solución y desnudo ante la muerte,
última del problema humano no está sino en la adoración. No y, al fin, desnudo ante Dios.
se halla sino en el éxtasis». Que quien jamás se desnuda
El posible miedo a quién soy yo me aleja de mí mismo y, por temor a la verdad,
por tanto, de la salvación en Dios. No aceptarme en mi des- nada sabrá del amor
nuda realidad de criatura, sin pretender negar mis fealdades sediento de claridad.
e impurezas, equivale a un inútil pretender ocultarme de los
ojos de Dios. Como Adán y Eva en el paraíso: temerosos de Desnudo ante Dios y ante los hombres, es como mejor se
que Dios los pudiera ver tal como ellos mismos se veían. transparenta lo divino que hay en mí. Mis carencias de cual-
Pero la mirada de Dios desvela lo que no alcanza a ver la quier tipo no son menos divinas, en cuanto que permiten se
mirada humana herida por el pecado. Nuestros límites, los que vea el Amor de Dios que las cura llenándolas de sentido. No
ante mi propio juicio representan mi miseria, iluminados por fingir, no ocultar, no pretender aparentar... Simplemente, ser.
la mirada de Dios, revelan que somos un ser concreto al que No ser nada, sino sólo ser. Ser en el movimiento del Amor que
Dios ama en su limpia desnudez. Límite significa concreción. me hace verdadero. El santo temor de Dios no es miedo al
Límite significa también subjetividad abierta y receptiva. Si posible castigo merecido por mis culpas, sino el sobrecogi-
yo no fuera limitado, no tendría necesidad de nada ni de miento que se apodera de mí ante la magnitud de su ternura,
nadie; ni de Dios ni de mí mismo. Límite es sinónimo de de su misericordia, de su perdón, de su capacidad renovadora
vacío, carencia, hambre y sed de todo cuanto me pueda reali- de mi ser profundo. Tanto perdón es mucho más de lo que
zar como persona (imágenes todas ellas de una conciencia que merecen mis pecados. Tanto amor, mucho más del que cabe
se deja iluminar por el amor). Dios me desvela, al mirarme en mi corazón.
con amor, que mis límites contienen la condición de mi mayor ¿Se comprende, pues, por qué dirigirse a Dios, tener trato
grandeza. Su Trascendencia que me hace vivir mi propia tras- íntimo con El, es imposible al margen o en contra de la fide-
cendencia. Es dentro de mis límites donde soy el que soy, des- lidad del hombre a sí mismo? El humano fiel a sí mismo es el
tinatario de la comunicación y el abrazo divinos. hombre o la mujer de la pureza en sí y de la transparencia con
No es más perfecto el que niega sus límites, sino el que los demás.
acoge entre ellos el Amor de Dios. Igual que no es más fuer-
te el que oculta sus debilidades, sino el que las reconoce y
III
entrega en un acto libre y gozoso de confianza en el otro. Mi
desnudez ante Dios expresa la necesidad total que tengo de Orar es entrar con Dios en la apasionante aventura de la fide-
que El me cubra con su Amor. Con palabra poética, podría- lidad del hombre a sí mismo. La oración exige pureza y trans-
mos decirlo así: parencia en el ser del orante. Todo cuanto en mí no soy yo, me
Desnudo vine a este mundo, estorba para el abrazo con Dios. Nadie es puro sin haber reco-
desnudo quiero irme de él; rrido antes un largo camino de desnudamiento.
140 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI LA ORACIÓN COMO FIDELIDAD A SÍ MISMO 141

Desnúdame de todo cuanto al paso za en el ser que no sea recibida: mi pureza eres Tú, Dios mío,
fui tomando y no es mío; que me sigues amando en todas mis impurezas.
que el abrazo final pueda encontrarme A Dios nadie lo ha visto jamás, pero la pureza de corazón
ágil, sonoro, limpio. lo transparenta. La pureza es siempre algo interior que se
asoma por los sentidos externos. Y cuando la pureza está en
Que mi oración sea, Señor, un exponerme siempre a los mi corazón, sé distinguir sin autoengaño entre lo puro y lo
rayos de tu Pureza, a fin de que acrisolen mi mirada y ha- impuro. Con la parábola del trigo y la cizaña, Jesús nos ha
gan radiante mi corazón. Hoy siento la alegría de ser todavía enseñado a amar la ambigüedad en que se inscribe toda pure-
impuro (¿hasta cuando, Señor?), a fin de que tu Amor me za humana. Transparencia en el ser: que a través de lo que
purifique. somos se vea, sin disimulos, lo que todavía no somos. ¡Oh,
En la contemplación de amor desaparecen poco a poco las noble pureza de mis contradicciones asumidas! Con todo,
barreras entre lo puro y lo impuro: para los ojos del amor, todo quien conscientemente hiere la pureza hace daño a las raíces
es puro bajo el sol. «Todo es puro para los puros de corazón; del ser.
en cambio, para los que no se dejan iluminar por los rayos de El hombre o la mujer fiel a sí mismo/a lo es desde su inte-
la misericordia divina todo parece manchado y corrompido rioridad no negada, desde su desnudez ofrecida, desde su
ante sus ojos» (cf. Mt 5,8; 6,22-23; Tito 1,15). pureza recibida. Es la persona cuya oración es su ser mismo
Pero, además, nada hay en este mundo más puro que en diálogo con la vida, en acción de gracias ante Dios. Fiel a
aquella impureza que nos salpica en el amor a los impuros. sí misma para poder ser fiel a Dios, sabe que puede entregar-
Sólo la pureza ama. Sólo el amor es puro. Dios es Pureza ab- se a Dios porque Él se le entregó primero.
soluta porque todo lo ha encerrado en el Amor. La desnudez
total de Cristo en la Cruz manifiesta la Pureza incomparable
del Amor divino. Es el Amante que ha pisado con pasión el
lagar de amor y muestra en todos sus miembros la sangre del
abrazo redentor.
Mirando a Jesús Crucificado aprendemos que no existe
mayor pureza en este mundo que la de un corazón apasiona-
do. Un corazón que marcha siempre en la misma dirección. Si
tu amor no es más grande que tú, nunca serás puro. Si no amas
con todas tus fuerzas y más allá de tus fuerzas, hasta perderte
a ti mismo en tu acto de amar, jamás serás puro ni sabrás lo
que es la pureza divina. ¡Jamás se abrirán en tu costado las
alas de la resurrección!
La pureza de corazón no se conquista de una vez para
siempre: es el rayo de Dios que nos sacude por instantes. Soy
puro, mi Dios, cuando al mirarte me dejo iluminar por ti y
acepto de ti el único bien que me hace bueno. No existe pure-
UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI 143

criatura: mi Santidad se expresa como pasión de amor, como


19 locura de amante».
No acabo de creérmelo... ¡Una historia de amor entre Tú
Un Dios locamente enamorado de ti y yo! Una aventura en la que Tú llevas siempre las de perder,
y yo, pase lo que pase, sólo puedo salir siempre enriquecido...
¿Qué puedo darte a ti que no me hayas dado Tú primero?
¿Qué garantía tienes de que mi volubilidad e ignorancia no me
conduzcan a encerrarme en otros amores, despreciando tu
Amor, siempre tan respetuoso?
Dios mío, Dios mío, mi fe me dice
que estás enamorado de mí, que buscas mi amor ¡No termino de creérmelo!
como si de él dependiera tu felicidad eterna, Tú llevas siempre la iniciativa (¿podría ser de otra ma-
y que tu gloria más alta nera?). Tú me llamas primero y, si respondo sí, me llevas por
consiste en servirme a mí, tu criatura. un camino que sólo Tú conoces y adonde sólo Tú sabes.
¡Tenemos que fiarnos de ti: «¡Aquí estoy, Señor, porque me
has llamado!». Y si te respondo sí, si te abro las puertas de mi
I chiquito corazón, comienza esa aventura que nos conduce a la
desnudez de tus amantes brazos.
No termino de creérmelo. Mi corazón se rebela contra tal
No es nada fácil, Señor, no es nada fácil dejarse amar por
posibilidad: ¡un Dios enamorado de mí! Pero mi fe insiste en
ti, el Amante Enamorado (me gusta darte este título, que reúne
susurrarme al oído del corazón: Dios te ama con la pasión del
en sí la acción y la pasión de tu locura de amor). Tu Amor des-
más firme amante.
mesurado asusta a nuestro débil corazón de criatura. A tan
¿Cómo es posible que estés enamorado de mí, si estar ena-
ardiente requisitoria sólo puede responder de nuestra parte la
morado significa, en el lenguaje humano, estar enajenado?
más firme y sencilla confianza. Se trata de rendir mi voluntad
¿Cómo es posible que estés enamorado de mí, si yo soy sólo
a la tuya. Se trata de decirse uno a sí mismo muchas, pero que
una criatura tuya, alguien que podía muy bien no haber exis-
muchas veces: Tú sabes mejor que yo lo que me conviene,
tido, frente a ti, el Absoluto, el que existe por sí mismo y la
puesto que conoces, como ni yo ni nadie puede conocerlo
fuente de todo ser? ¡Si yo estoy lleno de defectos y limitacio-
jamás, el camino y la meta de mi ser en el mundo. Y si falta
nes frente a ti, la Suma Perfección y la Belleza Inmarchitable!
esta confianza total y simple, gozosa y renovada, se hace
Y al sumergirme en el asombro de mi perplejidad, escu- imposible avanzar en la noche, hacia donde Tú sabes, tu Mano
cho dibujarse en la hondura de mi ser una respuesta que sólo en mi mano, mi oído fijo en los latidos de tu corazón.
de ti puede proceder: «Por eso... Precisamente por eso: porque
soy la Suma Perfección, y nada más perfecto que el amor que Y ese camino, que yo no me he trazado de antemano,
en nada repara a la hora de entregarse. Porque eres mi criatu- áspero y difícil en no pocos de sus tramos, cuyos vericuetos
ra, y yo te he hecho para poder vivir contigo una historia de desconozco hasta parecerme muchas veces que ando perdido
amor única e irrepetible. Porque soy la Belleza Inagotable que en densa oscuridad poblada de amenazas..., ese camino es
quiere ser amada por todos, compartida con todos, para enri- precisamente el que Tú has elegido para mí, a fin de que me
quecer a todos con su luz inmarcesible. Escucha, mi pequeña fíe de Ti y me deje guiar por Ti, que me amas.
144 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI 145

Y es entonces, cuando me creo perdido, teniendo que jenación mental. Y el Amor de Dios, el Amor que no puede ser
avanzar por un precipicio de vértigo sin posible retorno, con pensado sin la más excepcional sinceridad, resulta así esa
una existencia entre mis manos herida de fracasos y absur- locura tal que, por tener las desproporciones divinas, rompe
dos..., es entonces, al hacerme las preguntas más punzantes todos los límites del discurrir humano. A este respecto, seña-
sobre el valor de mi existencia..., cuando Tú aprietas mi mano la Paul Evdokimov, rebosante de espiritualidad oriental: «Si
en medio de la más cerrada tiniebla y me vuelves a recordar algo hay que salvar en el mundo, es ante todo el Amor que
una y otra vez: Fíate de mí. Soy Yo quien te ha llamado. Te Dios se ha adelantado a profesar al hombre, ese amor que
conduzco a la meta del más vivo amor. Desde la eternidad nos sobrepasa y nos consterna». Sí, pero ¿cómo podremos
pensé en ti con ternura inquebrantable. ¡Tú eres un latido de salvarlo si no es recibiéndolo en un corazón igualmente loco
mi Amor hecho historia! de amor?
El Dios en quien yo creo, el Dios que me ama, no es un
II Dios razonable, porque se ha encerrado, para mejor darse a
conocer, en una locura de amor, un enamoramiento que lo
Y así es como avanza nuestra aventura de amor, Dios, Dios de hace esclavo de su criatura.
mis honduras habitadas. Cuanto más me fío de ti, tanto mejor Y sé que eres mi Amante Enamorado, el loco de amor por
voy sabiendo que me amas y que tienes más interés que yo mí, porque te veo rendidamente a mis pies pidiéndome que te
(¡infinitamente más!) en que mi vida sea hermosa, y mi paso ame, que acepte tu Amor que quiere servirme lo que en cada
por este mundo dé frutos de bien compartido. momento más necesito.
Por eso sé que me amas: porque no permites que mi paso Ahora ya sé (y no quiero otra sabiduría) que el sentido de
por este mundo sea una pasión inútil. mi vida consiste en dejarme amar por ti, en no poner trabas a
Mas, si mi vida acabara siendo una pasión inútil, si la frus- la locura de tu Amor, que me busca de forma tan apasionada.
tración sin exégesis llegara a instalarse en el sagrario de mi «Me sedujiste, Señor, y yo me he dejado seducir. Me agarras-
conciencia..., ahora ya sé que Tú me seguirías amando de la te y me venciste» (Jeremías). Me has amado a la manera divi-
misma manera, que continuarías tan enamorado de mí, hasta na. Y yo he comprendido que todo amor humano está llama-
devolverle a mi vida su belleza por medio de tu Amor, en la do a abrasarse (hacerse auténtico) en la hoguera de un amor
seguridad, más consistente que todas las frustraciones, de que divino.
Tú sabes sacar bien de todo mal; ¡de que Tú mismo eres el Me pides reiteradamente (tantas veces cuantas yo vuelva
Bien en el corazón de cualquier mal que nos aflige! a olvidarlo) que no busque otra perfección en el amor que la
Esto me has mostrado: que el Amante Enamorado se sitúa de dejarme amar por ti. La santidad es vivir en la experiencia
siempre más allá de toda razón de éxito y de fracaso. Que el de tu Amor, que nos hace libres para todos los amores.
Amante Enamorado, el que sólo vive de la locura de amor, no Tú eres feliz porque eres Amor. Y nos muestras que no
cede a las lógicas explicaciones del bien y del mal, de lo con- encontraremos felicidad alguna duradera fuera del acto de
veniente e inconveniente, porque su eficacia no es la del poder dejarnos amar por ti y compartir con todos tu mismo Amor.
que margina, sino la de la debilidad entregada. Sólo tu locura de amor nos contagia tu felicidad eterna.
¿No puede haber, pues, enamoramiento sin demencia?
Si es así, ¡pobres de los verdaderos amantes en este mundo!
Todo amor sincero conlleva un grado mayor o menor de ena-
146 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI 147

III contigo, percibo el dulce coloquio que ninguna actividad ni


ruido exterior pueden interrumpir.
No termino de creérmelo. ¡Una historia de amor apasionado y El Amante Enamorado vive siempre en el corazón de su
único entre Tú y yo, que es a la vez una pasión de amor por amado. Es la ley que gobierna cielo y tierra: en el amor se
todas tus criaturas...! No termino de creérmelo. Tú no dejas de superan todas las barreras de espacio y de tiempo. ¡En el amor
inquietarme para que me fije en ti. Se multiplican en torno a se puede anticipar la eternidad!
mí los signos de tu Bondad y de tu Belleza, para que nunca Tú, el Dios eterno, estás rendidamente enamorado de mí,
olvide que me amas en todo y en todo me pides que te ame. y por eso vives en mí, criatura temporal, a fin de que también
Eres el Amante Enamorado que, respetando al máximo mi yo viva en ti (no hay distancias infranqueables para los ena-
libertad, me muestras que tienes necesidad de mí, porque el morados). Tú en mí y yo en ti («Mi Amado es para mí, y yo
amante no puede ser nada sin el amado. Ya no son bien ni feli- soy para mi Amado»): la fórmula que mejor expresa que tu
cidad para ti los que no alcanzan a serlo para tus criaturas. Amor es la explicación de mi existencia. Lo demás, ¡siempre
¡Asombro! La felicidad de Dios, la gloria de Dios, tiene de menos!
mucho que ver con que yo acepte su Amor y le responda con Es en la fe de tu Amor donde yo despierto a la alegría de
mi amor. La gloria de Dios no se puede parecer en nada a la vivir. Porque Tú eres quien, con tu deseo de mí, me conduce
de un monarca satisfecho en su aislada grandeza. La gloria de a desearte a ti, ¡cumplimiento de todos mis deseos!
Dios está en la cercanía, el servicio, la identificación con que Si mi fe no me hubiera dicho que Tú estás rendidamente
mejor nos revela que es Amor. enamorado de mí, nunca habría llegado a saber lo divino de
¡Creo, pues, en un Dios/Amor que se ha encarnado en la toda locura de amor en la tierra. Y que no merece el nombre
tan humana y universal necesidad de amar y ser amado! de AMOR aquel que no nos conduce a vivir teniendo nuestro
centro fuera de nosotros, en el Otro, el Amado.
Él nos amó primero para poder reclamarnos en nuestro
lenguaje carnal que lo amásemos también. Para tener necesi-
dad de nuestro afecto y ternura.
Creo en un Dios que es deseo de mí, necesidad de mí, por-
que comparte mi debilidad y mi destino. Me inquieta median-
te los problemas diarios, haciéndome caer en la cuenta de que
todas las privaciones, límites y carencias son los vacíos de mi
existencia que quiere llenarlos Él, ¡que sólo Él puede llenar
con su Amor!
Me inquieta también con las bondades de las criaturas,
hasta hacerme gustar que sólo son bondades porque lo seña-
lan a Él, nos remiten a su suprema Bondad.
La carta en la que me comunicas que estás enamorado de
mí, locamente prendado de mí, me la escribes día a día, minu-
to a minuto, en la profundidad y el silencio de mi corazón. Y
si penetro en ese sagrario, donde Tú eres conmigo y yo soy
COMO ESTAS, SEÑOR, EN MI 149

20 ¡Oh, Dios, qué complicado resulta el pensamiento sobre


mi ser humano, que no puedo desligar del pensamiento sobre
tu Ser Divino!
Cómo estás, Señor, en mí Porque yo soy, porque tengo conciencia de mi ser en
camino, puedo pensar que Tú eres el Ser en quien nos move-
mos y hacia el que caminamos. No me muevo por mí mismo,
ni puedo tener en mí la meta y cumplimiento de todos mis afa-
nes. Y cuanto más me percato de que yo soy, tanto mayor es
la clarividencia de que no soy por mí mismo, ni desde mí
¿Cómo estás, Señor, en mí?
mismo, ni para mí mismo. Soy porque Tú eres y has querido
¿Y cómo puedo saber, sin engaño, ser en mí. Soy una luz que languidece si no se enciende en tu
que eres Tú el que dentro de mí mora? Misterio. Soy la llamada a ser más, a crecer indefinidamente,
que resuena imperiosamente en toda experiencia de mis lími-
tes. Esa llamada a ser más, que no permite que me acomode
I en ninguna forma de ser menos: como mi destino más alto,
Me he hecho a pensar -¡tremendo pensamiento!- que Tú estás que me empuja a caminar desde dentro de mí mismo.
dentro de mí, que Tú has elegido como templo de tu divinidad Tú, origen y meta de todo ser, eres la promesa de mí
mi humanidad pecadora. ¿Tú dentro de mí...? ¿Y el pensar así mismo, que no cesa de resonar en mis entrañas. Eres, sí, el
no es empequeñecer tu trascendencia y hacerme a mí más Prometido que me desea (y me trabaja) maduro para el abra-
grande de lo que en realidad soy? ¿No eres Tú el que todo lo zo de los desposorios. Eres el que te amas en mí y me amas
abarca y todo lo contiene, sin que puedas ser abarcado y con- en ti, para que nunca pueda encontrarme sin encontrarte.
tenido en nada ni por nadie? ¿Cómo puedes estar, pues, Señor, ¿Cómo estás, Señor, en mí? Pero... ¿podrías estar de otra
en mí? ¿Cómo puede mi ser limitado albergarte sin estallar manera que no fuese la de tu llamada, que me pone de con-
roto en añicos? tinuo en camino hacia la verdad de mi ser; de otra manera
Pero yo soy vida, y la vida también es más grande que yo. que la de tu compromiso con la vida, mi vida, que hace de mi
Yo soy necesidad de amar y ser amado, y el amor es mucho existencia campo de siembra de tu paciencia y ternura?
más grande que yo. Yo soy hambre de felicidad infinita (sien- (¡Cuan hermosa no será la cosecha de tan laborioso y divino
do, como soy, criatura limitada): ¿cómo puede ser el hambre empeño!).
más grande que el hambriento, el objeto de mi deseo más Sí: Tú estás en mí como el único que sabe quién soy yo;
grande que mi capacidad de desear? ¿Quién me ha hecho, como quien más desea que llegue a ser yo mismo.
Señor, capaz de ¡o que me supera? ¿Quién me ha dado esta
conciencia de ser habitado por una Presencia incontenible? II
Se me ha dicho que Tú estás en mí como mi propio mis-
terio. Como el misterio de mi ser abocado al Misterio de tu Tú -el Tú por el que sólo puedo decir con sentido yo- estás en
Ser. (¿Acaso no soy yo un misterio para mí mismo y para los mí como mi propio nombre, aquel que Tú me enseñas a pro-
demás? ¿Y eres Tú la explicación de ese misterio que yo soy? nunciar con justeza y respeto sagrados. Y sé que estás en mí
Pero ¿puede un misterio arrojar luz sobre otro misterio?). porque te he escuchado cuando me llamas en el silencio,
150 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI COMO ESTAS, SEÑOR, EN MI 151

cuando pronuncias mi nombre ungiendo de ternura cada una Desde mi pequenez no rehusada, tu Presencia que pro-
de sus sílabas y letras. ¡Tu silencio dentro de mí! ¡Cuan poco nuncia mi nombre dentro de mí, y me invita a la intimidad
llega a saber de ti el que no te escucha en el silencio! ¡Cuan contigo, es la gracia que me dispensa de toda tensión estéril;
poco de sí mismo aquel que nunca ha leído su nombre en la es la vida que destierra de mí toda sombra de muerte.
sonrisa de tus labios! ¡Qué poco sabe de sí el que no te descubre en su silencio!
El silencio no es algo que yo hago: está en mí como mi
vocación de encuentro. Como el espacio de alteridad que Tú
has abierto con tu Presencia amante. Estás en mí como ese III
silencio enamorado que se sitúa más allá de todo pronuncia-
miento. Nada más espacioso en este mundo que un silencio Las palabras pueden engañar, pero el silencio no engaña a
enamorado. En él está el hallazgo de todo lo buscado y el nadie.
reencuentro con todo lo perdido. En él hay iluminación y ale- El Silencio es la Palabra que resuena eternamente en el
gría de ser. En él hacemos nuestra la superación de todo dua- Seno de la Trinidad.
lismo, y ya no somos nunca más Tú y yo por separado. Ni la Y yo he sabido sin engaño posible que Tú hablas en mí,
muerte puede separarme de mí mismo, porque tampoco me porque no te dejas atrapar por ningún argumento de la razón
separa de ti. que no sea el de dejarme amar por ti. Esta es mi razón sufi-
¿Hay algo en esta vida más intenso y extenso que un silen- ciente, mi razón pura y mi razón práctica: que Tú me Amas y
cio enamorado? Es el silencio del Creador, tras haber hecho me llamas, morador de la más secreta e irrenunciable dimen-
buenas todas las cosas. Es el silencio del Verbo, «anonadado sión de mi ser.
hasta la muerte, y muerte de cruz». Es el silencio del Espíritu, En este sentido, estás y no estás en mí. Estás, porque me
«dulce huésped del alma, donde secretamente solo mora, con amas, y tu Amor eres Tú mismo. Pero no estás, para que siem-
toque blando y mano delicada». Es el silencio que crea el pre te busque y quede así manifiesto mi amor a ti como res-
clima para la admiración y la entrega mutua; para el conoci- puesta válida.
miento del Amado y el rebosar del corazón amante. (Muchos
El misterio de mi ser es el de no poder renunciar a ti sin
ignoran que tienen corazón, porque rehuyen constantemente
renunciar por ello a mí mismo. Si no te busco, me pierdo.
entrar en el silencio). Tú estás en mí, Señor, Amante, Esposo,
Si no te amo, a nadie amo en absoluto en esta vida.
como mi silencio irrenunciable, como mi propio corazón.
Nada, por tanto, más apetecible, desde la hondura de mi Sin autoengaño: porque no cabe el engaño donde el Amor
ser abierto al Misterio de tu Ser, que el don de ese silencio tiene la primera y la última palabra.
enamorado: en él hay fortaleza y descanso, sabiduría y paz, Tú eres mi Silencio y eres mi Palabra: ¡eres mi Corazón!
conocimiento del Otro y dicha del ser compartido. ¿No son la misma cosa Silencio, Corazón y Palabra? ¿Qué
puedo decir al mundo que no sea tu Amor que me descifra?
«Quédeme y olvídeme,
el rostro recliné sobre el Amado; No puedo conocerme sin conocerte, porque yo soy un
cesó todo y déjeme, misterio que brota de la hondura de tu Comunicación de
dejando mi cuidado Amor.
entre las azucenas olvidado» ¿Cómo estás. Señor, en mí; de qué manera tan increíble,
(San Juan de la Cruz). que me resulta imposible descubrirte, si no es como razón de
152 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI

todos mis absurdos, sanación de todas mis heridas, firmeza en


todas mis contradicciones, eternidad en la vivencia de todo lo 21
que resulta fugaz entre mis manos?
¿Y cómo podré agradecerte el que Tú estés en mí, si cuan-
El hombre iluminado
do voy a darte gracias, descubro con inmenso asombro que
eres Tú mismo mi Acción de Gracias, la que hace de mi paso
por este mundo un himno de alabanza al Creador?
Me he hecho a pensar que Tú estás dentro de mí (que mi Orar es venir a la luz,
adentro eres Tú). Y mi pensamiento se dilata como un espacio a fin de ser transparencia de Dios para los hombres.
de abrazos sin tiempo y sin medida.

I
Todo el que no acoge la iluminación interior desconoce su
destino más alto.
Dios sólo es Dios para el hombre iluminado. El resto, los
hombres y mujeres que no reciben su iluminación interior, só-
lo conocen ídolos, aun cuando con frecuencia les den el nom-
bre de «mi Dios». (Entre el ídolo y Dios discurre un pasadizo
secreto por el que también circula la misericordia divina).
Los ídolos no iluminan, no liberan, porque no son luz en
sí mismos. Pero también los ídolos reciben reflejos de la luz
divina; por eso engañan a los humanos.
Un Dios que no libera es un ídolo de muerte. ¡Cuidado
con aquello a lo que damos el nombre de Dios: «No tomarás
el nombre de Dios en vano»\
Creer en Dios es recibir en el propio ser la alegría de una
salvación que nada ni nadie me puede quitar. Creer en Dios es
vivir en el regalo de su Amor, que enciende, con un sentido
plenamente humano, todas las peripecias del mi caminar.
¡Todo es para bien de los que se dejan iluminar por Dios! Su
Amor es la única explicación adecuada, correcta, a cuanto
acontece en mi vida.
«¡Dios me ama!» es el grito de guerra del alma iluminada.
Nunca podré mirar mi vida como una desgracia, como una
maldición, desde que sé que en todo acontecimiento Dios me
repite: «te amo».
154 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI EL HOMBRE ILUMINADO 155

Dios no puede iluminarme de otra manera, porque el Pero esta sabiduría del corazón es a menudo el resultado
Amor es la verdad de su Ser, su Ser de Luz, la razón divina de de un camino doloroso. Es el camino de la noche, en el que
su querer ser para nosotros. voy siendo purificado, despojado de conceptos e imágenes
Te tienes que dejar iluminar por Dios. Orar es exponerse a mediante los cuales pretendía disponer de Dios a mi antojo y
los rayos de Dios a fin de recibir todo su efluvio de gracia. La manera. Me decía: «Dios es Padre», y proyectaba en él la ima-
luz de Dios no penetra en ti ni te enciende, en tanto tú no dese- gen idealizada del mejor de los padres de este mundo. Me
es ser iluminado. Has de tomar conciencia de tus propias decía: «Dios es Amor», y asimilaba, aun cuando más allá de
tinieblas y de su poder deshumanizador sobre ti. Toda menti- toda medida pensable, el amor de Dios a las formas y senti-
ra que echa raíces en el ser humano lo empequeñece y aparta mientos de la afectividad entre humanos.
de sus metas de vida. Durante años me apoyé en esas imágenes -Omnipotencia,
Recuerda: Dios sólo es Dios para el hombre iluminado. Y Justicia, Providencia, Paternidad, Amor...-, que dejaron de
es que, mientras no sepamos quién es Dios, cómo es Dios, en serme útiles cuando Dios mismo me sumergió en la nube de
la propia naturaleza humana, purificada y pacificada por el su simple presencia. El don de la fe, para ser luminoso y
resplandor de su hoguera divina, no llegaremos a saber la encendido, precisa de las noches ardientes del amor divino.
suprema verdad de que Dios es en función del hombre. Ésta Porque sólo Dios puede hablar adecuadamente de Dios.
es la iluminación interior que nos hace libres: el hombre no Porque Dios no es el resultado de ningún esfuerzo por parte
puede nada sin Dios; Dios no quiere nada sin el hombre. del hombre, sino de un encuentro en la desnuda gratuidad.
Dios se dice, en la cámara secreta del don de sí mismo, como
II Verdad Absoluta que no requiere ninguna demostración.
Dios nos espera siempre en la estrechez y profundidad de
La oración es el crisol donde la fe se purifica y se convierte en un abrazo que anula todo horizonte de conquista.
luz del mundo. De modo que conocer a Dios es dejarse conocer por Él,
Gracias a la oración voy sabiendo, de menos a más, a qué dejarse desnudar por Él de todo ropaje cultural, voluntarista,
realidades no podré nunca dar el nombre del Dios vivo. Dios ritualista... con que en algún momento he pretendido tener a
no es el poder. Dios no es la ley. Dios no es la eficacia. Dios un Dios a mi medida, según mis ansias de seguridad. Dios me
no es la tradición. Dios no es... Hasta el punto de que Dios va curando de cualquier expresión de narcisismo, de todo afán
sólo es el que Es. El absolutamente otro. El Innombrable. de eficacia e imagen, en tanto va iluminando mis potencias y
Dios es el que nos acoge en su misterio de amor. ¿Misterio de sentidos con la certidumbre de que mi debilidad es su fuerza.
acogida es, acaso, el nombre de Dios? El hombre iluminado es aquel que se acepta plenamente
«A Dios le repugna trabajar entre toda clase de imáge- en cada momento de su existencia y plenamente entrega lo
nes», dice el maestro Eckhart; y san Juan de la Cruz: «a Dios que es él al amor de cada día. No necesita buscarse ansiosa-
se llega antes no entendiendo que entendiendo». Ésta es la efi- mente, porque de antemano sabe que se va a recibir, cada vez
cacia de la oración: cuando nada sé acerca de Dios, Dios más verdadero, más realizado, en lo profundo de la realidad
mismo comienza a decirse dentro de mí. En tanto creo saber no negada, en el amor de Dios que en todo acontecer se escon-
algo de Dios, es un ídolo lo que nombran mis labios. de. El hombre iluminado es el que no puede separar a Dios de
En cambio, cuando sé de Dios con el corazón, mi mente lo real y concreto.
enmudece.
156 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI EL HOMBRE ILUMINADO 157

III Pronto, muy pronto, el orante que se deja iluminar adquie-


re la clarividencia de que él no es salvador de nada ni de
El orante está llamado a ser transparencia de Dios para los nadie, porque sólo Dios salva.
hombres. Contemplando la acción/presencia de Dios en cada criatu-
Cuando Jesús de Nazaret nos asevera que nosotros somos ra, se torna respetuoso y comedido a la hora de intervenir en
la luz del mundo (Mt 5,14), nos está recordando la imperiosa los procesos de la vida interior de otras personas. Se cuida
necesidad de entrar en el proceso iluminador de la oración, a mucho de no estorbar la obra del Espíritu. Y sabe que siendo
fin de no malograr nuestra existencia cristiana. Cuando nos testigo silencioso de tal obra es como mejor podrá ayudar al
hace ver que, si nuestro ojo está sano, todo nuestro ser estará hermano/a a alcanzar sus propias metas.
iluminado (Mt 6,22-23), nos introduce en la certeza de que Eso sí: testigo cualificado del amor de Dios que trabaja
sólo si Dios nos purifica estaremos en condiciones de gustar interiormente toda vida, mostrará la luz que lo traspasa de lo
la bondad y hermosura de todo lo creado. Y cuando, en el alto, por su capacidad y disponibilidad para ver y celebrar lo
cénit de las bienaventuranzas, nos revela la suprema dicha de bueno que se da en cada criatura y en todo acontecimiento
un corazón puro, capaz de ver a Dios en todas las cosas (Mt humano. El orante iluminado posee una mirada positiva que
5,8), resume con simplicidad sobrecogedora la gracia de la se nutre en la contemplación de la salvación que Dios opera
vida contemplativa. en cada aquí y ahora. Puede decir a boca llena: «¡Todo es
Gracia!», porque, mirando más allá de la corteza espaciotem-
El don de la contemplación y la pureza de corazón son, poral, descubre esa presencia encarnada y sustentadora de un
pues, dos expresiones de una única realidad. Porque contem- Dios que a todos enriquece con su propio don.
plar es llevar a todas partes en la propia mirada la mirada de
Dios; y tener un corazón puro es estar en condiciones de refle- ¡Cómo sabe alabar el hombre de puro corazón las maravi-
jar, como en bruñido espejo, la cegadora claridad del Sol llas actuales de Dios en sus criaturas! Su alabanza continua es
Divino. su transparencia más pura para con los demás.
Su capacidad de ver lo bueno de todo y de todos ilumina
Los limpios de corazón no sólo ven a Dios; dejan que Dios a los que lo ven a él. Sabe que el mal presente, innegable, no
sea visto. Veamos cómo. es más poderoso que el bien, también presente. Sabe, desde su
La primera certeza de los limpios de corazón es la de que ver iluminado por la gloria del Resucitado, que la resurrección
yo no soy la luz. Sólo el Verbo es la luz verdadera que alum- es ya la luz inapagable en el corazón de todo ser y acontecer
bra a todo hombre (Jn 1,8-9). Y cuanto más recibo su ilumi- humano. Y esta sabiduría, convertida en alabanza, es su luz
nación en mí, tanto más constato que, sin ella, todo yo soy iluminadora, es su sensibilidad más a flor de piel. Sabe muy
tinieblas. Es así como el orante iluminado se hace luz para los profundamente que «el único pecado -dice Paul Evdokimov-
demás sin él darse cuenta. De su vivir fluyen rayos de paz, de es ser insensible a la Resurrección», que pugna por manifes-
armonía, de veracidad, de ternura... que él no percibe como tarse, ofreciéndose a todos, en toda realidad temporal.
nada propio. Por el contrario, tal es su capacidad de descubrir En suma, el orante, llamado a ser transparencia de Dios
y extasiarse ante la luz del Creador que cada criatura porta para los hombres, lo es por su estilo o talante de vida, firme-
que, más bien, se ve a sí mismo como receptor atónito de la mente arraigado en la gratuidad. Se sabe salvado por Dios, no
multiforme gracia divina. por méritos propios. Se siente amado del Padre allí donde
158 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI

menos digno se considera de dicho amor. Pero en el gozo de 22


tanta gracia que lo inunda, y acuciado por el deseo de com-
partirla con el universo entero, el orante iluminado hace del
servicio que nada pide a cambio el gran chorro de luz para un
El hombre espiritual
mundo tan necesitado de gestos gratuitos, de obras que no se
venden.
El contemplativo pone en las heridas de nuestro mundo
el bálsamo de la Gratuidad, que él sabe haber recibido de só-
lo Dios. La vida espiritual es vida en el amor:
Sólo el que se descubre amado en su ser real y concreto, un amor que abarca el ser total de la persona
más allá de méritos y deméritos, está en condiciones de ilu- y lo abre al Infinito.
minar el mundo con una palabra de libertad. La autenticidad
de la vida cristiana no anda nada lejos de este ideal de Luz
recibida y compartida. I
Hay una manera espiritual de vivir, lo mismo que hay una
manera sensual, una manera estética o una manera filosófica.
Vivir espiritualmente tiene sus contenidos y exigencias, que
se proyectan en la totalidad de nuestros pensamientos, senti-
mientos, acciones. Vivir espiritualmente es darse cuenta del
poder vivificante y rectificador que el Espíritu posee sobre
nuestra existencia real y concreta («•... doma al espíritu indó-
mito, guía al que tuerce el sendero»). Vivir espiritualmente,
en suma, es tener el Espíritu dentro de sí como inspiración y
fuerza vital, como atmósfera y espacio de acción que nos per-
mite movernos con libertad y talante positivo.
El hombre del Espíritu es, ante todo, un ser que se recibe
de todas las cosas y se da en todas las cosas. Es, pues, en su
relación con el cosmos donde se patentiza su hondura espiri-
tual. No sabe ser sin darse; y aun cuando se reciba a sí mismo
de todos los seres y acontecimientos de su entorno vital, en el
mismo acto de recibirse se entrega como gratitud, alabanza,
servicio. El hombre del Espíritu es el hombre de la comunión.
Consciente de esta realidad, el hombre del Espíritu se
repite a sí mismo con inamovible convicción: todo lo he reci-
bido gratis; gratis, pues, he de darme, hasta perderme en mi
propio don; hasta llegar a no ser nada, sino sólo don. Quien no
160 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI EL HOMBRE ESPIRITUAL 161

sabe darse en olvido de sí tampoco se posee en veracidad y II


libertad. Ésta es la sabiduría del hombre espiritual: si quiero
llegar a ser yo mismo, me tengo que descubrir y poseer en el Cuando amo así -unificados en el acto de amar cuerpo y alma,
acto incondicional de mi entrega a la vida, al bien, a la verdad. potencias y sentidos- mi pasado, mi presente y mi futuro, mi
Nadie conoce la verdad de su vida si no es en el amor. temporalidad y mi eternidad, mi vida es una flecha disparada
Ama y sabrás quién eres ante Dios y para los hombres. hacia la meta de su auténtica paz. Paz para mi hambre de
Ama y sabrás que ninguna vida es inútil. El amor que da la belleza y de ternura. Paz para mi sed insaciable de vida y de
vida por sus amigos (Jn 15,13) hace brotar lo mejor que cada felicidad. Paz en esa comezón incesante de buscar y buscar,
uno encierra como imagen del Creador. que ya no deviene en desencanto y amargura por hallazgo de
Dar la vida por amor es la única manera de no echarla a la frustración. Paz, sí, en el corazón mismo de las dificultades,
perder en este mundo. de la soledad, del sufrimiento.
Si es verdad que mi alegría sois vosotros -amigos, herma- Sólo cuando el amor ha disparado la flecha de mi vida a
nos, los pobres, criaturas todas que me acompañáis o salís al la diana del servicio gratuito, conozco la paz profunda, la
paso en el camino de la vida-, mi más cabal realización será armonía interior; esa paz que no pueden arrebatar los acci-
la de vuestro crecimiento en todo cuanto es vivo y verdade- dentes de un vivir contingente; la paz de saberme en el cami-
ro para vosotros. Ésta es la vida del hombre/mujer espiritual: no de mi más cabal humanidad.
«en todo amar y servir» (según el dicho de aquel sabio pere- Soy en la medida en que el amor es mi fuerza, mi origen,
grino enajenado por el Espíritu del Señor Jesús). La espiritua- mi meta, mi inspiración, mi descanso. El que así ama siempre
lidad de Cristo jamás podrá consistir en ninguna manera de sabe de dónde viene y a dónde va, aunque camine en noche
ser al margen de los demás, de sus necesidades, llamadas, obscura.
relaciones. Pero el amor que nuclea es también el amor que disuelve.
Mi libertad es estar disponible para la siembra de mí en Es por ello que soy en la medida en que aprendo a reconocer-
respuesta a las demandas de los otros, llorando con el que me en un nosotros cada vez más universal (telúrico, divino tal
llora, riendo con el que ríe. Mi libertad en-el Espíritu es la de vez). Ser más yo mismo cuanto más lo soy fundido, confun-
no tener (ni querer) otro dueño para mi vida que el amor, dido en el bien común, en el común hacer. Ser en la medida
rostro del Dios vivo, aliento de su Ser eterno en nuestro ser en que Dios se me revela como el Tú que crea -hace posible-
temporal. el nosotros, y que es inaccesible sin el nosotros.
El hombre espiritual, en colaboración con la gracia, ha Desde la perspectiva espiritual, el yo es al nosotros lo que
hecho carne de su carne y espíritu de su espíritu el mandato la gota de agua al océano: tiene su entidad propia, pero no
primero y mayor (Mt 22, 37) de «amarás al Señor tu Dios con puede subsistir sino en la masa y el movimiento del segundo.
todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu inteligencia» Lo mismo, el hombre espiritual es el que vive en la completa
(Dt 6,5). Porque amar a Dios de semejante manera es verlo a hermandad con la brizna de hierba, con el astro remoto, con
Él y entregarse a Él en el amor a todas sus criaturas, las que el que obra bien y con el que obra mal. El hombre espiritual
Él tanto ama. sabe que no hay ningún mal que no sea ocasión de bien; y que
el que hace el mal necesita ser aún más amado, a fin de que la
presencia del amor sea en él más poderosa que la fuerza pre-
sente del mal.
162 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI EL HOMBRE ESPIRITUAL 163

El hombre espiritual robustece su paz y su armonía aman- III


do el mal que encuentra a su paso por el mundo. Y ello por
amor de este mismo mundo, por amor del mismo amor. A fin Y así, abrazado a la Cruz del Redentor, mi amor me va hacien-
de que el amor siempre sea más grande que todas las formas do, poco a poco, más puro, más humano, más universal. La
de mal. Ama el mal porque él ya vive esa experiencia de ple- Cruz es el símbolo del amor de Dios disparado en todas las
nitud que es el amor libre y verdadero; el amor que nada des- direcciones y dimensiones del espacio y el tiempo humanos.
precia; el amor que todo lo hace suyo. Al escribir estas líneas, La Cruz es el sufrimiento del corazón de Dios puesto como
no puedo menos que pensar en Aliohsa Karamázov, redimien- germen de vida infinita en las entrañas de todo lo caduco y
do con su amor el crimen de sus hermanos, con su larga secue- perecedero de este mundo. Desde la Cruz, adonde me ha lle-
la de desgracias, porque supo hacer suya la debilidad de los vado no mi propio impulso, sino el Espíritu del Señor Jesús,
corazones pecadores, supo amar el pecado para mejor com- me siento amado en la totalidad de mi ser, especialmente en
prender y amar así al pecador. mis debilidades e impotencias, y me voy poniendo a punto
¿No es éste el amor mismo de Dios, manifestado amplia- para amar a todos los seres con un amor verdaderamente divi-
mente en la cruz de Cristo; amor que nos hace hijos y herma- no, con el mismo amor con el que yo soy amado.
nos del Padre único? «Al que Dios había hecho un poco infe- Desde la Cruz, mi amor es un abrazo que no conoce lími-
rior a los ángeles, a Jesús, lo vemos ahora coronado de glo- tes de ningún tipo. Desde la Cruz, abrazar no es poseer, ni el
ria y honor por su pasión y muerte. Así, por la gracia de Dios, abrazo conoce forma alguna de vergüenza o desencanto.
ha padecido la muerte para bien de todos. Dios, para quien y
El hombre espiritual ha integrado en su existencia la Cruz
por quien existe todo, juzgó conveniente, para llevar a una
como escuela del amor más vivo y vivificador, el único que
multitud de hijos a la gloria, perfeccionar y consagrar con
lleva en sí el infinito. Mas sabe muy bien el hombre espiritual
sufrimientos al guía de su salvación. El santificador y los san-
que la fuerza del amor que lo unifica y dinamiza, que lo paci-
tificados proceden todos del mismo amor. Por eso no se aver-
fica y expande, no tiene en él mismo su fuente generadora. Él
güenza de llamarlos hermanos» (Hb 2,9-11).
vive en el asombro de sentirse amado en su pequenez, más
Gracias a la fuerza nucleadora que nos proporciona el allá de méritos y deméritos, más allá de razonamientos o inte-
sabernos hijos muy amados de Dios, podemos disolvernos en reses de cualquier tipo. Es un amor que siempre nos sorpren-
el amor a todos los hermanos, especialmente a los más peque- de, desmesurado, desproporcionado en su relación con nues-
ños y pecadores; y ello sin perdernos a nosotros mismos, es tra capacidad de dar y de recibir. Un amor que sobrepasa la
decir, sin confundir el amor con ninguna forma de poder o de misma expansión del universo. Por eso el hombre del Espíritu
dominio, de esclavitud o de dependencia. se caracteriza por vivir rendido ante el misterio del amor que
El hombre espiritual es hermano de todos, más allá de todo lo sostiene. Su oración es esa mudez, incapaz de palabras
cualquier diferencia marcada por las leyes, los códigos mora- y gestos adecuados para poder decir «¡gracias!».
les, los conceptos del bien y del mal. El amor hace saltar por
el aire todas las ideologías que dividen y enfrentan a los Alguien me ha amado hasta hacerme rebosar de su amor.
humanos. En tanto que algo nos hace enemigos unos de otros, Alguien me ha amado hasta dejar mi ser en disposición de
podemos asegurar que no somos conducidos por el Espíritu dar amor por todos sus poros.
del Señor Jesús. Yo ya no puedo relacionarme con nadie, con nada, si no es
para compartir amor.
164 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI

Yo ya no sé admirar bondad o belleza alguna en criatura


que no me sea ocasión para amar al que nos amó primero. 23
Cada uno de nosotros es lo que es su espíritu. Si tu espíri-
tu es la sabiduría, tus palabras y obras, tus deseos y senti- El hombre unificado
mientos, saldrán todos impregnados e impregnantes del co-
nocimiento amoroso de Dios. Porque el espíritu de sabiduría,
«sutil e inteligente, penetrante y puro» (Sab 7,22-1,8), es el
único capaz de ver a Dios en todas las cosas.
Dichoso el hombre que, en el deseo y en la oración, se
abrió al don de la sabiduría, que lo capacitó para amar como
Dios ama. Aquello que unifica mi vida
He ahí la verdad plena del hombre espiritual: situado en y la hace fuerte para el amor
todas las encrucijadas de la historia, asaeteado por flechas es saber que Dios me ama.
múltiples de angustia y de esperanza, de afirmación de la vida
y de sufrimiento por todo cuanto la amenaza o hiere, él per-
manece en pie, como si viera al Invisible, afirmando con todo I
su ser que el amor es el destino de todo lo creado. El hombre unificado es un ser de raíces sanas, profundamen-
Como el amor mismo, su presencia es discreta, callada, te hundidas en la tierra de la existencia. Resiste así los emba-
humilde. Como el Amor Divino, conoce la embriaguez, la tes de la vida y siempre sale robustecido. Tiene cuanto tiene
locura, la pasión, en relación con sus objetos amorosos. Su que tener, y da de sí cuanto los demás necesitan de él. A nadie
oración, síntesis acabada, espejo bruñido de su alma, no es envidia. Con nadie se compara. «No ambiciona grandezas que
otra cosa que ser y estar a merced del viento del amor. Cuando superan su capacidad» (Salmo 131), como tampoco descon-
ora, el universo entero está dentro de él; y él, por entero, en fía de sus fuerzas en orden a la consecución de sus metas
cada criatura del universo. irrenunciables.
La fe en sí mismo lo mantiene abierto al infinito, desde la
sana comprensión de sus límites. La felicidad en el ser le hace
generoso con todos los seres. Vive con las manos abiertas, lo
mismo para dar que para recibir. Sabe esperar su momento
para aportar lo mejor de sí, al calor de la paciencia y la perse-
verancia. Y ello, sin adelantar acontecimientos ni acobardarse
ante los rigores de etapas menos propicias, cuando no decidi-
damente adversas. Nadie le puede quitar nada, porque su vida
está «escondida con Cristo en Dios» (Col 3,3).
La práctica asidua de la concentración -imprescindible
para toda auténtica nucleación en el ser- le conduce a vivir en
lo esencial de cada momento. Entrando -con palabras de Juan
Ramón Jiménez- en el centro último de su persona, llega a
166 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI EL HOMBRE UNIFICADO 167

saborear en cada circunstancia de su vida una nueva manera que se da todo en cada entrega, hace crecer fuera de sí la uni-
de comunión con el todo: dad desde su propia unificación interior. En cambio, los seres
interiormente rotos ni pueden darse ni logran hacer crecer con
«¡Concentrarme, concentrarme, su actividad la unidad que ellos no poseen. La espiritualidad
hasta oírme el centro último, del hombre unificado es la comunión: vivir para que todos
el centro que va a mi yo sean uno (cf. Jn 17).
más lejano, Se comprende, pues, que la lógica del amor haga del
el que me sume en el todo!». amante un ser débil (aunque no inconsistente). Un ser traspa-
sado por la ternura, sensible y atento a todo valor humano que
Vive de acuerdo consigo mismo, y por eso está en paz con
haya que defender, pero vigoroso en su determinación de no
el universo. La muerte ha dejado de ser esa nada absoluta que
traicionar nunca ni por nada la suprema jerarquía del amor.
se abre pavorosamente ante sus pasos, para venir a ser la ple-
Vigor y ternura expresan en su conjunto la más poderosa sín-
nitud lograda de todos sus anhelos más profundos. Cada ins-
tesis de su ser libre y entregado. Ternura y vigor, al unísono,
tante de su existencia vivido contemplativamente lo deja abo-
son su peculiar manera de vivir crucificado con Cristo, a fin
cado a la eternidad. Se alimenta de toda realidad presente
de poder llegar a abrazar, con Él y como Él, el horizonte ente-
(¡huye afanosamente de cualquier forma de autoengaño!).
ro de lo auténticamente humano. Ni sólo tierno ni sólo vigo-
Sabe que la desnuda realidad es sacramento de lo invisible.
roso, porque el que ama sabe dar la vida por aquello que ama.
Sabe que sólo el humano nutrido de realismo puede crecer en
El amor nunca es indiferente a lo que hace sufrir al amado.
Cristo.
El hombre unificado resulta ser aquel que jamás renuncia
de forma consciente a la plena integración de sus dimensiones
intelectual y emocional. Su pensar jamás se sitúa en contra de II
su sentir, ni sus sentimientos se atreven a negar la luz guiado-
ra de la razón. En su síntesis más vital, pensar y amar han lle- Mas el hombre unificado no es un ser angelical, sobrevolando
gado a ser un mismo movimiento, revelador de su ser profun- las miserias de la condición humana, ajeno a dudas y contra-
do. La lógica del amor (que no es la más comúnmente acep- dicciones, pertrechado en su baluarte de seguridad y buena
tada) se sobrepone en su corazón a toda otra lógica, tales co- conciencia. ¡Qué va! Reconoce con dolorosa lucidez sus grie-
mo la del poder, la eficacia, el número, las ideologías, el pres- tas existenciales y sabe que sin la asunción consciente de las
tigio, la seguridad... La lógica del amor le hace saber que la mismas jamás llegará a ser una persona equilibrada, dueña de
auténtica verdad humana es inalcanzable sin alguna forma de sí. Confiesa ante sí y los demás que «no hace el bien que qui-
sacrificio. siera, y sí, en cambio, el mal que aborrece» (cf. Rm 7,14-25).
Lo que le mantiene uno no es precisamente lo compacto de su
Por eso la lógica del amor lo conduce a buscar su único
obrar en el mundo, sino el darse cuenta de cuáles son sus
bien posible en el bien más universal y compartido. «Quien
fallos más habituales y sus inclinaciones más dañinas, tanto
busca la verdad -dice Arturo Paoli- tiene un fondo de vulne-
para sí como para los demás. Sus no negadas contradicciones
rabilidad constante, porque ha descubierto la angustia de la
en cualquier campo -psicológico, moral, profesional, etc.- le
mentira, es decir, del no ser. El infierno es un amor que no
permiten crecer en la humildad esencial: la de reconocerse
desciende hasta las raíces del ser, hasta ese nivel donde el
pobre y necesitado de salvación.
don de sí mismo sólo puede ser total e irrenunciable». El ser
168 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI EL HOMBRE UNIFICADO 169

Incompleto, pero sabiéndose en camino hacia su plenitud, rosos de este mundo, ¡temed al hombre unificado!, porque
no desespera jamás, por muchos o muy graves que parezcan jamás se avendrá a otra razón que no sea la del amor; el amor
los retrocesos en su marcha. La opción fundamental por el que se opone de manera irreconciliable a todo convenciona-
amor permanece siempre ante él como meta irrenunciable. lismo dictado por cualquier forma de poder. El hombre unifi-
Porque cree en el amor, posee dentro de sí la raíz de todo cado cree que siempre es posible el amor; que el amor tiene la
auténtico crecimiento. Porque cree en el amor, su vida vuelve última palabra. El amor, que resucita una y mil veces entre las
una y otra vez al cauce adecuado por el que se expande en ruinas de toda mentira y violencia.
calidad de comunión y de servicio. Sólo el amor nos avisa
cuando somos o dejamos de ser fieles a nuestra misión en la
tierra. Sólo el amor nos enseña a sacar provecho de nuestros III
propios fallos (¡tan humanos, por otro lado!).
Para el hombre unificado se va acortando cada vez más la Tal nucleación por el amor que caracteriza al hombre unifica-
distancia entre el ser y el hacer. Su actividad manifiesta y do es el fruto más maduro de aquel otro Amor que sostiene su
comparte lo que hay en él de más original e inalienable. Se vida por la fe. Nos referimos a la fe teologal: fuerza de Dios
dice en cuanto realiza. Y se va realizando más y mejor a tra- que actúa en todo creyente, lo conduce a una afirmación radi-
vés de su hacer y decir entre los hombres. Su presencia resul- cal del valor absoluto de la vida y lo introduce por pura Gracia
ta siempre, al margen de su intencionalidad, un poner en en la comunión con el Eterno Viviente.
comunión con otros algo de lo más jugoso de su ser profundo. Cuando Dios viene a mí, lo hace, en primer lugar, para
Y esto es así porque cuanto hace o dice es una donación de sí enseñarme a amar la vida y a buscarlo a Él en la profundidad
mismo, una entrega en el amor. Le resulta imposible actuar de todo lo vivo. El que no ama la vida que vive no puede amar
allí donde se le impide hacerse comunión. a Dios, su Origen y Meta {«en quien todos vivimos, nos move-
Convencido como está de que sólo el amor tiene futuro, el mos y existimos»: cf. Hch 17,22-29). El creyente puede muy
hombre unificado ama su propia debilidad, sin pretender apa- bien sintetizar su experiencia religiosa de esta manera: es
rentar una seguridad que lo traicionaría. Ama su propia debi- Dios -que me ama- quien me hace vivir por su Amor.
lidad, por el amor mismo. Para él no existe mayor fortaleza Pero Dios es uno y hace uno a quien a Él se acoge. Al
que la de seguir amando en medio de todas las contrariedades, dejarnos amar por Él, nos atrae hacia sí hasta sumirnos en su
ni más trágica debilidad que la de empeñarse en ser fuerte uti- Unidad Viviente {«¿No sabéis que el que se une al Señor se
lizando para ello armas contrarias al amor. Consciente de que, hace un espíritu con El?»: 1 Cor 6,17). Hecho ya uno con el
en este mundo, amor es sinónimo de debilidad (en cuanto Uno, se dinamiza mi capacidad afectiva hasta lo infinito. Todo
rechazo expreso de todo aquello que obstaculiza el encuentro lo amo en Aquel que ha encerrado mi vida en su Amor. Sí,
en la desnudez del ser), no ambiciona el éxito ni teme el fra- todo lo amo con el Amor con que soy amado. Amo todas las
caso, sabedor de que es el amor el que nos mantiene útiles, bondades creadas y me amo a mí mismo en el acto único de
incluso en medio de los más clamorosos fracasos. ser amado por Él. Mi fe, entonces, se traduce de esta manera:
Por todo ello, la mujer o el hombre nucleado en el amor si Él no me amara, yo no sabría amar.
desprende calor de vida a todo el que se acerca a él. Es lumi- Mi vida afectiva se ve así purificada y enriquecida extra-
noso, esclarecedor, pero, más que nada, incendiario; su chis- ordinariamente, más allá de todas mis posibilidades naturales.
pa siempre encuentra combustible en que prender. Los pode- Porque amo a las criaturas desde el corazón mismo del
170 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI EL HOMBRE UNIFICADO 171

Creador, me uno con el Creador cuando entro con mi amor en La sabiduría creyente de Marcel Légaut sintetiza con
el corazón de las criaturas. Es el deseo ardiente de Dios el que fuerza:
purifica todos mis deseos, el que consuma todos mis amores
«Padre,
en un acto único de adoración al Absoluto. La docta y experi-
que tu Ser se cumpla
mentada palabra de Karl Rahner puso en forma de oración su
y que, inconsistentes como somos,
vivencia de unificación personal por el Espíritu:
existamos en nosotros mismos
«Amándote, encuentro todo lo que estaba perdido, como Tú eres Uno,
todo se convierte en un canto de alabanza pues entonces seremos uno en ti».
y de acción de gracias a tu Infinita Majestad.
Lo que estaba dividido, tu Amor lo hace uno; Sólo si Dios nos unifica, seremos uno.
lo que estaba disperso, lo atrae hacia ti; La fidelidad, pues, a Dios lleva consigo la fidelidad a la
lo que era puramente exterior, propia humanidad («que existamos en nosotros mismos como
tu Amor lo hace entrar en lo profundo de sí. Tú eres Uno»), Existir en nosotros mismos -existir en nuestra
Tu Amor es quien me hace aceptar propia humanidad- equivale a haber encontrado la verdad de
la vida cotidiana tal y como ella se presenta, nuestro ser personal en la verdad del Padre que, como tal,
y quien transforma, por tanto, se cumple en nosotros (Dios es Padre en sus hijos y por
cada una de las jornadas humanas en un día de Gracia. sus hijos).
Tú, único y último fundamento de todo ser,
Tú, que eres Amor, dame parte de tu Amor, Sí, Padre,
para que todos mis días estén orientados que los que somos a imagen
al Día único de tu Vida Eterna». de tu Unidad indivisible,
encontremos la paz y la fecundidad de nuestras vidas
en asemejarnos cada vez más a Ti,
La persona que se deja amar por Dios reconoce que la
único Uno,
armonía en el ser, su entrega real al amor de cada día, sin frus-
el Uno que todo lo unifica. Amén.
traciones ni dependencias y con una auténtica capacidad de
fruición de todas las bondades ofrecidas, sólo es posible bajo
la fuerza unificadora del Amor de Dios («Lo que estaba divi-
dido, tu Amor lo hace uno»). De modo que lo que unifica fun-
damentalmente mi ser es saber que Dios me ama. Un saber en
modo alguno teórico, por ser el único saber absoluto capaz de
armonizar mente y corazón, exterioridad e interioridad,
acción y contemplación. Aquello que más poderosamente uni-
fica mi vida es la experiencia del Dios Uno, habida en la pro-
fundidad de mi propio ser («Tú, único y último fundamento de
todo ser»), de mi no poder ser sin Él.
EL LLANTO FELIZ 173

__24 Llorar es tan humano que mujeres y hombres lloramos al


nacer y al morir. El llanto no es escollo temible a evitar en
nuestra travesía de la vida, sino condición a integrar en el ca-
El llanto feliz mino hacia sí mismo, hacia cualquier valor que consideremos
humano. Pues el propio yo, el que podríamos denominar yo
profundo, no se revela ni se da a quienes de antemano no lo
han reconocido y aceptado como yo llorante.
Lloramos bajo la dentellada de las propias miserias físicas
(enfermedad, pérdida de fuerzas, desmoronamiento de nues-
El Dios que nos escucha en la oración tra juventud...).
ama todo dolor humano, porque no puede Lloramos cuando los límites morales (defectos incorregi-
dejar de amar al hombre que lo padece. bles, maneras de ser que hacen daño a sí o a otros...) nos
imponen una imagen (¿real?) de nosotros mismos que en nin-
gún modo está de acuerdo con el superhombre que todos
I hemos creído ser en algún momento.
Lloramos por el rechazo, por la incomprensión, por el fra-
Llorar es tan humano que del que no llora ante las desgracias, caso, por la soledad que nos vienen de las dificultades en
sobre todo ajenas, decimos que no tiene corazón. Se llora con hacernos entender por los demás, apreciar en lo que creemos
lágrimas, se llora con lamentos, se llora con el silencio de un ser y valer por los demás, y que, por supuesto, afirmamos no
corazón hecho añicos. merecer en absoluto.
Si se pudiera recoger en un solo lugar las lágrimas de Lloramos esa pérdida irreparable del ser tan querido (y tal
todos los hombres y mujeres de todos los tiempos, ¿qué exten- vez tan necesario); de aquella situación de bienestar desapa-
sión no tendría el nuevo océano? recida de improviso; de aquella amarga decepción que jamás
Las lágrimas de los hombres no se evaporan, se reabsor- nos pasara por la mente y con su llegada convirtió en misera-
ben para dar a la carne humana mayor terneza, sensible cali- ble nuestra existencia.
dad, fresca hermosura. Lloramos (¡y ojalá lloráramos más!) porque somos sen-
Las lágrimas son saladas: ellas sazonan las experiencias sibles al dolor de los hermanos, de todos los otros, y nos
humanas con sus más ricos sabores. Las lágrimas son saladas: dejamos impactar por sus miserias y nos acercamos lo más
ellas constituyen la sal más común de la tierra. ¿Quiso Jesús posible a ellos para aliviar sus penas, para tomarlas sobre
enseñarnos a llorar cuando dijo: «vosotros sois la sal de la nosotros.
tierra»! Lloramos... ¿No es cierto que lloramos? ¿Quién puede
Por el océano de las lágrimas todos navegamos, con vivir sin llorar?
mayor o menor destreza, hacia los puertos de nuestras dichas
más acariciadas. ¿Ha arribado alguna vez alguien a las playas
del gozo profundo, del placer reconfortante, sin haber tenido
antes que luchar denodadamente contra el oleaje del mar de
sus amarguras?
174 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI EL LLANTO FELIZ 175

II La presencia de Dios en los bordes mismos de nuestro ser


finito nos hace saber que todo mal tiene principio y fin, en
Juguemos por un momento a hacer etimologías. tanto que su Amor, abocado totalmente sobre nuestra miseria,
«Felices los que lloran, porque ellos serán consolados» es ilimitado en su fuerza y en su gracia. En el recinto cerrado
(Mt 5,4). de mis propios límites, Dios desata lo ilimitado de su
Consolar: Llenar de sol otras vidas, inundar vidas tristes Misericordia.
con la alegría de una potente y cálida luz solar. Porque el her- El sufrimiento, además, agudiza la sensibilidad del que
mano que ama hasta abajarse a nuestro dolor es un sol en el sufre sin desesperar, siendo en ello mismo ya un consuelo. A
corazón mismo de nuestras tinieblas. mayor sensibilidad, mayor calidad humana, mayor capacidad
Consolar: Lo contrario (o algo así) de desolar (dejar solo de gozar de la parte buena que se da en toda situación. A ma-
al triste, o provocar uno mismo situaciones de sequedad y yor sensibilidad, también, mayor dimensión solidaria, mejor
esterilidad en una/s vida/s). Consolar será ayudar a salir de disposición para la amistad, empatia más a flor de encuentro.
la desolación, poner a alguien que lo necesita en el buen Desde la fe en Cristo (el sol más poderoso que se encien-
camino del sentido de la vida, de la alegría de vivir. de sobre nuestras miserias, consolándonos en todas nuestras
desolaciones), tanto el sufrimiento propio como el llanto por
Consolar: Compartir el mismo suelo, la misma tierra
el dolor del mundo (la consternación ante el daño que afecta
donde echamos raíces (que en el subsuelo se abrazan), para
a miles y millones de hermanos) se ven iluminados, encendi-
ayudarnos unos a otros a fructificar en la vida, hasta que
dos desde dentro, por el misterio de su Encarnación: Dios que
pueda dar cada uno lo mejor de sí mismo.
sufre con los hombres y por los hombres, y que no puede ser
¡Cuántas cosas (¡y qué buenas!) puede ser eso del conso- feliz si no es compartiendo a fondo nuestras miserias.
lad. ¡Qué hermoso eso de poder consolar y ser consolado! ¡Jamás me encontraré solo con mis sufrimientos: Cristo es
Llevar a alguien el sol que le falta, el suelo donde echar raí- Dios que sufre conmigo para enseñarme a sufrir, para llenar
ces, ser liberado de la desolación. Aliviar la pena o aflicción de sentido (valor y destino) todo sufrimiento! Cuando por la
de alguien. Sentir que mis penas son también de otro... gracia de la fe, en el grito ardiente de la plegaria que brota del
Recibir consuelo es imposible si no se comienza por acep- dolor, contemplo el sufrimiento de Dios, llego a saber que es
tar la pérdida, la desgracia, como algo propio de la naturaleza El quien más sufre, porque soporta todas las miserias, indivi-
humana, del ser inacabado que es el hombre, ser que se busca duales y colectivas, de la humanidad histórica.
a sí mismo en tanto peregrina en este mundo. ¿Por qué habrá querido Dios sufrir, siendo Él el dueño de
El dolor que me aflige no es en ningún caso castigo de la felicidad eterna?
Dios (y menos aún maldición del diablo). ¡Pero si Dios nos
quiere felices, a imagen y semejanza de su felicidad eterna!
¿Cómo podría ser Dios el causante de nuestro mal? III
Si bien, Dios no es ajeno (indiferente) al mal que nos afli-
ge. En el fondo de todo mal está Dios para ayudarnos a sacar Tremenda paradoja: llegar a ser feliz sin renunciar al llanto.
un bien mayor. Dichoso el que se acepta limitado, pues él Rechazar con todo mi ser el dolor y, en el mismo rechazo,
tocará en sus límites el infinito de Dios, Dios que encierra afirmar la vocación inalienable a la felicidad de que es porta-
todo su Poder en su Amor. dora toda existencia humana.
176 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI EL LLANTO FELIZ 177

Dejar que las lágrimas abran los surcos más profundos en hace salir el sol sobre buenos y malos, porque su perfección
mi espíritu, donde habrá de florecer la cosecha de mis más consiste en amar más al que más lo necesita?).
felices realizaciones, de mis más definitivos gozos, de mis Dios, que nos ha dicho: «felices los que lloran, porque
más audaces sueños. ellos serán consolados», nos está diciendo también: felices
Ser feliz, no por las causas del llanto (lo que me falta), los que no se dejan enredar en el propio dolor, a fin de poder
sino por sus consecuencias (lo que me aporta de más mío, los ir al encuentro del dolor de los otros, porque ellos ya saben
horizontes que descorre ante mis ojos). que ningún dolor es más grande que mi amor que los busca.
Llorar como humano, hasta que las lágrimas bañen mi Bienaventurados los que lloran por los demás más que por
corazón dejándolo limpio de sus muchas impurezas, y así sí mismos, porque sus lágrimas lucirán como eternas lumina-
me pongan al descubierto lo mucho divino que hay en él rias en el reino de la felicidad total y definitiva.
escondido.
Ser semejante a Cristo, que sufre mucho porque ama mu-
cho, y no puede separar sus lágrimas de su amor (su Resurrec-
ción de su Cruz).
Bienaventurados los que así lloran, amando el sufrimien-
to humano por amor a la propia humanidad; no negándose al
amor que se les pide u ofrece, por más que éste hiera y des-
garre el alma que lo alberga.
Nadie puede vivir humanamente sin amar (¿y quién puede
amar humanamente sin sufrir?). Por eso mis lágrimas me
hacen más vivo, más delicado, más tierno, ¡más amante!
El que ama sin temor al llanto, es porque ha puesto ya la
segur en las raíces de su egoísmo, fuente de amarga y frus-
trante infelicidad.
Se da también -justo es recordarlo- un llanto amargo, sin
bienaventuranza: el de aquellos que temen al amor por los
sufrimientos que conlleva; el de aquellos que se volvieron de
espaldas al sufrimiento solidario con los pequeños y maltrata-
dos de la historia y se refugiaron en sus torres de aislamiento
y falsas seguridades. ¡Ay, qué amargo es el llanto de cuantos
lloran encerrados en sí mismos! Les faltará el sol del consue-
lo y el suelo de la fecundidad.
Con todo, ningún dolor humano, ni siquiera el que brota
del ciego egoísmo, está cerrado, excluido de la visita de Dios.
Dios ama todo dolor, porque no puede dejar de amar al hom-
bre que lo padece, sea justo o injusto (¿no es acaso el Dios que
RAPSODAS DE LA NUEVA CREACIÓN 179

25 La voz autorizada de la Iglesia naciente vuelve a recor-


darnos que para ser eficaces, tanto en la predicación de la
Palabra como en el servicio a las mesas de los pobres, es
Rapsodas de la Nueva Creación imprescindible el fundamento eclesial de una auténtica vida
de oración (cf. Hch 6,1-7). Toda forma de apostolado está más
allá de la contemplación, en el mismo sentido en que los fru-
tos están más allá de las raíces.
La gran y genuina aportación de todas las religiones a los
grandes cambios y desafíos de la nueva civilización ha de ser
El creyente que vive su fe de manera firme y sencilla,
forzosamente la de una nueva revalorización a gran escala de
alimentándose cada día en la oración con la Palabra,
la experiencia mística ofrecida a todos. «Al no sentir a-Dios
se hace él mismo luz, revelación y profecía para muchos,
más en lo hondo de nosotros que nosotros mismos -ha dicho
y toda su existencia se convierte
Christian Duquoc-, ha perdido su interés para el mundo de
en canto de alabanza al Creador.
hoy». Y, sin embargo, cuando las religiones oficiales, al menos
en Occidente, dejan de ser significativas para el hombre post-
moderno, surge al margen de las Iglesias una creciente
I demanda de contemplación y vida interior que no cesa de
Tocamos al fin de este libro, y me gustaría que el presente ca- atraer a espíritus inquietos y buscadores. ¿Acertarán a darse
pítulo fuese como un resumen de lo más significativo de todo cuenta las religiones, y muy en concreto el cristianismo, de
él. Cuando, hace aproximadamente cinco años, comencé a es- que su tarea principal en el mundo es crear el clima, abrir el
cribirlo, no sabía muy bien qué era lo que me impulsaba ni espacio donde todos los que lo deseen puedan acceder a la
qué objetivos principales me planteaba al ponerme a tratar experiencia viva de Dios?
sobre oración y vida interior (tema, por otro lado, sobre el que Muchos espíritus avisados de nuestra época nos han recor-
tanto y tan bueno se viene escribiendo en los últimos tiem- dado -como ahora hace para nosotros Paul Evdokimov- que
pos). Ahora, al final del camino recorrido, como en otras oca- «el reloj de la historia marca la hora en la que no se trata
siones sintiéndome yo el primer beneficiado, veo claro que el sólo de hablar de Cristo, sino de convertirse en Cristo, en
impulso inicial -venido, sin duda, de lo alto- no fue otro que el lugar de su presencia y de su palabra».
el de sumar mi voz a otras muchas que en el mundo entero
claman hoy por restituir a la tarea pastoral de todas las Iglesias Esto es, el Evangelio no puede seguir siendo única ni
la dimensión mística y contemplativa, que constituye el sus- principalmente un código de verdades a creer y de normas éti-
trato de toda fe religiosa viva y operante en el mundo. cas a cumplir, sino, ante todo, una invitación al encuentro per-
El ministerio de la contemplación -reconozcámoslo con sonal con el Dios de Jesús, encuentro marcado fuertemente
sencillez- no goza hoy de paridad, en cuanto a dedicación e por la dimensión amorosa que el mismo Dios ofrece a todos
importancia, con los de liturgia, catequesis, servicio social, en su Palabra hecha Carne. Dicho encuentro es lo único que
que nunca dejarán de ser importantísimos, pero que sin el de puede transformar nuestras vidas y nuestro mundo. El re-cien-
la contemplación jamás alcanzarán a ser testimonio convin- temente desaparecido Dom Hélder Cámara nos lo recordaba
cente y contagioso del Dios vivo en el mundo actual. con el vigor que siempre lo caracterizó:
1 80 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI RAPSODAS DE LA NUEVA CREACIÓN 181

«El moralismo y el juridicismo han hecho mucho daño a neo como un conjunto de frías y lejanas verdades abstractas,
la Iglesia de Cristo. Son gravemente responsables de la cuando no como un código de preceptos negativos portadores
partida de muchos, de la indiferencia de un número más de represiones y de temores sin cuento, tan alejados de la
importante aún, y de la falta de interés en aquellos que experiencia que nos puede realizar en el amor?
podrían mirar a la Iglesia con simpatía, pero que se han «El Santo Sínodo -dejémonos instruir por su doctrina-
asqueado de nuestro fariseísmo». recomienda insistentemente a todos los fieles, especial-
El Vaticano n pareció intuirlo así cuando -hace ya de ello mente a los religiosos, la lectura asidua de la Escritura,
casi cuarenta años—, en su Constitución sobre la Palabra de para que adquieran la ciencia suprema de Jesucristo (Flp
Dios, acertó a decir cosas tan extraordinariamente bellas y 3,8), pues desconocer la Escritura es desconocer a Cristo
sugestivas como las que siguen: (San Jerónimo). Acudan de buena gana al texto mismo: en
la liturgia, tan llena del lenguaje de Dios; en la lectura
«La Iglesia, Esposa de la Palabra hecha Carne, instruida espiritual (...). Recuerden que a la lectura de la Sagrada
por el Espíritu Santo, procura comprender cada vez más Escritura debe acompañar la oración para que se realice
profundamente las Escrituras, para alimentar constante- el diálogo de Dios con el hombre, pues a Dios hablamos
mente a sus hijos con la Palabra de Dios; (...) de modo cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus
que se multipliquen los ministros de la Palabra capaces palabras (San Ambrosio)».
de ofrecer al Pueblo de Dios el alimento de la Escritura,
que alumbre el entendimiento, confirme la voluntad (y) Según el texto conciliar recién citado (Dei Verbum 25), no
encienda el corazón en Amor de Dios» (Dei Verbum, 23). existe otro medio más apto para ayudar a los humanos a
Entendamos bien. La Iglesia ha ofrecido siempre, con ponerse en contacto con la Verdad y el Amor de Dios que la
mejor o peor preparación de sus ministros, con mayor o me- lectura contemplativa de la Palabra. Imposible una vida de
nor conciencia de su importancia, la Palabra de Dios a sus fie- oración que pueda llamarse cristiana, sin ese diálogo con Dios
les. Siempre. Pero de lo que ahora se trata, lo que el Concilio que el texto sagrado significa y propicia, incluso provoca,
quiere subrayar (como algo que necesita especialmente ser bajo la acción del Espíritu Santo. Quiero recordar que Teresa
tenido en cuenta para nuestro tiempo), es el modo de recibir- de Lisieux decía algo semejante a esto: «Ningún libro me ha
la y de transmitirla: como la esposa las noticias de su Esposo, ayudado tanto para el conocimiento y la unión amorosa con
enardecidos ambos por el mutuo deseo, con la pasión y el mi Padre Dios como las Sagradas Escrituras». Y Jean
gozo desbordantes de la más tierna y sabrosa comunicación Laplace, jesuita francés, tan experimentado en los caminos de
entre amantes. «Hay que leer la Biblia -decía Kierkegaard- la oración, nos asevera: «Otros libros piadosos podrán ayu-
como un joven lee la carta de su novia: ¡está escrita pensan- dar; pero la Biblia resulta imprescindible e insustituible para
do en mí, ¡sólo para mí!». un auténtico desarrollo de la experiencia de Dios».
Porque así ha de ser presentada y ofrecida la Palabra de El dominico Jean-Claude Sagne, mostrándose seriamente
Dios a los hombres: como una declaración de Amor que Dios preocupado por la urgente necesidad del incremento de la
dirige a lo más hondo de cada uno de nuestros corazones. experiencia contemplativa a todos sus niveles, puntualiza así:
¿Cómo, si no, podrá encender la llama del Amor divino «Es por su relación con la Escritura como la mística tien-
-como pretende la enseñanza conciliar-, si dicha Palabra con- de a instituirse y a integrarse en la vida de la Iglesia. Es
tinúa resonando todavía en los oídos del hombre contemporá- por su relación con la Escritura como la Iglesia vuelve a
182 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI RAPSODAS DE LA NUEVA CREACIÓN 183

la fuente de su vida y puede conocer una renovación. La Lo que el viejo Walt Whitman afirmara del conjunto de su
experiencia mística hace surgir a la luz del día la vida que obra poética -«El que pasa las páginas de este libro, toca a
está encerrada y oculta en la Escritura, mientras que la un hombre»- puede decirse, con mayor énfasis y realismo, de
Iglesia tiene la función de ayudar a recibir la Escritura en la Biblia: el que se sumerge en las corrientes profundas y cris-
la plenitud de su sentido. (...). La Iglesia es la comunión talinas de sus aguas bebe directamente de la Palabra Eterna,
de los que reciben la Palabra de Dios en la obediencia de Luz que alumbra a todo hombre (cf. Jn 1,1-18); ve, escucha y
la fe». palpa el Verbo de la Vida (cf. 1 Jn 1,1-4). Sí, la Voz del Amado
(cf. Cant 2,8; 5,2) posee requiebros de especial ternura para
Todo lo cual nos obliga a advertir: las generaciones futu- cada creyente que se pone a la escucha de la Palabra desde el
ras pedirán muy estrecha cuenta a los pastores de la Iglesia de corazón.
las décadas siguientes al Concilio Vaticano n por no haber
De nuevo J.-C. Sagne nos presta oportunamente su clara
promovido de forma audaz, enérgica y valerosa, un mayor
visión:
acercamiento -un acercamiento sin miedo- al acerbo espiri-
tual que las Escrituras representan, como lugar privilegiado «La experiencia mística es un encuentro con Dios que
para el encuentro del hombre con Dios. Pues hace real en una vida concreta una palabra de la
Escritura. (...). La Iglesia sólo puede verse renovada por
«(...) en los Libros Sagrados el Padre, que está en el cielo, la experiencia mística cuando ésta llega a su simplicidad
sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conver- esencial, que es el desarrollo de la vida bautismal de
sar con ellos. Y es tan grande el poder y la fuerza de la unión con las tres Personas Divinas sobre un fondo de
Palabra de Dios, que constituye sustento y vigor de la atención (escucha) y de entrega confiada (amor). (...).
Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma, Pues bien, el camino de la simplicidad es la obediencia a
fuente límpida y perenne de vida espiritual. Por eso se la Palabra de Dios recibida en la Escritura como Libro de
aplican a la Escritura de modo especial aquellas pala- Vida».
bras: La Palabra de Dios es viva y eficaz (Hb 4,12), puede
edificar y dar la herencia a todos los consagrados (Hch ¿No significa todo esto que el lenguaje de la predicación,
20,32; cf 1 Tes 2,13)». lo mismo que el talante general de las organizaciones pasto-
rales, debe cuidar con exquisito primor el encuentro amoroso
Lenguaje este (Dei Verbum 21) más propio de un manual del hombre con Dios a partir de la Palabra? ¿No nos aguarda
de teología espiritual que de las preocupaciones dogmáticas y ahí la eficacia de toda auténtica nueva evangelización?
pastorales de una aula conciliar, pero que arroja sobre nuestra
sensibilidad, como una lluvia de lenguas de fuego, el aviso, a
la vez vigoroso y tierno, del Espíritu a los pastores y respon- II
sables de todas las Iglesias a «seguir tratando, como siempre
lo ha hecho la Iglesia, a la Sagrada Escritura, con la misma El creyente que vive su fe de manera firme y sencilla, alimen-
veneración dedicada al Cuerpo y la Sangre del Señor» (ib). tada día a día en la mesa de la Palabra, llega a ser con su ente-
¡Con la misma veneración!: Palabra y Eucaristía constituyen, ra existencia (parafraseando a Paul Evdokimov) luz, revela-
en conjunto, la inestimable riqueza de una presencia real del ción y profecía: «Para el creyente que purifica su mirada y sus
Hijo, que nos comunica/comparte todo el Amor del Padre. hechos en la meditación asidua de las Sagradas Escrituras,
1 84 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI RAPSODAS DE LA NUEVA CREACIÓN 185

todo cuanto toca lo convierte bajo sus dedos en nuevo y lumi- humanidad sin dejarnos otro recurso, en nuestro secreto
noso; y la Gracia florece para muchos sobre las huellas de su resentimiento, que el de autoinculparnos. Que no está en el
caminar». (¡Qué hermoso e irrenunciable ideal, éste de ser mismo plano que las realidades de este mundo y no pide ser
capaz de renovarlo todo en la vida desde esa fuente de reno- "preferido" a los seres o cosas, sino ser el único objeto de
vación integral que el Espíritu abre en el interior de cada cre- una fe incondicional y absolutamente amorosa» (¡Gracias,
yente enamorado de la Palabra!). El encuentro amoroso, dia- Jean-Pierre Jossua, por tanta claridad!).
logante, de cada fiel con la Palabra revelada es el fundamento La experiencia mística nos asevera que ni el hombre mis-
más seguro de esa fe firme y sencilla, fe irradiante, contagio- mo está tan a favor del hombre como lo está Dios. Ahora bien,
sa, que tanto necesitamos hoy. dicha experiencia «no tiene más contenido cognoscitivo -se-
Hablamos de una Fe Firme y Sencilla. Pero ¿qué es esa gún J.-C. Sagne- que la Escritura, sin añadirle nada. Se trata,
fe firme, qué rasgos la definen y en qué consiste su clara sin embargo, de una experiencia perfectamente actual, ya que
sencillez? es Dios mismo el que vuelve a dar al creyente esta Palabra de
Firme (la firmeza hay que buscarla siempre en las raíces la Escritura en un contacto de persona a persona».
sanas y profundas, que dan consistencia a la vez que fecundi-
dad) es todo aquello que posee en sí fortaleza suficiente para Esta extrema sencillez del camino místico -de persona a
no dejarse tambalear por los vientos adversos, por poderosa persona: Dios y el Hombre sin intermediarios- permitirá al
que fuere su embestida. ¿Y quién duda de que la embestida de creyente sincero, dentro de la comunión eclesial, saborear y
lo que hoy llamamos «Cultura de la Increencia» está hacien- hacer suya la fuerza de la salvación que se ofrece a todos en
do tambalear los cimientos mismos de las viejas cristianda- el Espíritu del Señor Jesús («Y ya no tendrán más que adoc-
des? No es nada nuevo hablar de este tema. Ni por ya viejo trinar el uno a su prójimo y el otro a su hermano, diciendo:
puede dejar de ser preocupación y desafío. "conoce al Señor", pues todos ellos me conocerán en su pro-
Una fe firme equivale a una experiencia totalizadora (ho- pio corazón»: Jer 31,34; cf. Ez 36,25-28). En la reflexión del
lística, diríamos hoy), capaz de facilitar al humano que la vi- teólogo ortodoxo seglar Paul Evdokimov, que tan sabrosa-
ve, en su interioridad y en su exterioridad, en su ser individual mente nos viene acompañando, se precisa así: «La Teología
y colectivo (sin poder hacer ya muchas distinciones entre Mística ha venido a ser una rama confiada a los especialistas
ambos polos), una razón suficiente para vivir y para morir, y ya no es la fuente de vida, de adoración y de doxología. La
una fuerza de ser y de amar que ilumina su presente con res- relación personal entre Dios y el Hombre ha sido falseada
plandores de un mañana eterno, siempre viniendo a él. Es, por por la intervención demasiado avasalladora de la institución
tanto, una verdadera experiencia mística, donde lo estético y eclesiástica, o se ha encerrado en un individualismo que pier-
lo erótico, lo festivo, lo ecológico y lo universal se encuentran de la noción de la Sobornost» (algo así como la Catolicidad,
plenamente integrados en la relación del humano con Dios, el Ecumenismo y el Sensus Fidei, todo en una).
como expresiones puras de la más acendrada adoración al La mujer y el hombre que se adentran confiadamente por
Invisible. el camino de la experiencia mística (experiencia totalizadora,
El humano de la experiencia mística sabe que todo cuan- propia de una fe firme y sencilla) proyectan en su mirada
to le hace más humano le une más con Dios. Sabe que «el que sobre todas las realidades temporales (mejor sería decir que lo
nos crea v nos salva no está celoso de nuestra grandeza. Que descubren en todas ellas) algo de esa Gloria exclusiva del
no es el tirano perverso que nos obliga a mutilar nuestra Creador, vocación y destino de todas las cosas creadas. Se
186 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI RAPSODAS DE LA NUEVA CREACIÓN 187

trata aquí de aquellos limpios de corazón (Mt 5,8) que en todo significara para la mejor realización de sus vidas en hermosu-
ven al Señor. ra y autenticidad. Sintiendo agudizado este sufrimiento por el
No existe belleza más alta en este mundo que la de los poco cuidado que las Iglesias ponen en hacer asequible a la
limpios de corazón. nueva conciencia, emergida de la secularidad y de la postmo-
Un corazón limpio es la perla preciosa que refleja en sí dernidad, la incomparable belleza y radicalidad humanas que
todas las luces del Universo. aporta una fe firme y sencilla en el seguimiento de Jesús.
Un corazón limpio es la lámpara encendida que alumbra La fe firme y sencilla resulta esa conciencia encarnada de
a todos los moradores de la casa. que el Amor de Dios sostiene este mundo nuestro; y de que
Un corazón limpio lo es porque se ha dejado mirar -ilu- sólo por el Amor de Dios, manifestado en Cristo, puede este
minar- por la Gloria de Dios. mundo alcanzar la salida de tantos horrores que afean su ros-
(¡Sólo Él, que me ama, transforma en belleza, con el fuego tro, pretendiendo ocultar la diafanía divina que lo traspasa.
de su mirada, todas mis fealdades!). Éste canto a la fe firme y sencilla quiere ser sólo una
En tanto quede un solo limpio de corazón sobre la tierra, ayuda para confiar en la validez de los gestos cotidianos y las
¡no prevalecerán las tinieblas y sombras de muerte! palabras humildes de cuantos creemos en la eficacia del amor.
Los limpios de corazón van desnudos por la vida, pues el No se trata, pues, de realizar grandes empresas; se trata de
resplandor de su belleza es su túnica sagrada. saber que el Amor compartido de Dios en la experiencia cre-
¡Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos nos yente de cada día tiene poder para hacer nuevas todas las
señalan en todo tiempo y lugar las huellas inequívocas del cosas, arrancándolas de su vulgaridad y liberándolas de las
paso de Dios entre los hombres! estériles repeticiones, abriendo así el círculo de lo cotidiano a
La experiencia mística coincide con la pureza de corazón. la presencia del Reino oculto (J.-C. Sagne).
Y es esta misma pureza la que conduce al místico a sufrir en
la carne de su alma, sensible y solidaria, el martirio íntimo de
no poder dejar de morir con todas y cada una de las víctimas III
de la insensatez (¿tal vez crueldad?) de esta historia nuestra.
La experiencia mística no puede resultar una inflexión (¡todo Porque para el creyente firme y sencillo el mundo, nuestro
lo contrario!) en la toma de conciencia y en la lucha solidaria mundo, por graves que sean los males que lo aflijan, nunca
contra tantas situaciones que hacen sufrir injustamente a dejará de ser grande y hermoso, habitable, lleno de posibili-
muchos de nuestros hermanos más débiles. Pero sí debe ser, dades de vida y necesitado, a la vez, de múltiples cuidados
en el corazón mismo de la lucha y de todos los sufrimientos amorosos.
compartidos, en comunión con el misterio y abrazados a la Su experiencia del Amor de Dios, fundamento inamovible
cruz de Cristo, clara intuición del Reino de Dios, que no cesa del universo, le agudiza la mirada interior hasta alcanzar a ver
de florecer en los surcos del dolor solidario y de la esperanza la Nueva Creación que viene y no puede dejar de venir desde
combativa. Cristo Resucitado, Vencedor de todas las formas de muerte.
El creyente firme y sencillo, hombre de Dios y de los El humano que tiene sed de Dios («Oh Dios, Tú eres mi
hombres, vive otra forma de crucifixión con Cristo en el dolor Dios, por ti madrugo, I mi alma está sedienta de ti»: Sal 63,2)
de tantos hermanos y hermanas que dejan transcurrir sus exis- y que, guiado por esa sed, ha llegado a beber de la abundan-
tencias en el olvido de Dios, como si Él no existiera o nada cia del Amor divino, sabe con claridad íntima e incontestable,
188 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI RAPSODAS DE LA NUEVA CREACIÓN 189

que «tu Gracia vale más que la Vida» (Sal 63,4), es decir: tu Con el orante del salmo catorce, podemos nosotros ahora
Gracia es la que da su verdadero valor a nuestra vida; es tu cantar así:
Gracia y nada más que tu Gracia -tu amoroso permanecer con
nosotros- la que nos restituye una y otra vez la esperanza ¿Quién puede, Señor, entrar en el gozo de tu Amistad
gozosa de un mundo liberado de toda mentira y violencia. y alimentar sus días
«El don de sí misma que nos otorga la Divinidad -ese don en la pura contemplación de amor?
que se hace consciente y se proyecta en la mirada de todo El que renuncia a considerar las riquezas
auténtico contemplativo- se llega a encarnar en los humanos como bien supremo
como el anhelo de la plenitud en el ser. (...) La Divinidad nos y se hace solidario de los últimos
sale al encuentro como un reto cada vez que sufre amenazas y desheredados de este mundo.
la integridad de la tierra o es atropellada la humanidad. (...) El que acepta en paz sus propios límites
Allí donde se da una acción humanizadora -creativa, subver- y permanece disponible
siva o celebrativa-, allí está actuando una utopía (...) como a las llamadas de sus hermanos.
un horizonte infinito de esperanza y promesa». Es el jesuita El que mira el futuro sin temor alguno
indio Sebastián Kappen quien así nos habla. La conciencia y se entrega por entero al momento presente.
creyente sabe ver la promesa de Dios y la esperanza humana El que no busca para sí honores ni dignidades
actuando de consuno en el corazón de todos los conflictos y y es feliz con la gloria que aureola a los otros.
luchas de la humanidad histórica. Y esta capacidad de vivir El que renueva día a día su seguimiento de Jesús
abierto a lo nuevo y a lo sorprendente, a lo que nos sobrepa- y se abandona confiadamente
sa, es lo que hace del creyente firme y sencillo un rapsoda de en la misericordia del Padre.
la Nueva Creación. El que busca por encima de todo
El realismo del creyente firme y sencillo es el de las Bie- el Reino de Dios y su Justicia
naventuranzas evangélicas. (Pero... ¿es que las Bienaventu- y no se impacienta por la lentitud
ranzas pueden presentarse como algo real y convincente para de toda empresa evangelizadora.
una mente no trastornada?) Es el realismo propio del santo, es ¡El que así obra todo lo encontrará dentro de sí!
decir, de aquel que cree en el Amor por encima de todo. Y por
eso mismo no puede rendir culto a los ídolos del poder, de la Porque Francisco de Asís creyó en el poder del Amor, y
astucia, de la violencia, del desarrollo a costa de lo que sea, nunca arrodilló su corazón ante los poderes de este mundo,
del lucro y de la competencia sin barreras. (¿Puede alguien permanece ante nuestro espíritu como uno de los más insignes
convencerme de que el Amor y el poder no son indefectible- rapsodas de la Nueva Creación de todos los tiempos.
mente irreconciliables?). Jamás creeremos en el Dios de Jesús Se desnudó de todos sus ropajes:
en tanto aceptemos que el poder -cualquier forma de poder y el sol, el aire, el agua
temporal- tiene posibilidad alguna de realizar el bien con sen- lo ciñeron de gracia y ligereza.
tido humano («Sabéis que los poderosos de este mundo opri- Se desnudó de toda ambición:
men...; no sea así entre vosotros»: Mt 20,25-26). ¡Y no hace y el gusto por las cosas sencillas,
Jesús distinción alguna entre unas formas de poder menos colgó de sus hombros la túnica
nocivas que otras! de la perfecta alegría.
190 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI RAPSODAS DE LA NUEVA CREACIÓN 191

Se desnudó de todo afán de seguridades: seguir vislumbrando el paso de la salvación en la historia real
y el camino en abrazo y en canción y concreta que vivimos. «En efecto -insiste Duchesneau-, la
lo enjoyó con la savia más pura celebración será siempre diferente de la vida cotidiana (...),
de la fraternidad universal. en ruptura con lo cotidiano», ya que nos obliga y educa para
Se desnudó de sí mismo: desatarnos de las prisas y ruidos, de las programaciones y rit-
y en la hondura de su vacío interior mos de forzosa productividad, introduciéndonos en el tiempo
lo inundó como un torrente de Dios, que viene a acompañar y llenar de eternidad nuestro
el asombro encendido de Dios. desgarrado tiempo de hombres.
Rapsoda de la Nueva Creación, el creyente firme y senci-
Como el Poverello, tampoco el creyente firme y sencillo llo vive de la alabanza a su Señor. Se afianza en su vocación
es un superhombre con poderes taumatúrgicos y respuestas y misión de testigo del Invisible. Canta a la Belleza, que es
claras y convincentes a las dudas y problemas que le asedian. Comunión en el Misterio del Ser que traspasa a todos los
Pero sí es, sin aparentar fortaleza ni ocultar debilidades, un ser seres. Canta al Amor, que es Fraternidad con Dios hecho
rebelde ante todo lo que niega el Amor, dispuesto a escanda- Hombre en cada hombre. Su canción -su música- tiene siem-
lizar si necesario fuere, en su pertinaz non serviam (no servi- pre el mismo único destinatario: el Amor. Y no se cansa de
ré) a tantas formas de astucia, mentira y violencia enmascara- repetirlo con estas o semejantes palabras (cf. Sal 101):
das no pocas veces bajo careta humanitaria. Para ti es mi música, que escuchas en tu Eternidad
Es el milagro de la fe, acrisolada día a día en la contem- la melodía de mis entrañas hambrientas.
plación, el que mantiene a este creyente alerta para abrir la Las fibras todas de mi ser pronuncian,
puerta al bien y rechazar las fuerzas del mal que pretenden en su constante morir y renacer, tu Nombre.
instalarse en nuestra casa. Creo que, si aumentaran en nues- Tu Belleza desborda las notas de mi canción,
tras Iglesias los santos escandalizadores, el cristianismo go- ungiéndola con la melodía de su destino eterno.
zaría de mayor credibilidad en nuestro mundo de hoy, de- Tú pulsas las cuerdas más agudas de mi sensibilidad
sencantado, pragmático y carente, en amplios sectores, de fe hasta hacerlas estallar en sollozos de incontenible alegría.
en la posibilidad de un mañana mejor, de un hombre más Y el conjunto de mis días terrenales me hermana
humano. con el ritmo incesante del Universo en expansión.
Por eso, el creyente firme y sencillo, de mirada pura y Para ti es mi música, Señor,
corazón traspasado, resulta en su entera existencia un cele- que has abierto en mi corazón aquel silencio enamorado
brante que pondera la vida en su verdadera dimensión de en el que aprendo a decirme a mí mismo
signo del Amor Creador, y sabe hacer fiesta para agradecer y como objeto de tus divinas complacencias.
testimoniar el milagro de estar vivo, de tener hermanos y Para ti, glorioso tañedor de mi alma,
de caminar en la noche teniendo ante sus ojos la certidumbre que has puesto tus delicias
del más radiante amanecer. «Celebrar -ha dicho Claude en estar con los hijos de los hombres,
Duchesneau- es dar tiempo libre y gratuito a aquello que y has hecho de cada uno de nosotros
funda la existencia». Y así el creyente firme y sencillo, místi- meta y cumplimiento de tu inagotable Abismo de Amor.
co y celebrante, acierta a detenerse en su caminar, no pocas Amén.
veces fatigoso, para hacer fiesta al Amor que lo sostiene y
Fuentes

ARMINJON, SJ, Blaise, La Cantata del Amor, Bilbao 1997.


CABALLERO, Nicolás, Cerebro, personalización y meditación.
Valencia 1984.
CARDENAL, Ernesto, Vida en el Amor, Buenos Aires 1970.
TEILHARD DE CHARDIN, SJ, Pierre, El Medio Divino, Madrid
1966.
— Himno al Universo, Madrid 1964.
DOSTOIEVSKI, Fiodor, M., Los hermanos Karamazov, Madrid
1992.
EVDOKIMOV, Paul, El Amor Loco de Dios, Madrid 1990.
EVELY, Louis, Enséñanos a orar, Barcelona 1967.
GOFFI, Tullo, SECONDIN, Bruno y otros, Problemas y perspec-
tivas de espiritualidad, Salamanca 1986.
GUARDINI, Romano, Meditaciones Teológicas, Madrid 1965.
— La aceptación de sí mismo - Las edades de la vida, Madrid
1977.
— La esencia del Cristianismo, Madrid 1977.
JOHNSTON, SJ, William, La música callada, Madrid 1980.
— El ojo interior del Amor, Madrid 1987.
— El ciervo vulnerado, Madrid 1986.

Entiendo aquí por Fuentes no sólo las obras que han estado presentes
en la redacción de este libro, sino todos aquellos autores que de algu-
na manera han aportado algo significativo a mi vida de oración. Mi
agradecimiento infinito también a los que en estos momentos no he
podido recordar.
194 UN DIOS LOCAMENTE ENAMORADO DE TI FUENTES 195

JIMÉNEZ, Juan Ramón, Poesía última reunida, Madrid 1982. RACIONERO, Luis, Textos de estética Taoísta, Barcelona 1975.
JUAN XXUI, Diario del alma, Madrid 1964. RAHNER, SJ, Karl, Palabras al silencio. Estella (Navarra)
LAPLACE, SJ, Jean, La oración, búsqueda y encuentro, Madrid 1984.
1978. — Curso fundamental sobre la fe, Barcelona 1979.
LÉGAUT, Marcel, El Hombre en busca de su Humanidad, — Oyente de la Palabra, Barcelona 1976.
Valencia 1991. THILS, Gustave, Existencia y santidad en Jesucristo,
— Reflexiones sobre el pasado y porvenir del Cristianismo, Salamanca 1987.
Madrid 1999. VOILLAUME, Rene, En el corazón de las masas, Madrid 1961.
— Meditaciones de un cristiano del siglo xx, Salamanca — Por los caminos del mundo, Madrid 1962.
1989.
— Cartas a los hermanos, Madrid 1973.
— Oraciones de un creyente, Estella (Navarra) 1975.
— Al servicio de los hombres, Madrid 1973.
— Llegar a ser uno mismo, Valencia 1993.
WATTS, Alan, El futuro del éxtasis, Barcelona 1978.
— Trabajo de la fe, Valencia 1996. ZAMBRANO, María, Claros del bosque, Barcelona 1986.
LUBAC, SJ, Henri de, Por los caminos de Dios, Buenos Aires
— Hacia un saber sobre el alma, Madrid 1987.
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MACHADO, Antonio, Poesías completas, Madrid 1988.
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MARCEL, Gabriel, El Misterio del Ser, Buenos Aires 1964.
MARTÍN VELASCO, Juan de Dios, La experiencia cristiana de SAN AGUSTÍN (Las Confesiones).
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— El encuentro con Dios, Madrid 1976. La Imitación de Cristo.
MELLO, SJ, Anthony de, Testigo de la Luz, Madrid 1993. La nube del no saber (Anónimo inglés del siglo XIV)
— Una llamada al Amor, Santander 1991. SAN IGNACIO DE LOYOLA (Ejercicios Espirituales)
— ¿Quién puede hacer que amanezca?, Santander 1985. SANTA TERESA DE JESÚS.
MERTON, Thomas, Nuevas semillas de contemplación, Buenos SAN JUAN DE LA CRUZ.
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— Los hombres no son islas, Buenos Aires 1962. CHARLES DE FOUCAULD.
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PANIKKAR, Raimon, La Trinidad y la experiencia religiosa, TAULERO.
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