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San Agustín - Confesiones - v1 0 PDF
San Agustín - Confesiones - v1 0 PDF
San Agustín
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Presentación
Hace tiempo que faltaba en la COLECCIÓN
AUSTRAL, junto a las grandes obras de la
Antigüedad clásica y de toda la literatura humana,
ese monumento de la literatura y de la humanidad
que son las Confesiones de San Agustín. El título
mismo de la obra ya produce un efecto mágico,
porque se yergue ante nosotros la figura gigantesca
del santo obispo de Hipona, que se forjó en el fondo
de la más desgarradora tragedia del corazón
humano, en la lucha del Agustín pecador contra sus
pasiones y en el triunfo que las lágrimas de una
madre, Santa Mónica, alcanzaron de Dios en favor
de su hijo. Cuando el obispo de Milán, San
Ambrosio, decía a Santa Mónica, atribulada por la
falta de fe y la vida descarriada de su hijo: «Dios no
puede permitir que se pierda un hijo de tantas
lágrimas», pronunciaba una profecía tan
consoladora para una madre como provechosa para
la Iglesia católica y para la humanidad entera.
Efectivamente, la conversión de Agustín trajo como
fruto no solamente el cristiano y el obispo y el
santo, sino también el filósofo, el escritor y el
artista ganado para la humanidad. Agustín
comienza a escribir apenas la luz de la fe se afirma
definitivamente en su alma, cuando todavía es
catecúmeno, pero ya en el camino de la conversión
total. Su primera obra Contra los académicos está
escrita, así como Los soliloquios, cuando se estaba
preparando para el bautismo y después de haber
pasado por el período de tinieblas del maniqueísmo,
del escepticismo académico y, en fin, del
neoplatonismo, que providencialmente preparó su
conversión al cristianismo.
Si se ha dicho, con razón, que San Agustín es el
mayor filósofo cristiano y a la vez el padre de la
filosofía y de la teología cristianas, no cabe duda
que esta alabanza tiene ya su fundamento germinal
en las Confesiones. En esta obra nos da San Agustín
al mismo tiempo su autobiografía, su actitud
espiritual definitiva como hombre frente a Dios, lo
que significa darnos la posición de la razón frente a
la fe, de la criatura frente a su Creador y del
pecador frente a su Redentor Jesucristo. El fondo y
el espíritu filosófico y teológico de las Confesiones,
juntamente con la genial inteligencia y el ardiente
corazón del doctor africano, nos permiten ya
vislumbrar la trayectoria que tanto en los problemas
meramente humanos como en las difíciles
controversias teológicas iba a seguir el genio de San
Agustín.
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Véase, por ejemplo, todo el libro VII de las
Confesiones, donde especialmente describe Agustín
su proceso en el conocimiento de Dios: desde que
por influjo de los neoplatónicos comienza a
descubrir el mundo espiritual y «entra en el interior
de sí mismo» para ver «por encima de su mente» la
«luz inconmutable» y exclamar: «¡Oh, eterna
verdad y verdadera caridad y cara eternidad!», hasta
que comprende que sólo Cristo es el verdadero
camino para la salvación y entiende que «el Verbo
se hizo carne».
En las Confesiones aparece no sólo el célebre
método psicológico de la introspección, que San
Agustín fue el primero en cultivar magistralmente,
sino también la visión cristiana del neoplatonismo,
realizando así por primera vez en forma brillante la
fusión de la filosofía griega con el cristianismo; la
clara distinción entre el espíritu y la materia; la
jerarquía entre los seres y su ordenamiento por
grados; la teoría de la participación por la cual
todos los seres finitos son una participación del
primer y absoluto Ser, que es Dios, la teoría
luminosa de las ideas ejemplares platónicas, pero
con la interpretación cristiana que las encuentra en
las ideas ejemplares en Dios, el creacionismo que
se armoniza con la misma concepción de las ideas
ejemplares; el espíritu profundamente religioso y la
experiencia mística dominando las relaciones del
hombre con Dios y aun aplicándola a la prueba de
la misma existencia de Dios. Todo ello, de
ambiente neoplatónico, aparece ya en germen o a
veces en explícitos análisis dentro de la trama llena
de interés y vigor humano de las Confesiones.
Para la presente edición se ha creído oportuno
prescindir de los tres últimos libros, a fin de poder
dar cabida a la obra en un solo volumen. La
naturaleza misma de estos últimas libros que
omitimos nos permite hacerlo sin que ni el conjunto
de la obra, ni cualquiera de los libros anteriores
pueda perder su interés característico.
Efectivamente, el relato autobiográfico, tanto de su
vida exterior como de su vida interior, termina con
el libro X. Los tres últimos libros los dedica San
Agustín a la interpretación de los primeros versos
del Génesis, relativos a la creación del mundo por
Dios. Son un homenaje de alabanza que San
Agustín tributa al Creador, dándole gracias por su
conversión. Pueden, por lo tanto, considerarse
como un bloque aparte, que no afecta al resto de la
obra. Atendiendo, pues, a esta circunstancia nos
hemos permitido prescindir de ellos en esta edición.
Si hay alguna filosofía viviente y, como ahora
diríamos, genuinamente existencialista, es sin duda
la de San Agustín, que se mueve siempre dentro del
análisis completo y en íntimo contacto con la
realidad y la corriente de la vida y de la existencia
humana.
I. QUILES, S. I.
-15-
-20-21-
Libro I
-23-
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Describe Agustín su infancia, y
alaba la eternidad y providencia
divina
Capítulo VII
Capítulo IX
Del aborrecimiento que los
muchachos tienen al estudio,
amor al juego y temor al castigo
Capítulo X
Capítulo XI
-34-
Capítulo XIII
A qué estudio se aficionaba más
Capítulo XIV
Del aborrecimiento que tenía al
estudio de la lengua griega
Capítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Continúa reprendiendo el modo
acostumbrado de ejercitar a los
jóvenes en el estudio
Capítulo XX
-43-
Libro II
Llora amargamente el año
decimosexto de su edad, en que,
apartado de los estudios, estuvo
en su casa y se dejó llevar de los
halagos de la lascivia, y se
entregó a una vida derramada y
licenciosa
Capítulo I
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Que todas las cosas que nos incitan a
pecar con apariencia de bien,
solamente en Dios es donde son
verdaderos y perfectos bienes
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo X
Que todo el bien está en Dios
-54-
Libro III
Capítulo II
-57-
Capítulo III
-58-
Capítulo IV
Cómo se encendió en amor a la
filosofía, leyendo el tratado de
Cicerón que se intitula Hortensio
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
-67-
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Libro IV
Capítulo II
Capítulo III
-75-
Capítulo IV
Refiere la enfermedad y
bautismo de un amigo suyo a
quien él había pervertido, cuya
muerte sintió y lloró
amargamente
Capítulo V
Por qué los afligidos e infelices
tienen gusto en llorar
Capítulo VI
De lo mucho que sintió la muerte
de su amigo
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Que todas las cosas creadas son
mudables, y sólo Dios es
inmutable
Capítulo XII
Que no es malo el amar las
criaturas, con tal que en ellas
amemos a Dios
Capítulo XIII
Capítulo XV
Por estar oscurecido su
entendimiento con las ideas o
imaginaciones corpóreas, no
podía alcanzar a conocer las
criaturas espirituales
Capítulo XVI
-89-
Libro V
Capítulo I
Excita a su espíritu para que alabe a
Dios
-90-
Capítulo II
Capítulo III
De la llegada de Fausto,
maniqueo, a Cartago: su carácter
y talentos; y de la ceguedad de los
filósofos, que no conocieron al
Creador por medio de las
criaturas
Capítulo IV
Que sólo el conocimiento de Dios
hace bienaventurados
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Cómo enfermó en Roma con tan
grave calentura, que le puso a
peligro de la vida
Capítulo X
De los errores en que andaba
antes de recibir la doctrina
evangélica
Capítulo XI
Capítulo XII
Del engaño que practicaban en
Roma los discípulos con sus
maestros
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Cómo oyendo a San Ambrosio
fue poco a poco saliendo de sus
errores
-107-
Libro VI
Capítulo I
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
-114-
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
-119-
Capítulo IX
Capítulo X
De la bondad y desinterés de
Alipio, y llegada de Nebridio
Capítulo XI
Trata Agustín de ordenar su vida
Capítulo XII
Capítulo XIII
Hácense diligencias de que se
case Agustín
Capítulo XIV
-126-
Capítulo XV
Capítulo XVI
Cómo nunca llegó a perder el
miedo de la muerte y del juicio
-128-
Libro VII
Explica las ansias de su alma, que
se fatigaba en la imaginación del
mal; cómo llegó también a
conocer que ninguna sustancia
era mala; y que en los libros de
los platónicos halló el
conocimiento de la verdad
incorpórea y del verbo divino,
pero no halló su humildad y
anonadamiento
Capítulo I
Capítulo II
-131-
Capítulo III
Que el libre albedrío es la causa
del pecado
Capítulo IV
-133-
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
De las graves penas que le
causaba a Agustín el averiguar la
causa y principio del mal
Capítulo VIII
-139-
Capítulo IX
Cómo en los libros platónicos halló
Agustín establecida la divinidad del
Verbo eterno, pero no halló cosa
alguna de lo perteneciente a su
encarnación
Capítulo X
Cómo las verdades divinas se le iban
ya descubriendo más claramente
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
-144-
Capítulo XIV
Que al hombre cuerdo ninguna
cosa desagrada de cuantas Dios
ha creado
Capítulo XV
Capítulo XVI
Que todas las criaturas son
buenas, aunque algunas no son
convenientes y acomodadas a
otras
Capítulo XVII
Capítulo XIX
Capítulo XX
Capítulo XXI
De lo que halló en los Libros
Sagrados, que no halló en los
platónicos
-151-
Libro VIII
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Cómo Dios y los santos ángeles se
alegran mucho de la conversión de los
pecadores
-158-
Capítulo IV
Por qué razón debemos
alegrarnos más con la conversión
de aquellos pecadores que son
personas nobles y principales
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo IX
Capítulo XI
Capítulo XII
Cómo se convirtió de todo punto,
amonestado de una voz del cielo
-174-
Libro IX
Capítulo I
Reconociendo Agustín su miseria,
alaba la suma bondad de Dios
Capítulo II
Capítulo III
-179-
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
-185-
Capítulo VII
De la conversión de Evodio; de la
muerte de su santa madre,
Mónica, y de la crianza y
educación que tuvo desde sus
primeros años
Capítulo IX
Continúa Agustín refiriendo las
loables costumbres de su madre
-191-
Capítulo X
-193-
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Libro X
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Que ninguno puede hallar a Dios por
medio de los sentidos corporales ni de
las potencias puramente sensitivas
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
-215-
Capítulo XVII
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capítulo XXI
Capítulo XXII
En qué consista la vida
bienaventurada, y dónde se ha de
buscar
-220-
Capítulo XXIII
Capítulo XXIV
Capítulo XXV
Capítulo XXVI
Capítulo XXVII
-223-
Capítulo XXVIII
Capítulo XXX
Capítulo XXXI
Capítulo XXXII
-229-
Capítulo XXXIII
Del estado en que se hallaba en
orden a los deleites tocantes al
oído
Capítulo XXXIV
De cómo se hallaba en cuanto a
los deleites de la vista
Capítulo XXXVI
Capítulo XXXVII
Capítulo XXXVIII130
Cómo la virtud tiene también
peligro por la vanagloria
Capítulo XXXIX
Capítulo XL
Cómo buscó a Dios dentro de sí
mismo y en todas las demás cosas
Capítulo XLII