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El miedo o temor es una emoción caracterizada por una intensa sensación desagradable
provocada por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso pasado.
Es una emoción primaria que se deriva de la aversión natural al riesgo o la amenaza, y se
manifiesta en todos los animales, lo que incluye al ser humano. La máxima expresión del miedo
es el terror. Además, el miedo está relacionado con la ansiedad.
Existe miedo real cuando su dimensión está en correspondencia con la dimensión de la amenaza.
Existe miedo neurótico cuando la intensidad del ataque de miedo no tiene ninguna relación con
el peligro. Ambos, miedo real y miedo neurótico, fueron términos definidos por Sigmund Freud
en su teoría del miedo. En la actualidad existen dos conceptos diferentes sobre el miedo, que
corresponden a las dos grandes teorías psicológicas que tenemos: el conductismo y la psicología
profunda. Según el concepto conductista el miedo es algo aprendido. El modelo de la psicología
profunda es completamente distinto. En este caso, el miedo existente corresponde a un
conflicto básico inconsciente y no resuelto, al que hace referencia.
Desde el punto de vista neurológico es una forma común de organización del cerebro primario
de los seres vivos, y esencialmente consiste en la activación de la amígdala, situada en el lóbulo
temporal.
Desde el punto de vista psicológico, es un estado afectivo, emocional, necesario para la correcta
adaptación del organismo al medio, que provoca angustia y ansiedad en la persona, ya que la
persona puede sentir miedo sin que parezca existir un motivo claro.
Desde el punto de vista social y cultural, el miedo puede formar parte del carácter de la persona
o de la organización social. Se puede por tanto aprender a temer objetos o contextos, y también
se puede aprender a no temerlos, se relaciona de manera compleja con otros sentimientos
(miedo al miedo, miedo al amor, miedo a la muerte, miedo al ridículo) y guarda estrecha relación
con los distintos elementos de la cultura.
Desde el punto de vista evolutivo el miedo es un complemento y una extensión de la función del
dolor. El miedo nos alerta de peligros que no nos han ocasionado algún dolor, sino más bien una
amenaza a la salud o a la supervivencia. Del mismo modo en que el dolor aparece cuando algo
nocivo ataca nuestro cuerpo el miedo aparece en medio de una situación en la que se corre
peligro.
Para algunos, el miedo en el ser humano no guarda ninguna relación fisiológica (como reacción
de alerta), sino que es un producto de la conciencia, que expande nuestro nivel de
conocimiento.[cita requerida]
Fisiología, psicología y bioquímica del miedo
El miedo es un producto emocional del cerebro. Esquema del sistema límbico del cerebro
humano.
La extirpación de la amígdala parece eliminar el miedo en animales, pero tal cosa no sucede en
humanos (que a lo sumo cambian su personalidad y se hacen más calmados), en los que el
mecanismo del miedo y la agresividad es más complejo e interactúa con la corteza cerebral y
otras partes del sistema límbico.
Como el sistema límbico fija su atención en el objeto amenazante, los lóbulos frontales
(encargados de cambiar la atención consciente de una cosa a otra) se desactivan parcialmente.
Durante un ataque de pánico2 la atención consciente queda fijada en el peligro, y si los síntomas
fisiológicos como el ritmo cardíaco o la presión sanguínea son interpretados por el sujeto como
una confirmación de la realidad de la amenaza se produce una retroalimentación del miedo, que
impide una ponderación del auténtico riesgo. Esto sucede, especialmente, en el caso de las
fobias: la atención del fóbico es incapaz de prestar atención a otra cosa y magnifica el peligro
ante la incomprensión de los presentes.
Otro estudio sobre lo que provoca miedo en una persona; realizado por un equipo de
investigadores alemanes de la Clínica Universitaria Charité de Berlín, y conducido por el
psiquiatra Andreas Heinz demostró la relación entre la dopamina y la sensación de miedo.
Este estudio arrojó que la dopamina, una sustancia neurotransmisora, estimula o frena la
actividad de las células nerviosas en el cerebro. En este estudio se encontró que poca dopamina
en algunas áreas del cerebro provoca la interrupción o trasformación de la comunicación entre
las células nerviosas. Las personas con una elevada concentración de dopamina en la amígdala
cerebral (Corpus amygdaloideum), área en el cerebro que participa en el procesamiento
emocional, reaccionaron con más miedo y estrés que aquellas personas con una menor
concentración de dicha sustancia.
Además se concluyó que hay otro factor que influye en las sensaciones de miedo; este es la
comunicación existente entre la amígdala cerebral y el cíngulo anterior, otra región cerebral.
Ambas están interconectadas a través de fibras nerviosas. Estas regiones se comunican cuando
la persona percibe algo negativo. Cuanta más comunicación hay entre ambas regiones, menos
miedo sentían las personas afectadas; en cambio personas con poca o pobre comunicación
sienten más miedo.
En la medida en que el miedo puede restar autonomía decisoria al sujeto llega a ser un eximente
de responsabilidad. El derecho romano estableció en el 79 a. C. (mediante una innovación
jurídica introducida por un pretor llamado Octavius) la acción "metus causa" (por causa del
miedo) como eximente de responsabilidad.4 En las siete partidas (Part. 7 tit 3.3.l.7) se establece
en el derecho castellano la invalidez de pleitos o declaraciones realizados bajo miedo, y el
derecho actual determina que el miedo es causa eximente de responsabilidad criminal. Para el
caso del moderno derecho continental, y en concreto para el español, por ejemplo, se establece
que:
Están exentos de responsabilidad criminal (…) el que obre impulsado por miedo insuperable.
(Código Penal español, Art 20.6, vigente desde 24 de mayo de 1996)
Si bien la doctrina española no aclara de forma unánime qué naturaleza jurídica tiene la
eximente del miedo insuperable, es opinión generalizada que se basa en el “principio de no
exigibilidad de otra conducta”, y en ocasiones se vincula a la legítima defensa. Se especifica que
el miedo puede no ser el único motivo de la conducta ilícita, pero sí ha de ser motivo
preponderante. La jurisprudencia del Tribunal Supremo español en ocasiones (y de manera
excepcional) no acepta la eximente de miedo insuperable en ciertos delitos de acción (al
entender que quien actúa lo hace habiendo superado el miedo), y no exige, en cambio, que el
peligro sea real (pues puede ser imaginario) ni inminente.6
Lo mismo ocurre en el derecho civil y en el canónico católico, en los que el defecto del
consentimiento por miedo es, por ejemplo, causa de nulidad matrimonial.7
Terminología
Uno de los primeros testimonios del uso de esta palabra en castellano escrito, según el
diccionario de autoridades se encuentra en la obra legislativa conocida como las Siete Partidas
(Part. 7 tit 3.3.l.7):
…e de tal miedo e de otro semejante fablan las leyes de nuestro libro cuando dicen que pleito o
postura que home face por miedo non debe valer.
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José Antonio Marina y Marisa López Penas, en su Diccionario de los sentimientos, analizan las
relaciones que se pueden establecer entre distintos vocablos de un mismo campo semántico
emocional, lo que nos permite conocer su matización y su gradación. Riesgo (resecare, romper
un risco el casco de una embarcación), y peligro (de la raíz indoeuropea per-, ir hacia delante,
penetrar en algún sitio) son palabras relacionadas con el miedo. Temor es el miedo a algo que
se piensa que ya ha sucedido, y aprensión es la aversión a tocar algo. Canguelo (miedo breve)
procede del caló y significa originariamente apestar, y se relaciona con el aflojamiento de
esfínteres que produce el miedo.11 La gradación del miedo en la lengua castellana, según estos
autores, comienza con el miedo intensivo, la fobia, el terror y el pavor (este último del
indoeuropeo peu-, golpear, de donde proceden también pavura y espanto). El pánico es el
miedo sin fundamento, colectivo y descontrolado (palabra derivada del nombre del dios Pan, y
se refiere al miedo a los ruidos perturbadores de la naturaleza). Existe también un miedo breve
y súbito, procedente de una causa pequeña, el susto (procedente del portugués), y también la
alarma (que significa, etimológicamente, "a las armas").
peur es la inquietud por la presencia de un peligro, crainte es un peur fuerte, terreur es crainte
grande y profundo, panique es terreur súbito y sin fundamento, épouvante es un terreur grande,
frayeur es un épouvante causado por la imagen del mal… effroi es un frayeur grande…
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En alemán se emplean las palabras Furcht (miedo), Sorge (preocupación), Bammel (ponerse
nervioso). El término quizá más empleado, Angst («miedo» o «angustia» en alemán y otras
lenguas germánicas), de ocho siglos de antigüedad, proviene de la raíz indogermánica anghu-
(restricción), y evolucionó en la palabra del antiguo alto alemán angust, que conservó el
significado de restricción, al igual que la palabra latina angustia, con el mismo origen
etimológico. La palabra Angst se extendió al inglés angst, donde se emplea con el significado de
miedo existencial o para referirse a una ansiendad intensa en lugar de la palabra anxiety, y se
emplea por ejemplo en la expresión angst-ridden (estar dominado por el miedo). El término fue
probablemente importado al inglés por George Eliot en 1849.
La escasa variación de significados entre lenguas cercanas indica que el miedo es un sentimiento
universal. Pero la antropología y la sociología muestran que el miedo tiene una modulación
cultural, lo que se analizará en otro apartado de este artículo.
Catherine Lutz13 ha estudiado la variabilidad cultural del miedo. Según sus averiguaciones, la
comunidad ifaluk considera positiva la cobardía, y por tanto para ellos es bueno confesar el
miedo pues es prueba de ser persona inofensiva y temerosa de las leyes del grupo.
Joanna Bourke, autora de Fear: a Cultural History (El miedo: una historia cultural) revela que el
miedo, como un sentimiento colectivo e individual, varía con las épocas y los contextos
históricos.
durante el siglo XIX, los temores relacionados con la muerte inminente estaban estrechamente
vinculados a los miedos acerca de cualquier tipo de vida después de la muerte eventual así como
relacionados con la inquietud sobre el diagnóstico correcto del deceso (o dicho de otra manera:
que condujera a un entierro prematuro). En nuestro tiempo, por el contrario, tendemos a
preocuparnos mucho más sobre el hecho que nos obliguen a permanecer vivos más de lo debido
(denegándonos la oportunidad de ´morir con dignidad´). Es el personal médico, en vez de los
clérigos, el que preside cada vez más sobre el terror a la muerte. Los debates actuales sobre la
eutanasia y la muerte asistida están relacionados con estos cambios
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Esta investigadora sostiene que el principal transmisor actual del miedo son los medios de
comunicación de masas, pero en todo caso se precisa de la credulidad de la sociedad para que
el pánico estalle. Tras estudiar los archivos históricos, la autora muestra cómo entre 1947 y 1954
estalló un pánico colectivo ante el abuso sexual de niños,15 pese a que los periódicos llevaban
años publicando ese tipo de noticias. Otro caso estudiado por la autora es el pánico colectivo
desatado por la retransmisión de La guerra de los mundos por Orson Welles en 1938, cuando
una ficción radiada sobre un ataque alienígena a la tierra desató la alarma entre los
estadounidenses. La autora recuerda que el precedente de ese experimento (una emisión
equivalente de la BBC realizada por Ronald Knox en 1926, con idénticos resultados de miedo
colectivo en el Reino Unido) fue olvidado, tal vez por un posterior sentimiento de vergüenza
colectiva:
…la ola de pánico que Welles causó a través de la radio ha eclipsado la que ocasionó Knox.
Después de todo, más de un millón de estadounidenses se vieron afectados durante la última
ola de pánico (muchos más que en 1926). De todas formas, existía además otra razón: en 1926,
había un palpable sentimiento de vergüenza: todos querían olvidarse del hecho tan pronto como
fuera posible. En Estados Unidos, por el contrario, aunque se pudiera hablar sobre la vergüenza,
otros grupos dentro de la sociedad se sirvieron en muchos sentidos del pánico para reafirmar su
propio estatus (superior). Los sociólogos se vieron involucrados, preparando elaboradas teorías
sobre la psicología de multitudes. Se dio una profesionalización del pánico en 1938 que no existía
en 1926.
La profesionalización de los provocadores del miedo es así una característica de nuestra época,
según Joanna Bourke:
a pesar de que sólo diecisiete personas perdieran la vida a causa de actos terroristas en Estados
Unidos entre 1980 y 1985, el periódico The New York Times publicó un promedio de cuatro
artículos sobre el terrorismo en cada edición. Entre 1989 y 1992, sólo treinta y cuatro
estadounidenses murieron como consecuencia de actos terroristas en el mundo, pero más de
1300 libros fueron catalogados bajo el rubro de “Terroristas” o “Terrorismo” en las bibliotecas
estadounidenses.
La autora concluye que el miedo es también un arma de dominación política y de control social.
Son diversos los autores que denuncian el uso político del miedo como forma de control de la
población, haciéndose hincapié en la creación de falsos escenarios de inseguridad ciudadana.16
Miedo y sociedad
En los ámbitos castrenses, una buena parte del entrenamiento del soldado y en especial de las
fuerzas especiales está orientada al control del miedo para de este modo formar soldados,
oficiales y comandos seguros de sí mismos y autómatamente efectivos a la hora de actuar. Para
ello se enfrentan a los soldados a escenarios que causan pavor, como arrastrarse bajo alambre
de púas bajo el fuego de ametralladoras, explosiones, caminar sobre campos minados, guerra
de guerrillas, combate cuerpo a cuerpo, etc.
Miedo y religión
La Torá hace mención al miedo en su primer libro Bereshit. En concreto, el miedo se convierte
en atributo humano por causa del plan divino:
Y llamó Dios, el eterno, preguntándole: «¿donde estas?» Y respondió: «he oído tu voz en el
huerto, y tuve miedo, porque estoy desnudo; por eso, me escondí». (Bereshit, 3,9)23
Las religiones monoteístas evidencian un tipo de miedo religioso, el temor de Dios y cada una,
desde el judaísmo24 hasta el islam25 han desarrollado su particular teología al respecto. Es de
destacar que ciertas religiones recurren a adoctrinar en el periodo de aprendizaje infantil con
amenazas de sufrimiento infinito y eterno si no se cree en sus postulados y si no se cumplen sus
normas. Otras religiones, como el budismo, se fundamentan directamente en la necesidad de
evitar el dolor y el sufrimiento, y por tanto, de manera indirecta, tienen una especial relación
con el miedo.26