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CLAVES PARA LA INTERVENCION LOGOPEDICA. Carmen Monsalve PDF
CLAVES PARA LA INTERVENCION LOGOPEDICA. Carmen Monsalve PDF
(1)
1. INTRODUCCIÓN.
6. PRINCIPIOS DE LA INTERVENCIÓN.
8. FASES DE LA INTERVENCIÓN.
8.1. EVALUACIÓN.
8.2. INTERVENCIÓN PROPIAMENTE DICHA.
BIBLIOGRAFÍA.
1. INTRODUCCIÓN.
Quiero en las páginas de este capítulo aportar una breve guía para la intervención en el
tratamiento de la comunicación y el lenguaje de las personas con autismo; guía que
pueda resultar útil y práctica a aquellas personas que desde la logopedia se hayan
acercado al mundo de las personas autistas. Desde el principio quiero dejar claro que es
uno de los “campos” de mayor dificultad y complejidad dentro de las muy variadas
áreas a las que un logopeda se puede dedicar... No por ello, sin embargo, menos
fascinante y motivador... Lo que sí nos hace sentir es nuestra “pequeñez” como
“especialistas” porque nos hace darnos cuenta de que, efectivamente, no se trata de que
la persona llegue a “hablar” con mayor o menor corrección, sino de intentar
“recomponer” o “construir” la fenomenal pirámide de la comunicación y la interacción
entre seres humanos, de las que el lenguaje verbal es un estamento, rico y potente como
ningún otro, pero sólo un estamento, que cobra su sentido como parte integrante de esa
pirámide.
El tratamiento del lenguaje verbal debe enmarcarse, pues, dentro del tratamiento de la
comunicación, atendiendo a todos sus aspectos (fonológico, morfo-sintáctico, semántico
y pragmático) en la medida de las necesidades de cada individuo. Pero debe tenerse
siempre presente que es UNA de las áreas de intervención en el tratamiento de la
comunicación... Habrá que tener en cuenta, evaluar, rehabilitar, reconstruir o potenciar
otras formas de comunicación, que en muchos casos serán las más adecuadas y eficaces,
a las que tienen derecho a acceder muchas personas con autismo y los “especialistas” el
deber de brindárselas.
Comunicarse es...
La capacidad de hacer saber a otra persona que quieres algo.
La capacidad de contarle a alguien algo que ha sucedido.
La capacidad de describir o narrar una experiencia vivida...
Comunicarse es...
Mucho más que ser capaz de hablar o de unir palabras en una frase;
es anterior e indispensable para ello.
Es importantísimo, además, que nos demos cuenta de que ello implica necesariamente la
capacidad de reconocer la existencia y la presencia de otro ser humano.
Veamos ahora cuáles son los pilares sobre los que descansa un acto de comunicación.
Para que exista comunicación es necesario (Layton y Watson, 1995):
1. Haber llegado a un grado de desarrollo cognitivo y de madurez evolutiva
que permita:
Entender las relaciones básicas de asociación y causa-efecto:
Entender que las acciones (propias y las de los demás) producen un resultado,
tienen una consecuencia.
En otras palabras, que el medio físico se puede cambiar.
Entender que existen otros seres, con los que se puede compartir experiencia y/o
información, sobre los que se puede influir, porque tienen mente, intenciones,
creencias, igual que yo, que se pueden modificar.
O lo que es lo mismo, que el medio mental, propio y ajeno, también se puede
cambiar.
La realidad puede representarse con todo tipo de símbolos: objetos, dibujos, palabras
escritas y palabras habladas. Comprender esto supone un mecanismo de desdoblamiento
en virtud del cual entendemos que hay una conexión entre lo representado, la realidad, y
el símbolo que la representa (Rivière, 1990).
No todos ellos comportan el mismo grado de dificultad o de esfuerzo cognitivo para una
persona autista, que suele procesar mejor la información que es visual, espacial y
concreta, y mucho peor la invisible, temporal (efímera, que transcurre rápidamente en el
tiempo) y abstracta (Peeters, 1997).
Los objetos pueden ser utilizados para comunicarse... Pero para una persona con
autismo de nivel bajo, con suerte un coche de juguete es un coche de juguete; si a eso le
queremos asignar el significado de “hora de irse a casa”, tendrá que aprender a
establecer la relación entre el objeto y el suceso que le sigue. Y ello puede suponerle
una inmensa dificultad. Puede o no llegar hasta ahí su capacidad de abstracción.
Lo primero que hay que garantizar es que comprendan el significado de los objetos (o
dibujos, o palabras escritas, o palabras habladas). Necesitan aprender que los dibujos o
los objetos ser relacionan con ciertos sucesos, y por lo tanto, “significan” algo.
Donde más significados hay que añadir, donde hay que ir mas allá de lo perceptible es
en el desarrollo de la comunicación, en la conducta social y en las actividades de
juego/ocio. De ahí la importancia de tener este factor en cuenta cuando se diseñan
planes de intervención en comunicación para personas con autismo.
En el primer mes de vida se dan las “preadaptaciones biológicas” para interactuar con
las personas, lo cual parece ser privativo de nuestra especie. Por ejemplo, el niño
impone un determinado ritmo al ser amamantado y presta una atención relativamente
mayor a las caras que a otro tipo de estímulos.
El bebé posee la noción de permanencia del objeto social (que siempre viene antes que
la del objeto físico) (Rivière y Coll, 1987). Se apuntan ya la diferenciación entre
esquemas para personas (“de interacción”) y esquemas para objetos (“de acción”), que
se consolidará un poco más adelante. Aparecen la sonrisa social y las primeras
protoconversaciones.
Muy pronto también, empieza el bebé a explorar y a descubrir las propiedades de los
objetos, pero no se conforma con la exploración pura y simple. Además, desea
compartir ese descubrimiento con otros; pide una explicación acerca de lo que acaba de
ver ocurrir, o pide que se repita una acción placentera, sin una sola palabra.
Podemos hablar también de la existencia de una clara empatía en las emociones y una
complicidad precoz, porque mucho antes de que entienda las palabras concretas que se
le dirigen, busca en las expresiones de los adultos la interpretación de un hecho que
acaba de vivir; descubre el juego vocálico de imitación y contraimitación casi al mismo
tiempo que madres y padres, con una maestría increíble en la toma de turnos.
A partir de los cuatro o cinco meses, sigue manifestando un gran interés por las
personas y por las cosas pero no de forma perfectamente coordinada; así, por ejemplo, o
juega con su madre o juega a la pelota, pero le cuesta “jugar a la pelota con mamá”.
Es el momento en que aparecen las conductas de co-orientación visual: niño y adulto
comparten el foco de interés; es patente la importantísima “atención conjunta”.
El niño empieza a entender que puede ejercer una influencia en el adulto, como echar
los brazos para que le cojan. Aparecen las primeras conductas de apego, los primeros
esquemas de acción compartida y de anticipación, de la cual surgirá la intencionalidad.
Está claro, pues, que el bebé otorga, “poderes especiales” a los seres humanos.
Y de aquí el que hacia los ocho o nueve meses podamos hablar de inequívoca intención
comunicativa en el bebé (que ya señala, pide brazos, llama la atención de variadísimas
formas). Ahora se da la coordinación de objetos y personas: el niño atiende a los objetos
y a las personas al mismo tiempo. Hay “suspensión” de los objetos (Rivière, 1997a): el
niño mira alternativamente al objeto deseado y a la cara del adulto. El niño da por
supuesto que el adulto sabe interpretar su mirada.
Aparece claramente la función reguladora de las conductas de los demás, las llamadas
“conductas protoimperativas” y se puede hablar de ya “intersubjetividad secundaria”
(Trevarthen, 1996): intento de cambiar estados mentales en los demás, que es lo que
está detrás de las “conductas protodeclarativas”.
Entre los doce y los dieciocho meses aparecen las primeras palabras, consecuencia
natural del desarrollo de esas habilidades de intersubjetividad e interpretación de
intenciones sólidamente asentadas ya. Por eso, hace su aparición y se desarrolla de
forma vertiginosa el lenguaje verbal.
Hasta este momento, el bebé con un trastorno autista puede haber pasado desapercibido.
Quizá se le había venido percibiendo como un niño silencioso o algo pasivo; o, por el
contrario, un poco nervioso o irascible. Sin embargo, a veces ya se puede comprobar,
haciendo memoria o través de los vídeos familiares, que no están (o estaban) esas
primeras conductas de comunicación intencionada (echar los brazos o señalar). Se
puede percibir que algo estaba fallando.
Lo que falla (y había estado fallando desde muy pronto) son los esquemas cognitivos
para entender la relación con los humanos. En el bebé con autismo no aparece esa
sintonía innata con los humanos que hemos visto en el bebé “normal”. Y por eso no se
desarrollan los esquemas interactivos.
No se dan conductas protodeclarativas o de atención conjunta (mirada referencial), y las
protoimperativas presentan anomalías.
A partir de esta edad, las distancias se acentúan dramáticamente en el niño autista, si no
se interviene. Se produce el cataclismo evolutivo del niño.
Entre el año y medio y los cuatro o cinco años, la capacidad lingüística de un niño
normal se dispara:
1. Se hace con el código de su idioma; a través del cual estructura las funciones
comunicativas que se han venido desarrollando desde mucho antes.
2. Desarrolla un riquísimo juego simbólico y de ficción;
3. Desarrolla actividades mentalistas porque llega a comprender a la perfección que los
demás tienen creencias, ideas, etc., que también se pueden tergiversar (a través del
engaño o las bromas).
En el niño con autismo no se puede dar la culminación del proceso de eclosión del
lenguaje verbal, porque han faltado los requisitos previos que no sólo la permiten sino
que la hacen prácticamente inevitable en un niño “normal”. Al fallar las funciones
básicas, el lenguaje verbal no aparece de forma natural. El niño no tiene la clave para
acceder al código (comunicativo, no solo lingüístico), porque le viene faltando desde el
principio ese entender y atribuir intenciones a los demás y esa necesidad de compartir
sus experiencias con los demás. Se puede decir que el lenguaje no le es de ninguna
utilidad, a parte de que otras capacidades pueden estar alteradas también, por ejemplo,
su capacidad de simbolización.
Los rasgos característicos de los diversos componentes del lenguaje verbal de una
persona con autismo están relacionados, como es lógico, con las dificultades
subyacentes en los sistemas de interacción y comunicación, cuyo desarrollo hemos ido
viendo en las páginas anteriores.
Por ello, los aspectos morfológicos y sintácticos serán comparativamente los menos
alterados. Así, pese a que pueden omitir algunos morfemas y presentar algunas
anomalías en los sufijos temporales verbales, la comprensión y la producción de las
formas gramaticales parecen ser las adecuadas a la edad mental de los sujetos.
El desarrollo fonético tampoco presenta anomalías específicas en cuanto a adquisición
y discriminación de los sonidos se refiere.
En el componente semántico del lenguaje las dificultades se hacen aún más patentes.
No debemos olvidar la estrecha relación que existe entre pensamiento y lenguaje; entre
conceptualización y abstracción, y el desarrollo semántico- léxico.
Sus actos de habla son limitados (más incluso que los de las personas con disfasia);
tienden a no relatar experiencias, a no transmitir creencias o pensamientos y a no hacer
comentarios. Recurren a secuencias sencillas de pregunta-respuesta como recurso
conversacional, y se ven en gran dificultad para ampliar o modificar dichas secuencias
en función de lo que se va aportando a lo largo de la conversación (ya sea en cuanto al
contenido como al tono e intencionalidad del mensaje).
Dadas sus dificultades para percibir a los demás como seres con mente, sobre los que se
puede influir haciéndoles “cambiar” (no debemos olvidar que aportar información a
alguien es modificar su estado mental), se explica el que no diferencien bien entre la
información ya conocida y la nueva para los interlocutores y que no reconozcan la
función informativa del lenguaje. Este es uno de los factores que explica su tendencia a
hablar siempre de los mismos temas o a repetir incansablemente lo mismo. Les faltan
las claves para entender si el tema es de interés del interlocutor y por supuesto, muchas
veces también carecen de las claves no lingüísticas, de conocimiento del mundo y de la
mente para poder seguir la conversación de su interlocutor.
Además de los aspectos lingüísticos, son evidentes las anomalías funcionales en todas
las pautas de comunicación, incluyendo gestos comunicativos, empleo de la mirada,
entonación, y lenguaje corporal en todo aquello que « adereza », enriquece y da su total
sentido a cada palabra y a cada frase de las innumerables que pronuncia a lo largo del
día una persona « corriente » .
Hay una serie de objetivos a los que yo llamo “generales” porque considero que deben
guiar siempre nuestra intervención. No se trata de una secuencia de objetivos, en la que
conseguido el número 1, paso al número 2; conseguido el número 3 paso al número 4,
y así sucesivamente, sino que deben ser el manto bajo el cual se cobije toda nuestra
interacción con el niño o el adulto con autismo. Ellos son:
1-Fomentar la intención comunicativa.
2-Potenciar la atención conjunta.
3-Potenciar la reciprocidad en la comunicación.(Prizant y Wetherby, 1993)
De que desarrolle esta facultad dependerá el avance no sólo en el lenguaje, sino en otros
aspectos, por ejemplo, en su conducta o en la funcionalidad de sus actividades. De
hecho, hay estudios que demuestran que muchas conductas agresivas o muchas rabietas
tienen una función de interacción social, que van desapareciendo en la medida en que se
enseñan al niño conductas comunicativas que le sirvan para satisfacer lo que persigue
(Carr et al., 1996).
Un ejemplo puede ser el de enseñarle a pedir ayuda - así no se enfadará, ni tirará las
cosas para escapar de una tarea demasiado difícil; o se reducirán las estereotipias
causadas por una situación estresante. Otro, es el de enseñarle a pedir que se le haga
caso o a que llame la atención de forma adecuada.
Que logren adquirir las funciones segunda y tercera (interacción social y atención
conjunta) es uno de los mayores desafíos en el tratamiento del autismo. Lo intentaremos
conseguir a través de procedimientos que estimulan la acción conjunta sobre objetos y
la atención conjunta a situaciones, acciones y cosas, en situaciones muy lúdicas y
cargadas de afectividad. La sorpresa, por ejemplo, es germen de comentarios; de ahí, la
utilidad de romper rutinas establecidas, o la de hacer inaccesible objetos deseados o
introducir elementos absurdos para “provocar” al niño a que busque explicaciones en la
mirada, en los gestos o en las acciones de los demás, para lo cual es imprescindible que
su atención se vea dirigida hacia lo que ha ocurrido.
5.1.3. LA INTERACCION
Los objetivos específicos sí responden a una sucesión de logros por parte del niño,
respetando siempre la secuencia evolutiva. Y podrían condensarse en estos dos:
Vimos ya que en los niños con un desarrollo normal las tres funciones comunicativas se
dan incluso antes de que puedan emitir sus primeras palabras, pero que en muchos niños
con autismo se da una adquisición restringida de estas funciones: las funciones segunda
y tercera no aparecen de forma espontánea en numerosos casos. De modo que habrá que
enseñárselas de forma explícita.
No olvidemos nunca que todo tratamiento de estimulación del lenguaje oral deberá
enmarcarse, pues, en un programa mucho más amplio: el del Tratamiento de la
Comunicación. Una vez más, el lenguaje verbal es el más sofisticado de los medios de
expresión y pensamiento, pero por muy diversas causas, a veces no es una vía posible.
Los trastornos de lenguaje de los niños autistas deben entenderse, encajarse y atacarse
teniendo en cuenta la constelación de alteraciones subyacentes inherentes al autismo.
Sólo desde esta perspectiva tiene sentido su tratamiento.
Recordemos a estos efectos que aproximadamente uno de cada dos, es decir, un 50% de
los niños autistas nunca hablará. E incluso aquellos niños que consiguen desarrollar un
cierto nivel de lenguaje, prácticamente siempre necesitarán verse arropados por claves
visuales y otras ayudas. Hay quien ha explicado esto diciendo que para una persona
autista el lenguaje verbal será siempre como “un segundo idioma”; al principio,
utilizado con frases similares a las de un manual de aprendizaje de un idioma extranjero.
En cuanto al lenguaje expresivo, hoy por hoy nos interesan mucho más los aspectos
pragmáticos (para que está usando ese lenguaje) que los formales, y buscamos la
espontaneidad de su uso en situaciones cotidianas. No olvidemos que el niño accede al
lenguaje verbal por una vía distinta: aprende por asociación como quien aprende a
multiplicar o a leer, lo cual explica la literalidad y rigidez de ese lenguaje (es un
conocimiento cogido con “pinzas” - sociales y lingüísticas-).
El grado de desarrollo verbal que alcance un niño con autismo estará condicionado por
diversos factores:
1.- El nivel cognitivo (capacidades de asociación).
2.- La capacidad de abstraer, de “trascender lo literal”, “de añadir significados a lo que
observamos” y, por tanto de conceptualizar; y
3.- La capacidad de simbolizar (comprender y utilizar símbolos).
8. FASES DE LA INTERVENCION:
Para determinar el nivel de desarrollo lingüístico nos podemos formular las siguientes
cuatro preguntas:
1- ¿Qué gestos, sonidos o palabras está utilizando con fines comunicativos y de
forma intencional?
2- ¿Utiliza palabras? En caso afirmativo, ¿tienen esas palabras un significado
referencial claro? Por ejemplo, un niño que pide (o signa) “galle ta” o dice
“quiero galleta” con todos los signos que se sabe hasta que acierta está usando
signos o palabras con valor comunicativo pero sin valor referencial. Este niño
está en el nivel de lenguaje de las primeras palabras.
3- ¿Cuántas palabras o combinaciones de palabras utiliza con valor referencial? Lo
importante no es la longitud o la complejidad de la frase. Si utiliza menos de
veinte frases diferentes espontáneas, estará mas bien en el nivel de las primeras
palabras. Las ecolalias pueden desorientar en cuanto al nivel lingüístico real del
niño.
4- Si ya utiliza frases, ¿las emplea y combina sus elementos de forma creativa, o
esas frases corresponden a una sola palabra? Por ejemplo, un niño puede tener
hasta cincuenta nombres con valor referencial y utilizarlos en frases del tipo “Yo
quiero un X, por favor”. Esto puede equivaler a una combinación de dos
palabras, probablemente no más. En este caso, es posible que domine el aspecto
fonológico o incluso morfosintáctico, pero no posee las bases pragmáticas y
semánticas del lenguaje necesarias para el estadio siguiente, el de las oraciones
gramaticales.
Esas primeras palabras serán marcadores simbólicos para las cosas (significado,
significante y referente).
¿Cuáles enseñar? Es mejor enseñar alimentos u objetos, antes que actividades o
personas, que son demasiado complejos) y deberán ser motivantes y funcionales.
Para ello es útil explotar o fomentar habilidades de imitación vocálica,
fundamentalmente a través de la contraimitacion y de la asociación contingente de una
vocalización a un objeto deseado; aunque el niño no esté particularmente interesado en
el habla, puede sentirse atraído por la melodía de las canciones o por determinados
sonidos o ruidos de animales.
Oraciones gramaticales.
Así, será necesario idear programas para potenciar la comprensión de las reglas del
discurso: mantenimiento del tema de conversación, principio de relevancia o la toma
adecuada de turnos conversacionales; utilización adecuada de la entonación, el ritmo y
la calidad de la voz; comprensión del significado de las expresiones faciales y gestos
que acompañan a la conversación.
La comprensión.
Los objetivos que hemos ido viendo tanto para las etapas iniciales del desarrollo del
lenguaje oral como para su posterior expansión y consolidación tienen su correlato en el
aspecto comprensivo. A este respecto, insistimos, una vez mas en que las personas
autistas siempre manifestarán problemas en este ámbito; “...siempre necesitan claves
más claras, más explícitas, menos complejas y sutiles para comprender que las que
requieren las otras personas. .” (Rivière, 1997. P. 96)
Es evidente que, tras el enfoque planteado en este capítulo, los ámbitos de intervención
serán aquellos en los que se desenvuelva la vida diaria de la persona con autismo. El
tratamiento de la Comunicación y el lenguaje es una labor continua y en la medida de lo
posible debe llevarse a cabo con la mayor coordinación y coherencia entre las personas
de su entorno. Padres y familiares, maestros, docentes de apoyo, monitores de tiempo
libre, etc., deben conocer a fondo la naturaleza del trastorno y las necesidades de las
personas con autismo.
Quiero terminar volviendo al tercer objetivo que al que hicimos referencia en el epígrafe
de los Objetivos Generales: el de fomentar la reciprocidad en la comunicación. El
esquema más típico de los elementos de la comunicación alude a que para que haya
comunicación se necesitan dos interlocutores: un emisor y un receptor, cuyos papeles se
intercambian mil veces en brevísimos espacios de tiempo. Por tanto dependerá de los
dos el éxito en la transmisión del mensaje en un acto comunicativo.
Existen programas para ayudar a los padres y educadores a establecer pautas fructíferas
de comunicación e interacción, como el Programa Hanen (Sussman, 1999).
BIBLIOGRAFIA
Carr, E., Levin, L., McConnachie, G., Carlson, J. I., Kemp, D. C. y Smith, C. E. (1996).
Intervención comunicativa sobre los problemas de comportamiento. Madrid: Alianza.
Gómez, J. C., Sarriá, E., Tamarit, J., Brioso, A. y León, E. (1995). Los inicios de la
comunicación: Estudio comparado de niños y primates no humanos e implicaciones
para el autismo. Madrid: Ministerio de Educación y Ciencia (CIDE).
López, G. y Abad, J. (2000). El trabajo en el aula con niños pequeños con autismo. En
Rivière, A. y Martos, J. (Eds.). El niño pequeño con autismo. Madrid: APNA; (pp. 107-
126).
Schaffer, R. H. (1984). The child’s entry into a social world. Londres: Academic Press.
Traducción castellana: Interacción y Socialización. Madrid.
Sussman, F. (1999). More than Words. Helping Parents Promote Communication and
Social Skills in Children with Autism Spectrum Disorder. Toronto: The Hanen Center.
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(1) Publicado en Martos P., Juan y Pérez J., Marisa (coords): Autismo. Un enfoque
orientado a la formación en Logopedia. Colección: Logopedia e Intervención. Serie:
Patologías. Edit. Nau Llibres, Valencia 2002.