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La leyenda del Paititi:

versiones modernas y coloniales

Vera Tyuleneva

Hoy en día, en Cuzco es ampliamente conocida y difundida la versión urbana de la


leyenda sobre el Paititi. En esta versión el Paititi se interpreta como una ciudad perdida en la
selva, donde se refugiaron los incas que habían escapado de los españoles en la época de la
conquista y donde están escondidos fabulosos tesoros. Esta tradición urbana de por sí es
muy interesante, pero en el caso del presente artículo nuestra atención se concentra alrede-
dor de sus raíces, en la profunda, compleja y casi no estudiada tradición oral del campo y
testimonios históricos que yacen detrás de ella.
Al salir fuera de la ciudad del Cuzco, encontramos tradición oral sobre el Paititi en
abundancia en las zonas campestres del departamento del Cuzco, en los pueblos y comuni-
dades al sur y norte de la capital, y especialmente al este, en la pequeña ciudad de Paucartambo
y sus alrededores. El valle de Paucartambo está en la frontera entre la sierra y la selva alta, la
cual empieza a varios kilómetros hacia el este. Según las creencias del lugar, el Paititi está
escondido en esta selva, frecuentemente lo ubican en el territorio del Parque Nacional Manu,
Alto Madre de Dios.
Entre los cuentos sobre el Paititi se puede distinguir dos versiones polares, diferentes
por su género. La primera tiene una clara matriz mitológica. En ella el Paititi es un lugar utópico
(ciudad de oro\ a veces un país entero), con evidentes características sobrenaturales, cuyos
habitantes son los incas interpretados como personajes míticos. En muchos casos Paititi
existe fuera del espacio real (véase textos 1 y 2), en otros textos se relaciona con puntos
geográficos concretos (véase textos 3 y 4). Pero en ambos casos, en el camino hacia allá
aparecen circunstancias y obstáculos de carácter sobrenatural y se cruza la frontera entre el

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espacio rutinario, habitual y el "otro mundo" . A veces los narradores indican que a Paititi
tienen acceso solamente "indios netos" que tienen lazos consanguíneos con los incas.
Lamentablemente, hasta el momento los investigadores prestan poca atención a esta
leyenda. Presentaremos a continuación cuatro textos registrados en los años 1970 por Henrique
Urbano, único ejemplo que conocemos de estudio profesional sobre el tema'. (Urbano 1993).
(1) Paititi está en la misma selva, en el centro, en un pueblo de puro oro. Cuidan la
entrada de la ciudad dos leones y luego hay dos pueblos y un mar que hay que cruzar para
llegar adonde está el Inca. El mar es una ciudad grande. Se cruza a caballo sobre dos tigres.
Cuando se está parado, vienen los tigres, se meten entre tus piernas, y cabalgando te llevan
y te hacen cruzar el mar en un instante. Ellos mismos te traen de nuevo, siempre cruzando el
mar. Pero no es cualquiera que puede ir allá. Solo los campesinos netos que tengan cualida-
des físicas y ademanes de inca, peluca larga hasta la cintura, vestimenta inca, negra, tejido de
lana, poncho y ojotas.
En ese pueblo de Paititi vive el Inca. En la conquista los incas dirigentes no murieron.
Quienes murieron fueron las gentes, los soldados. Los incas son inmortales (Urbano
1993:294).
(2) El pueblo de Paititi es un pueblo grande de oro, donde se trabaja el oro. Son
hombres hijos de Dios, llenos de suerte [sami]. Allá se encuentran tres jefes: Qollarri, Incarrí
y Negrorri. De ellos depende la vida de todo el mundo porque son ellos que rigen los
destinos de todos (Urbano 1993:294).
· En esta versión la leyenda del Paititi se superpone sobre el mito escatológico del
Incarrí (Inca-Rey). Incarrí es un personaje mítico, producto de combinación de varias persona-
lidades históricas, el Inca asesinado por los españoles que debe resucitar en el futuro y
restablecer en el-Perú "la edad de oro" de la época de los incas (Ortiz 1973). En otras versiones
del mito, este personaje está vivo en el presente y habita en un lugar escondido, en este caso
en Paititi. Los dos otros personajes, Collarrí y Negrorrí, como demuestra Henrique Urbano en
el artículo citado, son el resultado de la influencia del motivo bíblico de los Reyes Magos.
(3) Para ver el Paititi desde lejanía -dice-, después de llegar a Paucartambo se va
rumbo a Akhanaku. De ahí se ve un cerro alto, llamado Apu Kañihuay. Para subir a este Apu
y divisar el Paititi hay que hacer despachos de calidad. Si no se hacen como debe ser, jamás
se verá el Paititi ni jamás se podrá subir al Apu, porque antes que llegas a la punta caen rayos,
lluvia, viento, granizada. El Apu siempre baja a quien se cree valiente o machi to y peor aún a
los extranjeros. Y si llegas sin novedad a la punta del Apu Kañihuay, él te cubre todo y todo
con nubes de gran espesor y no puedes llegar a ver el horizonte. Y así puedes estar días y
noches, o en el Apu o lejos de éste y él no deja ver nada. Por eso el despacho es importante
(Urbano 1993 :294-295).
(4) Los incas son inmort_ales. Viven en Paititi. Se puede ver desde el cerro Kañihuay.
Es un cerro muy alto y de ahí se divisa la selva del Paititi (Urbano 1993:293).
La segunda versión moderna que trata de Paititi más bien es, o pretende ser, un relato
de hechos verídicos. En ella la ciudad perdida es unas ruinas antiguas, donde se encuentran
los tesoros de los incas, cuya cantidad depende del temperamento del narrador. La línea
narrativa suele consistir en un cuento sobre el protagonista, pastor o campesino, quien ha
ido allá y regresó, generalmente trayendo evidencias de su descubrimiento. A veces se
menciona que el afortunado se enriqueció fabulosamente con el tesoro encontrado.

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Lamentablemente, en la literatura especializada este tipo de relatos está ausente,


razón por la cual presentamos aquí un texto registrado por un amateur, el padre Juan Carlos
Polentini, sacerdote de Lares, quien recogió gran cantidad de valiosa información de diferen-
te índole sobre Paititi, desde la tradición oral moderna y fragmentos de crónicas hasta los
materiales de sus propios viajes en busca de esta ciudad, y publicó dos libros acerca del
asunto. Entre toda esta información encontramos varias narraciones anotadas de las pala-
bras de Arístides Muñiz, un famoso contador de cuentos sobre Paititi. En el momento de la
publicación de sus relatos, en 1979, Muñiz tenía 97 años y había pasado toda su vida en los
valles cerca de Paucartambo, donde las leyendas y cuentos de Paititi circulan con más
intensidad. Citamos aquí un fragmento de uno de los relatos que cuenta la historia de Florián
Llacta, pastor de la hacienda de Bedagurín que fue enviado por el hacendado a buscar el
ganado perdido. Muñiz la escuchó de la esposa del pastor alrededor de 1905.

Mi marido fue a buscar [el ganado] y se fue siguiendo la huella por el camino
incaico. Bajó un cerro. Existe el camino (es en el Apu Catinti, actualmente
Cumbrerayoc). Como encontró huellas del ganado, los pumas habían arriado
por todo ese camino. Así había llegado a una población incaica donde sola-
mente faltaban los techos a las casas pero que había tesoros al por mayor. Una
cosa admirable, y como mi marido estaba ya muy débil, sin comer, ni nada, sólo
había podido traer un choclo de oro y dos cráneos de dos reses que habían
acabado los animales. Así fue cargando esas calaveras las lleva a Bedagurín -
"Los cráneos, señor, aquí están, habían comido los animales, y he encontrado
todavía dos ganados vivos que he traído, y para que usted me crea, he traído
este choclo de oro de esa población". -"Entonces trae, pues, y regresa para
que me pagues el resto del ganado". El hombre traeóa lo que pudo.[ ...] La india,
dice el anciano, le indicó que las cumbres por donde pasó su marido y por
donde nace el río Chunchosmayo es el apu Catinti (Polentini 1979: 105-106).

El motivo del "vaquero perdido", que sirve de "marco" para el relato citado, aparece
en la versión "mitológica" así como en la "verídica" de las leyendas y cuentos sobre Paititi.
También constituye parte de otros relatos. El protagonista es un hombre pobre, a quien su
señor manda a la fuerza a buscar el ganado perdido y en la montaña le suceden cosas
extraordinarias. Sin duda se puede encontrar analogías de este elemento narrativo fuera de
Sudamérica.
Volvamos a la segunda versión del cuento sobre Paititi. Su protagonista generalmen-
te se presenta como una persona real, que vivió o vive en el mismo pueblo o comunidad que
el narrador, a quien él a veces declara conocer personalmente, a veces es su pariente o
antepasado. En algunos casos el relato se desenvuelve en primera persona y se remite al
pasado reciente. El detalle persistente es que el narrador trata de amarrar los acontecimientos
del cuento con la realidad, como prueba de su veracidad. En la mayoría de los casos se utiliza
la toponimia re~I. A veces el relato viene acompañado de una invitación a guiar al oyente a
las ruinas descritas (en el caso de que el oyente esté de acuerdo en financiar el viaje). Esto se
explica por el hecho de que esta clase de relatos sobre Paititi a menudo está relacionada con
restos arqueológicos reales, no registrados o poco conocidos, que abundan en la selva alta.

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Por supuesto, los detalles acerca de los fabulosos tesoros resultan ficción o, en el mejor de
los casos, exageración. Sin embargo, las mismas ruinas y su ubicación pueden resultar
realidad. Por los tanto, este tipo de relatos puede servir como instrumento útil para los
arqueólogos . Lamentablemente, los arqueólogos profesionales los ignoran y demuestran
escepticismo al respecto, pero existen ejemplos de descubrimientos de monuhlentos arqueo-
lógicos sobre la base de esos cuentos. En los años 1950, dos ingleses, Sebastian Snow y
Julian Tennant, guiados por una leyenda del Paititi, encontraron un pequeño monumento
arqueológico inca en la zona del moderno parque arqueológico Vilcabamba (Tennant 1958).
En 1979, los esposos Herbert y Nicole de Cartagena, en busca del Paititi a partir de la
tradición, encontraron en el Parque Nacional Manu un monumento interesante llamado
Mameria (Cartagena 1981 ). Infortunadamente, desde el momento de su descubrimiento este
resto arqueológico ha sido saqueado sin control, mientras las investigaciones profesionales
no han sido realizadas hasta ahora.
Los textos citados provienen del departamento de Cuzco, Perú. Según nuestros da-
tos, versiones parecidas existen en Bolivia oriental y otras, un tanto diferentes, en Paraguay.
Aquí no las discutimos por la insuficiencia de información, pero notamos la distribución
geográfica, circunstancia a la cual volveremos más adelante.
Pero ¿cuál es el origen de esta leyenda? Sería lógico buscar sus raíces en las crónicas
coloniales. En los textos de esta clase, el Paititi es mencionado relativamente poco y aparece
en un contexto completamente diferente. El Paititi colonial es un topónimo (nombre de un
cerro, río, etc.) que en algunos textos marca la frontera oriental del imperio de los incas. En
otros casos se habla de una "tierra rica" en la selva amazónica al este de los Andes, que fue
descubierta por los incas en una de sus expediciones militares. Los incas la conquistaron o
fundaron ahí sus colonias, pero en ambos casos esta tierra conservó su autonomía. Después
de la conquista española, una parte de los incas del Perú migró al Paititi, y sus descendientes
seguían viviendo allí en paz a lo largo de todo el siglo XVII y posiblemente también en la
primera parte del siglo XVIII. En estas épocas se encuentran documentos que lo mencionan
como un país vivo y habitado. En el siglo XIX estas referencias desaparecen. Como sinóni-
mo del nombre Paititi frecuentemente se usa "Mojos" o "Musus" 1•
Estudios históricos sobre este asunto son igualmente escasos, como los trabajos de
la tradición oral moderna sobre el Paititi. Probablemente, la única obra significativa es el libro
del historiador argentino· Roberto Levillier: Paititi, El Dorado y las Amawnas (Levillier
1976). El trabajo fue publicado varios años después de la muerte del autor y consiste en los
materiales sueltos organizados por sus parientes y amigos. Sin embargo, el valor del libro es
indiscutible. Su mayor mérito, a nuestro parecer, es el uso de fuentes escritas poco conoci-
das pero muy interesantes. La más interesante para nosotros es "Informaciones hechas por
Don Juan de Lizarazu sobre el descubrimiento de los Mojos", documento original de Bolivia
oriental del año 1636, que reúne testimonios de varias personas que participaron en expedi-
ciones en busca del Paititi o disponían de otra información va.liosa al respecto (Lizarazu
1906). Levillier incluyó en su libro unos fragmentos de este documento, pero dejó sin aten-
ción muchos datos valiosos. Por lo tanto, nos dirigimos a la fuente original.

No hay que confundir este nombre colonial con su uso moderno referente a los Llanos de Mojos, en
Bolivia. Probablemente, su significado ha cambiado (véase infra) .

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La relación más completa y detallada sobre Paititi (de todas las que conocemos por el
momento), que aparece en el documento en primer lugar, pertenece al padre Diego Felipe de
Alcaya. Según el texto, el testimonio fue anotado por Alcaya de las palabras de su padre, el
conquistador Martín Sánchez de Alcayaga, quien, a su vez, recibió estos datos de don Carlos
Inca, hijo de Paullu Inca, el representante de la alta nobleza incaica que colaboraba con los
españoles. Es un caso excepcional que el nombre del informante se conozca con tanta preci-
sión. De los informes de otras personas en el mismo documento se puede concluir que el relato
de Alcayaga tenía amplia difusión en aquellos tiempos. Así, en la relación de Lorenzo Caballero
(Lizarazu 1906: 171-182) encontramos las palabras que él atribuye a Gonzalo Solís Holguín:

[... ] y para mí, como aquel que gastó la flor de sus años con todos los Gober-
nadores y Capitanes que han yntentado este descubrimiento guiados por vna
rrelación que Don Carlos Ingá dio a Martín Sánchez de Alcayaga.

Probablemente esta versión sirvió como base para muchas otras y creó la amplia fama
del Paititi. Considerando el valor de este testimonio, citamos aquí completamente la parte del
texto de Alcaya que se refiere al Paititi (véase Anexo).
Repiten la misma información dentro del mismo documento, en forma reducida y con
algunas variaciones, Lorenzo Caballero y Francisco Sánchez Gregorio. Posiblemente ellos
habían leído el texto de Alcaya antes de proporcionar sus propios testimonios o habían
conocido este relato antes. Como ya hemos mencionado, él era muy famoso .
Este testimonio tiene como prototipo un cuento oral, el cual, como hemos observado,
había pasado por muchas "manos" y con razón puede ser considerado como parte de la
tradición oral. Sin embargo, es totalmente diferente de las versiones modernas sobre Paititi.
Por analogía con el género de "historia oral", se le podría llamar "geografía oral". Ejemplos de
este género, que abundan en crónicas coloniales, son descripciones de lugares remotos, que
el autor no pudo visitar personalmente, y de los cuales narra de oídas. Se puede discutir
mucho sobre la veracidad de esta clase de datos. En nuestro caso hablan a su favor los
siguientes hechos:
1. En el relato de Alcaya no hay evidentes exageraciones, ni elementos sobrenatura-
les o claramente imposibles (aparte del episodio de la aparición del demonio al Inca). Al
mismo tiempo hay muchos detalles, que con poca probabilidad pudieron nacer "desde la
nada", que lo hacen verosímil. Lo más impresionante es la descripción del templo principal.
En otras crónicas descripciones parecidas corresponden a lugares reales y han recibido
comprobaciones materiales.
2. La descripción del viaje de Manco Inca se superpone muy bien sobre la geografía
real , que en aquellas épocas los españoles todavía conocían poco. Trazando su ruta en el
mapa se puede concluir que él llegó a Bolivia oriental cerca de la moderna ciudad de Santa
Cruz, luego bajó hacia el norte por el río Guapay (afluente de Mamoré), luego por Mamoré
hasta su confluencia con Guaporé (Manatti), donde construyó un puente; luego dio vuelta
hacia el este y stibió a los cerros de la sierra de Paresis (Brasil occidental, estado de Rondonia).
A la misma conclusión llegó Levillier. Autores de otros testimonios de la colección de Lizarazu
directamente nombran la sierra de Paresis como ubicación del Paititi, entre ellos Jerónimo de
Villarnao, el sacerdote de la expedición de Gonzalo Solís Holguín:

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Dixeron estos yndios que llamamos Torococis, que los yndios de la tierra
adentro tenían platta, principalmente los que pensamos que son los Yngas
retirados del Pirú ... Y hace esto también probable, por ser la tierra que después
se sigue de diferentes temples, como lo vieron y experimentaron los españoles
que havrá treinta y dos años poco más ó menos fueron á los Pareche~, donde
hallaron tierras y provincias de temple frío, y se descubrían grandes cordille-
ras y cerros muy altos que ay en medio desta tierra. Y que los indios Yngas se
tiene por cierto, conforme á la noticia que dello se ha tenido, que están pobla-
dos al pie de vn cerro grande por donde pasa vn rrío caudalosso, -que los
naturales llaman Manatti (Lizarazu 1906: 154-155).

Vasco de Solís proporciona datos geográficos más exactos:

La noticia de la Tierra Rica de los Mojos, que también llaman el Paititi, donde
dicen están los Yngas poblados y tienen muchas provincias sujetas, tengo
por cierto, por lo que oy decir á los soldados viexos del Paraguay que havían
contado los indios Guarayies del Paraguay, y que fueron á descubrir hazia el
Norte por vn rrío avaxo, que llaman del Manati, que nace de las vertientes de
la cordillera de los Parechis destaparte hazia el Poniente y corre al Norte: dicen
que este rrío tiene vna legua de ancho en partes; desta misma cordillera nace
el rrío de la Platta de las vertientes de hacia Levante que corren al Sur. Estos
yndios Guarayies fueron siempre topando yndios bárbaros[ ... ] y que este rrío
se junta con el rrío Grande, y parten la cordillera del Pirú y de los Parechis. Y
suvieron arriba á la cordillera de los Parechis, y vieron grandes poblaciones; y
vna yndia que llevava un carnero de diestro, la coxieron, y ella dio grandes
voces, pidiendo socorro, y los dichos Guarayes cargaron con ella y con el
carnero de la tierra á cuestas á su alojamiento; á donde dieron en ellos los
Yngas con hondas y piedras, que les obligó á ponerse en huyda (Lizarazu
1906:182-183).

3. Los datos del testimonio de Alcaya, que pasaron varias veces de un narrador a
otro, encuentran paralelismos en la información de otros testimonios de la misma colección.
Alonso Soleto Pernia, participante de varias expediciones, cuenta lo que había visto
con sus propios ojos en los lugares que se·creían en cercanía inmediata del Paititi :

Y ansí dimos en los caminos, en un descansadero suyo aliamos muchos árbo-


les arrancados, las rayces tenían puestos hacia arriba como á manera que de-
cían, vean la fuerza de yndios que en esta provincia ay, y no se atrevía nadie á
venir á nuestras tierras. Y en estos árboles arrancados estavan pintados ros-
tros de demonios, digo labrados, con muy sutiles rremientas, de manera que me
pareció que era para adorar cada vez que llegavan ay (Lizarazu 1906: 199).

U na descripción parecida aparece una vez más en el mismo testimonio. Según la lógica
de la narración es otro episodio, pero también es muy posible que sea un error y ambas

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descripciones se refieran al mismo Jugar. Esta descripción nos hace recordar el ídolo principal
del templo de Paititi, del cual habla Alcaya. En otra parte de la misma relación de Alonso Soleto
Pernia encontramos una referencia al objeto muy parecido al altar mayor dd templo de Paititi:

[.. .] y hallamos vn púlpito á manera de olla, y era de peña redonda y tenía su


suvideropara subir arriva en la misma peña labrado; y subí á verlo y comencé
á dar voces arriva, y me dixo vn indio, haciendo seña, que me vaxasse porque
no se enoxasse su dios (Lizarazu 1906:201 ).

La mayoría de los autores de las "informaciones" mencionan elementos claramente


incaicos en la descripción de la población de la sierra de Paresis, los cuales habían observa-
do personalmente o de los cuales habían escuchado, entre ellos camélidos domesticados,
vestimentas de algodón y/o lana parecidas a las incaicas, maíz, hondas, adornos de metal
(con más frecuencia se menciona plata), caminos "anchos y limpios". En el testimonio de
Sánchez Gregorio, en el mismo episodio con el viaje de los indios guaraní, el cual narra
también Vasco de Solís se menciona también "casas y corrales de tapia" (Lizarazu 1906: 190).
Aquí terminamos con las "Informaciones" de Lizarazu, de las cuales hemos citado y
analizado solo pequeños fragmentos que tienen para nosotros mayor importancia, y pasamos
a otras fuentes escritas coloniales. El relato más cercano al testimonio de Alcaya es de Garcilaso
de la Vega. Su Comentarios Reales es probablem~nte la más conocida y leída de las crónicas
peruanas, pero al mismo tiempo es la que causa más desconfianza entre los especialistas. En la
obra de Garcilaso encontramos una narración bastante prolija sobre una expedición inca al este
que claramente se asemeja al relato de Alcaya (es posible que Garcilaso haya conocido una de
las repercusiones del cuento de Alcayaga), aunque con varias diferencias substanciales:
1. Garcilaso no menciona el nombre Paititi, en su lugar usa "Mojos" y "Musus".
2. Ubica la expedición en los tiempos de Tupac Inca Yupanqui, es decir, por lo menos
una generación antes que en la versión de Alcaya. Posiblemente es resultado de interferen-
cia de otra versión, contada por Sarmiento de Gamboa, la cual citaremos más adelante.
3. Según Garcilaso, la expedición bajó en balsas por Amarumayu, que generalmente
se identifica con Madre de Dios. Es una ruta completamente diferente, aunque por fin lleva
hacia aproximadamente la misma zona: la parte norte de la sierra de Paresis. Al mismo tiempo
Garcilaso indica que los embajadores que fueron de regreso de los Musus a Cuzco para
informar al Inca sobre el descubrimiento dieron una gran vuelta para llegar a la capital.
Posiblemente se trata de la ruta por Bolivia oriental, que se consideraba más fácil, aunque
mucho más larga. (Un viaje río arriba por Madre de Dios en aquellos tiempos habría sido
sumamente difícil.)
No citamos aquí el texto completo de Garcilaso por ser muy largo y por ser la obra
original accesible a todos los lectores.
Otro cronista de gran autoridad, Pedro Sarmiento de Gamboa, en su Historia Índica
describe de manera totalmente diferente la expedición realizada por el joven Tupac Yupanqui
a la selva orierltal acompañado por sus capitanes Otorongo Achachi y Apo Curimache.

Conquistó Topa Inga y sus capitanes desta vez cuatro grandes naciones. La
primera fue la de los llamados Opataries y la otra llamada Manosuyo y la

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tercsera se dice de los Mañaries ó Yanaximes, que quiere decir los de las bocas
negras, y la provincia del Río y la provincia de los Chunchos. Y por el río de
Tono abajo anduvo mucha tierra y llegó hasta los Chiponauas. Y por el cmino
que agora llaman de Camata, embió otro grande capitán suyo llamago Apo
Curimache, el cual fue la vuelta del nacimiento del sol y caminó hasta el río, de
que agora nuevamente se ha tenido noticia, llamado el Paytite, adonde puso
los mojones del Inga Topa (citado en Levillier 1976:7).

Cristóbal Vaca de Castro nos da una breve referencia en relación con las conquistas
del Inca Pachacuti, padre de Tupaq Yupanqui:

Los que no podía por armas y guerra los trajo a sí con halagos y dádivas que
fueron las provincias de los Chunchos y Mojos y Andes hasta tener sus forta-
lezas junto al río Paitite y gente de guarnición en ellas (citado en Levillier 1976:6).

Como podemos ver, en ambos casos no se trata de un descubrimiento y colonización


de una nueva tierra llamada Paititi. Esta tierra ni siquiera se menciona. Está presente solamen-
te el topónimo Paititi como nombre de un río . Pero si analizamos otros topónimos que
aparecen en el texto se hace evidente que la ruta de la expedición descrita por Sarmiento fue
por la cuenca de Madre de Dios. El río Tono, que conserva este nombre hasta hoy, es uno de
los afluentes de Alto Madre de Dios. La tierra llamada Manosuyo es, sin duda, la zona
geográfica alrededor del río Manu, otro afluente de Madre de Dios, que dio nombre al Parque
Nacional Manu. Según Garcilaso, en la misma zona se ubica un lugar llamado Camata. Pode-
mos suponer que el misterioso río Paititi es el mismo Manatti o Guaporé que según Vasco de
Solís (véase supra) separaba los Andes de la sierra de Paresis y servía como frontera natural
de las tierras de Paititi . Es posible también identificarlo con la parte baja del río Mamoré, en el
cual desemboca Guaporé y que luego se junta con Madeira. Un estudio más profundo de la
toponimia y etnonimia histórica podría facilitar la interpretación de estos textos.
Si nos tomamos la libertad de suponer que todos estos testimonios están basados en
una verídica información geográfica, esta información consistiría en los siguientes elementos:
1. En la parte septentrional de la sierra de Paresis (posiblemente también en la meri-
dional) en los tiempos de los incas y tal vez hasta el siglo XVIII existía un país rico y bastante
desarrollado, un proto-estado o unión detribus.
2. Relacionados con este país están los topónimos Paititi, Mojos y Musus. Paititi, si
no aparece directamente como su nombre, era un importante topónimo local (asociado con
un río, cerro o laguna) o el nombre de su gobernador.
3. Los incas tenían contactos permanentes o esporádicos con este país. Gente proce-
dente del imperio inca vivía allí, fundaron colonias y aun posiblemente conquistaron una
parte de él. Con ellos penetraron allá elementos culturales incaicos. Después de la conquista
española del Perú, los incas migraron allá y algún tiempo mantuvieron allí su modo de vida
antiguo, con influencia de normas locales. Se podría hablar de un enclave cultural inca en la
sierra de Paresis.
4. Hacia Paititi existían tres rutas que correspondían a las tres grandes vías fluviales.
Una de ellas iba a través de Bolivia oriental, por el río Mamoré hasta su confluencia con

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Guaporé. La otra comenzaba al este de Cuzco y seguía por Madre de Dios hasta su confluen-
cia con Madeira; y la tercera iba desde Paraguay, subiendo por el río Paraguay y luego
bajando por Guaporé (Manatti). Esta última ruta se menciona en el testimonio de Vasco de
Solís (véase supra), en el relato del viaje de los indios guaraní; el mismo camino siguieron
varias expediciones españolas en busca del Paititi, aunque ni una de ellas llegó a su objetivo.
Es fácil notar que los comienzos de las tres rutas coinciden con las zonas de difusión de la
tradición oral moderna sobre el Paititi. Es posible que esta tradición haya crecido a base de la
comunicación real con este país que existía en el pasado. Con el tiempo, el Paititi real se borró
de estos relatos. El Paititi de !os cuentos casi siempre se ubica en la cercanía al lugar donde
circula la leyenda, "detrás de aquel cerro". Se puede decir que ahora cada pueblo tiene su
propio Paititi. Sin embargo, no se puede negar la posibilidad de que haya existido un solo
prototipo real para estos cuentos, en la confluencia de las tres rutas mencionadas.
Las literaturas histórica y etnohistórica con frecuencia ubican al Paititi en la región de
Bolivia oriental que se llama Llanos de Mojos (véase Metraux 1963). Estas tierras bajas, en
parte pantanosas, estaban pobladas en la época de la conquista, así como ahora, por los
indios mojos (al lado de otras tribus), que pertenecen a la familia lingüística arawaka. Este
grupo étnico es bien conocido gracias a los documentos escritos por misioneros (Castillo
1906; Altamirano 1891; Anónimo 1743).
En los siglos XVII y XVIII los jesuitas desarrollaron una intensa actividad en aquella
zona. En el año 1715, en las tierras de los mojos funcionaban 15 misiones católicas. Los
misioneros simpatizaban con los indios mojos considerándolos "civilizados": ellos usaban
vestidos de algodón y abundantes adornos de metal (plata), vivían en grandes poblaciones
y desarrollaron una alta tecnología en ingeniería y agricultura. Este último logro cultural fue
apreciado debidamente solo en los años 1960, cuando la región empezó a estudiarse desde
posiciones arqueológicas (antes fueron realizadas solo rudimentarias investigaciones ar-
queológicas por Erland Nordenskii:ild en los años 1910, véase Nordenskii:ild 1916, 1918). Las
primeras publicaciones especiales acerca del tema aparecieron en los años 1960 (Denevan
1966, 1970). La verdadera escala de construcciones de los mojos fue apreciada gracias a la
exploración y filmación desde el aire que se realizó desde fines de los años 1950, iniciada por
el geólogo Kenneth Lee (Lee 1979). En años recientes se ha llevado a cabo intensas investi-
gaciones en las tierras de los mojos, y, relacionados con ellos, los indios bauré, por el
arqueólogo norteamericano Clark Erickson de la Universidad de Pennsylvania. Sus proyec-
tos están dirigidos hacia el registro y conservación de amplias zonas arqueológicas, así
como hacia la restauración de las antiguas tecnologías agrícolas, cuya eficacia ha sido
comprobada (Erickson 1995, 1998, 2000). Entre los restos arqueológicos de los mojos y bauré
se destacan poblaciones fortificadas, rodeadas con fosos y palizadas; lagunas artificiales,
muchas de las cuales tienen forma geométrica rectangular o cuadrada; canales que servían a
fines agrícolas y también como vías de comunicación; caminos ligeramente elevados, lo cual
evitaba su inundación en la temporada de lluvias; campos de camellones que, según los
recientes experimentos agrícolas, resultaron tan eficaces que eran capaces de alimentar una
población mu\:has veces más grande que la moderna población de los Llanos de Mojos.
Los autores que identifican "Mojos" con "Paititi" basándose en las crónicas no
toman en cuenta la diferencia entre el significado moderno y el colonial del nombre Mojos. El
territorio que se llama actualmente Llanos de Mojos es un conjunto de tierras bajas en la

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cuenca del río Mamoré. En la época colonial, cuando los conocimientos de los europeos
sobre estas tierras eran bastante confusos, la denominación Mojos era mucho más indefini-
da y amplia. Una de las fuentes más importantes y tempranas sobre este territorio son los
mismos informes de la expedición de Gonzalo Solís Holguín y las "Informaciones" de Juan de
Lizarazu, que ya hemos citado muchas veces. Los participantes de esta expedición, bajando
por el río Mamoré, llegaron a los Llanos de Mojos y observaron poblaciones de los indios que
en la crónica se llaman Toros y que sin duda constituían una parte de los Mojos históricos. Casi
todos los informes empiezan con una fórmula como: "Relación verdadera del descubrimiento
de los Toros, Mojos o Paititi ...". Este preámbulo realmente crea la ilusión de que las tierras
descubiertas por Solís Holguín eran el legendario Paititi. Sin embargo, en las mismas narracio-
nes sobre el viaje el nombre Paititi no se aplica concretamente a las tierras y tribus encontradas.
Las llaman Toros o Mojos. La palabra Paititi reaparece en relación con la "noticia de los incas
refugiados", la cual se repite en varios informes aparte del pintoresco relato de Alca ya. Todas
estas versiones, directa o indirectamente, indican que la ubicación de estos "incas refugiados"
fue la parte norte de la sierra de Paresis. En algunos textos aquel lugar figura directamente bajo
este nombre. Allá no llegó ni la expedición de Solís Holguín ni ninguna otra expedición de los
conquistadores españoles. Todo esto lleva a la conclusión de que en el uso colonial del
nombre Mojos hay que diferenciar "Mojos = Llanos de Mojos", lo que corresponde a su
significado moderno, y "Mojos= Paititi", la tierra montañosa adyacente en la orilla opuesta del
río Guaporé. En realidad, Paititi constituía sólo una parte del territorio llamado Mojos, pero
estos dos nombres podían ser usados como sinónimos, así que los conquistadores que llega-
ron a las fronteras de Mojos pretendían ser descubridores de "Mojos o Paititi".
Existe también otro argumento a favor de la diferencia entre los Llanos de Mojos y
Mojos-Paititi. Aparte del río Mamoré, el río Madre de Dios era otra vía fluvial que llevaba allá.
Ya hemos mencionado una expedición inca descrita por Garcilaso que bajó por Amarumayu
(Madre de Dios) y llegó al país de los Musus o Mojos . La veracidad de Garcilaso en muchos
casos ha causado dudas. Pero hay que tómar en cuenta el hecho de que los españoles varias
veces intentaron bajar por este río en busca de Mojos o Paititi (la más famosa es la expedición
de Maldonado), lo cual significa que los rumores sobre esta ruta en la época colonial eran
abundantes y persistentes. Basta una mirada al mapa para entender que un viaje a la región
de Llanos de Mojos por Madre de Dios carece de todo sentido. En este caso, Mojos o Paititi
tuvo que ser ubicado en algún otro lugar. Al mismo tiempo, notamos que la parte baja de
Madre de Dios, donde se junta con el río Beni, está en la cercanía inmediata de la parte
septentrional de la sierra de Paresis (o serrados Pacaas Novos).
Hoy en día la sierra de Paresis, a pesar de su cercanía territorial a los Llanos de Mojos,
en los aspectos étnicos y culturales es completamente distinta. Tal vez es el resultado de
diferencias en las condiciones climáticas. El margen derecho del río Guaporé está poblado
por numerosas tribus pequeñas. El mapa lingüístico demuestra una combinación heterogénea
de las familias tupi (arua, macurap, wayoro y otros), ge (yabuti, aricapu) y caribe (palmella,
hoy extintos), así como de grupos lingüísticos aislados (chapacura y otros). Posiblemente
los indios chapacura habían migrado desde los Llanos de Mojos y sus ancestros muchas
veces son mencionados por los participantes de la expedición de Solís Holguín, en las
"Informaciones" de Lizarazu, bajo el nombre de tapacura. La familia lingüística arawaka, a la
cual pertenecen los mojos, no se presenta en esta zona. Algunas tribus practicaban caniba-

202 Revista Andina


Vera Tyuleneva: La leyenda del Paititi: versiones modernas y coloniales

Iismo, lo cual hasta épocas recientes detuvo a los colonizadores. Claude Levi-Strauss, du-
rante su viaje a Brasil, visitó a los indios nambicuara, que viven relativamente cerca. En los
años siguientes escribió un breve artículo, "Los indios del margen derecho del río Guaporé",
para el Manual de los indios sudamericanos (Levi-Strauss 1963). En este artículo caracteriza
la zona como "una de las menos estudiadas en Brasil". Asimismo, indica que las tribus
locales han sufrido considerables daños durante el boom de caucho. Por supuesto, desde
los tiempos del artículo de Levi-Strauss la situación con los conocimientos acerca de la
región ha cambiado. En los años recientes han aparecido estudios etnológicos y lingüísticos,
básicamente sobre los indios wari (Everett y Kern 1997; Conklin 200 I y otros). Sin embargo,
la zona permanece relativamente poco investigada desde el punto de visto etnológico. En el
presente, su mayor parte ocupa el Parque Nacional Pacaas Novos, fundado en 1979.
Los datos etnográficos modernos, tomando en cuenta su escasez, no muestran nin-
guna relación visible con los testimonios coloniales sobre el Paititi . Hay que recordar que la
situación étnica y cultural desde entonces pudo haber cambiado totalmente. Puede ser que
haya un eslabón de enlace informativo en las fuentes escritas portuguesas de la época
colonial tardía (siglo XVIII), cuando estos territorios eran explorados desde el lado brasileño
(Goncalves da Fonseca 1874 y otros). Notamos un detalle interesante: en el mismo Manual
de los indios sudamericanos (vol. 3:284) encontramos el mapa "Las tribus de Brasil Central"
compilado por Kurt Nimuendaju, donde aparte de los grupos étnicos modernos se indican
las tribus extintas, conocidas sólo por los documentos etnohistóricos. En la orilla derecha
del río Guaporé, en la parte norte de la sierra de Paresis, se puede ver el nombre "Patiti" con
la fecha de 1769. De qué fuente procede esta información de Nimuendaju, no sabemos
todavía, pero el hecho de la existencia de tal fuente nos parece prometedor.
La realidad de la existencia del Paititi en la sierra de Paresis puede ser comprobada o
negada definitivamente sólo por medi o de investigaciones arqueológicas detalladas en la
zona. Según lo que conocemos, hasta ahora los arqueólogos brasileños no han realizado
tales investigaciones, probablemente por las condiciones geográficas y climáticas bastante
difíciles, así como por su lejanía de los grandes centros urbanos. También hay que tener en
cuenta que en Brasil el interés por este tema es menos intenso que en el Perú, Bolivia y
Paraguay. Las prospecciones arqueológicas pueden dar resultados fácilmente sólo en el
caso de la existencia de unos restos arquitectónicos de piedra. En el caso opuesto las
posibilidades de éxito son pocas, porque en la selva otros materiales se destruyen rápida-
mente o son muy difíciles de encontrar, y la existencia del Paititi quedará como una pregunta
pendiente. Esperamos que respectivas investigaciones serán reali zadas en el futuro próximo
y resolverán este problema.
Como hemos observado sobre la base de los textos citados, la tradición oral sobre el
Paititi en realidad consiste en tres fenómenos bastante diferentes entre sí por el contenido
narrativo, así como por el género, y por lo tanto requieren diferentes enfoques en su estudio
e interpretación :
1. Cuentos de carácter mitológico, donde el Paititi aparece como un "lugar encanta-
do", "mundo Jparte", con evidentes atributos sobrenaturales; sería lógico considerarlos en
el contexto de la cosmovisión mítica local.
2. Cuentos formados alrededor de "ruinas", donde "Paititi" es el nombre atribuido a
restos arqueológicos reales ; pueden ser enfocados en el contexto de los conceptos y leyen-

N2 36, primer semestre del 2003 203


Artículos, notas y documentos

das relacionadas con "tesoros" y la actividad de huaquería, asimismo pueden servir de


manera práctica a los arqueólogos para identificar monumentos desconocidos.
3. Testimonios que contienen fuentes históricas coloniales, donde el Paititi se pre-
senta como un país lejano que existía en aquella época en la zona selvática, ~l oeste de los
Andes, que tenía contactos con el mundo andino, que posiblemente daba refugio a los
emigrantes del Perú y donde se conservaron ciertas influencias de la cultura inca en los
tiempos de la post-conquista. Este material narrativo-descriptivo que trata de grandes exten-
siones geográficas, largos viajes y lugares alejados, puede ser clasificado como "geografía
oral". Aunque se conoce básicamente por los textos escritos, sus raíces indudablemente
yacen en la tradición oral. A diferencia de las manifestaciones de la cosmovisión puramente
mítica, textos de esta clase hablan de puntos geográficos reales, pero con diferente grado de
exactitud, a veces con detalles sobrenaturales, distorsiones y exageraciones (los límites
entre un mito y una descripción verídica son realmente bastante indefinidos para una perso-
na que no conoce los lugares descritos por su propia experiencia). Textos de esta clase
abundan en crónicas americanas, así como en otros escritos de la época de grandes descu-
brimientos geográficos. Material de esta categoría se encuentra también en obras más tem-
pranas de carácter histórico y geográfico del Viejo Mundo (griegas, romanas, europeas
medioevales, árabes, etc.). En el estudio de la "geografía oral" es indispensable tomar en
cuenta su carácter ambivalente: por un lado puede contener elementos míticos, que son
válidos para hacer conclusiones sobre la cosmovisión, la visión subjetiva del mundo , los
conceptos de organización del espacio propios de una cultura determinada; por otro lado ,
puede servir como fuente objetiva de información histórica y geográfica. Para analizar y
apreciar esta clase de textos de manera completa es necesario separar debidamente estos dos
aspectos, sin subestimar ninguno de ellos.

Vera Tyuleneva
Universidad de San Petersburgo

204 Revista Andina


Vera Tyuleneva: La leyenda del Paititi: versiones modernas y coloniales

Anexo. Lizarazu 1906:124-138

Relación cierta que el Padre Diego Felipe de Alcaya, Cura de Mataca, envió á S.E. el
Señor Marqués de Montes Claros, Visorrey de estos Reynos, sacada de la que el Capitán
Martín Sánchez de Alcyaga, su padre, dexó hecha, como primer descubridor y conquistador
de la Governación de Santa Cruz de la Sierra y primer poblador, el cual con particular cuidado
y estudio fué asentando todo lo que en su descubrimiento sucedió; y en especial de la Tierra
Rica, que Mango Inga, segundo Cappitán deste nombre, tiene conquistada, que oy posee en
grandísima felicidad por su gran prosperidad, llamada Paytitti, en la cual tiene descubierto
todo género de metales hasta el más lucido que es el oro, saca perlas de la laguna que ciñe
por una falda el cerro Paytitti, saca piedras de todos colores de grande estima ...

[ ...]

El Ynga del Cuzco envió á su sobrino Mango Ynga, segundo de este nombre, á la
conquista de los Chunchos, gente caribe que tienen ocupadas todas las faldas del Cuzco,
Chuquiago y Cochabamba. El cual entró con ocho mil yndios de armas, llevando consigo á
vn hijo suyo; y con próspero sucesso llegó a los llanos de essa cordillera, que viene á ser
toda vna con la de Sancta Cruz de la Sierra, aunque hay mucha tierra y grandes rríos que
vaxan de estas cordilleras, y muchos pantanos y anegadizos. El cual también llevaba el título
de Rey de las provincias que conquistasse.

[... ]

Y habiendo llegado al rrío grande de Guapay, sobre cuya barranca están fundadas las
dos ciudades de San Lorenzo y Santa Cruz, poco más de cien leguas abaxo de estas ciudades
Je passó sin pérdida de un yndio, porque ya los naturales Je avían conocido, y de como no
quería quedar en sus pueblos, le dieron ynfinidad de canoas, con que hizo su viaxe entre el
Norte y el Oriente. Y llegando á otro rrío caudaloso, que en partes tiene legua de ancho,
llamado Manatti, que corre al pie de otra larga cordillera, hizo con su gente vna puente de
crizneja, después de haber considerado el sitio más aparejado, que tiene oy día vivo, reno-
vándola cada año, que es lugar más angosto, que con una teja se pasa á la otra parte, donde
tiene puesto este gran Señor, por sello y señal de que comienza desde allí su Reyno, vn
carnero de piedra.

Y subió después de haber pasado toda su gente, la cordillera, que tiene poco menos
de legua, pensando que como tenía la suvida tenía la vaxada. Y puesto en Jo alto se save que
es toda en igual alteza, de estremado temple, la más es rrassa ; ay muchas yslas en estos
llanos, de árboles frutales; ay morales y rrobredales, arboleda de España; muchos arroyos de
alegres aguas . .ponde alió ynnumerables probincias de diferentes naciones, gente limpia,
que tienen sus ciudades cercadas de unos iguerones que dan igos blancos, y los caminos
limpios de á quince pies de ancho, gente bestida de algodón y labradora; y sin ninguna
dificultad ni tomar armas, rrecivieron á este dichoso Rey y lo rreconocieron por Señor hasta
oy; que al juizio de los pilotos tiene este Reyno más de mil leguas de Jonxitud y cuatrocientas

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Artículos, notas y documentos

de ancho. Y considerando la dispusisión de la tierra, pobló a las espaldas del cerro llamado
Paititi , donde dicen los naturales Guarinis que han entrado después acá á ber á este potente
Señor, que en este cerro se alla en partes plata corrida, y de allí sacan su metal y la acrisolan
y funden y sacan la plata limpia. Y assí como acá fué caveza de estte Reyno el Cuzco, lo es
1
agora en aquel grandioso Reyno el Paytitti, llamado Mojos.

Y después que dio asiento á las cossas tocantes á la nueva ciudad, que es la mayor
que acá tuvo el Ynga, porque este dichoso Rey no desmembró su gente sino siempre la tuvo
en vn cuerpo, y asegurado su Reyno aquello que primero sugetó lo mexor que pudo mudan-
do vnos de una parte á otra, despachó á su hijo Guaynaapoc, que quiere decir en su lengua
Rey chico ó Rey mozo, al Cuzco, á que diese quenta de la conquista que su padre havía
hecho á su tío el Ynga; y no le emvió plata ni oro ni cosa que oliese á estima, porque no le
quitase lo que tanto sudor y fatiga le había costado, antes le mandó y encargó el secreto de
la Tierra Rica, diciéndole, que si quería ser Señor de los que havía visto, que sólo dixese al
Ynga que no se havía allado más de aquel cerro de plomo, que es el Paititi, que titi en su
lengua es el plomo y pay aquel; y lo mismo encargó á quinientos yndios que le dio de los
ssuyos para que le fuesen sirviendo hasta el Cuzco, y les mandó que truxesen sus mugeres
e hijos, y las tías y madre de su hijo y las de los que con él quedavan, y que dixesen al Ynga
que, por ser aquella tierra más aparejada para sus labranzas y crianzas, se ha vía allí poblado,
y que le emviasen carneros y semillas de esta tierra, y que toda la rriqueza quedava en las
faldas del Cuzco, como es verdad, que se saca en nuestros tiempos el oro en Caravaya,
Simaco y en otros lugares.

Llegado pues el Rey chico á la ciudad del Cuzco, alló la tierra por Gonzalo Pizarra, y á
su tío presso por la muerte del Rey del Quitto, y el otro Y nga retirado en Vilcabamba. Y con
esta ocasión hermosa, combocó él de su parte y los yndios que traya de la suya, á que le
siguiesen á la nueva tierra que tenía su padre descubierta, llamada Mococalpa, bocablo
corrupto del español, que aora llamamos Mojos, de manera que, con la novedad de los
españoles, poco fué menester. Siguieron á Guaynapoc hasta veinte mill indios, aunque al
juicio de los yndios del Cuzco pasaron muchos más de los que se havían retirado á Vilcabamva
con su Rey, el cual volvió poderosso de gente de su nación; llevaron consigo gran suma de
ganados de la tierra y oficiales de platería, y de paso fué reduciendo por bien á los naturales
de los llanos, llevándolos consigo hasta la puente de criznexas, que está en el rrío Manatti , el
cual corre desde su nacimiento ducientas leguas del Sur al Norte y entra en este rrío de
Varranca; y de la otra parte del rrío del Manatti los plantó, sin que su padre huviese entendi-
do en cosa de tanta importancia. Y passó al Paytiti, donde fué de su padre y soldados muy
alegremente recevido, doblándoseles el gozo por la seguridad de su Reyno, por haver presso
al Rey del Cuzco el Marqués Don Francisco Pizarro.

Y no perdiendo tiempo, el viejo Mango Inga se fué estendiendo con esta gente,
sujetando la tierra y poblándola con los suyos, enseñando á labrar y poseer plata y oro á los
de la tierra, y á sacar perlas y piedras de todos colores de estima; que de éstas Don Lorenzo
Suárez de Figueroa, Gobernador que fue, emvió al Consejo, avrá veinte y dos años, la
muestra de esta verdad, y como lo cuentan los yndios de la provincia de los Paretíes, que

206 Revista Andina


Vera Tyuleneva: La leyenda del Paititi: versiones modernas y coloniales

vían sacar de aquella laguna las perlas, y de vnos cerros altos las piedras de colores, y que
vían salir y entrar al sol en esta laguna, de donde se ymfiere que no es laguna sino la mar del
Nortte.

Tiene este gran Señor grandes provincias sugetas, las cuales le sirven con amor por
ser la nación dócil y de lealtad; posee grandes tesoros, y lo que saca tiene en vnas casas á
modo de templos, con buena guarda; y mata asimismo vn carnero de la tierra, el más hermosso,
y le sacan la grassa, la cual misturada con la sangre del ynocente, derritiéndola, y él por sus
manos asperja primero al sol por donde sale, y luego á donde se pone, y luego á ssí, y
después á los circunstantes; no se hallan mujeres á este sacrificio, sino sus Capitanes y
Caciques de aquella tierra, naturales della, para que aprendan á hacer lo mismo.

Y esto hace en vna plazuela no muy grande, que tiene dedicada fuera de su ciudad,
con vna muralla, que por dentro da á los pechos y por de fuera es de dos estados, que la tiene
echa á posta; tiene dos altares de piedra en el medio de esta plazuela, que es echa en quadro:
el vn altar sirve para degollar criaturas, y el otro para los animales. Y desde vn extremo de la
plazuela sale vna calzada como calle, de la misma manera que la plaza, hasta el pecho sus
paredes fortíssimas, y por fuera de dos estados y algo más, de manera que ellos ven á los que
están fuera y los divisan todo.

La calzada es de diez brazas de ancho y de largo veynte, y sale á otra plaza, casi como
la de la ciudad del Cuzco, donde está vn templo grandioso y muy grande, que da temor entrar
en él, porque ay tantos púlpitos de vna parte y otra, puestos y arrimados á los lados del
templo, que es cossa de maravilla considerar cuán sujetos los tiene el demonio con esta
diabólica horden. Los púlpitos son hasta la cinta á modo de vna caxa de guerra, redondos y
gruesos, que vn hombre no los puede abarcar, y ensima su ydolo de plomo y estaño: esto es
de los Caciques y de lá gente noble ; y los de la gente hordinaria son de palo, todos peque-
ños , vnos son figura de monos, y otros de culebras, sapos, pájaros y otros animales que
produce y cría aquella tierra, que no la tengan puesta en aquel templo. Y á lo vi timo, ya cerca
de la pared, antes de llegar á ella como dos brazas, está vn grandioso altar, que tiene en
rredondo seys peañas ó gradas al rededor del altar hasta lo alto dél, de piedra famosa, y en el
altar está vn ydolo á modo de vn árbol arrancado que tiene muchas rrayces, cossa fiera, dos
codos de altto: es de plata vaciado, delgado como vn cuerpo de vn rreal sencillo, sirve de
cavellos del ydolo las rrayces del árbol arrancado, tiene una narís encorvada y grande, dos
ojos rasgados, y una boca grande con cuatro dientes fieros, el brazo derecho levantado y en
la mano vna escoba.

No tienen al Sol como sus antepasados, que tenían al Sol y le adoravan en el Cuzco,
porque, quando este Rey entró á este Reyno, se le apareció el demonio en esta figura, yendo
á vna nesesidad solo, el cual le yva limpiando por donde yba con esta escoba el suelo, y le
habló y dixo: nb temas, que yo soy el Señor desta tierra, en lengua quichua diciéndole,
"llastayoc micani", que quiere decir en lengua del Ynga, llastayoc el Señor de la tierra; y si tú
me hicieres vn templo en que aya memoria de mí y de ti, yo te daré este mi Reyno sujeto, que
aquesto mismo dixo al Redemptor en el desierto, y te mando que no adores al Sol sino á mí.

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Artículos, notas y documentos

Y assí, lo primero que hizo después de haver conqui stado algunos pueblos, fué edificar este
templo , yncitando el demonio para esta obra los ánimos de los naturales, que en breve
tiempo se acavó. Y assí le tiene puesto con la escoba en la mano .

Tiene dos brazas de espacio lo alto deste altar, y á la frente dél está hacia la entrada del
templo este ydolo, y á la rredondade su altar ay vnos jarritos de platta toscos, con que todos
brindan á seys ydolos , y son de ájeme (sic) de altto, y tantos que no ay número.

Entra el Rey primero y se va derecho al ydolo, y luego los yndios principales; llegan-
do el Rey, que lleva la criatura, á ofrecerá este ydolo, quitan estos jarritos, y sube el Rey, y lo
pone á los pies del ydolo, y luego se vaxa y se sienta frente á frente del ydolo, él enmedio y
todos los demás por todo el cuerpo del templo, y brinda el Rey tres vecesal ydolo con su
vevida y luego á los demás ydolos; detrás del ydolo está vn Cappitán sentado, el cual veve
las tres veces que le brinda el Rey por el ydolo; y este Cappitán, después que todos an
brindado por esta horden á sus ydolos, saca el niño y lo entierra en vna sepoltura, comen el
carnero crudo que sacrificaron entre todos, y hacen gran borrachera en esta plaza del templo,
donde ya están las mugeres del pueblo congregadas. Y ésta es la causa de no adorar al Sol.

Tiene rrepartidas las provincias á sus hijos este Rey primero, que ya murió , y quedó
Guaynaapoc, el Rey chico, que también se havrá muerto .

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