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Sin Temor Al Juicio, Roy Gane PDF
Sin Temor Al Juicio, Roy Gane PDF
com
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contramos moldean nuestras vidas y actitudes. Es la fuente de estos
conflictos la que mayormente determina su naturaleza.
En una escala menor, la perspectiva y la vida de toda una generación
de personas fueron forjadas en el yunque de la Segunda Guerra Mun-
dial, que surgió de las oscuras ambiciones de fascistas europeos y gue-
rreros asiáticos y que otros poderes intentaron detener (afortunadamen-
te con éxito). 1
Entonces, ¿quién comenzó la gran guerra? La Biblia nos lo dice. Ori-
ginalmente, todo era paz y perfección. La mano de Dios, el Creador, hi-
zo todo bueno. Entonces sucedió algo: una paradoja en el Paraíso. Dios
contó la historia más tarde, dando al culpable el título literario de "rey
de Tiro".
"En Edén, en el huerto de Dios estuviste [...]
Tú, querubín grande, protector,
yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste;
en medio de las piedras de fuego te paseabas.
Perfecto eras en todos tus caminos
desde el día que fuiste creado,
hasta que se halló en ti maldad.
A causa de la multitud de tus contrataciones
fuiste lleno de iniquidad,
y pecaste;
por lo que yo te eché del monte de Dios,
y te arrojé de entre las piedras del fuego,
oh querubín protector.
Se enalteció tu corazón
a causa de tu hermosura,
corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor;
yo te arrojaré por tierra;
delante de los reyes te pondré
para que miren en ti” (Ezequiel 28:13-17).
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"Espejito, espejito, ¿quién es el más bonito?" Por medio del profeta
Isaías, Dios nos dice más. Esta vez se dirige al originador del mal como
el "rey de Babilonia":
"¡Cómo caíste del cielo,
oh Lucero, hijo de la mañana!
Cortado fuiste por tierra,
tú que debilitabas a las naciones.
Tú que decías en tu corazón:
'Subiré al cielo;
en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono,
y en el monte del testimonio me sentaré,
a los lados del norte;
sobre las alturas de las nubes subiré,
y seré semejante al Altísimo' " (Isaías 14:12-14).
Aquí está el material con que están hechas las guerras: El siervo
quiere destronar a su amo, como muchos siervos lo han hecho en la his-
toria humana posterior. Pero en este caso era el Amo de todo el univer-
so, de modo que lo que estaba en juego era muy alto, y la guerra era
muy grande. De hecho, ha sido grande como vio Juan:
"Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles lu-
chaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no
prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado
fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Sata-
nás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus án-
geles fueron arrojados con él" (Apocalipsis 12:7-9).
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De acuerdo con el libro del Génesis, Dios dio el dominio de este
inundo a Adán y Eva, los primeros seres humanos (Génesis 1:28). Pero
al obedecer la voz del mal en rebelión contra Dios, cayeron bajo el con-
trol de Satanás, quien llegó a ser "el príncipe de este mundo" (Juan
12:31). Esto explica por qué el libro de Job describe a Satanás apare-
ciendo entre los "hijos de Dios" para presentarse ante Dios (Job 1:6).
Siendo que Adán y Eva lo habían elegido para el congreso celestial, Sa-
tanás podía pretender representar al planeta Tierra en lugar de ellos.
Satanás perdió su asiento en el congreso cuando Jesucristo, un des-
cendiente de Adán y Eva recuperó el dominio para la raza humana.
Como Creador del mundo, Cristo siempre había sido el Soberano del
planeta Tierra. Por esto Satanás lo tentó para que evitara el sufrimiento
invirtiendo sencillamente la jerarquía de la autoridad, poniéndose Sata-
nás en primer lugar. Pero Cristo sabía que si él adoraba a Satanás, todos
los seres humanos quedarían perdidos.
Si el Altísimo se rendía a aquel que codiciaba su lugar, él ya no po-
dría ser más el Altísimo y no podría salvarnos. Más bien, Cristo el
Creador eligió llegar a ser un ser humano y vivir una vida de lealtad to-
tal a Dios –y con ello tener éxito donde fallaron Adán y Eva– pagando
así la penalidad dolorosa por la desobediencia de la raza humana. De
esta manera él "juzgó" al mundo en el sentido positivo de lograr la justi-
cia para el planeta Tierra al expulsar a Satanás, el usurpador opresivo y
extraño (Juan 12:31; comparar con los libertadores del libro de Jueces). 4
Surgen un par de preguntas. Primera, ¿por qué Dios no destruyó
sencillamente a la raza humana cuando Adán y Eva decidieron seguir a
Satanás en lugar de seguirlo a él?
Dios no destruyó a Adán y Eva porque ellos no comprendían ple-
namente lo que estaban haciendo. Eva fue engañada, y Adán no capto
el cuadro completo. Ellos fueron como niños sin experiencia que des-
cuidaron una advertencia sin comprender las consecuencias. ¿Matamos
a nuestros niños cuando nos desobedecen y se meten en grandes pro-
blemas?
Segunda, ¿por qué la gran guerra no terminó hace dos mil años
cuando Cristo venció a Satanás en la cruz? ¿No habían proclamado tan-
to Juan el Bautista como Jesús: "Arrepentíos, porque el reino de los cie-
los se ha acercado" (Mateo 3:2; 4:17)?
La victoria de Cristo en la cruz fue como el día D en 1944, cuando los
aliados ganaron una entrada en el continente europeo y aseguraron,
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prácticamente, que los días de Hitler estuvieran contados. De hecho, el
resultado de la gran guerra es totalmente seguro. El bien triunfará
inevitablemente sobre el mal. Sin embargo, la contienda sigue, y aun
aumenta en intensidad porque muchos seres humanos todavía prefie-
ren el señorío de Satanás. Lo eligen porque él continúa engañándolos
cruelmente para que piensen que Dios no quiere lo mejor para ellos, y
que ellos no son responsables ante Dios. Por lo tanto, creen que pueden
proveer a su propia felicidad mejor de lo que puede hacerlo Dios, al li-
brarlos del egoísmo y de la adoración propia. Esta es una mentira anti-
gua. De hecho, es lo que la serpiente satánica le prometió a Eva en el
Jardín del Edén: "No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis
de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien
y el mal" (Génesis 3:4, 5).
Habiendo aspirado tomar el lugar de Dios, Satanás trató de pasar su
sueño de ser "como Dios" a nosotros para hacernos pequeños satanases.
Si él fracasó en ocupar el lugar de Dios aun cuando él fue el querubín
grande, protector, ¿qué nos hace pensar que podemos tener éxito, como
carne y sangre mortales que somos?
Hemos encontrado que hay una gran guerra entre Dios y Satanás
sobre el dominio de este mundo. El problema en disputa es el carácter
de Dios y si alguien puede tomar su lugar. En los capítulos restantes de
este libro, exploraremos la forma en que Dios demuestra su equidad
cuando salva o condena a los seres humanos de acuerdo con las elec-
ciones que ellos hacen en favor de Dios o en contra de él. Cuando este
"juicio" se haya completado, no habrá más preguntas acerca del carácter
de Dios y nadie se perderá si hubiera elegido ser salvado. En ese mo-
mento, no serán necesarias más demoras, y Dios podrá terminar rápi-
damente la gran guerra.
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Referencias
1 Con respecto al profundo impacto de la Segunda Guerra Mundial sobre los
conceptos del mundo, ver Margaret Mead, "Family System and Society", en Changing
Sexual Values and the Family, G. Pirozo Sholevar, ed. (Springfield, Ill.: Charles C. Thom-
as, 1977), pp. 33-35.
2 Adam Cohen, "A Curse of Cliques", Time (3 de mayo de 1999), p. 45.
3 Rebecca Brown, He Came to Set the Captives Free, (New Kensigton, Penn.: Whita-
44.
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sobre la que basó sus veredictos. Esto sería un notable nivel de revela-
ción plena, aun para un gobernante de la tierra. ¿Puedes imaginarte
todas las oficinas de tu gobierno haciendo que todos sus registros estén
disponibles para todo el público, aun revelando materiales reserva-
dos?
De acuerdo con la Biblia, Dios abre sus registros a sus seres creados.
Él lo hace en dos etapas de lo que puede llamarse el "juicio". Primero,
los registros (la Biblia los llama libros) se abren en el cielo antes de que
Cristo venga la segunda vez. "Estuve mirando hasta que fueron pues-
tos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era blanco co-
mo la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de
fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente. Un río de fuego procedía
y salía de delante de él; millares de millares le servían, y millones de
millones asistían delante de él; el Juez se sentó, y los libros fueron
abiertos" (Daniel 7:9, 10).
En el capítulo 4 estudiaremos este pasaje en detalle, pero por aho-
ra, es suficiente reconocer que este evento informa a los seres creados
por Dios que están en el cielo. Estos incluyen diversas clases de lo que
llamamos "ángeles" (incluyendo los querubines y serafines). Sin embar-
go, Cristo representa a la raza humana en el cielo (además de Enoc,
Moisés y Elías, a quienes Dios llevó al cielo (ver el versículo 13: "uno
como un hijo de hombre", y ver Génesis 5:24; 2 Reyes 2:11; Mateo
17:3; Judas 9). Los "veinticuatro ancianos" de Apocalipsis 4:4 también
pueden ser seres humanos redimidos que volvieron a la vida en oca-
sión de la muerte de Cristo (Mat. 27:52, 53).
Segundo, hay otra fase del juicio en el cielo durante los mil años
después de la segunda venida de Cristo: "Y vi tronos, y se sentaron so-
bre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los de-
capitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios,
los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibie-
ron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con
Cristo mil años. [...] vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en
él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se
encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie
ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es
el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que esta-
ban escritas en los libros, según sus obras" (Apocalipsis 20:4, 11, 12).
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Esta vez el proceso involucra a la gran multitud de los seres hu-
manos salvados que son llevados al cielo en la resurrección cuando
Cristo vuelva otra vez (ver 1 Tesalonicenses 4:16, 17).
¿Por qué debe haber dos etapas en el juicio? Ambas se realizan en
el cielo, donde se encuentra el centro de gobierno de Dios y donde se
guardan los registros. Los seres humanos salvados no pueden participar
en un juicio en el cielo antes de la segunda venida de Cristo porque
están sobre la tierra. De modo que Dios les da la oportunidad de exa-
minar sus registros en una segunda etapa del juicio, cuando llegan al
cielo.
Daniel 7 y Apocalipsis 20 se refieren a "libros" que se usan en la pri-
mera y en la segunda etapa del juicio. No sabemos la naturaleza pre-
cisa de esos archivos. Tal vez si Daniel y Juan estuvieran escribiendo
hoy se referirían a "DVDs" o "base de datos". Pero tales registros impli-
can claramente alguna clase de investigación. Sin embargo, aquí hay un
punto vital: Dios mismo no necesita un juicio investigador público para su pro-
pia información. Como Juez Divino, Dios ya sabe todo (ver, por ejemplo, el
Salmo 139) y puede determinar por sí mismo el destino de los que se
salvarán o se perderán, sin la ayuda de los ángeles o de los seres hu-
manos redimidos. De modo que si nos referimos al evento en Daniel 7
como un "juicio investigador", queremos decir que Dios permite que
sus seres creados investiguen lo que él ya sabe. Desde la perspectiva de
Dios, es un "juicio demostrativo", en el cual cada caso queda demos-
trado.
Hay una diferencia clave entre el uso de "libros" y las investiga-
ciones que Dios realiza antes de que actuara en el Diluvio, la Torre de
Babel y Sodoma y Gomorra (ver más arriba). Las Escrituras presentan
a Dios como revisando estas últimas situaciones para hacer una deci-
sión antes de aplicar sus juicios. Es cierto, él realmente sabía lo que es-
taba ocurriendo, pero la Escritura lo muestra como realizando los
movimientos de una investigación de modo que los seres humanos
puedan comprender que él es justo. El uso de "libros" o registros, por
otro lado, implica que Dios ya ha evaluado las situaciones, lo que sig-
nifica que sus propias investigaciones ya han ocurrido. Para usar una
analogía, si lees tu diario a alguien, estás compartiendo ideas que ya
habías pensado y expresado.
La segunda etapa del juicio durante los mil años después de la se-
gunda venida de Cristo no fija ningún veredicto en el sentido de decidir
si las personas son salvadas o se perderán. Cristo trae su recompensa
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final consigo cuando regresa (Apocalipsis 22:12; comparar con Mateo
25:31-46), lo que significa que después de ese momento no hay lugar
para determinar si una persona se salva o se pierde. Parece que des-
pués que Dios lleva a los salvos al cielo, ellos juzgarán en el sentido de
involucrarse en el proceso de fijar la severidad de los castigos definitivos
que se administrarán al final de los mil años a aquellos que están per-
didos (tal vez grados de sufrimiento en la segunda muerte en el lago de
fuego). Nota que este "infierno" destruye a Satanás, quien no ha tenido
ningún control sobre el infierno. En cualquier caso, es claro que los re-
dimidos tendrán el conocimiento pleno de las razones que tuvo Dios
para lo que hace y se convencerán de su justicia.
La confirmación final de que Dios y su Hijo están en lo correcto
vendrá cuando "en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que
están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua
confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre" (Fili-
penses 2:10, 11, la cursiva fue añadida). El aceptar la razón por la que
son castigados testifica de la justicia de la sentencia, como no lo haría
ninguna otra cosa (ver Jueces 1:7).
Referencias
1 John T. Anderson, Investigating the Judgment, (Hagerstown, MD: Review and Herald,
2003), pp. 62-76, 85-95, 100-104. Gerhard Pfandl, Daniel: The Seer of Babylon (Hager-
stown, MD: Review and Herald, 2004), pp. 69-71. Acerca de paralelos bíblicos del
juicio investigador, ver también William H. Shea, Selected Studies on Prophetíc Interpreta-
tion, Daniel an Revelation Committee Series 1, Frank H. Holbrook, ed. (Silver
Spring, MD: Biblical Research Institute, 1992), pp. 1-29.
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grupos cómo era Dios, de modo que pudieran acercarse a él. Moisés
encargó a los israelitas:
"Mirad, yo os he enseñado estatutos y decretos, como Jehová mi
Dios me mandó, para que hagáis así en medio de la tierra en la cual
entráis para tomar posesión de ella. Guardadlos, pues, y ponedlos por
obra; porque esta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los
ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán:
Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta. Porque
¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo
está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos? ¿Y qué nación
grande hay que tenga estatutos y juicios justos como es toda esta ley
que yo pongo hoy delante de vosotros?" (Deuteronomio 4:5-8).
Cumpliendo esta promesa, Dios atrajo a la reina de Saba a sí mis-
mo mediante la sabiduría y la riqueza que le dio a Salomón (1 Reyes
10). Y Dios no quiere nada más que extender toda clase de bendiciones sobre
su pueblo hoy de modo que otros puedan ver su poder y su amor, y quieran
pertenecer también a él. Pero si los bendijera cuando desafían el lideraz-
go de Dios, su conducción y las leyes de causa y efecto, él destruiría
su propósito y repelería a otros enviándoles una señal que dijera que
él apoya el mal.
Las implicaciones y las aplicaciones de los principios bíblicos re-
cién afirmados son de importancia enorme. Por medio de Cristo, to-
dos somos herederos del pacto de Dios con Abrahán (Gálatas 3:29), a
quien Dios había prometido: "Haré de ti una nación grande, y te ben-
deciré, y engrandeceré tu nombre y serás bendición Bendeciré a los
que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas
en ti todas las familias de la tierra" (Génesis 12:2, 3; la cursiva fue añadi-
da). Dios quiere hacernos prosperar, para que seamos en todo sentido
"cabeza y no cola" (Deuteronomio 28:13), pero no es sencillamente pa-
ra nuestro beneficio. Más bien, es para que Dios pueda usarnos como
canales de bendición para todos los pueblos, para atraerlos a sí mis-
mo.
En la reunión de la Sociedad de Literatura Bíblica de la Región
Medio Oeste de los Estados Unidos, se dieron premios a los estudian-
tes graduados que sometieron sus mejores trabajos de investigación
en las áreas de Antiguo y Nuevo Testamentos. En 2005, ambos pre-
mios fueron para los estudiantes del doctorado en Religión del Semi-
nario Teológico Adventista de la Universidad Andrews. Los eruditos
que escogieron a los ganadores me dijeron que habían notado la coin-
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cidencia, y que los había dejado un poco perplejos. Pero habían deci-
dido que esos dos estudiantes debían ser honrados aunque vinieran
de la misma escuela porque habían producido claramente los mejores
trabajos. Los eruditos también notaron que debían estar ocurriendo
cosas buenas en la Universidad Andrews. Cuando supe a quiénes fue-
ron otorgados esos premios, me sentí inmensamente orgulloso por
nuestros alumnos y emocionado porque Dios estaba bendiciendo
nuestros esfuerzos para producir excelencia para él. Sin embargo, lo
más emocionante es el privilegio de participar con Dios cuando usa la
influencia de la excelencia para su gloria.
¡La excelencia es para el evangelismo! El desarrollo de nosotros
mismos y de nuestra comunidad en armonía con los principios divi-
nos es esencial para cumplir la gran comisión de Cristo de llevar su
evangelio al mundo entero. Cuando la gente ve nuestra salud, nuestra
alegría y cuan prósperos somos, tenemos una oportunidad de oro (¡o
de platino!) para contarles que nuestro Dios es el mayor de todos.
Cuando sobresalimos en educación, en sabiduría y habilidades, po-
demos señalar a la Fuente divina de todo conocimiento y compren-
sión. Cuando nuestras familias son más armoniosas, nuestras tasas de
divorcio son menores, y la unidad de nuestra iglesia es singularmente
fuerte, podemos conducirlos al Mesías, que oró en favor de los que
creyeran en él:
"Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que
también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me
enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así
como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean per-
fectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has
amado a ellos como también a mí me has amado" (Juan 17:21-23; la
cursiva fue añadida).
Por otro lado, cuando somos descuidados, con mucha indulgencia
propia y egoístas con respecto a nuestra salud, relaciones, estudio y
trabajo de modo que nuestros cuerpos, nuestros matrimonios y otras
relaciones, y nuestras realizaciones académicas y profesionales son
poco mejores que los de la población general, o no son nada mejores
que ellas, ¿por qué otros debían interesarse? ¿A quién atrae la medio-
cridad? Si no nos preocupa, ¿por qué deberían ellos preocuparse?
Si prosperamos pero no damos a Dios el crédito, hacemos un corto
circuito a la evangelización, como lo hizo Ezequías cuando mostró a
los emisarios de Babilonia sus riquezas, sin mencionar su Fuente. Co-
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mo Ezequías, podemos encontrar que es peligroso cuando la gente co-
dicia nuestras ventajas terrenales en vez de buscar al Dios que nos las
dio (Isaías 39).
Cuando la Apolo 13 fue dañada por una explosión en su camino a la
luna, poniendo la vida de tres astronautas en grave peligro, Gene
Kranz, el director de vuelo del Control de la Misión en Houston, esta-
ba decidido a traerlos de vuelta con seguridad. Se informó que dijo a
su equipo: "¡El fracaso no es una opción!". Para los cristianos, la me-
diocridad es un fracaso, y esa no es una opción para ellos.
La esencia de la historia bíblica es la historia de la relación de Dios
con su pueblo, la que muestra cómo se revela su carácter y cómo se
desarrolla el de ellos, de un modo u otro. La historia bíblica también
incluye cronología, listas de archivos, datos geográficos, informes de
actividades militares y de construcción, etc. Sin embargo, aun cuando
esta clase de cosas puede ser de un interés considerable para nosotros,
su función es proporcionar un trasfondo para el relato central que nos
enseña cómo es Dios y cómo debemos relacionarnos con él.
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Las profecías del libro de Daniel amplían el mensaje de las histo-
rias, que se encapsula en el refrán que se repite: "el Altísimo gobierna
el reino de los hombres, y que a quien él quiere lo da" (Daniel 4:17; ver
también los versículos 25, 32; 5:21). En Daniel 2, la primera de estas
profecías aparece en la forma de un sueño divinamente inducido dado
a Nabucodonosor cerca del comienzo de su reinado, e interpretado
por Daniel.
Tres imperios terrenales seguirían al reino neobabilónico de Nabu-
codonosor, que fue representado por la cabeza de oro de una estatua
Impresionante. En el sueño, estos imperios fueron simbolizados por
partes progresivamente inferiores del cuerpo de la misma imagen, he-
chos de metales con valor decreciente, pero de dureza creciente: plata,
bronce, y hierro. El poder del hierro duraría hasta el fin, pero en su fa-
se final estaría dividido y debilitado, como lo muestra la mezcla con
arcilla (versículos 31-33, 36-43). El clímax de la profecía es la destruc-
ción divina de los reinos humanos, representada por una piedra que
fue cortada sin mano y que golpea la base de la imagen. El eterno
reino de Dios, que simbolizaba la piedra, reemplaza los imperios te-
rrenales y llena toda la tierra (versículos 34, 35, 44, 45).
Nota las siguientes características definitorias de esta profecía de
Daniel 2, que establece la agenda para profecías posteriores en el libro
de Daniel (capítulos 7 al 12).
1. La profecía bosqueja la historia del planeta Tierra, que era futu-
ra desde la perspectiva de Daniel. Él le explicó explícitamente a Nabu-
codonosor
que "el gran Dios ha mostrado al rey lo que ha de acontecer en lo por
venir" (versículo 45). El mensaje no es una abstracción espiritualizada,
sino tiene que ver con naciones reales y sus líderes, cuyos logros y
campañas serían registrados en libros posteriores de la historia secu-
lar. De modo que la exactitud o inexactitud de la profecía puede ser
verificada.
2. Las profecías "clásicas" de los otros libros proféticos del Antiguo
Testamento entregan mensajes divinos (advertencias, llamados, con-
suelo, etc.) a grupos localizados de personas que vivían en momentos
específicos. A diferencia de esas profecías, ésta de Daniel 2 cubre un
extenso panorama histórico que va desde el tiempo del profeta mismo
hasta el fin universal de la civilización humana como la conocemos.
Siendo que el fin cósmico todavía no ha ocurrido, la profecía debe al-
canzar hasta nuestros tiempos. No está toda en el pasado, ni toda en el
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futuro, pero el presente sigue avanzando.
3. El panorama de la historia presentada es continuo. No comienza
en tiempos antiguos, luego pasa por alto centenares o miles de años, y
se reanuda con eventos justo antes de que Dios concluya los gobiernos
terrenales y asuma el dominio.
4. Hay sólo una interpretación. Aunque la profecía es altamente
simbólica, un símbolo específico representa sólo una realidad. Por
ejemplo, la cabeza de oro representa sólo a Nabucodonosor, es decir,
el reino de Nabucodonosor (versículos 37, 38).
5. El punto general de esta profecía es el mismo que el tema cen-
tral del libro de Daniel como un todo: "El Altísimo gobierna el reino
de los hombres" (ver Daniel 4:17, etc., y ver más arriba). Así el mensaje
es una revelación de quién es Dios y cómo es él, como se nota por lo
que hace en relación con los seres humanos y su historia. El posee el
poder soberano sobre el planeta Tierra, que él ejercerá plenamente
una vez que los gobiernos humanos corran su curso.
Desde la perspectiva de Daniel en el exilio, cuyos compañeros ju-
díos –el pueblo del pacto– eran oprimidos en Babilonia, el primero de
los cuatro grandes imperios, la profecía era una noticia maravillosa.
Dios eventualmente detendría el régimen opresivo y tomaría el go-
bierno directo del mundo para siempre. Esto implicaba que en el futu-
ro, su pueblo del pacto habitaría con él en eterna paz y seguridad. La
historia de su relación con Dios tendrá un buen final. Dios gobernará
amplia y sabiamente, y ellos vivirán felices para siempre.
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Referencias
1
Para una explicación y comparación entre el historicismo y otros enfoques, ver, por ejemplo, el Comentario bíbli-
co adventista, Francis D. Nichol, ed., tomo 4 (Mountain View, Cal.: Publicaciones Interamericanas, 1978-1990), pp.
44, 45; Gerhard F. Hasel, "Interpretation of the Chronology of the Seventy Weeks", en The Seventy Weeks, Leviti-
38
cus, and the Nature of Prophecy, Daniel and Revelation Committee Series 3, Frank H. Holbrook, etc. (Silber
Spring, Md.: Biblical Research Institute, 1986), pp. 13-63; William H. Shea, Daniel 7-12; Prophecies of the End
Time, The Abundant Life Bible Amplifier, pp. 33-46; Jon Paulien, "The End of Historicism?" Reflections on the Ad-
ventist Approach to Biblical Apocalyptic - Part One", Journal of the Adventist Theological Society 14, pp. 15-43.
2
Con respecto al enfoque futurista/dispensacional de este pasaje, ver Brempong Owusu-Antwi, The Chronology of
Daniel 9:24-27, Adventist Theological Society Dissertation Series (Berrien Springs, Mich.: Adventist Theological So-
ciente, 1995), pp. 42-49.
3
Ver también en Roy Gane, Altar Cali (Berrien Springs, Mich.: Diadem, 1999), pp. 100, 101.
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3. En Daniel 8, el carnero Medo-Persa "se engrandecía" (versículo
4), el macho cabrío de Alejandro "se engrandeció sobremanera" (ver-
sículo 8), y el cuerno pequeño "creció mucho" (versículo 9). Antíoco
nunca logró una "grandeza" comparable con la de Alejandro Magno
o aun Medo-Persia.
4. Los poderes terrenales en Daniel 8 remplazan a otro: Medo-
Persia da lugar al reino unido griego de Alejandro, quien a su vez,
cede su lugar a los cuatro reinos griegos, y ellos, al cuerno pequeño.
Antíoco no reemplazó a otro reino de esta manera. Más bien, él era
sencillamente una parte de uno de los cuatro reinos.
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Otra posibilidad es que Daniel 8 evite un animal separado, el ter-
cero, para la Roma Imperial porque quiere limitar la visión a dos ani-
males –el carnero y el macho cabrío– que tienen importancia como
par. A diferencia de las bestias carnívoras en Daniel 7, estos son ani-
males domésticos. De hecho, son animales destinados al sacrificio.
Para ser más precisos, esta combinación de animales se encuentra
en sólo un contexto ritual del antiguo Israel: como los dos sacrificios
que la comunidad israelita, no sacerdotal, presentaba en las solem-
nes ceremonias del Día de la Expiación (Levítico 16:5, 15, 24). 4 E1
orden de los animales en Daniel 8 (carnero y luego macho cabrío) in-
vierte el de Levítico 16 (macho cabrío y luego carnero). Esta inver-
sión (hoy llamada a menudo "quiasmo") era una manera común he-
brea de unificar una unidad literaria (por ejemplo, Génesis 2:4: "los
cielos y la tierra... la tierra y los cielos") o vincular un pasaje con
otro. Encontramos vinculación por la inversión aun entre elementos
que pasan del Antiguo Testamento al Nuevo Testamento. En la pre-
sentación de los sacrificios en Levítico leemos acerca de la sangre de
un animal y luego el cuerpo, pero en la Ultima Cena, Cristo instituyó
el pan y el vino como símbolos de su cuerpo sacrificado y luego su
sangre (Mateo 26:26-28). Otro ejemplo es la frase "días de fiesta, luna
nueva o sábados" (Colosenses 2:16), que invierte el orden que apare-
ce en Números 28 y 29, donde están el sábado, la luna nueva, y los
festivales (anuales).
Daniel 8 contiene otras conexiones notables con el sistema del
santuario/templo israelita y el Día de la Expiación:
1. En el versículo 11, el cuerno pequeño quita el tamid, el "regu-
lar/continuo" (el llamado "diario"), es decir, la adoración regular. La
palabra hebrea tamid, "regularidad/regular", califica a un grupo de
actividades regulares de adoración que eran realizadas en el santua-
rio israelita, incluyendo la renovación semanal del "pan de la pre-
sencia" (Éxodo 25:30; Levítico 24:8), el mantenimiento diario de las
lámparas del candelero para que pudieran brillar de noche (Éxodo
27:20; Levítico 24:2-4), la mediación diaria/continua del sumo sacer-
dote, como lo representaban sus vestiduras especiales (Éxodo 28:29,
30, 38), el holocausto diario (Éxodo 29:38, 42), el incienso quemado
diariamente (Éxodo 30:8), el mantenimiento regular (continuo del
fuego en el altar exterior (Levítico 6:13) y la ofrenda regular de gra-
nos del sumo sacerdote (Levítico 6:20).
43
2. En Daniel 8:11, el lugar del santuario de Dios es echado por
tierra (ver también el versículo 13).
3. Daniel 8:12 se refiere a la rebelión/transgresión contra la ado-
ración regular de Dios. La palabra para rebelión aquí es una forma
de pes'a que aparece en la ley ritual del Pentateuco sólo en el contex-
to del Día de la Expiación (Levítico 16:16, 21).
4. En Daniel 8:14, el santuario de Dios es restaurado mediante la
justificación/vindicación.
De modo que hay una progresión de tres pasos: de 1) la adoración
"regular" de Dios a 2) problemas causados por la rebelión contra
Dios, seguidos por 3) la restauración de su santuario, que representa
su reputación y su autoridad. Esta progresión es paralela a la del an-
tiguo año religioso de los israelitas: 1) servicios rituales regulares –
incluyendo sacrificios, quema del incienso, atención de las lámparas,
etc.– que se realizaban a lo largo del año. 2) Los que eran desleales a
Dios podían contaminar su santuario si descuidaban las provisiones
para remediar sus faltas (Números 19:13, 20) o por ocuparse de sis-
temas de adoración alternativos que se oponían a Dios (Levítico
20:3). 3) Sin embargo, al final del año, en el Día de la Expiación, el
santuario era purificado, lo que indicaba metafóricamente que la
reputación de Dios era justificada/vindicada (Levítico 16).
45
basa en un grado de bachiller, en vez de tener que cursar todo de
nuevo.
En vez de eliminar su certidumbre, el juicio lo reafirma.
En el antiguo santuario, cuando el sumo sacerdote realizaba el
juicio en el Día de la Expiación, él no purificaba el santuario lavando
las manchas de sangre que habían sido aplicadas por los pecados du-
rante el año. No, él ponía más sangre en varios de los mismos luga-
res (Levítico 16:14-19; comparar con 4:6, 7, 17, 18, 25, 30, 34), reafir-
mando el perdón que ya se había dado.
¿A qué sangre representaba eso? ¡La de Cristo! El sacrificio de
Cristo es tan grande que no sólo compra el perdón sino que también
paga el precio de la misericordia después del perdón, con lo que re-
afirma nuestra expiación, nuestra reconciliación con Dios. ¡Escuché-
moslo otra vez: por la sangre de Cristo!
La sangre de Cristo aplicada a usted en el juicio dice: Usted está
realmente perdonado y finalmente purificado de cualquier impedi-
mento a su relación de pacto con Dios. Usted pertenece a Dios, no a
Satanás. 7
Algunas personas sinceras, comprometidas y bien intencionadas
enseñan que el pueblo santo de Dios lo vindica en el juicio al vivir en
obediencia a sus mandamientos de modo que la acusación de Sata-
nás de que la ley de Dios no se puede guardar aparezca como falsa.
Hay algo de verdad en esto, pero el énfasis, lamentablemente, está
mal puesto en lo que los seres humanos hacen para Dios. Es más bí-
blicamente correcto decir que Dios se vindica a sí mismo mediante lo
que él hace por, en y para su pueblo: aquellos que aceptan los dones
que él ha otorgado en Cristo. Todo arrepentimiento, perdón y poder
para vivir con santidad viene de él, de modo que a él sea toda la glo-
ria.
Así como Daniel 7 pone un límite de tiempo a las persecuciones
del cuerno pequeño (versículo 25, "tiempo, y tiempos y medio tiem-
po"), Daniel 8 limita el tiempo durante el cual el santuario de Dios
sufriría la contaminación: "Hasta dos mil trescientas tardes y maña-
nas; luego el santuario será justificado" (mi traducción). En un capí-
tulo posterior de este libro estudiaremos en detalle estos períodos,
pero por ahora es suficiente considerar sus implicaciones generales.
El mal que se opone a Dios y oprime a su pueblo no seguirá para
siempre. Dios está en el control de los asuntos humanos, aun cono-
ciéndolos de antemano, y él establece los grandes plazos. Su salva-
46
ción no es una abstracción nebulosa y espiritual, sino alcanza a nues-
tra historia, que se mide por el tiempo histórico. Él es el Dios del
tiempo y de la eternidad.
Profecía Nuevo
Daniel 2 Daniel 7 Daniel 8
dinástica Testamento
Asiría
Oro
León Babilonia
Babilonia
Carnero
Plata Oso Persia
Medo-Persia
Macho cabrío Macedonia
Bronce Leopardo
Grecia (Grecia)
Cuerno
Hierro Monstruo Roma Imperial
(horizontal)
Cuerno "Inicuo" o
Cuerno
(vertical) "bestia"
Justificador
Juicio
Santuario
Destrucción de Destrucción de Destrucción de Destrucción de
los poderes los poderes los poderes los poderes
terrenales terrenales terrenales terrenales
Referencias
1 William H. Shea, Daniel 7-12: Prophecies of the End Time, p. 39
2 William H. Shea, "Spatial Dimensions in the Vision of Daniel 8", Symposium on
Daniel, Daniel and Revelation Committee Series 2, Frank H. Holbrook, ed. (Silver
Spring, Md.: Biblical Research Institute, 1986), pp. 507-526. Alberto Treiyer conclu-
ye "que solo las proyecciones geográficas de este cuerno, o poder, necesitan ser
identificadas más específica mente con el pagano Imperio Romano (vers. 9), para
permitirnos determinar más fácilmente el trono y el lugar del imperio cristiano que
sucedería al antiguo imperio en la misma ciudad y territorio (cf. Apocalipsis 13:2,
3). "The Day of Atonement and the Heavenly Judgment From the Pentateuch to Revelation
(Siloam Springs, Ark.: Creation Enterprises International, 1992), pp. 338, 339.
3 John T. Anderson. Investigating the Judgment, pp. 37-39
4 Jacques Doukhan. Daniel: The Vision of the End, rev. ed. (Berrien Springs, Mich.:
49
C A P Í T U L O 6
La oración de Daniel
La mayor parte de Daniel 9 (versículos 4-19) consiste en la oración
que ofreció Daniel en esta ocasión. Es una de las oraciones más her-
mosas y poderosas conservadas en la Biblia. Aunque Daniel estaba
confesando los pecados y buscando la misericordia de Dios, el hecho
de que él lo hizo no sólo en favor de sí mismo sino en favor de su
pueblo significa que su oración fue de intercesión (comparar Eze-
quiel 14:14, 20, donde Daniel es reconocido por Ezequiel, su contem-
poráneo, como un gran intercesor). Como un mediador efectivo con
Dios, Daniel se identificó con su pueblo, usando el pronombre "noso-
tros" ' (aunque en castellano está implícito en el verbo) en lugar de
"ellos": "Hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho
52
impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus
mandamientos y de tus ordenanzas" (Daniel 9:5).
No sorprende que la oración de Daniel concentre su preocupación
por Jerusalén, su templo y su pueblo, que habían sufrido las mal-
diciones del pacto por causa de su rebelión contra Dios. La base de
su ruego de misericordia era el propio carácter de Dios. El comenzó
su oración: "Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que
guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus
mandamientos" (versículo 4). Estas palabras son un eco de la des-
cripción que Dios dio a Moisés acerca de su propio carácter (ver
Éxodo 34:6, 7; ver también Éxodo 20:5, 6). Cuando los israelitas peca-
ron en Cades rehusando, por falta de fe, tomar la Tierra Prometida
como Caleb y Josué los animaron a hacer, Moisés intercedió citando
el carácter de Dios y apelando a su deseo de conservar su reputación
en el mundo (Números 14:13-19).
Siguiendo el ejemplo de Moisés, Daniel terminó su oración ape-
lando al carácter misericordioso de Dios y su preocupación por la
ciudad y el pueblo que son llamados por el nombre de Dios, y por
ello están ligados a su reputación.
"Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus ojos, y mira nues-
tras desolaciones, y la ciudad sobre la cual es invocado tu nombre;
porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras
justicias, sino en tus muchas misericordias. Oye, Señor; oh Señor,
perdona; presta oído, Señor, y hazlo; no tardes, por amor de ti mis-
mo, Dios mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre
tu pueblo" (Daniel 9:18, 19).
Números 14 dice que Dios contestó directamente la oración de
Moisés, diciendo que él perdonaba al pueblo israelita permitiendo
que su nación continuara, pero condenaba a los rebeldes entre ellos
(versículos 20-37). La respuesta de Dios a Daniel también fue igual-
mente rápida, pero él contestó por medio de su mensajero, Gabriel.
Por lo menos superficialmente, lo que Gabriel dijo tenía que ver
principal mente con la explicación más bien que con el perdón (Da-
niel 9:20-27). Sin embargo, las palabras del ángel: "Tú eres muy ama-
do" (versículo 23), muestran que Dios aceptó a Daniel y su oración
por misericordia y perdón.
Gabriel siguió diciendo: "Entiende, pues, la orden, y entiende la vi-
sión" (versículo 23). ¿Qué visión? ¡No hay visión en Daniel 9! Gabriel
debe haberse referido a la visión anterior, la de Daniel 8, que trataba
53
específicamente con el santuario y el pueblo de Dios, la preocupa-
ción central de la oración de Daniel en el capítulo 9 (ver el versículo
20). En nuestro próximo capítulo, investigaremos la explicación que
dio Gabriel en Daniel 9:24 al 27, que detalla la identidad del Mesías
con exactitud asombrosa y revela la base de sacrificios del perdón de
Dios y la restauración de Israel, por la que oraba Daniel. Por medio
del sacrificio de Cristo, Dios realmente preservaría su reputación de
justicia y misericordia.
Referencia
1 Para la interpretación de que los 70 años del exilio babilónico duraron desde la
primera deportación de judíos a Babilonia en el año civil judío de otoño a otoño
606/605 a.C. hasta el regreso de un grupo grande de exiliados alrededor del
537/536 a.C. (con el cómputo inclusivo de los judíos, que contaba las porciones de los
años primero y último como si fueran años completos), véase el Comentario bíblico ad-
ventista, tomo 3, pp. 93-95, 97-100.
54
C A P Í T U L O 7
Expiación definitiva
por medio del Mesías
(Daniel 9:24-27)
m
H
emos encontrado que en Daniel 9, Gabriel vino para ayudar-
le a entender a Daniel la visión registrada en Daniel 8, que
abarcaba desde el período Medo-Persa hasta el fin del tiem-
po. A la luz de la predicción de que una serie de poderes humanos
surgirían y caerían durante las "2.300 tardes y mañanas" antes que el
santuario divino fuera "justificado", la gran preocupación de Daniel
era la suerte del templo, de Jerusalén y del pueblo judío. ¿Seguirían
desolados por un largo tiempo mientras los enemigos de Dios los pi-
soteaban? Si era así, ¿cómo podría cumplirse la profecía de Jeremías
de restauración después de 70 años de opresión babilónica (25:11, 12;
29:10)?
La pregunta principal de Daniel tenía que ver con la suerte del
templo, Jerusalén y los judíos durante el futuro inmediato, comen-
zando con el período de dominación de Medo-Persia. De este modo
Gabriel le respondió explicando qué ocurriría durante ese tiempo
(Daniel 9:24-27). Sí, la profecía de Jeremías se cumpliría en poco
tiempo, el pueblo judío pronto restauraría Jerusalén y el templo sería
reconstruido. Pero la historia seguía. El tiempo del segundo templo
sería angustioso; los judíos experimentarían desolación, abomina-
ciones, y la eventual destrucción de ese templo.
En su oración, Daniel había reconocido que los pecados de su
pueblo habían quebrantado su pacto con Dios y habían traído las
maldiciones del pacto sobre ellos (Levítico 26; Deuteronomio 28). Así
55
que no era suficiente que el pueblo de Dios volviera a su Tierra Pro-
metida. Si seguían rebelándose contra Dios, traerían sobre ellos más
destrucción y exilio en el futuro. Para una restauración duradera y el
cumplimiento definitivo del plan de Dios para su pueblo, como lo
revelaron las visiones y otras revelaciones proféticas, se requería una
solución permanente al problema de sus pecados. Requería una jus-
ticia eterna. Dios mismo proveería la solución durante un período de
"70 semanas".
Dos templos
Daniel 9:24 bosqueja metas permanentes y generales que Dios rea-
lizará al fin de las 70 semanas de años, junto con traer la "justicia
eterna". Esto parece contradecir a Daniel 9:26: "Y el pueblo de un lí-
der venidero destruirá la ciudad y el templo" (traducción del autor).
Si el templo había de ser reconstruido durante las 70 semanas y pos-
teriormente destruido, ¿cómo podría su consagración tener un efecto
duradero asociado con la abolición del pecado y el establecimiento
de la justicia eterna?
La respuesta debe ser que Daniel 9 habla de dos templos diferen-
tes. Uno es un templo que ocupa el lugar del templo de Salomón,
que los babilonios habían destruido. Este segundo templo sería cons-
truido en una Jerusalén restaurada después del exilio (versículo 25),
pero más tarde destruido (versículo 26). Por lo tanto, no haría una
contribución duradera a la erradicación del pecado y a iniciar la jus-
ticia eterna. Estos beneficios serían logrados por medio del ungi-
miento de otro templo y sacerdocio (versículo 24) y mediante la con-
firmación de un pacto divino "con muchos" por el Ungido, es decir,
el Mesías (versículo 27).
59
Las 70 semanas no fueron determinadas contra los judíos para
marcar su suerte o implicar el rechazo de Israel. El propósito de las
70 semanas es, en cambio, las buenas nuevas de la salvación de los
judíos y del mundo mediante la obra del nuevo Sumo Sacerdote. Es-
te evento, que ocurrió en el año 31 d.C. como lo informa Pedro, des-
cribe a Jesús sentado a la derecha del Padre después de su ascensión
(1 Pedro 3:22). Además, el evento es confirmado en el año 34 d.C.,
precisamente al terminar las 70 semanas, por Esteban, quien vio en
ese mismo momento "los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que
está a la diestra de Dios" (Hechos 7:56).
Así como el antiguo tabernáculo de los israelitas y los sacerdotes
aarónicos fueron ungidos para consagrarlos para sus funciones den-
tro del contexto del pacto divino, otro templo y otro sacerdocio se-
rían ungidos como parte del pacto divino. Esta vez el sacerdocio aa-
rónico sería el Ungido definitivo. Él es el Sacerdote-Rey del orden de
Melquisedec ("rey de Justicia") de que habla el Salmo 110, uno que se
sienta a la diestra de Dios. No es extraño que este sacerdocio y tem-
plo sean capaces de eliminar las faltas morales completamente y es-
tablecer la justicia eterna. Este Mesías-Sacerdote reinará para siem-
pre. Por lo tanto, debemos identificarlo con "uno como un hijo de
hombre" en Daniel 7:13, 14.
Mientras el Mesías lograría resultados eternos, en el corto plazo
sería "cortado y no tendría nada/nadie" (Daniel 9:26, traducción del
autor). En otras palabras, él sufriría la penalidad judicial divinamen-
te administrada de "ser cortado" (comparar, por ejemplo, Levítico
20:3; Números 15:30, 31), que se reservaba en tiempos del Antiguo
Testamento para los pecadores rebeldes para quienes el sistema de
sacrificios del santuario/templo no tenía provisión para su perdón.
De acuerdo con Donald Wold, que escribió su tesis doctoral sobre la
penalidad bíblica de "ser cortado", este castigo significaba que la lí-
nea de sus descendientes eventualmente desaparecería, negándoles
con esto una vida posterior. 2 Una persona que era "cortada" no tenía
a nadie para llevar la memoria de su nombre y se perdería su histo-
ria. Esto prefigura el "ser cortado" de Dios que es la muerte segunda
(Apocalipsis 20).
En Daniel 9:26, las palabras "y no tendrá nada/nadie" describen la
soledad de Aquel que es cortado, que en este caso es el Mesías. El
moriría sin nadie que le ayudara (comparar con Daniel 11:45), al cla-
mar: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? [...] No te
60
alejes de mí, porque la angustia está cerca; porque no hay quien ayu-
de" (Salmo 22:1, 11).
El hecho de que el Mesías confirma un pacto "con muchos" (Da-
niel 9:27) nos recuerda el lugar del siervo sufriente de Dios: "Verá el
fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conoci-
miento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades
de ellos" (Isaías 53:11; la cursiva fue añadida).
61
De acuerdo con el Nuevo Testamento, no hay tal cosa como un
sacerdocio cristiano legítimo que consiste en una elite de ministros
humanos que median en favor de su pueblo ante Dios al realizar ri-
tos y otras actividades. El apóstol Pablo enseñó: "Hay un solo Dios, y
un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre" (1
Timoteo 2:5). Pedro dijo de todos los cristianos: "Mas vosotros sois
linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por
Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las ti-
nieblas a su luz admirable" (1 Pedro 2:9). "De acuerdo con Pedro, to-
dos los cristianos pertenecen al sacerdocio. En el Nuevo Testamento,
la iglesia no tiene un sacerdocio, sino que es un sacerdocio". 3
Un sistema que tenga un sacerdocio humano, exclusivo y elitista,
implícitamente niega que el sacrificio expiatorio de Cristo, hecho de
una vez para siempre, ha alcanzado la meta de dar a todos los cre-
yentes igual acceso directo a Dios por medio del ministerio celestial
de nuestro único Sumo Sacerdote, Jesucristo. Tal sistema comete
blasfemia al usurpar el papel del Cristo divino. Es idólatra en el sen-
tido de que en forma ilegítima dirige la fe del pueblo a cosas terrena-
les, como si ellas pudieran ayudarle a encontrar favor divino de la
manera en que los israelitas pensaron que el becerro de oro podía
beneficiarlos.
¿Hay un "sacerdocio cristiano" hoy?
Sí, en varias denominaciones, incluyendo la Iglesia de Roma y en
otras iglesias influenciadas por ella.
¿Es legítima esta clase de "sacerdocio" humano?
No de acuerdo con la Biblia. Niega a Cristo y es blasfemo. De he-
cho, en la misa romana, están "crucificando de nuevo para sí mismos
al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio" (Hebreos 6:6). De modo
que no resulta extraño que la Biblia haya caracterizado a la Iglesia de
Roma como el poder del cuerno pequeño de Daniel 7 y 8.
¿Es "políticamente correcto" el punto de vista expresado aquí?
Todo lo contrario, pero ¿quién dijo que la Biblia es "políticamente co-
rrecta"? La filosofía posmoderna y pluralista acepta todo como váli-
do y legítimo si "funciona para ti". Esto contradice a la Biblia, la que
dice que hay salvación sólo en Cristo (Hechos 4:12). Sin embargo, si
hemos de estar libres para practicar nuestra religión, debemos otor-
gar la misma libertad a los demás. Aun si no aceptamos sus eleccio-
nes, debemos respetar su derecho a elegir. Yo estoy agradecido por
la libertad de expresión de que gozamos mientras tengamos la sepa-
62
ración de la Iglesia y el Estado. En otro momento y/o lugar, podría
haber sido muerto por lo que estoy escribiendo aquí.
Referencias
1 Los eruditos judíos están de acuerdo: ver Ben Zion Wacholder, "Chronomesian-
ism: The Timing of Messianic Movements and the Calendar o Sabbatical Cycles",
Hebrew Union Colfege Annual 46 (1975): pp. 202-204; Hersh Goldwurm, Daniel: A
New Translation With a Commentary Anthologized From Talmudic, Midrashic and Rabbinic
Sources (Nueva York: Mesorah, 1979), p. 259
2 Donald Wold, "The Meaning of the Biblical Penalty Kareth" (Disertación doctoral,
1979), p. 24; ver también Roy Gane, Leviticus, Numbers, NIV Application Commen-
tary (Grand Rapids: Zondervan, 2004), pp. 170-172.
63
C A P Í T U L O 8
64
"Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evange-
lio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación,
tribu, lengua y pueblo, diciendo a gran voz: Temed a Dios y dadle
gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo
el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas. Otro ángel le si-
guió, diciendo: Ha caído, ha caído Babilonia, la gran ciudad, porque
ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornica-
ción. Y el tercer ángel los siguió, diciendo a gran voz: Si alguno ado-
ra a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su
mano, él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido va-
ciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azu-
fre delante de los santos ángeles y del Cordero; y el humo de su tor-
mento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni
de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reci-
ba la marca de su nombre. Aquí está la paciencia de los santos, los
que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús" (Apocalipsis
14:6-12; la cursiva fue añadida).
Los mensajes de estos tres ángeles ("mensajeros") específicamente
están destinados a las personas que viven durante el tiempo en que
el juicio de Dios "ha llegado" (versículo 7). El mensaje es "el evange-
lio eterno" (versículo 6) –es decir, las buenas nuevas eternas– porque
es una parte culminante del vasto plan de Dios para salvar a todos
los que lo aceptan por fe en Jesucristo. Contiene una fuerte adver-
tencia contra el poder idólatra que se opone a Dios. El capítulo ante-
rior describió una "bestia" blasfema en términos que la identifican
con el poder del cuerno pequeño de Daniel, que es condenada por
Dios en el juicio preadvenimiento. De este modo, Apocalipsis 14 está
hablando del mismo juicio que se describe en Daniel 7 y 8.
Siguiendo al mensaje del tercer ángel, Apocalipsis 14:12 caracte-
riza a los leales a Dios como los que, durante el juicio al final del
tiempo, guardan: 1) los mandamientos de Dios, y 2) su fe en Jesús.
Siendo que este juicio es el Día de la Expiación definitivo, es claro
que estos dos requisitos son los equivalentes funcionales de lo que
los antiguos israelitas debían hacer para participar del Día de la Ex-
piación: 1) humillarse ante Dios mediante la negación propia física,
incluyendo el ayuno, y 2) guardando el sábado, al abstenerse de todo
trabajo, como en el sábado semanal (Levítico 16:29, 31; 23:27-32).
Hay conexiones temáticas entre lo que los antiguos israelitas de-
bían hacer y lo que los cristianos del tiempo del fin han de hacer. Así
65
como los israelitas debían humillarse, los cristianos del tiempo del
fin han de guardar la fe en Jesús, que "se humilló a sí mismo, ha-
ciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Filipenses
2:8). Como los israelitas debían guardar el sábado, los cristianos del
tiempo del fin han de guardar los mandamientos de Dios, que inclu-
yen el sábado (Éxodo 20:8-11; Deuteronomio 5:12-15).
Éxodo 31:13 revela un vínculo más abarcante entre el sábado y los
mandamientos de Dios. Guardar el sábado de Dios es "señal entre mí
y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy
Jehová que os santifico". Dentro del contexto del pacto con Dios, la
santificación (llegar a ser santo) significa llegar a ser como él en ca-
rácter (Levítico 11:44, 45; 19:2; 1 Pedro 1:14-16), y su carácter es amor
(1 Juan 4:8), que es la base de todos sus mandamientos (Mateo 22:37-
40). De modo que el santo sábado celebra la manera en que Dios nos
da el don de la obediencia a su santa ley al hacernos santos por el
derramamiento de su santo amor en nuestros corazones por su Espí-
ritu Santo (Romanos 5:5). Es clarísimo ahora que los cristianos real-
mente necesitan saber cuándo ha llegado el juicio, de modo que
puedan participar en forma inteligente y significativa en este gran
evento, y que así puedan contarlo a otros para que ellos también
tengan la oportunidad de mostrar lealtad a Dios en lugar de mos-
trarla a la bestia/cuerno pequeño y sus aliados.
¿Proporciona la Biblia suficiente información para que encontre-
mos cuándo comienza el juicio preadvenimiento? Daniel 7 habla de
tres y medio "tiempos" de persecución del cuerno pequeño (Daniel
7:25), que vienen antes de que el juicio libere al pueblo de Dios de la
opresión. Siendo que hemos encontrado que el cuerno pequeño re-
presenta a la Iglesia de Roma, podernos captar la perspectiva al
aprender más acerca de este período de dominación papal y su his-
toria. En un capítulo posterior seguiremos esto más en detalle. Pero
Daniel 8:14 indica el momento cuando el santuario de Dios es "justi-
ficado", el mismo evento como el juicio mencionado en Daniel 7:9 al
14. Daniel 8:14 dice que el juicio viene después de las 2.300 tardes y
mañanas. El problema es que Daniel 8 no nos da un punto de co-
mienzo para este período, de modo que no sabemos cuándo termina.
Sin embargo, la explicación en Daniel 9 sí nos da un punto de co-
mienzo de las 70 semanas/490 años, y este período cubre el primer
segmento de las 2.300 tardes y mañanas. Es la relación integral entre
la visión de Daniel 8 y la explicación en 9:24 al 27 la que combina los
66
dos períodos y con ello proporciona el punto inicial para las 2.300
tardes y mañanas.
1844 en 10 pasos 1
67
que conquistó Medo-Persia en el siglo IV a.C.
• Cuando murió Alejandro, su reino se dividió en 4 reinos grie-
gos, representados por cuatro cuernos en los versículos 8 y 22. Los
cuatro reinos fueron el Egipto de Ptolomeo, la Siria de Seleuco, el
Pérgamo de Átalo y la Macedonia de Antígono.
• El cuerno pequeño surgió al fin del gobierno de los cuatro rei-
nos (versículo 23) de uno de los cuatro "vientos del cielo", es decir,
de una de las cuatro direcciones en que se dividió el imperio de Ale-
jandro (versículos 8, 9). Este cuerno pequeño construyó un gran im-
perio (versículo 9). Fue diferente de los cuatro reinos griegos y los
remplazó. Sólo un poder se ajusta a esta descripción: Roma. El Impe-
rio Romano estuvo en el control desde poco antes del comienzo de la
era cristiana hasta el siglo V d.C. La iglesia de Roma remplazó al im-
perio, dominando la Edad Media. Si la justificación del santuario de
Dios sucede después de la dominación del cuerno pequeño, y si el
cuerno pequeño representa a Roma, el santuario debe ser justificado
después de la dominación de Roma.
Paso 2: Reconocer que los 2.300 días no pueden ser días literales.
La pregunta en Daniel 8:13 es: "¿Hasta cuándo durará la visión?"
La respuesta es: "Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas", es
decir, 2.300 días (versículo 14). Pero la visión dura del tiempo del
Imperio Medo-Persa a comienzos de Daniel (versículos 1, 2) hasta
el fin del Imperio Romano, cubriendo muchos siglos. Esto es mucho
más largo que los 2.300 días literales, que son menos de 6 años y
medio.
68
soló a Daniel diciéndole que los judíos serían restaurados a su tie-
rra y al templo antes del fin de los 2.300 días. Dentro de "70 sema-
nas" Jerusalén sería restaurada y vendría "el Mesías Príncipe" (Da-
niel 9:24-27).
Viene el Mesías
457 a.C. 27 d.C. 34 d.C.
490 años
Paso 8: Reconocer que los 2.300 días, como los 490 días, de-
ben representar años.
Ahora sabemos varias cosas:
• El santuario que es "justificado" al fin de los 2.300 días debe
ser el santuario celestial de Dios, donde Cristo está ministrando
ahora (Hebreos 7 al 10). Llegamos a esta conclusión porque Dios
"justifica" el santuario para remediar las abominaciones cometidas
por la fase vertical (papal) del cuerno pequeño, que suceden des-
pués que el templo terrenal fue destruido en el año 70 d.C.
• Los 2.300 días de Daniel 8 y los 490 años de Daniel 9 ambos
comenzaron en el tiempo del Imperio Medo-Persa.
• Los 2.300 días llegan más allá de los 490 años, por medio de
un tiempo en que la Iglesia de Roma establecería una falsa adora-
ción, hasta un tiempo cuando Dios resolvería este problema. De
modo que los 2.300 días alcanzan desde los tiempos de Medo-
Persia pasando por la era de dominación de la Iglesia de Roma. Por
71
lo tanto, los 2.300 días deben ser más largos que los 490 años, y la
expresión "tardes y mañanas" (días) debe representar años, como
ocurre en otros lugares de algunas profecías simbólicas de tiempo
(Números 14:34; Ezequiel 4:6).
72
de acuerdo con Daniel 8:14. Avanzando 2.300 años desde 457 a.C.
sin un año cero, llegamos a 1844 d.C., poco después que concluyó
el poder civil de la Iglesia de Roma. Tiene sentido que un juicio ce-
lestial que debe resolver los problemas creados por el poder ro-
mano comience cuando el período de dominación de este poder,
que creó los problemas, haya terminado. Es decir, en 1844, después
que terminó la dominación romana en 1798, cuando el general
Berthier, del ejército de Napoleón llevó cautivo al Papa.
Las implicaciones de nuestra conclusión para los cristianos mo-
dernos son asombrosas. Estamos viviendo en el tiempo del juicio
previo al advenimiento, el Día de la Expiación, justo antes de que
Jesús vuelva a conquistar el planeta Tierra y a establecer su reino
eterno. Los mensajes de los tres ángeles en Apocalipsis 14 se apli-
can directamente a nosotros. Mientras Cristo, nuestro Sumo Sacer-
dote celestial está justificando/vindicando el santuario, que repre-
senta el carácter santo de Dios, deberíamos participar en este even-
to demostrando nuestra lealtad mediante la observancia de los
mandamientos de Dios y la fe de Jesús.
Referencias
1 Adaptado de Roy Gane, Altar Call, pp. 280-297; comparar con Clifford Goldstein,
1844 hecho simple
2 Siegfried H. Horn y Lynn H. Wood, The Chronology of Ezra 7, especialmente las pá-
ginas 115 y 127; comparar con el Comentario bíblico adventista, tomo 3, pp. 103-106;
Brempong Owusu-Antwi, The Chronology of Daniel 9:24-27, pp. 295-299
3 Marcus Jastrow, A Dictionary of the Targumim, the Talmud Babli and Yerushalmi, and
73
C A P Í T U L O 9
Respuestas a objeciones
acerca del comienzo del
juicio en 1844
m
N
aturalmente, no todos están de acuerdo que Dios realice un
juicio previo al advenimiento que comenzó en 1844. Siguen
algunas de las objeciones más importantes levantadas por
los que no aceptan las evidencias y la lógica presentadas en el capí-
tulo anterior. ¿Qué diferencia hace esto? Si el juicio comenzó en
1844, está sucediendo ahora en el cielo, lo que significa que tenemos
el privilegio y la responsabilidad de participar en él durante el tiem-
po de la última gran fase de la expiación justo antes de que Jesús re-
grese. Si este no es el caso, es decir, si no estamos viviendo en este
momento especial, los mensajes de los tres ángeles de Apocalipsis 14
no se aplican específicamente a nosotros, y los seres humanos pue-
den continuar viviendo sobre el planeta Tierra en pecado y en mise-
ria por otros mil años o más. ¡Sí, sería como comenzar a prepararnos
para el Y3K [Año 3 mil]!
74
nifica que sólo 6,3 años llevarían a la justificación del santuario.
¿Cuál sería, entonces, el momento inicial, y cuándo terminarían los
6,3 años? Si tomamos en serio el texto de Daniel 8, de acuerdo con el
cual los 2.300 "días" cubren el tiempo de la visión desde el período
Medo-Persa, pasando por la dominación helenística hasta la era Ro-
mana y luego hasta el "tiempo del fin" (versículo 17), el resultado se-
ría un absurdo. Obviamente, el reinado de unos pocos reyes, sin con-
tar el período Medo-Persa mismo, cubriría mucho más de 6,3 años.
Además, ¿por qué estaría Daniel tan perturbado, como lo muestra
Daniel 9, acerca de una demora de apenas 6,3 años en la restauración
del santuario? Eso sería como quejarse cuando alguien promete po-
ner paz en el Cercano Oriente en menos de una década. (¡No conten-
ga el aliento!)
¿Hay otras alternativas? En el capítulo siguiente, refutaremos la
interpretación de que los 2.300 "días" son realmente la mitad de esos
días, y que es un período profético de cuando Antíoco IV Epífanes
persiguió a los judíos en Jerusalén durante el siglo II a.C. ¿Podrían
los "días" representar semanas o meses literales? Sencillamente no
hay evidencia en la Biblia para esas sugerencias.
Sin embargo, hay evidencia sólida de que los "días" representan
años literales en las profecías simbólicas de tiempo en Daniel, un
principio de interpretación que es vital para el enfoque históri-
co/historicista (a diferencia del preterista o futurista) de Daniel. 1
1. Para comenzar, la palabra hebrea yom, "día", puede usarse para
otro período además del día de 24 horas. Los eruditos han reconoci-
do versículos en los cuales el plural de yom significa "años". 2 Aquí
hay algunos ejemplos:
• "Después subió el varón Elcana con toda su familia, para ofre-
cer a Jehová el sacrificio (literalmente "el sacrificio de los días") acos-
tumbrado y su voto" (1 Samuel 1:21, la cursiva fue añadida; compa-
rar con 2:19; 20:6).
• "Quédate en mi casa, y serás para mí padre y sacerdote; y yo te
daré diez siclos de plata por año (literalmente, "para los días") vesti-
dos y comida" (Jueces 17:10, la cursiva fue añadida).
• "Fue el número de los días que David habitó en la tierra de los
filisteos, un año y cuatro meses" (literalmente, "días y cuatro meses")
75
(1 Samuel 27:7, la cursiva fue añadida).
2. En Números 14:34, Dios especificó un castigo por la rebelión
de los israelitas, que rehusaron tomar la Tierra Prometida porque
creyeron a los diez espías sin fe (ver Números 13). El castigo ade-
cuado para esa rebeldía fue: "Conforme al número de los días, de los
cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniqui-
dades cuarenta años, un año por cada día; y conoceréis mi castigo".
Los israelitas tendrían que peregrinar durante 40 años en el desierto,
un año por cada día de la misión de los espías.
3. En Ezequiel 4, Dios ordenó al profeta Ezequiel que realizara
actos simbólicos para impresionar a su pueblo de la gravedad de su
situación. Y es importante para nuestro estudio saber que Ezequiel
fue contemporáneo de Daniel. Dios le indicó:
"Y tú te acostarás sobre tu lado izquierdo, y pondrás sobre él la
maldad de la casa de Israel. El número de los días que duermas so-
bre él, llevarás sobre ti la maldad de ellos. Yo te he dado los años de
su maldad por el número de los días, trescientos noventa días; y así
llevarás tú la maldad de la casa de Israel. Cumplidos éstos, te acosta-
rás sobre tu lado derecho segunda vez, y llevarás la maldad de la ca-
sa de Judá cuarenta días; día por año, día por año te lo he dado"
(Ezequiel 4:4-6).
4. En el capítulo 7 de este libro notamos que las "70 semanas" de
Daniel 9:24 al 27 son 70 ciclos de años sabáticos de 7 años cada uno,
formando un total de 490 años, que abarcan 10 jubileos de 49 años
cada uno (ver Levítico 25). 3 En este caso podemos verificar históri-
camente el resultado de aplicar el principio día/año: Jesús comenzó
su ministerio en el año 27 d.C. al comienzo de la última "semana" de
años de los 490 años que van desde 457 a.C. hasta 34 d.C. De modo
que Cristo vino exactamente cuando Daniel dijo que vendría, si en
tendemos que las "semanas" de Daniel son semanas de años y no de
días. Las 70 semanas de Daniel 9:24-27 son el primer segmento de las
2.300 tardes y mañanas de Daniel 8:14. Si los anteriores representan
años, entonces los siguientes también deben representar años.
Note que la precisión de la predicción de Daniel acerca de Cristo
en 9:24 al 27 es un golpe importante contra los que no aceptan que
Dios hace profecías predictivas exactas. Esta profecía alcanza mucho
76
más allá del siglo II a.C., época en la que muchos eruditos creen que
se escribió el libro de Daniel, y aún más allá de la fecha de algunos
manuscritos de Daniel pertenecientes a los rollos del Mar Muerto.
De este modo, la profecía que indica con precisión el momento en
que vendría el Mesías no podría haber sido historia escrita después
de los hechos como si fuera una predicción.
5. En consonancia con la naturaleza simbólica de las profecías de
Daniel 7 y 8, esperaríamos que los períodos de tiempo en estos ca-
pítulos fueran también simbólicos. De hecho, así como los animales
simbólicos en estos capítulos son poco usuales, también las profecías
presentan períodos de tiempo con terminología poco usual, aparen-
temente para enfatizar su naturaleza simbólica. De este modo Daniel
8:14 especifica 2.300 "tardes y mañanas", una expresión anormal para
2.300 días (acerca de esto veremos más en el capítulo siguiente).
Daniel 7:25 habla de "tiempo, y tiempos, y medio tiempo" durante
los cuales el poder del cuerno pequeño perseguiría al pueblo de
Dios. La palabra aramea 'iddan, traducida "tiempo", no es una pala-
bra usual para una unidad específica de tiempo, tal como un día, una
semana, un mes o un año. Pero su significado llega a ser claro cuan-
do miramos a Daniel 4, donde el profeta usa la misma palabra para
los "siete tiempos" (o "siete períodos de tiempo") que pasarían sobre
Nabucodonosor antes de que su mente le fuera restaurada (versícu-
los 16, 32). El versículo 34 dice: "Mas al fin del tiempo [literalmente,
"los días", es decir, "los años"; ver más arriba] yo Nabucodonosor al-
cé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta"(la cursiva fue aña-
dida). De modo que si "tiempos" significa años aquí, el mismo signi-
ficado puede aplicarse a Daniel 7:25: tres años y medio.
Una comparación con Apocalipsis 12 confirma esta interpretación
de los "tiempos" de Daniel. Al hablar de este mismo período de per-
secución, este capítulo usa la terminología de Daniel de tres "tiem-
pos" y medio (versículo 14), pero también especifica directamente lo
que eso abarca: 1.260 días (versículo 6). Así que, tres tiempos y me-
dio equivale a tres años y medio a razón de 360 días por año. (Ver
también Apocalipsis 11:2, 3; 13:5, donde se da este período como
"cuarenta y dos meses". A 30 días por mes, 42 meses equivalen a
1.260 días.)
77
Ahora podemos comprender mejor la conexión de Daniel 12 entre
"tiempo, y tiempos, y medio tiempo (versículo 7), que ahora sabemos
que son 1.260 días, y dos períodos más largos que se indica explícita-
mente que son "días" en vez de "tiempos": "1.290 días" (versículo 11),
y "1.335 días" (versículo 12). Los contextos tanto de Daniel como del
Apocalipsis describen extensas persecuciones por un importante po-
der religioso. Entonces, resulta claro que los 1.260 días no pueden ser
1.260 períodos literales de 24 horas, sino que deben ser "días" profé-
ticos/simbólicos; en otras palabras, 1.260 años literales. De hecho,
hemos identificado al perseguidor como la Iglesia de Roma, y las
persecuciones llevadas a cabo por esa iglesia se extendieron a lo lar-
go de muchos siglos.
Desechar los períodos de tiempo en Daniel como meramente sim-
bólicos y por lo tanto no conectados con espacios de tiempo histórico
específicos no sería justo para esta clase de escritos proféticos. Pri-
mero, las imágenes simbólicas, animales y cuernos de Daniel 2, 7 y 8
representan poderes históricos reales, algunos de los cuales el profe-
ta identificó explícitamente como tales en su libro (2:38; 8:20, 21). Se-
gundo, hemos encontrado que en Números 14:34 y Ezequiel 4:6, nú-
meros específicos de días fueron usados para simbolizar el mismo
número de años reales. Tercero, hemos visto que en Daniel 9:24 al 27,
el marco de tiempo de las 70 semanas corresponde bien con la crono-
logía de la primera venida de Cristo.
En el contexto de Daniel 9:24 al 27, las "semanas" son tan obvia-
mente períodos de años sabáticos, es decir, semanas de años, que el
principio de día por año no parece estar en efecto. Sin embargo, en
otras partes de la Biblia hebrea la palabra para "semana" denota una
semana de días. La terminología para los años sabáticos en Levítico
25:8 está relacionada, pero es diferente: literalmente "sábados de
años": "Y contarás siete semanas de años, siete veces siete años, de
modo que los días de las siete semanas de años vendrán a serte cua-
renta y nueve años". Otra vez vemos que el uso poco usual de la ter-
minología en Daniel, en este caso "semanas" para semanas de años,
es simbólico y nos alerta acerca de la presencia del principio día por
año.
78
Objeción 2: Daniel 9:25 no se refiere al decreto de
Artajerjes I en el año 457 a.C.
Si "la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén" (Da-
niel 9:25) no se refiere al decreto emitido por el rey Artajerjes I de
Medo-Persia en el año 1º de su reinado (Esdras 7), que fue 457 a.C.,
debe haber otro punto de comienzo de la profecía de las 70 semanas.
Si hay otro comienzo, es obvio que habrá otro momento de termina-
ción, y la profecía no indicaría con exactitud el momento de la pri-
mera venida de Cristo. Esto arrojaría serias dudas sobre el principio
día por año y socavaría la base de nuestros cálculos del período de
las 2.300 tardes y mañanas (Daniel 8:14) que comienzan con este de-
creto.
Una objeción a la identificación del decreto de Daniel 9 como el
de Artajerjes I dice que de acuerdo con varias traducciones y comen-
tarios, fue Ciro el que decretó que Jerusalén fuera reedificada (cerca
del 536 a.C.; ver Isaías 44:28). Por lo tanto, los 2.300 años no termina-
ron en 1844.
Sin embargo, fue Dios, y no Ciro el que ordenó la reconstrucción
de Jerusalén. Ésta comenzó con Ciro (Esdras 1:1-4; ver también 6:3-
5), continuó con Darío I (6:6-12), quien conscientemente siguió el
precedente que Ciro había establecido, y culminó con el decreto de
Artajerjes I, como lo indica Esdras 6:14: "Edificaron, pues, y termi-
naron, por orden del Dios de Israel, y por mandato de Ciro, de Da-
río, y de Artajerjes rey de Persia".
Ciro desempeñó un papel importante en el proceso de restaura-
ción ordenado por Dios como lo había profetizado en Isaías 45:13:
"Él edificará mi ciudad, y soltará mis cautivos". Pero fue el decreto
de Artajerjes (Esdras 7:11-26), a diferencia de los decretos anteriores
de Ciro y de Darío, el que explícitamente incluyó la preocupación
por la ciudad de Jerusalén misma, no sólo del templo de Jerusalén.
El decreto de Artajerjes ordenó la restauración de Jerusalén como el
centro administrativo y de justicia civil y por lo tanto, por implica-
ción, como la capital del pueblo judío (Esdras 7). 4
"Desde el punto de vista tanto de los judíos como del poder real,
la misión principal confiada a Esdras estuvo en el campo legal. Él re-
cibió la orden de nombrar jueces y magistrados 'que gobiernen a to-
79
do el pueblo que está al otro lado del río'; y se prometía un castigo
ejemplar a cualquiera que no cumpliera 'las leyes de tu Dios' (7:25)". 5
Note que Daniel 9:25 habla de restaurar y edificar a Jerusalén; la
ciudad es el complemento directo de ambos verbos. Así que aunque
"restaurar" aquí literalmente significa "hacer que vuelva", no está ha-
blando de que Ciro hizo que los judíos volvieran a su patria. Más
bien, tiene que ver con hacer que la ciudad de Jerusalén volviera a su
estado anterior.
Aquí hay una segunda objeción al decreto de Artajerjes I. De
acuerdo con Daniel 9:25, las 70 semanas comienzan cuando un de-
creto sale "para restaurar (literalmente, "hacer volver") y (re)edificar
a Jerusalén. El decreto de Artajerjes I en 457 a.C. no indicaba explíci-
tamente la reedificación de los muros de Jerusalén. De hecho, eso
ocurrió más tarde, bajo Nehemías, quien recibió autorización de Ar-
tajerjes, en el 20º año del rey (444 a.C.; Nehemías 2). Por lo tanto, los
que objetan dicen que es erróneo usar 457 a.C. como el punto de par-
tida de las profecías de las 70 semanas y de los 2.300 años.
Sin embargo, una comparación cuidadosa de términos similares
en otras partes de la Biblia muestra que el decreto de Artajerjes co-
rresponde bien con las especificaciones proféticas, aún mejor de lo
que se pensaba. El hebreo de Daniel 9:25 tiene la forma Hifil (causa-
tiva) de shub, "traer de vuelta, restaurar", combinado con banáh, "edi-
ficar". Estos dos verbos se usan también juntos con una ciudad corno
complemento directo en 2 Reyes 14:22: "Reedificó él a Elat, y la resti-
tuyó a Judá, después que el rey durmió con sus padres" (comparar
con 2 Crónicas 26:2). Aquí la restauración de una ciudad significa
restaurar su posesión a una entidad política. Esta idea también aparece
en 1 Reyes 20:34: "Y le dijo Ben-adad: Las ciudades que mi padre to-
mó al tuyo, yo las restituiré; y haz plazas en Damasco para ti, como
mi padre las hizo en Samaría".
Este último versículo es un paralelo especialmente interesante de
Daniel 9:25 porque restaurar la posesión por un rey precede a un
proyecto de obras públicas por el grupo de personas a quienes se
restaura la ciudad (comparar con Daniel 9:25: "Se volverá a edificar
la plaza y el muro"). Fue el decreto de Artajerjes I, registrado en Es-
dras 7, el que devolvió Jerusalén a los judíos en el sentido de darles
80
el control civil autónomo de la ciudad (bajo el Imperio Persa, por su-
puesto). Esto aparentemente implicaba el permiso para restaurar la
infraestructura de obras públicas, incluyendo sus muros, los que Es-
dras con los que regresaron con él comenzaron a hacer hasta que se
levantó oposición (Esdras 4:11-16), y que completó Nehemías, con el
permiso de Artajerjes. 6
Una tercera objeción es que Esdras 7 habla del 1º año de un Ar-
tajerjes diferente que Artajerjes I. Hubo cuatro reyes Medo-Persas
con el nombre de Artajerjes: 7 Artajerjes I, (465-424/423 a.C.); Arta-
jerjes II (405-359); Artajerjes III (359-338); y Artajerjes IV (338-336).
Nehemías 13:6 elimina los últimos dos como los reyes que goberna-
ron durante los tiempos de Esdras y Nehemías, al referirse al 32º año
de Artajerjes. Artajerjes III y IV no reinaron tanto tiempo. De Artajer-
jes I y II, el contexto histórico del primero se ajusta mejor al período
de Esdras-Nehemías.
Amelie Kuhrt describe las acciones vigorosas de Artajerjes I para
contrarrestar una amenaza de los atenienses, que apoyaban la re-
vuelta egipcia contra los persas:
"Artajerjes se movió rápidamente para contrarrestarlos: un gene-
ral aqueménida, Megabises, fue enviado para aplastar la revuelta
egipcia, lo cual hizo con brutalidad, aniquilando a los rebeldes egip-
cios y el contingente ateniense (Tucídides, 1.110). La evidencia ar-
queológica de varios sitios en el Levante sugiere que se establecieron
nuevos puntos de guarniciones fortificadas para fortalecer las defen-
sas de Persia.
Las misiones de los cortesanos judíos aqueménidas, Esdras y
Nehemías, a Jerusalén (tal vez fechables entre 458 y 445, respectiva-
mente) pueden bien estar vinculadas con estos vigorosos esfuerzos
persas para anular la amenaza griega". 8
La mención que hace Kuhrt de 458 a.C. como la fecha posible de
la misión de Esdras está en armonía con su cronología, y sería el 1º
año de Artajerjes I (Esdras 7:7). Otros eminentes historiadores tam-
bién dan 458 a.C. como la fecha del decreto de Artajerjes y la misión
de Esdras. 9 Esto es un año antes de la fecha de 457 a.C. que hemos
usado, una pequeña diferencia, en especial considerando que los
años antiguos se superponían a nuestros años, de modo que un año
81
en el calendario antiguo sería parte de nuestros años 458 y 457 a.C.
Siegfried Horn y Lynn Wood examinaron muy de cerca las correla-
ciones entre los documentos antiguos fechados en el reino de Arta-
jerjes que usaban diferentes sistemas de calendario. Llegaron a la
conclusión que de acuerdo con el calendario judío que Esdras debe
haber usado, el decreto de Artajerjes y el viaje de Esdras realmente
ocurrieron en457 a.C. 10 William Shea explica eso de acuerdo con el
calendario persa de primavera a primavera:
"El séptimo año de Artajerjes comenzó en la primavera de 458
a.C., y terminó en la primavera de 457 a.C. De este modo, según el
calendario persa, Esdras debe haber comenzado su viaje de Babilonia
en la primavera de 458 a.C. y llegado a Jerusalén en el verano del
mismo año. Los judíos, sin embargo, consideraban que el año nuevo
comenzaba en el otoño, de acuerdo con el calendario civil por el cual
contaban los reinados de sus reyes y los de otras naciones. [...] De es-
te modo, por el calendario civil judío, el séptimo año de Artajerjes
comenzaría en el otoño de 458 a.C. y terminaría en el otoño de 457
a.C. Con esta manera de contar, Esdras habría comenzado su viaje a
Jerusalén en la primavera de 457 a.C., llegando allí en el verano del
mismo año. 11
82
evento. 12 ¿Cómo podemos estar seguros de que Cristo cumplió exac-
tamente la profecía de las 70 semanas de Daniel 9:24 al 27? Si hay
dudas acerca del cumplimiento de esta profecía, también habrá du-
das sobre nuestra interpretación de las 2.300 tardes y mañanas de
Daniel 8:14.
No necesitamos la confirmación de la muerte de Cristo en el año
30 ó 31 d.C. porque tenemos la confirmación de su bautismo en el
año 27 d.C., al comienzo de la última de las 70 semanas de años de
Daniel (7 + 62 "semanas", en otras palabras, 483 años después de 457
a.C.; ver Daniel 9:25, 26). Jesús fue bautizado y comenzó su ministe-
rio público "en el año decimoquinto del imperio de Tiberio César"
(Lucas 3:1). Se sabe por las fuentes seculares de la historia que Tibe-
rio César llegó a ser el emperador único de Roma (después de haber
sido corregente en las provincias romanas) cuando Augusto murió el
19 de agosto del año 14 d.C. Lucas probablemente siguió el método
corriente de fechar en ese tiempo, que reconocía el primer año del
reinado de un rey como la porción del año que había antes del pri-
mer día de Año Nuevo (en el otoño, a mediados de octubre) de su
reinado. De modo que el tiempo entre agosto 19 y octubre del año 14
d.C. se habría contado como el primer año de Tiberio. El segundo
año del emperador habría sido el año civil judío que abarcaba de oc-
tubre del año 14 d.C. hasta octubre del año 15 d.C. Siguiendo de esta
manera, el decimoquinto año de Tiberio hubiera alcanzado desde el
otoño del año 27 d.C. hasta el otoño del año 28 d.C. El fin de los 483
años de Daniel fue el año 27 d.C., cayendo dentro del decimoquinto
año de Tiberio. Jesús mantuvo su cita con la profecía de Daniel. 13
Hemos encontrado que el principio de día por año y el año 457
a.C. como el punto de partida de las profecías de los 490 y los 2.300
años de Daniel 8 y 9 son sólidos. Además, la profecía de las 70 sema-
nas alcanza hasta el tiempo de Cristo, lo que significa que se extien-
de mucho más allá de cualquier fecha en que pudo haberse escrito el
libro de Daniel. De modo que debemos concluir que Daniel 9 defini-
damente contiene una profecía predictiva real y exacta. Esto apoya la
idea de que las otras profecías (Daniel 2, 7, 8, 11 y 12) cubren exacta-
mente un panorama de la historia que comienza en el pasado y llega
83
a través de los tiempos al futuro, al fin de la era presente y el co-
mienzo de la nueva era del reino eterno de Cristo.
Referencias
1 Ver la defensa del principio del día por año que hace Desmond Ford en Daniel, pp.
300-305 (Apéndice F), y el estudio principal de William Shea en Selected Studies on Pro-
phetíc Interpretation, Daniel and Revelation Committee Series 1, pp. 67-110. Ver
también Gerhard Pfandl, Daniel: The Seer of Babylon, pp. 60-62.
2 Ludwig Koehler y Walter Baumgartner, The Hebrew and Aramaic Lexicon of the Old
enty Weeks, Leviticus, and the Nature of Prophecy, Daniel and Revelation Committee Se-
ries 3, pp. 64-74; Brempong Owusu-Antwi, The Chronology of Daniel 9:24-27, pp. 131-
138, 290-295, 299-303.
7 Amelie Kuhrt, The Ancient Near East c. 3000-330 a.C. (Londres y Nueva York:
University Press, 1976), p. 173; The Cambridge History of Judaism, W. D. Davies and
Louis Finkelstein, eds. (Cambridge: Cambridge University Press, 1984), p. 73; Briant,
p. 583. Note que tenemos fechas precisas basadas en antiguos registros de fenómenos
astronómicos (especialmente eclipses) que se relacionan con los años de reinados des-
de los tiempos neobabilónicos en adelante. En consecuencia, los eruditos pueden da-
tar muchos eventos de los reinados de los monarcas desde esa era hasta el día en que
ocurrieron.
10 Siegfried H. Horn y Lynn H. Wood, The Chronology of Ezra 7 (Hagerstown, Md.:
Review and Herald, 1953; 1970), especialmente las pp. 115 y 127; ver también el Co-
mentario bíblico adventista, tomo 3, pp. 103-113; Owusu-Antwi, pp. 295-299
11 William H. Shea, Daniel 7-12: Prophecies of the End Time, p. 65
12 C. Mervyn Maxwell, El misterio del futuro revelado (Buenos Aires: Asoc. Casa Editora
84
C A P Í T U L O 1 0
Más respuestas
a objeciones: Roma
versus Antíoco
m
E
n el capítulo anterior, respondí a objeciones hechas a la interpre-
tación de la profecía de Daniel 8:14 de las 2.300 tardes y mañanas
que va desde 457 a.C. a 1844 d.C. En el presente capítulo, consi-
deraremos otra clase de objeciones, que desafían las fechas de las profe-
cías de Daniel y ponen en grave duda su credibilidad básica. En los tri-
bunales, si no se puede responder a las objeciones de una persona, se
puede ganar el caso si se muestra que la persona no es confiable, o que
la persona ni siquiera es quien dice ser.
Una teoría erudita muy difundida sostiene que las profecías de Da-
niel con respecto al poder del cuerno pequeño y su equivalente en Da-
niel 7 al 12 fueron realmente escritas en respuesta a la crisis que provo-
có, entre los judíos, el rey seléucida Antíoco IV Epífanes (reinó desde
175 a.C. a 164/3 a.C.). Esta teoría dice que alguien, que no fue Daniel,
escribió el libro que lleva su nombre después que ocurrieron los eventos
"profetizados" en él. Si este enfoque es correcto, las 2.300 tardes y ma-
ñanas fueron cumplidas en el pasado distante, de modo que no hay un
juicio preadvenimiento en estos momentos.
La mayoría de los eruditos hoy aceptan y enseñan la teoría que aca-
bo de describir, como se puede ver fácilmente mirando los comentarios
sobre Daniel. En la mayoría de estos comentarios, Antíoco está presente
y da forma a todo el marco de la interpretación profética. Una cantidad
de eruditos ha perdido de vista el hecho de que la teoría es una teoría;
85
la tratan como si fuera un hecho o un dogma fijo que está más allá de la
crítica. 1
89
"Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a to-
das las naciones; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono.
Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios,
para que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días" (Apocalip-
sis 12:5, 6).
Es claro que Cristo y el Nuevo Testamento no consideraban al an-
terior rey Antíoco como el que cumplió la profecía del cuerno pe-
queño, aun cuando el libro apócrifo de 1 Macabeos describe algo que
Antíoco puso sobre el altar del templo de Jerusalén como la "abomi-
nación de la desolación" (1:54). ¿Podemos aceptar la interpretación
de 1 Macabeos y argumentar que aunque en el esquema mayor de
las cosas, Antíoco fue un perdedor, él cumplió el símbolo del cuerno
pequeño de Daniel porque se lo veía grande en el horizonte de los
judíos que eran el centro de la preocupación de Daniel? No. Daniel
presenta el cuadro grande en el cual el "cuerno pequeño" es un suce-
sor de los poderes mundiales más bien que un mero bravucón para
los judíos.
Un ejemplar reciente del Journal of Bíblical Literature contiene un ar-
tículo fascinante e importante de Steven Weitzman titulado: "Plotting
Antiochus's Persecution" [Tramando la persecución de Antíoco]. Aun-
que Weitzman sigue aceptando el dogma preterista de que Antíoco
IV es el cuerno pequeño de Daniel, él lo socava apoyando fuertemen-
te la idea de que los libros de los Macabeos son propaganda que se
ajusta bien a una larga tradición literaria del antiguo Cercano Orien-
te. Pinta los actos de Antíoco en colores especialmente oscuros en su
intento de mostrar a los macabeos como los salvadores de la religión
judía. 10
Algunos dicen que Antíoco sencillamente fue el primero de múl-
tiples cumplimientos del cuerno pequeño, y que Jesús habló de uno
de los otros cumplimientos. Pero los puntos 1 y 2 arriba citados eli-
minan a Antíoco de cualquier clase de cumplimiento, aun de uno de
los menores. 11 Él vivió en la época equivocada, y su carrera no se
ajusta a las especificaciones. Sin duda, Antíoco era malvado y opues-
to a Dios, y ciertamente hizo algunas cosas que dijo que haría el cuer-
no pequeño. Pero eso no lo hace el cuerno pequeño.
4. Antíoco persiguió a los judíos durante 1.080 días. Este período
no se ajusta a ninguno de los períodos de tiempo profetice dados en
Daniel. Los eruditos tratan de ajustar este período con las 2.300 tar-
des y mañanas de Daniel 8:14, dividiéndolos en dos mitades. Dicen
90
que este versículo se refiere a 2.300 holocaustos sacrificados "regu-
larmente" (comparar los versículos 11 al 13) mañana y tarde (compa-
rar Números 28:4) en el templo de Jerusalén en 1.150 días literales,
dos sacrificios por día.
Aunque muchas de las traducciones suponen que Daniel 8:11 al
13 habla del "sacrificio regular o continuo", el texto original hebreo
de estos versículos se refiere sólo a la "regularidad" (es decir, la ado-
ración que ocurre regularmente, el así llamado "continuo"). No hay
un término hebreo para "sacrificio" en este contexto. Aun si "la regu-
laridad" pudiera mostrarse que representa los holocaustos matutino
y vespertino en el templo de Jerusalén, estos eran mañanas y tardes,
no tardes y mañanas como en Daniel 8:14. Además, los dos sacrifi-
cios abarcaban una unidad (ver Números 28:1-8). Más todavía, en
Daniel 8:14, "2.300 tardes y mañanas" aparecen como una abrevia-
ción de "2.300 tardes y 2.300 mañanas", como lo muestra la compara-
ción con el versículo 26: "las tardes y mañanas", es decir, las 2.300
tardes y las 2.300 mañanas, refiriéndose a los 2.300 días completos
(comparar con Deuteronomio 9:25, "cuarenta días y cuarenta no-
ches"). 12
Como señalamos en el capítulo 9, las "2.300 tardes y mañanas" 13
es una unidad de tiempo poco común, como son otras unidades sim-
bólicas en las profecías de tiempo de Daniel. Una combinación simi-
lar de tardes y mañanas en este orden aparece en las fórmulas para las
unidades diarias de la semana de la Creación: "Y fue la tarde y la
mañana un día" (Génesis 1:5; ver también los versículos 8, 13, 19,
etc.). 14 Note que la tarde seguida por la mañana se refiere al ciclo de
un día, no dos medios días. De modo que no hay justificación para
dividir los 2.300 días por la mitad, para hacer 1.150 días, que estaría
más cerca de la duración de la persecución realizada por Antíoco.
La tarde seguida por la mañana también aparece en Éxodo 27:20,
21:
"Y mandarás a los hijos de Israel que te traigan aceite puro de oli-
vas machacadas, para el alumbrado, para hacer arder continuamente
las lámparas. En el tabernáculo de la reunión, afuera del velo que es-
tá delante del testimonio, las pondrá en orden Aarón y sus hijos para
que ardan delante de Jehová desde la tarde hasta la mañana, como
estatuto perpetuo de los hijos de Israel por sus generaciones".
Este pasaje contiene varios paralelos a Daniel 8: La lámpara está
ardiendo continuamente / regularmente (comparar con "regulari-
91
dad"/"continuo" en Daniel 8:11-13) en el santuario (ver palabras para
"santuario" en Daniel 8:11, 13, 14) desde la tarde hasta la mañana
(comparar con Daniel 8:14, 26). Al proveer luz durante la noche en el
"palacio" del Rey divino, mostraba que él estaba despierto. La lám-
para recordaba al pueblo de Dios que "no se adormecerá ni dormirá
el que guarda a Israel" (Salmo 121:4).
La conexión con el ciclo de la lámpara del santuario implica que
las 2.300 tardes y mañanas se refieren a 2.300 noches, es decir, la por-
ción oscura de 2.300 días (refiriéndose a "días" como períodos simbó-
licos de veinticuatro horas). Hay un ciclo continuo de tarde y maña-
na para cada ciclo de veinticuatro horas, de modo que otra vez, no
hay apoyo para dividir las 2.300 tardes y mañanas en mitades de
días. La idea de que Dios vigila durante la noche es destacada en
Daniel 6, donde Dios protegió al profeta mientras pasó la noche en el
foso de los leones. En Daniel 8, el pueblo de Dios experimenta un pe-
ríodo "oscuro" de opresión por una sucesión de poderes durante los
2.300 días/años, pero Dios guarda a los suyos durante todo el tiem-
po.
Referencias
1 Un ejemplo extremo es Louis F. Harman y Alexander A. Di Lella, The Book of Daniel,
("Why Antiochus Is Not the Little Hora of Daniel 8"); comparar con Desmond Ford,
Daniel, pp. 164, 188, 191.
5 Hersh Goldwurm expresa la interpretación tradicional judía de Daniel 7: "El cuar-
to reino, representado aquí por una bestia temible no especificada, diferente de to-
das las otras bestias, es el del Imperio Romano con todas sus metamorfosis. Esto es el
pensamiento de casi todos los comentadores y claramente el de nuestros Sabios en el
Talmud y numerosos midrashim". Daniel: A New Translation, p. 199. De acuerdo con es-
to, las identificaciones tradicionales judías del cuerno pequeño que sale de la cuarta
bestia en Daniel 7 han sido Tito (Rashi), la institución del papado (Abarbanel, Mal-
bim), Islam (Malbim), o una nación que se convertiría al Islam (Ibn Ezra), todas las
cuales nos llegan del período romano o más tarde (Goldwurm, pp. 202, 203). La
identificación del cuerno pequeño en Daniel 8 no es la misma: el reino seléucida en
general (Ibn Ezra), Antíoco IV (Malbim y Mayenei HaYeshuah), y el gobierno de Tito (y
Vespasiano) sobre el Imperio Romano (Rashi) (Goldwurm, pp. 221, 222).
92
6 Roy Gane, Altar Call, p. 299; A. K. Grayson, Babylonian Historical-Literary Texts (To-
ronto: University of Toronto Press, 1975), pp. 24-37
7 William H. Shea, Daniel 1-7: Prophecy as History, The Abundant Life Bible Amplifier
Shea, Selected Studies, pp. 53-63; ver también William H. Shea, Daniel 7-12: Prophecies of
the End Time, pp. 178-213
9 Ver, por ejemplo, C. Mervyn Maxwell, El misterio del futuro revelado, tomo 1, p. 165
10 Steven Weitzman, "Plotting Antiochus's Persecution", Journal of Biblical Literature
Daniel, Daniel and Revelation Committee Series 2, Frank H. Holbrook, ed. (Silver
Spring, Md.: Biblical Research Institute, 1986), pp. 463, 472-474
93
C A P Í T U L O 1 1
El cuerno pequeño:
rebelde y anticristo
m
D
aniel 7:9 al 14 dice que el cuerno pequeño está condenado
mediante el juicio previo al advenimiento, que involucra
abrir los libros que presumiblemente registran las acciones
de ese poder. ¿Por qué? Este juicio no es necesario para condenar los
imperios humanos previos: Babilonia, Medo-Persia, Grecia, y Roma
Imperial/Pagana. Ellos terminan sencillamente porque son malva-
dos y no hay dudas acerca de si salvarlos porque no tienen ninguna
conexión positiva con Dios, quien tiene el poder para salvar. Como
Jesús le dijo a Nicodemo: “El que no cree, ya ha sido condenado,
porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan
3:18). Todos los seres humanos han pecado (Romanos 3:23), y “la pa-
ga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). Por eso los que nunca res-
pondieron a la oferta divina de salvación sencillamente mueren la
muerte eterna, así como los reclusos en la fila de la muerte no son
considerados para una demora en la ejecución a menos que apelen al
gobernador.
¿Por qué el cuerno pequeño no sería automáticamente condenado
sin reunir antes un tribunal celestial que se tome el trabajo de abrir
sus actos para ser inspeccionados? Aunque el cuerno pequeño ejerce
una fuerza coercitiva contra el pueblo de Dios como lo han hecho
otros poderes humanos (ver Daniel 7:25; 8:24; y comparar, por ejem-
plo, con Daniel 3:6), la situación difiere porque las pretensiones del
cuerno pequeño trascienden la política secular (ver Daniel 7:24). Es
94
un poder religioso. Esto se muestra en el hecho de que “pensará en
cambiar los tiempos y la ley” (Daniel 7:25), es decir, la ley del pacto
de Dios (incluyendo el tiempo sagrado) y la adoración.
El cuerno pequeño entra bajo el juicio previo al advenimiento
porque pretende tener una conexión con Dios. Por lo tanto, lo que
representa afecta la reputación de Dios en el mundo, así como las ac-
tividades ilegales de un coronel del ejército norteamericano afecta-
ron adversamente la reputación de su presidente, bajo cuya adminis-
tración estaba actuando. A fin de dar al pueblo un cuadro exacto de
su carácter, Dios debe mostrar su relación verdadera con el cuerno
pequeño.
Por la misma razón, Dios necesitaba condenar a los antiguos is-
raelitas y a los extranjeros que vivían dentro de las fronteras de Is-
rael que pertenecían a la comunidad del pacto, pero que contamina-
ban su reputación cuando adoraban a Moloc (Levítico 20:3) o des-
cuidaban voluntariamente sus provisiones para purificarse de la
contaminación con muertos (Números 19:13, 20). Estas “transgresio-
nes” (pecados de rebeldía) nunca eran perdonadas mediante el sis-
tema israelita de sacrificios. Tenían que ser eliminadas del santuario
israelita el Día de la Expiación junto con los pecados perdona-
bles/perdonados (Levítico 16:16). Aunque la eliminación de estos úl-
timos pecados del santuario beneficiaba a los pecadores perdonados
con la purificación/vindicación moral (versículo 30), la eliminación
de las transgresiones sólo beneficiaba a Dios. Los pecadores rebeldes
no tenían parte en el juicio del Día de la Expiación en el sentido de
recibir su beneficio, sino quedaban irremediablemente condenados. 1
Significativamente, el cuerno pequeño comete “transgresiones
/pecados de rebelión” (persa; Daniel 8:12, 13, el mismo término he-
breo como en Lev. 16:16). Por esto es condenado por medio del juicio
(Daniel 7:11, 22) aun cuando el santuario/reputación de Dios es pu-
rificado/vindicado (Daniel 8:14). De modo que el cuerno pequeño se
ajusta al perfil de los pecadores rebeldes en la comunidad divina del
pacto quienes no reciben el beneficio de la vindicación en el Día de la
Expiación. 2
En el antiguo Israel, la contaminación más severa del santuario
/templo ocurría cuando los rebeldes contra Dios introducían objetos
95
de culto extraño en el santuario mismo, como hizo el rey apóstata
Manasés: “Y puso una imagen de Asera que él había hecho, en la ca-
sa de la cual Jehová había dicho a David y a Salomón su hijo: Yo
pondré mi nombre para siempre en esta casa, y en Jerusalén a la cual
escogí de todas las tribus de Israel” (2 Reyes 21:7; comparar con Eze-
quiel 8). El hecho de que el buen rey Josías más tarde tuvo que orde-
nar a los levitas que pusieran “el arca santa en la casa que edificó Sa-
lomón hijo de David, rey de Israel” (2 Crónicas 35:3) sugiere que
Manasés había sacado el arca del pacto del Lugar Santísimo y la ha-
bía reemplazado con un símbolo idolátrico o imagen de Asera, una
diosa pagana de la fertilidad. 3
En una escala mayor que en los días de Manasés y Josías, el tem-
plo celestial de Dios necesitaría “ser justificado” (Daniel 8:14) des-
pués que el cuerno pequeño pusiera una “prevaricación asoladora”
en lugar de la verdadera adoración (vers. 11-13) e impidiera a la gen-
te que adorara en forma adecuada y regular (Apocalipsis 11:2, 3 dice
que hollarán el patio que está fuera del templo).
“El ‘cuerno pequeño’ es específicamente culpable porque no sólo
deja de tomar en cuenta parte del sistema divino de sacrificios (com-
parar con Números 19:13, 20) sino que participa de un sistema alter-
nativo (comparar con Lev. 20:3); quita parte del sistema de Dios, es
decir, la ‘regularidad’ (llamada el ‘diario’ o ‘continuo’), y establece
un sistema alternativo (Daniel 8:11-13; 11:31; 12:11). De este modo el
cuerno caería bajo la jurisdicción de un tribunal que repasa su situa-
ción respecto del pacto”. 4
Otra vez, nuestra identificación del cuerno pequeño como la Igle-
sia de Roma (en vez de Antíoco IV Epífanes, que era un gobernante
pagano) se ajusta perfectamente: Esta iglesia es un poder cristiano
profeso que pretende tener una conexión con Cristo pero niega su
ministerio celestial al sustituir un confesional, un sacrificio (la misa),
y un sacerdocio terrenal. 5 La Iglesia de Roma se desarrolló a partir
de una iglesia cristiana primitiva originalmente fiel, de modo que
puede pretender un vínculo no interrumpido con los apóstoles. Sin
embargo, trágicamente, se apartó de la adoración pura autorizada
por el verdadero Dios, así como generaciones de antiguos israelitas
apostataron y se apartaron a diversas formas de idolatría, incluyen-
96
do la mezcla de verdadera adoración con prácticas paganas (ver los
libros de Jueces, Reyes y Crónicas).
Cuando el pueblo de Dios se apartó de él, especialmente al seguir
su hipócrita profesión de fe, mancharon la reputación de Dios. Y su
reputación de amor, incluyendo la justicia y la misericordia, es vital
porque los seres humanos son atraídos a él y la salvación que ofrece
sólo en la medida que el carácter de Dios los atrae. Si estas personas
ven que el pueblo de Dios tiene poca diferencia con los demás, y tal
vez en algunas formas es peor que ellos (compare Jueces 19 con Gé-
nesis 19), ¿por qué deberían esperar que una conexión de pacto con
Dios les ayudaría?
En Daniel 7 y 8, el cuerno pequeño actúa como un intruso que tra-
ta de asumir, en forma hostil y corporativa, el pacto de Dios y las
bendiciones que van con él. Sin embargo, el juicio del tribunal celes-
tial le quita el dominio y se lo entrega al santo pueblo de Dios (7:26,
27). Dios da este premio a su pueblo porque ellos le pertenecen. “Los
mansos [...] recibirán la tierra por heredad” (Mateo 5:5; comparar
con Salmo 37:11) por la misma razón que Canaán fue prometida a
Abrahán: porque tenía una relación de pacto con él.
El anticristo
En el siglo XVI, los Reformadores llegaron a la conclusión de que
el cuerno pequeño simbolizaba a la Iglesia de Roma. Los contrarre-
formadores intentaron desviar esta evaluación negativa de su iglesia
en dos direcciones posibles: los preteristas dijeron que las profecías
del cuerno pequeño se cumplieron antes de que existiera la iglesia,
en el tiempo y la persona de Antíoco IV Epífanes. Y los futuristas
empujaron el cumplimiento de estas profecías para mucho más tar-
de, a un “anticristo” que todavía no había aparecido. No importaba
que los puntos de vista de los contrarreformadores fueran contradic-
torios; ofrecían una distracción, como en las historias. Algunos ami-
gos del “hombre malo” decían que él se había ido, y apuntaban en
una dirección, y otros decían: No, él se fue en esa otra dirección y
señalaban la dirección contraria.
El preterismo y el futurismo son enfoques que se excluyen mu-
tuamente. Ninguno de ellos se ajusta a los datos del texto bíblico.
97
Con respecto al preterismo, hemos encontrado que Antíoco IV Epí-
fanes no se ajusta adecuadamente al perfil del cuerno pequeño:
Aunque hay algunas similitudes, Antíoco vivió en el tiempo y lugar
incorrectos, y su actuación no se ajusta al panorama de lo que haría
el cuerno pequeño (ver el capítulo 10).
Aquí hay un par de dificultades importantes para el concepto fu-
turista:
1. Daniel describe al cuerno pequeño que surge durante la divi-
sión del Imperio Romano, que ocurrió en el siglo V d.C. (ver más
arriba). Desde nuestra perspectiva, esto es historia, no algo todavía
futuro.
2. En Daniel 7, un poder sigue en los pasos de otro. No hay gran-
des espacios vacíos entre los imperios profetizados y el cuerno pe-
queño. Este es contemporáneo de otros poderes que siguieron a Ro-
ma, como lo muestra el hecho de que varios de ellos caen delante del
cuerno pequeño durante el tiempo en que él está surgiendo (ver
arriba).
3. La Escritura indica que el cristianismo no fue protegido del an-
ticristo hasta algún tiempo en el futuro; ya ha experimentado un an-
ticristo. En 1 Juan 4 se nos dice lo que significa ser “anticristo”:
“En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa
que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no
confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el
espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que
ahora ya está en el mundo” (vers. 2, 3).
No es suficiente que creamos que Jesús es humano, o por otro la-
do, que él es divino. Es vital que aceptemos que él vino de Dios en la
carne, lo que significa que él es divino-humano, porque sólo si él tie-
ne esta combinación puede servir como puente o escalera entre los
seres humanos caídos y mortales, y el Dios puro y santo (comparar
con Juan 1:51). Sólo un Ser divino-humano puede mediar como nues-
tro sumo sacerdote de la línea real de Melquisedec, que tiene pleno
acceso a Dios, y que “fue tentado en todo según nuestra semejanza,
pero sin pecado” (Hebreos 4:15).
Hay más de una manera de ser un “anticristo”. Uno puede negar
explícitamente la divinidad de Jesús o su humanidad. O se puede
98
negar implícitamente “que Jesús vino en carne” al negar lo que su
misión divino-humana realizó al establecer un sacrificio terrenal
continuo en lugar de su sacrificio “de una vez para siempre” (He-
breos 9:28) y poniendo en lugar de su sacerdocio celestial plenamen-
te suficiente (Hebreos 4:14-16; 6:19 a 10:25) un sacerdocio humano
que pretende en forma blasfema perdonar los pecados.
Hemos identificado al cuerno pequeño como la Iglesia de Roma
no por causa de alguna clase de prejuicio previo, sino sencillamente
al seguir la evidencia que hay en la Biblia, y al reconocer la forma
notablemente exacta en la que se han cumplido las profecías de Da-
niel. Estas predicciones son claramente divinas, pues Dios procura
revelar su carácter y el camino de salvación mediante Cristo, adver-
tirnos acerca de los peligros espirituales, y aseguramos que él nos
salvará si le somos fieles.
Al implicar a la Iglesia de Roma, la Biblia ha señalado un sistema
institucional de jerarquías, ritos y dogmas que es contrario a Dios.
Sin embargo, esto de ningún modo excluye de la salvación definitiva
a todos los miembros de esa iglesia. 6 Jesús dijo: “También tengo
otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y
oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor” (Juan 10:16; comparar
con Apocalipsis 18:4, donde Dios llama a su pueblo a salir de la “Babi-
lonia” del tiempo del fin, el equivalente del Apocalipsis del cuerno
pequeño de Daniel). A lo largo de los siglos, muchas personas mara-
villosas pertenecieron a la Iglesia de Roma. Su sinceridad, su espiri-
tualidad, su vida sacrificada por Cristo, y su servicio abnegado por
otros son una fuente de inspiración para todos los cristianos. Ojalá
todos nosotros fuéramos tan dedicados como lo fue la Madre Teresa,
la monja albanesa que dio su vida por la resaca humana de Calcuta.
Referencias
1Roy Gane, Altar Call, pp. 210-215; Roy Gane, Leviticus, Numbers, pp. 281, 282, 166-
368. Para más detalles, ver Roy Gane, Cult and Character, pp. 144-151, 154-156, 162,
294-299.
99
2 Ver Roy Gane, “Judgment as Covenant Review”, Journal of the Adventist Theological
Society 8 (1997): pp. 190, 191.
3 Cuando Manasés hizo esto y otras clases de abominaciones, él quebrantó el pacto
entre Dios e Israel tan seriamente que el exilio de su pueblo fue inevitable desde ese
tiempo en adelante (2 Rey. 23:26, 27; ver Roy Gane, “The End of the Israelite Mo-
narchy”, Journal of the Adventist Theological Society 10 [1999], pp. 344, 345, 348-350).
4 Gane, “Judgment as Covenant Review”, p. 191.
5 Compare William H. Shea, Selected Studies on Prophetic Interpretation, Daniel and
Revelation Committee Series 1, p. 145; Gerhard Pfandl, Daniel: The Seer of Babylon,
pp. 80- 82.
6 Pfandl, pp. 82, 83.
100
C A P Í T U L O 1 2
104
rando. En lo que respecta a ser pecadores, todos estamos en un pro-
blema inmenso, en el mismo crucero que se está yendo a pique. La
pregunta en el juicio no es si hemos pecado, sino más bien, si hemos
aceptado la salvación mediante el sacrificio de Jesucristo.
Cuando Jesús perdonó a la mujer encontrada en el adulterio, le
dijo: "Ni yo te condeno; vete, y no peques más" (Juan 8:11). Al hacer
eso, él eliminó la condenación que merecía por su vida pasada y le
dio un nuevo comienzo. Si ella aceptaba este perdón, basado en su
nueva relación con Dios, ella no se metería en la cama con alguien
que no fuera su esposo. El juicio está basado en el hecho de que su
vida después de su conversión revelaría si ella fue fiel o no. Si ella
más tarde rechazaba a Dios y desechaba el perdón que había recibi-
do, su conversión sería irrelevante y por lo tanto toda su vida -
incluyendo su vida antes del perdón- la condenaría (comparar con
Ezequiel 18:24; Mateo 18:32-35).
De modo que vemos que el juicio previo al advenimiento está ba-
sado en nuestra vida después de la conversión. Dios decide si hemos
seguido apreciando el perdón que recibimos y si aceptamos la trans-
formación que él ofrece. No tiene sentido que el juicio considere los
casos de las personas que nunca creyeron en Dios en algún mo-
mento, o por lo menos anunciaron algún tiempo de creencia porque
el problema del juicio es la vida posterior a la conversión. Si no hubo conver-
sión o pretensión de ella, no puede haber vida posterior a la conver-
sión para investigar. Para usar una analogía, una decisión favorable
en un tribunal con respecto a un juicio que beneficia a las viudas, es
sólo para las mujeres que vivieron después que sus esposos murie-
ron. Las mujeres que no vivieron después de haber enviudado senci-
llamente están fuera del alcance del juicio.
Lo que Jesús le dijo a Nicodemo acerca de la salvación por inter-
medio de él apoya la idea de que el juicio pre-advenimiento no nece-
sita decidir si las personas que nunca tuvieron una relación con Dios
serán salvos o no. Él dijo que "el que en él cree, no es condenado; pe-
ro el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el
nombre del unigénito Hijo de Dios" (Juan 3:18; la cursiva fue añadi-
da). Los que creen están liberados de la condenación porque "la dá-
diva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro" (Romanos
105
8:1; 6:23). En contraste, los que no creen y por ello rechazan el don,
ya están condenados porque "la paga del pecado es muerte" (versícu-
lo 23).
Esto implica que la posición en la que los seres humanos comien-
zan inicialmente es la de condenación. Porque "todos pecaron, y es-
tán destituidos de la gloria de Dios" (Romanos 3:23), hay sólo una
manera en que la persona puede ser rescatada de la muerte eterna:
"Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo" (Hechos 16:31). "Y en nin-
gún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, da-
do a los hombres, en que podamos ser salvos" (Hechos 4:12). (Las pa-
labras "no hay otro nombre" no significan que la gente que no ha es-
cuchado literalmente el nombre de Jesús no tiene posibilidades de
salvarse. Cristo que era "la luz verdadera, que alumbra a todo hom-
bre, venía a este mundo" [Juan 1:9], incluyendo a los que no lo cono-
cen a él por nombre y no tienen acceso a la Biblia [comparar con
Romanos 2:14-16].)
Si usted hubiese estado en el Titanic cuando chocó con un tém-
pano en el Atlántico Norte en 1912, seguramente habría muerto a
menos que hubiese podido entrar en un bote salvavidas. Su posición
por omisión hubiera sido perderse en el mar. Si hubiera sido arroja-
do al agua helada y luego invitado a subir a un bote salvavidas, hu-
biese sido un suicidio rechazar la invitación. Por supuesto, conoce-
mos la historia. No había suficientes botes salvavidas, y los que fue-
ron afortunados de entrar en ellos dejaron que otros murieran en lu-
gar de correr el riesgo de recargar sus botes salvavidas. Jesús es un
bote salvavidas mucho mejor. Él es suficientemente grande para in-
vitar a todos a bordo y ayudar a los que quieren ser salvados.
Note que dije que la posición por omisión en la cual se encuen-
tran inicialmente los seres humanos individualmente es estar perdi-
dos. Es cierto que mediante el sacrificio de Cristo, Dios ya ha asegu-
rado que nuestro mundo se salve. Pero si las personas individuales
serán parte del mundo restaurado depende de su elección de aceptar
el don divino de la salvación. Esta diferencia está clara en 2 Corintios
5:18 al 20:
"Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mis-
mo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios
106
estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en
cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la pala-
bra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de
Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en
nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios".
El punto que presenta Pablo aquí es que Dios por medio de Cris-
to, ya estableció la reconciliación para todo el mundo y ofreció una
amnistía general para todos los que pecaron contra él. Los que han
aceptado la oferta de Dios son "embajadores" de él en el sentido de
invitar a otros a aceptar la oferta que hace Dios de reconciliarse con
él también.
107
cio de la reconciliación, y la amnistía ya se ha extendido a todos los
que sencillamente la acepten. Estas son las buenas nuevas, el evange-
lio.
Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial en 1945, un soldado
japonés llamado Shoichi Yokoi estaba escondido en la selva de la isla
de Guam, en el Pacífico. Él leyó una hoja que había arrojado un
avión de los Estados Unidos que anunciaba que la guerra había ter-
minado, pero él supuso que era una trampa para que él se rindiera.
Se aisló de la civilización, vivió en un abrigo muy primitivo y subsis-
tió con lo que pudo encontrar en la jungla. Cuando sus ropas se gas-
taron, se hizo alguna vestimenta con la corteza de los árboles. Vivió
en este estado de estrés y privación, pensando que la guerra seguía
hasta 1972, 27 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial.
Unos cazadores encontraron a Yokoi mientras estaba pescando, y le
dijeron que su pueblo había estado gozando de paz durante décadas.
Es triste que los "embajadores" no lo encontraran antes.
Cuando Jesús dijo: "El que en él cree, no es condenado" (Juan
3:18), estaba hablando del juicio en el sentido de condenación. Él no
quería decir que el tribunal celestial no juzgaría los casos de los cre-
yentes en el sentido de evaluarlos. Pablo escribió: "Todos comparece-
remos ante el tribunal de Cristo" (Romanos 14:10), y "es necesario
que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para
que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el
cuerpo, sea bueno o sea malo" (2 Corintios 5:10). Y Pedro escribió:
"Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si
primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no
obedecen al evangelio de Dios?" (1 Pedro 4:17).
El juicio previo al advenimiento incluye sólo a los que han tenido
una conexión con Dios, aunque sea nominal. 4 Los rebeldes que nun-
ca depusieron sus armas están automáticamente excluidos de la am-
nistía, pero los que han recuperado condiciones amistosas pueden,
en algún momento, reclamar los beneficios de la lealtad. La pregunta
es: ¿Son ellos realmente leales como dicen, o han elegido renunciar a
su lealtad? Por cuanto el evangelio invita a los que responden a ofre-
cer una "rendición incondicional" a Dios y lealtad a él, es necesario
un juicio para estar seguros de que satisfacen las condiciones.
108
Pablo expresó la necesidad de una lealtad continua: "Y a vosotros
también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra
mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo
de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin
mancha e irreprensibles delante de él; si en verdad permanecéis fun-
dados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio
que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está deba-
jo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro" (Colosenses 1:21-
23).
La seguridad de la salvación está basada sobre una relación pre-
sente y continua con Dios mediante Cristo. Juan dijo: "El que tiene al
Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida" (1
Juan 5:12; la cursiva fue añadida). El no dijo que los que tuvieron a
Cristo en algún momento pasado tienen vida. Tampoco dijo que los
que tienen a Cristo ahora tienen una garantía automática de tener vi-
da en el futuro, aun si se apartan de Cristo.
109
trono de David representaba su administración, que involucraba su
autoridad y justicia. De la misma manera, el lugar del trono de Dios
–su santuario (Jeremías 17:12)– representa la autoridad y la justicia
de Dios. David y su justicia necesitaban ser legalmente "limpios". Del
mismo modo, la justicia de Dios debe ser vindicada.
¿Por qué la justicia de Dios necesita vindicación? Por una razón:
él y su santuario necesitan ser vindicados por causa de los pecados
de rebeldía desafiante del poder del cuerno pequeño, que difama a
Dios y contamina su santuario, así como el santuario israelita era
contaminado cuando el pueblo de Dios descuidaba su sistema de
adoración (Levítico 20:3; Números 19:13, 20).
Segundo, Dios perdona a las personas verdaderamente culpables,
las llama santas y les da el mundo (Daniel 7 y 8). Al perdonar a tales
personas, él provoca preguntas acerca de su justicia. Considere la
historia de David y la mujer de Tecoa: si la mujer no hubiera tomado
sobre sí la culpa, David como juez hubiera tenido que llevar la res-
ponsabilidad judicial y dañado su reputación por la justicia, al per-
mitir que una persona culpable escapara sin castigo. 6
¿Ha pecado usted y luego experimentó el perdón de Dios? Si es
así, usted sabe de qué estoy hablando aquí. Dios perdona a las per-
sonas verdaderamente culpables, lo que un juez justo no haría (com-
parar con Deuteronomio 25:1). Pero Dios lo hace de todos modos,
basado en el sacrificio de su Hijo, quien pagó el costo de la miseri-
cordia. Dios es justo cuando justifica a las personas, pero sólo cuan-
do esas personas creen genuinamente en Jesús (Romanos 3:26) como
lo demuestran sus vidas (Gálatas 5:6; Santiago 2:26). El juicio revela
si esto es así o no (Eclesiastés 12:14).
Referencias
1 Roy Gane, Altar Call, pp. 269, 270.
2 The New Encyclopedia of Christian Quotations, Mark Water, ed. (Grand Rapids:
Baker, 2000), p. 378.
3 Citado en "Verbatim", Time (13 de junio de 2005), p. 11.
4 Comparar con Elena de White, El conflicto de los siglos (Florida, Bs. Aires: AGES,
1993), p. 534: "En el rito típico, sólo aquellos que se habían presentado ante Dios
arrepintiéndose y confesando sus pecados, y cuyas iniquidades eran llevadas al
santuario por medio de la sangre del holocausto, tenían participación en el servicio
110
del día de las expiaciones. Así en el gran día de la expiación final y del juicio, los
únicos casos que se considerarán serán los de quienes hayan profesado ser hijos de
Dios. El juicio de los impíos es obra distinta y se verificará en fecha posterior. 'Es
tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios: y si primero comienza por no-
sotros, ¿qué será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio?' (1 Pedro 4:17)".
5 "'Purificar/ser puros' en Levítico 16 y 'ser justo' en Daniel 8:14 se refieren a lo
mismo de dos maneras diferentes. [...] En los contextos de Job 4:17, Levítico 16 y
Daniel 8:14, estas palabras significan básicamente lo mismo: la purificación legal o
vindicación" (Gane, pp. 242, 243; comparar con Niels-Erik Andreasen, "Translation
of Nisdaq/Katharisthemsetai en Daniel 8:14", en Symposium on Daniel, Daniel and Re-
velatíon Committee Series 2, Frank H. Holbrook, ed. [Silver Spring, Md.: Biblical
Research Institute, 1986], pp. 483-486; Richard M. Davidson, "The Meaning of Nis-
daq en Daniel 8:14”, Journal of the Adventist Theological Society 7 [1996], pp. 11, 112).
6 Gane, pp. 233, 234; Roy Gane, Leviticus, Numbers, pp. 284, 285. Para más detalles,
111
C A P Í T U L O 1 3
La relación entre
el evangelio y el juicio
m
E
l antiguo Día de la Expiación involucraba un juicio entre los is-
raelitas leales y los desleales que era un anticipo del juicio pread-
venimiento. Los leales recibían la purificación moral (Levítico
16:30), pero los desleales eran condenados (23:29, 30). 1 Como en el jui-
cio previo al advenimiento, el Día de la Expiación se limitaba al pueblo
de Dios (ver el capítulo 12). En este caso, el pueblo de Dios se definía
como la comunidad de los israelitas, que experimentaban el beneficio
expiatorio de los holocaustos matutino y vespertino (Números 28:1-8)
que apuntaban hacia el sacrificio futuro de Cristo.
No todos los israelitas eran leales. Entre ellos había quienes habían sa-
boreado el don celestial de la liberación de la esclavitud y del maná en el
desierto, pero que en forma ingrata eligieron rebelarse pecando con desa-
fío. Así despreciaron la provisión gratuita de Dios de restauración, y/o
rehusaron mostrar una lealtad humilde a Dios en el Día de la Expiación
al no practicar la negación propia ni la abstención del trabajo (ver He-
breos 6:4; Números 15:30, 31; capítulo 16; Levítico 23:29, 30).
Lo que las personas hacen demuestra dónde está su lealtad. La leal-
tad no es sencillamente un concepto abstracto distinto de las acciones.
¿Es leal a su esposa un hombre que tiene un "affaire"? ¿Es leal un político
que miente a los miembros de su distrito? ¿Es leal un profesor "cristiano"
de Biblia que socava la fe de sus estudiantes? Por supuesto que no.
Mostramos nuestra lealtad a Dios por medio de nuestras acciones.
Sin embargo, ninguna de nuestras acciones leales pueden salvarnos.
Dios nos salva por su gracia, que nosotros recibimos como un regalo
112
por fe/confianza en él (Efesios 2:8, 9). Pero la fe necesariamente pro-
duce acciones leales. Jesús perdonó a la mujer encontrada en adulte-
rio, borrando su culpabilidad. Pero entonces ella debía atesorar el per-
dón y vivir en armonía con él (Juan 8:11). Dios la tendría por respon-
sable por su vida sólo después de su conversión.
Jesús nos toma como somos, pero no nos deja así. Santiago dijo:
"Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin
obras está muerta" (Santiago 2:26). Una fe viva es activa, sociable y ab-
negada, obrando mediante el amor, que es el principio básico del ca-
rácter y la ley de Dios (Gálatas 5:6; 1 Juan 4:8; Mateo 22:37-40). La fe de
una persona perezosa que no hace nada positivo en favor de nadie,
está muerta. De hecho, no es fe de ningún modo, y sin una fe viva, la
ecuación de la salvación: gracia + fe = salvación está rota. La fe es la
mano humana que se aferra de la gracia, la mano de Dios. Pero una
mano humana muerta no puede aferrar nada. Cuando Dios le dijo a
Abram (más tarde Abrahán) que saliera de su tierra a un país que él le
mostraría, Abram anunció a Sarai, su esposa, y a todo su clan que
empacarían y se mudarían. Así "se fue Abram, como Jehová le dijo"
(Génesis 12:4). ¿Fue eso fe u obras? Sí, y sí, porque la fe y las obras son
inseparables.
El libro de Eclesiastés termina con las palabras: "Dios traerá toda obra
a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala"
(Eclesiastés 12:14). Antes mencionamos las palabras de Pablo: "Porque
es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de
Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras es-
taba en el cuerpo, sea bueno o sea malo" (2 Corintios 5:10). ¿Cómo pue-
de Dios juzgarnos con justicia sobre la base de nuestras obras cuando
no somos salvados por nuestras obras, sino más bien somos salvados
por gracia mediante la fe? La respuesta es que nuestras obras revelan
fielmente la calidad de nuestra fe así como la calidad de una casa re-
vela la calidad de la mano de obra que la fabricó.
Hay un incidente acerca de dos artistas brillantes, uno que trabajaba
intensamente y uno que sólo se sentía motivado por un desafío. Un rey
los comisionó para que decoraran una gran galería en su palacio; un
artista debía pintar la pared de un lado, y el otro, la pared opuesta. El
rey prometió pagarles en oro al fin del año.
113
El artista industrioso comenzó de inmediato a pintar, y trabajó
diligentemente todo el año. El otro artista pospuso su tarea hasta una
semana antes de que terminara el año, confiando que su genio le per-
mitiría hacer el trabajo en un tiempo breve. Cuando al final fue a la gale-
ría, descubrió con horror que su colega había realizado una tarea artística
tan intrincadamente magnífica que no había manera en que él podría
igualarla en el tiempo que le quedaba. De modo que cubrió su lado de la
galería con espejos que reflejaran la obra del otro hombre.
Entonces vino el rey para inspeccionar la galería. Miró con placer y ad-
miración la obra del artista industrioso, lo felicitó calurosamente, y dio la
orden a sus servidores que trajeran las bolsas de oro resplandeciente para
pagarle. Entonces el rey se dio vuelta para irse. Alarmado, el artista pere-
zoso preguntó: "Pero, su Señoría, ¿dónde está mi paga?" El rey señaló el re-
flejo del oro en los espejos que el artista había instalado, y contestó: "¡Allí!"
La calidad del trabajo que él había elegido producir revelaba su carácter y
determinó su paga.
Alguien podría objetar: "Dios puede leer nuestros pensamientos (Gé-
nesis 6:5; Salmo 139:23; Mateo 12:24, 25; Lucas 7:39, 40). ¿Por qué no nos
juzga por nuestros pensamientos de fe en vez de nuestras obras?"
Él no lo hace porque el juicio de Dios no es para informar a Dios ¡sino
para informar a sus seres creados, que no saben todo, y que no pueden
leer los pensamientos! 2 En un tribunal, ¿tendría sentido presentar como
Prueba Nº 1 una evidencia que ni el juez ni el jurado pudieran ver? De
modo que el juicio final, realizado para beneficio de los habitantes del
universo, debe presentar evidencias que ellos puedan ver.
114
diencia a Dios es un don porque Dios derrama su amor, la base de su ley,
en nuestros corazones mediante su Espíritu Santo (Romanos 5:5).
Si todo lo que necesitamos para la salvación es un regalo, ¿sobre qué ba-
se puede juzgarnos Dios? Estamos tan acostumbrados a las evaluaciones so-
bre la base de nuestras realizaciones, sea en la escuela, los deportes, la mú-
sica o el trabajo, que tendemos a creer que Dios también debe juzgarnos
por lo que hacemos. Tenemos dificultades en meter dentro de nuestros
cráneos que Dios realmente nos juzga sobre ¡cómo recibimos sus dones! No
es por lo que hacemos para él, sino por lo que le dejamos hacer a él por no-
sotros.
"Somos salvos por la gracia, y por la gracia sola. Pero cuando somos
salvados por la gracia, hacemos obras que Dios acepta como buenas. De
modo que se observa que cuando Dios nos juzga por nuestras obras, sen-
cillamente está juzgando si hemos recibido su gracia o no como el poder
para hacer buenas obras. Si somos salvados por la gracia de Dios, nuestras
obras serán obras buenas. Si no somos salvados por la gracia de Dios, nues-
tras obras serán obras pecaminosas. Por esto Dios nos juzga por nuestras
obras". 3
La virgen María lo dijo bien cuando el ángel Gabriel le contó que
daría a luz al Mesías. Ella contestó: "He aquí la sierva del Señor; hágase
conmigo conforme a tu palabra" (Lucas 1:38). Ella dijo sencillamente "Sí" a
Dios, dejándolo hacer con ella lo que deseaba: permitiéndole plantar a
Cristo en su vientre mediante el Espíritu Santo (versículo 35). Experi-
mentamos algo parecido espiritualmente: Si le decimos sí a Dios, Cristo y
su amor vendrán a nuestras mentes y corazones mediante el Espíritu San-
to (Juan 14:15-20, 23; Romanos 5:5; 8:9, 10; Gálatas 2:20; Colosenses 1:27;
Apocalipsis 3:20), quien nos dará un nuevo nacimiento espiritual (Juan
3:3-8). 4
¡Cuán diferente es esta "posesión divina" de la posesión demoníaca!
Los brujos adquieren poder al invitar a los demonios a sus cuerpos.
Cuanto más poderosos son los demonios, más poder poseen los brujos... y
tanto más fuerte y peligrosamente son esclavizados por Satanás y sus mal-
vados ángeles caídos, que son egoístas y crueles, y que no respetan la li-
bertad de elección de los hombres. 5 La "posesión divina" es tan real como
la posesión demoníaca, aun cuando la mayoría de los cristianos no la
tratan como algo real. Pero no son meros ángeles los que viven en no-
115
sotros. Más bien, invitamos al Dios del universo, a nuestro Creador, a
entrar en nosotros. ¡Qué poder es éste! Cuando Cristo y su Espíritu
Santo moran en nosotros, no necesitamos tener absolutamente ningún
temor de peligros posteriores de los comparativamente débiles pode-
res de las tinieblas (Romanos 8:31, 39).
La "posesión divina" no significa que tenemos el poder que está en
armonía con las normas terrenas de riqueza, fama y la capacidad de for-
zar a otros a hacer nuestra voluntad. Tampoco significa necesariamente
que somos inmunes a todo daño físico, de modo que las balas que
vienen en dirección a nosotros siempre caen al suelo ante de tocarnos.
Dios no nos controla pasando por alto nuestra capacidad de elegir lo
que haremos, aunque bajo circunstancias especiales él se ha mostrado
capaz de hacer eso con personas tercas (ver, por ejemplo, Números 24;
1 Samuel 19:23, 24). Pero él da el valor y la capacidad a las personas de
hacer cosas maravillosas que de otro modo no hubiesen hecho (ver el
libro de los Jueces y de los Hechos). Sobre todo, él provee su clase de
amor, que es la fuerza más poderosa del universo y es lo opuesto al
egoísmo que gobierna a Satanás, a sus horribles demonios, y a quienes
ellos poseen. Los cristianos han sufrido pérdidas catastróficas al apreciar
muy poco lo que Dios quiere hacer por ellos, en ellos y a través de ellos.
Una de las expresiones más poderosas de cómo Dios quiere cam-
biarnos para el bien está en Tito 3:4 al 7:
"Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su
amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que no-
sotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento
de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual de-
rramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador".
¿Quién nos salvó?
Dios.
¿Por qué?
No por alguna cosa justa que nosotros hubiéramos hecho, sino
porque nos ama.
¿Cómo nos ha salvado?
Dándonos misericordiosamente un nuevo nacimiento y la renova-
ción por el Espíritu Santo, que está abundantemente disponible para
nosotros por causa de Cristo.
116
Habiendo recibido este renacimiento y esta renovación, hemos si-
do justificados –en otras palabras, hechos justos– por su gracia. Así que
por "el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíri-
tu Santo" tenemos la misma experiencia que "siendo justificados por
gracia", por la que somos herederos de vida eterna. 6
Transformación
Por supuesto, esta experiencia incluye la libertad legal de la con-
denación por nuestros pecados (Romanos 8:1). Pero involucra mucho
más también: la transformación de adentro hacia afuera mediante la
morada de Cristo y su Espíritu Santo. Dios no nos declara justos como
una clase de ficción legal. Más bien, nos hace justos y nos declara así
por lo que él hace de nosotros. No podemos separar su declaración de
la transformación que él realiza. 7 Recuerde que en el principio, cuando
Dios habló, fue así.
Es interesante que en la Biblia hebrea, ciertos verbos que significan
"crear" (raíz br) y "perdonar" (raíz slh) se usan sólo en conexión con lo
que Dios hace. Los seres humanos pueden crear en el sentido de hacer
cosas, pero siempre las hacen con algo que ya existe. Por otro lado,
Dios puede hacer cosas de la nada (Hebreos 11:3). Los seres humanos
pueden perdonar los males que se hacen unos a otros. Dios, por otro
lado, tiene una especie de perdón especial que no sólo renuncia a la
"deuda" sino también produce una restauración y una transformación
positiva por su poder recreador. Elena de White estaba en lo justo cuan-
do observó:
"Pero el perdón tiene un significado más abarcante del que muchos
suponen. [...] El perdón de Dios no es solamente un acto judicial por
el cual libra de la condenación No es sólo el perdón por el pecado. Es
también una redención del pecado. Es la efusión del amor redentor que
transforma el corazón. David tenía el verdadero concepto del perdón
cuando oró: 'Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un es-
píritu recto dentro de mí' (Salmo 51:10)". 8
Ahora estamos listos para comprender la profunda profecía que
señalaba hacia adelante, a Cristo, y lo que él realizaría por nosotros co-
mo el "siervo" sufriente de Dios. Traducido en forma bastante literal,
117
Isaías 53:11 dice: "Mi siervo hará justa a una persona justa para muchos"
(traducción del autor). Esto es lenguaje de juicio. Comparar con Deutero-
nomio 25:1 y 1 Reyes 8:32, donde un juez justo "hace" justos a los justos y
"hace" malvados a los impíos, es decir, el juez vindica o condena de acuer-
do con la realidad del carácter de la persona. Hacer de otro modo es in-
justo (Proverbios 17:15; Isaías 5:23).
Isaías 53:11 dice que el siervo de Dios vindica a muchas personas. ¿So-
bre qué base? Las siguientes palabras dan la respuesta: "Llevará las iniqui-
dades de ellos". ¿Eso los hace justos? Sí, o él no sería justo al vindicarlos.
Dios dice: "Yo no haré justo al impío" (Éxodo 23:7, traducción del autor).
El sacrificio de Cristo muestra que Dios es justo cuando justifica a los
que tienen fe en Jesús (Romanos 3:25, 26). ¿Por qué? Este sacrificio, recibi-
do por fe, hace que una persona sea justa de modo que pueda ser justa-
mente juzgada como justa. Esto no es una ficción legal, sino, en cambio,
una transformación tanto en carácter como de posición por la gracia divi-
na. No que las personas que recién son "justas" sean instantáneamente
perfectas, sino que ahora han prometido lealtad al Señor y reciben su Es-
píritu renovador (Tito 3:4-7; Romanos 5:5).
Como cristianos, todas nuestras obras buenas y leales son parte de la
recepción del don de Dios. Pero si nuestra salvación fuera totalmente un
don, ¿por qué debemos luchar? Aquí hay tres razones. Primera, estamos
en conflicto con el pecado, con Satanás, y con las distracciones de la vida,
que nos atraen para apartarnos de nuestra lealtad a Dios (ver Mateo 13:19-
22). Ser sobrios y vigilantes "porque vuestro adversario el diablo, como
león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar" demanda una
atención constante (1 Pedro 5:8).
Segunda, es difícil para las personas orgullosas y autosuficientes acep-
tar un regalo o decir: "Sí, necesito ayuda". Esposas, esa es la razón por la que
los esposos prefieren dar vueltas en el auto durante horas en lugar de to-
mar un momento para detenerse y pedir ayuda, o porque prefieren an-
dar a los tropezones en el matrimonio durante décadas en vez de pasar
unas horas con un consejero matrimonial cristiano.
Tercera, recibir un regalo puede demandar trabajo. Hace un par de
años, mis padres me dieron su automóvil modelo 1985, por el cual estuve
profundamente agradecido. Ir desde California a mi hogar en Michigan,
y mantenerlo allí ha significado algo de tiempo y esfuerzo, pero todavía
118
era un regalo. Recibir de Dios el regalo de un carácter puro, fuerte y
amante requiere cooperación de nuestra parte mientras las dificultades
de la vida nos refinan. Por esto Pablo pudo decir: "También nos gloria-
mos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y
la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza" (Romanos 5:3, 4).
119
sombra sobre la sangre de Cristo al decir que contamina. Sin embargo, la
sangre del sacrificio, por sí misma, no contamina. Más bien, se lleva la con-
taminación de la gente cuando se la usa para limpiarlos, de modo que lo
que la recibe (incluyendo el santuario) también recibe la impureza que ella
lleva (Levítico 6:27, 28). 11 Compare la forma en que el agua del baño lleva
la suciedad del cuerpo, con la forma en que la sangre actúa como un
agente en el cuerpo para llevarse los productos de desperdicio. No hay
nada de malo en el agua o la sangre. ¡Sencillamente hacen el trabajo que
les corresponde!
120
Énfasis en las obras personales Énfasis en la fe en Cristo
122
rintios diciéndoles: "Reconciliaos con Dios" (2 Corintios 5:20), y su apela-
ción es bien apropiada para nosotros hoy. 12
La mediación sacerdotal de Cristo es una obra de expiación necesaria y
también lo es su ministerio de juicio del Día de la Expiación (Hebreos 9:11-
15, comparar con Levítico 4:31; Daniel 8:14; Levítico 16, Día de la Expiación).
Pero debemos recordar que toda expiación, incluyendo la del juicio del
tiempo del fin, fluye de la muerte como sacrificio único de Cristo (ver Le-
vítico 16:11, 15; Apocalipsis 5:6).
Referencias
1 Roy Gane, Leviticus, Numbers, pp. 408, 409; Roy Gane, Cult and Character, pp. 305-323
2 Comparar con John T. Anderson, Investigating the Judgment, pp. 44-46
3 Erwin R. Gane, Jesús Ordy: Paul's Letter to the Romans (Roseville, Calif.: Amazing
Facts, 2005), p. 48
4 Ver Ibíd.,p. 123, Nº 1
5 Rebecca Brown, He Carne to Set the Captives Free, especialmente las páginas 45-47, 62
6 E. R. Gane, pp. 29, 32, 33, n. 3
7 Ver Ibíd., p. 70
123
8 Elena G. de White, El discurso maestro de Jesucristo (Florida, Buenos Aires: Asoc.
in the Holy of Holies (Nampa, Idaho: Pacific Press, 2003). Yo escribí mi libro Altar Call
en parte para responder a las objeciones de Ratzlaff al juicio previo al advenimiento,
pero no lo mencioné por nombre, ni tampoco a quién estaba respondiendo. Hay lu-
gar para debates publicados y comentarios que se refieren específicamente a auto-
res y los hacen responsables por lo que escribieron con el fin de aguzar y hacer pro-
gresar nuestra comprensión colectiva. Sin embargo, en Altar Call mi meta era ayudar
al lector a concentrarse en el Dios del santuario y a enamorarse de él, un enfoque
que en última instancia apoya nuestra enseñanza del santuario de la manera más
poderosa.
11 Ver Roy Gane, Altar Call, pp. 206, 207; Gane, Leviticus, Numbers, pp. 148-150. Para
124
C A P Í T U L O 1 4
127
pos antiguos (Job 1 y 2; Zacarías 3). También es cierto que cuando Cris-
to estuvo en la tierra, él derribó a Satanás al derrotar a sus demonios
mediante su ministerio y el de sus discípulos (Lucas 10:18) y sobre todo
al morir en la cruz para recuperar el mundo (Juan 12:31, 32). Sin embar-
go, hay un sentido especial en el que el juicio preadvenimiento derriba
al “acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nues-
tro Dios día y noche” (Apocalipsis 12:10).
El propósito del juicio preadvenimiento es precisamente vindicar a
Dios contra las acusaciones de Satanás y su cohorte. Ellos acusan a Dios
diciendo que es injusto cuando salva a algunos y no a otros (ver los ca-
pítulos 4 y 12 del presente libro). Y Satanás se enfurece especialmente
porque quienes aceptan a Cristo no sufrirán la suerte definitiva en el la-
go de fuego (Apocalipsis 20). Cada persona que se salve es una victoria
para Dios, a quien Satanás odia. De modo que Satanás es el “acusador
de nuestros hermanos”, es decir, de nuestros hermanos y hermanas que
son leales a Dios. Para privar a Dios de su compañía, Satanás dice que
porque ellos pecaron, merecen la muerte eterna. La gran guerra termina
con el mismo problema que Satanás provocó al principio: el carácter de
Dios.
No pase por alto los siguientes puntos vitales:
1. Es Satanás, y no Dios, quien está tratando de quitarnos nuestra
seguridad de la salvación. En su intento por destruir a las personas, él
las tienta a pecar y luego las acusa precisamente por haber cometido
esos pecados.
2. El juicio previo al advenimiento confirma la seguridad de la sal-
vación a los que son leales a Dios, confundiendo las acusaciones de Sa-
tanás. Los que están protestando que el juicio preadvenimiento destru-
ye la verdadera seguridad cristiana del evangelio, están viendo la situa-
ción al revés. Los únicos que encuentran que el juicio los amenaza son
los desleales a Dios.
3. No es extraño que veamos a Satanás “con gran ira, sabiendo que
tiene poco tiempo” (Apocalipsis 12:12). La mayor parte del mundo cris-
tiano no comprende o no acepta el juicio previo al advenimiento, pero
¡Satanás sí! En un sentido intelectual, él es un mejor teólogo que la ma-
yoría de los teólogos humanos, aun cuando él está del lado equivocado
de la teología.
128
4. La gente que está totalmente comprometida con Dios es victo-
riosa sobre Satanás “por medio de la sangre del Cordero y de la palabra
del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte”
(Apocalipsis 12:11). Apocalipsis 12:17 se refiere también a su lealtad y a
la base de su victoria. “El dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue
a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guar-
dan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo”. Es-
te versículo describe a los fieles seguidores de Cristo a lo largo de la era
cristiana, pero tiene un significado especial durante el tiempo del juicio
preadvenimiento, cuando los que perseveran en su lealtad a Dios
“guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucris-
to” (Apocalipsis 12:17).
Uno pensaría que su siguiente instinto fue el de huir. Pero ella tuvo
la reacción opuesta. “Lo que yo realmente quería era que alguien me
129
gritara: “Todo está bien. No te preocupes. Está en tu cabeza”.
Ella no lo supo en ese momento, pero a su alrededor otros tenían la
misma incredulidad. Y las reacciones no son únicas del 9/11. Sea en
naufragios, huracanes, desastres aeronáuticos, o incendios en edificios,
la gente en peligro experimentan etapas notablemente similares. Y la
primera -aun ante un peligro claro y urgente- es casi siempre un perío-
do de profunda incredulidad. 4
Elia pudo salir del edificio a tiempo porque una de las compañeras
de trabajo respondió en forma diferente y les gritó a ella y a otras que
salieran. Pero muchos otros en las torres gemelas demoraron de-
masiado y perecieron. “Por lo menos 135 personas que teóricamente te-
nían acceso a escaleras abiertas -y tiempo suficiente para usarlas- nunca
lo lograron”. 5
Queremos intensamente que nuestra situación estable continúe; va-
cilamos en renunciar a ella hasta que estamos obligados. Algunas veces
la advertencia viene de Dios más bien que de nuestros sentidos físicos o
de otros seres humanos. Los ángeles advirtieron a Lot y a su familia,
pero ellos estaban en un estado de negación y no querían abandonar
sus cómodos hogares. Los ángeles tuvieron que arrastrarlos fuera de
Sodoma y lograron sacarlos justo antes de que el fuego divino quemara
la ciudad. Aun entonces, la esposa de Lot desobedeció, al mirar atrás, e
instantáneamente se convirtió en un pilar de sal (Génesis 19). Su situa-
ción de negación fue fatal. El hecho de que ella no trató el peligro como
algo real no disminuyó su realidad.
Los cristianos temen el juicio, en parte porque no sólo libera a los
que son leales a Dios sino también condena a los desleales (Hebreos
10:26-31). Pero un estado de negación no hará que el juicio desaparezca.
Como ocurre con cualquier otra situación que involucra consecuencias
de vida o muerte, –en este caso, vida eterna versus muerte eterna– lo
único sensato es afrontarla directamente, evaluando las opciones y sus
consecuencias. No hacer nada es elegir la muerte por omisión, así como
los que se demoraron en las torres gemelas y con ello determinaron su
suerte.
Sí, el escenario parece oscuro para quienes se apartan de Dios. Pero
Dios quiere salvarlos, de modo que les da una advertencia oportuna.
Durante el juicio preadvenimiento, la advertencia es como la siguiente:
130
“Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su
frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios, que
ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego
y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero; y el humo de su
tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni
de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la
marca de su nombre” (Apocalipsis 14:9-11).
¿Por qué habría de ser Dios tan cruel como para dar una advertencia
así? En realidad, al dar esta advertencia, Dios no es cruel, sino es mise-
ricordioso. El hace que la gente conozca las terribles consecuencias de
modo que puedan elegir evitarlas. Supongamos que los aviones aliados
hubieran dejado caer panfletos sobre Hiroshima el 5 de agosto de 1945,
advirtiendo a todos que abandonaran esa área porque al día siguiente
caería una bomba atómica allí. ¿Habría sido eso cruel o bondadoso? Así
que si ha estado en un lugar equivocado en su relación con Dios, por
favor lea su “panfleto”, la Biblia, y haga algo acerca de esa relación. No
se quede parado o sentado hasta que el infierno se desate.
Para los que eligen ser leales a Dios, el juicio preadvenimiento es una
historia diferente. Es “acerca de la misericordia y sus resultados para
nosotros y para nuestro divino Rey y Juez, quien es también nuestro
Padre. Cuando entremos al juicio alegrándonos por el perdón que ya
hemos recibido, el juicio fija en concreto nuestra confianza”. 6
131
rable que vanamente trata de comprar el favor de Dios en vez de rego-
cijarse en su gracia.
2. El perdón que hemos recibido previamente puede ser anulado en
el juicio (ver Ezequiel 18:24; Mateo 18:32-35). Sin embargo, esto puede
ocurrir sólo si rompemos nuestra conexión de pacto con Dios al ale-
jamos de él, y le impedimos damos continuamente la transformación
del carácter que es parte del paquete del perdón (Hebreos 6:4-6). Mien-
tras aceptemos el cambio que él ofrece, tenemos la seguridad total de
que nuestros pecados están perdonados (Romanos 8:1-17; Colosenses
1:21-23).
3. El juicio sucede en el cielo, y no sabremos cuándo serán con-
siderados nuestros casos. Estos factores pueden causar temor porque
significan que no podemos limpiar nuestra vida a tiempo para nuestra
aparición en el tribunal. Dios está interesado en el compromiso per-
manente y genuino en vez de una muestra hipócrita que da una buena
impresión temporaria pero no está basada en la realidad profunda.
¿Querría usted casarse con alguien a quien sólo vio en un traje de gala
sin saber cómo se vería y actuaba durante los altos y bajos de la vida
ordinaria? Aunque no sabemos cuándo aparezca nuestro caso personal,
Dios nos ha dicho cuándo comenzó el juicio en general (1844, ver el ca-
pítulo 8 de este libro). Él también nos ha dicho lo que él quiere que ha-
gamos durante todo el tiempo: “Guardar los mandamientos de Dios y
la fe de Jesús” (Apocalipsis 14:12).
Jesús dijo que Dios el Padre “todo el juicio dio al Hijo” (Juan 5:22).
Piense acerca de las implicaciones de esta afirmación. El Padre no juzga
a ningún ser humano directamente sino que depende del juicio de su
Hijo, Jesucristo, quien murió para salvarlo. La gente que invierte en algo o
en alguien quiere proteger su inversión. Morir por alguien es la inver-
sión máxima, pero Jesús hizo más que morir por usted: él murió el
equivalente a la segunda muerte por usted.
Él tiene más inversión en usted que la que cualquier otro ser del
universo pudiera hacer. ¿No tiene sentido, entonces, que él tenga un in-
terés supremo en salvarlo si pudiera, es decir, si usted se lo permite?
No sólo Dios lo amó lo suficiente para enviar a su propio Hijo para
morir por usted, sino que el mismo Hijo vivió sobre el planeta Tierra
durante 33 años entre seres humanos falibles, como usted y yo. Así él
132
experimentó nuestras debilidades de una manera que nunca podría ha-
berlo hecho por mera observación. El sintió nuestras tristezas, nuestro
dolor, nuestras enfermedades (Isaías 53:3, 4). Aunque nunca cometió
pecado, él “fue tentado en todo según nuestra semejanza” (Hebreos
4:15). Por ello está perfectamente calificado para servir como nuestro
misericordioso Sumo Sacerdote y Juez.
La obra de un sacerdote es la de interceder, la de mediar en favor de
alguien. El hecho de que Cristo es nuestro Sumo Sacerdote y por lo tan-
to nuestro Mediador o Abogado defensor (ver 1 Juan 2:1) y al mismo
tiempo nuestro Juez (Juan 5:22) y el “testigo fiel y verdadero” (Apoca-
lipsis 3:14), debería damos una tremenda certeza y seguridad. ¡Pero hay
más!
“Jesús es también nuestro sustituto, el acusado, habiendo tomado
voluntariamente nuestro lugar. Mediante el milagro de la gracia divina,
Cristo se pone en nuestro lugar. Al que no conoció pecado, por nosotros
lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en
él’ (2 Corintios 5:21)”. 7
Si estamos con Jesús, todo está a nuestro favor porque no tenemos
nada que temer. Todo depende de nuestra relación con Jesús, quien di-
jo:
“A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo
también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Y a
cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré
delante de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 10:32, 33).
¿Qué mejor “referencia” podría usted tener que una de Jesucristo?
Los cristianos pueden gozar de cinco clases de confianza durante el jui-
cio preadvenimiento: 1) Confianza de acceso a Dios mientras Jesús,
nuestro Sumo Sacerdote, quien está ministrando en el Lugar Santísimo
celestial (Hebreos 4:14-16; 1 Juan 5:14, 15). 2) Confianza de que Dios es
justo (Salmo 96). 3) confianza de que él nos librará de opresión (Daniel
7:21, 22, 26, 27; Salmo 9:1-4). 4) Confianza en la inminencia de la segun-
da venida de Cristo (Daniel 8:14; Apocalipsis 14:6, 7; comparar con Gé-
nesis 15:13-16; Habacuc 2:3; Amós 4:12). Y 5) confianza de que estamos
en una relación salvadora con Dios (Salmo 50:3-6; Levítico 16:14-19;
comparar con Levítico 4:6, 7, 17, 18, 25, 30, 34; 1 Juan 5:13).
133
Participación y compromiso
En el antiguo Día de la Expiación, los israelitas no podían ver fí-
sicamente a su sumo sacerdote cuando entraba al santuario para puri-
ficarlo de los pecados de ellos. Sin embargo, debían participar en este
gran evento, que tenía consecuencias de vida o muerte para ellos, humi-
llándose mediante la abnegación física (ayuno, etc.) y la observancia del
sábado absteniéndose de trabajar (Levítico 16:29, 31; 23:26- 32). 8 De este
modo obedecían a Dios y le prometían su lealtad a él. Al humillarse, anti-
cipaban en una medida pequeña la experiencia de fe de Cristo: “Se humilló
a sí mismo” (Filipenses 2:8).
Durante el Día de la Expiación del tiempo del fin, que es el juicio
preadvenimiento, Dios quiere que su pueblo participe haciendo dos co-
sas similares: 1) obedeciendo sus mandamientos, y 2) aferrándose a la fe
de Jesús (Apocalipsis 14:12). Apocalipsis 14 dice que cuando los santos
alcancen la seguridad del otro lado de la crisis, seguirán a Cristo a don-
de quiera que los guíe (versículo 4). Pero ellos no comienzan a seguirlo
por primera vez cuando entren por las puertas de perla de la Nueva Je-
rusalén. Lo seguirán en ese lugar porque eso es lo que acostumbraban
hacer mientras obedecían a Dios y se aferraban a la fe de Jesús.
El llamado básico a la vida de fe sigue siendo el mismo. A los cris-
tianos que vivan en el fin no se les requerirá que tengan una calidad de
fe singular ni una lealtad que nadie en el pueblo de Dios haya poseído
en lo pasado. Es cierto que Apocalipsis 14:5 habla de un grupo especial
de salvados que son “sin mancha”. Pero hace miles de años, Dios orde-
nó a Abrahán: “Anda delante de mí, y sé perfecto” (Génesis 17:1). La
norma es la misma, y no hay norma más elevada de armonía con la vo-
luntad de Dios que esa. Caleb lealmente siguió a donde Dios lo condujo.
Y así lo hicieron José, Daniel, Ester, Juan el Bautista, los apóstoles de
Cristo, y una hueste de otros, que obedecieron a Dios, confiaron en su
salvación, y aceptaron su conducción, (ver Hebreos 11). No hay nivel
más alto al seguir la conducción de Dios que ése.
“Caminar” con Dios es la única manera de llegar a ser como él en ca-
rácter, es decir, crecer a la madurez, a la perfección. Enoc no obtuvo la
bendición de cruzar el umbral al mundo eterno porque estuvo sentado
tratando de perfeccionarse crujiendo los dientes y arrancándose las fal-
tas una por una. El la obtuvo porque amaba estar con su Señor. Obtuvo
134
fuerzas y pureza al acompañar a su divino Maestro dondequiera que
iba. Enoc no tuvo que dar un gran salto para entrar al Paraíso; fue sólo
un pequeño paso para él porque ya estaba caminando con Dios (Géne-
sis 5:24).
“Cuando pienso en llegar a ser perfecto en carácter, comienzo a con-
templar mis faltas y a sentir miedo. Como Pedro cuando caminó sobre
el agua, me distraigo con los obstáculos -el viento y las olas- y comienzo
a hundirme (Mateo 14:30). Pero cuando pienso en ser leal a Cristo, el
cuadro cambia porque mi mirada está sobre él. Él es mi ejemplo, pastor
y guardián (1 Pedro 2:21-25). Obtengo valor porque todo lo que necesi-
to es seguirlo a él donde quiera que él quiera llevarme, incluyendo a la
perfección del carácter. El resultado es similar –la perfección del carác-
ter– pero el foco es diferente”. 9
Sabemos la clase de fidelidad que Dios nos pide hoy. En las historias
que contiene la Biblia, hemos visto demostraciones en las vidas de per-
sonas reales con faltas, desafíos y debilidades como las nuestras. Por
eso es tan importante que estudiemos toda la Biblia. Al observar las ca-
racterísticas que Dios aprueba y las que él rechaza, y al permitimos sa-
ber que él está con nosotros ayudándonos todo el tiempo, nos enseña
cómo actuar y hablar y qué actitudes deberíamos luchar para conseguir.
¿Demanda el lugar del juicio nuevos requisitos del pueblo de Dios?
Apocalipsis 14:12 especifica la observancia de los mandamientos de
Dios y aferrarse a la fe de Jesús. No son requisitos nuevos, así como el
“nuevo mandamiento” de Jesús de “que os améis unos a otros” (Juan
13:34) no es nuevo en sí mismo sino fue renovado para los seguidores
de Cristo y recibió un nuevo significado por su ejemplo (Levítico 19:18,
34; Juan 13:34). El Apocalipsis renueva y enfatiza los mandatos de obe-
decer a Dios y guardar la fe de Jesús (incluyendo la fe en Jesús) porque
estos mandatos tienen un significado especial para la gente que vive
durante el juicio, cuando los poderes que se oponen a Dios desafían su
obediencia y su fe. La calidad de su lealtad no será singular; siguen en
las pisadas de personas como Abrahán y Caleb. Pero Dios los conducirá
a través de circunstancias singulares, que nadie ha experimentado an-
tes. Además, en el tiempo del fin, todo un grupo de personas -en vez de
que sean una o dos personas- cooperarán con él de este modo.
135
Nuestra cultura tiende a ser altamente individualista, y cada uno de
nosotros debe tener una relación personal con Cristo. Sin embargo, su
obra en el mundo debe ser hecha por una comunidad unificada de cre-
yentes que cooperan usando sus diversos dones espirituales para alcan-
zar a los perdidos con el amor de Dios y la verdad acerca de su carácter.
La comisión evangélica de Cristo de llevar las buenas nuevas de la sal-
vación al mundo entero antes de que venga (Mateo. 24:14; 28:19, 20) no
se cumplirá mediante unas pocas estrellas de primera magnitud que ac-
túen como si fueran las únicas importantes. Más bien, será hecho por
un esfuerzo masivo con poder dado divinamente, de muchas personas
humildes que trabajan juntas como una sola, para quienes lo único que
importa es la gloria de Dios mediante el servicio a la humanidad. ¡Sí,
Dios, tu honor es lo único que importa!
Referencias
1 The New Encyclopedia of Christian Quotations, p. 1094.
2 Acerca de la identidad y la naturaleza de la “Babilonia” del tiempo del fin en el li-
bro del Apocalipsis, ver el Comentario bíblico adventista, t. 7, pp. 843, 844.
3 El resto del capítulo presente está adaptado de Roy Gane, Altar Call, pp. 314-343.
4 Amanda Ripley, “How to Get Out Alive”, Time (2 de mayo de 2005), p. 59.
5 Ibíd.
6 Gane, p. 338.
7 John T. Anderson, Investigating the Judgment, p. 26.
8 Para una explicación de negación propia, ver Roy Gane, Leviticus, Numbers, pp. 404,
136
C O N C L U S I Ó N
El mensaje de Elías
y el mensaje
del tercer ángel
m
H
emos encontrado que el mensaje del tercer ángel de Apocalip-
sis 14:9 al 12 contiene un mensaje doble para las personas que
vivan durante el juicio que ocurre justo antes del regreso de
Jesús. Los advierte contra la adoración de “la bestia y su imagen”, y
llama a tener la “paciencia de los santos, los que guardan los manda-
mientos de Dios y la fe de Jesús” (versículos 11, 12). Al fin mismo del
Antiguo Testamento, Malaquías registró la promesa de Dios: “He aquí,
yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y
terrible. El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el co-
razón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra
con maldición” (Malaquías 4:5, 6). 1
La figura de Elías hace su obra de reconciliar a las familias antes
del “día de Jehová, grande y terrible”, que debe ser la segunda venida
de Cristo (ver Apocalipsis 6:15-17; 14:14-20; 19:11-21). Esto por lo me-
nos se superpone con el tiempo del juicio preadvenimiento, cuando se
proclama el mensaje del tercer ángel. ¿Cuál es, entonces, la relación
entre el mensaje de Elías de Malaquías y el mensaje del tercer ángel
del Apocalipsis?
El mensaje de Elías implica un juicio. Antes que Dios tenga a las
personas por responsables por la forma en que se relacionaron, les da
la oportunidad de reconciliarse unos con otros, especialmente dentro
de las familias y a través de las generaciones. La profecía de que el
137
mensaje de Elías “restaurará los corazones” de las personas unas con
otras indica que involucrará una renovación del amor de unos hacia
los otros.
El mensaje del tercer ángel también llama al amor: los manda-
mientos de Dios están basados en el amor a Dios y a los demás seres
humanos (ver Mateo 22:37-40). Y su llamado a que la gente tenga “la fe
de Jesús” exhorta a la gente a mantener la confianza que Cristo tuvo en la
voluntad de su Padre para salvamos mediante su sacrificio hecho por
amor y/o tener fe en Jesús para libramos por cuanto él nos ama tanto
que murió por nosotros. Por causa del amor que Jesús nos mostró, él
nos ha ordenado que “os améis unos a otros; como yo os he amado,
que también os améis unos a otros” (Juan 13:34).
Así que el mensaje del tercer ángel abarca el mensaje de Elías. Su
dirección es la misma, sólo que el mensaje de Elías enfatiza más estre-
chamente la reconciliación de las relaciones entre los padres y los hi-
jos. Los que no aceptan el mensaje de Elías son maldecidos (Malaquías
4:6), y los que rechazan el mensaje del tercer ángel, escogiendo la
“bestia y su imagen” en vez del Dios amante, sufren la destrucción
por fuego y azufre (Apocalipsis 14:10). Esto muestra que el amor mu-
tuo es esencial para nuestra supervivencia. Los que viven con Dios,
sus santos ángeles y los seres humanos redimidos por toda la eterni-
dad en la vida futura serán aquellos cuyos corazones han estado
amándose unos a otros en la edad presente que está pasando.
En la parábola de la oveja y las cabras (Mateo 25:31-46), Jesús dijo
que el veredicto del juicio preadvenimiento estaría basado en la forma
en que trataron a los que padecían de necesidad, lo cual, dijo él, revela
cómo lo hubiéramos tratado a él cuando estuvo sobre la tierra. Los
ejemplos de situaciones que da Jesús son muy sencillas, prácticas y
practicables: “Tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me dis-
teis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cu-
bristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí” (ver-
sículos 35, 36). Todos pueden hacer esta clase de cosas. No se requiere
siquiera un certificado de haber terminado la escuela primaria, y mu-
cho menos estudios universitarios.
Por supuesto, Jesús no tenía la intención de limitar lo que espera
que hagamos los unos por los otros a la breve lista que mencionó en
138
su parábola. Su punto era que debemos ayudar a los que están en ne-
cesidad, sean miembros de la familia, amigos o extraños. Una mujer
puede necesitar un abrazo para asegurarle que su duro trabajo y preo-
cupación por la familia es apreciado. Un hombre puede necesitar
ayudar a lavar los platos y la ropa para mantener el hogar en marcha
mientras su esposa está estudiando algún curso. Un hijo puede necesi-
tar ayuda con sus matemáticas, y una hija adolescente puede necesitar
hablar acerca de sus relaciones en la escuela. Una persona sola puede
necesitar palabras de ánimo y una oración. Una persona anciana pue-
de necesitar que la lleven a hacer las compras de almacén. Un amigo
puede estar en dificultades con respecto a su trabajo o por causa de
problemas financieros o maritales. Un extraño puede necesitar indica-
ciones para llegar a una dirección, o ayuda para cambiar un neumáti-
co junto a la carretera. Las posibilidades siguen y siguen. El factor
común es el amor por los demás.
La Madre Teresa dijo: “Jesús viene a nuestro encuentro. Para darle
la bienvenida, vayamos a su encuentro. Él viene a nosotros en la per-
sona de los hambrientos, los desnudos, los solitarios, los alcohólicos,
los adictos a las drogas, las prostitutas, los mendigos en la calle. Él
puede venir a usted o a mí como un padre que está solo, como una
madre, un hermano o una hermana. Si los rechazamos, si no salimos a
encontramos con ellos, rechazamos a Jesús mismo”. 2
No podemos atender las necesidades de todos. Aun Jesús mismo
no trató de hacer todo cuando estuvo en la tierra. Él podía estar sólo
en un lugar a la vez, de modo que tuvo que ser selectivo. Pero él bus-
có a los que estaban con necesidades profundas de varias clases, y no
ignoró ningún pedido urgente y genuino de ayuda.
Por supuesto, sabemos que hay personas que se aprovechan de los
cristianos modernos, poniendo sobre ellos un sentido de culpa para
extorsionarlos; ayuda que realmente no necesitan. El apóstol Pablo en-
señó que no tenemos obligación de proveer a los que son capaces de
trabajar pero “tienen desafíos motivacionales”, una expresión “políti-
camente correcta” para “pereza”. Si pasan hambre, esto es cosa de
ellos. Pablo dijo: “Si alguno de vosotros no quiere trabajar, que tam-
poco coma” (2 Tesalonicenses 3:10). Jesús no estaba hablando de estas
personas en Mateo 25. Allí nos pide que ayudemos a quienes tienen
139
necesidades reales.
Malaquías y el mensaje del tercer ángel de Juan nos llaman a arre-
pentimos de nuestra falta de amor no cooperativo que fragmenta nues-
tra unidad y con ello diluye nuestro testimonio por Cristo en el mundo.
Hay un Dios, un Salvador, una fe, un bautismo y el compañerismo de
un cuerpo de iglesia (Ver Efesios 4:4-6). Es tiempo de que volvamos al
Mesías que nos reunió, pongamos a un lado nuestras diferencias, para
gozarnos en nuestra diversidad dada por Dios, para avanzar hacia la
norma divina en el centro de nuestra fe, y para marchar victoriosamen-
te hasta el fin de la gran guerra a la gran paz que hay del otro lado.
Referencias
1Esta traducción sigue la Septuaginta griega y no el texto hebreo.
2Mother Teresa: In My Own Words, José Luis González-Galado, compilador (Nueva
York: Gramercy Books, 1996), p. 29.