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Violencia y abusos sexuales en la familia

(Perrone y Nannini, 1997)

La violencia puede adoptar 2 formas esenciales:

-Violencia Agresión: se manifiesta en sujetos con relación simétrica

-Violencia Castigo: se manifiesta en sujetos con relación complementaria

Los abusos sexuales son la forma más extrema de la violencia castigo.

Clínicamente se observó que las personas sometidas a violencia castigo aceptaban los
rituales de violencia impuestos por el agresor, retornando las mujeres “voluntariamente” con el
agresor, comportándose como si sus espíritus hubiesen sido colonizados. En casos extremos se
observa una relación de dominación en el que el espíritu de uno es “captado” por el otro. La
víctima presenta una modificación de su estado de conciencia, caracterizada por la pérdida de
capacidad crítica y focalización progresiva de la atención, es decir que se encuentra bajo la
influencia y bajo el dominio abusivo de quien controla la relación. La persona entra en un estado
de trance prolongado, que puede perdurar después de interrumpida la relación. A esta relación
psicológica en la que uno ejerce un dominio abusivo sobre otro, la denominamos “hechizo”. Ya se
trate de un incesto reciente, actual o de vieja data el fenómeno del hechizo constituye el problema
terapéutico central.

1- Perfil de los protagonistas

Perfil de la familia y la pareja

En las familias multiparentales, la separación de los cónyuges y el nuevo matrimonio se realizan a


veces a costa de un relajamiento de los lazos de filiación; quien ocupa el lugar de padre, o el padre
(o de la madre), los lazos padres/hijos ya no tienen el fundamento de legitimidad “natural” y
siempre pueden ser objeto de cuestionamientos (en las familias reconstituidas el riesgo es más
alto). También se advierte alta incidencia en familias monoparentales (en visitas de fin de semana
al padre), o bien en el hogar debido a ausencia de la madre por causas laborales, abandono,
relaciones extraconyugales, enfermedad, depresión, etc. En familias aparentemente bien
estructuradas (perfil “normal”) la revelación del abuso pone de manifiesto la disfunción
preexistente. Aquí reina una tiranía ejercida por el padre (éste puede llegar a imaginar que en su
territorio se aplica su propia ley) y se basa en la ley del silencio, compartida por todos los
miembros. Aquí el predominio del padre va unido al borramiento de la madre (madres que no ven,
no oyen, niegan lo evidente). Su repliegue y distancia hace que la niña ocupe distintos roles.

La pareja conyugal
La problemática incestuosa es correlativa a una problemática de pareja. En ciertos casos, la pareja
mantiene una pobre actividad sexual, consecuencia de un consenso implícito, un arreglo tácito
conveniente para ambos. O bien, el marido tiene una actividad sexual explicita extraconyugal.
Habiéndose perdido la intimidad y los límites, el incesto constituye una continuidad e esta
actividad sexual conquistadora y “sin objeto diferenciado”. Los factores de miedo y dependencia
material pueden ser buenas razones para que la madre acepte la situación, se muestra resignada y
se aleja de su papel de madre.

Perfil del padre/padrastro/ tercero abusador

Este hombre ya ha alcanzado su desarrollo sexual, discernimiento, alerta, la ley, etc. Están
integrados a la sociedad; los abusos son una construcción voluntaria y consciente.

2 categorías de abusadores:

-Reservada, inocua, suave, poco viril, con actitud de repliegue social. Aparentemente púdico y
moralista, incluso religioso, mostrado imagen de fragilidad asexuada. Se muestra sumiso, acepta el
predominio de su mujer, puede inspirar ternura, simpatía y deseo de protección. Mantiene con el
niño intercambios focalizados en la ternura. Se caracteriza por su dulzura e inocencia, su abegación
hacia el niño. La relación es pseudoigualitaria, ya que la posición existencial del adulto es inmadura
e infantil, igual que su sexualidad. Son solitarios, con comportamientos fóbicos y aversión a la
sexualidad adulta. Son testigos impotentes de relaciones extraconyugales de sus parejas. Utilizan al
niño para compensar el abandono y la ausencia. Cuando existe pisocpatología (menos frecuente):
paidofilia (desviación sexual donde el objeto de elección es un niño). Sexualidad reprimida y
selectiva. Las mujeres abusivas pertenecen a este grupo, con la coartada de la consagración
maternal.

-Agresiva y violenta. Tiende a la expansión, la conquista, la expansión y desprecio por el entorno


social. Comportamiento osado, temerario y sin escrúpulos. Voluntad de colonizar, controlar,
someter. Cuando hay psicopatología, se trata de individuos con estructura psicopática egocéntrica,
incapaces de establecer un intercambio equitativo. La relación se basa en la búsqueda de placer
genital, sin ninguna preocupación por el niño (los filman o fotografían, con fines pornográficos,
exigiendo su participación y gozo). Sexualidad normal o intensa, pero indiscriminada (múltiples
relaciones sexuales ocasionales o estables). Lo sexual se impone sin pudor y públicamente.

Perfil de la madre:

Pueden estar preocupadas en lo exterior: extenuadas, agotadas. O bien interior: en cuyo caso
estarán deprimidas o frágiles. La mayoría permanece en actitud ambivalente, como se la revelación
no bastara para romper el vínculo. Inmadurez afectiva se manifiesta en complicidad impotente o
de la ausencia de vinculo maternal o a través de la búsqueda incesante de pareja. Están ausentes,
disminuye sus percepciones, se escudan en la autojustificación y le dan prioridad a la cohesión
familiar formal.

Características (3):
-La madre defiende a cualquier precio al idea de familia normal y la cohesión familiar, porque
suele tener una historia caótica, con fracasos sentimentales, abandonos, violencia. Dependencia
material de la pareja. La ley del secreto implica que sea sorda y ciega.

-Sus percepciones de los acontecimientos son objeto de una selección automática

-El discurso es de tipo omnijustificativo (de defensa y de supervivencia, destinado a detener todos
los ataques).

Perfil de la víctima:

La realización completa del acto sexual casi siempre tiene lugar en la pubertad. Para el abusador, la
feminización del cuerpo de la niña es la señal de que puede pasar a la fase de realización (caricias y
tocaciones se dan a edades previas). Esta experiencia secreta e imposible de compartir con el
exterior, la víctima no pueda crear relaciones profundas y de confianza con sus pares. Suele vivir
aislada y red social poco desarrollada. La víctima tiene una posición doble: es la sacrificada y la que
goza de un lugar de privilegio con respecto al padre (pseudoprivilegio). Como se le h atribuido el
papel de salvadora de la familia, ella cree que de ella depende la cohesión y estabilidad familiar.
Casi siempre la mayor es la que sufre el abuso. Dicho sacrificio a veces sirve para proteger a sus
hermanas

2. características de la relación

Relación complementaria: Se caracteriza por la desigualdad. La relación complementaria “natural”


sirve de disfraz a la perversa. Toda la energía se utiliza para mantener el estatus relacional, con
tendencia a la inmovilidad. Eso paraliza la relación, excluye escapatorias y salidas, no se imaginan
alternativas.

Relación desigual: El poder se vuelve un medio para controlar al niño.

Relación abusiva: el niño está “programado” para el beneficio sexual del adulto (lo que no equivale
a consentimiento. El adulto es el único beneficiario.

Relación de impostura: corresponde a la voluntad de apropiarse de una cualidad o un valor


perteneciente a otro, mediante la mentira. El adulto le hace creer al niño que es normal que la
relación de organice de ese modo. Los argumentos apuntan a que la victima crea que es la unica
beneficiaria. El abusador se apropia del descubrimiento que el niño hubiera hecho de su
sexualidad.

Perversión de la dialéctica autoridad/responsabilidad: el abusador manipula el poder, el niño se ha


vuelto responsable de la seguridad del adulto. De su silencio depende la suerte del abusador, de
quienes debían protegerlo, la estabilidad de la familia y la suya.
Relación al margen de la ley: el abusador no ha interiorizado la prohibición, no surge sentimiento
de transgresión ni de culpabilidad. La ley privada se opone a le ley general, dejando al nuño sin
puntos de referencia ni protección.

Relación fuera de contexto: la familia ya no es un lugar de protección, sino un grupo cerrado,


aislado y rígido que se mantiene gracias al secreto.

Relación fuera de control: por lo cerradas, estas familias escapan al control social. Asimismo, los
sujetos tienen dificultades para gobernar sus propios comportamientos. El medio social es la
instancia normalizadota y normativa.

Relación de hechizo: la gran mayoría de los incestos padre/hija ocurren sin violencia “objetiva” de
tipo agresión. La violación la niña la vive como una especia de estado segundo, de conciencia
reducida. El padre no seduce a la hija sino que la confunde y le hace perder el sentido crítico. En la
hija hay no-consentimiento y aceptación. El abusador descubre que su acción provoca estupor y
confusión y observa que cada vez puede llevar más lejos su práctica de predominio psicológico. La
experiencia es semejante a un embrujamiento: lo cotidiano se convierte en una ceremonia y un
ritual de hechizo.

3- Características de la comunicación:

El estilo comunicacional y el tipo de lenguaje predisponen a la relación abusiva, al paralizar


las capacidades de respuesta.

Ruptura de los registros comunicacionales: los mensajes se transmiten en registros contradictorios,


lo que provoca sorpresa y perplejidad. La autoridad y la brutalidad se mezclan con suavidad y
compasión. El padre nunca es el mismo, carece de continuidad…el niño abandona el deseo de
comprender, se automatiza en el nivel corporal y se bloquea en el nivel cognitivo, sin dejar de
experimentar profundas perturbaciones a nivel emocional.

El lenguaje de la conminación: la comunicación va en un solo sentido, porque no hay escucha del


otro, no deja ninguna posibilidad de elegir.

-Conminación de conformidad: el niño debe aceptar la situación que el adulto le presenta


como “normal” y conformarse al sistema de creencias del abusador.

-Conminación de culpabilidad: el niño debe aceptar ya que teme ser el culpable del
rompimiento familiar (“la familia se va a separar por tu culpa”).

La represalia oculta: esto hace que al niño le resulte evidente que cualquier intento por cambiar el
statu quo de la situación, perjudicará a él y su familia (esto genera temor a develar, pese a que no
existan amenazas).

4- Características del hechizo:


Rituales-trance: una especie de ceremonia que anuncia el abuso, la que la victima conoce y que el
abusador la utiliza ritualmente a modo de prólogo. Sirven para fortalecer el poder del abusador y
debilitar la capacidad de resistencia de la victima. Las relaciones ritualizadas más reconocibles son
la hipnosis (proceso voluntario y consensual. Técnica formalizada) y el hechizo; ambos producen un
estado de trance.

Trance: estado de conciencia alterado o modificado, que se caracteriza por una disminución del
umbral crítico y una focalización de la atención. También se expresa de modo psicosomático:
modifica las actitudes corporales, las percepciones y sensaciones, al igual que la conciencia. El
trance es la consecuencia del ritual.

Hechizo: la influencia que una persona ejerce sobre otra, sin que ésta lo sepa. Se observa la
colonización del espíritu de uno por el otro. Se trata de una suerte de invasión del territorio, una
negación de la existencia, del deseo, de la “extranjeridad” de la victima. La victima ignora las
condiciones que la llevaron al hechizo, desconoce el sentido de las intenciones y comportamientos
del dominante y no puede detectar con nitidez sus efectos, porque ésta le envía una imagen
engañosa.

La dinámica del hechizo: el estado de hechizo, se crea a través de tres tipos de prácticas
relacionales:

Efracción: significa penetrar en la propiedad privada por medio de la fuerza, transgredir la frontera
y los límites del territorio. La efracción inicia la posesión, la prepara. Es su etapa previa. También
consiste en penetrar en el territorio, espiarlo, o revelar sus secretos o su intimidad. Primero se
penetra en el espacio de la niña, luego en su cuerpo. También significa que el abusador irrumpe
en el mundo imaginario del niño y destruye el tejido relacional, al romper los vínculos con la
madre, los hermanos, los amigos de su misma edad. Es la primera maniobra del abusador.

Captación: apunta a apropiarse del otro, en el sentido de captar su confianza, atraerlo, retener su
atención y privarlo de su libertad. “Atrapar” a la persona, dejándola sin ninguna posibilidad de
resistirse. Dado que los niños se encuentran en la fase de aprendizaje y de adquisición de las
capacidades críticas, son más fácilmente objeto de estrategias de captación.

3 vías:

-La mirada (la más sutil e inasible). Escapa a la descripción precisa. Su interpretación es
incierta y aleatoria, y siempre pueden quedar dudas respecto a su significación, su intencionalidad.
Lo que puede esclarecer el sentido de una mirada es la posibilidad de articularla a los indicadores
de contexto. La intensidad de la mirada es otro parámetro decisivo para interpretarla; un
intercambio “normal” no pasa de cierto umbral de intensidad. Para la victima, el mensaje a través
de la mirada es “indecible” y al mismo tiempo inevitable, porque anuncia el paso al acto y excluye
las escapatorias. Estas miradas descritas como: “ilegibles”, imposibles de decodificar, confunden las
fronteras entre la ternura, el amor, el deseo sexual, el crimen. A los niños les provoca un
sentimiento de confusión. Se utiliza para apropiarse de la víctima.

-El tacto (la más notable e irrefutable): de no haber cuerdo, la fuerza y la coerción imponen
un contacto corporal traumático, violento. En la captación, el tacto con finalidad sexual en principio
no permite identificarlo. Aparecen “roces” casuales, contactos aparentemente ingenuos, los que
después de vuelven “indecibles”, pueden cargarse progresivamente de una connotación sexual, sin
que el niño se de cuenta del momento en que se traspasó la frontera. Los contactos tienen una
intensidad sensorial desconcertante y van asociados a mensajes de trivialización (juegos), de
protección o afecto, de cuidados.

-La palabra (la más sofisticada): la estructura de los mensajes suele presentar “anomalías”
lógicas (la lógica está al servicio de la falsedad). La palabra es una herramienta. A menudo se
utiliza para trivializar situaciones o tabúes, para inducir a un error, etc. Cuando el cuerpo del niño
es sometido a estimulaciones sensoriales abusivas, la palabra que acompaña a los gestos desvía la
atención y crea confusión a fin de anular el sentido crítico, y amenaza o persuade para desarmar
toda resistencia. También pueden ser utilizadas de modo confuso (“querer”, puede ser como padre
o como amante). El niño escucha y trata de traducir las palabras en una lógica compatible con su
condición o edad o de lo contrario, se abstiene de traducir. Pero, aunque hayan sido comprendidas,
las palabras de seducción quedan sin elucidar. La falta de sentido explicito de la palabra sume al
niño en el silencio y la confusión, mientras que la presencia de dicho sentido lo expone al peligro
de perder todo.

Programación: consiste en introducir instrucciones en el cerebro del otro para inducir


comportamientos predefinidos, a fin de activar ulteriormente conductas adecuadas a una situación
o libreto previstos. Diferencia entre aprendizaje y progresión: la programación se lleva a cabo
unilateralmente, desde el exterior. El sujeto obedece la orden, sin integrar completamente la
información. El objetivo es condicionar a la victima, para mantener el dominio sobre ella. Así pues,
la programación constituye el acabado del hechizo.

-Despertar sensorial: el potencial de sensualidad y de erotización en estado de latencia se activa de


modo brutal cuando es objeto de una acción abusiva. A los niños se les priva el descubrir la
sexualidad de manera progresiva (pierden su iniciativa personal, se vuelven frágiles, dependientes
a los deseos de otros). Cuando el despertar se produce el niño puede buscar seducir o erotizar la
relación con el adulto.

-Erotización: la erotización y excitación no tienen un partenaire ni un destinatario adecuados.

-Repetición: en casos extremos, la excitación provoca en la víctima un condicionamiento y una


dependencia que la conducen a mantener el vinculo morboso que la unen al abusador. Este es el
único que da origen a estos comportamientos paradójicos. La repetición, que es una consecuencia
del traumatismo, se sitúa fuera del campo del deseo.
-Evocación del anclaje: “anclaje”: la unión entre el estado emocional y la memoria. Gracias a este
vinculo, el abusador no precisa realizar todas las operaciones necesarias…le basta una mirada o
palabra que evoque el hecho del abuso sexual, para que en la victima parezca el malestar y para
que cada uno quede instalado en su papel.

-Secreto: la regla impuesta es el silencio, que organiza la relación y garantiza la supervivencia del
sistema. Supone la convicción de que las vivencias son incomunicables. Lo insólito de la relación, le
confiere una dimensión inconfesable.

-Pacto: un pacto contra natura entre abusador u victima. El abusador propone un acuerdo que
sostiene con referencias a amenazas o alusiones a sus consecuencias. Es transtemporal, no
negociable e indisoluble. Aun cuando el secreto es revelado, la victima sigue sintiéndose obligada a
no denunciar a nadie.

-Responsabilidad: el niño cree ser el responsable de lo que le ocurra a su familia, la felicidad de


esta depende del silencio y la aceptación de la victima. Cuanto más “correcta” es la imagen
exterior, más obligados se sienten sus miembros de preservar esa pseudofelicidad y es mayor el
sentimiento de responsabilidad del niño.

-Fatalidad: la victima cree que cualquier intento de rebelión ocasionará enormes sufrimientos a su
familia. Consiste en activar las imágenes de aislamiento y soledad.

-Vergüenza: es la manifestación de la dificultad que experimenta de discernir las


responsabilidades de los protagonistas. Persiste más allá de la revelación y el final de la relación.
Sólo cesa definitivamente cuando la victima logra colocar ese sentimiento en el acusador.

“La efracción consiste en entrar en el territorio de la presa; la captación en dominarla y ponerla


dentro de una jaula. La programación en “amaestrarla”, en enseñarle a no salir, aunque la puerta
quede abierta y a permanecer cautiva voluntariamente”.

Al fenómeno de la programación se deben las retractaciones, las revelaciones tardías, el silencio,


las “complicidades” y las ulteriores contradicciones. Provoca dificultades en los tratamientos, hace
fracasar la internación y sigue siendo fuente de perplejidad para la familia y los terapeutas.

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