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TRABAJO PRÁCTICO Nº 1

HACIA UNA DEFINICIÓN DE LITERATURA

No es sencillo, ni siquiera para los grandes escritores, definir «literatura».

Lean los siguientes textos, para comenzar a pensar y debatir sobre el tema. Luego respondan las preguntas.

El desafío de la creación

Desgraciadamente, yo no tuve quién me contara cuentos; en nuestro pueblo la gente es cerrada, sí,
completamente, uno es un extranjero ahí.

Están ellos platicando; se sientan en sus equipajes en las tardes a contarse historias y esas cosas; pero en cuanto
uno llega, se quedan callados o empiezan a hablar del tiempo: «Hoy parece que por ahí vienen las nubes…». En fin, yo no
tuve esa fortuna de oír a los mayores contar historias: por ello me vi obligado a inventarlas y creo yo que, precisamente,
uno de los principios de la creación literaria es la invención, la imaginación. Somos mentirosos; todo escritor que crea es un
mentiroso, la literatura es mentira; pero de esa mentira sale una recreación de la realidad; recrear la realidad es, pues, uno
de los principios fundamentales de la creación.

Considero que hay tres pasos: el primero de ellos es crear el personaje; el segundo, crear el ambiente donde ese
personaje se va a mover; y el tercero es cómo va a hablar ese personaje, cómo se va a expresar. Esos tres puntos de apoyo
son todo lo que se requiere para contar una historia… Cuando yo empiezo a escribir no creo en la inspiración, jamás he
creído en la inspiración, el asunto de escribir es un asunto de trabajo; ponerse a escribir a ver qué sale y llenar páginas y
páginas, para que de pronto aparezca una palabra que nos dé la clave de lo que hay que hacer, de lo que va a ser aquello.
[…]

A mí me han criticado mucho mis paisanos que cuento mentiras, que no hago historia, o que todo lo que platico o
escribo, dicen, nunca ha sucedido y es así. Para mí lo primero es la imaginación; dentro de esos tres puntos de apoyo de
que hablábamos antes está la imaginación circulando. […] Así aparece otra cosa que se llama intuición: la intuición lo lleva
a uno a pensar algo que no ha sucedido, pero que está sucediendo en la escritura.

Concretando, se trabaja con: imaginación, intuición y una aparente verdad. Cuando esto se consigue, entonces se
logra la historia que uno quiere dar a conocer…

Creo que eso es, en principio, la base de todo cuento, de toda historia que se quiere contar. Ahora, hay otro
elemento, otra cosa muy importante también que es el querer contar algo sobre ciertos temas; sabemos perfectamente
que no existen más que tres temas básicos: el amor, la vida y la muerte. No hay más, no hay más temas, así es que para
captar su desarrollo normal, hay que saber cómo tratarlos, qué forma darles; no repetir lo que han dicho otros. Entonces,
el tratamiento que se le da a un cuento nos lleva, aunque el tema se haya tratado infinitamente, a decir las cosas de otro
modo. […] Mas hay que buscar el fundamento, la forma de tratar el tema, y creo que dentro de la creación literaria, la forma
—la llaman la forma literaria— es la que rige, la que provoca que una historia tenga interés y llame la atención a los demás.

Juan Rulfo, «El desafío de la creación», en Revista de la Universidad de México, nros. 2-3 (1980)

a) ¿A partir de qué crea el escritor su obra literaria?


b) ¿Qué relación puede establecerse entre la invención y la realidad?
c) Intenten explicar la siguiente afirmación: « la literatura es mentira; pero de esa mentira sale una recreación
de la realidad».
d) ¿Consideran, como Rulfo, que es una desgracia no haber oído contar historias? ¿Qué función cumplen las
narraciones para ustedes?
TRABAJO PRÁCTICO Nº 2

SOBRE LITERATURA, OPINAN LOS ESCRITORES

Se dice con frecuencia que la misión del escritor es expresar la realidad de su mundo y su gente. Es cierto, pero hay
que añadir que, más que expresar, el escritor explora su realidad, la suya propia y la de su tiempo. Su exploración comienza
y termina con el lenguaje: ¿qué dice realmente la gente? El poeta y el novelista descifran el habla colectiva y descubren la
verdad escondida de aquello que decimos y de aquello que callamos. El escritor dice, literalmente, lo indecible, lo no dicho,
lo que nadie quiere o puede decir. […] La gran literatura es generosa, cicatriza todas las heridas, cura todas las llagas y aun
en los momentos de humor más negro dice sí a la vida. Pero hay más. Explorar la realidad humana, revelarla y reconciliarnos
con nuestro destino terrestre, solo es la mitad de la tarea del escritor: el poeta y el novelista son inventores, creadores de
realidades. El poema, el cuento, la novela, la tragedia y la comedia son, en el sentido propio de la palabra, fábulas: historias
maravillosas en las que lo real y lo irreal se enlazan y confunden.

Octavio Paz, «Nuestra lengua» en La jornada, México, 8-4-1997

El poema

Tal vez lo que se intenta toda la vida es escribir un solo poema, uno solo. Entonces, el poeta no sería un pequeño
dios, como quería Huidobro, sino apenas un mendigo de la magia que siempre se da por accidente, el perseguidor de una
nota que sabe que no existe. Como el poeta de las tradiciones árabes, montado por un demonio que lo obliga a buscar en
la lengua lo que la lengua niega, a encontrar la palabra que separa a la lengua del lenguaje.

El trabajo de la poesía

La poesía da forma al vacío para que este sea posible.

Juan Gelman, «Notas al pie», en Revista Ñ, nro. 54, 9-19-2004

¿Para quién se escribe una novela? ¿Para quién se escribe un poema? Para personas que han leído alguna novela,
algún otro poema. Un libro se escribe para que pueda ser colocado junto a otros libros, para que entre a formar parte de
una estantería hipotética y, al entrar en ella, de alguna manera la modifique, cambie de lugar a otros volúmenes o los haga
pasar a segunda fila, reclamando que pasen a primera fila algunos otros.
¿Qué hace el librero que «sabe vender»? Dice: «¿Usted ha leído este libro? Pues entonces tiene que llevarse este
otro». No es diferente la actitud —imaginaria e inconsciente— del escritor hacia el lector invisible. Con la diferencia de que
el escritor no puede proponerse solo la satisfacción del lector, sino que debe imaginar a un lector que aún no existe, o bien
un cambio en el lector tal como es hoy en día. En todas las épocas y las sociedades, una vez establecido un determinado
canon estético, un modo determinado de interpretar el mundo, una determinada escala de valores morales y sociales, la
literatura puede perpetuarse a sí misma mediante sucesivas confirmaciones y algunas actualizaciones y profundizaciones.
Pero a nosotros nos interesa otra posibilidad de la literatura: la de poner en discusión la escala de valores y el código de los
significados establecidos.

Ítalo Calvino, «¿Para quién se escribe? (La estantería hipotética)», en Punto y aparte. Ensayos sobre literatura y sociedad,
Barcelona, Tusquets, 1995.

La gloria de un poeta depende, en suma, de la excitación o de la apatía de las generaciones de hombres anónimos
que la ponen a prueba, en la soledad de sus bibliotecas.

Las emociones que la literatura suscita son quizás eternas, pero los medios deben constantemente variar, siquiera
de un modo levísimo, para no perder su virtud. Se gastan a medida que los reconoce el lector. De ahí el peligro de afirmar
que existen obras clásicas y que lo serán para siempre.

Jorge Luis Borges, «Sobre los clásicos», en Otras inquisiciones, Buenos Aires, Emecé, 1996.

[…] me resulta irrisoria esta moda de escritores que dicen: «Yo solo quise contar una historia». No se trata
solamente de contar historias; para eso están los fogones, las reuniones con los amigos. Escribir es un placer, una operación,
un trabajo; se le puede dar cualquier nombre, pero es algo mucho más complejo que contar una historia. Porque las
palabras están cargadas de una enorme cantidad de conmutaciones y a veces se devuelven unos bifes que no te esperabas.
Y en el hecho de aguantar o devolver el bife se juega la continuidad de la historia misma.

Marcelo Cohen, reportaje en Cultura y Nación, diario Clarín, 23-4-1992.


—Todos los días reescribo hasta el punto en que dejé el día anterior. Cuando todo está terminado, naturalmente,
lo reviso. Así se tiene otra oportunidad de corregir y reescribir cuando otra persona lo mecanografía, y uno ve el material
más prolijo. La última oportunidad son las pruebas. Uno agradece todas esas chances.

—¿Reescribe mucho?

—Depende. Reescribí el final de Adiós a las armas, la última página, treinta y nueve veces antes de quedar
satisfecho.

Ernest Hemingway, en Confesiones de escritores, Buenos Aires, El Ateneo, 1996.

a) Identifiquen y debatan acerca de la idea de literatura que propone cada texto.


b) Relean el primer texto. ¿Qué entienden por «decir lo indecible»? ¿Qué vínculos pueden establecer entre la
propuesta de Octavio Paz y la de Juan Rulfo?
c) ¿Cómo explicarían la afirmación de Calvino que sostiene que un nuevo libro modificaría la estantería
hipotética de un lector?
d) ¿En qué consistiría el trabajo del escritor?

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