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Santa Maria de La Antigua Del Darien de
Santa Maria de La Antigua Del Darien de
Paolo Vignolo1
Hace un año y medio emprendimos por primera vez el viaje en búsqueda de Santa
María de la Antigua del Darién, primera ciudad fundada por los españoles en Tierra
Firme. De Bogotá salimos veinticuatro personas entre estudiantes y profesores, en
salida de campo rumbo al golfo de Urabá. Nuestro interés investigativo surgía de la
convicción que Santa María de la Antigua sea una pieza crucial, aunque muy poco
estudiada, para comprender el proceso de apropiación material y simbólica del
continente por parte de los europeos.
Fue en esa región que maduraron su experiencia del Nuevo Mundo algunos entre
los grandes protagonistas españoles de aquellos años: Vasco Núñez de Balboa,
fundador de la ciudad y descubridor de la ruta hacia los mares del sur; Francisco
Pizarro y Sebastián de Benalcázar, que desde ahí arrancaron la conquista del Perú;
Bernal Díaz del Castillo, luego cronista de la empresa de Cortés en México; el
gobernador Pedrarias de Ávila y su mujer, la marquesa Beatriz de Bobadilla; Gonzalo
1
Profesor Asociado del Departamento de Historia y del Centro de Estudios Sociales (CES) de la
Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá.
Fernández de Oviedo, primer cronista de Indias; el obispo Juan de Quevedo, que
defendió la esclavitud de los indios frente a Bartolomé de las Casas a la corte de Carlos
V; el cosmógrafo Juan de la Cosa, muerto en Urabá y autor de uno de los más celebres
mapamundi renacentistas. Un estudio riguroso de estas experiencias permitiría ver
bajo una luz diferente todo el proceso de conquista del siglo XVI, desde Perú hasta
Nueva España.
La fundación de ciudades fue sin lugar a duda una de las principales herramientas
para subyugar los habitantes y de las tierras de ultramar. Las poblaciones indígenas
presentes en el territorio del golfo de Urabá, en particular los Cuevas y los Cunas,
fueron los primeros habitantes del continente americano en experimentar las
traumáticas consecuencias de la nueva dominación: el uso de la pólvora, del caballo y
de los perros como armas de guerra, el impacto devastador de las pestilencias y el
derrumbe demográfico, la imposición de nuevas jerarquías y nuevas leyes, el derrumbe
de los antiguos dioses y la evangelización forzosa.
Animados por estas historias, aún fragmentarias, nos convencimos que solo el
estudio conjunto de las huellas arqueológicas del asentamiento y de las fuentes
documentales de la época nos iban a permitir entender los modelos político-militares,
las sugestiones utópicas, las pautas socioeconómicas, los espacios y ritmos de vida que
moldearon el primer laboratorio de la conquista y colonización del continente. El
objetivo era complementar el amplio material documental encontrado en archivos y
bibliotecas con las evidencias arqueológicas.
Mientras tanto en la corte de Rey Fernando hierven los preparativos para enviar a
la ciudad de Santa María de la Antigua del Darién una gran flota. El 30 de junio de 1514
llega la gran flota al mando de Pedrarias Dávila, quizás la más imponente expedición
jamás organizada por los españoles a lo largo de toda la conquista. La flota lleva todo lo
necesario para construir la primera verdadera ciudad castellana en Tierra Firme, a
partir de aquel entonces rebautizada Castilla de Oro. Era un verdadero microcosmos de
la sociedad española, con sus jerarquías civiles (desde el gobernador hasta los
ballesteros) y eclesiásticas (desde el obispo Juan de Quevedo hasta el sacristán);
familias aristocráticas con esclavos africanos al séquito, artesanos, soldados,
labradores, mujeres de todas las clases sociales. En las estibas de naos y carabelas se
guardaban gallinas, vacas, cerdos, plantas, semillas, herramientas, ladrillos… todo lo
necesario para reconstruir el propio terruño a las antípodas del mundo conocido. “Una
arca de Noé para poblar el Nuevo Mundo” la definió el escritor William Ospina.
También había campanas, trompetas, un órgano portátil, cálices de plata y opulentos
atuendos religiosos, para moldear el espacio y el tiempo según la cosmovisión
cristiana.
Hay algo grandioso y descabellado en este proyecto de erguir una gran capital en el
medio de la selva. Un verdadero modelo para armar una ciudad, con Instrucciones
incluidas. Como subraya de manera convencedora Gregorio Saldarriaga, la Santa María
de la Antigua planeada desde Castilla es una urbs sin civitas, un diseño de ciudad sin las
relaciones propias de una ciudad. Una De civitate Dei, pero cabeza abajo, a las
antípodas. Un mapa de la sabiduría renacentista diseñado sobre la tabula rasa de las
Indias salvajes.
Los recién llegados, ansiosos de enriquecerse, o tan solo de salir de las deudas
contraídas para costearse los gastos del viaje, desbaratan a punta de masacres y terror
el sistema de alianzas fatigosamente creado por la gente de Balboa. El nuevo
gobernador privilegia la desarticulación de las sociedades indígenas a favor de un
sistema colonial fuertemente anclado a la Corona y la implementación de un sistema
económico-administrativo a vocación imperial, en el marco de una imago mundi ya
volcada hacia la modernidad.
Detrás de las luchas de poder entre los dos bandos de conquistadores, labradores y
misioneros, es posible entonces divisar dos modelos de conquista y colonización
antagónicos, que determinaron la relación con los indígenas y su status en el nuevo
contexto social, el manejo de las relaciones con la madre patria, los mitos relacionados
a Eldorado, las amazonas y el canibalismo, hasta las polémicas sobre el clima y la
salubridad del lugar.
Ahora se quiere ejercer un control directo sobre las nuevas tierras y los nuevos
súbditos, para evitar el surgimiento de reinos cristianos de ultramar, oficialmente
tributarios de la Corona pero de hecho semi-independientes. En los mismos años en
España van surgiendo los órganos del incipiente sistema colonial: la casa de
Contracción de indias (1503) y la Junta (luego Consejo) de Indias (1516). La corona
necesita dotarse de un sistema burocrático-administrativo centralizado, capaz de
ejercer con pulso el monopolio de las Indias y estimular al capital privado para que
invierta en la gigantesca empresa. En ese frenético vaivén de personas, navíos, cartas,
pinturas e estandartes entre el viejo y el nuevo mundo, entre Sevilla y Santa María de
la Antigua del Darién, se van echando los cimientos, por ensayo y error, del imperio
español.
Cuando llegamos al sitio arqueológico, muchas fueron las sorpresas que nos
esperaban. Una primera sorpresa fue descubrir que no había ningún sitio arqueológico:
“El Santuario” es el nombre con el cual los locales se refieren al lugar. Y en efecto al
llegar, lo único reconocible que había ahí era una pequeña iglesia.
Una segunda sorpresa tenía a que ver con el estado de abandono del lugar: a pesar
de la expedición arqueológica emprendida por el rey Leopoldo de Bélgica en los años
cincuenta, por unas actividades investigativas colombianas y extranjeras en el curso de
los años sesenta y setenta y sobre todo por la sistemática (y solitaria) labor de
Graciliano Arcila Vélez hasta los años ochenta, jamás se logró consolidar la presencia de
un parque arqueológico. El único indicio visible de un interés para los tesoros culturales
de la zona guardados bajo tierra, sigue siendo la intensa actividad de guaquería que
caracteriza el lugar. La búsqueda del oro sepultado en las tumbas indígenas es la razón
del saqueo sistemático del subsuelo, que devasta las huellas del pasado e obstaculiza
una reconstrucción rigurosa de su estratigrafía. Un saqueo comparable solo con la
explotación descabellada de los recursos naturales de la región (talas indiscriminadas
de bosques, explotación del suelo y del agua para los monocultivos, cacería de pájaros
y animales salvajes para la venta)
Una tercera sorpresa fue toparnos con las reglas establecidas por la “pax
paramilitar” vigente en la zona: prohibido el trago, el pelo largo para los hombres, los
bailes por fuera de los cultos religiosos. No fue el menor de los logros de nuestra
expedición lo de haber reiterado, desde el discurso académico y desde la práctica de
campo, que tomar cerveza no es delito, que ninguna ley colombiana condena el uso del
pelo largo y que bailar es una actividad legitima. No son sino los últimos estragos de la
violencia que azota la zona desde hace muchos años, provocando desde los años 50
éxodos masivos de gente desplazada de sus tierras (Steiner, 2000), como nos cuenta en
un artículo de próxima publicación el profesor Virgilio Becerra a través de los relatos de
Don Luis Vélez.
“El único lugar, entre los descritos en ese libro, que no he visitado” confiesa
Thomas (2006: 4) en la introducción a su monumental “Rivers of Gold”. ”Este lugar está
en las manos de los guerrilleros, cuyos intereses parece no contemplar asistir a los
historiadores visitantes.” Aunque las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia) siguen presentes en la zona, a partir de la arremetida paramilitar que azotó
la región y el país entero a finales de los años noventa la ribera occidental del golfo de
Urabá ha pasado en mano de los paramilitares del frente Elmer Cárdenas de las
Autodefensas Unidas de Colombia, al mando de Freddy Rincón, alias “Alemán”.
Eso llevó a “la expansión y el posicionamiento [.en el país] del modelo que los
Castaño habían insaturado a partir de Urabá, el Daríen y Córdoba, con todo lo
horrendo y criminal que conllevó el método de las masacres y los desplazamientos
masivos y con la complicidad de mandos de las instituciones armadas y de sectores
pudientes de las sociedades locales. […] Salvo contadas veces […] las dos fuerzas
opuestas [FARC y AUC] no se confrontaron directamente […] Fueron civiles inermes,
generalmente campesinos y colonos, muchos de ellos afrodescendientes y en varias
circunstancias indígenas, las víctimas fatales de esa disputa de territorios.” (Ortiz
Sarmiento, 2007: 159-162)
Baste con pensar que Tanela es un caserío recién fundado, hace cuatro o cinco
años. El viejo Tanela fue borrado del mapa en la última arremetida paramilitar, a punta
de masacres y de desplazamiento forzado de la población civil. Da escalofríos constatar
que quedan más huellas de una antigua fundación castellana de hace 500 años que de
un pueblo destruido hace menos de una década.
Finalmente la sorpresa más grande para un historiador: darse cuenta que los
procesos de larga duración que empezaron con la conquista siguen moldeando la
región hoy en día. Cuando en 1513 la Corona española decide fundar Santa María de la
Antigua del Darién, la presencia de minas auríferas en la cordillera y de la ruta hacia los
mares del sur abierto por Balboa, parecían garantizar el auge del golfo de Urabá en los
siglos a venir.
Sin embargo los conquistadores no logran abrirse paso hasta la Cordillera, a pesar
de los pocos kilómetros que la separan del mar, a causa de la resistencia indígena.
Quizás se podría leer la historia de este intento colonizador como la más nítida victoria
indígena de toda la conquista. La mítica Dabeiba, “primera vislumbre de Eldorado”
según Gruzinski (1991: 363) no será alcanzada sino por las tropas provenientes del
Perú, dieciséis años después del fin de la colonia española en el Darién. Aún hoy en día
el paso de la Llorona, ahí donde la punta extrema de los Andes se clava en el Caribe,
sigue siendo un lugar peligroso controlado por las FARC.
La fundación de Panamá (1519) y la pérdida del obispado son el golpe de gracia por
la ciudad de Santa María de la Antigua. Desde la muerte de la colonia (alguna vez
destinada a ser el gran puerto de entrada del nuevo continente y la futura capital de
una “Castilla de Oro”) el golfo de Urabá se vuelve un “golfo de nadie”, un territorio de
frontera dominado por grupos armados ilegales, tráficos y contrabandos. Y fugitivos,
desplazados, aventureros.
En el siglo XVII la situación están tan fuera de control que las autoridades españolas
deciden prohibir cualquier tipo de navegación en el río Atrato. Esto no impide a piratas
ingleses e escoceses contrabandear armas con los indígenas Cunas, “pacificados” a la
fuerza solo a finales del siglo XVIII. Los informes de misioneros y gobernadores sobre la
región son desalentadores. (Baquero y Vidal, 2004; Langebaek, 2006)
Hay asombrosas continuidades históricas, hilos que unen los métodos represivos de
los conquistadores con las de los grupos paramilitares contemporáneos. El uso de
perros de guerra por ejemplo, desde el fiel Leoncico con que Balboa atormentaba a sus
víctimas hasta los pittbuls de los omnipresentes servicios de seguridad privada de la
Colombia de hoy. O las rutas armas, drogas y personas de traquetos y traficantes, que
siguen las mismas pautas de los piratas y corsarios de siglos pasados.
Así mismo, hay múltiples hilos que se tienden entre la secular resistencia de
Cuevas, Cunas y Katíos y las luchas para los derechos de las comunidades indígenas en
acto hoy en día, acá como en todo el hemisferio. Y entre la constitución de los primeros
palenques negros y la reivindicación de la propiedad colectiva de tierras de las
comunidades afro-colombianas a partir de la constitución de 1991.
El contacto con la región y sus habitantes, fortalecido en otras dos salidas de campo
llevadas a cabo entre 2006 y 2007, nos convencieron en la necesidad de plantear un
giro en nuestra aproximación investigativa. Ya no tiene sentido limitarnos a reconstruir
a nivel histórico-arqueológico los quince años de vida de una ciudad del siglo XVI. El
gran reto se ha vuelto más bien integrar esa labor fundamental en una estrategia de
desarrollo socio-cultural de la región.
Bibliografía
Langebaeck, Carl Henrik. El diablo Vestido e Negro y los cunas del Darién en el
siglo XVIII. Jacobo Walburger y su Breve noticia de la Provincia del Darién, de la
ley y costumbres de los Yndios, de la poca esperanza de plantar nuestra fé, y del
número de sus naturales, 1748. Ceso, Universidad de los Andes, Bogotá, 2006
Las Casas, Bartolomé de. Historia de las Indias. Edición André Saint –Lu,
Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1986 [1552]
López de Gómara, Francisco, Historia general de las Indias [y nuevo mundo, con
mas la conquista de Perú y de México] 1555 Lima, Comisión nacional del V
Centenario del Descubrimiento de América-Encuentro de dos Mundos, Lima,
1993
Mena García, Carmen. Sevilla y Flotas Indias: la Gran Armada de Castilla del Oro.
Universidad de Sevilla, Sevilla, 1998
Mesa, Carlos Eduardo. Santa María la Antigua del Darién. Primera Diócesis en
Tierra Firme. CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano), 1986
Nora, Pierre (director). Les lieux de mémoire. 3 vol. Gallimard, Paris, 1992
Rubén Vargas Ugarte, S.J. Historia del Culto de María en Iberoamérica. Madrid,
1956
Thomas, Hugh. Rivers of gold. The rise of the Spanish Empire, from Columbus to
Magellan. Random, New York, 2006