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Gabriela Mistral

(Seudónimo literario de Lucila Godoy Alcayaga; Vicuña, Chile, 1889 - Nueva


York, 1957) Poetisa y educadora chilena. Tras el declive del modernismo,
parte de la lírica hispanoamericana de los años de entreguerras siguió los
pasos de las vanguardias europeas: citando solamente ejemplos chilenos,
éste sería el caso de Vicente Huidobro, fundador del creacionismo, o
de Pablo Neruda, deudor del surrealismo en Residencia en la tierra.

Gabriela Mistral

Otros poetas, en cambio, optaron por alejarse del modernismo orientándose


hacia una poesía más sencilla y humana. Gabriela Mistral es la figura capital
de esta última tendencia: tras unos inicios aún marcados por el
modernismo, desarrolló una expresividad propia basada en un estilo
elemental de imágenes intensas, con el que desnudó su intimidad dolorida
y un corazón rebosante de amor, volcado (tras el amor trágico
de Desolación) sobre los niños, los desvalidos o su propia tierra, en tonos
hondamente religiosos. Su vida se movió sin pausas entre la literatura, la
docencia y la carrera diplomática, actividad esta última por la que realizó
numerosos viajes y pasó diversas temporadas en ciudades europeas,
norteamericanas y latinoamericanas, en las que publicó la mayoría de sus
obras.
Biografía
Hija de un maestro de escuela, con dieciséis años decidió dedicarse ella
también a la enseñanza; trabajó como profesora de secundaria en su país y
como directora de escuela. Como poetisa, Gabriela Mistral se dio a conocer
en los Juegos Florales de Chile en 1914 con Los sonetos de la muerte,
nacidos del dolor causado por el suicidio de su prometido, el empleado
ferroviario Romelio Ureta, a quien había conocido en 1906. Firmados ya con
el pseudónimo de Gabriela Mistral (formado a partir de dos autores
admirados, el italiano Gabriele D'Annunzio y el poeta provenzal Frédéric
Mistral), estos tres sonetos fueron incorporados en 1922 a una colección
más amplia de sus versos editada por el Instituto Hispánico de Nueva York
bajo el título de Desolación.
Ese mismo año dejó Chile para trasladarse a México, a petición del gobierno
de este país, con el fin de que colaborara en la reforma de la educación
iniciada por José Vasconcelos. En México, Gabriela Mistral fundó la escuela
que lleva su nombre y colaboró en la organización de varias bibliotecas
públicas, además de componer poemas para niños (Rondas de niños, 1923)
por encargo del ministro de Instrucción Pública mexicano, y preparar textos
didácticos como Lecturas para mujeres (1924).
Terminada su estancia en México, viajó a Europa y a Estados Unidos, y en
1926 fue nombrada secretaria del Instituto de Cooperación Intelectual de la
Sociedad de Naciones. Paralelamente, fue redactora de una revista de
Bogotá, El Tiempo (sus artículos fueron recogidos póstumamente
en Recados: contando a Chile, en 1957). Representó a Chile en un congreso
universitario en Madrid y pronunció en Estados Unidos una serie de
conferencias sobre el desarrollo cultural estadounidense (1930).

Gabriela Mistral
En 1945 Gabriela Mistral recibió el Premio Nobel de Literatura (fue la
primera concesión a una escritora en lengua española) y en 1951 el Premio
Nacional de Literatura de Chile. Siguió su carrera diplomática y con ella sus
numerosos viajes hasta su fallecimiento en Nueva York, en 1957. Por deseo
de la propia Mistral, sus restos fueron trasladados a Chile y fue enterrada en
Montegrande: dejaba tras de sí algunas obras inéditas, para su publicación
póstuma.

La poesía de Gabriela Mistral

De tendencia modernista en sus inicios, su poesía derivó hacia un estilo


personal, con un lenguaje coloquial y simple, de gran musicalidad, y un
simbolismo que conecta con una imaginería de tradición folclórica. En sus
obras expresó temas como el sufrimiento o la maternidad frustrada, así
como inquietudes religiosas y sociales que responden a su ideología
cristiana y socialista. Poetisa de acento genuino y entrañable, parte de su
no muy abundante producción está dedicada a los niños (fue maestra rural
durante quince años), y tal vez sea éste el aspecto más conocido y
celebrado de su obra. Sin embargo, su verdadera personalidad se revela,
sincera, poderosa y conmovedora, en versos por los que circula una
intimidad dolorida y una ternura en busca de sus propios cauces de
manifestación.

La obra de Gabriela Mistral pasó por distintas etapas; en un primer


momento, con la publicación de Desolación (México, 1922), existe un fuerte
predomino del sentimiento sobre el pensamiento, a la vez que una cercanía
muy estrecha con lo religioso. Los temas que aparecen en este libro, bajo
una profunda reivindicación del retorno a valores de una trascendente
espiritualidad, giran en torno a la frustración amorosa, al dolor por la
pérdida, la muerte, la infidelidad, la maternidad y el amor filial, todo ello
envuelto en la reflexión adulta de la poetisa, que vivió el suicidio de su
amado como una pérdida irreparable.
Pese al lastre modernista, se aprecian ya en este primer poemario
manifestaciones de un lenguaje más sencillo, particularmente patente en
las canciones de cuna que contiene su última sección. También en México
publicó Lecturas para mujeres(1923), una selección de prosas y versos de
diversos autores destinada al uso escolar a la que incorporó textos propios,
algunos ya incluidos en Desolación.
Gabriela Mistral

Las composiciones "para niños" son el núcleo de su segundo


libro, Ternura (1924), en el que se advierte la pureza expresiva propia de
aquella lírica humana y sencilla que convivió con las vanguardias tras la
liquidación del modernismo; una lírica generalmente inspirada en la
naturaleza y que de hecho fue también abordada por algunos escritores
vanguardistas, que con frecuencia conciliaron la experimentación con su
interés por la poesía popular. Dedicado a su madre y hermana, está dividido
en siete secciones: Canciones de Cuna, Rondas, Jugarretas, Cuenta-Mundo,
Casi Escolares, Cuento y Anejo. Para el lector adulto, el conjunto viene a
expresar la pérdida de la infancia, que es restituida, en parte, a través del
lenguaje.
Con Tala (1938), considerada una de sus obras más importantes, Gabriela
Mistral inauguró una línea de expresión neorrealista que afirma valores del
indigenismo, del americanismo y de las materias y esencias fundamentales
del mundo. En los sesenta y cuatro poemas de este libro se produce una
evolución temática y formal que será definitiva. Aunque en el arranque del
libro el poema "Nocturno de los tejedores viejos" sólo insinuaba un
renovado tratamiento fantástico, la sección Historias de loca esbozaba ya
un nuevo acento que se consolidará en las siguientes, Materias y América,
hasta alcanzar la plenitud de su expresión en la sección titulada Saudade,
donde se encuentran piezas memorables como "Todas íbamos a ser reinas",
en la que la poetisa rememora la infancia junto a sus tres hermanas y evoca
sus respectivos sueños, eternizados pese el paso del tiempo mediante un
lenguaje a la vez humorístico y mágico, teñido también por momentos de
un cierto tradicionalismo folclórico.
En Chile apareció su siguiente colección de poemas, Lagar (1954), la última
que publicó en vida. En esta obra estarían presentes todas las muertes, las
tristezas, las pérdidas y el sentimiento de su propio fin. Un profunda
originalidad convive con la carga de tristeza y trascendencia que ya había
impregnado parte de sus primeros escritos, culminando una temática
presidida por la resignación cristiana y el encuentro con la naturaleza.
Póstumamente aparecieron el poemario Poema de Chile (1967), un
recorrido por la geografía, la naturaleza y las gentes de su país, y la primera
edición de sus Poesías Completas (1970), así como diversas antologías de
sus versos y recopilaciones de sus cartas y textos: Motivos de San
Francisco (1965), serie de poemas en prosa dedicados al admirado San
Francisco de Asís, y Cartas de Amor de Gabriela Mistral(1978).
Atenta a los problemas de su tiempo, en el género de los "Recados" (un tipo
muy personal y elaborado de artículo periodístico, recogidos en Recados:
contando a Chile, 1957), Mistral analizó múltiples temas, como la condición
de la mujer en América Latina, la valoración del indigenismo, la educación
de los pueblos americanos, la necesidad de elevar la dignidad y condición
social de los niños en el continente, la religiosidad, el judaísmo y la
maternidad. Sus ensayos educacionales fueron reunidos en el
libro Magisterio y niño (1982).
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José Martí
(José Julián Martí Pérez; La Habana, 1853 - Dos Ríos, Cuba, 1895) Político y
escritor cubano, destacado precursor del Modernismo literario
hispanoamericano y uno de los principales líderes de la independencia de
su país.

José Martí

Nacido en el seno de una familia española con pocos recursos económicos,


a la edad de doce años José Martí empezó a estudiar en el colegio municipal
que dirigía el poeta Rafael María de Mendive, quien se fijó en las cualidades
intelectuales del muchacho y decidió dedicarse personalmente a su
educación.
El joven Martí pronto se sintió atraído por las ideas revolucionarias de
muchos cubanos, y tras el inicio de la Guerra de los Diez Años (1868-1878)
y el encarcelamiento de su mentor, inició su actividad revolucionaria:
publicó la gacetilla El Diablo Cojuelo, y poco después una revista, La Patria
Libre, que contenía su poema dramático Abdala. A los diecisiete años José
Martí fue condenado a seis años de cárcel por su pertenencia a grupos
independentistas; realizó trabajos forzados en el penal hasta que su mal
estado de salud le valió el indulto.
Deportado a España, en este país publicó su primera obra de importancia,
el drama La adúltera. Inició en Madrid estudios de derecho y se licenció en
derecho y filosofía y letras por la Universidad de Zaragoza. Durante sus
años en España surgió en él un profundo afecto por el país, aunque nunca
perdonó su política colonial. En su obra La República Española ante la
Revolución Cubana reclamaba a la metrópoli que hiciera un acto de
contrición y reconociese los errores cometidos en Cuba.
Tras viajar durante tres años por Europa y América, José Martí acabó por
instalarse en México. Allí se casó con la cubana Carmen Zayas-Bazán y,
poco después, gracias a la paz de Zanjón, que daba por concluida la Guerra
de los Diez Años, se trasladó a Cuba. Deportado de nuevo por las
autoridades cubanas, temerosas ante su pasado revolucionario, se afincó
en Nueva York y se dedicó por completo a la actividad política y literaria.

Desde su residencia en el exilio, José Martí se afanó en la organización de


un nuevo proceso revolucionario en Cuba, y en 1892 fundó el Partido
Revolucionario Cubano y la revista Patria. Se convirtió entonces en el
máximo adalid de la lucha por la independencia de su país.
Dos años más tarde, tras entrevistarse con el generalísimo Máximo Gómez,
se incorporó a una nueva intentona que daría lugar a la definitiva Guerra de
la Independencia (1895-1898). Pese al embargo de sus barcos por parte de
las autoridades estadounidenses, pudo partir al frente de un pequeño
contingente hacia Cuba, pero fue abatido por las tropas realistas en 1895;
contaba cuarenta y dos años. Junto a Simón Bolívar y José de San Martín,
José Martí es considerado uno de los principales protagonistas del proceso
de emancipación de Hispanoamérica.
La poesía de José Martí
Además de destacado ideólogo y político, José Martí fue uno de los más
grandes poetas hispanoamericanos y la figura más destacada de la etapa
de transición al Modernismo, que en América supuso la llegada de nuevos
ideales artísticos. Como poeta se le conoce por Versos libres (1878-1882,
publicados póstumamente); Ismaelillo (1882), obra que puede considerarse
un adelanto de los presupuestos modernistas por el dominio de la forma
sobre el contenido; y Versos sencillos(1891), un poemario decididamente
modernista en el que predominan los apuntes autobiográficos y el carácter
popular.
José Martí

Escritos en su mayor parte en 1882, los poemas de Versos libres no vieron


la luz hasta su publicación póstuma en 1913, muchos años después de su
muerte. El propio Martí calificó esos versos de "endecasílabos hirsutos,
nacidos de grandes miedos, o de grandes esperanzas, o de indómito amor
de libertad, o de amor doloroso a la hermosura".
El tono fuerte y áspero de este volumen, por el que Martí proclamaba su
propia preferencia, impresionó vivamente a Miguel de Unamuno, cuyos
juicios serían el punto de partida de la valoración de la obra. Su fuerza
vibratoria, tanto formal como en los contenidos, se hace evidente en
composiciones como "Poética", "Mi poesía" o "Cuentan que antaño", en las
que se sirvió de un lenguaje vigoroso y oscuro, por momentos incluso
pasional.
La poesía de José Martí se funda en una visión dualista de la humanidad:
realidad e idealismo, espíritu y materia, verdad y falsedad, conciencia e
inconsciencia, luz y oscuridad. Los poemas de Ismaelillo (1882), libro
dedicado a su hijo, son un ejemplo de ello: la debilidad y la inocencia del
niño son su fuerza.
En Versos sencillos (1891), José Martí expresa el sentimiento que le
despierta la alegría de la naturaleza y el mal de la civilización. El
sufrimiento y el temor al paso del tiempo también fueron elementos
frecuentes en su lírica, donde se advierte un acercamiento al romanticismo
que muchos críticos han considerado superior al de otros de sus
contemporáneos. En A mis hermanos muertos el 27 de noviembre(1872),
publicado durante su destierro en España, Martí dedica sus versos a los
estudiantes muertos en una masacre acaecida en aquella fecha.
Obra en prosa
Su única novela, Amistad funesta, también llamada Lucía Jérez y firmada
con el pseudónimo de Adelaida Ral, fue publicada por entregas en el
diario El Latino-Americano entre mayo y septiembre de 1885; aunque en su
argumento predomina el tema amoroso, en esta obra de final trágico
también aparecen elementos sociales. Entre sus obras dramáticas
destacan Abdala (1869), drama simbólico en un acto y en octosílabos, La
Adúltera (1873) y Amor con amor se paga (1875), también en verso y
estrenado en México.

José Martí

La prosa de Martí se vio influida por la obra del norteamericano Ralph Waldo
Emerson, para quien la palabra debía ser tan elocuente como poética e
intensa dentro de un discurso sencillo y conciso. Era consciente, como
acaso sólo lo fueron los modernistas inmediatamente posteriores a él, de
todas las posibilidades del lenguaje, y consideraba que sus recursos
estaban íntimamente ligados a las cualidades humanas del pueblo, que en
última instancia era quien los inventaba.

Tanto la prosa como la poesía de Martí resultan inseparables de su


biografía; él mismo declaró que eran parte indiscutible de su máxima
preocupación, que no era otra que la política. Personalidad optimista, sus
opiniones sobre el hombre, la poesía o la sociedad son aspectos que
aparecen en sus obras al servicio de unas concepciones que tenían siempre
al ser humano como centro. A largo plazo su objetivo era la mejora de la
humanidad, pero a corto plazo lo era la liberación de Cuba, a la que dedicó
todos sus esfuerzos.

Por ello, su producción en prosa fue en su mayor parte funcional, como sus
ensayos sobre Simón Bolívar, José de San Martín o el general José Antonio
Páez, en relación a los héroes del pasado, y sobre el general Máximo
Gómez, Walt Whitman o Ralph Waldo Emerson entre los contemporáneos;
en tales textos, que constituyeron lo mejor de su prosa, exaltó las
cualidades de personajes que admiraba. Dentro de la primera edición de
sus obras completas, el volumen titulado Norteamericanos reunió
póstumamente sus estudios sobre figuras del norte; otros dos volúmenes,
bajo el título Nuestra América, contienen los trabajos de Martí consagrados
a estudiar aspectos de la vida, la cultura y la historia de la América hispana.
En ellos expresó su mensaje americanista y resumió su precursora teoría de
la debilidad de las naciones hispánicas, en las que existía un enorme
abismo entre las clases dirigentes e intelectuales y el pueblo.
Cronista y crítico excepcional, hizo de muchos de sus textos auténticos
ensayos, algunos de carácter revolucionario como El presidio político en
Cuba (1871), reflejo de gran fuerza lírica de su condena a trabajos forzados
en el que denuncia las penurias que sufrían los independentistas. Cabe
destacar también La República Española ante la Revolución Cubana (1873)
y Cuba y los Estados Unidos (1889), refutación de los ataques de la prensa
norteamericana a los patriotas cubanos, así como El Manifiesto de
Montecristi o su Diario de campaña.
También fundó una revista para niños, La Edad de Oro (1889), publicada en
Nueva York y en la que aparecieron los cuentos Bebé y el señor Don
Pomposo, Nené traviesa y La muñeca negra. Íntegramente redactada por
Martí, esta publicación muestra una serie de aspectos de su personalidad y
constituye también una demostración de cómo supo anticiparse a muchas
conquistas de la pedagogía moderna: una vez más, puso de relieve en esos
escritos su preocupación por las normas de justicia y dignidad humanas,
que debían cultivarse en el niño desde su más tierna edad.
José Martí colaboró a lo largo de su vida en innumerables publicaciones de
distintos países, como La Revista Venezolana, La Opinión Nacional de
Caracas, La Nación de Buenos Aires o la Revista Universal de México.
Sus Obras completas(que en la edición de 1963-1965 constan de
veinticinco volúmenes) incluyen asimismo un nutrido epistolario (sus cartas,
también reveladoras de su singular personalidad, han merecido
excepcionales comentarios) y numerosos discursos, muchos de ellos
dedicados a enardecer el sentimiento patriótico de los cubanos que
radicaban como él en la emigración, llamándolos al esfuerzo común gracias
al cual se lograría la independencia de la patria.
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Rubén Darío
(Félix Rubén García Sarmiento; Metapa, 1867 - León, 1916) Poeta
nicaragüense que fue el iniciador y el máximo representante del
Modernismo hispanoamericano. En brillantez formal, estilística y musical,
apenas hay autor en lengua española que iguale al Darío de la primera
etapa, la etapa plenamente modernista de Azul(1888) y Prosas
Profanas (1896). Cuando se aminora su esteticismo, y el ideal del arte por
el arte deja lugar a nuevas inquietudes, surge su obra maestra, Cantos de
vida y esperanza (1905), en la que el absoluto dominio de la forma ya no
tiene la mera belleza como único objetivo, sino que sirve a la expresión de
una intimidad angustiada o de preocupaciones sociohistóricas, como el
devenir de la América hispana.
Rubén Darío

Al valor poético intrínseco de esa segunda etapa, más perdurable que el de


la primera, hay que sumar el papel de Rubén Darío como núcleo originario y
aglutinador de todo un movimiento, el Modernismo, que marcó un hito en la
historia de la literatura: tras seguir sumisamente durante tres siglos los
rumbos de las letras europeas, nace en América una corriente literaria
propia cuya influencia pasará incluso a la metrópoli. Conseguida a
principios del XIX la independencia política, Latinoamérica lograba, a finales
del mismo siglo, la independencia literaria.

Biografía

Casi por azar nació Rubén en una pequeña ciudad nicaragüense llamada
Metapa, pues al mes de su alumbramiento pasó a residir a León, donde su
madre, Rosa Sarmiento, y su padre, Manuel García, habían fundado un
matrimonio teóricamente de conveniencias pero próspero sólo en disgustos.

Para hacer más llevadera la mutua incomprensión, el incansable Manuel


García se entregaba inmoderadamente a las farras y ahogaba sus penas en
los lupanares, mientras la pobre Rosa Sarmiento huía de vez en cuando de
su cónyuge para refugiarse en casa de alguno de sus parientes. No tardaría
la madre en dar a luz una segunda hija (Cándida Rosa, que se malogró
enseguida) ni en enamorarse de un tal Juan Benito Soriano, con el que se
fue a vivir arrastrando a su primogénito a "una casa primitiva, pobre y sin
ladrillos, en pleno campo", situada en la localidad hondureña de San Marcos
de Colón.

No obstante, el pequeño Rubén volvió pronto a León y pasó a residir con los
tíos de su madre, Bernarda Sarmiento y su marido, el coronel Félix Ramírez,
los cuales habían perdido recientemente una niña y lo acogieron como sus
verdaderos padres. Muy de tarde en tarde vio Rubén a su madre, a quien
desconocía, y poco más o menos a su padre, por quien siempre sintió
desapego, hasta el punto de que el incipiente poeta firmaba sus primeros
trabajos escolares como Félix Rubén Ramírez.

Rubén Darío

El hogar del coronel Félix Ramírez era centro de célebres tertulias que
congregaban a la intelectualidad del país; en este ambiente culto creció el
pequeño Darío. Precoz versificador infantil, el mismo Rubén no recordaba
cuándo empezó a componer poemas, pero sí que ya sabía leer a los tres, y
que a los seis empezó a devorar los clásicos que halló en la casa; a los trece
ya era conocido como poeta, y a los catorce concluyó su primera obra. En
su ambiente y en su tiempo, las elegías a los difuntos, los epitalamios a los
recién casados o las odas a los generales victoriosos formaban parte de los
usos y costumbres colectivos, y cumplían con inveterada oportunidad una
función social para la que jamás había dejado de existir demanda. Por
entonces se recitaban versos como se erigían monumentos al dramaturgo
ilustre, se brindaba a la salud del neonato o se ofrecían banquetes a los
diplomáticos extranjeros.
Durante su primeros años estudió con los jesuitas, a los que dedicó algún
poema cargado de invectivas, aludiendo a sus "sotanas carcomidas" y
motejándolos de "endriagos"; pero en esa etapa de juventud no sólo cultivó
la ironía: tan temprana como su poesía influida por Gustavo Adolfo
Bécquer y por Victor Hugo fue su vocación de eterno enamorado. Según
propia confesión en la Autobiografía, una maestra de las primeras letras le
impuso un severo castigo cuando lo sorprendió "en compañía de una precoz
chicuela, iniciando indoctos e imposibles Dafnis y Cloe, y según el verso de
Góngora, las bellaquerías detrás de la puerta".
Antes de cumplir quince años, cuando los designios de su corazón se
orientaron irresistiblemente hacia la esbelta muchacha de ojos verdes
llamada Rosario Emelina Murillo, en el catálogo de sus pasiones había
anotado a una "lejana prima, rubia, bastante bella", tal vez Isabel Swan, y a
la trapecista Hortensia Buislay. Ninguna de ellas, sin embargo, le procuraría
tantos quebraderos de cabeza como Rosario; y como manifestara
enseguida a la musa de su mediocre novela sentimental Emelina sus
deseos de contraer inmediato matrimonio, sus amigos y parientes
conspiraron para que abandonara la ciudad y terminara de crecer sin
incurrir en irreflexivas precipitaciones.

Rubén Darío en 1892

En agosto de 1882 se encontraba en El Salvador, y allí fue recibido por el


presidente Rafael Zaldívar, sobre el cual anota halagado en
su Autobiografía: "El presidente fue gentilísimo y me habló de mis versos y
me ofreció su protección; mas cuando me preguntó qué es lo que yo
deseaba, contesté con estas exactas e inolvidables palabras que hicieron
sonreír al varón de poder: "Quiero tener una buena posición social".
En este elocuente episodio, Rubén expresa sin tapujos sus ambiciones
burguesas, que vería dolorosamente frustradas y por cuya causa habría de
sufrir todavía más insidiosamente en su ulterior etapa chilena. En Chile
conoció también al presidente José Manuel Balmaceda y trabó amistad con
su hijo, Pedro Balmaceda Toro, así como con el aristocrático círculo de sus
allegados; sin embargo, para poder vestir decentemente, se alimentaba en
secreto de "arenques y cerveza", y a sus opulentos contertulios no se les
ocultaba su mísera condición.
De la etapa chilena es Abrojos (1887), libro de poemas que dan cuenta de
su triste estado de poeta pobre e incomprendido; ni siquiera un fugaz amor
vivido con una tal Domitila consigue enjugar su dolor. Como su familia era
llamada "los Darío" (por el apellido de un abuelo), el joven poeta, en busca
de eufonía, había empezado a firmar como "Rubén Darío", pseudónimo que
adoptó definitivamente como nombre literario de batalla. Para un concurso
literario convocado por el millonario Federico Varela escribió Otoñales, que
obtuvo un modestísimo octavo lugar entre los cuarenta y siete originales
presentados, y Canto épico a las glorias de Chile, por el que se le otorgó el
primer premio, compartido con Pedro Nolasco Préndez y que le reportó la
módica suma de trescientos pesos.
Pero fue en 1888 cuando la auténtica valía de Rubén Darío se dio a conocer
con la publicación de Azul, libro encomiado desde España por el a la sazón
prestigioso novelista Juan Valera, cuya importancia como puente entre las
culturas española e hispanoamericana ha sido brillantemente estudiada por
María Beneyto. Las cartas de Juan Valera sirvieron de prólogo a la nueva
reedición ampliada de 1890, pero para entonces ya se había convertido en
obsesiva la voluntad del poeta de escapar de aquellos estrechos ambientes
intelectuales (donde no hallaba ni el suficiente reconocimiento como artista
ni la anhelada prosperidad económica) para conocer por fin su legendario
París.
Rubén Darío (imagen tomada en España, 1908)

El 21 de junio de 1890 Rubén Darío contrajo matrimonio con una mujer con
la que compartía aficiones literarias, Rafaela Contreras, pero sólo al año
siguiente, el 12 de enero, pudo completarse la ceremonia religiosa,
interrumpida por una asonada militar; fruto de esta unión fue su hijo Rubén,
nacido en Costa Rica el 11 de noviembre de 1891. Más tarde, con motivo de
la celebración del cuarto Centenario del Descubrimiento de América, vio
cumplidos sus deseos de conocer el Viejo Mundo al ser enviado como
embajador a España.

El poeta desembarcó en La Coruña el 1 de agosto de 1892, precedido de


una celebridad que le permitiría establecer inmediatas relaciones con las
principales figuras de la política y la literatura españolas, pero,
desdichadamente, su felicidad se vio ensombrecida por la súbita muerte de
su esposa, acaecida el 23 de enero de 1893, lo que no hizo sino avivar su
tendencia, ya de siempre un tanto desaforada, a trasegar formidables dosis
de alcohol.

Precisamente en estado de embriaguez fue poco después obligado a


casarse con aquella angélica muchacha que había sido objeto de su
adoración adolescente, Rosario Emelina Murillo, quien le hizo víctima de
uno de los más truculentos episodios de su vida. Al parecer, el hermano de
Rosario, un hombre sin escrúpulos, pergeñó el avieso plan, sabedor de que
la muchacha estaba embarazada. En complicidad con la joven, sorprendió a
los amantes en honesto comercio amoroso, esgrimió una pistola, amenazó
con matar a Rubén si no contraía inmediatamente matrimonio, saturó de
whisky al cuitado, hizo llamar a un cura y fiscalizó la ceremonia religiosa el
mismo día 8 de marzo de 1893.

Francisca Sánchez

Naturalmente, el embaucado hubo de resignarse ante los hechos, pero no


consintió en convivir con el engaño, y en adelante sería perseguido por su
pérfida y abandonada esposa buena parte de su vida. Rubén conoció en
Madrid a una mujer de baja condición, Francisca Sánchez, la criada
analfabeta de la casa del poeta Francisco Villaespesa, en la que encontró
refugio y dulzura. Con ella viajará a París al comenzar el siglo, tras haber
ejercido de cónsul de Colombia en Buenos Aires y haber residido allí desde
1893 a 1898, así como tras haber adoptado Madrid como su segunda
residencia desde que llegara, ese último año, a la capital española enviado
por el periódico La Nación.
Se inicia entonces para él una etapa de viajes entusiastas (Italia, Inglaterra,
Bélgica, Barcelona...) y es acaso entonces cuando escribe sus libros más
valiosos: Cantos de vida y esperanza (1905), El canto errante (1907), El
poema de otoño(1910), El oro de Mallorca (1913). Residió una temporada
en Mallorca para restaurar su deteriorada salud, que ni los solícitos
cuidados de su buena Francisca lograban sacar a flote. Por otra parte, el
muchacho que quería alcanzar una "buena posición social" no obtuvo nunca
más que el dinero y la respetabilidad suficientes como para vivir con
frugalidad y modestia, y de ello da fe un elocuente episodio de 1908,
relacionado con el extravagante escritor español Alejandro Sawa, quien
muchos años antes le había servido en París de guía para conocer al
perpetuamente ebrio Verlaine.
Sawa, un anciano literato bohemio, por entonces enfermo y ciego, que
había consagrado su orgullosa vida a la literatura, le reclamó a Rubén la
escasa suma de cuatrocientas pesetas para ver por fin publicada la que hoy
es considerada su obra más valiosa, Iluminaciones en la sombra, pero éste,
al parecer, no estaba en disposición de facilitarle este dinero y se hizo el
desentendido, de modo que Sawa, en su correspondencia, acabó por pasar
de los ruegos a la justa indignación, reclamándole el pago de servicios
prestados. Según declaraba en sus cartas, Alejandro Sawa había sido el
autor o negro, en argot editorial, de algunos artículos remitidos en 1905
a La Nación y firmados por Rubén Darío. En cualquier caso, fue finalmente
el poeta nicaragüense quien, a petición de la viuda de Sawa, prologó
enternecido el extraño libro póstumo de ese "gran bohemio" que "hablaba
en libro" y "era gallardamente teatral", citando las propias palabras de
Rubén.

Rubén Darío dictando su autobiografía

Y es que, al final de su vida, el autor de Azul no estaba en disposición de


favorecer a sus amigos más que con su pluma, cuyos frutos en muchos
casos no le alcanzaban ni para pagar sus deudas, pero ganó, eso sí, el
reconocimiento de la mayoría de los escritores contemporáneos en lengua
española y la obligada gratitud de todos cuantos, después de él, han
intentado escribir un alejandrino en este idioma. En 1916, al poco de
regresar a su Nicaragua natal, Rubén Darío falleció, y la noticia llenó de
tristeza a la comunidad intelectual hispanoparlante.
La obra de Rubén Darío

Con una dichosa facilidad para el ritmo y la rima creció Rubén Darío en
medio de turbulentas desavenencias familiares, tutelado por solícitos
parientes y dibujando con palabras en su fuero interno sueños exóticos,
memorables heroísmos y tempestades sublimes. Pero ya en su época toda
esa parafernalia de prestigiosos tópicos se hallaba tan desgastada como el
propio Romanticismo y se ofrecía a la imaginación de los poetas como las
armas inútiles que se conservan en una panoplia de terciopelo ajado.

Rubén Darío estaba llamado a revolucionar rítmicamente el verso


castellano, pero también a poblar el mundo literario de nuevas fantasías, de
ilusorios cisnes, de inevitables celajes, de canguros y tigres de bengala
conviviendo en el mismo paisaje imposible. Trajo a un idioma que estaba en
tiempos de decadencia el influjo revitalizador americano y los modelos
parnasianos y simbolistas franceses, abriéndolo a un léxico rico y extraño, a
una nueva flexibilidad y musicalidad en el verso y la prosa, e introdujo
temas y motivos universales, exóticos y autóctonos, que excitaban la
imaginación y la facultad de analogías. Y acabó siendo, en definitiva, uno
de los grandes renovadores del lenguaje poético en las letras hispánicas.

Retrato de Rubén Darío a los 28 años

La poesía de Rubén Darío, tan bella como culta, musical y sonora, influyó en
centenares de escritores de ambos lados del océano Atlántico. Los
elementos básicos de su poética los podemos encontrar en los prólogos
a Prosas profanas(1896), Cantos de vida y esperanza (1905) y El canto
errante (1907). Entre ellos es fundamental la búsqueda de la belleza oculta
en la realidad. Para Rubén Darío, el poeta tiene la misión de hacer accesible
al resto de los hombres el lado inefable de la realidad; para descubrir este
lado inefable, el poeta cuenta con la metáfora y el símbolo como
herramientas principales. Directamente relacionado con ello se encuentra el
rechazo de la estética realista y el escapismo a escenarios fantásticos,
alejados espacial y temporalmente de su realidad.

Enteramente inquieto e insatisfecho, codicioso de placer y de vida,


angustiado ante el dolor y la idea de la muerte, Darío pasó frecuentemente
del derroche a la estrechez, del optimismo frenético al pesimismo
desesperado, entre drogas, mujeres y alcohol, como si buscara en la vida la
misma sensación de originalidad que en la poesía o como si tratara de
aturdirse en su gloria para no examinar el fondo admonitor de su
conciencia. Este "pagano por amor a la vida y cristiano por temor de la
muerte" fue un gran lírico ingenuo que adivinó su trascendencia y quiso
romper con las rutinas e imposiciones de la tradición literaria de España y
América.

Era necesario romper la monótona solemnidad literaria de España con los


ecos del ímpetu romántico de Victor Hugo, con las galas de los parnasianos,
con el "esprit" de Verlaine; los artículos de Los raros (1896), de temas
preponderantemente franceses, nos hablan con claridad de esta
trayectoria. Pero también América hispánica se hallaba aprisionada en un
círculo tradicional, con lo norteamericano por arriba y los cantos a Junín y a
la agricultura de la Zona Tórrida por todas partes. Su réplica fue su primer
poemario plenamente modernista, Prosas profanas(1896), con unas
primeras palabras de programa, en las que figuran composiciones tan
singulares y brillantes como el Responso a Verlaine, Era un aire suave... o
la Sonatina.
Rubén Darío

Prosas profanas es la obra clave de esta ruptura: la reacción contra la


ampulosidad romántica y la estrechez realista se traduce en composiciones
de insuperable belleza y brillo imaginativo. Las inquietudes de poetas
precursores y coetáneos como Julián del Casal, Ricardo Jaimes Freyre, José
Asunción Silva, José Martí, Salvador Díaz Mirón o Salvador Rueda, entre
otros, fueron recogidas y organizadas por el gran lírico, que, influido por el
parnasianismo y el simbolismo franceses, sentó las bases de la nueva
escuela: el Modernismo, punto de partida de toda la renovación lírica
española e hispanoamericana. Todo ello a pesar de que Rubén Darío
rechazaba las normas y la mala costumbre de la imitación; afirmaba que no
hay escuelas, sino poetas, y aconsejaba que no se imitase a nadie, ni
siquiera a él mismo.
Ritmo y plástica, música y fantasía son elementos esenciales de la nueva
corriente, más superficial y vistosa que profunda en un principio, cuando
aún no se había asentado el fermento revolucionario del poeta. Pero pronto
llega el asentamiento. El lírico "español de América y americano de
España", que había abierto a lo europeo y a lo universal los cotos cerrados
de la Madre Patria y de Hispanoamérica, miró a su alma y su obra, y
encontró la falta de solera hispánica: "yo siempre fui, por alma y por
cabeza, / español de conciencia, obra y deseo"; y en la poesía primitiva y en
la poesía clásica española encontró la solera hispánica que necesitaba para
escribir los versos de la más lograda y trascendente de sus obras: Cantos
de vida y esperanza (1905), en la que corrige explícitamente la
superficialidad anterior ("yo soy aquel que ayer no más decía..."), y en la
que se hallan composiciones como Lo fatal, Marcha triunfal, Salutación del
optimista, A Roosevelt y Letanía de Nuestro Señor don Quijote.
Otras composiciones trascendentes figuran en otros libros suyos: El canto
errante(1907), Poema del otoño y otros poemas (1910), con piezas
como Margarita, está linda la mar... y Los motivos del lobo, y el libro que
contiene su composición más extensa, el Canto a la Argentina, que con
otros poemas se publicó en 1914. De entre sus obras en prosa (sin
contar Los raros y las prosas contenidas en Azul), cabe
destacar Peregrinaciones (1901), La caravana pasa (1902) y Tierras
solares(1904), entre otros trabajos de menor interés concernientes a viajes,
impresiones políticas o notas autobiográficas.
Genio lírico hispanoamericano de resonancia universal, Rubén Darío manejó
el idioma con elegancia y maestría, lo renovó con vocablos brillantes,
desarrolló ensayos métricos audaces y primoroso y se atrevió a realizar
combinaciones fonéticas dignas de Fray Luis de León (como aquella del
verso "bajo el ala aleve de un leve abanico") hasta erigirse en el maestro
por antonomasia de la musicalidad, del ritmo y la armonía. El gran lírico
nicaragüense abrió las puertas literarias de España e Hispanoamérica hacia
lo exterior, como lo harían en seguida, en plano más ideológico, los
escritores españoles de la generación del 98. La Fayette había simbolizado
la presencia de Francia en la lucha norteamericana por la independencia;
las ideas de los enciclopedistas y de la Revolución Francesa habían estado
presentes en la gesta de la independencia hispanoamericana; siguiendo
esta estela, Rubén Darío extrajo del parnasianismo y del simbolismo
franceses los elementos que necesitaba para su revolución, modernizando,
renovando y flexibilizando la grandeza hispánica con el "esprit", con la
gracia francesa, frente al sentido materialista y dominador del mundo
anglosajón y, especialmente, norteamericano.
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¿
Antonio Machado
(Sevilla, 1875 - Collioure, 1939) Poeta español. Aunque influido por el
modernismo y el simbolismo, su obra es expresión lírica del ideario de la
Generación del 98. Hijo del folclorista Antonio Machado y Álvarez y hermano
menor del también poeta Manuel Machado, pasó su infancia en Sevilla y en
1883 se instaló con su familia en Madrid.

Antonio Machado

Se formó en la Institución Libre de Enseñanza y en otros institutos


madrileños. En 1899, durante un primer viaje a París, trabajó en la editorial
Garnier, y posteriormente regresó a la capital francesa, donde entabló
amistad con Rubén Darío. De vuelta a España frecuentó los ambientes
literarios, donde conoció a Juan Ramón Jiménez, Ramón del Valle-
Inclán y Miguel de Unamuno.
En 1907 obtuvo la cátedra de francés en el instituto de Soria, cuidad en la
que dos años después contrajo matrimonio con Leonor Izquierdo. En 1910 le
fue concedida una pensión para estudiar filología en París durante un año,
estancia que aprovechó para asistir a los cursos de filosofía de Henri
Bergson y Joseph Bédier en el College de France. Tras la muerte de su
esposa en 1912, pasó al instituto de Baeza.

Doctorado en filosofía y letras (1918), desempeñó luego su cátedra en


Segovia, y en 1928 fue elegido miembro de la Real Academia Española. Al
comenzar la Guerra Civil Española (1936-1939) se encontraba en Madrid,
desde donde se trasladó con su madre y otros familiares al pueblo
valenciano de Rocafort y luego a Barcelona. En enero de 1939 emprendió
camino al exilio, pero la muerte lo sorprendió en el pueblecito francés de
Colliure.

La obra de Antonio Machado


Los textos iniciales de Machado, comentarios de sucesos y crónicas
costumbristas escritos en colaboración con su hermano y firmados con el
seudónimo Tablante de Ricamonte, aparecieron en La Caricatura en 1893.
Sus primeros poemas se publicaron en Electra, Helios y otras revistas
modernistas, movimiento con el que Machado se sentía identificado cuando
comenzó su labor literaria.

Antonio Machado

No obstante, aunque las composiciones incluidas en Soledades (1903)


revelaron la influencia del modernismo, el autor se distanció de la
imaginería decorativa de la escuela rubeniana para profundizar en la
expresión de emociones auténticas, a menudo plasmadas a través de un
sobrio simbolismo. En su siguiente libro, Soledades, galerías y otros
poemas (1907), reedición y ampliación del anterior, se hizo más evidente el
tono melancólico e intimista, el uso del humor como elemento distanciador
y, sobre todo, la intención de captar la fluidez del tiempo.
Al igual que Unamuno, Antonio Machado consideró que su misión era
"eternizar lo momentáneo", capturar la "onda fugitiva" y transformar el
poema en "palabra en el tiempo". En los años posteriores se acentuó su
meditación sobre lo pasajero y lo eterno en Campos de Castilla (1912), pero
no por medio de la autocontemplación, sino dirigiendo la mirada hacia el
exterior, y observó con ojos despiertos el paisaje castellano y los hombres
que lo habitaban. Una emoción austera y grave recorre los poemas de este
libro, que evoca la trágica España negra tan criticada por la Generación del
98 desde una perspectiva regeneracionista, al tiempo que se describe con
hondo patriotismo la decadencia y ruina de las viejas ciudades castellanas.

Autógrafo de Antonio Machado

En su siguiente volumen de poemas, Nuevas canciones (1924), el autor


intensificó tanto su enfoque reflexivo como la línea sentenciosa de los
"Proverbios y cantares" incluidos en el libro anterior. Esta tendencia
filosófica se había manifestado ya entre 1912 y 1925, etapa en la que
Machado redactó una serie de apuntes que verían la luz póstumamente con
el título de Los complementarios (1971).
En este cuaderno, miscelánea de lecturas, esbozos y reflexiones cotidianas,
aparecieron por primera vez sus heterónimos, el filósofo y poeta Abel Martín
y su discípulo, el pensador escéptico Juan de Mairena. Ambos son
personajes imaginarios que permitieron expresar al creador sus ideas sobre
cultura, arte, sociedad, política, literatura y filosofía, especialmente en el
libro Juan de Mairena. Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un
profesor apócrifo (1936).
Paralelamente, en las ediciones de Poesías completas de 1928 y 1933 se
decanta una lírica de tema amoroso y erótico inspirada por la que fue, tras
la muerte de su esposa, su gran pasión en la vida real, Pilar de Valderrama,
llamada Guiomar en dichos versos. Ya durante la contienda civil, Machado
escribió algunos poemas y varios textos en prosa, parte de los cuales
fueron recogidos en La guerra (1937). Se trata de escritos testimoniales,
plenamente incardinados en las circunstancias históricas del momento.
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