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Georgina Garmendia Issa
Departamento de Publicaciones
Héctor Pérez Rincón
Norma Vollrath
Mario Aranda
Elizabeth Cisneros
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ÍNDICE
Prólogo 6
Héctor Sentíes Castellá
El presente libro tiene como finalidad dar una propuesta general para reflexionar sobre la necesidad
de implementar programas de prevención del suicidio en la República Mexicana. El suicidio es un
fenómeno complejo que requiere ser abordado desde una perspectiva multidisciplinaria. Las tasas de
mortalidad por suicidio en México han ido aumentando paulatinamente y aunque todavía no alcan-
zamos las elevadas tasas de algunos países industrializados como Lituania, Rusia, Japón o Francia,
es imperante llevar a cabo un esfuerzo conjunto para buscar prevenir este fenómeno habitualmente
asociado a la depresión, al abuso de alcohol y drogas, a los conflictos familiares e interpersonales, las
enfermedades crónica-terminales y al mal manejo del estrés propio de nuestro tiempo.
A pesar de que se han elaborado programas preventivos en otros países del mundo y la Organiza-
ción Mundial de la Salud ha intervenido de manera sustancial para que éstos se realicen, en nuestro
país estos esfuerzos no se han llevado a cabo y requieren de manera puntual ser implementados para
evitar más muertes por esta causa. Los medios de comunicación y la sociedad civil juegan un papel
fundamental en la estrategia para prevenir el suicidio. La enfermedad mental en México está estigma-
tizada, la conducta suicida tiende a encubrirse por la familia, amigos, sociedad y, lo más inquietante, a
ser minimizada por el personal de salud. Probablemente las estadísticas sobre mortalidad por suicidio
reflejen un subregistro, esto sin mencionar los intentos de suicidio.
Hay que considerar los aspectos bioéticos relacionados a los abordajes terapéuticos con el afán de
ayudar a los pacientes en riesgo suicida. Este libro nos da un espacio para reflexionar y nos invita a
estar más alertas sobre este importante fenómeno.
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EPIDEMIOLOGÍA DEL SUICIDIO EN MÉXICO
Guilherme Borges
En 1970 hubo 554 defunciones por suicidio en toda la República Mexicana, para ambos sexos, y 2 603 en
1994. Durante este periodo la tasa de suicidios en ambos sexos pasó de 1.13 por 100 000 habitantes en
1970 a 2.89 por 100 000 habitantes en 1994, un aumento de 156%. En el año 2007, último con estadísticas
vitales disponibles al momento de escribir este trabajo, se dieron en México 4 388 muertes por suicidio
en toda la República, siendo la tasa de mortalidad por suicidio de 4.12 por cada cien mil habitantes. En
comparación con la tasa de suicido de 1970 se observa ahora para este largo período un crecimiento del
275% de aquél año a la actualidad. El suicidio en México afecta más a hombres que a mujeres, obser-
vándose 4.8 suicidios masculinos por cada femenino en el 2007. El suicidio que en 1970 era un problema
elevado especialmente en la población de mayor edad ha cambiado también en México, siguiendo
una tendencia internacional al respecto. Actualmente el suicidio se incrementa muy rápidamente en
el grupo de 15-29 años, constituyéndose ya en una de las primeras causas de muerte en este grupo
de edad. Para los varones jóvenes, la mortalidad por suicidio en el grupo de 14-19 años representa el
10.64% del total de las muertes por suicidio, el 15.40% del total de las muertes por suicidio se da en el
grupo de 20-24 años y el 13.73% del total de las muertes por suicidio se da en el grupo de 25-29 años;
en las mujeres, en el mismo orden, los porcentajes son 18.11%, 17.34% y 12.16%. El suicidio en estos tres
grupos de edad es la causa número 3, 3 y 4 respectivamente para los hombres y la causa número 2, 2 y 6
para las mujeres. El suicidio es una de las cinco principales causas de muerte hasta los 34 años de edad,
y la tercera entre los 15-24 años. Hasta los 44 años está entre las 10 primeras, disminuyendo en impor-
tancia a partir de estos grupos de edad (aun cuando sus tasas son de las más elevadas).En ambos sexos,
la enorme mayoría de los suicidios se cometió por ahogamiento y ahorcamiento (76%). Para las muje-
res, la segunda causa fue por envenenamiento, mientras que para los hombres fue por uso de arma de
fuego. Por último, la distribución del suicido por entidad federativa, en 1970 y en 2007, sugiere para los
hombres dos áreas de riesgo: Una formada por los Estados del sureste (especialmente Tabasco, Campe-
che y Quintano Roo) y por Estados del norte (Baja California, Sonora y Chihuahua). Para las mujeres la
situación es menos marcada, con Estados también del sureste (Campeche, Tabasco, Quintana Roo) pero
seguidos de Estados más del centro de la República (Baja California Sur, Querétaro y Jalisco).
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El estudio de las llamadas conductas suicidas cobra especial relevancia si consideramos la necesidad
de idear y ejecutar medidas preventivas. Los motivos principales para estudiar las conductas suicidas,
aparte del suicidio consumado, radican en que éstas no sólo producen un gran malestar mental y su-
frimiento psíquico y pueden producir consecuencias físicas de primera magnitud, sino que también
son un antecedente fundamental de un posterior suicidio consumado. Con mucha frecuencia, un acto
que llevó a una muerte por suicidio fue precedido por una serie de intentos fallidos previos. Por lo
tanto, si logramos comprender y evitar los intentos de suicidio estaremos también evitando posteriores
suicidios consumados. Sin embargo, como no existen fuentes oficiales comprehensivas al respecto nos
tenemos que valer de encuestas epidemiológicas para conocer este fenómeno en nuestro país. Aunque
desde hace décadas se han realizados estudios al respecto en México, es sólo en la última década que
tenemos datos representativos de grandes muestras de la población general sobre la conducta suicida.
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REFERENCIAS
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FACTORES DE RIESGO Y PROTECCIÓN DE
LA CONDUCTA SUICIDA: IMPLICACIONES
PARA LA PREVENCIÓN
Marisol Cota, Rebeca Robles, Miguel Zamudio
INTRODUCCIÓN
Para la prevención del suicidio, la OMS recomienda que las actividades de prevención se enfoquen en
el comportamiento suicida y sus condiciones previas. Esto incluye el suicidio consumado, el intento de
suicidio (o parasuicidio) y todas aquellas condiciones, estados y trastornos que predisponen el com-
portamiento auto-destructivo. Así mismo, recomienda que el organismo coordinador de la estrategia
nacional conduzca o comisione un estudio sistemático de lo que se sabe acerca de:
Para desarrollar una estrategia nacional de prevención del suicidio, es esencial entonces reconocer que
la conducta suicida no es un fenómeno aislado y que en ella influye una multiplicidad de condiciones
de orden biológico, psicológico, social, cognitivo, de género y desarrollo, entre otras (10). Si se logran
identificar estos factores las acciones de prevención de la conducta suicida tendrán objetivos claros y
serán más eficientes.
El presente reporte resalta lo que conocemos hasta ahora en nuestro país con respecto a los factores que
tienden a jugar un importante papel en el curso de una vida que termina en un suicidio y busca facilitar
su reconocimiento para poder prevenir la conducta suicida. Resume los retos que una estrategia nacio-
nal para la prevención del suicidio debe asumir e invita a continuar con la investigación para ampliar
la información al respecto tanto a nivel local, regional como nacional.
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Los factores de riesgo, es decir, las características o condiciones que influyen en la persona, aumen-
tando la probabilidad de presentar conducta suicida, así como los factores de protección o aquellos
que disminuyen la vulnerabilidad de los individuos contribuyendo a minimizar la probabilidad de
presentar conducta suicida, serán descritos conforme a los diferentes grupos de edad que conforman
nuestra sociedad para facilitar el desarrollo de futuras medidas de prevención enfocadas a cada etapa
del desarrollo.
METODOLOGÍA
Para obtener datos de la población infantil y de la de adultos mayores, se realizó la búsqueda, recolec-
ción y análisis de artículos científicos disponibles en las siguientes bases de datos: PSYCLIT, DIALNET,
MEDLINE, OVID, EBSCOHOST y PROQUEST; con las palabras clave (en inglés): Suicidio, suicida, au-
toagresión, infancia, niñez, niños, niñas, adultos mayores, vejez, tercera edad, México. Se descartaron
los trabajos de revisión de la literatura médica internacional y nacional al respecto.
Con respecto a los adolescentes y adultos jóvenes, se recopilaron datos de la investigación sobre con-
ducta suicida en adolescentes y adultos jóvenes de la última década en nuestro país. Los datos se
obtuvieron por medio de una búsqueda bibliográfica por computadora en las bases de datos del Centro
de Documentación e Información en Psiquiatría y Salud Mental (CDIPSM) del Instituto Nacional de
Psiquiatría, Ramón de la Fuente Muñíz (INPRFM)y se hicieron también búsquedas manuales a partir
de las referencias encontradas en los artículos revisados.
Los datos se complementaron con una revisión de todas las tesis en la biblioteca del INPRF y en el
Centro de Información en Salud Mental y Adicciones (CISMAD) del INPRF con el tema de conducta
suicida.
Cabe mencionar que estas investigaciones suelen tener un objetivo en específico y que la información
encontrada en esta revisión puede no estar reflejando la gama completa de factores de riesgo; por el
contrario, puede estar sólo reflejando el tema de interés de los investigadores y tender a ser un reflejo
de la metodología utilizada. Por lo tanto se subraya la importancia de continuar con el estudio de este
tema, lo cual es fundamental para una estrategia nacional de prevención del suicidio conforme a las
recomendaciones de la OMS.
FACTORES DE RIESGO
Se presentan los factores de riesgo de la conducta suicida conforme a los siguientes grupos de edad:
niños, adolescentes, adultos y adultos mayores.
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Factores de riesgo en niños
En 2001 se notificaron nueve muertes por suicidio en niños menores de 11 años. Siete de estas ocurrie-
ron en varones. Jalisco, Estado del occidente del país que se caracteriza por una fuerte migración de
sus zonas rurales, fue el único en donde hubo más de un caso de suicidio en menores de 10 años (dos
defunciones) (45).
Los factores de riesgo de conducta suicida en la niñez mexicana, de acuerdo a la evidencia disponible
son: ideación suicida pasada, conducta autodestructiva pasada, estresores actuales, sintomatología de-
presiva, desesperanza (42), padecer violencia (maltrato psicológico y físico, negligencia y abuso sexual),
intentos de suicidio previos en la familia y consumo de alcohol y drogas (41).
Edad: La ideación suicida comienza a incrementarse a los 10 años, el plan suicida y los intentos a los
12. Es alrededor de los 15 años el período identificado como el de mayor riesgo para la ideación, plan
e intento suicida (6).
Nivel socioeconómico: Se ha planteado que a los adolescentes de nivel socioeconómico bajo les afecta
más el estrés psicosocial, presentando mayor ideación suicida en comparación con los adolescentes de
nivel socioeconómico medio (16).
Ocupación: Se ha encontrado que los adolescentes que han dejado la escuela tienen mayores probabi-
lidades de presentar conducta suicida (5,14).
Método Utilizado: El método para intentar suicidio se puede considerar un factor de riesgo dada la
accesibilidad a éste. En las investigaciones se ha detectado en adolescentes escolares que entre las mu-
jeres los métodos más comunes son los medicamentos y los objetos punzocortantes; mientras que entre
los varones lo son los objetos punzocortantes, pastillas o medicamentos, lanzarse de alguna altura e
intoxicarse con drogas ilegales (19,23,43,38).
Intentos de suicidio previos: Los datos indican que uno de cada cuatro a cinco adolescentes que ha
intentado suicidarse, lo ha hecho dos o más veces en su vida (19,21).
Imitación: Se ha encontrado en una muestra clínica que el 40% de los pacientes adolescentes con inten-
to de suicidio reportó que al menos una persona cercana a ellos se ha suicidado o lo ha intentado (38).
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Psicológicos y psicopatología: Se ha encontrado en estudiantes como factor de riesgo para la idea-
ción suicida el estado de ánimo depresivo (13,15,19). En los varones con comportamiento suicida, el
malestar se manifiesta en un estado de ánimo depresivo, problemas en las relaciones interpersonales,
conflictos con los padres, un afrontamiento agresivo, impulsividad, menor autoestima y somatización
(13,22); mientras que las adolescentes con comportamiento suicida tienen más propensión a expresar
su malestar emocional con síntomas psicosomáticos (13,49) y una conducta alimentaria de riesgo (49).
La baja autoestima ha demostrado ser un factor determinante para presentar conducta suicida (18).
Entre los casos que han tenido al menos un intento de suicidio, se encuentra que la impulsividad es un
factor importante (18,22) y que el uso de sustancias (alcohol, tabaco y otras drogas ilegales)se encuentra
más frecuentemente entre estos casos (15).
Manejo clínico: Un hallazgo importante en un estudio en pacientes adolescentes con intento de sui-
cidio, es que los padres de estos jóvenes sabían que sus hijos tenían síntomas psiquiátricos pero no
buscaron ayuda adecuada (44). Se han detectado en prevalencias a 12 meses que el 10% de los chicos
con ideación suicida había asistido a algún tipo de servicio para recibir ayuda, tanto servicios clínicos
de salud mental, como en escuelas y otros escenarios; 24% de aquellos con ideación y plan suicida, el
6% de los sujetos con gesto suicida y el 21% de quienes habían intentado suicidarse asistieron a este tipo
de atención. Se encontró que los profesionales de salud mental fueron los más consultados seguidos de
los servicios escolares (escuelas especiales, clases especiales, terapias en la escuela o consejero escolar).
Muchos adolescentes con conducta suicida no reciben tratamiento, además de que un alto porcentaje
de adolescentes presentaron la conducta suicida después de haber tenido contacto con estos servicios.
Existe la necesidad de tratamientos oportunos para los adolescentes que han desarrollado conducta
suicida e intervenciones que prevengan y monitoreen a quienes están recibiendo tratamiento actual-
mente (7).
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minoría de una familia desintegrada o solos (31), otros estudios demuestran que pertenecer a una fa-
milia desintegrada es un factor de riesgo para el intento de suicidio (14,38). También lo son el manejo
inadecuado de conflictos, la agresividad, la comunicación inadecuada y la falta de afecto en la familia
(18,31,50). Se ha reportado que un porcentaje tan alto como el 76.3% de las adolescentes con intento
consideró ser rechazada por algún miembro de su familia (38).
Circunstancias y eventos de vida adversos: Estudios en estudiantes demuestran que el ser víctima de
abuso sexual precede al comportamiento suicida (19,23,49). También el acoso sexual, el abuso físico y
emocional se encontraron como motivos para el intento suicida (23), así como la muerte de un ser que-
rido y de la madre, y el haber tenido un aborto (23).
Edad: En estudios sobre poblaciones clínicas con pacientes internados por intento de suicidio se ha
encontrado que el grupo de edad más afectado es el de 15 a 24 años (9,31), otro estudio reporta las
frecuencias más altas entre los 15 y 26 años (29).
Con respecto a las lesiones autoinfligidas (con o sin la intención de morir), el grupo etáreo con mayor
cantidad de casos se ha encontrado entre los 20 y 29 años (24).
Estado civil: Las personas divorciadas/separadas, presentan mayor ideación suicida (36), elevándose
3.3 veces la probabilidad de presentarla (31). Las mujeres pertenecientes a comunidades urbanas de
nivel socioeconómico bajo, presentan 1.8 veces más riesgo de tener pensamientos suicidas y 1.4 veces
de intentos de quitarse la vida, si son solteras (2).
Escolaridad: Se ha detectado que quienes presentaron ideación suicida tienen menor escolaridad que
los sujetos sin ella (5,35,36).
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Ocupación: Los pacientes desempleados/jubilados tienen mayor riesgo de tener ideación suicida (35).
Circunstancias y eventos de vida adversos: En el caso de las mujeres, los eventos precipitantes de
ideación suicida son: pérdidas como divorcio, separación, muerte del cónyuge y que un hijo se vaya de
casa; en el caso de los hombres: problemas en el trabajo, desempleo, peleas y reunirse con personas que
consumen mucho alcohol (36).
En este grupo etáreo, el factor más genérico que les predispone a la muerte por suicidio (al igual que
otro tipo de muerte) es el deterioro biológico progresivo normal en el envejecimiento, que implica
una de sus fuentes principales de estrés y sufrimiento vital. La depresión asociada a este hecho, a la
enfermedad, al aislamiento social y el abandono familiar, es también una de las características de las
personas de la tercera edad que intentan suicidarse en nuestro país (32).
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La presencia de ideación suicida y del plan suicida como factor de riesgo para el intento de suicidio
(transición de ideación suicida a plan de suicidio y de plan a intento suicida): Se ha encontrado entre
las personas con ideación suicida, que el 34.1% reporta tener un plan y 27.2% un intento de suicidio.
La transición de la ideación suicida al intento es mucho más alta entre aquellos con un plan (53.3%). La
probabilidad de presentar el primer intento de suicidio es más alta en el primer año de haber comenza-
do con ideación suicida y plan suicida (6).
Intentos previos: Los estudios en escenarios clínicos indican que entre el 20.1% y el 22% de los pacien-
tes que ingresaron por intento de suicidio, lo había intentado previamente (24,31).
Psicológicos y psicopatología: Los trastornos de personalidad graves guardan relación con la conduc-
ta suicida, especialmente los trastornos limítrofe y antisocial (31). Contar con antecedentes de cualquier
trastorno psiquiátrico es común entre los individuos con ideación suicida (81%), con plan (89%), y con
intento (82%). Los trastornos con asociación más fuerte con el comportamiento suicida fueron: con
la ideación suicida, la distimia; con el plan, el abuso y dependencia del alcohol; y con el intento, la
distimia y los trastornos relacionados al control de impulsos. Entre más comorbilidad psiquiátrica se
encuentra en los sujetos, mayor es el riesgo suicida. Tres o más trastornos se asocian con un incremento
de 5.7 en las probabilidades de intentar suicidio en comparación con los sujetos sin trastornos; mientras
que el plan y la ideación aumentan en un 5.2 y 7.2 respectivamente (6). En todos los grupos de edad se
encontró como un importante precipitante de la conducta suicida la presencia de agresividad (47,48).
También se ha demostrado que la existencia de procesos psicóticos y retraso mental aumentan el riesgo
de presentar conductas auto-lesivas (25).
Manejo clínico: Una revisión de los expedientes de pacientes con lesiones auto-infligidas atendidos en
un hospital privado, refleja que el 73.3% de ellos acudía a consulta con su médico de cabecera y sólo el
31.1% consultaba a un psiquiatra. Este estudio detectó una falla en el reconocimiento y diagnóstico de
los cuadros depresivos y un manejo del paciente que impide prevenir el intento de suicidio: el médico
de cabecera suele recetar medicamentos para síntomas aislados, siendo así que prescribe hipnóticos
para el insomnio, de tal forma que no se detecta ni atiende el cuadro depresivo y continúa presentán-
dose la evolución del mismo, de tal forma que el paciente deprimido tiene acceso a benzodiacepinas,
con las que realiza el intento de suicidio (24).
Orientación sexual: Se cuenta con los datos arrojados por un estudio realizado en población blh (bi-
sexuales, lesbianas y homosexuales) (37). En éste se encontró que los sujetos que tenían expectativas
de reacciones negativas de familiares y compañeros, miedo a que se conociera la orientación sexual, así
como el tratar de no transgredir los estereotipos de género, incrementan el riesgo de ideación suicida y
trastornos mentales. Ocultar la orientación sexual se relacionó con mayor riesgo de intento de suicidio.
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Condiciones médicas: Se ha demostrado que un alto porcentaje de la población que padece enferme-
dades médicas graves, crónicas y/o incapacitantes contemplan el acto suicida (40).
Cohesión familiar: Se ha encontrado que una buena relación familiar es un importante factor de pro-
tección (17,43), en especial el afecto materno(49). En estudiantes de secundaria se detectaron como
factores de protección el que los chicos perciban a sus padres o sustitutos parentales como fuente de
afecto y reconocimiento, que contaran con lazos de comunicación para la orientación de sus inquietu-
des fincados en la aceptación, que mostraran interés auténtico por sus relaciones con los amigos/as, y
que establecieran límites para regular sus salidas y promover la seguridad de su hijo/a (22). En el caso
de los adolescentes de población blh, se encontró que el hecho de que los padres conocieran su orienta-
ción sexual es un factor de protección de la conducta suicida.
También se han reportado otros factores de protección como: flexibilidad cognitiva, fuertes redes de
apoyo social, ausencia de eventos estresantes inesperados en el ciclo vital, ausencia de soledad, existen-
cia de un proyecto de vida, tratamiento oportuno de las patologías psiquiátricas, tratamiento adecuado
de los trastornos de personalidad (1), así como buena calidad de vida y religiosidad (11).
LIMITACIONES Y SUGERENCIAS
Existe una carencia de estudios científicos nacionales en torno al fenómeno suicida en general, y en los
grupos etáreos minoritarios como lo son los niños y adultos mayores, particularmente en relación a
factores protectores que permitirían el desarrollo de programas integrales y eficaces para la prevención
del suicidio en nuestro país.
Más aún, los estudios con información sobre factores de riesgo no cuentan con diseños de casos y
controles, cuya metodología es la correcta para este fin. Son, en el mejor de los casos, trabajos epidemio-
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lógicos y en su mayoría, evaluaciones naturalísticas, descriptivos ex post facto con autopsia psicológica,
o realizados para otros propósitos (como validación de medidas en castellano). Sin duda, es necesario
fomentar la investigación en esta área de conocimiento de la salud mental poblacional.
Aún más, en relación a la evidente carencia de fortaleza metodológica y a los sesgos teóricos de los
estudios de factores de riesgo y protección en nuestro país, quizá sea útil diseñar las políticas e inter-
venciones tomando en cuenta también las investigaciones que se han generado en otros países y que
constituyen fuentes de alta calidad científica.
En el presente reporte los factores se expusieron por separado para mayor claridad, sin embargo es
importante para la prevención tener en cuenta que las condiciones que contribuyen en la conducta
suicida interactúan en la vida de una persona. Debemos considerar el contexto cultural de la población
estudiada y dentro de él se buscará aplicar las acciones de prevención, por lo que se recomienda reali-
zar investigación local e interdisciplinaria para este fin.
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21
LA Prevención del SUICIDIO EN
LA Atención PRIMARIA
Héctor Sentíes Castellá, Alejandro Molina López
No hay duda, desde una perspectiva epidemiológica, que la conducta autolesiva y el suicidio consu-
mado conforman un creciente problema de salud pública en el mundo y no se diga en nuestro país.
Este hecho tiene sus antecedentes, pues desde hace casi dos siglos, Falret concluyó, en 1822, que las
tasas de suicidio se incrementaban en momentos de cambio social y de depresión económica. Esta
misma postura la sostuvo Emile Durkheim quien correlacionó inversamente la conducta suicida con
la integración social. En estos momentos se están generando este tipo de cambios y dificultades econó-
micas en el mundo. Los programas preventivos realizados en los Estados Unidos y Europa, sugeridos
por la OMS, generalmente tienden a dirigirse a dos tipos de poblaciones en términos amplios. Una de
estas poblaciones es la que compete a personas de alto riesgo (personas con algún tipo de trastornos
psiquiátrico) y la que compete a la gente común y corriente que habita en comunidades urbanas o ru-
rales. En estas últimas décadas se han implementado este tipo de programas en diferentes ciudades y
países del mundo, tales como los Centros de Intervención en Crisis, los dispositivos comunitarios, los
teléfonos de ayuda inmediata, los programas educativos, las intervenciones educativas de los medios
masivos de comunicación y, sobre todo, programas específicos para la población infantil y adolescen-
te. Los programas preventivos han tenido sus claroscuros en términos de eficacia, ya que debido a la
pobre especificidad y sensibilidad de los factores de riesgo documentados en diferentes publicaciones
científicas no se ha establecido un programa de prevención del suicidio que haya demostrado eficacia
contundente. La OMS (1) (2) ha recomendado acciones que tienden a lograr la prevención del acto
suicida: Control en la posesión de armas, detoxificación de gas domestico (carbón por gas natural), de-
toxificación de las emisiones de los autos, control en la disponibilidad de sustancias toxicas incluyendo
medicamentos, control en maquinara peligrosa, enmallar los edificios altos y los puentes. Rihmer y
cols, enfatizan cuáles de estas intervenciones competen a los sistemas de salud de cada país y cuáles
competen a los líderes de la comunidad. Este autor señala como competencia del Sector Salud el buscar
reducir las actitudes negativas hacia la enfermedad mental y el suicidio, fomentar la educación a la
22
población general sobre síntomas, signos y tratamientos de las enfermedades mentales haciendo espe-
cial énfasis en las poblaciones de alto riesgo (niños, adolescentes, ancianos) y sobre todo, favorecer el
acceso a los recursos terapéuticos. Es competencia de los líderes de la comunidad el tratar de destinar
más fondos a recursos sociales y sanitarios, buscar de mejorar el bienestar de la población mediante la
reducción del desempleo, promover una legislación más restrictiva sobre la compra de alcohol, drogas
y armas, reducir la disponibilidad de métodos suicidas e incentivar programas que fortalezcan los fac-
tores protectores de la conducta suicida como sería el apoyo a grupos familiares, religiosos y grupos de
autoayuda.
El Doctor Sergio Pérez Barrero (3), fundador de la Sección de Suicidología de la Asociación Mundial
de Psiquiatría, escribió una serie de recomendaciones para construir una estrategia de prevención del
suicidio en Latinoamérica. Entre sus recomendaciones se encuentran algunas propuestas emitidas por
la OMS, Inglaterra, Noruega y Suecia. Aquí se señalan algunas de ellas con base en un modelo de pre-
vención que a continuación se describe:
• Prevención general, que es el conjunto de medidas de apoyo o sostén psicológico, social, institucio-
nal, que contribuye a que los ciudadanos estén en mejores condiciones de contender con los eventos
vitales traumáticos y mitigar los daños que pudieran ocasionar.
• Prevención indirecta conformada por el conjunto de medidas encaminadas a tratar los trastornos
mentales y del comportamiento, las enfermedades físicas que conllevan suicidio, las situaciones de
crisis, la reducción del acceso a los métodos mediante los cuales las personas se pueden autolesio-
nar, etc.
• Prevención directa, constituida por aquellas medidas que ayudan a abortar o resolver mediante
soluciones no autodestructivas, el proceso suicida.
Pérez Barrero plantea la conformación de un programa nacional de prevención del suicidio en el que se
realice un abordaje integral con la participación de los diversos sectores e instituciones de la sociedad,
guiados por las autoridades sanitarias asesoradas por expertos nacionales y foráneos en la prevención
del suicidio.
Uno de los cursos elaborados para la prevención del suicidio que ha sido utilizado en diferentes países
del mundo y cuyo fin es capacitar a miembros de la comunidad que tiene influencia dentro de su grupo
social, es el programa llamado ASIST (4). Este curso tiene como objetivo generar un lenguaje común
entre los cuidadores comunitarios con el fin de tener conceptos bien definidos y uniformes sobre el
fenómeno suicida. Además da la posibilidad de motivar a la comunidad a participar más activamente
para lograr una mejor coordinación y colaboración entre sus miembros, además de fortalecer la habili-
dad de proveer asistencia inmediata a las personas que lo requieran y dar el seguimiento responsable,
cercano y sistemático. Este programa se diseñó por primera vez en Noruega, en el año de 1997; se
23
perfeccionó en Alberta, Canadá, y se ha exportado a otros países entre los que se incluyen Irlanda del
Norte, Escocia, Australia y los Estados Unidos. Este programa se construyó en base a la acción conjunta
de un comité estatal cuyo fin era difundir a la comunidad la información conocida sobre los factores
de riesgo asociados a la conducta suicida. Este programa se construyó pidiéndole a un miembro de
la comunidad formar un equipo y elaborar un programa de entrenamiento. Este programa se divide
en diferentes unidades que son: La unidad de preparación, donde se busca la sensibilización hacia el
problema suicida, las unidades de conexión, entendimiento y asistencia, la ayuda a los participantes
a integrar actitudes que promuevan el deseo de vivir y los conocimientos de primeros auxilios. Así
mismo la unidad de generación de redes de apoyo sensibiliza a los participantes sobre la importancia
del autocuidado y del valor de la colaboración y la coordinación a nivel comunitario. Además pone
énfasis en eliminar del proceso de diálogo con la persona, la utilización de la categorización de los
factores de riesgo, donde se pregunta abiertamente sobre pensamientos suicidas y se sensibiliza a escu-
char abiertamente lo que la persona tiene que decir. El cuidador entonces buscará, en conjunto con la
persona, las razones genuinas para seguir viviendo o buscar morir.
A parecer este tipo de programas se han ido perfeccionando a lo largo de más de 20 años en los que la
tasa de mortalidad por suicidio rebasa 8 por 100,000 habitantes. En nuestro país se requerirá un pro-
grama de entrenamiento si no idéntico, tal vez parecido y adaptado a nuestra cultura latinoamericana
con el fin de educar y comprometer a la comunidad a entender el fenómeno suicida desde un punto
de vista biopsicosocial y con un lenguaje acorde al nivel educacional de cada comunidad. En estos
programas de entrenamiento es necesario que participen enfermeras, cuidadoras, auxiliares de enfer-
mería, pasantes de medicina, psicología y trabajo social. También deben de ser entrenados los médicos
familiares, los médicos generales, los trabajadores sociales y las enfermeras. Existen algunos cuestio-
narios de tamizaje para la detección de impulsos o ideas suicidas en la población general, todos ellos
validados en países anglosajones por lo que habría que validarlos para la población de nuestro país, y
una vez realizada esta tarea el personal de salud requerirá de ser entrenado para aplicar y entender los
resultados de los mismos. Los representantes de la comunidad necesitan ser capacitados para detectar,
escuchar y asistir a las personas que comuniquen sus intenciones suicidas. Esto incluye la desestig-
matización de la enfermedad mental y de la conducta suicida. Lo mismo debe ocurrir con el personal
médico y paramédico que labora en el primer nivel de atención. Este grupo de profesionales, al estar
preparado, podrá canalizar a la persona a su atención en caso de que se requiera. Será necesario tener
un directorio donde quede definido claramente un algoritmo entendible de canalización a las perso-
nas potencialmente suicidas. En cada unidad hospitalaria de segundo o tercer nivel se podrá requerir
de una unidad de atención telefónica de intervención en crisis para contender con los sentimientos
de angustia que las personas pueden llegar a expresar en momentos críticos y entrenar al personal
para poder escuchar, calmar y canalizar a las personas a un lugar correcto, dando siempre alternativas
viables y reales de solución a los problemas. Los medios de comunicación masiva requieren educar e
informar a la población sobre las características emocionales o mentales en las que se manifiestan ideas
24
suicidas, desestigmatizando una vez más a la enfermedad mental y cultivando al público para tener
una actitud más humana y comprometida con la ayuda a las personas en riesgo. Se deben elaborar
trípticos informativos sobre la depresión, el abuso y dependencia a alcohol y drogas, la conducta suici-
da, sus orígenes, manifestaciones y forma de tratarla, así mismo se requiere crear cursos en línea para
capacitar a personal de provincia.
Es por ello que se requieren propuestas para disminuir no solamente la tasa de suicidio consumado
sino también los comportamientos no letales suicidas. Algunos autores han desarrollado propuestas
para disminuir el suicidio a nivel individual y comunitario, las que se describen a continuación.
Compromiso de vida: En 2006, Rudd (12) propuso un nuevo instrumento que sustituye el contrato de
no-suicidio basado en el consentimiento informado. Propuso el denominado Compromiso de Vida en
el que se invita al cliente a comprometerse a vivir más que a prometer no suicidarse. El compromiso de
vida involucra al paciente en diversas actividades terapéuticas como: Asistir a las sesiones de terapia,
25
fijarse objetivos, transmitir los pensamientos propios sin importar que sean negativos, participar en las
sesiones, cumplir con las “tareas” en el hogar solicitadas por el terapeuta, tomar los medicamentos, ex-
perimentar nuevas actividades y formas de hacer las cosas y cumplir con un plan de respuesta en caso
de crisis. Se desconoce el impacto del Compromiso de vida en el riesgo suicida, por lo que se considera
pertinente realizar investigación dirigida a conocer sus alcances y limitaciones.
Protección del paciente suicida: Es fundamental que los profesionales de la salud mental conozcan
los procedimientos básicos para proteger a un usuario de los riesgos de suicidio. Los lineamientos
críticos a considerar para proteger al cliente y al terapeuta durante la evaluación del riesgo suicida son
los siguientes: 1.- Realizar una valoración extensiva del riesgo suicida; 2.- Instalar un plan terapéutico
apropiado (hospitalización voluntaria o involuntaria, asegurar un centro de atención las 24 horas, in-
crementar el número de sesiones y disminuir el intervalo entre éstas, y dar seguimiento y monitoreo
del estado emocional); 3.- Involucrar a familiares y personas cercanas al cliente en el plan terapéutico,
4.- Consultar con otros profesionales y 5.- Implementar el plan terapéutico siguiendo procedimientos
bien establecidos, documentando toda actividad y asumiendo la respectiva responsabilidad (13).
Implementar una academia de depresión y riesgo suicida para estudiantes de medicina: El implemen-
tar la enseñanza de la depresión y el suicidio en los estudiantes de medicina desde los primeros años
de formación profesional puede ser especialmente útil para la detección oportuna de riesgo suicida, si
se inculca su importancia y se sensibiliza al estudiante tempranamente. Debido a que las entrevistas
psiquiátricas suelen ser largas y su academia puede ser complicada en estudiantes de medicina por el
tiempo que conlleva, algunos autores recomiendan que se enseñe a los estudiantes a aplicar entrevistas
estructuradas breves y rápidas para detectar depresión y riesgo suicida al evaluar cualquier tipo de pa-
ciente. Una de las más recientes propone una serie de entrevistas estructuradas con duración promedio
de 90 segundos, que evalúa en una forma sistemática y simplificada la presencia de depresión y riesgo
suicida (15).
Entrenamiento centinela (“gatekeeper training”): Una estrategia que han recomendado muchos auto-
res, incluida la Organización de las Naciones Unidas (16), es el llamado “Entrenamiento centinela”, en
26
el que se enseña a grupos específicos de personas a identificar en otras personas cuándo hay un riesgo
elevado de suicidio y así referirlas al tratamiento correspondiente (17). Los “centinelas” son personas
de primer contacto que pueden ser designadas (trabajadores de la medicina, enfermería, psicología
o trabajo social) o emergentes: miembros de la comunidad sin entrenamiento formal en intervención
pero que pueden tener contacto con personas suicidas (sacerdotes, maestros, policía y orientadores), lo
que abre la puerta a que una persona en riesgo suicida reciba ayuda en forma oportuna. El objetivo del
entrenamiento es desarrollar conocimientos, actitudes y habilidades adecuadas (18). Los pasos clave
para llevar un entrenamiento centinela incluyen: 1.- Preparación e introducción a la experiencia del
aprendizaje; 2.- Conexión a las actitudes suicidas; 3.- Entender las necesidades de intervención en una
persona en riesgo; 4.- Asistir mediante un modelo efectivo de prevención de suicidio y 5.- Creación de
redes de apoyo mediante los recursos locales disponibles. Se han realizado ensayos clínicos y cohor-
tes que demuestran que el entrenamiento al personal escolar puede incrementar los conocimientos y
acceso a los servicios (19). Existen estudios de cohorte que han demostrado que el entrenamiento en
la identificación, intervención y derivación de personas en riesgo tiene un impacto en las tasas de sui-
cidio. Uno de los más recientes encontró reducciones significativas en las tasas locales y nacionales de
Hungría al comparar el impacto del entrenamiento sobre suicidio en los médicos de atención primaria
(20). En el caso específico de los adolescentes, dado que se estima que sólo un 25% llega a comentar su
problemática a un adulto, el entrenamiento para detectar suicidio en los pares puede ser beneficioso, ya
que aproximadamente el 40% de los chicos y 60% de las chicas conocen a un par que ha tenido riesgo
suicida (21).
En síntesis, las propuestas para erradicar el suicidio en México giran en su mayoría alrededor de la
oportuna capacitación y entrenamiento de los profesionales que directa o indirectamente tienen con-
tacto con personas con riesgo suicida, para que los pueden encaminar en forma inmediata y correcta a
las instancias adecuadas de tratamiento y/o protección.
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28
PREVENCIÓN DEL SUICIDIO: EL PAPEL DE
LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN, OTRAS
INSTITUCIONES Y LA SOCIEDAD CIVIL
Catalina González Forteza, Tania Real Quintanar
La prevención y el control del suicidio son una tarea compleja que implica una serie de actividades
que van desde dar mejor calidad de vida y propiciar ambientes saludables en la población, hasta el
tratamiento exitoso de las enfermedades. Son elementos esenciales el reducir los factores de riesgo y
la difusión de información adecuada, lo que a su vez involucra a un gran número de personas, tanto
grupos de profesionales (psicólogos, psiquiatras, médicos generales) como voluntarios entrenados o
terapeutas. También deben participar otros sectores de la sociedad con el fin de confeccionar una estra-
tegia mucho más amplia y generar una red mucho más densa y exitosa en la prevención.
Hay principios generales de la prevención que no siempre pueden cumplirse. Uno de estos es el tra-
tamiento de personas con padecimientos mentales, quienes tienen tasas más altas de suicidio. Un
problema con este sector se debe al acceso a los servicios de salud mental debido a que éstos están
concentrados en las capitales o grandes ciudades, los elevados costos de las consultas especializadas, y
el de los medicamentos y, en ocasiones, la deficiente atención de los hospitales psiquiátricos públicos.
Muchas de las medidas emprendidas han estado encaminadas a mejorar el diagnóstico y tratamiento
de las enfermedades mentales que están asociadas al riesgo de suicidio como los trastornos del estado
de ánimo o el uso y abuso de substancias, tanto por parte de los médicos generales como en los hospi-
tales generales y servicios de salud mental y al reconocimiento de los grupos de riesgo. Sin embargo
existen otras medidas que pueden adoptarse.
29
En diferentes países se han implementado políticas que prestan atención a diversas necesidades según
sea la condición de cada uno, y básicamente radican en el tratamiento de las enfermedades mentales y
la atención a poblaciones vulnerables como niños, ancianos, adolescentes, enfermos crónicos o disca-
pacitados.
La Organización Mundial de la Salud sugiere algunas acciones que tienen que ver con lo mencionado
en el párrafo anterior y otras que conciernen a otros sectores de la población:
Otras políticas que se han implementado en países como Noruega y Suecia son:
Lo ideal en materia de prevención de suicidio parece ser el establecimiento de un plan nacional de pre-
vención con un abordaje integral con la participación de diversos sectores e instituciones, guiados por
las autoridades sanitarias asesoradas por expertos.
30
tender la vida, la muerte, el significado de ambas y tratan de solucionar problemas de tipo existencial.
Otra característica de esta población es que puede estarse sobreestimando el problema, pues muchas de
las muertes son ocasionadas por accidentes vehiculares, caídas, ahogamiento o sobredosis de alcohol u
otras drogas, que pudieron haber sido eventos intencionales o no.
Algunos de los factores protectores para esta población, dentro de los culturales y sociodemográficos,
están la buena relación y aceptación entre los compañeros de escuela y los maestros.
Otro factor potencial es que se pueden congregar equipos de trabajo en las escuelas, no únicamente con
los maestros sino con psicólogos, médicos, trabajadores sociales, orientadores y la comunidad escolar.
En la escuela se pueden potenciar algunos factores protectores o bien detectar los factores de riesgo
que aquejan a esta población como son los conflictos familiares, los factores sociodemográficos y cul-
turales, los trastornos mentales (depresión, ansiedad, abuso de substancias, trastornos de la conducta
alimentaria, cuadros psicóticos o intentos previos de suicidio). Estos factores de riesgo se acompañan
de:
Las conductas anteriores pueden ayudar a identificar a alguno de los padecimientos mencionados y
alertar al personal escolar. Después de la identificación de estos factores es necesario saber cómo re-
accionar y responder ante la situación por lo que el personal debe aprender a tratar al estudiante con
respeto, empatía y sensibilidad.
Es importante entones asegurar el bienestar de los maestros y demás personal de las escuelas para que
así puedan afrontar el problema una vez que es detectado el factor de riesgo o bien, si ya se ha llevado
a cabo el intento en el estudiante o se consumó el suicidio, proteger a los demás estudiantes.
31
• Dar información sobre los servicios de salud.
• Intervenir cuando el riesgo de suicidio sea identificado.
• Favorecer la comunicación.
• Capacitar al personal.
• Referir al alumno a profesionales.
• Tomar medidas para mantener lejos elementos que puedan servir para el fin (armas, medicinas,
explosivos).
• Cuando el intento o el suicidio ya se han llevado a cabo es necesario informar al equipo y a los
compañeros.
Algunas investigaciones en este campo han demostrado que reportar el suicidio puede contribuir a una
conducta imitativa especialmente en la población joven o en personas deprimidas, sobre todo si son
descritos detalladamente los métodos empleados.
Existen ideas erróneas acerca del suicidio y los medios pueden contribuir a disiparlas, por ejemplo:
reportar los factores de riesgo, las consecuencias y cómo buscar ayuda pueden informar y educar al
público. Se debería evitar un lenguaje que sensacionalice o normalice el suicidio, o lo presente como
una solución a los problemas.
Al reportar el suicidio se deberán evitar los espacios titulares o privilegiados, especialmente en medios
impresos, donde se recomienda que estas notas se ubiquen en las páginas intermedias o al final y evitar
saturar y exagerar las historias; en radio y televisión se recomienda que sean notas intermedias; evitar
dar información detallada de los métodos empleados, del lugar donde se cometió para evitar que se
identifique al sitio (puentes, edificios, vías de tren), elegir cuidadosamente las palabras de los titulares;
empleo cuidadoso de material fotográfico o de video evitando aquel que sea muy explicito, poner espe-
cial atención en cómo se reporta el suicidio de una celebridad, si se glorifica la muerte de ésta se puede
entender que la sociedad honra la conducta. Manifestar condolencias; proveer información acerca de
dónde encontrar ayuda y al entrevistar sobrevivientes buscar respetar la privacidad; reconocer que los
profesionales de los medios se pueden ver afectados por historias relacionadas con el suicidio.
32
PREVENCIÓN DEL SUICIDIO EN CÁRCELES
El suicidio es una de las principales causas de muerte en ambientes de reclusión y esto tiene con-
secuencias en los otros internos e incluso consecuencias políticas y legales por ser las instituciones
responsables del bienestar de los internos.
Este sector tiene otros factores de riesgo inherentes a su condición de reclusión como vivir en aislamien-
to del mundo y en condiciones internas de hacinamiento, altos niveles de estrés, condiciones sanitarias
deficientes, consumo de drogas , sentencias prolongadas, el pobre o nulo acceso a servicios de salud
mental. En algunos países se han implementado programas preventivos en prisiones, la forma en que
los desarrollan es separando a los prisioneros por perfiles de acuerdo a su situación legal (procesados
o sentenciados). Es preciso también pensar en programas para mujeres e infractores juveniles y que el
personal de las instituciones esté capacitado debidamente para detectar posibles casos, guiar grupos
preventivos, tener conocimientos básicos de RCP, incluso tener guías para saber cómo actuar en caso
de que se presente algún intento o un suicidio; tratar de reducir los riesgo en cuanto a la arquitectura
de las celdas ya que el ahorcamiento es ahí el método más recurrente.
En este sector la meta principal sería lograr un ambiente laboral donde se respete la individualidad e
integridad del trabajador, reducir situaciones de estrés, fomentar relaciones interpersonales, promover
una identidad corporativa, reconocer y premiar el desempeño de los trabajadores.
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tegias de intervención cognitivas, afectivas, conductuales o sistémicas que permitan a las comunidades
resolver problemas de índole mental, promover el crecimiento personal y favorecer el bienestar. Estos
consejeros pueden actuar desde hospitales, clínicas de salud, escuelas, universidades, entre otros.
Una parte importante de la consejería es educar a la población, sensibilizarlos ante los signos de tras-
tornos afectivos, disipar mitos y ofrecer opciones de ayuda.
REFERENCIAS
1. World Health Organization. Preventing Suicide. A Resource for Media Professionals. Geneva,
Switzerland. 2008
2. World Health Organization. Preventing Suicide. A resource for teachers and other school staff. Geneva,
Switzerland. 2008
3. World Health Organization. Preventing Suicide in jails and prisons. Geneva, Switzerland. 2008
4. World Health Organization. Preventing Suicide. A resource at work. Geneva, Switzerland. 2008
5. World Health Organization. Preventing Suicide. A resource for counselors. Geneva, Switzerland. 2008
34
CONSIDERACIONES ÉTICAS PARA
LA PREVENCIÓN DEL SUICIDIO
Liliana Mondragón Barrios
El suicidio es una muerte voluntaria, referida a una acción (u omisión) que produce una persona con la
intención de causarse la muerte. Cabe recordar que el suicidio no es la El suicidio es una muerte volun-
taria, referida a una acción (u omisión) que produce una persona con la intención de causarse la muerte.
Cabe recordar que el suicidio no es la única conducta que forma parte de la denominada muerte volun-
taria; en ella se incluye la caracterización sociológica durkheimiana de los suicidios: egoísta, altruista y
anómico; así como la clasificación bioética de suicidio asistido y eutanasia.
En general, la muerte voluntaria o el suicidio en cualquiera de sus manifestaciones siempre han causa-
do tanto fascinación como repudio en diferentes épocas y culturas. Esto denota que la conducta suicida
inevitable ha llevado consigo un significado moral en todas las sociedades, aun cuando éste se ha ido
transformando: lo que antes era un pecado, pasó a ser considerado un crimen, más tarde se convirtió
en una enfermedad mental (5,6,16).
Considerar al suicidio como una enfermedad mental allanó el terreno para su prevención y tratamiento.
En esta materia, diversos países han desarrollado estrategias y prioridades de intervención para pre-
venirlos, entre las que se incluyen: las terapias con psicofármacos (litio, antipsicóticos, antidepresivos,
etc.), la capacitación para los profesionales de la salud, la restricción al acceso de medios para hacerse
daño (armas de fuego, sustancias tóxicas, psicofármacos no prescritos u otro tipo de medicamentos,
etc.), mientras que otras aproximaciones han agregado las líneas telefónicas de ayuda (13).
La efectividad de las intervenciones para prevenir la conducta suicida no ha sido formalmente probada
y en otros casos no existe evidencia contundente para asegurar su éxito, en tanto que las intervenciones
que se han evaluado han mostrado una reducción de tan sólo el 15% de las tasa de suicidio (7).
35
Por otro lado, la bibliografía especializada en el tema reporta que es necesario entender la causalidad o
las variaciones del suicidio con los diversos factores a su alrededor, y de cómo éstos se relacionan con
el individuo, el grupo y el contexto en general.
En este sentido, un aspecto prioritario que puede enlazar tanto el entendimiento contextual del suicidio
como la evaluación de la efectividad de las intervenciones para prevenirlo es la deliberación ética.
La ética aborda el entorno de las normatividades morales en el tiempo y el espacio, sus autores, y los
procesos de vigilancia social para su cumplimiento y reproducción. Lo importante es que la ética no es
atemporal, tiene sentido dentro de un tiempo, el cual permite cambios desde esta concepción y que ac-
tores sociales puedan modificarla en contextos específicos (4). Asimismo, la ética permite sistematizar
similitudes y diferencias entre los códigos morales, plantea los elementos comunes entre las normas
morales como principios éticos afines a la diversidad de valoraciones morales.
La aproximación al conocimiento ético en el campo de la prevención del suicidio trae consigo una
serie de deberes y responsabilidades impostergables, con lo que se torna insoslayable el imperativo
del cuestionamiento ético para la actuación profesional ante la conducta suicida. Por esto, el presente
trabajo tiene el propósito de exponer las consideraciones éticas de algunas medidas de prevención del
suicidio, que en gran parte de la bibliografía especializada se plantean como las principales estrategias
de intervención:
La investigación sobre la conducta suicida involucra una serie de condiciones que pueden llegar a re-
presentar dilemas éticos. Por ejemplo, el trabajo con población “especial” (enfermos mentales, grupos
subordinados como los estudiantes o prisioneros, o menores de edad, etc.) y el riesgo suicida latente,
entre otros. Por este motivo, la investigación en este tema debe cumplir con altos estándares éticos y
científicos.
36
Así, cualquier estudio sobre el suicidio debe al menos contemplar los siguientes requisitos éticos (3):
Al mismo tiempo existen requerimientos éticos que deben prevalecer en todo trabajo científico como:
garantizar la confidencialidad y privacidad de los sujetos que participan en los estudios así como res-
petar sus derechos, creencias y valores, además de velar porque no se transgreda o violente su libertad
de elección y su dignidad, entre otros (10).
No sólo los investigadores o científicos deben cumplir con estos requerimientos éticos, sino también las
instituciones, los patrocinadores que financian la investigación y los miembros de comisiones o comités
de evaluación ética.
SERVICIOS DE SALUD
Diversos estudios han reportado una alta prevalencia de intento o de suicidio consumado entre los
usuarios de los servicios de salud. Los resultados de una encuesta nacional en México sobre conducta
suicida, trastornos psiquiátricos y el uso de servicios asociados a estos comportamientos, indicaron que
una de cada cuatro personas con intento de suicidio ha reportado haber consultado alguna vez a un
psiquiatra, y una de cada cinco, a otro especialista de la salud mental (1).
Se han reconocido serias deficiencias en los servicios de salud en cuanto a la identificación de grupos de
riesgo de conducta suicida, así como en el tratamiento o atención a los pacientes que han intentado sui-
cidarse o que presentan ideación suicida. Pero en materia de ética, los conflictos que subyacen a dichas
deficiencias están asociados principalmente a la relación entre el profesional de la salud y el paciente,
y los elementos entorno a la atención clínica (11).
A continuación se enlistan las estrategias de prevención del suicidio y las recomendaciones éticas en
cada una de éstas, no sin antes advertir que la lista que se expone no es exhaustiva.
37
que tienen estos pacientes es un factor determinante para que no sean remitidos a servicios especiali-
zados de salud mental (11).
Es importante el envío de los pacientes que intentaron quitarse la vida a un servicio de salud mental, ya
que esto implica medidas éticas como ninguna otra decisión médica, entre ellas: la justicia distributiva
de los recursos de salud, la atención eficaz de los problemas de salud pública y mental, la eficiencia de
los profesionales de salud en la identificación de las prioridades de salud, etc. (12).
Competencia Mental: En ocasiones, los pacientes que han intentado suicidarse o que están en riesgo
de hacerlo no tienen la oportunidad de ser participativos en sus tratamientos y quedan subordinados
a los criterios del experto simplemente porque éste cuestiona la competencia mental del paciente para
tomar decisiones. Declarar incompetente a un paciente al punto de no respetar sus deseos, requiere
de un diagnóstico médico-jurídico. El hecho de sufrir una enfermedad psiquiátrica o haber atentado
contra su propia vida no reduce a la persona en su capacidad de comprender la situación clínica y
tomar decisiones acorde con sus intereses y valores. Es recomendable que el profesional de la salud re-
conozca en los pacientes con riesgo suicida una competencia limitada, y en ningún caso la desconozca
erróneamente o impida arbitrariamente la autonomía del paciente.
38
problema es que esta situación puede ir en perjuicio del paciente y de la confiabilidad de los clínicos, o
más aún, la situación se complica cuando la ruptura de la confidencialidad causa más daño del que se
propone evitar. Si el profesional de la salud opta por el criterio de que el bien público o la protección
de terceros recomiendan limitar la confidencialidad, habrá que hacérselo saber a los pacientes para que
estos no tengan expectativas sobre la confidencialidad absoluta del encuentro clínico.
Beneficios del tratamiento: Dentro de los beneficios del tratamiento se espera un compromiso ético por
parte del profesional de la salud por el bienestar del enfermo; que no se manipulen sino que se tomen
39
en cuenta y se respeten sus intereses; que además sea veraz la información (diagnóstico, pronóstico y
tratamiento), y a su vez se guarde la confiabilidad del caso. Asimismo, los beneficios deberían superar
cualquier efecto negativo que pudiera tener la intervención (12).
Guías prácticas de capacitación para profesionales de la salud: De acuerdo al Plan Nacional de Salud
2007-2012 (15), la utilización de guías de práctica clínica y protocolos de atención médica contribuyen
a la mejora en la toma de decisiones clínicas promoviendo intervenciones seguras y efectivas. Sin em-
bargo, la mayoría de estas guías o pautas no contemplan los aspectos éticos, lo cual las limita en su
intención para prevenir un acto tan complejo como el suicida. No obstante, en el mismo Plan Nacio-
nal de Salud 2007-212 (15) del Gobierno Federal, también se ha contemplado como una de las metas
prioritarias establecer una cultura de la bioética en la atención médica, principalmente a “desarrollar
normas éticas para la atención, la investigación y la docencia en salud” (p.105). Por lo anterior, es nece-
sario elaborar guías o pautas con recomendaciones bioéticas para el buen ejercicio de la práctica clínica,
además con éstas se podrían evitar diversos dilemas éticos y prevenir un nuevo intento de suicidio o
su consumación. Estas herramientas deberían estar dirigidas a los investigadores, a los encargados de
las políticas de salud, los miembros de los comités de evaluación ética y a otras personas que se ven en-
frentadas a problemas éticos que surgen en la detección, el tratamiento y la prevención de la conducta
suicida (12). Hay que recordar que las guías o pautas éticas no son leyes o normas de tipo jurídico, son
estándares de conducta que definen la actuación de los profesionales de la salud durante la atención
clínica. Por ello, los esfuerzos deberían ir dirigidos a asistir a estos profesionales en el cumplimiento
de sus obligaciones de atención y conducción del tratamiento de los pacientes suicidas, conforme a los
más altos principios éticos y humanitarios.
Comités de bioética asistencial (o comité de ética hospitalario): El Comité es una instancia dialógica
que opera como un “microcosmos”, con pluralidad de visiones y opiniones sobre el tema a tratar. Por
esa misma diversidad requiere una cierta regulación que no impida el debate pero sí que lo ordene en
aras del objetivo buscado (9).
En el caso de la prevención del suicidio es importante que en cada dependencia de salud, incluso en los
servicios de urgencias, se conforme un comité de bioética asistencial en donde se puedan y deban tratar
40
los dilemas bioéticos en la atención de la conducta suicida; por ejemplo, las violaciones a los derechos
de los pacientes o de los médicos, los conflictos en cuanto a la hospitalización voluntaria o involuntaria,
la falta de canalización de estos pacientes a servicios especializados, etc. Son pocas las instancias de
salud en nuestro país que cuentan con comités de bioética asistencial, debido a que aún se confunden
con los comités de ética de la investigación. La diferencia entre éstos estriba en el cometido de cada uno.
Las funciones del comité de bioética asistencial son (9):
• Generar programas de educación continua, propia y de los demás miembros de la institución (edu-
cativa)
• Formular indicaciones y normas, de forma preventiva y no reactiva (normativa)
• Examinar y evaluar casos presentados a su consideración, en especial los que no puedan ser resuel-
tos por las indicaciones y normas ya elaboradas (asesora)
Derechos Humanos: Los principios de los derechos humanos deben formar parte de la convicción de
los servidores públicos encargados de hacerlos cumplir, por eso el respecto a tales derechos también
debe ser materia de supervisión en los hospitales psiquiátricos por parte de las autoridades sanitarias.
En dicha supervisión se deben incluir, invariablemente, los principios de supremacía de la autonomía
de la voluntad del paciente, el consentimiento informado, la opción menos restrictiva, el interés supe-
rior de la salud del paciente y su derecho a recibir el mejor tratamiento posible (2,14).
Respeto a la dignidad del paciente: El principio de dignidad se refiere al trato que merece la persona
moral. Este trato debe basarse en las intenciones, manifestaciones y deseos de las personas, tomando en
cuenta sus valores, opiniones y creencias. En sí, la importancia de este principio radica en la voluntad
de la persona y no en el derecho humano que se le otorgue. El respeto a su dignidad e integridad deben
estar presentes en todo momento. Asimismo se les debe garantizar una atención médica adecuada, así
como un manejo confidencial de sus expedientes y programas de rehabilitación psicosocial.
Evitar la discriminación: Ninguna persona debe ser objeto de discriminación por su condición de
enfermo mental, ni prestarse a diagnósticos o tratamientos de esa condición por razones políticas,
sociales, raciales, religiosas u otros motivos distintos o ajenos a la situación de su discapacidad. Por
discriminación se entenderá cualquier distinción, exclusión o preferencia cuyo resultado sea impedir
o menoscabar el disfrute de los derechos de las personas con enfermedades mentales. Es importante
señalar que las medidas especiales adoptadas con la única finalidad de proteger los derechos de las
personas que tienen una enfermedad mental o de garantizar su mejoría no serán considerados actos
discriminatorios (2).
41
REFERENCIAS
1. Borges G, Wilcox H, Medina-Mora ME, Zambrano J, Blanco J, Walters E: Suicidal behaviour in the
Mexican national comorbidity survey (M-NCS): lifetime and 12-month prevalence, psychiatric factors and
service utilization. Salud Mental, 28(2):40-46, 2005.
2. Comisión Nacional de los Derechos Humanos: Los Derechos Humanos de las personas con enfermedades
mentales. CNDH, México, 2007.
3. Emanuel E: ¿Qué hace que la investigación clínica sea ética? Siete requisitos éticos. En: Pellegrini AF,
Macklin R, ed. Investigación en Sujetos Humanos: Experiencia Internacional. Santiago de Chile:
Programa Regional de Bioética OPS/OMS, 1999.
4. Figueroa JG, Rodríguez YA: Programas de salud y educación para población adolescente: una evalua-
ción ética. Perspectivas bioéticas, Facultad latinoamericana de Ciencias Sociales, Buenos Aires,
10:101-119, 2000.
5. Foucault M: Historia de la locura en la época clásica I. Fondo de Cultura Económica. México, 1992.
6. Foucault M: Historia de la locura en la época clásica II. Fondo de Cultura Económica. México, 1999.
7. Gunnell D, Frankel S: Preventions of suicide: aspirations and evidence. BMJ 308:1227-1233, 1994.
8. Mäkela K: Ethical control of social research. Nordisk Alkohol & Narkotikatidskrift, 23, 5-18, 2006.
9. Mancini R: Comités de ética hospitalarios y de investigación. Origen, constitución y funcionamiento. Co-
municación personal, Unidad de Bioética OPS/OMS, Chile, 2005.
10. Mondragón L: Ética de la investigación psicosocial. Salud Mental, 30(6): 25-31, 2007.
11. Mondragón L: El suicidio ¿El derecho a morir? Una aproximación bioética al estudio del intento de suicidio
diádico. Tesis de doctorado no publicada. Facultad de Piscología, UNAM. México, 2008.
12. Mondragón L, Bórquez B, Ito ME, Lara C, Larios N, Lolas F, Monroy Z, Netza C, Ocampo R, Ro-
dríguez E: Guía bioética para el tratamiento clínico a pacientes que han intentado suicidarse. Proyecto de
investigación en proceso, INPRFM-CONACYT, 2009.
13. Paris J: Predicting and preventing suicide: do we know enough to do either? Harv Rev Psychiatry, 14
(5):233-240, 2006.
14. Saldaña J: Derechos del Enfermo mental. México: Cámara de Diputados. LVIII Legislatura, UNAM, 2001.
15. Secretaria de Salud: Plan Nacional de Salud 2007-2012. México, Secretaria de Salud, 2007.
16. Szasz T: El mito de la enfermedad mental. Razón, locura y sociedad (13ª ed.). México: Siglo XXI, 2001.
42
TRATAMIENTO PARA LA
CONDUCTA SUICIDA EN
MÉXICO: NIÑOS Y ADOLESCENTES
Francisco de la Peña Olvera
Tanto los problemas de salud mental como los problemas psicosociales están relacionados con la CS
en el niño y el adolescente (3). En las características personales se incluyen: la psicopatología, el intento
suicida previo, los factores cognitivos y de personalidad, la orientación sexual y los factores biológicos.
En las características familiares están: la historia familiar suicida, la psicopatología parental, el divorcio,
la relación padre-hijo y la violencia (4). Entre las circunstancias adversas en la vida se cuentan los even-
tos estresantes de vida, el abuso físico y el sexual, así como factores contextuales y socio-ambientales
como un bajo nivel socio-económico, problemas escolares o laborales, la imitación o el contagio (3).
Las estrategias de prevención y tratamiento primario incluyen programas basados en escuelas para el
reconocimiento del suicidio, el entrenamiento de habilidades, los tamizajes, así como el entrenamiento
a los maestros, a los amigos que ayudan y la prevención e intervención en crisis. Existen los programas
de prevención basados en la comunidad como el Hotline Center, la restricción de armas y la educación
por los medios. Finalmente están los programas de prevención basados en el sistema de salud como
la educación y el entrenamiento a médicos de primer nivel (5). Las revisiones más recientes sobre las
43
CS reconocen sólo como medidas efectivas: la educación de los médicos en el reconocimiento y trata-
miento de la depresión así como la restricción en el uso de armas; el resto de las medidas preventivas
requiere una mayor investigación (6).
44
• Desarrollar una infraestructura nacional para la atención pública de los servicios de salud mental
en niños y adolescentes con capacitación en la CS y los problemas de salud mental, en especial la
depresión y los trastornos por uso de sustancias.
REFERENCIAS
1. Jiménez Tapia, Alberto. González-Forteza, Catalina. Veinticinco años de investigación sobre suicidio en
la Dirección de Investigaciones Epidemiológicas y Psicosociales del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón
de la Fuente. Salud Mental 2003, 26(6):35-46
2. González-Forteza, Catalina ; Villatoro Velázquez, Jorge ; Alcántar Escalera, Isabel ; Medina-Mora, Ma.
Elena ; Fleiz Bautista, Clara ; Bermúdez Lozano, Patricia ; Amador Buenabab, Nancy. Prevalencia de in-
tento suicida en estudiantes adolescentes de la ciudad de méxico:1997 y 2000. Salud Mental 2002. 26(6):1-12.
3. Gould M, Greenberg T, Velting D & Shaffer D, Youth Suicide Risk and Preventive Interventions. A
Review of the Past 10 Years, J Am Acad Child Adolesc Psychiatry 2003. 42:386-404,
4. Caballero Gutiérrez, Miguel Ángel ; Ramos Lira, Luciana ; González Forteza, Catalina ; Saltijeral
Méndez, María Teresa. Violencia familiar en adolescentes y su relación con el intento de suicidio y la sinto-
matología depresiva. Psiquiatría 2002. 18(3):131-139.
5. Gould M, Greenberg T, Velting D, Shaffer D. Youth suicide risk and preventive interventions: a review
of the past 10 years. J Am Acad Child Adolesc Psychiatry, 42:386-405.
6. Mann JJ, Alter A, Bertolote J, Beautrais A, Currier D, Haas A, Hegerl U, Lonnqvist J, Malone K, Ma-
rusic A, Mehlum L, Patton G, Phillips M, Rutz W, Rihmer Zoltan, Shmidtke A, Shaffer D, Silverman
M, Takahasi Y, Varnik A, Wasserman D, Yip P, Hendin H. Suicide Prevention Strategies. A systematic
review. JAMA 2005, 294: 2064-2074.
7. AACAP, Practice parameter for the assessment and treatment for children and adolescents with suicidal
behavior, J Am Acad Child Adolesc Psychiatry 2001. 40(supl):24S-51S.
45
MANEJO DE LA CONDUCTA
SUICIDA EN ADULTOS
Martha Patricia Ontiveros Uribe
Goodwin y Jamison revisaron en 1990 13 estudios más y encontraron que 18.9% de los pacientes con
depresión fallecían por suicidio. (8)
En un estudio previo, en 1979, Helgason siguió durante 61 años a una cohorte de pacientes con trastor-
nos afectivos, y encontró que el 7.2% de ellos murieron por suicidio. Dividió la cohorte en dos grupos
y encontró que murió por esa causa el 14.5% del grupo con diagnóstico de depresión psicótica y el 1.8%
del grupo con diagnóstico de depresión no psicótica. (10)
Los trastornos psiquiátricos son pues un factor de riesgo para el suicidio. El 90% o más de las vícti-
mas de suicidio cursaban con un trastorno psiquiátrico en el momento de la muerte. El diagnóstico de
trastorno afectivo está presente en el 30 al 90% de los suicidios consumados, el uso de sustancias, en el
19 al 60%, y la esquizofrenia en el 2 al 14%. El diagnóstico más frecuente en las personas jóvenes que
cometen suicidio es el de esquizofrenia; en las personas de edad madura es el de abuso/dependencia
al alcohol, y en las personas de 60 años o más es el de depresión. En 1996 Conwell realizó una autopsia
psicológica de los casos de 141 personas que fallecieron por suicidio. El rango de edad fue de 21 a 92
años. En el 90.1% de los casos se pudo establecer un diagnóstico psiquiátrico, en primer lugar el uso
de sustancias, en segundo lugar los trastornos afectivos y en tercer el lugar episodio psicótico. En las
personas jóvenes que fallecieron por ese medio hubo más casos de uso de sustancias y de episodios
psicóticos, y en las personas mayores más casos de trastornos afectivos. Concluyó que el riesgo suicida
en las personas con trastornos afectivos aumenta con la edad. (5, 6)
46
En las personas de 60 años o más la depresión es el principal factor de riesgo para cometer suicidio.
Otros factores de riesgo son: pertenecer al género masculino, cursar con una enfermedad crónica y
discapacitante, el dolor crónico, la pérdida del cónyuge, el aislamiento social, el abuso del alcohol. (15)
En 2000 Bostwick revisó de nuevo los estudios de Guze – Robins y de Goodwin –Jamison y realiza un
meta-análisis de los estudios sobre el suicidio en trastornos afectivos y encuentra que el riesgo de sui-
cidio a lo largo de la vida es como sigue:
Bostwick plantea que lo que determina que un paciente se hospitalice es la intensidad del episodio
depresivo, la amenaza y el riesgo de suicidio. Además de lo anterior es conveniente hospitalizar al
paciente si presenta abuso de sustancias, ansiedad intensa, impulsividad, agresividad, desesperanza,
antecedentes familiares de trastornos afectivos, de intentos o de suicidio consumado.
El estudio encontró que los pacientes con trastornos afectivos que fallecen por suicidio tienen antece-
dente de un mayor número y mayor duración de hospitalizaciones previas, más intentos de suicidio
previos, síntomas depresivos más intensos y explícitos, y más uso de antipsicóticos. Con frecuencia el
suicidio se presenta después de una hospitalización reciente debida a un intento. (2)
Prevención primaria
Se deben realizar campañas psicoeducativas que permitan a la población el conocimiento de los
síntomas de los trastornos mentales más frecuentes, y alentarla para que las personas con síntomas
psicológicos acudan con el médico general y/o con el especialista.
Los trastornos mentales son un factor de riesgo para que una persona incurra en una conducta suicida,
por ello la prevención primaria implica la detección oportuna, el diagnóstico correcto de los trastornos
mentales que se relacionan con ella: el trastorno depresivo mayor, el abuso de sustancias y la esquizo-
frenia.
47
Dado que los pacientes acuden al primer nivel de atención, hay que capacitar a los médicos generales
para la detección oportuna de dichos trastornos y para su referencia con el especialista en psiquiatría.
Si el paciente acude al segundo o tercer nivel de atención, los médicos especialistas deben estar capaci-
tados para hacer el diagnóstico correcto e iniciar el tratamiento adecuado.
Prevención secundaria
La prevención secundaria es la atención a los pacientes que ya incurrieron en un intento suicida. Tanto
en grupos de pacientes adultos jóvenes, como en la edad madura y en los adultos mayores se han
puesto en práctica programas de manejo del suicidio en forma externa, en el primer nivel de atención
por el médico general.
En los Estados Unidos se llevó a cabo el estudio PROSPECT (Prevention of suicide in primary care
elderly: collaborative study) en personas deprimidas mayores de 60 años, con ideación suicida. La
intervención se efectuaba en el primer nivel de atención por el médico general. Una vez diagnosticado
el episodio depresivo se ofrecía al paciente tratamiento farmacológico con citalopram, antidepresi-
vo inhibidor selectivo de recaptura de serotonina (ISRS). Se eligió este ISRS por ser un antidepresivo
eficaz, con pocas interacciones farmacológicas. Si el paciente se rehusaba a recibir el ISRS se le proponía
terapia interpersonal. Este modelo de intervención redujo significativamente la ideación suicida. (3, 14)
En 2009, Alexopoulus, en un seguimiento a dos años del mismo estudio encontró una disminución
dos veces mayor de la ideación suicida en los pacientes sometidos a la intervención descrita. También
encontró que un mayor número de estos pacientes alcanzaron la remisión del cuadro depresivo. (1, 7)
¿Qué hacer ante un paciente con conducta suicida en el segundo y tercer nivel de atención?
La conducta suicida es “utilizada” por el paciente para resolver problemas específicos que considera no
tienen solución, no tienen fin, de los que no puede escapar, y que le son emocionalmente intolerables.
Una intervención en crisis exitosa ayuda al paciente a encontrar estrategias para resolver problemas a
corto y a mediano plazo.
El médico debe hablar con el paciente en una forma directa sobre el intento, sin lucir nervioso, apre-
hensivo o asustado de lo que pueda suceder. Su intervención debe ayudarlo a aprender a ser menos
vulnerable y a enfrentar mejor los problemas, sin recurrir a una conducta suicida.
La mayoría de las crisis suicidas se autolimitan. Pueden durar entre 24 y 48 horas. La intervención debe
enfocarse a este período de tiempo.
48
El objetivo principal de la intervención en crisis es ayudar al paciente a enfrentar y de ser posible re-
solver el problema que provocó la crisis en una forma “no suicida”, resaltando que la conducta suicida
NO es una forma adaptativa de resolver problemas. Se deben mostrar al paciente nuevas habilidades
para enfrentar y resolver los problemas y para tolerar el dolor emocional. Se debe alentarlo a expresar
sus problemas y sus sentimientos, y a expresar en la terapia si aparecen deseos, ideas o planes de sui-
cidio. El temor a un internamiento involuntario puede condicionar que el paciente evite expresar que
presenta ideación suicida.
El médico debe evaluar y movilizar el apoyo familiar y social con el que cuenta el paciente. Se debe eva-
luar la gravedad de los síntomas depresivos y estimar el riesgo suicida para determinar si el paciente
requiere o no ser hospitalizado y para definir el tratamiento farmacológico. (4) Shneidman propone las
siguientes medidas preventivas al tratar a un paciente con riesgo suicida:
• Disminuir el sufrimiento psicológico intentado modificar los estresores psicosociales que enfrenta
el paciente.
• Buscar el apoyo de la pareja, la familia, los amigos, los patrones del paciente.
• Proporcionar un apoyo realista tomando en cuenta que las quejas del paciente pueden ser legítimas.
• Ofrecer mejores alternativas que la conducta suicida para solucionar los problemas.
Algunos pacientes pueden ser tratados en forma ambulatoria si tienen una buena relación con el médico
tratante, si cumplen con el tratamiento farmacológico y psicoterapéutico, si pueden tener control sobre
la conducta suicida y esto permite que llamen o acudan a consulta si las ideas de muerte se vuelven
persistentes o intensas. El médico debe advertir a la familia y estar disponible para el paciente las 24
horas del día. (12) Si lo anterior no es posible es mejor ofrecer la hospitalización al paciente.
Algunos expertos consideran que se debe ofrecer hospitalización a cualquier paciente que ha realizado
un intento suicida, independientemente de la letalidad.
Al ingresar el paciente al hospital se deben revisar sus pertenencias y esta revisión tiene que repetirse
periódicamente. La habitación debe ser segura y cercana a la central de enfermería. El personal médico
y de enfermería deben pasar rondines para asegurarse del bienestar e integridad del paciente. Aún
49
dentro de una unidad hospitalaria general o psiquiátrica un paciente puede cometer suicidio. El 1% de
todos los suicidios sucede dentro de unidades hospitalarias. (12)
En 2008 Kalmar relacionó la prescripción anual de antidepresivos con la tasa de suicidio en 10 millones
de habitantes en Hungría, entre 1999 y 2005. Encontró que la tasa de suicidio es inversamente pro-
porcional al aumento del uso de antidepresivos tanto en hombres como en mujeres, sobre todo en la
población de adultos de 70 años o más. (11)
Si el paciente está hospitalizado se debe intentar llegar lo más pronto posible a las dosis máximas tole-
radas, vigilando los efectos secundarios.
En caso de que el cuadro depresivo sea grave, con síntomas psicóticos, con ideación suicida persistente
o si el paciente tuvo un intento suicida de alta letalidad, se debe considerar la terapia eléctrica (TEC)
como el tratamiento de primera elección. (12)
Aunado al tratamiento farmacológico está el manejo psicoterapéutico con terapia interpersonal o tera-
pia cognitivo conductual.
Si el caso lo requiere, cuando haya una mejoría de los síntomas depresivos y se haya controlado la con-
ducta suicida puede proporcionarse terapia de pareja, terapia familiar o terapia de grupo.
Es muy importante vigilar la evolución del paciente sobre todo en las primeras cuatro semanas a partir
del inicio del tratamiento, pues puede persistir la ideación suicida. El paciente puede lucir tranquilo,
calmado, en paz, porque ha tomado la decisión de suicidarse y propositivamente lo oculta al médico.
(12)
Prevención terciaria
Es el tratamiento de las secuelas del intento suicida implementando la rehabilitación que el caso requie-
ra. Por ejemplo, el manejo de quemaduras del esófago por ingesta de sosa cáustica.
50
El manejo de la familia de aquellos pacientes que consumaron el suicidio. A los familiares y amigos de
las personas que han muerto por suicidio se les denomina “sobrevivientes al suicidio”. En una revisión
de 2008, Sudak cita un artículo de William Warden, de 1992, quien identifica cuatro tareas específicas
necesarias para ayudar a los sobrevivientes al suicidio de un paciente:
Las emociones que experimenta el familiar de una persona que se ha suicidado son: un “shock inicial”,
negación, ansiedad, angustia, culpa, búsqueda de un porqué, culpa y vergüenza. (13) Hay que tener
especial atención con los padres, cónyuges e hijos de la persona que se ha fallecido por suicidio.
Sudack señala que el terapeuta debe ayudar a la familia a llevar a cabo el proceso de duelo de acuerdo
a las costumbres del grupo social al que pertenece, y entender que cada uno de los miembros tendrá un
estilo diferente para enfrentar el duelo.
Se debe poner en contacto a la familia con otras personas, familias o grupos sobrevivientes al suicidio
de un ser querido. Es necesario alentar a la familia a que “rompa el silencio” relacionado al suicidio del
ser querido y apoyarla a atravesar las fechas significativas como cumpleaños de la persona fallecida, la
navidad, etc. Se debe alentar a la familia a realizar actividades que han probado ayudar a otras perso-
nas a superar el suicidio de un ser querido, por ejemplo leer, escribir, o acudir a grupos de ayuda. (13)
51
• Mejorar el acceso de las comunidades a los servicios de salud mental y de tratamiento para el abuso
de sustancias.
• Implementar y supervisar las campañas en contra del suicidio y el abuso de sustancias en los medios
masivos de comunicación. Este es un punto muy importante, porque por medio de la educación el
público general puede tener un mejor entendimiento de que el suicidio es un problema de salud
pública, que en cierta forma puede ser prevenido, y del papel que la familia y el grupo social tienen
en su prevención.
• Promover y apoyar la investigación sobre el tema.
• Mejorar y expandir los sistemas de vigilancia.
REFERENCIAS
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