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CARLOS ALONSO

Cambia el guión

Un método para redefinir y potenciar


nuestra carrera profesional
© Carlos Alonso, 2013 (Versión papel)

© Carlos Alonso, 2014 (Versión electrónica)

Reservados todos los derechos.

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reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de
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ISBN: 978-84-9969-873-1 (Libro electrónico)


ISBN:978-84-9969-644-7 (Libro en papel)
Acerca del autor

Carlos Alonso es Licenciado en Ciencias de la Información (Periodis-


mo y Publicidad) por la Universidad Autónoma de Bellaterra (Barcelo-
na), y cursó Dirección y Administración de Empresas en el IESE Business
School, también de Barcelona. Lleva más de veinte años dedicándose a la
consultoría de comunicación e imparte conferencias por todo el mundo.
Es autor de varios libros sobre esta materia: De ejecutivo a empresario
(2009), Reinventarse profesionalmente (2010), Las claves de la comunica-
ción en la empresa (2011) y ¡Cambia! El poder de reinventarse (2012).
Además, colabora con diversos medios de comunicación.

Pueden seguirlo en:

www.carlosalonso.info
ca@carlosalonso.info
A mi padre, de quien me acuerdo todos los días.
Agradecimientos

A todas aquellas personas que cada día siguen mis opiniones en el blog
www.carlosalonso.info y en las diversas redes sociales.
A María Pérez, por sus valiosas y oportunas correcciones en este libro.
A todos quienes que me han ayudado a crecer como persona y no he
tenido la oportunidad de agradecérselo.
Prólogo

Muchos son los puntos de conexión que hay entre mi propia historia y
la que Carlos nos cuenta en este libro. A grandes rasgos, mi vida ha sido
una serie consecutiva de superaciones que me han permitido llegar a ser
Campeón Mundial de Natación en Aguas Abiertas en 2000 y 2005, así
como Campeón Absoluto del Circuito de Copa del Mundo en 1998,
entre otros títulos. En todo ello, mi actitud ha sido determinante porque
nunca me he dado por vencido.
Empecé a practicar la natación a consecuencia de varios problemas
físicos que indujeron a mis padres a decidir que me iniciara en este de-
porte. Desde entonces, yo mismo me he ido marcando objetivos de todo
tipo, que han hecho que en todo momento haya tenido la motivación
para lograrlos. No obstante, mi gran salto profesional y personal no llegó
hasta que con diecinueve años me fui a Estados Unidos, lo que supuso
un antes y un después en mi vida. Allí fue donde me fijé la meta de con-
vertirme en el mejor nadador del mundo en largas distancias, disciplina
casi desconocida en nuestro país, y donde también me propuse conti-
nuar mis estudios de interpretación.
Muchos expertos hablan de mis excelentes condiciones para la práctica
de la natación, pero os puedo asegurar que, además de la actitud a la que
os he hecho referencia, han sido los grandes sacrificios lo que me han per-
mitido conseguir los objetivos que me he marcado. De hecho, el valor del
esfuerzo es el mensaje central de mis conferencias y programas.
En las largas horas que paso metido en el agua por los entrenamien-
tos, tengo mucho tiempo para pensar cómo quiero hacer las cosas. Se
XIV CAMBIA EL GUIÓN

trata de un ejercicio diario porque cada día las circunstancias cambian.


En el rápido repaso de los factores que han influido positivamente en
mi carrera, el hecho de contar con unos padres y una familia como la
que tengo ha sido realmente muy importante. Pero el entorno no es
suficiente, hay que potenciarlo y complementarlo constantemente, saber
rodearte de las personas idóneas que te ayuden a ser mejor en todos los
aspectos y a tomar las decisiones adecuadas para tu vida.
En este libro podréis ver que el camino es largo y complejo; por ello,
os recomiendo la técnica que propone en sus páginas. Aspectos como
salirse de los problemas para analizarlos con mayor claridad, valorar lo
que somos y tenemos, saber dosificar los objetivos, concentrar los esfuer-
zos, ser fieles a nuestros principios… son fundamentales para emprender
cualquier proyecto con garantías, por lo que siempre conviene tenerlos
presentes.
Personalmente, me ha gustado la manera agradable y sencilla con la
que Carlos cuenta la historia que nos quiere dar a conocer. En concreto,
su proximidad y realismo me han hecho conectarme mentalmente en va-
rios capítulos en los que se desgranan hechos y circunstancias parecidos
a los que yo mismo he vivido, lo cual quiere decir que sus consejos son
aplicables a cualquier persona.
Para superarse en una disciplina hay que querer hacerlo y trabajar con
mucho esfuerzo y constancia. Nadie consigue logros importantes sin es-
tas premisas, pero siempre es necesario que alguien nos los recuerde. En
este sentido, hay libros que te enseñan; hay libros que te hacen pensar;
los hay, incluso, que te mueven a soñar. Este libro reúne un poco todos
estos elementos.
Como deportista, he aprendido lo importante que es saber superarse
en todos los órdenes de la vida. Para ello, solo tenemos que aprender a
potenciar nuestro talento y creer en nuestros sueños, además de sentir
que dirigimos nuestra vida.
He cruzado el río Paraná a través de unas aguas infestadas de pira-
ñas, o el Nilo tras nadar 25 kilómetros en aguas plagadas de microbios
Prólogo XV

venenosos. He atravesado el Canal de la Mancha. He sido el primero en


ir a nado con grilletes, a temperaturas extremas (sin neopreno) y fuertes
corrientes, desde la prisión de Alcatraz hasta la bahía de San Francisco.
He cubierto los 110 kilómetros que separan Jávea (Alicante) de Ibiza en
25 horas y media… Pero os puedo asegurar que todas esas situaciones ex-
tremas y otras muchas por las que he pasado, no son grandes obstáculos
cuando uno tiene ilusión en hacer lo que hace.
Espero que este libro os ayude a recordar la importancia de liderar
vuestra vida y lo apasionante de ponerse retos con los que superarse. Al
igual que yo, todos vosotros también podéis conseguirlo.
Disfrutadlo.

David Meca
Índice

Prólogo. David Meca ....................................................................................XIII


Introducción ..................................................................................................XIX

Capítulo 1. El bufete ...................................................................................1


Capítulo 2. Infancia .....................................................................................5
Capítulo 3. Un trabajo para ganadores ...................................................11
Capítulo 4. Cambio de estrategia .............................................................17
Capítulo 5. Cuando los planes no salen..................................................23
Capítulo 6. Las instrucciones ...................................................................31
Capítulo 7. La maratón .............................................................................37
Capítulo 8. El circo .................................................................................. 45
Capítulo 9. La caja .....................................................................................55
Capítulo 10. Tormenta de ideas .................................................................59
Capítulo 11. La reunión...............................................................................63
Capítulo 12. Futuro......................................................................................71

Epílogo .............................................................................................................73
Introducción

Hay un momento en el que las personas podemos haber perdi-


do la ilusión por el trabajo. Esa es la línea que jamás debemos
cruzar y en la que busco respuestas…

Ya no existen los trabajos para toda la vida. Las empresas necesitan re-
sultados a corto plazo, y esta nueva forma de entender los negocios hace
que las personas se quemen con mayor facilidad, pierdan sus empleos,
e incluso, algunos abandonen la profesión. En no pocas ocasiones, este
estado de cosas no es culpa de la empresa, sino, por una parte, de las
expectativas de cada persona sobre lo que el mundo laboral nos puede
ofrecer y, por otra, de la cultura del trabajo que hayamos adquirido.
Desde el momento en que se produce una decepción laboral, comien-
za un proceso en el que puede haber dos tipos de reacciones por parte
de quienes la sufren: seguir en el puesto de trabajo como si nada hubiera
ocurrido, o buscar soluciones alternativas para recuperar la motivación.
Los que optan por la segunda postura es porque, o pierden más de lo
que ganan, o necesitan encontrar un sentido integral a su trabajo. En este
proceso influye mucho cómo entendemos la vida, cuáles son nuestras
prioridades, obligaciones, etc. En cualquier caso, el obtener respuestas
de la manera más objetiva a las posibles preguntas que nos hagamos nos
ayudará a interpretar mejor la situación, pues de lo contrario menguará
nuestra autoestima, principal activo de las personas para sobreponernos
a la adversidad.
XX CAMBIA EL GUIÓN

Este libro se presenta como una fábula, pues entiendo que es la me-
jor manera de transmitir el mensaje que pretendo, que en esencia es:
«siempre estamos a tiempo de corregir nuestra trayectoria profesional en
una dirección en la que pueda emerger nuestro potencial y, por lo tanto,
sentirnos más realizados».
Pero no solo nos quemamos por interpretar erróneamente las circuns-
tancias que nos rodean; hay un sinnúmero de causas que pueden con-
ducirnos a esta situación de burnout: no sabemos encajar la presión o no
sabemos administrar bien la energía; nos aburre nuestro trabajo o, en
realidad, nunca nos ha gustado, o por mil causas más.
Particularmente, me resulta especialmente doloroso constatar cómo
algunos jóvenes se sienten ya quemados cuando su carrera no ha hecho
más que empezar. Tampoco considero normal que haya personas que
sin haber cumplido cuarenta años estén pensando en jubilarse. De este
modo, pienso que nuestra sociedad tiene que dar un giro para que las
personas entendamos mejor el trabajo y adoptemos hábitos eficaces con
los que no perdamos oportunidades en el camino.
Las personas inconformistas buscan soluciones a los problemas que
les plantea la vida, y ahora más que nunca es cuando se necesitan muchos
profesionales con este espíritu de superación.
El protagonista de este libro se siente quemado en un contexto al que
él mismo se ha dejado llevar. Tiene que sucederle una desgracia para que
reaccione y se dé cuenta de que el equivocado es él y no la empresa.
Espero que con la moraleja que se desprende de esta historia haya
muchas personas que encuentren la forma de vivir el trabajo con ilusión.
La vida es demasiado bella como para quemarse en el intento de vivirla
sin respeto hacia nosotros mismos.
1
El bufete

Hacía un día fantástico en Nueva York y, como cada mañana, Tim se


dirigía al prestigioso bufete de abogados en el que trabajaba: Liber Asso-
ciates. Al vivir en Nueva Jersey y tener que llegar puntual a las nueve de
la mañana, según las rigurosas normas de la compañía, tomaba siempre
el tren de las 8:23 h, con el fin de tener el tiempo suficiente para poder
tomar antes el café en el bar de su amigo Brian.
Tim tenía cuarenta y un años y siempre había sido un hombre de
costumbres. Le gustaba ojear el diario e intercambiaba alguna broma con
Brian mientras sorbía su capuchino. Luego, durante los cinco minutos
que tenía de camino hacia la oficina, iba repasando mentalmente la agen-
da del día. Al cruzar el umbral del bufete, se convertía en un profesional
de mirada seria y estética clásica muy respetado por todos. Y ya una vez
dentro, proseguía con su ritual de hábitos, lo que, pese a su juventud, lo
convertía en una persona peculiar.
Liber Associates era un despacho especializado en Derecho Mercantil,
y su clientela estaba conformada exclusivamente por compañías. Se ha-
bía fundado hacía veinticinco años, y en aquel momento se encontraba
en proceso de traspaso del negocio a la segunda generación. Aunque la
mayoría de las acciones fuesen de la familia Liber, la compañía distinguía
como socios a los abogados que, por méritos propios, se lo hubiesen
ganado a lo largo de su carrera; un puesto que era vitalicio y que hacía
que Liber Associates se asemejase a una gran familia, pese a contar con
casi mil profesionales en las quince oficinas repartidas por otros tantos
estados del país. De este modo, el consejo de administración lo forma-
2 CAMBIA EL GUIÓN

ban veintinueve personas de edades diversas, además de los comités de


dirección establecidos en cada oficina, en los que se tomaban decisiones
de tipo táctico.
Tim era un abogado senior del departamento laboral. Llevaba die-
ciocho años en la empresa y ese era el único trabajo que había tenido.
Lo reclutaron en la universidad de Harvard, donde sus padres lo habían
podido inscribir gracias a un crédito que tardaron en pagar quince largos
años. Tim era hijo único y sus progenitores creían que esa era la mejor
herencia que le podían dejar. Su brillante expediente académico hizo que
al acabar el último curso universitario recibiese ofertas de varias compa-
ñías que buscaban talentos, con proposiciones muy similares. Pero uno
de los viejos socios de Liber, Andrew Martins, le transmitió la confianza
suficiente para aceptar sin contemplaciones su atractiva oferta. Aquella
decisión le hizo dejar su Boston natal para empezar una nueva vida en
todos los sentidos en la Gran Manzana.
Durante los primeros años en aquella organización, Tim se centró
totalmente en aprender. Devoraba libros y tuvo la suerte de que le asig-
nasen un instructor con mucha mano izquierda que supo atemperar sus
ambiciosas inquietudes. Tres eran los rasgos de su personalidad que pron-
to empezaron a aflorar en aquellos comienzos: inteligencia, honestidad
y sensibilidad. Su inteligencia era obvia, ya que asimilaba conocimientos
con mucha rapidez. Pese a su timidez, siempre estaba preguntando, y es
que tras ella se escondían ciertas inseguridades originadas en el momento
en que sus padres se plantearon separarse cuando Tim tenía catorce años.
Aquella incompatibilidad de caracteres de sus progenitores repercutió
sobremanera en un adolescente que se tuvo que criar en medio de la
inestabilidad y los gritos. Luego, todo aquello amainó, y sus padres pro-
siguieron su vida juntos, aunque el daño ya estaba hecho en la mente del
sensible muchacho; la falta de confianza lo acompañaría durante mucho
tiempo.
Era honesto y jamás se le conoció una conducta irregular, pese a tener
las mismas ambiciones que sus jóvenes compañeros, quienes las exhibían
con claridad.
El bufete 3

Nada de lo que pudiera ocurrir en su trabajo lo dejaba indiferente, y


detrás de cada impecable actuación profesional había notables rasgos de
humanidad, lo cual le granjeó el cariño de sus clientes y compañeros.
La vida en aquel despacho se basaba en desvivirse por los clientes.
De hecho, en la pared de la recepción de cada oficina, junto al logotipo,
había una placa que decía: “El cliente es lo primero, lo segundo… y
todo”. Los clientes eran grandes compañías, cuya exigencia requería de
profesionales muy bien formados. Todo rezumaba excelencia en aquella
organización, lo que la hacía gozar de una excelente reputación en el
mercado y que los mejores abogados del país aspirasen a trabajar en ella,
pues, además, los sueldos eran sustanciosos.
2
Infancia

Como siempre repetía su madre, Tim había sido un niño muy bueno.
Nunca recibieron una mala noticia sobre su comportamiento en el cole-
gio. Hasta que no llegó al bachillerato, sus notas eran mediocres, incluso
a la mitad del cuarto curso, el tutor reunió a sus padres para decirles que,
de seguir así, el niño quizá tendría que repetir curso porque se le notaba
falta de base, lo cual le impedía tener un aprendizaje normal. Sin embar-
go, al final Tim siempre se las ingeniaba para aprobar e ir recuperando los
suspensos del curso anterior.
Era un niño muy distraído. Gran parte de su potencial se perdía por
aquella falta de concentración. Su mirada perdida en el infinito parecía
decir que tenía cosas más importantes en las que pensar, a la vez que
desprendía cierta tristeza.
Adolecía de cierto sentimiento de inferioridad que necesitaba justifi-
car ante los demás: era consciente de que no destacaba ni en los estudios
ni jugando al baloncesto, que era el deporte de moda en aquella época
para la mayoría de los niños del barrio.
Sin embargo, sacaba muy buenas notas en las asignaturas que le gusta-
ban, como ciencias naturales y dibujo. También era disciplinado; nunca
se dejaba el material en el colegio ni descuidaba apuntar los deberes en
la agenda escolar.
Año tras año, las observaciones de los tutores en los diversos cursos
venían a decir lo mismo. Bueno, las de todos menos la de una maestra,
que concertó una reunión con los padres para explicarles su particular
visión sobre Tim:
6 CAMBIA EL GUIÓN

—Tim es muy infantil, no ha madurado, pero al mismo tiempo razo-


na muy bien y es creativo. Sus capacidades son perfectamente normales
y me atrevo a decirles que su único problema son ustedes mismos. ¿Me
permiten una pregunta personal?
—Por supuesto, adelante.
—¿Están ustedes separados o en vías de separación?
—¿Por qué lo dice?
—Lo digo porque intuyo que el déficit de atención que presenta Tim
procede de algún desarreglo en el entorno familiar.
Ambos progenitores se quedaron paralizados. Era una clara señal de que
aquella sagaz mujer había acertado en su predicción. La madre de Tim le
contestó:
—Bueno, lo cierto es que tenemos problemas de relación y estamos
en manos de un psicólogo para solucionarlo. Ello provoca discusiones en
voz alta que no siempre podemos evitar que tengan lugar en presencia
de Tim.
—Tampoco quisiera profundizar más en este sentido, pero esto de-
muestra que la falta de seguridad y autoestima de Tim proceden de este
conflicto. Tim es un niño que está fortaleciendo su estructura emocional,
y en ese proceso está viendo que sus padres no se quieren o, si se quieren,
algo falla. Sin saber con detalle lo que está pasando, él es consciente de
que las dos personas que más quiere tienen desavenencias, y que él no
puede ayudar a solucionarlas. De este modo, prefiere esconder esas dudas
en su interior e imaginar que sus padres se siguen queriendo.
»Su cerebro busca constantemente una salida para encontrar la calma
mental en ese conflicto que ha adoptado como propio, de tal forma que le
absorbe toda la energía, la concentración y gran parte de sus capacidades
para poder desarrollarse a pleno rendimiento.
Infancia 7

»Les ruego que reflexionen sobre ello e intenten tener en cuenta que
el mayor perjudicado no son ustedes, sino su propio hijo.
—Agradecemos sus palabras, que coinciden con las de la psicóloga
que nos está asesorando. Éramos conscientes de que nuestra situación
afectaba a nuestro hijo, pero no sabíamos hasta qué punto. Tomamos
buena nota de todo ello y, al mismo tiempo, le hacemos saber que, aun-
que poco a poco, estamos progresando en nuestra relación.
—Esa noticia me satisface. Por otra parte, les recomiendo que valoren
la posibilidad de llevar a su hijo al psicólogo para tratar su problema
de falta de autoestima, que es perfectamente subsanable. Cuando él los
vuelva a ver felices, será más fácil que corrija esos handicaps que lo con-
dicionan.
Aquella reunión supuso un antes y un después para toda la familia.
Los padres aprendieron a corregir sus diferencias sin estar el niño delante.
El ser más conscientes de lo que se jugaban hizo que se tendiesen más
puentes de diálogo entre ellos para limar asperezas. Por su parte, Tim co-
menzó a mostrarse más tranquilo y equilibrado, viendo cómo sus padres
no le fallaban porque seguían juntos.
Pasaron los años y el niño fue encontrando su propia identidad en los
estudios y en el deporte. Nunca fue el primero de la clase, pero su bestia
negra, las matemáticas, había pasado a ser una asignatura que incluso le
llegó a gustar. Y en el equipo de baloncesto del colegio logró la confianza
de los diversos entrenadores a base de mucho esfuerzo.
No obstante, su timidez le hacía pasarlo mal cuando tenía que hablar
en público, algo que contrastaba con su gran oratoria y dotes persuasivas.
También escribía muy bien. Su carácter tenía altibajos; había días en los
que se mostraba más seguro, y otros en los que se refugiaba en sí mismo.
Se le notaba su miedo al fracaso.
Un nuevo Tim empezó a dejarse ver en el primer curso de Derecho.
Hacía mucho tiempo que tenía claro que quería ser abogado. Y tal fue la
convicción con la que lo planteó que sus padres no dudaron en apostar
8 CAMBIA EL GUIÓN

fuerte y llevarlo a una de las mejores universidades del país en esa espe-
cialidad: Harvard.
Ya en la universidad, el muchacho experimentó un cambio radical. Se
tomó muy en serio los estudios desde el primer momento, y la constancia
fue la base sobre la que logró unas espectaculares calificaciones desde el
principio.
No obstante, no dejaba de ser un chico al que las limitadas posibilida-
des económicas paternas le hacían tener un cierto sentimiento de inferio-
ridad en un entorno en el que la mayoría de sus compañeros procedía de
familias adineradas de todas las partes del mundo. De este modo, tenía
los pies en el suelo y sabía que no podía permitirse fallar en ninguno de
los cursos, por la gran repercusión que tendría para su familia.
Cada nota, cada logro, iba dando alas a un Tim que fue madurando
y adquiriendo seguridad, una seguridad que proyectaba en todo su en-
torno. De todas formas, el chico seguía teniendo sus particularidades: le
gustaba tratar con la gente, pero no asistía a las sonadas fiestas a las que
iban sus amigos, le gustaba preparar los exámenes en solitario y evitaba
reunirse con los compañeros en sus casas con la asiduidad que estos lo
hacían.
Era católico, pero no practicante. Se mostraba prudente y ponderaba
bien sus decisiones, por lo que sus puntuales intervenciones en el aula
eran muy respetadas.
Pese a todo, él reconocía con cierta sorna que Jane, la que años des-
pués sería su mujer, le acabaría de pulir la personalidad hasta convertirlo
en un tipo perfectamente normal.
Jane había estudiado Enfermería en Boston. Era dos años más joven
que él y se conocieron en el último curso universitario de Tim. Fue una
relación con altibajos que tardaron varios años en formalizar.
Formaban parte del mismo grupo de amigos, y aunque se tenían
vistos, no intercambiaron ningún saludo hasta que fueron presentados
Infancia 9

en la fiesta de una amiga común. Como Jane era bastante reservada,


tardaron varios meses en quedar para salir juntos. Luego, cuando Tim se
tuvo que marchar a Nueva York, la relación se enfrió un poco. De hecho,
era una relación de amigos más que otra cosa, en la que ninguno de los
dos parecía tener prisa por darle un mayor rango.
Jane era lista y muy directa a la hora de plantear sus posiciones. Bus-
caba la practicidad ante todo y sabía muy bien lo que quería. Era la me-
diana de tres hermanos de una familia de clase media. Su filosofía de la
vida era muy similar, y se les veía bastante compenetrados.
3
Un trabajo para ganadores

La rapidez con la que se produjo el paso de la universidad a la vida pro-


fesional había hecho que Tim tuviese la sensación de estar viviendo muy
deprisa. De este modo, no era muy consciente de la clase de empresa a la
que se había incorporado hasta pasados varios meses. En cualquier caso,
pese a no haber tenido un excesivo contacto con los clientes, las primeras
temporadas fueron muy intensas, circunstancia que le hacía abandonar
el despacho muy tarde todos los días. Este hábito se justificaba en parte
porque nadie lo esperaba de regreso a su pequeño apartamento. Pero se
trataba de una adicción al trabajo de la que él no era muy consciente
porque a la mayoría de sus compañeros les sucedía lo mismo.
Pasados los inicios y confirmada que la especialidad profesional que
había elegido le gustaba, entró en un programa de promociones a donde
solo podían acceder a propuesta de sus superiores. De hecho, todo el
mundo tenía que estar en alguno de aquellos programas en un tiempo
no superior a dos años, y que quienes no lo hiciesen eran despedidos al
poco tiempo. Esta filosofía se resumía en pocas palabras: «o creces o no
encajas», lo cual describía perfectamente el nivel de exigencia de la com-
pañía. Fue allí donde coincidió con un compañero de la universidad que
se había incorporado hacía un año: Peter Burns. De hecho, no habían
hablado nunca en el campus, pero sí se tenían vistos.
Peter era también de Boston. Su padre trabajaba en el departamento
de administración del equipo de baloncesto de los Boston Celtics, equi-
po del que Peter era gran seguidor desde pequeño. Como Tim también
era fan del mismo equipo desde la época de Larry Bird, un jugador de
12 CAMBIA EL GUIÓN

baloncesto de la década de los años ochenta, considerado una de las fi-


guras de la historia de la NBA, ese aspecto los unió desde el principio y
su relación se fue labrando poco a poco a partir de aquel primer progra-
ma de desarrollo. Peter sabía que en aquel entorno no se podía dormir,
pese a haber sido fichado por su excelente expediente académico. Entre
sus cualidades se podía destacar que era un buen relaciones públicas.
Sabía cómo aproximarse a la gente y conocía la importancia de poner
en práctica una buena inteligencia emocional. La compañía alquiló para
él un pequeño apartamento, pese a tener una tía adinerada que vivía en
el centro de Manhattan con la que tenía muy buena relación y que, en
definitiva, fue quien le había prestado el dinero para poder ingresar en
Harvard. Peter era independiente y descarado. Mostraba una gran ambi-
ción por progresar y, de hecho, siempre estaba muy interesado por saber
quién era amigo de quién en el despacho, cuáles eran las retribuciones
en cada nivel de la organización, por qué se trabajaba con determinadas
empresas, cuáles eran los vínculos políticos del despacho en los diferentes
estados… Quería encajar todas las fichas, ya que era consciente de que
esa información le permitiría jugar su particular partida de ajedrez con
mayores posibilidades.
La compañía tenía tres grandes departamentos: mercantil, fiscal y la-
boral. El departamento mercantil, el más numeroso, estaba especializado
en fusiones y adquisiciones. En el departamento fiscal se gestionaban los
patrimonios de los empresarios más poderosos del país. El laboral era el
que se estaba potenciando más durante los últimos años con el fin de que
gozase del mismo prestigio que los otros dos, lo que hacía que la compe-
titividad fuese aún mayor entre todos sus miembros y que su estructura
se estuviese redefiniendo.
Para ser promocionado en la compañía, era imprescindible haber esta-
do tutelado por un mentor que asignaba el propio bufete, haber realizado
cursos de promoción, mostrar ambición y no equivocarse o equivocarse
lo mínimo en la relación con los clientes, la cual era analizada periódi-
camente mediante unos cuestionarios de control de calidad que estos
debían rellenar. Nunca un mismo cliente era gestionado por la misma
Un trabajo para ganadores 13

persona durante un periodo superior a dos años; por una parte, con el fin
de que los abogados, conociendo problemáticas de diferentes negocios,
adquiriesen más experiencia; pero, además, para evitar que se estrechasen
los vínculos entre clientes y profesionales que pudiesen poner en peligro
el fondo de comercio. Todo estaba muy medido. Incluso contaban con
una base de datos muy detallada de todos los empleados, en la que cons-
taban hasta los clubs deportivos de los que estos habían sido socios en la
infancia. Todo ello con el fin de utilizar el networking para crear relacio-
nes a la hora de hacer negocios.
Además, los abogados tenían que asistir a clases de psicología, buenas
maneras… con el fin de no cometer errores en la puesta en escena en su
relación con el perfil de clientes que tenían que tratar. Periódicamente
asistían a clases de motivación, estaban obligados a ojear los boletines de
noticias nacionales e internacionales que les pasaban, a seguir cursos para
aprender a jugar a golf… Se trataba de una formación integral para que
pudiesen comprender y encajar en el mundo de las personas a las que
habrían de servir.
La compañía también contaba con un potente departamento de rela-
ciones públicas al que no se le pasaba ningún cumpleaños ni fecha seña-
lada en la que felicitar a los clientes, invitarlos a actividades deportivas y
sociales de primer nivel, o darles el pésame por la muerte de algún fami-
liar. De este modo, el servicio rebosaba excelencia por todos los lados, y
se generaban vínculos más sólidos con los clientes.
La progresión salarial también era espectacular en cada promoción, lo
que ayudaba a que la adicción a la marca fuese muy grande. El lema de
la empresa era algo así como: «Te cuidaremos para que aportes lo mejor
del excelente profesional que eres».
Esta filosofía integral era muy absorbente y, de hecho, a Tim se le pasa-
ba el tiempo sin darse cuenta. No obstante, trataba de ir al menos una vez
al mes a visitar a sus padres y a Jane, con quien después de tres años de co-
nocerse, decidió formalizar la relación, una relación en la que Tim no tenía
prisa. Jane, por su parte, aún no había acabado la carrera de Enfermería.
14 CAMBIA EL GUIÓN

Era una época en la que Tim tenía un cierto remordimiento por no ir


a trabajar los sábados por la mañana con el fin de adelantar una parte del
trabajo de la semana siguiente, dinámica que se había impuesto él mismo
para desconectar del trabajo y descansar. Y es que todo en su vida giraba
en torno al despacho. Sus mejores amigos eran algunos de sus compañe-
ros; el club deportivo en el que se había inscrito y al que, por cierto, iba
poco, era al que iban sus colegas de profesión; cuando salían los fines de
semana, también lo hacían juntos…
Sin haber acabado uno de los programas de promoción, a Tim ya le
estaban anunciando el próximo. Y mientras tanto, la compañía seguía
expandiéndose por todo el país.
Poco a poco, Peter se había convertido en su mejor amigo, pero sin
olvidar que ambos tenían el mismo cargo y que, de alguna manera, eran
rivales directos en su carrera profesional. De este modo, su confianza era
grande, pero los dos sabían perfectamente que no era total.
Mientras que Tim se convirtió en un especialista, Peter era cada día
mejor vendedor. Mientras que Tim seguía siendo la persona comedida de
siempre, la personalidad de Peter lo llevaba a exhibir el estupendo coche
que se había comprado, su carísimo Rolex… En cualquier caso, ambos se
respetaban y luchaban por un mismo objetivo desde visiones diferentes
del trabajo y de la vida.
Una vez al mes, el director del bufete reunía a todo el personal para
revisar los objetivos y nombrar a los empleados que por sus logros mere-
ciesen tal reconocimiento. Las personas de cada departamento que tuvie-
sen más victorias parciales a finales de diciembre optaban a convertirse
en el empleado del año, en competición con otras oficinas. Esta denomi-
nación iba acompañada de un suculento regalo en metálico y una vuelta
al mundo. Y fue precisamente en esa competición donde Tim y Peter
comenzaron a evidenciar una sana rivalidad por ser los mejores durante
varios ejercicios seguidos.
Un buen día, todo el personal recibió una circular en la que se anun-
ciaba que estaban obligados a pasar un minucioso examen médico. La
Un trabajo para ganadores 15

nueva compañía de seguros que había contratado el bufete así lo exigía,


de modo que los trabajadores tuvieron que aceptar, so pena de perder la
póliza a la que todos tenían derecho por ser miembros de Liber Associates.
Pese a que el trabajo de abogado aparentemente no presenta riesgos
específicos más allá de los de cualquier otro trabajo de servicios, lo cierto
es que había días en los que la tensión era muy alta. Y es que cada cliente
le suponía a la compañía ingresos muy sustanciosos, debido a que cada
cuenta se gestionaba a su vez en varios despachos de la red de oficinas.
En aquella revisión le habían detectado a Peter los valores del coles-
terol altos, pero le indicaron que con una dieta más saludable podría ir
bajándolos sin mayores problemas.
Al final, nadie se marchaba de la compañía porque todo el mundo se
acostumbraba a la presión. Indudablemente, las excelentes condiciones
compensaban aquella sensación constante de que lo que hacías nunca era
suficiente. Incluso las bajas por gripe duraban menos en aquella empresa,
puesto que nadie quería perderse un solo día en aquella ruleta de emocio-
nes en la que se había convertido Liber Associates.
4
Cambio de estrategia

Así las cosas, Tim iba espaciando las visitas a sus padres. Ya no iba a Bos-
ton todos los fines de semana, sino cuando podía, que era una vez cada
dos meses aproximadamente. Sus padres iban de vez en cuando a Nueva
York a verlo, aunque a su padre cada día le gustaba menos la ciudad, pues
la encontraba muy ruidosa.
En aquel distanciamiento era como si Tim hubiese hecho un repaso
a su infancia y se diera cuenta del daño emocional que sus padres le
habían causado con sus desavenencias conyugales. A su mente le venían
pequeñas y grandes discusiones por motivos de todo tipo. Pese a ello,
no se podía decir que tuviese un mal recuerdo, sino que había llegado
a la conclusión de que si sus padres se hubiesen separado, quizá habría
sido mejor. Lo cierto es que se encontraba a gusto distanciado de la casa
familiar, y durante el poco tiempo que le quedaba para el ocio le gustaba
estar solo leyendo, una de sus pasiones.
No obstante, se llevaba bien con ellos. Con el tiempo, su padre atem-
peró el duro carácter que tenía y su madre adoptó una posición más
sumisa, pese a que seguía con sus prontos. Aquel ajuste, añadido al paso
de los años, habían corregido las tensiones entre ambos, aunque que de
vez en cuando se seguían buscando las cosquillas el uno al otro.
Jane acabó la carrera y pronto encontró trabajo en Boston. Su relación
era tan intensa que procuraban pasar el mayor tiempo posible juntos. Y
en una de sus visitas a Nueva York, paseando por Central Park, Tim le
pidió que se fuese a vivir con él. Para Jane fue una sorpresa porque de
pronto parecía como si el que quisiese correr fuese él. Además, estaba
18 CAMBIA EL GUIÓN

muy contenta con su trabajo y le habían ampliado sus responsabilidades


recientemente. Pese a todo, le hizo mucha ilusión la propuesta y le dijo
que se lo pensaría.
Pasados unos días, Jane llamó a Tim y le dijo que había reflexionado
y que se iría a Nueva York a vivir con él, que además había solicitado un
traslado en el hospital y no creía que hubiese problemas. De este modo,
al cabo de un mes y medio, Jane ya se había instalado en el piso de Tim,
un piso que tuvieron que redecorar con el fin de sacarle el máximo par-
tido, ya que, pese a tener bastante dinero ahorrado, prefirieron tomarse
un tiempo antes de buscar uno más grande.
Los padres de ambos se pusieron muy contentos con la noticia e in-
cluso hicieron una fiesta de despedida.
La llegada de Jane ayudó a Tim a corregir su adicción al trabajo, pero
no mucho. Como ella ya lo sabía, tampoco quiso obligarlo a un cambio
brusco y planeó una estrategia a largo plazo para conseguirlo.
De esta manera, consiguió que fuesen a jugar un partido de tenis los
sábados alternos, hasta conseguir disfrutar de un fin de semana comple-
to. Durante la semana apenas disponían de un rato por la noche para
ponerse al día, puesto que las guardias de Jane tampoco facilitaban una
mayor coincidencia de horarios.
Jane se integró muy bien en la ciudad y fue participando sin dificultad
en la escasa vida social que Tim tenía al margen del despacho.
Pasaron los meses y, un día, Jane le dijo a Tim que quería ir a comer
con él para comentarle un asunto. Lo cierto es que Tim estuvo un poco
inquieto durante toda la mañana esperando la cita, ya que no tenía ni
idea de por dónde podría salirle su novia en aquella ocasión.
Habían quedado en un pequeño restaurante en el barrio de Little
Italy, famoso por lo romántico y coquetón que era. Como a Jane le gus-
taba ir al grano, sin llegar al segundo plato le dijo que quería ser madre,
que entendía que su relación era sólida y que se querían. Por lo tanto,
creía que era el momento adecuado.
Cambio de estrategia 19

Por un lado, Tim se quedó más tranquilo al saber de qué se trataba,


pero, por otro, se sintió molesto, ya que no acaba de entender la manera
en que Jane se lo había pedido. No obstante, le contestó con contun-
dencia que sí, que tenía la misma seguridad en la relación que ella y que
también le había pasado por la cabeza la idea, pero que antes, le gustaría
que contrajesen matrimonio.
Casi sin darse cuenta, llegó el primer hijo, y Jane solicitó pasar a me-
dia jornada en el trabajo.
La vida en Liber Associates seguía yendo muy rápida, y gracias a que
había conseguido ganar algún nuevo cliente, Peter fue ascendido a geren-
te en un tiempo récord de doce años. Ya solo le quedaba que lo nombra-
sen socio. Su carrera había sido espectacular. De este modo, en el nuevo
organigrama, Peter estaba al cargo de su amigo Tim.
El nombramiento fue un duro golpe para Tim, aunque al mismo
tiempo se alegraba por Peter. Por un lado, le costaba hacerse a la idea
de que fuese su amigo quien lo iba a dirigir de ahora en adelante y, por
otro, su orgullo había quedado tocado, indudablemente. Los días poste-
riores al nombramiento de su amigo, Tim parecía estar ausente. En sus
reflexiones repasaba qué era lo que había hecho mal para no haber sido
él el elegido, cuando presentaba una carrera similar, gozaba de una gran
reputación en la organización y creía no haber cometido ningún error en
sus tareas.
Su mujer, Jane, al verlo tan estresado, optó por reservar una habita-
ción en un hotel a apenas dos horas de la ciudad, adonde lo llevó el fin
de semana para aclararle las ideas. Jane, que a los pocos meses de nacer su
primer hijo, Michael, estaba embarazada de nuevo, también necesitaba
aquel descanso.
La pareja estaba muy unida y para Tim era fácil explicarle sus inquie-
tudes porque siempre encontraba en Jane respuestas prácticas e inteli-
gentes. Para ella, el problema no era que al trabajo de su marido le faltase
calidad, sino que había quedado claro que el despacho valoraba más la
20 CAMBIA EL GUIÓN

gestión comercial que el dominio de las labores propias de un abogado,


y que, por lo tanto, tenía que comenzar a corregir su dedicación en ese
sentido.
Tim le dio la razón, pero no entendía que si la línea de trabajo seguida
hasta la fecha le había dado buenos resultados, cómo ahora había pasado
a no estar tan bien valorada. Jane le hizo ver que, en cierto modo, era
normal, puesto que en un negocio de ese tipo se necesitaban personas
con conocimientos que, al mismo tiempo, vendiesen los servicios.
La conclusión a la que llegaron fue que Tim tenía que cambiar su
estrategia para poder seguir progresando en el organigrama. Por su parte,
Jane aprovechó para pedirle a su marido que cuando naciese Andrew, su
segundo hijo, le dedicase más tiempo a su familia.
Mientras que Tim seguía el nuevo guión, no sin esfuerzos, porque el
trabajo comercial no le gustaba, Peter parecía infatigable. Continuaba
logrando clientes e incrementando la facturación de la división. Y como
seguía soltero, podía permitirse seguir pasando muchas horas entre aque-
llas cuatro paredes.
Cuando nació Andrew, Tim no corrigió sus horarios. Al contrario,
aún se pasaba más horas en Liber Associates. Como la compañía seguía
creciendo y ya había cambiado la mentalidad respecto a lo que se esperaba
de él, parecía obsesionado con la promoción a gerente. De manera que no
hacía deporte, ni disfrutaba de los amigos y de la familia, ni se dedicaba
nada de tiempo a sí mismo. Su único objetivo al levantarse cada mañana
era ascender.
En las reuniones de trabajo se le veía más distraído. Hablaba menos
con sus compañeros y hacía menos bromas. Estaba más tenso en gene-
ral, y su relación con Peter era más distante. Por las noches le costaba
dormirse, y en casa estaba menos comunicativo. Era como si le hubiese
cambiado la personalidad y estuviera más agresivo con todo el mundo.
Pasaron dos años más, que era el plazo que se había marcado para lo-
grar su objetivo, y la compañía no promocionó a nadie porque, después
Cambio de estrategia 21

de muchos años, no habían aumentado las ventas. Incluso en delegacio-


nes como la central de Nueva York, estaban planteándose algún despi-
do, situación nueva para Tim desde que se había incorporado a Liber.
Tampoco hubo incrementos salariales de ningún tipo. Por primera vez,
el clima laboral se estaba enrareciendo y la incertidumbre hacía acto de
presencia.
Los meses posteriores aún empeoraron las cosas. Se habían perdido
dos grandes clientes y el mercado en general estaba en crisis.
5
Cuando los planes no salen

Para Tim, los días empezaban a hacerse más largos. Entendía perfecta-
mente la situación del despacho y, por lo tanto, sabía que su caso no se
podía resolver hasta que las cosas mejorasen, pero como la crisis econó-
mica era importante, nadie podía ponerle fecha a su final. La empresa
incluso reunió a todo el personal para informarles de que se incremen-
taría la presión comercial, con la intención de amortiguar la situación y
convertir la recesión en una oportunidad.
Tim había caído en el desánimo. Cada vez se encerraba más horas
en su despacho y se le notaba que había perdido la ilusión de sus años
iniciales.
Un día había concertado una reunión con un potencial cliente a las
nueve de la mañana. Como quería repasar algunos documentos, optó
por ir a la oficina una hora antes. Nada más llegar, dejó la maleta en su
despacho y vio que en el de Peter había luz. No dudó en acercarse para
hacerle una primera broma matinal, puesto que las circunstancias por
las que estaba pasando la empresa los había vuelto a unir un poco más
durante los últimos meses; de todas formas, en todo momento habían
mantenido una relación de respeto y cordialidad a la que, por otro lado,
estaban obligados. Al llegar, cuál fue su sorpresa al encontrar a Peter con
la cabeza apoyada en su escritorio. Como pensó que se había quedado
dormido, lo quiso reincorporar, pero el peso de su cuerpo hizo que Peter
se desplomase en el suelo. Asustado, Tim le intentó tomar el pulso, pero
de nada sirvió. Con la voz entrecortada llamó a un teléfono de urgencias
médicas. Cuando llegó la ambulancia, al cabo de unos pocos minutos, ya
24 CAMBIA EL GUIÓN!!

nada se podía hacer. Según certificaron los médicos, Peter llevaba muerto
unas seis horas a consecuencia de un infarto.
Un tumulto de personas: forense, juez…, más los compañeros que
se iban incorporando, convirtieron Liber Associates en un lugar irreco-
nocible. La consternación y los lloros invadieron la planta 36 de aquel
edificio del centro de Manhattan. Tim entró en shock por el impacto que
sufrió y se lo tuvieron que llevar al hospital.
Al entierro acudió todo el despacho y, por primera vez en toda su
historia, se cerraron las puertas de la oficina de Nueva York durante la
mañana de aquel triste 26 de abril.
Tim acudió al sepelio, aunque los médicos le habían recomendado
que se fuese a casa unos días. Sacando fuerzas de flaqueza, quiso dedicar
unas palabras en homenaje a su amigo: «Nos has dejado cuando más te
necesitábamos. Cuando más necesitábamos tu entusiasmo y motivación,
tu profesionalidad, tu entrega… Siempre hiciste lo que creías que tenías
que hacer, superando con creces lo que se esperaba de ti. Tu recuerdo per-
manecerá en nosotros y, si me lo permitís, especialmente en mi corazón,
amigo. Descansa en paz».
Un silencio sepulcral invadió el despacho durante unos días. Tim tar-
dó dos semanas en incorporarse y lo primero que hizo fue dejar un ramo
de flores en el despacho de su desaparecido amigo. Con las mismas, se
dirigió a su despacho a redactar una carta de dimisión que entregó en
mano a la secretaria del presidente. Acto seguido, se marchó a casa sin
despedirse de nadie.
En la carta explicaba que la muerte de su amigo Peter lo había hecho
reflexionar. Habían sido muchos años de entrega a aquel despacho, al
que debía mucho pero al que también había dado mucho. Con la mitad
de su vida recorrida quería detenerse un poco y reflexionar sobre sus
valores, su forma de vida, su familia, su futuro… De este modo, preten-
día no defraudar a nadie y dejar un buen recuerdo de su paso por Liber
Associates.
Cuando los planes no salen 25

Era obvio que la muerte de su amigo había impactado sobremanera


a Tim, pues era uno de aquellos profesionales a los que costaba imagi-
nárselos en otra compañía. Siempre hablaba de la empresa como si fuese
suya y era un referente para los nuevos abogados en fase de formación.
Jane lo ayudó a tomar la decisión porque veía que su marido ya no
estaba motivado con la empresa ni tenía energía para seguir. Necesitaba
asimilar la situación y poner en orden sus ideas. Su familia también lo
estaba pasando mal y era el momento de parar con el fin de tener claro
qué camino tomar en adelante.
Al cabo de una semana, recibió una llamada de Andrew Martins,
quien en su día fue la persona que lo había convencido para formar parte
de Liber, y que a sus setenta y dos años todavía asistía a los consejos de
administración en calidad de socio; así lo habían acordado en la reunión
extraordinaria que celebraron a raíz de los últimos acontecimientos. El
objetivo no era otro que el de hacerle reconsiderar su decisión porque lo
tenían como uno de los suyos, una persona de valía y máxima confianza.
Quedaron citados en un lujoso restaurante de la ciudad situado en la
Quinta Avenida, donde solían hacer algunas celebraciones profesionales.
En el saludo de bienvenida, Andrew se mostró muy cariñoso y le dio un
fuerte abrazo. De hecho, su relación había sido afectuosa porque Tim
siempre lo había considerado un ejemplo de profesionalidad en el que re-
flejarse. Lo cierto es que estaba emocionalmente muy afectado, y cuando
vio a su mentor, antes de pronunciar una palabra, no pudo contener las
lágrimas. Su dolor era muy fuerte y la decisión de salir de Liber le hacía
estar aún más sensible, puesto que siempre había soñado con llegar a ser
socio.
La conversación transcurrió de este modo:
—¿Cómo estás, Tim?
—No muy bien, Andrew. Es como si me pusiese a hacer un guión de
mi propia vida y no supiese por dónde empezar.
26 CAMBIA EL GUIÓN!!

—Pero, ¿qué pasa por tu cabeza?


—Estoy confuso porque la muerte de Peter me ha hecho reflexionar
sobre cómo estaba siendo mi vida, pues tiene muchos paralelismos con
la suya. Siento que mi entrega durante todos estos años ha sido excesiva.
El precio que he pagado es que casi no he visto crecer a mis dos hijos ni
tampoco he disfrutado de mi mujer. Ahora tengo una cuenta corriente
saneada, pero un gran vacío que no sé cómo describir.
»En esta compañía he visto muchos amaneceres. Por ella me he
abandonado incluso a mí mismo, casi no tengo amigos fuera, no practico
ningún deporte con regularidad… Siento que me he vaciado y que he
antepuesto los intereses del despacho a los míos propios o, mejor dicho,
creía que encontraría en el trabajo respuestas para estar más feliz conmigo
mismo. He pensado noche y día en los clientes, he soñado con llegar a ser
socio algún día… No creo que nadie me pueda hacer ningún reproche.
»Me disteis una gran oportunidad y no me arrepiento de haberla
aprovechado, pero alguien que apreciaba mucho ha dejado la vida por
esta causa, y ese es un precio que no estoy dispuesto a pagar. Esta gran
desgracia me ha hecho abrir los ojos. Estaba ciego.
—Peter se murió porque su colesterol estaba por las nubes. No ha
sabido cuidar su salud, y eso depende de cada uno.
—Sí. Técnicamente, el causante fue su colesterol, pero usted y yo sa-
bemos que su entrega a la compañía ha sido desmedida y que ha dado
más de lo que se le podía exigir. Mucho más.
—Es cierto que Peter era un gran profesional y una persona muy
comprometida, pero nadie le determinaba sus horarios y dedicación. In-
cluso era él mismo quien quería superar los objetivos que le marcábamos.
—¿Qué quiere decir con eso, que se mató él solo?
—Efectivamente. Peter no ha sido el único abogado brillante que ha
hecho esfuerzos similares en la compañía desde su apertura. Ha habido
muchos otros a los que no les ha pasado nada. Nuestras normas no han
Cuando los planes no salen 27

cambiado. Además, en repetidas ocasiones le dijimos que se tomase unas


vacaciones y que aflojase el ritmo, a lo que siempre nos contestaba que,
como no tenía familia, su mayor diversión era venir a trabajar. Y, frente a
eso, no se puede hacer nada, ¿no crees?
—Ya, pero ustedes sabían que no eran buenos los límites a los que
estaba llegando. Y, además, conocían lo de su colesterol.
—Te equivocas de nuevo, Tim. El resultado de los chequeos médicos
es confidencial; nosotros en ningún caso tenemos acceso a esa informa-
ción. Mandamos hacer las revisiones médicas para seguir el protocolo
que nos marca la aseguradora. Es más, en ellas —como bien sabes— se
hacen una serie de recomendaciones para corregir posibles patologías de
los empleados. Luego, cado uno es libre de seguirlas o no. Aunque te
parezca duro que te lo diga así, Peter se abandonó a sí mismo.
—Pero ustedes son conscientes de que con esta cultura de empresa se
está exponiendo a las personas a un riesgo físico y mental muy elevado.
Por decirlo en pocas palabras, se les está quemando.
—No. Nosotros somos una compañía que quiere dar un excelente
servicio a nuestros clientes, lo que nos ha hecho líderes del mercado.
Para ello buscamos a los mejores profesionales y les pagamos mejor que
nadie. A partir de ahí, cada uno elige su dosis de implicación; nosotros
solo marcamos los mínimos. Lo de Peter ha sido un accidente, ya que él
gestionó su vida como quiso. Nadie se puede hacer responsable de ello.
—Creo que ambos tenemos nuestra parte de razón. Me consta que
usted ha sido un gran abogado, y por eso ha argumentado muy bien sus
razones; sin embargo, eso no nos va a devolver a Peter.
—Precisamente porque no podrá volver estoy aquí, para que no co-
metas un error de interpretación y para que encontremos la manera de
que continúes en Liber Associates, haciendo los ajustes que creas opor-
tunos. Pero al margen de las sensaciones que acabas de comentar, ¿qué es
lo que te gustaría hacer?
28 CAMBIA EL GUIÓN!!

—Mis objetivos estaban centrados en que me nombrasen gerente.


No en hacer mejor mi trabajo ni en conseguir mejores resultados para
la compañía. Para ello había pasado de ser abogado a convertirme en un
vendedor de servicios jurídicos. Notaba cómo estaba perdiendo conoci-
mientos sobre mi propio oficio a cambio de ganar clientes. Estaba ha-
ciendo lo que esperaban de mí y no lo que me hizo elegir esta profesión,
lo que yo quería hacer.
—Los ciclos profesionales nunca son iguales, máxime cuando operas en
un negocio como este y llevas tanto tiempo en la misma compañía. Así, no
sería lógico que con la experiencia que tienes estuvieses haciendo lo mismo
que cuando entraste. Otra cosa es que no hayamos analizado lo suficiente
si lo que necesitábamos y la parcela en la que tú destacabas coincidían. En
cualquier caso, sería un punto a revisar.
—Ya, pero me temo que es tarde. He perdido la ilusión.
—¿Cómo que has perdido la ilusión y que es demasiado tarde?
—Es cierto. Durante los últimos meses me costaba levantarme de la
cama para venir a trabajar. No quería hacer un trabajo comercial y estar
persiguiendo a gente. Todo se me hacía muy cuesta arriba. Quería que
pasasen los días y me iba encerrando en mí mismo. Es más, durante todo
este tiempo me he planteado abandonar la profesión y dedicarme a otra
cosa. Había días en los que cerraba alguna operación buena y me creía
el rey del mundo, mientras que otros me daba lástima a mí mismo. Ade-
más, este estado anímico estaba perjudicando incluso mi relación con
Jane, quien me decía que me encontraba cada vez más raro.
—Como ya sé por dónde vas y tengo muchos años de experiencia, te
propongo que me escuches y atiendas al plan que te voy a exponer. Tan
solo quiero tu palabra de que vas a realizar un último esfuerzo por conti-
nuar con nosotros, haciendo lo que te diga.
Tras unos segundos de reflexión, Tim contestó:
—Lo intentaré.
Cuando los planes no salen 29

—Estupendo, pues recibirás instrucciones mías en breve.


A continuación, se despidieron efusivamente y abandonaron el res-
taurante.
6
Las instrucciones

Pasada una semana, Tim recibió una carta que decía textualmente:
Hola, Tim:
Queremos abstraerte de tus pensamientos y nos gustaría que aceptases una
invitación muy especial para un viaje que tendrás que hacer solo. Partirás
el próximo lunes, a las diez de la mañana, y no tendrás que llevar ningún
equipaje, salvo un neceser de mano. A tu llegada, habrá una persona en el
aeropuerto que te dará un sobre. Tampoco hace falta que lleves dinero, tan
solo tu pasaporte. Los billetes los encontrarás en este mismo sobre, uno de ida
y otro de vuelta.
Por cierto, te vas a Nueva Delhi.
Buena suerte.
Andrew Martins
Liber Associates

Tras leer la carta, Tim se quedó paralizado durante unos minutos. Le


había impresionado, y al mismo tiempo gustado, el misterio que envol-
vía aquel viaje, que en más de una ocasión había deseado hacer con Jane.
Y fue la propia Jane la que lo animó a emprenderlo. Andrew necesitaba
aquel empujón, cumplir con su palabra de que lo intentaría, y lo cierto
es que tampoco perdía nada visitando un país tan espiritual que a buen
seguro lo podría ayudar a poner en orden sus ideas.
32 CAMBIA EL GUIÓN

Lo único que no le gustaba de la propuesta era tener que viajar sin


dinero, puesto que este extremo le producía inseguridad. Pero, al mismo
tiempo, entendía que se tenía que meter en el juego que le proponían
con todas sus consecuencias. De modo que se presentó puntualmente en
la terminal correspondiente.
Como se trataba de un viaje largo, en el avión tuvo tiempo de repartir
sus pensamientos en dos direcciones: qué hacer con su vida profesional y
en qué consistiría aquel misterioso viaje.
A su llegada al aeropuerto había una persona de pronunciados rasgos
hindúes que lo estaba esperando con un letrero, y que lo recibió con una
amable sonrisa de oreja a oreja. Tras el saludo, le entregó un sobre en el
que ponía la palabra Savir, que en hindú significa «líder».
Dentro del sobre encontró otra carta:

Hola, Tim:
Esperamos que hayas tenido un buen viaje. A continuación tendrás que
acompañar al aparcamiento a la persona que te ha entregado el sobre. Via-
jarás en coche a un lugar próximo, pero deberás permitirle que te ponga un
pañuelo en los ojos que te será retirado cuando lleguéis al destino. Si se des-
cubriese que intentas hacerlo tú mismo durante el trayecto, automáticamente
tendrías que regresar al aeropuerto y volver a Nueva York, en cuyo caso, el
proceso habría terminado.

Gracias.

Andrew Martins
Liber Associates

A Tim le inquietaba bastante la idea de taparse los ojos y, al mismo


tiempo, le apetecía ver algo de aquel país, pero no tenía opción. No
obstante, durante la hora aproximada que duró el viaje, como llevaba la
ventanilla bajada, pudo percibir el olor característico de la India, un olor
Las instrucciones 33

específico e indescriptible. Su corazón tardó un poco en tranquilizarse en


tan peculiar situación; cuando lo logró, se quedó dormido durante un
buen rato.
Finalmente, el vehículo llegó a una calle llena de baches y se detu-
vo. El chófer lo ayudó a bajar y lo dejó frente a la puerta de una casa
humilde, como la mayoría en la India, a la que tenía que llamar, según
indicaciones de su guía. Así lo hizo y, de inmediato, le abrió la puerta un
señor, ataviado con una túnica blanca hasta los tobillos y una mirada fija
de ojos negros muy penetrante, que se presentó con el nombre de He-
men, que en hindú significa «rey del oro». Ambos se quedaron inmóviles
durante varios segundos observándose. Tim estaba como hipnotizado.
Acto seguido, Hemen le mostró una pequeña cama que había en aquel
diminuto habitáculo desprovisto de muebles y ornamentación, y con
gestos le indicó que durmiese para descansar de su viaje.
Como ya había cenado en el avión, le pareció una gran idea y se que-
dó dormido a los pocos minutos. Un silencio sepulcral parecía proteger
el profundo sueño de Tim.
A eso de las tres de la mañana, Hemen lo levantó, lo llevó a una pe-
queña colina que había a pocos metros de la chabola y le dijo:
—Te he traído aquí porque quiero que recuperes tus sentidos. Una
persona que no siente está muerta. Es como si el cordón umbilical con
la vida lo tuviese cortado. De manera que quiero que comiences por la
vista y el oído. Para ello te propongo contemplar la luna y la placidez del
silencio tumbado durante varios minutos.
Hemen le explicó que muchas veces nos obsesionamos con nuestros
problemas por no saberlos analizar con perspectiva. Y es que una cosa es
ver, y otra, mirar.
—Con el oído sucede lo mismo: una cosa es oír y otra escuchar. Yo
ahora noto que me escuchas, pero esa no es la cuestión; lo importante es
si has sabido mirar y escuchar las cosas que pasaban en tu vida.
34 CAMBIA EL GUIÓN

Hemen era muy parco en palabras y dominaba el arte de los silencios


a la perfección. Pasados unos minutos le propuso a Tim ir a su chabola
a desayunar un sabar, que consiste en un caldo elaborado con una salsa
agridulce y es muy típico del sur de la India. Lo cierto es que tras mirar
la sopa con cara de no apetecerle mucho pasar por el trance, lo probó.
Una vez acabada su ración, Hemen le remarcó que si no probaba cosas
nuevas, siempre tendría las mismas sensaciones. Y es que al cuerpo había
que darle sensaciones nuevas para que la mente produjese pensamientos
diferentes.
Con el fin de enlazar una sensación con otra, le pidió a Tim que se
tapase los ojos con una tela negra. De manera sigilosa, Hemen hizo pasar
a la estancia a dos niños del barrio. El ejercicio que le propuso consistía
simplemente en acariciar los rostros de las dos personas que los acompa-
ñaban. Así, Hemen tomó la mano derecha de Tim y la acercó a la cara de
uno de los niños; luego haría lo propio con el otro. Con un gesto delica-
do, Tim recorrió desde el mentón a la barbilla sus rostros y se dio cuenta
de que se trataba de unos niños. Al palpar sus cabellos cortos, espetó que
se trataba de dos chicos.
—Es cierto, Tim. Son dos niños que tienen edades similares a las de
tus hijos. Con este ejercicio, he querido hacerte pensar cuándo fue la
última vez que los acariciaste con ternura, distendidamente. Toda perso-
na querida necesita tener esa sensación, precisa incluso de ese contacto
carnal que le haga ver que es cierto. Cuando nuestras manos no acarician,
en nuestro corazón hay hielo.
—¡Pero yo le dedico todo el tiempo que puedo a mis hijos!
—Yo no quiero hablar de tus hijos, quiero hacerte reflexionar sobre
tu comportamiento. A veces, hacer lo que podemos se convierte en la
excusa perfecta porque sabemos muy bien que no es suficiente. Una cosa
es estar físicamente con alguien y otra muy diferente es estarlo física y
mentalmente. Piénsalo y te darás cuenta de las veces que tu mente y tu
cuerpo no estaban en el mismo sitio.
Las instrucciones 35

Por la tarde se fueron a pasear por Nueva Delhi y comenzaron su reco-


rrido por las zonas más deprimidas. Debido a la falta de infraestructuras
y, en consecuencia, a las deficientes condiciones higiénicas en que viven
sus habitantes, las calles despedían un fuerte hedor, hasta el punto de
hacerse difícil respirar con normalidad. Tras media hora de haber inicia-
do el paseo, una mujer le ofreció oler unas flores a Tim, como generosa
muestra de bienvenida. Con este gesto, a Tim le pareció que recuperaba
el olfato de golpe al identificar aquel olor que le era familiar.
Durante el camino todo el mundo lo miraba. Pese a no haberse afei-
tado desde que llegó y al aspecto desaliñado, su piel blanca destacaba
por donde pasasen. Llegando a una plaza, Hemen le propuso detenerse
para beber agua. En la explanada correteaban unos niños que jugaban
al fútbol con una pelota pinchada. Con cara de ensimismamiento, Tim
se deleitó durante una hora viendo la felicidad de aquellos pequeños y
recordando al mismo tiempo su infancia en Boston con los partidos en el
patio del colegio. Sin darse cuenta, se había transportado mentalmente a
un momento de su vida en el que había sido feliz. Y aquellos niños, pese
a ir medio desnudos y sucios, no cesaban de reír.
Leyendo los pensamientos de Tim, Hemen le preguntó en qué pensa-
ba, a lo que aquel contestó:
—Estoy pensando, Hemen, lo felices que son estos niños con lo poco
que tienen. Mejor dicho, la felicidad que he podido ver en muchas de
las personas que hemos visto en este paseo, a pesar de vivir en la extrema
pobreza.
—La grandeza de estas personas, Tim, está en lo que son y no en lo
que tienen. Y son ricos porque se limitan a vivir cada día como si fuese el
último. La llave de la felicidad no reside en las cosas materiales, sino en
aquellas que no se pueden tocar y que nos hacen sentir bien con nosotros
mismos.
—Pero yo he sido feliz con la vida que tenía, Hemen.
36 CAMBIA EL GUIÓN

—Tú lo has dicho, Tim, has sido feliz, pero ¿lo eres ahora?
—Tengo la sensación de haber estado ciego, de no haber valorado
todo cuanto tenía en la vida, de lo afortunado que era…
—De todos los sentidos, el de la vista es el fundamental. Pero tus ojos
no estaban ciegos: el que estaba ciego era tu corazón. En tu cabeza te
habías configurado un esquema en el que tu percepción de la vida estaba
condicionada por unos objetivos superficiales que, a su vez, te crearon
unas obligaciones. Te habías apartado del camino de lo importante y
estabas sin ser consciente de ello en una carretera secundaria, creyendo
que ibas por una autopista. Ya no valorabas nada de lo que tenías porque
tus objetivos esclavizaban tu vida.
—El viernes partirás hacia Nueva York, pero antes me gustaría que
me apuntases en un papel tus conclusiones sobre lo que has aprendido
en este viaje.
Y fundiéndose en un abrazo se despidieron, no sin antes recordarle:
«El trabajo es solo una parte de tu vida. Escribe el guión de nuevo».

Conclusiones
t Nuestra manera de ver la vida condiciona nuestros objetivos.
Si no valoramos lo que tenemos, no seremos felices buscando
más. Hay que utilizar todos los sentidos para tomarle el pulso
cada día a nuestra vida.
t Analizar con perspectiva nuestros problemas nos dará una ma-
yor objetividad para solucionarlos. Hay que salirse del proble-
ma para resolverlo con imparcialidad y valentía.
t Las necesidades que nos creamos nos llenan de obligaciones
que tenemos que saber si nos compensan, pues limitan nues-
tra capacidad de elegir.
7
La maratón

En el aeropuerto de Nueva York lo esperaba un chófer que lo llevó a su


casa y le dio un nuevo sobre que no podía abrir hasta pasada una sema-
na. Iba dirigido a la atención de Savir, al igual que el que le habían en-
tregado en la India, y contenía nuevas instrucciones del señor Martins.
Los días que sucedieron, Tim los aprovechó para explicarle a Jane
todo lo que había hecho en su viaje. Se le veía más sereno, fijaba más la
mirada cuando hablaba, escuchaba… Y, sobre todo, se mostraba mucho
más cariñoso con sus hijos. Tampoco parecía estar preocupado por su
futuro. Simplemente se le veía disfrutando del presente.
A los tres días de haber llegado del viaje, su mujer le propuso salir a
cenar a un restaurante los dos solos. Eligieron uno al que solían ir cuando
eran novios, de decoración minimalista y ambiente romántico. El objeti-
vo de Jane era ni más ni menos que profundizar en sus conclusiones, pero
Tim no quería añadir mucho más a lo que ya le había explicado. Tan solo
apostilló que había aprendido que con muchas menos cosas se puede ser
feliz y que había que disfrutar cada día. Ningún trabajo, nada en la vida
justifica que nos quememos en su transcurso.
El resto de la velada lo dedicaron a hablar de los niños y a hacer planes
para pasar las vacaciones del próximo verano.
Al cabo de una semana, Tim abrió el sobre, que decía:
38 CAMBIA EL GUIÓN

Hola, Tim:
Esperamos que hayas descansado de tu estancia en la India. Como segun-
do paso, me gustaría que quedásemos en la puerta del Madison Square Gar-
den para seguir con el plan. Si te parece, quedamos a las nueve de la mañana.
Por cierto, avisa a Jane de que no vendrás a comer.
Gracias.

Andrew Martins
Liber Associates

A las nueve de la mañana, Andrew se reunió con Tim en el lugar con-


venido, y pasándole el brazo por encima del hombro, le dijo:
—Mira, Tim: antes que nada, quisiera aclararte que por el momento
no quiero que hablemos de tu viaje a la India; ya tendremos tiempo. Hoy
quiero presentarte a un amigo que es el dueño del gimnasio al que voy
desde hace más de veinte años.
Enseguida llegaron al gimnasio privado de Ryan Buton. El local no
tenía ningún letrero en la fachada que lo identificase y se accedía a él
desde un edificio situado entre dos rascacielos que lo hacían pasar inad-
vertido. Con una entrada cochambrosa, se parecía más a la recepción de
uno de aquellos gimnasios de boxeo que salen en las películas en blanco
y negro que a uno ubicado en el centro de la ciudad más cosmopolita y
moderna del mundo.
Ryan los estaba esperando y Andrew lo presentó como el hombre que
le había cambiado su cuerpo y su mente. Contó que, por consejo de un
amigo, hacía muchos años que había acudido a él para que lo ayudase a
liberarse de los muchos kilos que le sobraban. Y con aquel propósito dio
con un hombre que no solo consiguió ese objetivo, sino que lo ayudó a
dosificar su energía, algo mucho más importante.
La maratón 39

—Nunca me habría imaginado que usted hubiese sido una persona


obesa, señor Martins.
—Pues sí, Tim. Pero si no hubiese sido por aquel problema, no habría
conocido a Ryan. Cosas del destino.
—De todas formas, no me cuadra que usted, con todo el dinero que
tiene, le apetezca venir a un sitio tan poco vistoso como este.
Ryan interrumpió en seco la conversación entre ambos para aconsejar
a Tim que no sacase nunca conclusiones precipitadas, y cogiéndolo de la
mano, lo ayudó a adentrarse por un largo pasillo hasta llegar a un fabu-
loso gimnasio, dotado de la última tecnología, que tenía como socios a
conocidos empresarios, políticos e incluso artistas de la ciudad. Sorpren-
dido, Tim le preguntó:
—Pero, Ryan, ¿por qué esa diferencia entre la impresión que da el
gimnasio visto desde su entrada y lo que realmente es?
—Pues por una razón muy simple. Aquí no quiero curiosos, ni pe-
riodistas del corazón, ni ricos que vengan a hacer lo que les dé la gana…
Solo quiero a personas que vengan recomendadas por alguien que haya
tenido una buena experiencia con nosotros y a los que su dinero no les
impida escuchar.
—Pero yo no estoy gordo y tampoco en baja forma…
Interrumpiendo la conversación, el señor Martins dijo que él ya no
hacía nada allí y que se marchaba al despacho.
—Mira, Tim. Esta es tu ropa –le mostró Ryan por toda repuesta–. Si
te parece, te cambias y dejas que eso lo valore yo.
Tras hacerle una pruebas médicas muy completas y pedirle que hi-
ciese unos cuantos ejercicios en las diversas máquinas, le dijo que ya era
suficiente y que lo esperaba al día siguiente a las siete de la mañana, ya
vestido con la equipación deportiva.
40 CAMBIA EL GUIÓN

—De acuerdo, aquí estaré.


Tim acudió puntual a su cita. Una vez allí, Ryan, que a pesar de sus casi
setenta años aún bajaba ágilmente las escaleras, le pidió que lo acompañase.
—¿Y por qué bajamos andando en lugar de coger el ascensor, Ryan?
—Porque a mi edad no me puedo arriesgar a que nos quedemos atas-
cados en el ascensor hasta que venga el próximo relevo de conserjes, a eso
de las nueve. A mis años, dos horas es mucho tiempo, y no quiero perder
ni un minuto de disfrutar la vida.
Ya en la calle, mientras caminaban, Ryan aprovechó para explicarle lo
que iban a hacer.
—El plan de hoy, Tim, consiste en ir a correr.
—¿Correr y ya está?
—Sí, solo correr.
—Pero, ¿qué circuito haremos? ¿Cuántos kilómetros correremos y
cuánto tiempo emplearemos?
— Simplemente, dedícate a correr.
Tras dos horas de recorrido, Tim se detuvo diciendo que ya no podía
más.
—¿Cómo que ya no puedes más? ¿Estás seguro?
—Segurísimo. El hecho de no conocer el objetivo que nos proponía-
mos me ha hecho desfondarme físicamente.
—Muy bien, pues hoy ya has aprendido la primera lección: nunca
funciones sin objetivos. Y si no los pones tú, insiste hasta que te expli-
quen bien cuáles son.
Al día siguiente volvieron a quedar a las siete de la mañana y lo prime-
ro que hizo Tim fue preguntarle cuál era el objetivo del día.
La maratón 41

—Estupendo, Tim. Veo que te acuerdas de la lección de ayer. El ob-


jetivo de hoy es prepararnos para correr una maratón.
—¿Una maratón? No lo podré conseguir…
—Sí, una maratón. Tenemos mucho trabajo, así que vamos.
Aquel día corrieron un cuarto de hora más que el día anterior y cuan-
do Ryan dio por terminada la sesión, Tim volvió a tirarse por el suelo,
aunque no se encontraba tan cansado.
—Hoy me tienes que hacer tú la pregunta, chico.
—Ok, Ryan… ¿y qué hemos aprendido hoy?
—Dímelo tú…
—Pues hoy hemos aprendido que si sabes cuáles son tus objetivos
puedes dosificar mejor tu energía. Y la verdad es que hoy me he cansado
menos que ayer.
—¡Bingo! El esfuerzo que hay que realizar nunca puede ser superior
al total de nuestras fuerzas.
Al llegar a casa, Tim le contó a Jane que habían vuelto a ir a correr
y que Ryan quería hacer una maratón. ¡Ese hombre está loco! ¡Cómo
voy a hacer 42,195 kilómetros si casi no aguanto ni dos horas seguidas
corriendo!
Al día siguiente, para cumplir el objetivo el tiempo se había incre-
mentado varios minutos, y así sucesivamente durante dos meses, plazo
en el que Tim no tenía que ir al despacho y en el que tampoco recibió
noticias de Andrew Martins. De esta forma, todas las tardes de entre
semana y los domingos los tenía libres, ya que los sábados también se
citaban para ir a correr.
Ryan era una persona afable, pero de pocas palabras, así que el rato
que se veían se dedicaban fundamentalmente a correr.
42 CAMBIA EL GUIÓN

Día tras día, Tim, que había abandonado el deporte en su última fase
profesional, le empezó a coger gusto a aquella rutina, al tiempo que se
sorprendía de cómo un hombre que rozaba los setenta años podía estar
en tan buena forma. Por eso un día, finalizada la sesión, no pudo conte-
nerse más y se lo preguntó:
—Oye, Ryan, no te lo tomes a mal, pero, ¿cómo es que estás tan en
forma con la edad que tienes? Vamos incrementando la velocidad y veo
que sigues siendo tú el que marca el ritmo. Es impresionante.
—Siempre me ha gustado el deporte, y he sido muy constante y dis-
ciplinado en su práctica. No hay más secreto, porque no me supone
ningún sacrificio.
—Yo había sido muy deportista hace unos años, pero de un tiempo a
esta parte, el despacho no me dejaba huecos para practicarlo.
—No te engañes, Tim. Siempre hay huecos si uno quiere. Tú no es
que hubieses dejado el deporte, es que te habías dejado a ti mismo.
Y llegando a una esquina de Central Park, Ryan se despidió un tanto
bruscamente porque habían acabado la sesión y quería que Tim reflexio-
nase sobre lo que le acababa de decir.
Estando ya en el tercer mes de aquella espartana preparación, Ryan
le trajo a Tim un folleto de la famosa maratón de Nueva York, que se
celebraba al cabo de tan solo un mes. Este quedó fascinado porque no se
esperaba que el reto iba a ser la prestigiosa carrera de la ciudad.
—Pero, ¿nos va a dar tiempo, Ryan? Solo nos quedan cuatro semanas.
—Desde que empezamos a trabajar, yo ya tenía previsto que este fuese
el objetivo, pero en aquel momento tu fortaleza mental era muy justa.
Durante todo este tiempo hemos trabajado para que tu condición física
mejorase, pero sobre todo la mental. Si en aquel momento te hubiese
dicho que la meta de la preparación era la maratón de Nueva York, quizá
habrías abandonado. De este modo, lo que he hecho es fraccionar ese
objetivo por días y, casi sin darte cuenta, has sido capaz de correr 35
La maratón 43

kilómetros de un tirón. Por lo tanto, la tercera gran conclusión es que, si


dosificas con inteligencia tus objetivos, puedes alcanzar grandes metas.
Estoy seguro de que lo lograremos, pero recuerda que el objetivo será
llegar, nada más y nada menos. Además, si yo, que soy un abuelo, lo voy
a conseguir, seguro que tú también.
Pasaron las semanas y llegó el gran día. Tim estaba un poco nervio-
so porque quería hacer la maratón al completo, pero tenía dudas sobre
cómo respondería su cuerpo.
Con calambres en las piernas y casi extenuado, finalmente Tim al-
canzó la meta unos veinte minutos después de que lo hiciese Ryan. Al
encontrarse, se fundieron en un emocionado abrazo, y en cuanto el pulso
se sosegó, Ryan le susurró a su pupilo al oído:
—Lo has conseguido. Espero que con esto te hayas demostrado que
eres capaz de hacer cuando te propongas en la vida si diseñas objetivos
acordes con tus posibilidades y te vacías en el empeño.
»A partir de mañana, decide si quieres seguir haciendo deporte o no,
pero sobre todo, plantea con inteligencia cómo quieres vivir. Yo solo te
pediré que me apuntes en un listado las conclusiones de esta experiencia.
Mi misión ha concluido.
—No te olvidaré Ryan. Y no dudes de que te iré a ver.

Conclusiones
t Nunca funciones sin objetivos.
t Define metas acordes con tus posibilidades.
t Si dosificas tu energía y escalonas tus objetivos con inteligen-
cia, podrás conseguir lo que te propongas.
8
El circo

Cada experiencia que Tim vivía le hacía tener una mayor paz interior,
lo que hacía mucho tiempo que no experimentaba. Algo le decía que
aquella serie de acontecimientos provocados por el astuto socio del bu-
fete, Andrew Martins, lo estaban ayudando a canalizar mejor sus pen-
samientos y emociones, y en definitiva, a dominar su mente. Lo cierto
es que durante todas aquellas semanas no había vuelto a pensar en su
trabajo; más bien tenía la sensación de que estaba haciendo un repaso
a su conducta, a sus sentimientos… Era como una revisión de su vida,
remontándose incluso hasta la infancia en algunos casos, para encontrar
respuestas sobre sí mismo.
En ese ejercicio, una conclusión lo llevaba a otra, y empezaba a pen-
sar que quizá se había dedicado toda la vida a hacer lo que debía y no
lo que quería. Parecía como si los objetivos para ser feliz en su vida se lo
hubiese marcado siempre el entorno y no él mismo, curiosa sensación
para alguien que hasta la fecha se consideraba muy racional en la toma
de decisiones.
Cuando se levantaba por las mañanas, Tim ya no notaba aquella sen-
sación de miedo por tener que enfrentarse a sus obligaciones. Es cierto
que todavía no se había reincorporado al despacho, pero aquel nerviosis-
mo al que no encontraba sentido desapareció. Incluso recordaba cómo
en una de las últimas conversaciones con su mujer, antes de su crisis per-
sonal, le había dicho que, de podérselo plantear, no le habría importado
jubilarse, cuando él siempre había alardeado de que no se retiraría nunca
y de que uno de sus sueños era seguir siempre vinculado al despacho y
46 CAMBIA EL GUIÓN

formar parte de aquel selecto consejo de administración formado por


célebres profesionales del derecho.
En sus pensamientos no encontraba ninguna explicación para haber
dejado a la deriva tan desafortunadamente su propia vida profesional.
No comprendía cómo había podido resistir tanto tiempo sin sentido en
el trabajo.
Todas aquellas conclusiones le estaban ocasionando una tormenta
mental que quería experimentar hasta el final.
Pasados unos días, volvió a recibir otro sobre de Andrew. Era el terce-
ro y no sabía cuántos más llegarían. Lo cierto es que le hacía ilusión se-
guir con aquel juego porque notaba sus efectos, un juego que solo podía
haber sido diseñado por alguien muy inteligente y que conociese muy
bien el shock mental en el que el se encontraba inmerso.
La nueva carta decía:

Hola, Tim:
Esperamos que estés recuperado de la maratón. Ahora nos gustaría propo-
nerte una actividad más relajada. Para ello, te rogamos que acudas mañana
a las once de la mañana al barrio de Jackson Heights, en Queens, y preguntes
por el Gran Phoenix.
Gracias.

Andrew Martins
Liber Associates

Como era costumbre en él, Tim llegó puntual a su cita. Una vez en las
inmediaciones preguntó en una gasolinera por el referido señor Phoenix.
El encargado que lo atendió se quedó paralizado durante unos instantes,
con cara de sorprendido, y le contestó:
El circo 47

—Mire usted, no conozco a ningún Gran Phoenix. Lo único que se


me ocurre es que vaya cuatro manzanas en aquella dirección y pregunte
en el Circo Prosperity, ya que suena a nombre artístico, ¿no cree?
—Pues me ha dado usted una idea. Muchas gracias.
Una vez delante del espectacular circo, vio un cartel donde se presen-
taban las dos atracciones estrella: la actuación de los leones y las acroba-
cias del Gran Phoenix.
Despejada su principal duda, preguntó a un joven vestido de payaso
si le podía indicar dónde encontrar al Gran Phoenix. Este le indicó que
seguramente estaría a punto de ensayar en la carpa central.
De camino hacia la carpa se encontró con un mundo mágico que lo
transportó a su infancia por unos momentos: se acordó de las dos veces que
sus padres lo habían llevado a una función cuando era pequeño. Pensó que
ese mundo no dejaba de tener su encanto, puesto que era gente que vivía
por y para el espectáculo, lejos de un trabajo convencional. Era un grupo
de profesionales que, al mismo tiempo, constituían una gran familia.
Ya en el interior de aquel toldo gigantesco, preguntó por el Gran
Phoenix y le dijeron que lo podría encontrar al otro lado de la pista. Se
trataba de un trapecista de unos cincuenta años, con aspecto saludable,
que nada más verlo le dijo que lo estaba esperando.
—¿Así que tú eres Tim?
—Efectivamente. Y tú el Gran Phoenix, ¿no?
—Sí, señor. Bueno, muchacho, me han dicho que eres abogado. Debe
de ser bonito eso de defender a la gente, ¿no?
—Sí, aunque mi actividad está más dirigida a las empresas que a de-
fender los intereses de particulares. Trabajo en el área laboral.
—Pero eres afortunado por trabajar en una empresa tan importante,
¿no crees?
48 CAMBIA EL GUIÓN

—Sí, la verdad es que he tenido mucha suerte, aunque de un tiempo


a esta parte no me han ido muy bien las cosas, y estoy bastante quemado
con mi trabajo.
—Mira, Tim, ahora me toca ensayar. Si te parece, espérame ahí, que
tengo para unos quince minutos. Fíjate especialmente en mi último nú-
mero.
—Encantado, Gran Phoenix.
—Llámame River, que es mi auténtico nombre.
—De acuerdo, así lo haré. Suerte.
Tras unos minutos de severos estiramientos y mientras fijaba su con-
centración, comenzó a subir al trapecio inferior, que se encontraba a
unos diez metros del suelo.
Era sorprendente la agilidad con la que aquel hombre ascendía. Allí,
a pocos metros de la red, aún impresionaba más la altura desde la que
River se disponía a practicar.
Fueron unos minutos espectaculares. En un silencio sepulcral, iba
combinando unas volteretas imposibles. Parecía como tuviese público
observándolo y quisiera exhibirse todo lo posible. En todo aquel rato
no se cayó ni una sola vez. Su mirada transmitía seguridad y, al acabar
cada ejercicio regalaba una sonrisa al infinito. Era como demostrarse a sí
mismo que había sido capaz de hacerlo una vez más.
Llegado al último número, gritó desde lo alto:
—Mira, Tim. El próximo te lo dedico.
Tras subir ocho metros más, River mantuvo en su manos horizontal-
mente una especie de pértiga que lo ayudaba en su equilibrio. La atrac-
ción consistía en cruzar el cable de lado a lado con los ojos vendados.
River estaba en lo alto y nadie le prestaba atención. Todo el mundo
tenía muy asumido que no habría ningún problema. Incluso un hombre
El circo 49

con atuendo de payaso y ya entrado en años, al ver la cara de ensimisma-


miento y preocupación de Tim, se atrevió a comentarle:
—¡No padezcas, hombre, que en los treinta años que lleva con noso-
tros, solo se ha caído una vez! River es un grandísimo profesional.
Acabada la actuación, el funámbulo, sudando como si saliese de una
sauna, bajó por la escalera de cuerda dispuesto a continuar su conversa-
ción con Tim.
—¿Qué te ha parecido?
—Me ha parecido aún más espectacular que visto desde la gradería.
No recordaba esta actuación con la dificultad que hoy he visto que tiene.
Pero ¿cómo consigues estar tan en forma?
—En el circo se trabaja mucho para lograr ofrecer a nuestro público
unos diez minutos brillantes en los que no puede fallar nada. Para ello,
en mi caso, me levanto a las siete de la mañana y voy a correr, luego hago
estiramientos variados y gimnasia durante una hora y media. También
me cuido mucho la alimentación. Pero lo más importante es que todo lo
hago con ilusión.
—¿Y cómo consigues estar motivado después de tantos años?
—Mi actitud es muy positiva en todo lo que hago. Siempre veo el
vaso medio lleno, lo cual no significa que sea un idealista u optimista
nato. Y es que hace muchos años que aprendí que para mejorar en cual-
quier disciplina hay que tener un buen tono personal y muchas ganas
de superarse. De este modo, cada día pienso en hacer acrobacias nuevas,
hablo con compañeros de profesión para conocer en qué están innovan-
do… tengo inquietudes.
—Eso está muy bien, pero cuando uno lleva haciendo las mismas
cosas mucho tiempo, se acaba acomodando y desmotivando, ¿no crees?
—De hecho, hoy te quería hablar de dos cosas en ese sentido. Una de
ellas es precisamente la motivación. Las motivaciones en la vida se las tie-
50 CAMBIA EL GUIÓN

ne que crear uno mismo. Nadie te animará para que hagas tal o cual cosa.
Tendrás que ser tú mismo el que se cree la ilusión de hacer algo nuevo o de
mejorar cada día. Si tú quieres darle mayor sentido a tu trabajo, siempre
se lo podrás encontrar, basta con que quieras proponértelo. Hay muchas
personas que adoptan el papel de víctimas en la vida, precisamente porque
esperan que sean otros los que les lleven el aire fresco a su existencia. Esas
personas llegarán al final de sus días con muchas cosas por hacer porque
siempre había algo que les impedía tomar la iniciativa. Y lo peor de todo
es que esa sensación suele acabar en frustración.
—¿Tú nunca has tenido bajones?
—Como todos los demás. Llevo toda la vida dedicado al circo, y he
pagado un peaje muy caro por ello. Mi mujer y mi hija, con apenas diez
años, me dejaron porque no les gustaba vivir en una roulotte e ir de un
lado para otro. Querían un estilo de vida mucho más estable y seguro, y
en el circo todo es muy incierto. Muchas veces me arrepentí de no haber
tomado otra decisión. Con los años me he dado cuenta de que tenía cua-
lidades para hacer otras cosas si me lo proponía, pero en aquel momento,
el circo lo era todo para mí. Buscaba el éxito y estaba dispuesto a pagar
el precio que hiciese falta. Estaba cegado en ese empeño y creía que con
ello enriquecería mi vida, cuando lo que estaba haciendo era destruirla.
»Fue una época en la que estaba confundido, enfadado conmigo
mismo. De hecho, la única vez que me he caído del trapecio fue en ese
periodo. Había perdido la concentración.
»Ahora, muchos años después, puedo decir que he conseguido la
fama, pero hubiese sido mucho mejor haber conservado a mi familia. Me
han pasando los años y nadie me espera. Estoy solo y, lo que es peor, me
siento solo. No obstante, he aprendido la lección y he sabido levantarme.
—Pero si te diste cuenta de que era un error, ¿por qué no trataste de
volver con ellas?
—Lo intenté, pero ya era demasiado tarde. Debería haber reacciona-
do antes. Era un tiempo en el que solo pensaba en mí. Tenía una fijación
El circo 51

y no estaba equilibrado. Y precisamente ese es el segundo asunto del que


quería hablarte: la importancia del equilibrio.
»De hecho, he querido que te fijases con gran atención en el ejercicio
con la barra. Se trata de un número en el que tienes que estar muy
concentrado y confiar mucho en ti mismo. La barra juega un gran papel
en todo ello porque te ayuda a tener más claro dónde está tu centro de
gravedad. De este modo, no puedes bascularte más a la izquierda que a
la derecha por mucho tiempo, es decir, pasa lo mismo que en la vida.
Imagina que en uno de los lados está tu vida personal, y en el otro, la
vida profesional. Podrías tener una inclinación hacia un lado u otro, pero
esta no puede prolongarse en el tiempo, debe rectificarse de inmediato.
Si lo piensas un poco más detenidamente, todo en la vida es equilibrio.
La descompensación y los excesos no son buenos. Uno no se puede sentir
un día el rey del mundo, y al día siguiente, un ser despreciable que no
cuenta para nadie. La vida me ha enseñado la importancia de la constan-
cia y de no desfallecer cuando las cosas nos salen mal. No podemos dedi-
carle toda nuestra energía y tiempo al trabajo porque se lo robaríamos a
nuestra vida personal. Y en la vida personal está la familia, que, sin duda,
es lo más importante que tenemos.
»Un trabajo es un trabajo. En mi caso, me recordarán como un gran
profesional, pero yo siempre sabré que he fracasado en lo personal. Y, no
te quepa duda, el peor fracaso es con uno mismo y no con los demás.
»De joven pensaba que el éxito me traería el dinero, y que ese dinero
podría hacer que mi familia fuese más feliz. Ya de mayor me he dado
cuenta de que la felicidad la aportan las cosas que no se pueden comprar.
El éxito constituye una satisfacción personal, pero si para lograrlo tene-
mos que sacrificar a la familia, como fue mi caso, no merece la pena. El
dinero es solo una consecuencia y nunca un fin.
»Tú, Tim, tienes dos grandes ventajas respecto a mí. Posees una muy
buena formación y dispones de tiempo para rectificar. El destino te ha
conducido a esta situación, pero hoy es el primer día del resto de tu vida.
Tienes tiempo para cambiar las cosas.
52 CAMBIA EL GUIÓN

»Tu vida no puede depender de nadie. Tienes que timonearla tú. Tus
ilusiones no pueden supeditarse a circunstancias que no controlas. Tú
debes poner los medios para que te vaya bien, y para ello, tienes que
priorizar.
—Pero tengo miedo al fracaso, River. Toda mi vida me ha costado
mucho creer en mí mismo y lo conseguí de alguna manera en Liber As-
sociates. De pequeño, la inestabilidad emocional de mis padres impedía
que aflorase mi potencial personal. Y fue en el bufete donde me supieron
valorar, me promocionaron, me respetaron. Allí me encontraba seguro y
allí obtuve la recompensa al importante esfuerzo que hacía en beneficio
de la compañía.
»Pero tuve una decepción muy grande por no ser promocionado a
gerente dentro del área laboral, y a partir de allí empezaron mis dudas. Es
como si todo mi mundo se hubiese desmoronado en un momento. Me
sentía frágil, infravalorado, desnortado. Todo era justo lo contrario de lo
que aquella organización me había aportado hasta entonces. A partir de
ahí dejé de escuchar, de mirar… me encerré en mí mismo intentando
forzar una solución que no dependía de mí. Me alejé de todo y de todos.
Todas las mañanas pensaba de dónde sacaría fuerzas para seguir. ¡Cuánto
daño me hice!
—Lamentándonos no ganamos nada. Tienes que enterrar todas las
creencias que te han hecho sentirte inferior y apoyarte en tus puntos fuer-
tes, que seguro que son muchos. Después de una calamidad, la recons-
trucción de uno mismo se logra aferrándose a lo que mejor sabe hacer.
»Estoy seguro de que esta circunstancia te ha hecho conocerte mejor y
madurar, por lo que podrás rentabilizarla el resto de tu vida. No importa
la altura desde donde haya caído uno, sino las ganas de levantarse con
rapidez y de aprender de los errores. Yo he cometido muchos fallos en
mi existencia y, pensando de forma positiva, los he conseguido superar.
»En tu vida las cosas te iban bien. Cualquiera se moriría de envidia por
haber estudiado en Harvard y trabajar donde lo has hecho tú. El proble-
El circo 53

ma es que habías dejado que los demás te gobernasen. Yo, cuando estoy
en el alambre, dependo de mí mismo, y a pesar de que hay una red abajo,
solo pienso en que puedo conseguir lo que me propongo. A ti te toca bus-
car tu equilibrio para pisar seguro sobre el alambre de la vida.
—Muchas gracias, River. Pensaré en todo lo que me has dicho, que
no es poco.
—Por cierto, te ruego que me apuntes en un papel tus conclusiones.

Conclusiones
t El principal motor profesional es la actitud. Con una buena
actitud se consiguen grandes metas.
t Las motivaciones las creamos las personas.
t El equilibrio en todos los aspectos de la vida nos tiene que per-
mitir distribuir nuestra energía de manera compensada. Para
ello hay que saber priorizar lo importante de lo que realmente
no lo es.
t Cuando nos caemos, lo fundamental es saberse levantar y
aprender de los errores.
9
La caja

Tim se marchó del circo ilusionado como un niño. No sabía cuál de los
encuentros, con Hemen, con Ryan o con River, le había aportado más
enseñanzas, pero daba igual porque consideraba a los tres muy sabios.
Curiosamente, se trataba de tres personas entradas en años, pero activas y
con muchas ganas de vivir, que le habían marcado un antes y un después
en su vida.
Por las mañanas ya se levantaba con más ganas y se iba a correr diaria-
mente durante más de una hora. Había adquirido el hábito de encontrar
un equilibrio entre su cansancio mental y físico. Además, el hecho de
hacer deporte con regularidad le permitía estar más receptivo y fresco.
De este modo, no le sobraba ni un minuto, ya que durante aquellas se-
manas estuvo haciendo todo lo que siempre había querido hacer y nunca
había podido: visitó varios museos, se perdía por Little Italy y se paraba
a hablar con la gente; incluso cogió un helicóptero para sobrevolar Man-
hattan, algo que siempre le había hecho ilusión. Es decir, tenía el tiempo
para hacer muchas cosas que durante años habían permanecido en su
carpeta mental de asuntos pendientes.
Un día se entretuvo paseando y llegó a comer a eso de las tres y media.
Cuando entró por la puerta se encontró en el recibidor una caja que acaba-
ban de traer. Jane había ordenado a la empresa de mensajería que la dejasen
allí porque iba muy apurada de tiempo, con lo cual tampoco se paró a pen-
sar sobre su contenido. En la parte superior de un sobre plastificado podía
leerse «para Savir», así como su nombre real entre paréntesis. Debido a que
su volumen era considerable, Tim no pudo resistir la tentación de abrir la
caja antes que el sobre.
56 CAMBIA EL GUIÓN

Dentro había un camaleón de unos 25 centímetros de largo. La expre-


sión de Tim fue de alegre sorpresa, ya que era un amante de los animales.
De hecho, en muchas ocasiones le había propuesto a Jane comprarse un
perro, pero esta no aceptaba porque consideraba que daban mucho tra-
bajo. Tras unos segundos de ensimismamiento, pensó de inmediato cuál
sería la reacción de su mujer, que en aquel momento estaba en la cocina
con la puerta cerrada.
Acto seguido, buscó el remite para saber quién y por qué le habían
enviado un camaleón. El remitente era, una vez más, Andrew Martins.
La carta adjunta decía lo siguiente:

Hola, Tim:
Espero que te hayamos vuelto a sorprender. En esta ocasión hemos querido
regalarte un camaleón cuyo nombre es Savir, que como bien sabes, significa
«líder» en hindú, nombre con el que cariñosamente te bautizó Hemen.
Se trata de una especie originaria de Madagascar, de las ciento sesenta
tipologías existentes, y es de los que cambia de color. Así, espero que pienses
en la importancia de saber adaptarte a los diferentes entornos, como lo hace
el camaleón para pasar desapercibido entre sus enemigos y sobrevivir mejor.
Mirándolo cada día espero que te acuerdes de esta cualidad y de lo bene-
ficioso que es aplicarla en el entorno profesional.
Un abrazo.
Andrew Martins
Liber Associates

Tim entendió enseguida el nuevo mensaje y la importancia que tenía


esa cualidad de adaptación en su profesión. Y rememorando experien-
cias vividas, se acordó de su malogrado amigo Peter, que era un perfec-
La caja 57

to ejemplo de camaleón y de superviviente. Siempre sabía encajar las


circunstancias, por malas que fuesen, y nunca se quejaba. Observaba,
escuchaba y entendía a la perfección lo que querían los clientes, pero
también hacía lo mismo a la hora de relacionarse con sus compañeros y
superiores. Era siempre políticamente correcto. Su recuerdo hizo que le
saltaran las lágrimas.
Recuperó la calma y llegó a la conclusión de que tenía que haber sido
más camaleónico y haber entendido mejor los cambios que se habían
producido en el bufete. El hecho de estar tan preocupado con su promo-
ción a gerente le había hecho olvidar lo que la compañía necesitaba y lo
que esperaban de él, que seguramente no era lo mismo que en las fases
anteriores. Sin duda, había estado aplicando su energía en la dirección
equivocada.
También reconocía que los buenos profesionales debían saber en todo
momento lo que se espera de ellos y estar atentos a los cambios, pues
los mercados son dinámicos y las compañías se tienen que amoldar a los
nuevos escenarios. Se dio cuenta de que vivir ajeno a esa realidad no era
precisamente lo que se esperaba en los puestos de responsabilidad.
Tim tenía claro que cuando uno no mira hacia adelante, posiblemen-
te se ha parado o está retrocediendo, y que mirando hacia adelante se
puede aportar más, ser más creativo y, por lo tanto, valioso.
Había entendido que siendo más flexible se convertía en parte de la
solución y no en parte del problema. En cierto modo, era él quien se
había alejado de la organización y no la organización de él. Y que, al
igual que J. F. Kennedy en su discurso inaugural como presidente de los
Estados Unidos dijo: «No preguntes lo que tu país puede hacer por ti,
pregúntate lo que puedes hacer tú por tu país», los profesionales debían
preocuparse por aportar y no solo pensar qué les pueden aportar sus res-
pectivas organizaciones.
Sin lugar a dudas, aquel camaleón sería una buena fuente de inspira-
ción; actuaría de recordatorio.
58 CAMBIA EL GUIÓN

En este caso y sin pedírselo nadie, Tim optó por anotar algunas con-
clusiones.

Conclusiones
t Observar los cambios permanentemente nos ayudará a com-
prender la realidad.
t Hay que ser flexibles respecto de las necesidades laborales que
las empresas pueden sufrir y adaptarse a ellas.
t Lo importante es ser eficaces y entender lo que se espera de
nosotros en todo momento. Saber escuchar, interpretar y ade-
lantarse es fundamental para no pasar de moda.
10
Tormenta de ideas

La misma noche que recibió el camaleón, Tim se despertó desvelado por


la tormenta de ideas que rondaba por su cabeza, así que optó por levan-
tarse de la cama e ir a la mesa de la cocina a hacer cuatro anotaciones con
el fin de no olvidarlas.

—¿Qué ideas centrales me han quedado sobre los valores?

Valores
Los valores son principios que nos permiten orientar nuestro compor-
tamiento para realizarnos como personas. Son creencias fundamentales
que nos ayudan a preferir, apreciar y elegir unas cosas en lugar de otras,
o a mantener un comportamiento y no otro. También son fuente de sa-
60 CAMBIA EL GUIÓN

tisfacción y plenitud. Nos proporcionan una pauta para formular metas


y propósitos, personales o colectivos. Reflejan nuestros intereses, senti-
mientos y convicciones más importantes.
Pero los valores nos hacen establecer unos puntos de referencia que
configuran nuestra percepción de la vida. De este modo, si nos educan
inculcándonos que triunfar en la vida es estudiar en una universidad
prestigiosa, vivir en una zona residencial y conducir buenos coches, todo
lo que logremos fuera de este esquema podría hacernos tener la sensación
de que hemos fracasado.
Por ello, los valores se establecen a partir de nuestras creencias. Si yo
me creo que triunfar es eso, no podrá ser lo contrario. Y desde ese para-
digma estableceré con posterioridad los objetivos y adoptaré las actitudes
necesarias para lograrlos.
De este modo, yo tenía la creencia de que trabajar de abogado en un
buen bufete y percibir una elevada retribución eran lo principal en mi
vida, pensando, al mismo tiempo, que era una persona importante por-
que disfrutaba de esa privilegiada posición.
—¿Y qué entiendo por objetivos?

Objetivos
Los objetivos son el fin al que se dirige una acción determinada. Para que
los objetivos estén bien definidos, los medios para lograrlos deben ser los
adecuados y proporcionales a ellos. De nada sirve plantearse metas que
no podremos alcanzar porque no estamos lo suficientemente cualificados
para poder desarrollarlas.
Si en el bufete la prioridad era lograr nuevos clientes, no tenía mucho
sentido que premiasen a quienes no estaban aportando nada en ese obje-
tivo tan vital para la compañía.
Pero para alcanzar los objetivos tengo que saber dosificar mi energía
y posibilidades. Es decir, tan malo es sobreestimar las capacidades que
Tormenta de ideas 61

poseo como no saber administrarlas. De esta forma, si en una fase de mi


vida profesional me desgasto más de lo necesario, acusaré esa fatiga tarde
o temprano. Por eso, es conveniente que contemple la vida profesional
como lo haría un corredor de maratones, y no como un corredor de cien
metros lisos. Tengo que saber medir el esfuerzo y el descanso, de manera
que no me aleje de los objetivos o que sienta la necesidad de abandonar
a mitad de camino.
En mi carrera en el despacho no medí bien los tiempos. Creía que con
un esfuerzo lineal obtendría los mismos resultados de los años anterio-
res. Pero el despacho había crecido, el mercado estaba en crisis. Por otra
parte, yo tenía más experiencia y, por lo tanto, estos factores de cambio
exigían que mis contribuciones fuesen lo más acordes. Este aspecto fue
clave para quemarme, unido a que abandoné la vía de trabajar como
abogado laboralista puro y duro, por una que creí más rápida, como es la
de abogado-comercial.
Lo mismo le pasó a Peter: que no se cuidó lo suficiente ni supo medir
la intensidad de su esfuerzo, pero es que, además, tampoco mantuvo el
equilibrio necesario en su vida. Es decir, lograba sus objetivos sin medir
bien las consecuencias. Se trata de un planteamiento que no tiene efectos
a corto plazo, pero que con el paso del tiempo acabó siendo demoledor.
—¿Cuál debe ser mi actitud?

Actitud

Para mejorar en cualquier actividad hay que tener ganas de lograrlo y


tener una actitud positiva. De este modo, si nos hemos fijado unos ob-
jetivos acordes con nuestras posibilidades y mantenemos una actitud de
superación constante, nos mantendremos motivados en el tiempo.
Si, por el contrario, nos fijamos unos objetivos inadecuados, tanto por
exceso como por defecto respecto a nuestras posibilidades, es probable
que caigamos en el desánimo. Muchas personas se desmotivan porque no
se conocen y porque los resultados que esperan no se producen.
62 CAMBIA EL GUIÓN

También es cierto que otros desengaños tienen su origen en empresas


que no saben reconocer ni estimular a su personal. En el caso de mi des-
pacho, la gente estaba bien incentivada y la misión era clara. He sido yo
quien no ha sabido interpretar el entorno y me he cegado en valoraciones
imprecisas, actuando reactivamente.
El equilibrio en la vida ayuda a no desgastarse más de lo debido. Claro
que hay épocas en las que estamos más motivados y volcamos más es-
fuerzos a unas cosas que a otras, pero la tendencia no debe ser esa. Una
excesiva dedicación nos puede convertir en un workaholico, que es una
persona adicta al trabajo. Esto no quiere decir que trabajar sea malo, ni
mucho menos, sino que el hacerlo en exceso tiene a la larga efectos se-
cundarios, al margen de que nuestra vida personal se verá empobrecida.
—¿Cómo adaptarme a los cambios?

Adaptación

La Biología dice que la adaptación es el proceso por el cual un animal


o un vegetal se acomodan al medio ambiente y a sus cambios. Y es que,
cuando entendemos cómo es el entorno en el que nos movemos y tene-
mos claro hacia dónde va este, evolucionamos al unísono con él.
No entender que las necesidades del bufete me hicieron copiar el mo-
delo de éxito de un compañero con el fin de alcanzar mis objetivos. Este
planteamiento fue un error porque dejé a un lado mis puntos fuertes,
aquellas labores que hacía bien. En el trabajo y en la vida tenemos que
desarrollar con naturalidad nuestra personalidad. Las inseguridades son
las que nos pueden hacer adoptar roles que llegamos a creer que son un
camino más corto, cuando en realidad son una torpeza porque no suelen
conducir a ninguna parte.
Una cosa es ser flexible a los cambios y otra muy distinta es que, por
pura ambición, traicionemos lo que nos gustaría hacer, ya que ni nos será
eficaz ni conseguiremos ser felices.
11
La reunión

Justo tres meses después de haber dimitido y haber seguido las pautas
que le iba marcando Andrew Martins, este lo llamó para ir a comer y le
propuso quedar en el restaurante Barna, situado en el 365 de Park Ave-
nue South, en lo que se conoce como el Bajo Manhattan.
Vestidos ambos de manera informal, se saludaron con la efusividad de
siempre y se dispusieron a tener una comida distendida.
—¿Qué tal, Tim, cómo estás?
—Estupendamente, Andrew.
—Cuando hemos hablado por teléfono, tu tono era bueno, pero es
que además tienes muy buen aspecto.
—Muchas gracias. La verdad es que me encuentro muy bien; he adel-
gazado ocho kilos en todo este tiempo.
Los minutos siguientes, Andrew los dedicó a preguntarle por su fa-
milia, lo que creó un clima muy distendido y agradable. Lo cierto es que
para Tim, Andrew Martins era de las personas que más le había impresio-
nado conocer en su vida, y a quien, por su paternalismo, nunca tuvo re-
paros en explicar ciertas intimidades después de tantos años de relación.
Acabada esa parte de la conversación, tocaba hablar de las reflexiones,
y Andrew fue muy directo llegados a ese punto.
—¿Y ya has puesto en orden tus ideas, Tim?
64 CAMBIA EL GUIÓN

—Lo cierto es que sí, aunque antes tengo que reconocer que ha sido
gracias a la brillante secuencia de personas que me has presentado en
todo este tiempo y que han sido claves en el proceso.
»De manera muy resumida, de la India me llevé la importancia de
disfrutar de la vida y evitar crearnos más obligaciones que las justas. De
este modo, impedimos convertirnos en rehenes de las necesidades que
nos vamos creando. Los objetivos profesionales deben tener profundidad
y buscar el desarrollo personal. La progresión debe ser interna y no tiene
que estar basada en el reconocimiento que nos dispensen los demás.
»De mi experiencia preparando la maratón he llegado a la conclusión
de que tengo capacidad para lograr cuanto me proponga en la vida si
me impongo unos objetivos razonables. La dosificación en los empeños
es clave. Por ello, conviene vivir con serenidad y no obsesionarnos por
alcanzar las metas con urgencia.
»De mi conversación con River en el circo comprendí que no se pue-
de vivir la vida sin equilibrio. No podemos pensar que un día somos
estupendos y al día siguiente que somos unos fracasados. Necesitamos
fabricarnos motivaciones que nos hagan sentirnos útiles en el trabajo
y en la vida. Y todo ello ha de constituir un todo que nos aleje de los
extremos.
»Y, por último, mirando cada día el camaleón, recuerdo que hay que
adaptarse en todos los órdenes de la vida para no quedarse atrás. No
podemos vivir anclados en fórmulas del pasado porque estas dejarán de
ser eficaces en algún momento. Hay que entender el entorno desde la
observación.
—Veo que lo has entendido a la perfección, como era de esperar.
—Ha sido genial. Todas esas personas me han hecho descubrir la au-
téntica persona que soy, con mis defectos y mis virtudes. Lo cierto es que
tengo que reconocer que no me conocía a mí mismo. Mis valores en la
vida eran llegar a la cima de la empresa y ganar mucho dinero, y me he
dado cuenta de que con estos objetivos no se puede alcanzar la felicidad,
La reunión 65

que es lo que realmente importa. La felicidad está en el interior de uno


mismo. El dinero y el prestigio son una consecuencia de nuestro talento
y esfuerzo, no un fin en sí mismos.
»Pero no solo he repasado mi comportamiento en Liber Associates,
sino toda mi vida.
—Y, si me lo permites, ¿qué has encontrado en ese recorrido que has
hecho?
—Me he encontrado a un niño con muchos complejos; un niño que
no tenía seguridad en sí mismo porque no creía en él. He visto a unos
padres que me quisieron, pero que tampoco ayudaron en mi desarrollo
por sus propios desequilibrios y porque, probablemente, tampoco sabían
cómo hacerlo. También he visto a un niño que se fue haciendo mayor sin
haber madurado lo suficiente, atenazado por sus miedos.
»Es, Andrew, como si hubiese estado construyendo una casa que,
con el tiempo, por un lado o por otro se tenía que caer. Mis objetivos
eran superficiales y cortoplacistas. No tenía claro cuáles eran las cosas
realmente importantes en la vida. Había desaprovechado mi inteligencia
tomando decisiones poco profundas. Pensaba mucho con el corazón y
no con la cabeza.
»He visto cómo aquel niño huía de las discusiones de sus padres, y
eso le hizo tener prisa para crear su propio hogar donde refugiarse. Y es
que me he dado cuenta de que he estado huyendo toda la vida de mí
mismo, cuando tenía bastantes cosas buenas sobre las que cimentar mi
vida.
»Hemen me hizo recuperar los sentidos, abrir los ojos, escuchar…,
haciéndome ver que la realidad en la que vivía era falsa. Sin ser envidio-
so ni exteriorizarlo, ponderaba en demasía los méritos de los demás. Es
como si tuviese la sensación de que había llegado donde había llegado
esforzándome al máximo, obligándome de manera permanente a tener
que demostrarme que podía seguir haciéndolo.
66 CAMBIA EL GUIÓN

»Ahora comprendo incluso los temblores que tenía en la mano algunas


mañanas, antes de tener que enfrentarme a todo. Por el contrario, cuando
conseguía algo y se me reconocía, pasaba a un estado de euforia en el que
mi autoestima se disparaba y creía que era el rey del mundo.
»También he pensado mucho en los valores con los que he crecido:
he sido muy esclavo de la responsabilidad, comprometiéndome por
encima de lo necesario y desgastándome considerablemente. Yo mismo
me he ido creando un montón de obligaciones materiales y formales que
han estrangulado mi propia personalidad y que han impedido que me
mostrase con mayor naturalidad y frescura.
»Tampoco soy una persona que acostumbre a echarle la culpa a los
demás de mis problemas, y mucho menos, a la empresa. Sé perfectamente
dónde están los límites y aún me da más rabia porque no he sabido
frenar antes. Muchas de estas sensaciones que he ido teniendo me las he
ido tragando, y con ello he logrado quemarme notablemente. Y lo que
es peor: si no llega a ser por la muerte de Peter, quizá incluso hubiese
llegado a aguantar más tiempo.
»Con tantos frenos, es difícil que mi personalidad pudiese salir a flote.
Yo diría que he estado muy pendiente de todo, menos de quererme un
poco más. Yo mismo me he puesto mil excusas que he llegado a creerme
para no dedicarme unas pocas horas a mí, ya fuera para hacer deporte o
cualquier otra actividad lúdica. En mi vida todo iba primero antes que
yo mismo. Es como si no me hubiese querido nunca y tuviese que pedir
perdón al mundo por todo.
»Pero, sobre todo, he sido cobarde. No he tenido el valor suficiente
para imponer según qué decisiones personales, y he dejado que otros
lo hiciesen por mí. No supe seguir mi carrera como abogado y me em-
barqué en hacer de comercial, cuando es algo que ni me gusta ni puede
constituir el cien por cien de nuestra actividad en un negocio como este.
Para vender servicios jurídicos hay que dominar el producto, y, además,
yo me estaba quedando totalmente desfasado.
La reunión 67

»Y en todo este galimatías, había dejado de lado a mi mujer y me


había perdido una parte de la infancia de mis hijos. ¡Vaya, que la lista
de errores ha sido muy grande! Pero ahora, no. Ahora tengo claro lo que
quiero hacer.
—Antes de que me lo expliques, me gustaría puntualizar algunas co-
sas porque, si no, corro el riesgo de que se me olviden:
—Lo primero es que te he de confesar que a mí también me pasó
algo parecido a lo que tú has vivido y, en mi caso, también hubo un
detonante. Hace muchos años, un buen amigo de la infancia, gran tra-
bajador y excelente persona, sufrió una parálisis cerebral que le impidió
incorporarse a su trabajo como ingeniero. En aquel momento, con algún
año más que tú, también sufrí un shock que me hizo cambiar algunas co-
sas en mi vida. Creo que, al final, las personas responsables necesitamos
que algo importante nos suceda para reaccionar y cambiar el guión de
nuestras vidas.
»Y te digo que la tuya se asemeja en algo a mi propia historia porque yo
también era muy comprometido e inconformista. Siempre ambicionaba
mejorar. Pero la vida es sabia y nos lleva a situaciones en las que podemos
modificar nuestras conductas y evolucionar. Y tú lo has hecho.
»Cuando murió Peter, estuvimos observando con detalle tu com-
portamiento. Es más, lo veníamos haciendo desde hacía tiempo porque
te valoramos, e incluso alguno de nosotros, entre los que me incluyo,
te queremos. Pero también es cierto que el despacho pasaba y pasa por
unos momentos delicados en los que el modelo de negocio se tiene que
ajustar a la realidad del mercado. Ya sabes; cada día hay que demostrar
que somos los mejores porque si no, habrá otros que lo harán por no-
sotros.
»En aquel contexto, tu situación no era una prioridad, porque mu-
chas familias dependen de la marcha del negocio y estábamos obligados
a atenderlas. No obstante, te pido disculpas ahora por no haber actuado
antes.
68 CAMBIA EL GUIÓN

»Al margen de esta explicación, todo lo que hemos hecho ha sido


reflexionar para ayudarte y recuperarte, y de paso, tomar buena nota de
este suceso. Si me lo permites, he sido yo quien de manera particular
ha querido encontrar una fórmula creativa y única para hacerte meditar
adecuadamente.
»En tus reflexiones eres duro y, en parte, es bueno que lo seas, porque
la realidad es la que es. La infancia marca muchas variables de nuestra
personalidad, y es posible que algunos aspectos de la inseguridad que
apuntas tengan su origen en aquella época. Pero nosotros nunca te he-
mos visto como alguien inseguro, sino más bien como una persona co-
medida. Y, dicho sea de paso, también es cierto que conforme vas ascen-
diendo en el organigrama de la compañía, necesitas mostrarte un poco
más atrevido. De lo contrario, otros pueden adelantarte.
»Llegados a este punto, quiero aclararte que Peter no te aventajó en tu
carrera profesional. A Peter le reconocimos sus méritos en un momento
determinado porque los resultados que aportó eran excelentes y coinci-
dían con lo que entonces necesitaba la compañía. Tú tienes otra carrera
profesional y, por tanto, los objetivos y esperanzas depositadas en ti son
diferentes, ni mejores ni peores. De este modo, tu conclusión fue pre-
cipitada y debes de aprender que lo importante es quién gana la carrera
y no algunas de las etapas. Además, debo decir que el trabajo comercial
que estabas haciendo estuvo muy bien realizado.
»En la vida pasamos por fases de todo tipo. Mal iríamos si a los treinta
tuviésemos las mismas ilusiones y objetivos que a los cuarenta. Tú entraste
siendo un chaval y has sabido progresar. Las escalas de valores cambian, lo
que no quiere decir que en el último tramo lo hayas hecho mal.
»Tim, tú eres un buen abogado. Te incorporaste en Liber Associates
por tu brillante currículum. Eres inteligente, y una serie de circunstancias
han confluido en el tiempo para que te ocurriese lo que te ha ocurrido.
A mi modo de ver, eres un Savir, ya sabes, un líder. Y líderes los hay
de dos tipos: los que se identifican a temprana edad, y otros que explotan
La reunión 69

con el tiempo. En tu caso, las circunstancias que te han rodeado han ido
configurando una personalidad cuyo talento quedaba ensombrecido y
no dejaba mostrar ese potencial. Pero para nosotros eres un líder por cua-
tro razones: tu sensatez, tu credibilidad, tu capacidad y tu compromiso
con la empresa.
»Te toca ahora, desde la madurez de tus reflexiones, simplemente dar
paso a otro ciclo profesional en el que notes que estás a gusto contigo
mismo y con lo que haces.
»Yo también sentí que me estaba quemando en una etapa de mi vida.
Muchas personas lo están, pero es en esos momentos cuando hay que
llegar al fondo de la cuestión para no equivocarse en las conclusiones.
Ahora puedo decirte con orgullo que llevo gran parte de mi carrera en
esta compañía y que no me arrepiento de nada.
»Con otro, probablemente no lo hubiésemos hecho, pero tú te me-
recías esta oportunidad. Respecto a las personas que te he presentado,
todas ellas son grandes amigos, de lo mejor que me ha pasado en la vida.
Has sabido recoger el mensaje que quería enviarte con su intervención;
en adelante, tienes que saberlo aplicar.
—No sabes lo que te agradezco tus palabras, Andrew. No supe inter-
pretar vuestras decisiones porque estaba cegado en mí mismo. Agradezco
también la inteligente manera como me has querido recuperar.
»Hay personas que necesitan hacer un downshifting, poner freno a su
vida profesional durante un periodo para ordenar las ideas. Yo entiendo
esta circunstancia como mi particular downshifting, en el que he tomado
varias decisiones:
»Por un lado, quiero recuperar mi trabajo de abogado laboralista. En
esto no me equivoqué porque me gusta mucho esa especialidad, y quiero
centrar mi energía en ello. A tal fin, necesitaré hacer varios cursos para
reciclarme.
70 CAMBIA EL GUIÓN

»También deseo modificar mi horario, que es excesivo, suprimiendo


todo aquello que hacía de cara a la galería o por seguir la costumbre. En
este sentido, me permito hacerte una reflexión, Andrew, porque no creo
que los horarios que hacen algunos compañeros sean salubres. Con esto
no quiero decir que vaya a trabajar menos, sino que quiero tener tiempo
para dedicárselo a mi familia.
»Y a nivel personal te diré que me he apuntado al gimnasio de River
y pienso ir tres veces por semana, ya que también he llegado a la conclu-
sión de que necesito hacer deporte para sentirme mejor.
»Desde ahora, mi objetivo será exclusivamente ser un buen abogado, y
no quiero oír hablar de ninguna promoción a gerente para contentarme.
Necesito sentir de nuevo que hago bien mi trabajo.
»Si todo os parece bien, acepto encantado la oportunidad de volver.
Si no es así, también lo entenderé. Y si en mis nuevas funciones creéis
que mi remuneración debe ser inferior, tampoco va a ser un problema,
porque entiendo que los cometidos son diferentes.
—Tim, tus planteamientos son razonables y veo que vas a reinven-
tarte profesionalmente. Me encargaré de que todas tus condiciones se
cumplan. Enhorabuena y muchas gracias.
—Gracias a ti, Andrew. Nunca olvidaré lo que has hecho por mí.
12
Futuro

Tim se incorporó a Liber Associates y permaneció trabajando para la


compañía hasta su jubilación. No obstante, compatibilizó su trabajo dan-
do clases en Harvard durante bastantes años. Allí impartió la materia de
Derecho Laboral y, sobre todo, ayudó a sus alumnos a saber entender
bien el trabajo y a aprovechar las grandes oportunidades que nos brinda
la vida.

FIN
Epílogo
Una particular visión sobre el trabajo
por Carlos Alonso

Nuestra visión de la vida hace que seamos más o menos exigentes en el


logro de nuestros objetivos. Salvo en el caso de los monarcas, cuando na-
cemos nadie nos dice lo que tenemos que ser de mayores. De hecho, nos
pasamos toda la vida eligiendo unos caminos y no otros. En las etapas
iniciales son nuestros padres quienes eligen por nosotros, pero en cuanto
tenemos la ocasión y la capacidad, optamos por decidir. Al principio no
somos plenamente conscientes de lo que supone equivocarse en la toma
de alguna de esas decisiones, pero qué duda cabe de que los tropezones
nos van enseñando a afinar en este sentido.
Van pasando los años y llega un día en que, tras haber acabado nuestra
formación académica, nos convertimos en profesionales. Y es a partir de
ahí cuando comienza lo que llamamos «la carrera laboral». Para ese reco-
rrido contamos fundamentalmente con nuestras capacidades, actitudes
y energía. Un mal uso de cualquiera de estos activos puede hacer que lo
que esperábamos que fuese un éxito se acabe convirtiendo en un fracaso.
De hecho, el error ya es contemplar la vida entre ambos extremos, pues-
to que los objetivos básicos tendrían que ser dos: estar satisfechos con
nuestro trabajo y ser felices en su desarrollo. Pero para ello convendría
que nuestra sociedad tuviese una cultura del trabajo que reforzase estos
valores.
Por otro lado, estamos en una sociedad sometida a todo tipo de prisas
y presiones que, indudablemente, afectan a las personas. Una sociedad
que nos pide ser brillantes, destacar, tener buena imagen…, haciéndonos
creer que todo lo que se salga de estos parámetros nos convierte en ciuda-
74 CAMBIA EL GUIÓN

danos de segunda. El entorno nos condiciona, pero, en última instancia,


somos nosotros los que nos creamos nuestras necesidades y obligaciones,
llegando a un punto en el que trabajamos para pagar una hipoteca, un
coche…, o lo que sea. Y es en ese momento cuando ya no podemos fallar
para aguantar el estilo de vida que hemos elegido.
A partir de esos condicionantes, mantener el trabajo es fundamental,
puesto que, de no hacerlo, nuestra vida personal se vería afectada. Por tan-
to, todo lo que nos impida mantener esa seguridad nos dará miedo. A cam-
bio, muchas veces sacrificamos el sentirnos más realizados en el trabajo.
En este contexto, las personas ya no eligen lo que quieren, sino que
son prisioneras de unas circunstancias particulares.
Por otro lado, la vida en las empresas y en los mercados va evolucio-
nando, con lo que todos estamos expuestos a ciclos de mayor o menor
presión.
Como resultado de todo ello, es decir, las circunstancias particulares
más las del entorno, podemos optar por tener dos tipos diferentes de con-
ductas: que nos vayamos quemando progresivamente o que sepamos adap-
tarnos a dichos cambios.
Una vez ya tenemos claro que todos podemos adaptarnos y que basta
con tener una actitud positiva, es fundamental fijarnos unos objetivos.
Y los objetivos tienen que ser alcanzables y motivadores. De nada nos
servirá querer ser directores financieros si no tenemos la formación nece-
saria para desarrollar esa función. Y motivadores deben serlo porque nos
ayudarán a esforzarnos para conseguirlos.
A partir de tener ya unas metas claras, es importante ser lo suficiente-
mente equilibrado para conseguirlas. Y para ello hay que saber dosificar-
se, ser constante y, sobre todo, creer en uno mismo. Las personas que son
firmes en esos aspectos acostumbran a lograrlo, y no quieren saber nada
de cualquier excusa que los aleje de su meta. Son personas que saben que
tienen que dedicarle un tiempo equilibrado al trabajo, pero también a la
familia y al descanso.
Epílogo 75

Para motivarse en el trabajo hay que querer estarlo y ser un inconfor-


mista. También es cierto que puede haber circunstancias puntuales que
hagan que nos abandonemos, pero somos nosotros los que optamos por
tener un «curro» o un proyecto.
Qué duda cabe que la manera como vivamos influye en todo ello. Por
lo tanto, el llevar una vida ordenada, practicar deporte, descansar... son
otros factores que ayudan a tener ese equilibrio.
Por el contrario, cuando tenemos una vida desequilibrada, la tenden-
cia es sentirnos peor con nosotros mismos. Y esa desazón la compartimos
con las que personas que nos rodean. Por eso, cuando oímos a alguien
decir que está «quemado» es porque hay algún aspecto en su vida profe-
sional en el que no ha tomado las medidas oportunas para no estarlo. Es
cierto que hay empresas que no merecen la pena, pero quienes decidimos
continuar en ellas, en última instancia, somos nosotros.
Por último, cualquier persona que quiera ser competitiva y no pasar
de moda debe observar el entorno y saber lo que este necesita. Si uno
trabaja en un videoclub y ahora las películas se ven por Internet, es muy
probable que pueda perder el empleo. Por tanto, de esa observación po-
drá extraer conclusiones y decidir si le conviene seguir o no en la referida
actividad.
Por todo ello, hay que tener muy claro que se quema quien quiere. Lo
importante es tomar las medidas oportunas para evitar hacerlo y que sus
efectos no nos perjudiquen notablemente. Al final, se trata de entender
el trabajo como un instrumento para vivir, pero es que, además, debemos
aspirar a ser felices en él. Ojalá que este libro sea el comienzo que motive
al lector a verlo de esta manera.
«La oportunidad en el trabajo es realizarnos cada día. El éxito es solo
una consecuencia».

Carlos Alonso

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