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SALMO 119:56
Ante la revelación de la ley de Dios, el Señor nos dice: “Haz esto y vivirás” (Lucas
10:28), incentivándonos a guardar Sus mandamientos. Pero Satanás dice, “No
moriréis; sino que…seréis como Dios” (Gén 3:1, 4), incentivándonos a quebrantar
la ley de Dios. La pregunta es, ¿a quién vamos a creer?
Para ayudarnos a contestar bien esa pregunta, tomemos en cuenta los siguientes
puntos:
- ¿Quién nos hace el bien, Dios o Satanás? La Biblia indica que lo que
Satanás trae es maldición (Gál 3:10), mientras que lo que Dios nos da es
bendición (Gén 12:1-3). ¡Se supone que debemos creerle más a Dios!
- La bendición de poder cantar con gozo y alegría (en medio de las luchas y
aflicciones), reconociendo que el autor era un peregrino en este mundo, y
que su verdadera morada estaba en el cielo (v.54).
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David declara que los mandamientos de Dios no sólo son “rectos”, sino que
“alegran el corazón” (Sal 19:8a). La gente que nos rodea no creerá lo primero si
no ven alguna evidencia de lo segundo en nuestras vidas. Un hijo feliz honra a su
padre, y da a entender que es un padre bueno. Un creyente que disfruta las
bendiciones de Dios, y lo demuestra con un corazón alegre, honra mucho a su
Padre Celestial.
Notemos que el Salmista no dijo, “Esto esperé tener…” o “Esto voy a tener…”. Hay
muchos creyentes que están esperando recibir bendiciones de Dios; pero no las
reciben hasta ahora porque no tienen un corazón dispuesto a obedecer a Dios en
todo. Son creyentes “teóricos”. Conocen toda la doctrina bíblica, pero no conocen
la obediencia. El Salmista no era “teórico” sino “práctico”. Describe su
experiencia; no lo que algún día esperaba o anhelaba vivir. Las bendiciones de
Dios eran una constante en su vida, por la sencilla razón que su obediencia a los
mandatos de Dios era también una constante. Su obediencia a Dios era la “raíz” de
la cual brotaba una abundante cosecha de fruto espiritual en su vida (Sal 1:1-3).
Si analizamos nuestras vidas HOY, y nos damos cuenta que no podemos decir:
“Esto tengo…” (hablando de las bendiciones de Dios), entonces será necesario
hacer un alto y evaluar nuestro comportamiento a la luz de la Palabra de Dios.
Dios quiere bendecirnos – quiere colmarnos de bendiciones de toda clase; lo único
que le impide a hacerlo es nuestra falta de obediencia a Sus mandamientos.
¿Queremos que Él conteste más nuestras oraciones? ¡Obedezcámosle!
¿Queremos disfrutar más Su presencia y gozo en nuestras vidas? ¡Obedezcámosle!
¿Queremos experimentar más la llenura y el poder del Espíritu Santo?
¡Obedezcámosle!
Comentando sobre este versículo, Spurgeon dijo: “[El Salmista] tuvo este consuelo,
esta remembranza de Dios, este poder para cantar, esta valentía para enfrentar al
enemigo, esta esperanza en las promesas de Dios, porque de todo corazón guardó
los mandamientos de Dios, procurando andar en Sus caminos”.
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