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SALMO 119:56

“Estas bendiciones tuve,


Porque guardé Tus mandamientos”

Los grandes asuntos de la vida se resumen en una pregunta sencilla y a la vez


profunda: “¿A quién vamos a creer – a Dios o a Satanás?” En el huerto de Edén,
Dios dijo a los primeros padres: “No comas (del fruto prohibido), y te irá bien”.
Satanás dijo: “Come, y te irá mejor”. El destino de toda la humanidad dependía
de Adán y Eva; ¿a quién iban a creer?

Ante la revelación de la ley de Dios, el Señor nos dice: “Haz esto y vivirás” (Lucas
10:28), incentivándonos a guardar Sus mandamientos. Pero Satanás dice, “No
moriréis; sino que…seréis como Dios” (Gén 3:1, 4), incentivándonos a quebrantar
la ley de Dios. La pregunta es, ¿a quién vamos a creer?

Para ayudarnos a contestar bien esa pregunta, tomemos en cuenta los siguientes
puntos:

- ¿Quién es más confiable, Dios o Satanás? La Biblia es bastante clara al


respecto. Satanás es el “padre de la mentira” (Juan 8:44), mientras que
Dios es la fuente de toda la verdad. ¡Se supone que debemos creerle más a
Dios!

- ¿Quién nos ama más, Dios o Satanás? La Biblia también es clara al


respecto. Satanás es el homicida desde el comienzo de la creación (Juan
8:44), mientras que Dios envió a Su Hijo unigénito para salvarnos (Juan
3:16). ¡Se supone que debemos creerle más a Dios!

- ¿Quién nos hace el bien, Dios o Satanás? La Biblia indica que lo que
Satanás trae es maldición (Gál 3:10), mientras que lo que Dios nos da es
bendición (Gén 12:1-3). ¡Se supone que debemos creerle más a Dios!

Sumado a esos tres criterios, podemos preguntarnos: “¿Qué dice la vida?


¿Quiénes son más felices (a la larga), los que escuchan a Satanás o los que prestan
atención a Dios?” Una mirada al mundo que nos rodea indica claramente que una
vida de desobediencia a la Palabra de Dios trae consigo tristeza, frustración y un
gran vacío interno; mientras que una vida de obediencia a Dios trae paz, gozo y
gran satisfacción. El testimonio del Salmista lo confirma: “Estas bendiciones tuve
porque guardé Tus mandamientos”.

En el texto original, la palabra “bendiciones” no está. Lo que el autor escribió fue lo


siguiente: “Esto tuve porque guardé Tus mandamientos”. El texto no dice lo que el
Salmista “tuvo”, pero el contexto nos invita a pensar que lo que “tuvo” fueron
grandes bendiciones de parte de Dios. Veamos algunas de ellas, que están
expresadas en el texto del Salmo 119.

- La bendición de poder cantar con gozo y alegría (en medio de las luchas y
aflicciones), reconociendo que el autor era un peregrino en este mundo, y
que su verdadera morada estaba en el cielo (v.54).

- La bendición de la consolación espiritual, sabiendo que Dios obra justicia


aquí en la tierra (v.52).

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- La bendición de la fortaleza espiritual, que recibió en medio de la burla de


este ‘mundo’ (v.51).

Cuando el creyente experimenta estas bendiciones, está diciendo a todo el mundo


que en guardar la Palabra de Dios “hay grande galardón” (Sal 19:11). Así Dios es
glorificado en la vida de Su hijos. Como lo expresa el profeta Isaías, “el efecto de
la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre” (Is
32:17). ¡Qué tremendas bendiciones podemos tener de parte de Dios! ¡Qué
incentivo para desarrollar una vida de obediencia a la Palabra del Señor!

David declara que los mandamientos de Dios no sólo son “rectos”, sino que
“alegran el corazón” (Sal 19:8a). La gente que nos rodea no creerá lo primero si
no ven alguna evidencia de lo segundo en nuestras vidas. Un hijo feliz honra a su
padre, y da a entender que es un padre bueno. Un creyente que disfruta las
bendiciones de Dios, y lo demuestra con un corazón alegre, honra mucho a su
Padre Celestial.

En los Salmos encontramos que David (y otros) constantemente están repasando


alguna bendición de Dios u otra en sus vidas – una respuesta a sus oraciones; una
liberación de un tiempo de prueba; una victoria sobre sus enemigos; etc. Al
hacerlo, podían decir, “Esto tuve porque guardé Tus mandamientos”.

Notemos que el Salmista no dijo, “Esto esperé tener…” o “Esto voy a tener…”. Hay
muchos creyentes que están esperando recibir bendiciones de Dios; pero no las
reciben hasta ahora porque no tienen un corazón dispuesto a obedecer a Dios en
todo. Son creyentes “teóricos”. Conocen toda la doctrina bíblica, pero no conocen
la obediencia. El Salmista no era “teórico” sino “práctico”. Describe su
experiencia; no lo que algún día esperaba o anhelaba vivir. Las bendiciones de
Dios eran una constante en su vida, por la sencilla razón que su obediencia a los
mandatos de Dios era también una constante. Su obediencia a Dios era la “raíz” de
la cual brotaba una abundante cosecha de fruto espiritual en su vida (Sal 1:1-3).

Si analizamos nuestras vidas HOY, y nos damos cuenta que no podemos decir:
“Esto tengo…” (hablando de las bendiciones de Dios), entonces será necesario
hacer un alto y evaluar nuestro comportamiento a la luz de la Palabra de Dios.
Dios quiere bendecirnos – quiere colmarnos de bendiciones de toda clase; lo único
que le impide a hacerlo es nuestra falta de obediencia a Sus mandamientos.
¿Queremos que Él conteste más nuestras oraciones? ¡Obedezcámosle!
¿Queremos disfrutar más Su presencia y gozo en nuestras vidas? ¡Obedezcámosle!
¿Queremos experimentar más la llenura y el poder del Espíritu Santo?
¡Obedezcámosle!

Comentando sobre este versículo, Spurgeon dijo: “[El Salmista] tuvo este consuelo,
esta remembranza de Dios, este poder para cantar, esta valentía para enfrentar al
enemigo, esta esperanza en las promesas de Dios, porque de todo corazón guardó
los mandamientos de Dios, procurando andar en Sus caminos”.

Es triste reconocer que tantos creyentes en la Iglesia, en lugar de decir: “Esto


tuve…”, tienen que decir: “Esto NO tuve…”. Si fuéramos más obedientes, seríamos
más bendecidos. Las bendiciones de Dios (según el Salmista) no vienen por
nuestra FE, sino por nuestra OBEDENCIA. Lo que Dios bendice no es tanto gran fe,
sino gran obediencia a Dios. Aprendamos a obedecer más a nuestro Padre
Celestial, para que podamos decir:

“Estas bendiciones tuve,


Porque guardé Tus mandamientos”

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