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L.

RVBIO
Introducción a la
SINTAXIS
ESTRVCTVRAL
DEL LATIN

ARIEL
L. Rubio

INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS
ESTRUCTURAL DEL LATÍN

Esta obra se publicó anteriormente en dos vo­


lúmenes: Introducción a la sintaxis estructural
del latin: I, Casos y Preposiciones, en 1966; y
II, L a oración, en 1976.

La edición que hoy ofrecemos, además de la


presentación en volumen único, aporta las si­
guientes novedades: a) se han corregido algu­
nos errores deslizados en las ediciones prece­
dentes : b) se han insertado algunos añadidos a
a redacción primitiva de ciertos capítulos; y
se han agregado dos nuevos capítulos al fi­
nal de la obra.

¿ '.lidiantes y profesores de latín solicitaban y


ñuscaban en vano esta sintaxis latina desde
-ace tiempo agotada. La Editorial A R IE L re­
quirió el consentimiento del autor p ara una
nueva edición de esta obra recom endada den-
;ro ;■ fuera de España en estudios especializa­
dos y en sintaxis posteriores. A título de ejem-
p.o. en los últimos años se hacían referencias
. giosas a los estudios del prof. Rubio en Ita-
lia (G. Calboli, L a lingüistica moderna e il
'.Mino, Bologna, 1976), Francia (Ch. Toura-
;¡er. R e l . 1977; P. de Carvalho, O r p h e a
V o c e , Bordeaux, 1980), Alemania (A. Sche­
rer. Lateinische S vn ta x, Heidelberg, 1975;
A. Tovar, K r a t y l o s , X X II, 1977) y EE.UU.
(D. Panhuis, C l a s s i c a l J o u r n a l , 1978), etc.
En una ciencia multisecular y tradicionalmente
más arraigada que otra cualquiera, la radical
novedad del prof. Rubio, lejos de levantar se­
rias polémicas, ha conseguido el asenso gene­
ralizado entre profesores y alumnos, entre es­
tudiosos y críticos. Sin adscribirse a ninguna
de las escuelas actuales ni desconocer las acer­
tadas intuiciones de la gram ática tradicional
—dice Touratier— “ il faut reconnaître que ses
idées sont toujours très originales, très in­
génieuses et très brillantes, et que l’on a ainsi
véritablement plaisir à le lire” (R e l . 1977,
pp. 416-17). Un juicio análogo sobre la inde­
pendencia de los análisis de Rubio y su analo-
gía ocasional con una u otra escuela moderna
puede leerse en K r a t y l o s , X X II, 1977,
pp. 132-35 (reseña de A. Tovar).

Entre las reseñas publicadas en España recor­


demos una que, además de adelantarse a sub­
rayar la óptica tan personal del prof. Rubio,
pondera ya otros méritos generalmente reco­
nocidos también después a su obra: “ El autor
reúne dos cualidades envidiables en todo pro­
fesor universitario. Por un lado, un buen hacer
pedagógico que se refleja en esa difícil mezcla
de claridad y brevedad... N o se encontrará
aquí la perturbadora casuística ni los sutiles
distingos típicos de nuestras sintaxis. Pero, por
otro lado, la obra es de gran rigor científico y
metodológico... Partiendo siempre de unos
principios simplicísimos y llevando de la mano
al lector..., todos aquellos malentendidos, con­
tradicciones y obscuridades tradicionales se
desvanecen como por encanto” (E. Montero,
D u r iu s , 1976, pp. 320-3).
LISARDO RUBIO

Introducción a la
SINTAXIS ESTRUCTURAL
DEL LATIN

EDITORIAL ARIEL
BARCELONA - CARACAS - MÉXICO
1.a edición:
Vol. I: 1966
Vol. II: 1976

1.a edición en un volumen:


enero de 1982

© 1966, 1976 y 1982: Lisardo Rubio ,


© 1966, 1976 y 1982 de los derechos exclusivos de edición reservados para todo el mundo:
Ariel, S. A., Tambor del Bruc, 10 - Sant Joan Despi (Barcelona)

Depósito legal: B. 1.184 - 1982


ISBN: 84 344 3951 4

Impreso en España
1982. — I. G. Seix y Barrai Hnos., S. A.
Carretera de Comellá, 134, Esplugues de Llobregat (Barcelona)

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida
en m anera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de 'fotocopia,
sin permiso previo del editor.
A D. Antonio Tovar,
el maestro de Salamanca.
PRÓLOGO

Esta Introducción a la Sintaxis Estructural del Latín sA· pu­


blicó anteriormente en dos volúmenes: el primero vio la. luz en
1966 y el segundo en 1976. Agotada ya totalmente la edición del
volumen II y prácticamente también la última tirada del I, pre­
sentamos ahora la obra en un solo volumen.
Cuando, hace 15 años, iniciamos la publicación de nuestros
estudios de Sintaxis latina-, nos embargaba el temor de un re­
chazo general ante la novedad de nuestros planteamientos en
una ciencia multisecular y tradicionalmente más arraigada que
otra cualquiera.
Pero la acogida que se nos ha dispensado tanto en España
como en el extranjero superó todas nuestras esperanzas (reseñas
muy positivas de los más ilustres especialistas en Italia, Francia,
Alemania y Estados Unidos).
Es cierto que nosotros intentamos preparar a nuestros lec­
tores con wna introducción de doce capitulillos (57 páginas en
total) sobre “ Nociones básicas de la nueva sintaxis” . En el pró­
logo de aquel primer volumen escribíamos: “ Hemos creído indis­
pensable reunir algunas de las muchísimas ideas que han ilumi­
nado en los últimos decenios el oscuro horizonte de la lingüís­
tica; hemos seleccionado en esas páginas las nociones que nos
parecen tener aplicación más constante en las consideraciones
sintácticas. Los especialistas en la lingüística actual pueden aho­
rrarse la molestia de leer estas páginas previas sin interés para
ellos. En cambio, conviene que las>lean con cierta atención las
personas —jóvenes o mayores— acostumbradas a operar única-
10 PRÓLOGO

mente con los moldes tradicionales del pensamiento gramatical” .


Py.es bien, ahora, quince años más tarde, esas ideas de lin­
güística general han hecho mucho camino al andar; vemos que
nuestros niños de bachillerato y hasta de Educación General Bá­
sica ya estudian, por ejemplo, la fecundísima lección de “ las fun­
ciones del lenguaje” , noción que no sonaba en absoluto a la in­
mensa mayoría de nuestros profesores de latín en la década de
los 60.
Ante este cambio de la mentalidad lingüistica general, quizá
podríamos ahorrarnos, como ya innecesarios, esos doce capituli-
líos iniciales; más todavía, quizá debiéramos suprimirlos también
porque, según nos han comentado amigablemente ciertos colegas
más duchos que nosotros en la materia, algunas de nuestras refe­
rencias a esos principios generales ya no están rigurosamente
al día.
Pensamos, pues, muy seriamente en eliminar ahora esas 57
páginas iniciales. Pero, después de muchos titubeos, optamos por
dejarlas, ya que quizá no sean todavía inútiles a cierto número
de lectores (sobre todo a profesores de latín en edad avanzada
y aferrados a la enseñanza tradicional), y, en todo caso, ahí queda
eso como testimonio de una etapa en el desarrollo de los estudios
sintácticos del latín.
En suma, no suprimimos hoy nada de lo que ya publicamos
anteriormente en dos volúmenes. Vamos en cambio a añadir al­
gunas páginas nuevas: a) Un apéndice al capítulo del orden de
palabras en latín; no se trata de retoques doctrinales, pero sí
de una presentación distinta y que parece haber tenido bastante
éxito cuando hemos presentado las mismas ideas bajo esa nueva
perspectiva, b) La principal novedad de esta nueva edición seráñ
dos breves capítulos al final de la obra: uno sobre la consecutio
temporum, y el otro sobre la atracción modal; ambos temas figu­
ran en los actuales programas oficiales del Curso de Orientación
Universitaria y hemos tenido que tratarlos. en recientes publica­
ciones destinadas a alumnos de ese nivel, c) Y, por último, aña­
diremos un simple pero ilustrativo ejemplo de alternancia com­
pletiva infinitiva / completiva con ut (pág. 322).

L. R ubio
Los Endrinales, 1 de enero de 1981.
ÍNDICE

P ró lo g o .................................................. .................................................. 9

PRIMERA PARTE: NOCIONES BÁSICAS


DE LA NUEVA SINTAXIS

I. — Las funciones del lenguaje ..................................... 17


II. — Lengua y h a b la ............................................. 23
III. — El signo lingüístico...........................................26
IV. — Arbitrariedad del signo lingüístico........................ 29
V. — Carácter lineal del signo lingüístico: la cadena ha­
blada .................................................................... 32
VI. — Sentido básico y sentido contextual........................ 36
VII. — Sincronía y diacronía................................................. 43
VIII. — El “dogma” del léxico y la gramática........................ 46
IX. — Las unidades lingüísticas básicas............................... 50
X. — Partes de la oración y clases de palabras . . . . 56
XI. — Las categorías gramaticales..................................... 60
XII.— La gramática: “Ars obligatoria” ............................... 70

SEGUNDA PARTE: ORDENACIÓN


DE LOS CASOS LATINOS
I. — Teorías antiguas sobre el nominativo:
1. Teoría aristotélica................................................. 77
2. Teoría e sto ica ....................................................... 80
II. — La teoría moderna del nominativo caso “cero”:
A) Exposición............................................................. 81
B) Crítica:
1. La oración nominal........................................... 83
2. La oración pasiva........................................... 85
3. Los ejemplos típicos de nominativo “caso cero”
y “fuera de contexto” ..................................... 95
12 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

III. — Algunos principios teóricos:


1. Casos gramaticales y casos semánticos . . . . 98
2. La transferencia lingüística . ; ......................... 99
IV. — Nuestra interpretación de los casos latinos:
1. Esquema básico.................................................... 102
2. La oposición nominativo-acusativo......................104
3. El par nominativo-acusativo frente alvocativo . . 110
4. Casos nominales y casos no nominales. . . . 112
5. Neutralización de las oposiciones causales . . . 115
V. — Función de los casos nominales:
1. Vocativo................................................................ 118
2. Nominativo . .............................................. 118
3. Acusativo:
1) Acusativo de “dirección” .................................119
2) La gama del acusativo: desde el “ interno” al
“ adverbial” ......................................................121
3) El acusativo de relación: acusativo“estático” . 123
4) El doble acusativo........................................ 127
4. Usos neutros de los casos nominales: sintaxis re­
lajada .....................................................................128
VI. — Casos no nominales:
1. Genitivo:
1) Genitivo adnominal........................................ 133
1 bis) Genitivo dependiente de adjetivos y parti­
cipios ..........................................................137
2) El genitivo adverbal....................................... 139
2. Dativo:
1) Función del dativo........................................ 142
2) Carácter unitario de todos los dativos . .. 148
3) Dativo adnom inal........................................ 152
3. Ablativo:
1) Ablativo y preposiciones de ablativo . .. 153
2) Significado del ablativo.................................. 155
3) Sentidos contextúales del ablativo . . . . 158
4) El ablativo agente y el ablativo absoluto . . 160

TERCERA PARTE: LAS PREPOSICIONES

§ 1. — Afinidad entre casos y preposiciones.........................165


§ 2. — Diferencias entre casos y preposiciones.........................166
§3 . — Semántica de las preposiciones: Generalidades . . . 171
§ 4. — Las preposiciones en particular . ............................... 176
§ 5. — Addenda........................ .................................................186
ÍNDICE 13

CUARTA PARTE: LA ORACIÓN

I. El orden de palabras en latín clásico


1. I n t r o d u c c i ó n .........................................; 191
2. Los latinos tenían conciencia de una ordenación
natural de las palabras en su lengua . . . 192
3. Orden de palabras: reglasgenerales y su alcance 199
4. Las excepciones al “ ordo rectus” :
1) Secuencias fijas ................................................203
2) Desviaciones libres o estilísticas . . . 205
5. El orden de palabras como indicio de orienta- .
ción e s tilís tica ...................................................... -215
6. El orden de palabras como indicio de orienta­
ción s in tá ctica ...................................................... 218
7. C on clu sión .............................................................219
A p é n d i c e .............................................................220
II. Los modos verbales latinos en oración independiente
1. Límites de este estudio........................................ 234
2. Planteamiento del problema de los modos . . 234
3. La indispensable consideración de los dos ejes . 239
4. Los modos al nivel de la forma verbal (eje I) . 242
5. Los modos al nivel de la frase (eje II) . . . 245
~6. El infinitivo...................................................... ■ . 249
”7. El im p e r a t iv o ..................................................... 251
8. Los trabajos de García Calvo y Mariner . . 253
9. C on clu sión ..................................................... ...... 255
III. Estructura del estilo indirecto en latín y en castella-
llano. Problemas de traducción
1. I n t r o d u c c i ó n ..................................................... 257
* 2. Las fronteras entre el estilodirecto, el estilo in­
directo y la subordinación:
A) Verbo introductor; pausa y partículas su­
bordinantes; unidades melódicas . . . 260
B) Modalidades de la frase y modos verbales . 262
C) Transposiciones temporales, pronominales,
adjetivales y adverbiales........................... 266
3. Problemas de t r a d u c c ió n .................................267
14 INTRODUCCIÓN A LA SIN T A X IS ESTRU CTU RA L DEL LATIN

IV. La subordinación
1. I n t r o d u c c i ó n ....................................................... 271
2. La subordinación relativa :
A) Bases morfológicas . . . . 277
B) La oración pronominal relativa . . 279
C) La oración adjetivo-relativa . . . . 284
D) El modo verbal en las oraciones de relati­
vo: subjuntivo de subordinación . . . 289
E) La subordinación adverbial relativa (de
l u g a r ) ................................................................295
3. Subordinación conjuntiva ( = m arcada por con­
junciones de subordinación) :
A) G e n e ra lid a d e s................................................. 297
B) Sistema de subordinación con partícula
única: V T ........................................................ 301
C) Subordinación basada en partículas diver­
sificadas ........................................................ 322
4. La subordinación in te rro g a tiv a ............................353
5. La oración de i n f i n i t o .......................................... 361
V. La coordinación
1. Coordinación por yuxtaposición . . . . 366
2. Coordinación por p o lis ín d e to n ............................369
3. Las partículas coordinantes:
A) Coordinación c o p u la t iv a .....................370
B) Coordinación d i s y u n t i v a .................... 381
C) Coordinación a d v e rs a tiv a .................... 383
D) Coordinación “causal” y “conclusiva” . .385
VI. La “coneecutio tem porum ”
1. Qué es la “consecutio tem porum ” . . . . 387
2. La concordancia temporal en latín (y en caste­
llano) .......................................................................388
3. E j e m p l o s ...............................................................389
4. Concordancia temporal entre tiempos de un
mismo modo: el in d icativ o ................................... 391
5. Alcance de la regla de la concordancia tem p o ral. 392
6. C o n c lu s ió n ............................................................... 395
VII. La atracción modal
1. En qué consiste la atracción modal . . . . 396
2. Alcance de la atracción m o d a l............................398
3. C o n c lu s ió n ............................................................... 402
PRIMERA PARTE

NOCIONES BÁSICAS
DE LA NUEVA SINTAXIS
I

LAS FUNCIONES DEL LENGUAJE

1. Hasta no hace mucho se admitía, explícita o tácitamente,


que el lenguaje tenía como función única la de comunicar al
prójimo lo que pensamos o sentimos. Parecía perfecto çl si­
guiente esquema: una persona ( = la “primera” persona grama­
tical) expone a otra ( = la “ segunda” persona gramatical) algo
referente a algo o a alguien ( = la “tercera” persona gramatical).
Efectivamente, el lenguaje es frecuentemente eso: un instru­
mento de comunicación mediante el cual alguien hace saber algo
a alguien.

2. Pero el lenguaje es un instrumento bastante más complejo,


y tiene otras funciones que no podemos ignorar sin empobrecer
grandemente nuestra comprensión de múltiples hechos lingüís­
ticos.
K. Bühler (Teoría del lenguaje, trad. esp. de Julián Marías,
pp. 51-56, Madrid, 19612) fue el primero que habló de las fun­
ciones del lenguaje en plural y deslindó claramente algunas de
ellas. Varios autores han utilizado —y completado— sus ideas
en diversos estudios gramaticales; en España, por ejemplo,
A. García Calvo en un artículo sobre el verbo griego (“Emerita” ,
28, 1960, pp. 1-47). R. Jakobson (Essais de linguistique, trad. fr.
de Ruwet, cap. XI, Paris, 1963) ha desarrollado el tema de las
funciones del lenguaje con gran claridad. Siguiendo, pues, pre­
ferentemente a este último autor, trataremos de “ desmontar” el
mecanismo del lenguaje para considerar los factores constituti­
vos del proceso lingüístico. De los elementos que integran el
acto de la comunicación verbal se deducirán, paralelamente, las
diversas funciones que tiene el lenguaje.
18 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

' 3. Para que se produzca un acto de comunicación verbal han


de existir un h ab lan te , un tem a de conversación y un o y e n t e ;
esto es tan obvio que no necesitamos insistir en ello. Pero son
igualmente indispensables otros factores en que, generalmente,
no habíamos reparado. Hace falta que exista un contacto entre
hablante y oyente : proximidad física entre ambos o algún “meca­
nismo” que, a pesar de la distancia física, permita establecer y
mantener el contacto entre los presuntos interlocutores.
Pero tampoco eso basta. Dos personas pueden coincidir en
un medio de transporte y verse condenadas a largas horas de
silencio, a pesar del contacto físico y de los excelentes temas
de conversación que ofrecen los viajes. Ello ocurre cuando les
falta un código o lengua com ún para el diálogo. Nuevo factor,
pues, tan imprescindible como los anteriores.
Dadas ya las condiciones que acabamos de señalar, puede
el hablante consumar el acto de la comunicación verbal emi­
tiendo el m en saje que desee.

4. El siguiente esquema recoge los factores que integran el


acto lingüístico:

Factores del lenguaje:

TEMA
HABLANTE ' MENSAJE OYENTE
CONTACTO
LENGUA

5. A cada uno de esos seis factores del proceso lingüístico


corresponde, en perfecto paralelismo, una función específica del
lenguaje. Al esquema que precede se superpone, pues, este otro:

Funciones del lenguaje:


DECLARATIVA
EXPRESIVA POÉTICA IMPRESIVA
FÁTICA
METALINGÜÍSTICA

6. Muy pocos procesos lingüísticos cumplen sólo y exclusiva­


mente con una de estas funciones. El hablante centrará su inte-
NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS 19

res preferentemente en uno de los factores que integran el acto


de la comunicación y, por lo mismo, la correspondiente función
se hará predominante —si no exclusiva— y determinará la for­
mulación más adecuada al logro de sus fines.

6.1. La función declarativa. — La función declarativa pone


de relieve la orientación del proceso lingüístico hacia los obje­
tos y relaciones que percibe el hombre a su alrededor; es evi­
dente que la misión de la palabra consiste en exteriorizar nues­
tra “representación” de ese mundo que nos envuelve.
Esta fue la función que se reconoció siempre al lenguaje
desde la antigüedad. Pocos autores dejan de reconocer aún hoy
que es su función predominante, aunque no exclusiva. Sin em­
bargo, no faltan lingüistas de prestigio que ni siquiera man­
tienen a la función declarativa esta preferencia jerárquic'a entre
las restantes funciones del lenguaje.

N o ta . — La terminología varía según los autores : “función


declarativa” , o “función lógica” , o “función cognoscitiva” , o
“función referencial” , o “función denotativa” .

6.2. La función expresiva. — La función expresiva (llamada


también “ emotiva” o “ emocional” ) centra el mensaje sobre el
hablante y trata de comunicar la actitud subjetiva del autor
frente al tema que está refiriendo.
Se ha hecho notar repetidas veces estos últimos años que la
capa puramente expresiva de la lengua está ¡representada por
las interjecciones con su especial configuración fónica y su ori-
ginalísimo papel sintáctico en todas las lenguas. La función cla­
ramente expresiva de las interjecciones no había pasado inadver­
tida a San Agustín (Tract, in loan Euang., 51, 2); interiectio
...magis affectum indicans quam rem aliquam significans .. .u t
cum dolentes dicimus “ heu!” , uel cum delectamur “uah!” dici­
mus, uel cum miramur dicimus “ o!” , etc.
Hemos de añadir que la función expresiva aflora con similar
pureza en la mayoría de los incisos, exclamaciones, etc., que sur­
gen como elementos advenedizos, esto es, que no ligan sintagmá­
ticamente con el resto del enunciado. Como en el caso de las in­
terjecciones, se trata de una invasión de la sintaxis expresiva
dentro de la sintaxis declarativa.
20 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

Fuera de las circunstancias en que el predominio afectivo


reduce â cero los elementos intelectuales de nuestra comunica­
ción, la función expresiva está rara vez ausente de un enun­
ciado cualquiera, aun en los mensajes aparentemente más ob­
jetivos e intelectualizados.
Aun cuando pretendemos silenciar nuestros sentimientos y
expresar nuestras ideas desnudas de toda afectividad personal,
nuestro esfuerzo en aras de la imparcialidad resulta vano, “ por­
que somos esclavos de nuestro yo : lo mezclamos constantemente
a la realidad y ésta, en vez de reflejarse fielmente en nosotros,
lo que hace es refractarse en nosotros, sufriendo así una defor­
mación cuya causa es la naturaleza de nuestro yo” (Ch. Bally,
Traite de stylistique française, 1951a, I, p. 6).

6.3. La función impresiva. — La función impresiva (o “ cona-


tiva” , o “ de apelación” , o “ mágica” ) centra el enunciado en el
oyente: pretende influir sobre él e inducirlo a actuar en la di­
rección que señala el hablante.
También la función impresiva, cuando alcanza preponderan­
cia absoluta, tiene expresión gramatical propia: el imperativo y
el vocativo son formas exclusivas de la sintaxis impresiva. La
originalidad de una frase imperativa frente a otra declarativa
salta a la vista si observamos que ante una forma declarativa,
como “ Pedro es puntual” , cabe preguntarse si aquello que se dice
es o no es cierto; ante un imperativo, como “ ¡Pedro, sé puntual!” ,
no tiene sentido la pregunta.

6.4. La función fática. — Al factor “ contacto” corresponde la


función fática : ésta asegura la comunicación entre los interlocu­
tores. Hay enunciados cuya finalidad única consiste en verificar
el funcionamiento del circuito.
Frases como “ oiga, oiga, ¿me oye? ... Diga, dígame” , no son
recurso exclusivo de quienes entablan una conversación telefó­
nica. No es raro leer las mismas fórmulas u otras similares en
las obras literarias:

Propera. Atque audin? / Verbum unum caue... (Ter., An., 209),


“Apresúrate. Y ¿me oyes? ¡Ojo! Ni una palabra...”
NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS 21

S o st rat a (a su esposo C r e m e s ) :
(Filius noster) subditum se suspicatur.
C r e m e s . — “ Subditum” ain tu? (Ter., Heaut., 1014).

“ (Nuestro hijo) sospecha que es un expósito?” “Expósito” ,


dices?” (O sea: “¿He entendido bien?” ).

P a r m e n o . — Senex si quaeret me, modo isse dicito


ad portum percontatum aduentum Pamphili.
Audin quid dicam, Scirte? Si quaeret me, uti...
(Ter., Hecyra, 76-78.)

“ Si el viejo preguntara por mí, dile que acabo


de salir hacia el puerto a informarme de la lle­
gada de Panfilo. ¿Oyes lo que te digo, Escírto?
Que si preguntara...”

Todos tenemos igualmente experiencia de cierto “hablar por


hablar” , sin más objeto que el de mantener la conversación y de
evitar un molesto silencio; en textos literarios no es raro encon­
trar largas series de frases carentes de contenido o de contenido
intrascendente, cuya función es exclusivamente fática.

6.5. La función metalingüística.— El lenguaje, al igual que


otro objeto externo cualquiera, puede tomarse él también como
“ tema” de nuestras disertaciones: es lo que ocurre normalmente
en el estudio de la gramática, de las lenguas, de la lógica, y, en
menor grado, en el estudio de otras ciencias (cuando precisan y
“ definen” el significado de su terminología específica).
Para designar la operación en que el lenguaje funciona simul­
táneamente como instrumento de comunicación y como objeto
de esa misma comunicación, se va generalizando cada vez más
el nombre de metalenguaje. No es raro que aun en nuestro ha­
blar cotidiano hayamos de verificar el alcance de los signos
lingüísticos utilizados y asegurarnos que los aplicamos a idén­
ticos significados, es decir, que los interlocutores hablamos la
misma lengua. Así, en los Captiui (189 y ss.) de Plauto, Hegión
accede a que el parásito Ergásilo venga a cenar con él, pero le
advierte que ha de contentarse con una cena “ frugal” . He aquí
22 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

cómo precisa Hegión el sentido de un término que el parásito


quisiera interpretar al dictado de su apetito:

H egio . — “ Terrestris” cena est.


E r g a sil v s . — Sus “ terrestris” bestia est.
H egio . — Multis oleribus.

Hegión. — Mi cena es “ terrestre” ...


Ergásilo. — El cerdo es animal “ terrestre” ...
Hegión. — ¡...a base de muchas verduras!

Como es bien sabido, son incontables los capítulos de la obra


de Cicerón (tanto en la correspondencia como en los discursos
como en las obras retóricas o filosóficas) que no tienen más fina­
lidad que precisar la uis uerborum en la lengua latina e incluso
en la griega.

6.6. La función poética. — La actividad verbal puede, final­


mente, centrar su interés primordial en el propio mensaje: así
ocurre en la “ bella literatura” , que se recomienda precisamente,
y ante todo, por la calidad artística del mensaje transmitido. Sea
cual fuere el género literario que cultive, todo escritor que se
precie de conocer el arte del lenguaje vive la preocupación de
la “función poética” ; tal preocupación es casi “ pura” en el poema
lírico; pero tampoco falta en los géneros más “ expositivos” o
“ referenciales” : la oratoria o la historia también tienen su “poé­
tica” , ininterrumpidamente estudiada por los retóricos en la an­
tigüedad y los actuales cultivadores de la teoría literaria y la
estilística.
π

LENGUA Y HABLA

1. Uno de los puntos de vista más fecundos introducidos por


Saussure en la lingüística es la distinción que establece entre
“langue et parole” , “ lengua y habla” en español según la acer­
tada traducción de A. Alonso.
El habla es un “ acto concreto” y “único” de un hablante de­
terminado frente a un oyente determinado en un lugar deter­
minado y referente a un estado de cosas determinado.
Pero el h abla supone la existencia de un lenguaje vivo en
la conciencia de los miembros de la comunidad lingüística: ese
lenguaje virtual es condición previa a todo “ acto de habla” . La
lengua es algo general y constante: existe virtualmente en la
conciencia de todos los miembros de la comunidad lingüística y
es el fundamento de todos los “ actos de habla” concretos. La
lengua no tiene más razón de ser que el hacer posible “ el acto
de habla” ; no existe sino en la medida que “ actos de habla” se
refieren a ella, es decir, en la medida en que se realiza en “ actos
de habla” concretos. (N. S. Troubetzkoy, Principes de phonolo­
gie, París, 1949, p. 1.)

2. He aquí los párrafos esenciales en que F. de Saussure for­


muló su doctrina (remitimos a la edición francesa de 1931) : “ El
h ab la consiste en “ actos individuales” (p. 29, 30, 38), en “ mani­
festaciones individuales momentáneas del hablante” ; es “la suma
de lo que dice la gente” , “ la suma de los casos particulares”
(p. 38).
La len gua , en cambio, es el “modelo colectivo” y virtual a
que ha de atenerse toda realización en el habla: “Es un tesoro
depositado por la práctica del habla en los miembros pertene-
24 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

cientes a una misma comunidad, un sistema gramatical virtual­


mente existente en cada cerebro.” “Al separar lengua y habla se
separa a la vez: 1.° ‘lo que es social (lengua) de lo que es indi­
vidual (habla); 2.° ‘lo que es esencial’ (lengua) ‘de lo que es
accesorio y más o menos accidental’ (habla)” (p. 30). “ La len­
gua existe en la colectividad bajo la forma de una suma de
improntas depositadas en cada cerebro, poco más o menos como
un diccionario, cuyos ejemplares, idénticos, se hubieran repar­
tido en su totalidad entre los individuos” (p. 38).
“El estudio del lenguaje comprende, pues, dos partes: una,
esencial, tiene por objeto la lengua, que es social en su esencia
e independiente del individuo...; la otra, secundaria, tiene por
objeto la parte individual del lenguaje” (p. 37).

3. Un discípulo de Saussure, Von Wartburg, resume las ideas


del maestro diciendo que la lengua es común, social y sistemá­
tica; y el habla, en cambio, es la explotación y utilización indi­
viduales de ese sistema. (Problèmes et méthodes de la linguisti­
que, 19632, p. 7.)

4. Estas últimas palabras nos abren otra perspectiva esencial


en los estudios lingüísticos: la lengua es un sistema de oposi­
ciones en que los términos carecen de valor aisladamente y sólo
cobran su significado cuando se les integra en el juego de opo­
siciones que les corresponde en el sistema (como ocurre en el
juego de ajedrez, donde cada pieza tiene un valor solidario del
resto de las piezas utilizadas).
Así, la palabra am o r tendrá valores distintos según se integre
en la categoría nominal o en la verbal (pasivo de amo) ; además,
entrará en relación con otras “clases de palabras” , como con
amabilis '(adjetivo) y amabiliter (adv.) ; y, dentro de la cate­
goría del nombre, se opondrá: como nominativo, a am o r e m ,
a m o r is , etc.; como singular, a a m o r e s ; como lexema, se opondrá
a todo el léxico latino y, ante todo, acotará una parcela en la
esfera del léxico sentimental, esfera delimitada por otras desig­
naciones más o menos sinónimas o antónimas.
Como en el caso de amor, hay para todo signo lingüístico
(fonema, lexema o morfema) un cuadro de oposiciones ordenado
sistemáticamente en leng ua . Pero en el habla podrán darse
NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS 25

realizaciones concretas en que no entre en “juego” alguna de


las oposiciones existentes en la lengua: en miles jortiter pugna-
uit (“los soldados lucharon valientemente” ) , o en manus manum
lauat (“ una mano lava a la otra mano” ), el singular (miles,
manus) no es auténtico singular, ya que el contexto no com­
porta la noción de número.
Ill

EL SIGNO LINGÜÍSTICO

1. Llamamos signo lingüístico a la combinación de un con­


cepto y su imagen acústica. El signo lingüístico tiene, pues, dos
caras :
A ) Un significante, es decir, una forma acústica: ejemplo,
_____ >>
perro .
B) Un significado, es decir, un concepto o sentido: la idea
evocada por la palabra “ perro” .
La cara A)' es aprehensible por cualquier oyente, aunque
la imagen acústica aprehendida por el oído no evoque en el
oyente ninguna idea (por no hablar nuestra lengua, o, aunque
hable nuestra lengua, por desconocer concretamente la palabra
en cuestión).
Para que el signo sirva de medio de comunicación es im­
prescindible que las dos caras (nombre y sentido) se asocien en
relación recíproca y reversible; si uno oye la palabra “perro” ,
ha de pensar en el correspondiente animal (o concepto) ; si piensa
en el animal, ha de poder decir la palabra “ perro” .
2. Este principio tan sencillo, que pasa generalmente por uno
de los grandes descubrimientos de Saussure (Cours, p. 97 y ss.),
era ya familiar a San Agustín y la escolástica. Santo Tomás,
Duns Scoto, etc., distinguen claramente el signans ( ~ signifi­
cante) y el signatum ( = significado) ; resulta muy “ moderno” ,
por ejemplo, este párrafo de Santo Tomás (In Perth., lect. 8) :
“ La voz es signo del entendimiento y el entendimiento es signo
de la cosa” .
3. Si, en una traducción interlingual, decimos que lat. canis
es lo mismo que cast, perro, sólo aludimos a la cara del signifi­
NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS 27

cado, a la coincidencia de ambos significantes en la cara del sig­


nificado; si decimos que canis es bisílabo o tiene cinco letras, sólo
aludimos a la cara del significante, no al signo en su totalidad,
como medio de comunicación.

Para un mismo "significado” las diversas lenguas (latín, castellano, francés, etc.)
tienen diversos “significantes”.

En el adjunto esquema admitimos, provisionalmente, que los


significantes de varias lenguas (lat. canis, esp. perro, fr. chien)
se cubren exactamente por la cara del significado, es decir, se
aplican a conceptos idénticos; veremos más adelante (p. 60-61)
que normalmente tampoco hay equivalencia exacta entre los
signos por la cara del significado.

4. Una visión superficial del signo lingüístico puede llevar


a creer que en el signo convergen y se asocian directamente
dos entes reales: una “ cosa” y un “ nombre” . Saussure insiste
en que el problema es más complejo: El signo lingüístico no une
una cosa y un nombre, sino un concepto y una imagen acústica
(p. 98).
Reflexiónese sobre el adjunto esquema y se verá que se
pueden plantear múltiples problemas: el de las relaciones entre
el concepto y cosa (campo de la psicología y de las ciencias na­
turales); el de las relaciones entre la imagen acústica y el ma­
terial sonoro (campo de la fisiología y la fonética) ; el de las re-
28 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

¡aciones entre el concepto y la imagen acústica (campo de la psi­


cología, la lógica y la lingüística) ; etc.

5. Lo específicamente lingüístico es la asociación del signi­


ficante (imagen acústica) y del significado (concepto). Esta aso­
ciación es un hecho psíquico, y psíquicos son los elementos
asociados (imagen acústica y concepto). Por último, el proceso
asociativo es bipolar y reversible: el nombre evoca el sentido
y el sentido evoca la contrapartida material del nombre.
IV

ARBITRARIEDAD DEL SIGNO LINGÜÍSTICO

1. “El lazo que une el significantë al significado es arbitra­


rio” ; en fórmula más concisa: “El signo lingüístico es arbitra­
rio” (Saussure, Cours, p. 100) o “ inmotivado” (p. 101).
No hay ninguna relación natural entre el animal “ perro”
y el nombre “perro” o canis: este axioma lingüístico se pone en
manifiesta evidencia cuando tenemos presente que al mismo
significado corresponden innumerables significantes en las mil
lenguas que se hablan en el mundo; y, viceversa, que las pala­
bras “ perro” , “canis” , son un puro flatus uocis para quien no
sepa, respectivamente, español o latín. Por convención social,
un mismo animal es designado en una comunidad lingüística
con el significante “perro” y en otra con el significante “ canis” ,
etcétera, como es bien patente en el esquema anteriormente
propuesto.
La “arbitrariedad” o, mejor dicho, el “convencionalismo” es
lo que separa al signo lingüístico de los signos naturales (las
nubes como señal de lluvia, o el humo como indicio de que
una casa está habitada) y de los signos iconográficos utilizados
en el arte (pintura, escultura, etc.), que, sin excluir ciertos
convencionalismos estéticos o estilísticos, tienden a representar
directamente la realidad (líneas, colores, masas, sonidos, etc.).
Un signo natural sólo puede convertirse en instrumento de co­
municación si se le suma “ un convencionalismo” , como en el
caso del “ humo” que anuncia a los romanos la elección de un
nuevo Papa.

2. El principio irrebatible de la arbitrariedad del signo lin­


güístico “ no es impugnado por nadie” , escribió Saussure (p. 100).
Sin embargo, los párrafos del Curso en que se formula el
30 IN TRO D U C CIÓ N A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LA TIN

aludido -principio han suscitado, paradójicamente, una acalorada


y larga discusión sobre la arbitrariedad o no arbitrariedad del
signo lingüístico: lo que parecía un axiom a se ha convertido en
uno de los problemas que han hecho correr más tinta en las
últimas generaciones de lingüistas. En realidad, más que un
problem a de fondo, lo que ha habido es un tremendo confusio­
nismo alrededor de los términos “ arbitrariedad” y “ m otivación” .
Véase en C. F. S., 19 (1962), pp. 1-66, unas 70 opiniones de otros
tantos lingüistas sobre la “ arbitrariedad” del signo lingüístico.

3. El signo lingüístico es esencialmente convencional y arb


trario, pero ello no quiere decir que sea “ inm otivado” . En un
reducido número de casos, la motivación es natural: ello ocurre
cuando entre la form a fónica del signo y la cosa significada hay
una concordancia de orden material, com o sucede en las pala­
bras onomatopéyicas :
Esp. cucú, lat. cuculus, gr. xdxxu-, etc.
Piénsese en el tic-tac del reloj o el guau, guau del perro, etc.
Pero estos términos realmente iconográficos no ptledeñ darse
sino en un área m uy reducida del léxico: la esfera de los ruidos
y sonidos. Y aun ahí la correspondencia imitativa es sólo apro­
ximada y convencional a medias, puesto que hay sensible dife­
rencia (Saussure, p. 102) entre el ouaoua francés, el wauwau
alemán y el guauguau español.
Tam bién se ha observado que las voces onomatopéyicas, des­
pués de introducirse en la lengua, son más o menos arrastradas
por la evolución general (fonética, m orfológica, etc.) de los otros
términos, “ prueba evidente, según Saussure, de que han perdido
algo de su carácter prim itivo para revestir el del signo lingüís­
tico en general, que es ‘inm otivado’ (Nosotros diríamos “ con­
vencional” en lugar de “ inm otivado” ).
Más frecuentemente, la “ m otivación” es intralingüística:

A) M orfológica: Así, en el vocabulario latino del “ juego” : e


verbo, ludo, los sustantivos ludus (o lusus) y el adjetivo lusor o
lusorius, etc., están m orfológicam ente “ motivados” : a partir de
un término cualquiera nos parece “ motivada” morfológicam ente
toda la serie; pero seguirá siendo convencional el lud- como
significante de los conceptos del juego.
N OCION ES BÁSICAS DE LA NUEVA S IN T A X IS 31

B) Semántica: Hay cierta razón para que a determinad


“ form ación militar de ataque” se le haya dado el nombre de
la tortuga (“ testudo” ) ; incluso hay visible “ m otivo” para iden­
tificar este significante con el de testa (“ concha” , “ teja” ) y “ tes­
tum” . Pero ello no resta arbitrariedad al signo test- com o desig­
nación de la zona semántica en cuestión.
Toda etim ología consiste en ofrecer una “ m otivación” intra-
lingüística:
El numeral uno, inmotivado para muchos hispanohablantes,
es “ m otivado” para quien lo hace remontar al latín unu(m ); con
ello no desaparece el convencionalism o del signo; qufeda tras­
ladado a la com unidad latinohablante; el que hace remontar el
lat. unus al indoeuropeo *oinos asigna lo arbitrario del signo
a la com unidad indoeuropea.

4. “ Convencional” y “ m otivado” no son, pues, términos que


se excluyan. Conocem os la historia de muchas palabras desde
su nacim iento: no hay ninguna inmotivada. Más todavía: vem os
nacer muchos términos nuevos en nuestros días: todos motiva­
dos en su origen; sin embargo, “ m otivación” no es “ necesidad” ;
para el “ creador” del signo hay una libre elección entre varias
posibilidades; y los ulteriores usuarios del término no necesitan
conocer el detalle que m otivó la elección: se puede pedir un bi­
llete para el T A L G O , el T A F o el TER, aunque esos nombres
parezcan arbitrarios e inmotivados a gran parte del público, y,
según nuestra información, el TER (“ Tren Español Rápido” )
apareció en los prim eros anuncios de la Renfe com o T A R (“ Tren
de Alum inio Rápido” ) ; pero luego se desechó la form a T A R
por evitar confusiones entre dos significantes demasiado pare­
cidos acústica y gráficamente (T A F -T A R ).

5. En suma, el signo lingüístico es siempre convencional


(“ arbitrario” , según la terminología de Saussure) ; ésa es su ca­
racterística esencial. La nota suplementaria de “ m otivado” o
“ inm otivado” no afecta a la esencia del signo.
V

CARÁCTER LINEAL DEL SIGNO LINGÜÍSTICO:


LA CADENA HABLADA

1. El signo lingüístico, por la materia prima de su signifi­


cante, se sitúa en el tiempo : su extensión coincide con el tiempo
que necesariamente ha de invertirse en la articulación de los ele­
mentos fónicos. Todo el material sonoro se ordena lineal y su­
cesivamente en dirección única e irreversible como la marcha
del tiempo. Los sonidos, sílabas, palabras y oraciones son como
otros tantos eslabones que forman una cadena: “ la cadena ha­
blada” . Esta ordenación en cadena viene impuesta por la natu­
raleza, ya que nuestros órganos fonatorios no nos permiten emi­
tir dos palabras simultáneamente: ha de dejar de existir una
para que surja la siguiente.

2. El carácter lineal de la cadena hablada se proyecta auto­


máticamente en la línea escrita (o impresa) : una obra escrita se
reduce en último término a una línea que por su excesiva lon­
gitud se ha “troceado” para “almacenarla” en un libro. Los mo­
dernos medios de comunicación han acudido a denominaciones
que reflejan igualmente el carácter fundamental de la cadena
hablada: líneas telefónicas, líneas telegráficas, etc.

3. Todo el mecanismo de la lengua está implicado en el ca­


rácter lineal del signo lingüístico. La misma materia fónica
puede tener uno u otro sentido, según sea una u otra su orde­
nación en línea:

cf. español : sal / las


son / NOS

cf. francés: Pierre bat Paul y Paul bat Pierre


NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS 33

4. Para que un enunciado cualquiera llegue a ser una unidad


significativa han de hallarse todos sus elementos simultánea­
mente presentes en la conciencia del oyente, pues sólo así podrá
relacionarlos y descubrir en ellos un sentido. El significante
mesa no empieza a descubrirnos su sentido por etapas sucesivas
desde el primer fonema para completarse casi con el penúltimo
y del todo con el último; un buen chiste no suele provocar la
risa in crescendo, sino la explosiva carcajada final. Lo mismo
sucede con un largo período oratorio: hasta que no se cierra
el círculo en una síntesis psíquica no surge el sentido : y cuando
surge no lo hace paulatinamente, sino de golpe: la comprensión
o es instantánea o no existe. De ahí el alivio experimentado por
el estudiante cuando, después de mucho cavilar, llega repentina­
mente la iluminación y todo · el párrafo que está traduciendo
pasa, en un instante, de la plena oscuridad a la meridiana cla­
ridad.

5. Hay, pues, así, una verdadera antinomia entre el carácter


temporal-lineal-material del significante y el carácter atemporal-
alineal-psíquico del significado.
Un término cualquiera del enunciado puede entrar en múl­
tiples relaciones con los restantes términos : piénsese en el verbo
que, como pieza central de la frase, conecta sintácticamente a la
vez con el sujeto, con uno o varios complementos y el adverbio;
y, no obstante, en la cadena, hablada sólo puede estar en con­
tacto con dos “ eslabones” : la palabra que precede y la que sigue.
A la solución de esta antinomia se reducen muchas de las
dificultades con que tropieza el traductor. Comprender una len­
gua es llegar a establecer conexiones sintácticas, aunque no se
hallen expresadas por secuencias en la cadena hablada; y, vice­
versa, hablar una lengua es transformar el “ orden sintáctico”
en orden lineal (cf. L. Tesnière, Éléments de syntaxe structurale,
pp. 16-24, París, 1959).

6. Cada lengua resuelve a su modo la antinomia a que nos


referimos. El orden de los elementos en la cadena puede ex­
presar ya una relación sintáctica : es el conocido uso del francés
en que el nombre que precede al verbo es sujeto y el nombre
que le sigue es complemento directo. Cuando no hay posibilida-
34 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

des de contacto en la cadena se acudirá a otros procedimientos


gramaticales: la concordancia en género o número o en ambas
cosas a la vez es entonces capital, ya que gracias a la concor­
dancia podrán romperse secuencias sin que sufra la claridad.
Por ello, cuanto más rica sea una lengua en morfemas gramati­
cales mayor libertad tendrá para romper secuenciás lineales, y,
viceversa, a menos posibilidades morfológicas, menos libertad
para romper las secuencias lineales (cf. Tesnière, ô. c., p. 21).

7. La norma general que regula la antinomia orden lineal-


orden estructural del enunciado es una de las características que
más visiblemente distinguen a las lenguas entre sí. Unas lenguas
se caracterizan por el acentuado orden lineal en que han de
aparecer sus términos y otras por su extraña (?) libertad. Cual­
quier estudiante pensará aquí en el “ desorden” , en el libérrimo
“ hipérbaton” de la lengua latina, y en la notable disciplina del
español, o en la rigurosa sucesión sujeto-verbo-complemento di­
recto del francés. Nosotros hemos de ver que tampoco en latín
el “ desorden” es tan grande como creen los principiantes, y aun
esperamos que muchos maestros queden tan extrañados como
nosotros ante la sorprendente regularidad de la cadena hablada
en largos textos literarios del latín. Por ahora nos bastará re­
cordar cosas ya sabidas : que en latín, por norma, el término de­
terminante (o regido) precede al elemento determinado (o re­
gente) ; el español procede a la inversa; con arreglo a esta norma
tan regular es, por ejemplo, el Iouis templum latino como nues­
tro templo de Júpiter.
8. A la ordenación del tipo latino suele llamársele secuencia
regresiva; la ordenación del tipo castellano recibe el nombre de
secuencia progresiva. Lo normal es que las lenguas se atengan
a una u otra secuencia, aunque cabe, como antes dijimos, cierta
libertad más o menos acentuada.
Todo lo dicho sobre la antinomia “ orden lineal”-“ orden sin­
táctico” y sobre la solución dada en las diversas lenguas puede
observarse en lo que pasa hoy en ciertas siglas internacionales
que nos son muy familiares.
Varias comunidades políticas, o, mejor desde nuestro punto
de vista, varias comunidades lingüísticas llegan a un acuerdo : en
unos pueblos, el tratado se llama OTAN y en otros NATO.
NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS 35

Sin la ineludible característica lineal del signo lingüístico, el


tratado sería para todos:

V7~
del tiempo 0 (rganización)
del
T (ratado)
del
A (tlántico)
N (orte)

Por el lado del significado es una unidad psíquica en que


se combinan armónicamente las cuatro “ notas significativas” ; si
los humanos tuviéramos un aparato fonatorio adecuado — algo
así como un piano— , emitiríamos simultáneamente el acorde;
como no cabe esa posibilidad, hemos de emitir' en sucesión lineal
una nota tras otra; unas lenguas proyectan la imposible simul­
taneidad psíquica en la posible sucesividad del tiempo empe­
zando por un extremo de la serie y otras por el extremo opuesto.
Resultado :

Línea
del tiempo

orden progresivo

N
O
T
A
N

orden regresivo
O más simplemente: OTAN
orden progresivo
orden regresivo
VI

SENTIDO BÁSICO Y SENTIDO CONTEXTUAL

1. Teóricamente, la comunicación postula una sola forma fó­


nica para cada unidad de sentido, y un solo sentido para cada
forma fónica. A priori, no parece posible entenderse si a un
mismo significante corresponden varios significados. Y, sin em­
bargo, ¿quién no se ha desesperado al comprobar que en el
aprendizaje de una lengua cualquiera nunca acaba uno por co­
nocer “todos los sentidos” de una palabra, de un caso nominal,
de una forma verbal ni de una preposición? ¿Cuántas veces con­
sulta el latinista principiante su diccionario para ver qué sig­
nifican palabras tan usuales como ago, facio, sum, ad, etc.?

2. En lugar de la ideal monovalencia del signo lingüístico,


el estudiante se encuentra siempre con una inextricable poliva­
lencia en ambas caras del signo (tanto en los signos léxicos como
en los gramaticales) : varios significantes para un mismo signi­
ficado (polinimia o, como decimos más habitualmente, sinonimia)
y varios significados para un mismo significante (polisemia).

3. Pues bien, ¿hasta qué punto es cierta esta plurivalencia


significativa de los signos lingüísticos? ¿Cómo explicar este com­
plicado juego de las significaciones de los signos?

4. Para facilitar la exposición general, nos fijaremos ahora


exclusivamente en la polisemia y sinonimia léxicas; tendremos
múltiples ocasiones de discutir la pretendida plurivalencia de
los morfemas gramaticales cuando nos adentremos en el terreno
de la sintaxis específicamente latina.
NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS 37

5. En primer lugar es fácil comprobar que los diferentes sen­


tidos de una palabra no se hallan todos en plano de igualdad.
Aun los no especialistas saben que las palabras tienen un “ sen­
tido propio” y un “ sentido figurado” .

6. Las cosas se simplifican mucho con la distinción básica


entre leng ua y h ab la . Las palabras tienen un sentido en la es­
fera de la lengua y un sentido en la esfera del habla. Los dos
sentidos están a veces muy próximos y a veces muy alejados.
La distinción entre ambos sentidos es un hecho generalmente
reconocido en la actualidad: con frecuencia se habla de sentido
en la lengua y valores en el habla, o de “ sentido fundamental”
y “sentidos accesorios” , o de “ sentido independiente” y “ senti­
dos condicionados” , o de “ sentido” y “ significación” , o de'-“ sen­
tido” y “efectos de sentido” . Nosotros diremos más sencillamen­
te, con Guiraud (La Grammaire, p. 70, Presses Universitaires,
1961), “ sentido básico” . (en la lengua) y “ sentido contextual”
(en el habla).

7. Pongamos un ejemplo con tres sinónimos (?) latinos que


pueden designar “ el vino” : uinum, Bacchus y deus. Superficial­
mente, podría decir un diccionario que Bacchus tiene dos signi­
ficados: designa a un determinado “ dios” y también a un deter­
minado líquido, más corrientemente llamado “uinum” . Se acepta
que Bacchus es, por derecho propio, un “ dios” , y (¡cuando uno
sabe que “Baco es el dios del vino” !) también se acepta sin aspa­
vientos el cambio metonímico de las cosas.
Pero para llamar al vino uinum (que es el único nombre que
le corresponde en lengua), el hablante no necesita tomar precau­
ciones; cualquier latino que tuviera vino y quisiera venderlo
podía poner el siguiente letrero en la puerta de su casa: vin vm
vendo . Pero no podría cambiar caprichosamente el mencionado
anuncio por bacchvm vendo , ya que este texto resultaría enigmá­
tico: “ vendo (al dios) Baco (? )” , “vendo un Baco (una esta­
tua) (? )” . No habrá inconveniente en anunciar vendo bacchvm
si el lector comprueba, al leer el cartel, que se trata de una
taberna, con los toneles y los vasos a la vista: pues, en tal caso,
el contexto situacional ya invita al lector a dar, sin violencia,
a Bacchus un sentido que no le corresponde en lengua, o, lo que
38 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

es lo mismo, a darle a cierto líquido un nombre que en lengua


no tiene. Si falta ese contexto situacional y el vendedor persiste
en el intento de anunciar “poéticamente” su mercancía, tendrá
que inducir de algún modo a su lector a realizar juntamente con
el anunciante el cambio metonímico: por ejemplo, dibujando
junto al mismo letrero a un bebedor con el jarro a punto, etc.
Del mismo modo, el artista literario tampoco puede hacer
significar caprichosamente “ vino” al nombre que en el fichero
de la lengua designa a cierta divinidad; si quiere operar el cam­
bio, le es indispensable crear un contexto — ahora lingüístico,
naturalmente— para que el lector acepte la novedad sin vio­
lencia, aunque con cierto grado más o menos acentuado de sor­
presa. Así procede Virgilio en la Égloga 5, 69:

et multo in primis hilarans conuiuia Baccho...

Podrá observarse que ya los dos versos' anteriores hablan de


“líquidos” (leche y aceite) como preparación de la metonimia.
Finalmente, entre multo y Baccho van intercalados dos términos
“ orientadores” : hilarans y conuiuia.
Resulta mucho más imprevisible que, en un momento dado,
también deus pueda designar el “vino” . No conozco más que un
caso de este “ atrevimiento” en la literatura latina (Virgilio, En.,
IX, 335-337) :
... illa qui plurima nocte
luserat, insignis facie, multoque iacebat
membra deo uictus.

(Niso degüella al joven Serrano) que había estado divertidí­


simo aquella noche y que yacía vencido por el “ abundante vino”
(multo ... deo!)
“multo ... deo” , en lengua, es imposible; tan imposible como
en castellano “mucho dios” . Para que el hecho de habla se en­
tienda como “ mucho vino” y se acepte la sorprendente metoni­
mia, el poeta ha de tomar extraordinarias precauciones.
Virgilio arrastrará la aquiescencia del lector gracias a todo
un proceso, muy cuidadosamente estudiado, que comprende tres
etapas: una lejana, otra próxima y la tercera inmediata.
Con mucha antelación, ya en los vv. 188-189, Virgilio nos
NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS 39

presenta a los Rútulos presuntuosamente confiados en la propia


situación: se entregan, despreocupados, al sueño y al vino:

(Rutuli) SOMNO VINOQTJE SOLVTI


PROCVBVERE.

Por segunda vez, en los vv. 236-237, el poeta insiste :

RVTVLI SOMNO VINOQVE SOLVTI


CONTICVERE.

No se trata de un descuido en un poema’ inacabado como


es la Eneida: el llamativo término inicial de verso, con su reite­
ración de la estructura métrica, de la morfología (-ere), del no­
table volumen fónico (cinco sílabas), y, por contraste, con la
variante semántica (procubuere / conticuere), prueba Suficien­
temente que la repetición es intencional.
En el verso 316 vuelve por tercera vez el estribillo somno
uinoque soluti. Pero esta vez de modo definitivo: se va a ofre­
cer al lector una visión total del campamento de los Rútulos:
un campamento de borrachos, “ vencidos por el vino y el sueño” .
A la designación de las cosas por “ su” nombre en lengua suce­
den sus afines semánticos: “yacer” , “ roncar” , “rendirse” , etc.,
salen machaconamente hasta culminar en el multo ... deo.

(Niso y Euríalo)
passim somno uinoque per herbam
corpora fusa u id e n t........................................ (316-317)
uina s i m u l ......................................................(319)
(Ramnes) toto proflabat pectore somnum . . (325-326)
inter tela iacentes............................................... (329)
pendentia colla (la postura típica del borracho
d o r m id o ) ..................................................... (331)
... multo que iacebat
membra deo u ic t u s ........................................ (336-337)

Los 20 versos constituyen el “ cuadro de los borrachos de


Virgilio” ; los 18 primeros son tan gráficos y sus términos tan ajus­
tados al patrón de la lengua común, que ya puede el poeta per­
mitirse, como última y definitiva pincelada, una atrevida “ des­
40 INTRODUCCIÓN A LA SIN TAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

viación” , confiado en que su expresión no resultará oscura y lo­


grará el asentimiento del lector.
Hemos visto cómo Virgilio logra llamar al vino “ dios” y que
sus lectores lo entiendan, aunque nunca hayan oído tal “lengua” .
Pero si no hubiera en el texto estudiado más que una mera sus­
titución de nomenclatura, Virgilio sería un simple “malabarista
verbal” , un sorprendente mago de la palabra, pero sin la hon­
dura, seriedad y calor humano que atribuimos generalmente a
“la magia” del poeta frente a los malabarismos y magias de puro
entretenimiento.
Si Virgilio llama “ dios” al vino, no es para demostrarnos que
¿1 puede permitirse el capricho de poner un rótulo cualquiera a
cualquier producto. Si Virgilio se refiere al vino y no lo llama
“ vino” es que vislumbra en el vino algo que sólo él ha visto,
alguna “ nota” no incluida, según el código lingüístico, en el sig­
nificado “ vino” ; tal es la razón por la cual no le sirve tampoco
el significante “ vino” y acude a un sustituto, al que, por los pro­
cedimientos que hemos analizado, hará significar “vino” , y que,
por otra parte, conllevará la “nueva nota” que el poeta pretende
añadir al concepto de ese líquido llamado “ vino” : devs = v i-
NVM + X.
Tratemos de averiguar qué representa la incógnita X : en
esa incógnita se esconde la razón de la metonimia y la magia de
la verdadera poesía.
El contexto, con tiempo, desde los versos 188 y 236, con ma­
yor insistencia desde el 316, y de modo apremiante con el con­
texto inmediato, nos obliga a pensar, ante todo, en “mucho vino” ;
pero, como en lugar de multo ... uino, el poeta nos sorprende
con multo ... deo, hemos de sumar al significado “ vino” , ya in­
culcado al lector de antemano, el significado del inesperado sig­
nificante deo; por lo tanto, deus es, accidentalmente, un signifi­
cante complejo: vino + dios.
La intuición del poeta es intransferible; podemos, si no tra­
ducirla, analizar ^sí su contenido:
(El joven Serrano yacía vencido por) “ el abundante vino +
-|- la virtud divina que, como soporífero, tiene el vino” .
Pero en el comentario analítico, en la descomposición lineal
de lo que es un continuum psíquico, se esfuma la vivencia del
NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS 41

instante poético plasmado en multo deo, y desaparece la poesía.


Es curioso ver a los innumerables traductores de Virgilio deba­
tirse, desesperados, ante la síntesis virgiliana. Entre las interpre­
taciones consultadas, nos quedamos con la de Echave Sustaeta
(“ Serrano vencido por el mucho Baco” ), que traduce la meto­
nimia del original por otra metonimia: es la única que, al con­
servar el recurso poético, puede guardar también algo de poesía.
Pero aun con esta interpretación Virgilio nos llega enorme­
mente empobrecido; “Baco” por “vino” es un tópico literario,
una figura poética en vías de lexicalización y, por lo tanto, de
limitado poder evocador; por eso Virgilio forjó una metonimia
de nuevo cuño, cuya expresividad no puede, en modo alguno,
pasar inadvertida.
El resto de los traductores sólo nos dan parte del contenido
que nosotros hemos analizado en multo ... deo: unos dicen, sim­
plemente, “mucho vino” , sin hacernos pensar en la suplementa­
ria “ nota divina” del vino; otros acentúan el significado en len­
gua de deo, y como entonces es imposible “mucho dios” , desha­
cen el sintagma multo ... deo, ya sea sacrificando llanamente el
multo (“ Serrano vencido por el dios del vino” o “ por el dios
del sueño” ), ya sea añadiendo en sintagma aparte ese multo:
“ Serrano vencido por el dios del vino, del que había abusado” .
(Esta última interpretación es la de la colección Budé.)
Como en nuestro comentario, todas estas traducciones evapo­
ran la expresión poética: la “ intuición” del artista al pasar por
el tamiz intelectual del intérprete se queda en una enumeración
más o menos completa de miembros inertes, que en el original
forman una síntesis viva. El Virgilio auténtico — el poeta— está
en el multo ... deo: ahí tenemos su “alma de cristal” reflejando
fielmente la impresión que le produce la realidad circundante;
el Virgilio traducido es un simple narrador, más o menos co­
rrecto, de una realidad que le es ajena. En una palabra, el men­
saje esencialmente “ poético” del original se desintegra con la
traducción en un mensaje esencialmente “ informativo” .

8. Vistas así las cosas, desaparece la antinomia de la sinoni­


mia y polisemia a que aludimos al principio en los párrafos 1-6.
Y lo que decimos aquí del léxico (uinum, Bacchus, deus) ha
de aplicarse rigurosamente a la sintaxis en toda su extensión:
42 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

entre los signos gramaticales tampoco hay equivalencias ni pluri-


valencias: nunca hay, por ejemplo, sinonimia entre dos casos o
dos preposiciones, y viceversa, un caso o una preposición no
tienen dos, tres, cuatro, cinco, etc. significados distintos, sino
que, en lengua, les corresponde uno solo (del que pueden irra­
diar diversos matices contextúales).
Hemos de volver con frecuencia sobre estas ideas; véase, por
ejemplo, pp. 86-88, 171 y ss. y 186-187.
VII

SINCRONÍA Y DIACRONÍA

1. Gramática comparada. — El siglo x ix representa el triunfo


del historicismo en la lingüística. En sus comienzos, y gracias
al reciente descubrimiento del sánscrito, nació la gramática com­
parada de las lenguas indoeuropeas :

lat. genus — gr. γένος = ser. jánas;


lat. generis = gr. γένεος = ser. jánasas;
etc. etc. etc.

F. Bopp (1791-1867) aplicó sistemáticamente por vez primera


(1816) el método que explica esas concordancias entre lenguas
derivadas de un tronco común. Y, en 1861, Schleicher compen­
dia los resultados obtenidos en la lingüística indoeuropea por
el método comparativo.

2. Gramática histórica o diacronía. — De la comparación en­


tre concordancias se pasó, hacia 1870 (por iniciativa de los neo-
gramáticos Brugmann, Osthoff, Sievers, Paul, etc.), a situar los
hechos comparados en la línea de su sucesión natural en el
tiempo; es decir, se pasó al estudio histórico de la lengua. Los
resultados de la tarea sorprendieron por su claridad y objeti­
vidad; los neogramáticos descubrieron leyes (leyes fonéticas) al
parecer, tan “ determinantes” (?) como las leyes naturales.
La generación neogramática, deslumbrada por sus éxitos,
creía haber encontrado el auténtico y único camino de la inves­
tigación lingüística: el método histórico. Toda la ciencia del len­
guaje tendría que ser o gramática histórica o historia de la
lengua.
44 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

3. Sincronía. — En plena euforia historicista surge, como voz


discordante, la personalidad de Saussure (1857-1913). En sus
conversaciones particulares, en alguna carta y, sobre todo, en
sus cursos universitarios de Ginebra (a partir de 1906) proclama
frecuentemente la insuficiencia de la lingüística histórica de su
época (lingüística que él mismo tenía que explicar como asig­
natura de los programas a la sazón vigentes). Saussure afirma
que el estudio descriptivo de la lengua es más interesante y tan
científicamente posible como el estudio histórico.
El lenguaje se nos ofrece como objeto de estudio en dos pers­
pectivas. Por un lado, la lengua es algo inestable y en constante
evolución: es el aspecto minuciosamente estudiado —y con asom­
broso éxito— por la lingüística histórica. Pero, a la vez, la len­
gua se nos ofrece bajo un aspecto estático, como un sistéma de
oposiciones y contrastes en el que los elementos que entran en
juego no tienen valor absoluto en sí, sino que lo reciben del
conjunto en que se integran (cf. el ejemplo antes citado de a m o r ,
a m o r is , am o rem ... a m a b il is , etc. Este sistema de oposiciones no
se explica por la evolución, sino que tiene su razón de ser en
sí mismo, como un vasto cuadro pictórico, donde cada parte está
relacionada con el conjunto y no puede modificarse o despla­
zarse sin romper la armonía interna de la obra.
Es legítimo, pues, estudiar la evolución de la lengua a través
del tiempo, pero también merece estudiarse un estado de la
lengua en un momento dado, sin intervención del factor tiempo.
El propio Saussure ilustró claramente sus ideas en el siguiente
esquema :

-B

El eje AB simboliza la simultaneidad (objeto de la lingüística


sin c r ó n ic a ) ;CD, la sucesión temporal (objeto de la lingüís­
tica d ia c r ó n ic a ).
NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS 45

4. La distinción entre sincronía y diacronía es un axioma del


que ha de partir todo estudio lingüístico. Suscribimos sin reser­
vas la afirmación rotunda de Saussure (p. 115-116) : es imposible
organizar las investigaciones sin tener en cuenta los dos ejes,
sin distinguir por un lado el sistema de los valores considerados
en sí mismos y, por otro lado, esos mismos valores conside­
rados en función del tiempo.
Pero no estamos de acuerdo con Saussure cuando proclama,
con la misma energía, “ que nos está absolutamente prohibido es­
tudiar simultáneamente las relaciones en el tiempo y las rela­
ciones en el sistema” ; ni puede decirse, con L. Hjeliñslev (Prin­
cipes de grammaire genérale, p. 47), que “la oposición entre los
dos puntos de vista es absoluta y no admite compromisos” .
Nosotros no creemos que haya que optar necesaria e intran­
sigentemente entre la sincronía y la diacronía, sino que puede
añadirse la consideración estructural (sincrónica) a la conside­
ración evolutiva (diacrónica). Por esta vía se ha llegado — pre­
cisamente en España y dentro de la lingüística indoeuropea—
a resultados muy fecundos en los últimos años; baste recordar
aquí — entre otros trabajos importantes y otros autores— el só­
lido estudio de M. Sánchez-Ruipérez sobre el verbo griego y las
dos obras maestras de F. Rodríguez Adrados sobre las laringales
y el verbo indoeuropeo.
Más que al objeto, la diferencia entre sincronía y diacronía
afecta al observador. Ambas consideraciones aisladas nos dan
sólo una visión parcial del lenguaje.
Nuestra presentación de la sintaxis latina será fundamental­
mente sincrónica; sólo ocasionalmente, y ante hechos incom­
prensibles para la sincronía, haremos alguna alusión diacrónica.
VIII

EL “DOGMA” DEL LÉXICO Y LA GRAMÁTICA

1. Tal vez no haya principio de mayor trascendencia para


nuestros análisis que el formulado por K. Biihler (p. 101 y ss.
de la traducción española) como dogma fundamental de la inves­
tigación lingüística: sepárese cuidadosamente lo que: corresponde
al léxico y lo que corresponde a la sintaxis (en lugar de sintaxis,
nosotros diríamos más bien gramática).
Efectivamente, el lenguaje usa un sistema de signos de dos
clases: unos elementos son léxicos y otros son gramaticales:
dos enunciados pueden distinguirse por variar un elemento lé­
xico; compárese:

tuus canis apr-um momordit, “ tu perro mordió al jabalí” ;


tuus canis lup-um momordit, “ tu perro mordió al lobo” .

En cambio, en los dos enunciados siguientes, la diferencia


radica en elementos gramaticales (morfológicos o, lo que es lo
mismo, sintácticos) :

tu-us can-is lup-um momordit, “ tu perro mordió al lobo” ;


tu-um can-em lup-us momordit, “ el lobo mordió a tu
perro” .

2. En el capítulo siguiente, al tratar de las unidades signi­


ficativas, insistiremos más en la esencial diferencia entre las dos
clases de signos que integran el lenguaje. Aquí nos limitaremos
a esbozar la cuestión, sin penetrar todavía en la irreductible
diferencia de las unidades mínimas de significación. Una obser­
vación incluso superficial permite advertir que, en un mensaje
dado, la gramática puede ser más o menos indispensable según
NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS 47

los casos; puede haber incluso mensajes exentos de gramática,


puramente léxicos: si una persona se encuentra en una comuni­
dad lingüística que le es extraña, puede, con el solo uso del dic­
cionario, emitir mensajes pregramaticales, pero válidos para la
comunicación: por ejemplo, una serie de palabras sueltas, como
cazador, liebre, matar, puede ser un mensaje comprensible, ya
que los lexemas dados difícilmente admiten una concatenación
que no sea: “ el cazador mató una liebre” (sería inverosímil que
“una liebre matara al cazador” ) ; por ello, tal enunciado puede
prescindir de la gramática sin grave perjuicio paça la compren­
sión. En cambio, la sintaxis — o un sustituto de ésta, cf. infra,
p. 64 y ss.— es de imperiosa necesidad si en lugar de liebre tu­
viéramos que poner león: “cazador, león, matar” ya no es inte­
ligible unívocamente y resulta indispensable precisar dónde está
el agente y donde está la víctima. Ha de venir la gramática en
ayuda de los elementos léxicos para fijar en el haz de posibili­
dades la relación efectiva y única que queremos establecer entre
los significados autónomos del léxico. La significación grama­
tical (sintáctica) se superpone a la significación léxica, pero a
otro nivel: a nivel del sintagma.

3. El valor semántico global de una frase es el total de dos


sumandos: 1.°, la sustancia significativa (léxica, material) de las
palabras y grupos de palabras contenidos en la frase; 2.°, la sig­
nificación de sus relaciones lógico-sintácticas.
Puer librum legit tiene, a nivel sintáctico, la misma e inva­
riable significación en todo enunciado que presente el esquema.

Sujeto - complemento directo - verbo.

Sobre este patrón abstracto podrán formularse innumerables


mensajes reales; pero mientras subsista el tipo de construcción,
es decir, la misma forma gramatical, sólo cambiará la sustancia
significativa léxica. La forma es lo único que interesa al gramá­
tico; aunque éste no pueda prescindir del “ ejemplo” , es decir,
aunque haya de acudir a realizaciones concretas en el habla, le
es preciso elevarse “ abstractivamente” hasta la forma, fein de­
jarse ahogar por los valores que en toda frase real precipita el
léxico, pero que no son de la incumbencia del gramático.
48 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

4. Por atender sólo a la forma, y no a la sustancia semántica,


el gramático considera legítimos ciertos tipos de enunciados into­
lerables para el lógico. “ Si, ante una mesa redonda, alguien
dice: esta mesa es cuadrada — escribe K. Bühler, p. 90 y ss.— ,
el gramático calla plenamente satisfecho; sólo el lógico protesta:
¡absurdo!” En cambio, provocará la censura del gramático quien
diga: h ic tabvlam svn t ro tvnd vm , porque aquí hay un puro
flatus uocis “ sin sentido” de ninguna clase. El gramático es insen­
sible al contrasentido, como “círculo cuadrado” , pero es muy
sensible al “ sinsentido” , ¡que es algo muy distinto!
Un enunciado agramatical ( h ic tabv la m . . . ) nunca tendrá sen­
tido ninguno; pero un enunciado gramaticalmente correcto tiene
ya un sentido en sí, independientemente de lo que opine la ló­
gica: los niños saben muy bien lo que dicen cuando cantan: “por
el mar corren las liebres, por el monte las sardinas, etc.” ; saben
muy bien que sus afirmaciones son perfectamente comprensi­
bles, pero esperan hacer gracia por lo sorprendente de esas afir­
maciones ante la experiencia y “ saber” de los oyentes.
“ Oro negro” , siempre aceptable para el gramático, pareció
absurdo al lógico hasta no hace demasiadas generaciones; lac
gallinaceum (“leche de gallina” ) es tan correcto en gramática
como ouum gallinaceum (“huevo de gallina” ) . Pero, mientras sea
tan difícil encontrar “ leche de gallina” como encontrarle “ tres
pies al gato” , sólo nos servirá el correctísimo complejo lac gal­
linaceum para referirnos a “ un imposible” como ya lo hicieron
Plinio (Nat. Hist., Praef. 23) y Petronio, Satiricon, 38: lacte gal­
linaceum si quaesieris inuenies, “ si se te ocurriera buscar leche
de gallina, la hallarás (en casa de Trimalción) ” .

5. La diferencia esencial entre léxico y gramática puede ob­


servarse a diario en las clases y ejercicios de traducción: una
traducción “falla” porque un término (nombre, adjetivo, verbo,
adverbio) no ha sido interpretado con acierto: el estudiante
“ coge” en el diccionario la palabra menos adecuada al contexto
estudiado; otra traducción “ falla” porque el alumno “ no vio la
construcción” . Aunque, ocasionalmente, una falta léxica puede
llegar a ser grave y alguna falta gramatical puede motivar un
error leve, lo normal es que los errores léxicos acarreen “fallos”
muy limitados y que los errores gramaticales, en cambio, hun­
NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS 49

dan todo un enunciado. La razón es obvia: un adjetivo en lugar


de otro adjetivo, un nombre en lugar de otro nombre, un verbo
en lugar de otro verbo, etc., son errores “limitados” dentro de la
misma categoría gramatical; pero quien no ve una concordan­
cia, quien toma un nombre o adjetivo por verbo, etc., baraja
las categorías gramaticales, destruye el molde que informa todo
el sintagma afectado y, por lo tanto, destruye todo el sistema de
relaciones y arruina el mensaje en su totalidad.
IX

LAS UNIDADES LINGÜÍSTICAS BÁSICAS

§ 1. — La palabra: fantasma del lenguaje

Desde Aristóteles se vino creyendo a pies juntillas que la


unidad mínima de significación era la palabra. De la palabra
se partía para establecer enunciados más amplios y a la pala­
bra se llegaba en el análisis de cualquier enunciado complejo.
La palabra fue el irreductible átomo de la ciencia del lenguaje
desde su nacimiento hasta nuestros días.
Pero cuando, últimamente, la lingüística quiso “ definir” lo
que es la palabra como elemento básico de su ciencia, se encon­
tró con una noción sumamente ambigua. No logró dar con una
definición aceptable de la palabra ni establecer criterios firmes
para separar y distinguir en la cadena hablada esas pretendidas
unidades, dándose así la curiosa paradoja de que, entre todas
las ciencias, la ciencia del lenguaje era la única que no sabía
con qué unidades operaba.
El año 1948, fecha del VI Congreso Internacional de Lingüís­
tica, celebrado en París, constituye un hito muy destacado en
la historia de la ciencia del lenguaje. Ese congreso puso en evi­
dencia la extraña fragilidad de muchos principios tenidos du­
rante milenios como firmes y definitivos. La labor de esta im­
presionante reunión de sabios, con especialistas en casi toda clase
de lenguas, resultó esencialmente destructiva: un verdadero des-
mantelamiento del edificio gramatical existente. El enigma de
la palabra fue, tal vez, la máxima preocupación del Congreso,
y la primera columna que crujió y se desmoronó en el edificio
tradicional.
El vulgo cree discernir claramente la individualidad de las
NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS 51

palabras; son, en cambio, los profesionales quienes confiesan


ignorar lo que es la palabra. Hay una amplísima bibliografía
réciente sobre el problema. Sin pretender entrar en la discusión,
báste recordar aquí algunos hechos de experiencia común. Cuan­
do uno se pone a escribir en su propia lengua, no tarda en tro­
pezar con la dificultad de separar las palabras: ¿diecisiete o diez
y siete?, ¿enseguida o en seguida?, ¿ “ un dicho” aparte o a parte?
En latín quedan a discreción del editor un crecido número
de grafías: bene facere o benefacere, animum aduortere o ani-
maduortere, quo minus o quominus, quam ob rem o quamobrem,
etcétera.
Si ahora reparamos en las traducciones, ¿quién no ha obser­
vado con qué frecuencia a una palabra corresponden dos o más
en otra lengua? Latín horto — esp. “ en el huerto” , lat. apud =
— esp. “ en casa de” , etc.

§ 2 .— Las verdaderas unidades lingüísticas

A) U nidades s ig n if ic a t iv a s . — Sin ahondar más en la cues­


tión, parece evidente que “la palabra” no constituye una unidad
básica suficientemente clara y firme para cimentar los análisis
gramaticales. Por eso, los últimos años se ha intentado desinte­
grar el “ átomo de la palabra” y por este camino se han logrado
nociones mejor elaboradas y más fecundas.
Un enunciado de cuatro palabras como el siguiente puede
descomponerse en elementos menores provistos de significado:

Discipul-vs libr-VM heri leg-i t ( “ el a lu m n o le y ó a y e r un


li b r o ” ) .

Discijml- es el significante de una noción básica (“ alumno” ).


-vs es el significante que simultáneamente nos dice:

1.° Se trata de un solo alumno (número singular); 2.° Dicha


persona está clasificada entre los seres del género masculino;
3.° Entra en el enunciado como actor del proceso (nominativo).
De modo análogo puede analizarse el contenido de las dos
unidades que hay en libr-VM y en leg- i t (unos núcleos léxicos
52 INTRODUCCIÓN A LA SIN TAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

en el radical significativo de las palabras y unos morfemas o


formantes que relacionan las nociones básicas del léxico).
El significante h eri, en cambio, es indivisible: no admite por
debajo del nivel semántico un análisis en elementos significativos
menores. En h e r i coincide la palabra con la unidad mínima de
significación, es decir, coinciden “ palabra” y “monema” .
Ya se habrá advertido que con este análisis descubrimos
signos de dos clases y que volvemos a recaer en el “ dogma del
léxico y la gramática” (cf. su p ra , p. 46). Los elementos signi­
ficativos escritos en minúscula son unidades léxicas; los escritos
en versalitas son unidades gramaticales.

N o m e n c la t u r a : monema, le x e m a y m o rfe m a . — Es corriente


designar a ambas subclases con los términos de sem a n tem a s y
m o rfem a s, respectivamente; pero esta terminología tiene el grave
inconveniente de sugerir que sólo los sem a n tem a s son portado­
res de sentido y que los morfemas carecen de él. Otra nomen­
clatura en boga habla de e le m e n to s lle n o s (semantemas) y e le ­
m en to s v a c ío s (morfemas) ; estos términos son totalmente inacep­
tables, pues no sólo sugieren el posible error antes aludido, sino
que lo suponen en su concepción originaria y lo consagran en
formulación explícita.
Nosotros analizaremos la cadena hablada en segmentos cada
vez más reducidos hasta llegar a elementos formales mínimos
provistos de significación, ya sea léxica, ya gramatical. Alcan­
zado este nivel de unidades mínimas significativas, adoptaremos
la nomenclatura de Cantineau : “Todo elemento formal portador
de un valor gramatical será llamado m o r fe m a ; los elementos for­
males de valor léxico serán llamados l e x e m a s (C. F. S., 10, 1952,
p. 17).
Cuando pretendemos referirnos a la unidad significativa ele­
mental (prescindiendo de su índole léxica o gramatical), la lla­
maremos m onem a, como propone Martinet (É lé m e n ts d e lin g u is­
tiq u e g é n é r a le , 19633, p. 20).
Para evitar el tremendo confusionismo a que da lugar la
anárquica terminología de la moderna lingüística, conviene re­
cordar que lo que aquí llamamos monem as es lo que los lingüis­
tas eslavos y americanos suelen denominar m o r f e m a s .
NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS 53

B) U nidades d is t in t iv a s . — El que se ocupa de sintaxis no


necesita seguir descomponiendo la cadena hablada por debajo
de los monemas. Pero el análisis lingüístico no acaba necesaria­
mente ahí. Puede disolver todavía los monemas en sus compo­
nentes últimos, que son los fonemas.
Los fonemas también poseen la doble cara de todo signo lin­
güístico; pero “ su significado” no es de la misma índole que
el significado de los monemas. Un fonema “ no tiene referente
que le sea propio” (E. Sapir, “ Sound patterns in language” , Se­
lected Writings, Los Ángeles, 1949, p. 34); es decir, un fonema
no hace referencia a ninguna cosa del mundo que nos rodea ni
a ninguna relación concebida por la mente humana entre las
cosas; su significación es meramente distintiva: distingue y se­
para un significante de otro significante; y, por último, así como
hemos señalado dos subclases de monemas, así también hay dos
subclases de fonemas: fonemas silábicos (o vocálicos) y fonemas
asilábicos (o consonánticos). Gracias a la oposición de los fone­
mas vocálicos e / i, el significante misa es materialmente “otra
cosa” que el significante mesa; gracias a la oposición p / t / c, se
distinguen pasa / tasa / casa, etc.
Los dos niveles del lenguaje y del análisis lingüístico han
de estudiarse separadamente: al nivel semántico corresponde
el estudio de las unidades significativas simples y complejas
desde el monema hasta la frase e incluso hasta una obra literaria
en toda su extensión (morfología, sintaxis, lexicología y estilís­
tica); al nivel fonológico corresponde el estudio de las unidades
simples y complejas con función puramente distintiva (dominio
exclusivo de la fonología).
La honda diferencia que separa la función significativa de
los monemas y la función distintiva propia de los fonemas puede
oscurecerse en ciertos casos patológicos. Hay afásicos que redu­
cen a un solo nivel las dos clases de signos: el nivel único con­
servado puede ser el de la clase significativa o el de la clase
distintiva. En el primer caso, el enfermo entiende y repite se­
cuencias como café o m esa , pero no capta ni puede repetir se­
cuencias sin sentido como feca o same (con el mismo contenido
fónico que café y mesa); en el segundo caso, el enfermo repite
con la misma facilidad feca y same que café y m esa , pero enton­
ces café y mesa son para él tan carentes de sentido como feca
54 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

y same, es decir, c a fé y m esa se degradan hasta quedar reducidos


al puro valor distintivo que normalmente corresponde a los fo­
nemas.
Esta alteración patológica subraya claramente la diferencia
entre unidades significativas y unidades distintivas, es decir, la
diferencia entre lo que toman como objeto de estudio, respecti­
vamente, la sintaxis y la fonología. Conviene tener esto presente,
ya que la diferencia del objeto puede condicionar el método
aplicable al estudio en sí.

§ 3.— La doble articulación del lenguaje

Aunque se puede hablar del lenguaje de las abejas, o de las


flores, etc., en realidad no hay lenguaje comparable al lenguaje
humano;, y en la esfera de lo humano, aunque se pueda hablar
del lenguaje de la música, de la pintura, etc., en el fondo el
único lenguaje humano propiamente dicho es el lenguaje audi­
tivo : éste tiene en exclusiva una característica incomparable, que
lo distingue de cualquier otro tipo de lenguaje: sólo el lenguaje
auditivo es articu lad o.
Martinet ha insistido en múltiples trabajos sobre la propie­
dad del determinante “ articulado” aplicado al lenguaje. Efecti­
vamente, el lenguaje humano es d o b le m e n te a rticu lad o. En una
primera articulación se suceden y encadenan las unidades signi­
ficativas que hemos llamado monemas. En una segunda articula­
ción, cada monema, a su vez, se reduce en el plano formal a una
sucesión y encadenamiento de unidades distintivas : los fonemas.
La doble articulación de unidades lingüísticas básicas mul­
tiplica hasta el infinito las posibilidades de comunicación entre
los hombres, y ello con un sistema de signos relativamente e c o ­
n ó m ico , sencillo y de fácil manejo.
Gracias a la primera articulación, con p o c o s m illa res d e m o ­
n em a s pueden formularse mensajes distintos en número ilimi­
tado.
Y, gracias a la segunda articulación, c o n m u y p o c a s d e c en a s
d e fo n em a s puede asignarse a todos los monemas necesarios a
la comunicación humana una forma específica e identificable sin
riesgos de confusión.
NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS 55

En resumen: en el nivel semántico del lenguaje, los monemas


por una parte y, por otra, la oración, que los articula en men­
sajes inteligibles, son las dos unidades funcionales básicas sus­
ceptibles de comparación en todas las lenguas. En cambio, las
unidades formales denominadas “palabras” , como complejos hí­
bridos en que se agrupan una o varias nociones específicamente
léxicas con una o varias nociones generales (“ gramaticalizadas” ) ,
no son susceptibles de comparación entre las lenguas. Natural­
mente, cuando en una palabra no se da el aludido complejo de
nociones dispares, sí cabe la comparación, porque entonces coin­
ciden palabra y monema, como ya dijimos antes.
X

• PARTES DE LA ORACIÓN
Y
CLASES DE PALABRAS

1. He aquí el principio de un conocidísimo tratado de gra­


mática latina, el Ars grammatica minor, de Donato:
—Partes orationis quot sunt?
— Octo.
— Quae?
—Nomen, pronomen, uerbum, aduerbium, participium, con-
iunctio, praepositio, interiectio.
—Nomen quid est?
—Pars orationis quae...

2. Nuestras gramáticas escolares siguen traduciendo sustan­


cialmente a los gramáticos latinos:
— ¿Cuántas son las partes de la oración?
(Se contesta con el número de clases de palabras.)
Después, las respuestas a las sucesivas preguntas ¿Qué es
nombre?, ¿Qué es adjetivo?, ¿Qué es verbo?, etc., empiezan in­
variablemente: La parte de la oración que...

3. Y, así como nosotros repetimos la nomenclatura de los la­


tinos, éstos, a su vez, la habían heredado de los griegos: partes
orationis traduce τα τού λόγου μέρη.

4. “Partes de la oración” y “ clases de palabras” se toman,


pues, tradicionalmente como expresiones sinónimas.
Es cierto que no deja de existir un notable paralelismo entre
clases de palabras y miembros de frase. Así, la clase de pala-
NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS 57

bras llamadas “ nombres” funcionan en la oración como sujeto


o complemento directo, es decir, como auténticos miembros o
“ partes” de la oración; el verbo, que, como clase de palabras,
designa un estado o un proceso, constituye, como miembro de
la frase, el predicado; el adjetivo, que, como clase de palabras,
designa cualidades, funciona, en cuanto miembro de frase, como
determinante del nombre, etc.
Por lo tanto, “ clases de palabras” y “ partes de la oración”
parecen apuntar efectivamente hacia el mismo objeto; por eso
no se ha sentido la necesidad de distinguir entre “ clases de pa­
labras” y “ partes de la oración” .
Pero, si observamos más atentamente la realidad, hemos de
reconocer que las dos nociones “clases de palabras” y “ partes
de la oración” no cubren exactamente el mismo campo : un miem­
bro de frase puede coincidir con una forma léxica (una clase de
palabras), pero no ha de coincidir necesariamente con una deter­
minada clase de vocablos. Casi siempre puede aparecer en el
mismo lugar de la frase, en vez de una forma léxica esperada,
ya sea otra forma léxica no esperada, ya sea un complejo de pa­
labras; un miembro de frase puede incluso tomar la forma de
un enunciado estructurado predicativamente (W. Porzig, El mun­
do maravilloso del lenguaje, trad. Gredos, 1964, p. 152).
Ni los nombres existentes en una lengua cubren todas las
necesidades de nombrar, ni los adjetivos todas las necesida­
des de determinación nominal, ni los verbos todas las necesidades
predicativas, ni los adverbios todas las necesidades adverbia­
les, etc. Gracias a la transferencia de funciones, pueden satisfa­
cerse todas las necesidades de la comunicación sin sobrecargar
la memoria con un inacabable léxico.
Así, en latín y castellano es económico disponer de una serie
adverbial como:

hie ( = in hoc loco) — “ aquí” ( = en el lugar cercano a mí);


istic ( = in isto loco) — “ ahí” ( = en el lugar cercano a ti);
illic ( = i n illo loco) — “ allí” (— en lugar alejado de ambos).

Ese léxico adverbial es económico, de “mucho rendimiento” ,


por expresar relaciones espaciales de manejo continuo en la vida
diaria. La misma orientación espacial, pero referida a puntos me­
58 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

nos utilizados, se expresará no por nuevos adverbios léxicos, sino


por un complejo de significantes de categorías no adverbiales:
in hac urbe, in ista urbe, in illa urbe: urbe nombra el lugar;
in lo relaciona con el resto del enunciado, como escenario en
que ha de situarse el proceso, o, en otros términos, transfiere la
categoría nominal a la adverbial; y, por último, el demostrativo
coloca el nuevo adverbio funcional dentro de la esfera espacial
del hablante (hac), del oyente (ista), o fuera de la esfera espa­
cial de ambos (illa).

5. Si se abre un texto cualquiera, será fácil descubrir casos


similares a los latinos que citamos a continuación:

5.1. Transferencias de funciones entre categorías léxicas:

Tácito, Hist., I, 8: uir facundus et pacis artibus, “ hombre


elocuente y con dotes (de mando en tiempos) de paz” .

Obsérvese que facundus y pacis artibus son idénticos como


“partes de la oración” : ambos tienen la común función de ser
determinantes del sustantivo uir; pero facundus es morfológica­
mente adjetivo, es decir, pertenece a la clase de palabras previs­
tas en el fichero de la lengua como determinantes del sustantivo;
en cambio, el llamado “ ablativo de cualidad” (pacis) artibus, no
es morfológicamente adjetivo, aunque aquí funcione como adje­
tivo y esté coordinado con un adjetivo: los dos términos coordi­
nados son, pues, homofuncionales como “ partes de la oración” ,
pero heterocategoriales como “ clases de palabras” .
Cicerón, Cat., 1, 32: secedant improbi, secernant se a bonis!,
“ ¡retírense los malos, aléjense de las personas honradas!”

Aquí, los adjetivos desempeñan funciones propias del nom­


bre: están “ sustantivados” .
Cic., Att., 12, 1, 2: noctuabundus ad me uenit, “ vino a mi
(casa) de noche” . Según dicen nuestras gramáticas, ahí aparece
el adjetivo noctuabundus “ usado como adverbio” .

5.2. Transferencias de funciones entre categorías léxicas y


frases predicativas completas. — Con mayor frecuencia, un
NOCIONES BÁSICAS DK LA NUEVA SINTAXIS 59

miembro de frase (una verdadera parte de la oración) toma la


forma de un enunciado predicativo completo. Bien conocido
es el caso de las “oraciones sustantivas” , que reciben esa deno­
minación por funcionar como sujeto o complemento directo, aun­
que ellas no sean léxica y morfológicamente “ sustantivos” . Ahí
se aprecian, pues, claramente disociadas las nociones de “ clases
de palabras” y “partes de la oración” .
Lo mismo ocurre con las oraciones de relativo y las subordi­
nadas adverbiales. No creemos necesario insistir. »

6. En estas transferencias de funciones se fundan ciertos im­


portantes tratados de sintaxis de los últimos lustros. Entre los
autores de estas sintaxis transformacionalistas baste citar aquí:
Zellig S. Harris, Methods in Structural Linguistics, Chicago,
1951;
Noam Chomsky, Syntactic Structures, La Haya, 1957;
L. Tesnière, Éléments de syntaxe structurale, Paris, 1959.
Este último dedica cientos de páginas al estudio de las “tras­
laciones” de funciones sintácticas.

7. En resumen: a) Una categoría sintáctica no es patrimonio


exclusivo de una categoría léxica. Las unidades complejas de
la oración pueden, en virtud de su función sintáctica, distribuirse
en los mismos apartados formales en que se clasifican las unida­
des sencillas (o palabras) en virtud de sus caracteres morfoló­
gicos.
b) Viceversa: una categoría léxica (o palabra) no va indefec­
tiblemente unida a una función sintáctica, o, como dice Porzig,
“la palabra no está cortada a la medida de una determinada
función” (o. c., p. 151).

8. En consecuencia, debiera reservarse el nombre de “partes


de la oración” a los miembros que funcionalmente integran la
frase, y llamar “ clases de palabras” a lo que tradicionalmente se
llama “partes de la oración” .
XI

LAS CATEGORÍAS GRAMATICALES

§ 1. — Arbitrariedad en el léxico

Todo en el lenguaje es arbitrario, tanto en la esfera del lé­


xico como en la gramatical. Veamos lo que pasa en léxico como
introducción a lo que hemos de ver “ aumentado” en lo grama­
tical.
El vulgo cree que el léxico es una nomenclatura que calca
realidades con existencia propia e independiente de las denomi­
naciones que el hombre ponga o deje de poner a esas realidades.
Esa visión simplista es relativamente válida para una pequeña
fracción del léxico : el que se aplica a series de objetos bien dife­
renciados por la naturaleza (“ hombre” , “ cordero” , etc.; cf. Gé­
nesis, 2, 18-19: “El eterno Dios formó de la tierra todos los ani­
males de los campos, y todas las aves del cielo y los hizo venir
hacia el hombre para ver cómo debía llamarlos y para que todo
ser viviente llevara el nombre que el hombre le diera” ) o por
la industria humana (“ bicicleta” , “ estatua” , etc.). Pero, en la
inmensa mayoría de los casos, la realidad exterior no se nos
presenta como una exposición de piezas distintas a las que tan
sólo falta la “ etiqueta” , sino como un continuum, y hemos de
empezar por dividir, analizar y clasificar los datos de la expe­
riencia antes de registrarlos en el lenguaje. En la organización
de la experiencia ya entra en juego la arbitrariedad. Cada co­
munidad de hablantes analizará el mundo a su modo y pondrá
un nombre a cada elemento separado por su análisis: de donde
se sigue que, en la traducción interlingual, los signos de una
lengua no sólo difieren de los signos de la otra por la cara del
significante, sino también (¡y con frecuencia sustancialmente!)
NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS 61

por la cara del significado. Un idioma es, ante todo, un modo de


ver la realidad, y, secundariamente, un modo de expresar esa
realidad para comunicarla a los demás.
Muchas de las dificultades de la traducción arrancan de las
diferencias de los conceptos léxicos en una y otra lengua. Deci­
mos que ducere uxorem es una “frase hecha” latina que signi­
fica “casarse” ; pero el significante latino ducere uxorem y el sig­
nificante castellano “ casarse” no coinciden exactamente por el
lado del significado, es decir, no recubren exactamente el mismo
campo semántico. El “ casarse” español vale para la mujer como
para el hombre; el ducere uxorem latino sólo es aplicable al
hombre; abarca, pues, tan sólo la mitad de nuestro “casarse” ; el
otro medio concepto está concebido aparte y expresado con sig­
nificante propio : nubere, “ casarse, hablando de la mujer” .
Si seguimos ahondando en los conceptos latinos de ducere
uxorem y nubere, vemos que son expresiones metonímicas. En
el ceremonial del matrimonio, a los romanos les llamó la aten­
ción, en cuanto al novio, el “ rapto” (fingido) de la novia y la
“conducción” de ésta, entre algaradas populares, al nuevo hogar
conyugal: ducere uxorem no es, pues, una “frase hecha” , sino
una construcción regular y de un contenido muy concreto: el
hombre se lleva una mujer a su casa como esposa: domum ducit
uxorem.
La metonimia paralela de nubere por “ casarse la mujer”
arranca del rito según el cual la novia “ se cubría la cabeza con
el flammeum, “ el velo de novia” ; ahora bien, “ cubrirse” , “ tapar­
se” , “velarse” es lo que, según Donato (Hecyra, 656), significa
nubere, con la misma etimología que nubes.
Si vemos, pues, “la realidad” con los ojos de los romanos, las
expresiones ducere uxorem y nubere dejan de ser frases hechas
y nos parecen “ significantes” , tan legítimas y admisibles como
nuestro casarse. Pero son etiquetas diferentes: a) por pertenecer
a lenguas diferentes; b) por aplicarse a “mercancías” igualmente
distintas.
Entre los mil ejemplos que podrían citarse del subjetivismo
en el análisis de la realidad y la consiguiente organización del
léxico en las diversas lenguas es ya clásico recordar el espectro
solar. En la mayoría de los idiomas que nos son familiares se
descompone la unidad del espectro en siete colores; hay, en
62 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

cambio, lenguas que dividen la misma unidad en sólo dos fran­


jas, contentándose, pues, con sólo dos colores básicos.

§ 2. — Arbitrariedad en las categorías gramaticales

Mayor arbitrariedad y diversidad hay que esperar en los


conceptos gramaticales, ya que éstos tienen un apoyo menos di­
recto que los léxicos en el mundo concreto de los sentidos y en
los datos de la experiencia. También los conceptos gramaticales
arrancan, sin embargo, de la realidad. El género masculino, por
ejemplo, tiene una base real como clasificador de los seres del
reino animal, donde hay machos y hembras. Pero cuando hace­
mos entrar en los mismos casilleros a todos los sustantivos y de­
cimos que silla es femenino, y libro, masculino, caemos en puro
y arbitrario formalismo; con la misma razón o, mejor dicho, con
la misma sinrazón podía la lengua haber adoptado otro criterio
clasificador. Las categorías gramaticales sólo tienen, pues, una
semirrealidad; y no ha de extrañarnos, pues, que todas ellas
difieran extraordinariamente de lengua a lengua, todas ellas, in­
cluso las que pueden parecemos más esenciales, como el género,
el número, las clases de palabras, etc.

A) C lases de pa la b r a s . — Las clases de palabras, llamadas


comúnmente “partes de la oración” , varían en número y moda­
lidades según las lenguas.
1) Ciertos idiomas, llamados “ aislantes” , ignoran nuestras
clasificaciones verbales en nombres, adjetivos, verbos, etc., ya
que en ellos los elementos léxicos y los elementos relacionantes
son mutuamente independientes en la cadena hablada. No se
dan, pues, unidades complejas como am-or-em, ama-ba-nt, etc.,
en que los morfemas gramaticales se agregan a los lexemas y
les confieren la categoría nominal, verbal, etc. En tales lenguas,
un mismo signo puede asumir, indiferentemente, el valor de lo
que para nosotros sería un sustantivo o un adjetivo o un verbo,
etcétera. Así, el chino ignora las clases de palabras caracteriza­
das formalmente: lai la equivale al lat. uenit, cast, (él) vino: lai
es la noción pura y simple de “ venir” ; y la le agrega en palabra
aparte el tiempo pasado.
NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS 63

2) Muchos idiomas no distinguen en absoluto entre nombres


y adjetivos: para expresar una determinación nominal acuden
regularmente a un segundo nombre, como en ocasiones también
ocurre en nuestras lenguas: esp. hombre-rana, fr. timbre-poste.
Cuando existen nombre y adjetivo puede haber grados de
diferenciación máxima o mínima. En latín son leves las dife­
rencias: tienen la misma morfología en conjunto, y sabido es
con qué facilidad se sustantivan los adjetivos en sintaxis. Los
gramáticos latinos, que veían en el participio una más entre
“las partes de la oración” , no distinguían entre nombre y adje­
tivo: sólo a partir de la edad media se establece ia separación
entre nomen substantiuum y nomen adiectiuum.
3) El sistema de los pronombres demostrativos puede orga­
nizarse de modos muy diversos. Frente al reparto del campo
mostrativo en tres zonas, como en castellano (éste, ése, aquél)
o en latín (hic, iste, Ule), el francés se conforma con dos zonas:
celui-ci, celui-là; el inglés, que en un tiempo poseía la triple
forma,, ahora tiene dos, como el francés. En cambio, un idioma
filipino, el ilocano, dispone de un sistema mostrativo muchísimo
más rico: tres formas para referirse al campo mostrativo de los
objetos visibles, como nosotros, y, además, una cuarta forma
referente a los objetos invisibles y una quinta para los objetos
que han dejado de existir.
4) Muchas lenguas exigen para el nombre un mínimo de
determinación. Destacan, pues, uno entre todos los posibles de­
terminantes del nombre y hacen de él una categoría gramatical
aparte: el artículo. Cuando existe, parece indispensable a la co­
municación y se convierte en la palabra más utilizada por los
hablantes. Otras lenguas, de las que es típico ejemplo el latín,
no tienen artículo ni lo echan en absoluto de menos, como dice
Quintiliano (I, 4, 18) : les basta el contexto para indicar el sen­
tido definido o indefinido en que piensa el autor.
Por último, si hay artículo, es muy variable su posición en
la cadena hablada con relación al nombre. Lo más usual es que
el artículo preceda al nombre, pero no es imposible que se pos­
ponga a él, como ocurre en rumano entre las lenguas románicas,
en las lenguas germánicas del norte (sueco, danés, noruego), en
búlgaro moderno (la única lengua eslava que se ha creado un ar­
tículo) o en chino.
64 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

B) Los “ accidentes g ram a tic ale s ” . — Hay categorías gra­


maticales más abstractas, tradicionalmente llamadas “ accidentes
gramaticales” , porque añaden al concepto básico del lexema
ciertas modalidades variables, “ accidentales” en la representa­
ción de los seres, las cualidades o los procesos. Los accidentes
gramaticales más comunes son el número, el género, la persona,
el tiempo, el aspecto, el modo y la voz.
Varios de estos accidentes pueden afectar simultáneamente
a un verbo, a un nombre y a un adjetivo; algunos son exclusivos
de una determinada clase de palabras, otros son comunes al
verbo, al nombre y al adjetivo (el número, por ejemplo), aun­
que no sean aplicables del mismo modo a una u otra noción
léxica; algunas lenguas pueden ignorar alguno de los accidentes
que hemos enumerado y utilizar otros cuya existencia descono­
cemos; también pueden utilizar nuestros mismos conceptos gra­
maticales, pero para fines que no sospecha nuestra conciencia
lingüística.
1) El número gramatical, en las lenguas más cercanas a nos­
otros, sólo distingue entre “uno” y “ más de uno” : singular y
plural. Las antiguas lenguas indoeuropeas (sánscrito y griego,
por ejemplo) distinguían, además, un dual para designar las co­
sas a pares, tanto si suelen existir realmente a pares (los ojos,
las manos, los pies, etc.) como si, eventualmente, se presentaban
a pares (dos personas o dos cosas cualesquiera); el latín sólo
tiene algún vestigio de dual.
Hay lenguas que disponen hasta de un trial e incluso un
quatrial. En el extremo opuesto, las hay que no han gramatica-
lizado ninguna noción numeral (algunas lenguas exóticas ame­
ricanas y australianas). Si en tales idiomas se precisa distinguir
la singularidad o pluralidad reales, no faltarán recursos, pero
serán de tipo léxico y no gramatical, en cuyo caso la singularidad
o pluralidad sólo afectará a un término determinado, sin matizar
a otros elementos del enunciado (mediante la concordancia),
como ocurre en las lenguas que elevan el concepto de número a
categoría gramatical.
Tanto la formación del plural gramaticalizado como la ex­
presión de la pluralidad real, cuando no existe tal categoría, pue­
den revestir las más variadas formas. Sapir cita como ejemplo
cuatro métodos para la formación del plural en una lengua india
n o c io n e s b á s ic a s de la nueva s in t a x is 65

americana, el nass de la Columbia británica: 1.° La mayoría


de los sustantivos y verbos forman el plural mediante una re­
duplicación muy similar formalmente a la que utiliza el verbo
griego o latino con unas funciones que nada tienen que ver con
el número: gyat, “persona” ; gyigyat, “personas” ; 2.° Pueden
emplearse ciertos prefijos característicos: an’on, “mano” ; ka-an-
’on, “manos” ; wax, “ uno rema” ; lu-wai, “varios reman” ; 3.° Cabe
también el procedimiento de los cambios vocálicos internos, que
recuerdan en la forma y función las alternancias del inglés y
alemán en la formación de algunos de sus plurales; 4.° Por úl­
timo, se acude, en ocasiones, al recurso, familiar para nosotros,
de elementos pospuestos: waky, “hermano” ; wakyízw, “her­
manos” .
Y como cualquier recurso es bueno para expresar cualquier
noción gramatical, en una lengua del Alto Nilo, el shilluk, el
plural de un sustantivo difiere del singular por el tono: y it, con
entonación alta, “ oreja” , y con entonación baja, “ orejas” .
El mismo procedimiento de la entonación sirve en otras len­
guas para expresar el tiempo o para distinguir un nombre de un
verbo; al latín, y aun al español, le sirve para distinguir la im­
portante serie de los interrogativos de la serie relativa-indefini-
da: ubi?-ubi, “ ¿cuándo?-cuando” , etc.
2) El género clasifica a los nombres según criterios muy di­
versos. Las lenguas románicas distinguen un masculino y un
femenino, que, como ya dijimos, sólo pueden coincidir con el
sexo natural en la estrecha zona léxica de los seres vivos. Sub­
siste —principalmente en castellano— algún leve vestigio del
neutro que tenía el latín y las lenguas indoeuropeas en general.
Fuera del área románica aún hay lénguas (el alemán y el ruso)
con el triple género del indoeuropeo antiguo.
Otra clasificación posible es la que opone lo animado a lo
inanimado. Se cree generalmente que el triple género indoeu­
ropeo sucedió a una visión del mundo que anteriormente dis­
tinguía los seres y las cosas por su sexo o ausencia de sexo;
masculino y femenino fueron subcategoíías de lo animado; y,
frente a esos dos nuevos términos, lo inanimado pasó a ser
neutro.
La mayoría de los idiomas no poseen nada parecido al gé­
nero indoeuropeo. Unos carecen por completo de género: por
66 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

ejemplo, el mapuche entre los idiomas americanos. Si, eventual­


mente, han de expresar el sexo real, lo dicen con alguna palabra
adecuada. En latín arcaico hallamos todavía algunos curiosos
ejemplos de género no gramaticalizado :
En los fragmentos de las Leges Regiae leemos: lunoni ...
agnum feminam caedito y Ianui Quirino agnum marem caedito.
“agnum feminam’’ = agnam, “ una cordera” ; “agnum marem” —
= agnum, “cordero” . En el ritual de los sacrificios se conservó
el arcaísmo, según la información transmitida por Festo.
En el extremo opuesto hay lenguas que ofrecen una exube­
rante gramaticalización del género, pero se basan en criterios
totalmente ajenos a nuestra mentalidad. Como en español “ se
nos hace saber de una vez para siempre que un objeto es mascu­
lino o femenino..., así en muchos idiomas indios de los Estados
Unidos o del Asia oriental es preciso hacer constar, antes de
llegar a denominar un objeto, que pertenece a cierta categoría
por su forma: por ejemplo, circular como un anillo, esférico
como una pelota; largo y delgado, cilindrico, parecido a una lá­
mina, o macizo como el azúcar: se dice, por ejemplo: “ dos, cate­
goría-de-pelota, manzanas” ; “tres, categoría-de-lámina, tapetes” ,
etcétera” . (Sapir, p. 117.)
3) La categoría del tiempo es para nuestra conciencia lin­
güística occidental una característica exclusivamente verbal. El
verbo es, como explícitamente dice la lengua alemana, “ la pala­
bra temporal” (das Zeitwort). Metafísicamente, no hay razón
para negar al nombre vocación temporal. No es raro que haya­
mos de referirnos a nombres para situarlos en la línea del tiem­
po : “pre-historia, historia antigua, media, moderna, contemporá­
nea” , y hasta historia “ del futuro” ; “ ex ministro, ministro, fu­
turo ministro” , etc. En lugar de estos recursos léxicos, la lengua
puede proveer de mbrfemas temporales al nombre. Martinet cita
como ejemplo el kalispell, lengua india de Washington, donde
sólo hay una incipiente diferenciación entre nombre y verbo, y
significantes como nuestros nombres “isla” , “ montaña” o “lago”
no son totalmente ajenos a ciertos accidentes gramaticales que
nosotros nos figuramos como exclusivamente verbales.
4) El griego y otras lenguas combinan regularmente la no­
ción temporal con el aspecto; este nuevo “ accidente” presenta la
NOCIONES BÁSICAS BE t A NUEVA SINTAXIS 67

acción como ya cumplida, como durativa, como iniciada, como


iterativa, etc.
La misma diversidad cabría señalar en el mundo lingüístico
en lo que se refiere a otros accidentes verbales, como la per­
sona, los modos, las voces, etc.

C) L as r e la cio n e s s in t á c t ic a s . — 1 ) Ya las clases de pala­


bras apuntan a determinadas relaciones sintácticas. El nombre
y pronombre tienen, como función primaria, el servir de sujeto
u objeto del verbo, aunque secundariamente puedan desempe­
ñar otras funciones; el verbo tiene como función primaria ser
predicado; el adjetivo y el adverbio serán, en función primaria,
los determinantes del nombre y del verbo, respectivamente. Las
preposiciones y conjunciones siempre se han definido exclusiva­
mente por su función sintáctica.
2) También los accidentes gramaticales tienen una misión
sintáctica. Es posible incluso, como opinan ciertos autores, que
no tengan justificación al nivel de la palabra. Martinet insiste en
que el género, por ejemplo, no tiene razón de ser en el nombre
en sí mismo, ya que con mucha frecuencia los nombres o bien
implican el género por sí solos (hombre / mujer) o bien no en­
cajan lógicamente en la oposición masculino / femenino (libro,
mesa, etc.). La verdadera justificación del género gramatical re­
side en las necesidades sintácticas: es de la mayor utilidad para
la articulación de la frase, ya que, gracias a la concordancia en
género, un adjetivo o un pronombre se marcan como inconfun­
diblemente referidos a tal o cual nombre y de ninguna manera
a otro cercano en la cadena hablada.
3) Los morfemas gramaticales son los factores de la unidad
sintáctica: son las auténticas articulaciones que marcan la mu­
tua interdependencia entre los lexemas (unidades léxicas). Los
lexemas, gracias a los morfemas, dejan de ser un aglomerado
informe — como en el diccionario— para organizarse en una
unidad viva superior, cuyo sentido unitario ya no resulta de
la asociación directa de cada signo a una cosa significada, sino
de las relaciones establecidas entre los signos. La diferencia del
nivel léxico y del sintáctico se pone de manifiesto cada vez que
una palabra de menos o de más cambia radicalmente el sentido
de un enunciado en su totalidad (compárese: A mí no me gusta
68 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

el vino y A mí no me gusta el vino... aguado) o cuando en un


enunciado eliminamos toda gramática (como en hic tabulam ro­
tundum sunt).
Las lenguas conocen procedimientos muy variados para ar­
ticular sintácticamente los elementos de la frase: el orden de
palabras, la yuxtaposición, las preposiciones, los casos, etc. Pue­
den acudir a sistemas relacionantes mixtos (orden de palabras
y preposiciones,, preposiciones y casos) y explotar en diversa
medida un sistema dado : en las lenguas flexionales, frente a los
cinco o seis casos del griego y latín, hay idiomas con tres o cuatro
docenas de casos.
La proporción entre lexemas y morfemas puede variar enor­
memente de una lengua a otra, ya que lo que una lengua ex­
presa mediante léxico, otra lo expresa por gramática (sufijos e
infijos). Hay lenguas acentuadamente léxicas y lenguas acentua­
damente gramaticales. En nuestras lenguas, el léxico es un reper­
torio amplio, abierto, ilimitado; el repertorio morfológico-sintác-
tico es reducido y cerrado : el número de categorías gramaticales
es un numerus clausus de pocas nociones básicas. En muchas
lenguas exóticas, el número de morfemas es casi ilimitado, de
modo que la lista de sus infijos y sufijos resulta mucho más volu­
minosa que la de los signos léxicos; entonces, a decir verdad, “la
frase no está constituida, como en nuestras lenguas, por seman­
temas combinados por medio de morfemas; está constituida por
morfemas combinados por medio de semantemas” (L. Roudet,
BSL., XXVIII, 2, 1928, p. 74). Sapir nos da ejemplos como el
siguiente, del chinook:
i-n-i-a-l-u-d-a-m, palabra-frase equivalente a “yo vine a dár­
selo a ella” . Sólo hay ahí un lexema -d-, “ dar” . Todo lo demás
son morfemas gramaticales (seis prefijos y un sufijo) que ex­
presan todo el léxico y toda la sintaxis de nuestra frase corres­
pondiente. El “ contenido” de cada elemento puede verse en Sa­
pir, que comenta ese y otros ejemplos (El lenguaje, p. 84 y ss.
de ¿ a traducción española).

C o n c l u s ió n . — Ante categorías gramaticales tan dispares se


ha pretendido, a veces, sacar conclusiones de orden cultural. Se
han comparado las lenguas para dictaminar sus valores lógicos
y determinar su eficacia como instrumentos de comunicación.
NOCIONES BÁSICAS DK LA NUEVA SINTAXIS 69

Hoy se reconoce comúnmente que no ha lugar el planteamiento


de tales cuestiones:· la claridad u oscuridad, la lógica o falta de
lógica, nunca son imputables a la lengua, sino al hablante que
de ella se sirve; en todas partes hay mentes claras, capaces de
expresar con precisión sus ideas, y mentes oscuras que no saben
clarificar sus mensajes. No se puede calificar despectivamente
a ciertos idiomas de lenguas primitivas, sino simplemente de len­
guas organizadas con criterios distintos de los nuestros, pero
siempre al mismo nivel que los nuestros.
XII

LA GRAMÁTICA: ARS OBLIGATORIA

1. Las categorías gramaticales, como hemos visto, son arbi­


trarias y variables en las distintas lenguas. La lingüística actual
tiene planteadas dos preguntas complementarias: ¿Hay catego­
rías indispensables y, por lo tanto, universales? ¿Cuáles son esas
categorías, comunes a la universalidad de las lenguas humanas?
No se ha podido contestar todavía adecuadamente. No es nada
fácil citar categorías válidas para todos los idiomas, y ello es
ya una buena prueba de que., en todo caso, la mayoría de los con­
ceptos gramaticales no son sustancialmente indispensables. De
hecho, ya hemos visto que la falta de una categoría cualquiera en
una lengua cualquiera no implica la imposibilidad de captar la
noción correspondiente ni la imposibilidad de expresarla even­
tualmente por procedimientos léxicos.

2. La obligatoriedad de la gramática. ■— Ahora bien, si es


cierto que una lengua es libre en la elección de sus categorías
gramaticales, no lo es menos que, una vez fijados los principios
que han de constituir su cuadro de clasificaciones gramaticales,
esos principios se convierten en ineludibles reglas a las que ine­
xorablemente ha de someterse toda la actividad lingüística de
los hablantes de la lengua en cuestión: la gramática es un ars
obligatoria.
Franz Boas (“Language” , en General Anthropology, Boston,
1938) puso de manifiesto esta característica de los hechos gra­
maticales en un célebre comentario a la sencilla frase inglesa
The man killed the bull, “ El hombre mató al toro” . Roman Ja­
kobson (“Boas view of grammatical meaning” , en American
Anthropologist, vol. 61, num. 5, 1959) insistió a su vez en la no­
ción de la significación gramatical, siguiendo las ideas de Boas.
He aquí lo esencial de su exposición.
NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS 71

“La gramática elige, clasifica y expresa diferentes aspectos


de la experiencia y, además, cumple otra función importante:
determina cuáles son los aspectos de cada experiencia que deben
ser ex]; , sados. Boas indica con finura que el carácter obliga­
torio de las categorías gramaticales es el rasgo específico que
las distingue de los significados léxicos.” Recuérdese que tam­
bién del léxico hemos dicho (supra, p. 60-61) que elige, clasifica
y expresa diferentes aspectos de la experiencia.
En español, como en inglés, cuando decimos El hombre mató
al toro, entendemos que un hombre único y definido (“ el” hom­
bre) mató (tiempo pasado) un toro único y definido (“ el” toro).
Puesto que necesariamente el nombre ha de ir precedido del
artículo, no es posible comunicar la experiencia de modo que
subsista la menor duda sobre el hecho que se trata de .una per­
sona definida o indefinida (e, igualmente, de un toro definido
o indefinido), de una o de varias personas (e, igualmente, de
uno o de varios toros) ; puesto que con la misma ineludible ne­
cesidad hemos de poner el verbo en alguno de sus tiempos, tam­
poco subsistirá la menor duda sobre la situación temporal de
la referida experiencia en el pasado, presente o futuro. Hemos
de elegir entre los aspectos y quedarnos con uno u otro. Los as­
pectos obligatorios son expresados mediante los procedimientos
gramaticales.

3. La verdadera divergencia interlingual. — Tanto es así que


las lenguas no se diferencian entre sí por lo que pueden o no
pueden expresar (como ya hemos repetido en varias ocasiones,
todas pueden expresarlo todo con recursos léxicos) : la verdadera
diferencia entre las lenguas reside en lo que necesariamente
deben o no deben transmitir. “Los aspectos elegidos varían fun­
damentalmente según los grupos lingüísticos.” Así, mientras para
nosotros los conceptos de lo definido o indefinido, del número
y del tiempo son obligatorios, en otra lengua hallamos como as­
pectos obligatorios los siguientes:
el lugar: la muerte del toro se produjo cerca del locutor,
o en otra parte;
la fuente de la información: directa (por la vista o el oído)
o indirecta, es decir, lograda por deducción.
72 INTRODUCCIÓN A LA SIN TAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

En una lengua de este tipo, el mensaje El hombre mató al


toro se convertiría en algo así como “Este (estos) hombre(s) mata
(tiempo indeterminado) visto-por-mí este (estos) toro(s).
No menos ilustrativo es el siguiente ejemplo del ruso: Ja
napisal prijatelju, “ He escrito a un amigo”. El ruso, como el
latín, es insensible al carácter definido o indefinido del amigo,
ya que ignora la oposición el-uno del artículo; en cambio, al dis­
poner de la categoría verbal “ aspecto” , le es imprescindible in­
dicar que la carta está acabada; y, por último, como dato más
sorprendente para nuestra conciencia lingüística, el verbo ruso
—por tener el “accidente gramatical del género”— ha de expre­
sar el sexo del amigo para arreglar la ineludible concordancia
del verbo en género. Estas precisiones no son omisibles para el
ruso; en cambio, un inglés o un español que acabaran de pro­
nunciar la correspondiente frase He escrito a un amigo tomarían
por un entremetido a quien tuviera la ocurrencia de pregun­
tarles si la carta estaba terminada e iba dirigida a un amigo
o a una amiga.

4. Ejemplos latino-castellanos. — Muchas divergencias lin­


güísticas tienen su explicación en la obligatoriedad de la gra­
mática. Veamos algunas aplicaciones a nuestras lenguas.
1) En español es normal un enunciado como “ El mayor de
mis hijos está ausente” . Tal enunciado es indiferente al número
de hijos que uno tenga (dos o más de dos) ; nosotros podemos,
eventualmente, precisar: “ El mayor de mis dos hijos, de mis
tres hijos, etc.” , pero se trata de una precisión facultativa, su­
plementaria, no sistemáticamente obligatoria; en cambio, el la­
tín en ningún caso puede omitir esta precisión, por tenerla “ gra-
maticalizada” ; en consecuencia, ha de expresarla siempre, eli­
giendo necesariamente entre maior natu, “ el mayor de mis dos
hijos” , o maximus natu, “ el mayor de mis hijos en número su­
perior a dos” .
2) La utilidad de las categorías gramaticales es evidente en
la mayoría de los casos. Así, dado que los procesos verbales se
desarrollan con frecuencia en el tiempo, es útil disponer de
marcas temporales que sitúen automáticamente al verbo en la
línea temporal. Puede ocurrir, no obstante, que la categoría del
tiempo —u otra cualquiera— nos sea ociosa e incluso nos estor­
NOCIONES BÁSICAS DE LA NUEVA SINTAXIS 73

be: por ejemplo, cuando afirmamos algo atemporal, tan válido


en un momento futuro o pasado como en el presente; entonces,
al no disponer en latín ni en castellano de una forma personal
morfológicamente atemporal en el verbo, imaginamos un pre­
sente “ estirado hacia atrás y hacia adelante de manera que lle­
gue a abarcar toda la eternidad” (Sapir, p. 116) : son los llama­
dos praesens pro futuro y praesens pro praeterito en nuestras
gramáticas.
Para afirmar que “los hombres son mortales” huelga, además
del tiempo en el verbo, el número en el nombre y en el mismo
verbo (y en castellano, por añadidura, 1¿^determinación del ar­
tículo); sin embargo, por las reglas del juego, ha de elegirse
entre Homo est mortalis y Homines sunt mortales, sin atribuir
relevancia a la oposición singular-plural.
Las imperfecciones de este tipo no llaman demasiado nuestra
atención; la costumbre y el uso hacen que aceptemos a gusto
las “ obligaciones gramaticales” en gracia de la positiva como­
didad que habitualmente nos proporcionan.
SEGUNDA PARTE

ORDENACIÓN
DE LOS CASOS LATCNOS
I

TEORÍAS ANTIGUAS SOBRE EL NOMINATIVO

• .
§ 1. — Teoría aristotélica

A) E x p o s ic ió n . — E n el capítulo II del peri hermeneías de


Aristóteles al tratar del nombre, se dice que το δε Φίλωνος ή Φίλωνι
καί βσα το'.αΰτα no son nombres, sino casos del nombre : efectiva­
mente, añade, si se les agrega el verbo ser en cualquiera de sus
formas de indicativo resulta un enunciado sin sentido alguno;
en cambio el nombre (esto es, el caso nominativo) siempre cons­
tituye un enunciado inteligible (verdadero o falso).
Esta doctrina pasa a todos los gramáticos antiguos o medie­
vales que tratan del nombre: oponen el nominativo o caso recto
al resto de la flexión en bloque. El nominativo es el auténtico
nombre o pura designación de las cosas; de la declinación de ese
nombre absoluto nacen o “ caen” los casos oblicuos (recuérdese
que casus y cadere significan respectivamente “ caída” y “ caer” ) .
Sólo el nominativo es nombre, y no un caso del nombre; sólo los
casos oblicuos son casos, y no son nombres. He aquí, como mues­
tras, algunas fórmulas de los tratadistas antiguos:

casus rectus ... nominatiuus dicitur. Per ipsum enim no­


minatio fit ...Rectus autem dicitur, quod ipse primus na­
tura nascitur, uel positione, et ab eo facta flexione na­
scuntur obliqui casus (Prisciano, II, 185, Keil).
Catonis autem uel Catoni et quaecumque talia non
sunt nomina, sed casus nominis ... Cato nomen nullius
inflexio est, nec omnino casus est. Ceteri autem casus qui
dicuntur nominatiui inflexione formantur: Catonis et Ca­
toni et Catonem. ...Sed hic Cato nomen est, casus igitur
78 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

nomina non sunt. (Boetius, Commentarii in librum Aristo­


telis perl hermeneias, I, 2, Meiser, p. 53.)

Nomen in casu obliquo cum est uel fuit uel erit iun-
ctum neque uerum neque falsum est. Nomen in casu recto
uero semper ... facit uerum uel falsum cum est uel fuit
uel erit iunctum (Boetius, ibidem, p. 65).

B) C r ít ic a . — 1) Los antiguos razonan ’filosóficamente. Em­


piezan por sentar las dos premisas siguientes: a) El nombre o
sustantivo designa seres o sustancias o algo imaginado como tal
por el hablante: canis, lignum, pulchritudo, etc.; b) De todo ser
o sustancia puede decirse, por definición, que existe o que no
existe.
Luego —concluyen— será nom en toda palabra que pueda
anteponerse a est ( fv it , e r it ) o n o n est ( f v it , e r it ) .
El criterio de Aristóteles y sus seguidores para distinguir en­
tre el nom en y el n o - nom en es estrecho: evidentemente, al lado
del verbo de existencia o el nombre irá en nominativo o no ha­
brá nombre.
Pero la existencia no es la única predicación posible ante un
sustantivo. Además de existir, los seres pueden actuar, y dos de
entre ellos pueden eventualmente actuar uno sobre otro, envuel­
tos en el mismo proceso; las lenguas disponen de varios recursos
para nombrarlos y a la vez indicar cuál de los dos domina en
el juego de su actuación recíproca (agente y paciente) ; si el no­
minativo es nombre, no lo es menos el acusativo.
Tal vez los antiguos ya se sintieron incómodos ante el acusa­
tivo, automáticamente excluido por su recurso al verbo ser como
clave para de ibrir al nombre. Lo cierto es que, como caso
recto, se cita en el peri hermeneias un nombre en nominativo,
y como casos oblicuos un nombre en genitivo y dativo. Se silen­
cia el acusativo y únicamente el acusativo (el ablativo no tiene
por qué figurar en una teoría de origen griego y que, por lo
tanto, ignora ese caso; el vocativo no cuenta entre los casos hasta
que, en el siglo i antes de J. C., lo introduce en el paradigma
de la declinación Dionisio Tracio). Nos parecen enigmáticas las
palabras del original griego καί όσα τοιαΰτα y de su traducción
literal latina en Boecio: et quaecumque talia sunt. Las “ cosas
ORDENACION DE LOS CASOS LATINOS 79

similares” a que se alude, ¿serán todos los demás posibles ejem­


plos concretos de genitivo y dativo? ¿O serán “ los demás casos
similares” al genitivo y dativo? Y, en esta segunda alternativa,
¿por qué no se cita al acusativo como único caso restante?
2) Frecuentemente, la antigüedad funda su teoría del nomen
o casvs RECTvs en consideraciones morfológicas. El nominatiuus
se llama casus rectus, según Prisciano, quod ipse primus natura
nascitur uel positione, et ab eo facta flexione nascuntur obliqui
casus...
(Nominatiuus) quem primum natura protulit, ipse primum
locum defendit.
La gramática histórica ha demostrado definitivamente que la
base sobre la cual se organiza la flexión es el tema y no el nomi­
nativo. Éste es, morfológicamente, un caso como los demás, for­
mado como los demás por alguna marca añadida al desnudo
tema.
Hay en todo nombre un tema (*lupo~) sin existencia real
(o autónoma); el sintagma real y autónomo es el tema provisto
de una desinencia que lo habilite para entrar en frase y lo deje
dispuesto, según la desinencia que reciba, a desempeñar una de
sus dos .funciones específicas (sujeto u objeto de la acción) o in­
cluso otras funciones menos o nada “ nominales” .
Aristóteles y sus seguidores antiguos (¡y modernos!), al supo­
ner un lupus existente absolutamente por physis o por thesis,
previo a toda relación sintáctica, han identificado el nombre real
en nominativo con el tema abstracto.
3) Admitiremos que el nominativo es un n o m e n , pero un
n o m e n relacionado gramaticalmente como sujeto del enunciado;
afirmaremos exactamente lo mismo del acusativo : también es un
nomen igualmente relacionado como objeto de alguna actividad.
Si se quiere calificar de casus rectus al nominativo, también debe
calificarse de rectus al acusativo (y al vocativo, si se le incluye
en el sistema casual). Estos dos (o tres) casos son rectos en el
sentido de que siguen siendo, semántica y funcionalmente,
nombres.
Por último, admitiremos con los antiguos, y sin reserva al­
guna, que los casos oblicuos no son nombres, porque o bien
añaden algo ajeno a la comprensión del nombre (dativo y abla­
tivo) , o bien desempeñan funciones impropias del nombre y pro-
80 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

pias de otras categorías gramaticales (dativo, ablativo y geni­


tivo) .
Excluimos al acusativo (y vocativo), como queda dicho, de
entre los casos oblicuos.

§ 2. — Teoría estoica

Un punto esencial en la estructuración de los casos radica en


el concepto del nominativo y, por lo tanto, de su incorporación en
una oposición parcial dentro del sistema casual o —lo que nos
parece desacertado— en una oposición como caso “cero” a todo
el resto del sistema en bloque:
La escuela estoica rectificó sustancialmente el concepto aris­
totélico del casics nominatiuus, pero tal rectificación no ha tenido
eco ni entre los gramáticos antiguos ni entre los estructuralistas
modernos, que siguen hablando del caso recto como de un caso
cero o caso de la pura referencia. Puede verse una clara exposi­
ción de las ideas estoicas sobre este problema en un artículo de
K. Barwick (Gnomon, IX, pp. 590-594).
Los estoicos también hablan de los casos como πτώσεις; pero
sostienen qué no puede haber χτάσις fuera de un hecho de habla
real y, por otra parte, que todas las formas de un nombre inte­
grado en un enunciado deben considerarse igualmente como “ ca­
sos” . Por lo tanto, el nominativo es un auténtico caso como los
demás.
Ahora bien, Aristóteles y sus seguidores, al salvar un caso
“recto” — que no era verdadero caso, sino un nomen absolutum—,
tenían en él un punto de partida para el resto de la flexión. Pero
si el nominativo es un auténtico caso como los demás, ¿dónde
pondrá la nueva escuela el punto de partida de la flexión? ¿De
dónde “ caerán” sus casos? “ Del concepto del alma” (απώ τού
νοήματος τοϋ έν τή ψαχ^), contestan los estoicos. Este “concepto del
alma” sí que es algo abstracto y previo al discurso; en nuestra
opinión, viene a coincidir con el significante rbstracto y previo
al discurso que la lingüística moderna llama “ tema” .
π

L A TEORÍA MODERNA DEL NOMINATIVO


CASO “ CERO”

A ) EXPOSICIÓN

1. Que el nominativo y el acusativo — o, en las lenguas, sin


flexión, el sujeto y el objeto— constituyen la oposición más clara
y constante en la sintaxis nominal es un principio generalmente
evidente para cuantos se atienen al dictado de su conciencia lin­
güística, sin ahondar en especulaciones teóricas. Entre los teóri­
cos, la cuestión se ha convertido últimamente en un arduo pro­
blema, en una auténtica “manzana de discordia” , según expre­
sión de Bally.
2. Es normal que se hable de “agente y paciente” en los libros
de lingüística como de cosa sabida (por ejemplo, en toda la
obra de Meillet, en todos los manuales de gramática). En un es­
tudio reciente sobre el sistema latino de los casos y preposicio­
nes (B. Pottier, Systématique des éléments de relation, París,
1962, p. 270) se despacha la cuestión en una línea: “El nomina­
tivo es apto para ser el caso del sujeto animado; por lo tanto,
del agente.” En un artículo de Karcevsky sobre el verbo ruso
(CFS. 14, 1956) se afirma, sin que asome la duda: “El sujeto es
pensado como fuente de energía que desencadena el proceso,
como su causa. El sujeto domina el objeto; su poder llega al má­
ximo cuando la acción del sujeto reduce a la nada el objeto.”
3. Veamos ahora la opinión opuesta, que cuenta con la adhe­
sión de no pocos lingüistas eminentes y constituye el presupuesto
básico de varios estudios recientes sobre la estructuración de
los casos.
He aquí cómo se expresan algunos representantes de esta
doctrina.
82 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

(El nominativo), “como su nombre indica, sirve esencial­


mente para nombrar la persona o el objeto, para presentar a esta
persona o a este objeto independientemente de toda relación gra­
matical. Nos sentimos demasiado tentados de buscar en el nomi­
nativo la indicación de una relación del nombre en este caso
con el verbo, de ver en él, en cierto modo, la contrapartida del
acusativo... El sujeto en nominativo es lo que se presenta, inde­
pendientemente de lo que de él se pretenda luego decir. Como
el vocativo, el nominativo debe entenderse fuera de contexto...”
(Martinet, Linguistique structurale et grammaire comparée, TIL.
vol. I, 1956, p. 13).
El holandés A. W. de Groot, que lleva muchos años dedicado
al estudio de los casos, parte en todos sus trabajos de la misma
inconmovible premisa:
“El nominativo ... no es, como generalmente se piensa, el
caso del sujeto, sino el caso de la pura referencia” (Classification
and uses of cases, For Roman Jakobson, 1956, p. 189).
La teoría del nominativo como “ caso cero” o caso “ de la
pura referencia” se funda en argumentos de peso muy variable.
Se funda en primer lugar, en la terminología antigua (hemos oído
a Martinet: “El nominativo, como su nombre indica...” ) y en
las ideas aristotélicas. Ya nos hemos referido a esta cuestión.
Otro argumento más fundado es el hecho de que el nomina­
tivo tiene funciones aparentemente irreductibles a la unidad.
Además-de funcionar como sujeto agente, puede ser: sujeto de
la oración nominal pura o de verbo de estado; y, sobre todo —lo
que parece argumento irrebatible y decisivo contra el concepto
unitario de “ caso activo”— , funciona también como “caso pa­
sivo” (sujeto “paciente” en la oración pasiva) y entonces el caso
“activo” es el ablativo “ agente” .
Por último, se citan múltiples hechos de habla en que se pre­
tende ver al nominativo sin relación alguna con el contexto,
como auténtico “caso cero” , como “pura referencia” .
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 83

B) CRÍTICA

§ 1. — La oración nominal

Ciertamente, hemos de reconocer que el sujeto no es siempre


“lógicamente” activo, sino “ estático” . Como es sabido, hay mu­
chas lenguas que distinguen claramente ambos tipos de sujeto,
con una forma específica para el caso activo o “ergativo” . Tal
no es el caso de las lenguas indoeuropeas, cuya característica
más notable es precisamente la confusión del predicativo y erga­
tivo (N. S. Troubetzkoy, Acto Lingüistica, 1939).
El indoeuropeo es indiferente a la oposición entre sujeto ac­
tivo y sujeto estático, como lo es igual y paralelamente a ,las di­
ferencias verbales entre estado, transición de un estado a otro
y acción. Según la conocida definición — semántica— de Meillet:
“El verbo indica el proceso, tanto si se trata de acciones como
de estados o transiciones de un estado a otro” : est, uiret, cadit,
currit, capit, etc., quedan englobados por igual en la voz “ activa” .
Si la morfología es idéntica para verbos de estado y verbos
de acción, la sintaxis, por la facilidad con que responde con una
predicación “ estática” a una actitud previamente pensada como
activa, parece revelar la misma indiferencia:

Terencio, Adelphoe, 326:


Quid is ergo? Alienus est ab nostra familia.
¿Qué hizo, pues, él? Es un extraño para nuestra familia”

Virgilio, Eneida, III, 339:


Quid puer Ascanius? Superatne...?
“ ¿Qué (hace) el joven Ascanio? ¿Vive todavía...?”

En consecuencia, no debiera hablarse de verbos de estado ni


de sujeto “ estático” cuando “no se advierte en la lengua una
clara oposición entre esos verbos y los de otra categoría” (R. Go­
del, Verbes d’état et verbes d’événement, CFS. 9, 1950, p. 35).
En todo caso, nada tiene de extraño que el caso “ activo” sea su­
jeto de cualquier verbo formalmente “activo” .
Todo verbo activo (de estado o de acción) “ corresponde a una
84 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

representación dinámica de los hechos e implica, por lo tanto,


cierto grado de actividad... Pero ese grado de actividad es extre­
madamente variable” (Godel, I. c., p. 36). Decrece (en los verbos
de estado) o aumenta (en los verbos de acción) en la medida
que el lexema verbal adquiere valores más abstractos. Las len­
guas que no han alcanzado una gramaticalización sistemática
de la oposición entre verbos de estado o verbos de acción la ex­
presan por léxico, llegando en un caso extremo de abstracción
a un verbo genérico que es “puro activo” (agere, facere, sin es­
pecificación alguna de la naturaleza de la actividad), y a otro
verbo genérico que es “puro estado” (esse, sin especificación
alguna del estado). Cf. la serie :

haec mulier incedit, patet, fit, uidetur, est dea.

El verbo activo y su correspondiente sujeto activo cubren


una zona activa variable entre dos límites: el activo “ cero” de
la cópula estática (equivalente a la frase verbal cero de las len­
guas que, como el árabe, han gramaticalizado la oposición es­
tado/acción) y el infinito “ activo” del ngere o facere (equiva­
lente a la frase verbal árabe), en que el poder del sujeto puede
llegar, como dijo Karcevsky, al aniquilamiento del objeto.
Es apreciable cierta actividad positiva en los verbos de estado
a partir del límite de la simple cópula estática. Godel (l. c.) se­
ñala el contraste estilístico entre formas casi intercambiables:

candidus est — candet


pallidus est — pallet
uiridis est — uiret,
etc. etc.

“ EI verbo es más sugestivo o más descriptivo que el predi­


cado analítico.” Compárense también giros como éstos: Una
persona es diferente o difiere de otra, pero Dos personas difieren
de opinión.
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 85

§ 2. — La oración pasiva

El argumento decisivo para rechazar el concepto de nomi­


nativo como caso “ agente” está en el nominativo que funciona
como sujeto-paciente del verbo pasivo. Ahí tenemos la gran ex­
cepción que no parece conciliable con el pretendido “caso de
la actividad” . Si el nominativo puede funcionar como agente y
como paciente, es que per se no es ni agente ni paciente: ha de
interpretarse como un título, fuera de contexto.
“Por lo demás, la existencia de la oposición entre .voz activa
y voz pasiva basta para arruinar toda esperanza de conferir un
sentido propio a la relación entre sujeto y verbo. En una frase
como El gato come al ratón, el ser que ejecuta la acción de comer
va designado por el sujeto; pero la frase El ratón es comido par
el gato tiene exactamente el mismo sentido; ahora bien, aquí el
sujeto que ejecuta la acción está designado por el complemento
agente; por lo tanto, la relación entre el ser que actúa y su
acción puede expresarse por diversas relaciones sintácticas”
(E. Buyssens, Vérité et langue: Langue et Pensée, Bruselas,
1960, p. 38).
Ante el sujeto “pasivo” no se sienten cómodos los que, a pe­
sar de todo, creen en el nominativo como caso “ activo” . ¿Cómo
puede el caso agente convertirse de pronto, contradictoriamente,
en paciente sin arruinar la noción básica que le suponemos ex­
presar por esencia?
En nuestra opinión, la antinomia radica en una inexacta in­
terpretación de la oración pasiva frente a la activa. Se quiere
que ambas construcciones se correspondan, término por término,
con una simetría que no existe.
Es cierto que, ante una misma experiencia, los hablantes pue­
den optar libremente por formularla en activa o pasiva: Caesar
uicit Pompeium y Pompeius uictus est a Caesare son mensajes
prácticamente equivalentes. “ Si todos los elementos están ex­
presados, no hay — dice Lenz— ninguna diferencia lógica entre
la frase activa y la pas.iva; la distinción es psicológica, pues el
mayor interés se concentra en el sujeto gramatical. Podríamos
decir que la proposición “ César venció a Pompeyo” pertenece a
la biografía de César; la pasiva “Pompeyo fue vencido por Cé-
86 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

sar” corresponde a la biografía de Pompeyo” (R. Lenz, La ora­


ción y sus partes, Madrid, 19353, p. 108).

A ) No HAY SINONIMIAS SINTACTICAS

Para entender este y otros muchos casos de aparente sinoni­


mia sintáctica, que discutiremos en este libro, hemos de tener
presente un gran principio que C. de Boer expone en los si­
guientes términos: “ Cuando nos hallamos ante dos giros que
significan la misma cosa y son equivalentes entre sí, ello no
quiere decir en modo alguno que esos giros no difieran esencial­
mente uno de otro desde el punto de vista de la naturaleza. Equi­
valencia desde el punto de vista de su significado no quiere
decir en modo alguno que sintácticamente (esto es, desde el punto
de vista de su función sintáctica) haya de existir entonces equi­
valencia entre dos formas” (Syntaxe de français moderne, Lei­
den, 19542, p. 83).
Insistamos un poco en este principio.
Frecuentemente, en nuestras gramáticas se señalan “ interfe­
rencias” entre casos, entre tiempos, modos, etc., y se concluye
que una determinada categoría se identifica en un momento dado
con otra categoría, lo que da lugar a un inextricable confusio­
nismo. En realidad, la pretendida “ interferencia” funcional es
un simple fallo de perspectiva por parte del observador. No es
raro que dos rectas (dos cables, por ejemplo) parezcan coincidir
en el mismo plano y tener un punto de intersección común;
luego, cuando nos situamos en la adecuada perspectiva, compro­
bamos que no se hallan en el mismo plano ni existe tal inter­
sección.
En el mismo orden de ideas, recordemos que las lenguas
sugieren más de lo que realmente dicen : no es incluso raro que
importe más lo que se sugiere que lo que se dice: de ahí arranca
la fuerza expresiva o el efecto jocoso de muchos enunciados.
Pero lo que sugiere una categoría gramatical (lo que sugiere
un caso, por ejemplo) no forma parte del contenido de esa ca­
tegoría (de ese caso, por ejemplo).
Ilustremos estas ideas con algún ejemplo. En nuestros ma­
nuales de sintaxis latina (cf. Bassols, Sintaxis latina, I, Madrid,
ORDENACIÓN DS LOS CASOS LATINOS 87

1956, p. 107, con bibliografía) se habla de una eventual sinoni­


mia entre el dativo (al que se califica de “ dativo separativo” ) , el
ablativo e incluso el genitivo. Se dice que hay un “ dativo sepa­
rativo” en argentum alicui adimere, “ quitarle a alguien su di­
nero” . En realidad, el dativo tiene aquí exactamente el mismo
valor que en argentum alicui dare, “ dar dinero a alguien” : siem­
pre representa a la persona “ interesada” (por el daño o prove­
cho resultante); la idea de separación está en el lexema verbal
“ quitar” y no en el morfema de dativo. Se dice igualmente que,
en el ejemplo citado, el alicui puede sustituirse por alicuius (ge­
nitivo) o por el ablativo con a, y que, por lo tanto, “ es difícil
determinar si el dativo evoca una idea de separación o dinámi­
ca” (?). Es cierto que puede aparecer en el mismo lugar de
esa frase alicui, alicuius o ab aliquo. Pero ello no quiere, decir
que interfieran los tres casos como sinónimos : ninguno de ellos
aparece nunca por otro como simple sustituto o equivalente, sino
que aparece por sí mismo, con su valor propio y exclusivo : el da­
tivo, como dativo de interés (o daño); el genitivo, como deter­
minante del nombre (“quitar el dinero-de-alguien” ) y el ablativo
(¡si no lleva preposición!), con su valor propio, “ separativo” :
“sustraer el dinero a alguien” , pero con la simple idea “ espa­
cial” de punto de partida, como si dijéramos “ sustraer el dinero
del-bolsillo-de-alguien” (cf. se eripuit flamma, Cic., Brutus, 90).
Si el ablativo lleva preposición, al quedar mecánicamente regi­
do, ya no aporta ninguna información; subsiste el sentido sepa­
rativo, pero expresado entonces por la preposición “ separativa”
a(b), no por el morfema de ablativo (neutralizado).
Repetimos que el hablante podrá elegir entre el genitivo,
dativo o ablativo (sin que sus valores se confundan), según preva­
lezca en su mente la idea de ese “ alguien” :
a) como poseedor del dinero (argentum alicuius),
b) como persona perjudicada (adimere alicui),
c) como punto “ espacial” de donde arrancó la sustracción del
dinero (adimere ab aliquo).
Cada uno de los tres casos expresará, pues, un sentido dis­
tinto, aunque, eventualmente, el contexto pueda “ sugerir” lo que
positivamente dirían otros casos en su lugar. Así, el contenido
del mensaje argentum alicui adimere se reduce simplemente a
88 INTRODUCCIÓN A LA SIN TAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

esto: “ se perjudica a alguien al dejarlo sin dinero” ; ahora bien,


entre líneas puede leerse (¡aunque lo “ sugerido” no forma parte
del contenido del dativo!) : “se ha sustraído un dinero que pro­
cedía de alguien (ab aliquo)” ·, y “ el dinero pertenecía a ese al­
guien y no a otra persona (argentum alicuius)” .

B) El LLAMADO ABLATIVO AGENTE NO ES AGENTE

A la luz de estas ideas volvamos ahora al confrontamiento


que insinuamos antes: Caesar uicit Pompeium / Pompeius uictus
est a Caesare.
La oposición activo / pasivo parece muy sencilla cuando se
enfrentan los paradigmas:

amo amor
amas amaris

En los paradigmas, las formas se oponen paralelamente en


plano horizontal.
En cuanto hacemos entrar en frase las formas, todo se com­
plica :

ego te amo i ^__ Z r 4 e9° a te amor


tu me amas T ^ } tu a me amaris

Ahora, cualquiera de las cuatro formas parece entrar en opo­


sición activo / pasivo con cualquiera de las otras tres: horizon­
talmente, verticalmente, diagonalmente. Sin embargo, olvidamos
ahora la oposición horizontal y consideramos sólo válida la opo­
sición en diagonal.
Los pares verticales constituyen mensajes distintos en có­
digos idénticos: los pares horizontales constituyen mensajes dis­
tintos en códigos igualmente distintos; los pares en diagonal
constituyen mensajes equivalentes en códigos distintos.
La sinonimia entre Caesar uicit Pompeium y Pompeius uictus
est a Caesare 110 quiere decir que haya equivalencia en las for­
mas sintácticas, como, según vimos, no había equivalencia entre
el dativo (separativo) y el ablativo.
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 89

Comparemos el sujeto agente (Caesar) con el ablativo lla­


mado agente (a Caesare).
Se nos ha acostumbrado a admitir como cosa natural la más
sorprendente paradoja, a saber, que pueda existir el mismo sig­
nificado “ agente” en Caesar y a Caesare, aunque no haya nada
de común en los significantes (morfemas gramaticales). Y, pa­
ralelamente, se nos ha acostumbrado a admitir “ distinto signi­
ficado” (respectivamente, “ agente” y “paciente” ) en Caesar y
Pompeius, aunque gramaticalmente sean un mismo significante
(morfema de nominativo).
Nosotros estimamos que, como no hay nada de común en los
significantes, tampoco hay nada de común en el significado ca­
sual de Caesar y a Caesare, sino que sus respectivos significados
se basan en nociones distintas: Caesar es un auténtico sujeto
“ activo” , como generalmente se entiende; a Caesare, en cambicf,
es indiferente a la noción de actividad: sólo mira al punto de
partida del proceso en el espacio exterior.
Tratemos de expresarnos con mayor claridad acudiendo a
algunos ejemplos.

César, B. G. I, 20, 4:
Si quid, ei a Caesare grauius accidisset... “ Si de-parte-de-
César le hubiera ocurrido algo (algún contratiempo) de cierta
gravedad.” En a Caesare, todo el mundo ve un ablativo de pro­
cedencia: “ de-parte-de César” . Efectivamente, es el sentido que
siempre tiene el ablativo (recordemos, sin embargo, que el sen­
tido “ separativo” está en la preposición, ya que el ablativo va
regido, es decir, queda neutralizado).

Supongamos ahora que se sustituya el accidisset por inlatum


esset; entonces nuestras gramáticas ya dirían que el a Caesare
se convierte en ablativo agente. Lo cual resulta una arbitrarie­
dad. Lo único que cambia es el verbo; por lo tanto, es razonable
seguir interpretando: “ Si de-parte-de-César le hubiera sido infe­
rido algo (algún contratiempo) de cierta gravedad.”

Otro ejemplo: Terencio, Adelphoe, 494:


una a pueris sumus educti, “juntos fuimos criados desde
niños” . Otro claro ablativo separativo.
90 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

Supongamos estas mismas palabras en un cuento infantil y en


boca de unos muñecos “ animados” ; entonces, sin duda, se inter­
pretará: “fuimos criados por unos chiquillos” (¡ablativo agente!).
Supongamos, por último, el siguiente cambio en el texto de
Terencio: una a parentibus sumus educti, “ fuimos criados jun­
tos por nuestros padres” . ¡Otra vez ablativo agente!
Si nos fijamos en otro ejemplo de Terencio (Hecyra, 667) :
neutra in re uobis difficultas a me erit, “ en ninguno de
los dos casos habrá para vosotros dificultad por-mi-parte” , vemos
que ese a me es el mismo ablativo que antes con accidisset, o con
inlatum esset, o con sumus educti (o con uictus est).

El único significado de Pompeius uictus est a Caesare se re­


duce, pues, a “Pompeyo fue vencido por-parte-de-César” .
Ahora bien: cuando el punto de partida del proceso es una
cosa “ inerte” (ablativo de “ cosa” ), no se nos ocurre ver en el
ablativo más que lo que en sí mismo significa, a saber, la rela­
ción externa con el proceso; en cambio, si el punto de partida
es “ una persona” , el significado léxico “ animado” s u g i e r e , junto
al significado positivo del caso, que tal persona no sólo es el
punto “ geográfico” de partida del proceso, sino su promotor.
Pero ni siquiera el rasgo “animado” justifica automáticamente
la interpretación pasiva: A Volscis et Aequis bellum timebatur
(T. Livio, III, 15, 4), “ se temía la guerra en la frontera de los
Volscos y los Equos” (¡la temían los romanos!).
Conclusión: Ablativo agente per se no existe en lengua; se
trata de un ablativo normal (con preposición o sin ella) como
otro cualquiera. Si se le quiere seguir llamando ablativo agente,
por comodidad o por tradición, no hay inconveniente, con tal
de no atribuirle la función específica “ agente” que corresponde
al nominativo. El ablativo no afirma la función agente: tan sólo
es susceptible de s u g e r i r l a en determinadas condiciones con­
textúales.
C ) V lC T V S EST NO ES AUTENTICO PASIVO DE V IC IT

Si, como acabamos de ver, el ablativo agente no es el reverso


del sujeto agente, otro tanto hay que pensar de uictus est con
relación a uicit.
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 91

Caesar vicit Pompeium se interpreta dinámicamente así:

Caesar vicit Pompeium


Nominativo verbo 'acusativo
------------ > ----- > --------- ^

(con lo que estamos de acuerdo).

Pompeius uictus est a-Caesare suele interpretarse con el


mismo dinamismo en sentido opuesto:
»

Nominativo verbo ablativo.


< ----------- < — <--------

Hemos negado el dinamismo en el tercer término (a-Caesare).


En consecuencia, tampoco podemos verlo en uictus est.
¿En qué consiste, pues, la oposición verbal uicit / uictus est?
Aquí recordamos unas líneas de Meillet que apuntan a la
raíz del problema, aunque ni él ni otros autores que han tenido
parecida intuición hayan insistido en las consecuencias que de
tal intuición se derivan: “El verbo indoeuropeo —dice Meillet—
presenta el proceso esencialmente en cuanto es actuación de un
agente, y apenas comporta una formación de valor pasivo... Lo
que tiene forma propia al lado de la voz activa es la voz media,
como en griego φέρω y φέρομαι. Entonces, continúa Meillet, la
forma media φέρομαι, gracias a su significación peculiar, se pres­
taba a expresar el pasivo, y ello constituye un uso que no es
raro en griego...” (Introduction à l’étude comparée des langues
i. e., París, 19378, p. 245). Por lo demás, es de todos bien sabido
que la formación pasiva es reciente.
Nosotros estimamos íntegramente aplicables al latín histórico
los anteriores párrafos de Meillet: “ el latín apen?ü comporta
una formación de valor pasivo” .
a) En primer lugar, recuérdese el inextricable laberinto de
nuestros manuales de gramática latina cuando intentan distin­
guir, frente a la voz activa, una voz media y una pasiva, o, más
simple y acertadamente, una voz medio-pasiva, lo cual viene a
ser el reconocimiento más o menos explícito de que no existe
una gramaticalización sistemática de la oposición activo / pasivo.
Las sintaxis históricas han ido engrosando ininterrumpida­
92 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

mente el apartado de los verbos medio-pasivos: el grupo de “ los


verbos cuya voz pasiva conserva todavía un reflejo de su primi­
tiva acepción media es más numeroso de lo que hasta hace
poco se creía” (Bassols, II, 1, p. 108, Barcelona, 1948, con biblio­
grafía) . Aún hay que ir más lejos por este camino, hasta englo­
bar en el mismo apartado a todos los verbos llamados pasivos.
b) Recuérdese igualmente el capítulo perturbador de los ver­
bos deponentes, que se clasifican uelint nolint en la voz que mor­
fológicamente no les corresponde.
c) La oposición medio / pasiva no tiene significante propio :
por lo tanto, no existe en lengua. Si logramos distinguir valores
medios o pasivos, será por consideraciones contextúales semán­
ticas (ajenas, por consiguiente, a la forma verbal en sí misma).
He aquí un ejemplo que tomamos de Ronconi (II verbo latino,
Florencia, 1959, p. 34) :

proicio aliquem ad pedes alicuius, “ arrojo a alguien a los


pies de alguien” ;
me proicio ad pedes alicuius, “me arrojo a los pies de
alguien” ;
es decir, “ arrojo a otro o me arrojo a mí mismo consciente y vo­
luntariamente” , con clara distinción del agere y el pati.
En cambio, frente a proicio, ¿qué significará proicior? El con­
texto será decisivo:
proicior ad pedes alicuius, “caigo a los pies de alguien” ,
pero “ caigo instintivamente” , sin distinción del agere y el pati.
Se dirá que aquí proicior es voz media (no pasiva).
proicior ah aliquo ad pedes alicuius> “ soy arrojado por
alguien a los pies de alguien” . Según opinión común, sólo en
este caso se presentan las formas proicio / proicior en oposición
activo / pasivo. (Lo cual no es obstáculo para que luego se vea
la oposición activo / pasivo no en horizontal, sino en diagonal,
según el esquema antes citado.)
Pues bien, para nosotros, ni aun en este último caso pro­
icio / proicior se oponen como voz activa y pasiva. Nos fundamos
en el hecho real de que la voz pasiva carece de significante pro­
pio y no puede haber significado sin significante.
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 93

Para que proicior se interprete como pasivo necesita el apoyo


de algo ajeno al verbo, a saber, el llamado ablativo agente (pro-
icior ab aliquo); si fuera pasivo per se, se bastaría a sí mismo.
Ya se ha hecho observar algunas veces que para que haya
equivalencia “lógica entre la frase activa y la pasiva” han de ir
expresados todos los elementos (Lenz). Si no van expresados to­
dos los elementos, no sabremos en principio (¡porque la lengua
no lo dice!) si hemos de interpretar la forma como media o como
pasiva.
Como prueba significativa de nuestra tesis, nos permitimos
citar un texto al que aludimos en el último párrafo de nuestra
introducción a los Adelfos de Terencio (Biblioteca Clásica de
Autores Gr. y Lat., tomo III, 1966). Se trata de una nota de Do­
nato (v. 938) que dice: Apud Menandrum senex de nuptiis non
grauatur. EI verbo grauatur ha dado lugar a una polémica ya
secular entre los investigadores de “las fuentes” de Terencio.
Unos entienden que en Menandro “no se importunaba al anciano
Mición con el matrimonio” , es decir, que no se le proponía la
boda con Sóstrata; otros entienden que, en Menandro, Mición
“no se disgustaba” ante la propuesta del matrimonio. En suma,
la polémica se reduce a saber si grauatur es voz pasiva o media.
En esta discusión nunca se apeló a argumentos lingüísticos, sino
a las conveniencias contextúales; aun así parecen triunfar los
que ven en grauatur una voz media. Según nuestro concepto de
la voz pasiva, ni siquiera hubiera debido plantearse la discu­
sión. Esta anécdota filológica demuestra en todo caso que ni aun
los buenos latinistas —la mayoría de estas monografías están
escritas en excelente latín— pueden sentir la voz pasiva en la
ausencia del llamado ablativo agente. Sencillamente, porque
carece de significante, es decir, en una palabra, porque no existe
la voz pasiva como tal.
¿A qué responde, pues, la diferencia uicit / uictus est?
Creemos que a la noción actividad / no actividad; la ausencia
de actividad no es todavía la pasividad: non agere no es lo
mismo que pati. El que uno no sea asesino no implica que tenga
que ser asesinado.
El morfema llamado pasivo anula el verbc en cuanto activo
(causativo, factitivo), o, si se prefiere, descarta todo eventual
acusativo (el verdadero caso “paciente” ). Recordemos lo dicho
94 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

anteriormente sobre los dos extremos de la actividad expresada


por el verbo activo: la cópula estática (est), como actividad mí­
nima o cero, y el verbo agere, jacere, como actividad máxima.
Pues bien, las desinencias verbales “pasivas” colocan a todo
verbo afectado por ellas en el extremo de la cópula estática. En
otros términos: todo verbo llamado pasivo es verbo de estado
y no más pasivo que el verbo estático: uictus est viene a coin­
cidir, en cuanto a actividad, con viridis est. La identidad mor­
fológica no es accidental. El que en el tema de presente no
aparezca, como en el tema de perfecto, el signo genérico de
estado revela otro posible recurso en la expresión de la no-acti­
vidad; pero si uincor forma paradigma con uictus est, el rasgo
no-activo ha de extenderse por igual a todo el paradigma, a la
forma sintética del tema de presente como a la forma analítica
del perfecto.
Conclusión: El sujeto paciente no es “ paciente” , sino “ es­
tático” .
Nota complementaria. — Se ha observado muchas veces que
la falta del sujeto agente en ablativo no da la impresión de elip­
sis violenta, que supondría la ausencia del sujeto agente en no­
minativo. Compárese:

(Caesar) uicit Pompeium y Pompeius uictus est (a Caesare)

La razón está en la naturaleza estática de uictus est, que no


necesita sujeto-agente (simple circunstancia accesoria, según di­
jimos), como no se echaría de menos el a me del ejemplo antes
citado : neutra in re uobis difficultas (a me) erit.

D) R esum en

1.° En la oración activa hay realmente sujeto agente, verbo


activo y objeto paciente.
2.° En la oración pasiva no existe, como serie paralela, ni
un sujeto paciente ni un verbo pasivo ni un ablativo agente en
el sentido habitualmente atribuido a esos términos. Lo que hay
es un sujeto estático, un verbo estático y un ablativo normal
(separativo).
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 95

3.° La oración activa es dinámica:

Caesar uicit Pompeium


-------» ----> ------------ >
Caesarem uicit Pompeius
<----------- <------- ---------—---

4.° La oración pasiva no salva el dinamismo como limitán­


dose a permutar los polos de su orientación: no ha lugar una
representación así:

Pompeius uictus est a Caesare


<— ----- ——— c-----------

Lo que hace la voz pasiva es reducir a cero el dinamismo


de la activa. La oración pasiva es estática.
5.° La oración pasiva, en ciertas condiciones (si todos sus
términos son explícitos y si el término separativo es un ser ani­
mado), puede s u g e r ir (nunca “significar” ) un contenido prácti­
camente equivalente al de la oración activa.

§ 3. — Los ejemplos típicos de nominativo “ caso cero”


y “fuera de contexto”

Los que sientan como principio qut! el nominativo es el caso


de la designación pura, fuera de contexto, citan como ejemplos
una serie de nominativos que no están todos por igual “fuera de
contexto” .
1) Se citan los anuncios, los rótulos, los títulos de un libro,
etcétera. Pero esto es hacerse una idea demasiado estrecha del
“contexto” . Un contexto “ situacional” (cf. T. Slama Cazacu,
Langage et contexte, 1961, Mouton & Co. ’S-Gravenhage, passim,
y, sobre todo, pp. 207-231) ya basta para relacionar de algún
modo esos nominativos “ sueltos” . “Brutus” se entiende sobre
la tapa de un libro, o al pie de una escultura, como una predica­
ción estática implícita; no se entendería si lo leyéramos en un
cartel colgado en la copa de un árbol.
2) También se citan nominativos sueltos (nominatiuus pen­
dens) por ruptura de construcción. Pero nos resulta contradic-
96 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

torio hablar de un nominativo que se vuelve suelto por ruptura


de construcción: hablar de ruptura de construcción supone que
el nominativo no es forma destinada previa y conscientemente
a quedar suelta como quedaría normalmente un caso “ cero” .
3) Si existe un caso “cero” hay que buscarlo no en construc­
ciones “rotas” , sino en construcciones perfectamente logradas
en las que sea forzoso usar el caso cero, si existe el caso “ cero” ,
de la designación pura. Ello ocurre cada vez que (¡y sólo enton­
ces!) nos apartamos del asunto que tratamos para verificar el
valor que en el código léxico atribuimos a un término antes de
utilizarlo en el habla.
En este apartado entran nominativos como éstos:

Cognomen habuit “ Cominus” (“ Se llamó Corvino” ), Cl.


Quadrig. 12, Peter I, p. 212.
Est uia ... “ lactea” nomen habet (Ovidio, Met. I, 168-9).

En todos ellos sé toma el nombre por sí mismo, en su suposi­


ción material, según la terminología escolástica, en función me-
talingüística, según terminología muy reciente.
Los usos metalingüísticos nos parecieron en un principio un
gran argumento a favor del nominativo caso cero, reñido con
el concepto de nominativo caso agente y término opuesto al acu­
sativo (paciente).
Tras la lectura de unos cuantos textos para observar las ope­
raciones metalingiiísticas hemos sacado las siguientes conclu­
siones :
1.° En uso metalingüístico alternan el nominativo y el acu­
sativo :

resonent mihi “ Cynthia” siluae, “háganme resonar los


bosques (el nombre de) Cintia” (Propercio, 1, 18, 31) ;
resonare ... “Amaryllida” , “hacer resonar (el nombre de)
Amarilis” (Virgilio, Egl., 1, 5) ;

... princeps; cum dico “princeps” (Plinio, Ep. 3, 2, 2);


... nullus sumptus ... “nullum” cum dico (Cicerón, Att. 6,
2, 4).
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 97

Pero es más frecuente el tipo “ nullum” cum dico que el tipo


“princeps” cum dico. Los partidarios del nominativo como caso
de la designación pura podrían pensar que, en principio, hay
siempre un nominativo, pero que las excepciones (!) se explican
como una atracción o desplazamiento secundario del auténtico
caso cero hacia la transitividad de dico. Pero tal objeción queda
invalidada ante la consideración siguiente.
2.° Nunca hemos hallado en el uso metalingüístico un nomi­
nativo (¡el pretendido caso de la designación pura!) ni un acusa­
tivo cuando en la operación metalingüística se recoge un ge­
nitivo, un dativo o un ablativo.

Ejemplos: cum istius mulieris uiro, “fratre” uolui dicere


(Cic., Cael., 32) : “ Con el marido de esta mujer, quise decir “ el
hermano” (Cicerón finge irónicamente un lapsus linguae).
Cf. más ejemplos: Cic., Phil., 5, 18, 49; 11, 8, 20; Tuse., 5, 36*
105; Plin., Ep., 2, 20, 2; Quint., 9, 2, 83; Séneca, ¡Ep., 83, 12; etc.

Aquí tenemos un argumento a favor de nuestra tesis general


sobre los casos: vemos que el par nominativo-acusativo forma
grupo aparte frente al genitivo-dativo-ablativo. El nominativo y
acusativo son casos nominales en las operaciones metalingüís-
ticas: ambos son, entonces, casos cero, ambos son designación
pura. Es decir, al neutralizarse la oposición que mantienen en
el lenguaje declarativo, cualquiera de los dos sirve para repre­
sentar al puro nom en fuera de contexto, es decir, ese nom en que,
según la teoría estoica, el hablante lleva en lo íntimo de su con­
ciencia lingüística antes de dejarlo “ caer” del alma y realizarlo
en un hecho concreto de habla, integrándolo en la oposición
verbo-nominal.
Ill

ALGUNOS PRINCIPIOS TEÓRICOS

§ 1. — Casos gramaticales y casos semánticos

Estamos de acuerdo con un principio, unánimemente acep­


tado por los estructuralistas en sus clasificaciones de los casos.
Es el siguiente: existen funciones casuales semánticas y funcio­
nes casuales sintácticas. O, como dijo De Groot en 1939 (Les
oppositions dans les systèmes de la syntaxe et dès cas, p. 127),
hay “ casos con función sintáctica sin función semántica” y “casos
con función sintáctica con función semántica”
Desgraciadamente, la unanimidad se desvanece en cuanto se
desciende del plano teórico a la aplicación del principio como
criterio clasificador de los casos en una lengua dada. Surgen dis­
crepancias entre los autores y —lo que nos parece más grave—
hay contradicciones internas en las clasificaciones que se han
intentado.
Nosotros no hemos logrado descifrar, en los trabajos de Ku-
rylowicz ni de D · Groot, qué casos son para ellos “ casos sintác­
ticos” , “ casos semánticos” o “ casos semántico-sintácticos” .
Así, Kurylowicz, a lo largo de su artículo (Bulletin de la So­
ciété Polonaise de Linguistique, IX, 1949), parece admitir que
todos los casos — excepto el nominativo y vocativo— son a la vez
semánticos y sintácticos, aunque en proporción inversa: el geni­
tivo y acusativo tienen como función primaria la gramatical
(sintáctica), y como función secundaria, la semántica (adver­
bial); y, viceversa, el dativo y el ablativo tienen como función
primaria la semántica (adverbial) y como función secundaria
la sintáctica. Ahora bien, en la página 42 leemos: “las relacio­
nes mutuas entre casos gramaticales (nominativo, acusativo, ge­
nitivo) ...”
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 99

La inseguridad de De Groot nos parece todavía más notable.


En 1939 (o. c., p. 125) dice del acusativo : “En mi opinion, el acu­
sativo ... no tiene función semántica.” En la página 127 se ex­
presa en términos análogos sobre el genitivo. En la miscelánea
For Roman Jakobson, su artículo sobre los casos latinos concluye
que, salvo el vocativo, todos los casos tienen función sintáctica
y que el nominativo tan sólo tiene esa función sintáctica'(?). Por
último (en Lingua, VI, p. 154), nos parece volver a titubear en
la interpretación del genitivo y acusativo.
Lo cierto es que no se ha logrado una organización clara y
coherente de los casos sobre la feliz intuición qup distingue va­
lores sintácticos y valores semánticos en el contenido casual.

§ 2. — La transferencia lingüística

a) Transferencia funcional; b) Transferencia semántica

Nuestro nuevo intento arranca del mismo principio formu­


lado por De Groot (o. c., Mél. Bally, 1939, p. 122) : “ Los casos
pueden tener funciones sintácticas y funciones semánticas. Hay,
pues, siempre, o generalmente, dos sistemas de funciones, que
son más o menos independientes.”
Ahora bien, este principio es un caso particular de otro gran
principio, muy general y de mayor alcance: el principio de las
transferencias lingüísticas: transferencias funcionales y transfe­
rencias semánticas.
a) Como ya dijimos (p. 56 y ss.), una categoría léxica no está
invariablemente unida a una función sintáctica única o, para
repetir una cita de Porzig anteriormente transcrita, “ la palabra
no está cortada a la medida de una determinada función” . El
sustantivo designa normalmente una cosa (o persona) y funciona
como sujeto u objeto del verbo; pero pueden citarse sustantivos
que funcionan como adjetivos (“he tomado un café café) y, al
contrario, sujetos o complementos directos que no son morfoló­
gicamente sustantivos (las llamadas oraciones completivas, por
ejemplo). Otro tanto cabe decir del adjetivo, del verbo y del
adverbio. Categorías léxicas y funciones sintácticas no son series
rigurosamente paralelas. Sin embargo, entre las categorías lé­
100 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

xicas (clases de palabras) y funciones sintácticas (partes de la


oración), aunque independientes entre sí, no deja de existir
cierta correlación: en principio, un sustantivo está predestinado
a ser sujeto o complemento directo; el adjetivo está predesti­
nado a determinar al nombre; el adverbio, a determinar al ver­
bo. Esa es su respectiva función primaria y propia (aunque no les
pertenezca en exclusiva). Sustantivo y verbo, sustantivo y adje­
tivo, verbo y adverbio, son en principio categorías complemen­
tarias. Si un sustantivo funciona como adjetivo, o un adjetivo
como sustantivo, y, generalizando, si una categoría cualquiera
forma sintagma con otra que, en principio, no le corresponde
como complementaria, lo hacen secundariamente, por transferen­
cia de funciones (conservando su valor léxico previo a la trans­
ferencia funcional) : así, repitiendo ejemplos de Bally (el pio­
nero de la teoría de las transferencias entre categorías), planeta
y campo, sin cambio de sentido, se vuelven funcionalmente adje­
tivos en (sistema) planetario y (casa) de campo (obsérvese que
en planetario hay transferencia morfológica del nombre en adje­
tivo, y no sólo transferencia funcional); la frase mientes con­
serva su sentido al convertirse funcionalmente en sustantivo y
complemento directo en (sé) que mientes. A estos intercambios
gramaticales les dio Bally el nombre de “ transpositions fonction­
nelles” (Ling. Générale et Ling. Française, 19634, p. 116) ; la sin­
taxis estructural de Tesnière (y de las escuelas “transformacio-
nistas” en general) es fundamentalmente un estudio de estas
transposiciones, que él llama “ traslaciones” . Nosotros las llama­
remos “ transferencias funcionales” , terminología usada ya en
castellano por A. García Calvo en uno de nuestros Congresos
(cf. Actas del II Congreso Español de Est. Clásicos, Madrid,
1964, p. 118 y ss.).
b) La transferencia funcional, “que afecta exclusivamente a
la gramática, ha de distinguirse cuidadosamente de la transfe­
rencia semántica, que interesa también al léxico porque los sig­
nos cambian de sentido a la vez que de categoría. Así —seguimos
citando a Bally— , la vegetación tropical es la que se halla bajo
los trópicos (transferencia funcional —y morfológica— de tró­
pico) ; un calor tropical es un calor tan intenso como el que reina
en esas regiones (transferencia semántica — y morfológica— de
trópico). En el primer caso, trópico se toma en extensión, como
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 101

una cosa, y, en el segundo, se abstrae de su comprensión una


característica peculiar” (Bally, o. c., p. 116).
La distinción entre transferencia funcional y transferencia
semántica resulta a veces delicada; ambos fenómenos, aunque
independientes, pueden coincidir y superponerse en un momento
dado. Por ejemplo, si un cazador, narrando sus hazañas, dijera
que “ (había comido) corazón de hiena” , tendríamos en “hiena”
una sencilla transferencia funcional; “hiena” sería el nombre
“hiena” con la función adjetiva de determinación de otro nom­
bre, y nada más. En cambio, cuando se dice de alguien que
“ (tiene) corazón de hiena” , vemos la misma transferencia fun­
cional que en el ejemplo anterior; pero, además, hay, simultá­
neamente, una transferencia semántica, ya que ahora “hiena”
no designa a la fiera en toda su extensión: ha cambiado de sen­
tido, para designar tan sólo la ferocidad característica de la
hiena.
Si ahora pensáramos estos dos ejemplos en latín, el primero
nos haría ver en el genitivo un caso puramente sintáctico; pero
el segundo tal vez podría parecemos sintáctico-semántico. (En
realidad, el genitivo sólo es responsable de la transferencia gra­
matical; la posible superposición de la transferencia semántica
es fruto del contexto y no forma parte del contenido casual
“ genitivo” ).
IV

NUESTRA INTERPRETACIÓN DE LOS CASOS LATINOS

§ 1. — Esquema básico

Si tomamos el principio de las transferencias lingüísticas en­


tre categorías como criterio clasificador de los casos, llegamos al
siguiente resultado.

N o m in a t iw s et a c c v s a tiv v s sunt et n o m in a et c a s v s n o m in is

n om . Son semántica y funcionalmente nombres.


A c cv s . No suponen ni transferencia semántica ni transferencia
sintáctica del nombre.

Semánticamente, el nominativo y el acusativo designan


a las personas y cosas por lo que son en sí mismas, en
toda su extensión como personas o cosas.
Por otra parte, son dos formas distintas y reales del
nombre (“ virtual” ) para cada una de las dos funciones
propias del nombre. Nominativo y acusativo gramatica-
lizan (expresan por morfemas gramaticales) la oposi­
ción que, ocasionalmente, aparece aislada (lexicalizada)
en temas diferentes: ego / me, tu / te (cf. alemán
Wirt ¡ Gast, “huésped” que da / recibe la hospitalidad).
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 103

G e n e t iw s , d ativvs et a b l a t iw s non sunt n o m in a ,


sed casus nominis

genet . Es semánticamente nombre y funcionalmente adjetivo.

No supone transferencia semántica del nombre, ya que


designa a una persona o cosa como tal persona o cosa
en toda su comprensión; pero sí supone transferencia
sintáctica del nombre en adjetivo, ya que el nombre en
genitivo es regularmente determinante’ de otro nombre:
el morfema de genitivo eleva, pues, la noción del sustan­
tivo a la idea más “ general” del adjetivo (cf. infra,
p. 133 y ss.).

Da t iv . No son nombres ni semántica ni funcionalmente.


ABLAT. Suponen a la vez transferencia semántica y transferen­
cia sintáctica del nombre en adverbio.

El dativo no es semánticamente nombre porque el nom­


bre en dativo no designa a una persona (o cosa) por lo
que es en sí misma (en su extensión normal), sino por
una característica accidental, a saber, su condición de
“persona interesada” en el proceso verbal (transferencia
semántica).
Tampoco entra como sujeto u objeto en el sistema cen­
tral, interno del verbo; su situación es “marginal” , ad­
verbial (transferencia funcional).
El ablativo no es semánticamente nombre, porque el
nombre en ablativo no designa a una cosa (o persona)
por lo que es en sí misma (en su extensión normal),
sino por una característica accidental, a saber, su situa­
ción en la zona del proceso. Esta relación externa, en
cierto modo “ geográfica” , pertenece propiamente al
adverbio (de lugar, modo, causa, etc.) : transferencia
funcional.
104 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

RESUMEN

CASOS NOMINALES CASOS N O -N O M IN A LES

Nombre de Nombre de Caso adjetival Casos adverbiales


la Sintaxis la Sintaxis No son nombres ni semán­
Semánticamente:
impresiva- declarativa
Nombre tica ni funcionalmente
expresiva
Funcionalmente:
Adjetivo Designación Designación
Nombre Nombre
activo pasivo de persona de “circuns­
“interesada” tancia”

VOCATIVO N 0M 3N . ACUSA!. GENITIVO DATIVO ABLATIVO

§ 2. — La oposición nominativo / acusativo — Caso


activo / Caso pasivo

De la visión que se tenga del nominativo y acusativo depende


toda la organización del sistema casual.
El nominativo (o sujeto) no es el determinado absoluto para
quien está hecha la frase, sin ser él determinante de nada; ni es
tampoco “ un complemento como todos los demás” , según la in­
sistente teoría opuesta de Tesniére.
El acusativo (o complemento directo) ni está tan distanciado
del nominativo (o sujeto) ni tan próximo a los restantes casos
como lo pretende la teoría del nominativo “ caso cero” .
Ambos andan juntos en la órbita verbal: atraen al verbo y,
a la vez, reciben su influjo en una relación sui generis de mutua
interdependencia. Ni el verbo puede subsistir normalmente sin
ellos ni ellos, sin el verbo.
El significado total del sintagma verbo-ncminal no es una
suma de sus elementos constituyentes, sino la “ novedad” resul­
tante del choque entre los conceptos básicos expresados por el
verbo y el nombre (o los nombres) integrados en la unidad su­
perior que es el sintagma verbo-nominal con la interdetermina-
ción mutua entre verbo y nombre(s).
1) Un hecho esencial en la relación verbo-nominal es que
sujeto y objeto del verbo se hallan, en principio, sobre el mismo
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 105

plano en el equilibrio de los principales miembros de la frase


(cf. Blinkenberg, Le problème de la transitivité en jr. moderne,
Copenhague, 1960, p. 39).
El sustantivo está predestinado a la función de sujeto, como
siempre se ha reconocido. Pero no es menos cierto que una gran
masa de verbos tampoco se conciben sin su segundo término,
aunque la situación dispense con frecuencia de expresarlo por
intuirse ese segundo término o por no ofrecer interés su especi­
ficación léxica: “ el enfermo oye” , es decir, “ conserva la facultad
auditiva” , sin que importe saber “qué es lo que oye” . La catego­
ría por excelencia del objeto como del sujeto es el sustantivo.
2) El nominativo y el acusativo señalan en el nombre una
polaridad —respectivamente, activa y pasiva— del proceso antes
que el verbo haga su aparición en el enunciado:

manus manurn lauat (proverbio);


ego te et tu me jeres (Terencio, Hecyra, 610) ;
Magnum Claudius, Crassum Nero interjecerant (Tácito,
Hist., I, 48, 2).

Señalan esa polaridad incluso sin que se diga explícitamente


qué proceso concreto envuelve a los dos términos:

Quid puer Ascanius? (Virg., En., 3, 339) ;

Quid is ergo? (Terencio, Adelphoe, 326)

Piénsese en las numerosas frases incompletas del tipo quos


ego ... (Virg., En., 1, 135). tu me ... (Terencio, Adelphoe, 539).
La situación permite siempre al lector poner un verbo que su
conciencia lingüística echa de menos; pero ¿quién puede garan­
tizar que tal es precisamente el verbo “ omitido” (!) por el autor?
De hecho, no es raro que comentaristas y traductores no coinci­
dan en el verbo “ sobreentendido” . En realidad, cada cual puede
leer entre líneas el verbo que más le guste : ahí está la elocuen­
cia del silencio (figura retórica de la aposiopesis). Pero no queda
al arbitrio del lector la relación activo / pasivo de los términos.
El autor impone esa limitación a la libertad interpretativa: la
106 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

elección queda circunscrita por la zona de la transitividad. Así,


en Terencio (Adelphoe, 158), el leño, a quien le han arrebatado
a viva fuerza una de sus muchachas, dice, airado: ego istarn
( = uirginem) inuitis ómnibus... O sea: “ A pesar de todos vos­
otros, yo la...” . Aunque nada ganaría la traducción, en lugar de
los puntos suspensivos cabe poner “ arrebataré” , “llevaré (con­
m igo)” , “recobraré” , “ detendré” , etc. No es admisible la traduc­
ción de Marouzeau: “ Moi? Elle? En dépit de vous tous...” . El
moi y el elle no están orientados como sujeto y término del (in­
definido) proceso.
La oposición nominativo / acusativo, dentro del género ani­
mado, es un ineludible corolario de la oposición animado / in­
animado. Efectivamente, cuando dos seres animados se ven invo­
lucrados en el mismo proceso, y uno domina al otro, volvemos
a una situación prácticamente idéntica a lo animado / inani­
mado: lupus agnum uiderat. Sin duda, no es accidental que
agnum coincida con el inanimado templum. Ambos deben ser
el simple tema, eventualmente ampliado con un elemento nasal,
originariamente exento de valor casual; el valor “ casual” (pa­
sivo) lo recibirá precisamente al enfrentarse al caso positiva­
mente marcado como “ ergativo” .
El caso nominativo es invariablemente atribuido al determi­
nante verbal concebido como más agente, y el acusativo al tér­
mino más paciente. Si se considera la siguiente serie de ejem­
plos, se verá cambiar la orientación dinámica entre los dos
términos relacionados, según vayan alternativamente en nomi­
nativo o acusativo:

(ego) capio obliuionem alicuius rei (cf. Plinio, 7, 24, 24).


cepit nos oblimo seruitufis (cf. Cicerón, P - , 3, 4, 9).
(ego) cepi satietatem alicuius rei (cf. Plauio, Amph., 472).
cepit me satietas alicuius rei (cf. Livio, 27, 49, 8).
(senatores) metum ceperunt (cf. Livio, 33, 27, 10).
senatum, metus cepit (cf. Livio, 23, 14, 8).
etcétera.

3) EI nominativo y el acusativo constituyen con el verbo el


sistema sintáctico interno en que la categoría nominal y la verbal
ORDENACION DE LOS CASOS LATINOS 10 7

se determinan mutuamente. Los otros casos permanecen fuera


de la estricta oposición verbo-nominal.
En cualquier lengua pueden señalarse hechos como éstos del
castellano :
SU JETO

su madre s. 1
un toro s. 2
la policía s. 3
(al niño) lo cogió
el tren s. 4
una tormenta · s. 5
una hormiga (?) s. 6

OBJETO

(a) su víctima o." 1

(
I
el arma
el tren
) fruta
una pulmonía
o. 2
o. 3
o. 4
o. 5
\ la luna (?) o. 6

Pueden representarse así los posibles sujetos y objetos de


cogió:
s. 1 o. 1
s. 2 o. 2
s. 3 o. 3
s. 4 cogio o. 4
s. 5 o. 5

s"

Ahora bien, la acción de “ coger” , lejos de permanecer idén­


tica a sí misma, varía sensiblemente: a) según el sujeto a quien
se atribuya: el “coger” de la madre no es el “ coger” del tren,
ni del toro, etc.; b) según el objeto “ cogido” : el arma, el tren,
la pulmonía, etc. Ello no es obstáculo para que el castellano “ ex­
prese” , simbólicamente, todos esos procesos como “ idénticos” ,
contando con que, gracias al· saber de hablantes y oyentes, nadie
108 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

se llame a engaño. Los usuarios del idioma envuelven en una


representación única el término activo y el pasivo alrededor de
un lexema verbal más o menos elástico, y el significado resul­
tante depende tanto de los protagonistas del proceso como de
la representación prefabricada que en el fichero de la lengua se
llama “ coger” .
La relación expresada por el sujeto y objeto no se distingue
de la acción en sí ni se concibe sin ella. En cambio, la posible
añadidura de un eventual beneficiario (dativo) o de una circuns­
tancia de tiempo, lugar, causa, etc. (ablativo) constituyen refe­
rencias marginales a personas o cosas externas, que no alteran
sustancialmente el proceso ya prefijado en el sistema interno
antedicho.
4) Digamos de paso que el espectro semántico de un verbo
dado varía de lengua a lengua: los largos artículos de un diccio­
nario no son, en último término, sino un análisis de ese espectro
semántico para señalar la zona que coincide y, sobre todo, las
zonas que no coinciden con el espectro semántico del verbo que
habitualmente le corresponde en nuestra propia lengua.
Y aun dentro de una misma lengua puede variar, diacróni-
camente, ese espectro, tanto por la cara pasiva como por la ac­
tiva como por ambas a la vez.
Así, la serie de posibles sujetos y posibles objetos que
hemos visto funcionar con “ coger” ha quedado reducida, en el
castellano de América, a un solo término por cada cara: “ el hom­
bre coge a una mujer” ; el verbo se ha convertido en una palabra
fea y, por lo tanto, desterrada de la buena conversación. Se le
sustituye por tomar, alcanzar y, sobre todo (como puede obser­
varse a diario en las películas que llegan a nuestras pantallas
desde el continente americano), atrapar.
Estos últimos años hemos visto enriquecerse extraordinaria­
mente la cara pasiva del verbo bailar, antaño “ intransitivo” : “ se
bailaba” (simplemente, “ el baile” regional); ahora, cada tem­
porada trae un nuevo “ bailable” .
Un ejemplo latino: latrare. Es un verbo de espectro semán­
tico reducidísimo en lengua por ambas caras. Por la cara activa
sólo admite propiamente un solo sustantivo: “ de verdad” sólo
ladran “ los perros” : canes latrant.
Pero Cicerón, en un hecho de habla, dijo que ladraban ciertos
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 109

oradores: latrant iam quiclem oratores, non loquuntur (Brutus,


15, 58). Y, por el camino de la estilística, los escritores hicieron
“ladrar” al estómago (Horacio, Sat., 2, 2, 17), a las preocupacio­
nes (Estacio, Theb., 2, 238), a las entrañas (Estacio, Silu., 2, 1,
13), a los mares (Plinio, 4, 5, 9, 19), etc.
Por la cara pasiva, sólo se pueden ladrar “ladridos” (latratus,
cf. Ovidio, latratus edere, Met., 4, 450), y, como no hace falta
decirlo, el verbo es intransitivo. Luego, ya es posible “ladrar”
algo más que ladridos; los poetas hacen que los perros ladren
“una piel· de ciervo” (Horacio, Epod., 5, 57; Ep., 1, 2, 66), o las
nubes (Estacio, Theb., 1, 551), etc.
5) Todo complemento directo es “ interno” : desde la interio­
ridad total (acusativo “ interno” ), en que no se aprecia ninguna
diferencia semántica entre verbo y objeto, se pasa a una interio­
ridad menos llamativa, pero siempre real : el rasgo actum —confio
el agens— siempre está presente en el agere: son categorías soli­
darias y no simplemente complementarias, como el nombre y el
adjetivo, o el verbo y el adverbio. El sujeto y el objeto son co-
sustanciales al proceso verbal.
6) N o t a : Sugerencias de la terminología antigua: nota histó­
rica sobre la interpretación del acusativo. — Una nomenclatura
inadecuada puede motivar confusiones duraderas. Así ha ocu­
rrido con el nominativo, según hemos visto. Como se ha dicho
repetidas veces, la denominación del acusativo arranca de una
equivocada traducción latina de αιτιατική πτώσις, “ el caso de la
αίτία; αίτία es “causa” y, secundariamente, ' “ cargo” , “ acusa­
ción” . El traductor latino se fue por el significado marginal de
“ acusación” , que triunfó generalmente y dio lugar a observa­
ciones peregrinas como la de Prisciano: el acusativo es el caso
qui uero magis ad inimicos attinet (Gramm. Lat., Keil, II, 186).
Hallamos otras denominaciones aplicadas al mismo caso:
casus incusatiuus se llama en Charisius (I, 17, 6), al parecer
como simple sinónimo de accusatiuus: incusatiuus, qui et accu-
satiuus uocatur.
También se le llama, de paso y sin comentarios, casus causa-
tiuus (Prisciano, GLK., II, 185, 25), que es la traducción co­
rrecta del original griego, y resulta denominación adecuada,
como complemento del verbo causativo (factitivo).
El Ars anonyma Bernensis (Supplem. Gramm. Lat. Keil, p. 87)
11 0 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

nos sorprende llamando al acusativo casus actiuus, pero el co­


mentario justifica plenamente el motivo; en primer lugar, se
hace notar allí —contra la tradicción— que el acusativo no sólo
sirve “para acusar a los enemigos” , sino también “para alabar
a los amigos” ; en segundo lugar, aun recogiendo la nomencla­
tura tradicional, allí se rectifica con una apostilla que nos suena
a auténtica impresión personal de un hablante latino sob e el
valor del acusativo : aceusatiuus ... hoc est actiuus ... Accusatiuus
uim accusandi et actum alterius declarat, quasi patiatur ab eo.
En suma: el acusativo “acusa la actividad del otro” . (Ese “ otro”
no puede ser, evidentemente, más que el nominativo). Se llama
“ activo” al acusativo por acusar esa “ actividad” , y acusarla
quasi patiatur ab eo; es decir, el acusativo se erige en acusador
como “ víctima” de la actividad denunciada (“ acusada” ) . Ahí te­
nemos, pues, un explícito reconocimiento antiguo de la oposición
nominativo / acusativo, que Martinet y otros teóricos modernos
se niegan a admitir.

§ 3. — El par nominativo-acusativo frente al vocativo

Frente al par nominativo-acusativo, y dentro del bloque de


los casos nominales, ha de situarse el vocativo.
El nombre en vocativo queda habilitado para funcionar en
la ßintaxis expresiva-impresiva, y en nominativo-acusativo, para
funcionar en la sintaxis declarativa. El vocativo, por un lado,
y, por otro, el nominativo-acusativo pertenecen a distintas zonas
del lenguaje.
1. Siempre se ha reconocido en el vocativo un caso muy es­
pecial. Los gramáticos indios lo excluyeron de la serie de los
casos. Su criterio fue general en la antigüedad hasta el siglo i
anterior a nuestra era. La incorporación definitiva del vocativo
al paradigma nominal se debe a Dionisio Tracio. Los estoicos
— consecuentes con su principio de que no podía hablarse de
“ casos” fuera de un contexto y, viceversa, que toda forma nomi­
nal integrada en un contexto debía ser considerada como “ caso”—
no admiten al vocativo en la serie casual, ya que ese pretendido
caso no forma parte de la frase y es independiente del contexto
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 111

(cf. la teoría estoica, supra, p. 80). Los estructuralistas mo­


dernos, después de negar la legitimidad del nominativo como
caso y excluirlo del sistema casual, oponen el vocativo a todos
los casos restantes: el vocativo, como caso “ actitudinal” , y los
demás, como casos de contenido “referencial” .
También la morfología refleja cierta originalidad del voca­
tivo: cuando no tiene significante propio (y sólo lo tiene en los
temas en o /e ), se confunde normalmente con el tema puro (de­
sinencia cero), lo que cuadra muy bien a una forma desligada
del contexto declarativo.
2. En nuestra ordenación de los casos latinos respetamos
igualmente la originalidad del vocativo, pero con una particula­
ridad de cierta importancia con relación a la doctrina tradicional
y a los estudios recientes que nos han precedido (De Groot, Ku-
rylowicz y otros).
En lugar de oponer el vocativo directamente al conjunto de
los restantes casos, lo incluimos, en la primera dicotomía, dentro
del grupo de los casos estrictamente nominales:
a) La morfología nos invita claramente a ello, como se dirá
infra, p. 113 y ss.
b) Por otra parte, el vocativo cumple una función designa-
tiva, como el nominativo-acusativo: ahí está la notable diferen­
cia entre el vocativo y algún otro signo expresivo-impresivo que
invade la sintaxis declarativa: piénsese, por ejemplo, en las in­
terjecciones, cuyo contenido semántico tiende a cero.
c) Por último, vemos que, frecuentemente —siempre en sin­
taxis expresiva— , con el vocativo pueden alternar el nominativo
y el acusativo (neutralizados, como ‘diremos, p. 128 y ss.); no
pueden alternar con el vocativo los casos no-nominales. El no­
men de la sintaxis declarativa asume la función evocativa por el
procedimiento lingüísticamente marginal de la tonalidad.
Y sólo como miembro perteneciente al grupo de los casos
nominales se opone el vocativo — secundariamente y sobre dis­
tinta base— al genitivo, dativo y ablativo.
112 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

§ 4. — Casos nominales y casos no-nominales

La primera dicotomía que se impone en la ordenación de los


casos latinos es la que distingue entre casos nominales y casos
no-nominales. Recapitulemos en apoyo de nuestra tesis algunos
argumentos dispersos en las páginas anteriores e insistamos
ahora en algunos que tan sólo hemos insinuado.
Hay un cambio de nivel sintáctico, o semántico, o semántico-
sintáctico, cuando de la serie vocativo-nominativo-acusativo se
pasa a la serie genitivo-dativo-ablativo.
Nuestros predecesores (sobre todo, Kurylowicz) han visto la
diferencia entre los extremos: vocativo-nominativo, por un lado,
y dativo-ablativo, por otro. El genitivo y acusativo han consti­
tuido para ellos la zona oscura y discutida: ¿casos gramaticales?
¿casos adverbiales (semánticos)?
Nosotros, al negar el nominativo como “caso cero” y “ caso
de la pura referencia” , volvemos ipso facto al acercamiento clá­
sico nominativo-acusativo y vocativo. Estimamos que esos tres
casos son distintos de los demás y los enfrentamos como nomina
et casus nominis al resto del paradigma o non nomina sed casus
nominis.

A) Consideraciones sintácticas. — Los cambios radicales de


sintaxis afectan al nominativo-acusativo (y vocativo), sin afectar
al genitivo-dativo-ablativo. Nos referimos a hechos como los si­
guientes :
a) En la sintaxis estrictamente impresiva-expresiva, el nom­
bre tiene una forma propia, el vocativo, o caso “ actitudinal” .
Con él pueden alternar, en determinadas condiciones, el nomi­
nativo y acusativo (no el genitivo, dativo y ablativo) :

Ego miser! Nugas!

b) En el metalenguaje hemos visto que, como caso de la “ pura


referencia” , pueden funcionar cualquiera de los dos términos
de la oposición (neutralizada) nominativo / acusativo.
En cambio, no hemos hallado el genitivo, dativo o ablativo
porque, según dijimos, no son nombres, sino “ designación” más
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 113

“ algún rasgo” sintáctico (genitivo) o semántico-sintáctico (dativo


y ablativo) ; por lo cual el metalenguaje lia de conservarlos “ in­
variablemente” en su forma adjetival o adverbial.
c) Cuando el gran nexo verbo-nominal se relaja, como ocurre
en el estilo indirecto, en la oración de infinitivo en general (in­
cluido el infinitivo llamado “histórico” ), los cambios sustancia­
les en la relación nombre-verbo no tienen ninguna repercusión
en los casos que nosotros llamamos no-nominales.
d) Otro tanto se observa en el gran cambio verbo-nominal
entre oración activa y pasiva (no importa que se entienda la opo­
sición activo / pasivo a la manera tradicional o de otro modo;
cf. supra, p. 90 y ss).

B) Consideraciones morfológicas. — Si del campo de la sin­


taxis pasamos al de la morfología, ésta nos orienta claramente
hacia la oposición del bloque nominativo-vocativo-acusativo fren­
te al genitivo-dativo-ablativo. E l‘ hecho ha sido luminosamente
expuesto por Meillet. He aquí algunas de sus observaciones
(cf. Introd. à l’étude comparative des langues indoeuropéennes,
8.a ed., pp. 339-349).
1. Sólo en el nominativo-acusativo-vocativo se marca la opo­
sición animado / inanimado, es decir, masculino-femenino / neu­
tro. Fuera de estos tres casos hay una forma única para el neutro
y para el masculino-femenino: alius-alia (“ otra persona” : hom­
bre o mujer, según el subgénero) / aliud (“ otra cosa” ) . En cam­
bio, en genitivo-dativo-ablativo no hay forma específica para lo
inanimado. Frente a aliud (“otra cosa” ), el genitivo alius sería
ambiguo respecto a la noción de animado / inanimado; y, por lo
tanto, se impone un procedimiento léxico para salvaguardar la
claridad: alius rei.
2. En los tres casos nominales, sólo para los nombres neutros
hay una oposición (positivamente marcada) singular / plural;
dicho de otro modo : dentro de cada número, un sustantivo neu­
tro presenta una forma única para el bloque nom. voc. acus. :

SIN G U LAR PLU R A L

yugam yuga en védico;


ζογο'ν ζυγά en griego;
iugum iuga en latín.
114 INTRODUCCIÓN A LA SIN TAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

Y, viceversa, dentro del bloque nom. voc. acus. sólo para el


género animado hay forma específica para distinguir estos tres
casos.
3. Es notable igualmente que, con frecuencia, el nominativo
y acusativo neutros hayan pertenecido a un tema distinto del
que hallamos en los restantes casos (alternancia *-er / *-en):

ser. yákrt, yaknáh


gr. ή π α ρ , ή π α τος
lat. iter, itin(er)is.

(Cf. E. Benveniste, Origines de la formation des noms en in­


do-européen, París, 19623, pp. 3-22).
§ 5. — Neutralización de las oposiciones casuales

Hemos dicho anteriormente que no hay sinonimia entre casos


ni polisemia en un caso dado.
En la ordenación de los casos latinos que precedç hemos atri­
buido un valor casual único y bien definido a cada morfema del
paradigma.
Antes de cerrar esta exposición hemos de referirnos somera­
mente a ciertos hechos “ perturbadores” que, en opinión de al­
gunos estudiosos, condenan de antemano al fracaso cualquier
intento de sistematización de los casos.
Un hecho perturbador sería ya la alternancia del nominativo
y acusativo con el vocativo en la sintaxis expresiva-impresiva.
Ya hemos aludido anteriormente a ello e insistiremos de nuevo
en la p. 128 y ss.
Más graves son los siguientes:
a) El acusativo sujeto y el acusativo (o ablativo) con prepo­
sición. — A. V. Isacenko (CFS. 7, 1948, p. 24) escribe : “El acu­
sativo latino amorem ... indica que esta forma puede figurar ya
sea como complemento directo, ya sea como sujeto lógico de una
oración de infinitivo, o, también, que puede aparecer tras ciertas
preposiciones. Está claro que esta indicación gramatical es muy
vaga, muy difusa. Indudablemente, no puede hablarse aquí de
un significado... Una forma casual comporta varios contenidos
semánticos” . ..
b) Las alternancias entre genitivo, dativo y ablativo con el
acusativo. — Se trata de construcciones como miseremini socio­
rum, moenibus inminebant, officio fungor, etc. Aquí, un geni­
tivo, un dativo o un ablativo parecen “variantes” o “ sinónimos”
del acusativo. Incluso se dan con frecuencia las dos construccio­
nes: memini Ciceronis o memini Ciceronem, officio fungor o
officium fungor, etc.
116 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

En el apartado a) hay dos tipos de construcciones en que el


sistema casual no funciona: el acusativo con infinitivo y el acu­
sativo (u otro caso cualquiera) con preposición.
Sin ahondar en el delicado problema de la neutralización, se
trata siempre de algún tipo de neutralización casual, es decir, se
trata de usos en que el significante casual se desprende de su
significado positivo en el juego normal de la lengua, sin adqui­
rir por ello ningún otro significado nuevo.
El acusativo o el ablativo, al aparecer mecánicamente regi­
dos por una preposición, no nos dan absolutamente ninguna in­
formación en ad urb(em), de cael(o), el morfema casual se vacía
de todo significado, ya que con ad o de no existe alternativa en
la elección casual (lo único que subsiste es, junto al significado
del lexema, el “ rasgo número” :· -em / -es, -o / is).
El acusativo con infinitivo es considerado por unos autores
como “sujeto” , lo cual arruinaría, evidentemente, la idea básica
de la oposición “sujeto” / “ objeto” ; otros lo interpretan como
un “ acusativo normal”, objeto del verbo principal; por último,
otros ven, más acertadamente, en la oración de infinitivo una
“ neutralización” de la oposición “ nominativo” / “ acusativo”
(cf. R. Godel, CFS., 13, y M. S. Ruipérez, TIL., II, 1957, p. 117) :
“En la oración de infinitivo en latín, al ir el sujeto en el mismo
caso que el objeto directo, el acusativo no pfoporciona ninguna
información para establecer el contraste “ sujeto” / “ objeto” , de
tal modo que una frase como dico te esse uicturum Romanum es
absolutamente ambigua” (Ruipérez, l. c.).
Nos resulta sorprendente que Godel, en la Réponse au Ques­
tionnaire (p. 41), se retracte de su interpretación anterior: “No
tengo ya por válido — dice— el ejemplo que imprudentemente di
del sujeto y el objeto de la oración infinitiva: las dos funciones
continúan oponiéndose, a pesar de la identidad del caso : te unum
ex omnibus Venus me uoluit magnificare” (Plauto, Men., 370-
371).
Nosotros consideramos que su ejemplo es perfectamente vá­
lido. En lengua, no sabemos si el citado ejemplo ha de significar
Quiso Venus que yo te aprecie a ti solo entre todos o Quiso V e­
nus que tú solo entre todos me aprecies a mí.
No “ continúan opiniéndose las dos funciones” : si logramos
atribuir a uno de los dos acusativos la función “ sujeto” y al otro
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 11 7

la función “ objeto” , será por sugerencia del léxico o el contexto,


no porque lo indique positivamente la lengua. En realidad, la
oración de infinitivo es una construcción “ relajada” en que la
sintaxis (nominal y verbal) se reduce a cero, aunque la “lógica”
pueda — eventualmente— descubrir un sujeto nominal y un
tiempo o modo en el verbo, a pesar de que la lengua silencie
todo eso. Podemos inferir un sujeto, una persona, un tiempo
y un modo en un enunciado asintáctico como canario-gato-ayer-
matar; no sería posible la misma inferencia en toro-torero-
ayer-matar; cf. igualmente estos enunciados normales en caste­
llano: después de intervenir la mercancía y después de interve­
nir la policía.
El problema del genitivo, dativo y ablativo como “ variantes”
del acusativo es algo distinto. Si se admite nuestra dicotomía
entre casos nominales y casos no-nominales, se habrá observa'do
que ambos grupos constituyen una oposición privativa: los casos
no-nominales son el término positivo por añadir al nomen algo
que no corresponde a su función semántica o a su función sin­
táctica primaria. Si en un momento dado se prescinde del ras­
go positivo de los casos no-nominales, éstos se vuelven equiva­
lentes del caso nominal acusativo: fungor officio se interpreta
como fungor officium (cf. “ cumplo con mi deber” y “ cumplo
mi deber” ).
El acusativo es la piedra angular del sistema casual latino:
se opone por un lado, como caso nominal, al nominativo; y,
por otro lado, se opone a los casos no-nominales: “la primera
oposición funciona con notable estabilidad... La segunda cono­
ció destinos más variables...” (J. Perret, REL., 1957, p. 160). La
variabilidad consiste en un continuo progreso del acusativo a ex­
pensas de los casos no-nominales: nunca al revés. Es decir, fun­
gor officio, por irrelevancia del rasgo ablativo, se vuelve equi­
valente de fungor officium; y, finalmente, esta última construc­
ción desplaza a la primera (cf. Kurylowicz, Le problème du clas­
sement des cas, p. 35).
Sobre las cuestiones tratadas en este apartado hemos de
volver a lo largo de este libro; véase, en particular, todo el § 4
del capítulo siguiente.
V

FUNCIÓN DE LOS CASOS NOMINALES

§ 1. — Vocativo

El vocativo es, como dijimos, el nombre de la sintaxis afec­


tiva. La aparición de-un vocativo supone siempre la irrupción
de la función impresiva-expresiva al primer plano entre las fun­
ciones del lenguaje:

Tu regere imperio populos, Romane, memento (Virg., En.,


6, 851).

Es tan sensible el cambio de plano sintáctico que siempre se


ha reconocido la originalidad del vocativo o “ caso actitudinal” .
La lengua destaca el cambio de nivel sintáctico por procedi­
mientos marginalmente lingüísticos, como son la entonación (ma­
terializada, en ocasiones particularmente emotivas, en la inter­
jección o) y el aislamiento del nombre en vocativo entre carac­
terísticas pausas. Estos procedimientos marginales son incluso
el significante único cuando la morfología no dispone de una
forma propia de vocativo, como ocurre en la mayoría de los te­
mas nominales: sólo los temas en -o (y no todos) tienen forma
específica de vocativo.
El vocativo nunca “ asume” la función de ningún otro caso
(cf. infra, p. 128-129).

§ 2. — Nominativo

1) El nominativo es el caso del sujeto agente o estático, como


antes dijimos:

Deus caelum et terram creauit.


Deus omnisciens (est).
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 119

2) No necesitamos insistir en el nominativo como aposición,


ni como predicativo ni como predicado, ya que lo que entonces
importa es el hecho de la concordancia y no el caso como tal.
Estamos en esto totalmente de acuerdo con Kurylowicz: “Las
funciones de la aposición, del predicativo y del predicado están
expresadas no por las desinencias casuales, sino por la concor­
dancia de las desinencias” (p. 40).
3) Ya nos hemos referido ampliamente a la teoría del nomi­
nativo como pretendido “ caso fuera de contexto” y caso de “la
designación pura” (supra, p. 81 y ss.).
4) Pero el nominativo, como otros casos, puede tener usos
“neutros” , que estudiaremos infra, p. 129 y ss.

§ 3. — El acusativo

F. Blatt, en su sintaxis latina (Trad, francesa, París, 1952,


p. 77) da una definición del acusativo que responde a nuestro
concepto de este caso semántica y funcionalmente nominal. “El
acusativo — dice— sirve para designar la noción nominal que
marca en toda su extensión el objetivo y resultado (comple­
mento directo) de la acción verbal.”
Ahora bien: ¿Tiene el acusativo un valor uniforme en todos
sus empleos o hemos de renunciar a ver en el acusativo un caso
unitario? ¿Hay al lado del acusativo gramatical (con su función
“nominal” de complemento directo) otro acusativo adverbial (no-
nominal, por lo tanto, como sería el acusativo de dirección, de
extensión, etc.)?

1. — A cu sa tiv o de “ d ir e c c ió n ”

Sobre este problema están muy divididos los gramáticos. Nos­


otros creemos en el valor unitario del acusativo. Examinemos
el tipo de acusativo “ adverbial” que se considera como más cla­
ro: el acusativo de dirección.
1) Oigamos a Kurylowicz (Le problème du classement des
cas, p. 27) : “ Se puede hablar, pues, de una función primaria del
acusativo y de una serie de funciones secundarias: acusativo de
120 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

dirección (Romam ire), de extensión, de precio, etc. Las condi­


ciones de empleo en función secundaria son siempre definibles,
y de un modo positivo. Esas condiciones no radican en el con­
texto en el sentido vago de la palabra, sino, ante todo y sobre
todo, en el valor semántico del verbo... La desinencia del acu­
sativo se asimila al verbo, penetrándose de su sentido especial.
La función primaria, en cambio, no se deja definir de este
modo.”
2) Pues bien, replicamos nosotros, si “ la dirección” está con­
dicionada, si “ la desinencia de acusativo se asimila al verbo, pe­
netrándose de su sentido especial” , en una palabra, si “la direc­
ción” es una sugerencia de la semántica del verbo, hemos de
concluir que la dirección no forma parte del contenido “ casual”
del acusativo: el acusativo de dirección no es “un caso concreto
de movimiento” , un caso “ adverbial” distinto del caso grama­
tical y abstracto; lo que es muy concreto es el sentido del verbo
(“movimiento” ) y el sentido del nombre puesto en acusativo
(“ lugar menor”).
3) La costumbre de analizar las lenguas que nos son ajenas
por las traducciones que les damos en la lengua propia es, sin
duda, lo que nos impide ver el valor uniforme del acusativo
latino. Que el latín vea gramaticalmente igual a eo Romam y
peto pacem no sorprendería a otros pueblos como nos sorprende
generalmente a nosotros. En chino (citado por Mirambel, Jour­
nal de Psychologie, 1950, p. 142 y ss.) se dice lo mismo en cuanto
a gramática: “ sube al piso” y “ lee libros” .
En términos castellanos, la forma china sería ésta:

Acción de subir — es suya — dirigida al piso.


Acción de leer — es suya — dirigida a los libros.

Tal vez podrían citarse en nuestra propia lengua hechos simi­


lares. Nosotros vemos gramaticalmente iguales estos giros:

ganar altura y ganar dinero;


dirigirse a Roma y dirigirse al Jefe del Estado.

Y en latín:
adire Romam y adire consulem;
peto Romam y peto pacem.
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 121

Vemos en “ altura” un complemento directo tan legítimo como


en “ dinero” ; sin embargo, “ganar altura” es algo comparable a
un “ acusativo de dirección” . El diccionario dice que “ganar” sig­
nifica, entre otras cosas, “llegar al sitio o lugar que se pretende”
En realidad, cuando el verbo tiene un espectro semántico dila­
tado como el español “ ganar” o el latín “ petere” , es el comple­
mento directo quien, por la semántica del nombre, confiere al
lexema verbal el matiz de movimiento. Y cuando el verbo tiene
un espectro semántico muy restringido y concreto, indicando ya
per se movimiento (iré, uenire, etc.), si por añadidura es con­
creto y “ local” el lexema nominal, todo contribuye a ia expre­
sión del movimiento; y basta entonces el caso acusativo para in­
dicar el objetivo, como basta el ablativo para expresar el punto
de partida del movimiento: Assoro itur Hennam. Si se trata de
expresar relaciones espaciales más complejas, el latín ya no las-
confía a la simple flexión, sino que acude a las preposiciones,
como las lenguas románicas.
5) Conclusión: Puesto que ninguna caracterización gramati­
cal distingue eo Romam, peto pacem y uerbero puerum, es ve­
rosímil pensar que los hablantes latinos no verían ahí acusativos
heterogéneos, como no vemos nosotros dos complementos direc­
tos heterogéneos en ganar dinero y ganar altura o en peto pacem
y peto Romam (cf. Cicerón, De imp. Pomp., 34: Siciliam adiit,
Africam expiorauit..., Sardiniam ... uenit).

2. — L a gama d e l a c u s a t iv o : desd e e l “ i n t e r n o ”
AL “ ad ve r b ia l ”

Consideraciones análogas podrían hacerse sobre todos los ti­


pos de acusativos registrados en nuestras gramáticas. El hecho
sintáctico nos parece idéntico en esencia; lo único que cambia
es el léxico, esto es, la semántica verbal y nominal: “ acusativo
‘interno’, ‘de dirección’, ‘de extensión’ (espacial o temporal), ‘de
relación’, etc., son etiquetas cómodas, pero convencionales; no
designan funciones distintas del acusativo, sino una misma re­
lación directa verbo-nominal, cuyo primer término presenta va­
lores variados” (J. Humbert, Synt. Grecque, I9603, p. 254). En
12 2 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

nuestra opinión, los dos términos, no sólo el primero, presentan


valores varios.
Echemos una rápida ojeada a los aludidos tipos de acusativo.
a) En el acusativo de la figura etymologica, verbo y nombre
cubren exactamente la misma zona semántica (acusativo “ inter­
no” ). Todo verbo puede llevar en principio ese acusativo, ya
que, por restringido y concreto que sea su espectro semántico,
siempre admitirá como posible determinante el acusativo de un
nombre (si éste existe en la lengua) que repite la noción verbal:
gaudia gaudere, doleré dolorem, seruitutem seruire, uiuere ui-
tam, pugnam pugnare, etc.
b) Aunque no se dé la figura etimológica, no es menos “ in­
terno” el acusativo cuando nombre y verbo —sin coincidencia
etimológica— cubren más o menos exactamente la misma zona
semántica: proelium pugnare, aetatem uiuere, longam ire uiam,
etcétera. La diferencia entre el iré uiam de Virgilio (En., 4,
467-68) y el ire Romam es puramente léxica.
c) El acusativo de “ extensión espacial” siempre se da junto
a un verbo de “extensión espacial” (¿otro acusativo “ interno” ?) :
César, B. G., 2, 17, 2: magnum spatium abesse, “distar una
gran distancia” .
Cicerón, Deiot., 42: discedere pedem, “ separarse (una sepa­
ración de) un pie” .
Cicerón, De signis, 14, 33: Pueri ... oculos de isto nusquam
deicere neque ab argento digitum discedere, “Los esclavos ... no
le quitaban ojo de encima ni se apartaban un dedo de la plata” .
Gramaticalmente, deicere oculos y discedere digitum presentan
idéntica caracterización sintáctica.
d) Exactamente lo mismo ocurre con la “ extensión tempo­
ral” o acusativo “ de duración” : como se dice uiuere uitam, aeta­
tem, aeuum, etc., se dirá con el mismo acusativo (¿interno?)
uiuere unum diem (Cic., Tuse., 1, 94).
Paralelamente a regnare regnum se dirá regnare tres annos.
Y así sucesivamente.
La interioridad o exterioridad del acusativo es cuestión de
grados. En el fondo, todos los acusativos son “internos” , como
dijimos en otro lugar. La interioridad o exterioridad semántica
entre el lexema verbal y el lexema nominal es variable : hay in-
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 12 3

terioridad total en uitam uiuere o seruitutem seruire (¿Qué se


ha de vivir sino la “vida” y servir sino la “ servidumbre” ? ).
Hay más exterioridad semántica en diruere urbem, ya que se
pueden “ demoler” “muchas demoliciones” y entre ellas puede
estar como una de tantas la “ demolición de una ciudad” . Pero,
desde el momento en que se unen urbem y diruere, “la demo­
lición de la ciudad” queda incorporada, “ interiorizada” , con ex­
clusión de cualquiera otra demolición, como se incorporan uitam
y uiuere en uiuere uitam. Como dijimos en su lugar, el sujeto,
verbo y objeto directo forman el sistema interno verbo-nominal.
Si es lícito calificar de acusativo de distancia, de'movimiento,
de duración, etc., a los acusativos que acompañan, respectiva­
mente, a abest, it, regnat, etc., con la misma lógica puede ha­
blarse de acusativo “ de afecto” , “ de destrucción” , “de bebida” ,
etcétera, a los acusativos con amo, diruo, bibo, etc. (cf. J. Perret,
REL., 35, 1957, p. 158).

3. — E l a c u s a t iv o d e r e l a c i ó n : a c u s a t iv o “ e s t á t i c o ”

Los acusativos aparentemente más irreductibles al tipo nor­


mal son los diversos acusativos que se han agrupado bajo el epí­
grafe de acusativo de relación o acusativo griego. Tales denomi­
naciones son ya un indicio del apuro que ante esos acusativos
han sentido los gramáticos. ¿Hay algún acusativo que no ex­
prese relación? ¿No son todas las formas casuales formas que
relacionan al nombre en la frase?
El llamar “ griegos” a esos acusativos tampoco resuelve nada:
es trasladar el problema al campo del griego. Por lo demás, cree­
mos ya generalizada entre los latinistas la opinión que ve en el
acusativo “griego” un auténtico acusativo “latino” , aunque no
es imposible que la influencia griega haya contribuido a exten­
der su uso en la literatura latina.
Como siempre, resulta difícil marcar la frontera entre un
acusativo normal y un acusativo de relación.
Se cita como un acusativo griego o de relación el tipo fre­
cuente redit exuuias indutus Achilli (Virg., En., 2, 275), “ vuelve
revestido de los despojos de Aquiles” .
Este tipo es para F. Blatt (p. 86), sencillamente, un acusa­
12 4 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

tivo normal “regido por el verbo medio induor” (cf. Virg., En., 7,
640: loricam induitur, “ ciñe su coraza” ).
Nos parece interesante citar un párrafo, aunque largo, de
Bassols (Sint. Lat., I, p. 48, Madrid, 1956) : “El acusativo se llama
de relación cuando depende de formas verbales (generalmente,
participios usados con valor pasivo) para indicar la parte de una
persona o cosa afectada por la acción verbal... Es, pues, indispen­
sable para el uso de esta construcción que el verbo no se emplee
con acepción media, pues, en este caso, el acusativo no es ya de
relación, sino simple complemento directo... En cambio, si atri­
buimos al participio acepción pasiva, el acusativo es ya de rela­
ción... En realidad, los acusativos de relación no son más que
primitivos complementos directos regidos por verbos que han
dejado de usarse con valor medio para adquirir una acepción
pasiva” .
Se ve en esas líneas un tremendo esfuerzo por discernir lo
indiscernible. Según interpretemos como medio o como pasivo
el participio verbal, tendremos un acusativo normal o un acu­
sativo de relación; pero ya nos hemos referido a la escasa con­
sistencia de la oposición medio / pasivo (cf. supra, p. 90 y ss.).
Y ahora, al tratarse de formas nominales del verbo, ¿quién pue­
de asegurarnos que tienen sentido activo, pasivo o medio?
Lo que nosotros deducimos de la doctrina tradicional es que
hay un denominador común a todos los acusativos de relación,
tanto verbales (doleo pedem, gr. άλγεΐν τούς ποδας) como parti­
cipiales (exuuias indutus) como “ adjetivales” (nuda genu, flaua
comas): anda siempre en juego la diátesis medio-pasiva, y se
trata siempre de un acusativo que “indica la parte de una per­
sona afectada por la acción verbal” o por la cualidad del adje­
tivo: en otros términos, se trata siempre de una “ transforma­
ción o estado” (Leroy, Notes de Gramm. Lat., I, 32). Si ahora
recordamos que el nominativo es el caso del sujeto activo o
(en el caso límite de la actividad) “estático” , paralelamente ve­
mos que el acusativo es el caso del objeto “ paciente” o (en el
caso límite de la pasividad) “ estático” . Como el nominativo es
sujeto estático en la oración nominal pura, en la oración con
verbo esse y, por último, en la oración verbal estática (llamada
comúnmente “ pasiva” ), igualmente puede haber un acusativo
“estático” :
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 125

a) En la oración nominal pura:

Sujeto estático: Omnia praeclara rara.


Objeto estático: Omnia Mercurio similis (Virg., En., 4,
558).
Sujeto estático: murus altus, “la muralla es alta” .
Objeto estático: murus decem pedes altus, “la muralla
tiene diez pies de altura” .
Sujeto estático: Qui?, “ ¿Quiénes (sois)?” .
Objeto estático: Qui genus? (Virg., Επ., 8, 114), “ ¿Qué
origen tenéis?”

b) En la oración verbal “estática” :

ya sea con verbo de “ estado” puro (cf. Terencio, Hecyra, 185,


747, etc.).

illic est dies complures “ allí se está unos cuantos días,


aetatem una eternidad” ,
etc. etc.

ya sea con verbo “ activo de sentimiento” :

Sujeto estático: (ego) gaudeo, “ estoy contento” .


Objeto estático: gaudeo id, “ estoy contento de esto” .
gaudeo dolorem alicuius, “me alegro del
dolor de alguien” (cf. Estacio, Teb., 4,
231).
Sujeto estático: (ego) doleo, “estoy dolido” .
Objeto estático: doleo pedes, “ tengo dolor de pies” .

ya sea con verbo “pasivo” (en el fondo, igualmente estático) :


Sujeto, activo y objeto pasivo: lorie am induit (Curcio, IV, 6,
27), “ se pone la coraza” (se la pone consciente y voluntaria­
mente) .
Sujeto y objeto estáticos: loricam induitur (Virg., En., 7,
640), “ (ya) tiene puesta su coraza” . Este ejemplo requiere un
comentario. En loricam induit se ve un acusativo normal, lo cual
es evidente; en loricam induitur hay división de opiniones: unos
126 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

ven otro acusativo normal (con “voz media” ), otros un acusa­


tivo de relac. m; para todos hay perfecta sinonimia entre loricam
induit y loricam induitur. Tal vez no sea perfecta la sinonimia.
Virgilio inicia el cuadro de la movilización de Ausonia diciendo
que “Ausonia era un pueblo tranquilo y que nunca se había
movido anteriormente” (v. 623); se arma, pues, sin vocación
guerrera, sin complacerse en la guerra; y el cuadro se cierra di­
ciendo que “ e'1 Ausonio (ya) tiene puesta su coraza” (sin ver­
dadera actividad en el sujeto ni verdadera pasividad en el ob­
jeto).
Una gran diferencia separa al latín (y al indoeuropeo en ge­
neral) de las lenguas románicas actuales: éstas enfrentan al
verbo genérico de “ acción” , hacer, dos verbos de “estado” : uno
intransitivo, ser (en castellano, además, estar) y otro transitivo,
haber (en castellano, además, tener). El latín, a sus verbos ge­
néricos de acción, facere y agere, sólo opone un verbo de estado,
el intransitivo esse. No tiene, en cambio, nada comparable al
verbo transitivo de estado tan familiar e indispensable al ha­
blante románico. Para cubrir el inmenso campo de nuestro ha­
ber y tener, el latín (y el indoeuropeo en general) acude a va­
rios recursos: uno de ellos es el llamado “ acusativo de rela­
ción” , susceptible siempre de una traducción con haber o tener.
Los otros recursos son: a) algún verbo “ haber” como habeo,
Ιχω, pero siempre con un sentido mucho más restringido que
el “haber“ románico; b) unos cuantos verbos “ de estado espe­
cífico” : gaudeo, “ estoy contento” ; uiret, “está verde” ; timeo,
“tengo miedo” ; sitio, “ tengo sed” , etc¡; c) el verbo esse con da­
tivo.
En suma: con el acusativo de relación o acusativo griego al­
canzamos un valor “crítico” en la gama del acusativo: rozamos
la zona de los usos neutros, en que el acusativo deja de oponerse
al nominativo, esto es, de erigirse en antinominativo. Nosotros,
sin embargo, preferimos situar a dicho acusativo en el extremo
de la gama del “objeto” porque aún nos parece apuntar la opo­
sición sujeto / objeto bajo la forma borrosa de sujeto estático
y objeto estático. Con todo, nos parece un detalle intrascendente
para el concepto general del acusativo el concebirlo todavía
como el último eslabón en la gama del antinominativo o incluirlo
entre los usos neutros del acusativo.
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 127

Pero antes de pasar al estudio de los evidentes usos neutros


del acusativo, hemos de referirnos a la típica construcción del
doble acusativo.

4. — E l d o b le a c u s a t iv o

El doble acusativo no ofrece dificultades de interpretación.


a) El doble acusativo, llamado “ del todo y de la parte” , es
en realidad un solo acusativo por naturaleza: el acusativo “ de
la parte” es una simple aposición que precisa “el todo” :
Virg., En., 10, 698-699: Latagum... occupat os faciemque,
“hiere a Latago ... su rostro y su cabeza” .
b) En el doble acusativo de “persona y cosa” hay realmente
dos acusativos: ambos normales, ya que van siempre junto a
verbos “ causativos” :
— doceo (frente a disco) es “yo hago (a alguien) aprender
(algo)” : doceo pueros grammaticam, “ hago a los niños apren­
der la gramática” ;
— rogo (frente a regó) = “ hago (a alguien) expresar [pro­
piamente “ alinear” ] (algo)” : rogo senatorem sententiam, “ hago
al senador expresar su parecer” , o sea “ pido el parecer del se­
nador” ;
— moneo (frente a memini) = “hago (a alguien) recordar
(algo)” : Fahius ea me ... mOnuit (Cic., Fam., 3, 3, 1), “Fabio
me ha hecho recordar estas cosas” .
Si los verbos causativos se vuelven “pasivos” (según nuestra
teoría, “ estáticos” ), lo único que cambia es lo que doceo, rogo,
moneo, etc., añaden a disco, rego, memini, etc., es decir, la diá­
tesis causativa; en consecuencia, el complemento “ de cosa” per­
manece invariable como complemento directo normal del anti­
causativo :
pueri docentur grammaticam, “ se hace a los niños aprender
la gramática” ;
sententiam rogari, “ ser requerido a expresar la (propia)
opinión” .
La diátesis causativa puede ser simplemente léxica (no gra-
maticalizada, como en doceo, rogo, moneo, con su vocalismo ca­
racterístico -o); cf. en esp. “ matar” = “hacer morir” :
12 8 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

— transduco = “hago (a alguien) traspasar (algo) : exerci­


tum Ligerim traducit, “hace pasar a su ejército el Loira” .
— creare = “hacer ser” (causativo de estado) : creare Cice­
ronem consulem, “hacer a Cicerón ser cónsul” , o sea “nombrar
cónsul a Cicerón” .
Etcétera.

§ 4. — Usos neutros de los casos nominales: sintaxis relajada

En nuestros manuales de sintaxis latina figuran apartados


con los siguientes epígrafes: “Nominativo en función de voca­
tivo” , “Vocativo por nominativo” , “Acusativo en función de no­
minativo” , “ Acusativo libre” , “Acusativo exclamativo” , “Acusa­
tivo elíptico” , etc.
En esos apartados encontramos hechos muy dispares, que
intentaremos deslindar.
A) Las formas de vocativo nos parecen siempre normales:
no admitimos que el vocativo pueda asumir la función del no­
minativo ni del acusativo. No conocemos usos neutros del vo­
cativo.
Se dice que hay un vocativo por nominativo en textos como
los siguientes:
Tibulo, I, 7, 53: Sic nenias hodierne.
Virgilio, En., 2, 283: Quibus Héctor ab oris exspectate uenis?
Ibid., 3, 382: uicinosque, ignare, paras inuadere portus.
Es cierto que en todos esos ejemplos podría aparecer el no­
minativo (hodiernus, expectatus, ignarus), y tendríamos enton­
ces predicativos según la concordancia normal de la sintaxis
declarativa; pero lo que han hecho los poetas es salirse del plano
de la sintaxis declarativa y saltar al plano de la sintaxis “ afec­
tiva” , cuya forma característica es el vocativo. Es de advertir que
esa falta de concordancia se da siempre en frases notoriamente
“ emotivas” : la forma “vocativa” en el adjetivo aísla a ese ad­
jetivo y, por lo tanto, al independizarlo un tanto del verbo, lo
destaca. Es Un uso esencialmente estilístico, en que el vocativo
no es un “ sustituto” del nominativo, sino un auténtico vocativo,
con su valor propio de vocativo.
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 129

Se dice igualmente que hay un vocativo por acusativo en


ejemplos como éste de Propercio (I, 11, 9) :
Atque utinam mage te, remis confisa minutis, paruula Lu­
crina cymba moretur aqua, “ ¡Ojalá — ¡confiada a diminutos re­
mos!— la barquita te detenga en las aguas del Lucrino!”
Blatt (p. 74) comenta: “ Es preferible ver aquí una falta de
concordancia y no suponer, con Wackemagel, que el vocativo
pueda asumir el papel de acusativo” (cf. Wackernagel, I, 308).
Para nosotros (como en los ejemplos anteriores), ni siquiera hay
falta de concordancia, sino que el confisa (en lugar de confisam)
supone un salto de la sintaxis declarativa a la sintaxis afectiva.
Así lo hemos querido reflejar en nuestra traducción, que nos
dispensa de más comentario.
B) El resto del material citado en los aludidos apartados .de
nuestros manuales (y algunos hechos más que vamos a añadir
aquí nosotros) puede interpretarse bajo la perspectiva única de
la neutralización entre casos nominales y la propensión a impo­
ner el acusativo en las posiciones neutras.
1) Existen nominativos y acusativos en función propia de
vocativo.· Evitaremos, no obstante, el término de “ alternancia” ,
ya que, según dijimos, no existe la situación inversa.
El vocativo es un caso morfológicamente mal caracterizado:
sólo tiene forma propia en el singular de los temas en -o, y no
en todos (cf. uir, deus, puer, e incluso populus, etc.). En la gran
mayoría de nombres hay una forma común para el nominativo
y vocativo.
No es, pues, extraño que la forma del nominativo suplante
al vocativo incluso cuando cabría dar a éste su posible forma
propia.
En la sintaxis afectiva hallamos también el acusativo en lugar
del vocativo. Lo que sucede entonces es que, tanto el nominativo
como el acusativo, dejan de oponerse entre sí como lo hacen
normalmente en la sintaxis declarativa: la gran oposición su­
jeto / objeto queda en suspenso al relajarse la estricta sintaxis
declarativa; ambos términos se vuelven “ neutros” , y ambos sir­
ven por igual, ya sea como nomen uocatiuum o exclamatiuum
(fabulae! -nugas! Ego miser! -Me miserum!); ya sea como nomen
nominatiuum, es decir, como “ designación pura” en las opera­
ciones metalingüísticas (según vimos en otro lugar).
130 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

2) Todos los ejemplos que se citan de “nominativo libre” ,


“ acusativo libre” , “ acusativo en función de nominativo” ... son
usos “ neutros” de los casos nominales, y se dan siempre en cons­
trucciones sin trabazón sintáctica rigurosa. Cuando hay sintaxis
“ de verdad” , la oposición nominativo / acusativo es inconfundi­
ble; cuando la sintaxis “ se relaja” , o, lo que es lo mismo, “ deja
de existir” , también deja de existir la oposición nominativo / acu­
sativo; ambos casos, como en el metalenguaje, se convierten en­
tonces en “ designaciones puras” y, por lo tanto, negativamente
equivalentes.
Aquí podemos citar ejemplos como los siguientes:
a) Nominativo o acusativo de un nombre en aposición a una
frase entera:
N o m in a t iv o : Cic., Tuse., I, 65: Ganymedem ab dis raptum
ait (Homerus) propter formam...; non iusta causa cur...
A c u s a t iv o : ibid., I, 102: hoc dicto admoneor ut aliquid etiam
de humatione ... dicendum existimem: rem, non difficilem...
b) Nominativo o acusativo en listas de nombres “ sueltos” :
N o m in a t iv o : CIL, VI, 100, 52: uicit Scorpus equis his: Pega­
sus, Elates, Andraemo, Cotynus, “triunfó Scorpo con los siguien­
tes caballos: Pegaso, Elates, etc.” .
A cusativo : Catón, Agr., 37 : Stercus unde facias: stramenta,
lupinum, paleas, fabalia, frondem iligneam, querneam, “ Puedes
sacar estiércol de esto: ramaje, lupino, paja, plantas de habas,
hojarasca de encina, de roble” .
c) Más bien acusativo que nominativo en la sintaxis más
a-sintáctica, es decir, más relajada. El acusativo se emplea libre­
mente siempre que una noción susceptible de expresarse por un
sustantivo se ofrezca a la mente como un simple esbozo y haya
de consignarse como tal (cf. Blatt, p. 87) :
Horacio, Epist., I, 5, 12: quo mihi fortunam?, “ ¿de qué me
sirve la fortuna?” ; Sat., II, 7, 116: unde mihi lapidem?, “ ¿de
dónde sacaría yo una piedra?”
Petronio, Satiricon, 52: aquam foras, uinum introi, “ ¡fuera
el agua, venga vino!”
Estos acusativos son, a veces, llamados elípticos, dando a en­
tender que son acusativos normales con un verbo sobreenten­
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 131

dido como alguno de los verbos que nos vemos forzados a intro­
ducir en nuestras traducciones. En realidad, “ no se sobreentiende
en tales casos ningún verbo determinado... El hablante se con­
tenta con indicar el objeto que se presenta a su mente... Refi­
riéndose al acusativo cauneas (grito del vendedor de higos),
Madvig observa que ya puede uno darse el gusto de sobreen­
tender emite; no deja de ser cierto que los vendedores, cuando
gritan “ ¡alcachofas!, ¡alcachofas!” , no sobreentienden nada”
(Blatt, p. 87).
3) Junto a los acusativos “libres” anteriores hemos de colo­
car el acusativo llamado “sujeto del infinitivo” ; i¿al acusativo, por
sernos más familiar, no resulta menos extraño y ambiguo que
los anteriores. La oración de infinitivo representa una relajación
total del sintagma verbo-nominal: el infinitivo es un modo im­
personal, y el modo impersonal excluye el sujeto; el gfupo su­
jeto-verbo está rigurosamente caracterizado en latín por la con­
cordancia en número y persona; todo esto desaparece en la ora­
ción de infinitivo. El sujeto en acusativo es, pues, un pseudo-
sujeto, o, a lo sumo, un sujeto “lógico” , ya que por la semántica
nominal y verbal podemos “ adivinar” cuál sería el sujeto si se
diera forma sintáctica a ese mensaje a-sintáctico; pero, cuando
la semántica nos falla, el mensaje es irremisiblemente indesci­
frable. Cicerón da como ejemplo de perfecta anfibología el orácu­
lo de Apolo aio te, Aeacida, Romanos uincere (De div., II, 116),
“ yo declaro, Eácida, — tu a los Romanos / los Romanos a ti—
vencer” .
4) En la misma perspectiva de la sintaxis relajada hemos
de ver la oración exclamativa en infinitivo: Virg., En., I, 37:
mene incepto desistere uictam?, “ ¿renunciar yo, vencida, a mi
propósito?”
La sintaxis no es totalmente relajada en el nominativo sujeto
del llamado (arbitrariamente) infinitivo histórico: Terencio,
And., 146-147: ego illud sedulo [ negare factum, “yo me puse
a negar enérgicamente tal hecho” . Aquí, el nominativo ya apunta
claramente hacia la función que le es propia. Falta, sin embargo,
la caracterización verbal para que haya construcción “sintác­
tica” .
La transición entre la construcción a-sintáctica y la sintác­
tica puede observarse en estos ejemplos:
13 2 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

a) Dicitur Homerum caecum fuisse (sin ninguna sintaxis);


b) Dicitur Homerus caecum fuisse (con sintaxis incipiente
en el sintagma nombre-verbo; pero no parece legítimo hablar
aquí de “ oración de infinitivo con sujeto en nominativo” : la gra­
mática nos dice que Homerus es sujeto de dicitur y no de caecum
fuisse).
c) Dicitur Homerus caecus fuisse (enunciado totalmente sin­
táctico) .
5) Todavía dentro del latín literario hemos de señalar otros
usos del acusativo como caso de la relajación sintáctica:

horam amplius, “ más de una hora” ;


plus mille homines, “ más de mil hombres” ;
aliquid id genus, “ algo por el estilo” ;
data a. d. IV K. Nou. (— data ante diem IV Kalendas Nouem-
bres); el kalendas nouembres queda tan “ suelto” sintácticamente
como los lexemas “ numéricos” de nuestras fechas o los lexemas
“nominales” de las señas que figuran en nuestra correspon­
dencia.
Cabría alargar indefinidamente la lista con acusativos fosili­
zados: quod, quia, iam, partim, statim, etc.

Ha de reconocerse una evidente propensión de todo nombre


a caer en la forma de acusativo en cuanto se relajan las cone­
xiones sintácticas de un enunciado. Hemos dicho en otro lugar
que el acusativo es la piedra angular del sistema casual latino:
el caso morfológicamente cero (tema puro o ampliado eventual­
mente con un sufijo nasal sin valor casual), cuyo valor sintáctico
se define esencialmente por entrar en oposición con el nomina­
tivo positivamente marcado. En cuanto se relaja esa oposición,
el nombre recae en su forma más neutra : las lenguas románicas
llegarán al final de esta evolución: al acusativo como caso único,
o sea al nombre indeclinable.
VI

CASOS NO-NOMINALES

S 1. — Genitivo

1. — G e n it iv o adnom inal

1) Como dijimos (supra, p. 103), la diferencia entre el geni­


tivo y los casos nominales es de orden sintáctico, no semántico.
El nombre en genitivo es todavía semánticamente nombre, por­
que designa todavía la noción nominal íntegra como el nomina­
tivo y el acusativo; pero la función sintáctica del nombre en
genitivo ya no es la que corresponde por definición a la cate­
goría léxica del “ sustantivo” , sino a la categoría del adjetivo:
.a saber, la función determinativa del sustantivo. El morfema
del genitivo realiza, pues, la transferencia funcional del nombre
a la categoría (funcional) del adjetivo.
2) Esta transferencia, como todas las demás, es un proce­
dimiento de economía lingüística: ahorra una masa muy nota­
ble de léxico (una masa de adjetivos).
Para cubrir la función “ adjetiva” , la lengua tiene cierto nú­
mero de palabras ad hoc: las que son morfológicamente adjeti­
vos y constituyen la categoría del adjetivo. Pero el léxico adje­
tival sólo cubre las determinaciones nominales más frecuentes,
habituales y sencillas; gracias a las transferencias lingüísticas, el
hablante podrá añadir a cualquier sustantivo cualquier determi­
nación nueva que le pase por la mente, aunque la lengua carezca
del correspondiente adjetivo morfológico. Los dos grandes re­
cursos (¡no los únicos!) del latín para cubrir la función adjetiva,
sin adjetivo morfológico, serán el nombre en genitivo y la ora­
ción de relativo.
13 4 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

He aquí una triple “ adjetivación” sin adjetivo (morfológico)


Petronio, 140 : matrona ... quae multas saepe hereditates officio
aetatis extorserat, tum anus et floris extincti..., “ una señora ...
que (antaño), gracias a su juventud, había escamoteado en múl­
tiples ocasiones numerosas herencias, ahora vieja y marchita...”
Obsérvese la triple transferencia adjetival:
a) La oración de relativo;
b) el sustantivo anus “ adjetivado”;
c) el genitivo floris extincti: como decimos nosotros, “ una
señora de edad avanzada” , Petronio dice “una señora de flor
marchita” .
3) El genitivo es un caso puramente sintáctico: expresa una
“ relación cualquiera de sustantivo a sustantivo” . Un nombre en
genitivo es una determinación no-particularizada de otro sustan­
tivo del cual depende.
En el plano gramatical sólo existe un tipo de genitivo adno­
minal, y siempre con el mismo significado, a saber: relación ge­
neral de nombre a nombre. Podemos dar una traducción léxica
del contenido gramatical del genitivo. Llamemos N1 al sustan­
tivo regente, y N2 al sustantivo regido o genitivo:

JV'JV2 = Nl tiene-que-ver-con N2
domus p atr -is = “ la-casa tiene-que-ver-con el-padre”

Ahora bien, ¿qué es lo que concretamente tiene que v.er N1


con IV2? En otros términos: ¿cuál es la relación específica que
hay entre N1 y /V2? A esa pregunta no contesta la gramática, sino
la lógica o el sentido común. El genitivo expresa la “relación ge­
neral” entre dos nombres, no desciende al análisis de la “ gene­
ralidad” en sus múltiples variedades concretas y particulares:
el genitivo no “particulariza” . Esta realidad no pasó inadvertida
a la perspicacia de los gramáticos griegos, que llamaron al ge­
nitivo γενική χτώσις, es decir, “caso general” , o, mejor dicho, “ caso
genérico” , porque expresa “ el género” ; γενικός es un derivado de
γένος, , “género” .
Pero ,los latinos, menos aptos para captar las ideas generales,
no conocieron el alcance de la denominación griega. Sólo vieron
el caso particular en que el genitivo sirve para expresar el ori­
gen, la paternidad: en Diodorus Timarchidi, “Diodoro (hijo)
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 135

de T.” {Cic.,. Verr., 2, 4, 138), sólo vieron la noción genética, y


así tradujeron γενικός por genetiuus, como si en griego hubiera
γεννητικός (“ propio a la generación” ), derivado de γέννησις (“ acción
de engendrar” o “generación” ). Así, la verdadera naturaleza del
genitivo, perfectamente vista por los griegos, quedó oscurecida
para la tradición latina que es todavía la nuestra (cf. L. Tesniére,
Synt. Structurale, p. 439 y ss.).
El genitivo adnominal puede cubrir todas las relaciones es­
pecíficas “significadas” por los demás casos e incluso otras mu­
chas que carecen de expresión casual. Si N1 es un sustantivo
verbal, el genitivo (N2) podrá, lógicamente, ser agenté o paciente
y representar a los casos nominales (nominativo y acusativo) del
sintagma verbo-nominal: timor hostium = “ los enemigos temen”
o “ se teme a los enemigos” .
4) Pero insistamos: el precisar en la categoría unitaria del
genitivo subtipos como genitivo subjetivo, objetivo, posesivo, de
materia, etc., es un ejercicio de pura lógica, que nada tiene que
ver con la gramática. La lógica opera en su dictamen con la se­
mántica: por el significado léxico de los elementos relacionados
por la gramática, la lógica deduce a posteriori varias docenas de
usos del genitivo sin interés para el gramático.
Así: domus patris, la relación general se concreta en “ po­
sesión” , ya que no es presumible otra posibilidad de relación
entre las dos nociones “ casa” y “ padre” ; en poculum auri (“ copa”
y “ oro” ), lo más probable es que se trate de “ objeto” y “ma­
teria” ; en cambio, en poculum lactis (Tibulo, 3, 5, 34) o en po­
culum ambrosiae (Apuleyo, Asno de Oro, 6, 23) debe (?) tra­
tarse de “continente” y “ contenido” ; y en poculum mortis (Cic.,
Cluent., 31) o poculum amoris (Plauto, Truc., 43; Horacio, Epod.,
5, 38) podemos elegir razonablemente entre el genitivo posesivo,
objetivo, subjetivo, etc.
Tal vez quede más claro lo que pretendemos demostrar con
otro ejemplo ya clásico entre los estructuralistas. “ Statua My­
ronis” no significa ni más ni menos que “la estatua de Mirón” .
Pero el genitivo no especifica si “Mirón” es él dueño de la esta­
tua, o el artista que la cinceló, o el personaje representado por
el artista; si llegamos a intuir qué relación específica liga a Mi­
rón con estatua no será por lo que nos enseña la gramática
—que no distingue entre genitivo posesivo, subjetivo ni ob je-
136 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

tivo— , sino por razones ajenas a la gramática: por nuestros co­


nocimientos directos o indirectos sobre la aludida estatua y el
personaje llamado aquí Mirón. Y de esos conocimientos deduci­
remos, a posteriori, que el genitivo es posesivo o subjetivo u ob­
jetivo. Buen ejemplo es también el genitivo de “familia” : He­
ctoris Andromacha = “Andrómaca (la) de Héctor” ; pero ignora­
remos si se trata de la esposa, la hija, la esclava o la liberta
de Héctor, o, si logramos saberlo, ·será por consideraciones ex-
tralingüísticas.
Todo esto ya lo vio con mucha claridad, hace medio siglo,
el gran Meillet: “El genitivo expresa sencillamente que un nom­
bre determina a un sustantivo, y resulta tan inútil como imprac­
ticable el intento de pasar revista a todos los matices de sen­
tido que el genitivo puede expresar” (Introd. à l’étude compara­
tive des langues i. e., Paris, 1937s, p. 346).
Resulta inútil pasar revista a los matices semánticos que pro­
duce el choque de los dos sustantivos implicados en la interde-
terminación, ya que la comprensión del sintagma es normal­
mente instantánea e inconsciente. No contribuye demasiado a
ilustrar al latinista la explicación que ve un genitivo de materia
en lauri folia, “hojas de laurel” ; no es lo mismo “hojas de laurel”
que “hojas de plata” , o “ de papel” , etc.
Además, dicha tarea es irrealizable, ya que más de una vez
caben varias especificaciones igualmente válidas dentro de la re­
lación general: en el ejemplo clásico de genitivo de materia sebi
ac picis glebas (“bolas de sebo y pez” ) “ no es imposible el sen­
tido partitivo” (Ernout, p. 43). Puede observarse que lo que un
autor incluye en un casillero de su sintaxis, otro, con la misma
razón (o la misma sinrazón), lo pone en otro casillero distinto.
Por último, lanzados ya a precisar la imprecisión del genitivo,
podríamos seguir añadiendo indefinidamente nuevos apartados:
— genitivo de “edad” : puer nouem annorum, “niño de nueve
años (de edad)” ;
— genitivo “ de reclamación o exigencia” : res multi laboris,
“trabajo que exige mucho sacrificio” ;
— genitivo “de necesidad” : adulescens maxumae escae
(Plauto, Men., 100), “ joven de muchísimo comer” (“ que nece­
sita muchísima comida” ), etc.
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LA T. ! NOS 137

1 bis. — G e n itiv o dependiendo dé a d je tiv o s y p a r t ic ip io s

1. El adjetivo no figura entre las partes de la oración (partes


orationis) en la antigüedad. El capítulo de nomine estudia como
categoría unitaria lo que a partir de la edad media se subdivide
en nomen substantiuum y nomen adiectiuum.
Entre los accidentes gramaticales del nombre señalan las
gramáticas antiguas los “ grados de comparación” , característica
— drcen— que sólo afecta a los “ nombres” de la “ cualidad o la
cantidad” .
No faltan razones para defender el punto de vista de los tra­
tados antiguos: la morfología es prácticamente la misma para
el nombre y para el adjetivo; y la sintaxis usa gran número de
vocablos en función sustantiva o adjetiva sin caracterizar grama­
ticalmente por nada el cambio de función.
De todos modos, si los hablantes latinos y sus teóricos — con
razón o sin ella— no vieron diferencia entre el nombre y el ad­
jetivo, si ambas categorías eran para ellos nomen, tampoco hay
necesidad para nosotros de subdividir el estudio del genitivo
según vaya determinando a un nombre o un adjetivo.
2. De hecho, ya lo han entendido así algunos gramáticos mo­
dernos (como F. Blatt y, en cierto modo, aunque confusamente,
Ernout), que incluyen el genitivo con adjetivo en el apartado del
genitivo “ adnominal” .
Que la noción principal del sintagma vaya expresada con
un nomen substantiuum o un nomen adiectiuum es una circuns­
tancia que no influye en el genitivo como determinante de esa
noción:
— fastidium cibi (Cic., Inu., 1, 25), “ el hastío de la comida” ;
— fastidiosus litterarum (Cic., Brut., 247), “ hastiado de la
literatura” .
— studium sapientiae, “ el estudio de la filosofía” ;
— studiosus sapientiae (Cic., Tuse., 5, 9), “ estudioso de la
filosofía” .
— integritas uitae, “ la integridad de vida” ;
— integer uitae (Horacio, Carm., 1, 22, 1), “íntegro de vida”
o “ de vida íntegra” .
138 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

— cupiditas regni (César, B. G., 1, 2, 1), “el deseo del reino”


o “el deseo de reinar” ;
— cupidus pecuniae, “ ansioso de dinero” .
3. Junto al participio, como zona fronteriza entre la cate­
goría nominal y la verbal, puede aparecer el genitivo o el acusa­
tivo, sin que haya sinonimia entre ambas construcciones :
A) miles patiens frigoris;
B) miles patiens frigus.
“ EI genitivo —dice Ernout, p. 58— corresponde al empleo
iel participio como adjetivo, el acusativo al empleo como verbo” ;
o, mejor dicho, el genitivo, precisamente por ser “el comple­
mento adnominal” , nos invita a ver en A) una representación
de la cualidad estable (¡nominal!) : “ Soldadq acostumbrado a so­
portar el frío” ; y el acusativo, como complemento adverbal, nos
invita a ver en B) una representación dinámica (¡verbal!) de
un hecho actual y transitorio: “ Soldado que pasa momentánea­
mente frío” .
4. Todo adjetivo latino, como todo nombre, puede llevar en
principio un complemento en genitivo. Hay adjetivos que, por
su semántica, sólo se prestan a llevar un complemento en geni­
tivo: dubius, incertus, trepidus..., de significado impreciso, sólo
se construyen con genitivo, el caso general de la imprecisión.
Otros se prestan a regir un genitivo, un dativo o un ablativo. Ello
no quiere decir que los diversos casos se vuelvan entonces sinó­
nimos: mantienen normalmente su valor propio, más o menos
perceptible según los contextos:
A) ut sibi sui liberi superstites essent (Cic., Nat. Deor., 2,
72), “ para que sus hijos le sobrevivieran” ;
B) utinam te non solum uitae sed etiam dignitatis meae
superstitem reliquissem! (Cic., Quinct. Fr., 1, 3, 1), “ ¡Ojalá so­
brevivieras no sólo a mi persona, sino también a mi dignidad!”
Vemos que el complemento general, sin matices especiales
(uitae, dignitatis) de superstes va en genitivo (ejemplo B ); en
cambio, en el ejemplo A, sibi va en dativo porque designa a “la
persona interesada” en la supervivencia.
Tendremos ocasión de volver sobre las “ alternancias” entre
casos.
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 139

2. — E l g e n it iv o a d v e r b a l

1. Todos los usos del genitivo adverbal figuran, acertada­


mente, en la sintaxis de Ernout bajo el epígrafe de “ usos en
regresión: pervivencias” . Lo que nos parece menos acertado es
mezclar, en el mismo apartado, con los genitivos adverbales,
otros muchos no-adverbales y, en parte, “ vivos” en La lengua.
También nos parecen acertadas algunas observaciones de Bas-
sols a determinados genitivos adverbales aislados: “la prosa clá­
sica se muestra ... reacia a aceptar esta construction” (I, p. 67;
se trata de los verbos de abundancia y privación con genitivo) ;
el uso del “genitivo de referencia ... aparece en latín limitado
a unas pocas construcciones...” (p. 69); “ el genitivo de xúbrica
ha tenido ... una vida muy precaria en latín” (p. 73).
Bajo ese prisma de “ pervivencias en regresión” hemos de ver
todos los usos adverbales del genitivo latino.
2. Sólo el genitivo adnominal se presenta al hablante latino
como uso “libre” , “ incondicionado” , “productivo” . El uso adver­
bal queda reducido a un número muy limitado de verbos y “ con­
dicionado” por esos verbos: no es libremente productivo, como
el genitivo adnominal. El genitivo adverbal es un producto
“ muerto” , arbitrario e inexplicable en la perspectiva sincrónica
(es decir, “ funcional” ) del latín; su estudio no es, pues, de la es­
tricta incumbencia del gramático, que sólo se interesa por las
construcciones regulares y libremente productivas; el autor de
una sintaxis puede desentenderse del genitivo adverbal y de­
jarlo — como producto “ muerto” , como residuo “fosilizado” de
estados lingüísticos pretéritos— en manos del historiador de la
lengua. Para el gramático, el genitivo “ no funciona” como com­
plemento del verbo; y si a veces — a pesar de la norma lingüís­
tica vigente— se encuentra con un genitivo adverbal, lo tratará
como una frase hecha, relegándolo, por lo tanto, a la lexicología.
3. No todos los genitivos adverbales latinos presentan el mis­
mo grado de arbitrariedad e irreductibilidad a la norma vigente
en la lengua. Si nos permitimos una rápida digresión diacrónica,
observamos: a) que algunos genitivos considerados como adver­
bales son todavía “ normales” , es decir, adnominales; b) que otros
son totalmente aberrantes con relación a la norma vigente en
140 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

el latín histórico; c) y que otros son tipos intermedios entre los


dos extremos anteriores.
a) Como muestra del primer grupo señalamos, entre varios
ejemplos de los manuales de sintaxis latina, el texto de Plauto
(Cist., 562) : talenta uiginti det dotis. En dotis hay un genitivo
adverbal “ de relación” para Ernout (p. 56), “ de concepto o rú­
brica” para Bassols (I, p. 72) ; sin embargo, puede verse un ge­
nitivo normal dependiente del sustantivo talenta: “ que entregue
veinte talentos de dote” . Naturalmente, cabe precisar la impre­
cisión del genitivo traduciendo: “veinte talentos (en concepto
de / a título de / como) dote”). Pero tales posibles traduccio­
nes no deben llevarnos a creer que dotis sea “ más y mejor geni­
tivo de relación” que patris en domus patris.
b) Genitivo aberrante (y acusativo no menos “ inmotivado” )
tenemos con los verbos paenitet, miseret, piget, taedet y pudet:
paenitet me culpae meae, “me arrepiento de mi culpa” , es frase
cuya construcción no obedece a ninguna norma conocida, y sig­
nifica lo que significa “porque sí” , no por lo que la organización
gramatical añade al léxico.
Otro genitivo “ fuera de sistema” es el llamado genitivo ex­
clamativo: o mercis malae!, “ ¡Oh la mala mercancía!” (Plauto,
Truc., 409). Sólo existen otros tres ejemplos seguros en toda la
latinidad clásica: uno más en Plauto (Most., 912), otro en Lucre­
cio (2, 45) y el tercero en Propercio (4, 7, 21).
c) Dentro ya del tercer grupo, es presumible que el geni­
tivo con referí (y, paralelamente, con su sinónimo interest) fue,
en una etapa prehistórica, un genitivo adnominal: *patris res
fert, “ el interés del padre comporta” > patris refert, “ es del
interés de mi padre” .
El genitivo de precio o estimación, el genitivo con esse (“ ser
propio de” ) y el genitivo “ de finalidad” son derivaciones del ge­
nitivo normal y, en ocasiones, todavía claros genitivos adnomi­
nales :
Tenemos genitivos adnominales de precio en senex minimi
pretii (Plauto, Bacch., 444) y homo nihili (Trin., 1017).
Estos genitivos siguen marcando la misma dependencia en
la frase nominal con esse: meam erus esse operam deputat parui
pretii (Terencio, Hecyra, 799), “ el amo considera que es servi-
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 141

cio de poco precio el mío” ; nullus tam parui pretii (Plauto, Aul.,
1017), “ nadie es de tan escaso valor” .
Si en lugar de la simple cópula aparece otro verbo semánti­
camente menos neutro, ya tenemos el genitivo ' “adverbal” de
precio o estimación: uoluptatem ... uirtus minimi facit (Cic.,
Fin., 2, 42), “ la virtud no hace el menor caso del placer” .

Un genitivo tan normal como iudicis officium pasa igual­


mente con la cópula a iudicis est (officium):
Iudicis officium est, ut res, ita tempora rerum quaerere (Ovi­
dio, Trist., 1, 1, 37), “Es deber del juez examinar* las circuns­
tancias de los hechos como los mismos hechos en sí” .
Y, sin el apoyo nominal, tenemos ya el genitivo con esse
(“ser propio de” ) : cuiusuis hominis est errare, nullius nisi'insi­
pientis perseuerare in errore (Cc., Philipp., 12, 5), “ Es prtfpio
de todo hombre el equivocarse, pero tan sólo es propio del in­
sensato el perseverar en la equivocación” .

No hay fundamento para establecer el tipo llamado “genitivo


de finalidad” , ya que no suele faltarle a tal genitivo el apoyo no­
minal. Bassols (p. 96) comenta exercitus opprimundae libertatis
(Salustio, Hist, fragm., I, 77, 3) como “el ejército de la represión
de la libertad” > “ el ejército para la represión de la libertad” >
> “ ... para reprimir la libertad” . Pero ha de tenerse muy en
cuenta que lo único que existe en la perspectiva del latín es la
primera de las tres interpretaciones; las otras dos son simples
sugerencias del gerundivo, simples traducciones, y nada de eso
forma parte del contenido casual del genitivo. Todos loe geni­
tivos de finalidad que citan los manuales van acompañados del
gerundivo: esta forma es la que sugiere siempre la idea de “fu­
turo” y hace interpretar la relación general expresada por el ge­
nitivo como “ relación final” .
Sólo una vez falta al genitivo de finalidad el apoyo adnomi­
nal: Germanicus Aegyptum proficiscitur cognoscendae ueritatis
(Tac., Ann., 2, 59, 1), “ Germánico se va a Egipto para conocer
la verdad” . Es, por lo tanto, el único genitivo que en la litera­
tura latina clásica podría llamarse con cierta propiedad “geni­
tivo de finalidad” . Pero un hecho aislado “ de habla” no cons­
tituye un tipo sintáctico, un hecho de lengua.
142 INTRODUCCION A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

4. Por último, hay un genitivo auténticamente adverbal con


el reducido grupo de los verbos que “rigen genitivo” : los verbos
de abundancia o privación (implere), los de recuerdo u olvido
(memini, obliuiscor) y los uerba iudicialia (damnare, accusare).
Al lado de la construcción “inmotivada” con genitivo adver­
bal suele coexistir la construcción “ motivada” por la norma sin­
táctica viva:

— implere aquae, uini, etc., o (con el ablativo instrumental


regular) aqua, uino, etc.
— memini offici, Ciceronis, etc., o (coh el caso normal del
objeto) officium, Ciceronem, etc.
— accusare, damnare, proditionis, caedis, furti, maiestatis,
pecuniae, etc., o (con el ablativo regular de causa) proditione,
caede, furto, maiestate, pecunia, etc.

N o t a : condemnare aliquem certam pecuniam, “ h a ce r pagar


a a lg u ien cierta ca n tid a d d e d in e r o ” , es la c o n s tr u cc ió n re g u la r
“ ca u sa tiv a ” estu d iad a supra, p. 127.

§ 2. — Dativo

1. — F un ció n del dativo

1. El morfema de dativo añade a la función designativa del


nombre la nota de “persona (o, eventualmente, cosa) interesada”
en la acción que se menciona. Es, pues, un caso semántico-sin-
táctico: semántico por la nota que añade a la función designa­
tiva; sintáctico, por relacionar con el verbo al nombre previa­
mente modificado semánticamente.
2. La persona puede estar “ interesada” en el proceso por
resultar “beneficiada” o “perjudicada” (provecho o daño) o, sim­
plemente, por verse llamada a juzgar de lo que se dice (dativo
de relación o datiuus iudicantis).
3. Al significado gramatical del morfema dativo suele co­
rresponder el significado (también muy gramatical) de nuestras
preposiciones a y para; y es, efectivamente, la traducción que en
Or d e n a c i ó n d e l o s c a s o s l a t i n o s 143

la gran mayoría de ocasiones damos al dativo. Siempre cabe, no


obstante, otra traducción “más léxica” . En estas páginas hemos
de desarrollar con frecuencia mediante léxico la traducción del
dativo para insistir en el valor claramente unitario de este caso.
El léxico específico castellano que cubre el significado grama­
tical (es decir, genérico) del dativo es éste: en-pro-de / en-
contra-de, en-beneficio-de / en-perjuicio-de, en-provecho-de / en-
detrimento-de, para-bien-de / para-mal-de, por-desgracia-para /
por-suerte-para, para-con / contra, en-interés-de / en-detrimen-
to-de, para-defensa-de / para-ataque-de; a-los-ojos-de, a-juicio-
de, a-disposición-de, en-el-haber-de, en-opinión-de, etc.
Frente al genitivo, que es el caso de la relación en general
(cualquier relación de nombre a nombre), el dativo es un caso
de relación específica, puesto que se limita a expresar una sola
relación: la de interés. Pero lo mismo que el genitivo ne espe­
cifica dentro de la relación general y que las posibles especifi­
caciones (genitivo posesivo, de materia, etc.) quedan a merced
del contexto, paralelamente el dativo no especifica subtipos “ den­
tro de la relación de interés” : por lo tanto, las especificaciones
que nosotros establecemos en nuestras traducciones (provecho /
daño, para bien / para mal, para la defensa / para el ataque,
etcétera) serán fruto del contexto: el único contenido del da­
tivo es “ relación de interés” , noción ésta que abarca por igual
los dos términos de cada oposición reflejada en nuestra lista del
“léxico del interés” . Así, circumdare aliquam rem alicui signi­
ficará, simplemente, “ colocar-alrededor alguna-cosa por-interés-
hacia-alguien” . Este esquema abstracto de lengua puede reali­
zarse en hechos de habla aparentemente contradictorios:

circumdare murum urbi (cf. T. Livio, 41, 20, 6) significa “ dis-


poner-alrededor una-muralla en-interés-de-la-ciudad” . Y sólo
gracias al contexto podemos especificar más:

“ una muralla en-interés-de la-ciudad”


para-bien-de
para-salvación-de
para-defensa-de
etc.
144 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

En cambio, circumdare exercitum castris hostium (cf. T. Li­


vio, 3, 28, 2) será:

“ disponer un ejército:
en-interés-de el campamento enemigo”
para-ataque-de
para-mal-de
para-destrucción-de
etc.

Lo mismo ocurre con la relación puramente “ espacial” que


expresa el castellano en “ disponer un ejército alrededor de un
campamento” . En un contexto dado podrá inferirse si se rodea
el campamento para defenderlo o para atacarlo: todo depende
de quién sea el que pone el cerco al campamento; una determi­
nación del sustantivo “ campamento” puede ser indicio suficiente
de orientación: “ alrededor del campamento (enemigo)” ya per­
mitiría saber que el cerco es de los atacantes y no de los pro­
pios defensores del campamento.
Esta ambigüedad del dativo dentro de la noción de “ interés”
puede:
a) evitarse: hay mil recursos para lograrlo; uno de ellos es
el contexto, como la determinación de castris por el hostium en
el ejemplo citado; cabe también prescindir del dativo y acudir
a procedimientos más léxicos: ad castra oppugnanda o ad castra
tutanda en vez del simple dativo castris; uestra reique publicae
causa (Cic., Verr., 5, 173), “ en vuestro interés y en interés del
estado” , etc.
b) explotarse estilísticamente, como lo hace el malabarismo
cómico de Plauto.
Así, tibi reddo quod tibi abstuleram significa en principio:
“a ti te devuelvo lo que yo a ti te había sustraído” o, también, “ a
ti te devuelvo lo que yo para ti había sustraído (a otro)” ; es de­
cir, el tibí (con auferre) puede representar a la “persona intere­
sada” como “víctima del robo” o como “ beneficiaria del robo” .
Normalmente entenderemos la frase como “ a ti te devuelvo
lo que a ti te había robado” (dativo de provecho con reddo y da­
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 145

tivo de daño con abstuleram). Pero veamos lo que pasa en Plauto


(Aulularia, 634-635) :

S t r o b il v s . —· Quid tibi uis reddam?


E v c l io . — Rogas?
S t r o b i l v s . — Nihil equidem tib i a b stu li.
E v c lio . — A t illud quod tib i a b stu lera s.

La afirmación rotunda de Estróbilo, “ En verdad, yo a ti no


te he robado nada” , es interpretada por Euclión —y ahí radica
el efecto cómico— “yo para ti no robé nada (a nadie)” , y, en
consecuencia, le replica : “ Pero devuélveme lo que habías robado
para ti” . Plauto juega con la indistinción fundamental del dativo
como de provecho o de daño.
4. Los manuales clásicos nos hacen aprender de memoriä_al­
gunas docenas de verbos que “rigen” dativo. Si el dativo fuera
un caso “ regido” , se convertiría en un caso “muerto” , carente de
información casual, como lo es el genitivo adverbal o cualquier
caso regido mecánicamente por una preposición. El saber de
memoria que memini rige genitivo, que las preposiciones ad o
ab arrastran tras sí, respectivamente, el acusativo o el ablativo
nos dispensa de bucear más en el valor del caso en cuestión.
El dativo no es nunca un caso necesariamente arrastrado
como el caso regido por una preposición; tampoco es, como el
genitivo adverbal, un hecho aislado, inexplicable por el sistema
vivo de la lengua latina; la construcción memini Ciceronis no
puede extenderse a otros giros en que se halle la misma relación
verbo-nominal que hay entre memini y Ciceronis. El dativo no
queda circunscrito a ciertos tipos fijos y heredados: se usará
libremente —sea cual fuere el verbo y sea cual fuere el nom­
bre de persona (o cosa)— siempre que se haya de expresar la
misma relación que hay entre do y pauperibus en do (panem)
pauperibus.
5. La realidad es que el dativo tiene siempre un valor en sí
mismo, totalmente independiente del verbo determinado por él.
La independencia del valor “ dativo” frente al verbo se pone
de manifiesto cuando, por conmutación, se hace variar, en un
mensaje, el morfema casual y nada más que el morfema casual:
146 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

cauere: a) con dativo: canere alicui, “ estar-alerta al-servicio-


de-alguien” , o sea, “ velar por alguien” ; cauere está
usado intransitivamente; equivale, transitivamente, a
cauere cautionem, con ese acusativo interno del len­
guaje jurídico que leemos en Digest., 46, 8, 6.
b) con acusativo: caue caneml, “ ¡ojo al perro!” Aquí
tenemos un “ estar-alerta” transitivo; ya no se trata
de cauere cautionem, sino de cauere canem, pof lo
tanto, algo así como “ vigilar al perro (para guardarse
de é l)” .
c) con acusativo y dativo a la vez: scabiem pecori
caueto (Catón, Agr., 5, 7), “Estáte-atento a ( = vigila)
la sarna para-bien-de-tu-ganado” , o sea “presta aten­
ción a la sarna del ganado” .
d) con preposición y ablativo: cauere ab aliquo, “ es­
tar-alerta del-lado-de alguien” ; ab aliquo sólo alude a
“la zona geográfica del peligro” .
e) con dativo y preposición de ablativo: mi abs te
caueo (Plauto, Men., 151), “ para-mi-seguridad estoy-
atento por-tu-lado” , o sea “ tomo mis precauciones
frente a ti” .
metuere: metuo alicui, “ tengo-miedo en-interés-de-alguien” , o
sea “ temo por alguien” ; metuo aliquem, “ temo a al­
guien” .
consulere: consulere alicui, “hacer-consultas a-favor-de-alguien” ,
o sea “mirar por alguien” ; consulere aliquem, “ con­
sultar a alguien” .

Puesto que lo único que cambia en tales ejemplos es “ el caso” ,


parece lógico atribuir al cambio “ casual” (gramatical) la respon­
sabilidad del cambio del mensaje y no al revés: no hay funda­
mento objetivo para pensar que el verbo (¡invariable!) cambia
previamente de sentido y que ese cambio semántico (léxico) mo­
tiva el cambio de la construcción.
6. En consecuencia, no es previsible si tal o cual verbo lle­
vará o no llevará junto a sí un dativo. Si nos referimos a los tex­
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 147

tos, vemos que cualquier verbo latino es susceptible de llevar un


determinante en dativo.
La terminología nos dice que el dutiuus es el casus dandi; y,
en algunas lenguas (chino y cambodgiano), el verbo d ar se em­
plea en un sentido abstracto, como mero símbolo de le relación
“objetiva indirecta” ; es decir, d a r se convierte en morfema equi­
valente al morfema indoeuropeo de dativo.
Naturalmente, si algún verbo se presta, por su semántica, a
ir acompañado de un beneficiario es el verbo d ar , ya que dar
supone como noción complementaria el recibir en la persona
favorecida por la dádiva:

Hic panem damus, “ aquí damos pan” (lo regalamos).

Hic panem pauperibus damus.


esurientibus
canibus
etc.

En cambio, euenire, uiuere, exsistere, peccare, arare, etc., no


apuntan por su semántica hacia un previsible beneficiario y, en
consecuencia, los manuales de sintaxis no los pondrán entre los
verbos que se construyen con dativo; pero este caso puede apare­
cer a su lado y tendrá con ellos el mismo valor que tiene junto
a dare, es decir, “ designará a la persona favorecida o perjudi­
cada” en el euenire, en el uiuere, en el exsistere, en el peccare,
en el arare, etc., como junto a dare designa a “la persona favo­
recida o perjudicada” por la acción de “ dar” : Ejemplos:
euenire: mihi ... bene et feliciter euenit (Cic., Mur., 1; ad
fam. 4, 14, 1), “ en buena y feliz hora ocurrió esto para-mi-bien” ,
o, sencillamente, “ me ocurrió esto” .
uiuere: síbi uiuere, “vivir para sí (solo)” , o sea “vivir en
egoísta” (cf. Terencio, Eun., 480) ; satis diu uel naturae uixi uel
gloriae (Cic., Marc., 8, 25), “ viví lo suficiente tanto para-satisfac-
ción-de-la-naturaleza como de mi gloria” ; sibi uixit, sibi sum­
ptum fecit (Ter., Ad., 865), “ vivió a-su-gusto, gastó a-su-gusto” .
exsistere: Nam nisi illi (referido a Aquiles) ars illa (el arte
de Homero) exstitisset, idem tumulus qui corpus eius contexerat,
148 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

nomen etiam obruisset (Cic., pro Arch., 10, 24), “ Pues si para
él ( = por-fortuna-para-él, es decir, para Aquiles) no hubiera sur­
gido aquel genio (el de Homero), la tumba que había cubierto
su cadáver hubiera enterrado igualmente su nombre” .
peccare: si quid peccat (filius) ... mihi peccat (Ter., Adelphoe,
115-116), “ si algún desmán comete mi hijo, a-mis-expensas lo
cometé” .

arare: tibi aras, ... tibi seris, tibi ... metis (Plauto, Mer., 71),
“para ti aras, para ti siembras, para ti cosecharás” (tibi = “ en-tu-
provecho” ) .

2. — C a r á c t e r u n it a r io de todos lo s dativos

Έ1 dativo es siempre el caso que expresa “la persona intere­


sada” (como favorecida o perjudicada). Nos parece ocioso acudir
a nuevas nociones para explicar los usos del dativo, ya que todos
los usos tienen por base la única noción del “ interés” .

1. D at iv o con s v m . — El dativo con sum, llamado “ dativo


posesivo” , como otro dativo cualquiera, designa la “persona in­
teresada” en la noción del verbo existencial esse:

est mihi domus, interpretado al pie de la letra, dice :

“ existe a-mi-disposición una casa” ,


en-mi-haber
para-mi-aprovechamiento
etc.

O, sencillamente, dicho con otra sintaxis: “ tengo una casa” .


Al lado de domus est mihi cabe decir, aunque es menos usual,
domum habeo. Existe en castellano, aunque en proporción in­
versa de frecuencia, la misma doble posibilidad de articulación:
cf. “hoy hay carta para ti” y “hoy tienes carta” .
El alumno, ante las reglas de nuestras sintaxis latinas, cree
que en domus est mihi hay una “frase hecha” a la que no debe
buscarse explicación razonable: le parece que, en ella, ni el
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 149

verbo sum es el auténtico verbo sum, ni el nominativo es au­


téntico nominativo, ni el dativo un complemento indirecto nor­
mal; así, todo se vuelve terreno movedizo, tanto en el plano
del léxico como en el de la gramática.
La normalidad del dativo con sum se hace evidente compa­
rando estos dos ejemplos:

Lac mihi ... non défit (Virg., Egl., 2, 22), “Para mí no falta
la leche” , o “siempre tengo leche” ;

Lac mihi non est, “Para mí no existe la leche” , o “No tengo


leche” . ‘

El dativo llamado “ de finalidad” con el verbo sum (o con otro


verbo cualquiera) sigue siendo el dativo de siempre:

j(filius meus) alicui rei est etiam (Terencio, Adelph., 358),


“mi hijo está todavía para-algo” , o sea “ sirve todavía para algo” .
Si junto al verbo sum (u otro verbo cualquiera) nos encontra­
mos con doble dativo (generalmente, uno de persona y otro de
cosa), la naturaleza del dativo no se altera: el dativo de cosa
no hace más que precisar, por yuxtaposición, al dativo “perso­
nal” : ilumina en la zona de la personalidad un sector particular­
mente “ interesado” : Id est mihi gaudio, “Esto hay para mí (con­
cretamente) para mi alegría” , o sea, entre otras traducciones po­
sibles, “Es para mí una alegría” , “ Esto me sirve de alegría” , etc.
El doble dativo es, en realidad, uno solo, como dijimos que
el doble acusativo con verbos no-causativos es un solo acusativo
(cf. supra, p. 127).

Tum uero exarsit iuueni dolor ossibus ingens (Virg., En., 5,


172), “ Entonces sobre todo se le inflamó al joven, a sus huesos,
un inmenso dolor”, o sea “Entonces sobre todo sintió el joven
un inmenso dolor en la médula de sus huesos” .

Quis mihi subueniet tergo aut capiti? (Plauto, Cas., 337),


“ ¿Quién acudirá en-mi-auxilio, (en-auxilio-de) mi espalda o mi
cabeza?”

2. D ativo ag en te . — El dativo llamado “ agente” es otro da­


tivo de interés; es el dativo de la persona interesada, pero que
15 0 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

aquí coincide con la que ejecuta la acción. Esta afirmación, más


o menos tímida, ya se ha insinuado repetidas veces desde Brug-
mann. Emout (p. 74 y s.) es bastante explícito, a pesar de todas
sus reservas: el dativo agente — dice— resulta un término en
gran parte impropio ... Es un dativo de interés: con el adjetivo
verbal en -ndus indica para quién existe la obligación: facien­
dum est mihi..., “ me es preciso hacer...” ; con el verbo pasivo
designa igualmente la persona para la cual existe un estado o
una situación: mihi consilium captum est, “ es para mí una de­
cisión tomada hace ya tiempo” ; por último —viene a decir to­
davía Ernout—, en mihi rem quaero y mihi res quaeritur, “ pro­
curo enriquecerme” , tenemos en el fondo el mismo dativo. El
cambio activo / pasivo no afecta al complemento externo que
es mihi.
Hemos sostenido (supra, p. 88 y ss.) que el “agente” en el
ablativo agente es una “sugerencia” contextual y no un signifi­
cado del ablativo; la misma teoría es aplicable al dativo-agente.

3. D at iv o s epa ra tiv o y dativo de d ir e c c ió n . — Ya hemos te­


nido ocasión de analizar, sin utilizar la noción de “separación” ,
dos ejemplos en que habitualmente se ve un dativo “ separativo” :
argentum alicui eripere y aliquid alicui auferre (cf. supra, pá­
gina 86 y s.).
La noción de “ separación” está en la semántica verbal, no
en el dativo: el caso dativo se limita a señalar “la persona inte­
resada” en la separación a que alude el lexema verbal. Silici
scintillam excudere (Virg., En., 1, 174) no es equivalente a e si­
lice scintillam excudere, como creen los que ven en silici un da­
tivo separativo; el dativo nos dice que la piedra guarda celosa­
mente el fuego, con la avaricia de una persona, y que ha de
“robársele” como a una persona; e sílice significaría que “la
piedra” es algo inerte: el lugar de donde se tomaría el fuego
sin resistencia “ viva” .
Y, viceversa, el dativo tampoco aloja en su significado nin­
guna noción de “ aproximación” o “ dirección” en el llamado
“ dativo de dirección” . La dirección está siempre en la semántica
verbd: el dativo sigue siendo “la persona interesada” , incluso
cuando el nombre no sea estrictamente de persona, como aca­
bamos de ver en el silici de Virgilio.
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 151

En el clásico ejemplo de dativo “ de dirección” (it clamor)


cáelo ya reconoce Löfstedt (I, 180 y ss.) que “ detrás del nombre
de la morada de los dioses late, evidentemente, el pensamiento
en los mismos dioses” . Una observación similar es aplicable a
todos los dativos de dirección. Insistiendo en las palabras de
Löfstedt, nosotros diríamos que el it clamor cáelo supone que
hay en “ el cielo” caelites susceptibles de interesarse y prestar
atención al clamorío que llega a sus oídos; ad caelum (en lugar
de cáelo) sería “ la zona espacial inerte del firmamento” .
Reflexiónese, por último, en esta doble construcción de in­
ferre en T. Livio: lacustrarum nubes in Apuliam inlatae sunt
(42, 10, 7), “nubes de langostas se echaron sobre Apulia” , y Ti­
beris inlatus urbi (33, 16, 8), “ el Tiber desbordado sobre la ciu­
dad” . El dativo marca positivamente la ciudad como “ víctima”
del desbordamiento; sin duda, le afectaba más al escritor “ su
ciudad” invadida por las aguas que Apulia invadida por las
langostas.

4. D at iv o é t ic o . — El dativo llamado “ético” o “ de senti­


miento” es la forma más pura del dativo de interés: Quid sibi
uult clamor? (T. Livio, 44, 12, 1), “ ¿Qué pretende este griterío?”
“Pretende” es una traducción léxica de sibi uult, ya que “ pre­
tender” significa “querer o buscar algo para sí o para otro” .
Suele considerarse al dativo ético como pleonástico, y, con
frecuencia, los traductores sacrificamos por las buenas los dati­
vos de este tipo. En realidad, nunca son pleonásticos, ya que
siempre señalan un especial interés personal de alguien.
He aquí un buen ejemplo de dativo ético (Terencio, Adelph.,
46-47) :
nati fili
duo; ...maiorem adoptaui mihi.

No conocemos ninguna traducción que se haga eco del mihi;


todas interpretan como si el mihi no existiera o fuera un autén­
tico pleonasmo: “ (mi hermano) ... tuvo dos hijos; ... yo adopté
al mayor” .
En nuestra edición de Terencio hemos querido reflejar el in­
terés personal que hubo en la adopción interpretando “ tuve el
gusto de adoptar al mayor” .
152 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

Obsérvese la diferencia estilística entre estos dos textos de


Plauto :

Persa, 815: restira tu tibi cape ...ac suspende te!, “ ¡Tú, có­
gete una cuerda y cuélgate!”
Poen., 396: capias restira ac te suspendas!, “ ¡Podrías coger
una cuerda y colgarte!”

5. D a tivv s sy m p a t h e t ic v s . — El dativo “ simpatético” se defi­


ne en los manuales como un dativo equivalente a un genitivo
o a un adjetivo:

Cic., Att., 1, 6, 2: pater nobis decessit.


Petri
noster
etc.

Se trata, en realidad, de articulaciones sintácticas distintas


y con distinto sentido. El dativo relaciona al verbo y, mediante
el verbo, a todo el enunciado con la persona “ afectada” por él:
“ Se nos ha muerto el padre” es un mensaje “ afectivo” , senti­
mental (cf. el dativo ético) ; “ nuestro padre” ha muerto, o “ el
padre de Pedro” ha muerto son mensajes puramente informa­
tivos.

6. D a t iv o de r e l a c ió n . — Como e l dativo simpatético, el d a ­


tivo de relación o datiuus iudicantis también relaciona a una
persona con toda la oración, pero esta vez el interés se centra
más en el criterio estimativo (datiuus iudicantis!) que en la pura
afectividad de la persona:
Quintia formosa est multis (Catulo, 86, 1), “ Quintia es her­
mosa en-opinión-de-muchos” .

3. — D at iv o adnom inal

El dativo adnominal, con sustantivo o adjetivo, tiene el mismo


significado que con el verbo : designa a la persona (o cosa) inte­
resada en la noción nominal: adiutores triumuiris, “ colabora­
dores para los triunviros” ; bubus medicamentum, “ medicina para
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 153

los bueyes” ; satui semen, “ semilla para la siembra” ; mons pe­


cori bonus, “ un monte bueno para el ganado” ; utilis tibi, “útil
para ti” , etc.

§ 3. — El ablativo

1. — A blativo y p r e p o s ic io n e s de ablativo

Unas veces la gramática clásica ve en las formas casuales


más de lo que comportan en sí mismas: por ejemplo,' cuando se
hace significar al morfema de genitivo la posesión, la cualidad,
la materia, etc., nociones éstas totalmente ajenas al significado
del genitivo y que se le prestan gratuitamente como por una
sobreestimación de la forma casual.
Otras veces, la misma gramática sólo atribuye a las formas
casuales un significado muy borroso e impreciso que realmente
tampoco les corresponde: así ocurre cuando se nos dice, sin dis­
criminación, que tal o cual verbo “ rige” o “ se construye” con de­
terminados çasos: si se admite que memini se construye mecá­
nicamente y “porque sí” con genitivo — como efectivamente ocu­
rre— , no hay que bucear más en el significado de ese genitivo,
ya que tal caso no tiene niagún significado en sí mismo; pero si,
con la misma perspectiva, se nos dice que dare “ se construye con
dativo” , ya no se está en lo cierto: se subestima entonces el valor
del morfema dativo, ya que el significado de este dativo es muy
positivo y no se esfuma como el del genitivo con memini, según
dijimos en su lugar.
A l llegar al estudio del a b la tiv o hemos de evitar atribuirle
significados que no tiene o desposeerlo del significado que tiene.
Aquí, las confusiones pueden arrancar del verbo determinado
por el ablativo y, sobre todo y ante todo, del uso de las preposi­
ciones. Ya hemos aludido algunas veces (cf. p. 87), de paso,
a la necesidad de separar tajantemente el caso con y sin prepo­
sición. Que el caso vaya con o sin preposición no es nunca un
detalle sin importancia o de importancia secundaria para la sin­
taxis: la sintaxis de los casos es radicalmente distinta según va­
yan con o sin preposición. Un ablativo castris (sin preposición)
y otro ablativo (e) castris (con preposición), a pesar de la equi­
154 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

valencia entre castris y e castrie en un mensaje dado, son dos *


cosas gramaticalmente tan heterogéneas entre sí que no pueden
equipararse ni estudiarse juntas, so pena de condenarse a no
entender ni una ni otra de las dos construcciones.

A) castris egressi (César, B. G., 2, 11, 1) ;


B) e castris egressi (César, B. G., 1, 27, 4) ;

(cf. igualmente muro deiecti, César, B. G., 7, 28, 1, y de muro se


deiecerunt, César, B. G., 1, 18, 3; etc.).
El mensaje A ), en una traducción léxica de todo su contenido
léxico-gramatical, se reduciría a esto:

castr-is = “ campamento(s) ” — “ lugar-de-donde-parte-el he-


cho-que-se-menciona-en-el-verbo-determinado-por-
el-ablativo” .

Se observará que castr- es puro léxico: “ ca m p a m e n to (s)y


que -is es pura gramática, con el significado gramatical trans­
crito.
En el mensaje B ), castr-is es algo muy distinto. El elemento
castr- sigue con su función léxica: “ campamento(s)” ; pero el -is,
mecánicamente esperado, no suministra ninguna información: se
ha vaciado, pues, de toda su carga significativa (gramatical); se
ha convertido en peso muerto (significativamente irrelevante) :
un satélite en la órbita de otro signo, que es la preposición e. En
menos palabras, en el castris A, el ablativo significa todo lo que
se añade al lexema castr-; en el c astris B, el ablativo no añade
nada al lexema castr-, es decir, no significa nada como caso (si­
gue significando el “ número plural” ).
En castris sin preposición tenemos dos unidades significati­
vas: un lexema puro, castr-, y un morfema puro (sin ningún co­
lorido léxico), -is. Las unidades significativas en e castris son:
un lexema puro, castr-, y un monema semiléxico-semigramatical,
e...(is), con un “ color léxico” muy perceptible y equivalente
grosso modo a nuestro “ fuera de” : e castr-is = “ fuera-de : el-
campamento” .
El intrincado capítulo del ablativo latino quedará ya relativa­
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 155

mente despejado y aliviado si eliminamos todos los ablativos con


preposición, cuyo análisis remitimos al capítulo de las preposi­
ciones.

2. — S ignificado del ablativo

La gramática histórica nos ha enseñado que en el ablativo


latino confluyen tres casos morfológica y funcionalmente autó­
nomos en la prehistoria de la lengua: esos tres casos, atribuidos
al indoeuropeo, son el ablativo propiamente dicho, el instrumen­
tal-sociativo y el locativo, que aparecen todavía vivos en el pe­
ríodo histórico de ciertas lenguas indoeuropeas (sánscrito, litua­
no, eslavo). El instrumental y locativo han desaparecido del
sistema casual vivo del latín y su fusión (o sincretismo) con el
ablativo es un hecho consumado desde los primeros textos
conservados (algunas pervivencias del locativo como belli, domi,
Romae, Lugduni, etc., no tienen vigencia como tipo productivo
y libre: son construcciones fosilizadas, “ irregularidades” en el
sistema casual).
Esta útil orientación de la lingüística histórica sería nefasta
si sólo viéramos el sincretismo en el plano del significante y cre­
yéramos que el morfema de ablativo sigue alojando en la cara
de su significado las tres nociones antiguas como nociones dife­
renciadas. Si los tres morfemas casuales han confluido en un
solo morfema casual (el ablativo), hemos de pensar que, para­
lelamente, las tres nociones primitivamente distintas (“ separa­
ción” , “ instrumento” y “lugar” ) se han sincretizado en una
noción única, más general, que abarca a las tres antiguas sin
distingos. El sincretismo morfológico supone, a la vez, un sin­
cretismo sintáctico: en rigor, no hay, pues, tres ablativos (un
ablativo “ separativo” , otro ablativo “instrumental” y un tercero
“ locativo” ), sino uno sólo: el ablativo de “ relación a causa ina­
nimada” , como dijo De Groot.
El latín abarca, bajo la noción única de la “ contigüidad ex­
terna del proceso” , tanto el punto de partida (espacial o tempo­
ral), como el lugar y tiempo de su desarrollo o las circunstan­
cias concomitantes en que se produce. Ello no puede resultar
demasiado extraño si consideramos que el límite entre esas tres
156 INTRODUCCIÓN A LA SIN TAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

nociones es con frecuencia borroso y que no resulta nada fácil


decidir a veces, ante una forma de ablativo, si corresponde a un
ablativo propiamente dicho, a un locativo o a un instrumental-
sociativo.
Todo ablativo sitúa la acción verbal por referencia a ciertas
coordenadas externas a la acción en sí: es, pues, el caso de la
“ relación de contigüidad externa” . El nombre en ablativo no de­
signa a una cosa (o persona) por lo que es en sí misma, sino por
una característica accidental, a saber, su situación en la zona
del proceso. Esta relación externa que expresa el nombre en
ablativo pertenece como función primaria a la categoría léxica
del adverbio (lugar, tiempo, modo, causa, etc.).
Nos parecen ociosas las discusiones que se han planteado
frecuentemente por saber si tal o cual ablativo es separativo o
instrumental (así para el ablativo “ agente” o los ablativos con
doleo, laetor, gaudeo, etc.), instrumental o locativo (curru uehi,
“ir en / con un carro” ; includere aliquem carcere, “ encerrar a
alguien en / con la cárcel” , superioribus bellis exercitati, “ adies­
trados en / por los combates precedentes” , etc.). Si los autores
acuden al uso de las preposiciones, ya no hay duda ni, por lo
tanto, problema: así, in curru uehi es “ en carro” y no “con
carro” .
La contigüidad externa de un proceso reviste mil variedades
concretas que sería imposible confiar a un morfema casual único.
El latín, mediante- el ablativo, sólo expresa las relaciones exter­
nas más sencillas e inequívocas, habida cuenta de la semántica
de los elementos relacionados. En el siguiente ejemplo, Cicerón
“sitúa” una afirmación suya con relación a tres puntos de refe­
rencia: a su criterio personal, al espacio geográfico y al tiempo:
Menippus Stratonicensis meo indicio tota Asia illis tempo­
ribus disertissimus (Brutus, 315), “Menipo Str., en mi opinion
el (hombre) más elocuente en (de) toda Asia en aquellos tiem­
pos” . Si la relación de contigüidad es compleja o la noción nomi­
nal que sirve de punto de referencia no se presta a una inter­
pretación como causa “ inanimada” , el latín prescinde del caso
y acude al sistema de las preposiciones (con neutralización del
morfema ablativo).
La distinción entre un ablativo separativo (cuestión unde), un
ablativo-locativo (cuestión ubi) y un ablativo instrumental-socia-
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 157

tivo (cu e stió n qua) n o e ^ g r a m á ñ c á t ? sin o c ö -c o h t e x t ila l·^


Así, n o h a y d istin tos ablaíivO s^en estos e je m p lo s :

Athenis redeo, “ vuelvo de Atenas” ;


Athenis uiuo, “ vivo en Atenas” ;
uia A-p-pia redii, “ he vuelto por la vía Apia” .

Lo que hay ahí es distinta semántica. El ablativo es siempre


el mismo y expresa la misma noción, a saber, “ relacióndelpro-
ceso a cansa inarjirrn'V’ los ejemplos citados, la referencia
es rigurosamente topográfica. .

Athenis redire, “ regresar de Atenas”


Roma de Roma
rure del campo
etc. etc.

El ablativo es aquí suficiente signo de orientación, por tra­


tarse de términos del léxico estrictamente espacial y que por su
misma semántica invitan a situar en ellos el punto de partida
del “regreso” . En cambio, Caesare redire no es tan fácilmente
interpretable, ya que Caesar no es un “ nombre de lugar” ; en con­
secuencia, se neutralizará el morfema ablativo y se le antepon­
drá un elemento de “colorido léxico espacial” , como es la pre­
posición a: a Caesare redire (Cic., Quint. Fr., 2, 4, 6), “ volver
de-junto-a-César” .
En uia Appia redire, “regresar por la vía Apia” , el ablativo
basta para expresar la relación más sencilla entre uia y redire;
entre un “regresar” y un “ camino” , lo más natural es que el “ca­
mino” sea el lugar de paso para “ el regreso” , y basta el ablativo
como referencia topográfica de la noción verbal; pero si se pre­
tendiera decir que “ se regresa del camino” sin pasar por él,
haría falta algún elemento más explícito: a uia Appia redeo,
“vengo del-lado-de la vía Apia” .
Con un nombre del léxico temporal (anno, mense, hora, di­
luculo, hieme, aestate, kalendis, idibus, etc.) bastará el ablativo
para situar un proceso en el tiempo (cuestión ubi o quando):
Tacito, An., 1, 53, 16: Quattuordecim annis exsilium tolerauit,
“soportó el destierro durante catorce años” . Pero si estos nom­
bres no han de designar la extensión temporal como escenario
158 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

del proceso, sino el punto temporal a partir del cual se inicia,


el proceso o el punto final del mismo, ya será preciso acudir
a las preposiciones : ante annum, ab anno, usque ad annum, etc.
Y otro tanto sucederá si se toma como punto de referencia tempo­
ral una noción que en sí misma nada tiene de temporal: a puer o,
a pueritia, etc.; y con mayor razón si se toma como hito tem­
poral e inerte a lo que en lengua es normalmente un nombre
propio de persona: Quod augures omnes usque a Romulo de-
creuerunt (Cic., Vatin., 8), “Todos los augures, sin interrupción,
desde-tiempos-de Rómulo, lo decretaron” .
Con un nombre del léxico instrumental bastará el ablativo
para orientar la relación externa como “instrumental” : ferire
gladio, “herir con la espada” , pero adesse cum gladio será, sim­
plemente, “ estar presente can la espada (armado), sin utilizarla;
obsidere cum gladiis curiam (Cic., Cat., 1, 32) significa “ asediar
la curia con-la-espada-en-mano” ; gladiis (sin el cum) supondría
el uso normal del instrumento, es decir, significaría “ a sablazos” ;
igualmente en gladiis rem gerunt (César, B. G., 7, 88, 3), “com­
baten con la(s) espada(s); pero en (equites) pedibus rem gerunt,
el sentido común —no la gramática— nos invita a ver en pedi­
bus un ablativo de modo y no un instrumental: “ (los jinetes)
combaten a pie (no “ a patadas” ) .

3. — S en tid os co n t e x t ú a l e s del ablativo

Las reflexiones generales que anteceden nos permiten ser


muy breves en el examen de los sentidos contextúales que puede
cobrar el ablativo.
El ablativo, según dijimos, se funda siempre en una noción
de contigüidad externa con el proceso verbal. Esta contigüidad
puede ser real o nocional.
Hay contigüidad real en el ablativo de nombres geográficos,
que expresan una situación topográfica estricta del proceso:
Ejemplo 1: Roma proficiscitur, “ sale de Roma” .
Nota: a Roma proficiscitur sería:

“sale de-las-proximidades-de Roma” (noción espacial com-


del-lado-de pleja que no se confía al
etc. ablativo).
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 159

Ejemplo 2: Athenis sumus, “ estamos en Atenas” .


Nota: Frente a Athenis sumus se dirá —cuando subsiste el
locativo— Romae sumus.

Hay contigüidad, ya real ya metafórica, en los usos que nues­


tras gramáticas señalan como ablativos separativos o derivados
del mismo, a saber: ablativo de origen, ablativo de materia y
ablativo comparativo:
Ablativo “separativo” :

non recedit loco (Plauto, Amph., 239), “no.se retira del


sitio” .

liberamur mortis metu (Cic., Fin., 1, 63), “ nos vemos li­


bres del miedo a la muerte” ;
flagitiis abstinere (Cic., Phil., 13, 17), “ abstenerse de in­
famias” .

Nota: a me quidem abstinuit (Cic., De cnat., 3, 171), “en ver­


dad me perdonó” (literalmente, “ se abstuvo de mí” ); aquí con
preposición porque un pronombre “personal” , como polo opuesto
del léxico “ geográfico” , no se presta con facilidad a servir de
punto inanimado de referencia.

Ablativo de origen (con natus, (ex)ortus, genitus, etc.) :


nobili genere natus, “hijo de noble familia” .
Gnaiuod patre (CIL., h, 30) de Gneo su padre” .
humana matre (Pl., Amph., 28) de madre humana” ,
etc. etc.

Nota: Frente a los ejemplos citados se usa regularmente la


preposición con un pronombre (Plauto, Epid., 574, ex te nata);
la relación de contigüidad entre “hijo” y “noble familia” o “pa­
dre” o “ madre” es tan obvia que basta el ablativo para orientar
la comprensión; pero la relación entre “hijo” y “ tu” resulta me­
nos previsible y conviene acudir a la sintaxis más explícita de
las preposiciones. No nos convence la explicación de Löfstedt
(I, 297-98), que ve en la preposición un recurso compensatorio
del reducido volumen fonético de las palabras pronominales.
160 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

Ablativo de materia:
fornices lapide polito, “ bóvedas de piedra pulimentada” .
Ablativo comparativo:
doctior Petro, “ particularmente sabio al-lado-de Pedro”.
desde
a-partir-de
etc.

El ablativo señala al objeto que sirve de punto de referencia


para emitir un juicio comparativo.

La contigüidad nocional —gracias al conocimiento de la no­


ción nominal y la verbal— podrá dar lugar a una interpretación
de la circunstancia concomitante como causa, modo, medio, ins­
trumento, precio o· cantidad:

laetari, “alegrarse
dolere, “sufrir
onerare, “cargar
implere, “llenar
ferire, “herir
aliqua re uiuere, “ vivir de / con/por-algo”
alere, “ alimentar
conuincere, “ convencer
mori, “morir
emere, “ comprar
etc. etc.

Y en ocasiones, como ya dijimos, es indiferente la interpre­


tación de la contigüidad bajo una u otra de las nociones aquí
apuntadas.

4. — E l ablativo agente y el abla tiv o absolu to

Concluiremos este capítulo con observaciones sobre dos tipos


de ablativo muy destacados en las sintaxis latinas: el ablativo
agente y el ablativo absoluto.
1) El ablativo llamado agente — sin preposición— no se dis-
ORDENACIÓN DE LOS CASOS LATINOS 161

tingue del ablativo de causa, medio, instrumento u otra inter­


pretación cualquiera de la contigüidad nocional:

maerore conficior, “ estoy agobiado de tristeza” .


por
a-causa-de
a-partir-de
etc.

his rebus adductus, “ inducido por estas cosas” .


a-causa-de
mediante
etc.

Cuando el ablativo agente lleva preposición, el rasgo ablativo


se neutraliza y sólo importa la preposición, como hemos dicho
repetidas veces (cf. supra, p. 153-154).
2) El ablativo absoluto, como todo ablativo, también ^expresa
una relación de contigüidad entre la noción nominal y la del
verbo principal. Como en todo ablativo, el contexto permite in­
terpretar esa contigüidad (circunstancia concomitante) como
temporal (la mayoría de las veces), o causal, o instrumental, o
modal, etc.; pueden ser legítimas simultáneamente varias de es­
tas posibilidades de interpretación.
El término “ absoluto” no es rigurosamente exacto: el abla­
tivo “ absoluto” está “ relacionado” , como cualquier otro ablativo,
con el verbo principal; no es, por lo tanto, absoluto, es decir,
“desligado” del resto del enunciado. Lo que sucede es que la
contigüidad entre la noción nominal en ablativo y la noción ver­
bal determinada por aquélla puede presentarse como más o me­
nos estrecha, o, si se prefiere, como más o menos laxa: la dife­
rencia entre un ablativo absoluto y otro no-absoluto es cuestión
de grados en la contigüidad real o nocional; las comas que en
nuestras ediciones encuadran habitualmente al ablativo abso­
luto marcan la “relativa independencia” del ablativo absoluto
frente al verbo determinado por él.
Incitato equo se hostibus obtulit (César, B. G., 4, 12, 6) puede
interpretarse como ablativo no-absoluto: “ con-(su)-caballo espo­
leado se lanzó cara al enemigo” ; también cabe interpretarlo como
162 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

ablativo absoluto (entonces la contigüidad será meramente tem­


poral) :

“ Después de espolear (su) caballo, se lanzó cara al enemigo” .


“ Una vez espoleado
“ Habiendo espoleado
etc.

Otro ejemplo: dux capta praeda Romam rediit puede inter­


pretarse como ablativo no-absoluto : “El general regresó a Roma
con el botín conquistado” .
-Condición necesaria y normalmente suficiente para que un
ablativo sea susceptible de interpretación “ absoluta” es que el
sustantivo vaya determinado por un participio:*«

urbe capta, hostes discesserunt.


his rebus actis,
etc.

Así tenemos un ablativo no-absoluto en silentio noctis ex


castris egressi sunt, “ se retiraron del campamento en el silencio
de la noche; pero en silentio facto, ex castris egressi sunt, ya ve­
ríamos un ablativo absoluto.
El sintagma en ablativo absoluto contiene, pues, todo un su­
ceso en relación de contigüidad marcadamente externa con otro
suceso expresado por el verbo principal. El contenido del abla­
tivo absoluto puede resolverse siempre —tanto en latín como
en nuestras traducciones— por una oración subordinada “ cir­
cunstancial” .
El ablativo no-absoluto tiene siempre una función propia­
mente adverbial y es comparable a la categoría léxica del “ ad­
verbio” ; el ablativo absoluto tiene exactamente la misma función
“ adverbial” , pero es comparable no a la categoría léxica del
adverbio, sino a la oración subordinada “ adverbial” . El ablativo
“ absoluto” es “ absoluto” , o sea “ desligado” , “independiente” del
verbo principal en la medida que una oración subordinada “ ad­
verbial” es independiente (?) de su oración principal.
TERCERA PARTE

LAS PREPOSICIONES
§ 1. — Afinidad entre casos y preposiciones

1. Hemos visto que las desinencias de los casos oblicuos son


monemas funcionales que habilitan al nombre para desempeñar
funciones sintácticas no-nominales (función adjetiva del genitivo
y función adverbial del dativo y ablativo).
2. Las preposiciones habilitan igualmente al sustantivo (ñom-
bre o pronombre) para una función no-nominal. Y la nueva
función resultante es siempre, en principio, “ adverbial” :

ubi? hic — in urbe — in ea;


quo? huc — in urbem — in eam;
unde? hinc — ex urbe — ex ea;
qua? hac — per urbem — per eam.

3. Decimos adverbial “ en principio” ; pues, por el gran recur­


so de las transferencias lingüísticas (cf. supra, p. 99 y ss.), siem­
pre es posible un segundo traslado de este “ adverbio funcional”
a una tercera categoría funcional: así, ab epistula o ab epistulis
junto a un verbo serán adverbios funcionales (“ complementos
circunstanciales” ) : longius ab epistula digressa est oratio mea
(Cic., Verr., 3, 163) ; pero si, accidentalmente, ab epistulis deter­
mina a un nombre, desempeñará una función adjetiva: libertus
ab epistulis, “el liberto del-lado-de las cartas” , o, ya que en
nuestra lengua no admitimos esa articulación y disponemos, en
cambio, de un adjetivo adecuado, “ el liberto secretario” .
Tácito (Hist., 1, 11, 1) escribe: Africa ac legiones in ea,
“África y las legiones en ella” , o sea, con un adjetivo morfoló­
gico, “ África y sus legiones” ; si no dispusiéramos de un adjetivo
adecuado o no quisiéramos servirnos de él, podríamos conservar
el “en ella” en su primera función normal de “ adverbio funcio­
166 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

nal” , pero nos veríamos obligados entonces a desarticular el sin­


tagma legiones in ea e “ inventar” un verbo en que apoyar ese
adverbio funcional: “ África y las legiones (que) en ella (había)” .
A la adjetivación existente en legiones in ea, que resulta inad­
misible para el castellano, pueden compararse éstas del mismo
tipo que nos son muy familiares: “ café con leche” , “un día sin
pan” , o un título como “la pelota en el tejado” , etc. He aquí
más ejemplos ciceronianos: Nat. deor., 2, 52, a te uerba, “ tus
palabras” o “las palabras (escritas, pronunciadas, etc.) por ti” ;
Cluent., 163, caupo de uia Latina, “ un cantinero de la vía La­
tina; De diu., 2, 32, ab aqua aut ab igni pericula, “los peligros
del agua o del fuego” ; etc.
He aquí varias posibilidades admisibles simultáneamente en
ocasiones :

uas aureum (transferencia adjetival por derivación) ;


uas auri (transferencia adjetival sencilla por flexión) ;
uas ex auro (doble transferencia: adverbial y adjetival).

4. De lo dicho se infiere la afinidad entre casos y preposicio­


nes : ambas categorías tienen en común su carácter de elementos
funcionales; ambas sirven para indicar la relación del nombre
(o pronombre) con el resto del enunciado. Pero sería erróneo
asimilar simplemente casos y preposiciones viendo exactamente
la misma realidad lingüística cubierta, respectivamente, por un
procedimiento sintético ( = casos) y un procedimiento analítico
(== preposiciones).

§ 2. — Diferencias entre casos y preposiciones

Nos hemos referido (supra, p. 46) a la existencia en el len­


guaje de dos códigos, que Bühler llama “ léxico” y “ sintaxis” , y
a la necesidad de distinguir en los estudios lingüísticos dos tipos
de elementos significativos: los que pertenecen al léxico y los
que pertenecen a la sintaxis o gramática.
Los morfemas casuales son signos de pura relación gramati­
cal, sin ningún apoyo directo en el mundo externo de la expe­
LAS PREPOSICIONES 167

riencia. Son, ante todo, formas distintivas del nombre y varían


según el tema nominal (vocálico, sonántico, consonántico) al que
hayan de aplicarse; su valor deriva exclusivamente no de la ex­
periencia externa, sino del sistema o paradigma en que se inte­
gran, como ocurre con todos los signos estrictamente gramatica­
les: piénsese, en nuestra lengua materna, a la -s de plural, a la
-a del femenino, a los formantes de persona, tiempo, modo, etí.
Los morfemas casuales se sitúan, pues, claramente en el có­
digo de la más pura gramática; el léxico, o código opuesto, des­
cansa directamente en la experiencia externa, cuyos elementos,
dados por naturaleza o diferenciados más o menos arbitraria­
mente por el hombre, reciben una designación léxica: un nom­
bre, un adjetivo, un verbo o un adverbio.
Si el léxico, como todo signo lingüístico, es arbitrario, los
morfemas gramaticales son doblemente arbitrarios : prime'ro, por­
que, así como, en el léxico, otros signos posibles cumplirían la
misma función designativa que los realmente utilizados, también
otros formantes podrían sustituir a los existentes y desempeñar
su misma función gramatical; segundo, porque el sistema o pa­
radigma en que se integran y del que reciben su significado
constituye una nueva y más pura arbitrariedad.
Ahora bien, el capítulo de las preposiciones pone al lingüista
en un aprieto: ¿ha de colocar a las preposiciones entre los signos
léxicos, junto al nombre, el adjetivo, etc., o ha de situarlas entre
los signos gramaticales, como los morfemas de caso, número, gé­
nero, persona, etc.?

1. Se dice que casos y preposiciones cubren los mismos con­


ceptos. Las nociones que las lenguas flexivas expresan mediante
las desinencias casuales se traducen en las lenguas no-flexivas
con el recurso de las preposiciones; la única diferencia entre
casos y preposiciones se reduciría a su distinta posición en la
cadena hablada: el sistema casual sería una declinación por su­
fijos; el sistema preposicional sería una “flexión por prefijos”
Pero, en el fondo, habría identidad de contenido:

matr-is = de-la madre;


matr-i — a-la madre.
168 INTRODUCCIÓN A LA SIN TAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

Y aun sin salimos del latín parecen existir igualdades como


las siguientes:

res apta naturae (Cic., Fin., 5, 24) = res apta ad naturam


(Fin., 5, 39);
poculum auri = poculum ex auro; etc.

2. Como casos y preposiciones coinciden en ser monemas


funcionales, muchos gramáticos han pensado y piensan todavía
que casos y preposiciones constituyen una misma y única cate­
goría gramatical. En nuestras gramáticas castellanas de tiempos
no muy pretéritos, nunca faltaba un capítulo de los “casos en
castellano” . Y una sintaxis francesa moderna, de merecido pres­
tigio científico, vuelve a resucitar en las lenguas románicas la
categoría de los “casos sintácticos” , aunque la morfología los
ignore. En la misma obra se establece un grupo de “ preposicio­
nes casuales” , que desempeñan en francés — dice el autor— exac­
tamente el mismo papel sintáctico que las desinencias en una
lengua como la latina (C. de Boer, La syntaxe du français mo­
derne, Leyden, 1954a, p. 106 y ss.).
* Nuestras sintaxis latinas clásicas, que con tanta frecuencia
nos hablan del uso de un caso dado con o sin preposición, tam­
bién admiten implícitamente una indistinción básica entre la ca­
tegoría de los casos y la de las preposiciones.

3.1. Sin embargo, si nos atenemos a las características for­


males, desinencias y preposiciones nos parecen elementos acen­
tuadamente distintos. Las preposiciones son separables de los
términos modificados por ellas:

esp. de la madre — de la difunta madre;


a la madre■
— a la difunta madre, etc.
latín ob causam — ob eam causam; etc.

En cambio, matris o matri constituyen unidades indivisibles.


Conviene recordar igualmente que, a pesar de la etimología
(praepositio), la secuencia preposición-nombre está lejos del ri­
gor que caracteriza a la secuencia nombre-desinencia casual. Y,
LAS PREPOSICIONES 169

por último, que, si una preposición afecta por igual a varios sus­
tantivos, no se repite, como se repite necesariamente la desinen­
cia en todos los sustantivos coordinados en idéntica función.

3.2. Las preposiciones, en contraste con las desinencias, se


hallan, por su semántica — como veremos en las páginas siguien­
tes— sensiblemente más cercanas a las palabras autónomas que
a los puros morfemas gramaticales.
Esta consideración semántica no elimina, sin embargo, las
dificultades. Los que equiparan preposiciones y casos se fijan
preferentemente en las preposiciones llamadas, con 'Sechehaye
(Essai sur la structure logique de la pJirase, Paris, 1926, p. 77),
preposiciones “ débiles” , o, con De Boer (o. c., p. 107), preposi­
ciones “ casuales” , o, por último, con W. von Wartburg, prepo­
siciones “ incoloras” : por ejemplo, las preposiciones románicas
a y de. En cambio, los que separan preposiciones y casos ponen
el acento en las preposiciones llamadas “fuertes” , “ no casuales” ,
“llenas” , como contra, hacia, desde, etc.
Ciertamente, las preposiciones no caen de lleno ni en el có­
digo del léxico ni en el código de la gramática: constituyen la
zona intermedia o de transición entre los dos extremos.
Las preposiciones latinas forman, no obstante, un grupo más
homogéneo que las preposiciones románicas. En latín no hay
“preposiciones casuales” , es decir, “ desemantizadas” y, en la mis­
ma medida, “ gramaticalizadas” . Todas las preposiciones latinas
son “fuertes” , “ no casuales” , semánticamente “ llenas” .

3.3. Frente a los morfemas casuales, que expresan conceptos


puros de relación, sin apoyo en nociones concretas, las preposicio­
nes latinas expresan conceptos concretos de relación: apuntan
directamente al mundo externo de los sentidos, a los datos de
la experiencia espacial (o temporal, ya que las nociones de es­
pacio y tiempo son inseparables).
Como se ha dicho (cf. supra, p. 154), las preposiciones, al
regir mecánicamente un determinado caso, neutralizan el valor
del morfema casual y convierten al nombre declinado en mera
designación del objeto nombrado. Entonces son ellas quienes pa­
san a señalar la relación del sustantivo en el enunciado; pero
—y aquí está la originalidad de las preposiciones frente a la fie-
170 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

xión— la relación se establece por medio del “significado léxico”


de la preposición:

ueniunt in..., “ vienen hacia-el-interior-de...” ;


ueniunt ex..., “ vienen desde-el-interior-de...” ;
ueniunt ad..., “ vienen hacia-la-proximidad-de...” .

Es de advertir que los términos “ llamados” por la preposición


ya están relacionados antes de que aparezcan; bastará, pues,
“nombrarlos” para que automáticamente queden relacionados:
in castra ex urbe ad nos ueniunt flentes principes (Plauto,
Amph., 256), “los jefes llorando vienen de la ciudad al campa­
mento ante nosotros” .

3.4. Es razonable pensar que una lengua no necesitaría pre­


posiciones si tuviera un nutrido léxico verbal para expresar no
sólo, como ocurre en nuestras lenguas, el movimiento en gene­
ral o algunos aspectos del movimiento, sino la gran mayoría de
los movimientos concretos previsibles con sus múltiples modali­
dades de orientación y limitación. La hipótesis es una realidad
que se da en mapuche, según Lenz (La oración y sus partes,
Madrid, 19353, p. 235), y tal vez en un gran número de lenguas
exóticas (cf. V. Brondal, Théorie des prépositions, Copenhague,
1950, p. 18 y s.).

3.5. Preposiciones y casos descansan, pues, sobre nociones


esencialmente distintas, aun cuando prácticamente, y a efectos
de la traducción, resulten a veces equivalentes. Ya hemos ilus­
trado esta doctrina con ejemplos (cf. supra, p. 154) ; pero insista­
mos una última vez.
El giro preposicional ad naturam y el dativo naturae parecen
intercambiables :

res apta naturae (Cic., Fin., 5, 24);


res apta ad naturam (Cic., Fin., 5, 39).

La misma traducción vale (?) para ambos textos: “ cosa apro­


piada a la naturaleza” . Pero el dativo se funda en la noción de
interés centrado en la naturaleza, y el giro preposicional expresa
LAS PREPOSICIONES 171

simplemente una “ orientación por referencia a la naturaleza” ;


el giro casual puede parafrasearse así: “ una cosa adecuada a los
intereses de la naturaleza” , es decir, “ de la cual sale beneficiada
la naturaleza” ; y el giro preposicional significa “una cosa apro­
piada a la norma de la naturaleza” , sin aludir a su repercusión
favorable o desfavorable para la naturaleza en sí (cf. Cic., Fin.,
5, 26: secundum -naturam uiuere).
Cicerón no nos parece barajar al azar el naturae y el ad na­
turam. Dice que “ el instinto animal busca res aptas o accommo­
datas naturae: omne animal appetit quod naturae est accom­
modatum; y, en cambio, que finis bonorum est λ . uiuere ad na­
turam accommodatissime (“ el bien supremo consiste ... en vivir
del modo más adecuado a (las normas de) la naturaleza” .

§ 3. — Semántica de las preposiciones: Generalidades

1. Si recordamos que un signo lingüístico es la combinación


de un concepto y su imagen acústica, cabe poner en duda la legi­
timidad de las preposiciones como signos lingüísticos. Efectiva­
mente, en este capítulo de la lengua se diría que los conceptos
y sus imágenes acústicas andan a la deriva sin lograr una com­
binación estable, sino más bien circunstancial y caprichosa, dan­
do lugar ya sea a una inextricable polisemia (varios sentidos para
una forma fónica única), ya sea a una no menos inextricable si­
nonimia (varias formas para un solo sentido previamente deter­
minado) .
Las monografías o los léxicos (cf., por ejemplo, el Forcellini
o el Thesaurus) nos explican que una preposición (ab, por ejem­
plo) tiene una exuberante polisemia con veinte, treinta y hasta
más de cincuenta significados distintos. Pero luego la gran masa
de esos significados se atribuyen por igual a ex y de en los co­
rrespondientes artículos, como si las tres preposiciones fueran
prácticamente sinónimas.
En una monografía de 134 páginas, de gran formato y letra
menuda, sobre la preposición latina de se llega a un total escep­
ticismo sobre la semántica de las preposiciones : “ imposible ha­
llar algún tipo de significado medio resultante de los innumera­
bles usos, y con frecuencia contradictorios, de una misma prepo­
172 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

sición” (A. Guillemin, La préposition “ de” dans la littérature<


latine, París, 1920, p. I l l ) .

2. En su estudio sobre las preposiciones, Viggo Brondal es­


cribe (p. 22) : “En la práctica gramatical y .lexicográfica se in­
siste generalmente sobre la variabilidad de las preposiciones (se­
gún la situación, el objeto o la función sintáctica). Cuanto más
pormenorizada es una exposición, mayor número de grupos, sub-
grupos y matices distintos comprende (hasta llegar a usos pura­
mente individuales) ... En cambio, lo que regularmente falta
(o se indica de un modo totalmente rudimentario) es la unidad
que se esconde tras esta multiplicidad, la fórmula unificadora
capaz de explicar precisamente cómo esas variantes son varian­
tes de una sola y misma unidad” ... (p. 25): “Una preposición
tiene un significado central y uno solo, cualquiera que sea el ob­
jeto al. que se aplique” .
Esos párrafos de Brondal constituyen todo un programa no
sólo para el capítulo de las preposiciones, sino para la sintaxis
en toda su extensión. ¿Qué otra cosa hemos pretendido a lo largo
de este estudio sobre los casos, sino intentar descubrir latinidad
básica en lengua de cada caso por encima de la variedad de sus
realizaciones en el habla?

3. En primer lugar, no podemos admitir que las preposicio­


nes (ni ningún otro signo lingüístico) tengan sentidos “ contra­
dictorios” en una lengua dada: por ejemplo, que la preposición
latina de signifique, como admite el Thesaurus, “ de arriba abajo”
y “ de abajo arriba” , o que in signifiqué “ a favor de” y “ en con­
tra de” .
En el plano de la lengua latina no hay sentidos “ contradicto­
rios” , ni siquiera “sentidos” en plural; la pluralidad y contradic­
ción son una ilusión contextual o una interpretación del latín
a través de sus posibles traducciones en nuestra lengua.
Así, senatus consultum in eos ( = Haeduos) factum (César,
B. G., 1, 43, 7) se traduce: “ decreto senatorial tomado a-favor-de
los Heduos” ; y, en cambio, habemus senatus consultum in te,
Catilina, uehemens et graue (Salust., Cat., 1, 1) se traduce:
“ contra ti, Catilina, tenemos un terrible decreto senatorial” .
LAS PREPOSICIONES 173

Pero la representación mental del hablante latino es la misma


en los dos textos. Dijimos en su lugar que no hay un dativo d¿
provecho y otro de daño, sino uno solo: el de interés; si el inte­
rés se resuelve en provecho o daño, será por sugerencia contex­
tual. De modo análogo, el in en in Haeduos o en in te sólo mira
a la noción única de “ dirección” o “ incidencia” sobre el término
en acusativo; y depende del contexto la posible interpretación
de la incidencia como favorable (“ a-favor-de” ) o desfavorable
(“en-contra-de” ) .

4. La sinonimia y polisemia son también ilusione ¿ y obede­


cen a las mismas razones contextúales o a las mismas traduc­
ciones interlinguales.

de corpore fugit (dolor) (Virg., En., 12, 421);


fugit e corpore sanguis (Ovid., Met., 14, 754);
fugit ab ara taurus (Lucano, 7, 165).

A fugit de, fugit e, fugit ab corresponderá en castellano una


traducción única: “ huye de...” . Esto puede llevarnos a creer que
no hay diferencia apreciable entre fugit de, fugit e, fugit ab,
y que, por lo tanto, el latín baraja arbitrariamente (o por como­
didades métricas) de, ex, ab como perfectos sinónimos en con­
textos idénticos, según tesis sostenida por F. Pradel (Bemerkun­
gen zu der Sprache und Technik der römischen Daktyliker,
“ Glotta” , 2, 1910, pp. 56-75).
La falta de signos castellanos equivalentes a las preposicio­
nes latinas (y, en general, a la mayoría de los signos, tanto lé­
xicos como gramaticales, del latín o de otra lengua cualquiera,
cf. supra, p. 60 y ss.) plantea problemas de traducción interlin­
gual que en la práctica se resuelven instintivamente con mayor o
menor acierto, pero cuya explicación racional permanece ocul­
ta la mayoría de las veces, y de la que conviene, no obstante,
tomar conciencia para evitar malentendidos.
Ejemplo:

natus ... ex (Argo patre), Plauto, Amph., 98;


(prisco) natus ab (Inacho), Horacio, Carm., 2, 3, 21.
174 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

Los traductores interpretan muy bien estos dos textos, res-


pectivamente, como:

“hijo de (padre Argiano)”


y “ descendiente de (el antiguo Inaco)” .

Los traductores caen en la cuenta de que en el primer caso


se trata de lo que nosotros llamamos un “hijo” y, en el segundo,
de lo que en nuestro código se llama un “ descendiente” .
Se nos plantean, pues, estos problemas de “equivalencias” :
a) ¿Qué significa natus? ¿ “Hijo” ?, ¿ “ descendiente” ? ¿O sim­
plemente “nacido” ?
Normalmente se admite sin escrúpulo la polisemia: se cree
que los tres significados son igualmente legítimos (y están in­
cluso consignados en los diccionarios bajo un solo artículo o bajo
artículos distintos) y que ha de dejarse al traductor la libertad
de elección que mejor cuadre al texto estudiado.
b) ¿Son equivalentes en latín ex y ab? Normalmente se ad­
mite también, sin escrúpulos, la sinonimia y, por lo tanto, nadie
se sorprende de su traducción “única” por el castellano de.
Por estos caminos es difícil salir de la pura subjetividad y
hacer ciencia, es decir, lograr explicaciones objetivas.
Si analizamos las unidades significativas latinas desde el in­
terior del latín, veremos que estas unidades significativas no son
terreno movedizo que cada cual puede sortear a su antojo e in­
terpretar por apreciaciones personales.
natus ex y natus ab son cosas distintas, y ambos términos de
cada grupo difieren, por el contenido, de lo que en castellano
parece corresponderles; a la manera de los matemáticos, pode­
mos establecer una serie de desigualdades e igualdades:

L a t ín :

natus ex φ natus ab;


ex φ ab;
natus = natus.
LAS PREPOSICIONES 17 5

L a t ín -C a s t e l l a n o :

natus = “nacido” ;
natus ab — “ descendiente de” ;
natus ex = “hijo de” ;
natus =j= “ descendiente (en lat., posterus)”;
natus φ “hijo (en lat., filius)”;
ex φ “ de” ;
ab φ “ de” .
El conjunto natus ab es equivalente, como mensaje, al con­
junto “ descendiente de” , y el conjunto natus ex ,es equivalente
al conjunto “ hijo de” ; pero no hay equivalencias de lengua a
lengua en las partes que integran los conjuntos: se trata de men­
sajes equivalentes en códigos distintos.
Interpretemos por separado las unidades significativa^ lati­
nas (sobre el significado que propiamente corresponde a ex y ab
cf. infra, p. 177 y ss.) :
natus-ex (aliquo) = “ nacido”-“ inmediatamente de (alguien) ” ,
o sea, prescindiendo de la forma interior del latín, y pensando
a la española, “ hijo de (alguien)” ;
natus-ab (aliquo) = “ nacido”-“mediatamente de (alguien) ” , o
sea, pensando en castellano, “ descendiente de (alguien)” .
Todo esto puede ilustrarse esquemáticamente:
A) natus ex = “hijo de” :

Forma latina . . natus ( = 1) ex ( = 2 + 3)


(1) + (2 + 3) —

Contenido de ambos
nacido -inmediatamente ■ — de —
mensajes (el latino
y el castellano) ( 1) ( 2) (3)

Forma castellana . . . . hijo ( = 1 + 2) de ( = 3)


= (1 + 2) + ( 3 )

B) natus ab = “descendiente de” :

Forma l a t i n a ..................................... natus (1) ab (2 + 3)


( 1 ) + ( 2 + 3) =

Contenido de ambos
mensajes (el latino J^>
(1) (2) (3)
y el castellano)

Forma castellana................................ descendiente (1 + 2) de (3)


= (1 + 2 ) + ( 3 ) -
176 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

Desmontando así el mecanismo de las equivalencias se ve


que la traducción tiene sus fundamentos objetivos y no es fruto
de apreciaciones subjetivas.

§ 4. — Las preposiciones en particular

1. — C u e s t i ó n q v a : per

Per responde a la cuestión q va (“por donde” ). Evoca siempre


un movimiento a través de una extensión continua o discontinua
y recorrida total o parcialmente.
A falta de un signo equivalente en nuestra lengua, acudire­
mos a diversos signos castellanos que, con su mayor compren­
sión (en rasgos pertinentes) y menor extensión, recogerán uno
u otro aspecto contextual del’ per latino (con menor compren­
sión y mayor extensión que cualquiera de los términos o circun­
locuciones que le corresponderán en nuestras traducciones) :
por (el signo castellano que más se acerca al latín per y cubre,
por lo tanto, la mayoría de sus usos), a-través-de, sobre, por-
medio-de, durante, etc.

coronam auream per forum ferre (Cic., Att., 14, 16, 2), “ lle­
var la corona áurea por el foro” ;

uagi per castra (Livio, 30, 4, 2), “ desperdigados por el cam­


pamento” ;
per membranas oculorum cernere (Cic., Nat. deor., 2, 142),
“ver a-través-de los ojos” ;
per corpora transire (César, B. G., 2, 10, 2), “pasar sobre
los cadáveres” ;

sacra per mulieres confici solent (Cic., Verr., 4, 99), “los sa­
crificios suelen hacerse por-medio-de mujeres” ;
per triennium (Cic., Verr., 4, 136), “ durante un trienio” .
LAS PREPOSICIONES 177

2 . — C u e s t ió n v n d e : d e, e x , a b

Las tres preposiciones de, ex y ab responden a la cuestión


vnde (“ de dónde” ), es decir, expresan por igual el alejamiento
a partir de algo. Pero de no expresa más que eso; en cambio, ex
y ab son más precisas : añaden un rasgo peculiar a la noción de
alejamiento; ex denota un alejamiento a partir “ del interior” y
ab a partir “ del exterior” del objeto.
Cicerón, en uno de sus discursos (Pro Caecina, 87 y ss.), se
complace en jugar con las diferencias que oponen entre sí a estas
tres preposiciones. He aquí algunos párrafos de los mas notables
(87-88) :

Si qui m eam familiam de m eo fu n ­ Si alguien expulsara a m i personal


do deiecerit, e x eo m e loco deiecerit; de mi tierra, a mí mismo m e expul­
si qui mihi praesto fu erit cum arma­ saría de ella; si alguien se presenta­
tis hominibus extra m eum fundum et ra ante m í con gente armada fuera
m e introire prohibuerit, non e x eo, de m i tierra y me prohibiera entrar
sed ab eo loco m e d eiecerit... (en ella), no m e expulsaría d el-in te-
rior, sino de-las-proxim idades de ese
lugar...

Vnde deiectus est Cinna? ¿D e dónde fue expulsado Cinna?


— E x urbe. — D el-in terior-d e la ciudad.
V nde deieçtus Telesinus? ¿D e dónde fu e expulsado Telesino?
—A b urbe. — D e-las-proxim idades-de la ciudad.
Vnde d eiecti Galli? ¿De dónde fueron expulsados los ga­
—A Capitolio. los?
— De-las-proximidades del Capitolio.
Vnde qui cum G raccho fuerunt? ¿D e dónde los partidarios de G raco?
—Ex Capitolio. —D el-in terior-d el Capitolio.
Videtis igitur hoc uno v erbo vn d e Veis, pues, que con la misma pa­
significari■res duas, et e x quo et a labra v n d e se pueden expresar dos
quo. cosas: “del interior de” y “ de las
etc., etc. proximidades d e” .
etc., etc.

Como es fácil observar, Cicerón inicia esta larga disertación


lingüística con el término no caracterizado de: de meo fundo;
y luego establece la oposición ex / ab como términos caracteri­
zados y opuestos ambos al impreciso' de.
Todos los teóricos antiguos coinciden al explicarnos la semán­
tica de estas tres preposiciones. “Estas preposiciones no signi-
178 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

fican una sola y misma cosa, como algunos creen. Efectivamente,


no es lo mismo “ venir a theatro y ex theatro. Pues quien dice
a theatro no afirma que venga del mismo teatro en sí, sino de
un lugar que se halla próximo al teatro; quien afirma venir ex
theatro viene del mismo teatro (Diomedes, GLK, I, p. 415).
No serían intercambiables a y ex en este ejemplo de Plauto
(Trin., 771):

quasi ad adulescentem a patre ex Seleucia ueniat, “ (se pre­


senta) ante el joven como si viniera de Seleucia de-parte-de su
padre” .

Los grandes escritores no barajan al azar las preposiciones


aun cuando aparentemente lo hacen. Marcial escribe (IV, 61,
9-10) :
Here de theatro, Pollione cantante,
cum subito abires...

“ ayer, cuando de pronto te ibas del teatro, a pesar de estar


cantando Polión...”

De buenas a primeras choca el de theatro; cualquier latinista


actual preferiría ex theatro, y cree que Marcial cedió aquí a “ ne­
cesidades métricas” . Sin embargo, el de tiene plena justificación
en lengua. Si prestamos atención al contexto, vemos que Marcial
pone el acento no en el hecho de que Mancino se vaya “ del-inte-
rior-del teatro” (en cuyo caso era de esperar ex theatro), sino
en que se retire en plena actuación de un célebre artista, que
abandone “la sesión” en un momento del mayor interés.
La misma justificación valdría para todo el material a que
alude Guillemin en una observación puramente empírica, pero
muy objetiva: “ Se hallan con mucha frecuencia complementos
con de junto a verbos que denotan salida y alejamiento cuando
se trata de locales, lugares de reunión, asambleas, etc., con una
función en la vida privada y pública de los romanos” (La ‘p répo­
sition “ de” ..., p. 13).
Como término neutro, de puede usarse por ab o ex: de meo
fundo deiectus sum, de prouincia uenio, etc. Resulta curioso oír
a Terentius Scaurus (GLK, 7, 31, 1 y ss.) que distingue perfecta­
mente ex y de, pero califica de incorrecto el uso del impreciso
LAS PREPOSICIONES 179

de por ex: "de” quoque nonnumquam perperam ponitur pro


“ e x ” , ut cum “de prouincia uenire” quis dicit...
De acuerdo con la aludida semántica, para indicar el origen
familiar de las personas se usan, regularmente, ex ante el nom­
bre de los padres, ab ante el nombre de los antepasados (origen
lejano en general) y de ante “ orígenes” menos claros y precisos :

ex: filia nascitur e x me (Juv., 9, 83) ;


ex Philippa matre natam (Plauto, Ep., 636);
Amphitruo natus ex Argo patre (Plauto, Amph., 98) ;
etc. *
a: a loue ortus (Cic., Plane., 59), “ descendiente de...” ;
prisco natus ab Inacho (Hor., Carm., 2, 3, 21), “descen­
diente de...” ;
etc.
de: de gente nasci (creari, gigni, etc.)
de stirpe
de sanguine
de paelice natus, “hijo de cortesana”, con cierta discre­
ción que no tiene ex paelice filius.

3 .— C u e st ió n qvo: in con acusativo y ad

Al grupo preposicional de-ex-ab, contestando a la cuestión


vnde , corresponde, en contestación a la cuestión qvo (“hacia
dónde” ), el par ad-in.
Sigamos oyendo el testimonio de Diomedes (GLK, p. 415) :
“A estas preposiciones ( = de, ex, ab) se oponen ad e in, que tam­
poco significan una sola y misma cosa, porque in forum ire es
‘penetrar en el foro en sí’, pero ad forum ire es ‘ir a un lugar
cercano al foro’ : así, no es lo mismo in tribunal y ad tribunal
uenire, ya que ad tribunal uenit litigator ( = ‘ante el tribunal
viene o se presenta el litigante’); en cambio, in tribunal uenit
praetor aut iudex ( = ‘al tribunal viene o dentro del tribunal
penetra el pretor o el juez’) ” .
Existe, pues, entre ad e in la misma relación que vimos entre
ah y ex; frente al ejemplo de Plauto citado supra (a patre ex
180 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

Seleucia, de Trin., 771) he aquí el paralelo (Captiui, 43) con,


ad e in:

reducemque faciet liberum in patriam ad patrem, “y lo hará


volver libre a su patria ante su padre” .
Obsérvese igualmente:

a-ad: fossam a maioribus castris ad minora perduxit (César,


B. G., 1, 36, 6), “ dispuso un foso desde el campa­
mento mayor hasta el menor” ;
ex-in: ex castris in oppidum sese recipiunt (César, B. G., 2,
35, 5), “partiendo de (el interior de) el campamento
se refugian en (el interior je) la plaza fuerte” ;
ex-ad: e castris egressi ad Rhenum contenderunt (César,
B. G., 1, 27, 4), “ saliendo de (el interior de) el cam­
pamento se dirigieron al ( = a la orilla del) Rin” .

Ante las tres preposiciones de la cuestión vnde sólo hay pa­


ralelo para dos en la cuestión qvo ; queda sin correspondencia
el de. Sin embargo, aquí nos parece observar una evolución en
el período histórico del latín, En la época arcaica, ob aparece con
un claro sentido local “hacia” que podría situarse junto al par
ad-in como término simétrico de de frente a ex-ab:

ob Romam legiones ducere (Ennio, Ann., 297);


ob portum obuagulatum ito (XII Tablas, 2, 3), “ id a ar­
mar escándalo ante su puerta” ;
follem obstringit ob gulam (Plauto, Aul., 302), “ aprieta
la bolsa contra el cuello” ; etc.

Festo afirma taxativamente que “los antiguos usaban ob en


lugar de ad” . Y este ob local puede rastrearse en toda la lite­
ratura latina entre los autores adictos a la tradición primitiva:
Virg. (En., 12, 865), Cicerón (Rab. Post., 39) y, sobre todo, Apu-
leyo, del que citamos algunos ejemplos:
Met., 8, 15: ob iter illud qua nobis erat commeandum iacere
semesa hominum corpora, “ a lo largo de la ruta que debíamos
recorrer yacían cadáveres humanos medio roídos” ;
LAS PREPOSICIONES 181

ibidem, 10, 27 : ob incepti negotii persecutionem, “para com­


pletar el negocio emprendido” . Los editores modernos suelen
rechazar este ob, perfectamente atestiguado por la tradición ma­
nuscrita, y ponen en su lugar un ad.

4. — C u e st ió n v b i : in con ablativo y ad

1) Es algo ambigua la fórmula según la cual in con acusa­


tivo indica movimiento, y con ablativo indica reposo. Tanto mo­
vimiento y ausencia de reposo hay en in foro curro .(“ estoy co­
rriendo en el foro” ) o in foro ambulo (“estoy paseando en el
foro” ) como en in forum curro (“ voy corriendo al foro” ) o in
forum ambulo (“ voy paseando al foro” ) . La diferencia real está
en la permanencia o el desplazamiento.
In foro denota “permanencia en el foro” con o sin movi­
miento :
con movimiento: in foro ambulo, “ estoy-paseando en el foro” ;
sin movimiento: in foro sedeo, “ estoy-sentado en el foro” .
In forum denota “ desplazamiento con relación al foro” , haya
o no haya movimiento en el sujeto “ desplazado” :
con movimiento: in forum ambulo, “voy-paseando al foro” ;
sin movimiento : sella in forum uehor, “ voy-(transportado) en
litera al foro” .
Puede observarse en estos ejemplos una notable diferencia
entre el latín y el castellano : el latín expresa el movimiento o la
ausencia del movimiento en el verbo (curro, ambulo - sedeo,
uehor) y el desplazamiento o ausencia del desplazamiento en el
giro preposicional (in forum - in foro); el castellano normalmente
expresa mediante el verbo el desplazamiento o permanencia
(“voy” - “ estoy” ) y añade el movimiento como una modalidad
—adverbial o predicativa— del desplazamiento (“ corriendo” ,
“ paseando” ) ; cf. “voy andando” y “ voy mecanizado” ; esta última
expresión es equivalente, por el contenido, de uehor, aunque
nuestras máquinas de transporte difieran de los vehículos anti­
guos. Como dijimos antes en nuestro análisis de natus ex y na­
tus ab, se articulan los elementos del contenido en forma muy
distinta.
182 INTRODUCCION A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

2) El juego del acusativo o ablativo con in se repite con super


y sub:
ensis super ceruice pendit (Horacio, Carm., 3, 1, 17), “la es­
pada cuelga sobre su cabeza” ;
super aspidem adsidere (Cic., Fin., 2, 59), “ sentarse sobre
una serpiente” .
sub terra esse, “ estar bajo tierra” ;
sub terram ire, “ ir bajo tierra” .
Frente a sub o super, el término genérico in puede polari­
zarse y ser, por lo tanto, equivalente a super (frente a sub) o a
sub (frente a super); así (CIL., I2, 1211), de una madre que ha­
bía tenido dos hijos se dice que
horunc alterum
in terra linquit, alium sub terra locat,
“ de estos dos hijos deja a uno en ( = sol ··) la tierra, al otro bajo
la tierra” (es decir, uno le sobrevive, el otro le precede en la
muerte).

3) Con muchos verbos de movimiento (condere, ponere, col-


locare, figere, statuere, congregare, cogere, etc.), el hablante
latino puede centrar su atención ya sea en el desplazamiento, ya
sea en el emplazamiento resultante del desplazamiento:

condere in puteum (Plauto, Aul., 347);


condere in pectore (Plauto, Pseud., 941).

Aquí nos conformamos generalmente con una interpretación


insensible a la diferencia que hay entre in con uno u otro caso:

“ esconder en el pozo” ;
“ esconder en el corazón” .

Pero si queremos traducir “la mentalidad” latina, hemos de


acudir a verbos dinámicos o estáticos:

“ir-a-esconder al pozo” ;
“tener-escondido en el corazón” (recuérdese que tener es
forma transitiva de estar).
LAS PREPOSICIONES 183

4) Con las restantes preposiciones no establece el latín nin­


guna diferenciación entre las cuestiones q v o y v b i ; confía a la
semántica verbal la interpretación según una u otra noción, como
hace el francés en “Je vais à Madrid y “Je suis à Madrid” , frente
al castellano “ Voy a M.” , “Estoy en M.” .
Ad sirve igual para expresar la aproximación a un lugar
( q v o ) o la situación en las proximidades de un lugar ( v b i ) :

ad urbem uenire (Cic., Verr., 2, 167), “ venir a...” ;


ad urbem esse (Cic., Verr., 2, 21), “ estar en...” .
t

En e l s ig u ie n te e je m p lo a p a r e c e ad s u c e s iv a m e n t e c o m o lu -
gar-V B i y lu g a r-Q V o:

Inter proelium ... ad castra Romana pugnatum est adtiërsus


partem copiarum ... ad castra missam (Livio, 4, 19, 7), “En el
transcurso del combate se luchó junto al campamento contra el
contingente de fuerzas enviado al campamento” .

5. — O t r a s p r e p o s ic io n e s

Junto al genérico in (“ hacia” con acusativo o “ en el interior


de” con ablativo) surgen como especificaciones :

Inter, “ en el interior de” , tratándose de unidades disconti­


nuas: inter bina castra (César, B. C., 3, 19, 1), “ entre ambos
campamentos” ;
Inira-extra: intra, “ en el interior de” , con perspectiva de un
límite frente “ al exterior” ; extra, “ en el exterior de” , con pers­
pectiva de un límite frente “ al interior” :
suos intra castra continuit (César, B. G., 5, 58, 1), “retuvo
a los suyos en el interior del campamento” ;
extra castra congrediemur (Cic., Phil., 12, 28), “nos reuni­
remos fuera del campamento” ;
intra eoctraque munitiones (César, B. C., 3, 72, 2), “ dentro
y fuera de las fortificaciones” .
184 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATÍN

Sub-super: ya nos hemos referido a la situación “ encima-


debajo” con sub-super (cf. supra, p. 182).
Infra-supra: obsérvese, frente a in luna (Cic., Nat. Deor., 2,
88), infra lunam (Cic., Nat. Deor., 2, 56), “ bajo la luna” ; supra
lunam (Cic., Rep., 6, 17), “ sobre la luna” .

Junto al genérico ad (“ hacia o en las proximidades de” ) ca­


ben las siguientes precisiones situacionales :
Circa o circum (sinónimos), “ alrededor de” :
(Galbae caput) circum castra portarunt (Suetonio, Galba,
20), “ llevaron la cabeza de Galba alrededor del campa­
mento” ;
erant circum castra Pompei colles (César, B. C., 3, 43, 1),
“había colinas alrededor del campamento de Pompeyo” ;
circa castra, circa urbem fuerat certamen (Livio, 10, 44,
10), “había habido lucha alrededor del campamento, alre­
dedor de la ciudad” .
Ante-post; pro-contra; prae: ante, “ delante de” , y post, “ de­
trás de” , expresan la relación antero-posterior más general:
ante oppidum considunt (César, B. G., 7, 79, 4), “ toman
posiciones ante la plaza fuerte” ;

post castra esse (César, B. G., 2, 9, 3), “ estar detrás del


campamento” .

pro y contra expresan situaciones más complejas; pro, “ de­


lante dando la espalda al lugar de referencia” ; contra, “ delante
dando la cara al lugar de referencia” :
in statione pro castris erant (César, B. C., 1, 43, 4), “ esta­
ban de guardia ante el campamento (para defenderlo)” ;
contra Labieni castra considunt (César, B. G., 7, 58, 6),
“ se sitúan ante el campamento de Labieno (para ata­
carlo)” .

Como es fácil observar, pro y contra son un “ delante de”


situado en el exterior del lugar de referencia y con la doble
orientación señalada para el sujeto y el objeto; prae es un “ de­
LAS PREPOSICIONES 185

lante-de” sin solución de continuidad con el lugar de referencia


u objeto :. “ indica la posición no ‘delante’, sino ‘en la parte
anterior’ de un objeto...; prae especifica la porción anterior del
objeto en relación con la porción posterior” (Benveniste, Le sys­
tème sublogiqúe des prépositions en latin, TCLC., 5, 1949, p. 176-
184); prae aliqua re es, pues, “ en el límite o extremo anterior
de una cosa” ; sobre esta base semántica explica acertadamente
Benveniste todos los usos de prae y, concretamente, su sentido
“ causal” y “ comparativo” :
prae laetitia lacrimae prosiliunt mihi (Plauto, Stich., 466),
“ al-límite-de la alegría ( = “ a causa de la alegría” ) me
saltan las lágrimas” ;
prae gaudio loqui nequit, “en-el-extremo-de “a causa
de” ) su alegría no puede hablar” ;
prae candoribus tuis sol occaecatust (cf. Plauto, Men.,
181), “en-el-extremo-de ( = “ al-lado-de” o “ en-compara-
ción-de” ) tu esplendor palidece el sol” .

Cis, citra - trans, ultra, “ del lado de acá” - “ del lado de allá” .
La situación se determina por referencia a un límite y el límite
está orientado a su vez por la posición de un observador:
cis Padum ultraque (Livio, 5, 35, 4), “ de este y del otro
lado del Po” ;
omnibus ultra castra transque montes exploratis (Livio,
22, 43, 7), “ explorados todos los lugares al otro lado del
campamento y tras las montañas” .

Prope, propter, praeter: prope, “ cerca de”, sin excluir la


propinquitas, que alcanza el límite, extiende la noción de “ cerca­
nía” a un área no colindante con él:
copias prope castra uidere (César, B. G., 1, 22, 3), “ver
tropas en las cercanías del campamento” .

Lo mismo ocurre con propter, como derivado de prope:


propter Platonis statuam consedimus (Cic., Brutus, 24),
“ nos sentamos junto a la estatua de Platon” ;
186 INTRODUCCIÓN A LA SINTAXIS ESTRUCTURAL DEL LATIN

fanum eius est in agro propter ipsam uiam (Cic., Verr., 4,


96), “su santuario está en el campo junto a la misma vía” ;
agros propter Karthaginem nouam uendit (Cic., De leg.
agr., 2, 51), “ vende unos campos en las cercanías de Car­
tagena” .
praeter, derivado de prae, denota un punto de contacto tran­
sitorio:
(Ariouistus) praeter castra Caesaris suas copias traduxit
(César, B. G., 1, 48, 2), “Ariovisto hizo pasar sus fuerzas
ante (“rayando el límite de” ) el campamento de César” ;
mustela murem abstulit praeter pedes (Plauto, Stich., 460),
“ una comadreja cobró a mis pies un ratón” .

cum-sine hacen el mismo juego que nuestro “ con-sin” :


(ibo) cum fratre an sine eo cum filio? (Cic., Att., 8, 3, 5),
“ (¿he de ir) con mi hermano o sin él (y) con mi hijo?”

§ 5. Addenda

N ota I. — No nos detenemos en el examen de otras prepo­


siciones menos sistematizadas, como apud, secundum, (ad)uersus,
coram, causa, gratia, etc. Su semántica no ofrece oscuridades y
está aún visiblemente ligada a formas “ sustantivas” de todos
conocidas.

N ota II. — Hemos prestado atención exclusiva al sentido “lo­


cal” de las preposiciones; del sentido local irradia, sin violencia,
el sentido “temporal” y los diversos sentidos “figurados” o “no­
cionales” . Nos limitaremos a dar algunos ejemplos.
ante urbem es “ ante la ciudad” (sentido local estricto) ; pero
ante hunc diem será “ antes del día de hoy” (sentido “ temporal” ) ;
el contexto también nos invita a ver sentido temporal en ante
tubam (Virgilio, En., 11, 424), “ antes (del toque) de la· trom­
peta” ; por último, en ante alios pulcherrimus omnis Turnus (Vir­
gilio, En., 7, 55) tendremos — ¡en nuestra traducción!— un ante
comparativo: “Turno, más hermoso que todos los demás” .
LAS PREPOSICIONES 187

Nos hemos referido a ab en su sentido local, acompañando


al punto de partida. Ahora bien: según varíe la naturaleza del
sustantivo tomado como punto de referencia y la naturaleza de
lo que situemos frente a ese punto de referencia variarán nues­
tras traducciones por no sernos usual la representación unitaria
que se hace el latín de situaciones diversas para nuestra men­
talidad :
A ) Varía la semántica del sustantivo regido por la preposi­
ción: ab urbe (uenio) — “ (vengo) de la ciudad” ; pero ab urbe
condita es “ temporal” , porque el grupo regido urbet condita con­
tiene “ un suceso” , y automáticamente nos situamos en la línea del
tiempo; por la semántica del sustantivo hay noción temporal en
a principio, “ desde el principio” , y sugerencia temporal en a
puero, “ desde la niñez” , etc.; a parece causal en (mare) a'sole
(conlucet), “ (el mar brilla) a-partir-de ( = por efecto de, a causa
de) el sol” , etc.
B) Varía lo que situamos frente al punto de referencia: en
si quid ei a Caesare grauius accidisset nos parece hallarnos ante
un a “ separativo” ; pero en si quid ei a Caesare grauius inlatum
esset ya queremos ver un a distinto, un a que exprese el sujeto
agente (sobre este y otros ejemplos cf. supra, p. 160 s.). “El senti-
tido de ab explica que haya podido servir para introducir el com­
plemento del verbo pasivo, no, como se dice con frecuencia, para
expresar el nombre del agente, el sujeto “ lógico” de la acción,
sino ... para indicar de quién procede la acción expresada por
el verbo; así, en iniuria abs te ( = que me viene de ti) afficior,
el sentido de abs es el mismo que en leuior est plaga ab amico
quam a debitore (Cic., Fam., 9, 16, 7), “la herida es más leve
inferida por un amigo que por un deudor” (Ernout-Meillet, Dic­
tionnaire Etymol., s. u.).
Por último, en numerosas construcciones, como doleo ab
oculis, “me duelen los ojos” (literalmente, “ sufro de-parte-de los
ojos” ); petere (regem) a loue, “ pedir (un rey) a Júpiter” (lite­
ralmente, ab loue = procedente-de Júp.); timere ab aliquo, “ te­
ner miedo de-parte-de alguien” , o, mejor, “ temer a alguien” , etc.,
nuestras gramáticas soslayan el problema diciendo, simplemente,
que esos verbos se construyen con la preposición ab, como si ello
constituyera una explicación o como si no fuera posible averi­
guar las correspondencias entre las unidades significativas.
CUARTAPARTE

LA ORACIÓN
I

EL ORDEN DE PALABRAS EN LATÍN CLÁSICO *

§ 1. — Introducción

El primer autor moderno que se ha interesado por el orden


de las palabras en las lenguas clásicas ha sido H. Weil (De Vordre
des mots dans les langues anciennes comparées aux langues mo­
dernes, Paris, 1844, 2.a ed. 1869). El interés por la cuestión se ha
mantenido a cierto apreciable nivel hasta principios del siglo
actual; desde entonces ha decrecido muy sensiblemente: basta
para comprobarlo recorrer nuestros repertorios bibliográficos.
Los manuales universitarios más utilizados en la actualidad
no tocan en absoluto el problema o pasan rápidamente, como
sobre ascuas, si aluden a él. Los manuales a que nos referimos
son concretamente las sintaxis latinas, ya que no puede asignarse
al orden de palabras un lugar fuera de la sintaxis y, por otra
parte, no hay problema más propiamente sintáctico que la orde­
nación de los elementos que integran la unidad de la frase.
Tal vez la razón del escaso interés por el orden de las palabras
latinas se explique, en buena medida, por la propia obra de Weil
y de sus seguidores, cuya doctrina, más bien negativa, se ha
impuesto con demasiada facilidad en el ámbito de nuestros estu­
dios. Las conclusiones de Weil, aceptadas prácticamente sin re­
servas, vienen a ser éstas: Frente a las lenguas modernas, que
son lenguas de construcción fija, las lenguas antiguas son lenguas
de construcción libre; es cierto que los latinos tienen marcada
predilección por colocar sus verbos después de los complementos;

* Este capítulo se p ublicó com o artículo independiente en H om enaje a Antonio


T ocar, Gredos, Madrid, 1972, pp. 403-423.
192 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LA TIN

es cierto igualmente que hay en latín muchos giros de palabras


fijas; pero no cabe pretender fundar sobre esas observaciones un
sistema de construcción usual ya que cualquier regla se vería
“ cien veces quebrantada” en cada página de cualquier autor la­
tino.
Por otra parte, y sin afán de paradoja, nos atreveríamos a
afirmar lo siguiente: los escasos autores que, de un siglo a esta
parte, han pretendido defender teóricamente el orden de las pa­
labras en latín, han conseguido un efecto contraproducente: dan
al lector la impresión real de que no existe ningún orden en la
colocación de las palabras. Pensamos ahora en obras muy repre­
sentativas como la tan manoseada y tantas veces reeditada y
traducida estilística latina de E. Berger, con sus 70 páginas sobre
el orden de palabras o como los tres volúmenes de Marouzeau
sobre el mismo tema.
Según estos autores son tantos los principios reguladores deí
orden y tantas las excepciones y contraexcepciones a tener en
cuenta que el lector acaba preguntándose si sus reglas merecen
ser recordadas o si el título apropiado a sus trabajos es el de “el
orden” o el “desorden” de las palabras en latín.
Nosotros creemos que en el gran período clásico existe un
principio general que realmente rige la ordenación de las pala­
bras latinas; y pensamos que no puede menospreciarse su alcance
ya que, aunque “cien veces quebrantado en cada página” , como
— ¡con notoria hipérbole!— , dijo Weil, es patente también en
cada página que la relación entre orden excepcional y orden
habitual, lejos de ser equilibrada, supone siempre un triunfo
rotundo del orden sobre las desviaciones, de tal modo que la
norma no se oscurece nunca y sirve precisamente de pauta o
punto de referencia para contrastar las desviaciones que se pue­
dan presentar.

§ 2 . — Los latinos tenían conciencia de una ordenación natural


de las palabras en su lengxia

En este punto nos parece que el sentir de los hablantes latinos


con relación a su lengua fue aproximadamente el mismo que
tiene un hablante románico con relación a la suya. Pero una cosa
EL ORDEN DE PA LABRAS EN L A TIN CLASICO 193

es “sentir” la natural ordenación de las palabras y otra muy


distinta es llegar a formular los principios que rigen tal ordena­
ción. Más todavía, el orden de palabras en la propia lengua pa­
rece cosa tan natural y tan sabida que apenas despierta una
espontánea curiosidad por estudiarlo y formular los principios
teóricos que rigen dicha ordenación.
Repetimos que los hablantes latinos, como los actuales ha­
blantes románicos, nos parecen dar por supuesto un orden na­
tural de las palabras en sus frases. Aluden muchísimas veces a
esa ordenación espontánea, aunque lo hacen de pasada y sin
insistir, como refiriéndose a algo que nadie pone en duda ni
necesita demostración.
He aquí una serie de testimonios en apoyo de nuestra tesis.

Testimonios de Quintiliano. — Quintiliano es sin duda el au­


tor antiguo más explícito y que más reiteradamente se refiere a
“ un orden normal” de las palabras en latín. Transcribimos en
primer lugar un texto suyo bastante largo pero que nos resistimos
a recortar, ya que nos parece ilustrativo en toda su extensión.
Subrayamos en negritas las expresiones más interesantes y sobre
ellas centraremos nuestro breve comentario.
Inst. Orat., VIII, 6, 62 ss.:
62. Hyperbaton... id est uerbi transgressionem (“el despla­
zamiento de una palabra” ), quoniam frequenter ratio composi­
tionis et decor poscit, non inmérito inter uirtutes habemus. Fit
enim frequentissime aspera et dura et dissoluta et hians oratio,
si ad necessitatem ordinis sui uerba redigantur et, ut quodque
oritur, ita proximis, etiam si uincire non potest, adligetur. 63.
Differenda igitur quaedam et praesumenda, atque ut in structuris
lapidum impolitorum loco, quo conuenit, quodque ponendum.
Non enim recidere ea nec polire possumus, quo coagmentata se
magis iungant, sed utendam iis, qualia sunt eligendaeque sedes.
64. Nec aliud potest sermonem facere numerosum quam oppor­
tuna ordinis permutatio; ñeque alio ceris Platonis inuenta sunt
quattuor illa uerba, quibus in illo pulcherrimo operum in Pi­
raeum se descendisse significat, plurimis modis scripta, quam
quod eum quoque maxime numerosum facere experiretur.
(Sigue este ejemplo: “Animaduerti, iudices, omnem accusa­
toris orationem in duas diuisam esse partes” ( = Cic., pro
194 IN TRODUCCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LATIN

Cluent., 1). Nam “ in duas partes diuisam esse” rectum erat, sed
durum et incomptum.
Observaciones:
1. Parecen especialmente significativas las siguientes expre­
siones: a) “El hipérbaton, es decir, el desplazamiento de una
palabra...” ; b) “ si las palabras se sometieran al imperativo de
la ordenación que propiamente les corresponde” ; c) “ Un opor­
tuno cambio de ordenación...” .
Parece evidente que no podría hablarse de hipérbaton, de
desplazamiento de una palabra, de la imperativa ordenación que
propiamente corresponde a las palabras, sin tener in mente un
orden básico y previo como punto de referencia y contraste para
las desviaciones que se mencionan.
2. En el texto (tomado de Cicerón, pro Cluent., 1) que Quin­
tiliano trae a colación para ejemplificar un hipérbaton, quizá
convenga recordar que no hay más que una desviación al orden
normal de las palabras latinas y es precisamente la desviación
que anota Quintiliano: sólo la palabra partes está fuera de su
sitio; pero no es raro que modernamente se vea un hipérbaton
más llamativo en accusatoris; evidentemente es ésta una falsa
perspectiva moderna que descubre desviaciones imaginarias por
tomar como punto de referencia la ordenación normal en nuestras
lenguas actuales.
3. Pero quizá lo más ilustrativo de esta larga cita de Quin­
tiliano sea su comentario final: Nam “in duas partes diuisam
esse” rectum erat, sed durum et incomptum (es decir, in duas
partes diuisam esse hubiera sido lo normal, pero resultaría duro
y sin arte). El sentido de rectum erat no es aquí en modo alguno
dudoso. Y esto nos permitirá afirmar más adelante cuando Quin­
tiliano nos hable del rectus ordo uerborum, que no puede refe­
rirse más que al “ orden normal” u “ orden básico” de las palabras
latinas.
En el libro IX Quintiliano repite la misma doctrina y añade
nuevas e importantes precisiones:
Inst. Orat., IX, 4, 26-27 : Vetbo sensum eludere, multo, si com­
positio patiatur, optimum est. In uerbis enim uis est. Si id aspe­
rum erit, cedet haec ratio numeris, ut fit apud summos Graecos
Latinosque oratores frequentissime. Sine dubio erit omne, quod
non chidet, hyperbaton...
EL ORDEN DE PALABRAS EN LA TIN CLASICO 195

Non enim ad pedes uerba dimensa sunt, ideoque ex loco trans­


feruntur in locum, ut iungantur quo congruunt maxime, sicut
in structura saxorum, rudium etiam ipsa enormitas inuenit cui
applicari et in quo possit insistere. Felicissimus tamen sermo est,
cui et rectus ordo et apta iunctura et cum his numerus oppor­
tune cadens contigit.
Merece especialísima atención la afirmación final de la cita:
“ Sin embargo, el discurso mejor logrado es aquél en que se dan
el orden normal, el adecuado ensamblamiento y, a la vez que
esto, una combinación métrica adecuada” .
He aquí, ya sin comentarios, otros testimonio^ de Quintiliano :
I, 5, 39: Transmutatione, qua ordo turbatur (Y siguen aquí
ejemplos de esos desplazamientos de palabras que perturban el
orden normal).
VIII, 2, 22: Nobis prima sit uirtus perspicuitas, propria·uerba,
rectus ordo, non in longum dilata conclusio “Para nosotros la
primera cualidad es la claridad, la propiedad de las palabras, su
orden normal, un período que no difiera mucho su conclusión” .
IX, 1, 6-7: In hyperbato commutatio est ordinis... Transfert
tamen uerbum aut partem eius a suo loco in alienum. .. Et propiis
uerbis et ordine collocatis figura fieri potest “En el hipérbaton
hay una inversión del orden normal... [El hipérbaton] traslada
una palabra o parte de ella de su sitio propio a otro sitio que no
es el suyo... [Frente al hipérbaton] con palabras propias y colo­
cadas -en el orden normal puede darse una figura de dicción” .
IX, 3, 91: Verborum autem concinna transgressio, id est hy­
perbaton “ Una inversión elegante de los vocablos, es decir el
hipérbaton... (Cicerón usa la misma expresión en de orat., III,
207).
IX, 4, 32: ... uitiosa locatio uerborum... Si [ordo] uitiosus
est, licet et uincta et apte cadens oratio, tamen merito incompo­
sita dicatur.

Testimonios de Cicerón. — En lo que afecta al orden de las


palabras ningún autor nos ha dejado traslucir su conciencia lin­
güística con tanta claridad como Quintiliano. Sin embargo, vale
la pena recordar aquí todavía algunos testimonios más. Y, en
primer lugar, los de Cicerón.
Quintiliano inicia el capítulo de compositione (IX, 4), donde
196 IN TRO DU CCIÓN A L A S IN T A X IS E ST R U C T U R A L DEL LA TÍN

precisamente hemos hallado sus indicaciones más claras y ex­


tensas sobre nuestro tema, con un cálido elogio de Cicerón: “ So­
bre la composición, en verdad no me atrevería a escribir después
de Marco Tulio (y dudo que haya en su obra otra parte más cui­
dada que ésta), si sus contemporáneos no se hubiesen atrevido
ya a criticarlo incluso en cartas dirigidas a él personalmente...
Por lo tanto seguiré a Cicerón en la mayoría de las cuestiones...;
en algunos puntos tal vez me separe de él” .
Esta declaración de Quintiliano nos indica ya que el sentir de
Cicerón sobre la collocatio uerborum coincidirá sustancialmente
con las teorías de Quintiliano expuestas anteriormente.
Pero hemos de reconocer que el pensamiento de Cicerón sobre
la ordenación de las palabras no transparenta con demasiada
claridad. La gran preocupación del orador es la prosa oratoria;
se extiende pues en numerosos capítulos (Orator y de oratore)
sobre la armonía de la frase, las cláusulas rítmicas y la concin­
nitas uerborum (“ la artística disposición de las palabras” ), sin
oponer esa concinnitas uerborum al ordo rectus uerborum como
ocurría frecuentemente en Quintiliano.
Con todo y gracias a la ayuda de Quintiliano, podemos des­
cubrir el pensamiento de Cicerón e interpretar su vacilante ter­
minología.
Empezaremos por descifrar tres textos del Orator que" son
clave para nuestro problema :
201. Terneae sunt... partes... collocationis (uerborum): com­
positio, concinnitas, numerus.
202. Quod numerosum in oratione dicitur non semper nu­
mero (fit), sed nonnumquam aut concinnitate aut constructione
uerborum.
219. Et quia non numero solum numerosa oratio sed et com­
positione fit et genere... concinnitatis, compositione potest intel­
legi cum ita structa uerba sunt, ut numerus non quaesitus sed
ipse secutus esse uideatur, ut apud Crassum: “ Nam ubi libido
dominatur, innocentiae leue praesidium est” ; ordo enim uerbo­
rum efficit numerum sine ulla aperta oratoris industria.
En los tres párrafos aquí citados se habla de las mismas tres
facetas a tener en cuenta en la collocatio uerborum; pero la
nomenclatura es fluctuante.
201: compositio, concinnitas, numerus.
EL ORDEN DE PALABRAS EN LATIN CLASICO 197

202: numerus, concinnitas, constructio.


219: numerus, concinnitas, compositio uel ordo uerborum.
Ahora bien : Quintiliano, hablando exactamente de lo mismo,
se expresa en los siguientes términos (IX, 4, 22) : In omni porro
compositione tria sunt genera necessaria: ordo, iunctura, nume­
rus. Y, con una leve variante, repite en IX, 4, 147 : ordo, coniunc-
tio, numerus.
Si comparamos las diversas nomenclaturas, podremos aclarar
los términos oscuros:

Cicerón Quintiliano

collocatio uerborum compositio

compositio = constructio = ordo ordo


concinnitas iunctura uel coniunctio
numerus numerus

La collocatio uerborum de Cicerón es la expresión genérica


para designar “la colocación de las palabras en general” , sea cual
fuere el criterio que rija esa ordenación; a esa expresión gené­
rica corresponde, con idéntico sentido e idéntica generalidad, la
compositio de Quintiliano, para quien compositio es el “ arte de
componer o redactar” (“composición” aún pervive en algunas
tradiciones escolares de Europa como sinónimo de “redacción” ).
La compositio de Cicerón tiene un sentido restringido : es una
de las tres maneras de “componer” ; es la composición espontá­
nea, no estudiada, en que la propia constitución de las palabras
y en su orden normal produce ya un ritmo satisfactorio, sin
que el autor haya puesto nada de su parte por conseguirlo. Esta
sencilla compositio corresponde al rectus ordo de Quintiliano.
Nuestra interpretación se confirma con el ejemplo del discurso
de Craso que nos da Cicerón: las palabras están en el orden
básico que rigurosamente les corresponde en latín y, por añadi-
_ *
j u o

dura, forman una bella cláusula: leue praesidium) est: “Por


composición — dice Cicerón— puede entenderse el caso en que
las palabras están constituidas de tal forma que el ritmo no pa­
rezca ser buscado, sino que parezca venir por sí mismo, como
198 IN TRODU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL L A TIN

en Craso: Nam ubi libido dominatur} innocentiae leue praesi­


dium est”; efectivamente, el orden (natural) de las palabras pro­
duce el ritmo sin ningún recurso aparente por parte del orador” .
Recuérdese que este tipo de composición es el ideal, según
Quintiliano: Felicissimus tamen sermo est cui et rectus ordo
et apta iunctura et cum his numerus opportune cadens contigit
(IX, 4, 26-27).
A esta compositio artística per se dentro de su espontaneidad
se opone la concinnitas: ésta es una técnica que, mediante la in­
versión del ordo rectus, busca una ordenación artística: es, pues,
una “inversión artística” , una concinna transgressio, según dicen
al unísono en otros lugares Cicerón (de orat., III, 207, etc.; Ora­
tor, 87) y Quintiliano (IX, 3, 91). .
La concinnitas uerborum de Cicerón corresponde a la iunctu­
ra o coniunctio de Quintiliano. Ambos nos explican en términos
muy parecidos que cuando los materiales de construcción —pie­
dras o palabras— no caen a medida, hay que agruparlos buscán­
doles la cara que permita el mejor acoplamiento.
Por último, como dato interesante para interpretar a Cicerón,
recordamos esta afirmación dç P. Festo (33, 25) : concinnare est
apte componere.
A la misma concinna collocatio uerborum, pero con una no­
menclatura muy próxima a la de Quintiliano, se refiere sin duda
Horacio cuando habla a los Pisones de la callida iunctura verbo­
rum (Ars poet., 46-48). '
A otros testimonios de Cicerón hemos de referirnos más ade­
lante.

Testimonios del autor de la “Rhetorica ad Herennium” . — De


la Rhetorica ad Herennium son los siguientes párrafos:
IV, 32, 44: Transgressio (— excepción al orden normal) est
quae uerborum permutat ordinem peruersione (— inversión)
aut transiectione ( = disyunción). Peruersione sic: “Hoc uobis
deos immortales arbitror dedisse uirtute pro uestra” . Transiec­
tione sic: “Instabilis in istum plurimum fortuna ualuit” ... Huius-
modi transiectio, quae rem non redit obscuram, multum prode­
rit ad continuationes... in quibus oportet uerba sicuti ad poeti­
cum quemdam extruere numerum.
IV, 12, 18: Verborum transiectionem uitabimus, nisi quae
EL ORDEN DE PALABRAS EN LA TIN CLASICO 199

erit concinna. Y cita, como disyunción defectuosa, ésta de Coe-


lius: “In priore libro has res ad te scriptas Luci, misimus, A eli” .

Testimonios de Séneca. — Otro autor a tener en cuenta es


nuestro Séneca. Aunque muy breve, es bastante explícito en
ciertos párrafos de su correspondencia con Lucilio. En la carta
100, 5, hace el elogio de un contemporáneo suyo entre cuyos
méritos señala en primer lugar un léxico “ selecto” , pero no re­
buscado, y en segundo lugar una “resistencia” a seguir la moda
reinante que invertía el orden de las palabras y les asignaba una
colocación antinatural : electa uerba... non captata - nec huius
saeculi more contra naturam suam posita et inuersa...
En otra carta, la 114, dedica varios párrafos al mismo tema;
concretamente, en el § 7 se refiere a las palabras “ ordenadas con
absoluto desprecio de la norma general vigente” : uerba tam im­
probe structa, tam neglegenter abiecta, tam contra consuetudi­
nem omnium posita. Y poco después (§ 16) señala como vicio
en la composición de la frase esas disyunciones en que los tér­
minos esenciales de un enunciado se hacen esperar demasiado:
Quid de illa (compositione) loquar in qua uerba differuntur et
diu expectata uix ad clausulas redeunt?

De todo lo dicho se deduce que el latín, como nuestras len­


guas actuales, tenía un orden gramatical regular; pero así como
nuestras lenguas de hoy están condenadas a seguirlo con cierto
servilismo so pena de caer en la ambigüedad, el latín y las len­
guas antiguas en general podían, gracias a su rica flexión, libe­
rarse de ese orden, pero sin que por ello se oscureciera en la
conciencia de los hablantes la pauta reguladora básica.

§ 3. — Orden de palabras: regias generales y su alcance

A) Reglas generales:
1. El sintagma predicativo. — Normalmente, el sujeto enca­
beza la oración y el predicado la cierra.
2. Sintagma determinativo. — Todo elemento determinante
precede normalmente al determinado. La ley es única para todas
200 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL L A TIN

las variantes del sintagma determinativo: tipo adverbio-verbo;


tipo adjetivo-sustantivo (organizado según el mecanismo de la
concordancia) y tipo sustantivo en dependencia de un verbo o
de otro sustantivo (organizado según el mecanismo de la rec-
ción).
3. Las preposiciones preceden al sustantivo que rigen; las
conjunciones preceden a los términos que enlazan.

B) Su alcance

Comprobemos inmediatamene hasta qué punto llega la regu­


laridad de estas normas:
1. Aunque puede efectuarse la comprobación con un texto
clásico cualquiera de cierta extensión, empecemos por estudiar
un texto de Cicerón en el que Quintiliano señala una sola pala­
bra fuera de su sitio: un adverbio colocado detrás de su verbo
(aunque como determinante del verbo era de esperar que lo pre­
cediera en la cadena hablada).
Quintiliano justifica esta intencionada desviación estilística de
Cicerón; pero lo único que ahora nos interesa es saber que para
Quintiliano, como para nosotros, esa palabra está fuera de su
sitio normal, y que todas las demás ocupan el lugar que normal­
mente les corresponde. La cita de Quintiliano está en Inst. Orat.
IX, 4, 30; y el texto de Cicerón corresponde a Philipp. II, 63.
Asignamos a cada palabra el número que en la ordenación lineal
de Cicerón le corresponde. No asignamos número a las preposi­
ciones ni a las conjunciones, pues consideramos que las preposi­
ciones forman unidad con sus respectivos sustantivos y la con­
junción ut con su verbo subordinado:
Tu (1) istis (2) faucibus (3), istis (4) lateribus (5), ista (6)
gladiatoria (7) totius (8) corporis (9) firmitate (10), tantum (11)
uini (12) in Hippiae (13) nuptiis (14) exhauseras (15) ut tibi (16)
necesse esset (17) in populi (18) Romani (19) conspectu (20)
uomere (21) postridie (22).
“ Tu” , como sujeto, encabeza la frase; “ istis” precede a fauci­
bus, a quien determina; y así sucesivamente. Sólo falla la ordena­
ción de 4 números en un total de 22; es decir, están en su sitio,
al tenor de las reglas básicas, el 82 por ciento de las palabras.
Si nos fijamos ahora en los fallos (números 12, 17, 19 y 22),
EL ORDEN DE PALABRAS EN L A TIN CLASICO 201

observamos que los números 12 y 19 presentan una particu­


laridad muy notable: cualquier estudiante medianamente fami­
liarizado con el latín sabe que las secuencias tantum uini- y po­
pulus Romanus son secuencias fijas y que prácticamente no ca­
ben las inversiones uini tantum ni Romanus populus; por lo
tanto, los números 12 y 19 están también en su sitio; es verdad
que, al no obedecer al orden del sintagma determinativo, plan­
tean un nuevo problema, al que hemos de referirnos más ade­
lante.
El número 17, es decir, el verbo de la oración subordinada,
adelantado en cabeza de su frase, es un caso de hipérbaton, como
'dice Quintiliano en otro lugar (cf. supra, p. 16). No obstante,
esta posición del verbo subordinado, enfrentado de cerca con
el verbo principal (núm. 15), ni chocó a Quintiliano ni nos sor­
prende a nosotros, los modernos.
Subsiste, pues, como única desviación estilística notable el
núm. 22, comentado por Quintiliano; pero aun computando la
excepción del núm. 17 resulta que el 91 por ciento de las pa­
labras están rigurosamente ordenadas.
2. He aquí ahora, elegidos por nosotros, dos ejemplos de lo
que es el orden normal de las palabras en latín. Subrayamos to­
das las excepciones, incluso algunas que sólo son aparentes (por
tratarse de secuencias fijas). Pero, aun así, su coeficiente de re­
gularidad es superior al 96 por ciento.
El texto que sigue es el principio de la obra de Valerio Má­
ximo, la dedicatoria de su libro al emperador Tiberio:
Urbis Romae exterarumque gentium facta simul ac dicta me­
moratu digna, quae apud alios latius diffusa sunt quam ut bre-
uiter cognosci possint, ab illustribus electa auctoribus digerere
constitui, ut documenta sumere nolentibus longae inquisitionis
labor absit. Nec mihi cuncta complectendi cupido incessit: quis
enim omnis aeui gesta modico uoluminum numero comprehen­
derit? aut quis compos mentis, domesticae peregrinaeque histo­
riae seriem, felici superiorum stilo conditam, uel attentiore cura,
uel praestantiore facundia traditurum se sperauerit?
He aquí ahora un largo período ciceroniano (pro Rab., 21) :
Cum armatus M. Aemilius, princeps senatus, in coinitio cons­
titisset, qui cum ingredi uix posset, non ad insequendum sibi tar­
ditatem pedum, sed ad fugiendum impedimento fore putabat,
202 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C TU R A L DEL L A TIN

cum denique Q. Scaeuola confectus senectute, perditus morbo.,


mancus, et membris omnibus captus ac debilis, hastili nixus et
animi uim et infirmitatem corporis ostenderet, cum L. Metellus,
Ser. Galba... omnesque qui tum erant consulares pro salute
communi arma cepissent, cum omnes praetores, cuncta nobilitas
ac iuuentus accurreret, Cn. et L. Domitii, L. Crassus..., cum
omnes Octaui, Metelli..., cum L. Philippus, L. Scipio, cum M.
Lepidius, cum D. Brutus, cum hic ipse P. Seruilius, quo tu im­
peratore, Labiene, meruisti, cum hic Q. Catulus, admodum tum
adulescens,-cum hic C. Curio, cum denique omnes clarissimi uiri
cum consulibus essent: quid tandem C. Rabirium facere conuenit?
3. Volvamos ahora a Cicerón. En el Orator (232-233) nos da
tres ejemplos de palabras correctamente dispuestas por él en
uno de sus discursos y otras tantas posibles dislocaciones que
— según dice— lo echarían todo a perder.
Orator, 232: Quantum autem sit apte dicere, experiri licet,
si aut compositi oratoris bene structam collocationem dissoluas
permutatione uerborum; ...u t haec nostra in Corneliana:
a) “Neque me diuitiae mouent, quibus omnis Africanos et
_ v/ —. —
Laelios multiuenalici mercatoresque superarunt” . Immuta pau­
lulum: “ Multi superarunt mercatores uenaliciique” : perierit
tota res.
b) “Neque uestis aut caelatum aurum et argentum, quo nos­
tros ueteres Marcellos Maximosque multi eunuchi e Syria Aegyp-
toque uicerunt” ; uerba permuta sic: “ uicerunt eunuchi e Syria
Aegyptoque” .
c) Adde tertium: “Neque uero ornamenta ista uillarum, qui­
bus L. Paullum et L. Mummium, qui rebus his urbem ltalzam-
que omnem referserunt, ab aliquo uideo perfacile Deliaco aut
__ KS W w __ w
Syro potuisse superari” ; fac ita: “potuisse superari ab aliquo
Syro aut Deliaco” .
233: Videsne, ut ordine uerborum paululum commutato, is­
dem tamen uerbis stante sententia, ad nihilum omnia recidant,
cum sint ex aptis dissoluta?
Es verdad que, cuando Cicerón recomienda una ordenación
de palabras y condena otra ordenación distinta, sólo parece pre­
ocuparse de la belleza rítmica de sus cláusulas: las cláusulas
EL ORDEN DE PALABRAS EN LA TIN CLASICO 203

adoptadas por Cicerón en el ejemplo a) y el ejemplo c) son del


-- V-/ 'w' V·
tipo de su famoso esse uideatur; en el ejemplo b) Cicerón logra
un crético-espondeo, otra de las cláusulas más gratas a su oído
Naturalmente, todo esto desaparecería en la hipotética segunda
redacción.
Ahora bien: a nuestro juicio es muy notable que, indepen­
dientemente de la rítmica, la ordenación dada como artística por
Cicerón coincide exactamente con la ordenación normal de las
palabras; y que, con la misma regularidad, la dislocación que “ lo
echa todo a perder” quebranta las reglas básicas del orden de
palabras. Esto nos lleva a creer que Cicerón, aunque él no nos
lo diga expresamente, piensa como Quintiliano (IX, 4, 27) : Feli­
cissimus tamen sermo est, cui et rectus ordo et apta iunctura et
cum his numerus opportune cadens contigit.

§ 4 . — Las excepciones al “ ordo rectus”

1) S ecuencias f ij a s

Cuando hablamos de orden normal y orden excepcional nos


referimos a aquellas secuencias de la cadena hablada en que
puede jugar la libertad del escritor para adoptar una u otra
ordenación.
Pero, de hecho, hay en latín un número no despreciable de
secuencias fijas. Hemos de registrarlas simplemente como tales,
ya que entonces “ el orden del latín” es patente.
Así, frente a la regla básica tercera, nadie ignora que hay
preposiciones pospuestas: mecum, nobiscum, etc.; hay conjuncio­
nes igualmente enclíticas: senatus populusque R., plus minusue,
etcétera.
En el sintagma determinativo (regla básica segunda) hay
también notables secuencias fijas, ya sea en el ordo rectus espe­
rado, ya sea en orden inversivo:

Secuencias fijas con mantenimiento del orden normal:


Adjetivo-sustantivo: indicta causa, infecta re, quodam modo,
tanto opere, pro uirili parte, etc.
204 IN TRO D U C CIÓ N A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LA TÍN

Genitivo-sustantivo: pietatis causa, uerbi gratia, aquae duc-,


tus, iuris consultus, etc.

Secuencias fijas con inversión:

Sustantivo-adjetivo: populus Romanus, res publica, res mili-


taris, res. frumentaria, aes alienum, ius ciuile, nauis longa, nauis
oneraria, ora marítima, diz inmortales, Kalendas Matas, Pontifex
Maximus, etc.
Sustantivo-Genitivo: pater familias, ius duitatis, mos maio­
rum, tarditas aurium “la sordera” , debilitas pedum “la gota” ,
debilitas membrorum “ la parálisis” , etc.; tribunus plebis, tribu­
nus militum, magister equitum, etc.; orbis terrarum, Forum Iulii,
Forum Appii, Forum Claudi, Portus Veneris, etc.

Obsérvese que estas secuencias fijas, tanto en orden normal


como en orden inversivo, son expresiones técnicas por las que
se pretende designar, mediante una especie de nombre compues­
to, conceptos únicos y científicamente definidos: al lenguaje can­
cilleresco o jurídico pertenecen expresiones inversivas como
populus R., res publica, aes alienum, pater familias, ius duitatis,
etcétera; nauis longa, nauis oneraria son tipos muy definidos
de embarcaciones (“ nave de guerra” y “ nave de carga” , respec­
tivamente); tarditas aurium, etc., son designaciones médicas; or­
bis terrarum, Forum lulii, etc., son términos geográficos.
Sospechamos que la fijación del orden inversivo puede ser
debida a una preocupación definidora (cf. infra, pp. 34-35).
Si alguna vez aparecen invertidos los términos en alguna de
las expresiones apuntadas, ello es indicio de que tales expresio­
nes no están usadas como tecnicismos, razón por la que los tér­
minos vuelven a su colocación normal : así, frente a res publica
(“ la cosa pública, en oposición a los intereses particulares” ),
publica res será “una cosa pública cualquiera” ; frente a nauis
longa (“nave de guerra” ) , longa nauis será “ una nave larga cual­
quiera” ; frente a praetor urbanus (“ el pretor urbano” ), urbanus
praetor es el “pretor gracioso” , etc.
Evidentemente, no hemos de buscar preocupaciones estilísti­
cas en las construcciones inversivas fijas, ya que, por ser fijas,
excluyen la intencionalidad del hablante.
EL ORDEN DE PALABRAS ΕΝ LATIN CLASICO 205

2) D e s v ia c io n e s l ib r e s o e s t il ís t ic a s

a) Aclaraciones previas

Las normas básicas que regulan el orden de la cadena ha­


blada latina admiten numerosas “ excepciones” . No obstante, di­
chas normas no son simples tendencias “ cien veces quebranta­
das en cada página” y, por tanto, sin importancia teórica ni uti­
lidad práctica. Por eso las hemos querido destacar como “ nor­
mas” que efectivamente se cumplen. Las excepciones son real­
mente “ excepciones” y, por su franca minoría, sirven de con­
firmación a la regla.
Para despejar el terreno quisiéramos, ante todo, aclarar al­
gunos malentendidos usuales.
Es frecuente que por encontrarse algun(os) término(s) en
un orden extraño, el lector se crea que falla toda la ordenación
de las palabras; sin embargo, si se presta atención al texto será
ygeneralmente fácil comprobar que no todo falla y que muy
pocos cambios bastarían para restablecer la normal ordenación.
No pocas veces, el lector opera con principios ordenadores
inexistentes y no tiene en cuenta los criterios que realmente
existen.
Por último, bastantes malentendidos son fruto de la nomen­
clatura.
Es frecuente hablar del “hipérbaton latino” o desorden ra­
dical de las palabras latinas. Pero como el concepto de hipérba­
ton supone por esencia “ transgresión de un orden establecido” ,
variará el concepto de hipérbaton según lo que cada cual en­
tienda más o menos conscientemente por orden normal. Así,
habrá hipérbaton en louis templum para quien piense que el
orden normal es el románico “ templo de Júpiter” ; no habrá hi­
pérbaton para quien sepa o crea que el orden normal del latín
es “ determinante-determinado” .
Sin caer en ese error vulgar, la palabra hipérbaton se ha
usado desde la antigüedad para designar cuatro o cinco cosas
más o menos distintas; sin entrar aquí en detalles que nos pa­
recen ociosos, recordaremos tan sólo dos variedades de hipér-
206 INTRODUCCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C TU R A L DEL LATÍN

baton que realmente tienen importancia para nuestro tema. Con *


el autor de la Rhetorica ad Herennium (IV, 32, 44) definimos el
hipérbaton, o, con nomenclatura latina, la transgressio: Trans­
gressio est quae uerborum permutat ordinem peruersione ( = “ in­
version” ) aut transiectione (— “ disyunción” ) .
Por inversión entiéndase la desviación del orden normal al
tenor de nuestras tres reglas básicas. El autor de la Rhet. ad
Herenn. da, este ejemplo: uirtute pro uestra (en lugar de pro
uestra uirtute).
Por transiectio entiéndase la separación de términos sintác­
ticamente unidos; el autor de la Rhet. ad Herenn. cita como
ejemplo: Instabilis in istum plurimum fortuna ualuit; el adje­
tivo instabilis está distanciado del sustantivo fortuna, al que
determina.
Los autores modernos entienden generalmente por hipérba­
ton una u otra de las dos variedades señaladas, olvidándose de
la otra. Y como las dos cosas son muy distintas, sus interpreta­
ciones del orden de palabras son confusas o totalmente equivoca­
das, como luego veremos con algún ejemplo muy concreto.
Nosotros procuraremos evitar en adelante el término “ hi­
pérbaton” ; emplearemos los de “ inversión” o “ disyunción” , se­
gún convenga al caso.
Insistimos en que sç trata de dos hechos muy distintos y de
muy distinto significado en lo que a la ordenación de las pala­
bras se refiere. Por de pronto, ninguna disyunción como tal se
opone a ninguna de las tres normas básicas tantas veces aludidas.
En ellas se dice que ciertos elementos de la frase han de ir por
delante de otros en la cadena hablada; esta condición se cumple
tanto en la secuencia disyuntiva instabilis... fortuna como en la
secuencia no-disyuntiva instabilis fortuna. En cambio habría “ in­
versión” , tanto en fortuna instabilis (inversión sin disyunción)
como en fortuna... instabilis (inversión con disyunción).
He aquí una muestra de algunos malentendidos a que hacía­
mos referencia. La tomamos de la Sintaxis de Ernout (1964:i, pá­
ginas 161-163). Este autor dedica un par de páginas al orden de
las palabras; en resumen nos dice que hay una “ vaga tendencia”
a que los elementos determinantes precedan a los determinados.
Y añade : “Por lo demás, las indicaciones precedentes tan sólo se
aplican a la prosa” . En los poetas, insinúa Ernout, sería vano
EL ORDEN DE PALABRAS EN LA TÍN CLASICO 207

buscar criterios de orden; y da como modelo de “ irregularidad”


el siguiente pasaje de la Eneida (I, 193-194) :

... (cycnos)
Aetheria quos lapsa plaga louis ales aperto
Turbabat caelo.

“Lapsa —comenta Ernout— está separado de Iouis ales, ae­


theria de plaga, aperto de cáelo” .
Es fácil comprobar que este ejemplo “poético” no invalida sino
que confirma la exactitud de la regla según la cual el determi­
nante precede al determinado; de las siete palabras que — ¡por
la disyunción!— desconciertan a Ernout, cuatro (aetheria, lapsa,
louis, aperto) son determinantes, y, como tales, preceden "(con o
sin disyunción) a los elementos respectivamente determinados
por ellas. ¿No hay en esto ya un importante criterio de orden
respetado por el poeta? Nosotros señalaríamos como fuera de su
sitio, no las siete palabras que comenta Ernout, sino las dos que
a él no le llaman la atención, a saber: el relativo quos (que nor­
malmente encabeza la oración) y el verbo (que normalmente de­
biera cerrar la frase).
La impresión de orden o desorden depende de la perspectiva
que adoptemos.

b) Desviaciones Ubres: sus límites

I. 1) Cuando queda a salvo el orden formulado en las tres


reglan básicas, es decir, en otros términos, cuando no hay “ in­
versión” , las posibles disyunciones pueden alcanzar dimensiones
máximas.
2) Y viceversa, cuando se produce la anomalía de la inver­
sión, el posible efecto multiplicador de la disyunción ha de ser
muy reducido o nulo.
II. Fijémonos en las inversiones y disyunciones que afectan
a la regla tercera (preposiciones, elementos subordinantes y
coordinantes), donde precisamente los hechos son más patentes.

Preposiciones. — 1) Con tal que la preposición vaya por


delante de su régimen, es normal la disyunción y caben disyun­
208 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C TU R A L DEL LA TIN

ciones máximas. He aquí una serie de ejemplos, que cualquier


lector podría ampliar indefinidamente:

Virg., Georg., I, 345: nouas circum felix eat hostia fruges.


Prop., I, 18, 7: felices inter numerabar amantes.
Catulo, 17, 5: bonus ex tua pons libidine fiat.
Ovidio, Fast., V, 12, 551: ultor ad ipse suos caelo descendit
honores.
Hör., Sat., I, 3, 69-70: amicus dulcis... cum. mea compenset
uitiis bona.

Obsérvese cómo los poetas multiplican los efectos disyunti­


vos, ya que a la disyunción preposición-régimen que ahora co­
mentamos, se superpone en la mayoría de los ejemplos citados
una nueva disyunción, la del adjetivo-sustantivo.
Las disyunciones amplias no son exclusivas del lenguaje poé­
tico:

Cic., de off., II, 27: post uero Sullae uictoriam.


Val. Max, IV, 4, 3: ln C. uero Fabricii et Q. Aemilii Papir
principum SQ£culi, domibus argentum fuisse confitear oportet.

2) En cambio, si se da la anomalía de la inversion (anás­


trofe) , difícilmente se añadirá la disyunción, y en todo caso ésta
ha de ser mínima: anástrofes como haec inter, gente sub Hec­
torea, ilice sub nigra, etc., nos son relativamente familiares, aun­
que sentidas como figura retórica.
Pero ya son llamativas rarezas las disyunciones, por leves
que sean, añadidas a la anástrofe:

Lucrecio, 7, 718 : quam fluitans circum.


Hör., Sat., I, 3, 68: uitis nemo sine nascitur. II, 3, 40: ¿manos
qui inter uereare insanus haberi.
Virg., En., XI, 816: ossa sed inter.

Elementos subordinantes y coordinantes. — 1) Es de lo más


normal que una oración subordinada empiece con la conjunción
de subordinación (o pronombre relativo) y concluya con el verbo,
sea cual fuere la distancia que medie entre ambos términos.
E L ORDEN DE PALABRAS EN LA TIN CLASICO 209

Véanse los variados ejemplos que aparecen en el texto siguiente


(ut... habeatis, si... delectemini, si... uelitis, si uultis):
(populus R.) clamat permittitque uobis ut, si istis hominibus
delectemini, si ex eo splendorem ordini atque ornamentum curiae
constituere uelitis, habeatis sane istum uobiscum senatorem,
etiam de uobis iudicem, si uultis, habeatis (Cic., Verr., 2, 77).
2) Pero la libertad del poeta como la del prosista queda muy
limitada cuando a la anomalía de la inversión se pretenda añadir
la de la disyunción. Incluso en poesía hay que leer muchas pá­
ginas para hallar inversiones como éstas:

Lucrecio, III, 1.065: tetigit cum limina uillae. VI, 841: rares­
cit quia terra calore.
Hör., Sat., I, 3, 114: diuidit ut bona. I, 4, 32; ampliet ut re'm.

Si a la inversión se suma la disyunción, ésta ha de ser muy


moderada :

Hör., Sat., I, 2, 116: tument tibi cum inguina. I, 3, 28: Euenit,


inquirant uitia ut tua. I, 4, 125: flagret rumore malo cum...

Por último, y refiriéndonos a las conjunciones de coordina­


ción, caben inversiones del tipo Virgiliano Turnus et, turribus
aut, Veneris nec, etc.; pero no sabríamos dar ejemplos con la
añadidura de una disyunción.
III. Si ahora nos fijamos en las inversiones y disyunciones
que afectan al sintagma predicativo (regla básica 1.°) y al sin­
tagma determinativo (regla básica 2.‘ ), aunque con mayor mar­
gen de libertad, los hechos son similares a los que acabamos de
ver en el apartado anterior.
En el orden normal, es decir si no hay inversión, la distancia
que puede mediar ya sea entre el sujeto y su predicado, ya sea
entre un determinante y su determinado, puede ser máxima;
pero si se produce la anomalía de la inversión, la posible disyun­
ción de los elementos en cuestión sólo puede alcanzar dimensio­
nes moderadas.
A cualquier lector le será fácil buscar textos en que el sujeto
vaya a más de media docena de líneas por delante de su verbo;
en cambio, si el verbo precede al sujeto, la distancia susceptible
210 INTRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LA TIN

de separarlos no puede alcanzar semejantes proporciones. Nos


parece ocioso dar ejemplos que están en la mente de todos.
Y lo mismo ocurre con las disyunciones entre un determi­
nante y su determinado, según vayan éstos en su orden normal
o anormal. He aquí una notable disyunción (sin inversión) del
sintagma Danaum... manu:

Iliaci cineres et flamma extrema meorum,


testor in occasu uestro nec tela nec ullas
uitauisse uices, Danaum et, si fata fuissent
ut caderem, meruisse manu.
(Virg., En., 431-434).

No sería concebible la misma disyunción en el orden inver­


sivo: manu... Danaum.

c) Desviaciones libres: sus motivaciones

Si admitimos con los antiguos que toda infracción al ordo


rectus es una desviación estilística, se comprenderá fácilmente
que no es posible encasillar mecánicamente en “reglas” todas y
cada una de las desviaciones estilísticas, es decir las vivencias
más personales y no pocas veces irrepetibles que dan lugar a una
determinada actuación del escritor en un momento concreto. El
efecto y por lo tanto el estudio de una desviación estilística no
puede captarse más que en su contexto. Con frecuencia es sufi­
ciente tener a la vista un contexto breve, y con no menor fre­
cuencia se impone la consideración de un contexto amplio.
A pesar de estas limitaciones, nos parece útil señalar algunos
motivos particularmente frecuentes de las transgressiones uer­
borum.

1. Motivaciones expresivas

Desplazamiento del verbo. — Para nosotros, como para Quin­


tiliano, “ es indudable que toda forma verbal que no cierre frase
constituirá un hipérbaton ( = «inversión») y este hipérbaton está
catalogado entre los tropos y figuras que dan vigor al estilo”
(Quint., IX, 4, 26).
KL ORDEN DE PALABRAS EN LA TIN CLASICO 211

Vemos pues una inversión en las frases impresivas e interro­


gativas, cuyos verbos suelen ir en cabeza, como es bien sabido.
La razón de esta inversión nos parece obvia: en dichas frases el
verbo es habitualmente la palabra clave, el soporte esencial del
mensaje; ello motiva su frecuente desplazamiento hacia la cabeza
de la frase : ya sea a la posición inicial absoluta en las oraciones
impresivas, ya sea a continuación de la palabra propiamente
interrogativa en las oraciones interrogativas. No creemos nece­
sario dar ejemplos.
Frecuentemente se da como una ley rígida que las oraciones
impresivas e interrogativas han de llevar su ver£>o en cabeza.
Nosotros queremos insistir en que la inversión no es nunca auto­
mática — como ocurre para ese mismo tipo de frases en las len­
guas románicas— y que si el autor latino quiere subrayar'•enfá­
ticamente en la frase impresiva o interrogativa otro término' que
no sea el verbo, deja a éste en su sitio normal: os hominis in-
signemque impudentiam cognoscite (C ic, Verr., 4, 66). El acento
expresivo está evidentemente en la “cara dura” de Verres.
Aun en la modalidad aseverativa cabe desplazar el verbo a la
primera posición por diversos motivos. Tácito, por ejemplo, en­
cabeza con el verbo un capítulo (Hist., I, 26) que por lo demás
podríamos presentar como modelo de ordo rectus, ya que sobre
un centenar de palabras sólo aparecen dos o tres leves desvia­
ciones más: Infecit ea tabes... “Alcanzó este contagio...” . Evi­
dentemente se pretende centrar así la atención sobre la rápida e
implacable expansión de un movimiento subversivo que va a pre­
cipitar la caída de Galba.
El desplazamiento del predicado sirve ya sea para presentar
rápidamente una sucesión de acontecimientos, ya sea para insistir
en una peripecia repentina, ya sea para describir una situación
imprevista o dramática: Luget senatus, maeret equester ordo,
tota duitas confecta senio est, squalent municipia, adflictantur
coloniae (C ic, Pro M il, 20). EI verbo en cabeza de frase, dice
Marouzeau (L’ordre des mots en latin, 1953, pp. 48 ss.), subraya
una peripecia cómica, insiste en el valor de una argumentación
oratoria, traduce un movimiento de tropas en un relato histórico,
dramatiza una visión poética, etc. En las páginas citadas se dan
series de ejemplos.
Desplazamientos de los términos determinantes. — A la reía-
212 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL L A TIN

ción predicativa, única en cada oración, pueden añadirse variadas


relaciones de dependencia gramatical en los sintagmas determi­
nativos. Éstos, formalmente, aparecen, frente al sintagma predi­
cativo, como secundarios, como “ complementos” . Ahora bien, si
en lugar de considerar la estructura sintáctica, consideramos el
contenido semántico del mensaje, puede ocurrir que el dato esen­
cial de la información radique precisamente en un término for­
malmente “complementario” . La lengua latina entonces despla­
zará esos determinantes esenciales para destacar la predicación
implícita que contienen. Obsérvese el vqlor que cobran el abla­
tivo luce y el adjetivo omnia al ocupar respectivamente las posi­
ciones reservadas en principio al sujeto y al verbo: Luce sunt
clariora nobis tua consilia omnia (Cic., Cat., 1, 6) : “Más claros
que la luz del día son para nosotros tus proyectos en su totali­
dad” . Lo que nosotros subrayamos melódicamente en el lenguaje
hablado o gráficamente en el lenguaje escrito, el latín lo puede
subrayar además mediante el orden de palabras.
El adjetivo que sea simple determinante del sustantivo ha de
preceder a éste; y el adjetivo en función predicativa ha de cerrar
la frase: omnia praeclara rara. En este proverbio todo es sen­
cillo y normal, porque tanto desde el punto de vista formal como
desde el punto de vista del contenido, omnia es un claro deter­
minante, y rara un no menos claro predicado. '
Pero pueden surgir dudas en textos como este de Plauto
(Poen., 1.111 ss.) :

earum nutrix qua sit facie, mi expedi.


— Statura hau magna corpore aquilost...
Specie uenusta, ore atque oculis pernigris.

Aquí interfieren la función predicativa y la función determi­


nativa: formalmente los. cuatro adjetivos en ablativo determinan
a (son regidos por) sus respectivos sustantivos; pero, lógicamente,
son más que simples determinaciones: son verdaderas predica­
ciones con relación a sus sujetos “ lógicos” ; a ese carácter “ predi­
cativo” obedece la colocación de las palabras en el sintagma
formalmente determinativo.
Lo mismo ocurre en las definiciones. Cada término de una
definición debe ser una nueva predicación, tanto la predicación
EL ORDEN DE PALABRAS EN LA TIN CLASICO 213

propiamente dicha que enlaza los términos sujeto-predicado,


como las subpredicaciones implícitas en los grupos determina­
tivos. De aquí el orden excepcional de las palabras que los
tratadistas suelen observar en las definiciones: Misericordia est
aegritudo ex miseria alterius iniuria laborantis (Cic., Tuse., 4,18).
- Lo propio ocurre también en las llamadas “oraciones de abla­
tivo absoluto” ; y en todas las “ oraciones participiales” en general.
El mero hecho de considerar “ oraciones” a estas construcciones
(¡sin verbo personal!) inclina a ver entre el sustantivo y el par­
ticipio una relación predicativa, aunque desde el punto de vista
formal se trata de un grupo determinante-determinado. Los au­
tores podrán entonces optar por el orden normal de la relación
predicativa o por el de la relación de dependencia: Prima luce
productis omnibus copiis, auxiliis in mediam aciem conieötis
quid hostes consilii caperent expectabant (César, B. G., 3, 24, Γ).

2. Motivaciones estéticas

Al inagotable capítulo de las desviaciones motivadas por ne­


cesidades expresivas hay que añadir otro no menos importante :
el de las desviaciones por motivos estéticos. Nos encontramos
aquí con dos series de hechos: a) las alteraciones al orden nor­
mal de las palabras en aras del ritmo y la armonía; b) las altera­
ciones que tienden a adornar el estilo con tropos y figuras re­
tóricas.
a) A la ordenación rítmica de las palabras se refieren mil
veces los antiguos, sobre todo Cicerón y Quintiliano : cf. Cicerón,
Orator, 67; 83; 134 ss.; 187,195-196; 201-202; 219, etc.; de oratore,
III, 171; 201; 207, etc.; Quintiliano, VIII, 6, 62 ss.; IX, 3, 91;
4, 32; 4, 143-144, etc.
Ya hemos citado algunos de estos textos en páginas ante­
riores. Especialmente significativo y claro es Quintiliano en
VIII, 6, 62-63: “ Con harta frecuencia — dice— el estilo se haría
áspero, duro, suelto y desaliñado si se sometieran las palabras
al imperativo de la ordenación que propiamente les correspon­
de...; y no hay más remedio, para lograr un estilo armonioso,
que acudir a un oportuno cambio en la ordenación de las pa­
labras” .
Ahora bien, los antiguos percibían las diferencias cuantita-
214 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LA TIN

tivas y los efectos producidos por la sucesión periódica de sílabas


largas y breves; sabemos que incluso el vulgo analfabeto no
perdonaba a un actor que, cansado y medio dormido, había co­
metido un lapsus cuantitativo. El oído era pues un juez siempre
a punto e infalible en la apreciación de los efectos fónicos.
Nuestro oído moderno no está desgraciadamente en las mis­
mas condiciones. No sentimos la cantidad y sólo indirectamente,
gracias a nuestros estudios, podemos deducir el valor cuanti­
tativo de determinados elementos fónicos.
Por lo tanto muchas veces nos escapará la razón de ciertas
ordenaciones de palabras en aras del ritmo; otras veces si lo­
gramos captarla será tras un estudio paciente y no consultando
directamente nuestro oído.
Hemos visto antes (p. 24) que Cicerón se limitaba a decir a
sus lectores, sin más explicación, que comprobaran cómo las
palabras en determinado orden sonaban bien, y en otro orden
“ todo se echaba a perder” . A nosotros sólo las estadísticas nos
descubren lo que debía sonarles bien, regular o mal
He aquí un nuevo ejemplo, que debemos una vez más a Ci­
cerón (Orator, 214): temeritas filii comprobauit. Verborum or­
dinem inmuta, fac sic: comprobauit filii temeritas. Iam nihil erit.
Sabemos por las estadísticas de Laurand que nuestro autor
busca la cláusula crético-dicoreo y evita el crético-peón 4Λ Ob­
sérvese además que ni siquiera menciona la posible ordenación
normal filii temeritas comprobauit, sin duda porque en este caso
desaparecería el crético (filii), pie preferido como base de sus
cláusulas.
Para descubrir la razón de muchas inversiones es aconsejable
reponer provisionalmente las palabras en su orden normal y
comparar las dos redacciones. Así Cic., Verr., 5, 170: Facinus

est uincire ciuem Romanum, scelus uerberare, prope parricidium


necare, quid dicam in crucem tollere?
Observamos que hay una excepción al orden normal en uin­
cire ciuem Romanum en lugar de ciuem Romanum uincire; la
razón de la inversión parece clara: el orden normal acarrearía
una serie de cuatro espondeos seguidos; en cambio, la redacción
de Cicerón logra una base crética, seguida de sólo dos espondeos.
EL ORDEN DE PALABRAS EN LA TÍN CLASICO 215

Del mismo tipo es la inversion que hemos encontrado en pro


Rah., 21, pro salute communi (cf. supra, p. 24).
b) Otro factor decisivo muchas veces en la ordenación de las
palabras es el de las figuras retóricas. Oigamos una vez más a
Cicerón (Orator, 134-135) : “Hay todavía otras figuras que nacen
de la colocación de las palabras y que, como focos luminosos,
añaden mucho brillo al discurso; se parecen en efecto a aquellas
galas que se despliegan con ocasión de las grandes solemnidades
en el teatro o en la plaza pública : no son los únicos motivos deco­
rativos de la fiesta, pero sí los que más destacan. Lo mismo ocu­
rre con las figuras de las palabras, que son los focos* luminosos del
discurso y en cierto modo sus galas...” (Sigue aquí en el texto la
enumeración de las “figuras” ) .
El exámetro Spernitur orator bonus, horridus miles amatur
(Enn., Ann., 269), con una ordenación totalmente inversiva "en el
primer hemistiquio y totalmente normal en el segundo, nos ofre­
ce un buen ejemplo de construcción orientada a lograr la insignis
exornatio de un triple quiasmo.
Las figuras de retórica —sigue diciendo Cicerón— son para
el orador “ como un bosque” donde puede acudir en busca de
materiales inagotables para nutrir su elocuencia; tienen razón,
pues, los comentaristas al acudir, ya desde la antigüedad, a ese
mismo bosque para explicarse muchas construcciones literarias.

§ 5. — El orden de palabras como indicio


de orientación estilística

Los buenos escritores, aun cuando se permiten las más graves


y sorprendentes alteraciones del ordo rectus, nunca abusan hasta
el punto de oscurecer la norma básica, la invariable pauta que
precisamente es indispensable para medir el grado y el arte de
una desviación. Las desviaciones están siempre en franca mino­
ría, una minoría que en ningún momento pone en peligro el
orden general reinante en la lengua, pero una minoría, por con­
traste, muy llamativa y eficazmente expresiva.
Veámoslo estudiando dos textos de notoria irregularidad.
1. Prosa. — Fremant omnes licet, dicam quod sentio: biblio­
thecas mehercule omnium philosophorum unus mihi uidetur XII
216 IN TRODU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LATIN

tabularum libellus, si quis legum fontes et capita uiderit, et


auctoritatis pondere et utilitatis ubertate superare (Cic., de orat.,
I, 195).
EI principio fremant omnes nos deja ya entrever una afirma­
ción de máxima solemnidad. Luego hay, aparentemente, más
arbitrariedad que orden en la construcción del período. Pero una
consideración más atenta demuestra lo contrario; para restable­
cer el ordo rectus bastaría trasladar el omnium philosophorum
a la cabeza y el mihi uidetur a la cola del período; en suma sólo
dos desviaciones, pero ambas de la mayor gravedad. En omnium
philosophorum hay simultáneamente inversión y disyunción, ya
que, además de ir el grupo pospuesto a su término regente, está
separado de él por mehercule; y lo propio ocurre con mihi uide­
tur... superare, donde coincide igualmente con la inversión una
disyunción de enormes proporciones. Los efectos que consigue
Cicerón son múltiples y en cadena. En primer lugar, al desplazar
el verbo de su habitual posición final, logra el autor su cláusula

favorita ubertate superare (tipo esse uideatur). Pero es evidente


que para conseguir ese fin no necesitaba alejar tanto el verbo de
su posición básica final; al llevarlo tan lejos consigue, por añadi­
dura, una llamativa disyunción (unus... libellus) que pone de
relieve el unus y el libellus; a estos dos términos aproxima Ci­
cerón el omnium philosophorum traído hábilmente aquí por la
inversión y disyunción antes anotada. El efecto se hace ahora pa­
tente: (bibliothecas mehercule) omnium philosophorum iqms...
libellus, es decir “ ¡frente a las bibliotecas de todos los filósofos
juntos... un solo... folleto!” .

2. Poesía. — Las normas no son esencialmente distintas


cuando se pasa de la prosa al verso. Según nos enseña Cicerón
(Orator, 201-202), por lo que atañe al ritmo, al léxico y a la colo­
cación de las palabras, las directrices son substancialmente las
mismas en la oratoria y en la poesía; más que en la naturaleza, la
diferencia estriba en el grado de aplicación de los principios a
seguir: eadem cum faciamus quae poetae, effugimus tamen in
oratione poematis similitudinem... frequentiores sunt et liberio­
res poetae.
Cicerón se planteó varias veces la cuestión de saber qué cri-
EL ORDEN DE PALABRAS EN L A TIN CLASICO 217

terios distintivos separan la poesía y la prosa. Y su contestación


insiste generalmente en los mismos puntos: cum licentiam statuo
maiorem esse quam in nobis faciendorum iungendorumque uer-
borum, tum etiam nonnullorum uoluntate uocibus magis quam
rebus inseruiunt (Orator, 66-68).
He aquí un texto poético de los más audaces que se pueden
citar :

malamque pectore expuli tussim


non inmerenti quam mihi meus uenter.
dum sumptuosas appeto, dedit, cenas
(Cat., 44, 7-9).

Salta a la vista que el poeta es notoriamente más libre que'el


prosista. No obstante volvemos a insistir: aun en los casos más
extremos el orden básico ha de predominar sin peligro de oscu­
recimiento. En este famoso texto de Catulo son tres (sobre un
total de quince) las palabras desplazadas: tussim, quam, cenas.
¿Qué efectos justifican la extraña disposición? Tratándose de
poesía suele prodigarse una respuesta fácil : la de las necesidades
métricas. Tal explicación nos parecería válida frente a un vulgar
versificador; pero un gran poeta no se conforma nunca, o casi
nunca, con rellenar correctamente el esquema métrico.
Rara vez saldremos defraudados si reflexionamos sobre las
construcciones anómalas para descubrir la intencionalidad del
poeta. Aquí el quam produce una disyunción que ya subraya
eficazmente el non inmerenti... mihi-, esta primera exornatio
incide sobre otra exornatio, a saber la litote non inmerenti (fren­
te al vulgar bene merenti).
Con los otros dos desplazamientos nos parece que Catulo
buscó para los tres substantivos una disposición que materia­
lizara arquitectónicamente, ad oculos, la relación existente entre
tres realidades: la tos, la glotonería, los banquetes. Un intento
de traducción que no traicionara demasiado el contenido del
original podría ser ésta :

expulsé de mi pecho una peligrosa tos;


no poco merecida la tenía mi glotonería,
por codiciar espléndidos banquetes.
218 IN TRODU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LA TÍN

§ 6. — El orden de palabras como indicio


de orientación sintáctica

Si el orden excepcional es siempre un dato del mayor interés


para la interpretación estilística, el orden habitual es siempre un
útilísimo indicio de orientación sintáctica, ya que permite al
lector prevçr por dónde ha de buscar en principio los términos
sintagmáticamente relacionados entre sí. Este indicio llega a ser
no pocas veces una indispensable ayuda gracias a la cual la frase
latina no se convierte en enigma.
Ello ocurre cuando hay sobrecarga de determinaciones suce­
sivas y en cadena. El escritor debe entonces atenerse tanto más
estrictamente al orden normal cuanto mayor sea la aludida sobre­
carga, para que el lector no se pierda ni pueda titubear en la
interpretación. Así ocurre en el siguiente texto de Valerio Máxi­
mo (I, 6, 11): et illae clades... maiores: ...optimae indolis filii
cruore paterni respersi oculi, corpus imperatoris inter promiscuas
cadauerum strues auium ferarumque laniatibus obiectum “Ma­
yores todavía son los desastres siguientes: ...los ojos de un padre
salpicados con la sangre de un hijo de inmejorable carácter, el
cuerpo de un general expuesto a la voracidad de las aves y de las
fieras entre confusos montones de cadáveres” .
Todos los determinantes de oculi están rigurosamente orde­
nados; corpus lleva una determinación única, pospuesta y, como
tal, expresiva: “ el cuerpo (nada menos que) de un genera/ ex­
puesto a ...” ; sigue luego un cúmulo de determinaciones al pre­
dicado obiectum todas ellas en estricto orden normal.
Es decisivo el orden de palabras cuando un determinante
puede aplicarse aparentemente con la misma verosimilitud, ya
sea a un término que le precede ya sea a otro que le sigue en la
cadena hablada. El problema se presenta dos veces en el breve
texto siguiente: Inter eius modi uiros et mulieres adulta aetate
filius uersabatur, ut eum, etiam si natura a parentis similitudine
abriperet, consuetudo tamen ac disciplina patris similem esse
cogeret (Cic., Verr., 5, 30).

adulta aetate: ¿determina a uiros et mulieres o a filius?


patris ¿depende de disciplina o de similem?
EL ORDEN DE PALABRAS EN LA TIN CLASICO 219

Los que llevamos ya largos años formando parte de tribuna­


les examinadores sabemos con qué frecuencia caen en la trampa
nuestros estudiantes e incluso nuestros candidatos a cátedras.
Pero el orden normal de las palabras nos lleva sin titubeos a la
debida interpretación: “ Entre hombres y mujeres de tal calaña
se hallaba su hijo ya adulto, de modo que, incluso si la natura­
leza no lo arrastrara a parecerse a su padre, la costumbre en
todo caso y la educación recibida lo forzaran a parecérsele” .

§ 7 . — Conclusión

No hemos pretendido, en un simple artículo, estudiar exhaus­


tivamente el complicado problema del orden de palabras en la­
tín; hemos tenido presente tan sólo el período clásico, sin referir­
nos a la posterior evolución que apunta ya al orden románico.
Sin embargo, las cuestiones tratadas nos parecen del mayor in­
terés teórico y práctico. Muchas de las ideas expuestas son ex­
clusivamente nuestras; otras, sin ser originales, eran ya letra
muerta para varias generaciones. Pensamos que merecían sacarse
del olvido y que la consideración del orden de palabras debe
ocupar un primer plano en nuestra enseñanza del latín y en
nuestro contacto con sus textos.
A P É N D IC E 1

N o v am os a añadir en este a p én d ice nada su stan cialm ente n u e v o


resp ecto a lo q u e q u eda d ic h o en el capítu lo. P e r o sí q u erem os dar
n u evas p ersp ectiv a s a la m ism a d octrin a y, so b re todo, plasm arla en
ilu strativos gráficos. É stos p on d rá n de m anifiesto con clarida d m e­
ridiana el ord en reinante tanto en el plano in terior y abstracto de la
estru ctu ra sintáctica co m o en el plano e x te rn o de la caden a escrita.
El ord en d e la caden a escrita es lineal, u n id im en sion al e i r r e v e r ­
sible co m o la línea del tiem po. En cam b io el o rd e n sin tá ctico-estru c-
tural es plu rid im en sion al (p u e d e co m p o rta r ra m ifica cion es a pa rtir
de un p u n to d a d o ), y, adem ás, es r e v e r s ib le : una palabra p u e d e estar
con ecta d a co n otra u otras qu e, inm ediata o m ed iatam en te, la sigu en
o la p re ce d e n ; p u ed e h a b er c o n e x io n e s hacia adelan te o h acia atrás,
y entre térm in os con tig u os o distanciad os (¡c o n frecu en cia m u y d is­
ta n cia dos!) en la cadena escrita. F ren te a esta realid ad sintáctica, una
palabra n o p u ed e form a r eslab ón en el ord en lin ea l m ás q u e ^ntre
dos térm in os con tigu os (el p re ce d e n te y el sig u ien te).
P ero, a pesar de estas antinom ias, lo cie rto es q u e ord en lin eal
y ord en sin táctico-estru ctu ral, lejos de in terferirse y en trar en c o n ­
flicto, andan n orm alm en te coord in a d os: am bos se basan en el m ism o
p rin cip io ord en a d or.
1. Y , para ilustrar la cu estión , o b serv em os c óm o ju eg a n d os p a ­
labras de la m á xim a a ctu alidad p olítica: en los países latin os h abla­
m os de la O T A N para r e fe rirn o s al m ism o tratado q u e en los países
an glosa jon es se llam a N A T O .
N A T O y O T A N se c orresp on d en c om o tr a d u c ció n in terlin gu al en
dos áreas lin güísticas distintas.

1. Este apéndice es parte de un artículo que, baio el título de “M étodo audio­


visual en la enseñanza del Latín”, publicam os en Revista de Bachillerato, Cuaderno
M onográfico 6, sobre Lenguas Clásicas, 1980.
APÉNDICE 221

2. A m b a s áreas c o in cid e n al analizar sus resp ectiv as siglas:

O (rga n ización )
I
(d e l) T (rata do)
!
(d e l) A (tlán tico)
I
N (orte)

P ara am bas está p erfecta m en te clara la jera rq u ía sintáctica: cada


térm in o rig e al q u e tien e b a jo su depen den cia. L o s eslabones in term e­
dios son a la v ez r eg id o s (c o n rela ción al q u e tien en en cim a ) y r e g e n ­
te s (co n r e la ció n al q u e tien en d e b a jo ).
3. L a com p ren sión d e la sigla es instantánea, atem poral: la m ente-
capta el sen tido d e la totalidad en u n presen te psíqu ico, c om o su cede
con cu a lq u iera ora ción p o r larga q u e sea: el o y en te va registran do
en su m em oria los datos su cesiv os d e la caden a hablada (o escrita)
y, al orga n izarlos lu eg o sin tácticam en te con sus d eb idas con ex ion es
en la u n id ad sin táctica su p erior, su rge la com p ren sión .
¿Q u ié n n o recu erd a sus ex p e rie n cia s de tra d u ctor prin cip ian te?
¡C uántas v eces, da n d o v u elta s y v u eltas a una frase en la q u e nada
veíam os claro, de p ro n to to d o se h acía lu z para n uestra m en te in­
qu ieta! L o g rá b a m o s la síntesis tan afanosam ente bu scada, y así p a ­
sábam os instantáneam ente de la ob scu rid a d m ás com pleta a la cla ri­
dad m ás m eridian a.

X Y

V a m os a c o n v e n ir q u e la rep resen ta ción v ertica l O


I
T
I
A
I
N

alu de a la síntesis a tem poral e instantánea q u e se p r o d u c e en un


p u n to de la lín ea tem p ora l X Y .
5. A h o r a bien , si h em os de co n c e b ir el ord en sin táctico-estru c-
tural c om o instantáneo y a tem poral, el h ech o es q u e la em isión (p o r
222 INTRODUCCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C TU R A L DEL LATIN

parte d el h ablante) y la r e ce p c ió n (p o r pa rte d el o y en te) n o p u ed en


efectu arse, sino p or u n id ades su cesivas y situadas en la lín ea tem p o­
ral. Y para transportar las u n id ades sin táctico-estru ctu rales a la se­
cu en cia lineal, son d os las op cion es q u e se n os ofrecen : em p ezar p o r
el ex trem o in ferior de la je ra rq u ía estru ctu ra l o p or su e x tre m o su­
p erior (véase lám ina 1: el esquem a N A T O T A N ).
L as lenguas an glosa jon as em piezan p o r el ex trem o in fe rio r de la
je ra rq u ía estructural. L as len gu as n eolatin as em piezan p o r el e x tr e ­
m o su perior.
C u riosam en te el latín n o es una len gu a O T A N , c om o las n eola ti­
nas, sino N A T O , co m o las anglosajonas.
L as len gu as del tip o N A T O se den om in an len gu as centrípetas (p o r ­
q u e su caden a h ablada arran ca de la p eriferia hacia el ce n tro ) o as­
cendentes (p orq u e van d el n iv el in ferior d e la jera rq u ía estru ctu ra l
a su n iv el su perior) ; y, vicev ersa, las len gu as d el tipo O T A N se d e n o ­
m inan centrífugas o descendentes.

N O T A : L a antinom ia de la a tem poralidad d el ord en estru ctu ra l


y la tem poralidad d el ord en lin eal n os está im puesta p o r la n atu ra­
leza. N uestra fisiología n o d ispon e de un aparato em isor de son idos
sim u ltáneos com o el pia n o; este in stru m en to pu ed e p r o d u c ir acordes,
p ero el can tor no p u e d e em itir las m ism as notas, sino su cesivam ente,
ya sea su biendo, ya b a ja n d o la escala: “ d o -m i-s o l-d o ” , o “ do-sol-
m i-d o ” .

Radiografía sintáctico-estructural de algunos períodos clásicos

V a m os a ob serv a r: a) C óm o, ante la sim ple m irada de un grá­


fico, se pu ed e co m p ro b a r la regu larida d d el ord en rein a n te en la
co lo ca ció n de las pa lab ra s latinas; b) c ó m o las escasas desvia cion es
d el ord en norm al refleja n eviden tes m a tices estilísticos; c ) có m o la
disp osición de los m ie m b ro s en sabios p e r ío d o s p u ed en retratar ad
oculos ciertas facetas estilísticas de sus autores.
H e a q u í los tex tos q u e vam os a ilu strar en las adju ntas lám inas:

1. Non (1) iudicis (2) solum (3) seueritatem (4) in hoc (5) crimine (6)
sed prope (7) inimici (8) at que accusatoris (9) uim (10) suscipere (11) d e­
bes (12). (Cic. Verr. II, IV, 69.) (ORDEN: 1 0 0 # ·)
D ebes asumir en esta inculpación no sólo la severidad de un juez sino
la energía de un enemigo casi personal y de un acusador.
APÉNDICE 223

2. Tu (1) istis (2) faucibus (3), istis (4) lateribus (5), ista (6) gladia­
toria (7) totius (8) corporis (9) firmitate (10), tantum (11) uini (12) in
Hippiae (13) nuptiis (14) exhauseras (15) ut tibi (16) n ecesse esset (17)
in populi (18) Romani (19) conspectu (20) u om ere (21) postridie (22).
(Quint. I. O. IX , 4, 30; Cic. Phil. II, 63.) (22 + 3 = 25. D ESVIACION ES: 2;
ORDEN: 92 % .)
Tú, con esas tragaderas, con esos pulmones, con toda esa robustez fí­
sica de un gladiador, habías engullido tanto vino en la boda de Hippias
que te viste en la necesidad de vomitarlo al día siguiente en presencia dsl
pueblo.

3. (M agnae Britanorum manus) multitudine (1) nauium (2) perterri­


tae (3), quae (4) cum annotinis (5) priuatisque (6) quas (7) sui (8) quis­
que (9) commodi (10) causa (11) fecerat (12) amplius (13) octingentae (14)
uno (15) erant uisae (16) tem pore (17) a littore (18) discesserant (19).
(César, B. G. V, 8.) (19 + 2 = 21. DESVIACIONES: 2; ORDEN: 91 % .)
(Las grandes manadas de británicos) se habían retirado del litoral "Ate­
rradas ante la masa de embarcaciones, que, entre las del año anterior
y las particulares que cada cual se había construido por personal interés,
ei'taban simultánemente a la vista en núm ero superior a las 800.

4. His (1) rebus (2) gestis (3), Labieno (4) in continenti (5) cum
tribus (6) legionibus (7) et equitum (8) milibus (9) duobus (10) relicto (111,
ut portus (12) tueretu r (13) et rem (14) frum entariam (15) prouideret (16),
quaeque (17) in Gallia (18) geren tur (19) cognosceret (20) consilium -
que (21) pro tem pore (22) et pro re (23) caperet (24), ipse (25) cum
quinque (26) legionibus (27) et pari (28) num ero (29) equitum (30)
quem (31) in continenti (32) reliquerat (33), ad solis (34) occasum (35)
naues (36) soluit (37). (César, B. G. V , 8.) (37 + 1 5 = 52. D E SV IA C IO ­
NES: 2; ORDEN: 96,2 % .)

5. Est ridiculum (1) ad ea (2) quae (3) habemus (4) nihil (5) dicere (6)
quaerere (7) quae (8) habere (9) non (10) possumus (11) et de homi­
num (12) memoria (13) tacere (14), litterarum (15) memoriam (16) flagi­
tare (17), et cum habeas (18) amplissimi (19) uiri (20) religionem (21),
integerrim i (22) municipii (23) iusiurandum (24) fidem que (25), ea (26)
quae (27) deprauari (28) nullo (29) m odo (30) possunt (31) repudiare (32),
tabulas (33), quas (34) idem (35) dicis (36) solere (37) corrum pi (38), desi­
derare (39). (Cic. Pro A rch. IV, 8.) (39 + 6 = 45. DESVIACIONES: 3;
ORDEN: 93,4% .)
Es ridículo, por una parte, no mencionar lo que tenemos a mano, bu s­
car en cam bio pruebas que no se hallan a nuestro alcance; por otra parts,
silenciar el testimonio de las personas físicas y reclamar en cambio los
testimonios literarios, y, cuando cuentas con la sagrada garantía de un p er­
sonaje de la m ayor - solvencia, con el juramento y lealtad de un m unici­
pio sumamente - intachable, rechazar lo que de ningún m odo puede fal-
224 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LATIN

searse y reclamar los registros, de los que también tú reconoces las ha-^
bituales adulteraciones.

6. Tácito, Hist. I, 5: M iles urbanus longo Caesarum sacramento im ­


butus et ad destituendum N eronem arte magis et impulsu quam su o in ge­
nio traductus, postquam n eq u e dari donatiuum sub nomine Galbae p ro­
missum n eq u e magnis meritis ac praemiis eundem in pace quem in bello
locum praeuentam que gratiam intellegit apud principem a legionibus
factum, pronus ad nouas res scelere insuper Nymphidii Sabini praefecti
imperium sibi molientis agitatur.
La guarnición urbana, adoctrinada por el largo juramento -de-lealtad
a favor de los Césares, fue inducida a destituir a Nerón más p or im pul­
so-ajen o que por su propio carácter; cuando hubo comprendido que ni se
le entregaba el donativo prom etido en nombre de Galba, ni había en la
paz la misma oportunidad que en la guerra para importantes méritos
y recompensas, y que se le habían adelantado en el favor del princeps
las legiones que lo habían entronizado, propensa (ya) a la revuelta, estaba,
además, movida por la crim inal-m anipulación del prefecto Ninfidio Sa­
bino, que maniobraba para hacerse con el poder.
N O TA: Este último texto de Tácito y su traducción requerirían un
amplio comentario. Digamos tan sólo que su unidad orgâniça se pone de
manifiesto en el gráfico; no se refleja en nuestra traducción: incapaces
de construir erí nuestra propia lengua un período similar, hemos desdo­
blado la unidad del original en dos unidades menores. La traducción no
sirve, pues, para dar a entender la construcción gramatical del texto tra-\
ducido; éste sólo se entiende a través del gráfico.

Lám inas 1 y 2: Regularidad del orden de palabras.

Lámina 1 (a y b). 1. Ponemos a las palabras el número que, conse­


cutivamente, les corresponde en la secuencia escrita; no asignamos nú­
mero ni a las preposiciones ni a las conjunciones, pues consideramos una
sola unidad el sintagma “ preposición -f- sustantivo” y sólo ponemos n ú ­
mero al sustantivo; análogamente, la conjunción coordinante form a unidad
con el elemento coordinado por ella, y (aunque aquí no hay ninguna) la
conjunción subordinante con su verbo. Así pues el núm. 6 vale para in
crimine; el núm. 9, para atque accusatoris.
2. Analizaremos luego el texto a la manera tradicional:
Toda la vida, al analizar, nos hemos expresado en términos com o los
siguientes: “ tal palabra rige a tal otra” , o viceversa, “ tal palabra está r e ­
gida por” , o “ subordinada a ...” , o “ depende de tal otra” . Ahora bien “ regir”
significa “mandar” , “ser superior” o “ estar por encim a” ; y “ depender”
significa etimológicamente “ colgar de” cf. latín dependere) ; por lo tanto
todos los términos “ dependientes” o “subordinados” se los “ colgarem os”
verticalmente al término del que “ dependen” , o, desde la perspectiva in­
versa, al término que los “ rige” . Así representaremos el gran conjunto
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DI SCE SSERANT
donatiuum 'meritis ac praemiis' in pace eundem gratiam apud principem molientis
228 IN TRODU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LATÍN

de las conexiones verticales y estableceremos la jerarquía de sus con exio­


nes en la oración estudiada.
Naturalmente, cuando varios términos dependen del mismo regente,
la verticalidad habrá de ceder a- la oblicuidad, ya que desde un punto
único, A., no podrá caer en vertical más que una línea única: A. ■
I
B
Si del término A depende no sálo B, sino igualmente C, D, etc., el es­
quema visual pasará necesariamente a representarse en forma de haz:

B C D
Entre la gran masa de conexiones verticales, pueden presentarse tam­
bién determinadas conexiones horizontales: ello ocurre cuando un m iem ­
bro cualquiera de la organización jerárquica se desdobla mediante la coor­
dinación (aunque sea en la form a elemental de la yuxtaposición o aposi­
ción) ; en los gráficos recogem os horizontalmente, con “ llaves” esos ele­
mentos desdoblados y homofuncionales, a los que corresponde el mismo
nivel jerárquico en la estructura sintáctica.
3. Una vez levantado así el plano de la red estructural, quedan v isv ?!-
mente conectadas todas las palabras, ordenadas jerárquicamente según la
función que a cada una le corresponde desempeñar.
Por último, transportamos sobre el gráfico, junto a cada palabra, el
número de orden que le corresponde en la secuencia lineal.
Ahora bien, si se recorren las series numéricas a lo largo de cada hilo
de la red, salta a la vista que tales series numéricas quedan “ ordenadas” :
ordenadas de menor a m ayor o de mayor a menor, según se recorran las
líneas de abajo hacia arriba o de arriba hacia abajo: cf. 1, 3, 11, 12; 2, 4,
11, 12; y así sucesivamente, sin ningún fallo.
Nosotros ya habíamos descubierto la regularidad del orden de pala­
bras en la cadena hablada latina; ya explicábamos en nuestras clases las
normas de la colocación de esas palabras tal com o después las formulamos
en nuestra Sintaxis; pero, cuando un día, hace unos 15 años, ante un grá­
fico de la red estructural, se nos ocurrió colocar junto a cada palabra el
número que consecutivamente le correspondía en la secuencia lineal, nos
quedamos asombrados al saltarnos a la vista que también en la red estruc­
tural quedaban las palabras “ ordenadas” al tenor de los mismos índices
numéricos que les correspondían en la secuencia lineal.
Pronto vimos la razón de la sorprendente coincidencia; si nos fijamos
en el esquema,
advertimos que, verticalm ente,-------------------------------------- > O
(en el orden jerárquico), N A TO (en el orden lineal T
centrípeto de las lenguas anglosajonas, y la latina) y A
OTAN (en el orden lineal de las lenguas neolatinas) N
son, en el fondo, una sola y misma realidad, aunque
vista desde distintas perspectivas.
APÉNDICE 229

También nos hemos referido anteriormente a las antinomias entre


orden lineal y orden estructural. Ahora en esta lámina vemos cómo se
salvan sin obstáculo dichas antinomias y, lejos de interferirse, conjugan
perfectamente sus exigencias a pesar de sus aparentes incompatibilidades.
En ello vemos la confirmación matemática de nuestro acierto al for­
mular las normas que regían el orden de palabras en la secuencia escrita
del latín.
4. Volvam os a la lámina para anotar todavía algunas observaciones
de interés.
La lámina 1 a, com o queda dicho, representa el orden jerárqu ico-es-
tructural, psíquicamente atemporal. La lámina 1 b pretende representar
el inicio del giro hacia el orden lineal y temporal, NATO. Puede com ­
probar el lector que, si se completa el giro hasta poner en línea horizontal
todos los elementos de la frase, o también, si se proyectan todas las pala­
bras sobre una misma base, se reconstruye exactamente el texto tal como
lo escribió Cicerón. *
Podíamos haber dibujado una tercera variante de la misma lámina,'que
sería exactamente la imagen simétrica de 1 b, y que correspondería al
orden lineal OTAN, es decir, al orden español.
Y es ahora el momento de dar un primer consejo de traductor: consejo
fundamental para los alumnos. Éstos, normalmente, deben cambiar el orden
NATO del latín al orden O TAN del español, y no conformarse con t*>as
lamentables y extrañas traducciones llamadas literales... Tales traduccio­
nes pueden lanzarse alguna vez en clase, como ensayo a modo de im pro­
visación, pero nunca deben aceptarse escritas, para evitar esas deform a­
ciones mentales que tanto tiempo suelen arrastrar nuestros alumnos y que
tanto nos cuesta luego enderezar en sus estudios superiores, si es que
llegan a ellos.1
Quede, pues, claro que no sólo podemos, sino que debemos, cambiar el
orden de las conexiones verticales, pero no podemos ni debemos cambiar
el orden de las conexiones horizontales. Cuando una función se desdobla
en dos, tres o más elementos (cf. los numerosos casos de “ llaves” en las
láminas), dichos elementos desdtitíjttkis no se hallan en conexión vertical,
es decir, com o dependientes unos de otros, sino horizontal; entonces el
traductor no puede barajarlos a su capricho: han de llevarse traducidos
en bloque (y en el orden del original) al sitio que ál bloque le corres­
ponde en la jerarquía de la verticalidad.

1. Los alumnos ingleses o alemanes de latin están en m ejores condiciones que


los nuestros al encontrarse ya de antemano con un orden de palabras en latín tan
próxim o a la mentalidad de su propia lengua materna.
Hubo una época en que era habitual en nuestra pedagogía oír al profesor dar
como consigna una triple ordenanza: ¡L ee, ordena y traduce! Y yo recuerdo a un
niño de unos 15 años replicar con tanta ingenuidad com o sentido común: “ Leer es
fácil; pero eso de ordenar — ¡ay!— ¡si yo pudiera ordenar, ya lo tendría traducido!”
A nuestros latinistas principiantes debem os enseñarles en seguida que la pala­
bras latinas "ya están ordenadas” , pero ordenadas al estilo N ATO; no les resultará
difícil convertir el orden N ATO ep el orden OTAN de su lengua materna.
230 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LATÍN

Lámina 2. Hemos dado el texto de la lámina 1 com o muestra del *


orden de palabras en latín, con un '100 por 100 de regularidad. Este ejem plo
sencillo e ilustrativo ciertamente, lo hemos elegido nosotros. Y para que
nadie piense que, sin ese ejem pio elegido ad hoc y utilitatis causa, no
podría demostrarse la exactitud de nuestra teoría, volvamos ahora al texto
que daba Quintiliano (cf. supra, pág. 200) a sus discípulos para enseñarles
que una palabra, postridie, no estaba colocada en el sitio que normalmente
le correspondía (como determinante del verbo debía precederlo y no se­
guirlo) .
Establecemos el gráfico com o lo hicimos en la lámina 1 a.
Si recorrem os luego los hilos de la red, vemos que hay cuatro pala­
bras que no quedan “ ordenadas” : las que llevan los números 12, 17, 19
y 23. Son, a primera vista, cuatro excepciones a las normas esperadas.
Hemos marcado dos de los “ fallos" con un círculo, y los otros dos con un
recuadro (y de modo análogo procederem os en las sucesivas láminas cuan­
do haya lugar).
Con el círculo marcamos “ fallos” tan sólo aparentes; pues no hay que
olvidar que, según dijimos en la sintaxis estructural, existen en latín cier­
tas “ secuencias fijas” , en las que no cabe libertad de elección entre varias
posibilidades de ordenar las palabras, por ejem plo, populus Romanus, res
frumentaria, praetor urbanus, consul iterum , consul tertium, etc. No es
muy crecido el número de “ secuencias fijas” en estadística absoluta, pero
como se trata siempre de expresiones m uy usuales, aunque minoritarias,
abultan más de lo que representan en el léxico latino-
No podemos decir, al topar con esas expresiones, que el escritor se
haya desviado del orden norm al y esperado, ya que es un orden obliga­
torio.
Y marcamos con un recuadro las desviaciones reales, com o son el p os­
tridie que comenta Quintiliano (núm. 22) y también el núm. 17.
En un total de 25 palabras (22 con núm. y 3 sin él, por tratarse de pre­
posiciones o conjunciones), hay pues dos desviaciones; el coeficiente de
regularidad alcanza el 92 por 100.

Lám ina 3: Orden de palabras y estilística.

1. Para elegir el texto de esta lámina y las siguientes no hemos tenido


en cuenta más que su extensión y complejidad, m otivo de múltiples y va­
riadas dificultades; todo en estas oraciones serán problemas para inexper­
tos; pero incluso los profesionales nos verem os en algún aprieto, sobre
todo a la hora de traducirlas en un estilo aceptablemente satisfactorio.
Además, al tratarse de tan sabios períodos, hemos de referirnos a ese
estilo tan típicamente clásico y tratar de caracterizarlo.
Los gráficos, con sus datos objetivos y visuales, nos ayudarán m uy efi­
cazmente a ilustrar esos textos y resolver cuantos problemas nos planteen.
Los textos 3 y 4 llevan en las láminas la numeración que les corres­
ponde en la secuencia lineal, para que así el lector siga com probando la
APÉNDICE 231

regularidad del orden de palabras, regularidad que oscila entre el 90,2


y 96,2 por 100, según los textos. No vamos a seguir insistiendo, después
de lo dicho anteriormente.
2. Lo que sí queremos es recordar una observación de Quintiliano
sobre las desviaciones al orden normal: son, dice, desviaciones intenciona­
das y, por lo tanto, de carácter estilístico. Es, pues, conveniente fijarse en
!as desviaciones para tratar de descubrir los presumibles matices estilís­
ticos del texto. No siempre alcanzaremos éxito seguro, pero vale la pena
intentarlo, y, la mayoría de las veces, daremos con explicaciones convin­
centes.
Veamos como muestra la lámina 3. Ahí tenemos una oración no de­
masiado com pleja todavía, pero sí con ciertas simetrías jnuy clásicas.
El conjunto de la oración comprende una principal en la que encaja
una primera subordinada relativa, y luego, dentro de esa relativa, va
encajada una segunda relativa. También aquí, si proyectamos perpendicu­
larmente todos los elementos sobre la base, acertamos a reconstruir el
texto tal com o lo redactó César.
Las dos desviaciones que saltan a la vista son l ° s números 2 y 16. El 2,
un genitivo (nauium ), com o determinante de multitudine, debía preceder
a su regente y no seguirlo, como lo sigue en este texto de César y lo ha
de seguir necesariamente en castellano. César procedió así para subrayar
el término nauium. Las aludidas “ manadas” de británicos (la palabra manus
está en el contexto inmediatamente anterior a nuestra cita), que recorrían
sus costas en misiones de observación, se quedaron “ aterradas” ( perterri­
tae) “ por la multitud” , no de hombres o guerreros, que parecían las pala­
bra llamadas por “ multitud” , sino “ por la multitud de navios” . La pospo­
sición de nauium en latín corresponde a nuestro subrayado en la tra­
ducción.
El núm. 16 (el verbo) también está ligeramente desplazado: el orden
normal hubiera sido uno tem pore erant uisae (el verbo cerrando frase) ;
César escribe uno erant uisae tem pore; con ese mínimo desplazamiento
el autor logra una expresiva disyunción, un pequeño suspense: uno ...tem ­
p ore, “ en un solo” ¿qué? “ en un solo... instante” , es decir, “ a la vez” o “ al
mismo tiempo” . Los británicos, sobre sus costas, tenían la oportunidad de
contemplar innumerables embarcaciones, con tal de ir sumando día a día
al verlas navegar ante su litoral; lo extraño y “ aterrador” fue el espec­
táculo de tal multitud de navios “ a la vez” .

Lám inas 4, 5 y 6: Caracterización personal de Cicerón y Tácito.

Los gráficos que presentamos reflejan ciertos rasgos estilísticos que di­
fícilmente captamos en toda su integridad sin dichos esquemas visuales.
Se dice del arte clásico que en todas sus manifestaciones (literatura,
pintura, escultura, arquitectura, etc.) es un arte equilibrado, simétrico,
armonioso y proporcionado en todos sus elementos...
Tales características pueden contemplarse en el conjunto de nuestras
232 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LA TIN

láminas. En cada una de ellas apreciamos una enramada bastante regular,


que nos recuerda, no una vegetación desigual y anárquica, sino un jardín
cuidado por esmerada labor de poda. También se han comparado esos
períodos clásicos a soberbios edificios de entre 6 y 9 pisos cuyos pabello­
nes forman conjuntos proporcionados en alturas y volúmenes.
Podríam os admirar en la lámina 4 el texto de César, con su 96,2 °/< de
orden en la colocación de las palabras; dejem os no obstante ya de lado
“ el orden” para fijarnos en otros aspectos de la soberbia construcción. Como
tantas y tantas veces, un primer y vulgar ablativo absoluto (his rebus g es­
tis) nos sirve de transición a un nuevo capítulo, al parecer, sin pretensio­
nes. Pero, apenas cruzado el modesto umbral, ¡qué lujo en el primer
pabellón! Es un segundo ablativo absoluto (L abien o... relicto), pero éste
no repite ya el ablativo de rutina: es un ablativo absoluto grandioso;
abarca él solo más del 50 por 100 del llamativo volum en construido (cf.
gráfico).

Vamos a insistir algo en las láminas 5 y 6 para captar a lo vivo ciertas


sustanciales diferencias entre el estilo de Cicerón y el de Tácito.
El texto núm. 5 es un típico período ciceroniano, en el que la simetría
y la proporción clásicas alcanzan el summum de la perfección.
Quien mire la correspondiente lámina observará que, desde el centro
verbal, arrancan dos alas: el ala izquierda com prende 6 elementos em pa­
rejados y coordinados a pares de bloques: el ala derecha es una pareja
más y aparte, com o un pabellón aislado. Las 4 parejas andan muy al uní­
sono en su estructura. Imaginemos la desnuda y abstracta red estructural
en sus líneas representativas prescindiendo ya de los elementos reales
es decir, las palabras así estructuradas: com o en un baile de minué, los
dos miembros de cada pareja aúnan a la peifección el ritmo de sus m ov i­
mientos hasta el más mínimo detalle. No sólo hay simetría en el número
y coordinación de elementos funcionales, hay también exacto paralelismo
en el plano m orfológico y en las oposiciones semánticas; cf., por ejem plo
(pareja 2) :

tacere-flagitare;
de m em oria-m em oriam ;
hominum -litterarum.

(o pareja 4) : religionem -iusiurandum fidem que;


uiri-m unicipi;
amplissimi-integerrimi.

Si ahora pasamos a contemplar el texto de Tácito, vemos un enorme


contraste: si el texto de C icerón nos ha recordado el baile del minué,
hemos de añadir, análogamente, que Tácito nos ofrece el espectáculo de
un rock and roll. Brillan aquí por su ausencia el sereno equilibrio, la p ro­
porcionalidad y la simetría entre los miembros del conjunto.
APÉNDICE 233

Hay una impresionante desproporción entre los dos miembros que in ­


tegran la oración, el sujeto y el predicado: miles... agitatur.
El sujeto se expande en sucesivas ramificaciones: miles urbanus ... im ­
butus... traductus... pronus... Esta última ramificación (miles... pronus)
constituye la gran sorpresa; va precedida de una amplísima oración tem ­
poral (postquam ...intellegit) y nos imaginamos que, m uy arropado ya el
sujeto, el autor, con esa circunstancia temporal, apunta hacia un predi­
cado que se está haciendo esperar demasiado; pero surge, de improviso,
la última y tardía determinación del sujeto (miles... pronus...); esta rama
abraza y envuelve la com pleja oración temporal antes mencionada y así
la incorpora, com o a viva fuerza y en volandas, a la masa del sujeto; en
este organismo de 60 palabras, más de 50 quedan convertidas en la inmen­
sa cabeza del sujeto, a la que se añade, com o minúsculo apéndice, el p e­
queño resto en función predicativa. Estamos, pues, ante una auténtica
caricatura, en los antípodos de la proporcionalidad canónica de la escul­
tura clásica.
L o típico y sorprendente de Tácito, lo que no cabe imaginarse en -C i-
ceróp, es el entrecruzamiento en las líneas de conexión (cf. líneas miles...
pronus y agitatur-postquam... intellegit).
La maniobra envolvente del sujeto arrastra a la órbita de su propia
masa el cuerpo de su partenaire en el juego oracional: ese movimiento
envolvente es lo que nos recuerda en Tácito ciertos pasos del violento
rock and roll, com o la perfecta e impecable simetría de las parejas en el
texto de Cicerón nos hacía pensar en un suave minué.

Quizá nos hayamos extendido ya demasiado. En general, cada texto


reducido a imagen visual sugerirá su comentario adecuado. Bastan los
ejem plos aducidos com o muestras de lo que puede aportar a nuestra peda­
gogía la materialización de las ideas que tan sólo manejamos habitual­
mente en abstracto.
II

LOS MODOS VERBALES LATINOS


EN ORACIÓN INDEPENDIENTE *

§ 1 .—■Límites de este estudio

Vamos a referirnos aquí exclusivamente a los modos latinos


en oración independiente, ya que ahí está el problema fundamen­
tal planteado por los modos verbales. Dejamos para ulterior
ocasión los valores derivados de la subordinación, un segundo
problema cuya solución depende del primero.

§ 2 . — Planteamiento del problema de los modos

A) 1. Martinet (Éléments de linguistique générale, 19633,


p. 97) habla de una tentación que acecha a todo lingüista: “ la
de identificar unidades significativas y unidades de primera ar­
ticulación” . “ Pero — sigue diciendo Martinet— no hay que ol­
vidar que un rasgo prosódico, como la elevación de la curva
melódica que hace de il pleut? una pregunta, combina un sig­
nificante, la elevación de la curva, y un significado, el que se
reconoce en francés al monema est-ce que. Hay, por tanto, sig­
nos que no se adaptan a la doble articulación.”
2. Pues bien, todos los autores, en sus interpretaciones de
los modos verbales, han sucumbido a la tentación que señala
Martinet. Nadie ha distinguido claramente los dos significantes
(con sus dos significados correspondientes) que se combinan en
cada uno de los siguientes enunciados:
* Este capítulo se p ublicó com o artículo independiente en Emérita, Madrid, X X X V
(1968), pp. 77-96.
LOS MODOS VERBALES EN ORACION INDEPENDIENTE 235

/ uenit./ ueniat./ueniret./
/uenit? /ueniat? /ueniret? /
/uenit!/ueniat!/ueniretl/

3. Es, no obstante, evidente que cada enunciado constituye


un complejo significativo, una suma de dos elementos, a saber:
a) Una unidad de primera articulación (uenit, ueniat, ueni­
ret), es decir, susceptible a) de un primer análisis en varias uni­
dades significativas, como son el lexema, el morfema de modo
y el morfema de tiempo y persona; b) de un segundo análisis
a nivel de las unidades distintivas: los fonemas que hay en
cadá una de las unidades significativas antedichas.
b) Cierta curva melódica, según la modalidad de la frase.
Asi:
/ueniat./ — /ueniat/ + / . /
/ueniat?/ = /ueniat/ -(- /?/
/ueniat!/ = /ueniat/ - f /J/

4. Ahora bien, si al significante /ueniat/ corresponde algún


significado, ese significado ha de buscarse en lo que los tres
enunciados tienen de común, es decir, ha de buscarse precisa­
mente en /ueniat/ y no en los complejos oracionales ¡ueniat./
ueniat? /ueniat!/.
5. Frente a estos axiomas, ¿cuál es la conducta de nuestros
gramáticos, tanto antiguos como de última hora? Lo que inva­
riablemente se ha hecho es considerar frases en bloque; y en­
tonces, frente a un /ueniat./ se pone la etiqueta ya sea de “ po­
tencial” , ya sea la de “ afirmación atenuada” ; frente a un /ue-
niat?/ se nos dice que es o bien un subjuntivo “ potencial” o bien
un subjuntivo “ deliberativo” ; frente a un /ueniat!/ se dice “yu­
sivo” , “ optativo” , etc.
Cayendo siempre en la tentación a que alude Martinet, nues­
tros gramáticos, que ignoran el significante melódico de la frase,
atribuyen por derecho propio al desnudo subjuntivo un valor
"potencial” o un valor “yusivo” ; y, por añadidura, un valor “ de­
liberativo” , otro “ optativo” , otro “volitivo” , etc.
Por este método — que pretende describir todas las posibles
bazas del juego, desentendiéndose de las reglas del juego en sí—
ponen cada vez más etiquetas a la misma forma “ subjuntiva” ,
236 IN TRO D U C CIÓ N A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LA TIN

acabando uno por no saber ya qué significado corresponde a la


forma en sí misma o llegándose a dudar de que tal forma sea, por
sí misma, portadora de algún significado constante y precisable.
Incluso es ya normal que todos nuestros manuales empiecen el
capítulo del subjuntivo (o de los modos en general) proclamando
la imposibilidad de fijar la significación “fundamental” de los
modos y las inevitables discrepancias que surgen entre los auto­
res al tratar de la “ acepción” que corresponde a las variaciones
modales del verbo y más concretamente a las variaciones “ sub­
juntivas” .

B) Frente a este estado de opinión tan general, frente a la


afirmación según la cual “ sería vano pretender ser demasiado
racional en la descripción del subjuntivo, ese modo que depende
esencialmente del dominio de la subjetividad” (Ch. Hyart, Les
origines du style indirect latin, Bruselas, 1954, p. 69), nosotros
pensamos que todo puede aclararse si desglosamos los complejos
/uenit./ueniat./ueniret./, etc., en sus elementos constitutivos y si­
tuamos en ejes distintos — como un sistema de coordenadas ma­
temáticas o un sistema de meridianos y paralelos geográficos—
los significantes constituidos por las desnudas formas verbales
y los significantes melódicos de la frase:

Eje I
N ivel de la forma verbal

i 1 A cción A c. PO­ A cción i


M odos s '11 REAL TENCIAL IRREAL (
B■
Eb
■ante

Signific-
_ ï ( u e n it ueniat ueniret J
-ado -ante
"tí

33
e A) Modalidad l ó g i c a :
-tí u
te
►H g A s e v e r a tiv a /./ uenit. ueniat. ueniret.

^tí I n t e r r o g a t iv a /? / uenit? ueniat? ueniret?


rH
"tí *tí
B) Modalidad
p
·«*»
£ IMPRESIVA /!/ uenit! ueniat! ueniret!
LOS MODOS VERBALES EN ORACION INDEPENDIENTE 237

En el eje I aparecen las nociones de “ real” , “ potencial” e


“irreal” que tantas veces se han atribuido a las correspondientes
formas verbales.
En el eje II tenemos las modalidades de la frase (llamadas
también modo (¿?) “ aseverativo”, “ interrogativo” e “ impresivo” )
que, desde fuera, inciden sobre el verbo.
Intentaremos desarrollar estas ideas en las páginas siguientes.
Pero ya desde ahora, y ante el esquema propuesto, pueden ha­
cerse ciertas observaciones que nos parecen del mayor interés.

C) 1. Las etiquetas de la gramática descriptivá son todas


buenas al cincuenta por ciento y deficientes al otro cincuenta
por ciento. Se han puesto siempre desde uno de los dos ejes,
sin reparar que, en el habla, toda forma verbal representa'jun
vértice o cruce de dos conjuntos de nociones que nada tienen
de común entre sí. En cada vértice, una forma dada recibe un
rasgo de cada eje, sin que estos rasgos pierdan nunca su irreduc­
tible originalidad o se confundan. Y siempre que los gramáticos
discrepan o se contradicen, lo que hacen es darnos la verdad
total por entregas: una explicación ofrece la perspectiva desde
un eje, y la etiqueta discrepante nos da la perspectiva desde el
segundo eje.
2. Así, cuando un autor (por ejemplo, Ernout-Thomas, pá­
gina 236) llama a una forma como /ueniat?/ subjuntivo “poten­
cial” , se sitúa en el eje I; y, cuando otro autor (o el mismo,
cf. Ernout, p. 242) llama al mismo /ueniat?/ subjuntivo “ deli­
berativo” es porque se sitúa en el eje II; la descripción total
sería en ambos casos “ potencial - deliberativo” : Quid jaciam?
“Qué puedo (podría) hacer?” . En la traducción reflejamos el
rasgo “ potencial” que hay en jaciam por el léxico “poder” ; y la
modulación interrogativa expresa en ambas lenguas la modali­
dad “ deliberativa” de la frase.
Ha de notarse que el rasgo “potencial” es intrínseco a la va­
riación temática del verbo, y que, en cambio, el rasgo “ delibera­
tivo” le viene a jaciam de fuera, de la modalidad de la frase;
pero como los gramáticos piensan que ambos rasgos son con
igual derecho intrínsecamente inherentes a jaciam, se sorpren­
den luego al encontrarse con indicativos “ deliberativos” , y se
creen obligados a explicarnos que “ el indicativo puede sustituir
238 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LA TIN

al subjuntivo deliberativo” : véase Ernout, p. 250, donde se citan


estos “ indicativos deliberativos” : quid fabulabor? (Plauto, Capt.,
535), Dedemus ergo Hannibalem? (Liv., X X I, 10, 11), etc. Puede
verse también F. Blatt (Syntaxe latine, 1952, p. 187), quien, tras
el epígrafe sobre el subjuntivo que él llama “ dubitativo (deli­
berativo) ” , añade en nota que el indicativo constituye “ un doble­
te” del subjuntivo “ dubitativo (deliberativo)” y cita, como prue­
ba, este ejemplo de Catulo (I, 1) : cui dono lepidum nouum li­
bellum? Tal “ aclaración” es ociosa, o, mejor dicho, no tiene sen­
tido, como no lo tendría la siguiente explicación fonética: “ El fo­
nema d es sonoro, pero' con el fonema sonoro d puede alternar
el fonema b”.
Lo mismo ocurre cuando otro autor (Bassols, Sint. lat., 1 ,1956,
p. 320), titubeando ante subjuntivos como estos de Cicerón (pro
Sestio, 45) : restitisses, repugnasses, mortem pugnans oppetisses
( = ¡Haber resistido! ¡Haber contraatacado! ¡Haber sucumbido
peleando!” ), propone dos interpretaciones posibles (“yusivos de
pasado” e “ irreales de pasado” ) o insinúa su preferencia por una
de ellas: “ Para los latinos, sin embargo, es probable que preva­
leciera la primera interpretación, como lo demuestra el hecho de
que se usa la partícula ne propia de las prohibiciones” . En rea­
lidad, la definición total de esos subjuntivos ha de comprender
las dos notas: son “ yusivos irreales” , “ irreales” desde el eje I
y “ yusivos” desde el eje II.
Nos parece innecesario seguir multiplicando los ejemplos.
3. Según se pone de manifiesto en nuestro esquema, los tres
términos del eje I pueden alternar en el eje II como “ asevera-
tivos” , como “ deliberativos” o como “ impresivos” . Y tal alter­
nancia en el eje II ni siquiera es exclusiva de las tres variacio­
nes verbales que expresan sucesivamente lo real, lo potencial y
lo irreal; puede darse la misma alternancia en términos ajenos
a la categoría verbal. Así, hay modalidad

“ aseverativa” en Aquí. Ahí. Allí.


“ deliberativa” en ¿Aquí? ¿Ahí? ¿Allí?
“ impresiva” en ¡Aquí! ¡Ahí! ¡Allí!

4. Las discrepancias y contradicciones de los gramáticos han


surgido de la consideración a salto de mata desde uno u otro eje,
LOS MODOS VERBALES EN ORACION INDEPENDIENTE 239

sin percatarse de los dos campos que se superponen en una forma


verbal cuando se la saca del paradigma y se la integra en un
mensaje real.
5. Hemos de hacer más adelante especial mención de los ar­
tículos que en la revista Emérita publicaron Mariner (X X V
[1957], pp. 449-486) y García Calvo (XXVII [1960], pp. 1-47).
Estos autores nos han dado una interpretación de los modos ba­
sada en un conjunto único de nociones: el conjunto “ real-poten-
cial-irreal” en el trabajo de Mariner, y el conjunto “modalida­
des de la frase” en el de García Calvo. Nuestros cplegas ya no
corren, pues, al azar, “ a salto de mata” , a la caza de significados
en el subjuntivo, ni se apresuran, por lo tanto — como se hacía
antes— , a poner etiquetas con afán de recordar proteicos signi­
ficados cogidos al vuelo. La indiscutible superioridad que tienen
los dos mencionados artículos sobre cuanto anteriormente se ha­
bía escrito acerca de los modos radica en su visión a perspectiva
única, es decir, en su interpretación de los modos según un eje
único: nuestro eje I para Mariner, y el eje II para García Calvo.
A sus deficiencias hemos de referirnos luego (§ 8) ; pero ya des­
de ahora puede vislumbrarse la raíz de los reparos que pueden
formularse o se han formulado ya (cf. Rodríguez Adrados, Evo­
lución y estructura del verbo indoeuropeo, pp. 542 ss.) a sus estu­
dios: es precisamente el ignorar uno u otro de los dos ejes con
los que nos parece indispensable operar.

§ 3 . — La indispensable consideración de los dos ejes

A) En uenit, ueniat, ueniret hay materia para posibles men­


sajes, pero esos signos en sí mismos ni dicen nada de nada ni
tratan de influir en voluntades ajenas.
Un ueniat, por ejemplo, es un elemento susceptible de inte­
grarse en un mensaje, pero por sí solo no constituye un mensaje
ni lógico ni impresívo; lo decisivo para que deje de ser una mera
designación verbal es la entonación o modalidad de la frase, es
decir, la “ actitud” que el hablante tome ante el signo /ueniat/,
actitud reflejada en la modulación del /ueniat/. Sólo “la melodía
de la frase y el ritmo descubre lo que domina en el alma del
hablante” (W. v. Wartburg, Problemas y métodos en la lingüís­
240 IN TRO D U C CIÓ N A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL L A TIN

tica, Madrid, 1951, p. 152). Las diversas modalidades de la frase .


corresponden inequívocamente a las diversas διαθέσεις της ψο'/ης
o “modalidades del alma” .
Los valores lógicos o impresivos no existen a nivel de la forma
verbal —la forma verbal es la misma en /ueniat./, /ueniat?/ o
/ueniat!/— , sino únicamente a nivel de la frase y gracias exclu­
sivamente al nuevo significante (la entonación) que modula esas
frases ex animo loquentis. Un texto — por ejemplo, publica pro­
dendo tua nequiquam serues (cf. T. Livio, 26, 36, 9)— puede dar
lugar a mensajes enteramente distintos según la entonación (o
puntuación) que se le ponga; y, desprovisto de toda entonación,
carece de todo sentido.

B) Hay una radical diferencia entre los significantes y los


significados cuando se pasa de un eje al otro. García Calvo
(op. cit., p. 5) ha hecho notar que, en el verbo, las variaciones
temáticas destinadas a modificar el semantema (número, voz,
aspecto, tiempo) o a situarlo respecto a otros (número, voz) pue­
den ser sustituidas por léxico: léxico adverbial en sustitución
del tiempo y aspecto; léxico numeral para la variación del nú­
mero; léxico pronominal para las variaciones de la persona y
de la voz; pero, añade García Calvo, no cabe pensar que la varia­
ción modal “ pudiera ser reemplazada por la presencia o ausen­
cia de morfema adverbial ninguno” . Nos parece que esta fina
intuición de García Calvo ha de rectificarse y completarse del
me do siguiente: las variaciones del eje I, uenit, ueniat} ueniret,
son perfectamente reemplazables por léxico, como veremos en
los párrafos siguientes. Lo que, por lo menos en nuestras lenguas,
no es susceptible de sustitución léxica es la variación melódica
del eje II, la entonación que el hablante añade a los signos lin­
güísticos normales. Así como el hablante es algo exterior al len­
guaje, la manifestación de ese hablante tampoco tiene la carac­
terística de la doble articulación del lenguaje.

C) Los modos al nivel de la morfología ( = eje I) pertenecen


exclusivamente a la categoría verbal: uenit/ueniat/ueniret¡. En
cambió, los modos al nivel de la frase (=: eje II) no son caracte­
rística verbal; pueden recaer sobre cualquier categoría gramati­
cal que se convierta en centro de frase:
LO S MODOS VERBALES EN ORACION INDEPENDIENTE 241

Mañana. ¿Mañana? ¡Mañana!


Fuego. ¿Fuego? ¡Fuego!, etc.

Naturalmente, ninguna categoría gramatical se presta como


el verbo a constituirse en centro de frase y, por tanto, en soporte
de la modulación de dicha frase. Ésa es, sin duda, la única razón
por la que sólo se haya hablado de “ usos lógicos” y “usos im­
presivos” al estudiar el verbo, y no al estudiar el adverbio, o el
adjetivo, o las restantes categorías léxicas.

D) Cuando, en el siglo pasado, la gramática histórica intentó


reducir a la unidad los “usos del subjuntivo” topó con el irre­
ductible binomio Potencial-Desiderativo. Se suponía que dichas
formas subjuntivas debían tener sólo una u otra de esas dos
“ acepciones” como valor primario, del que derivaría secunda­
riamente el no-primario. El problema ha seguido planteado hasta '
la actualidad: desde Brugmann y Delbrück, los autores se re­
parten en dos bandos numéricamente equilibrados para sostener
las dos tesis opuestas, sin que ninguna se haya impuesto defini­
tivamente.
El binomio es sencillamente irreductible, y toda reducción
choca con la realidad: la realidad es que la nota “potencial” per­
tenece al eje I, es decir, al verbo; y la nota “ desiderativo” no
pertenece al verbo, sino a la frase ( = eje II). Pretender confun­
dir los dos ejes es, en nuestra opinión, condenarse a no entender
el juego de los modos.

E) Cicerón, explicando lo que es el modo como lugar común


en retórica (de inu., 41), dice que hay un modo al nivel de los
hechos en sí y un modo al nivel de la intención del agente; por
ejemplo, una acción sin testigos puede cambiar radicalmente
de significado según haya o no haya mediado intención de ocul­
tar la propia conducta.
El comentarista Victorino (C. Halm, Rhetores latini minores,
Lipsiae, 1863, p. 225) admira la perspicacia de Cicerón: Modum
Cicero diligenter inspexit atque ita definiuit ut nemo umquam.
Namque modum in duobus inspiciendum docet, in modo facti
et in animo facientis... Y concluye: Similiter omnes modi ex
modo facti et ex animo (facientis) inspiciendi sunt
242 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL L A TIN

Paralelamente al factum y al animus facientis del modo como


término del lenguaje usual convendría distinguir en el modo
como tecnicismo gramatical entre el dictum y el animus lo-
quentis.
Tratemos de analizar esas dos caras de los modos.

§ 4 . — Los modos al nivel de la forma verbal (eje I)

A ) Generalmente se cree que en pater uenit. pater ueniat,


pater ueniret, se habla siempre de lo mismo: de “la llegada del
padre” ; pero que las tres formas verbales representan tres “ acti­
tudes” diferentes del hablante con relación a esa “ llegada del
padre” .
Se piensa que el indicativo mira hacia el mundo exterior,
hacia la realidad circundante; que la acción verbal expresada en
indicativo existe fuera del hablante y se refleja en él, como en
un espejo, sin que dicho hablante quite ni ponga nada de su co­
secha cuando en un mensaje usa una forma de indicativo. El in­
dicativo es “ el modo de la realidad” .
Y, viceversa, en el subjuntivo (potencial e irreal) se piensa
que las formas verbales no miran hacia la experiencia externa;
que las acciones expresadas en estos modos no tienen apoyo en
la realidad circundante, sino tan sólo en el mundo interior del
hablante. El subjuntivo sería “el modo de la subjetividad” .
Las gramáticas latinas más recientes y usuales acogen gusto­
sas la definición de Fr. Thomas (Recherches sur le subjonctif
latin, Paris, 1938, p. xiv) : “El subjuntivo... es el contrapeso
aproximadamente exacto del indicativo, anunciando subjetiva­
mente lo que éste enuncia objetivamente. Frente al indicativo,
modo de lo real, el subjuntivo expresa todo lo que no es dado
como real, sino como deseable, querido, posible, eventual, con­
trario a la realidad, indeterminado, incierto, etc.” .

B) 1. Frente a esta opinión, la nuestra es que los tres modos


personales (indicativo, potencial e irreal) son por igual “objeti­
vos” en cuanto al dictum (y, como diremos en § 5, par igual “ sub­
jetivos” ex animo loquentis): los tres miran por igual hacia el
LOS MODOS VERBALES EN ORACION INDEPENDIENTE 243

mundo de la experiencia y realidad que envuelve al hablante.


Las tres formas verbales tienen una primera cara que mira hacia
las cosas. Las tres formas verbales suponen ante todo un cam­
bio en las experiencias que hemos de transmitir, no un cambio
de “ nuestra actitud mental” frente a una invariable experien­
cia. En una palabra, lo que cambia al nivel del eje I es el dictum,
no el animus loquentis. Afirmar que el hablante acude a usar
uenit, ueniat, ueniret, según conciba en su mente la acción
verbal, nos parece una fórmula tan poco afortunada como lo
sería esta otra: el hablante usa los términos perro, gato, liebre
según “la actitud mental” que adopte ante el animal que tiene
delante. Más exacto sería decir que la realidad se impone al ha­
blante, y que éste elige entre varias especies de predicados (uenit,
uenjit, ueniret) el que corresponda más exactamente a las-varias
especies de realidades en que enraíza sus conocimientos. '
2. Las formas uenit, ueniat, ueniret, por esta primera cara
que estamos analizando, constituyen tres verbos distintos en
derivación léxica y con conjugación específica para cada forma.
Decimos “ derivación léxica” ya que la función sintáctica bá­
sica (la función predicativa o verbal) no se altera al cambiar en­
tre sí uenit, ueniat, ueniret; cualquiera de las tres formas sirve
como núcleo de un mensaje dado: /pater uenit./pater ueniat./
pater ueniret./.
Serían igualmente comunes los diversos complementos que
pudieran añadirse.
No se trata, pues, de una derivación sintáctica del tipo doceo,
doctor, doctus, ya que a cada una de estas formas corresponde
una función sintáctica radicalmente distinta (respectivamente,
verbal, nominal y adjetiva).
La variación uenit, ueniat, ueniret es más bien comparable
a alguno de los tipos siguientes : latín doctus, doctior, doctissimus
(sin alteración de la categoría del adjetivo); español casa, casona,
casita (sin salir de la categoría nominal); o incluso series léxicas
(sin ligazón derivativa), como aquí, ahí, allí.
La diferencia entre uenit, ueniat, ueniret (como entre doctus,
doctior, doctissimus, o entre casa, casona, casita, o entre aquí,
ahí, allí) es esencialmente semántica y no escapa al gran princi­
pio de Pierce (The Journal of Philosophy, 18, 1946, p. 91), según
el cual todo signo lingüístico es susceptible de sustitución por
244 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LA TÍN

otro(s) signo(s) lingüístico(s) que exprese(n) el mismo sentido


desarrollado con mayor amplitud:
uenit-potest uenire-poterat uenire (es el indicativo “modal”
■ο “ indicativo por subjuntivo” de nuestros manuales), como doc-
tus-magis doctus-ualde doctus, como casa-casa grande-casa pe­
queña, como el lugar cercano a mí-el lugar cercano a ti-el lugar
alejado de ambos.
3. Este valor semántico de cada una de las tres variaciones
verbales nunca desaparece, sea cual fuere el contexto en que se
integren: uenit, ueniatt ueniret nunca dejarán de significar, res­
pectivamente, una acción real, posible e irreal; dicho sentido les
es inalienable: donde salgan los significantes saldrán los corres­
pondientes significados, como las dos caras indisolublemente uni­
das de todo signo lingüístico.
Antes de entrar en frase, es decir, antes de recibir ninguna
tonalidad en la comunicación oral o, lo que es lo mismo, nin­
guna puntuación ( / . / ? / ! / ) en el lenguaje escrito, las formas
Jpater uenit/pater ueniat/pater ueniret/ encierran ya un con­
tenido objetivo (¡un dictum propio y distinto para cada forma!),
la materia sobre la que recaerá el mensaje, a saber:
1) “el hecho de la llegada del padre” ;
2) “ la posibilidad de la llegada del padre” ;
3) “la contra-realidad de la llegada del padre” .
En oración no-subordinada, ese significado “ real” nunca fal­
tará a las variaciones modales al nivel de la forma, independien­
temente del tipo de oración en que aparezcan. Esta idea destaca
luminosamente en el meritísimo artículo de Mariner sobre los
modos latinos. También remitimos al mismo artículo para la
cuestión de los usos neutros de dichas formas verbales, usos
que quedan fuera de nuestra consideración por tratar aquí sólo
de los modos en posición independiente.
La “ actitud” del hablante (¡el animus loquentisl) se manifes­
tará en la “modulación” de esa materia real, es decir, en la mo­
dalidad de la frase; y entonces, el significado básico de los sig­
nificantes se multiplicará por la actitud mental del hablante, se­
gún la tabla expuesta supra, p. 44.
4. Dicha tabla pone de manifiesto cómo varía “la materia de
que se trata” (y su significante: la forma verbal) al pasar de una
columna vertical a otra columna vertical (eje I) y, a la vez, cómo
LO S MODOS VERBALES EN ORACION INDEPENDIENTE 245

dicha materia (y su significante) permanece inalterable en toda


la profundidad de esas columnas verticales.
Simultáneamente se ve cómo “la actitud mental” del ha­
blante (y su significante: la entonación) varía al pasar de una
franja horizontal a otra franja horizontal (eje II) y, a la vez,
cómo dicha actitud mental (y su significante) permanece inalte­
rada en toda la extensión de esas franjas horizontales.
Si se nos permite usar terminología y conceptos matemáticos,
podemos decir que el juego de los modos es una sencilla “ mul­
tiplicación de dos conjuntos” . Al existir tres términos en cada
conjunto, resulta φ ιε pueden darse tres dicta (eje I) para cada
modus dicendi; e, igualmente, tres modi dicendi para cada dictum
(eje II).

§ 5. — Los modos al nivel de la frase (eje Π)

A) 1. Si ahora pasamos a considerar el eje II, vemos cómo


el conjunto de nociones básicas (real, potencial, irreal) expresa­
das por los modos en su nivel morfológico se multiplican, al nivel
de la frase, por un nuevo factor, variable él también; el producto
será, por tanto, variable, pero estrictamente definido en cualquier
mensaje, si se tiene en cuenta que representa la intersección de
dos valores conocidos de las dos variables en cuestión.
2. El nuevo factor es el hablante. H?sta aquí no hemos des­
cubierto en uenit, ueniat, ueniret más que signos lingüísticos
normales: un significante y un significado precisos. Ahora entra
en juego un ente extralingüístico, y las variaciones a que dará
lugar su intervención no serán reemplazables por signos lin­
güísticos normales. La intervención del γο-hablante no se mate­
rializa en “palabras”, sino en el significante sui generis que es
la modulación de esas palabras del eje I, cargadas de referencias
al “ηο-γο” .
3. El eje II está formado por un “conjunto de actitudes
mentales” . Si el eje I mira en toda su extensión hacia el mundo
exterior, el eje II es el eje de la “ subjetividad” : en el eje II están
las διαθέσεις τη; ψτ/ής, esto es, “las modalidades del alma” ; todo
él mira al “Y o” del hablante y distingue tres posturas básicas
de ese hablante-frente a lo que él mismo comunica.
246 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LA TIN

4. Y así como la realidad, la posibilidad o imposibilidad, está


fundamentalmente en las cosas, lo que de ningún modo está en
las cosas y únicamente en el hablante es /la certeza/la duda/el
deseo-voluntad./ Estas tres posturas tienen su peculiar manifes­
tación en la modalidad de la frase, o eje II de los modos.

B) 1. La certeza del hablante se manifiesta en la modula­


ción aseverativa: /uenit./ (o/non uenit./). Esta modulación reve­
la una posición de seguridad en la cohesión (o no-cohesión) entre
el sujeto y su predicado. La posición de descanso en la seguri­
dad de lo que se afirma se refleja en la posición de descanso
(o descenso) de la voz.
Creemos útil repetir aquí que todo el eje II — como eje de
las actitudes mentales— es subjetivo: en el indicativo-afirmativo
no hay una realidad mecánicamente reflejada en el hablante:
hay un pronunciamiento consciente y “firme” del hablante frente
a la realidad que comunica.
La “ afirmación” es la certeza del hablante en la cohesión (o
no-cohesión) entre sujeto y predicado. Pero una cosa es la “cer­
teza” y otra cosa distinta es la realidad de esa cohesión o no-
cohesión. Puede existir una efectiva cohesión sin que la mente
la haga suya y, por tanto, la “ afirme” . Así, por ejemplo, no basta
dibujar un triángulo para que todo el mundo, ante el dibujo,
pueda “ afirmar” que los tres ángulos del triángulo suman dos
rectos. Más todavía: ante la misma realidad, varios hablantes
pueden tener cada uno “ su certeza” , que da lugar a “ aseveracio­
nes” distintas y aún diametralmente opuestas; en situaciones
idénticas, los individuos o los grupos sociales — como las liebres
de la fábula— afirman con la misma seguridad, y muchas veces
con no poca pasión, que es un galgo lo que para otros es, indu­
dablemente, un podenco.
Si la actitud afirmativa del hablante corresponde adecuada­
mente a la realidad, la certeza se convierte en verdad (adaequa-
tio rei et intellectus, según fórmula aceptada por el tomismo); si
no existe tal adecuación, la certeza se convierte en error. Pero el
hablante nunca se limita a registrar pasivamente la realidad,
sino que se erige siempre en intérprete — fiel o equivocado— de
la misma.
2. En /uenit./ueniat./ueniret./ no hay una gradación en la
LOS MODOS VERBALES EN ORACIÓN INDEPENDIENTE 247

subjetividad o “ actitud afirmativa del hablante” ; lo que varía es


el factor I, es decir, la materia u objeto de la afirmación : se afir­
ma sucesivamente la realidad/la posibilidad/la imposibilidad de
la llegada. En principio, la seguridad del hablante en su actitud
afirmativa es siempre la misma en cada uno de los tres térmi­
nos; y si se pretende “ graduar” dicha seguridad, ya no sirve
ninguno de los modos verbales; ha de acudirse a determinaciones
externas, a formas ajenas a la categoría verbal y aplicables por
igual a los tr«s modos verbales (como también a los adjetivos,
o a los sustantivos, o a otra categoría gramatical cualquiera) :

certe / fortasse uenit.


\ certe / fortasse ueniat.
certe / fortasse ueniret.

C) Si el hablante tiene presentes los términos de sujeto y


predicado, y, por la razón que sea, no está en condiciones de
pronunciarse con certeza sobre el enfrentamiento de dichos tér­
minos, surge la duda (la deliberación, el problema) ; y como todos
los problemas, también éste se plantea interrogativamente: uenit?
ueniat? ueniret?
La actitud de “inseguridad” se refleja en la elevación de la
voz: ésta queda en alto, como la decisión entre el sí y el no.
Tanto en la modalidad aseverativa como en la modalidad
interrogativa, la actitud del hablante, con “ su” certeza (o “ su”
duda, respectivamente) busca la verdad y nada más que la verdad
o adaequatio intellectus ad rem. Se trata, pues, de dos actitudes
lógicas, cuyo interés se centra exclusivamente en la correcta in­
terpretación del sujeto considerado.

D) 1. Muy distinto es el valor de los modos cuando al ha­


blante no le preocupa fundamentalmente el pensamiento desinte­
resado (“ la verdad” ) y utiliza en cambio el lenguaje como pa­
lanca para conseguir algún fin práctico, para modificar la rea­
lidad a tenor de su voluntad personal.
La actitud “pragmática” se revela, como las actitudes lógicas,
por una melodía inconfundible, que ni es descendente como
la aseverativa, ni ascendente como la interrogativa. La melodía
impresiva (desiderativo-yusiva) es llana.
248 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LATÍN

2. Por no aventurarnos a inventar un nuevo signo de pun­


tuación hemos representado la modalidad yusiva en nuestro es­
quema por el signo / ! / , aunque no se nos oculta que, además
de no ser del todo adecuado, puede dar lugar a confusiones.
Acudimos a ese signo porque, en las ediciones usuales, ya
aparece efectivamente — con mayor o menor profusión, según el
gusto de los editores— acompañando a la inmensa mayoría de
las frases en su modalidad impresiva.
Pero tiene el grave inconveniente de hacernos pensar fácil­
mente en las frases “ exclamativas” , que también lo llevan. Ahora
bien, éstas no entran en el sistema de oposiciones enfrentadas
en el conjunto: aseverativas / interrogativas / yusivas. La ex­
clamación no es nuevo término, sino una forma intensiva de la
modalidad de la frase, ya sea ésta aseverativa, interrogativa o
yusiva. La exclamación es una exageración expresiva de las di­
ferencias que separan a las tres modalidades básicas que, me­
diante la exclamación, se convierten respectivamente en asevera­
ción enérgica / interrogación angustiosa / orden apremiante.
3. La modalidad impresiva enfrenta voluntades: la voluntad
del hablante con la voluntad del interlocutor o con voluntades
ausentes.
Esta orientación del lenguaje da a la comunicación un sentido
frecuentemente insospechado desde el puro contenido del nivel
léxico. Así, ¡fuego1, en una operación militar significará “ haced
fuego, disparad” ; en cambio, en boca de un ciudadano será nor­
malmente “ acudid a apagar el fuego” .
Según venimos sosteniendo a nivel del eje I, ninguna forma
verbal en indicativo o subjuntivo (ni aun el potencial) es per se
e intrínsecamente impresiva; y, viceversa, ninguna forma verbal
(ni aun el indicativo o el irreal) es, en principio, incompatible
con la modalidad impresiva. Así tenemos un indicativo yusivo en
Itis, paratis quam primum arma uiri ( Trag. inc. fr. 34 Ribbeck) :
“ ¡Guerreros, vais (y) preparáis cuanto antes las armas!” La in­
equívoca entonación yusiva afecta por igual a los dos indicativos
y su “ sujeto” , el vocativo uiri.
Tenemos una modalidad (desiderativa) en (Vtinam) uiueret
/uixisset!
Hemos citado antes (p. 46) el ejemplo del pro Sestio en que
aparece la modalidad impresiva (yusiva) en irreal de pasado.
LO S MODOS VERBALES EN ORACION INDEPENDIENTE 249

En el irreal impresivo, el hablante toma partido por lo im­


posible, por lo que ya no tiene remedio. Este impresivo (ineficaz)
se reduce a un simple deseo irrealizable, o a una vana recrimi­
nación dirigida al oyente.
Sin embargo, aunque en principio cualquier forma verbal
del eje I puede multiplicarse por cualquier modalidad del eje II,
los tres modos formales no se prestan con igual facilidad a entrar
en un mensaje impresivo. (Algo así ocurre en otros muchos sec­
tores del lenguaje: por ejemplo, la combinación adjetivo sustan­
tivo no tiene, en principio, limitaciones; pero prácticamente, da­
dos ciertos sustantivos concretos como “leche” o “nieve” , sólo
habrá fácilmente ocasión de aplicarles un adjetivo entre todos
los que componen el léxico adjetival de los colores.) Lo natural
es que los deseos y la voluntad del hablante se sitúen en la zoñ#.
de “lo posible” ; por tanto, entre uenit, ueniat, ueniret, la desig­
nación de la acción impresiva será, en la inmensa mayoría de los
casos, la potencial ueniat (no uenit ni ueniret).
En el potencial (equivalente a un puede ser sin descartar el
puede no ser) el hablante, pragmáticamente y al dictado de su
conveniencia, se decide por el “ ¡que sea!” , desentendiéndose de
la otra cara de la posibilidad.

§ 6.— El infinitivo

A) El infinitivo, al nivel del eje I, se opone al bloque Indi-


cativo-Potencial-Irreal.
En los tres modos personales la acción se concibe como “ ac­
ción de alguien” , acción del sujeto. La acción real, posible o im­
posible, sólo tiene sentido en función de un sujeto, como soporte
de esa realidad, posibilidad o imposibilidad. El infinitivo —como
modo impersonal— designa una acción abstraída de todo sujeto,
y como existente per se, aislada de su natural soporte. “El infini­
tivo es una conquista de la abstracción” , según dijo Bréal (Essai
de sémantique, París, 19247, p. 82). Es, por tanto, un nombre
abstracto, un nomen actionis. El infinitivo ni incluye ni excluye
la realidad/posibilidad/imposibilidad. Es indiferente a esas no­
ciones.
Y precisamente por su valor neutro o indiferente puede apa­
250 IN TRODU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LA TÍN

recer en sustitución de un indicativo, un potencial o un irreal,


según veremos en los siguientes ejemplos. Esto, hasta cierto
punto, ya se deduce de Szantyr, II, pp. 365-368, y ya lo dijo muy
claramente Mariner (Emerita, X X III [1965], p. 5) ; incluso lo ha­
bían advertido ya ciertos gramáticos antiguos, que enseñaban
hoc uerbum generale esse et pro omni posse accipi modo uerbo-
rum (cf. Prisciano, XVIII, 4 = Keil, Gramm, latini, IV, 224).

B) En cuanto al eje II, no hay problema: las modalidades de


la frase son siempre las mismas y afectan por igual al infinitivo,
a los tres modos personales e incluso a términos ajenos a la
categoría verbal, según venimos repitiendo insistentemente a lo
largo de estas páginas.
Si revisamos, pues, los textos en que aparece un infinitivo in­
dependiente (en el fondo, según explicación definitiva de Krest-
schmer, Glotta, 2, 1910, pp. 270-287, se trata siempre de oracio­
nes nominales con un nomen actionis como predicado), nos en­
contraremos con los tipos esperados:

modalidad “aseverativa” : / uenire./


modalidad “ deliberativa” : ¡uenire?/
modalidad “yusiva” : ¡uenire!/

C) Ejemplos:
Tipo /uenire./
Sustituye al indicativo en:
TH. inuidere omnes mihi,
mordere clanculum: ego flocci pendere... (Terencio, Eun.,
410 ss.).
Es el llamado “ infinitivo histórico” . En oración verbal habría
sucesivamente: inuidebant... mordebant... pendebam.
Sustituye al subjuntivo (concretamente al irreal) en:
Quod ni fecisset, perdere litem (Horacio, Sat., I, 9, 37). En
construcción verbal habría perdidisset o perderet.
Tipo /uenire?/
Sustituye al indicativo y subjuntivo llamados “ deliberativos” :
Quid enim? Sedere totos dies in uilla? (Cicerón, Att., XII,
44, 2). En oración verbal habría sedeam o sedebo.
L O S MODOS VERBALES EN ORACION INDEPENDIENTE 251

Tipo /uenire!/
Es el llamado infinitiuus imperatiuus (Szantyr, p. 366), del que
se citan ejemplos relativamente abundantes en el lenguaje téc­
nico o el conversacional, como ocurre en nuestras lenguas actua­
les con nuestros propios infinitivos; in cubiculum, cum partu­
rient, acus substernendum; cum pepererunt, tollere substramen
e t recens aliut subicere (Varr., R. R., III, 9, 8). Son posibles estas
sustituciones: tollere/ tollatur/ tollito; subicere/ subiciatur/ subi-
cito, exactamente como en castellano: “ después del parto reti­
rar/retírese/retirad la mullida y echar/echese/ecljad otra nue­
va” . La entonación vuelve uniformemente yusivas las tres for­
mas verbales.

§ 7. — El imperativo

A ) En resumen, venimos sosteniendo que ninguna forma


verbal de las estudiadas hasta aquí es en sí misma ni lógica ni
impresiva; que el rasgo lógico o impresivo les viene a todas ellas
“ desde fuera” , desde la modalidad de la frase; que estos rasgos
lógicos o impresivos son, por tanto, independientes de las varia­
ciones temáticas verbales, e incluso de la misma categoría verbal
en bloque, aunque, como ya quedó advertido, el verbo, en su
calidad de centro normal de frase, se presta a encarnar sus mo­
dalidades mejor que cualquier otra categoría; también hemos
anotado que, dentro de la categoría verbal, unas formas son más
propicias que otras a recibir determinadas modalidades. Pero,
en principio, todas las formas verbales estudiadas hasta aquí son
comunes a todas las modalidades lógicas o impresivas y, de he­
cho, según hemos visto, aparecen usadas indistintamente con uno
u otro valor.

B) Al llegar al imperativo todo cambia radicalmente. Desde


luego, nada se opondría a que una lengua dispusiera de una for­
ma verbal ad hoc para los usos lógicos y otra forma ad hoc para
los usos impresivos; incluso podría disponer, teóricamente, de
múltiples formas para las múltiples variantes dentro de las dos
modalidades: por ejemplo, una forma yusiva, otra optativa, otra
hortativa, otra deprecativa, etc.
252 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LA TÍN

Ignoramos hasta qué punto se da esa profusión formal de mo--


dos, en el panorama lingüístico real. Ateniéndonos exclusiva­
mente al sistema verbal latino, observamos que sólo existe una
forma específicamente impresiva: el imperativo.
El imperativo no pertenece al sistema de la frase predicativa,
en la que no tiene entrada, salvo que se le introduzca mediante
el recurso de un inquit; pero en realidad ese inquit aísla al im­
perativo frente a la frase predicativa y lo mantiene en su sitio
propio, que es el de la alocución directa e impresiva. Lo mismo
que al imperativo le ocurre al nombre en vocativo y a la inter­
jección: tres cotos rigurosamente reservados a la sintaxis expre-
siva-impresiva.

C) La originalidad morfológica del imperativo frente a las


restantes variaciones modales es obvia y ha sido frecuentemente
señalada.
Entre las formas imperativas, unas aparecen como puros radi­
cales sin caracterización de ninguna clase (i, es, ama, age); otras,
en cambio, como combinaciones recientes de ese mismo tema
con la partícula -to(d), que en nada recuerda las auténticas desi­
nencias personales ni su funcionamiento: -to(d) es un elemento
demostrativo y vale indiferentemente para la segunda y la ter­
cera persona. En el primer caso, el imperativo parece la forma
más antigua y elemental del verbo; en cambio, sus formas se­
cundarias suelen considerarse como muy recientes: en latín,
todavía nos parece alcanzar la etapa en que la lengua busca su
creación en varias direcciones. En un mismo texto (CIL h 401)
hallamos, junto a la forma en -tod, otra en -tad, y otra en -tid:
proiecitad, fundatid, parentatid.
También se ha señalado repetidas veces (cf. Szantyr, pp. 399-
400) el parentesco entre el imperativo, el vocativo y las inter­
jecciones. Tal vez fuera útil, como ya lo hizo Brugmann (Abré­
gé..., p. 590), denominar al imperativo “ interjección verbal” ;,
en el mismo sentido podría denominarse al vocativo “ interjec­
ción nominal” y reservar, como se viene haciendo, el nombre de
interjección a secas para las voces puramente expresivas-impre-
sivas, sin referencia a procesos ni personas externos al hablante.
Esto tendría la ventaja de agrupar los elementos impermeables
a la función declarativa: todos ellos verdaderas inter-iectiones
LOS MODOS VERBALES EN ORACION INDEPENDIENTE 253

en el sentido etimológico de la palabra, es decir, incrustaciones


insertadas en el cuerpo de la predicación, pero claramente sepa­
radas de él mediante inequívocas pausas como rígida frontera.

D) En consecuencia, el lugar que en nuestro esquema co­


rresponde al,imperativo es el vértice de la columna “potencial”
y la franja hprizontal/'impresiva” . El imperativo es una variante
morfológica especializada que en sintaxis impresiva alterna con
la forma común del “ potencial” : ualeas/uale, facias/fac, etc.,
según consta ya en los gramáticos latinos antiguos.·

§ 8 . — Los trabajos de García Calvo y Mariner

Como anunciamos antes (p. 47), volvemos ahora brevemente


sobre los trabajos de García Calvo y Mariner.

A) A García Calvo tenemos que agradecerle el habernos en­


señado a mirar los modos desde la doctrina di? las modalidades
de la frase. Pero, deslumbrado sin duda por su auténtico hallaz­
go, ha procedido a una explotación precipitada del mismo, sin
reparar que la modalidad de la frase no es el único factor a tener
en cuenta en el problema de los modos verbales.
Prescindiendo de detalles, García Calvo nos dice sustancial­
mente: a los modos, en oración independiente, corresponden dos
funciones radicalmente distintas: a) una función impresiva:
ueniat!, “ ¡que venga!” , y b) una función declarativa o lógica:
ueniat, “puede que venga” .
Y, como la forma verbal es la misma, hemos de hablar de
“ un modo con sentido 1.°” (o impresivo) y “ un modo con sen­
tido 2.°” (o lógico).
Parece que a esto no haya nada que objetar. Pero, en todo
caso, ahí está no una explicación contundente de los hechos, sino
el hiriente problema que los hechos plantean: ¿Cómo puede una
misma forma asumir dos valores tan heterogéneos? Eso es lo que
habría que explicar. García Calvo lo intenta, sin convencernos
en absoluto.
Incomprensiblemente, al observar la coincidencia de los dos
valores en una forma verbal única, nos dice — en flagrante con­
254 IN TRODU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LA TÍN

tradicción con los hechos— que los modos (concretamente el


subjuntivo y el optativo) sólo tienen en el fondo un valor, el
impresivo, del que derivarían secundariamente los usos lógicos.
Siguen entonces consideraciones cada vez más oscuras sobre los
caminos que conducen de lo impresivo a lo lógico... Y el autor
nos parece enredarse y enredar al lector entre la dualidad al
nivel de la frase y la unidad de la forma, como en un laberinto
sin salida. .
El autor penetra ya en ese laberinto desde el mismo umbral
de su teoría, es decir, en cuanto sienta la premisa de “modos con
sentido 1.°” y “modos con sentido 2.°” . La realidad, según hemos
visto, es: “Modo(s) único(s) con sentido(s) único(s)” en cada
forma verbal sobre la que incide “modalidad de frase l.*/moda-
lidad de frase 2.“” , es decir, modalidad impresiva/lógica.

B) Con nuestro esquema a la vista, puede apreciar el lector


que García Calvo, al proyectar los valores variables y externos
de la frase sobre la invariable forma verbal, rompe la unidad de
esta forma verbal sin posib · dad de recomposición ulterior.
Mariner opera exactamente a la inversa: en lugar.de la proyec­
ción horizontal de nuestro eje II sobre la forma verbal, proyecta,
verticalmente, nuestro eje I sobre las frases; se fija en la cons­
tante de la forma verbal. Resultado : donde haya un ueniat, hay
“potencial” ; ueniat./ueniat?/ueniat! son igualmente potenciales,
como ueniret./ueniret?/ueniret! son igualmente irreales.
Nos parece insuperable el estudio que hace Mariner de los
modos verbales al nivel de la forma ( = nuestro eje I) y estamos
de acuerdo con su análisis del bloque Real/Potencial/Irreal, aun­
que para nosotros esas nociones no son “ actitudes mentales” .
Lo que falta en Mariner es la segunda perspectiva, la consi­
deración de nuestro eje II, o nivel de la modalidad de la frase.
El rasgo común y uniforme debido a la forma verbal parece velar
a los ojos de Mariner toda la variedad de los mensajes según la
modalidad de la frase. La perspectiva única desde el eje I no le
permite distinguir la diferencia entre usos lógicos e impresivos;
de aquí que llame potenciales o irreales a yusivos como ueniat!
uenisset! y a desiderativos como utinam ueniat! utinam uenisset!
La consideración de Mariner es exacta desde la perspectiva de la
desnuda forma verbal; pero Adrados que la critica (Verbo indo­
LO S MODOS VERBALES EN ORACION INDEPENDIENTE 255

europeo, pp. 542 ss.) como indicio de confusion entre usos lógicos
y usos impresivos, también tiene razón desde la otra perspectiva,
la de la modalidad de la frase.

§ 9. — Conclusión

A ) Todo el juego de los modos se explica por la fórmula:


MODO X MODALIDAD.
Los modos verbales están inequívocamente señalados por la
morfología verbal, y son distintas designaciones de la acción en
correspondencia con las distintas condiciones en que la expe­
riencia nos presenta la acción.
Las modalidades de la frase revelan la actitud mental del
hablante y no caracterizan intrínsecamente al verbo, sino "a la
frase; pero, como el verbo es el centro de la frase, resulta que
la modalidad de la frase incide normalmente sobre el verbo.
Todo verbo integrado en un mensaje es, pues, un complejo
en el que se cruza un modo y una modalidad: las etiquetas
habituales de nuestras sintaxis son inadecuadas porque siempre
recogen un solo rasgo: unas veces el modo, y otras la modalidad,
promiscuamente barajados desde uno u otro de nuestros dos ejes.
Todo el confusionismo está sintetizado y consagrado en la cono­
cida definición de los modos que, desde la Lateinische Grammatik
(p. 325 de la última edición, la de Szantyr, Munich, 1963), pasó
al común de las sintaxis latinas y de otras lenguas : “Los modos
son las formas que indican la actitud del hablante en relación
con la acción verbal” . Esta fórmula viene a decir que “los modos
del verbo son las modalidades de la frase” y resulta, por lo tanto,
radicalmente inaceptable.

B) Para terminar, ejemplifiquemos el juego de los modos,


aplicando la fórmula m o d o X m o d a l i d a d al modo que siempre
ofreció mayor dificultad de regulación: el subjuntivo.
Factor m o d o : en el subjuntivo hay dos modos formales: po­
tencial e irreal.
Factor m o d a l i d a d : dos modalidades de frase pueden incidir
sobre esos dos modos: una lógica y otra impresiva. Ha de ha­
blarse, pues, de “ cuatro usos del subjuntivo” :
256 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LA TIN

2 modos X 2 modalidades = 4 usos, a saber : un potencial-


lógico, un potencial-impresivo, un irreal-lógico y un irreal-im-
presivo.
Nosotros optaríamos por no introducir más apartados en una
Sintaxis. Ahora bien, caben subdivisiones en la modalidad; así
nosotros mismos, a lo largo de este artículo hemos subdividido
la modalidad lógica en aseverativa e interrogativa (lo hicimos
provisionalmente para recoger los apartados del subjuntivo deli­
berativo, el indicativo deliberativo y el infinitivo indignantis de
nuestras Sintaxis usuales). Con esta subdivisión, la fórmula
básica m o d o X m o d a l i d a d da: 2 modos X 3 modalidades = 6 usos
del “subjuntivo” (que figuran en nuestro esquema).
Pero, sobre todo, cabe un número ilimitado de subdivisiones
en la modalidad impresiva. Dentro de la actuación sobre per­
sonas y cosas, puede distinguirse el yusivo, el prohibitivo, el
hortativo, el desiderativo, el votivo, etc. Y, según este número
indefinido (n) de modalidades, la fórmula básica m o d o X m o d a l i ­
d a d se plantea así: 2 X n — 2n usos del “ subjuntivo” .

Se ve, no obstante, que esta posible complicación no oscurece


los usos del “subjuntivo” : multiplica innecesaria e inútilmente
las bazas pero sin alterar las reglas — siempre precisas y las
mismas— del juego de los modos verbales.
Ill

ESTRUCTURA DEL ESTILO INDIRECTO EN LATÍN


Y EN CASTELLANO. PROBLEMAS DE TRADUCCIÓN *

§ 1. — Introducción

El concepto de estilo directo es tan transparente que nunca ha


planteado problemas de definición.
El estilo indirecto es mucho menos claro y los autores discre­
pan hondamente al intentar definirlo. En un libro bastante ex­
tenso, consagrado todo él al estudio del estilo indirecto latino, se
distinguen nada menos que ocho formas de estilo indirecto, sin
que tantos distingos hayan contribuido demasiado a clarificar
el problema.1
Generalmente se admite como correcta definición del estilo
indirecto una fórmula como la siguiente que tomamos de Meillet-
Vendryes: 2 “ Se denomina estilo indirecto un tipo sintáctico en
el cual las palabras o los pensamientos atribuidos a alguien son
transmitidos bajo la forma de oraciones subordinadas a un verbo
declarativo expreso o sobreentendido” . (Las negritas son nues­
tras.)
Esperamos demostrar que la fórmula no es adecuada para
definir el estilo indirecto típicamente latino, aunque sí podría
valer para definir (¡lo que es muy distinto!) el “ llamado” estilo
indirecto del castellano y de otras muchas lenguas (antiguas o
modernas).

* Este capítulo se publicó com o artículo independiente en Revista Española de


Lingüística, Madrid, II, n.° 2 (1972), pp. 259-271.
1. Ch. Hyart, L es origines du style indirect latin e t son em ploi jusqu’à l’époque
de César, Bruselas, 1954, pp. 19-23.
2. Traité de grammaire com parée du grec et du latin, Paris, 1927, § 919.
258 IN TRODU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LA TÍN

Normalmente, para explicarse el estilo indirecto latino, todos


los estudiosos lo han opuesto al estilo directo y han tendido a ‘
acentuar los rasgo» que los separan, sin reparar en aquellos otros
no menos esenciales que los aproximan. Por otra parte, todo el
campo sintáctico que queda fuera del estilo directo no es uni­
formemente “indirecto” .
En nuestra opinión y tratándose del latín, hemos de fijar cla­
ramente no una frontera única, sino dos fronteras : una frente al
estilo directo, y otra, no menos importante, frente a la subordi­
nación.
Por no reparar suficientemente en esta segunda frontera, se
comprende que el estilo indirecto latino se haya definido funda­
mentalmente y ante todo como un tipo de subordinación, como
una subordinación máxima : y se comprende igualmente que pue­
da llegarse a extremos como el del antes citado Hyart, que
ensancha el concepto de estilo indirecto latino hasta englobar
prácticamente toda la subordinación: la llamada interrogación
indirecta, las oraciones completivas (con ut, ne, quominus, quin,
etcétera), las oraciones de infinitivo, todo esto cae bajo la rúbrica
de su estilo indirecto, “ noción —dice— que se extiende a todo el
ámbito de la subordinación” (cf. passim toda la obra, pero muy
especialmente pp. 18-19 y 29-88).

§ 2 . — Las fronteras entre el estilo directo,


el estilo indirecto y la subordinación

Si estudiamos atentamente los hechos podemos comprobar


que un mensaje directo cualquiera (impresivo, interrogativo o
aseverativo) admite en latín dos posibles transposiciones no-
directas (véase el· adjunto esquema en la página siguiente) :
Lo primero que puede observarse es que la estructura directa
y la no-directa II son comunes al latín y al castellano. Basta com­
parar el texto de una lengua y su traducción en la otra para ver
que el molde sintáctico es idéntico en ambas. En cambio la es­
tructura no-directa I, por carecer de paralelo castellano, presenta
graves problemas de traducción. Por de pronto no hemos aven­
turado en nuestro esquema ninguna traducción; dedicaremos al
problema el último apartado del presente capítulo.
E S TR U C T U R A DEL E STIL O INDIRECTO 259

MODALIDAD DE LA TRANSPOSICIONES NO DIRECTAS


FRASE ESTILO DIRECTO I II

T ipo A: orabant: 0RA3ANT: ORABANT VT


Modalidad AVXILIUM NOBIS AVXILIYM SIBI AVXILIVM SIB I FER REN
impresiva. FERTE. FERRENT. Suplicaban que les
Suplicaban: Suplicaban: prestaran ayuda.
¡Prestadnos ayuda! ¿ .................?

T ipo B : LO Q vrruR LOQVITUR AFRANIVS: LOQVITVR AFRANIVS:


Modalidad AFRANIVS: QVis v e n is s e t / qvem quaerit q v is v e n e r i t .
interrogativa. QUIS VENIT? VENISSE? Habla Afranio:
Habla A franio: Habla A fran io: pregunta que quién
¿Quién ha venido? ¿ ...................... ? ha venido.

Tipo C: AFRANIVS Dixrr: AFRANIVS D ix r r: * AFRANIVS DIXIT SE


M odalidad IBO SE ITVRV?ií ESSE. XTVRVmI ESSE.
aseverativa. A franio dijo: A franio d ijo: Afranio dijo que iría*
Iré. 6 ...........................?

La dificultad de la referida traducción es ya una buena mues­


tra de la originalidad de dicho tipo sintáctico latino. Y precisa­
mente para ese tipo sintáctico reservaremos nosotros en adelante
la denominación de “ estilo indirecto latino” : la transposición
no-directa II será, para nosotros, sencillamente “subordinación” .
Pero en español y en la generalidad de nuestras lenguas eu­
ropeas modernas (e incluso antiguas) suele llamarse “estilo indi­
recto” a la estructura no-directa II, y es natural, ya que no
conocen la otra. Sobre este punto y con relación al castellano
puede verse el libro de G. Verdín Díaz, Introducción al estilo
indirecto libre en español, CSIC, Madrid, 1970.
Por último los latinistas que, según dijimos, ensanchan la
noción de estilo indirecto hasta englobar más o meDps toda la
subordinación, lo que hacen es unificar bajo el mismo concepto
y la misma denominación de “ estilo indirecto” las dos transpo­
siciones no-directas. Ello entraña un grave riesgo, porque en­
tonces es imposible captar la originalidad del típico estilo indi­
recto latino y se cae inevitablemente en la confusión de dos
estructuras sintácticas hondamente diferenciadas, como vamos a
ver a continuación.
260 IN TRO D U C CIÓ N A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LA TÍN

A) V erbo in t r o d u c t o r ; pa u s a y p a r t íc u l a s su b o r d in a n t e s ;
UNIDADES MELÓDICAS

El estilo indirecto latino es un intermedio entre el estilo


directo y la subordinación: tiene características comunes con
ambos extremos y rasgos específicos que lo hacen inconfundible
con ellos.
Hay tres series de factores a tener en cuenta aquí: a) Verbo
introductor; pausa y partículas subordinantes; unidades meló­
dicas; b) Modalidades de la frase y modos (morfológicos) ver­
bales; y c) transposiciones temporales, pronominales, adjetivales
y adverbiales.
La primera serie une al estilo directo y al indirecto a la vez
que separa a ambos de la subordinación; la segunda serie de
factores separa al estilo indirecto del directo y a la vez de la
subordinación; y sólo la tercera serie aproxima el estilo indirecto
y la subordinación frente al estilo directo.
Los factores de la serie a) no pueden considerarse aislada­
mente ya que todos ellos se condicionan recíprocamente.

1. Así, el estilo directo y el indirecto tienen en común la


misma pausa entre el verbo introductor y el discurso reprodu­
cido. Hay, por lo tanto, dos unidades melódicas; en cambio, en la
subordinación (completiva) desaparece dicha pausa. En su lugar
aparece necesariamente, y como relleno, una conjunción; las dos
unidades melódicas antes mencionadas se funden en una sola:
orabant ut sibi auxilium ferrent tiene la misma curva melódica
que orabant auxilium.
Podemos fijar estas ideas en el siguiente esquema:

E s t il o d ir e c t o e in d ir e c t o : D os u n id a d e s m e ló d ic a s .

S u b o r d in a c ió n : Una sola unidad melódica.

orabant ut sibi auxilium ferrent.


E STR U C T U R A DEL ESTILO INDIRECTO 261

Ahí tenemos ya una clara frontera entre estilo indirecto y


subordinación.

2. Pero los rasgos anteriores arrastran a otros paralelos. El


estilo directo y ¿1 indirecto admiten ambos por igual: a) una
misma variedad de fórmulas introductoras; b) la misma ilimitada
extensión y la misma variedad de contenido en el discurso in­
troducido.
El discurso directo y el indirecto pueden extenderse sin difi­
cultad a varios capítulos; es un hecho igualmente claro que en
el estilo indirecto cabe toda la gama de contenido que puede
haber en un discurso directo, a saber: mensajes aseverativos,
deliberativos e impresivos.
La razón de estos hechos nos parece evidente puesto que la
pausa da una gran independencia al discurso introducido con
relación a la expresión introductora, la semántica de esta expre­
sión introductora es poco exigente con lo que haya de seguir
después de la pausa.
En cambio, en el estilo no-directo subordinado, la estrecha
unión entre verbo introductor y su complemento directo excluye
la inmensa mayoría de las expresiones introductoras del estilo
directo e indirecto y exige, por el contrario, un verbo introductor
específico: el verbo decir (o un sinónimo) si ha de seguir una
aseveración, el verbo preguntar (o un sinónimo) si ha de venir
una interrogación, y el verbo mandar (o un sinónimo) si ha de
venir una orden.
Todos los discursos directos o indirectos que hay en los au­
tores latinos podrían traspasarse al estilo opuesto sin cambiar
para nada la expresión introductora; pero si pretendiéramos pa­
sarlos al estilo no-directo subordinado, nos veríamos obligados
a cambiar la mayoría de las expresiones introductoras para
hacer posible la correspondiente “ oración completiva” .
En los modelos que damos para las dos estructuras no-directas
frente a la única directa, hemos tenido que hacer un esfuerzo
para hallar verbos introductores únicos para las tres estructuras
(orare y dicere) . Pero lo normal es que no valga el mismo verbo
introductor. Ello puede comprobarse en nuestro modelo B), en
el que Afranius loquitur admite sin la menor violencia el estilo
directo o el indirecto, pero necesita alguna especificación para
262 IN TRODU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL L A TIN

dar paso a la subordinación tanto latina como castellana : Loqui­


tur Afranius quaerens... o: Loquitur Afranius: quaerit...
Las mismas causas arrastran todavía estos efectos paralelos.
Tras un verbo dado, la subordinación excluye la variedad de
contenido: tras un verbo de “ decir” sólo caben aseveraciones;
tras un verbo de “preguntar” sólo pueden venir interrogacio­
nes, etc.
En estas condiciones no es posible “ un largo discurso indi­
recto subordinado” ; a lo sumo que puede aspirar la subordinación
es a un mosaico de “ breves discursos indirectos” . Así a un único
discurso directo o indirecto propiamente dicho, la subordinación
sólo puede responder por fragmentación total: Dijo que... Man­
dó que... Preguntó que...

E s t il o d ir e c t o e in d ir e c t o , e s q u e m á tic a m e n te :

S u b o r d in a c ió n , e s q u e m á tic a m e n te :

corte corte corle

C om pru ében se estos esquem as en los tex tos citados en p. 73:

C o lu m n a s I y II:

p au sa
ita egit ibimus; 1reminiscere; i ne despidas; j ...
ita cgit ituros; ¡rem inisceretur; ¡n e despiceret; , ...

C o lu m n a III:

corte corte
(<3ixit) ituros (monuit) ut reminisceretur ) (m onuit/et) ne
>
despiceret.

B) M odalidades de la fr a se y modos verbales

En el juego de los modos verbales es donde se ha centrado


siempre la atención de los gramáticos para definir el estilo di­
E ST R U C T U R A DEL ESTILO IN DIRECTO 263

recto frente al indirecto, o, más exactamente, para explicarse


“el paso del estilo directo al indirecto” .
1. Nosotros, con el valioso precedente de Mariner,3 antepo­
nemos la modalidad de la frase, ya que el distinto uso de los
modos en uno y otro estilo es una lógica consecuencia de las dis­
tintas modalidades que en ellos adopta la frase.
En el estilo directo,4 el significante suprasegmental de la en­
tonación basta para hacer inequívoco el contenido de un mensaje
sea cual fuere el modo morfológico verbal usado por el hablante.
Así pueden darse órdenes no sólo en imperativo o subjuntivo,
sino también en infinitivo (el llamado infinitivo yusivo) e indica­
tivo (Itis, paratis quam primum arma, uirit en Trag. inc. jr.,
34 Ribbeck) ; se puede deliberar no sólo en subjuntivo, sino tam­
bién en infinitivo (Nonne uidere...? Lucr., II, 16) e indicativo (el
llamado indicativo “ deliberativo” ); se pueden expresar asevera­
ciones no sólo en indicativo, sino en infinitivo (el infinitivo “his­
tórico” ) y en subjuntivo (en las aseveraciones condicionadas
como felix sira, si amicum habeam).
Ahora bien: en el estilo indirecto desaparece la entonación
melódica que distingue un mensaje impresivo de otro asevera-
tivo; y frente a esta indistinción (o neutralización de la modalidad
aseverativa/yusiva) sólo subsiste, positivamente marcada, la
modalidad interrogativa, con su característica entonación meló­
dica (su puntuación “ interrogativa” en la lengua escrita).
¿Cómo se reconocerá entonces en el estilo indirecto la natu­
raleza aseverativa o impresiva del contenido si nada en el verbo
introductor (¡que no es específico como en la subordinación!) ni
nada en la modalidad de la frase dejan traslucir la naturaleza de
ese contenido?
La respuesta está en el originalísimo y sencillísimo juego de
los modos verbales del estilo indirecto latino. Éste conserva úni­
camente dos modos: el infinitivo para expresar el contenido
aseverativo (sea cual fuere el modo verbal usado en el estilo
directo), y el subjuntivo, para expresar el contenido impresivo
(sea cual fuere el modo en el estilo directo). Y, por último, el
estilo indirecto usará cualquiera de sus dos modos en las inte-

3. Cf. su trabajo “ N oción básica de los m odos en el estilo indirecto latino” ,


Emérita, X X X IH (1965), pp. 47-59.
4. Cf. supra, pp. 42 ss.
264 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LA TIN

rrogaciones, ya que aquí, al subsistir la modalidad específica­


mente interrogativa de la frase, el modo verbal es irrelevante.
En su tiempo el gran Riemann (R . P h 7, 1883, pp. 112-131,
164-169) recopiló todas las interrogaciones que pudo hallar en
los discursos indirectos latinos en un desesperado intento por
dar con la fórmula que explicara el reparto del infinitivo y sub­
juntivo en tales oraciones. Ni él ni sus sucesores han dado con
dicha fórmula; nos parece vano seguir buscándola, ya que, por
la razón antes apuntada, el modo en las interrogaciones del estilo
indirecto es indiferente:

Modo subjuntivo: Ariouistus praedicauit: ...cur in suas pos­


sessiones ueniret? (César, B. G., I, 44, 7).
Modo infinitivo: Alii aspernari: cur illos ipsos non uenire?
(Tito Livio, XXII, 50, 5).

2. Los gramáticos han visto siempre, y con razón, en el juego


de los modos la frontera esencial entre el estilo directo y el in­
directo. Pero creemos necesario insistir en un hecho totalmente
olvidado : el estilo indirecto, tanto por las modalidades de la frase
como por el juego de sus modos no sólo se opone al estilo directo,
sino que sigue oponiéndose en igual o mayor medida a la subor­
dinación. La subordinación es de absoluta “monotonía” : una ora­
ción subordinada (completiva) al perder toda clase de autonomía
y constituirse en simple complemento de un verbo principal,
pierde ipso facto su modalidad. En la interrogación subordinada
(quaero quis uenerit) desaparecerá la modalidad interrogativa,
cuya existencia acabamos de comprobar en el estilo indirecto.
Pero la costumbre de llamar “ interrogación indirecta” a la “ in­
terrogación subordinada” contribuye no poco a confundir el
estilo indirecto con la subordinación normal.
En cuanto a las partículas, téngase en cuenta que los dos mo­
dos del estilo indirecto excluyen, como tales, toda partícula subor­
dinante; en su lugar hay fuerte pausa (o puntuación fuerte en la
lengua escrita) : por lo tanto, los dos modos del estilo indirecto
nos parecen formas verbales tan independientes como las formas
verbales que les corresponden en el estilo directo. Veamos un
ejemplo (César, B. G., I, 13) :
E S TR U C T U R A DEL E STIL O IN DIRECTO 265

E S m O DIRECTO ESTILO INDIRECTO SUBORDINACIÓN


I II III

is ita cum Caesare ec/i«.


Si pacem populus R.
nobiscum faciet cum Heluetiis faceret
ibimus in eam partem ituros (d ixit) ... ituros
tu nos constitueris ubi eos Caesar consti­
tuisset; sin bello p erse­
p erseuerabis qui p erseueraret,
rem iniscere rem inisceretur ueteris (m onuit) ut rem inisce­
incom modi populi R..; retur
ne nos despidas. ne ipsos despiceret. (e t) ne ipsos despiceret.

No hay que caer en la tentación de identificar el reminisce­


retur y el ne despiceret de la columna II con sus formas homó­
nimas de la columna III. La columna II excluye las partículas
subordinantes, exactamente igual que la columna I. El ne de la
columna II es el mismo ne de la columna I, es decir, una simple
negación: ne despidas se opone a despice o despidas como una
prohibición se opone a una orden. En cambio, en la columna III
(donde las conjunciones son indispensables en sustitución de la
pausa) el ne juega en oposición a ut: ut (reminisceretur) / ne
(despiceret). Y ambas oraciones subordinadas completivas nece­
sitan un verbo específico regente (nosotros hemos puesto monuit)
ya que con la expresión introductora usadá por César no cabría
la subordinación.
La última observación es igualmente aplicable para distinguir
el ituros de la columna III, frente al ituros de la columna II (este
último mucho más próximo, en cuanto a independencia grama­
tical, al ibimus de la columna I ) .

3. Para completar la exposición de los modos en el estilo


indirecto, sólo nos falta aludir al modo de sus oraciones subordi­
nadas: el estilo indirecto extiende el único modo personal que
conoce, o sea, el subjuntivo, a todas las oraciones subordinadas
en modo personal.
Suelen añadir nuestras sintaxis que esta “ regla” tiene algunas
excepciones, y que dichas excepciones se explican como un pa­
réntesis en que el escritor salta al primer plano para hablar en
su propio nombre y no en nombrç de su héroe. Esta explicación
nos parece satisfactoria, cuando realmente hay excepciones. Pero
266 INTRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL L A TÍN

debemos añadir inmediatamente que la mayoría de las preten­


didas excepciones que se citan son imaginarias; concretamente,
todas las que cita Ernout, son simple fruto de la común confusión
entre estilo indirecto y subordinación normal. He aquí sus pri­
meros ejemplos:
§ 412 a) Dic, hospes, Spartae, nos te hic uidisse iacentes
dum sanctis patriae legibus obsequimur. La aparición del impe­
rativo y del vocativo nos sitúan ya en pleno estilo directo; al die
le sigue una oración subordinada completiva y otra oración
subordinada temporal en indicativo, todo en subordinación nor­
mal dentro del más puro estilo directo.
§ 412 b) César, B. G., I, 38 : Nuntiatum est ei Ariouistum
ad occupandum Vesontionem, quod est oppidum maximum Se­
quanorum, contendere. Aquí tampoco hay estilo indirecto de
ninguna clase: hay una oración completiva (contendere), que es
el sujeto de nuntiatum est; no sería posible separarlos por la tí­
pica pausa que precede al estilo indirecto. Y aún se comprobaría
más claramente la ausencia del estilo indirecto si se tuviera a la
vista la continuación del texto (¡con nuevos verbos principales y
nuevas oraciones completivas!), texto que sigue así: Id ne acci­
deret, sibi praecauendum Caesar existimabat, etc.

C) T r a n s p o sic io n e s t e m po rales , p r o n o m in a le s ,
ADJETIVALES Y ADVERBIALES

Sólo en este tercer apartado desaparece la frontera entre es­


tilo indirecto y subordinación, oponiéndose aquí ambos por igual
al estilo directo.
El diálogo del estilo directo supone, por definición, una inter­
vención de las personas gramaticales, que actúan en circunstan­
cias temporales precisas y en un campo mostrativo concreto. En
las dos transposiciones no-directas es natural que se alteren los
tiempos y personas verbales, los pronombres personales y, en
general, todos los elementos deícticos que aluden al campo mos­
trativo de los interlocutores (adjetivos posesivos y adverbios de
lugar).
En ambas transposiciones no-directas los tiempos absolutos
se vuelven relativos, la tercera persona representará por igual
al hablante, al oyente y a las personas u objetos de que tratan;
E S TftU C T U R A DEL E STILO INDIRECTO 267

un posesivo como mi (libro), un adverbio como aquí o ahora pa­


sarán a su (libro), allí, entonces, etc. Sobre el detalle de estas
transposiciones no necesitamos insistir.
Ahora bien, la mayoría de estos cambios, en que coinciden
estilo indirecto y subordinación, son consecuencia de la desapa­
rición del diálogo, pero no son marcas positivas ni de estilo indi­
recto ni de subordinación; “ su libro” , “ ahora” , “entonces” , así
como el uso de la tercera persona, no son exclusivos de las trans­
posiciones no-directas; también pueden aparecer en un discurso
directo, naturalmente con referencias deícticas distintas.
La única transposición que positivamente indica “ subordina­
ción” o “ dependencia” con relación al verbo introductor es la
transposición temporal, la llamada consequutio temporum. Es
cosa bien sabida (cf. los ejemplos que nosotros hemos propuesto
con otros fines) que, tanto en el estilo indirecto como "en la
subordinación, el tiempo suele ir regido, respectivamente, por el
tiempo del verbo introductor o del verbo principal. Éste es, en
nuestra opinión, el único rasgo que positiva y efectivamente
aproxima el estilo indirecto a la subordinación. Pero, a este res­
pecto, aún quisiéramos recordar — aunque el hecho ya consta
claramente en ciertos manuales, como el de Ernout, §§ 415-417—
que esta única marca de dependencia está lejos de ser regular y
constante. César, por ejemplo (B. G., I, 34, 2) escribe: si quid
tpsi a Caesare opus esset, sese ad eum uenturum fuisse; si quid
ille a se uelit, illum ad se uenire oportere. A César, más que la
congruencia temporal, le interesa conservar la oposición irrea­
lidad/posibilidad, tal como se expresaría en estilo directo: si
quid mihi a Caesare opus esset..., si quid ille a me uelit...

§ 3 . — Problemas de traducción

1. La estructura del estilo indirecto latino, al carecer de co­


rrespondencia formal en nuestras lenguas, plantea dificultades
de traducción. El traductor sólo puede llevar el contenido del
estilo indirecto latino, ya sea al extremo de la pura subordina­
ción, ya sea al extremo opuesto de la independización total.
Veamos cómo proceden tres traductores diferentes frente al
mismo original. Hemos elegido, como ejemplos, dos fragmentos
268 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LATIN

de César: uno de contenido aseverativo y otro de contenido im­


presivo.
En cuanto a intérpretes, hemos elegido a dos españoles de
distinta época y a un francés, a saber:
Valbuena, Los comentarios de Cayo Julio César; Madrid,
1798; Mariner, Julio César. Memorias de la guerra civil, I, Alma
Mater, Barcelona, 1959; Fabre, La guerre civile, I, Les Belles
Lettres, 1941.
César, B. C., I, 84, 3: Loquitur Afranius: non esse aut ipsis
aut militibùs suscensendum quod fidem erga imperatorem suum
Cn. Pompeium conseruare uoluerint. Sed satis iam fecisse officio
satisque suppplicii tulisse: perpessos omnium rerum inopiam;
nunc uero paene ut feras circummunitos prohiberi aqua, prohi­
beri ingressu, neque corpore dolorem neque animo ignominiam
ferre posse. Itaque se uictos confiteri...

T r a d u c c ió n T r a d u c c ió n · T r a d u c c ió n
de M a r in e r de V albuena de F a bre

Afranio toma la pa­ Rom pió Afranio la Afranius prend la


labra, diciendo que no plática diciendo: “ Que parole: “ Il n’y a, dit-il,
se les ha de reprochar ni César ni sus tropas à s’indigner ni contre
ni a ellos ni a sus sol­ debían mirar con in­ les chefs, ni contre les
dados el haber querido dignación el que ellos soldats de ce qu’ ils ont
guardar fidelidad a su hubiesen pretendido voulu rester fidèles à
generalísimo Cn. P om - guardar fidelidad a su leur général, Cn. P om ­
peyo. Pero ya habían general C. Pompeyo; pée; mais ils ont main­
cumplido su deber su­ pero que habían hecho tenant assez bien rem ­
ficientemente y arros­ ya lo bastante por su pli leur devoir, assez
trado bastantes penali­ obligación, y padecido subi de souffrances; ils
dades, con haber pade­ harta pena, habiendo ont enduré fermement
cido escasez de toda llegado al último e x ­ une disette com plète;
clase de recursos; mas trem o de faltarles todo maintenant, les voici
ahora que, acorralados lo necesario: que al enfermés presque com ­
poco menos que como presente, cercados casi me des bêtes fauves,
animales salvajes, se com o fieras, se les co r ­ on les empêche de faire
les privaba el agua, se taba el agua y se les un mouvement: ils ne
les privaba la libertad estorbaba la marcha: peuvent plus supporter
de movimientos, no p o ­ que ni el cuerpo podía ces tortures ghysiques,
dían resistir más ni el ya tolerar tal trabajo, cette humiliation m o­
dolor físico ni la igno­ ni el ánimo tanta ign o­ rale. Aussi s’avou ent-
minia moral. Por lo minia, y así se con fe­ ils vaincus...” .
tanto se declaraban saban vencidos...” .
vencidos...
E S TR U C T U R A DEl. ESTILO INDIRECTO 269

César, B. C., I, 85, 12: Ad ea Caesar respondit: ... Proinde,


ut esset dictum, prouinciis excederent exercitumque dimitterent.

Así que, conform e a “ Y así conform e a Io “Ainsi, il leur ordon-


lo djcho, salgan de las dicho saliesen al ins- m it, comme il l’avait
provincias y despidan tante de las provincias, déjà signifié, de quitter
al ejército. y licenciasen al ex ér- l’Espagne et de dém o-
cïto” . biliser leurs troupes” .

Los subrayados, naturalmente, son nuestros.


Ninguno de los tres traductores actúa con criteria fijo y uni­
forme.
La traducción de Valbuena (siglo xvm ) es pura subordina­
ción en el primer texto. Añade una forma verbal (sin correspon­
dencia en latín) para introducir las sucesivas oraciones comple­
tivas: diciendo que..., que..., que...
De acuerdo con esto, era de esperar que, frente al texto de
contenido yusivo, hubiera puesto: mandando que..., que... Pero
no lo hace así, sino que independiza: saliesen..., licenciasen...
Además, pone el discurso indirecto entre comillas.
Fabre (1941) hace exactamente lo contrario. Subordina el
texto yusivo: Il leur ordonnait de..., de...; y, en cambio, su tra­
ducción del primer fragmento es una sucesión de oraciones inde­
pendientes, con la pausa y puntuación del estilo directo. Y como
en estas condiciones no se vería quién es el autor responsable
de las sucesivas aseveraciones, añade, en inciso, un dit-il y en­
cierra entre comillas todo el discurso indirecto. Este entrecomi­
llado y la añadidura del dit-il son procedimientos que, cierta­
mente, “ traducen” una información contenida en la estructura
del estilo indirecto latino.
Por último, Mariner subordina únicamente la primera aseve­
ración (diciendo que...) er independiza todo el resto. Otra dife­
rencia de Mariner frente a Valbuena y Fabre es la supresión del
entrecomillado. Las comillas son innecesarias en la traducción
de Valbuena, pero indispensables en la de Mariner, ya que, como
en la de Fabre, sin ellas hay cierta ambigüedad: ¿Es el autor
o su protagonista el responsable de las aseveraciones o de las
órdenes cursadas?
2. ¿Qué es lo aconsejable ante tan sensibles discrepancias?
Un primer consejo nos parece claro: un traductor debe ser con-
270 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LA TIN

secuente consigo mismo: por lo tanto, o subordinemos siempre


o independicemos siempre.
Y frente a este último dilema, ¿qué solución hemos de adop­
tar? Nosotros hemos venido sosteniendo en este trabajo que el es­
tilo indirecto latino está más próximo a la independencia del
estilo directo que a la subordinación. En consecuencia, aprecia­
mos como nadie el mérito de esas traducciones que conservan la
independencia gramatical del estilo indirecto latino. No obstante,
creemos que la independización tiene más inconvenientes que
ventajas. Es ilusorio pensar que»porque se salve un rasgo gra­
matical del estilo indirecto latino ya se ha logrado una fiel tra­
ducción formal de la estructura sintáctica latina. Si nosotros tu­
viéramos que volver al latín un texto independizado como el de
Fabre, por ejemplo, lo más natural es que procediéramos así:
Non est, inquit, suscensendum quod... Pues, de hecho, no hay
nada en el texto francés que nos invite a usar el estilo indirecto
latino.

En suma: para el estilo indirecto latino no hay correspon­


dencia formal en nuestras lenguas; por otra parte, la obligación
de un traductor es reflejar el contenido, no la tipología gramatical
de la lengua originaria. Y, dado que, frente a las dos estructuras
no-directas del latín, nosotros sólo tenemos una, que es la subor­
dinación, lo más indicado parece ser que se responda al estilo
indirecto latino por la subordinación del “ llamado” estilo indi­
recto castellano.

POST SCRIPTUM. Cuando publicamos —hace años— este


capítulo, nuestro objetivo esencial era dar a entender el meca­
nismo sintáctico del estilo indirecto. Sólo de pasada consignamos
las breves reflexiones precedentes sobre la traducción. Nos pa­
rece útil y práctico sugerir una nueva opción a los traductores.
Aconsejamos una traducción similar a la de Mariner, pero, evi­
tando el grave reparo que le pusimos; y para ello basta añadir
como inciso en cada párrafo independizado un “ decía” o “ aña­
día” , o algo parecido. (Naturalmente, en los mensajes impresivos
el inciso sería “ordenaba” y en los interrogativos “ preguntaba” .)
La traducción propuesta sería entonces: ...Pero — añadía—
ya habían cumplido... Por lo tanto — seguía diciendo— ...
IV

LA SUBORDINACIÓN

§ 1. — Introducción

1. Según definición común — admitida prácticamente sin re­


servas por todos los autores— , la sintaxis es el estudio líe la
oración.
Las reservas empiezan al definir la oración. Se han dado de
ella más de doscientas definiciones y ninguna consigue el asenso
general.
Sin embargo, todos los intentos de definición giran alrededor
de tres criterios, que indudablemente recogen caracteres funda­
mentales de la oración y que efectivamente podemos considerar
como las tres características esenciales de la oración:

a) Unidad de sentido. — La oración se define como unidad


de sentido completo.

b) Juicio lógico. — La oración es el conjunto de un sujeto


(del que se dice algo) y de un predicado (o sea, lo que se dice del
sujeto). Esta definición sólo se aplica a la frase declarativa, con­
siderada tradicionalmente como el modelo de toda oración.

c) Unidad melódica o de entonación. — La oración se define


—fonéticamente— por un patrón melódico (conjunto de pausas,
silencios y, sobre todo, de vicisitudes en la curva melódica).
2. Hay oraciones simples y oraciones compuestas. No vamos
a tratar aquí de la oración simple. Su didáctica no presenta gra­
ves problemas. Pretendemos reflexionar tan sólo sobre la ora­
ción compuesta.
272 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E ST R U C T U R A L DEL LA TIN

Y la primera pregunta que nos formulamos es ésta: “ ¿De qué


está compuesta la llamada oración compuesta?”
Suele contestarse que una oración compuesta se compone de
varias oraciones simples.
3. Por otra parte, se distinguen dos tipos de oraciones com­
puestas :
a) Oraciones compuestas por coordinación;
b) Oraciones compuestas por subordinación.
Nosotros admitimos que una oración compuesta por coordina­
ción está, efectivamente, compuesta por varias oraciones simples,
ya que la coordinación no destruye la autonomía de las oracio­
nes simples integradas como elementos de la unidad superior.
En otros términos: varias oraciones autónomas, aunque se coor­
dinen, siguen siendo oraciones según cualquiera de los tres cri­
terios de definición que hemos reseñado antes: unidad de sen­
tido, predicación o juicio y unidad melódica.
4. Pero no nos asisten las mismas razones para creer y
afirmar que una oración compuesta por subordinación también
ella está compuesta de oraciones simples.
Aquí, sólo las oraciones llamadas principales siguen siendo
oraciones autónomas, con sentido y entonación propios y con ver­
dadera predicación. Las subordinadas son inconcebibles sin la
principal, no constituyen una melodía independiente ni una uni­
dad de sentido.
5. La expresión “oración subordinada” es contradictoria in
adiecto, puesto que la “ oración” , según todas las definiciones, es
algo “ absoluto” ; y “ subordinado” , por definición, sólo puede re­
ferirse a algo “relativo” , “ dependiente” .
Sin embargo, los gramáticos seguiremos empleando ese len­
guaje contradictorio, como los físicos siguen llamando “ átomo”
a lo que ya no es indivisible.
6. Quisiéramos insistir aquí sobre ciertas características de
la oración subordinada, características que no somos los primeros
en señalar, pero que no son comúnmente reconocidas. En un ar­
tículo reciente de A. García Calvo (Revista Española de Lingüis­
tica, II, n.° 1, pp. 145 ss) hallamos unas cuantas formulaciones
que suscribimos sin reservas: “ Toda subordinación-es un proceso
metalingüístico en que un decir aparece reducido a un nombrar ...
Por el dispositivo sintáctico de la subordinación, “ una predica­
L A SU BORDIN ACIÓN 273

ción entera pierde su poder predicativo y funciona como término


de otra, como una palabra, dotada por consiguiente de su seman­
tema..., etc.” .
7. En el mencionado estudio salen repetidas veces expresio­
nes como “ una predicación reducida a su denominación” . Esta
reducción de un decir a un nombrar, y viceversa, nos es fami­
liar desde la escuela en el sector de la morfología, ya que en la
escuela se nos ha acostumbrado a transformar el verbo en nom­
bre y el nombre en verbo: amar > amor.
Se ha dicho que Baja de precios y Bajan los precios pueden
servir, ambos por igual, como título de un mismo artículo perio­
dístico. Sin embargo, los dos títulos no son sinónimos: no impli­
can necesariamente el mismo contenido. “Baja de precios” sólo
implica, como contenido, que se va a tratar de la baja de precios,
algo así como una pura teoría sobre reducción de costos; en
cambio, “ Bajan los precios” , como aseveración actual, garantiza
precios rebajados como una realidad. “Bajan los precios” admite
como apostilla de un lector “ Verdad” / “ Mentira” ; el otro títu­
lo, como simple denominación, no puede ser ni verdad ni men­
tira.
8. Pues bien: la subordinación es un procedimiento sintác­
tico (comparable a los procedimientos morfológicos como amor,
amar, amable, amablemente) para transponer predicaciones ente­
ras: la subordinación es “la forma suprema de la transposición,
la que se apodera de oraciones enteras para hacer de ellas sustan­
tivos, adjetivos o adverbios” (Ch. Bally, Linguistique générale,
19654, p. 120).
9. Esta transposición suprema tiene sus indicios o marcas
formales. Entre esas marcas está el nutrido grupo de las llamadas
“ conjunciones de subordinación” .
También aquí hay que precaverse ante la nomenclatura usual.
Las “conjunciones de subordinación” tienen muy poco o nada de
“conjunciones” .
Función “ csnjuntiva” tienen las conjunciones de coordina­
ción, que, efectivamente, unen o “ conjuntan” elementos homo-
funcionales: a) ya sean éstos simples: Juan y Pedro estudian;
Noche tranquila y serena; El barco se desliza suave y majestuo­
samente; b) ya complejos: Juan estudia y Pedro se divierte; No
acudió porque estaba enfermo y (porque) debía guardar cama.
274 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL L A TÍN

En cambio, las llamadas conjunciones de subordinación, más,


que unir, lo que hacen es transformar una predicación autónoma
en algo que ya no es predicación, sino un producto funcionalmen­
te nuevo.
Las conjunciones de subordinación están más cerca de las
preposiciones que de las conjunciones de coordinación: asi como
las preposiciones habilitan al sustantivo para desempeñar una
función adjetiva (casa del padre — casa paterna) o adverbial
(habla con serenidad = habla serenamente), así también las con­
junciones de subordinación habilitan al verbo para desempeñar
funciones que en principio corresponden a clases de palabras
específicas en la lengua: función nominal de las oraciones com­
pletivas o función adverbial de las subordinadas adverbiales
(o circunstanciales).
La función esencial de las preposiciones y conjunciones de
subordinación es la de marcar esas transformaciones a que hemos
aludido; si, además, se les quiere atribuir, por añadidura, una
función “unitiva” , pase, aunque a nosotros nos parece que la
unión entre el determinante derivado de la transformación y el
elemento determinado se establece sin necesidad de ayuda, como
un adverbio morfológico ' se une a su verbo sin ligamento de
ninguna clase.

N ota . — Tampoco somos los primeros en señalar esta afinidad


entre preposiciones y conjunciones de subordinación. M.a Luisa
López (Problemas y métodos en el análisis de las preposiciones,
Madrid, 1970, pp. 21 ss.) cita los lingüistas que han sostenido la
misma doctrina. Sería deseable que se impusiera cuanto antes
en la enseñanza escolar la idea (repetidas veces apuntada en el
libro en cuestión y felizmente formulada en la p. 32) de “ incluir
preposiciones y conjunciones de subordinación bajo el denomi­
nador común de s u b o r d in a n t e s , palabras que tienen la función
privativa de establecer relaciones entre distintos planos sintác­
ticos” .
10. Nos hemos referido a lo impropio de la nomenclatura que
llama “ oración subordinada” a lo que ya no es propiamente ora­
ción. De todas formas, hay quizás una razón para seguir justifi­
cando el lenguaje tradicional, a saber: que una subordinada con­
tiene todos los elementos — toda la materia prima— de una even-
LA SUBORDINACIÓN 275

tuai predicación (o de un eventual mensaje cualquiera, aunque


no sea declarativo). Para restablecer una auténtica oración basta
desandar el proceso de la subordinación: a) suprimiendo el mor­
fema transpositor; b) devolviendo a la oración su melodía ade­
cuada, y c) ’restableciendo el status morfológico (tiempo, modo,
persona, elementos deícticos como pronombres personales, ad­
verbios de lugar y tiempo) alterado por la subordinación.
Pero es innecesaria complicación la de extender el nombre
de “ oración subordinada” a construcciones puramente nomina­
les, en las que no figura absolutamente nada parecido a una ora­
ción de ningún tipo.
Así, en ciertas gramáticas se nos enseña que una oración
subordinada final puede adoptar en latín hasta una docena de
formas, a saber: a) ut con subjuntivo; b) ne con subjuntivo;
c) oración relativa; d) gerundivo con preposición (de pace peten­
da; ad pacem petendam); e) gerundivo sin preposición (praeda
diripienda data est); f) gerundivo en genitivo (pacis petendae
oratores misit); g) gerundivo en dativo (urbi condendae locw
quaerere); h) participio de futuro (legatos misit pacem oraturos);
i) causa o gratia con genitivo; j) un nombre cualquiera con pre­
posición (Caesar me ad pacem hortatur); etc.
Evidentemente, hay “ sentido de finalidad” en todos esos giros,
y aún se podría alargar más la lista; pero, gramaticalmente, sólo
merecen el nombre de oración subordinada final algunos giros
(no todos) en que aparece ut/ne con subjuntivo. Sobre la llamada
“ oración relativa-final” nos pronunciaremos en su lugar.
11. En la literatura latina, y concretamente en el período de
su máximo esplendor, alcanzó la subordinación un grado de des­
arrollo pocas veces igualado fuera de esta lengua. Los amplios
y sabiamente articulados períodos ciceronianos, por ejemplo,
tienen muy pocos paralelos en nuestras literaturas modernas.
De tales períodos se ha dicho —metafóricamente— que son so­
berbias construcciones de hasta cinco y seis pisos; nuestros auto­
res modernos no superan la altura del segundo o tercer piso.
Ahora bien, resulta un tanto paradójico que el latín haya
logrado tan alto desarrollo hipotáctico con los medios que utili­
za: sus conjunciones de subordinación —los auténticos ejes de
las articulaciones en el complicado mecanismo de la oración
compuesta— son como materiales viejos destinados én principio
276 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LATÍN

a otros usos y, además, en Ja mayoría de los casos, poco caracte­


rizados para cumplir con el nuevo cometido que se les pretendía
confiar, a saber: la expresión de la causa, la finalidad, la conce­
sión, el tiempo, etc. El latín tiene nutridos grupos de conjuncio­
nes de subordinación, pero muy pocas conjunciones especializa­
das que clara y unívocamente signifiquen “porque” , “para que” ,
“ aunque” , etc. Desde este punto de vista parecen estar mejor
dotadas las lenguas modernas y resultar más aptas para expre­
sar la subordinación. En latín, las conjunciones de mayor ren­
dimiento (ut, quod, quum) se cargan de “ valores” o “ usos” . ¿No
es mejor disponer, por ejemplo, de un único y claro “porque” ,
como en español, que de varias conjunciones susceptibles de in­
dicar la causa, sí..., pero como una mera posibilidad más entre
varias nociones distintas? El ut es la conjunción subordinante por
excelencia: ¡sirve para casi todo! Y, en menor medida, ocurre
lo propio con la mayoría de las conjunciones subordinantes. Cla­
ramente unívocas y de tipo románico, sólo hay en latín las con­
junciones de subordinación temporal antequam, priusquam, post­
quam; la causal quia, alguna concesiva como quamquam y la
condicional si. La masa de las conjunciones subordinantes latinas
son de una polisemia que desespera por igual al principiante y
al experto que pretenda sistematizar la subordinación atendiendo
a criterios del contenido. No se ha logrado ninguna clasificación
satisfactoria: quizá no tanto por culpa de los que intentan
ordenar los hechos como por culpa de la materia que se ha de
ordenar (Bühler, Teoría del lenguaje, p. 492).
Tampoco formalmente las conjunciones de subordinación
constituyen un grupo homogéneo. En su origen se reconocen, al
menos, cuatro tipos distintos:
a) La gran mayoría de ellas son de origen interrogativo-
relativo : quod, quia, quum, quoniamt quam, quando} ubi, ut, etc.
b) Algunas derivan de antiguos demostrativos o anafóricos:
si, dum, dummodo, donec, etc.
c) Otras son negaciones normales en parataxis; y, sin perder
esa condición en posición paratáctica, funcionan, por añadidura,
como elementos subordinantes en la hipotaxis: ne, ni.
d) Incluso alguna forma verbal, como licet, se ha aislado
e independizado de su paradigma verbal para engrosar el renglón
de las conjunciones de subordinación.
LA SUBORDINACIÓN 277
**
Con estos medios de fortuna y la ayuda general del contexto,
la ayuda de las correlaciones y de los modos verbales, el latín
logró su lujosa construcción hipotáctica.

§ 2. — La subordination relativa

A) B a se s m o r fo ló gic as
»
1. La morfología pone de manifiesto evidentes conexiones
entre los términos interrogativos (pronombres, adjetivos, adver­
bios de lugar, tiempo y modo) y sus posibles respuestas.
A un / q v is ? / , por ejemplo, se puede dar: a) una respuesta
absoluta: un nombre o pronombre personal; b) una respuesta
deíctica: se señala de alguna manera a la persona sin nombrarla
por su nombre (común o propio); c) una respuesta “ relativo-
individualizadora” : Quis uenit?.— Quem heri uidimus in foro;
d) una respuesta “relativo-indefinida” : quicumque, quidam.
2. Las respuestas a un /quis?/, /qui?/, /ubi?/, /quo?/,
/qua?/, /unde?/, /ut?/ son absolutamente paralelas. Ello puede
comprobarse en el adjunto cuadro (selectivo en cuanto a térmi­
nos percontativos). Un cuadro similar con más amplio léxico
interrogativo puede verse en Kühner-Holzweissig, Grammatik
der Lateinischen Sprache, I, pp. 627-628.
3. En el cuadro se pueden apreciar notables simetrías o pro­
porciones como éstas:

hic/is hic/ibi sic/ita


a) ------------- — -------------- = --------------
qui ubi ut

quicumque ubicumque utcumque


b) ----------------= -----------------= -------------
quisquis ubiubi utut

c) Aún se puede señalar la siguiente con variantes no con­


quis ubi ut
signadas en el cuadro: ------------ = ------------- = -------------
quisnam ubinam utinam
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LA SU BORDIN ACIÓN 279

4. Nuestra interpretación de la subordinación relativa postula


un paralelismo sintáctico en rigurosa correspondencia con el pa­
ralelismo morfológico. Esta perspectiva única orienta todas las
observaciones que vamos a exponer. Y, a la vez, nos indica el
plan a seguir : subordinación pronominal relativa; subordinación
adjetival-relativa; subordinación adverbial relativa de lugar; su­
bordinación adverbial general (también ésta de base esencial­
mente relativa); y, por último, subordinación interrogativa.

N o t a . — Nuestra interpretación de toda la subordinación la­


tina como “ respuesta relativa” a determinadas interrogaciones
— tanto si éstas se hallan efectivamente formuladas como si son
sencillamente posibles— podrá parecer una gran novedad a mu­
chos lectores. Es cierto que ninguna sintaxis ha planteado'.desde
esta perspectiva el estudio de la subordinación; sin embargo' bien
miradas las cosas, es el método inmemorablemente practicado
como ejercicio escolar: todos hemos aprendido a reconocer los
elementos de una oración sometiendo el texto a determinadas
preguntas como éstas: ¿Quién es el que...? ¿Qué es lo que...?
¿Dónde...? ¿Cómo...? ¿Cuándo...? ¿Por qué...? ¿Para qué...?,
etcétera.
Quizá seamos muchos los que, un día u otro, como el perso­
naje de cierta comedia, caemos en la cuenta de estar haciendo
prosa sin saberlo.

B) La o r a c ió n p r o n o m in a l r e l a t iv a
*

1. La didáctica tradicional considera toda oración de relativo


como una determinación de un “ antecedente” (nombre o pro­
nombre demostrativo). Toda oración de relativo se reduciría a
uno de estos dos modelos:
a) Con antecedente nominal: Pecuniam, quam credidisti,
reddo.
b) Con antecedente demostrativo: Tibi id} quod credidisti,
reddo.
No suele reconocerse entidad gramatical al tipo Tibi quod
credidisti reddo (Pl., E p i d 549). Para esta construcción (¡sin
280 IN TRO D U C CIÓ N A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LA TÍN

antecedente!) se postula un antecedente (id) “ sobreentendido” ,


con lo cual queda reducida al modelo considerado normal.
Según esta interpretación, debiera eliminarse de nuestro es­
quema de respuestas la c), o sea, la respuesta “ relativa” ; no ha­
bría más respuestas que la nominal y la deíctica (a y b), ambas
susceptibles de una determinación facultativa mediante la ora­
ción de relativo.
Ahora bien, si comúnmente no se cree indispensable un ante­
cedente para ubi (lugar o tiempo), quo, unde, qua, ut, etc., nos­
otros estimamos que tampoco se ha de postular un is, ea, id sobre­
entendido para la oración de relativo con qui:
(Vbi cenabis?) —Vbi tu iusseris (Pl., Truc., 577).
(Quo consul peruenit?) — Consul, quo intenderat, peruenit
(T. L., 35, 11, 13).
(Vt loqueris?) —Loquor ut opinor (Cic., Brut., 131).
De la misma manera, y en riguroso paralelismo, interpreta­
mos nosotros:
(Quid faciunt?) — quod iussi sunt faciunt (César, B. G., 3,
6, 1).
(Quis uenit?) — quem heri uidimus in foro.

2. La oración de relativo con antecedente nominal. — Vamos


a insistir en las diferencias entre los tipos puer qui/is qui/qui.
Admitimos, como todo el mundo, que una oración de relativo,
con antecedente nominal, tiene función adjetiva, es decir, consti­
tuye una determinación de ese antecedente en todo comparable
a la función de un adjetivo formal cualquiera referido a un nom­
bre cualquiera.
Esta oración de relativo no es, pues, estructuralmente, un
elemento central de la oración principal, sino una expansión se­
mántica de un elemento de la oración principal, al que añade
alguna faceta nueva; esta expansión está “ subordinada” , es decir,
a un nivel sintáctico inferior y en conexión vertical con el ele­
mento determinado por ella.

3. La oración de relativo con antecedente demostrativo. —


En Tibi reddo id quod credidisti se dice que el id es el comple­
mento directo del verbo principal, pero en realidad es un com­
plemento directo puramente “formal” , sin contenido semántico;
LA SUBORDINACIÓN 281

el auténtico complemento directo es la expansión quod credidisti.


/Tibi reddo pecuniam/ es en sí mismo un mensaje completo,
tanto por la cara de la forma como por la cara del contenido.
/Tibi reddo id/ es un mensaje incompleto, falto del comple­
mento directo (¡salvo que el mensaje se emita en un campo
mostrativo real, es decir, “ visual” , ya que entonces ese id, por
señalar materialmente su objeto, no necesita más precisiones!).
No ignoramos que el id es un anafórico y no un demostrativo:
pero para nuestro caso no necesitamos distinguir entre la deixis
in phantasma (mostratio reflexiva o interna) y la mostratio ad
oculos.
Toda la información que puede proporcionarnos id, fuera del
campo mostrativo, se reduce a las nociones de género, número
y caso, es decir, las notas formales que definen la categoría'no­
minal en abstracto. En id hay, pues, si se quiere, un sustantivo en
acusativo, pero un sustantivo sin contenido real en el plano se­
mántico; en id hay el marco de un sustantivo en acusativo, pero
un marco que tan sólo encuadra un lienzo en blanco y espera
todavía la obra de arte que ha de plasmarse en su superficie.
El id no se vuelve inteligible antes de rellenarse semántica­
mente con el añadido /quod credidisti/.
El id representa para el hablante la idea que tiene en la
mente antes de expresarla; para el oyente es, al revés, un anun­
cio precursor de la información que va a llegar acto seguido.
En el ejemplo concreto que tenemos a la vista, el id no tiene
más contenido que el de una flecha anafórica que apunta hacia
/quod credidisti/. Esta correlación anafórico-relativa (id: “ esto
es” quod credidisti) nos recuerda no una relación vertical como
la que hay en el interior del sintagma sustantivo-adjetivo (en
que éste se subordina a aquél determinándolo), sino que nos hace
pensar más bien en alguna relación de tipo horizontal, como
/quot homines, tot sententiae/, o como la relación “ apositiva”
(Vrbs Roma) o, por último, como la epexégesis, en la que un
término desarrolla el contenido de otro.

4. La oración de relativo sin antecedente. — La oración de


relativo sin antecedente prescinde de la ayuda preparatoria del
signo anafórico, prescinde del marco nominal abstracto y expresa
tan sólo su contenido real, contando con que el oyente sabrá atri­
282 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LA TÍN

buirle la forma y función adecuada con la ayuda del contexto


y también con el indicio muy orientador de la melodía que dis­
tingue entre /Tibi id, quod credidisti, reddo/ y /Tibi quod cre­
didisti reddo/. En el primer caso habría pausas más o menos
marcadas, pero en todo caso perceptibles, en los lugares en que
los editores suelen poner comas, pausas seguramente similares a
las que nos imaginamos en /Quot homines, tot sententiae/, o en­
tre un sustantivo y su aposición. En cambio, en /Tibi quod cre­
didisti reddo/ la ausencia de pausas y la función unificadora del
acento hacen innecesaria la señalización anafórica. La melodía
de /Tibi quod credidisti reddo/ debía ser la misma que se da
en /Tibi pecuniam reddo/.

5. Tipos sintácticos distintos. — En cada uno de los tres tipos


de oración relativa que hemos examinado, esta oración de rela­
tivo asciende gradualmente de jerarquía sintáctica: en el primer
caso (pecuniam quam credidisti), la oración de relativo está su­
bordinada a un miembro de la oración principal; en el segundo
caso (id quod credidisti), la oración de relativo está al mismo
nivel que ese miembro de la oración principal y en yuxtaposición
con él; en el tercer caso, la oración de relativo (quod credidisti)
desplaza al antecedente y se convierte ella misma en el com­
plemento directo del verbo principal.
Sólo en este último caso la oración de relativo se integra to­
talmente en la oración principal; en los dos primeros se queda
en la antesala como acólito de uno de los componentes de aquella
oración principal. Quizá pueda entenderse así la denominación
tradicional de “subordinación sustantiva” , esto es, sustancial.
Gráficamente :
Tipo 1: reddo
1 !,
tibi pecuniam
1
quam credidisti
Tipo 2: reddo
1 1
tibi id: quod credidisti
Tipo 3: reddo
1 1
tibi quod credidisti
LA SU BORDIN ACIÓN 283

Estas representaciones ponen de manifiesto las notables di­


ferencias estructurales que separan a los tres tipos sintácticos,
considerados generalmente como uno solo y el mismo.

6. Comportamiento nominal de la oración de relativo. — El


tipo 3 nos muestra la oración de relativo funcionando exacta­
mente igual que un sustantivo con relación al verbo principal.
a) En el modelo propuesto, /quod mihi credidisti/ tiene el
mismo valor que un nombre en acusativo.
Otros ejemplos nos mostrarán la oración de relativo compor­
tándose como el nombre en cualquiera de sus funciones:
b) Como nombre en nominativo : Cui dolet, meminit “ Quien
sufre, recuerda” (Cic., Mur., 42).
c) Como nombre en aposición: Sed longis spatiis discreti
exercitus, quod saluberrimum est ad continendam militarem fi­
dem, nec uitiis nec uiribus miscebantur “Pero, separadas por
grandes distancias, lo más saludable para mantener la lealtad mi­
litar, esas tropas no entremezclaban ni sus vicios ni sus fuerzas”
(Tác., Hist., I, 9, 4).
d) Como nombre en dativo : X erxes praemium proposuit qui
inuenisset nouam uoluptatem “Jerjes propuso un premio para
quien descubriera un nuevo placer” (Cic., Tusc., 5, 20).
e) A nombres en ablativo pueden compararse las oraciones
relativas circunstanciales que estudiaremos más adelante.
f) En paralelismo con el sintagma preposición -¡- nombre
hallamos el sintagma preposición -j- oración de relativo: Nunc
redeo ad quae mihi mandas “ Ahora vuelvo a tus recomenda­
ciones” (Cic., Att., 5, 11, 6). (Algunos editores optan aquí por
la lectio facilior de algunos códices del xv ad ea quae...).
Cum essent in quibus demostraui angustiis “Como se halla­
ban en las dificultades que he señalado” (César, B. Ciu., III,
15, 6).
g) Como un nombre en ablativo absoluto: Certatim osten­
tantibus cruentas manus qui occiderant, qui interfuerant, qui
uere qui falso... facinus iactabant “Mostrando a porfía sus manos
ensangrentadas los que habían asesinado, los que habían estado
presentes, los que con razón o sin ella alardeaban del crimen”
(Tác., Hist., I, 44, 2).
284 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LA TÍN

N o t a . — Como es bien sabido, a un nombre en genitivo co­


rresponde funcionalmente la oración de relativo con antecedente
(tipo 1).

C) La o r a c i ó n a d j e t iv o - r e l a t i v a

Nos hemos referido en las páginas anteriores a la oración


pronominal relativa. Nos vamos a referir ahora a la oración su­
bordinada adjetivo-relativa. Las sintaxis latinas la eluden, cuan­
do no la ignoran por completo.
1. Como preámbulo señalemos una situación muy parecida
en la exposición usual de las gramáticas castellanas sobre la ora­
ción relativa en nuestra propia lengua.
Normalmente, en las gramáticas y diccionarios del castellano
se dice que “cuyo” es un “ pronombre” relativo cuando, evidente­
mente, “ cuyo” no es pronombre, sino adjetivo relativo: siempre
se refiere a un sustantivo, como claramente lo manifiesta la con­
cordancia (“ cuyo, cuya, cuyos, cuyas” ) ; y determina a dicho
sustantivo como cualquier otro adjetivo. Por otra parte, como
“ relativo” , lanza una conexión anafórica hacia un elemento de
la oración principal. Es, por tanto, adjetivo-relativo.
La naturaleza adjetivo-relativa del cuyo ya la vemos con­
signada en algunas gramáticas castellanas, aunque no con la de­
bida claridad. Así, R. Seco (Manual de graviática española, Ma­
drid, 1965) opera con el criterio de que los pronombres relativos
españoles son que, quien, cuyo, cuanto y cual (así consta expre­
samente en la p. 275). Con este criterio escribe también el pá­
rrafo de los “ pronombres relativos” (p. 45); pero concluye este
párrafo con una acertada observación que arruina su concepto
fundamental de cuyo como pronombre relativo; la aludida con­
clusión dice así: “ ... sin embargo, cuyo no concierta con su ante­
cedente, sino que, por su carácter adjetivo, debe concertar con
el sustantivo al que acompaña” (el subrayado es nuestro).
Lo mismo le ocurre a la Real Academia Española en su me-
ritísimo Esbozo de una nueva gramática de la lengua española
(Madrid, 1973). Inicia su estudio de los pronombres relativos
(p. 218) con la consabida doctrina tradicional: “Los pronom­
bres relativos ... son que, quien, cual, cuyo y cuanto” . Pero
LA SUBORDINACIÓN 285

como los autores del Esbozo ... seguramente se dieron cuenta


dç que tal doctrina así formulada es falsa, la enderezan en la
misma página y páginas sucesivas. En efecto, añaden en seguida :
“Por otra parte, el relativo puede ser pronombre adjetivo («cuya
idea», «cuantas personas») o sustantivo fuera de esta construc­
ción” (el subrayado es nuestro). Y sigue luego un magnífico
apartado (p. 221) con el expresivo y adecuado título de “relati­
vos adjetivos” , donde se habla de cuyo, cual y cuanto.
Sólo nos permitiríamos añadir, como leve observación a la
Academia, que, así como el cuyo nunca es pronombre relativo,
tampoco cual es nunca “ sustantivo” , a menos que se le ’‘sustanti­
ve”, como a cualquier otro adjetivo, mediante el artículo: el cual,
la cual, etcétera.
2. Volvamos ahora al latín. Si a una pregunta pronominal él
latín puede contestar con una respuesta pronominal relativa, pa-*
ralelamente y con la misma naturalidad, a una pregunta “ adje­
tival” el latín puede contestar con una “respuesta adjetival re­
lativa” :
(Quam facultatem habetis?) —Habetis quam petistis faculta­
tem (César, B. G., 6, 8, 3)
(Quam rem uis mihi commemorare?) — Quae res mihi non
mediocrem consolationem attulit uolo tibi commemorare (Cic.,
Fami, 4, 5, 4)
(Cuius lenitatis est Galba?) — Cuius lenitatis est Galba iam
fortasse promissit ut qui nullo exposcente tot millia innocentissi-
morum trucidauerit (Tác., Hist., I, 37, 3)
(Qui modus est aestimationis?) — Qui modus est cupiditatis,
idem est aestimationis (Cic., Verr., 4, 7, 14)
(Quo modo me consulem fecistis?) —Ita me consulem fecistis,
quo modo pauci nobilis consules facti sunt (Cic., Leg. Agr., 2,
1, 3)
(Qui finis sermonis?) — Seneca, qui finis omnium cum domi­
nantibus sermonum, grates egit (Tác., Ann., 14, 56, 6)
(Quo...?) —In aedem Telluris, in quo templo... “En el santua­
rio de Tellus, en cuyo templo...” (Cic., Phil., 1, 1)
(Vbi...?) — Vltra eum locum quo in loco Germani consede­
rant, Caesar castris idoneum locum delegit “Más allá de aquel
lugar, en cuyo lugar...” (César, B. G., I, 49, 1)
Para traducir textos como los citados sólo tenemos en español
286 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LATIN

el paralelo qué (adjetivo interrogativo), correspondiente a la in-,


terrogación (directa o indirecta) ; no disponemos de un *que (ad­
jetivo relativo) para traducir la respuesta relativa. En consecuen­
cia, podemos dar una traducción literal de la parte inquisitiva de
dichos textos, pero no nos es posible calcar del mismo modo la
parte résponsiva.
Sólo los dos últimos ejemplos, gracias a nuestro pobre cuyo
(queremos decir: de pobre rendimiento en la lengua), admiten
un calco castellano; por eso son los únicos ejemplos que hemos
traducido.
En cambio, para los demás no son posibles traducciones como
ésta: “ ¿Qué oportunidad tenéis? — *La-que-oportunidad habéis
anhelado ( !) ” . Ello nos obliga, en la traducción, a prescindir de
la construcción sintáctica latina y a forjar una construcción pro­
piamente nuestra : un antecedente y un pronombre (en lugar del
inexistente adjetivo) relativo: “La oportunidad que habéis an­
siado” .
3. La didáctica escolar ante la construcción responsiva la­
tina nos dice: se trata de un “pronombre relativo” que atrae ha­
cia su oración y hacia su propio caso un “ antecedente” que, “ ló­
gicamente” (!), debiera aparecer en otra oración distinta y en
el caso requerido por su función en aquella oración : así, an te un
texto como /quae res mihi non mediocrem consolationem attulit
uolo tibi commemorare/ se nos enseña que /quae res/ está por
/quae ... (attulit) rem (uolo tibi commemorare) /.
Esta explicación admite, pues, implícitamente que los autores
latinos han cometido un entuerto, y que nosotros debemos ende­
rezar ese entuerto y partir luego, para nuestro análisis y traduc­
ción, del texto así rectificado.
Esa doctrina tan extraña es, no obstante, la ortodoxa en todo
el mundo de los latinistas. En Kühner-Stegmann (Gramm, der
Lat. Sprache, II, 2, p. 314) hay un apartado con abundante ma­
terial sobre lo que allí se llama “ el tipo Quae tua prudentia est”
(Cic., Fam., 10, 27, 2). Por toda explicación se dice que ese tipo
ha de entenderse como Tu, pro ea, qua es prudentia. Es decir,
eliminan el sintagma quae prudentia (adjetivo relativo y nom­
bre) para construir y analizar otro distinto. En suma, no recono­
cen la oración relativa de adjetivo.
Tampoco parecen reconocerla los diccionarios más usuales
LA SU BORDIN ACIÓN 287

entre nosotros: Forcellini, Gaffiot, Lewis-Schort; bajo el epígrafe


qui, quae, quod consignan tres apartados: a) pronombre relativo;
b) pronombre-adjetivo interrogativo; c) pronombre indefinido.
En cambio, sí vemos consignado el qui, quae, quod como adjetivo
relativo en un diccionario más antiguo, el de Lebaigue.
4. Comparable al par latino qui adjetivo interrogativo / qui
adjetivo relativo es el par castellano cuánto adjetivo interroga­
tivo / cuanto adjetivo relativo. Nosotros vemos como construc­
ción normal la siguiente: Cuanto dinero ganaba, lo daba a los
pobres; y nadie piensa aquí en una desviación a partir de “ todo
el dinero que ganaba lo daba a los pobres” . De la ihisma manera
han de verse como normales en latín las construcciones adjetivo-
relativas.
Incluso dentro, del latín se podrían citar paralelismos ilustra­
tivos. Cicerón (de Fin., 4, 66) escribe: Quae hic reipublicae~uul-
nera imponebat, eadem ille sanabat. Si Cicerón en lugar de quae
... eadem hubiera escrito quot ... totidem (“ cuantas heridas in­
fligía uno al estado, otras tantas curaba el otro” ), el tipo de
construcción sería el mismo, y suponemos que nadie negaría
la naturaleza adjetivo-relativa de quot (uulnera). La relación
quot quae

------------ = ----------- parece evidente.
totidem eadem
También es significativo el paralelismo morfológico-sintáctico
entre qui y quicumque. Está claro que este último funciona como
adjetivo relativo indefinido: cf. T. L., 1, 26, 4 :Sic eat quaecum­
que Romana lugebit hostem “ ¡Perezca así cualquier Romana que
llore a un enemigo!” . Cf. igualmente quamcumque fortunam
(T. L., 35, 13, 9), cuiuscumque modi (Sal., Cat., 52, 10), quocum­
que modo (Sal., lug., 103, 3) quacumque aetate (Cic., Sen., 28).
¿Por qué qui no ha de funcionar igualmente como adjetivo
relativo definido?
5. Como nuestra interpretación chocará con el sentir general,
vamos a analizar con detenimiento un último ejemplo de oración
adjetivo-relativa.
A una pregunta adjetiva podemos dar evidentemente dos res­
puestas:
... i t , ( Eo modo quem ab eo sperabamus.
Quo modo locutus est!— [ , , ,
Quo modo ab eo sperabamus.
288 IN TRO DU CCIÓN A L A S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LA TIN

El que pregunta busca aquí una determinación del sustantivo


modo; supone que el sujeto ha hablado de “ alguna manera” ÿ
quiere saber “ cuál” es esa manera.
El que contesta puede optar entre dos procedimientos: eo
modo (“ de esta manera” , que inmediatamente te voy a precisar:
el anafórico prefigura la inminente precisión, a sal**") quem ab
eo sperabamus. En suma, en la contestación señalada hay un
sustantivo (modo), que, por conocido y esperado, no aporta nin­
guna información, y una oración relativa pronominal que aporta
la información deseada.
El segundo procedimiento de respuesta consiste en contestar
no sólo al elemento estrictamente interrogativo (o sea al adjetivo
quo), sino al bloque quo modo; para lo cual basta recoger el quo
modo en forma átona y añadirle la determinación adecuada:
quo modo ab eo sperabamus.
Esta respuesta con adjetivo relativo + sustantivo no existe
en español; precisamente el sintagma latino quo modo evolucionó
en nuestra lengua hasta confundir los dos elementos componentes
en una sola unidad, una unidad nueva, la conjunción “como” :
“ Habló como de él esperábamos” .
Pero en latín la contestación adjetivo-relativa es completa­
mente normal como se ve por el paralelismo sistemático de las
formas entre preguntas y posibles respuestas apuntadas en el
esquema general de preguntas y respuestas y como se ve igual­
mente en la serie de ejemplos aducidos más arriba (p. 93).
Por lo tanto, postulamos entidad gramatical para el tipo quo
modo ab eo sperabamus y no nos resignamos a ver en él un tras­
trueque de este otro (más normal para una mentalidad romá­
nica) : eo modo quem ab eo sperabamus.
Hay que entender una lengua desde dentro y en sí misma, no
a través de sus posibles u obligadas traducciones, ya que las
lenguas se forjan evidentemente como instrumento arbitrario de
comunicación dentro de una comunidad humana: no se forjan
pensando en futuras traducciones a otras lenguas con estructuras
sintácticas distintas.
LA SUBORDINACIÓN 289

D) E l MODO VERBAL EN LAS ORACION ES DE R E LA T IV O :


S U B JU N TIVO DE SU BORDIN ACION

1. En una biografía se dirá de un carácter voluble: “ amaba


y perdonaba” . Ello indica simplemente que el personaje aludido
“ amaba y perdonaba” sucesivamente, sin insinuar ninguna rela­
ción especial entre el amor y el perdón, salvo que ambos senti­
mientos se sitúan en el mismo sujeto.
Si en cambio se dice : “ amaba y perdonó” , el desenfoque tem­
poral invita claramente a ver algo, más que sentimientos suce­
sivos de un carácter voluble; el desenfoque temporal invita a un
raciocinio e implica claramente una conexión lógica entre los dos
predicados unidos por “y ” . En el caso aludido sería muy vejo-
símil interpretar tal relación como “causal” ; podría decirse (?)
que la “y ” coordinante es entonces una conjunción “ causal” , ya
que puede explicitarse así: “ amaba y (por eso) perdonó” , o, “ ama­
ba y (porque amaba) perdonó” .
Algunos teóricos del lenguaje dicen que en “ amaba y per­
donó” hay una “relación circunstancial” , y que la oración “ subor­
dinada (? )” ¡y perdonó/ añade “ una magnitud lógica” (Cf. Biih-
ler, Teoría del lenguaje, trad, esp., p. 493).
2. Pues bien, creemos que se da en latín un juego similar
entre ciertos términos subordinantes (pronombres relativos y
algunas conjunciones) y los modos verbales.
Una conjunción de subordinación o un relativo son siempre
marca inequívoca de subordinación gramatical; pero, si por aña­
didura, se observa un desenfoque en los modos, es decir, si apa­
rece un subjuntivo donde cabía esperar un indicativo, entonces
ese desenfoque es una invitación a buscar una relación o conexión
suplementaria entre el contenido de la oración principal y el
contenido de la subordinada, conexión y relación que ha de
sumarse a la idea evocada por el elemento subordinante (conjun­
ción o pronombre relativo).
3. Como ejemplo podemos citar aquí las oraciones de rela­
tivo. Nuestras sintaxis tratan primero de las oraciones de rela­
tivo “ a secas” , que se construyen con indicativo; y, luego, en
apéndice, de las oraciones de relativo “ con matiz circunstancial”
290 IN TRODU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LA TIN

(final, consecutivo, causal, condicional, concesivo) ; estas relativas


llevan el verbo necesariamente en subjuntivo.
Evidentemente toda oración encabezada por un relativo es
formalmente relativa, y, como tal, nada más que eso; pero si
luego viene el inesperado modo subjuntivo, entonces se produce
una especie de hipersubordinación, una invitación adicional a
buscar una relación suplementaria con el contenido de la oración
principal.
4. Vamos a insistir en este punto y tratar de fijar ciertas
ideas. Suele hablarse de la oración de relativo como de “ una
oración que se subordina a otra oración llamada principal” ; este
concepto de la subordinada relativa es inexacto. Como indicamos
anteriormente (cf. supra, pp. 87 ss.), la mayoría de las oraciones
de relativo no se subordinan a “ la oración principal en su con­
junto” , sino exclusivamente a un elemento de la oración principal.
a) Concretamente las oraciones de relativo consideradas nor­
males en latín y cuyo modo verbal es el indicativo se limitan a
determinar, circunscribir o definir al sustantivo llamado ante­
cedente.
b) En cambio, la oración de relativo en subjuntivo expresa
por añadidura una relación recíproca entre el verbo principal y
el subordinado (causa, condición, consecuencia, fin, etc., de un
proceso a otro).
La oración de relativo con subjuntivo tiene pues una doble
perspectiva: su elemento relativo remite por un lado, por su
concordancia en género y número, a un elemento de la oración
principal; pero en segundo lugar, por su modo verbal, mira al
verbo de la oración principal y así se subordina realmente a toda
la oración principal.

5. Lo que aquí sostenemos ya se vislumbra en ciertos ma­


nuales, pero no se expone generalmente con suficiente claridad.
Así en la sintaxis de Ernout-Thomas (§ 335) se nos enseña que
la oración de relativo expresa con frecuencia una “ relación ló­
gica” y que el subjuntivo “ contribuye” a marcar dicha relación.
Debemos precisar los términos “relación lógica” y “contribuir” .
Gramáticos y comentaristas ven generalmente relativas causales
en construcciones con indicativo como ésta de Plauto (Mil. Gl.,
1.376) : Stulte feci qui hunc amisi.
LA SUBORDINACIÓN 291

En casos así no podemos condenar como infiel una traducción


“ causal” : “ He cometido una tontería, por haberlo soltado” . Pero
ha de reconocerse que el matiz causal con el verbo en indicativo
es puramente ideológico: es una sugerencia implícita en el con­
texto. En cambio, si en el mismo texto apareciera el subjuntivo,
habría una hipersubordinación explícita, concretable en un sen­
tido causal no simplemente sugerido.
El subjuntivo no “ contribuye” pues a hacer más causal lo que
ya era causal, sino que expresa una “relación gramatical” que
sin él no quedaba marcada.
/qui hunc amisi/ significa únicamente “ (Tonto de mí) que lo
solté”. Es cierto que, entre líneas, puede legítimamente dedu­
cirse: “ (Tonto de mí) por haberlo soltado” . En cambio, /*qui
hunc amiserim/ sería “ (Tonto de mí) que lo solté y tonto preci­
samente por haberlo soltado” .
En el siguiente ejemplo, citado igualmente por Ernout, la
relación causal no queda ya confiada a la deducción de un buen
entendedor, sino que está inequívocamente marcada por el sub­
juntivo: Amant te omnes mulieres, ñeque iniuria, qui si's tam
pulcher “A ti te quieren todas las mujeres, y no sin razón, ya que
eres tan guapo” (Plauto, Mil. Gl., 58-59).
6. En resumen : una oración de relativo con verbo en subjun­
tivo nos invita a ver en ella no sólo una determinación de un
elemento de la oración principal, llamado antecedente, sino una
relación o concatenación entre el proceso expresad/) en la oración
subordinada y la predicación contenida en la oración principal:
el subjuntivo marca una segunda subordinación: una supersubor-
dinación, por decirlo de alguna manera.

Ejemplos:
Relativ a-final: Cic., Verr., 2, 5, 160: (Messanam) sibi (Verres)
urbem delegerat, quam haberet adiutricem scelerum “Verres ha­
bía elegido la ciudad de Mesina para tenerla como cómplice de
sus crímenes” . Obsérvese que el relativo quam representa y re­
mite a urbem, en cambio el subjuntivo haberet está en conexión
con delegerat. Nuestra traducción sólo refleja la conexión entre
proceso y proceso ( = “había elegido para tener ...”) y prescinde
de la relación que el relativo establece con su antecedente urbem.
292 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LA TÍN

Si en lugar de haberet se pusiera habebat, la oración relativa


sería una pura determinación del antecedente y el significado
sería: “Verres había elegido la ciudad de Mesina, la ciudad que
él tenía como cómplice de sus crímenes” .

Relativa-causal: Ter., And., 646: Me miserum, qui tuom ani­


mum ex animo spectaui meo “ ¡Desdichado de mí, que juzgué de
tu corazón por el mío!” (No es explícitamente causal; pura deter­
minación del antecedente).
En cambio: Cic., Att., 10, 10, 1: Me caecum, qui haec ante non
uiderim “ ¡Ciego de mí (que-no-vi y ciego) por no haberlo visto
antes!” (Determinación del antecedente y relación explícita, en
este caso “causal” , entre el contenido de la oración relativa y el
de la principal).
He aquí un ejemplo de Terencio en que alternan el indicativo
y el subjuntivo; nuestra traducción intentará reflejar el contraste
entre un modo y otro :

Vt illum di deaeque senium perdant, qui me hodie remoratus est,


Meque adeo qui restiterim, tum autem qui illum flocci fecerim

■“ Confundan los dioses y diosas al viejo que hoy me entretuvo,


y también a mí por dejarme entretener y más aún por haber
hecho el menor caso de él” (Eun., 302-303).
«·

Relativa-consecutiva: Cic., Fam., 15, 4, 11: Tu es enim is, qui


me in contionibus ad caelum extidisti “Tú eres la persona que
en las asambleas me pusiste por las nubes” (pura determinación
del antecedente).
En cambio, con el subjuntivo en Fam., 5, 12, 6: Ñeque enim
tu is es, qui quid sis nescias “Tú no eres tal que puedas ignorar
quién eres” . (La relación adicional — en este caso “ consecutiva”—
expresada por el modo [-nescias] es explícita.)
Pl., Bacch., 807: Qui homost qui dicat me dixisse istuc?
“ ¿Quién es la persona capaz de decir que yo dije tal cosa?” (Hi-
persubordinación explícita: consecutiva).
En cambio qui dicit sería una relativa puramente determina­
tiva; significaría: “ ¿Quién es la persona que anda diciendo que
yo dije tal cosa?”
En el siguiente texto de Horacio (Ep., II, 2, 180.-182) hay en el
LA SU BORDIN ACIÓN 293

mismo verso una relación consecutiva y una relativa de pura


determinación:
Gemmas, marmor, ebur, ...
sunt gui non habeant, est qui non curat habere

“ Piedras preciosas, mármol, marfil, ... hay personas de-tal-


condición-que no pueden tenerlos, hay una persona ( = yo sé de
una persona) que ni se preocupa de tenerlos.”

Relativa-concesiva: Cic., Nat. de or., II, 4: Peccatum suum,


quod celari posset, confiteri maluit “Prefirió confesar su culpa,
aunque podía haberla mantenido en secreto” . Sin el subjuntivo,
la oración sería una pura determinación del antecedente: “Pre­
firió confesar su culpa, (culpa) que él podía haber mantenido en
secreto” .

Relativa-condicional: T. Livio, 22, 11, 8: Libertini etiam, qui­


bus liberi essent... in uerba iurauerant “Incluso los libertos que
tuvieran hijos ( = si tenían hijos) habían prestado juramento” .
T. Livio usó el subjuntivo, porque el tener hijos era condición
exigida para ser admitidos a prestar el juramento en cuestión;
con erant en lugar de essent la traducción sería: “ Incluso los li­
bertos que tenían hijos habían prestado juramento” , pero sin la
posibilidad de interpretar el hecho de tener hijos como condición
requerida para el juramento; quibus liberi *erant, como pura
determinación del antecedente, no condicionaría la aseveración
contenida en la oración principal.

7. El subjuntivo de subordinación. — Para este subjuntivo


de hipersubordinación que acabamos de señalar en las oraciones
de relativo y que volveremos a encontrar en algún otro tipo de
subordinadas, quisiéramos nosotros reservar la antiquísima eti­
queta de “ subjuntivo de subordinación” .
Reconocemos que esta etiqueta es peligrosa por venirse apli­
cando tradicionalmente como explicación de cualquier subjuntivo
en oración subordinada. Estamos muy lejos de compartir la idea
—bastante difundida entre los latinistas— según la cual el sub­
juntivo sería el modo propio de la subordinación en general
(ΰζοταχνχ,ή Ι-ρλισις = subiunctiuus). Tal idea no puede justifi-
294 IN TRODU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LA TIN

carse de ninguna manera: 1) porque el subjuntivo no aparece


en todos los tipos de subordinadas; 2) porque el subjuntivo no
es el modo exclusivo de las subordinadas, sino que hay en latín
innumerables subjuntivos en oraciones principales o indepen­
dientes; -3) porque en latín no hay oración subordinada cuya
marca única de subordinación sea el empleo del subjuntivo; se
ha pensado a veces lo contrario aduciendo tipos como uolo facias,
sine ueniat, caue cadas, habeas licet, etc.; pero aquí no se trata
de auténtica subordinación, sino de arcaísmos o restos de cons­
trucción paratáctica antigua; esos tipos sintácticos eran origina­
riamente dos verbos autónomos en yuxtaposición: uolo: facias;
sine: ueniat, etc. Y como arcaísmos siguieron usándose al lado
de la subordinación organizada mediante marcas formales ex­
plícitas.

N o t a 1. Los gramáticos modernos, que consideran el subjun­


tivo como modo de la subordinación, se figuran que siguen pen­
sando como los antiguos cuya nomenclatura adoptan o, mejor
dicho, creen adoptar. Pero la realidad es muy distinta y difícil­
mente podría hallarse un ejemplo de qui pro quo más curioso y
sorprendente en la terminología gramatical.
En boca de los gramáticos latinos modus subiunctiuus perte­
nece a la terminología puramente sintáctica, sin alusión a la
morfología. Por modus subiunctiuus los antiguos entendían cual­
quier forma verbal subordinada, tanto si se trataba de una forma
verbal de las que ahora llamamos “ indicativo” como de las que
ahora llamamos “subjuntivo” ; y en sus ejemplos de modus sub­
iunctiuus aparecen incluso con más frecuencia formas de indi­
cativo que de subjuntivo: cum dixero, cum legero, etc., son para
ellos modus subiunctiuus.
A esas formas las llaman subiunctiuus o adiunctiuus o con-
iunctiuus por carecer de sentido en sí mismas y necesitar de una
“ añadidura” (en términos actuales diríamos “ un verbo princi­
pal”) para ser inteligibles: cum dixero, audies; cum legero, sur-
gam; etc.
Sobre lo que aquí decimos cf. Diomedes (Gramm. Lat., Keil,
I, 340, 24), Pompeius (ibid., V, 16,14), Cledonius (ibid., V, 54,10),
Macrobii excerpta (ibid., V, 618, 21; 643, 22), etc.
Especialmente claras nos parecen unas líneas de Prisciano
LA SU BORDIN ACIÓN 295

(Keil, II, pp. 424-25) : Subiunctiuus eget non modo aduerbio uel
coniunctione uerum etiam altero uerbo, ut perfectum significet
sensum, ut Virgilius in bucolico:
Cum faciam uitulam pro frugibus, ipse uenito.

(Subiunctiuùs) a constructione nomen accipit.

N o t a 2. Nosotros, al usar la expresión “ subjuntivo de subor­


dinación” , utilizamos el término “ subjuntivo” aplicado a la mor­
fología; y con el añadido de “subordinación” queremos aludir a
los usos en que dicho modo no conserva sus ‘valores propios
reconocibles en oración independiente e incluso en la gran ma­
yoría de las oraciones subordinadas; se trata pues de usos en que
dicho modo no tiene sentido en sí-mismo (cf. Diomedes, Gramm.
Lat., Keil, I, 340, 24: quod per se non exprimat sensum) sino
solamente conectado de alguna manera (cf. làs denominaciones
sub-iunctiuus, con-iunctiuus, ad-iunctiuus) con el verbo regente
o principal.

E) L a SU BORDIN ACIÓ N ADVERBIAL R E LATIVA (DE LU G A R )

En el cuadro sinóptico que nos sirvió de punto de partida para


el estudio de la subordinación hemos consignado únicamente al
adverbio de lugar / v b i ? / . Evidentemente la situación es idéntica
para las restantes cuestiones de lugar. Prescindiendo ya de la
respuesta absoluta, bueno será recordar —por su especial interés
para el estudio de la subordinación— las respuestas deícticas y
relativas.

R E S P U E S T A S

Deíctica
Relativo-
Mostrativa Anafór. Relat. indeSnida

VBI? h ic , istic, illic ib i u b i ... u b ic u m q u e , u b iu b i


VNDE? ' h in c , is tin c , illin c in d e u n d e ... u n decu m qu e, u n deu n d e
QVO? h u c , istu c , illu c eo q u o ... qu ocu m q u e, q u oq u o
QVA? h a c , ista c, illa e ea q u a ... qu acu m qu e, quaqua
296 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LATIN

Al tratar de la subordinación pronominal-relativa distingui­


mos tres tipos sintácticos: 1) Tibi reddo pecuniam quam cre­
didisti; 2) Tibi reddo hoc/ id quod credidisti; 3) Tibi reddo quod
credidisti. Ahora, en la subordinación adverbial relativa volve­
mos a encontrar, en riguroso paralelismo, los mismos tres tipos:

VBI?
1) (Natus est) in Sicilia ubi rex Agathocles regnator fuit
“ Nació en Sicilia donde reinó el rey Agathocles” (Pl., Men., 409-
410).
2) Vbi sum, ibi non sum; ubi non sum, ibi est animus “Don­
de estoy, (allí) no estoy; donde no estoy, allí está mi pensamien­
to” (PL, Cist., 211-212).
3) Vbi tu Caius, ego Caia “Donde tú seas Gayo, yo seré
Gaya” (fórmula de la ceremonia nupcial). Este mismo tipo con
relativo indefinido: Illam requiram ubiubi est “ La voy a buscar
donde quiera que esté” (Pl., Epid., 492).

QVO?

1) Aperiuntur aedes quo ibam “ Se abre la casa adonde yo


acudía” (Pl., Trin., 400).
2) Huc uel illuc uortar, quo imperabitis “ Yo giraré para acá
o para allá, como (— para donde) mandéis” (Pl., Capt., 370).
3) Abi quo lubet “ Vete a donde te plazca” (Pl., Aul., 657).
Este mismo tipo con relativo indefinido: Certa rest me quaerere
illam quoquo abductast “Es cosa decidida para mí el buscarla a
donde quiera que se la hayan llevado” (Pl., Merc., 858).

Y así su cesiv a m en te c o n vnde y qva .


El uso de los modos en estas subordinadas es también exacta­
mente el mismo que señalamos en su lugar para la subordinación
relativa.
LA SU BORDIN ACIÓN 297

§ 3. — Subordinación conjuntiva
( = marcada por conjunciones de subordinación)

A) G e n e r a l id a d e s

1. Por operar siempre con criterios formales prescindimos


de la clasificación habitual en oraciones completivas por un lado
y oraciones adverbiales (o circunstanciales) por otro, éstas últi­
mas subdivididas a su vez en temporales, causales, finales, con­
secutivas, etc.
La clasificación habitual, junto a la ventaja de agrupar los
distintos giros semánticamente sinónimos, tiene el grave incon­
veniente de separar distintos usos de una misma forma subordi­
nante: quod, quum y ut salen bajo distintas rúbricas y en apar­
tados muy distantes como si la unidad de la forma no existiera
o no significara absolutamente nada.
Quizá la clasificación por el lado del contenido sea la reco­
mendable en una sintaxis para principiantes a los que hay que
ofrecer medios prácticos de traducción, aunque sea traducción
por tanteo. Pero consideramos más ilustrativa la exposición que
arranca de las formas para explicarnos los diversos usos que en
la lengua adquieren sin transición brusca y a veces sin que se
pueda señalar siquiera una clara frontera entre un valor y otro
hasta el punto de resultar arbitrario encasillar un quod bajo la
rúbrica de completivo o causal, un ut bajo la etiqueta de compa­
rativo, temporal, etc.
A l clasificar bajo distintas rúbricas las comparativas, tempo­
rales, finales, completivas, etc., con nuestras traducciones pre­
cisas y ad hoc para cada una de ellas, establecemos unas fronteras
claras donde frecuentemente no existen.
2. La subordinación relativa, según hemos comprobado ante­
riormente, constituye en latín un modelo de regularidad y siste­
matización.
Ahora al entrar en la subordinación marcada por las conjun­
ciones de subordinación desaparece en gran medida la regulari­
dad y simetría.
La subordinación que aquí vamos a estudiar forma en las
298 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LA TÍN

sintaxis tradicionales el gran capítulo de la subordinación “ ad- ,


verbial” y entra también como parte del capítulo de las “ oracio­
nes completivas” .
La subordinación “ relativa” está marcada por elementos su­
bordinantes “relativos” ; en cambio, la subordinación “ adverbial”
está marcada, según la nomenclatura habitual, por “ conjuncio­
nes” (y no por “ adverbios” como sistemáticamente podíamos
esperar).
Ya hemos expuesto antes (p. 82) nuestras reservas a la
’ ■omenclatura y función atribuidas a las “ conjunciones de subor-
nación” .
Algunos gramáticos ilustres (Andrés Bello, por ejemplo) han
sustituido en sus obras el término de “conjunciones de subordi­
nación” por el de “ adverbios” . Lo mismo hacen M. A. Caro y
R. J. Cuervo en su Gramática de la lengua latina (Bogotá,
1972 10), donde quod es adverbio causal, quum es adverbio de
tiempo, ut es adverbio de modo, etc.
No obstante, la práctica gramatical, reflejada en nuestros dic­
cionarios y sintaxis, intenta comúnmente mantener la diferencia
entre conjunciones, adverbios relativos y adverbios en general,
aunque con frecuencia es difícil establecer un límite entre esos
conceptos.
Nos sentimos seducidos por el procedimiento de Caro y Cuer­
vo; sin embargo, no nos decidimos a seguirlo, enfrentándonos
con la gran tradición europea. Mantendremos pues las “conjun­
ciones de subordinación” en estas páginas.
3. De hecho, la subordinación adverbial y, en gran parte, la
completiva sigue siendo en latín de base fundamentalmente re­
lativa y ha tendido a organizarse sobre el modelo de la subordi­
nación relativa en sentido estricto.
Si volvemos una vez más al cuadro sinóptico que nos sirvió
de punto de partida observamos que el latín tiene una serie muy
completa de términos para expresar las relaciones espaciales
(cf. adverbios relativos de lugar, p. 103) ; pero es extremadamente
pobre cuando se trata de expresar otras relaciones adverbiales:
para las relaciones temporales aprovecha la serie del ubi espa­
cial; para todas las relaciones más abstractas sólo sistematiza el
genérico /ut?/ ( = ¿cómo?) y sus respuestas, según queda con­
signado en el aludido cuadro sinóptico.
L A SUBORDINACIÓN 293

Alrededor de este ντ como conjunción universal organizó el


latín un sistema completo de subordinación: el ut puede intro­
ducir una oración completiva o comparativa o causal o temporal
o concesiva o final o condicional y hasta algún otro tipo de
subordinadas que no encajan bien bajo ningún epígrafe de nues­
tras gramáticas y que sólo se registran en los grandes dicciona­
rios o en las grandes monografías dedicadas a esta partícula.
Al lado de este genérico /ν τ ? / y para indagar cualquier rela­
ción específica dentro del “ ¿cómo?” , los hablantes latinos acudían
igualmente a la pregunta / q v i d ? / . Este “ quid?” , escueto o acom­
pañado de diversas partículas (Quid, uero?, Quid deinde?, Quid,
tum?, Quid ergo?, Quid enim?, Quid igitur?, Quid postea?) puede
apuntar a cualquier relación completiva o circunstancial (causa,
fin, tiempo, consecuencia, condición, etc.) :
Cic., Att., 7, 23, 1: (Dicitur) persequi Caesar Pompeium?
Quid? Vt interficiat? “ ¿Se dice que César persigue a Pompeyo?
¿Para qué? ¿Para' matarlo?
Pl., Stich., 588: Quid eo tibi opus est? —Ad cenam ut uocem
“ ¿Para qué lo necesitas? —Para invitarlo a cenar”
Cic., Rose. Am., 34: Accusatis Sex. Roscium. Quid ita? Quia
de manibus uestris effugit, quia se occidi passus non est? “Acu­
sáis a Sex. Roscio. ¿Por qué? Porque se ha escapado de vuestras
manos, porque no se ha dejado matar”
Cic., de off., 2, 83: Habitent gratis in alieno? Quid ita? Vt cum
emerim, aedificarim, tuear, impendam, tu me inuito fruare meo?
“ ¿Podrían vivir gratuitamente en casa ajena? ¿Cómo es eso?
¿Que, cuando yo haya comprado o construido una casa, cuando
yo cargue con el mantenimiento y gastos, tú vendrás a disfrutar
de ella contra mi voluntad?”
No es raro incluso que el /quid?/ y el /ut?/ salgan sucesiva­
mente en el mismo contexto:
Pl., Truc., 577: Quid agis? Vt uales? “ ¿Qué haces? ¿Cómo
te va?”
Pl., Merc., 391: Quid? Ea ut uidetur mulier? “ ¿Qué? ¿Cómo
es esta mujer en tu opinion?”
Pl., Mil. Gl., 1.073: Quid est? Vt ludo? “ ¿Qué tal? ¿Cómo son
mis jugadas?”
Pl., Rud., 311: Quid agitis? Vt peritis? “ ¿Qué hacéis? ¿Cómo
consumís vuestra existencia?”
300 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LA TÍN

Pl., Trin., 51: Quid tua agit uxor? Vt ualet? “ ¿Qué hace tu,
mujer? ¿Cómo le va?”

Por esta segunda via del / qvid ? / , y siempre sobre el modelo


de la subordinación relativa y con correlaciones similares, nace
la compleja subordinación a base de partículas de origen interro-
gativo-relativo; pero no logra aquí la lengua una sistematización
en series tan claras y completas como las que hemos comprobado
en la subordinación relativa propiamente dicha.
4. Por lo demás se admite comúnmente que el quid y el ut
están etimológicamente emparentados; ambos tenían originaria­
mente en común el elemento Ky-; pero el ut < *k“ut perdió la
labiovelar inicial.
Las siguientes correspondencias ponen de manifiesto la doble
vía que siguió el latín en busca de sus partículas subordinantes.
La gran cantera de extracción es el interrogativo-relativo-inde-
finido. Dejamos para el final el examen de las pocas partículas de
distinto origen: ne, si, dum, donec, lieet.

INTERROGATIVOS RELATIVOS INDEFINIDOS

A ) Q u il? Quid? qui ... quis “uno cualquiera"


B) V t? “C óm o?” ut ... “ com o” ut “ de un m odo cualquiera”

A) ................................ quicum que “ cualquiera que” quisque “ cada uno” o “ to­


dos, uno a uno”
B) ................................ utcum que “ com o quiera que” utique “de todos m odos”

A) ................................ quisquis "cualquiera que” nequiquam “en van o”


B) ................................ utut “ com o quiera que” neutiquam “de ningún
m odo”

A) ..................................... quisquam “alguien”


B) .................................... utiquam “de algún ntodo”

De la serie A) surgió en primer lugar la subordinación rela­


tiva en sentido estricto (como hemos visto en su lugar), con ca­
racteres propios y exclusivos: el más sobresaliente y notable es
sin duda el carácter flexivo del relativo (variable según género,
número y caso) frente a las demás partículas subordinantes,
todas ellas invariables. Ahora, de la misma serie veremos que
derivan las partículas quum, quam, quamquam, quod, quia, qui,
LA SUBORDINACIÓN 301

quo, qua y sus compuestos. Todas éstas son formas desprendidas


del paradigma del relativo para fosilizarse como partículas subor­
dinantes invariables.
Con estas partículas el latín precisó las relaciones englobadas
en la conjunción universal ut; con tales partículas, la lengua, por
decirlo de alguna manera, apuntaló la subordinación reforzando
y especificando sus marcas.
De la serie B) vamos a ocuparnos seguidamente.

B) S is t e m a de s u b o r d in a c ió n con p a r t íc u l a ú n ic a : VT

1. VT como adverbio de modo

Vt es fundamentalmente un adverbio de modo: un adverbio


interrogativo-exclamativo-indefinido.
Como /quis?/ (interrogativo), /qui .../ (relativo) y /quis/
(indefinido), tenemos para ut la serie paralela: /ut?/ (“¿Cómo?”),
/ u t.../ (“ como ...” ) y /ut/ (“ de un modo u otro” , o “ de cualquier
modo” ) .
Cada uno de estos tres valores servirá de base a construc­
ciones hipotácticas con ut. Pero veámoslo funcionando todavía
como puro adverbio modal en oraciones independientes.

Adverbio interrogativo. — Vt? = “ ¿Cómo?”


Vt uales? “ ¿Cómo te va?” (Pl., Most., 718)
Vt vioratast? “ ¿Cómo es de carácter (la joven)?” (Pl., Merc.,
392)
Vtne tegam spurco Damae latus? “ ¿Cómo podría yo cubrir
el costado a un impuro Dama?” (Hör., Sat., II, 5, 18).
Con este ut puede alternar qui, forma de. la serie /Q uis?/
/ Quid?/:
Qui potuit scire? “ ¿Cómo pudo saberlo?” (Pl., Stich., 301)
Qui istuc? “ ¿Cómo es eso?” (Pl., Truc., 158).

Adverbio exclamativo. — Vt! = “ ¡Cómo!”


Este ut es una sencilla variante del anterior:
V i errat! “ ¡Cómo se equivoca!” (Ter., Heaut., 844)
V t totus iacet! “ ¡Cómo está de hundido todo él!” (Cic., Att.,
VII, 21, 1)
302 IN TRODU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LA TIN

Vi ille tum humilis erat! “ ¡Qué humilde era entonces!” (Cic.,.


Att., II, 21, 3).
Obsérvese que, como adverbio de modo exclamativo, el ut
latino puede determinar indiferentemente a un verbo, a un ad­
jetivo o a otro adverbio; en cambio, en español se impone distinta
traducción: “ ¡cómo!” sólo es admisible como determinante del
verbo; como determinante de un adjetivo o un adverbio usamos
“ ¡qué!” (y no “ ¡cómo!” ) :
Vt iurat! “ ¡Cómo jura!” (Pl., Bacch., 898).
Pero Vi elegans est! “ ¡Qué elegante es!” (Ter., Heaut., 1.063)
Vt lepide deruncinauit militem! “ ¡Qué limpiamente se ha ce­
pillado al soldado!” (Pl., Mil. Gl., 1.142)
Vt subito, ut prope, ut ualids tonuit! “ ¡Qué repentinamente,
qué cerca, con qué fuerza empezó a tronar!” (Pl., Amph., 1.062).

Adverbio indefinido. — Vt — “ de un modo o de otro” , o “ de


cualquier modo” . Contra este uso, comúnmente admitido por los
latinistas, se han levantado esporádicamente algunas voces que
lo niegan. Sin embargo, el ut como adverbio indefinido de modo
nos parece imponerse si se tiene en cuenta los restantes términos
de la serie, cuyo valor indefinido nadie pone en duda: utut, ut­
cumque por un lado, y, por otro, utique, utiquavi, neutiquam.
El ut indefinido sobrevive en ciertas frases impresivas; noso­
tros lo interpretamos como desiderativo — por la modalidad desi­
derativa de las frases en que aparece— y, en consecuencia, lo
traducimos por “ ¡ojalá!” o por un simple “qué” exclamativo.
Más literalmente sería algo así como “ de cualquier modo” . Es
muy posible que ya los latinos no sintieran en el período clásico
el valor indefinido de /ut!/ y consideraran la partícula como un
refuerzo del subjuntivo en frases desiderativas; de hecho la
partícula ut(inam) fue siempre un añadido facultativo, no indis­
pensable al mensaje desiderativo.
Vt te quidem di deaeque omnes perduint! “ ¡Ojalá te arrastren
a la perdición todos los dioses y diosas juntos!” (Terv Heaut.,
810-811)
Vt pereat positum robigine telum! “ ¡Ojalá el hollín eche a
perder el arma arrinconada!” (Hör., Sat., II, 1, 43).
También aquí se ve la alternancia ut/ qui de las dos series
consabidas :
LA SUBORDINACIÓN 303

Qui illum dii omnes perduint! (Ter., Phorm., 124)


Qui istum dii perdant! “ ¡Quieran los dioses su perdición!”
(PI, Trin., 923)
Otros ejemplos: Pl., Aul., 785; Rud., 1.186; Ter., Eun.. 302;
Phorm., 123, etc.; C ic, Att., IV, 7, 1; etc.
El valor puramente indefinido de qui aparece con suma niti­
dez en Pl., Amph., 776: Edepol qui factost opus “Por Polux es
preciso actuar de alguna manera” . Más ejemplos en Kroll (Sint.
científica en la enseñanza del latín, Madrid, 1935, pp. 101-102).
Como es bien sabido este ut, en su aplicación, desiderativa,
fue normalmente desplazado, ya desde Plauto, por la forma com­
puesta utinam.

2. VT como partícula subordinante

A) El vt co n indicativo (sin exclusión del subjuntivo)

1. El ut con indicativo es siempre el ut relativo.


El ut, como relativo, es decir, como adverbio de modo relativo,
funciona exactamente igual que todos los relativos, ya sean éstos
variables (qui, quae, quod) o invariables (ubi, quo, qua, unde).
El ut relativo constituye la respuesta a la pregunta adverbial
/tit?/, corno /qui/ responde a /quis?/, como /ubi .../, /quo .../,
/qua .../, /unde .../ responden sucesivamente a ¡vbi?/, /quo?/,
/qua?/ y /unde?/:
Quid agitis? Vt peritis? — Vt piscatorem aequomst, fame, si-
tique speque “ ¿Qué hacéis? ¿Cómo consumís vuestra existencia?
— Como es lo propio del pescador: a fuerza de sufrir hambre,
sed y desesperación” (Pl., Rud., 311-312)
Vt uales? — Vt queo “ ¿Cómo estás? —Como puedo” (Pl., Per­
sa, 17)
(Vt respondisti?) — Respondi ut potui, ut uolui, ut debui
“ Contesté como pude, como quise (y) como debí hacerlo” (Cic,
Verr., 4, 147)
Exactamente igual que:
(Quid faciunt?) — Quod iussi sunt faciunt “ (¿Qué hacen?)
—Hacen lo que se les manda” (César, B. G , 3, 6, 1)
Vbi cenabis? —Vbi tu iusseris “ ¿Dónde cenarás? —Donde tú
mandes” (P l, Truc., 360), etc, etc.
304 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL L A TIN

La situación sigue siendo rigurosamente proporcional para


todos los relativos en cuanto se refiere a los “ antecedentes” o
correlativos :

ita - is, ea, id ibi eo ea inde

ut qui, quae, quod ubi quo qua unde

Faciam ita ut iubes “ Obraré tal como mandas” (Pl., Amph.,


1.143) = Mitte id quod scio “Deja de lado lo que sé” (Ter., And.,
764) = Ibi sum esse ubi miserum hominem decet “Estoy allí
donde debe estar un desgraciado” (Pl., Bacch., 1.107) = etc.
Este ut: como cualquier relativo, puede aparecer indistinta­
mente bajo cualquiera de los tres tipos de oraciones relativas que
hemos establecido:
Tipo 1: Con antecedente adverbial en consonancia con el ut
adverbial; el antecedente será adverbial por pertenecer a la clase
de palabras llamadas “ adverbios de modo” (pariter ...ut, proinde
...ut, adaeque ...ut, etc.), o simplemente por tratarse de un sus­
tantivo en ablativo de “modo” , lo que constituye un adverbio
“funcional” , aunque no “formal” (hoc modo ...ut, hoc pacto
.. Ait, etc.).
Tipo 2: Con antecedente deíctico o anafórico: sic ...ut, ita
...ut, item ...ut, itidem ...ut, etc.
Tipo 3: Sin antecedente ninguno.
Ejemplos:
Tipo 1: Reliquit filium pariter moratum ut pater fuit “Dejó
un hijo que es el vivo retrato moral de su padre” (Pl., Aul., 22-23)
Hoc modo res gesta est ut dico “El asunto sucedió como digo”
(Pl., Rud., 1.072).
Tipo 2 : Sic est ut loquor “Es así como te lo estoy explicando”
(Pl., Bacch., 468).
Tipo 3: Faciam ut iubes “Actuaré como ordenas” (Pl.,
Bacch., 228)
Apparatus sum ut uidetis “Estoy a punto, como veis” (Pl.,
Merc., 851).

2. Dentro de la noción general del “modo relativo” expresado


por este ut, suelen las sintaxis latinas establecer subclases más
LA SU BORDIN ACIÓN 305

o menos numerosas: distinguen un ut “ comparativo” , un ut tem­


poral” , un ut causal y, con menos frecuencia, un ut “local” , un
ut “proporcional” , etc.
Estas precisiones que los traductores expresan tan claramente
en sus versiones no siempre aparecen tan claras en latín. Para
comprobarlo bastaría confrontar las divergencias entre los tra­
ductores y las contradicciones y discusiones entre los comenta­
ristas.
En todo caso, tales precisiones, más o menos seguras, son
siempre deducciones del contexto, pero no están “gramaticali-
zadas” .

a) V t comparativo. — El ut comparativo es una ligera va­


riante dentro del genérico ut modal. En efecto se puede expresar
“ cómo” es un proceso, “ cómo” es una cosa comparándolos "con
otras cosas o procesos similares y conocidos:
Ita est amor ballista ut iacitur “El amor es tal como una ba­
llesta que se lanza” (Pl., Trin., 668).
Las sintaxis habituales incluyen bajo el epígrafe de “oracio­
nes comparativas” la inmensa mayoría de subordinadas con el
ut relativo. No vemos inconveniente en ello.
Nos parece en cambio poco fructífero seguir discutiendo si es
“modal” o “ comparativo” o “ proporcional” un ut como el si­
guiente de Cicerón (de orat., 2.261) : ut sementem feceris, ita
metes “ como siembres, así cosecharás” , o “según siembres, así
...” , o “ en proporción a lo que siembres, así ...” , o “ se cosecha
lo que se ha sembrado” .

b) V t temporal. — El ut “ temporal” , estadísticamente muy


por debajo del ut comparativo, es igualmente una sugerencia
contextual del ut relativo :
In tonstrina ut sedebam, me infit percontarier “ Como (según,
cuando, mientras) yo estaba sentado en la barbería, él empieza a
interrogarme” (Pl., Asin., 343)
V t numerabatur forte argentum, interuenit homo de impro-
uiso “ Como (según, cuando, mientras) casualmente se estaba
contando el dinero, se presentó nuestro hombre de improviso”
(Ter., Ad., 406).
Los contextos que indican hechos sucesivos, inmediatos o
306 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL L A TIN

simultáneos señalan indirectamente el tiempo, y el traductor*


puede permitirse el lujo de precisar en las conjunciones de su
propia lengua lo que queda en la penumbra del ut latino; tra­
ducirá pues el ut por “ desde que” / “ después que” / “cuando”/
/ “en cuanto” /, etc.
Ésta es, sin duda, la razón más o menos consciente que ha
llevado a los gramáticos a clasificar las oraciones “ temporales”
con ut atendiendo a los tiempos y modos del verbo en la oración
principal y la subordinada; gracias a este juego pueden dichos
autores concretar valores “temporales” (!!) del ut que aparece
junto a ellos.
Pero el latín se conforma muchas veces con el genérico ut.
No obstante, si interesa a los hablantes latinos marcar clara­
mente el tiempo, pueden hacerlo y disponen de muchos recursos
para conseguirlo:
1) Expresan la noción temporal con un adverbio explícita­
mente temporal añadido al u t: ut primum, ut semel, ut simul,
extemplo ut, etc.
Vt primum ex pueris excessit Archias se ad scribendi studium
contulit “En cuanto Arquias salió de la infancia, se dedicó al arte
de escribir” (Cic., Arch., 4).
2) Ponen el adverbio temporal, desligado del ut, en la ora­
ción principal:
Vt illo aduenimus, continuo delegit uiros principes “ Según
llegamos allí, acto-seguido eligió a personas destacadas” , o (ct¡mo
ut ... continuo = “en cuanto” ) “En cuanto llegamos allí, eligió
...” (Pl., Amph., 203).
3) Aprovechan el relativo “espacial” : ubi “ donde” > ubi
“cuando” :
Vbi quid dederam, quasi columbae pulli in ore ambae meo
eratis “ Cuando os traía algún regalo, como palomitas, ambas me
comíais a besos” (Pl., Asin., 209).
4) Abandonan la vía del ut y acuden a la vía del quis/ quid
donde no faltan partículas que por sí mismas o aglutinadas con
otros adverbios son claramente temporales: quum, quoad, ex
quo, postquam, antequam, priusquam.
5) Y disponen incluso de alguna partícula temporal sin re­
lación etimológica ni con el ut ni con el quis : dum, doñee.
LA SUBORDINACIÓN 307

Después de lo dicho no ha de extrañarnos que ante el mismo


texto unos autores afirmen y otros nieguen el valor temporal de
un determinado u t:
Vt quisque uenerat, accedebam “ Según se presentaba cada
uno de ellos, yo me iba acercando” , o “A medida que se presen­
taba ...” , o “ Cuando se presentaba o “En cuanto se presenta­
ba ...” (Ter, Heaut., 802-803).

N o t a . — Ante la posible traducción “ a medida que” de ut,


quizá conviniera recordar que /ut?/ como advçrbio de “modo”
equivale a fauo modo?/, y que en latín “modo” y “medida” son
nociones inseparables y se expresan con el mismo sustantivo:
modus.

c) El vt causal. — Es otra derivación del relativo modal. La


noción general del “ cómo” incluye el “cuando” , el “porque” , el
“ donde” , etc, y puede por lo tanto concretarse eventualmente
en cualquiera de esas circunstancias más precisas.
En nuestro propio idioma son frecuentemente sinónimos
“como” , y “ya que” o “ porque” : “ Como” / “ya que” /porque” / es­
taba cansado, me acosté temprano” .
Aiunt hominem, ut erat furiosus, respondisse... “Dicen que
nuestro hombre ‘como’/ ‘según’/ ‘ya que’/ ‘porque’ estaba furioso,
contestó que ...” (C ic, Rose. Am., 33).
Cuando en nuestras traducciones se impone el valor causal
—y ello ocurre muy pocas veces— dicho valor causal es sugeren­
cia del contexto.

d) El vt local. — El ut local tampoco tiene entidad grama­


tical; la mayoría de las sintaxis latinas o no lo citan o lo despa­
chan con algún ejemplo poco o nada convincente. Esto último es
lo que comprobamos en las distintas revisiones de la Lateinische
Grammatik (cf. la más reciente de Szantyr, 1966, p. 631) que cita
todavía como ut local el siguiente de Plauto (Amph.,.241) : Quis­
que ut steterat iacet optinetque ordinem. No rechazamos una tra­
ducción “ local” como: “ Cada cual yace en el suelo y ocupa el
puesto en que (o ‘donde’) había resistido a pie firme” . Pero no
son menos legítimas otras traducciones menos o nada “locales” :
308 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LA TIN

“ Cada cual yace en el suelo y mantiene su puesto como / según.


había formado a pie firme” .
En todo caso, si se impone alguna rara vez la traducción “lo­
cal” , ello será debido al contexto y a las servidumbres de toda
traducción.

e) v t = quanto. — Este valor de ut evidentemente es un


efecto contextual:
Mercis omnis, ut uolui, uendidi (Pl., Merc., 94). El “como” y
“ cuanto” son sinónimos cuando determinan al verbo “ vender” :
“ Vendí todas las mercancías como / por cuanto quise” . Vt no es
intercambiable por quanto con otros verbos. Así ut uolui ¥= quan­
to uolui en otros textos :
Quod uolui, ut uolui, impetraui “ Conseguí lo que quise (y)
como quise” (Pl., Mil. Gl., 1.200).
En el siguiente texto, también de Plauto, es la correlación
ut ... magis — tanto magis que hace el ut equivalente de quanto :
Vt quidquid magis contemplo, tanto magis placet “ Cuanto
más contemplo cada detalle, tanto más me encanta” (Most., 831).

3. Hemos encabezado el apartado que aquí finaliza con el


epígrafe “ ut con indicativo (sin exclusión del subjuntivo)” .
Efectivamente, si el sentido de la oración comparativa con ut
requiere el subjuntivo por referirse a un hecho no real, se usará
el subjuntivo como se usaría fuera de la subordinación. Com­
pruébese cómo Cicerón en dos textos muy parecidos acude a uno
u otro modo, como lo haría en oración independiente:
Cum ceteris, ut quidem uideor, tum mihi ipsi displicio “ He
disgustado, como ciertamente creo, a los demás, y, sobre todo, me
he disgustado a mi mismo” (Fam., 4, 13, 3)
Ñeque id fcucio, ut forsitan quibusdam uidear, simulatione
“ Y no obro así, como algunos podrían tal vez pensarlo, por fin­
gir” (Fam., 1, 8, 2).

4. Conclusión: Todos los usos del ut subordinante con el


modo indicativo se reducen al ut adverbio de modo relativo y no
parecen plantear problemas: se trata siempre de la subordinación
del tipo relativo; y esta subordinación, ahora con partícula ad-
LA SUBORDINACIÓN 309

verbial invariable, es por lo demás un tipo sintáctico paralelo al


tipo de subordinación relativa pronominal y, como pronominal,
variable.

B) El v t con subjuntivo (con exclusión del indicativo)

1. El ut con subjuntivo tiene valores más complejos que con


el indicativo: puede introducir oraciones finales, o consecutivas,
o concesivas, o condicionales, o completivas; y dentro de las com­
pletivas aún hay que mencionar los apartados de la subordina­
ción completiva sujeto / objeto por un lado, y desde* otro punto
de vista la interrogación subordinada (o interrogativa “ indirecta”
en la nomenclatura habitual de los latinistas).

2. Hay unanimidad en admitir que el ut de las interrogativas


subordinadas es el mismo ut de las interrogaciones independien­
tes. El hecho es evidente: el ut y todos los demás términos per­
contativos (quis, cur, quantus, qualis, quomodo, etc.) sirven por
igual para introducir interrogaciones independientes e interro­
gaciones subordinadas. Sobre este tipo de subordinadas volve­
remos en su lugar.
Para los tipos restantes (completivas, finales, consecutivas,
condicionales y concesivas) buscó la gramática histórica el ori­
gen o bien en el adverbio de modo relativo o bien en el adverbio
de modo indefinido (cf. su-pra, pp. 109 ss.).
Hoy se inclinan comúnmente los latinistas, y creemos que
con buenas razones, por esta última tesis, es decir por el origen
paratáctico :
Vt quiescant: moneo “ ¡Que vivan en paz! Se lo aconsejo” (pa­
rataxis). Y luego: Vt quiescant moneo “Les aconsejo que vivan
en paz” (hipotaxis). El texto es de Terencio (And., 22).
Lo mismo con ne: Orat frater: ne abeas longius! “ Tu hermano
te suplica: ¡No te alejes demasiado!” (parataxis) pasa a: Orat
frater ne abeas longius (Ter., And., 882) “Tu hermano te suplica
que no te alejes demasiado” (hipotaxis).
“ La hipotaxis —concluye Ronconi (II verbo latino, 1959, pp.
158 ss.)— no es sino una más estrecha asociación entre dos ora­
ciones, por la cual se conviene en llamar conjunción, más bien
que adverbio, al ut, que en su origen tiene más la función de
310 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LATIN

aclarar la naturaleza de la segunda oración que la de unirla a la,


precedente.”

3. Quien intenta estudiar la subordinación con ut tropieza


en seguida con la dificultad de delimitar fronteras bien definidas
entre los diversos giros con ut y subjuntivo. El embrollo se cen­
tra sobre todo en el tríptico completivas-finales-consecutivas.
Pueden comprobarse las diversas posibilidades de interpre­
tación ante el /ut cupias/ del siguiente texto de Plauto (Capt
856):
Ita faciam ut tu te cupias facere sumptum etsi ege uetem.
a) “ Obraré de tal modo que tú mismo desees hacer el gasto,
aunque yo te lo prohíba” (¿consecutiva?).
b) “Así haré que tú mismo desees hacer el gasto ...” (¿com­
pletiva?).
c) “ Obraré así para que tú mismo desees ...” (¿final?).
Y, de hecho, ocurre con harta frecuencia que donde un autor
ve una consecutiva, otro ve una final o una completiva, y vice­
versa.
Hemos observado que los autores alemanes y sobre todo los
italianos son particularmente propensos a interpretar como fina­
les múltiples giros que nosotros solemos considerar como com­
pletivos. Así, un autor de tanta autoridad como Ronconi pone
como modelo de “ final” con ut (II verbo latino, p. 159) la frase
suadeo ut caneas; a nosotros nos parece más bien un ut comple­
tivo: “Te aconsejo que te pongas en guardia” . Otro especialista
italiano, Tescari (Sintassi latina, p. 268) da como ejemplo de ut
final un texto de Livio (2, 37, 1) que para nosotros es igualmente
completivo: Ludi quam amplissimi ut fierent senatus decreuit;
el texto latino, mirado directamente, nos parece decir: “El senado
decretó que ...” , y no: “ El senado dio un decreto para que ...” .
En la sintaxis latina de Ernout, tan familiar entre nosotros,
se habla (§ 306) de completivas-finales y de completivas-consecu-
tivas; y poco después se añade que “ el ut consecutivo deriva del
ut final” . Los tres tipos quedan así involucrados en una indiscer­
nible unidad.

4. Como base de partida, téngase por último en cuenta que


basta introducir variaciones en la oración principal para que la
LA SU BORDIN ACIÓN 311

misma e invariable oración subordinada encabezada por ut con


subjuntivo pase a ser sucesivamente completiva sujeto / objeto,
interrogativa “ indirecta” , final, concesiva y consecutiva.
Tomamos de Plauto (Men., 841) un ejemplo para someter a
cambios su oración principal:
la ) Apollo imperat ut ego illic oculos exuram “Apolo me
ordena que le queme los ojos (a esta m ujer)” . La oración subor­
dinada (ut ...exuram) es “completiva” y complemento directo de
imperat.
b) (Necesse est) ut ego illic oculos exuram “Es preciso que
yo le queme los ojos” . La misma subordinada es ’ahora comple-
tiva-sujeto.
2) (Apollo lampadas ardentes mihi dat) ut ego illic oculos
exuram “Apolo me ofrece antorchas inflamadas para quô-yo le
queme los ojos” . V t... exuram — subordinada final.
3) Vt ego illic oculos exuram, (eam tamen non decipiam)
“Aunque le quemara los ojos, no podría no obstante engañarla” .
Vt ... exuram — oración concesiva.
4) (Tam rabiosus sum) ut ego illic oculos exuram “Estoy tan
rabioso que le voy a quemar los ojos” . Vi ... exuram — “conse­
cutiva” .
5) (Aspice et contempla) ut ego illic oculos exuram “Mira y
observa cómo le quemo los ojos” . V t ... exuram, “ interrogativa
indirecta” .

5. Normas de orientación en la sintaxis del ut con subjuntivo


1) Una observación atenta de los textos permite formular las
siguientes normas:
a) Norma de la frecuencia. — Por la frecuencia de aparición
destacan, por un lado, las completivas y finales como de máxima
frecuencia; y por otro, las consecutivas y concesivas, como de
frecuencia muy inferior.
b) Norma de las correlaciones. — La misma separación se
obtiene atendiendo a las correlaciones : las completivas y finales
no llevan correlativos; en cambio, las consecutivas y concesivas
suelen llevarlos y difícilmente pueden prescindir de tales corre­
laciones sin caer en la ambigüedad.
Con ello queda establecida la oposición: fin a l e s co m pleti ­
va s / co n secu tivas + co n c esiva s .
312 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL L A TÍN

N o t a . — De las dos normas apuntadas se deduce lo siguiente:,


puesto que el bloque “consecutivas-concesivas” , con menor índice
de frecuencia, necesita una marca (la de las correlaciones) para
oponerse al bloque “finales-completivas” , de máxima frecuencia
(y sin marca específica), resulta evidente que el bloque “finales-
completivas” es el término negativo (o no-marcado), y el bloque
“ consecutivas-concesivas” es el término positivo (o marcado).
2) Norma de las exigencias sintácticas: oposición f in a l e s /
co m pl e tiv a s . — La elección entre el valor completivo o el valor
final se decide por exigencias puramente sintácticas, según el
principio siguiente: el ut con subjuntivo (¡y sin correlaciones!)
acude a rellenar los posibles huecos en la estructura sintáctica
en riguroso orden preferencial: si lo que falta en el enunciado
es alguna de las funciones primarias del nombre (sujeto o com­
plemento directo) el ut con subjuntivo pasa automáticamente a
rellenar ese hueco primario: Subordinada co m pletiva ( o s u s ­
ta n t iva ) .
Si no hay huecos primarios libres, el ut con subjuntivo des­
ciende automáticamente a la función adverbial: subordinada
FINAL.
Observemos algunas muestras.
Vt final:
Cic., Rose. Am., 55 : Accusatores esse utile est ut metu conti­
neatur audacia “ Es útil que haya acusadores para que el miedo
mantenga a raya la audacia” . Como la función nominal primaria
de sujeto está cubierta por la oración de infinitivo (accusatores
esse), el ut contineatur pasa automáticamente a oración final.
Pero si suprimiéramos el accusatores esse, automáticamente
ascendería el ut contineatur a sustituirle como sujeto para salvar
la gramaticalidad del enunciado : “Es útil que el miedo mantenga
a raya la audacia” , cf. Ter., And., 60-61: (Est) utile ut ne quid
nimis.
Lo mismo ocurre con ne final:
César, B. G., 7, 70, 7: Iubet portas claudi ne castra nudentur
“ Manda cerrar las puertas para que el campamento no quede
desguarnecido (de defensores)” . Si faltara el portas claudi, as­
cendería automáticamente el ne nudentur a sustituirle en su fun­
ción de complemento directo: “Manda que el campamento no
quede desguarnecido” .
LA SUBORDINACIÓN 313

Vt completivo:
Los ejemplos siguientes ofrecen la situación inversa del ut
completivo, ya sea como complemento directo, ya como sujeto:
Plauto, Amph., 1.085: Faciam ut aliter praedices “ Haré que
hables de otro modo” . La transitividad de faciam reclama la com­
pletiva. En cambio, si en ese texto apareciera un posible com­
plemento directo para faciam, la primitiva completiva ut prae­
dices pasaría automáticamente a final: (Aliquid) faciam ut aliter
praedices “Haré (algo) para que
Observemos también de paso que, si en lugar de y,t con sub­
juntivo aparece ut con indicativo, éste no es susceptible de des­
empeñar la función completiva, sino que, como dijimos en su
lugar, será un ut modal o comparativo (o alguna de sus variantes :
temporal, causal, etc.): Faciam ut mones, ut iubes, etc. (Cf. Te*r.,
Hec., 719; Pl., Trin., 1.064; etc.).
César, B. G., 4, 29, 1: Accidit ut esset luna plena “ Ocurrió
que era luna llena” . Pero, si en este texto apareciera ut erat en
lugar de ut esset, ya no podría establecerse la relación sujeto-
verbo entre la subordinada y la principal; el ut con indicativo
sería un complemento circunstancial comparativo-temporal; y,
por lo tanto, tendría que darse otro sujeto para accidit: (hoc uel
illud) accidit ut erat luna plena “ (Esto o aquello) ocurrió cuando
había luna llena” .
He aquí, por último, un ejemplo en que salen sucesivamente
el ut comparativo y el ut completivo sin que quepa la ambigüe­
dad: Ter., Heaut., 552: Si euenerit, ut sunt humana, ut faciat filius
“ Si se diera el caso, siendo las cosas humanas como son, que tu
hijo lo hiciera” . Obsérvese cómo, debido a la aparición de ut
sucesivamente con indicativo y con subjuntivo, se desconecta y
conecta respectivamente la estrecha relación sintáctica que une
al sujeto con su verbo: si euenerit ut sunt humana ... (la relación
verbo-sujeto es imposible) ; si euenerit ut faciat (la relación ver­
bo-sujeto se impone necesariamente).
3) La oposición co n sec u tiva / co n cesiva . — Esta oposición
se marca mediante las respectivas correlaciones. El ut con sub­
juntivo y correlaciones es, según se dijo anteriormente, o conse­
cutivo o concesivo. La elección entre ambos tipos se decide en
primer lugar por sus correlaciones, ya que éstas son específicas :
con tamen el ut será concesivo; con todas las demás (sic, adeo,
314 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LA TIN

tam, talis, tantus, is, etc.) será consecutivo. Otro síntoma orien­
tador es que las consecutivas siguen siempre a su principal y las
concesivas suelen precederla:
Erat ea sagacitate ut decipi non possit “ Era tal su sagacidad
que no se le podía engañar” (Nep., Ale., 5, 2)
Vt desint uires, tamen est laudanda uoluntas “Aunque Jas
fuerzas falten, ha de alabarse no obstante la voluntad” (O v,
Pont., 3, 4, 79).

6. Alcance de las normas expuestas

1) Hemos visto la importancia de las correlaciones a la hora


de caracterizar los cuatro prototipos de subordinadas con ut -f-
subjuntivo.
Las oraciones típicas y de máxima frecuencia en cada una de
las cuatro clases reúnen las condiciones apuntadas. Hemos de
pensar, pues, que la lengua latina buscó en la presencia o au­
sencia de las correlaciones un medio de concretar valores y mon­
tar sobre la conjunción única y universal del ut todo un sistema
completo de subordinación.
2) Pero si la presencia o la ausencia de las correlaciones
dilucidan normalmente con tanta eficacia el valor de las subor­
dinadas con ut, algunas veces, aunque muy pocas, encontramos
consecutivas y concesivas sin el esperado término de correlación.
¿Cómo explicarnos estas excepciones o desviaciones de la norma?
3) En primer lugar los términos correlativos son una ayuda
para concretar valores específicos de ese ut, útil para todo en
general y siempre impreciso por su misma generalidad; ahora
bien, puede ocurrir que el mismo contexto aporte tal información
que haga superflua cualquier ayuda para establecer la debida
relación entre la principal y su subordinada.
a) No es fácil encontrar un ut consecutivo sin algún tipo
de correlación. He aquí no obstante uno: Mons altissimus im­
pendebat, ut facile perpauci prohibere passent “ Una montaña
muy alta dominaba la ruta, de tal modo que muy pocos hombres
podían fácilmente cortar el paso” (César, B. G., 1, 6, 1).
Según las normas generales de la lengua este ut — por la
ausencia del correlativo— debiera ser “ final” ; pero como no hay
riesgo de tomarlo por tal ya que a nadie se le ocurrirá atribuir
LA SU BORDIN ACIÓN 315

una “intención” a la montaña, pudo el autor ahorrarse el acci­


dentalmente superfluo correlativo.
b) No es quizás tan difícil citar casos de ut concesivo en
ausencia de su típico correlativo tamen :
Vt non omnis -peritissimus sim belli, cum Romanis certe
bellare didici “Aunque no conozco a fondo el arte de la guerra,
lo cierto es que he aprendido a luchar con los romanos” (T. L.,
36, 7).
Los casos como éste admiten todavía una interpretación pura­
mente paratáctica: Vt non omnis peritissimus sim belli! Cum Ro­
manis certe bellare didici “ ¡Sea (verdad) que yo no conozca
a fondo el arte de la guerra! Lo cierto es que...”

N o t a . — Además, y como complemento de lo dicho aqáí, re­


cuérdese la ley general y bien conocida según la cual, en cual­
quier oposición, el término negativo o no marcado puede even­
tualmente usarse por el positivo: “ Mi vecina ha tenido un niño”
puede decirse incluso cuando el recién nacido haya sido niña,
pero no sería posible la inversa.
4) Pero la mayor indistinción se da entre las consecutivas,
completivas y finales. Estos tres tipos son los que suelen señalar
los especialistas como muy próximos entre sí, hasta el punto de
pretender derivar de uno de ellos los dos restantes, sin llegar
nunca a ponerse de acuerdo sobre cuál de los tres es punto de
partida para los otros dos.
Ya hemos apuntado anteriormente un texto en que veíamos
la dificultad de decidirse por el valor completivo, o consecutivo,
o final. Volvamos sobre él:
Ita jaciam ut tu te cupias facere sumptum etsi ego uetem (Pl.,
Capt., 856). ¿En Ita faciam ut cupias nos hallamos ante un ut
consecutivo o completivo o final?
Según las normas que hemos admitido, las consecutivas no
debían confundirse nunca con las completivas ni finales, ya que
las primeras deben llevar correlación y los otros dos tipos care­
cen de ella.
Nosotros, ante el ejemplo propuesto y otros similares —pues
ni se trata de un caso aislado ni tampoco de un caso demasiado
frecuente— , podríamos optar por la interpretación “consecutiva” ,
insistiendo en la norma según la cual las consecutivas llevan co-
316 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LA TIN

rrelativos y las demás no lo deben llevar. Así coincidiríamos


con Leumann (Mélanges offerts à A. Ernout, Paris, 1940, pp. 230-
235), según el cual el límite separativo de las consecutivas frente
a las demás subordinadas con ut y subjuntivo está marcado por
la presencia de ita.
No obstante, el problema no es tan sencillo. Hacemos, pues,
nuestra la tesis de Leumann, pero no en la fórmula absoluta que
él le da, sino tomando algunas precauciones en su aplicación.
Un ita en las proximidades de un ut no supone necesariamente
correlación entre ambos, aunque la proximidad invita a estable­
cerla y — generalmente— debe establecerse.
El problema es, pues, el de saber si hay o no hay correlación
en un texto dado. Lo cierto es que a la ambigüedad de ut se suma
en determinados textos, como el que estamos considerando, la
ambivalencia del ita, y de todos los correlativos en general : pue­
den entrar en correlación con otros términos subordinantes, pero
pueden también funcionar simplemente como lo que son por
sí mismos según la clase de palabras que les corresponde, como
adjetivos (tantus, talis...), como adverbios (ita, sic, tam....), como
pronombres (is), sin entrar en correlación con ninguna par­
tícula subordinante.
En las consecutivas, el término correlativo de la oración prin­
cipal llama como algo que ha de venir necesariamente el ut que
encabeza la subordinada; esto supondría, sin duda, una cierta
melodía sostenida que enlazaría el grupo ita ... ut, sin descenso
intermedio de voz entre la principal y la subordinada. En suma,
algo similar a lo que ocurre con las consecutivas que en nuestras
lenguas actuales llevan igualmente correlativos. Por ejemplo, en
castellano: “Tal es mi opinión sobre este caso” y “Mi opinión
sobre este caso es tal que me resulta inadmisible tu oferta” . En
latín debía suceder lo propio, pues no hay otro tipo de oración
subordinada que se ordene en la cadena hablada en secuencia
tan rigurosamente invariable como la subordinada consecutiva:
sigue siempre a su principal, sin excepciones.
Ahora bien, la falta de la aludida información melódica es lo
que nos hace vacilar en ita faciam ut tu te cupias...
a) Estableciendo la concatenación correlativo - consecutiva :
“ Obraré de tal modo que...”
b) Sin establecer la correlación y contando el ita como puro
LA SU BORDIN ACIÓN 317

adverbio referido a jaciam: “Así haré que tú mismo desees...”


(completiva); o: “Obraré así para que tú mismo desees...”
(final).
Entre estas dos últimas posibilidades, la decisión, según las
exigencias sintácticas, no suele ser difícil: normalmente se im­
pondrá la necesidad del complemento directo de jaciam, o sea,
la interpretación completiva, salvo que el contexto contenga un
claro complemento directo implícito o expreso, en cuyo caso se
impondrá la norma regular y consabida: “Lo haré así para que
tú mismo desees...” (final).
5) Hemos operado con la norma según la cual las oraciones
finales (como las completivas) carecen de correlaciones. Tal nor­
ma no sería admisible según la doctrina de algunas sintaxis y
monografías que nos hablan de las correlaciones de la oración
final y nos dan una larga lista de posibles correlativos con ut
final, a saber: eo, idcirco, pr opter ea, oh eam rem (causam), eo
consilio, ea causa, etc.
Fijémonos tan sólo en un ejemplo: Reliquos Catilina abducit
eo consilio uti per tramites occulte perjugeret (Sal, Cat., 57).
Evidentemente, es aceptable una traducción “ final” : “ Catilina
retira a los restantes para huir secretamente a través de sendas” .
Pero la noción de finalidad está expresada por eo consilio; una
traducción que pretendiera reflejar no sólo el contenido sino la
construcción gramatical del texto latino sería más bien así:
“ Catilina retira a los restantes con el siguiente propósito: que
huyera...” , o, más sencillamente: “ con el propósito de huir” .
No insistimos, ya que los mismos autores que hablan de
correlaciones con el ut final reconocen (cf. Ernout-Thomas, Synt.
lat., § 341) que entonces “ la final, gramaticalmente, no se distin­
gue ya en nada de la completiva explicativa que desarrolla el
correlativo” .

7. Observaciones complementarias

A) La alternancia completiva injinitiva/completiva con ut

1) Habitualmente, las sintaxis latinas dedican un largo apar­


tado a las oraciones completivas con ut. En él suelen darnos fati­
gosas listas de verbos que introducen dichas completivas: son
318 IN TRODU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S TR U C TU R A L DEL LA TIN

uerba uoluntatis, uerba declarandi, uerba sentiendi, uerba timen­


di, uerba Impersonalia, etc.
Pero en otro apartado, dedicado a la oración de infinitivo,
las mismas sintaxis suelen dar aproximadamente la misma lista
de verbos como introductores también de la oración de infinitivo,
que frecuentemente alterna en función completiva con el ut -f-
subjuntivo. Como muestra de lo que decimos pueden compararse,
en la sintaxis de Ernout-Thomas (edición de 1964), las páginas
299-306 (dedicadas a las completivas con ut) con las páginas 320-
331 (dedicadas a la oración de infinitivo).
2) Por otra parte, unas veces no cambia el contenido del
enunciado tanto si se usa la completiva-infinitiva como si se usa
la completiva con ut; otras veces resulta un mensaje sustancial­
mente distinto:

E quivalencia :

Volo uos scire “ Quiero que sepáis” (Pl., Mil. Gl., 96).
Volo ut sciatis significaría lo mismo y, aunque mucbo me­
nos frecuente, sería igualmente correcto; cf. Cic., in
Vat., 14: Volo ut mihi respondeas; Pl., Bacch., 77: Vt
ille te uideat uolo; etc.

O p o s ic ió n :

Dicam ut reuortantur domum “ Les diré que regresen


a casa” (Ter., Heaut., 340).
Dicam eos reuerti domum “ Diré que ellos regresan a
casa” .

3) Son mucho más numerosos los casos de equivalencia que


los casos de oposición; por ello se admite, más o menos explíci­
tamente, que la completiva infinitiva y la completiva con ut son,
en principio, sinónimas por el lado del contenido.
4) En todo caso, se plantea aquí un problema al que no se
ha prestado la debida atención: si se admite que ambas subordi­
nadas son sinónimas, ha de explicarse por qué a veces dejan de
serlo; y, viceversa, si se admite que no lo son, hay que explicar
por qué las más de las veces se vuelven sinónimas.
En la bibliografía a nuestro alcance o se señalan simplemente
LA SUBORDINACIÓN 319

los hechos sin comentario, o, más frecuentemente, se atribuye


toda la responsabilidad del cambio de sentido al verbo principal :
se hace observar que el verbo dicere (y ocurre lo propio con cen­
seo, concedo, decerno, moneo, suadeo, persuadeo, etc..; cf. Er-
nout-Thomas, § 309) tiene dos sentidos: uno “ declarativo’' que
arrastra la construcción de infinitivo: “ digo que...” , y otro “ yu­
sivo” , de modo que dico ut significaría “mando que...” .
Nosotros no podemos contentarnos con tal explicación.
a) Situémonos ante los enunciados con sus respectivos men­
sajes diferentes:
Oicam ut reuortantur “Diré que vuelvan” .
Dicam eos reuerti “ Diré que vuelven” .
Si el sentido es distinto y lo que cambia formalmente es la
oración subordinada, nos parece absurdo atribuir la responsabi­
lidad del cambio en el contenido a lo que formalmente perma­
nece invariable (dicam); creemos que el cambio del contenido se
debe al cambio en la forma, es decir, al cambio en la oración sú-
bordinada: ut reuortantur/eos reuerti.
b) Aunque admitiéramos que en dicam ut reuortantur ese
dicam no es “ decir” , sino “ mandar” , ello no constituiría una
razón para excluir la construcción con infinitivo ni para imponer
el cambio de sentido, pues los uerba uoluntatis no excluyen la
oración de infinitivo ni imponen cambio de sentido; más todavía,
los verbos más típicamente “yusivos” , como son iubeo y ueto,
prefieren la subordinación infinitiva a la subordinación con ut:
el tipo iubeo te facere es mucho más frecuente que iubeo ut fa­
cias; y ambos son equivalentes por el lado del contenido : “ Mando
que hagas” .
5) La alternancia de las oraciones completivas infinitivas y
las oraciones completivas con ut, ya sea con o sin cambio de
contenido, reclaman, pues, una nueva interpretación.
La nuestra enlaza con lo que ya dijimos al intentar separar
las nociones de subordinación y estilo indirecto (cf. supra, pp. 66
ss.).
La semántica del verbo principal y la semántica de sus posi­
bles complementos directos se condicionan mutuamente. Así
como el verbo “ preguntar” sólo admite como complemento di­
recto una “pregunta subordinada” (la interrogativa “ indirecta” ) ,
así también:
320 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LA TIN

a) A un verbo de semántica estrictamente “impresiva” (iubeo,


ueto, sino, uolo, nolo, etc., los auténticos uerba uoluntatis) sólo
se les puede subordinar mensajes impresivos: por tanto, sea cual
fuere la forma que adopte la oración completiva, infinitivo o ut
con subjuntivo, el sentido no cambiará; la suerte está echada,
en cuanto a contenido, por la excluyente semántica del verbo
principal :

iubeo ut facías = iubeo te facere


ueto ut facias = ueto te facere
sino ut facias = sino te facere
uolo ut facias = uolo te facere
etc. etc.

b) A un verbo de semántica estrictamente declarativa (los


mejores ejemplos aquí los constituyen las expresiones o uerba
Impersonalia: oportet, necesse est, uerum est, mirum est, etc.)
no se le puede subordinar más que mensajes informativos; tam­
bién aquí está echada la suerte por el verbo principal y poco im­
porta que, como subordinación completiva, salga ut o infinitivo:

necesse est ut facias = necesse est te facere


mirum est ut facias = mirum est te facere
etc. etc.

c) Pero hay bastantes verbos que, por su semántica, ni son


estrictamente declarativos ni estrictamente impresivos, sino que
su espectro semántico es más general y pueden acoplárseles com­
plementos directos más variados. Así ocurre con dico, que puede
considerarse como el prototipo de todos ellos. Cuando alguien se
pone a hablar para decir “ algo” , ese “ algo” puede ser una simple
información (función declarativa del lenguaje) o puede ser una
orden, un ruego, etc. (función impresiva). Por tanto, la suerte no
queda echada ya por la aparición del verbo principal (dico), y no
sabemos si la completiva subordinada a él va a ser de contenido
informativo o impresivo; así las cosas, la doble posible cons­
trucción completiva va a polarizarse en funciones distintas: la
construcción infinitiva reflejará un contenido declarativo y
la construcción con ut reflejará un contenido impresivo: la alter­
nancia es ahora relevante:
LA SUBORDINACIÓN 321

Dico ut uenias φ Dico te uenire “ Digo que vengas” ^ “ Digo


que vienes” .
Tal es la conclusion de este apartado. Para cerrarlo veamos
algunas muestras literarias de estas completivas y, por cierto, de­
pendiendo de verbos que no figuran en las correspondientes listas
de nuestros' manuales (cf. el § 309, antes citado, de Ernout-
Thomas) :

C l a m a r e : Clamare coeperunt sibi ut haberet hereditatem:


“ Se pusieron a gritarle que se quedara con su herencia” (Cic.,
Verr., 2, 47). Ahí tenemos la subordinación de un rrtensaje
impresivo, que, independizado, sería: Tibi habeas heredita­
tem! “ ¡Quédate con tu herencia!” Sustituyamos ahora la com­
pletiva con ut por la completiva infinitiva : Clamare coepenint
eum sibi habere hereditatem “ Se pusieron a gritarle que'se
había encontrado con una herencia” . El mensaje independiza­
do sería: Hereditatem tibi habes! “ ¡Te has encontrado con
una herencia!”

M e m i n i : Vt subdola sis memento “Acuérdate de ser astuta” .


(Pl., Cas., 823). El mensaje independizado sería: (Vt) subdo­
la sis!: “ ¡Sé astuta!” .
Pero Subdolam te esse memento sería: “Acuérdate que eres
astuta” ; y el mensaje independizado: “Eres astuta” (recuér­
dalo).

M o n e o : Vt quiescant moneo “Les aconsejo que vivan en paz”


(Ter., And., 22). La subordinada independizada sería: (Vt)
quiescant! “ ¡Que vivan en paz!”
Res ipsa monebat tempus esse “Los mismos acontecimientos
me recordaban que era el momento” (Cic., Att., 10, 8, 1). El
mensaje independizado sería: Tempus est “Es el momento” .

A d d o : Illud addidit (senatus) ut redirem “ El senado añadió


que yo volviera” (Cic., Sest., 129). Mensaje independizado:
Redeat Cicero! “ ¡Que vuelva Cicerón!”
Addebant me desiderari “Añadían que se me echaba de me­
nos” (Cic., Att., 16, 7, 1). Mensaje independizado: Tu deside­
raris “ Se te echa de menos” .
322 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LA TIN

He aquí por último un ilustrativo ejemplo de Tácito (An. XIV,


5) en el que aparece la doble construcción en dependencia del
mismo verbo : Acerronia, dum se Agrippinam esse utque subue-
niretur matri principis CLAMITAT, contis conficitur “ Acerro-
nia, por ponerse a gritar que ella era Agripina y que se socorrie­
ra a la madre del príncipe, es abatida a garrotazos” .

B) El modo en las completivas, finales, concesivas y consecu­


tivas.
El modo subjuntivo en las subordinadas que estamos es­
tudiando no plantea problemas, salvo en el caso de algunas con­
secutivas. Este subjuntivo subordinado conserva el mismo valor
que le corresponde en posición independiente. Dado qiie en di­
chas oraciones se trata de procesos intencionales, deseados o su­
puestos, nadie se extraña de que esas oraciones excluyan el indi­
cativo o modo de la realidad y utilicen en cambio el subjuntivo.
Únicamente plantea problemas el subjuntivo de ciertas con­
secutivas, ya que en éstas no es raro que los períodos subordi­
nados expresen hechos reales, y podría esperarse entonces la
aparición del indicativo. ¿Por qué se halla entonces sistemática­
mente excluido el indicativo en las consecutivas? Se han dado
varias razones muy verosímiles: a) que a la mayoría de las con­
secutivas les hubiera correspondido también el subjuntivo por
su contenido y que tal subjuntivo se habría generalizado hasta
desplazar totalmente a la minoría de los posibles indicativos;
b) también se ha dicho — y nos parece razón más convincente—
que en las consecutivas (que son como la medida de la principal)
no se tiene en cuenta tanto la realidad del hecho expresado como
la posibilidad de llegar a ella.

C) S u b o r d in ac ió n basada en p a r t íc u l a s d ive rsific ad as

Nos hemos referido anteriormente a las dos vías que siguió


el latín en el desarrollo de su subordinación.
En la sección precedente, dedicada al ut, hemos visto cómo,
por la vía del ut y valiéndose únicamente de esa partícula, la
lengua logró montar un sistema completo de subordinación.
LA SUBORDINACIÓN 323

Ahora vamos a ver el desarollo de un sistema de subordina­


ción paralelares decir, vamos a ver, por el lado del contenido,
los mismos tipos de oraciones subordinadas: comparativas, tem­
porales, causales, completivas, finales, consecutivas, concesivas
y condicionales; por el lado de la forma veremos nuevos medios
de expresión para ese contenido: la lengua logró estas nuevas
formas por la vía del quis/quid (apartados 1-11) y, accidental­
mente, por elementos de procedencias varias (apartados 12-16).
Este nuevo sistema es más explícito que el anterior, ya que
las nuevas partículas, por su semantización, comportan en sí mis­
mas algunas nociones concretas de tiempo, causa, condición, etc.
Sin embargo, también aquí hay grados en la univocidad o pluri-
valencia, como vamos a ver seguidamente.

1. QVOM

1. El origen de esta partícula es evidente. Quom es el acu­


sativo singular masculino del tema quo-, como quem lo es del
tema qui-. Ante estos dos acusativos del relativo-interrogativo, la
forma quom se desprendió del paradigma del relativo, y, ya
fosilizado, pasó a conjunción temporal.
Es razonable pensar, como dicen nuestros manuales de sinta­
xis, que el paso de relativo a conjunción, y precisamente a con­
junción “ temporal” , se produjo por infección a partir de antece­
dentes —nombres o adverbios— de semántica temporal : tempus,
aetas, dies, nunc, tum, etc.
Jam aderit tempus quom sese etiam ipse oderit “Pronto llegará
el momento en que él se odiará a sí mismo” (PI, Bacch., 417).
Hunc uidere saepe optabamus diem
Cum ex te esset aliquis qui te appellaret patrem “Muchas ve­
ces suspirábamos por ver el día en que algún descendiente tuyo
te llamara padre” (Ter, H ec, 651-652).
En ejemplos como ésos puede darse la alternancia quom/qui,
cf. fuerat ille annus quom (C ic, Sest., 15) / is erat annus quo
(Caes, B. C , 3, 11).
Si nos fijamos en la equivalencia quom = (in) quo, notamos
que /(in) quo/ es puro “ representante” o eco del antecedente; en
324 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LATIN

cambio, quom, como relativo “semantizado” , se independiza de


su antecedente y, en consecuencia, se hace invariable.
Ejemplo de adverbio temporal como antecedente:
Etiam si dudiim fuerat ambiguom hoc mihi
nunc non est, eam cum sequitur alienus puer “Aunque hasta
aquí hubiera para mí lugar a dudas, ya no cabe dudar ahora que
ella (=: Filomena) arrastra consigo al hijo que no me pertenece”
(Ter., Hec., 648-649).
Una vez semantizado, el quom ya puede prescindir de todo
antecedente, y es entonces pura conjunción subordinante “ tem­
poral” :
Quom narices secabantur C. Mario, dolebat “ Cuando opera­
ban a C. Mario de sus varices, él sentía dolores” (Cic., Tuse., 2,
35).
2. Como partícula subordinante relativo-temporal, quom
debe construirse con el modo indicativo:
Hic illest dies quom nulla salus sperabilist “Éste es el día en
que no cabe ninguna esperanza de salvación” (Pl., Capt., 518).
Omnes quom ualemus recta consilia aegrotis damus “Todos,
cuando estamos sanos, damos buenos consejos a los que están
enfermos” (Ter., And., 309).

N o t a . — Si la oración subordinada temporal, incluso indepen­


dizada, exigiera el subjuntivo por aludir a un hecho no real,
naturalmente, al subordinarse, conservará el subjuntivo, ya que
éste no es debido al hecho de la subordinación: Nunc illud est
quom me fuisse quam esse nimio uelim “Es ahora cuando yo
preferiría, con mucho, estar muerto que seguir viviendo” (Pl.,
Capt., 511). Ocurre aquí exactamente lo mismo que dijimos
del ut comparativo-temporal, que tampoco excluye el subjuntivo,
y por la misma razón (cf. supra, p. 116).
3. Como sucedía con todas las relativas, si en lugar del indi­
cativo sale el subjuntivo, éste añade una nueva nota a la acción
temporal expresada por el quom. Habrá, pues, aquí también una
subordinación doble: una subordinación temporal-causal o una
subordinación temporal-concesiva. En suma, volvemos a encon­
trarnos aquí con el subjuntivo de subordinación, como quedó
definido supra, pp. 97 ss.
Cum temporal-causal: Cum graui uulnere esset affectus aqui-
LA SU BORDIN ACIÓN 325

Ufer inquit... “ Como (es decir: «cuando y precisamente porque»)


el portaestandarte estaba gravemente herido, dijo...” (César, B.
G., 3, 64, 3).
Cum temporal-concesivo: Tum est condemnatus cum esset
iudex quaestionis “Se le condenó aun cuando/aunque era pre­
sidente del tribunal” (Cic., Cluent., 89).
En los dos ejemplos precedentes, si en lugar de cum esset se
dijera cum erat, el sentido sería puramente temporal: “ Cuando
estaba herido, dijo” ; “ Se le condenó cuando era..."

N o t a . — Para mayor claridad, el cum temporal - concesivo


puede llevar el típico correlativo de las concesivas, tamen: Grae­
cia cum iam diu eloquentia excellat, tamen... “ Grecia, aunque
destaca en elocuencia desde hace tiempo, no obstante...” (Gic.,
Brut., 26).
4. Si se quiere comprobar la exactitud de las normas apunta­
das, ha de tenerse en cuenta que una cosa es que objetivamente
haya relación temporal-causal (o temporal-concesiva) entre dos
hechos, y otra cosa muy distinta es que el autor tenga en cuenta
esa doble relación. Puede ocurrir, y de hecho ocurre, que al ha­
blante sólo le interesa expresar la relación temporal, por ser
irrelevante para su propósito la relación causal. En este supuesto
utilizará cum con indicativo.
Un ejemplo ilustrativo puede verse en los siguientes textos
citados en un manual de sintaxis latina (Blatt, Syntaxe latine, en
Les Langues du Monde, 1952, 292) para demostrar (?) que no
hay normas válidas que expliquen el uso de un modo verbal u
otro con el cum temporal:
Cum uarices secabantur C. Mario, dolebat “ Cuando operaban
a C. Mario de sus varices, él séntía dolores” (Cic., Tuse., 2, 35).
Marius cum secaretur, ut supra dixi, principio uetuit se alli­
gari “ Cuando Mario era sometido a la operación, como anterior­
mente dije, él, al principio, prohibió que se le amarrara” (Cic.,
Tuse., 2, 53).
Esos dos textos, así sueltos y enfrentados entre sí, parecen
revelar, efectivamente, una indistinción o irrelevancia del modo
verbal con cum. Pero, si los examinamos de más cerca y en su
contexto, veremos que obedecen estrictamente a las normas es­
peradas.
326 IN TRODU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LA TIN

En Tuse., 2, 35, Cicerón está discutiendo una cuestión lingüís­


tica; trata de demostrar que dolere y laborare no son sinónimos
en latín y pone como ejemplo : Cum narices secabantur C. Mario,
dolebat; cum aestu magno agmen ducebat, laborabat “ Cuando
operaban a C. Mario de sus varices, dolebat; cuando iba al frente
de su ejército en medio de grandes calores, laborabat.
Evidentemente ¿a y una relación de causa a efecto entre la
intervención quirúrgica y el dolor; entre la marcha a pleno sol
y el esfuerzo o trabajo (laborare); pero esa relación no interesa
aquí a Cicerón para definir y oponer los términos dolere / labo­
rare; se ve lo que significan esos términos señalando sencilla­
mente el tiempo en que se produce el dolere / laborare; es como
si el autor dijera: “ durante una intervención quirúrgica, lo que
se siente es dolor” y “ durante una marcha agobiante de calor, lo
que se siente es fatiga” .
Fijémonos ahora en el otro texto: Marius cum secaretur,
principio uetuit se alligari. Aquí Cicerón considera no sólo la
contigüidad temporal (cum), sino la concatenación o relación de
ideas entre la operación quirúrgica y la inmovilización del pa­
ciente; esa consideración arrastra el subjuntivo: “ Cuando se le
operaba y a pesar de la operación, Mario prohibió que se le
amarrara” .

2. QVOD

1. El quod, con el ut y el quom, son las tres conjunciones de


mayor rendimiento en el desarrollo de la subordinación latina.
El quod es el nominativo-acusativo singular neutro del re­
lativo.
Pero el quod siguió siempre formando parte del paradigma
del relativo: es decir, fue funcionalmente ambivalente: relativo
o conjunción. Esto puede prestarse a confusiones, cosa que no
ocurre con el quom, ya que éste quedó fuera —como forma so­
brante— del paradigma del relativo.
El lector moderno no sabe muchas veces si ha de encasillar
a un quod dado como pronombre o como conjunción; quizá ya
les fuera difícil a los hablantes latinos distinguir entre ambas
posibilidades, o quizá no se les planteara ningún problema y no
distinguieran en absoluto entre lo que nosotros llamamos quod-
LA SUBORDINACIÓN 327

pronombre y quod-conjunción, por coincidir ambos en el quod


como acusativo de relación.

2. Como quiera que sea, nosotros seguiremos la tradición


distinguiendo entre el quod pronombre relativo y el quod con­
junción completiva/ causal.

a) La oración completiva con quod puede funcionar:


— Como sujeto: Multum ei detraxit quod alienae erat dui­
tatis “Le restó muchas posibilidades su origen extranjero” (lite­
ralmente : “el [hecho de] que era de una ciudad extranjera” ) (C.
N ep.,18,1,2).
— Como complemento directo: Praetereo quod eam sibi do­
mum delegit “Paso por alto el (hecho de) que se eligió dicha
casa” (Cic., Cluent., 188).
— Como predicado: Causa transeundi fuit quod ab Suebis
bello premebantur “El motivo de su emigración fue la presión
militar de los Suevos” (literalmente: “ el [hecho de] que los Sue­
vos los presionaban” ) (César, B. G., 4, 1, 2).
— Como aposición: Causa haec est, quod ñeque tu defendis
“ La razón es ésta: que ni tú mismo nos defiendes” (T. L., 23,
42, 11).

b) Quod causal: Iura te non nociturum esse nemini quod


tu hodie uerberatu’s “Jura que no harás daño a nadie por habér­
sete azotado hoy” (Pl., Mil. Gl., 1.410-1.412).

N ota. — Si, como es tan frecuente, quod lleva un correlativo


(id, eo, ideo, idcirco, propterea, ob hanc causam, ob eam. rem,
etcétera), la noción de “ causa” queda ya apuntada por ese corre­
lativo y la subordinada con quod es mera epexégesis de dicho
correlativo:
Exclamant laetae “ uenit” , id quod me derepente aspexerant
“Alegres exclaman !ya viene’, por (aquello de) que me habían
visto de pronto” (Ter., Rec., 368).
Idcirco sum tardior, quod non inuenio fidelem tabellarium
“ Tardo bastante en escribirte por la razón que no encuentro
mensajero seguro” (Cic., Att., 1, 13, 1).
Recuérdese lo dicho supra, pp. 87 ss., de la subordinación re­
lativa.
328 IN TRODU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LA TÍN

3. El modo verbal en las subordinadas con quod es el mismo


que tendrían en posición independiente; el quod no excluye nin­
gún modo verbal.
a) En consecuencia el quod completivo permite establecer
distinciones que no son posibles en las completivas con ut (ni con
infinitivo), ya que el ut completivo arrastra automáticamente el
subjuntivo :
Huc accedit quod paulo tamen occultior uestra ista cupiditas
esset “A esto se añade que la pasión que te posee quedaría algo
más disimulada” (Cic., Rose. Am., 104). Con erat en lugar de
esset, el sentido sería: “ quedaba de hecho” . Si en el mismo texto
apareciera ut esset no habría posibilidad de elección entre que­
daría / quedaba.
En la medida que no sea relevante la oposición real / no real,
el ut y el quod completivos son intercambiables.

b) El quod causal con indicativo — que es la construcción


más frecuente— alude, pues, a una causa real y garantizada como
tal por el auto":
Tu illos dúo olim pro re tollebas tua
Quod satis putabas tua bona ambobus fore “En otros tiempos
tú educabas a los dos al tenor de tu posición, porque te figurabas
que tu fortuna sería suficiente para ambos” (Ter., Ad., 809-810).
Una oración causal con quod y subjuntivo expresa una causa
fingida : ya sea una causa simplemente imaginada por el hablante
pero que a los ojos del propio hablante carece de efectivo atraigo
en la realidad: Nemo enim unquam est oratorem, quod Latine
loqueretur, admiratus “Nadie admiró jamás a un orador porque
hablara en buen latín” (Cic., de or., 3, 52) ; ya sea una causa no
garantizada por el hablante, sino simplemente referida como
opinión ajena y citada así como mera posibilidad: Noctu ambu­
labat in publico Themistocles quod somnum capere non posset
“ Temistocles paseaba de noche en lugares públicos porque (al
parecer o decía él) no podía conciliar el sueño” (Cic., Tuse.,
4, 44).

4. Las clásicas oraciones subordinadas completivas y cau­


sales con quod no agotan las posibilidades de esta conjunción. El
quod, a través de sus posibles correlaciones y del uso como acusa-
LA SU BORDIN ACIÓN 329

tivo de relación, puede funcionar con gran libertad. Los siguientes


ejemplos ponen de manifiesto la variedad de tipos en construc­
ciones con quod y la dificultad de encasillarlos bajo nuestras
rúbricas habituales:
Sane gaudeo quod te interpellaui “ Me alegro mucho de ha­
berte interrumpido” . “ Me alegro de que .../ Me alegro por­
que ...” (C ic, Leg., 3, 1). ¿Nos hallamos ante una completiva o
una causal? Quizá no debiera plantearse el problema, ya que con
los uerba affectuum el objeto y la causa suelen coincidir.
Quod ad me scribis de sorore tua, testis erit ipsd.“ En cuanto
a lo que me escribes con relación a tu hermana, ella misma será
testigo” (C ic, Att., 1, 5, 2)
Est quod te uolo de communi re appellare “ Se da el caso'-que
quiero hablarte de un asunto que nos interesa a ambos” (Pl.,
A u l, 199)
Est quod uisam domum “Tengo algo que ir a ver « i casa” (Pl.,
A u l, 203)
Iam diu est quod uentri uictum non datis “ Hace ya tiempo
que no dais a mi estómago su alimento” (P l, Amph., 302)
Sed quid hoc quod picus ulmum tundit? “Pero ¿qué significa
esto, que el pájaro carpintero picotea el olmo?” (P l, Asin., 262)
Gnatus quod se assimulat laetum, id dicis? “ Que es fingida
la alegría de mi hijo, ¿dices eso?” (Ter, Heaut., 888)
Adde quod ingenuas didicisse fideliter artes emollit mores
“Añade que el estudio profundo de las artes liberales suaviza las
costumbres” (Ovid, Pont., 2, 9, 47)
Legati renuntiauerunt quod Pompeium in potestate haberent
“Los emisarios anunciaron que tenían en su poder a Pompeyo”
(César, B. Hisp., 36, 1).
Estos dos últimos ejemplos nos muestran casos de transición
hacia la construcción completiva tardía dico quod, scio quod, de
tanta transcendencia en el desarrollo posterior del latín que nos
lleva directamente al “ que” románico en sustitución de la clásica
oración de infinitivo: Scis quod epulum dedi “ Sabes que he
dado un banquete” (Petr, 71, 9); Vides quod aliis leporem ex-
citaui “Ves que he levantado la liebre para los demás” (ibid.,
131, 7).
330 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LA TÍN

5. La conjunción quod (cf. Szantyr, Lat. Gramm., 1964, pp.


579-584) a lo largo del período histórico, va extendiendo sus usos
hasta suplantar a casi todas las demás partículas subordinantes
y convertirse en conjunción universal, como lo fuera antes el ut.
Pero hay una gran diferencia entre el “ que” de nuestras len­
guas románicas y el ut latino, a saber: el “que” románico, es­
cueto, quedó exclusivamente como introductor de oraciones com­
pletivas: creo que ...; ocurrió que ...; es evidente que ... Para la
subordinación circunstancial se hizo preceder de preposiciones o
locuciones prepositivas como cualquier otro sustantivo en fun­
ción adverbial: de que, para que, porque, sin que, después que,
mientras que, a fin de que, etc.
Así alcanzó el “ que” románico una extensión y una estabili­
dad que no pudo mantener el ut latino.

3. QV1A

1. Quia, acusativo plural neutro del tema qui-, con correla­


tivos o sin ellos, es la conjunción causal de mayor rendimiento.

C on c o r r e l a t iv o s :

Sin east causa retinendi apud uos quia aegrast... “ Si el mo­


tivo de retenerla (a Filomena) con vosotros es porque está en­
ferma ...” (Ter., Hec., 255-256)
Nunc adeo si ob eam rem uobis mea uita inuisa, Aeschine, est
quia non iusta iniusta prorsus omnia omnino obsequor, missa
facio: effundite, emite, facite quod uobis lubet “ Ahora bien, si el
motivo de que mi vida os sea odiosa, Esquino, es porque no me
presto totalmente a todo, justo o injusto, ya no hago caso: de­
rrochad, comprad, haced lo que os apetezca” (Ter., Ad., 990-992).

S in c o r r e l a t iv o s :

Discrucior animi quia ab domo abeundum est mihi “Estoy


angustiado porque he de salir de casa” (Pl., Aul., 105)
Eunuchum dixti uelle te, quia solae utuntur his reginae “Di­
jiste que querías un eunuco porque sólo las reinas los tienen a
su servicio” (Ter., Eun., 167).
LA SUBORDINACIÓN 331

2. La subordinación con quia no afecta al modo verbal : man­


tiene el indicativo o subjuntivo que le correspondería en posición
independiente, exactamente en las mismas condiciones que seña­
lamos al tratar de quod. Ya se ha visto el quia con indicativo en
los textos citados anteriormente. He aquí ahora una muestra de
quia con subjuntivo: Nunc mea mater iratast mihi quia non
redierim domum ad se “Ahora mi madre está enfadada conmigo
porque (dice ella) no volví a casa a su lado” (Pl., Cist., 101). El
subjuntivo (potencial) revela que la causa del enojo es alegada
por la madre, pero no admitida por la hija, Selenia, que nos la
refiere.

3. Como conjunción causal, quia es, en el período literario,


mucho más frecuente que quod, sin duda por expresar njás uní­
vocamente la causa: con el quia, al quedar fuera de su primitivo
paradigma, no se da la plurivalencia que hemos observado al
referirnos al quod.
En época tardía, en concurrencia con dico quod, se dijo tam­
bién con los verbos declarativos dico quia, uideo quia, etc. : Dixi
quia mustella comedit “ Le dije que la comadreja los había comido
( = los pajaritos) ” (Petr., 46, 4).
Este quia completivo no tuvo sin embargo en románico el
éxito que alcanzó el quod en la misma función.

4. QVAM y sus compuestos

A) Q vam

Quam coincide con el acusativo singular femenino del rela­


tivo, como quom > quum > cum coincide con el acusativo singu­
lar masculino.
En oración independiente aún podemos verlo funcionar como
puro adverbio interrogativo-exclamativo en el sentido de “cuán-
(t o )” , “hasta qué punto” , “ en qué grado” : Haec tota fabella quam
est sine argumento! “ ¡Toda esta pequeña comedia cuán exenta
está de tramoya!” (Cic., Cael., 64).

1. En hipotaxis puede introducir, como cualquier término


percontativo, una interrogación subordinada:
332 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LATIN

Vide quam ad me litterae non perferuntur! “ ¡Mira hasta qué


punto no me llegan tus cartas!” (Cic., Fam., 2, 10, 1)
Non dici potest quam cupida eram huc redeundi “ No hay pa­
labras para expresar cuán deseosa estaba de volver aquí” (Ter.,
Hec., 90)
Quam bene abs te prospectumst cogita “ Piensa qué bien has
tomado tus previsiones” (Ter., Heaut., 638).
Obsérvese en los tres ejemplos precedentes cómo este adver­
bio interrogativo sigue en.posicíón hipotáctica modificando, como
cualquier adverbio, a un verbo, a un adjetivo o a otro adverbio.

2. Como relativo, quam responde a tam de la oración prin­


cipal en correlación paralela a la de tum ...quum·.
Tam frictum illum reddam quam frictum est cicer “ Lo voy
a poner tan tostado como lo está un garbanzo tostado” (Pl.,
Bacch., 767) , .
Tam facile uinces quam pirum uolpes comest “Te será tan
fácil vencer como a una zorra comerse una pera” (PL, Most., 559).

3. La correlación comparativa se extiende a todos los térmi­


nos morfológica o semánticamente comparativos, cualquiera que
sea la categoría léxica a que pertenecen: adverbios (magis
quam, potius quam, plus quam, contra quam, aliter quam, etc.),
adjetivos (melior quam, doctior quam, alius quam, diuersus
quam, etc.), verbos (malo quam):
Mortuos pluris pretist quam ego sum “ Un muerto vale más
que yo” (Pl., Bacch., 630)
Nihil aliud egit quam ut quam plurimis esset auxilio “No hizo
más que auxiliar al mayor número posible” (Nep., Att., 11, 1)
Principem esse mauult quam uideri “ Prefiere ser que parecer
el primero” (Cic., Off., 1, 65).

4. La partícula quam, de función estrictamente comparativa,


no influye sobre el modo verbal.

B) C om puestos de qvam

1. Quamquam. — La conjunción de subordinación concesiva


quamquam, que nosotros solemos traducir por “ aunque” , se for­
mó por geminación del simple quam.
LA SUBORDINACIÓN 333

Así como el adverbio de cantidad quam, en su forma interro­


gativa, significaba “hasta qué punto”, “ en qué grado” , ahora
quamquam, como relativo-indefinido (cf. utut, quisquis), signifi­
cará “ en cualquier grado o medida que” ; y su modo verbal será
el de las oraciones relativas indefinidas (cf. supra el apartado
correspondiente) :
Quamquam tu bella es, malum tibi magnum dabo “ Con-todo-
lo guapa que tú eres, te voy a dar una buena paliza” , o: “ Aunque
eres guapa, ...” (P l, Bacch., 1.171-1.172)
Cedo, quamquam parum est “ Dame, aunque poco es” (P l,
Truc., 910).
Este quamquam invariable es paralelo al adjetivo igualmente
geminado, pero variable, quantus quantus, que a su vez es sinó­
nimo del indefinido quantuscumque:
Quanta quanta haec mea paupertas est, tamen adhuc curaui
unum hoc quidem ut mihi esset fid.es “Por mucha y mucha que
sea mi pobreza (o ‘cualquiera que sea mi pobreza’) he tenido sin
embargo buen cuidado de que no me faltara al menos una cosa:
la lealtad” (Ter, Phorm., 904-905).

2. Tamquam. — Ciertos adverbios al entrar en correlación


con el comparativo quam se han aglutinado con éste en unidades
léxicas más o menos estables.
Tamquam < (tam ...quam) y, más frecuentemente, tamquamsi
introduce una comparación hipotética. El modo es, naturalmente,
el subjuntivo:
Parui primo ortu sic iacent tamquam omnino sine animo sint
“Los niños al nacer yacen como si les faltara totalmente el alma”
(Cic, Fin., 5, 42).

3. Post(ea)quam. — Post(ea)quam, “ después que” , “ desde


que” , introduce una subordinada temporal; su modo es el indi­
cativo:
Postquam copias ad se uenire uidit, maturauit “Después que
vio a las tropas venir hacia donde él estaba, se dio prisa” (César,
B. G , 2, 5, 4).

4. Antequam y Priusquam. — Estas dos conjunciones ( = “ an­


tes que”) se construyen con indicativo cuando indican pura reía-
334 IN TRODU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LA TIN

ción temporal, como suele ocurrir en la mayoría de las ocasiones :


Id actum est quinquennio ante quam consul sum factus “Esto-
sucedió cinco años antes de mi elección como cónsul” (Cic., de
amic., 96)
Te aspexi priusquam loqui coepisti “ Te vi antes de haber tú
empezado a hablarme” (Cic., Vat., 4).
Pero no faltan ocasiones para usar el subjuntivo. Ello ocurre:
a) Cuando la relación temporal no es accidental, sino bus­
cada intencionalmente; la subordinada corresponde entonces al
subjuntivo potencial desiderativo:
Priusquam incipias, consulto opus est “Antes de lanzarte a
obrar es preciso reflexionar” (Sal., Cat., 1, 6). Mensaje equiva­
lente a: “No empieces sin reflexionar antes” .
Priusquam comprehenderetur, gladio se transfixit “ Antes que
dejarse capturar, se atravesó con la espada” (T. L., 37, 46)
Priusquam corpora curarent, arma telaque parant “Antes de
dedicarse a sus cuidados personales, preparan sus armas y sus
dardos” (T. L., 36, 18, 1). Mensaje equivalente: “ ¡Frimero las
armas y los dardos! Después, los cuidados personales” .
b) Cuando el hecho expresado en la subordinada temporal
no haya tenido lugar, en cuyo caso se acude naturalmente al
subjuntivo (potencial o irreal) :
Romanus, priusquam fores portarum obiicerentur, inrumpit
“ Los romanos se precipitan en la ciudad antes de que se echaran
los batientes de las puertas” (T. L., 1, 14, 11).
No es raro que las dos razones apuntadas incidan simultánea­
mente para justificar el empleo del subjuntivo.
5. Quando. — Quando (< quam-dö) puede funcionar como
puro adverbio interrogativo-indefinido y como conjunción subor­
dinante “relativa” .
Interrogativo / indefinido: Quando? — (ali)quando, quando-
cumque.
Quando ueniet consul? “ ¿Cuándo llegará el cónsul?” (Cic.,
Phil., 11, 25).
Conjunción subordinante relativa: Quando uult “ Cuando-
quiere” ; cf. Pl., Bacch., 224: Veniat quando uolt.
1. En hipotaxis quando introduce, pues:
a) Subordinadas interrogativas: Non intellegitur quando
LA SU BORDIN ACIÓN 335

obrepat senectus “ No se da uno cuenta de cuándo le sorprende la


vejez” (Cic., Cat. M., 38).
b) Subordinadas temporales “ relativas” con antecedente o
sin él :
Vbi satur sum., nulla crepitant (intestina): quando esurio, tum
crepant “ Cuando estoy harto, las tripas nunca me rugen; cuando
estoy hambriento, entonces sí que suenan” (Pl., Men., 926)
Mensam quando edo detergeo “ Cuando como dejo la mesa
limpia” (Pl., Men., 78).
c) Subordinadas causales: Non loquar, quando plus uales
“No hablaré ya que (o porque) eres más fuerte” (Pl., A'mph., 390).

2. El quando no influye en el modo verbal.


3. La conjunción temporal quando, frecuente en latín'arcai-
co, muy poco usual en el período clásico (no aparece en César, ni
Salustio, ni T. Livio, ni Tácito) adquiere otra vez pujanza en la
lengua posterior y se convierte en la conjunción temporal por
excelencia del período románico.

6. Quamuis. — Quamuis es una formación transparente :


quam-uis “ cuanto quieras” . Su valor primitivo —no subordinante
todavía— subsiste en casos como Quam-uis ridiculus est, ubi
uxor non adest “Es todo lo ridículo que quieras, cuando su mujer
no está presente” (Pl., Men., 318).
Quamuis, fen oración independiente es, pues, sinónimo de
quantum uis (cf. Hor., Ep., 2, 2, 39: Quantum uis rusticus “Todo
lo campesino que tú quieras” ).
El paso semántico a conjunción concesiva no ofrece dificultad:
Pollio amat nostram, quo.muis est rustica, Musam “ Con todo
lo rústica que es (o aunque sea rústica), Polión ama nuestra
Musa” Virg., Egl., 3, 84).
En los ejemplos anteriores vemos que quamuis se emplea con
el modo indicativo. No obstante, el modo más frecuente con esta
conjunción es el subjuntivo (generalmente “ desiderativo”), pues­
to que en principio se trata de un hecho supuesto, considerado
como no realizado o en todo caso independientemente de su
realización :
Quamuis ille felix sit, sicut est, tamen ... “ Aunque él sea feliz,
como efectivamente lo es, sin embargo ...” (Cic., Rose. Am., 22)
336 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LA TIN

Quamuis res mihi non placeat, tamen pugnare non potefo


<!Por mucho que me desagrade el asunto (o Aunque el asunto no
me agrade), me será imposible luchar” (C ic, Verr., 2, 3, 209).

5. QVONIAM

Quoniam, de *quom-iam, es, como quando, conjunción tem­


poral, que pronto pasa a causal (cf. nuestras expresiones tempo­
rales-causales “ya que” , “ desde el momento que” , “ ahora que” ) .
Son numerosos los ejemplos de casos-límite hallados en los
textos :
Nunc aufugit, quoniam capitur oppidum “ Ahora, cuando /
porque la ciudad sucumbe, él huye” (P l, Poen., 665)
Quoniam fidem magistri cognouistis, cognoscite nunc disci­
puli aequitatem “ Ya que / puesto que conocéis la buena fe del
maestro, ved ahora la equidad del discípulo” (Cic, Rose. Am.,
119).
Lo mismo que quando tendió a especializarse como “ tempo­
ral” , quoniam tendió a ser en el período clásico estrictamente
causal. El modo del verbo con quoniam será normamente el indi­
cativo en cuanto expresa una razón efectiva:
Perqite, quoniam occepistis “Proseguid, ya que habéis empe­
zado” (P l, Most., 63).
No obstante, como ya dijimos al tratar de las restantes con­
junciones causales, puede usarse el subjuntivo para representar
el pensamiento de un tercero, sin responsabilizarse el autor con
la causa alegada:
Itaque quoniam ipse pro se dicere non posset, uerba fecit
frater “ Y así, puesto que él (según la tradición) no podía hablar
-en su propia defensa, habló su hermano” (Nep, Milt., 1, 7, 5).

6. Q VA

Qua es el ablativo singular femenino de qui, quae, quod. Las


subordinadas con qua siguen siendo puras oraciones de relativo :
Tempta qua lubet “ Cachéame por donde te venga en gana”
(P l, Aul., 647)
LA SU BORDIN ACIÓN 337

Perfodi parietem, qua commeatus clam esset hinc huc mulieri


“Perforé la pared por donde / para que. la mujer tuviera un
pasadizo secreto de un lado al otro” (Pl., Mil. Gl., 142-143).
Tenemos ahí —con el modo subjuntivo— una oración rela-
tiva-final.

Como con cualquier relativo, existe la forma de relativo-inde­


finido: quaqua (en paralelo con quisquis, utut, ubiubi, etc.) :
Quaqua tangit, omne amburit “ Donde quiera que toca, lo
abrasa todo” (Pl., Ep., 674).

7. QVO

1. Quo es el ablativo del pronombre relativo. Es bien cono­


cido su uso como adverbio relativo de lugar (Abi quo lubet “ Vete
adonde te plazca” , Pl., Aul., 657) e igualmente como relativo in­
definido: Certa rest me usque quaerere illam quoquo abductast
“Es cosa decidida que la he de buscar adonde quiera que se la
hayan llevado” (Pl., Merc., 857-858).

2. A partir de su valor de ablativo (quo “ con lo que” ) puede


introducir una subordinada final (“ a fin de que”) y concurre así
con el ut final:
Rhodum ille profectus est quo melior esset “ Se marchó a
Rodas, a fin de perfeccionarse” (Cic., Brut., 151).
Tendió a normalizarse el uso de quo en lugar de ut como in­
troductor de una final en la que apareciera un comparativo
(cf. quo melior en el ejemplo anterior). Sin embargo tal tenden­
cia, dicen nuestros manuales, no debe erigirse en regla, ya que
hay algunos textos con quo final sin el esperado comparativo :
Ego uos quo pauca monerem aduocaui “ Os he convocado para
haceros algunas advertencias” (Sal., Cat., 58, 3)
Huic omnia sint facienda ut conliniet, et tamen, ut. omnia fa­
ciat, quo propositum assequatur, sit hoc quasi ultimum bonum
“Éste ( = el tirador) debiera hacer todo lo posible por apuntar,
y, sin embargo, el hecho de tomar todas las medidas para dar en
el blanco es lo que constituiría en cierto modo su fin último”
(Cic., Fin., 3, 22).
338 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LA TIN

Pero quizá se quebrante la norma sólo en casos especiales y


por razones estilísticas. En el ejemplo de Salustio tal vez el pauca
sea asimilable por su semántica a un comparativo, aunque for­
malmente no lo sea. En cuanto al texto de Cicerón, está ya sobre­
cargado de subordinadas con ut, y, por añadidura, se da la cir­
cunstancia que la oración final con quo está subordinada a otr<.
oración que a su vez también es subordinada con ut; sería cho­
cante y ambiguo acudir a un tercer ut en sustitución del quo.
N o t a . — En algunos casos el quo se adhirió al comparativo
que lo acompañaba para formar nuevas unidades más o menos
estables y más o menos sentidas como unitarias: quo minus, quo
magis, quo setius.

3. Muy próximo a su valor de relativo está igualmente el quo


considerado conjunción causal. El uso del quo causal no es tan
libre como el de las otras conjunciones causales (quod, quia,
quoniam); suele darse en determinadas condiciones como las si­
guientes :
a) Que la oración principal sea negativa y que no se aluda
a una causa única, sino a varias causas en contraposición: unas
para ser rechazadas (su modo será el subjuntivo) y otras para
ser aceptadas como reales (modo indicativo):
Non eo dico, C. Aquili, quo mihi ueniat in dubium tua fides,
aut quo non spem habere P. Quinctius debeat “No lo digo,
C. Aquilio, por (aquello de) que se me ocurra dudar de tu buena
fe, o porque P. Quintio no deba tener ya esperanza” (Cic., pro
Quinct., 5).
Obsérvese la negación de la oración principal y el antecedente
correlativo eo.
En el ejemplo siguiente ya desaparece el correlativo: Licet
huic, illi non licet, non quo dissimilis res sit; sed quo is qui facit
“ A uno se le permite, al otro no: no porque el hecho no sea el
mismo, sino por no serlo el que lo ejecuta” (Ter., Ad., 825-826).
b) Que haya en la oración causal un término comparativo
(la misma condición que suele darse con el quo final) :
Vexati omnes, et ante alios rex ipse, quo grauior aetate erat,
difficultate uiae est “ Todos sufrieron en este penoso viaje, y, más
que cualquier otro, el propio rey, en razón de su edad” (T. L.,
40, 22, 6).
LA SUBORDINACIÓN 339

N o t a . — En lugar de non quo ... sed quo pueden presentarse


las siguientes formas en una y otra de las dos causas alegadas en
contraposición: non quod, non quia, non quo, non quin ... sed
quod, sed quia, sed quo, sed ut. No importa que se tomen los
términos respectivamente iguales o que cualquiera de las formas
negativas se asocie a cualquiera de las afirmativas:
De consilio meo ad te, non quo celandus esses, nihil scripsi
antea, sed quia communicatio consilii tali tempore quasi quaedam
uidetur esse efflagitatio ad coeundam societatem uel periculi uel
laboris “Nada te escribí anteriormente sobre mi proyecto, no
porque éste se te debiera ocultar, sino porque la comunicación
de mi proyecto en estas circunstancias parece ser en cierto modo
una apremiante invitación a compartir el peligro o la fatiga”
(Cic., Fam., 5, 19,2).

8. QVIN

1. Quin, de *qui-ne, es bien conocido en oración indepen­


diente como adverbio interrogativo: “ ¿cómo? / ¿por qué no?”
Quin tu taces? “ ¿Cómo / por qué no te callas?” (Pl., Cure., 84)
Quin tu das sauium? “ ¿Cómo? / ¿Por qué no le das un beso?”
(Pl., Cure., 94)
Quin ego hoc rogem quod nesciam? “ ¿Por qué no habría de
preguntar lo que no sé?” (Pl., Mil. Gl., 426).

N ota. — /Cur non?/ también se traduce por / “ ¿por qué


no?” /. Sin embargo no se trata de expresiones absolutamente
sinónimas: la pregunta con /cur non?/ indaga sencillamente el
motivo de alguna actuación; en la pregunta con /quin?/ subyace
una exhortación o mandato a que se haga algo. En los ejemplos
anteriores: “ ¿Por qué no callas?” = “ ¡Cállate!” ; “ ¿Por qué no
le das un beso?” = “ ¡Dale un beso!”

2. Como partícula subordinante introduce:


a) Oraciones relativo-consecutivas en dependencia de prin­
cipales generalmente negativas; quin es entonces equivalente a
qui (quae, quod) non o a ut non en oraciones consecutivas:
Nullast tam facilis res quin ( = quae non) difficilis siet, quom
340 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LA TIN

inuitus facias “Ninguna cosa es tan fácil que no parezca difícil


cuando se hace de mala gana” (Ter., Heaut., 805-806)
Nullust quin (— qui non) sciat “No hay nadie que no lo sepa”
(Pl., Bacch., 336)
Non intermittit tempus quin ( = quo non) eum nominet “No
deja pasar un momento sin pronunciar su nombre” (Pl., Bacch.,
210)
Nihil est quin (— quod non) illi dixerim “Nada hay que yo
no le haya dicho” (Pl., Bacch., 1.012)
Nullo modo potest fieri quin (— ut non) dos detur uirgini “Es
imposible que no se le dé a la joven su dote” (Pl., Trin., 729);
(cf. Cic., Verr., 2, 190: Fieri nullo modo potest ut non dicas).
b) Oraciones completivas en dependencia de oraciones prin­
cipales negativas cuyos verbos expresen prohibiciones, impedi­
mentos o ideas análogas (uerba impediendi en sentido amplio) :
Non possumus quin alii a nobis dissentiant recusare “No po­
demos rehusar que los demás disientan de nuestro parecer” (Cic.,
Acad., 2, 7)
Non humana ñeque diuina obstant quin socios exscindant “ Ni
las leyes humanas ni las divinas impiden (a los Romanos) des­
truir a sus aliados” (Sal., Hist, ad Mithr., 17)
Aegre (= h a u d facile) abstinent quin castra oppugnent “ A
duras penas se abstienen de atacar el campamento” (T. L., 2,
45, 10).
c) Al tipo causal non quin ... sed ya nos hemos referido su­
pra (p. 147).
d) Por varias razones, merecen mención aparte los giros non
dubito quin, non est dubium quin y sus similares.
En primer lugar, porque es el tipo más frecuente entre los
usos de quin. En segundo lugar, porque el quin, en estos giros,
pierde su valor negativo:
Nemo dubitat quin sit occisus significa “Nadie duda que haya
muerto” ; es decir, “Todo el mundo sabe con certeza que ha
muerto” (Cic., Verr., 3, 63). No significa, como podría esperarse,
“Nadie duda que no estuviera muerto” , es decir, “Todo el mundo
sabe con certeza que no ha muerto” .
Hay quien cree que también desaparece el valor negativo de
quin en las oraciones consecutivas y en las completivas con uerba
impediendi. Pero la apariencia afirmativa del quin consecutivo
LA SUBORDINACIÓN 341

o con los uerba impediendi es mera consecuencia accidental de


nuestras posibles traducciones. He aquí algunas muestras. Dare­
mos dos traducciones igualmente legítimas: primero, una de
apariencia afirmativa y luego otra, más cercana a la visión la­
tina, tratando de reflejar el valor negativo del quin:
Pl., Cas., 1.003: Nulla causa est quin me uerberes: 1) “Nada
se opone a que me azotes” ; 2) “No hay ninguna razón para que
no me azotes” .
Pl., Trin., 1.188: Numquid causae est quin uxorem cras du­
cam? 1) “ ¿Hay algún impedimento a que yo me case mañana?” ;
2) “ ¿Hay algún motivo para que yo no me case.máñana?”
Pl., Asin., 352: Argentum non morabor quin jeras: 1) “ Yo
no me resistiré a que te lleves el dinero” ; 2) “Yo no me resistiré
de manera que no puedas llevarte el dinero” .
En cambio, con los uerba dubitandi la situación es distinta
y nos parece que realmente se pierde el valor negativo de quin.
Efectivamente, si dubito es un uerbum dubitandi, non dubito ya
no lo es, puesto que desde el momento que se niega la duda ésta
desaparece y se convierte en certeza: non dubito — c er te scio.
Así pues, una frase como non dubito quin ueniat no puede ex­
presar la duda entre “ venir/no venir” , puesto que, si no se duda
de una de las dos alternativas, tampoco cabe dudar de la otra.
Ante la dificultad de interpretar, pues, como afirmativo o nega­
tivo el quin ueniat, la lengua reaccionó creando una nueva opo­
sición afirmativa/negativa con los significantes quin/quin non;
es decir: hipercaracterizó positivamente la negación de quin con
la añadidura del significante negativo non; y el quin primitivo
se polarizó en sentido contrario como afirmativo; en consecuen­
cia, non dubito quin ueniat (“No dudo que no venga” , o sea,
“ vendrá” ) se opuso a Non dubito quin non ueniat (“ No dudo que
no venga” , o sea, “ no vendrá” ). Ejemplos:
Mihi non est dubium quin uenturae non sint “Para mí no
es dudoso que no vendrán” (Cic., Fam., 2, 17, 5).
Non dubito quin Ubi ingenio praestiterit nemo “No dudo que
no te aventaja nadie en talento” (Cic., Rep., 1, 37). Obsérvese
que, en este último ejemplo, la negación añadida al quin está en
nemo.
Ñeque dubium est quin unus homo familia non sit “No es
342 IN TRO D U C CIÓ N A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LATÍN

dudoso que un hombre no constituye, él solo, una familia” (Cic.,


Caec., 55).
En cambio, el quin escueto es afirmativo:
Haud dubiumst quin eum possim cogere “ No es dudoso que
puedo obligarlo” (Ter., And., 530)
Ñeque abest suspicio quin sibi mortem consciuerit “Hay
quien sospecha que él se suicidó” (César, B. G., 1, 4, 4)
Non dubito quin ad te omnes tui scripserunt “ Estoy seguro
que todos los tuyos te han escrito” (Cic., Fam., 5, 8, 1).
Por último, obsérvese que dubito (¡sin negación!) expresa
auténtica duda, de tal modo que no importa en absoluto que el
quin se interprete como negativo o afirmativo, puesto que la
duda afecta por igual al no y al sí, y no puede resolverse en
certeza un término sin que se resuelva automáticamente el otro;
por tanto, es absolutamente indiferente que traduzcamos por
“ que” o por “ que no” un quin con dubitare:
Dubitatis quin illud uerissimum sit? “ ¿Dudáis que ello sea/
no sea auténticamente cierto?” (Cic., Font., 17).

9. QVOMODO y QVEMADMODVM

Quomodo y quemadw.odum son formaciones transparentes


(=; quo modo y quera ad modum, respectivamente). Tampoco
ofrecen problemas en sus usos durante el período clásico: intro­
ducen subordinadas interrogativas o comparativas en concurren­
cia con ut.

10. QVOAD

Quoad (< quô-ad) es (cf. supra, p. 145) un adverbio de lugar


interrogativo-relativo (“hasta donde” ) :
Peruenit quoad progredi potuit hominis amentia “Llegó hasta
donde puede llegar la locura humana” (Cic., Phil., 11, 6).
En su aplicación temporal (“hasta cuando” , “ hasta que” ) in­
troduce subordinadas temporales. Los modos verbales conservan
sus valores propios:
LA SUBORDINACIÓN 343

Quoad potuit, fortissime restitit “ Mientras pudo, resistió he­


roicamente” (César, B. G., 4, 12, 5)
Ipse quoad legiones collocatas munitaque hiberna cognai. <-
set, in Gallia morari constituit “ Decidió permanecer él mismo en
la Galia hasta saber ( = hasta que supiera) que las legiones se
quedaban asentadas y sus cuarteles de invierno fortificados” (Cé­
sar, B. G., 5, 24, 8).

11. VBI

1. Vbi es otro adverbio de lugar, interrogativo y relativo.


Como tal, introduce: a) oraciones subordinadas interrogativas
(cf. infra, pp. 161 ss.) ; b) subordinadas relativas; a éstas’. ya nos
hemos referido anteriormente (cf. pp. 103 ss.).
2. Por la normal aplicación temporal de los adverbios de lu­
ga;·, ubi “donde” pasa a ubi “ cuando” .
Juntamente con cura, ubi es la conjunción temporal por ex­
celencia en el período clásico :
Id ubi uident, mutant consilium “ Cuando ven esto, cambian
de plan” (César, B. C., 2, 11, 2).
Muy raras veces hay ocasión de usar el subjuntivo con ubi:·
Vbi res posceret, priores erant “ Cuando la ocasión eventual-
mente-lo-exigía, ellos eran superiores” (T. L., 3, 19, 3).

12. NE

1. Ne es, en parataxis, la negación de los mensajes impre-


sivos:
Ne eloquamur “ No hablemos” (Pl., Poen., 251)
Ne feceris “ No lo hagas” (Pl., Men., 415).
Como tal negación se opone a non, que niega los mensajes ló­
gicos, ya sean éstos aseverativos (Non loquar, Pl., Amph., 390;
Non est ita, Cic., Cluent., 1, 62), ya deliberativos (Non taces? Pl.,
Amph., 700; Rogem te? Non rogem?, Cic., Fam., 14, 4, 3).
2. La negación ne pasa a ser conjunción a partir de usos pa­
ralácticos como el siguiente:
344 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL L A TIN

Metuo: ne ueniat (“Tengo miedo: ¡que no venga!” ). Bajo la


influencia unificadora del acento, las dos unidades independien­
tes se funden en una sola: Metuo ne ueniat “ Tengo miedo que
venga” . Obsérvese que, en nuestra traducción de la construcción
hipotáctica, no transparenta el valor negativo de ne (— “ que
no” ); ese valor es evidente en la construcción paraláctica: ue-
niat!Jnc. ueniat! (z~ “ ¡que venga!/¡que no venga!” ).
Lo mismo que con los verbos de temor sucede con los uerba
impediendi:
Prohibeo: ne ueniat! “Lo prohíbo: ¡que no venga!” ;
Prohibeo ne ueniat “Prohíbo que venga” .
A la misma aparente contradicción y en condiciones similares
nos hemos referido antes al tratar de quin.
No hay, en cambio, problemas de traducción con otros ver­
bos: Rogo ne ueniat “Le ruego que no venga” ; Moneo ne faciatis
“ Os aconsejo que no lo hagáis” (Cic., Rab. Post., 18).

3. Como conjunción de subordinación, ne introduce oracio­


nes completivas o finales, y es el contrapeso exacto, en negativo,
del ut completivo o final.
Para distinguir ambos valores, vale la norma que dimos en
su lugar al separar al ut completivo del ut final.
En las líneas que anteceden queda ya ejemplificado el uso del
ne completivo.
El origen de las finales con ne, a partir directamente de la
parataxis, no es imposible, pero tampoco es tan evidente como
el origen de las completivas que acabamos de ver. Sin duda, aquí
el ut final contribuyó a que su paralelo negativo se interpretara
también como introductor de la causa final:
Flexit uiam Brutus, ne obuiam fieret “ Bruto desvió su mar­
cha para no encontrarse con él” (T. L., 1, 80, 1).
4. Tanto es así que el ne. ya sea en su uso completivo, ya en
su uso final, se encuentra con frecuencia, en todo el período lite­
rario, reforzado (¿?) por ut:
Hoc ei dicito ut ne quoquam de ingenio degrediatur “ Dde
que no se aparte de su carácter en ningún sentido (Pl., Mil. Gl.,
185)
Cedo consilium cito quae hic sunt uisa ut uisa ne sint, facta
ut facta ne sient “ Dame rápidamente un consejo para que lo
L A SU BORDIN ACIÓN 345

que aquí se ha visto no se vea, para que lo que aquí se ha hecho


no sea un hecho” (Pl., Mil. Gl., 236-237)
Rex id celatum uoluerat ut ne multi illud ante praeciperent
oculis quam populus Romanus “El rey había querido guardarlo
( = el candelabro) en secreto para que no fueran muchos a verlo
antes que el pueblo Romano” (Cic., Verr., 4, 64).
En el período de Plauto y Terencio, nosotros calculamos, ho­
jeando el primer volumen de la obra de Bennet (Syntax of early
Latin, reimpresión, 1966) que en algo más del 10 por ciento de
los casos sale ut ne en lugar de ne.
La impresión general de los latinistas es que ut ne constituye
un refuerzo secundario de ne, y diacrónicamente posterior a él;
quizás hubiera que pensar en una cronología inversa y considerar
el ne como una simplificación de ut ne. Sería interesante contfcer
la frecuencia de ambos giros a lo largo de todo el período histó­
rico para resolver el problema que aquí apuntamos.

13. SI y sus compuestos


i

1. La forma si remonta, por evolución normal de las leyes


fonéticas del latín, a sei; y sei, bien documentado todavía en tex­
tos arcaicos, es el locativo del tema pronominal so/sa. La misma
forma, pero con partícula deíctica, tenemos en sic (< *set-ce).
2. Si, como sic, significaba, pues, en principio, “en este caso” ,
“en tal situación” , “ así” .
De estos si y sic como locativos indiferenciados hay algunos
restos en el período histórico. Un si que nada tiene de hipotético
ni de función hipotáctica, y es más bien puro adverbio de modo,
aparece en el texto siguiente: Expediui ex seruitute filium, si
( = sic) dis placet “ Saqué a mi hijo de la esclavitud, tal es la vo­
luntad de los dioses” (Pl., Capt., 454).
Igual indiferencia puede observarse en:
O mihi praeteritos referat si luppiter annos (Verg., Aen., 8,
560)
Sic te diua potens Cypri regat (Hör., Carm., 1, 3, 1).
3. Pero normalmente, en época histórica, los dos antiguos
locativos se bifurcan en sentidos diferentes: el locativo con par­
346 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LATIN

tícula deictica (sic) se conservó como adverbio, y el otro (si) se


fijó como partícula subordinante condicional. He aquí un texto
en el que si puede interpretarse ya como adverbio, ya como
conjunción :
Pl., Bacch., 239: Extexam ego illum pulchre iam, si di uolunt.
1) Interpretación paratáctica: “ Ahora mismo lo voy a des­
plumar limpiamente: así lo quieren los dioses” ;
2) Interpretación hipotáctica: “ Ahora mismo lo voy a des­
plumar limpiamente, si los dioses lo quieren” .
Todo depende aquí de la segmentación que hiciera el hablante
mediante diferencias prosódicas: la pausa que mediaría entre
las dos oraciones y la melodía que recaería sobre el si serían deci­
sivas para orientar al oyente entre una u otra de las dos inter­
pretaciones. Pero estos datos escapan a nuestra comprobación
por tratarse de una lengua muerta.

4. A) Las oraciones condicionales. — Las subordinadas in­


troducidas por si son, en su inmensa mayoría, condicionales.
El modo del verbo depende de la idea que haya de expre­
sarse :
a) Si con indicativo alude a una condición puramente en
abstracto, sin que el hablante se pronuncie sobre si realmente
se cumple o no se cumple: Si amicum habeo, felix sum “ Si tengo
un amigo ( = siempre que tengo un amigo), soy feliz” (sin pre­
juzgar si se tiene o no se tiene).
b) Si con subjuntivo señala una condición potencial o irreal:
Potencial: Si amicum habeam (o habuerim), felix sim “Si tu­
viera un amigo, sería feliz” (y es posible que lo tenga alguna vez).
Irreal presente: Si amicum haberem, felix essem “ Si tuviera
un amigo, sería feliz” (pero no lo tengo).
Irreal pasado: Si amicum habuissem, felix fuissem “ Si hu­
biera tenido un amigo, hubiera sido feliz” (pero no lo tenía).
B) En los tipos que preceden puede observarse que hay con­
cordancia temporal y modal entre prótasis y apódosis:

1) si sum — sum.
2) si sim/fuerim —sim.
3) si essem — essem.
si fuissem —fuissem.
LA SUBORDINACIÓN 347

Efectivamente, esta concordancia temporal y modal se da con


altísima frecuencia. Pero ello no ha de inducirnos a creer que
tal concordancia deba darse necesariamente. Así como los tiem­
pos y modos en las subordinadas con si conservan sus valores
propios, otro tanto ocurre con los tiempos y modos de sus res­
pectivas oraciones principales. En éstas pueden, pues, aparecer
todos los tiempos y modos de la oración independiente, incluso
el imperativo.

Tipo 1) “ Si sum ... sum” :


Erras si id, credis “Te equivocas si lo crees” (Ter., Heaut.,
105)
Saluos sum si haec uera sunt “Estoy salvado si esto es ver­
dad” (Ter., And., 973).
a) Variaciones temporales:
"Si sum ... ero” : Si uultis, faciam “ Si queréis, lo haré” (Pl.,
Amph., 54).
“ Si sum ... fui” : Nisi me aliud uis, tibi respondi “ Si no quie­
res otra cosa de mí, ya tienes mi contestación” (Pl., Trin., 458).
y “ Si sum ... fuero” : Si hoc non credis, ego credidero “ Si tú no
lo crees, yo seguiré creyendo” (Pl., Trin., 607).
“ Si ero ... sum” : Si infitias ibis, testis mecum estanulus “ Si
lo niegas, tengo la sortija como testimonio” (Ter., Ad., 347).
“Si f u i... ero” : Si parum intellexisti, dicam denuo “ Si lo has
entendido mal, te lo diré de nuevo” (Pl., Rud., 1.103).
Cualquier tiempo de la prótasis puede aparecer junto a cual­
quier tiempo de la apódosis.
b) Variaciones modales:
Si quid in te peccaui, ignosce “ Si en algo te he faltado, perdó­
name” (Cic., Att., 3, 15, 4).
luppiter te perdat, et si sunt et si non sunt “Maldígate Jupi­
ter, tanto si están como si no están” (Pl., Rud., 569).

Tipo 2) (potencial en la prótasis): “ Si sim/fuerim ...sim” :


Imitari ñeque possim, si uelim, nec uelim fortasse, si possim
■“No podría imitarlos ( = esos discursos), si lo quisiera, y quizás
no lo quisiera, si pudiera” (Cic., Brut., 287).
348 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E ST R U C T U R A L DEL LA TIN

Nequiquam. Capitolium seruauerim, si ciuem meum in ser-


uitutem duci uideam “ En vano habría yo salvado el Capitolio,
si he de ver a un conciudadano mío arrastrado a la esclavitud”
(T.L., 6, 14, 4).

Variaciones:
“Si sim ... sum” : Te ñeque debent adiuuare, si possint, ñeque
possunt, si uelint “ Ni deben ayudarte, suponiendo que puedan
hacerlo, ni pueden hacerlo suponiendo que quieran” (Cic., Verr.,
4, 20).
“ Si sim ... ero” : Nec si cupias, licebit “ Y, suponiendo que lo
desees, no te será permitido” (Cic., Verr., 2, 167).
“ Si fuerim ... sum” : Tua istuc refert, si curaueris “Esto te
atañe a ti, si te fijas con cuidado” (Pl., Amph., 740).
Etc., etc.
Tipo 3) (irreal en la protasis): “ Si essem ... essem” (presen­
te) ; Si fuissem ... fuissem” (pasado) :
Si equus esses, esses indomabilis “ Si fueras un caballo, se­
rías indomable” (Pl., Cas., 811)
Si quiessem, nihil euenisset mali “ Si me hubiera quedado en
paz, ninguna desventura nos hubiera acaecido” (Ter., And., 604).

Variaciones:
“Si essem ... fuissem” : Qui si omnes uiuerent, bellum omni­
no hoc non fuisset “ Si todos ellos vivieran, de ninguna manera
se hubiera producido esta guerra” (Cic., Phil., 13, 28).
“Si fuissem ... essem” : Venisset si esset denuntiatum “ Hu­
biera acudido, si se le hubiera convocado” (Cic., pro Flacc., 92).
“No irreal en la principal — irreal en la subordinada” : Prae­
clare uiceramus, nisi fugientem Lepidus recepisset Antonium
“ Habíamos conseguido ya una brillante victoria, si Lépido no
hubiera acogido a Antonio en su huida” (Cic., Fam., 12, 10, 3).
Si tacuisset anus, tamen ego eram dicturus “ Si la vieja se
hubiera callado, de todos modos yo lo iba a decir” (PL, Cist.,
152). Obsérvese el matiz concesivo de esa condición: “ Si se hu­
biera callado” = “Aunque se hubiera callado” .
“No irreal en la subordinada — irreal en la principal” : Si
meis incommodis laetabantur, urbis tamen pericido commone­
rentur “ Si se divertían con mis infortunios, debieran al menos
L A SUBORDINACIÓN 349

conmoverse ante el peligro que corría Roma” (Cic., Sest., 54).


C) Conclusión. — Los modos y tiempos de la oración condi­
cional son independientes de los modos y tiempos de la oración
principal; y, recíprocamente, los modos y tiempos de la segunda
son independientes de los modos y tiempos de la primera.

5. El si completivo. — La partícula si introduce ciertas ora­


ciones completivas que plantean algunos problemas.
a) Introduce interrogaciones subordinadas, es decir, interro­
gativas “indirectas” , en la terminología habitual. A veces se ha
considerado exclusivamente como postclásico este si interroga­
tivo (equivalente a num o -ne). Sin embargo, no parece aceptable
tal opinión a la vista de la siguiente serie de ejemplos:
Visam si fortest domi “ Iré a ver si por casualidad está en
casa” (Pl., Bacch., 529; cf. Ter., Eun., 545)
Volo scire si apud forum est “ Quiero saber si está en el foro”
(Ter., Ad., 154)
Si quid ex coniecturali quaestione sumi possit, uideri oporte­
bit “Habrá que examinar si se puede sacar algo por conjetura”
(Cic., de inu., 2, 87)
Vide, quaere, circumspice, si quis forte est ex ea prouincia
qui te nolit perisse “Mira, investiga, observa a tu alrededor, a ver
si por casualidad hay alguien en la provincia que no quiera tu
perdición” (Cic., Verr., 3, 180)
Quaeritur si diuitiae expetendae sint, si fugienda paupertas
“ Se trata de saber si se han de buscar las riquezas, si se ha de
huir de la pobreza” (Cic., Top., 84)
Ambiguunt adgnati si filius mortuus sit “ Sus parientes discu­
ten si un hijo (que no ha existido) ha muerto” (Cic., de inu., 2,
122)
Quaerebam sicca si posset piscis harena uiuere “Yo me pre­
guntaba si el pez podría vivir en seco sobre la aï· ·■ (Prop., 2,
3, 5)
Inspice si possum donata reponere laetus “Mira si puedo re­
nunciar alegremente a tus dádivas” (Hör., Ep., 1, 7, 39)
Ab iis quaesiuit si aquam hominibus iumentisque imposuis­
sent “Les preguntó si habían embarcado agua (suficiente) para
hombres y animales” (T. L., 29, 25, 8).
b) Hay un si “ intencional” dependiendo de verbos que sig-
350 IN TRO D U C CIÓ N A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL L A TIN

nifican “ intentar” , “esforzarse” , “ esperar” , “ extrañarse” , etc.


(conari, experiri, temptari, expectare, mirari, etc.) :
Hanc (paludem) si nostri transirent hostes expectabant “Los
enemigos estaban a la expectativa por si los nuestros atravesa­
ban este terreno pantanoso” (César, B. G., 2, 9, 1)
Eques paratus instructusque stetit si quid hostis moueret “ La
caballería permanecía preparada y en formación por si el ene­
migo iniciaba algún movimiento” (T. L., 31, 42, 4).
c) Por último, si, en ciertos casos completivos, es equivalente
a ut completivo, “ a saber que” :
Totum est in eo si... - Totum est in eo ut...
Totum est in eo si te uidero antequam ille ineat magistratum
“Todo depende de (esto) que yo te vea antes que el otro haya to­
mado posesión de su cargo” , “ Todo depende de (esto) si yo te
veo antes...” (Cic., Att., 2, 22, 5).
Totum in eo est tectorium ut concinnum sit “ Todo depende
de (esto) que el revocado sea bonito” (Cic., Quint, jr., 3,*1, 1).
Is es el antecedente más frecuente — aunque no el único—
de este si “completivo” : In eo est peccatum si non licuit “ En esto
consiste la falta en que (o si) no fue lícito” (Cic., Parad., 20).
Ñeque populus R. eo potest esse contentus, si condemnatus
sit is qui adesse noluerit “ Y el pueblo R. no puede quedar satis­
fecho con (aquello de) que se condene a un acusado que no haya
querido comparecer” , o “El pueblo R. no puede quedar satisfecho
si se condena a un acusado” , etc. (Cic., Verr., 2, 1, 3).
La oración introducida por si en estos giros es un desarrollo
del antecedente o, si se prefiere, una aposición al mismo.
d) Todos estos usos completivos de si son todavía, para la
mayoría de los latinistas, simplemente usos condicionales: las
conexiones contextúales serían las únicas responsables de los
variados matices que adquiere el mismo si condicional.
Algunos autores, sin embargo, insisten en que ciertos usos
completivos de si no pueden reducirse al si condicional y piensan
que ha de buscarse otra interpretación.
Prescindamos del tipo in eo si, donde nadie ve dificultad a
la interpretación condicional; y volvamos a dos ejemplos de los
antes citados. En el texto de César — dicen los aludidos autores—
/si nostri transirent/ no es la condición de /hostes expectabant/
y en el texto de Cicerón Top., 84 — siguen diciendo— , el par
LA SUBORDINACIÓN 351

s i ... si es equivalente a nonne ... nonne y no a un par de con­


dicionales: quaeritur si diuitiae expetendae sint, si fugienda
paupertas.
Nosotros pensamos que la explicación por las conexiones
contextúales es aceptable al menos para el si interrogativo-subor-
dinado. Como dijimos al distinguir entre estilo indirecto y su­
bordinación, el verbo “preguntar” convierte automáticamente a
todos sus complementos directos en interrogaciones subordina­
das. Y, efectivamente, el verbo quaero es el gran verbo intro­
ductor del si interrogativo (como de cualquier otro tipo de inte­
rrogaciones subordinadas). Junto a quaero puede Aparecer el re­
ducido número de verbos más o menos análogos a él : percontor,
uideo, inspicio, etc. (cf. la serie de ejemplos antes citada).
Incluso consideramos suficiente la explicación contextuel para
el si dependiendo de verbos de conato, de esperanza, etc., ya que
todos ellos nos parecen ser una ampliación del léxico inquisitivo :
siempre se trata de saber algo desconocido, de intentar algo in­
seguro, etc.
De todas formas es posible una explicación no-condicional de
los mismos giros; consistiría en ver en ellos restos del primitivo
valor locativo del si ( = “ así” , “en el caso de que” ) . Esta interpre­
tación “locativa” cuadra muy bien sobre todo al si en dependen­
cia de los verbos que denotan intento, esfuerzo, esperanza, etc.
Volviendo al texto de César (B. G., 2, 9, 1), puede traducirse así:
“Los enemigos estaban a la expectativa para (o en) el caso de
que los nuestros atravesaran, etc.” . Y quizá más claro todavía,
un texto de Cicerón (R. Am., 56) : Canes aluntur in Capitolio ut
significent si fures uenerint “ Se crían unos perros en el Capitolio
para que den la alerta en-caso-de-que se presenten ladrones” .
6. Compuestos de si
a) Los compuestos de si no ofrecen problemas ni en su for­
mación ni en su funcionamiento. Ni (< nei)t nisi (< ne-si), sin

(< si-ne), si minus introducen condicionales negativas, “ si no” ;


el sin ( = “ si por el contrario” ) suele usarse para contraponer
una segunda condicional a otra condicional precedente: s i ... sin
( = “ s i ... si por el contrario” ); pero tampoco en este caso es de
rigor el uso de sin: junto a s i ... sin puede darse s i ... si, s i ... si
autem, s i ... si uero.
352 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL L A T ÍN

b) Siue (< si-ue) introduce condicionales disyuntivas.


c) Etsi (“ incluso si” ) , etiam si (“también si” ) , tametsi (“ igual­
mente si” ) introducen condicionales concesivas.
d) Quasi (“ como si” ) introduce condicionales comparativas.

14. DVM

Dum, de discutida etimología, es, como cum y turn, una par­


tícula temporal: indica la duración con uno y otro de los dos
matices perceptibles en nuestras expresiones “mientras” y “ has­
ta que” .
Suele decirse que dum es, en su origen, un adverbio de
tiempo. Pero en el período histórico de la lengua no conocemos
ejemplos claramente adverbiales. No nos parecen muy convin­
centes los que se citan en nuestros manuales; en todo caso, los
mejores ejemplos de dum adverbial son los que aparecen enclí­
ticos: nondum (“ todavía no”), uixdum (“ apenas todavía” ), nihil­
dum (“ todavía nada” ), manedum (“espera un poco” ).
Todos los usos de dum como conjunción son reducibles a su
valor temporal. Introduce, pues:

1) Fundamentalmente, subordinadas temporales:


a) “ Mientras” :
Da mihi sauium, dum illic bibit “ Dame un beso mientras el
otro bebe” (Pl., Stich., 764).
Fruare dum licet “ Disfrutà mientras puedes” (Ter., Heaut.,
345).
Dum haec dicit, abiit hora “Mientras me dice esto, se ha pa­
sado una hora” (Ter., Eun., 341).
b) “ Hasta que” :
Dum mihi a te litterae ueniant, in Italia morabor “ Hasta que
me llegue tu carta, me quedaré en Italia” (Cic., Fam., 11, 23, 2).

2) Subordinadas causales. En realidad son temporales a las


que en ciertos contextos podemos dar una interpretación causal :
Dum ueritus est, non uidit “ Por estar asustado (o ‘mientras
estuvo asustado’) no vio” (Cic., Att., 1 , 16, 2).
LA SU BORDIN ACIÓ N 353

3) Subordinadas condicionales restrictivas:


Oderint dum metuant “ Que odien con tal que teman” (Accius
apud Suet., Cal., 30, y Cic., Off., 1, 97).
También este dum es réductible al temporal: “ Que odien
mientras ( = con tal que) teman” .

15. DONEC

Doñee (arcaico donicum y donique) es otra conjunción tem­


poral de origen oscuro. De uso más restringido q u e'dum, con­
curre con él en el sentido de “hasta que” :
Ibo odorans quasi canis uenaticus, usque donec persecutus
uolpem ero uestigiis “ Iré olfateando como un perro de caza, sin
parar hasta que haya rastreado a la zorra (Pl., Mil. Gl., 269-).

16. LICET

La conjunción concesiva licet ( = “ aunque” ) es, en su origen,


una forma verbal del impersonal licet, licuit o licitum est, licere.
Como tal forma verbal, licet significa, pues, “ está permitido”
o “ es posible” . El paso a conjunción puede verse en el texto de
Cicerón (de orat., 1, 195) : Fremant omnes licet, dicam quod
sentio. Según las pausas que pongamos al texto, podemos inter­
pretar el licet como verbo o ya como conjunción:
a) Como verbo: “Protesten todos, de acuerdo ( = les está
permitido), yo diré lo que pienso” .
b) Como conjunción: “Aunque todos protesten, yo diré lo
que pienso” .
El modo verbal con la conjunción licet es el subjuntivo (po­
tencial impresivo) que le corresponde en la construcción para-
táctica.

§ 4 . — ha subordinación interrogativa

A) 1. Para completar la visión panorámica de la subordina­


ción latina hemos de referirnos ahora a las oraciones llamadas
354. IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LA TÍN

tradicionalmente “ interrogativas indirectas” , y que nosotros ve­


nimos llamando “ interrogaciones subordinadas” .
Para ser consecuentes con nosotros mismos debiéramos seña­
lar, como hemos hecho hasta aquí, las “partículas” introductoras
de este tipo de oraciones.
2. No vamos, sin embargo, a dedicar unos párrafos por sepa­
rado a cada una de las formas introductoras de “ interrogaciones
subordinadas” : en primer lugar, porque el número y variedad
de formas subordinantes es aquí muy superior a cuanto hemos
visto en cualquier otro tipo de oraciones subordinadas; en se­
gundo lugar y sobre todo porque la variedad de elementos intro­
ductores no implica variedad de problemas: el funcionamiento
de todas las interrogativas subordinadas es el mismo, cualquiera
que sea su forma introductora.
3. Todo el léxico interrogativo sirve por igual para introducir
interrogativas subordinadas y no-subordinadas: pronombres,
adjetivos, adverbios (quis, quid, uter, qualis, quantus, etc.; ubi,
quo, unde, qua; ut, quomodo, quamobrem, cur, quare, quando,
etcétera) o partículas interrogativas propiamente dichas (-ne,
num, an, utrum, nonne, etc.).
Todo este sistema de pronombres y adverbios interrogativos,
que parece predestinado por naturaleza a introducir preguntas
(como efectivamente las introduce en las interrogaciones direc­
tas) , se convierte en introductor de respuestas, similares a todas
las respuestas que se nos dan en cualquier tipo de oración subor­
dinada:
Quaero quis uenerit “Pregunto — (¿qué?)— que quién ha ve­
nido”
Nescio quis uenerit “No sé — (¿qué?)— quién ha venido”
Memorat ut legiones fugauerit “ Está recordando — (qué?) —
cómo ha puesto en fuga las legiones” (Pl., Amph., 136)
Nec quid agam certum est “No está decidido — (¿qué?)— qué
he de hacer” (Ter., And., 209).
El léxico interrogativo no pierde nunca, en la subordinación,
su valor propio de palabra autónoma: de aquí que no pueda ha­
blarse de “partículas” subordinantes cuando nos referimos a los
pronombres (adjetivos) o adverbios que introducen las interro­
gaciones subordinadas.
LA SUBORDINACIÓN 355

B) 1. Refiriéndonos a la “ interrogación indirecta” , ya he­


mos criticado y rechazado el término “ indirecta” (cf. supra,
p. 72). Tampoco nos satisface el término “ interrogación” , aun­
que, cediendo al peso de la tradición, lo vamos a mantener. La
verdad es que las interrogaciones o son directas o, si dejan de
serlo, se convierten en un producto nuevo y lingüísticamente
tan distinto del primero que es un tanto peligroso seguir po­
niéndole la misma etiqueta de “inteíf-ogativas” , aunque se matice
tal denominación con el añadido de “ indirectas” o “ subordi­
nadas” .
Veamos algunas de las hondas diferencias que median entre
la interrogación directa y la interrogación subordinada.

2. El rasgo distintivo y propio de una interrogación (directa)


es la entonación inconfundible que la caracteriza:
Tu me heri hic uidisti? “ ¿Tú' me has visto aquí ayer?” (Pl.,
Amph., 725)
Tu quoque aderas? “ ¿También tú estabas allí?” (Ter., Phorm v
858)
Clodius insidias fecit Miloni? “ ¿Clodio tendió emboscadas a
Milón?” (Cic., Mil., 60); etc.
Suele darse mucha importancia en nuestras descripciones tra­
dicionales de la interrogación a las partículas interrogativas y a
las alteraciones en el orden de palabras que frecuentemente se
observan en las frases interrogativas; pero estas particularidades
suplementarias no son estrictamente distintivas y pueden silen­
ciarse a la hora d? caracterizar la modalidad interrogativa (cf.
A. Díaz Tejeda, “La frase interrogativa como modalidad” , en
Revista Española de Lingüística, III, núm. 1, p. 109).

3. En cambio, lo que no puede silenciarse —y es ésta la se­


gunda característica de la interrogación— es “ la relevancia im­
periosa del hablante a nivel de la comunicación” ... “ El valor gra­
matical de la modalidad interrogativa consiste en una postura de
contraste y reacción por parte del hablante, mediante la entona­
ción que le es pertinente, frente al contenido contextual” (Díaz
Tejeda, loe. cit.).
La interrogación como modalidad de la frase, es decir, en
cuanto modalidad del alma del hablante (διαθέσει τής φυγής). no
356 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LA TIN

admite transposiciones gramaticales, ya que el hablante es un


ente exterior al signo lingüístico (cf. supra, pp. 48 y 53). Por eso
en la interrogación subordinada desaparece la típica e insustitui­
ble entonación de la interrogación directa; o, dicho en otros tér­
minos, por eso sólo la interrogación directa es susceptible de
adoptar la modalidad interrogativa.
Entonces, si en la subordinación desaparece el hablante y,
con él, la entonación que expresaba su postura ante el contenido
contextual, ¿es legítimo seguir llamando “ interrogativa (subor­
dinada)” a una oración que carece de los rasgos distintivos de
una oración interrogativa?
En todo caso, quede claro que “ oración interrogativa subordi­
nada” designa una clase de oraciones subordinadas cuyos térmi­
nos introductores pertenecen al sistema interrogativo, pero con
exclusión de la modalidad interrogativa que podría afectarles
en posición independiente.

C) 1. Interrogación directa e interrogación indirecta suelen


considerarse como variantes que comportan un mismo contenido,
a pesar de las diferencias gramaticales que las separan. Ello es
cierto sólo hasta cierto punto.
Interrogación directa: Accepisti meam epistulam? “ ¿Has re­
cibido mi carta?”
Interrogación indirecta: An acceperim (epistulam tuam)
quaeris “ Preguntas si he recibido tu carta” (Pl., Ep., 9, 28, 5).
/Accepisti meam epistulam? / es una interrogación en boca
de alguien. El hablante no utiliza el verbo quaerere para que su
oyente se informe de que el mensaje constituye una pregunta: el
significante de la modalidad interrogativa es la entonación de la
viva voz (el signo de interrogación en la lengua escrita).
/An acceperim tuam epistulam quaeris/ es una traducción, en
modalidad declarativa, del mensaje anterior. No requiere la pre­
sencia del hablante; y en ausencia de éste y de su entonación
personal como portadora de la modalidad interrogativa se emplea
un verbo que por el semantema verbal (quaero) indica que se
trata de una pregunta, y, además, gracias a la categoría verbal de
la “persona” , indica quién es el sujeto que pregunta.
Pero dicho verbo plantea ¿pso jacto, por su transitividad, un
problema: “ pregunto (-as, -a, etc.) ¿qué?. Y, acto seguido, viene
LA SU BORDIN ACIÓN 357

la respuesta a este problema, es decir, el objeto de la pregunta.


Pero todo en pura modalidad declarativa. Basta observar, para
comprobarlo, que ante un mensaje que incluya una “ interroga­
ción subordinada” puede plantearse la cuestión de su veracidad:

La primavera ha venido:
Nadie sabe cómo ha sido.

¿Es o no es verdad que nadie sabe cómo ha sido?


No es posible aplicar semejante prueba a^la interrogación
directa: /¿Cóm o ha sido?/
La interrogación “ indirecta” , es decir, subordinada, siempre
se queda incorporada como elemento de “ otro mensaje” : otro
mensaje que puede adoptar cualquiera de las modalidades de
la frase:
a) Ejemplo de incorporación a mensajes declarativos:
Nescío quis uenerit.
b) Ejemplo de incorporación a mensajes interrogativos:
Quid illo faciemus, stulta? — Quid facias rogas? “ ¿Qué hare­
mos con él, tonta? — ¿Preguntas qué has de hacer? (Ter., Eun.x
837).
c) Ejemplos de incorporación a mensajes impresivos: Vita
quam sit breuis, cogita “ Piensa en la brevedad de la vida” (Pl.,
Most, 726)
Videamus primum deorumne prouidentia mundus regatur,
deinde consulantne di rebus humanis “ Veamos en primer lugar
si la providencia divina gobierna el mundo, y, después, si los dio­
ses se preocupan de las cosas humanas” (Cic., deor. nat., 3, 65),
2. Ahora bien, en determinadas condiciones, las interroga­
ciones subordinadas, incorporadas ya sea a frases declarativas,
ya interrogativas, ya impresivas, dejan traslucir lo que pudiera
ser una interrogación directa; y tanto el hablante como el oyente
las toman por el lado del contenido como si fueran interroga­
ciones directas. Así, /quaero quis uenerit/ no se interpreta como
pura información a la que cabría, por parte del oyente, una re­
acción como ésta: “ ¡Enterado! Ya sé que preguntas por la iden­
tidad de alguien que ha llegado” .
En lugar de esa interpretación tan lógica, el hablante que
dice “ Quaero quis uenerit” y el oyente que capta ese mensaje
358 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LA TÍN

informativo, entienden la declaración como un sustituto de la


pregunta absoluta e intempestiva “ Quis uenit?” ; y entonces ya
no se contesta con un / “ enterado de lo que dices” /, sino que se
contesta: “Ha venido Fulano” .
Volviendo al ejemplo de Plinio (E p 9, 28, 5)': An acceperim
(epistulam) quaeris. — Non accepi “ Me preguntas si he recibido
tu carta. — No la recibí” . Es la misma respuesta que hubiera
dado a la interrogación directa: Accepisti epistulam meam?
En todo esto no hay nada de extraño. Más difícil parece, y es
no obstante frecuente, que un mensaje declarativo como “Fumar
es nocivo” pueda, en determinadas circunstancias, sustituir —y
resultar equivalente— a un mensaje impresivo: “ ¡No fumes!”

D) Como confirmación de la doctrina aquí sostenida, no está


de más señala? el paralelismo exacto, en cuanto a modalidad se
refiere, entre mensaje interrogativo directo / mensaje interroga­
tivo indirecto (es decir, subordinado) por un lado, y, por otro,
entre mensaje impresivo directo / mensaje impresivo indirecto
(es decir, subordinado) :

quis uenit? uenil


quaerit quis uenerit. iubet te uenire.

fueni!/ es mensaje impresivo; /iubet te uenire/ no lo es. Este


último es declarativo, aunque de semántica impresiva (por el
léxico utilizado). Su carácter declarativo se comprueba, como
siempre, por la posibilidad de someterlo a la prueba de la vera­
cidad: “ ¿Es verdad o no es verdad que él te manda venir?” No
puede someterse a la misma prueba el mensaje impresivo di­
recto ¡u e ni!/.

E) Caracterización de la interrogación subordinada. — Fren­


te a la interrogación directa, que no requiere más que un ha­
blante in actu con la entonación adecuada, la interrogación su­
bordinada exige condicionamientos más complejos tanto en la
oración principal como en la propia subordinada.

1. En primer lugar el verbo principal o regente no puede ser


cualquiera: ha de ser el verbo “ preguntar” u otro más o menos
LA SUBORDINACIÓN 359

análogo. En latín quaerere es el gran verbo regente de las in­


terrogativas subordinadas; en su lugar puede salir rogare} que
es un sinónimo, y algunos más que, sin ser sinónimos de quae­
rere, tienen en su semántica algún rasgo que implica búsqueda,
averiguación o algo parecido: dubito, scio, nescio, ignoro, (in)
certus sum, clam me est, considero, delibero, uideo (sobre todo
en imperativo: uide), metuo ( = “ me pregunto con temor” ),
exspecto, etc.; y, por supuesto, dico (¡que abarca por definición
cuanto es susceptible de decirse!).
Los estudiosos se han complacido durante generaciones en
establecer listas y contar los verbos que “rigen” ya sea tal o
cual caso como complemento nominal, ya sea la construcción de
infinitivo, ya sea el ut con subjuntivo, etc., etc. No conocemos
ninguna publicación en que se consignen los verbos que -rigen”
la oración interrogativa indirecta; si la hubiera comprobaríamos
sin duda que el número de verbos susceptibles de llevar interro­
gaciones subordinadas es muy reducido.

2 a) Caracterización negativa de la propia interrogación su­


bordinada es la ausencia de la entonación interrogativa, como
hemos dicho insistentemente en las páginas anteriores.
b) En segundo lugar, en contraste con lo que ocurre con las
interrogaciones directas, es indispensable en las interrogaciones
subordinadas la presencia de un término introductor pertene­
ciente al léxico interrogativo. Este término interrogativo intro­
ductor puede ser una partícula propiamente dicha (-ne, num,
utrum, an, etc.), un pronombre (quis), un adjetivo (quantus,
qualis, etc.) o un adverbio (ut, ubi, cur, etc.) de las respectivas
serie;; de interrogativos.
Leemos en algunos tratados (por ejemplo, Ernout-Thomas,
§ 317) que la presencia de un término introductor no es indis­
pensable en la interrogación indirecta, como tampoco lo es, según
ellos y según hemos dicho nosotros mismos antes, en la interro­
gación directa. Sin embargo, si nos atenemos a los textos, no
puede sostenerse que la interrogación directa y la indirecta res­
pondan a la misma norma en cuanto a la presencia o ausencia
del término interrogativo introductor. La ausencia de dicho tér­
mino en las interrogaciones directas se da con tanta frecuencia
360 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LATIN

que no puede admitirse como norma de la lengua latina su pre­


sencia.
En cambio, los casos de ausencia de un término interrogativo
como introductor de la interrogativa subordinada son — nadie lo
pone en duda— una auténtica rareza.
Nosotros creemos incluso que la norma según la cual una
interrogación subordinada ha de llevar siempre un término inte­
rrogativo se aplica a lo largo de toda la historia de la lengua
latina sin excepciones; y que los pretendidos y contados casos
de interrogación subordinada sin el correspondiente término in­
troductor son malas interpretaciones de los editores, que toman,
innecesariamente, como construcción hipotáctica lo que en rea­
lidad es una construcción paratáctica. Veamos algún ejemplo:
Velit nolit scire difficile est (Cic., ad Quinct. fr., 3, 8, 4). Se
dice que aquí /uelit nolit/ está, excepcionalmente, por /utrum
uelit an nolit/ “Es difícil saber si quiere o no quiere” . Pero nada
se opone a que interpretemos: Velit? Nolit? Scire difficile est
“ ¿Lo querría? ¿No lo querría? Es difícil saberlo” .
Exactamente lo mismo ocurre con otro texto de Cicerón
(Verr., 3, 62) donde Ernout-Thomas ven una interrogación indi­
recta en la que /taceret responderet/ estaría por ¡taceretne an
responderet/. El texto dice: Homo quid ageret: taceret respon­
deret, quid faceret denique illa aetate et auctoritate praeditus,
nesciebat. Nosotros interpretamos en construcción paratáctica:
Homo quid ageret? Taceret? Responderet? Quid faceret denique
illa aetate et auctoritate praeditus? Nesciebat. “ ¿Qué podría
hacer nuestro hombre? ¿Se callaría? ¿Respondería? ¿Qué podría
hacer en una palabra un hombre de su edad y prestigio? No lo
sabía.”
Evidentemente, la gran frontera entre interrogación directa
e interrogación indirecta está en la modalidad de la frase, es
decir, en la entonación del hablante. Por lo tanto, el problema
puede planteársenos a nosotros al enfrentarnos con un texto
antiguo; no se plantearía en el lenguaje vivo y modulado inequí­
vocamente.
c) La presencia de un término del léxico interrogativo y la
ausencia de la modalidad interrogativa como frase son, a nues­
tro juicio, las dos características auténticamente distintivas de
la interrogación subordinada. No obstante, nuestros manuales
LA SUBORDINACIÓN 361

de sintaxis insisten más en otra característica menos constante,


a saber, el modo verbal de esta clase de subordinadas: el modo
subjuntivo.
Sin embargo, la generalización del subjuntivo en tales ora­
ciones es un hecho bastante reciente y sin llegar nunca a elimi­
nar totalmente el indicativo.
Este último modo aparece con relativa frecuencia en período
preclásico :
Nescio quis loquitur “ No sé quién habla” (Pl., Amph., 1.056)
Vides ut expalluit? “ ¿Ves cómo se ha puesto, de pálido?”
(Pl., Cure., 311).
Y sigue apareciendo, aunque mucho menos, en el período
clásico y postclásico :
Dic, quaeso, num. te illa terrent “Dime, por favor, si te asu"s,tan
aquellas cosas” (Cic., Tuse., 1, 10)
Tantum quod mihi non dixerat quid pridie cenaueram “ Tan
sólo le faltó decirme qué había yo comido la víspera” (Petr.,
76, 11).
De estas interrogativas subordinadas con indicativo se ha
dicho repetidas veces (cf. Kroll, Sintaxis científica, 1935, p. 86,
ed. alemana, 1917; Wackernagel, Vorlesungen über Syntax, I,
1926, p. 242; Blatt, Précis de syntaxe latine, 1952, p. 267; etc.)
que faltan de caracterización gramatical, o que no han llegado a
subordinarse por completo. Pero, preguntamos nosotros, ¿no
queda suficientemente asegurada su caracterización gramatical
y su condición de subordinadas mediante el léxico interrogativo
y la carencia de modalidad interrogativa?

5 5. — La oración de infinitivo

No hay oración subordinada más típica y frecuente en latín


que la oración de infinitivo. Es difícil leer un período de cual­
quier autor clásico sin que nos la encontremos una o varias veces.
Las sintaxis latinas dedican tradicionalmente un largo capí­
tulo a este importantísimo tipo de subordinación. Nuestra expo­
sición será mucho más breve.

1. En primer lugar porque gran parte del largo capítulo


aludido está siempre dedicado a enseñarnos qué verbos requieren
362 IN TRO DU CCIÓN A L A S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL L A T ÍN

la construcción con infinitivo y /o con ut completivo; y nosotros


ya nos hemos referido a esta alternancia al tratar del ut (cf.
pp. 152 ss.).
2. En segundo lugar porque la subordinación mediante el
infinitivo no plantea problemas en cuanto a su uso como ele­
mento no-autónomo. Precisamente la gran diferencia entre la
subordinación infinitiva frente al resto de la subordinación ra­
dica en que la subordinación de verbos en forma personal (salvo
restos paralácticos como uolo facías, caue cadas, etc., cf. supra,
p. 102) necesita marcas que adviertan del gran cambio, esto es
—repitiendo palabras de Bally ya citadas anteriormente— , que
adviertan de la transposición suprema que se apodera de una
oración entera para convertirla funcionalmente en sustantivo,
adjetivo o adverbio. Al estudio de tales marcas hemos dedicado
las páginas que preceden sobre la subordinación latina.
Pero lo característico de la subordinación infinitiva es que no
precisa marca alguna de subordinación. El infinitivo, como forma
nominal es, por naturaleza, “ subordinado” ; dicho en otros tér­
minos, el infinitivo, como cualquier otro nombre, desempeñará
por derecho propio cualquiera de las grandes funciones del nom­
bre (sujeto o complemento directo) u otras funciones nominales
de menor envergadura como la de aposición o la de predicado
nominal :
a) Sujeto:
Decorum est pro patria mori “Es honroso morir por la patria”
(Hör., Od., 3, 2, 13).
b) Objeto :
Ego amo esse et bibere ( — cibum et potum) “A mí me gusta
el comer y el beber” (Pl., Poen., 313).
c) Aposición:
lllud est dulce} esse et bibere “ Aquello es lo agradable: el
comer y beber” (Pl., Trin., 259).
d) Predicado :
Illuc est sapere “Eso es sabiduría” (Ter., Eun., 782).
I
3. Lo que requiere explicación no son esos usos “ subordina­
dos” del infinitivo sino sus usos independientes, es decir, esos
L A SU BORDIN ACIÓN 363

usos en que el infinitivo se convierte en centro de frase, esto es,


en predicado independiente como es lo normal de cualquier
forma personal; ello ocurre, como es bien sabido, en el llamado
infinitivo histórico, el infinitivo exclamativo y el injinitiuus im-
peratiuus; cuestiones éstas ya tratadas por nosotros al estudiar
Jos modos en oración independiente (cf. supra, pp. 57 ss.).

4. Se nos podría tal vez echar en cara que nosotros pare­


cemos estar pensando tan sólo en el simple y desnudo infinitivo
como sujeto u objeto de un verbo (decorum est mori; amo bibere),
y olvidamos que tal infinitivo escueto no es lo que constituye la
llamada “ oración de infinitivo” ; esta denominación se reserva
para el infinitivo con sujeto en acusativo (accusatiuus cum infi-
nitiuo).
Pero no es así; lo que pensamos es que la añadidura-al infi­
nitivo de un acusativo, susceptible de interpretarse como un su­
jeto, no cambia sustancialmente la situación sintáctica.
Supongamos que se diga como recomendación general : Irasci
minime decet “De ninguna manera es conveniente montar en
cólera” ; o que se diga con Cicerón (Tuse., 4, 55) como recomen­
dación particular al orador: Oratorem irasci minime decet “De
ninguna manera es conveniente que el orador monte en cólera” ;
el tipo sintáctico es el mismo. La posible ampliación del núcleo
infinitivo mediante un acusativo-sujeto (o un segundo acusativo-
objeto, o un adverbio, o un complemento cualquiera) son meras
variantes del mismo tipo sintáctico.
No parece necesario multiplicar los ejemplos. He aquí, no
obstante, algunos:

E l i n f i n i t i v o SIN s u j e t o E l i n f i n i t i v o CON s u j e t o
EN ACU SATIVO EN ACUSATIVO

A) Como sujeto:

Bonum est pauxillum amare Adparet seruum hunc esse do-


“ Buena cosa es amar un poqui- mini pauperis “Está claro que
to” (Pl., Cure., 176). éste es el siervo de un amo po­
bre” (Ter., Eun., 486).
364 INTRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL LA TIN

B) Como objeto:

Me quasi murenam exossare co­ Illam ciuem esse aiunt “Dicen


gitat “ Piensa deshuesarme co­ que la muchacha es ciudadana”
mo a una murena” (Pl., Amph., (Ter., And., 833).
319).

C) Como aposición:

Illiul est dulce, es se et bibere Certe hoc scio, tibi esse febrim
“Lo agradable es aquello, el co- “Estoy seguro de esto: que tie-
mer y beber” (Pl., Trin., 259). nes fiebre” (PL, Pseud., 642).

D) Como predicado:

Illuc est sapere “Eso es sabidu- Istucine est operam dare bo-
ría” (Ter., Ειιη., 782). num sodalem? “ ¿Es ésa la ayu­
da de un buen compañero?”
(Pl., Merc., 620).

5. Un problema que plantea la oración de infinitivo *es la


cuestión histórica de su origen. ¿Cómo el acusativo, normalmente
el caso del objeto, y, como tal, el polo opuesto del nominativo o
sujeto, ha podido llegar a considerarse como sujeto? Hay varias
hipótesis ante esta paradoja. La explicación más extendida con­
siste en ver originariamente en el acusativo un complemento
directo normal del verbo principal y una reagrupación posterior
dé la articulación sintáctica mediante la cual el acusativo se une
más estrechamente al infinitivo que al verbo del que depende
en principio: “Lo que hemos convenido en llamar el sujeto de
la oración de infinitivo no era en un principio más que un com­
plemento del verbo en modo personal, que estaba construido con
dos acusativos, uno de persona, el otro de la acción: iubeo eum
uenire (le doy una orden, la de venir)” (Riemann-Ernout, Syn­
taxe latine d’après les principes de la grammaire historique,
1942T, p. 317).
LA SU BORDIN ACIÓN 365

Nosotros ya hemos hecho algunas referencias personales al


tema (cf. vol. I, pp. 116-117). Y no insistimos más aquí porque
tal cuestión diacrónica no condiciona el funcionamiento de la
oración de infinitivo como núcleo subordinado en el período
histórico.

6. Como no hemos tratado en este volumen las categorías de


la voz y el tiempo en su aplicación al verbo latino, tampoco nos
referimos ahora a las variaciones de la oración de infinitivo a
nivel de dichas categorías gramaticales; tales variaciones están
por lo demás perfectamente registradas y ejemplificadas en cual­
quier gramática latina escolar o científica.
LA COORDINACIÓN

Pasamos ahora a referirnos a la oración compuesta por coor­


dinación.
“ Subordinación” o “hipotaxis” son términos que aluden muy
apropiadamente a elementos sintagmáticos en relación vertical
y en planos superpuestos, es decir en dependencia jerárquica de
inferior a superior (o de “regido” a “ regente” ) en la construc­
ción del período.
“ Coordinación” o “ parataxis” aluden con igual propiedad a
elementos en relación horizontal, es decir, situados en el mismo
plano, o mismo nivel jerárquico en la construcción del período.
Los elementos unidos por coordinación tienen siempre idén­
tica función sintáctica. Cualquier elemento de una oración y cual­
quier oración entera (ya sea ésta independiente, ya principal, ya
subordinada de cualquier tipo) puede desdoblarse y dar así lugar
a la coordinación.

§ 1. — Coordinación por yuxtaposición

La coordinación puede realizarse por simple yuxtaposición


(άσύνδετον o coordinación asindética) o por medio de partículas
(coniunctiones copulatiuae, disiunctiuae et aduersariae).

1. Aunque sea un lugar común, conviene recordar que la


simple yuxtaposición constituye el grado más rudimentario y
primitivo de la composición sintáctica.
No es, pues, de extrañar la frecuencia de este tipo de coordi­
nación:
a) en expresiones arcaicas o en sectores lingüísticos espe-
LA COORDINACIÓN 367

cialmente conservadores, como el lenguaje religioso, jurídico o


institucional (asyndeton soüemne):
Iuppiter Optimus Maximus, uolens propitius, uelitis iubeatis,
emptio uenditio, qui damnatus est erit, ...
Especial mención merecen los pares de colegas en las magis­
traturas :
Cn. Pompeio, M. Crasso consulibus; ab A. Postumio, Q. Ful-
uio censoribus ...
Pero fuera de las “ fórmulas oficiales” ha de usarse la coordi­
nación conjuntiva. Así, Cicerón, refiriéndose a los cónsules Mar-
cus Aemilius Lepidus y Lucius Volcacius Tullus, escribe: Lepido
et Tullo consulibus (Cat., 1, 15); el motivo es sin duda que la
designación de los cónsules exclusivamente por su respectivo
cognomen, en lugar del habitual praenomen y nomen, resulta del
todo ajena a la fórmula consagrada.
Tampoco T. Livio tiene por qué usar la fórmula mecánica de
la yuxtaposición cuando en un momento crítico para Roma nos
dice quiénes desempeñaban precisamente en aquellas circuns­
tancias las funciones consulares: Consules tunc Romae erant
P. Cornelius Scipio et Ti. Sempronius Longus (21, 63).
b) en géneros literarios- próximos al habla popular y fami­
liar (comedia, cartas, sátira) :
Valent pater mater? “ ¿Están bien tu padre (y) tu madre?”,
o, mejor: “ ¿Están bien tus padres?” (Pl., Merc., 948)
Dictum factum “Dicho (y) hecho” (Ter., Heaut., 381)
Melius peius, prosit obsit, nihil uident nisi quod lubet “Lo
mejor, lo peor, lo útil, lo perjudicial, nada ven fuera de lo que
les gusta” (Ter., Heaut., 643)
Par impar ludere “Jugar a pares (y) nones” (Hör., Sat., 2, 3,
248).

2. Pero a pesar de su primitivismo originario, el “ rudimen­


tario” procedimiento de composición asindética nunca fue des­
deñosamente olvidado en el período áureo de la bella literatura
latina. Al contrario: hasta los autores más refinados acuden a la
“ sencilla” yuxtaposición como recurso estilístico de sabios efec­
tos expresivos.
Un significativo ejemplo puede ser el siguiente de Tácito. Ha­
blando del atormentado período que nos va a describir en sus
368 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL L A TIN

Historias, dice que hubo prodigios tanto en el cielo como sobre


la tierra, y que, además, hubo respecto al futuro, praesagia, laeta,
tristia, ambigua, manifesta (Hist., 1, 3, 3; transcribimos la pun­
tuación de la edición Les Belles Lettres); literalmente, con
una avara economía sintáctica, dice: “ presagios, alegres, tristes,
ambiguos, manifiestos” . La gran sorpresa del lector (antiguo o
moderno) es la de compaginar los adjetivos semánticamente tan
discordantes y referidos no obstante en buena ley, mediante la
concordancia gramatical, al mismo sustantivo: ¿cómo pueden ser
los presagios “ alegres y tristes” , “ ambiguos y precisos” ? Para
que el lector pueda entender el texto, ha de poner por su cuenta
la “gramática” ahorrada por el autor: “presagios (por un lado)
alegres (o, al revés) tristes (y por otro lado), ambiguos (o, al
revés) precisos” . Y tal lector descansa (¡satisfecho de “su propio”
y “ agudo” hallazgo!) cuando cae en la cuenta del único acopla­
miento posible ante el desnudo material léxico.
Los efectos estilísticos de la yuxtaposición pueden ser varia­
dos. En el ejemplo anterior el asíndeton subraya, según hemos
comentado, las antítesis adjetivales. Otras veces subraya una
gradación: Ex cupiditatibus odia, discidia, discordiae, seditiones,
bella nascuntur “ De las pasiones nacen los odios, las disensiones,
las discordias, las revueltas, las guerras” (Cic., Fin., 1, 44).
En el famoso ueni, uidi, uici, la yuxtaposición, junto con las
reiterativas similaridades fónicas, marca la rápida sucesión de
los acontecimientos. Algo análogo ocurre en este verso de Plauto:
Ñeque illa ulli homini nutet nietet annuat “ No se entienda
con ningún hombre (ni) por señas, (ni) guiños, (ni) muestras de
aprobación” (Asín., 784). Al mismo efecto contribuye la tan fre­
cuente yuxtaposición de los infinitivos llamados históricos (¡que
ya son por sí solos una gran muestra de economía gramati­
cal!) : Interea Catilina in prima acie uersari, laborantibus succu­
rrere, integros pro sauciis arcessere, omnia prouidere, multum
ipse pugnare, saepe hostem ferire “Entretanto Catilina se mul­
tiplica en la primera línea, socorre a los que se hallan en situa­
ción crítica, llama tropas de refresco en sustitución de los
heridos, está en todo, toma buena *parte personalmente en el
combate, alcanza muchas veces al enemigo con sus golpes” (Sal.,
Cat., 60, 4).
Etc., etc.
L A COORDINACIÓN 369

§ 2. — Coordinación por polisíndeton

El polo opuesto del asíndeton es la coordinación por polisín­


deton. El polisíndeton es una acumulación de partículas de en­
lace. Si el asíndeton es un ahorro de gramática, el polisíndeton
es un lujo y hasta un despilfarro, con fines estilísticos, de re­
cursos coordinantes.
Por el polisíndeton trata el autor de moderar el correr dis­
cursivo y fijar la mente en cada elemento coordinado en par­
ticular :
Eum tibi commendo ut et hospitem3 et familiarem meum, et
gratum hominem, et uirum bonum et principem duitatis suae
(Cic., Fain., 13, 25).
La figura retórica del polisíndeton suele asociarse a otras
exornationes, como ocurría, según hemos visto, con la yuxtapo­
sición asindética; además ya sabemos, según doctrina reiterada­
mente expuesta por nuestro colega Hernández-Vista, que los
estilemas no se presentan aisladamente, sino en convergencias
desde los diversos estratos de la lengua. En el ejemplo anterior
pueden observarse, entre otras cosas, curiosas homofonías simé­
tricas. Otro tanto puede decirse del texto que sigue:
Tu uero ut me et appelles, et interpelles, et obloqimre, et
colloquare uelim “ De verdad yo quisiera de ti que me llames la
atención, y que me interrumpas, y que me quites la palabra,
y que dialogues conmigo” (Cic., Quinct. fr., 2, 8, 1).

§ 3 . — Las partículas coordinantes

Entre el extremo de la yuxtaposición (pater mater) y el del


polisíndeton (et pater et mater), está la coordinación del tipo
pater et mater, más usual en latín y más próxima a las costum­
bres de nuestra propia lengua:
Omnium primum salutem dicito matri et patri “Ante todo
saluda a mi madre y a mi padre” (Pl., Capt., 389).
370 XNTRODXJCC , ' n A LA S IN T A X IS E ST R U C T U R A L DEL L A TIN

A) C o o r d in a c ió n c o p u l a t iv a

1. El estudiante que se inicia en la lengua latina se sorpren­


de al encontrarse con cuatro formas equivalentes (?) a nuestra
conjunción “y” : et, atque, ac y la enclítica -que.
Aprende pronto que atque y ac son variantes materiales de
la misma conjunción, como “y” / “ e” del español, y que el uso de
una u otra variante depende, como ocurre en !<y” , “ e” , del en­
torno fónico. En latín se usa ac sólo ante consonante; su doblete
atque puede usarse siempre, pero normalmente sólo aparece
ante vocal o h.
Aún así quedan tres formas latinas a traducir por nuestra
única conjunción “y ” .
Generalmente los latinistas, con tímidos atisbos de distinción,
no ven en las tres formas latinas sino la mera función unitiva o
aditiva de nuestra propia conjunción, y consideran más o menos
explícitamente que hay muy poco o nada de sistemático en el
empleo de una u otra de las tres formas del latín. No es raro
incluso que los comentaristas hablen de puro capricho ante cier­
tos usos de las variadas conjunciones en los textos literarios
latinos.
Es más : resulta fácil presentar los hechos de manera que pa­
rezcan dar la razón a tales autores. He aquí algunas series de
cópulas “ caprichosas” (?) :

constare e x animo et corpore (Cic., Tuse., 3, 1)


constara ex corpore ani¡noque (Cic., Fin., 5, 34)
constare e x re atque uerbis (Cic., de orat., 3, 19).

senatus populusque Romanus (fórmula habitual)


senatus et populus Romanus (Sal., lug., I l l , 1)
populus et senatus Romanus (Sal., lug., 41, 2).

ferro ignique (clisé habitual)


ferro et igni (Suet., Caes., 75, 5)
igni atque ferro (Tác., An., 14, 38).
Etc. etc.
L A COORDINACIÓN 371

2. Mención aparte merecen los casos en que las conjunciones


parecen barajarse al azar para unir más de dos miembros. Y va­
mos a empezar por ellos precisamente.
Un buen ejemplo, entre mil, puede ser éste de Tácito :
Tiberii Gaique et Claudi ac Neronis res florentibus ipsis ob
metum falsae, postquam occiderant recentibus odiis compositae
sunt (An., 1, 1, 3).
Calcamos la traducción francesa de este texto debida a Goel-
zer (ed. Les Belles Lettres, 1953), que hace caso omiso de las
cópulas del original latino: “La historia de Tiberio, de Gayo, de
Claudio y de Nerón, falsificada por el miedo en la época de su
esplendor, se escribió después de su muerte bajo el dictado
de odios todavía vivos” .
Es éste uno de los casos en que algunos comentaristas han
hablado de arbitrariedad en el uso de las partículas copulativas.
Ahora bien, lo menos que puede alegarse para justificar a Tácito
es que el gran historiador se sirvió de la variedad de instrumen­
tos copulativos disponibles en su lengua para agrupar a los cua­
tro emperadores, no como cuatro términos en serie única y me­
ramente cronológica (cf. la traducción antes citada), sino como
una adición de términos previamente agrupados dos a dos.
Esquemáticamente, la traducción que hemos ofrecido se re­
presentaría así:
A - f B + C -fD ;

en cambio, el texto de Tácito se representaría así:

(A + B) + (C + D ).

La perspectiva de Tácito tiene un claro fundamento histó­


rico : distingue en la dinastía “julio-claudiana” , por un lado a los
¿“julios” (Tiberio y Gayo) y por otro lado a los “ claudios” (Clau­
dio y Nerón). Tácito apunta aquí por medios puramente grama­
ticales a la distinción más explícita que hace en Hist., 1, 16, 2,
cuando escribe: finita Iuliorum Claudiorumque domo “ extingui­
da la dinastía de los Julios y los Claudios” . De acuerdo con esta
perspectiva y para reflejar el juego de las conjunciones del ori­
ginal, podemos traducir: “La historia, por un lado, de T. y G., y,
por otro, de Claudio y Nerón...”
372 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL L A T ÍN

Tácito —y el procedimiento es general en él y en todos, los


autores del período clásico— combina los diversos elementos
yuntivos del latín para señalar diversas agrupaciones de los tér­
minos enumerados.
Los grupos así establecidos pueden:
a) Hallarse en el mismo nivel sintagmático, como ocurre en
el aludido texto de Tácito. No acarrea entonces graves conse­
cuencias el hecho de no reparar en los grupos e interpretarlos
como serie única y uniforme, tal como se ha hecho en la men­
cionada traducción de Goelzer. Lo mismo ocurre en matemáticas,
donde sale una respuesta correcta aunque se haga caso omiso de
los paréntesis en la suma (A -f- B) -f- (C + D ).
b) Pero pueden también hallarse en distintos niveles sintag­
máticos: entonces traería graves consecuencias el no percatarse
de la agrupación establecida: caería el filólogo en un error similar
al craso y frecuentísimo error del matemático principiante que
no sabe interpretar los paréntesis en una operación como : (A -|-
-f- B) -f- (C -f- D)R.
Agí, plebs sordida et circo ac theatris sueta (Tác., Hist., 1,
4, 3) es un texto muy claro: “la plebe burda y-además ( = eí)
acostumbrada al circo y a las representaciones teatrales” ; et une
sordida y sue ta, como determinantes de plebs; ac une el bloque
circo ac theatris, que determina a sueta.
Si pusiéramos un segundo et en lugar de ac, cambiaría la in­
terpretación; habría que ver en et circo *et theatris un caso de
polisíndetoh que uniría exclusivamente los dos ablativos deter­
minantes de sueta.
He aquí ahora un texto de Cicerón que, sin las variaciones
copulativas, se convertiría en auténtico jeroglífico:
Contemnamus igitur omnis ineptias totamque uim bene ui-
uendi in animi robore ac magnitudine et in omnium rerum hu­
manarum contemptione ac despicientia et in omni uirtute pona­
mus “Despreciemos, pues, todas las frivolidades y hagamos des­
cansar todo el peso de la felicidad (primero) en el vigor y la
grandeza del alma, luego ( = et) en el menosprecio y desdén de
todo lo humano y, por último ( = et) exclusivamente en la vir­
tud” (Tuse., 1, 95).
Puede observarse:
a) contemnamus ... totamque uim ponamus;
LA COORDINACIÓN 373

b) (ponamus) in ... et in ... et in...;


c) los dos primeros de estos tres complementos circunstan­
ciales están compuestos por bloques de dos términos cada uno
con ac como yuntivo : in robore ac magnitudine} in contemptione
ac despicientia.
Aunque menos complejos he aquí todavía un par de ejemplos
en que el lector puede apreciar cómo la variación de los elemen­
tos copulativos facilita la interpretación:

...P ellitu r paternos


in sinu ferens deos
'et uxor et uir sordidosque natos

“ Se expulsa a la esposa y al marido que se llevan en su regazo


a los dioses de sus padres y también a los propres hijos cubieftos
de andrajos” (Hor., Carm., 2, 18, 26-28).
Secutum est illud tempus occiso Caesaref quo res publica
penes Brutos uideretur esse et Cassium ac tota ciuitas se ad eos
conuertisse uideretur “ Ä la muerte de César siguió aquella etapa
en que el gobierno parecía estar en manos de los Brutos y tam­
bién ( = et) de Casio; más todavía (— ac), la ciudad entera
parecía haberse asociado a ellos” (C. Nep., Att., 8 ,1 ).
Ni los tratados científicos ni los escolares — donde estas ob­
servaciones serían de especial interés— prestan la debida aten­
ción a estos sutiles mecanismos copulativos del latín. Vamos a
insistir con un último pero llamativo ejemplo en el que han nau­
fragado ilustres latinistas. Se trata de un pasaje de Tácito (Hist.,
1, 10, 6) ; nos permitiremos introducir en el texto variados pa­
réntesis que no tienen otro objeto sino el de poner de relieve las
uniones a diversos niveles que ya están marcadas en Tácito me­
diante la variación de las cópulas:
[Occulta fati] et [(ostentis ac responsis) destinatum [Vespa­
siano liberisque eius 1 imperium] post fortunam credidimus; esto
es: “Los secretos del hado y el destino del imperio (apuntado)
por prodigios y oráculos a favor de Vespasiano y de sus hijos,
(todo eso) lo hemos creído después de su éxito” .
Es evidente la unión del bloque occulta fati e t ... destinatum
imperium como complemento directo de credidimus; el bloque
unido con ac es el complemento normal del participio destina-
374 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LA TÍN

tum (literalmente: “ destinado por prodigios y oráculos” ) y el


bloque unido con la enclítica -que es el complemento indirecto
normal del mismo participio (“ destinado para o a favor de...” ).
El texto no presenta, pues, dificultades de ningún tipo; sin
embargo, editores e intérpretes, evidentemente por no percatarse
del valor de las cópulas, han visto ahí grandes problemas y han
llegado incluso a sospechar que el texto debía estar corrompido
y necesitaba enmiendas. Citamos a continuación un comentario,
aunque algo largo, en el que afloran todos los imaginarios pro­
blemas y los esfuerzos de los filólogos por resolverlos:
“ Occulta fati ... credidimus: pasaje oscuro y de difícil inter­
pretación. La manera más clara de traducirlo consiste en atribuir
a la conjunción et significado explicativo, como en otros pasajes
acontece (et = id est), en cuyo caso la traducción del mismo será:
‘una vez proclamado Vespasiano emperador (post fortunam), he­
mos creído en la existencia (fuisse) de una fuerza oculta del des­
tino, a saber (et — id est) que por los pronósticos y vaticinios
(se. de los oráculos) estaba destinado el poder a Vespasiano y a
sus hijos’. Por algunos críticos se ha propuesto intercalar el abla­
tivo ui o potestate entre occulta y fati, en cuyo caso occulta debe­
ría interpretarse también como ablativo concertado con la pala­
bra intercalada. Es evidente que con tal enmienda desaparecen
todas las dificultades de interpretación que este pasaje ofrece”
(Bassols, Tácito, Historias, libro I, p. 137).

3. "Con lo dicho en el apartado precedente sobre la coordi­


nación múltiple al mismo nivel o a distintos niveles sintagmáti­
cos, parecemos atribuir a la variación copulativa un valor mera­
mente distintivo: parecemos admitir que lo importante es la va­
riación en sí misma, pero que sería indiferente acudir a cual­
quiera de las tres formas copulativas al iniciar cualquier adición
de términos homofuncionales con tal de cambiar y acudir a otra
forma cuando haya necesidad de establecer bloques entre los
elementos.
Aunque la realidad se limitara a sólo eso, ya valdría la pena
tener en cuenta la Variación de las cópulas múltiples como pre­
ciosa y hasta insustituible ayuda a la hora de interpretar ciertos
textos, según hemos comprobado. Pero tal concepto de la coordi­
nación copulativa sería incompleto: seguiríamos sin comprender
LA COORDINACIÓN 375

aquellos hechos en que sintagmas copulativos aparentemente


idénticos se presentan en textos diferentes y donde no ha lugar
la distinción en grupos, y no obstante aparecen unidos unas ve­
ces con et, otras veces con ac y otras con la enclítica -que; se­
guiría, pues, apareciendo como caprichosa la unión copulativa
en las series antes citadas como: constare ex animo et corpore
/ex corpore animoque/, ex re atque uerbis; etc.

4. Hemos de dar, pues, un paso más. Y aquí seguimos a Co-


seriu (Coordinación latina y coordinación románica, en Actas
del III Congreso Español de Estudios Clásicos, III, pp. 35-57).
Si en una lengua, escribe Coseriu, hay varias conjunciones,
ellas manifiestan algo más que la mera adición.
En el caso del latín, las tres conjunciones et, ac y -que forman
un sistema de oposiciones tal como se representa en el siguiente
esquema :

et ac -que

— +

Es decir : en una primera oposición et, como término negativo,


se opone al complejo (acj-que), como término positivo; y, dentro
del término positivo se establece una segunda oposición en la que
ac es término negativo frente al positivo -que. Por tanto, -que
es término doblemente caracterizado: caracterizado frente a et
y frente a ac; ac es término caracterizado frente a et y no carac­
terizado frente a -que; y, por último, et es término doblemente no
caracterizado: no caracterizado tanto frente a ac como frente
a -que.
Coseriu concluye con las siguientes definiciones:
et = “ adición”
ac — “ adición” -f- “ unidad”
-que = “ adición” + “ unidad” “ equivalencia” .
376 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LA TIN

5. Como bien saben los latinistas, et es la conjunción copula­


tiva más usual. Por tratarse del término no caracterizado, incluye
a a c y a -que y, por tanto, puede sustituir a ambas formas en
cualquier caso. No así a la inversa: ac y -que son de uso mucho
más limitado.
Dentro de la oposición ac/-que ocurre lo propio: ac incluye
a -que y puede, por tanto, sustituirla; no así a la inversa: -que
es de uso mucho más restringido que ac.
A c y -que, frente a la adición sin matices expresada por et,
marcan el carácter unitario de los términos adicionados: se trata
de términos que se presentan al hablante en contigüidad semán­
tica (sinónimos o antónimos) o en contigüidad “real” y impe­
rial : infamia atque indignitas, dulcia atque amara; terra marique,
ferro igniquc, senatus popidusque Romanus.
Por último, la elección entre ac y -que depende de la pers­
pectiva que ofrezcan los dos términos implicados en el'bloque:

a) Si aparecen como estrechamente unidos o lógicamente


equivalentes, el hablante usará -que. Fórmulas como terra ma­
rique, domi beílique, peto quaesoque, étc., vienen aquí a la mente
de cualquier latinista. En Tácito encontramos a poca distancia
dos ejemplos menos triviales e igualmente claros: Iuliorum
Claudiorumque domus “ la dinastía julio-claudiana” {Hist., 1, 16,
2) y en el capítulo siguiente (1, 17, 2), cuando Galba concluye el
discurso en el que proclama a Pisón como su heredero en el tro­
no, dice el gran historiador, refiriéndose a la contestación d«l
princeps electo: Sermo erga patrem imperatoremque reuerens
“ Su discurso fue respetuoso hacia la persona de su padre (adop­
tivo) y (lo que es lo mismo) del emperador” .
Véase en un mismo período un doble ejemplo de cópula con
-que, una vez en fórmula rutinaria y otra en coordinación no
rutinaria: alii terra marique rem gerendam censebant, alii to­
tum in Hispaniam Hannibalemque intendebant bellum “ Unos
opinaban que se debía actuar (contra Cartago) por tierra y por
mar (a la vez), otros concentraban todo el peso de la guerra con­
tra España y (lo que es lo mismo) contra Hannibal” (que estaba
atacando en España) (T. Livio, 21, 6, 6).

b) Pero si no existe tal equivalencia o, en todo caso, el ha­


blante se desentiende de su existencia, usará ac: ista cognitio
LA COORDINACIÓN 377

iuris magna atque difficilis “ ese estudio del derecho, largo y di­
fícil” (Cic., de orat, 1, 185) ; sine tuo quaestu ac maximo quaestu
“ Sin tu beneficio y hasta muy considerable beneficio” (Cic., Verr.,
3, 52). Es significativo que, para poner de relieve estos miembros
explícitamente no-equivalentes, se refuerce eventualmente la con­
junción con otras partículas: atque adeo, atque etiam, atque in­
super, ac potius, ac quidem, ac quoque, ac tamen. En la misma
línea está también el frecuentísimo uso de ac como conjunción
“ comparativa” : aeque ac, alius ac, aliter ac, contra ac, item ac,
iuxta ac, simul ac, etc. Con algunas de estas locuciones es posible
— aunque no muy frecuente— sustituir ac por et; no es posible
la sustitución por -que:
Virtus eadem in homine ac deo est “La virtud es la misma en
el hombre y/que en la divinidad” (Cic., Leg., 1, 25). En este tèxto
subyace, evidentemente, la idea de que el hombre y la divinidad
son distintos (no-equivalentes), pero que, no obstante, la virtud
es la misma.
Siempre se trata, con esas numerosas locuciones, de distin­
guir dos miembros de una oración o dos oraciones enteras para
comparar las dos magnitudes entre sí y medir una de ellas con
el patrón de la otra.

6. A título de nuevos ejemplos, volvamos a algunas de aque­


llas series que nos parecían puramente arbitrarias:

a) constare ex animo et corpore


constare ex corpore animoque
constare ex re atque uerbis.

Para comprender el uso de una u otra forma copulativa es


imprescindible observar los hechps en su propio contexto; de lo
contrario, los tres casos parecen sustancialmente idénticos y no
se ve razón alguna que justifique la variedad de cópulas.
Perspicuum est hominem e corpore animoque constare “Es
evidente que el hombre es un compuesto de cuerpo y alma”
(Cic., Fin., 5, 34). Aquí se habla de los dos componentes del
hombre, indisolubles y “ equivalentes” como integrantes de la
naturaleza humana: corpore animoque es, pues, el grupo espe­
rado, como terra marique, domi bellique, etc.
378 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL L A TÍN

En cambio, el mismo Cicerón (Tuse., 3, 1) inicia una diser­


tación filosófica así: Constamus ex animo et corpore. La razón
es que ve en este momento el cuerpo y el alma no como unidad,
sino como elementos separados y distintos, Puede comprobarse,
efectivamente, en el texto que, acto seguido, dedica unos párra­
fos sucesivamente al cuerpo y al alma por separado.
Y, en tercer lugar, el mismo Cicerón (de orat., 3, 19) escribe :
Cum omnis ex re atque uerbis constet oratio “ Como todo dis­
curso, consta de fondo y forma” ; utiliza atque por tratarse del
par de componentes distintos pero unidos en el discurso; no usa
-que, ya sea por no dar la misma importancia al fondo y a la
forma, ya sea por no preocuparse en aquel momento de su equi­
valencia, aunque la tuvieran.

b) jerro ignique
igni atque ferro (Tác., An., 14, 38, 1)
ferro et igni (Suet., Caes., 75, 5).

Quien tenga en cuenta el contexto observará que Tácito, al


usar igni atque ferro, deshace el indistinto y formulario grupo
ferro ignique para oponer esas dos causas distintas a una ter­
cera: dice que los belicosos pueblos de Bretaña quedaron arra­
sados en buena parte por el igni atque ferro ( = grupo de armas
distintas utilizadas contra ellos por los romanos) ; pero en igual
o mayor medida por el hambre, ya que esas naciones, en su ter­
quedad, no se preocupaban de sembrar y esperaban sobrevivir
— dice el historiador— apoderándose de los víveres de los ro­
manos.
En cuanto a Suetonio (ferro et igni), se está refiriendo a un
terco pompeyano que no perdona ni a las personas (libertos y
esclavos) adictas a César ni a los animales que César había com­
prado para un espectáculo; tal individuo se conforma, en cuanto
a los animales, con degollarlos en masa (contrucidauerat); con
las personas se ensaña más cruelmente: no sólo las degüella: les
prende, además, fuego: libertis seruisque eius ferro et igni cru­
delem in modum enectis. Hay, pues, en este ferro et igni no una
ejecución única (o bien por el hierro o bien por el fuego), sino
algo así como dos ejecuciones sucesivas.
LA COORDINACIÓN 379

c) Senatus populusque Romanus


senatus et populus Romanus (Sal., lug., 111, 1)
populus et senatus Romanus (Sal., lug., 41, 2).

No hay fórmula más constante que la de senatus populusque


R.; y ésta es, ciertamente, la copulación esperada, ya que se trata
de las dos autoridades ideales del mismo pueblo romano. Sin em­
bargo, Salustio, en dos ocasiones, no se atiene al formulismo;
ello es debido a que el autor no considera entonces el “ conjunto”
del pueblo y el senado operando al unísono e indistintamente en
cuestiones de gobierno, sino a las dos autoridades actuando en
un momento dado por separado. El hecho es patente sobre todo
en 41, 2: Populus et senatus Romanus placide inter se rem pu­
blicam tractabant “El pueblo y el senado romano compartían
entre sí el gobierno sin pasión” . El inter se es aquí decisivo para
excluir el formalismo habitual.

7. Nos falta referirnos a la coordinación negativa. No esta­


mos aquí de acuerdo con Coseriu, cuya doctrina nos parece vi­
ciada por una indebida interpretación de los textos.
Para Coseriu (cf. pp. 48-49 de su citado artículo), et non y ac
non en ejemplos como patior et non moleste fero, o cum ab hos­
tibus constanter ac non timide pugnaretur, admitirían dos inter­
pretaciones igualmente posibles, a saber:
a) non puede determinar al adverbio siguiente y formar con
él el sintagma adverbial negativo / non-moleste j , /non-timide/;
en cuyo caso seguiríamos — dice Coseriu— en la coordinación
positiva, con la particularidad que el segundo término coordi­
nado sería negativo : A -f- (non-B) ;
b) non puede disociarse del adverbio, en cuyo caso et non
(ac non) constituiría una coordinación negativa como ñeque.
Pues bien: para nosotros, solamente es admisible la primera
de las dos interpretaciones; la segunda queda excluida por las
normas del orden de palabras. Según dichas normas, non debe
determinar al término que le sigue en la cadena hablada. Por
lo demás, nuestro modo razonado de ver las cosas -está en línea
con la fina intuición de los mejores latinistas, como se desprende
del comentario que leemos en Ernout (Synt. lat., § 426) y que
380 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S T R U C T U R A L DEL L A TIN

éste, a su vez, recogió de la sintaxis más lejana del gran Riejnann


(§ 268) : “non moleste forma una expresión equivalente a aequo
animo” (el texto es de Cicerón, Verr., 1, 1),
En consecuencia, creemos que la coordinación propiamente
negativa, aun en el período clásico, se establece de una manera
uniforme con el antiguo ñeque. Y esta partícula, como tal forma
coordinante negativa, carece prácticamente de limitaciones en su
empleo.
Si algunas veces nos encontramos con et non y ac non, pensa­
mos que siguen funcionando siempre como coordinación positiva,
según el propio Coseriu reconoce para la primera de sus dos in­
terpretaciones del tipo en cuestión.
El recurso “estilístico” a las formas analíticas (et non, ac non)
tiene la ventaja precisamente de disociar la coordinación y la ne­
gación para cargar el peso de esta última concretamente en un
determinado término del enunciado, que por fuerza ha de ser el
primero que en la cadena hablada sea susceptible de negación.
La eventual sustitución de ñeque por et (ac) non es en todo
paralela a la sustitución de nec quisquam, nec quidquam, ñeque
ullus, ñeque unquam, ñeque usquam, respectivamente, por et
nemo, et nihil, et nullus, et numquam, et nusquam.
He aquí ejemplos muy similares unidos alternativamente por
ñeque y et non. La forma analítica está usada para cargar el
acento sobre la negación y con ánimo de buscar la expresividad
de la lítpte :
Optimus uir nec tibi ignotus “ persona excelente y que no te
es desconocida” (Cic., Deiot., 33)
Vir bonus et non illiteratus “ hombre de bien y muy culto”
(Cic., de oratore, 2, 25).
Hemos dicho que la conjunción negativa ñeque carece prác­
ticamente de limitaciones en su empleo. Citan, sin embargo,
nuestras sintaxis —y con razón— algunos casos en que se im­
pone el uso de et non. Creemos que ello ocurre sólo en el meta-
lenguaje, es decir, cuando se usa el lenguaje para analizarse a sí
mismo, delimitando el concepto de los términos utilizados. En­
tonces, como lo fundamental es oponer términos y marcar dife­
rencias, no basta la conjunción negativa y resulta imprescindible
la negación clara del término excluido, como unidad negativa
frente al primer término :
LA COORDINACIÓN 381

Si hoc projectio et non fuga est “ Si esto es una salida y no


una huida” (T. Liv., 2, 38, 5)
Poeta facit fabulam et non agit, contra actor agit et non facit
“ El poeta compone la comedia y no la representa; el actor, al
contrario, la representa y no la compone” (Varr., L. L., 6, 77)
Cur appellant omnes aedem deum Consentium et non deorum
Consenimm? “ ¿Por qué dice todo el mundo aedem deum Con­
sentium y no aedem deorum Consentium? (Varr., L. L., 8, 71)
Quasi ego dicam eos miseros qui nati non sint et non eos mi­
seros qui mortui sunt “ Como si yo hablara de los desgraciados
que no han nacido y no de los desgraciados que han muerto”
(Cic., T u s e 1, 13).

B) C o o r d in a c ió n d is y u n tiv a

1. En la coordinación disyuntiva latina observamos una or­


ganización paralela a la coordinación copulativa.
También aquí dispone el latín de tres formas: dos autónomas
y una enclítica: aut, uel, -iie.
Pueden definirse así;

aut — “ alterAativa”
uel — “ alternativa” -j- “ elección”
-ue r- "alternativa” -f- “ elección” -f- “ equivalencia” .

Aut es el término negativo frente al conjunto (uel/-ue).


Como ocurría con et, aut es también, en su serie, la conjun­
ción más usual y la única que pasa al románico. Puede usarse
siempre que se trate de expresar sencillamente la disyunción
o alternativa entre dos términos, tanto si se trata de términos
que se excluyen como de términos semánticamente unidos y hasta
equivalentes o indiferentes a la elección.
Con frecuencia consideran los autores (por ejemplo, Ernout,
§ 423) que aut es la conjunción disyuntiva que implica exclusión
en la alternativa; pero ello sólo ocurre en cierta medida, a saber :
en cuanto se opone a los términos que implican selección; pero
en su uso neutro es indiferente a la noción de exclusión/no-
exclusión.
382 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LA TIN

Las formas uel y -ue expresan ambas una alternativa que


deja al oyente la elección: -ue marca la alternativa entre térmi­
nos equivalentes para el hablante; es, pues, la menos disyuntiva
de las conjunciones disyuntivas. V el separa dos términos dife­
rentes (en cuanto se opone a -ue) o equivalentes (en cuanto, como
término negativo, incluye a -ue).

Ejemplos:
a) Aut (simple alternativa) :
Hic uincendum aut moriendum est ‘‘Aquí hay que vencer
o morir”, o sea: “Estamos ante la alternativa de vencer o morir”
(T. Livio, 21, 43, 5).
b) Vel (alternativa con elección) :
A Naeuio uel sumpsisti midta., si fateris, uel, si negas , sur-
rupuisti “De Nevio has tomado muchos préstamos, o si no los
reconoces, muchos plagios” (Cic., Brut., 76) -
Venit Epicurus, homo minime malus uel potius uir optimus
“Llega Epicuro, un hombre sin pizca de malicia o, mejor dicho,
tin hombre excelente” (Cic., Tuse., 2, 44).
c) -ue (alternativa con indiferencia en la elección) :
Duabus tribusue horis “ Dos o tres horas” , o, sin dar impor­
tancia a la disyunción, “ de dos a tres horas” (Cic., Phil., 14, 16)
Videtin, uiginti minae quid pollent quidue possunt? “ ¿ Veis
qué valor o qué poder tienen veinte minas?” (Pl., Asin., 636)
Quod munus reipublicae afferre maius meliusue possumus?
“ ¿Qué servicio mayor o mejor podemos ofrecer al estado?” (Cic.,
Diuin.* 2, 4).

N o t a . — El compuesto siue (seu), como conjunción disyunti­


va, sigue expresando, al igual que el simple -ue, una alternativa
intrascendente: Eiecto siue emisso iavi ex urbe Catilina... “ Cuan­
do se le expulsó o se le dejó salir de la ciudad, Catilina...” (Cic.,
Sulla, 17).
Por otra parte, según dijimos antes, aut incluye al bloque
¡uel -ue/ y, en consecuencia, puede sustituir a ambos: Aniculae
saepe inediam biduum aut triduum ferunt “Las viejecitas aguan­
tan frecuentemente dos o tres días sin tomar alimentos” (Cic.,
Tuse., 2, 40). Pero no a la inversa. Así, no se concibe la sustitu­
ción de aut por uel ni -ue en un texto como el siguiente: Id est
LA COORDINACIÓN 383

pronuntiatum, quod est uerum aut falsum “ Un enunciado com­


porta el ser verdadero o falso” (Cic., Tuse., 1, 14).
2. Como ocurría en la coordinación copulativa, también pue­
de el latín, gracias a su sistema conjuncional, agrupar disyuncio­
nes múltiples sin caer en la ambigüedad: es decir, puede incluir,
dentro de los términos de una disyunción, nuevas disyunciones.
Entonces, la disyunción de mayor amplitud se establece con la
conjunción disyuntiva más general (aut), y las alternativas in­
cluidas sucesivamente en cada miembro se introducen con uel
y -ue:
Vbi potest illa aetas aut calescere uel apricatione melius uel
igni, aut uicissim umbris aquisue refrigerari salubrius? “ ¿Dón­
de mejor (que allí) pueden los ancianos disfrutar, ya sea del ca­
lor del sol o del bogar, ya sea por el contrario del saludable
fresco de la sombra o de las aguas?” (Cic., Cat. M., 57).

Esquema:
uel apricatione
í aut calescere
uel igiú
(Alternativas sucesivas) /
umbris
í aut refrigerari
aquisue

3. La coordinación disyuntiva, como la copulativa, puede


subrayarse mediante la figura del polisíndeton:
Aut bibat aut abeat “Que beba o que se vaya” (Cic., Tuse.,
5, 118).

C) C o o r d in a c ió n a d v e r s a t iv a

1. El repertorio de conjunciones adversativas latinas es, al


parecer, bastante extenso. La mayoría de nuestras sintaxis cuen­
tan hasta una docena larga: sed, uerum, at, ast, atqui, immo,
quin, uero, autem, nihilominus, tamen, certe, quidem.
2. De este repertorio hemos de destacar tres formas, a saber,
sed, at y autem, como núcleo fundamental de la relación adver­
sativa.
384 IN TRODU CCIÓN A LA S IN T A X IS E S TR U C TU R A L DEL LA TIN

S e d es la conjunción más frecuente y general. No hay limita­


ciones a su uso en cualquier oposición adversativa, fuerte o débil:
Sed haec alia quaestio est; nos ad propositum reuertamur ‘‘Pero
ésta es ya otra cuestión; nosotros volvamos a nuestro propósito”
(Cic., Tuse., 3, 11). Más todavía: tras una oración negativa, es
normalmente la única conjunción adversativa utilizada para in­
dicar que las cosas no son de cierta manera, sino de otra dis­
tinta: A dest M. Lucullus, qui se non opinari, sed scire, non au-
diuisse, sed uidisse, non interfuisse, sed egisse dicit “'He aquí
a M. Luculo, que no hace conjeturas, sino que declara saber; que
no afirma que ha oído, sino que ha visto; no afirma que ha sido
espectador, sino actor’' (Cic., Arch., 8).
A t , dé uso más restringido, acentúa fuertemente la oposición
adversativa, introduciendo algo nuevo y opuesto: Relictis pilis
comminus gladiis pugnatum est; at Germani phalange facta im­
petus gladiorum exceperunt “Dejando de lado sus picas, se en­
tabló un cuerpo a cuerpo con las espadas; pero los Germanos,
formando falange, aguantaron la acometida de las espadas” (Cé­
sar, B. G., 1, 52, 4). Vestram, indices, aequitatem et mansuetu­
dinem una nieder oppugnat. A t quae mater! “ Para enfrentarse,
jueces, a vuestra justicia y clemencia, tan sólo hay una madre.
¡Pero qué madre!” (Cic., Cluent., 199). Obsérvese, por último,
la viva réplica con at en el siguiente diálogo: Quid? Quid?
Nescio. ■—At ego scio “ ¿Qué? ¿Qué? No lo sé. — Pero yo, en
cambio, sí lo sé” (Ter.; Hec., 850).
A v t e m (“'por otra parte” ), marca una simple contraposición y
es la menos adversativa de las tres conjunciones apuntadas:
Gyges a nullo uidebatur, ipse autem omnia uidebat “ A Gyges
no lo veía nadie; él, en cambio ( ~ pero él) lo veía todo” (Cic.,
Off., 3, 38).

3. Junto a at hemos de situar su compuesto atqui (“pero de


alguna manera” ) y, sobre todo, la partícula arcaica ast, que,
aunque de distinta etimología, ha sido asimilada a at: “ast” sig­
nificat “ at" (Fest., 6). Los manuscritos vacilan enormemente en­
tre ambas formas. Ast se mantiene esporádicamente en el len­
guaje familiar, el jurídico e incluso en la alta poesía de la época
augústea. Para ejemplos puede consultarse el rico material del
Thesaurus (s.u.).
L A COORDINACIÓN 385

4. Las restantes “ conjunciones” adversativas son más bien


adverbios (acusativos o ablativos adverbiales) y, como ya obser­
vó el viejo Magvid (cf. Gramm, lat., trad, francesa, París, 18854,
p. 475), no constituyen propiamente un enlace gramatical. Así,
no hay enlace estricto en: Ad sepulturam corpus uitrici sui negat
a me datum. Hoc uero ne P. quidem Clodius dixit unquam “Dice
que yo no he devuelto el cadáver de su suegro para enterrarlo.
Esto, en verdad, ni el propio P. Clodio me lo echó en cara”
(Cic., Phíl., 2, 17). Pero, evidentemente, nada se opone a una
interpretación coordinativa-adversativa : “Pero esto ni el propio
P. Clodio, etc.” .
De hecho, en latín, como es también usual en muchas de
nuestras lenguas actuales, ciertos adverbios se prestan a servir
de sucedáneos de las partículas adversativas. Frente a la pura
relación coordinativo-adversativa de sed, sus sucedáneos adver-'
biales añaden diversos matices semánticos: uerum, uero, certe,
immo, ceterum, etc., no pudieron gramaticalizarse hasta el punto
de vaciarse de su semántica adverbial, ya que al lado de su uso
como sustitutos de sed coexistió siempre, paralela y simultánea­
mente, su utilización como puros adverbios o adjetivos.
V e r v m s e a s im iló a sed, in c lu s o e n su u s o tra s u n a n e g a c ió n ;
v e r o se c o n v ir t ió m á s b i e n e n s in ó n im o d e autem; y a m b o s c o n

e l m a tiz d e “ v e r a c id a d ” o “ r e a lid a d ” im p lic a d o e n su s e m á n tic a .


T am en es una conjunción adversativa con claro matiz “ con­
cesivo” , como nuestro “ no obstante” o “ sin embargo” .
Y ya, por último, es cuestionable el situar entre las conjun­
ciones a quin (“ al contrario” ) , immo (“ más bien” , “ antes bien”) ,
nihilominus (“ a pesar de todo” ), certe (“ ciertamente” ), quidem
(“ en verdad” ), etc.

D) C o o r d in a c ió n “ c a u s a l ” y “ c o n c l u s iv a ”

Nuestras últimas observaciones sobre los “ adverbios-conjun­


ciones” de índole adversativa son igualmente válidas:
a) Para la llamada coordinación “causal” : nam, enim, quip­
pe. Se trata de una coordinación meramente ideológica, como la
que establecemos en español con nuestro adverbio “efectiva­
mente” .
386 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL L A TIN

b) Para la coordinación “conclusiva” : Ergo, igitur, ita, cf.


nuestro “así” o “ consiguientemente” . Pero aquí la lista de adver­
bios ideológicamente “ conclusivos” es muy amplia: eo, ideo,
idcirco, hinc, inde, proinde, quamobrem, quapropter, quocirca,
etcétera.
No creemos necesario insistir.
VI

LA ‘'CONSECUTIO TEMPORUM”’ 1

1. Qué es la “ consecutio temporum”

La consecutio temporum, o “concordancia temporal” , o “atrac­


ción temporal” , nos dice que entre el verbo de la oración princi­
pal y el de la subordinada hay congruencia en cuanto al tiempo.
Más concretamente : el tiempo de la oración principal «trae a su
esfera a ciertas formas temporales de la oración subordinada con
exclusión de otras, según se trate de expresar la simultaneidad,
la anterioridad o la posterioridad. Es fácil comprobar la aplica­
ción de esta regla tanto en latín como en castellano:

S im u lta n e id a d :
uidemus quod facis: “ v e m o s lo q u e h a c e s ” ;
uidebivius quod facies: “ v e r e m o s lo q u e h a r á s ” ;
■uidebamus (uidimus) quod fa ­ “ v e ía m o s (v im o s ) lo q u e h a c ía s ”
ciebas:

A n t e r io r id a d :
uidemus quod fecisti: “ v e m o s l o q u e h ic is t e ” ;
uidebimus quod feceris: “ v e re m o s lo qu e h a brás h e c h o ” ;
uidimus quod feceras: “ v im o s lo q u e h a b ía s h e c h o ” .

P o s te r io r id a d :
uidemus quod facturus es: “ v e m o s lo qu e vas a h a ce r ” ;
uidebimus quod facturus eris: “ v e r e m o s lo q u e irás a h a c e r ” ;
uidimus quod facturus eras: “ v im o s l o q u e ib a s a h a c e r ” .

1. Este capítulo y el siguiente se publicaron anteriormente en nuestro manual


escolar Latín, ed. “Edelvives” , 1978, pp. 127-136.
388 IN TRO DU CCIÓN A LA S IN T A X IS E ST R U C T U R A L DEL L A TIN

2. La concordancia temporal en latín (y en castellano)

La concordancia temporal puede sistematizarse en un esque­


ma como el siguiente:

O r a c ió n p r i n c i p a l O r a c i ó n s u b o r d in a d a e n r e la c ió n d e :

T iem p o Sim vltan eidad A nterioridad, P osteriorid a d

P resen te P a r tic ip io
P resen te P e r fe c t o
F u tu ro J fu tu r o —p sis

I m p e r fe c t o |
P a r tic ip io
i m p e r fe c t o P lu s c u a m p e r fe c t o
P e rfe cto / fu tu r o -f- esses
P lu s c u a m p e r fe c t o J

T a l e s q u e m a a b s tr a c to p u e d e c o n c r e t a r s e o m a te r ia liz a r s e e n e s te o t r o :

ro g o ' q u id

“ p reg u n to” fa ctu ru s


quid feceris
quid facias sis
“ qu é has
rogabo “ q u é h a ces”
h ech o” " q u é vas
“ p reg u n ta ré” / a h a cer”

rogaui \
“ p reg u n té” quid
facturus
rogabam quid fecisses
quid faceres esses
“ q u é h a b ía s
“ p reg u n ta b a ” “ q u é h a c ía s ” “ q u é ib a s
h ech o”
a h a cer”
rogaueram
“ h a b ía p r e g u n t a d o ” >
LA “ CONSECUTIO TE M PO R U M ” 389

Si nos fijamos en ese esquema-modelo, podemos comprobar


que el tiempo de la oración subordinada se adapta al tiempo de
la oración principal según la misma regla de concordancia tanto
en latín como en castellano. Lo único que varía es el modo, ya
que el latín adopta automáticamente el modo subjuntivo en las
interrogaciones subordinadas y, en cambio, el castellano mantie­
ne el indicativo.
Obsérvese también que en el esquema figura siempre un tiem­
po del indicativo en la oración principal y su correspondiente
tiempo subordinado en subjuntivo. Sin embargo, puede darse
concordancia temporal con indicativo en ambas oraciones (cf. su­
pra uidemus quod /acis, uidebimus quod facies, etc.) y también
con tiempos de modos entrecruzados; volveremos luego sobre esta
cuestión.

3. Ejemplos

1. Tipo ‘ rogo quid facias”


Quaero num tu senatui causam tuam permittas: “Te pregunto
si abandonas tu causa en manos del senado” (Cic., In Vat.). Nes­
cis quantas uires uirtus habeat: “ No sabes qué arrestos tiene el
valor” (Cic., Parad.). Nemo ignorat quo hic splendore sit: “Nadie
ignora en qué esplendorosa situación se halla este hombre” (Cic.,
Verr. 2, 111).

2. Tipo "rogo quid feceris"


Non quaero quis percusserit: “No pregunto quién dio el gol­
pe” (Cic., R. Am.). Vereor ne studia tribunorum amiserimus:
“Me temo que hayamos perdido las simpatías de los tribunos”
(Cic., Att.). Quanta multitudo conuenerit uides: “ Ya ves qué in­
mensa multitud ha acudido” (Cic., Plane.).

3. Tipo “rogo quid facturus sis”


Non quaero quid tu dicturus sis: “ No averiguo lo que vas a
decir” (Cic., in Caecil.). Incertum est quam longa cuiusque nos­
trum uita futura sit: “ Se ignora qué duración va a tener la vida
de cada uno de nosotros” (Cic., Verr). Cum quaerimus quid fac­
390 INTRODUCCIÓN A LA S IN T A X IS E STR U C T U R A L DEL LA TÍN

turi sint...: “ Cuando consideramos qué van a hacer” (Cic.,.De


off.)·

4. He aquí ahora algunas muestras de concordancia tempo­


ral con formas regentes en presente, pero no del modo indicativo,
sino del imperativo y del subjuntivo:
Cura nequid ei desit: “ Procura que nada le falte” (Cic., A tt.).
Quid agas, ubi futurus sis, quales res nostras reliqueris, cura
ut sciamus: “Procura que sepamos qué haces, dónde vas a estar,
en qué situación has dejado nuestras cosas” (Cic., Att.). Este
ejemplo presenta, a la vez, la triple relación de simultaneidad
(agas), posterioridad (futurus sis) y anterioridad (reliqueris); ob­
sérvese, igualmente, que el presente ut sciavius es regente con
relación a agas, futurus sis y reliqueris, y, a la vez, regido con
relación al imperativo cura.

5. Tipos “ rogabo quid facias, quid feceris, quid facturus sis”


Existumabitis qualis illa paz sit: “ Vosotros juzgaréis qué cla­
se de paz es aquélla” (Sal., lug.). Te disertum putabo si osten-
•deris quo modo sis defensurus: “ Te juzgaré elocuente si me ex­
plicas (o cuando me hayas explicado) cómo te vas a defender”
(Cic., Phil.). Obsérvese la anterioridad en ostenderis, la poste­
rioridad en sis defensurus.

6. Tipo “ rogaui quid faceres”


Quaesiui quid dubitaret: “ Le pregunté por qué titubeaba”
(Cic., Cat.).
Feci ut prodessem multis: “ Procuré ser útil a muchos” (Cic.,
A in ic.).

7. Tipo “rogaui quid fecisses”


Intellexi quid eum pepugisset: “ Comprendí lo que le había
picado” (Cic., Rose. Am.).

8. Tipo “rogaui quid facturus esses”


Quaesiui ex eo quemadmodum agrum esset distributurus:
“Le pregunté cómo iba él a distribuir el campo” (Cic., Leg. Agr.).
LA “ CONSECUTIO T EM PORU M ” 391

9. Tipo “ rogabam quid faceres”


Prima incedebant signa legionum ne quid hostis timeret: “ Se
adelantaban las primeras banderas de las legiones para que el
enemigo no tuviera ningún temor” (T. L iv.).

10. Tipo “rogabam quid fecisses”


Quaerebat cur solus uenisset: “Le preguntaba por qué había
venido solo” (Cic., Cluent.).

11. Tipo “ rogabam quid facturus esses” ,


Expectabant homines quidnam acturus esset: “La gente se
preguntaba qué iba a hacer él” (Cic., De praet. Sicil.).

12. Tipo “rogaueram quid faceres”


Quaesierat ex me quidnam sentirem: “ Me había preguntado
qué era lo que yo pensaba” (Cic., Rep.).

4. Concordancia temporal entre tiempos


de un mismo modo: el indicativo

Hemos formulado “ la regla” de la concordancia temporal y la


hemos visto bien confirmada, punto por punto, en la serie de
textos aducidos al efecto. En estos textos casi todos los verbos
regentes han aparecido en indicativo y los regidos en subjuntivo.
La misma observación sería aplicable a las series de ejemplos
citados en los manuales de sintaxis latina en general. Tal coin­
cidencia en los manuales refleja una realidad, a saber, que la
gran mayoría de concordancias temporales observables en los
textos literarios se dan entre un tiempo del indicativo en la ora-
c ;ón principal y un tiempo del subjuntivo en la oración subor­
dinada. Pero el esquema más común no ha de hacernos olvidar
que “ la concordancia temporal” afecta tan sólo a los tiempos
y nada tiene que ver con los modos. Puede darse, igualmente,
por tanto, la situación inversa, es decir, un tiempo de subjun­
tivo como regente y un tiempo de indicativo vinculado temporal­
mente a él: Cum ab Rhodo cum iis, quas habueramus, nauibus
in Lyciam uenissemus: “ Como hubiésemos llegado de Rodas a
392 IN T R O D U C C IÓ N A L A S I N T A X I S E S T R U C T U R A L DEL L A T IN

Licia con las naves que habíamos tenido a nuestra disposición”


(Cic., Fam.). Y pueden, finalmente, hallarse vinculados por la
concordancia temporal dos tiempos del mismo modo: el subjun­
tivo (ya hemos comentado antes el ejemplo Quid agas, ubi fu­
turus sis, quales res nostras reliqueris, cura ut sciamus) o el
indicativo. Veamos unas muestras de esta última alternativa
(¡con exacto paralelismo castellano!) : Eorum uerborum quorum
eaedem erant ■postremae duae litterae quae sunt in “optimus”
postremam litteram detrahebant: “En las palabras cuyas dos úl­
timas letras eran las mismas que hay en “ optimus” , suprimían
la última letra” (Cic., Or.) ; quorun erant = quorun sunt.
Antiquitas melius ea fortasse quae erant uera cernebat: “La
antigüedad discernía tal vez mejor (que nosotros) lo que era
la verdad” (Cic., Tuse.) ; quae erant = quae sunt.
Ad eum locum, qui appellabatur Palaeste, milites exposuit:
“Desembarcó sus tropas en un lugar que se llamaba Palaeste”
(César, B. C.); qui apellabatur = qui appellatur.

5. Alcance de la regla de la concordancia temporal

La regla de la consecutio temporum, tal como se ha formu­


lado y ejemplificado, parece efectivamente una regla que se cum­
ple por igual, con bastante paralelismo, en latín y en castellano.
Pero el capítulo de la consecutio temporum se complica enorme­
mente a partir de aquí: las sintaxis latinas citan excepciones a
la regla en número ilimitado, como se podrían seguir citando
ejemplos conformes a la regla, en número igualmente ilimitado.
¿Qué pasa entonces? ¿Vale o no vale la regla?
No entraremos en la enrevesada y voluminosa casuística que
suele figurar en los tratados habituales. Nos limitaremos a algu­
nas consideraciones generales que pueden aclarar la compleja
situación :
a) En primer lugar, los datos con que hemos jugado en el
esquema no son tan transparentes como parece a primera vista.
No hemos contado con la elasticidad, por decirlo de alguna ma­
nera, de los “tiempos” . Concretamente, las formas llamadas pre­
sente y perfecto — fundamentales en el juego de la consecutio
temporum— pueden abarcar períodos ilimitados. Hay un pre-
LA “ C O N S E C U T IO TEM PORUM ” 393

sente “ atemporal” , válido para el presente, el pasado y hasta


para el futuro (praesens pro futuro); abunda el presente “his­
tórico” (referido al pasado). En cuanto al perfecto, se reconoce
universalmente un “perfecto-presente” , o “ presente lógico” .
Ello contribuye a enredar el juego de los tiempos. Son for­
mas claras por el lado del significante, pero no tan unívocas,
y hasta proteicas, por la cara del significado. No es de extrañar
entonces que la consecutio temporum, si ha de tener lugar, se
regule atendiendo a una u otra faceta de esos tiempos regentes
tan complejos.
Y las predicaciones nominales (como el infinitivo “ de narra­
ción” o el “ exclamativo” ), ¿en qué sentido han de influir sobre
los verbos que de ellas dependan?
Existen todavía las oraciones dependientes de un participio,
o de un infinitivo, o de un supino, o de un gerundio. ¿Cómo se
efectuará entonces la concordancia? La mayoría de las veces se
atiende al uerbum finitum de la oración principal.
A todos estos interrogantes tratan de responder —y respon­
den prolijamente— nuestras sintaxis. Pero es evidente que se
va así complicando la sencilla regla de la consecutio previamente
formulada.
b) Se aclaran bastante las cosas distinguiendo — como ya
suele hacerse— ciertos grupos de subordinadas. Hay un grupo
de subordinadas que se adaptan generalmente a la regla de la
consecutio temporum: son las interrotigavas subordinadas (“ in­
directas” en la' nomenclatura habitual), las completivas con
ut/ne y las finales (incluidas las relativas “finales” ). La totali­
dad de las ejemplos de la consecutio temporum en las sintaxis
latinas (y también en nuestra propia serie de ejemplos) entran
en este primer grupo de subordinadas, sobre todo en la clase
de las interrogaciones subordinadas. Mantienen, en cambio, su
autonomía temporal, sin atenerse a la concordancia, las relativas
(incluidas las relativas circunstanciales, menos las de matiz final,
como acabamos de decir), las causales, las concesivas, las tem­
porales, las comparativas y las condicionales. Y, por último,
quedan las consecutivas: están más próximas al primer grupo
que al segundo, pero su autonomía temporal no es tan manifiesta.
Esta clasificación — bastante generalizada— de las oraciones
subordinadas reconoce en el fondo que la regla de la consecutio
394 IN T R O D U C C IÓ N A L A S I N T A X I S E S T R U C T U R A L D E L L A T IN

temporum no es una norma rígida obligatoria y de alcance ge­


neral para toda la subordinación latina.
c) La aclaración fundamental de los problemas planteados
por la concordancia temporal o su ausencia ha de buscarse en
la distinción de tiempos absolutos y tiempos relativos. Para ex­
presar el tiempo de una oración subordinada, puede optarse por
tomar como punto de referencia el tiempo de la oración princi­
pal y señalar que se trata de dos acciones, ya sea -simultáneas,
ya sucesivas, en la línea del tiempo; los tiempos de la subordi­
nada son entonces “ relativos” , es decir, “ referidos” al tiempo
de la principal. Pero puede optarse también por expresar el tiem­
po “ absoluto” , es decir, el tiempo relacionado exclusivamente
con el momento actual en que está inmerso el hablante. Enton­
ces, tanto las acciones expresadas en la oración principal como
en la oración subordinada se sitúan absolutamente hablando en
el pasado, el presente o el futuro v:on relación a dicho hablante,
sin tener para nada en cuenta la congruencia temporal entre
verbo y verbo.
En latín ocurre lo que ocurre en castellano en frases como
las siguientes: “ En la clase anterior hemos discutido lo que era
la justicia (tiempo relativo), o lo que es la justicia (tiempo abso­
luto)” ; “Traté por entonces a un amigo que se llamaba (tiempo
relativo), o que se llama (tiempo absoluto) Pedro” .
En el § 4 hemos citado varios ejemplos en los que, al lado
del tiempo relativo (es decir, en concordancia temporal) usado
por los autores, hemos señalado el posible tiempo absoluto (des­
ligado de la concordancia) ; recordamos uno de ellos para enfren­
tarlo a otro de la misma estructura y sin concordancia temporal:
Ad eum locum, qui appellabatur Palaeste milites exposuit
(César, B. C .); appellabatur = appellatur; en cambio, Nepote
(18, 5,3) opta por el tiempo “ absoluto” : In castellum quod Nora
appellatur confugit: “ Se refugió en el fortín que se llama Nora” .
Y este ejemplo sin consecutio no es un caso aislado.
No siempre es posible la opción sin que se resienta el sentido;
el cambio de sentido puede ser tan grave que no haya lugar a una
libre elección razonable. En el ejemplo castellano: “Traté a un
amigo que se llamaba/que se llama Pedro” , no sería razonable
usar el tiempo absoluto “ se llama’’ si el amigo ya estuviera muer­
to hace tiempo. Puede darse el caso de que, bajo un mismo verbo
LA “ C O N S E C U T IO TEM PORUM ” 395

regente, aparezcan — o por libre elección del hablante o por ne­


cesidades expresivas— simultáneamente verbos dependientes en
tiempo relativo (es decir, con consecutio) y verbos en tiempo
absoluto (es decir, sin congruencia con el tiempo regente) ; así
ocurre en Suetonio (Claud. I, 10) : Quod equidem magis ne prae­
termitterem rettuli quam quia uerum putem, cum Augustus Dru­
sum tanto opere dilexerit: “He referido tal noticia en verdad más
bien por no silenciarla que por (porque yo pueda) estimarla ver­
dadera, ya que Augusto tuvo en tanto aprecio a Druso” . Praeter­
mitterem está regulado sobre rettuli; no lo están putem ni dile­
xerit. '
d) Y, por último, hagamos observar que la consecutio tem­
porum reduce automáticamente a “ tiempo” lo que no es tiempo
sino “ modo” . Cuando el uso de los “tiempos del subjuntivo” es
consecuencia de una atracción temporal por el verbo regente,
queda neutralizada la importante oposición Potencial/Irreal que
positivamente debían marcarse mediante las formas faciam, fece­
rim / facerem, fecissem. El hablante que quiera mantener la opo­
sición modal, no se atiene a la congruencia temporal (de aquí
han surgido muchas “ excepciones” a la consecutio).

6. Conclusión

Aunque es evidente que hay un sinfín de oraciones subordi­


nadas cuyos tiempos verbales se regulan visiblemente sobre los
verbos de que dependen, creemos que no existe una ars obliga­
toria, es decir, una regla estricta y obligatoria de concordancia
temporal : lo que existe es, simplemente, una posibilidad de elec­
ción temporal, en determinadas circunstancias, entre tiempos
absolutos y tiempos relativos. No debe ampliarse el alcance de
la consecutio temporum hasta abarcar obligatoriamente y por
principio toda la subordinación y hasta prohibir, como incorrec­
ción, el uso matizado de tiempos y modos.
VH

LA ATRACCIÓN MODAL

1. En qué consiste la atracción modal

El fenómeno de la atracción modal sólo puede producirse


ante un complejo de varias oraciones estructuradas a distintos
niveles sintácticos dentro de la misma frase, como ocurre en los
siguientes textos de César: Hortatus est ne grauiter ferrent ea
quae accidissent: “Invitó a que no aguantaran con malhumor lo
que había ocurrido” (B. C. 3, 73,3). Noli existimare hunc esse
exercitum qui Galliam deuicerit: “ No te imagines que ése es el
ejército que derrotó a la Galia” (B. C. 3, 87,1).

1." nivei: Hortatus est Noli e cistimare

2." nivei: nc ferren hunc essi exer itum

/\ \
grauiter e a

3 ." nivei: qu ae accidissent qiii deuicerit

, 1
Galliam
L A A T R A C C IÓ N M O D A L 397

Con esas muestras a la vista podemos ya definir el fenómeno


de la atracción modal: por atracción modal pasa al subjuntivo
el verbo de cualquier oración subordinada (la del tercer nivel)
en dependencia de otra oración con subjuntivo (ne ferrent), o in­
finitivo (hunc esse exercitum).
La inmensa mayoría de los casos de atracción modal tienen
lugar —según reconocen todos los tratadistas— en oraciones de
tercer nivel, como la que tenemos a la vista. Incluso, según la
opinión más común, sólo entonces podría haber atracción. Sin
embargo, hay quienes admiten que la atracción modal puede
darse también con sólo dos niveles: Quod tibi suadeam, suadeam
patri meo: “ Lo que te aconsejo, se lo aconsejaría a mi propio
padre” (Pl. Capt. 237). Por tanto, habría posible atracción tanto
en segundo como en tercer nivel: para que un presunto indica­
tivo pase a subjuntivo, basta que figure en una oración subor­
dinada en dependencia de otra oración subjuntiva, tanto si ésüa
es principal, absolutamente hablando, como sí también ella es
subordinada con relación a un tercer término.
Hubo una época, ya lejana, en la que se explicaban mil usos
del subjuntivo por influjo de la atracción modal: una edad de
oro para la doctrina en cuestión.
Entonces fue F. Antoine (en un artículo publicado en 1903)
quien descubrió la posible atracción modal en oraciones de se­
gundo nivel. Resumimos sus palabras: hay atracción o, mejor
todavía, asimilación modal, cuando una oración subjuntiva (ya
se trate de un subjuntivo dependiente, como suele ocurrir las
más de las veces, ya independiente — las gramáticas sólo exami­
nan el caso de subjuntivo dependiente y todos sus ejemplos de
atracción modal presentan el subjuntivo dependiente como in­
ductor) arrastra tras de sí un subjuntivo en la oración secunda­
ria que la determina y completa. Los dos modos son asimilados
en la frase, como dos consonantes próximas en una palabra.
Como adfero, adcurro pasan a affero, accurro, así también ut
quae secum commentatus erat ea sine scripto redderet pasa a
ut quae... esset ea... redderet.
Este ejemplo es de Cic., Brut.: Memoria erat tanta ut quae
secum commentatus esset, ea sine scripto uerbis eisdem redderet
quibus cogitauisset: “ Su memoria era tal que lo que él mental­
mente había preparado ( = quae commentatus erat) lo expresa-
398 IN T R O D U C C IÓ N A L A S I N T A X I S E S T R U C T U R A L D E L L A T IN

ba, sin llevarlo escrito, en los mismos términos en que lo había


pensado ( = quibus cogitauerat)” .
F. Antoine y, entre otros, el gran Löfstedt, prefieren el tér­
mino de asimilación al de atracción modal, porque, en esta cons­
trucción, el subjuntivo de la oración secundaria es de la misma
naturaleza que el de la oración inductora.
Se ha hecho notar igualmente que en esta asimilación de mo­
dos no se trata de una asimilación puramente formal y externa,
sino también de una asimilación lógica: así, una oración subor­
dinada a otra subordinada final sería — dicen los autores— una
parte del fin propuesto, de la intención : Imperat, dum res adiudi­
cetur, hominem ut adseruent: “ Manda que, mientras no se deci­
diera judicialmente el asunto, tuvieran al hombre bajo vigilan­
cia” (Cic., Verr.) ; dum res adiudicetur forma parte de la orden
que debe ser ejecutada; no se manda sólo que adseruent, sino que
adseruent dum res adiudicetur.

2. Alcance de la regla de la atracción modal

1. El período triunfante de la asimilación modal como doc­


trina fecunda abarca el último cuarto del siglo pasado y el pri­
mero del actual. Brillan entonces como estrellas de primera mag­
nitud en la materia Riemann (el autor de la sintaxis latina más
estudiada durante muchas generaciones), Löfstedt,‘ Hofmann,
Kroll, etc.
En los últimos cincuenta años se ha ido restringiendo el al­
cance de la atracción modal, y hasta podemos citar una sintaxis
latina de merecido prestigio (la de Blatt, 1.“ edición en 1952)
que, para mencionar la atracción modal, sólo dedica cuatro o
cinco líneas: líneas, por añadidura, netamente escépticas y per­
didas en medio de una página dedicada a explicar el uso de los
modos en la oración relativa.
Otra sintaxis muy clásica todavía en nuestros días (la de
Ernout-Thomas), sin llegar al extremo de ignorar la atracción
modal, pone juiciosamente las cosas en su justo medio. Entresa­
camos y traducimos algunos de sus párrafos (págs. 403 - 404) :
“ Un análisis más riguroso y un concepto más amplio (que el de
quienes acuden con demasiada facilidad a la explicación por
L A A T R A C C IÓ N M ODAL 389

atracción modal) de las funciones del subjuntivo latino permiten


sustraerle a la atracción modal un alto número de ejemplos que
antes se le habían concedido...”
Con mayor frecuencia, en el uso de un subjuntivo, lo que se
deja traslucir es una noción de eventualidad o de indetermina­
ción: Pl., Mil. 426; Quin ego hoc rogem quod nesciam?: “ ¿Por qué
no preguntaría yo lo que ignoro (es decir, lo que yo puedo igno­
rar) ?” Este subjuntivo, nesciam, es el mismo que hay en Plauto,
As. 29: die, obsecro hercle, serio quod te rogem: “contesta en
serio, por Hércules, a mis preguntas (es decir, a lo que yo puedo
eventualmente preguntarte)” ; y aquí el contexto no invita a la
atracción.
Se interpretará igualmente a Pkuto, As. 44: Di tibi dent quae-
cumque optes: “Concédante los dioses todo cuanto puedas anhe­
lar” ; Am. 961: Tristis seruus sit, si eri sint tristis!: ¡Que esté
triste el esclavo si los amos están (si llegan a estar) tristes!”
Para justificar un subjuntivo sin tener que recurrir a la atrac-
c:ón, bastará alegar con frecuencia una relación latente de causa,
oposición, etc., o el simple deseo de subrayar una circunstancia
característica: César, B. G. 5, 39,2; Accidit ut nonnulli milites
qui lignationis causa in siluas discessissent, repentino equitum
ad.uentu interciperentur: “ Ocurrió que algunos soldados que se
habían alejado para hacer leña, se vieron copados por la brusca
intervención de los jinetes” ; la relativa qui discessissent indica
la circunstancia que ha permitido (y disculpado) este contra­
tiempo...
Podríamos seguir con Ernout-Thomas y otros autores expli­
cando usos del subjuntivo sin tener que acudir a la cómoda y fá­
cil muletilla de la atracción modal.
2.1. Hay todavía otros datos que es preciso tener en cuenta.
Como en el tema de la consecutio temporum, según dijimos, ca­
bría alargarse indefinidamente citando ejemplos con consecutio
y ejemplos sin consecutio, también ahora sería posible acumular
muestras con atracción y sin atracción modal. No vamos a alar­
gar esta exposición del tema prodigando inútilmente muestras
en favor y en contra. Para nuestro ulterior objetivo, daremos
una sola, pero que nos parece presentar especial interés por darse
y dejar de darse la atracción en circunstancias, al parecer, idén­
ticas.
400 IN T R O D U C C IÓ N A L A S I N T A X I S E S T R U C T U R A L D E L L A T IN

Plauto, Mil. 370: Numquam hercle deterrebor quin uiderim


id quod uiderim: “ Jamás el temor me hará decir que no he visto
lo que he visto” ; en cambio, en el verso 345 de la misma come­
dia leemos: Volo scire utrum ego id quod uidi uiderim: “ Quiero
saber si yo he visto lo que he visto” .
2.2. R ecocem os ahora algunas observaciones empíricas y
objetivas de los que con mayor afán estudiaron el fenómeno de
la atracción modal. Son observaciones sobre la posición de la
oración secundaria susceptible de sufrir el posible influjo de un
subjuntivo regente. El primero que llamó la atención sobre este
punto, fue Thulin en un estudio sobre la lengua de Plauto (De
coniunctiuo Plautino, 1899). Su teoría fue posteriormente apli­
cada a Cicerón por F. Antoine. Ambos llegaron a las mismas
conclusiones, a saber:

a) La oración secundaria intercalada en la oración subjun­


tiva regente presenta máximas probabilidades para que la asimi­
lación triunfe: Volo ut quae fecerim scias.
fa) La oración secundaría colocada tras la oración subjun­
tiva regente también suele sufrir la atracción: Volo ut scias quae
fecerim.
c) Si la oración secundaria va entre la oración principal
y la subjuntiva regente, hay un 50% de probabilidades de atrac­
ción:

Volo quae ut scias.


fecerim

d) Y, por último, si la oración secundaria encabeza la frase


entera, es muy rara la atracción: Quae feci, uolo ut scias.

En suma: se ve que la esfera de atracción del subjuntivo re­


gente, como un campo magnético, contiene un sector irresistible
en cierto modo hacia el centro y cuyo radio de acción va perdien­
do intensidad hasta un límite nulo.
2.3. Último dato que hay que tener en cuenta: en no pocas
oraciones subordinadas, un indicativo y un subjuntivo, sin ser
L A A T R A C C IÓ N MODAL 401

sinónimos ciertamente, son intercambiables prácticamente como


si lo fueran. Es lo que ocurre en oraciones subordinadas de con­
tenido indefinido y general, es decir, cuando no se trata de per­
sonas o cosas precisas, ni de hechos particulares y bien determi­
nados. Entonces no hay inconveniente en usar el subjuntivo en
lugar del indicativo, pues el subjuntivo, como modo de lo virtual
y no-actualizado, de lo simplemente posible, sea o no sea real, se
prestaba a la sustitución.
En casos así no hay inconveniente en elegir entre el indicativo
y el subjuntivo; ocurre exactamente lo mismo en castellano. He
aquí dos muestras que tomamos de los ejemplos citados en las
gramáticas, el primero como “ prueba” de atracción modal y el
segundo como “ excepción” .
Cic., De orat. 1, 8,30: Ñeque uero mihi quicquam praestabi­
lius uidetur quam posse dicendo uoluntates impellere quo uelit
(quo uult): “Nada es en mi opinión más hohroso que poder, me­
diante la palabra, arrastrar voluntades a donde uno quiera (a
donde uno quiere)” . ¿Con atracción?
Cic., Fam. 2, 4,1 : Haec mea causa est ut ñeque ea quae sentio
(sentiam) audeam, ñeque ea quae non sentio (sentiam) uelim scri­
bere: “ Mi causa es tal que ni me atrevería a escribirte lo que
pienso (piense) ni quisiera escribirte lo que no pienso (piense)
(Sin atracción.)
Nosotros creemos que, en casos como ésos, el autor elegirá el
indicativo si le interesa subrayar positivamente la realidad del
hecho expresado; pero si no tiene especial interés en insistir so­
bre tal realidad, y, si, por otra parte, coadyuvan las circunstan­
cias mencionadas en los apartados precedentes, tendrá éxito el
influjo del verbo inductor y se producirá la atracción modal;
y máxime si a todo ello se añaden eventualmente asonancias ex­
presivas que no podían ser indiferentes a un oído latino: Num-
quam deterrebor quin uiderim id quod uiderim (uidi); Quod
suadeam (suadeo) suadeam patri meo; etcétera.
402 IN T R O D U C C IÓ N A L A S I N T A X I S E S T R U C T U R A L D E L L A T IN

3. Conclusion

Sería un abuso exagerar los efectos de la atracción modal


como se ha hecho en el pasado; pero deben admitirse algunas
atracciones modales en circunstancias como las señaladas en los
párrafos anteriores, ya que entonces la elección entre el indica­
tivo o el subjuntivo resulta intrascendente para el contenido del
mensaje.

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