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La desgracia de ser minoría en un país tercermundista

Jesús Gallardo. ¿Existe discriminación en Venezuela? ¿Es la comunidad de


lesbianas, gais, bisexuales, transexuales, transgéneros e intersexuales, es decir, la
sexodiversidad o minorías sexuales, objeto de discriminación, atropellos, abusos? La
constitución de la República, en su artículo 21, establece que todos los ciudadanos son
iguales ante la ley y que por ende están prohibidos los actos discriminatorios de cualquier
índole que atenten contra el ciudadano y su ejercicio, goce y disfrute de sus derechos y
deberes.

Sin embargo, ¿se corresponden la realidad y el papel? En el contexto regional,


Venezuela se encuentra en la retaguardia de legislación LGBTI. Argentina, Uruguay, Chile,
Brasil, Ecuador, México, Bolivia y Colombia son algunos de los países de la región que
poseen alguna legislación al respecto, desde matrimonio, uniones civiles, identidad de
género, hasta leyes antidiscriminación enfocadas especialmente a las minorías sexuales,
cómo el caso de Argentina. En cambio Paraguay, Perú, las Guayanas y Venezuela son el
reducido grupo que se mantienen al margen del progresismo. En Venezuela no existe
ninguna ley enfocada a la comunidad LGBTI.

De hecho, la constitución prohíbe explícitamente la discriminación por razones


como raza y sexo, más no por aquellas relacionadas a la orientación sexual o la identidad de
género, y aquellas que se aproximan mínimamente al tema presentan cierta vaguedad o
confusión. Por ejemplo, el artículo 146 del Código Civil establece que toda persona podrá
cambiar su nombre, solamente una vez, entre otras razones, cuando no corresponda con su
género. ¿A qué se refiere, exactamente, la ley cuando usa la palabra género? ¿Al sexo
biológico de la persona, al género con el que el individuo se identifica en independencia al
sexo biológico o a cómo el individuo expresa su género al mundo? Sexo biológico, género,
identidad de género y expresión de género son cuatro conceptos que aunque abismalmente
diferentes, se confunden con facilidad por el desconocimiento.
Puesto que el artículo no va más allá en explicaciones o procedimientos, ni, como se
ha mencionado, tampoco existe legislación alguna que profundice en estos temas, bien se
podría interpretar que se refiere solamente a casos en que el nombre dado a una persona no
corresponda con su género, ya sea por errores de tipeo u ambigüedad. Es decir, el código
civil no ampara a aquellos que cruzan el umbral hacia la transexualidad; ¿No es esto una
puerta abierta a la discriminación?

Por lo tanto la única conclusión posible es que el Estado venezolano ha decidido, en


la práctica, ignorar y no reflejar la situación de los ciudadanos a los que sirve, representa y
debe proteger. El 11 de Enero de 2015 el diario El Tiempo publicó un reportaje titulado “el
laberinto legal de un bebé con dos madres”; en este trabajo de investigación es entrevistada
Migdely Miranda Rondón sobre la situación de su hijo. ¿Qué los hace dignos de una
investigación periodística? El reportaje reseña lo siguiente: Migdely es lesbiana, madre y
viuda. Conoció a su ex esposa, Giniveth Soto, en el 2012 con quien al siguiente año viajó a
Argentina para formalizar su matrimonio. Juntas y a través de la fertilización in vitro,
alcanzaron el objetivo de tener un hijo.

Si el proceso de unión y formación de la familia fue engorroso, aún más fueron los
intentos para que fuese reconocido en Venezuela. En el reportaje se detalla que “Giniveth
Soto y Migdely Miranda intentaron varias veces que su familia existiera (legalmente) en
Venezuela. Pidieron que el Registro Civil (RC) introdujera su acta de matrimonio en los
archivos, para que la unión fuera válida en el país. Se lo negaron, porque –les dijeron- aquí
solo pueden casarse un hombre y una mujer. La respuesta escrita –que solicitaron y les
llegó meses más tarde- está firmada por el director del RC, Alejandro Herrera, y dice: ‘El
acto nupcial analizado no se corresponde con el ordenamiento jurídico venezolano’”.

El 31 de Enero de 2014, dos años después del matrimonio en el extranjero de


Migdely y Giniveth, la Asociación Civil Venezuela Igualitaria, junto a otras organizaciones
y mediante el mecanismo de iniciativa popular, consignó ante la Asamblea Nacional de
aquel entonces un proyecto de ley de matrimonio igualitario que modificaba el código civil
para equiparar las uniones homosexuales a las heterosexuales. El proyecto debió ser
discutido durante el periodo legislativo vigente. Pasados dos años, la AN se ha renovado y
el proyecto de ley sigue sin ser discutido.

La diputada Delsa Solórzano, perteneciente a la nueva legislación que tomó


posesión en Enero de 2016, anunció que desde la Comisión de Política Interior del
legislativo se trabaja en un proyecto de ley para el reconocimiento de las uniones civiles,
cosa que reconocería algunos derechos, como el de la propiedad compartida, mientras
excluiría otros, como el de la adopción. Entonces, surge la pregunta de si es necesaria la
creación de un nuevo proyecto ley, de alcance parcial, cuando se ha tenido otro, integral y
de origen popular, engavetado por más de dos años.

En este contexto, las leyes se revelan en todo el esplendor de su ineficacia cuando


no bastan para cubrir todo el caleidoscopio de situaciones, sobre todo porque el Estado se
muestra incapaz de adaptarse a las diferentes realidades que se suscitan y aquejan a los
ciudadanos a los que sirve y representa. Esto se manifestó el 5 de Marzo de este año cuando
los activistas transexuales Fernando Machado y Diane Fernández asistieron al registro
gubernamental del municipio Naguanagua del estado Carabobo para formalizar su unión, el
cual les fue categóricamente negado por los funcionarios debido a la identidad de género de
los novios.

Legalmente, como ya se ha mencionado, Venezuela reconoce sólo la unión


heterosexual. Así mismo, no hay mecanismos para que las personas trans cambien el
nombre y género de sus documentos. El caso de Fernando y Diane destaca no por la
cuestión legal, puesto que su matrimonio es teóricamente posible debido a la naturaleza
heterosexual de su unión, tanto por el sexo biológico reconocido legalmente como por la
identidad de género de la pareja, sino porque muestra fehacientemente los prejuicios del
Estado venezolano.

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