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El Padre Yermo supo vivir hace 130 años, los tres grandes desafíos que la Iglesia en
América Latina hoy presenta a los sacerdotes en los números 193 a 195 del documento de
Aparecida.
El primer desafío dice relación con la identidad teológica del ministerio presbiteral.
El Padre Yermo tenía una clara conciencia de su identidad sacerdotal, así lo manifiestan sus
notas espirituales, en las que dice:
“Yo sacerdote, consagrado y constituido mediador entre Dios y los hombres, con gracias y
poderes inauditos para hacerme Ministro y ejecutor de la voluntad de Dios que quiere que
todos los hombres se salven... No permitas que mis infidelidades me separen de Ti...”.
“Somos también santificadores, pues por nuestro ministerio vienen al mundo las gracias…
cuando rezamos nuestro Oficio, bendecimos, predicamos, etcétera, abrimos en favor de los
fieles los cráteres de las gracias del cielo”.
“El ministerio sacerdotal y las funciones que desempeño, son santas; luego para llenar mi
deber, necesito ser santo”.
“Sé que soy otro Cristo y por esto llevo la bendición, la salvación y la presencia divina,
aunque yo no lo sienta y sea para mí mismo un misterio tremendo que jamás podré
comprender”.
“El presbítero está llamado a conocerla para sembrar en ella la semilla del Evangelio, es
decir, para que el mensaje de Jesús llegue a ser una interpelación válida, comprensible,
esperanzadora y relevante para la vida del hombre y de la mujer de hoy, especialmente para
los jóvenes”. (DA 193)
Toda la vida y actividad del Padre Yermo, refleja la visión clara que tenía de la cultura; de
las estructuras sociales. Por familia sabía lo que era pertenecer a las clases acomodadas de
su tiempo, mas a la vez, desde pequeño había estado en contacto con la pobreza, a través de
los indigentes que llegaban a la puerta de su casa, de los peones de la Hacienda y más tarde
su experiencia con los Paúles. Hay, sin embargo, un hecho en su vida que le hizo descubrir
con mayor claridad su vocación específica a los más pobres.
Un día al cruzar el río de paso a "El Calvario" que era una de sus capellanías, se encontró
con unos cerdos que estaban devorando a dos pequeñuelos recién nacidos. Aquel golpe,
dada su fina sensibilidad, fue definitivo.
“El me hizo Sacerdote para que mejor le ame y le sirva como a mi bondadoso Padre, para
que más fácilmente me santifique y sirva a mis hermanos más desamparados. A pesar de
mis miserias, cada día le prometo ser fiel y santificarme. El me dará su gracia y yo
cumpliré mi promesa”.
El tercer desafío se refiere a los aspectos vitales y afectivos, al celibato y a una vida
espiritual intensa fundada en la caridad pastoral.
Este desafío que implica una profunda comunión con Dios y de comunión con los
hermanos, el cultivo de relaciones fraternas con el Obispo y los demás presbíteros de la
diócesis y con los laicos, también lo vivió ampliamente el Padre Yermo. En él descubrimos
un hombre de oración, maduro en su elección de vida por Dios, una gran devoción a la
Santísima Virgen, mortificación y entrega apasionada a su misión pastoral. (cf. DA 95)
A) Hombre de oración
“En tu Corazón Santísimo, descargo todos mis temores y pesares, deposito ahí todos mis
anhelos, mis esperanzas y todo mi amor.Quedo tranquilo, sé bien que todo mi ser está en
tus manos”.
“Oración y más oración. Allí está mi fortaleza para alcanzar la gracia de no querer nunca
cosa alguna, que no sea la voluntad de Dios”.
“Por experiencia sé que sólo una intensa oración logra equilibrar mi carácter vehemente,
mis gustos, mis repugnancias, mis inclinaciones y todo yo. Es la oración la que me hace no
tener otra brújula que la santísima y siempre adorable voluntad de mi único Dueño y
Señor. Humildemente te pido perdón por todas las omisiones que sólo Tú conoces”.
Siempre manifestó un gran interés por el bien de los demás. Siendo un joven apenas, fundó
una asociación juvenil llamada “El Ángel de la Pureza”. Cuando era seminarista acudía a
barrios pobres a dar catecismo. En cuanto fue ordenado sacerdote se dedicó con empeño a
ejercer su ministerio con gran unción y entrega. Fundó nuevos centros de Catecismo, ayudó
a organizar en el mes de mayo, peregrinaciones, rosarios, cantos, ofrecimientos de flores,
con gran cariño a la Madre Santísima de la Luz; intensificó la predicación y la atención
espiritual para provecho del pueblo. En sus capellanías logró un gran florecimiento de fe y
fervor y gran cantidad de personas acudían a los lugares donde predicaba. Logró la
conversión de judíos y masones. “Personas de todo sexo y condición acudían a él para oír
sus consejos y consultarle en los casos difíciles, atraídos por su vasta ilustración, su grande
prudencia y nunca desmentida virtud”.
“Hace muchos años que Cristo, mi Rey eterno, me llamó. Yo me di de alta en sus filas y
bajo su bandera. Me llamó para que con El conquiste las almas, y cuántas ha puesto en mi
camino… Lo que algunos llaman mis conquistas, son tuyas, Señor. Sólo Tú tienes el poder
de llegar hasta el corazón de los hombres. Por tanto, mucho más oración, que me haga
vivir a mí mismo dentro de tu Sagrado Corazón. Yo sé que mientras más vivo en Ti, más
confiadamente llegan mis hermanos a mí con todas sus miserias hasta encontrarte
misericordioso”.
Supo unir perfectamente su ministerio sacerdotal con la promoción social de los pobres.
Celebraba con gran unción la Eucaristía, quienes asistían a ellas comentaban verlo como
transportado, como un ser que no era de este mundo. Su intensa labor social siempre estuvo
totalmente unida a la vivencia de su sacerdocio y a una profunda espiritualidad. El Padre
Yermo, vivió en su tiempo lo que el documento de Aparecida dice hoy:
“El presbítero, a imagen del Buen Pastor, está llamado a ser hombre de la misericordia y
la compasión, cercano a su pueblo y servidor de todos, particularmente de los que sufren
grandes necesidades. La caridad pastoral, fuente de la espiritualidad sacerdotal, anima y
unifica su vida y ministerio. Consciente de sus limitaciones, valora la pastoral orgánica y
se inserta con gusto en su presbiterio”.
Se preocupaba de manera especial por sus hermanos sacerdotes y reconociendo la falta que
hacía una publicación para ellos, fundó la primera Revista Eclesiástica en México: “El
Reproductor Eclesiástico Mexicano”. En ella incluía información diversa e instrucciones a
los sacerdotes.
“… la mía es la primera que aquí ha habido de esta clase y apenas la comencé en marzo
del presente año. Confieso sin embargo que no marcha hasta ahora mal, porque favorecida
con la recomendación de bastantes Señores Obispos y amparada con mi nombre que es
muy conocido en toda la República, he logrado que al presente tenga ya como mil
suscriptores. Aunque aparezco como censor, soy el único redactor y fundador de El
Reproductor Eclesiástico Mexicano, pues la bondad del ilustrísimo Señor mi Obispo, a mí
mismo confió la censura de mi periódico...”
“El trabajo de esta divina formación será el objeto principal de nuestro estudio y de
nuestros esfuerzos en este retiro, ¿si los que están habituados a dar esta clase de ejercicios
se impresionan, ¿qué pasará conmigo Venerables compañeros y hermanos? Sin embargo
no principiaré por excusarme porque estoy convencido de que -en mí Cristo habla-. A mí el
más pequeño de los sacerdotes, tanto en ciencia como en virtud, la obediencia que prometí
solemnemente el día de mi ordenación, me pone hoy enfrente de vosotros carísimos
hermanos y señores míos, para que me confunda teniendo que hablaros; pero en medio de
mi confusión siento la misión divina que me trae y me considero dichoso porque no veo
delante de mí un auditorio común, sino a toda la Diócesis de cuya clerecía formo parte.
Veo que tengo que ayudar hoy a santificar a aquellos que mañana diseminados en los
diversos puestos que el Señor les ha señalado en su grey o en su heredad, irán a sembrar el
bien que aquí recojan.
...La santidad es voluntad de Dios que todos adquieran pero con particularidad los que
están llamados a ser luces del mundo... A medida que el sacerdote está más encumbrado
por Dios en dignidad, así también en esa relación debe ser más santo que los otros... Las
mismas etimologías que se asignan a la palabra sacerdote, al mismo tiempo que
manifiestan su inmensa dignidad, están indicando la necesidad de su santidad. -Sacerdos
id est, sacer dux- : Conductor sagrado; lo somos de las almas con la doctrina y con el
ejemplo. ¿Pero cómo ser santos y conservarse en la santidad cuando hay tantos escollos y
tantas dificultades en medio del ministerio sacerdotal? Precisamente de esto se concluye
que teniendo que ser santos los sacerdotes y estando expuestos a tantos peligros, necesitan
de tiempo en tiempo recogerse, para reparar la santidad perdida y conseguir su aumento.
Por esto la voz de nuestro Pastor nos llama ahora al retiro y a la soledad, para que en ella
enmendemos lo malo y consigamos lo bueno”.
El Padre Yermo, tenía la inquietud misma que manifiesta el Papa Benedicto XVI en este
año sacerdotal:"La Iglesia tiene necesidad de sacerdotes santos; de ministros que ayuden a
los fieles a experimentar el amor misericordioso del Señor y sean sus testigos
convencidos". Pidamos "al Señor que inflame el corazón de cada presbítero" de amor por
Jesús.
«La gracia del Espíritu Santo resplandece también hoy en otra figura que reproduce los
rasgos del Buen Pastor: el Padre José María de Yermo y Parres. En él están delineados con
claridad los trazos del auténtico sacerdote de Cristo, porque el sacerdocio fue el centro de
su vida y la santidad sacerdotal su meta.
“Quiero imitar a Cristo mi buen Jesús, que vino a enseñarnos con su palabra y con su
ejemplo, el amor de preferencia para con los pobres y desvalidos que el mundo desprecia”
Colaboración de
Hna. Clara Estela Sánchez Olivas, sscjp
Centro de Comunicación y Difusión “Yermo”
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