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SANTA TERESA DE CALCUTA,

TESTIGO DE LA MISERICORDIA

Comentarios y selección de textos:


Matilde Eugenia Pérez Tamayo
CONTENIDO

Introducción

1. Pinceladas biográficas
2. La llamada dentro de la llamada
3. Con los más pobres entre los pobres
4. Una fe firme como una roca
5. La alegría de amar y servir
6. El valor de la vida humana y dignidad de la
persona
7. Oraciones de la Madre Teresa
8. ¿Qué nos dice hoy, a ti y a mi, la Madre
Teresa?

ANEXOS
1. Homilía del San Juan Pablo II en la Misa de
Beatificación de la Madre Teresa de Calcuta
2. Homilía del Papa Francisco en la Misa de
Canonización de la Madre Teresa de Calcuta
3. Testimonios sobre la Madre Teresa
4. Oraciones para pedir la intercesión de
Santa Teresa de Calcuta, en una necesidad
La Buena Noticia de Dios es
que Dios todavía ama al mundo
a través de cada uno de nosotros.

Nosotros somos
la Buena noticia de Dios,
el amor de Dios en acción.

Jesús no puede caminar


por las calles del mundo entero.
Por lo tanto, a través de nosotros
él obra, camina, toca al pobre.

Santa Madre Teresa de Calcuta


INTRODUCCIÓN

Hay personas que pasan por el mundo


dejando en él su huella, y su memoria perdura
en el tiempo, de manera especial entre sus
familiares, amigos y conocidos.

Otras van más allá de ser recordadas por sus


allegados. Su huella es más profunda y
definida, y se hacen un lugar en la historia, en
diferentes aspectos del quehacer humano.

Hay quienes se destacan en el campo de las


ciencias, y su trabajo marca un nuevo rumbo
para su desarrollo a mediano y largo plazo.

Otros lo hacen en el campo del pensamiento,


y su manera de ver la vida y al ser humano en
su esencia y su quehacer, señalan un
horizonte a la humanidad entera, con más o
menos acierto.

Algunos más lo hacen en el campo de las


artes, de la política, del deporte, de la religión,
en fin.

La tarea de todos y cada uno de ellos y ellas


permite, sin duda, que la humanidad entera
avance en el tiempo, superando obstáculos y
proponiéndose nuevas metas, cada vez más
exigentes, como lo hace un atleta que
constantemente está batiendo su propia
marca.

Pero hay otras personas que van aún más


lejos, y con su ser y su quehacer iluminan no
sólo un campo del saber y del actuar
humanos, sino que enriquecen la misma
esencia humana, la dignifican y la elevan,
siguiendo el plan de Dios al crearnos como
sus hijos muy queridos.

Una de estas personas es, sin duda, la Madre


Teresa de Calcuta – Santa Teresa de Calcuta
–, conocida y reconocida no solo en el ámbito
de la Iglesia Católica, al que pertenece
estrictamente, sino también en el plano social
y humano en general, por su trabajo en favor
de “los pobres más pobres”, primero en la
India, país que adoptó como suyo, y luego,
paso a paso, en el mundo entero, a través de
sus discípulas y discípulos, las y los
Misioneros y de la Caridad, congregaciones
religiosas por ella fundadas.
Todavía hoy, más de 20 años después de su
muerte, ocurrida en 1997, los Misioneros y
Misioneras de la Caridad, dispersos por el
mundo, hacen presente su legado, sirviendo
a las personas más marginadas de la
sociedad, con diligencia y amor; a los
rechazados y los excluidos; a los descartados
como “inservibles”, porque por sus distintas
situaciones particulares, no pueden contribuir
al desarrollo material de una sociedad en la
que lo que vale es poseer bienes materiales,
producir, consumir, ser bello, ser joven, gozar
de perfecta salud, agradar a otros, alcanzar el
éxito social y económico, saber imponer el
propio criterio, y otras cosas por el estilo.

De la Madre Teresa se ha dicho y se ha


escrito mucho, en todos los ámbitos de la
sociedad y de la Iglesia, pero a veces
tenemos pocas oportunidades de conocer y
penetrar en su mente y en su corazón.
Conocer de primera mano su pensamiento,
profundizar en sus motivaciones para
emprender una tarea tan necesaria pero
también tan difícil, buscando a las personas
más hundidas y despreciadas, sólo con la
intención de “dignificarlas” en su pobreza y su
enfermedad, en su soledad y su abandono, y
ayudarlas a vivir y a morir en paz, haciéndolas
sentirse importantes y queridas por Dios, a
pesar de su vida de total pobreza material y
espiritual.

La vida de la Madre Teresa es interesante


hermosa, y profundamente motivadora, y lo
son también – por supuesto -, los
pensamientos y los sentimientos, los anhelos
y las convicciones, que la llevaron a ser como
fue, y a hacer lo que hizo a lo largo de su
vida, pero de un modo especial a partir de
septiembre de 1946, cuando una “llamada
dentro de la llamada” la condujo por nuevos
caminos en la búsqueda de saciar la sed de
Jesús - “de almas y de amor” - la sed de
Jesús encarnado y presente – hoy y siempre -
en los hombres y mujeres atropellados por el
sufrimiento en todas sus formas.

Intentemos acercarnos a ella seguros de que


encontraremos en el ejemplo de su vida y en
la riqueza de sus palabras, luces que
iluminarán nuestra mente y nuestro corazón, y
nos ayudarán a vivir con mayor alegría y
amor, de manera activa y efectiva, nuestra fe
cristiana, nuestro seguimiento de Jesús como
discípulos suyos, cada uno según sus propias
circunstancias y posibilidades.

Dejemos que la Madre Teresa nos interrogue,


que cuestione nuestras prioridades, que
sacuda nuestro egoísmo y nuestra
comodidad, que nos muestre las realidades
del mundo que no conocemos
verdaderamente, y que, con la gracia de
Dios, descubra para nosotros y nuestra vida
un camino nuevo y más comprometido con la
verdad y la belleza del Evangelio de Jesús,
que nos invita a todos a vivir con la dignidad
propia de los hijos de Dios, y a estar atentos a
las necesidades de los otros para que ellos
también puedan lograrlo.

Vivimos tiempos difíciles en todos los


órdenes, y sensibilizarnos frente a la
injusticia, el sufrimiento, la soledad, la
angustia, que padecen tantas personas en el
mundo, para ayudarlos en lo que nos es
posible, es una exigencia que no da espera.

Seguro que todo será para mayor gloria de


Dios, bien nuestro y de quienes comparten su
vida con nosotros.

Como decía Jesús: “El que tenga ojos para


ver, que vea, y el que tenga oídos para oír,
que oiga” (Mateo 13, 9).

Matilde Eugenia Pérez Tamayo


Lo único que quiere el buen Dios
es nuestro amor
y nuestra confianza en Él.

Dondequiera que vayas,


busca siempre la belleza
y la inmensa bondad de Dios.
1. PINCELADAS BIOGRÁFICAS

“De sangre soy albanesa.


De ciudadanía, India.
En lo referente a la fe, soy una monja católica.
Por mi vocación, pertenezco al mundo.
En lo que se refiere a mi corazón,
pertenezco totalmente al Corazón de Jesús”.

Madre Teresa de Calcuta

La Madre Teresa no escribió nunca una


autobiografía. Ni su humildad ni su exigente
trabajo con los pobres más pobres le permitía
tener tiempo para hacerlo.

Sin embargo, las circunstancias de su labor


misionera, primero en la India, y luego, a
través de las Congregaciones religiosas que
fundó, a lo largo y ancho del mundo, la
llevaron a hablar públicamente muchas veces,
en conferencias y entrevistas que nunca
buscaba, pero a las que se sentía “obligada” a
responder, como parte de la tarea que Dios le
había encomendado, y que ella se había
propuesto seguir al pie de la letra, en bien de
aquellos que amaba con todo su corazón y
servía con humildad y dedicación.

Desde que empezó a ser reconocida en el


mundo, muchos periodistas, escritores,
sacerdotes, teólogos, investigadores sociales,
han encontrado en sus intervenciones:
discursos, conferencias, entrevistas, y
también, en su correspondencia con sus
hermanas religiosas y sus colaboradores
laicos, y con sus directores espirituales, –
reveladas estas últimas sólo después de su
muerte y su canonización -, algunas
referencias claras de la Madre a su vida
personal, y a sus sentimientos y
pensamientos más profundos; todas ellas nos
ayudan a conocer con certeza y claridad los
momentos más importantes de su vida.

 PRIMEROS AÑOS

La Madre Teresa nació en Uskub, ahora


Skopie, en la antigua Yugoslavia, y
actualmente perteneciente a Macedonia del
Norte, el 26 de agosto de 1910, pero solía
celebrar su cumpleaños el día siguiente, 27
de agosto, por ser este el día en que la
bautizaron. Su nombre de pila era Agnes
Gonxha Bojaxhiu.

Era la menor de los tres hijos de un


matrimonio acomodado, que había llegado
de Albania. Tenía un hermano y una hermana
mayores que ella. Su padre murió cuando
contaba apenas 8 años de edad. Su madre la
educó con esmero en la fe católica que ella y
su padre practicaban.

En su niñez asistió a la escuela pública


estatal, y también participó como soprano
solista del coro de su parroquia. Además
pertenecía a la Congregación Mariana donde
comenzó a interesarse por las historias de los
misioneros jesuitas de Yugoslavia que
trabajaban en Bengala, al noroeste de la
India.

Hizo su Primera Comunión a los 5 años de


edad, a los 6 recibió la Confirmación, y a los
12 ya estaba totalmente segura de que debía
ser monja.
 VOCACIÓN RELIGIOSA

En alguna ocasión contó:

Tenía yo 12 años nada más, cuando sentí


por primera vez el deseo de hacerme monja.
Frecuentaba una escuela no católica, pero
había muy buenos sacerdotes que ayudaban
a niños y niñas a seguir su vocación, según la
llamada de Dios. Fue entonces cuando me di
cuenta de que mi llamada era hacia los
pobres.

La decisión definitiva sobre su vida la tomó el


15 de agosto de 1928, algunos días antes de
cumplir sus 18 años, mientras rezaba en la
capilla de la Virgen Negra de Letnice, donde
acudía con frecuencia con su mamá y sus
hermanos, en peregrinación.

Sobre este acontecimiento importante de su


vida nos cuenta:

La mía era una familia feliz. Pero finalmente a


los 18 años decidí dejar mi casa. Desde
entonces jamás he tenido la menor duda de
que tenía razón. Era la voluntad de Dios: la
elección la hizo Él.

El 26 de septiembre de 1928 se dirigió con


una amiga a la Abadía de Loreto,
perteneciente a la Congregación religiosa
católica denominada Instituto de la
Bienaventurada Virgen María, en
Rathfarnham, Irlanda. Desde aquel momento
no volvió a ver a su madre ni a su hermana.
A su hermano pudo visitarlo siendo ya mayor,
en sus viajes a Roma, donde él se había
establecido.

Al comienzo su idea más clara era aprender


inglés, para poder ir a la India como
misionera, pero más adelante hizo la petición
correspondiente, y fue admitida como
postulante en la Congregación de las
Hermanas de Loreto.

Finalmente, en noviembre de 1928 su


superiora religiosa la envió a la India,
concretamente a la ciudad de Calcuta, a
donde llegó el 6 de enero de 1929, sintiendo
en lo más profundo de su corazón una gran
alegría. Este era el cumplimiento de la
primera de sus metas.
 EN LA INDIA

En Darjeeling – India -, cerca a las montañas


del Himalaya, inició su noviciado, aprendió
bengalí, el idioma de la región, y fue profesora
en la escuela de Santa Teresa, que dirigía la
congregación religiosa a la que pertenecía.

Después de hacer sus votos de pobreza,


castidad y obediencia, y elegir ser llamada
“Teresa”, en honor de santa Teresa de
Lisieux, patrona de los misioneros y de las
misiones católicas, a quien admiraba
profundamente, fue trasladada al Colegio de
Santa María en Entally, al este de Calcuta,
para ser profesora.

Hizo sus votos perpetuos en la Congregación


de Loreto, el 14 de mayo de 1937, y continuó
trabajando en el colegio de Entally como
profesora de Historia y Geografía, y luego
como Directora.

En 1942, con el permiso de su director


espiritual – un misionero jesuita - la por
entonces Hermana Teresa, hizo un voto
privado para manifestar su gran amor a Dios y
su total disposición para realizar todo lo que
su corazón sintiera que Él le pedía. Así lo
anotó en su diario espiritual:

Hice un voto a Dios, obligándome, bajo pena


de pecado mortal, a darle todo lo que Él me
pidiera y a no negarle nada.

Fue esta una locura de amor que ella


mantuvo en secreto hasta su muerte.

Los 20 años que la Madre Teresa permaneció


en la Comunidad de Loreto los vivió con gran
alegría, amando a sus hermanas religiosas y
a sus alumnas del colegio, con caridad
profunda, altruismo y coraje.

Se distinguió también por una gran capacidad


de trabajo y un talento natural para la
organización, así como por un profundo
espíritu de oración y de fidelidad a Jesús, a
quien amaba profundamente, y por quien
estaba dispuesta a todo.

La Madre Teresa disfrutaba, sin duda,


enseñar en el colegio, atendiendo a las niñas
de familias pudientes, confiadas al cuidado de
las religiosas por sus padres, pero cada día la
perturbaba más la pobreza que veía por todos
lados. Una pobreza que se agravó por la
hambruna de 1943, debida en parte a la
Segunda Guerra Mundial, y también a la
violencia hindú-musulmana de 1946,
originada, paradójicamente, en la
independencia de la India de la Corona
Británica.

 UNA NUEVA LLAMADA

El 10 de septiembre de 1946, cuando era la


Directora del Colegio de Entally, la Madre
Teresa experimentó lo que más tarde
describió como la “llamada dentro de la
llamada”, según refirió en sus cartas y de viva
voz a su director espiritual y al obispo de su
diócesis.

El hecho ocurrió justamente en un viaje en


tren, rumbo al convento de Darjeeling para su
retiro espiritual anual, y para tomar allí unas
cortas vacaciones. Jesús mismo le pidió
claramente, en aquella ocasión, que dedicara
su vida a los excluidos de la sociedad, a los
abandonados y descartados por cualquier
causa.

Durante las sucesivas semanas y meses,


mediante locuciones interiores, que consignó
luego por escrito, Jesús le reveló el deseo de
su Corazón de encontrar “víctimas de amor”
que “irradiaran a las almas su amor”. “Ven y
sé mi luz”, le suplicó. “No puedo ir solo”.

Jesús le reveló su dolor inmenso por el olvido


de los pobres, su pena por la ignorancia que
tantas y tantas personas tenían de él, y su
deseo de ser conocido y amado por todos. Y,
finalmente, le solicitó que fundara una
Congregación religiosa dedicada
exclusivamente al servicio de los más pobres,
para rescatarlos de su abandono material y
espiritual, y devolverles la dignidad que les es
propia.

Ella misma nos cuenta sobre este momento


tan especial de su vida:

En Loreto yo era la monja más feliz del


mundo. Abandonar el trabajo que allí
realizaba fue un gran sacrificio. Lo que no
tuve que abandonar fue mi condición de
religiosa. El cambio no se refirió más que al
trabajo, ya que mis Hermanas de Loreto se
limitaban a enseñar, que es un auténtico
apostolado por Cristo, pero mi vocación
específica, dentro de la vocación, era por los
pobres más pobres.

Fue una llamada desde el interior de mi


vocación: como una segunda vocación. Era la
orden de renunciar a Loreto, donde era feliz,
para servir a los pobres de las calles.

En 1946, mientras me dirigía a Darjeeling en


tren para hacer ejercicios espirituales, advertí
una llamada a renunciar a todo y a seguir a
Cristo en los suburbios, para servir entre los
pobres más pobres.

Fue una orden. Fallar habría significado


quebrantar la fe.

 CON LOS POBRES DE CALCUTA

Transcurrieron casi 2 años en los que la


Madre Teresa vivió diversas pruebas y realizó
un profundo discernimiento sobre lo que
había experimentado, acompañada por su
director espiritual, hasta que fue autorizada
para poner por obra el pedido que había
recibido de Jesús.

Después de mucha oración, consultas con su


director espiritual y el obispo de su diócesis, y
siguiendo los trámites correspondientes ante
el Vaticano, el 8 de agosto de 1948, la Madre
Teresa recibió el permiso expreso de dejar la
Comunidad de las Hermanas de Nuestra
Señora de Loreto, a la que pertenecía, para
empezar a hacer realidad el “mandato” que
había recibido del Señor.

El 17 de agosto de 1948 la Madre Teresa se


vistió por primera vez con el sari blanco
adornado con cintas azules con el que la
vemos en las fotografías – era su nuevo
hábito -, se calzó las sandalias, y atravesó las
puertas de su amado convento de Loreto para
entrar en el mundo de los pobres más pobres.
Sólo llevaba en el bolsillo 5 rupias para sus
gastos más urgentes.

Después de un breve curso de enfermería


con las Hermanas Médicas Misioneras en la
ciudad de Patna, regresó a Calcuta donde
encontró alojamiento temporal en la
comunidad de las Hermanitas de los Pobres.

El 21 de diciembre de este mismo año 1948,


la Madre Teresa fue por primera vez a uno de
los barrios más pobres de Calcuta, donde
sus ojos vieron lo que no habían visto nunca.

Visitó algunas familias que vivían en


verdaderos “huecos”, lavó las heridas de
algunos niños, se ocupó de un anciano
enfermo que estaba tirado en la calle y cuidó
a una mujer que se estaba muriendo de
hambre y de tuberculosis.

A partir de entonces comenzaba cada día


entrando en comunión con Jesús en la
Eucaristía, y salía de la casa religiosa donde
estaba hospedada, con el rosario en la mano,
para encontrar y servir a Jesús en los no
deseados, los no amados, aquellos de los que
nadie se ocupa.

En alguna ocasión contó:

Hacía falta un techo para acoger a los


abandonados. Para buscarlo, me puse en
marcha… Caminé, caminé
ininterrumpidamente, hasta que ya no pude
más. Entonces comprendí mejor hasta qué
punto de agotamiento tienen que llegar los
verdaderos pobres, siempre en busca de un
poco de alimento, de medicinas, de todo.

El recuerdo de la tranquilidad material de que


gozaba en el convento de Loreto se me
presentó en aquel momento como una
verdadera tentación.

Pasados unos meses en este trabajo diario de


visitar a los pobres en sus “viviendas”, y
recorrer las calles de los barrios más
marginados, comenzaron a unirse a ella, una
tras otra, algunas de sus antiguas alumnas,
que motivadas por su ejemplo querían
compartir su ideal. Sobre ellas dice en sus
escritos:

Querían darlo todo a Dios, en seguida.¡Con


qué alegría se despojaban de sus saris
brillantes para vestir nuestro pobre sari de
algodón! Cuando una joven de las castas
elevadas viene a ponerse al servicio de los
parias, protagoniza también una revolución.
La mayor, la más difícil: la revolución del
amor.

El 7 de octubre de 1950, la Santa Sede


aprobó con entusiasmo la nueva
Congregación de las Misioneras de la
Caridad, que tenía como misión cuidar a los
hambrientos, los desnudos, los que no tienen
hogar, los lisiados, los ciegos, los leprosos,
toda esa gente que se siente inútil, no amada,
o desprotegida por la sociedad; gente que se
ha convertido en una carga para la sociedad y
que son rechazados por todos.

A partir de esta fecha se le reconocía


legalmente como una Comunidad religiosa
diocesana, bajo la obediencia y la protección
de quien en aquel tiempo era el obispo de
Calcuta.

 FUNDACIONES

En 1952, la Madre Teresa inauguró el primer


hogar para moribundos en la ciudad de
Calcuta, con la ayuda de algunos funcionarios
del gobierno indio, a quienes acudió con
decisión, movida por las necesidades que se
encontraba. Sobre este acontecimiento nos
cuenta:

A mí me ocurrió el primer caso, el de una


mujer tirada en plena calle. Se la estaban
comiendo las ratas y las hormigas. Yo la llevé
al hospital, pero no podían hacer nada por
ella. Tuvieron que aceptarla, porque yo dije
que no me marchaba de allí en tanto no se
hicieran cargo de ella.

Después fui al ayuntamiento pidiendo me


dieran un lugar donde meter a tales
desgraciados, porque ya en el mismo día,
había encontrado a otros que también se
morían en mitad de la calle. El administrador
encargado de la salud pública me señaló el
templo de Kali, abriéndome el “darmashalah”,
lugar donde en otros tiempos la gente
descansaba tras haber rendido culto a la
diosa.

El edificio estaba vacío. Me preguntó aquel


señor si lo quería. Yo me sentí contenta de
poseer tal casa por diversas razones,
particularmente porque era un centro de culto
y de devoción de los hindúes. En 24 horas
condujimos allí a nuestros enfermos y
lisiados.

Los sacerdotes de la diosa Kalí no veían con


buenos ojos nuestra intromisión. Pero uno de
ellos cayó enfermo, de una enfermedad
contagiosa. Le atendimos tan bien que desde
entonces no sólo dejaron de espiarnos, sino
que se transformaron en colaboradores
nuestros y amigos.

En 1955, con el creciente aumento de niños


abandonados, la Madre Teresa abrió la
institución “Hogar del Niño del Inmaculado
Corazón”, para acoger a los niños y jóvenes
huérfanos.

Después fundó el centro “Shanti Nagar” para


atender a las personas que padecían el mal
de Hansen – la lepra -. una especie de
dispensario donde las Misioneras de la
Caridad proporcionaban atención médica y
alimentos.

Para la década de 1960, la Madre Teresa y su


Congregación ya habían establecido una gran
cantidad de hospicios, orfanatos y casas de
leprosos en toda la India.

Más adelante, el Decreto de Alabanza – la


aprobación definitiva de la comunidad y de su
trabajo con los más pobres -, concedido por
el Papa Pablo VI en febrero de 1965, en el
que quedó en firme la constitución de la
Congregación como Congregación de
derecho Pontificio, es decir, directamente bajo
la autoridad del Papa, la animó a abrir una
casa en Venezuela, y muy rápidamente otras
en Roma, Tanzania, y sucesivamente en
todos los continentes.

Hacia 1968, la Madre Teresa había


inaugurado diversos establecimientos en
Europa, Asia, África, Australia, y Estados
Unidos. Todos dedicados a atender a los
descartados de la sociedad por diversos
motivos.

Comenzando en 1980 y continuando durante


la década de los años 90, la Madre Teresa
abrió casas en casi todos los países
comunistas, incluyendo la antigua Unión
Soviética, Albania y Cuba.
Para mejor responder a las necesidades
físicas y espirituales de los pobres, la Madre
Teresa fundó también los Hermanos
Misioneros de la Caridad, en 1963.

En 1976 fundó la rama contemplativa de las


Hermanas.

En 1979 fundó los Hermanos Contemplativos.

Y en 1984, fundó los Padres Misioneros de la


Caridad.

Todas estas Congregaciones continúan hoy el


trabajo iniciado por la Madre Teresa.

Pero la inspiración de la Madre no se limitó


solamente a aquellos que sentían la vocación
a la vida religiosa. Para involucrar a los laicos
en su trabajo misionero y caritativo, creó
también los llamados Colaboradores de
Madre Teresa y los Colaboradores Enfermos
y Sufrientes, personas de distintas creencias
y nacionalidades, con los cuales compartió su
espíritu de oración, sencillez, sacrificio, y su
apostolado basado en humildes obras de
amor.

En respuesta a las peticiones de muchos


sacerdotes, Madre Teresa inició también en
1981 el Movimiento Sacerdotal Corpus Christi
como un pequeño camino de santidad para
aquellos sacerdotes que desearan compartir
su carisma y espíritu.

Sobre sus fundaciones y la manera como


podía sostenerlas económicamente, sin tener
recursos propios, decía:

Jamás he visto cerrárseme puerta alguna.


Creo que eso ocurre porque ven que no voy a
pedir, sino a dar.

 PREMIOS Y RECONOCIMIENTOS

Poco a poco, el mundo comenzó a fijarse en


Madre Teresa y en la obra que ella sus
colaboradores realizaban. Los medios de
comunicación empezaron a seguir sus
actividades con interés cada vez mayor. Todo
esto hizo que muchos gobiernos,
instituciones, grupos y asociaciones de toda
clase le concedieran numerosos premios.

El primero de ellos fue el Premio Indio Padma


Shri en 1962, otorgado a los ciudadanos
indios que se destacan en distintas
actividades como las Artes, la Educación, la
Industria, la Literatura, la Ciencia, el Deporte,
la Medicina y el Servicio Social.

Más adelante, en 1979, recibió el Premio


Nobel de la Paz, de reconocimiento mundial.

Tanto los premios – que fueron muchos -,


como la creciente atención en su persona y
en su obra, los recibió la Madre Teresa con
gran humildad, interesada sólo en dar gloria
a Dios y en nombre de los pobres.

 LA NOCHE OSCURA DEL ALMA

Toda la vida y el trabajo de la Madre Teresa


fue un testimonio de la alegría de amar, de la
grandeza y de la dignidad de cada persona
humana, del valor de las cosas pequeñas
hechas con fidelidad y amor, y del valor
incomparable de la amistad con Dios.
Pero, existía una faceta heroica en la vida de
la Madre, que salió a la luz solo después de
su muerte. Oculta a todas las miradas, oculta
incluso a los más cercanos a ella, su vida
interior estuvo marcada por la experiencia de
un profundo, doloroso y constante sentimiento
de separación de Dios, que la llevó incluso a
sentirse rechazada por Él, y esto unido a un
deseo cada vez mayor de su amor.

Ella misma llamó “oscuridad” a su experiencia


interior.

La dolorosa noche de su alma, que comenzó


cuando dio inicio a su trabajo con los pobres,
y permaneció hasta el final de su vida,
condujo a la Madre Teresa, paradójicamente,
a una cada vez más profunda unión con Dios.

Mediante la oscuridad, ella participó de la sed


de Jesús - el doloroso y ardiente deseo de
amor de Jesús -, y compartió la desolación
interior de los pobres cuando se ven
rechazados y son incapaces de enfrentar sus
desgracias.

Podríamos decir que del mismo modo que


algunas personas escogidas – como san
Francisco de Asís y el santo Padre Pio de
Pietrelcina -, reciben en su cuerpo las heridas
o los estigmas de la pasión física de Jesús, la
Madre Teresa vivió en su corazón la soledad
y el dolor espiritual de Jesús en la cruz.

Un dolor profundo, lacerante, angustioso, que


día y noche hería su alma, y la llevaba incluso
a dudar del amor que Dios sentía por ella.

Una verdadera agonía prolongada en el


tiempo – más de 40 años -, que nunca
manifestó exteriormente a nadie – aparte de
su director espiritual y su obispo -, y que ni las
personas más cercanas a ella - las religiosas
de su comunidad – pudieron percibir, porque
siempre parecía alegre, tranquila, sosegada,
diligente y llena de amor, de fortaleza, de paz.

 TRABAJADORA INCANSABLE

Durante los últimos años de su vida, a pesar


de los cada vez más graves problemas de
salud, la Madre Teresa continuó dirigiendo su
Congregación y respondiendo a las
necesidades de los pobres y de la Iglesia, y
acudía con generosidad y prontitud a los
lugares donde era necesaria su presencia.

Al inicio, la Congregación de Misioneras de la


Caridad tenía solo 13 miembros en Calcuta,
pero con el tiempo llegó a alcanzar una cifra
superior a 4.000, distribuidos en 610
fundaciones localizadas en 123 países del
mundo.

Las hermanas y los hermanos trabajaban en


casas destinadas para personas
abandonadas que estaban cerca de la
muerte, orfanatos y escuelas para niños y
niñas; en centros de atención a los enfermos
de sida; en comedores populares y
programas de asesoramiento para niños y
familias; y ofrecía caridad y cuidado a los
refugiados, y a todos aquellos que se
encontraban en necesidad, entre los que se
contaban ciegos, discapacitados, alcohólicos,
ancianos, pobres, personas sin hogar y
víctimas de inundaciones, epidemias o
hambrunas.
 PROBLEMAS DE SALUD

Con el paso de los años, la salud de la Madre


Teresa empezó a deteriorarse a un ritmo
acelerado. En 1983, sufrió un ataque cardíaco
en Roma, mientras visitaba al Papa Juan
Pablo II. Después tuvo un segundo ataque en
1989 y se le implantó un marcapasos. En
1991 se vio afectada por una neumonía
mientras visitaba a las hermanas en México,
pero logro recuperarse.

Más adelante sobrevinieron de nuevo los


problemas cardíacos, en vista de lo cual
ofreció su renuncia a su cargo de Superiora
de las Misioneras de la Caridad, pero la
Congregación en pleno volvió a elegirla para
el cargo, en una votación secreta, y ella
aceptó continuar adelante a pesar de su
debilidad.

En 1993 volvió a tener problemas pulmonares


y cardíacos, además de malaria, y estando en
Roma, a causa de una caída se fracturó tres
costillas. En 1996 se fracturó la clavícula
también por una caída, y en agosto del mismo
año le diagnosticaron insuficiencia del
ventrículo izquierdo del corazón, lo que exigió
una nueva cirugía.

En marzo de 1997, la Madre Teresa bendijo a


su recién elegida sucesora, la hermana María
Nirmala Joshi, como Superiora General de
las Misioneras de la Caridad, y realizó su
último viaje al extranjero.

 SU MUERTE Y SU LEGADO

Después de encontrarse por última vez con el


Papa Juan Pablo II, volvió a Calcuta donde
pasó las últimas semanas de su vida,
recibiendo a las personas que acudían a
visitarla, e instruyendo a sus hermanas en la
misión que les correspondía en el mundo.

Finalmente, el 5 de septiembre, la vida


terrena de Madre Teresa llegó a su fin. Tenía
87 años de edad, y casi 60 años de vida
religiosa ininterrumpida.

El Gobierno de India le concedió el honor de


celebrar un funeral de estado, y su cuerpo fue
enterrado en la Casa Madre de las Misioneras
de la Caridad.
Su tumba se convirtió rápidamente en un
lugar de peregrinación y oración para gente
de fe y de extracción social diversa.

La Madre Teresa nos dejó el ejemplo de una


fe sólida, de una esperanza invencible y de
una caridad extraordinaria. Su respuesta a la
llamada de Jesús, “Ven y sé mi luz”, hizo de
ella una Misionera de la Caridad, una “madre
para los pobres”, un símbolo de compasión
para el mundo y un testigo viviente de la sed
de amor de Dios.

Menos de 2 años después de su muerte, a


causa de lo extendido de su fama de santidad
y de los favores que se le atribuían, el Papa
Juan Pablo II permitió la apertura de su
Causa de beatificación, y el 20 de diciembre
de 2002, aprobó los decretos sobre la
heroicidad de sus virtudes y el milagro
obtenido por su intercesión: la curación
inexplicable de una mujer india de religión
animista, Mónica Bersa, de 34 años, que
padecía un tumor en el abdomen del que
sanó espontánea y totalmente en 1998,
después que unas religiosas de un hospital de
la India donde se encontraba recluida,
pusieron sobre su abdomen, con su permiso
expreso, una reliquia de la Madre.

El 4 de septiembre de 2016, la canonizó en


Roma el Papa Francisco. En esta ocasión el
milagro aprobado se obró el 8 de diciembre
de 2008, cuando el enfermo, un hombre
brasileño con graves problemas cerebrales
iba a ser operado, estando ya en coma a
causa de su enfermedad.

Por problemas técnicos la intervención


quirúrgica tuvo que ser pospuesta durante
media hora. La esposa del enfermo le había
pedido a sus familiares y amigos que le
rezaran a la beata, de la que era devota:
"Díganle a la Madre Teresa que lo cure", les
pidió.

Al regresar al quirófano, después del


incidente con los equipos de cirugía, el doctor
se encontró al paciente sentado, sin síntomas
de su enfermedad, despierto, perfectamente
consciente y preguntándose qué hacía en
aquel lugar.
Durante la fase de estudio de este “supuesto
milagro”, el médico dijo que no había visto
nunca un caso semejante, y que todos los
pacientes similares que había tratado en sus
17 años de profesión, habían fallecido.

La Madre Teresa de Calcuta fue, sin duda, un


persona llena de la luz de Cristo, inflamada de
amor por él. Una persona que ardía con un
único deseo: saciar su sed de amor y de
almas.

Con su pequeña estatura y con su fe firme


como una roca, continúa diciéndonos hoy,
que Dios ama todavía al mundo y nos envía a
ti y a mi para que seamos su amor y su
compasión para los pobres.
Jesús es mi Dios.
Jesús es mi Esposo.
Jesús es mi Vida.
Jesús es mi único Amor.

A Jesús, yo le amo con todo mi


corazón, con todo mi ser.
Le he dado todo, incluso mis pecados,
y él se ha desposado conmigo
con ternura y amor.

Ahora y por toda mi vida


soy la esposa
de mi Esposo Crucificado.
2. LA LLAMADA
DENTRO DE LA LLAMADA

“Ven, sé mi luz… “
¿Te negarás?…”

La Voz (Jesús)

Como ya vimos, un acontecimiento muy


especial tuvo lugar en la vida de la Madre
Teresa, cuando ella tenía 36 años de edad y
era directora del Colegio Santa María que su
comunidad religiosa de Loreto tenía en
Calcuta.

Sucedió mientras viajaba en tren hacia la


ciudad de Darjeeling, para sus ejercicios
espirituales anuales, el día 10 de septiembre
de 1946, y dejó en su corazón una huella
imborrable.

A partir de este día su vocación religiosa dio


un giro y su vida tuvo un cambio de rumbo de
180 grados. Fue una nueva vocación dentro
de la vocación religiosa que ya vivía, “una
llamada dentro de la llamada”, como ella
misma lo denominó con gran acierto.
Muy pocas veces habló la Madre Teresa de
este suceso, a lo largo de su vida, pero lo
consignó con esmero en su diario, y también
en las cartas que dirigía a su director
espiritual – el sacerdote jesuita Celeste Van
Exen - para que le ayudara a entender y a
realizar lo que Jesús mismo le había pedido.
Así lo relata:

Fue una llamada dentro de mi vocación. Era


una segunda llamada. Era una vocación para
abandonar incluso Loreto, donde estaba muy
feliz, para ir a las calles a servir a los más
pobres de los pobres.

Sucedió en aquel tren; oí la llamada para


dejarlo todo y seguirlo a él a los barrios más
miserables, para servirle en los más pobres
de los pobres [...] Yo sabía que era su
voluntad y que tenía que seguirlo. No había
duda de que iba a ser su obra.

 LA VOZ DE JESÚS

¿Qué fue lo que ocurrió?...


¿Qué vio o que escuchó la Madre Teresa en
el tren, mientras viajaba?…

Lo que sabemos es que a partir de este día


10 de septiembre, y más o menos hasta la
mitad del año siguiente – 1947 -, la Madre
tuvo una serie de locuciones interiores. Oía
muy claramente en su mente y en su corazón,
la voz de Jesús, y conversaba íntimamente
con él, que se dirigía a ella con gran ternura y
amor llamándola “Esposa mía” o “Mi
pequeñita”, mientras ella le respondía
diciéndole “Mi Jesús” o “Jesús mío”.

En su diálogo con ella, Jesús le reveló el


grande y profundo amor que sentía – siente -
por los seres humanos de todos los rincones
de la tierra, y también su inmenso dolor por la
existencia de tanto sufrimiento en el mundo.
Quería enviarla a ella como portadora de su
amor y de su compasión, sobre todo a los
más pobres de entre los pobres, en Calcuta,
su ciudad. Le decía con gran amor: “Ven, ven,
llévame a los agujeros de los pobres. Ven, sé
Mi luz”.

Durante todo el retiro en Darjeeling, la Madre


Teresa continuó teniendo estas locuciones y
comenzó a escribir lo que escuchaba que
Jesús le decía en ellas, con el fin de
compartirlas más adelante con su director
espiritual, y examinar con él cómo podía
empezar a realizar todo lo que el Señor le
pedía con tanto afán.

En una carta fechada en enero de 1947,


escrita por sugerencia del padre Celeste Van
Exen, con quien trataba sus inquietudes
espirituales, y dirigida al obispo de su
diócesis, la Madre refiere claramente la
petición concreta que Jesús le hacía. Este es
su relato:

Un día durante la Sagrada Comunión oí la


misma voz muy claramente. Me decía:

Quiero religiosas indias, víctimas de mi amor,


quienes serían María y Marta, quienes
estarán tan unidas a mí como para irradiar mi
amor sobre las almas.

Quiero religiosas libres revestidas con mi


pobreza de la Cruz. Quiero religiosas
obedientes revestidas con mi obediencia de la
Cruz. Quiero religiosas llenas de amor
revestidas con la caridad de la Cruz. ¿Te
negarás a hacer esto por mí? ...

Otro día me dijo – dice la Madre -:

Te has hecho mi esposa por amor a mí, has


venido a la India por mí. La sed que tenías de
almas te trajo tan lejos. ¿Tienes miedo a dar
un nuevo paso por tu Esposo? ¿Por mí, por
las almas?… ¿Se ha enfriado tu
generosidad?… ¿Soy secundario para ti?

Tú no moriste por las almas, por eso no te


importa lo que les suceda. Tu corazón nunca
estuvo ahogado en el dolor como lo estuvo el
de mi Madre. Ambos nos dimos totalmente
por las almas. ¿Y tú? Tienes miedo de perder
tu vocación, de convertirte en seglar, de faltar
a la perseverancia. No, tu vocación es amar y
sufrir y salvar almas y dando este paso
cumplirás el deseo de mi Corazón para ti. Esa
es tu vocación.

Vestirás con sencillas ropas indias o más bien


como vistió mi Madre, sencilla y pobre. Tu
hábito actual es santo porque es mi símbolo,
tu sari llegará a ser santo porque será mi
símbolo”.

Quiero hermanas indias Misioneras de la


Caridad, que serían mi fuego de amor entre
los más pobres, los enfermos, los
moribundos, los niños pequeños de la calle.

Quiero que me traigas a los pobres y las


hermanas que ofrecerán sus vidas como
víctimas de mi amor y me traerán estas almas
a mí. ¡Sé que eres la persona más incapaz,
débil y pecadora, pero precisamente porque
lo eres, te quiero usar para mi gloria! ¿Te
negarás?”...

Has dicho siempre "haz conmigo todo lo que


desees". Ahora quiero actuar, déjame hacerlo,
Mi pequeña esposa, Mi pequeñita. No tengas
miedo, estaré siempre contigo.

Sufrirás y sufres ahora, pero si eres mi


pequeña esposa, la esposa de Jesús
crucificado, tendrás que soportar estos
tormentos en tu corazón.

Déjame actuar. No me rechaces. Confía en mi


amorosamente, confía en mí ciegamente.
Pequeñita, dame almas, dame las almas de
los pobres niñitos de la calle… Anhelo la
pureza de su amor.

Si sólo respondieras a mi llamada y me


trajeras estas almas apartándolas de las
manos del maligno…

Hay conventos con numerosas religiosas


cuidando a los ricos y los que pueden valerse
por sí mismos, pero para mis muy pobres no
hay absolutamente ninguna. Es a ellos a
quienes anhelo, les amo. ¿Te negarás?…

Constantemente escuchaba en su corazón “la


Voz” de Jesús que le repetía una y otra vez
esta pregunta: “¿Te negarás?”…

 CON LA AYUDA DEL OBISPO DE


CALCUTA

En 1942 la Madre Teresa había hecho un


voto privado, que ofrecía hacer todo lo que
ella sintiera que Dios le pedía, sin negarle
nada, para mostrarle de manera clara su
amor y su deseo profundo de servirle. A lo
largo de 4 años lo había cumplido con gran
cuidado y dedicación. Ahora en 1946, este
voto le exigía algo más grande y profundo,
que estaba dispuesta a realizar al pie de la
letra, pero para hacerlo necesitaba la ayuda
del obispo de su diócesis, a cuya obediencia
estaba sometida por ser una religiosa.

Era él – el obispo - quien tenía que darle el


permiso para comenzar a saciar la sed de
Jesús, su deseo infinito de amor y de almas;
un deseo, una sed que ella había hecho
propios.

Era él – el obispo - quien debía gestionar


ante el Vaticano lo que fuera necesario para
que ella pudiera salir de su Congregación de
Loreto para comenzar a organizar la nueva
Congregación religiosa que Jesús quería,
formada, según él mismo le había pedido, a
partir de mujeres indias, dedicadas de lleno a
llevar el amor de Dios a los rincones más
oscuros, y a las personas más pobres y
abandonadas de la sociedad.

Fue un proceso largo, pero finalmente, con


persistencia y valor, superando los obstáculos
que se le iban presentando, la Madre Teresa
logró su cometido, y la llamada dentro de la
llamada se hizo realidad.

Hasta el instante final de su vida, la Madre


Teresa permaneció fiel a esta llamada, sin
importarle los sacrificios que constantemente
ella le imponía.

Su corazón rebosaba de amor y de alegría


cumpliendo la Voluntad de Dios, intentando
calmar la sed de Jesús “de amor y de almas”,
y los dolores físicos y espirituales de las
personas marginadas, los más pobres entre
los pobres.
Estamos en las manos de Dios.
Él nos cuidará.
Nosotros ahora sólo tenemos
que confiar ciegamente en Él.

Dios no pretende de nosotros que


tengamos éxito.
Sólo nos exige
que le seamos fieles.
3. CON LOS MÁS POBRES
ENTRE LOS POBRES

“Fue entonces cuando me di cuenta


de que mi llamada era hacia los pobres”.

Madre Teresa de Calcuta

La Madre Teresa tuvo siempre clara en su


mente y en su corazón, la convicción de que
Dios la había elegido para servir a los pobres
de una manera especial, y se esforzó por
realizar su tarea hasta el último día de su
vida.

Los pobres fueron, sin duda, su gran amor, y


el objeto de todos sus desvelos, siguiendo el
ejemplo de Jesús y su llamada particular a
amarlos, acogerlos, y servirlos, sin distinción
ninguna, y fueran cuales fueran sus
circunstancias de vida.

Su trabajo con los pobres no fue una mera y


simple asistencia social. Le nacía en lo más
profundo de su corazón, como un reflejo, una
derivación, del amor que ella sentía por Dios,
en la persona concreta de Jesús crucificado,
maltratado y dolorido, sediento y agonizante.

En su interior “escuchaba” con insistencia las


palabras de Jesús en el Evangelio: “lo que
hiciste a uno de estos hermanos míos más
pequeños, a mí me lo hiciste” (Mateo 25,40),
y trataba por todos los medios de hacerlas
realidad - con ternura y bondad - con todos
aquellos que encontraba en las cunetas de la
vida, primero en Calcuta, la ciudad que había
adoptada como suya, y luego en el mundo
entero, a través de sus hijos e hijas de las
Congregaciones de Misioneros y Misioneras
de la Caridad por ella fundadas.

Afirmaba con total convicción:

Mi comunidad son los pobres.


Su seguridad es la mía.
Su salud, la mía.
Mi casa, la casa de los pobres.
Pero no de los pobres a secas, sino de los
pobres más pobres.
De aquellos a quienes nadie se acerca
porque son contagiosos y están llenos de
microbios y suciedad.
De los que no van a rezar porque no pueden
ir desnudos.
De los que no comen porque no les quedan
fuerzas para hacerlo.
De los que se caen desplomados por las
aceras sabiendo que están a punto de morir y
a cuya vera pasan los transeúntes sin volver
la mirada hacia atrás.
De los que no lloran, porque se les han
agotado ya las lágrimas.

Nuestro Señor quiere que sea una monja


libre, cubierta con la pobreza de la cruz.

 EN LOS POBRES ESTÁ JESÚS

La Madre Teresa estaba perfectamente


convencida de la presencia de Jesús en los
pobres, y decía a las hermanas para
motivarlas en su trabajo de cada día:

El objetivo de nuestra congregación es llevar


a Dios, llevar el amor de Dios a los hogares
de los pobres más pobres y conducirlos a Él.
Poco importa quiénes son, poco importa su
procedencia étnica o el puesto que ocupan en
la sociedad. Nosotras queremos mostrarles el
amor y la compasión que Dios tiene por ellos.
Demostrarles que Dios ama al mundo y los
ama a ellos.

Jesús se convierte en el hambriento, el


desnudo, el sin techo, el enfermo, el
prisionero, el solitario, el despreciado, y dice:
“A mí me lo hicisteis”. Está hambriento de
nuestro amor, y este es el hambre de
nuestros pobres; el hambre que debemos
socorrer.

Sólo acercándonos más y más a Jesús


podremos acercarnos más unas a otras y a
los pobres. Cuanto más nos vaciemos de
nosotras mismas, más podremos llenarnos de
Dios.

Ojalá no olvidemos jamás que en el servicio


de los pobres se nos ofrece una magnífica
ocasión de hacer algo hermoso para Dios. Es
que, al entregarnos de todo corazón a los
pobres, es a Cristo a quien servimos en su
rostro desfigurado, pues él mismo dijo: “A mí
me lo hicisteis”.

El mundo es demasiado rico para los pobres.


Debemos ser muy, muy pobres en todo el
sentido de la palabra, para ganar el corazón
de los pobres para Jesús.

Al final de nuestras vidas no seremos


juzgados por cuántos diplomas hemos
recibido, cuánto dinero hemos conseguido, o
cuántas cosas grandes hemos hecho.
Seremos juzgados por: “Yo tuve hambre y me
diste de comer; estuve desnudo y me vestiste;
no tenía casa y me diste posada...” (cf. Mateo
25, 34 ss)

Y cuando hablaba ante algún público, fuera


quien fuera, afirmaba con claridad para que
todos entendieran:

La pobreza no la hizo Dios. La hacemos tú y


yo cuando no compartimos lo que tenemos.

Hoy en día está de moda hablar de los


pobres. Por desgracia no lo está hablarle a
ellos.

Nuestros pobres son gente maravillosa, muy


simpática. No necesitan nuestra lástima ni
nuestra compasión. Sólo necesitan nuestro
amor comprensivo y nuestro respeto.
Tenemos que decir al pobre que él es alguien
para nosotros; que él también ha sido creado
por la misma mano amorosa de Dios, para
amar y ser amado.

No cierren las puertas a los pobres; porque


los pobres, los apestados, los caídos en la
vida, son como el mismo Jesús.

Los pobres son la esperanza del mundo


porque nos proporcionan la ocasión de amar
a Dios a través de ellos. Son el don de Dios a
la humanidad, para que nos enseñen una
manera diferente de amarlo, buscando
siempre la manera de dignificarlos y
rescatarlos. Ellos son el signo de la presencia
de Dios entre nosotros, ya que en cada uno
de ellos es Cristo quien se hace presente.

Cuando comparezcamos en la presencia de


Dios, seremos juzgados por lo que hayamos
sido para los pobres: lo que hayamos hecho
por ellos.

Jamás vuelvan la espalda a los pobres,


porque al volver su espalda a los pobres, la
vuelven a Cristo Jesús.
Y advertía:

La falta de amor es la mayor pobreza.

El hambre de amor es mucho más difícil de


eliminar que el hambre de pan.

Hay muchas personas en este mundo que


anhelan un pedazo de pan, pero hay muchas
más que anhelan un poco de amor.

Qué terrible es la pobreza si uno no es


amado.

Es tan fácil hablar y hablar sobre los pobres


de otros países. Muy a menudo tenemos a
personas sufrientes, solas o abandonadas,
personas ancianas, despreciadas, que se
sienten miserables, y que están cerca de
nosotros y ni siquiera las conocemos. No
tenemos tiempo ni para sonreírles.

¿Conocemos nosotros a nuestros pobres?


¿Conocemos nosotros a los pobres de
nuestra casa, de nuestra familia? Quizá su
hambre no sea de un trozo de pan. Es posible
que nuestros hijos, marido, mujer, no tengan
hambre, no estén desnudos, desahuciados,
pero ¿estáis seguros de que no hay nadie
que se sienta indeseado, privado de afecto?
¿Dónde están vuestro padre o madre
ancianos? ¿Dónde?...

El abandono es una gran pobreza.

 HISTORIAS DE AMOR Y DE VIDA

Hay muchas “historias” o “anécdotas”, o


“ejemplos”, como queramos llamarlos, que
narran el trabajo de la Madre Teresa y de sus
religiosas y religiosos, en favor de los pobres.

Bellas historias de amor y de servicio, que


nos enseñan qué es lo realmente importante
en la vida. Veamos algunas narradas por ella
misma en su diario espiritual y en sus
conferencias testimoniales:

El 21 de diciembre de 1948 fue el primer día


de la nueva vida de la Madre Teresa; su
“primer encuentro” con los más pobres. Así lo
relata:
A las 8:00 a.m. dejé Saint Joseph. En Saint
Teresa tomé a Verónica Gomes conmigo y
salimos.

Empezamos en Taltala y fuimos a visitar a


cada familia católica. La gente estaba
contenta. Había niños por todas partes. ¡Qué
suciedad y qué miseria! ¡Qué pobreza y qué
sufrimiento! Hablé muy poco, sólo lavé
algunas heridas, puse vendajes y di
medicinas a algunos. Al anciano tendido en la
calle, rechazado, totalmente solo,
simplemente enfermo y moribundo, le di
carbarsone y agua para beber y el anciano
estaba extrañamente agradecido...

Luego fuimos al bazar de Taltala, y allí había


una mujer muy pobre, muriendo de hambre,
más que de tuberculosis. ¡Qué pobreza! ¡Qué
sufrimiento real! Le di algo que la ayudara a
dormir, pero esta mujer anhelaba tener algún
cuidado. Me pregunto cuánto tiempo duraría,
tenía sólo 35.5 °C en ese momento. Pidió
varias veces la confesión y la Sagrada
Comunión. Sentí allí también mi propia
pobreza, ya que no tenía nada que dar a esa
pobre mujer. Hice todo lo que pude, pero, si
hubiera podido darle una taza de leche
caliente o algo así, su cuerpo frío habría
recibido un poco de vida. Debo intentar estar
en algún sitio cerca de la gente donde pueda
acceder con facilidad a las cosas.

Algunos días después, el 24 de enero de


1949, escribió en su diario:

Creo que algunos se preguntan qué interés


hay en trabajar entre los que están en lo más
bajo. El Reino se debe predicar a todos. Si los
ricos hindúes y musulmanes pueden tener
todo el servicio y toda la dedicación de tantas
religiosas y sacerdotes, seguro que los más
pobres de entre los pobres y los que están en
lo más bajo pueden tener el amor y
dedicación de nuestro pequeño grupo. Me
llaman la “hermana de los barrios miserables”,
y estoy contenta de ser precisamente eso por
amor a Jesús y por su gloria.

Uno de sus relatos preferidos narra un hecho


que tuvo lugar años más tarde cuando la
Congregación de las Misioneras de la Caridad
ya había abierto algunas casas en diversos
países. Aquí lo tenemos:
En Melbourne – Australia - fui a visitar a un
pobre anciano cuya existencia era ignorada
por todos.

Su habitación estaba desordenada y sucia.


Intenté limpiarla, pero él se opuso: “Déjela,
está bien así”, me dijo.

Sin que yo insistiera mucho, al final dejó que


la limpiara.

En la habitación, había una magnífica


lámpara, cubierta de polvo. Le pregunté: ¿Por
qué no la enciendes? Me contestó: ¿Para
qué, si nadie viene a verme? Yo no la
necesito.

Le dije entonces: ¿La encenderías si las


Hermanas te vinieran a ver? Y él me
respondió: Sí. Con tal que pudiera escuchar
una voz humana en esta casa, la encendería.

Hace unos días recibí de él esta nota


brevísima: Dile a mi amiga que la lámpara
que prendió en mi vida sigue encendida.
Con frecuencia refería también en sus charlas
algo que le pasó un día cualquiera, en
cualquier lugar del mundo, porque viajaba
constantemente, y allí donde iba no dejaba de
interesarse por los más pobres y asistirlos
donde estuvieran:

En una ocasión, encontré en la calle a una


mujer moribunda, que me preguntó: - ¿Por
qué haces esto?...

Yo le respondí: - Porque te quiero mucho,


porque Dios te ama.

Y ella me repuso: - Dímelo una vez más,


porque es la primera vez en mi vida que oigo
esas palabras.

A los pocos días murió feliz y pasó en paz a la


eternidad…

Otro día encontré a un hombre en una


alcantarilla; todo su cuerpo era una gran llaga.
Los ratones se lo habían medio comido. Lo
llevé a nuestra Casa para los Moribundos.

¿Sabes lo que me dijo aquel hombre? Me


dijo: “He vivido todos estos años como un
animal, ahora muero como un ángel”.

No podré olvidar nunca sus palabras, pero


sobre todo, su rostro tranquilo y sonriente.
Tres horas después murió, realmente como
un ángel.

 LAS DISTINTAS POBREZAS

La Madre Teresa estaba atenta a todas las


necesidades humanas, a todas las pobrezas.

La atención a los moribundos que yacían en


las calles fueron su prioridad original, pero
rápidamente vinieron otras, como por
ejemplo: los niños abandonados, las familias
desamparadas, los leprosos, las jóvenes sin
futuro por su pobreza o su condición de
mujeres, los ancianos solos, los enfermos, los
pacientes de SIDA, en fin.

Sobre estos últimos cuenta:

El primer centro para los enfermos de SIDA lo


fundamos la vigilia de Navidad de l985 en
Nueva York. Comenzó con 15 enfermos, el
cardenal O´Connor nos ayudó a en ello.

La necesidad surgió originariamente en la


prisión de Sing Sing y nuestros primeros
pacientes procedían de allí… Solía tratarse de
los que habían sido rechazados o de los que
no tenían a nadie y sus corazones encerraban
una horrible amargura...

Muchos de ellos estaban distanciados de sus


familias, pero después de haber estado con
nosotras durante algún tiempo y, gracias a un
regalo del Señor, volvían a establecer trato
con ellas.

Algunas les escribían cartas y otras los


llamaban por teléfono. Y a medida que fuimos
creciendo, un enfermo se hacía cargo del
otro, lo que nos causaba gran satisfacción...

Algunos vienen a nuestras cases


desesperados. Pero, cuando se encuentran
con la atención y la ternura de las hermanas y
los voluntarios, se restablece la paz en sus
corazones.

Muchos dicen: “Éste será el último lugar


donde viva, el último sitio donde estaré”. Y yo
siempre les digo: “No, es el penúltimo. Desde
aquí irás a la verdadera casa, donde nuestro
Padre celestial nos espera a todos”. Y
muchos desean partir.

Después de una de sus visitas a las casas


establecidas en Etiopía, escribió en su diario:

Fui a Addis Abeba para estar con nuestras


hermanas y sus pobres. Nunca he visto tanto
sufrimiento, tanto dolor y sin queja. Sólo vi un
Calvario abierto, donde la Pasión de Cristo se
volvía a vivir en los cuerpos de multitudes y
multitudes de gente.

Ya tenemos cuatro casas y la quinta es un


campo con 8.000 personas que alimentar y
600 enfermos, inválidos y con problemas
mentales, hombres, mujeres y niños.
Nuestras hermanas son verdaderamente la
presencia de Jesús para ellos con su trato tan
suave, tan lleno de amor.

Hay 7 millones de personas que afrontan


estos sufrimientos.
Los leprosos han sido sin duda, algunas de
las personas más marginadas a lo largo de la
historia, en todos los lugares del mundo.
Desde el comienzo de su trabajo entre los
más pobres, la Madre Teresa contempló la
idea de ayudarles a vivir su enfermedad con
dignidad y bien atendidos, y así lo hizo en
cuanto pudo. Sobre este trabajo con los
leprosos decía:

Es verdaderamente muy difícil convencer a la


gente en la India de que Dios no condena al
hombre a sufrir. Conocemos casos
dramáticos de enfermos de lepra que se
habían curado y los mataron, incluso a veces
miembros de su propia familia. Por eso,
hemos sentido la necesidad de construir
pequeñas villas dedicadas sólo a ellos, donde
puedan vivir, trabajar y formar una familia.

Hoy día la lepra puede curarse con éxito, si se


coge a tiempo. Son necesarios unos 6 meses.
Gracias a nuestros benefactores, mucha
gente tiene nuevamente ganas de vivir.

Hay muchas “historias” más para contar, pero


no podemos alargarnos indefinidamente.
Quedémonos por ahora con estas palabras
que pronunció la Madre en Estados Unidos,
en una reunión a la que fue invitada por sus
benefactores, y dejémonos cuestionar por
ellas, porque también nosotros tenemos
mucho qué cambiar en nuestra vida, mucho
de qué convertirnos, mucho que dar a los
pobres y mucho que recibir de ellos:

Quiero agradecerles a todos y a cada uno lo


que durante estos años, a través del Catholic
Relief Service, han realizado para compartir la
alegría de servir a los pobres más pobres.

Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo


para que fuera uno de nosotros, en todo igual
que nosotros menos en el pecado.

Su Hijo, Jesucristo, les amó a ustedes y me


ha amado a mí. Y se hizo pan de vida para
poder saciar el hambre de Dios que embarga
nuestros corazones.

Pero esto sólo no le satisfizo: quiso poner ese


amor a Dios en acción viviente.

Se hizo hambriento, desnudo, enfermo,


desahuciado, necesitado de ayuda.

Se hizo indeseado, no amado, no ayudado,


para que ustedes y yo pudiéramos tener la
alegría de darle de comer, de vestirle, de
ofrecerle alojamiento, depositando en él
nuestro amor, haciéndole sentirse amado,
haciéndole sentir que él es alguien muy
especial para ustedes y para mí.

Ese Jesús, ese Jesús hambriento de amor y


de pan, ese Jesús despojado de alimentos y
de dignidad humana, ese Jesús carente de
una casa y de amor compasivo, ese Jesús se
encuentra hoy por todas partes en el mundo
y tiende su mirada hacia ustedes y hacia mí
para preguntarnos: ¿Me amas tú? ¿Estás
dispuesto a acompañar este sufrimiento que
es el de millares y millares de seres humanos
repartidos por todo el mundo: seres que no
sólo carecen de pan sino de amor, que
desean ser comprendidos y reconocidos
como hermanos y hermanas nuestros,
creados por la misma mano amorosa de
Dios?

En la India, en África, en todos esos países,


pero también en otros - incluso aquí - pueden
existir seres sumidos en la soledad.

Los puede haber hasta en la casa donde


habitamos y en nuestra propia familia. ¿Nos
percatamos de ello?…
...(…)…

¿Conocemos a nuestros pobres aquí?..


¿Conocemos a los pobres que viven cerca de
nosotros?… ¿A los que incluso pueden ser de
nuestra propia familia?.. ¿Los conocemos de
verdad?....

A no ser que los conozcamos, no los


podemos amar. Y si no los amamos, no los
podemos servir: el conocimiento conduce al
amor y el amor al servicio...
La grandeza de María reside en su
humildad.
Jesús, quien vivió en estrechísimo
contacto con ella, parecía querer que
nosotros aprendiéramos de él y de ella
una lección solamente: ser mansos y
humildes de corazón.

Pidámosle a la Virgen que nos ayude a


ser como ella, a realizar con humildad
y sin vanagloria el trabajo que se nos
ha asignado, y que llevemos a los
demás a Jesús con el mismo espíritu
con que ella lo llevó en su seno.
4. UNA FE FIRME COMO UNA ROCA

“Si tuvieran fe
del tamaño de un granito de mostaza,
le dirían a este cerro:
quítate de aquí y ponte más allá,
y el cerro obedecería”.

Jesús
(Mateo 17,20)

La fe es el fundamento de la vida cristiana


auténtica. El piso, la raíz, la base, sobre la
cual está asentado todo lo demás.

La fe que profesamos – lo que creemos - nos


conduce a ser de determinada manera, y a
hacer determinadas cosas, a tener ciertas
actitudes en nuestra conducta general.

Es la fe la que nos marca el camino que


debemos seguir, el modo de vida que
debemos llevar.

La Madre Teresa tenía una fe profunda y


firme, una fe clara y decidida, una fe
luminosa, que la llevó a ser como era y a
hacer lo que hizo, dejando en el mundo una
huella imborrable, una huella de amor, de
bondad, de santidad.

La Madre Teresa creía con una fe


perfectamente centrada en Dios y abierta a
los hombres. Una fe que no le permitió
encerrarse en sí misma, en su propia
interioridad, sino que la llevó a darse, a
entregarse en el servicio, a los hombres y
mujeres más necesitados de su ayuda y
protección. Sobre este tema de la fe, decía a
las religiosas de su Congregación:

La fe es un don de Dios. Sin fe, no hay vida


posible. Para que nuestra obra dé frutos, para
que no pertenezca sino a Dios, ha de
cimentarse sobre la fe.

Cristo ha dicho: Tuve hambre, estaba


desnudo, enfermo, sin cobijo... Por mí lo
habéis hecho. Nuestra obra está fundada
sobre la fe en estas palabras de Cristo.

Hoy falta fe, porque hay exceso de egoísmo:


se busca sobre todo la ventaja personal.
La fe no puede ser auténtica sin ser
generosa.

Amor y fe van juntos: se complementan


mutuamente.

 EL CORAZÓN DE JESÚS

Iluminada por el ejemplo de sus padres y las


enseñanzas que recibió junto a sus
hermanos, en el seno de su familia, la Madre
Teresa sintió, siendo todavía muy pequeña,
que Jesús había conquistado su corazón y su
vida, y que nunca podría separarse de él. A
este respecto decía:

Desde mi infancia el Corazón de Jesús ha


sido mi primer amor.

A él – a Jesús - se entregó totalmente, y por


él, por su amor, vivió cada instante de su
existencia en el mundo. Jesús fue siempre su
todo. Lo decía con mucha alegría:

Jesús es todo para mi.

Constantemente invitaba a las hermanas de


su Congregación, a entregarse totalmente al
Señor, y a servirle con amor y dedicación, sin
negarle nada. Les decía:

Sólo Jesús es el Camino digno de ser


seguido, la Luz digna de ser encendida, la
Vida digna de ser vivida, y el Amor digno de
ser amado.

Jesús es nuestro amor, nuestra fuerza,


nuestra fuente de bondad.

Lo único que Jesús nos pide en todo


momento es que nos entreguemos
absolutamente a él, que confiemos en él
plenamente, renunciando a nuestros deseos
para cumplir con el camino que nos va
trazando.

Profundicemos en nuestro amor a Jesús,


profundicemos en nuestro conocimiento de
Dios y este conocimiento nos llevará a amarlo
y el amor nos llevará a servirlo.

La fe en acción es el amor y el amor en


acción es el servicio.
Nosotras tenemos necesidad de la
profundidad de la fe para ver a Cristo en el
cuerpo maltrecho y en los andrajos sucios
bajo los cuales se oculta el más hermoso de
los hijos de los hombres.

 ¿QUIÉN ES JESÚS PARA MÍ?…

Durante una de las hospitalizaciones que tuvo


la Madre Teresa, escribió este texto sobre
Jesús, que bien podemos considerar como su
profesión de fe:

Jesús...
Tú eres Dios.
Tú eres Dios de Dios.
Tú eres Engendrado, no creado.
Tú eres de la misma Naturaleza del Padre.
Tú eres el Hijo del Dios Vivo.
Tú eres la Segunda Persona de la Santísima
Trinidad.
Tú eres Uno con el Padre.
Tú estás en el Padre desde el principio:
Todo fue hecho por Ti y por el Padre.
Tú eres el Hijo Amado en Quien el Padre se
complace.
Tú eres el Hijo de María, concebido por el
Espíritu Santo en su seno virginal.
Tú naciste en Belén.
Tú fuiste envuelto en pañales por María y
recostado en el pesebre lleno de paja.
Tú fuiste calentado con el aliento del borrico
sobre el que viajó tu Madre cuando te
llevaba en su seno.
Tú eres el Hijo de José, el Carpintero, como
eras conocido por la gente de Nazaret.
Tú eres un hombre sencillo sin mucho saber,
según Te juzgaban los sabios de Israel.
Me preguntan quién es Jesús para mí, y yo
respondo:

Jesús es el Verbo hecho Carne.


Jesús es el Pan de Vida.
Jesús es la Víctima ofrecida por nuestros
pecados en la Cruz.
Jesús es el Sacrificio ofrecido en la Santa
Misa por los pecados del mundo y los
míos.

Jesús es la Palabra para ser hablada.


Jesús es la Verdad para ser dicha.
Jesús es el Camino para ser recorrido.
Jesús es la Luz para ser encendida.
Jesús es la Vida para ser vivida.
Jesús es el Amor para ser amado.
Jesús es la Alegría para ser compartida
Jesús es el Sacrificio para ser ofrecido.
Jesús es la Paz para ser dada.
Jesús es el Pan de Vida para ser comido.

Jesús es el hambriento para ser alimentado.


Jesús es el sediento para ser saciado
Jesús es el desnudo para ser vestido.
Jesús es el que no tiene hogar para ser
recogido.
Jesús es el enfermo para ser curado.
Jesús es el que está solo para ser amado.
Jesús es el rechazado para ser aceptado.
Jesús es el leproso para lavar sus heridas.
Jesús es el mendigo para darle una sonrisa.
Jesús es el borracho para escucharle.
Jesús es el retrasado Mental para protegerle.
Jesús es el pequeño para abrazarle.
Jesús es el ciego para guiarle.
Jesús es el mudo para hablar por él.
Jesús es el tullido para caminar con él.
Jesús es el drogadicto para ser su amigo.
Jesús es la prostituta para apartarla del
peligro y ser su amigo.
Jesús es el prisionero para ser visitado.
Jesús es el anciano para ser servido.
Jesús es mi Dios.
Jesús es mi Esposo.
Jesús es mi Vida.
Jesús es mi único Amor.
Jesús es mi Todo en Todo.
Jesús es Todo para mí.
A Jesús, yo lo amo con todo mi corazón, con
todo mi ser.
Le he dado todo, incluso mis pecados, y él se
ha desposado conmigo con ternura y
amor.
Ahora y por toda mi vida soy la esposa de mi
Esposo crucificado. Amén.

 LA EUCARISTÍA

La Madre Teresa creía con una fe clara y


firme, que no admitía ninguna duda, en la
presencia real de Jesús en la Eucaristía.

La Comunión de cada día era el alimento que


le comunicaba la fuerza que necesitaba para
realizar la tarea a la que había sido llamada.
A las hermanas les explicaba con sencillez:

La fe y el amor que brotan de la Eucaristía


nos predisponen para poder descubrir a
Cristo bajo la humilde apariencia de los
pobres.

Todo su trabajo estaba organizado alrededor


de la Eucaristía. No podía prescindir de la
Misa ni un solo día, y tampoco de su oración
frente al sagrario. Y lo mismo recomendaba a
las hermanas de su Congregación. Una de
ellas nos da su testimonio:

La Madre recibía la Sagrada Comunión


diariamente con una devoción tremenda.
Cuando algunos días se celebraba una
segunda Misa en la Casa Madre, trataba
siempre de asistir, aunque estuviera muy
ocupada. En semejantes ocasiones la oí
decir: “Qué hermoso haber recibido dos veces
a Jesús hoy”.

La profundísima reverencia de la Madre hacia


el Santísimo Sacramento era un signo de su
profunda fe en la presencia real de Jesús bajo
las apariencias del pan y del vino.

Su actitud de adoración, gestos tales como


las genuflexiones, incluso con ambas rodillas,
en la presencia del Santísimo Sacramento
expuesto, y esto hasta bien entrada en años,
su manera de arrodillarse y juntar las manos,
su preferencia por recibir la Sagrada
Comunión en la lengua, todo ello testimoniaba
su fe en la Eucaristía.

 FE EN MEDIO DE LA OSCURIDAD

Pero la Madre Teresa – como le ha sucedido


a muchos elegidos del Señor - vivió también
circunstancias espirituales muy difíciles, que
se prolongaron por un largo tiempo.

Una profunda “oscuridad” invadió su alma


solo unos meses después del episodio de la
“llamada dentro de la llamada”, cuando ya
estaba inmersa en el trabajo con los pobres
más pobres y con la fundación y organización
de su Congregación religiosa.

Una “oscuridad” que permaneció en ella por


más de 40 años, y que la hacía sufrir mucho,
según consta en sus cartas privadas a su
director espiritual, a quien pedía
continuamente:
Padre, rece por mí, pues en mi interior hay un
frío glacial. Sólo la fe ciega me sostiene, ya
que en realidad para mí todo está en tinieblas.
Mientras Nuestro Señor reciba todo el deleite,
la verdad es que yo no cuento.

Esa fe “ciega” pero firme y profunda, absoluta


y confiada, le permitió a la Madre Teresa ir
siempre adelante sin decaer ni en su oración,
ni en su alegría, ni en su esfuerzo de buscar
todos los días la mejor manera de ayudar a
todos aquellos que Jesús le había confiado.

Fue esto tan cierto y tan claro en su vida, que


ninguna de las hermanas de su
Congregación, y ninguna de las personas que
tuvieron contacto con ella en esta época de
su vida, percibió nunca ni la más leve
manifestación de su sufrimiento espiritual;
sólo la veían orar, trabajar, amar y sonreír.

Dios mismo, escondido en lo más profundo de


su corazón era quien la sostenía
amorosamente, y sin que ella pudiera
“sentirlo”, le daba la gracia de mantenerse
activa y alegre siempre, con una alegría que
iba mucho más allá de su sonrisa
permanente; una alegría que iluminaba a
quienes compartían con ella en su
comunidad, y a todos aquellos que de una u
otra manera recibían su atención y sus
cuidados.

En medio de su oscuridad interior, la Madre


Teresa era verdadera luz para quienes la
rodeaban.

 LA PROVIDENCIA DE DIOS

La Madre Teresa amaba profundamente la


Providencia Divina, creía firmemente en ella,
y a ella se abandonaba. Constantemente
repetía para sí misma, para las hermanas de
su comunidad y para todos sus
colaboradores:

Mi confianza en Dios es ciega. Sé que Él


nunca me va a fallar.

Dios es quien tiene el control, y podemos


confiar plenamente en Él.

Fiémonos de Dios. Tengamos fe ciega en la


Divina Providencia.
Dios lo sabe todo y Él proveerá. Démosle
ocasión de comprobar nuestra fe en Él.

Y contaba:

La Providencia viene siempre en nuestra


ayuda. Cuando la necesidad es inmediata,
inmediata es también la intervención
providencial.

No siempre se trata de cantidades ingentes,


sino de las que sirven en cada momento.

Una vez teníamos recogido a un enfermo


para el que se necesitaba una medicina rara.
Mientras nos estábamos preguntando cómo
podíamos hacernos con ella, llamó a la puerta
un hombre con un abundante muestrario de
medicinas. Entre ellas, se encontraba la que
necesitábamos con urgencia.

Una de las Hermanas de la Congregación que


vivió a su lado, y compartió con ella su
trabajo, declaró en alguna ocasión:

Lo que más me llamó la atención fue el


espíritu de fe, la tremenda fe de la Madre.
Vivíamos en esa atmósfera. Confiábamos
plenamente en Dios para todo. Recuerdo dos
ocasiones en las que no teníamos
absolutamente nada para cenar, pero la
Madre dijo: “No se preocupen, algo nos
traerán”. En efecto, antes de que
anocheciera, alguien trajo lo que
necesitábamos.

 RESPETO POR LAS PERSONAS Y


SUS CREENCIAS PARTICULARES

La fe – su fe cristiana católica -, era para la


Madre Teresa la roca sobre la cual estaba
asentada toda su vida, el motor que la movía
a actuar, la fuerza que la mantenía firme y
segura en su caminar de cada día. Sin
embargo, nunca pensó en obligar a otros a
creer lo que ella creía. Estaba convencida de
que Dios tiene su manera propia de llegar a
las personas y es capaz de abrirse camino en
los corazones de los hombres, sean cuales
sean sus circunstancias particulares.
Afirmaba con absoluta convicción:

No tratamos de imponer a otros nuestra fe.


Intentamos sólo que Cristo haga pasar su luz
y su vida, en nosotros y por nuestro medio, al
mundo de la miseria. Intentamos que los
pobres, cualesquiera sean sus creencias, al
vernos, se sientan atraídos hacia Cristo y nos
inviten a acercarnos a ellos, a entrar en sus
vidas.

Para nosotras no tiene importancia la fe que


profesan nuestros asistidos. Nuestro criterio
de asistencia no son las creencias, sino la
necesidad. Todos son cuerpo de Cristo, todos
son Cristo bajo la apariencia de criaturas
necesitadas de ayuda y con derecho a
recibirla.

Jamás hemos intentado que nuestros


asistidos se conviertan al cristianismo. Lo
fundamental es que encuentren a Dios, a
través de la religión que sea y como sea. Lo
que nos salva es la fe en Dios. Lo de menos
es desde qué punto se llega a Él.

Y a las hermanas les pedía con sencillez:

No debemos imponer nuestra fe católica a


nadie, sino tener un profundo respeto por
todas las demás religiones, porque no es
justo forzar a otros a aceptar la fe católica
contra su conciencia. Sin embargo, pediremos
el don de la fe para ellos y, cuando exista la
oportunidad de hablar con ellos sobre la
Palabra de Dios, no debemos dejarla pasar.

Un testimonio claro para todos nosotros.


A menudo me siento
como un pequeño lápiz
en manos de Dios.

Él se encarga de escribir.
Él se encarga de pensar.
Yo sólo tengo que ser el lápiz.
5. LA ALEGRÍA
DE AMAR Y DE SERVIR

“Nuestra tarea consiste


en animar a cristianos y no cristianos
a realizar obras de amor.
Y cada obra de amor hecha de todo corazón,
acerca a Dios”.

Madre Teresa de Calcuta

Creer, amar y esperar, son las tareas que nos


corresponde realizar a quienes seguimos a
Jesús como sus discípulos y misioneros. Para
realizarlas adecuadamente, Dios nos regala
tres virtudes que conocemos como virtudes
infusas: la fe, la esperanza y la caridad.

Creer con una fe firme y segura, con una


confianza sin límites, con la certeza plena de
que encontrarnos con Jesús, conocerlo,
amarlo y seguirlo, es lo mejor que nos ha
pasado en la vida.

Amar con prontitud, con generosidad, con


decisión, compartiendo lo que somos y lo que
tenemos, primero, con quienes viven a
nuestro lado, pero también, por supuesto, con
quienes nos necesitan de una u otra manera;
con los que requieren que les ayudemos a
vivir su vida con la dignidad que les
corresponde, porque son hijos e hijas de Dios.

Amar con un amor que sale del corazón. Un


amor humilde y sencillo, pero profundo y
comprometido.

Amar con un amor que se entrega, con un


amor que sirve, con un amor que ayuda, que
apoya, que promueve, que socorre en la
necesidad. Un amor compasivo y
misericordioso como el amor de Jesús, como
el amor mismo de Dios, que nos dio a su Hijo
para que todo el que cree en él, para que todo
el que lo conoce a él, lo ama y lo sigue, no
perezca, sino que tenga Vida eterna (cf. Juan
3, 16).

Esperar con una esperanza que no decae,


pase lo que pase, porque estamos
absolutamente convencidos, totalmente
seguros de que la luz vencerá a las tinieblas,
y el bien triunfará sobre el mal, como Jesús
crucificado venció la muerte, y fue resucitado
por el Padre, para nunca más morir.

Creer, amar y esperar siempre con alegría,


porque la alegría es el sello de calidad de la
vida y las acciones de quien ha descubierto el
infinito amor que Dios nos tiene y quiere
comunicarlo a otros.

 PERMANENTEMENTE ALEGRE

Los testimonios de quienes la conocieron


personalmente, dan fe de que la Madre
Teresa fue siempre una persona alegre; una
persona que creía, amaba y esperaba con
alegría. Una alegría verdadera y profunda que
brotaba de su corazón siempre unido a Dios.

La sonrisa iluminaba su rostro aún en las


circunstancias más difíciles. Dios le regaló
este don, para ayudarle a enfrentar con
entusiasmo y decisión la tarea que le había
encomendado: entregar su vida entera a los
más pobres entre los pobres, a quienes debía
servir con especial amor y dedicación, aunque
su alma tuviera que enfrentar una gran
“oscuridad interior”, una verdadera “noche
oscura” al estilo de san Juan de la Cruz, de la
que ya hablamos.

La Madre Teresa era alegre, y pedía a sus


hermanas y discípulas, buscar por encima de
todo vivir en la alegría, fueran cuales fueran
las circunstancias, porque la alegría acerca a
Dios, y es señal de su presencia amorosa en
nuestra vida. Les decía:

La alegría es signo de una persona generosa


y mortificada que, olvidando todas las cosas,
incluso a sí misma, intenta agradar a su Dios
en todo lo que hace. Una persona que tiene
este don de la alegría, frecuentemente
alcanza un alto grado de perfección.

La mejor manera de expresar la gratitud a


Dios y a las personas es aceptarlo todo con
alegría.

La alegría es oración, la señal de nuestra


generosidad, de nuestro desprendimiento y
de nuestra unión interior con Dios.

Mantengamos la alegría de amar a Jesús en


nuestros corazones, y compartamos esta
alegría con todo aquel que nos encontremos.
Luchen contra todo aquello que pueda
sumirlos en la tristeza. Nuestra oración de
cada día podría ser: “Que la alegría del Señor
sea mi fuerza”. El optimismo y la alegría
fueron la fuerza de María.

Sin alegría no hay posibilidad de amor, y el


amor sin alegría no es amor sincero y
auténtico.

Y añadía:

Una sonrisa en los labios alegra nuestro


corazón, conserva nuestro buen humor,
guarda nuestra alma en paz, vigoriza la salud,
embellece nuestro rostro e inspira buenas
obras.

Sonriamos a los rostros tristes, tímidos,


enfermos, conocidos, familiares y amigos.

Sonriamos a Dios con la aceptación de todo


lo que Él nos envié y tendremos el merito de
poseer la mirada radiante de su rostro,
con su amor, por toda la eternidad.
Pienso que la sonrisa engendra sonrisa, de la
misma manera que el amor engendra amor.

 SERVIR ES LO MÁS IMPORTANTE

La Madre Teresa consideraba que su trabajo


y el trabajo de las hermanas, entre los pobres
más pobres, por pequeño que fuera, era lo
más importante que podían hacer, porque era
algo que Dios quería y que ellos – los más
pobres – siempre rechazados, necesitaban
con urgencia.

Sobre este tema del servicio incondicional a


los otros, decía:

La vida es un don maravilloso de Dios y


ayudar a los pobres, material y
espiritualmente, más que un deber es un
privilegio; porque Jesús, Dios hecho hombre,
nos ha asegurado: "Cuanto hagan a uno de
estos pequeños, es a mí a quien lo hacen".

Si no se vive para los demás, la vida carece


de sentido.
Yo puedo hacer cosas que tú no puedes; tú
puedes hacer cosas que yo no puedo; juntos
podemos hacer grandes cosas.

Dar hasta que duela y cuando duela, dar más


todavía.

Consciente de las limitaciones que todos


tenemos y de las debilidades que
experimentamos en las dificultades, instruía a
las hermanas y las animaba, diciéndoles:

A veces sentimos que lo que hacemos no


merece la pena. Pero siempre hay alguien
que lo agradecerá.

No siempre podemos hacer grandes cosas,


pero siempre podemos dar algo de nosotras
mismas.

Cuanto menos tengamos, más tendremos


para dar, porque el amor que se fundamenta
en el sacrificio, siempre crece.

Seamos las servidoras del pobre. Hemos de


brindar al pobre un servicio generoso, sincero.
En el mundo, a la gente se le paga por su
trabajo. Sintámonos pagados por Dios.

Y les aseguraba:

El servicio más grande que pueden hacer a


alguien es conducirlo para que conozca a
Jesús, para que lo escuche y lo siga; porque
sólo Jesús puede satisfacer la sed de
felicidad del corazón humano, para la que
hemos sido creados.

 SERVIR SIEMPRE CON AMOR

No lo daba por descontado, y por eso lo


repetía una y otra vez a las Misioneras y los
Misioneros de la Caridad, y a cuantos la
escuchaban: el servicio, sea cual sea,
siempre debe ser realizado con amor, porque
el amor es lo que hace la diferencia, lo que
llega al alma, lo que dignifica tanto al que
sirve como al que es servido.

Estas son sus palabras:


El amor es un fruto que madura en todas las
estaciones del año, y que está al alcance de
todas las manos.

El amor no puede permanecer en sí mismo.


No tiene sentido. El amor tiene que ponerse
en acción. Esa actividad nos llevará al
servicio.

Nada es difícil para el que ama.

La compasión y el amor tienen que crecer en


nuestro interior a partir de nuestra unión con
Jesús.

El amor, para que sea auténtico, tiene que


costar. A Jesús le costó amarnos. Hasta a
Dios le costó amar, porque tuvo que darnos
dio a su Hijo.

Y añadía:

El amor se prueba con los hechos; cuanto


más nos cuesta, más grande es la prueba de
nuestro amor.
El trabajo sin amor es esclavitud. Lo que
importa es el amor que ponemos en el trabajo
que realizamos.

Cada obra de amor, llevada a cabo con el


corazón, siempre logrará acercar a la gente a
Dios.

Hay una cosa que siempre nos asegurará el


cielo: los actos de caridad y de bondad.
Jamás sabremos cuánto bien puede hacer
una simple sonrisa.

En el momento de la muerte, no se nos


juzgará por la cantidad de trabajo que
hayamos hecho, sino por el peso del amor
que hayamos puesto en nuestro trabajo.

Tenemos que ser portadores de paz, de amor


y de compasión para el mundo de hoy.

Hay que hacer las cosas ordinarias, con un


amor extraordinario.
 SU TARJETA DE PRESENTACIÓN

Cuando empezó a ser conocida, en la India


primero, y luego en el mundo entero, la Madre
Teresa mandó imprimir unas tarjetas
pequeñas que repartía en todos los lugares
que visitaba y a todas las personas que se
reunían para escucharla. Decía así:

El fruto del silencio es la oración.


El fruto de la oración es la fe.
El fruto de la fe es el amor.
El fruto del amor es el servicio.
El fruto del servicio es la paz.

Era su tarjeta de presentación y también su


mensaje. Lo que quería comunicar a todos; la
lección de deseaba que todos recibieran y
pusieran en práctica.

Estaba absolutamente convencida de que


todas las personas, fueran de la religión que
fueran, podían hacer, con su comportamiento,
que el mundo fuera un lugar verdaderamente
acogedor para todos, sin excepción, y esto
se podría lograr si todos enfocaban su vida
bajo esta directriz.
Deseo ardientemente
encender la luz del amor
en el corazón de cada criatura de Dios.

Debemos llenar el mundo


con el amor y la compasión de Jesús
y vencer todo odio y toda oscuridad.

Haz las cosas pequeñas


con gran amor.
6. EL VALOR
DE LA VIDA HUMANA,
Y DIGNIDAD DE LA PERSONA

“Dios ha empeñado todo su amor


en la creación de la vida humana
y esa es la razón por la cual
no tenemos derecho a destruirla,
especialmente nosotros que sabemos
que Cristo ha muerto
por la salvación de esa vida.
Cristo ha muerto y lo ha dado todo
por ese niño”.

Madre Teresa de Calcuta

La Madre Teresa fue siempre una


abanderada de la vida y de la dignidad de la
persona humana, en todas sus
circunstancias.

De hecho, cuando empezó a trabajar por los


pobres más pobres, según la vocación a la
que había sido llamada, su primera
preocupación fueron los ancianos y enfermos
que morían en las calles de Calcuta, en las
peores condiciones de abandono y pobreza,
totalmente solos y desatendidos, en medio de
las basuras y la suciedad.

Muy pronto experimentó directamente cuánto


significa para alguien ser socorrido en sus
necesidades con cariño y generosidad. Ella
misma contó en una de sus conferencias-
testimonio:

Hace algunos meses recogimos por la calle a


un hombre en muy mal estado.

Cuando se vio acomodado sobre un lecho en


nuestra “Casa del Moribundo”, murmuró: “He
vivido por las calles como un animal. Ahora
voy a morir como un ángel, rodeado de amor
y de cuidados”.

Murió de veras como un ángel, con envidiable


serenidad.

Otra noche, algunas hermanas y yo, hicimos


un recorrido por el barrio y recogimos cuatro
personas que dormían en la calle. Una de
ellas se encontraba en condiciones extremas.

Les dije a las hermanas que yo me ocuparía


de esta persona que estaba más mal, y que
ellas se hicieran cargo de las otras tres.

Después de hacer por ella – era una mujer -


todo lo que el amor me sugirió, la acomodé en
una cama. Entonces me cogió la mano y
jamás he visto dibujarse en rostro humano
alguno una sonrisa tan hermosa y delicada.

Murmuró una simple palabra: Gracias. Y cerró


los ojos.

Y aclaró:

El primer trabajo que tenemos que hacer con


los enfermos graves, recogidos por las calles,
muchas veces, es lavar sus rostros y cuerpos.

La mayoría ni siquiera conocen el jabón y la


esponja les da miedo.

Si las hermanas no vieran en estos


desgraciados el rostro de Cristo, este trabajo
sería imposible.

Queremos que se den cuenta de que hay


personas que los aman de verdad.
Aquí vuelven a encontrar su dignidad humana
y mueren en un silencio impresionante.

Un pequeño gesto de amor, una caricia, una


ayuda en el momento oportuno es lo que
permite a alguien que ha vivido gran parte de
su vida de manera miserable, sentirse de
nuevo persona humana, con una dignidad
propia que es inalienable, pero que tantas
veces es negada por las circunstancias.

En una conferencia en 1973, decía la Madre:

Sólo en Calcuta, nosotras hemos recogido a


más de 27.000 personas abandonadas en las
calles.

Nos vienen al encuentro, las acogemos y las


llevamos a nuestra Casa del Moribundo. Y
mueren serenamente, con Dios.

Esto sucedió hace ya más de 40 años,


imaginémonos cuántas personas más han
sido ayudadas por las Misioneras y los
Misioneros de la Caridad en todo el mundo,
durante todo este tiempo, hasta hoy.
Ancianos, enfermos de lepra, enfermos de
Sida, discapacitados físicos y mentales, niños
huérfanos, en fin; personas que acogidas con
amor y atendidas en sus necesidades más
urgentes, han recuperado su dignidad de hijos
e hijas de Dios, no porque la hubieran perdido
por su situación de pobreza y marginalidad,
sino porque en su miseria no eran
reconocidos por otros seres humanos como
verdaderos hermanos y hermanas, amados
por Dios, merecedores de cariño y protección.

 PROTECCIÓN DE LOS NIÑOS

También los niños y sus necesidades estaban


en el corazón de la Madre Teresa, y a su
cuidado y ayuda dedicó gran parte de su
trabajo. Decía con convicción a las hermanas
y a todos sus colaboradores:

Asegurémonos de que todo niño, nacido o no


nacido, sea querido.

Conociendo la dolorosa vida de los niños en


los barrios más pobres de Calcuta, eligió
como una de las primeras tareas de las
Misioneras de la Caridad, la fundación de
pequeñas escuelas en las que estos niños
recibieran la educación más elemental,
incluyendo la enseñanza de la higiene básica.

La realidad de los niños huérfanos y de los


niños abandonados por sus padres por
diferentes motivos la llevó además a fundar
un buen número de orfanatos, en los que las
hermanas los acogían con amor y les
brindaban el cariño y el cuidado que todo niño
necesita.

Sobre este tema de los niños en necesidad,


decía:

Sé bien y lo saben cada una de mis


hermanas, que lo que realizamos es menos
que una gota en el océano. Pero si la gota le
faltara, el océano carecería de algo.

Si no tuviéramos pequeñas escuelas en los


barrios abandonados, por pequeñas que sean
tales escuelas, millares de niños quedarían
abandonados por las calles.

Nuestra solución no puede ser otra que la de


hacer por ellos todo lo que podemos.

 LUCHA CONTRA EL ABORTO

Los partidarios del aborto encontraron en la


Madre Teresa una opositora que no pudieron
callar nunca.

Y no era solo cuestión de palabras bonitas, de


discursos hechos para incomodar a algunos y
halagar a otros, como tantas veces hacemos
nosotros. Ella estaba verdaderamente
dispuesta a hacer lo que fuera necesario para
evitar la muerte del mayor número posible de
niños, y para acogerlos con todo el amor del
mundo.

Entre sus primeras fundaciones en la India,


encontramos varias casas de acogida y ayuda
a los niños indeseados y abandonados, en las
que se realizaba también un trabajo de
promoción de la adopción de estos niños, por
familias buenas que deseaban un hijo y no
podían concebirlo, o por padres y madres que
abrían su corazón al amor de Dios ofreciendo
su atención y sus cuidados a quienes no
podían ser cuidados por sus padres
biológicos.

Sobre el tema de los niños no deseados y


llevados injustamente a la muerte por el
aborto, decía con absoluta convicción:

Encuentro que el niño no nacido es el más


pobre entre los pobres de hoy en día, el
menos amado, el más despreciado, el
desecho de nuestra sociedad.

Mucha gente está preocupada por los niños


de la India, por los niños de África, donde
muchos mueren, quizá, de malnutrición, de
hambre, etc., pero millones de niños están
muriendo por la voluntad deliberada de la
madre.

Y agregaba:

Tantas criaturas forman parte hoy de la


categoría de los indeseados, de los no
queridos.

Para mí, si se permite el aborto en países


ricos, abastecidos de todos los medios y
riquezas que el dinero puede proporcionar,
esos niños son los más pobres entre los
pobres.

Quisiera poder abrir en aquellos lugares


muchas casas para niños, para poder
acogerlos y proveerles de lo necesario.
Disponemos de muchas de estas casas en
toda la India, y hasta el momento nunca nos
hemos visto precisadas a rechazar a ninguno
de ellos.

Lo más maravilloso es que cada niño que ha


logrado evadir la muerte venida de la mano
de sus propios padres, ha encontrado un
hogar con nuevos padres que lo han acogido.

Sobre el tema concreto de las adopciones,


explicaba:

Hace años que en Calcuta venimos


realizando esfuerzos para evitar abortos por
medio de adopciones y, a Dios gracias,
hemos podido ofrecer a muchos que hubieran
muerto, un padre y una madre que los
amaran y les ofrecieran cariño y cuidados.
Para nosotras en la India, esto es algo
maravilloso, porque tales niños resultarían,
por ley, aumentando el número de los
intocables.

Esta es una de las características más


admiradas de nuestro pueblo: su
disponibilidad para adoptar y ofrecer un hogar
y ternura a estos niños indeseados, y a Cristo
bajo sus apariencias.

Hay familias de castas superiores que


adoptan a los niños que nosotras recogemos
por las calles: se trata de una auténtica
revolución, si se tienen en cuenta los
prejuicios de casta.

En este encuentro, el rico se vuelve mejor,


puesto que da muestras del amor de Dios a
los pobres, y el pobre se hace mejor por el
amor que recibe del rico.

 LOS ENFERMOS DE SIDA

También los enfermos de SIDA recibieron la


atención de la Madre Teresa en un momento
en el que eran rechazados por toda la
sociedad, incluyendo a sus propias familias, y
se les condenaba a morir en total abandono y
soledad.

La primera casa para estas personas la abrió


en Nueva York en 1985, por petición expresa
del Cardenal John Joseph O'Connor. Tres
años después de haber comenzado este
trabajo, decía en una entrevista:

El trabajo con los enfermos de sida sigue


aumentando. Ninguno ha muerto sin Jesús.
¡Hay tantos sufrimientos entre nuestros
pobres en el mundo entero! Ahora estamos
en 77 países con más de 350 casas.
Imagínese: pobres entrando al cielo por todas
partes. En Nueva York ya han muerto más de
50 (de sida) con una muerte hermosa... Ahora
el cielo está lleno de gente de los barrios más
pobres. Jesús debe estar muy feliz de tener
esos miles de personas que llegan a él.

Después de Nueva York se abrieron casas


para los enfermos de SIDA en San Francisco,
California, en Addis Abeba, Etiopía, en
Denver, también en Estados Unidos, y en
Oakland, y más tarde en Yemen.
La Madre Teresa no juzgaba a ninguna de las
personas que socorría. Simplemente hacía lo
que en su corazón sentía que tenía que hacer
para ayudarlos, y en sus oraciones los
confiaba a la misericordia de Dios, segura de
su bondad y su justicia.

En todos veía a Jesús y como a Jesús los


trataba, derrochando amor y delicadeza; esa
y sólo esa era su misión, la misión que Jesús
mismo le había confiado.

Igual cosa les pedía que hicieran, primero a


las hermanas y luego a los hermanos, las
Misioneras y los Misioneros de la Caridad.
Dios siempre cuida de sus criaturas,
pero lo hace a través de los hombres.
Si alguna persona muere de hambre o
pena, no es que Dios no la haya
cuidado; es porque nosotros no
hicimos nada para ayudarla, no fuimos
instrumentos de su amor, no supimos
reconocer a Cristo bajo la apariencia
de ese hombre desamparado, de ese
niño abandonado.
7. ORACIONES DE LA MADRE TERESA

“Nuestras acciones
sólo pueden producir frutos,
cuando son expresión verdadera
de una plegaria sincera”.

Madre Teresa de Calcuta

La Madre Teresa oraba constantemente, con


oraciones prolongadas frente al Sagrario, y
también con oraciones cortas que en su
corazón repetía una y otra vez. Era
contemplativa en la acción.

Cuando enviaba a las hermanas de su


congregación a su trabajo entre los pobres,
les pedía que mientras llegaban al lugar
donde estaba su labor, caminaran por las
calles con el rosario en las manos, y fueran
pronunciando en su interior las avemarías.
Estaba perfectamente convencida de que la
oración nos da la fuerza que necesitamos
para obrar acertadamente y con amor aún en
las circunstancias más difíciles. Ella misma lo
hacía.
Les decía:

El trabajo no es oración; la oración no es


trabajo; pero debemos orar el trabajo, por
Dios, con Dios y a Dios.

Para que la oración sea realmente fructuosa,


ha de brotar del corazón y debe ser capaz de
tocar el corazón de Dios.

La oración ensancha el corazón, hasta


hacerlo capaz de contener el don de Dios. Sin
Él, no podemos nada.

Orar a Jesús es amarlo y amarlo significa


cumplir sus palabras. La oración significa para
mí la posibilidad de unirme a Jesús las 24
horas del día para vivir con él, en él y para él.

Si oramos, creemos. Si creemos, amaremos.


Si amamos, serviremos.

Jesús está siempre allí, esperándonos. En el


silencio nosotros escuchamos su voz.
La plegaria perfecta no consiste en una
palabrería, sino en el fervor del deseo que
eleva los corazones hasta Jesús.

A lo largo de su vida, la Madre Teresa


“escribió” muchas oraciones, que compartía
con las hermanas, con el fin de ayudarles a
orar con sencillez y profundidad, y también
permanentemente.

He aquí algunas de ellas. También pueden


servirnos a nosotros para nuestra propia
oración.

Oh Dios mío,
por libre elección y por amor tuyo,
deseo permanecer aquí
y hacer lo que tu voluntad exige de mí.
No, no daré marcha atrás.

Mi comunidad son los pobres.


Su seguridad es la mía.
Su salud es mi salud.
Mi casa es la casa de los pobres:
no de los pobres,
sino de los que entre los pobres
son más pobres.
De aquellos a los cuales trata uno
de no acercarse
por miedo al contagio y a la suciedad,
porque están cubiertos
de microbios y de gusanos.

De los que no van a rezar,


porque no se puede salir de casa desnudos.

De los que ya no comen,


porque no tienen fuerzas para comer.

De los que se caen por las calles,


conscientes de que se van a morir,
y a cuyo lado transitan los vivos
sin prestarles atención.

De los que ya no lloran,


porque se les han agotado las lágrimas.
De los intocables.
Amén.

*****

Jesús, en mi corazón, yo creo


en tu amor fiel hacia mí.
Yo te amo.

Mi dulce Señor,
que te descubra hoy y todos los días
en la persona de tus enfermos
y que al servirles, te sirva a ti también.

Que te reconozca también


cuando te escondas bajo el disfraz
de aquellos que son fácilmente irritables,
exigentes e irrazonables,
y que diga:
“Jesús lleno de paciencia,
qué dulce es servirte”.

Señor, dame esa fe que deseas


y mi trabajo nunca será molesto.
Amén.

*****

Oh Dios,
pues que Tú eres Jesús que sufre,
dígnate ser para mí también
un Jesús paciente,
indulgente hacia mis faltas,
que no mira más que mis intenciones
que son de amarte y servirte
en la persona de cada uno de tus hijos
que sufren.

Señor, aumenta mi fe.


Bendice mis esfuerzos y mi trabajo,
ahora y siempre.
Amén.

*****

Oh Jesús que sufres,


haz que hoy y cada día
yo te sepa ver
en la persona de tus enfermos
y que, ofreciéndoles mis cuidados,
te sirva a Ti.

Haz que, aun oculto


bajo el disfraz poco atrayente de la ira,
del crimen o de la demencia,
sepa reconocerte y decir:
Jesús que sufres, cuan dulce es servirte.

Dame, Señor, esta visión de fe


y mi trabajo no ha de ser jamás monótono.
Encontraré alegría
acunando las pequeñas veleidades
y los deseos
de todos los pobres que sufren.

Querido enfermo,
me resultas más querido aún
porque representas a Cristo.
¡Qué privilegio se me confiere
al poderme ocupar de ti.
Amén.

*****

Dios mío, gran sanador.


Dale a mis manos la habilidad,
a mi razón la perspicacia,
y a mi corazón, la dulzura y la compasión.

Concédeme una ambición constante:


la fuerza para controlarme.

Dame una parte de la carga


que soportan los hombres que sufren
y una justa comprensión
del amor con el que me cubres.

Quita de mi corazón cualquier perfidia


y cualquier deseo carnal
para que pueda otorgarte mi confianza
con la fe simple de los niños.
Amén .

*****

Señor,
cuando tenga hambre,
dame alguien que necesite comida;
cuando tenga sed,
dame alguien que precise agua;
cuando sienta frío,
dame alguien que necesite calor;
cuando sufra,
dame alguien que necesite consuelo;
cuando mi cruz parezca pesada,
déjame compartir la cruz del otro;
cuando me vea pobre,
pon a mi lado algún necesitado;
cuando no tenga tiempo,
dame alguien que precise de mis minutos;
cuando sufra humillación,
dame ocasión para elogiar a alguien;
cuando esté desanimado,
dame alguien para darle nuevos ánimos;
cuando quiera que los otros me comprendan,
dame alguien que necesite
de mi comprensión;
cuando sienta necesidad
de que cuiden de mí,
dame alguien a quien pueda atender;
cuando piense en mí misma,
vuelve mi atención hacia otra persona.

Haznos dignos, Señor,


de servir a nuestros hermanos;
dales, a través de nuestras manos,
no sólo el pan de cada día,
sino también nuestro amor misericordioso,
imagen del tuyo.
Amén.

*****

Señor, renueva mi espíritu


y dibuja en mi rostro sonrisas de gozo
por la riqueza de tu bendición.

Que mis ojos sonrían diariamente


por el cuidado y compañerismo
de mi familia y de mi comunidad.

Que mi corazón sonría diariamente


por las alegrías y dolores
que compartimos.

Que mi boca sonría diariamente


con la alegría y regocijo de tus trabajos.

Que mi rostro dé testimonio diariamente


de la alegría que tú me brindas.

Gracias por este regalo de mi sonrisa, Señor.


Amén.

*****

Señor, abre nuestros ojos,


que te reconozcamos
en nuestros hermanos y hermanas.

Señor, abre nuestros oídos,


que escuchemos las llamadas
de aquellos que tienen hambre;
de los que tienen frío;
de los que tienen miedo...

Oh, Señor, abre nuestros corazones.


Que nos amemos los unos a los otros
como tú nos amas.
Renueva en nosotros tu Espíritu,
Señor, danos la libertad y la unidad.
Amén.
¿Qué hizo Jesús para amarnos?
Se convirtió en pan vivo
que ustedes y yo pudiéramos comer,
para vivir.
¡Se hizo tan pequeño y tan débil!
Pan, nada más,
para saciar nuestra hambre de Dios.
Por eso él tomó pan, que es el más
sencillo de los alimentos
hasta el punto de que un niño
puede comerlo y comprenderlo,
lo trocó en su Cuerpo y dijo:
“Si no comen mi carne y beben mi sangre,
no pueden tener vida”.
8. ¿QUÉ NOS DICE HOY,
A TI Y A MI,
LA MADRE TERESA?

Muchas cosas nos enseña a los cristianos de


hoy y de siempre, la vida de la Madre Teresa
de Calcuta, tal como pudimos verlo en
nuestro pequeño recorrido por ella.

Tratemos ahora de concretarlas para que nos


sea más fácil ponerlas en práctica en nuestra
vida cotidiana, cada uno según sus
circunstancias particulares, como
corresponde.

La Madre Teresa de Calcuta nos enseña hoy


que:

1. La fe tiene que ir siempre acompañada


de obras, de actos de amor y de
servicio. Una fe teórica, de normas y
verdades, no es verdadera fe.

2. Nuestra fe en Jesús es la luz que


ilumina nuestros días, la certeza que
nos ayuda a superar con valor y
decisión las dificultades que se nos
presentan en el camino. Por eso,
debemos profundizar en ella y hacerla
crecer.

3. La fe, la esperanza y el amor, van


siempre unidas. El amor realiza la fe
en el presente, la esperanza la invita a
mirar al futuro.

4. Creer, amar y esperar es nuestra tarea


de cada día.

5. La Eucaristía, presencia real de Jesús


en medio de nosotros, es el alimento
que nutre y fortalece nuestra fe,
nuestra esperanza y nuestra caridad.
Sin ella no podemos vivir.

6. También la oración constante es


imprescindible para crecer
espiritualmente. La oración es el
alimento del alma.

7. La humildad es el fundamento de la
santidad. Humildad frente a Dios, y
humildad frente a los hermanos.
8. La humildad nos conduce al servicio, y
servir es amar.

9. La oración nos da la fuerza que


necesitamos para ir siempre adelante,
y enfrentar con valor y decisión las
circunstancias difíciles que se nos
presentan cada día.

10. La vida humana es infinitamente


valiosa, sea cuales sean sus
circunstancias, porque es obra de
Dios, regalo de su bondad.

11. Defender la vida humana y la dignidad


esencial de la persona, sean cuales
sean sus circunstancias, es nuestra
tarea hoy y siempre.

12. Toda vida humana debe ser amada,


respetada, agradecida y cuidada,
desde su inicio en el vientre de la
madre, y hasta su fin natural. No
podemos aceptar otro modo de actuar.

13. El aborto no es para nada un derecho


de nadie. El aborto es un crimen
porque destruye la vida de un ser
humano. No podemos hacer otra cosa
que defender la vida de todo niño en el
vientre de su madre.

14. La persona humana tiene una


dignidad especial, un valor irreductible,
que proviene del hecho de haber sido
creada por Dios, a su imagen y
semejanza. Todo nuestro actuar tiene
que tener en cuenta esta verdad.

15. Toda persona humana debe ser


amada, respetada, protegida y
ayudada siempre, sean cuales sean
sus circunstancias. Así lo hizo Jesús y
así tenemos que hacerlo nosotros.

16. Los seres humanos más pobres y


débiles son aquellos que necesitan y
merecen nuestra mayor y mejor
atención, porque son los preferidos de
Dios, según nos lo enseñó Jesús.

17. Las grandes obras se construyen paso


a paso. Cualquier obra buena que
hagamos, por pequeña que parezca,
representa un avance en la
construcción del Reino de Dios, que es
un Reino de justicia, de amor, de paz y
de libertad.

18. Los pequeños gestos hechos con


amor, sanan los corazones heridos por
los dolores de la vida. Hagamos
muchos pequeños gestos de amor.

19. Una simple sonrisa puede dar mucha


alegría a un corazón que sufre.
Seamos generosos con nuestra
sonrisa.

20. Cuando se trata de amar, las acciones


valen más que las palabras.
Superemos las palabras que se dicen
fácil, y seamos personas de acción.

21. Toda persona, por el hecho de serlo,


merece nuestra atención y nuestra
ayuda. Vivamos nuestra vida siempre
atentos a los demás y a sus
necesidades más urgentes.
22. El verdadero amor exige siempre
esfuerzo y sacrificio, pero vale la pena.

23. El amor cuanto más se da, más crece.


Derrochemos amor.

24. Muchas personas no se sienten


amadas y por eso sufren. Siempre que
nos encontremos con una de ellas
tratemos de que experimente la
acogida de nuestro corazón.

25. El dinero no será nunca ni más


importante ni más necesario que el
amor. Hagamos que tenga en nuestra
vida sólo el lugar que le corresponde,
que no será nunca el primero.

26. La sencillez, la generosidad, la


solidaridad, la misericordia, la bondad,
el perdón, son virtudes y valores que
siguen estando vigentes. Tratemos de
practicarlos cada día.

27. La verdadera felicidad no se compra


en los almacenes físicos ni en las
tiendas virtuales, y tampoco se
consigue en las fiestas y diversiones.
La verdadera y más grande felicidad
es sentirnos amados por Dios, y llevar
su amor a las personas que comparten
su vida con nosotros.

28. El mundo está lleno de personas que


sufren por una u otra razón: pobreza
material y pobreza espiritual,
enfermedad, abandono, soledad,
miedo, en fin. Pidamos a Dios la
sensibilidad necesaria para saber ir a
su encuentro y ayudarlas en la medida
de nuestras posibilidades.

29. Saquemos el egoísmo de nuestro


corazón y de nuestra vida. Es estéril y
paralizante. El dominio del yo no nos
conduce a ninguna parte.

30. Vivamos nuestra vida con los ojos


abiertos y los oídos atentos a las
necesidades materiales y espirituales
de los demás. Es la única manera de
vivirla adecuadamente.
Que la Madre Teresa, santa Teresa de
Calcuta, testigo de la misericordia infinita de
Dios, ejemplo de fe, de amor y de esperanza,
nos ayude a ser lo que Dios espera de
nosotros, como ella misma lo fue.
Encontrémonos siempre el uno al otro
con una sonrisa. La sonrisa es el
principio del amor.

La revolución del amor comienza con


una sonrisa. Sonríe cinco veces al día a
quien en realidad no quisieras sonreír.
Hazlo por la paz.

Nunca sabremos todo lo bueno que


una simple sonrisa puede llegar a
hacer.
ANEXOS

1. HOMILIA DE SAN JUAN PABLO II


EN LA MISA DE BEATIFICACIÓN
DE LA MADRE
TERESA DE CALCUTA
(Domingo 19 de octubre de 2003)

"El que quiera ser el primero, sea esclavo de


todos" (Marcos 10, 44).

Estas palabras de Jesús a sus discípulos, que


acaban de resonar en esta plaza, indican cuál
es el camino que conduce a la "grandeza"
evangélica. Es el camino que Cristo mismo
recorrió hasta la cruz; un itinerario de amor y
de servicio, que invierte toda lógica humana.
¡Ser siervo de todos!

Por esta lógica se dejó guiar la madre Teresa


de Calcuta, fundadora de los Misioneros y de
las Misioneras de la Caridad, a quien hoy
tengo la alegría de inscribir en el catálogo de
los beatos.

Estoy personalmente agradecido a esta


valiente mujer, que siempre he sentido junto a
mí. Icono del buen samaritano, iba por
doquier para servir a Cristo en los más pobres
de entre los pobres. Ni siquiera los conflictos
y las guerras lograban detenerla.

De vez en cuando, venía a hablarme de sus


experiencias al servicio de los valores
evangélicos. Recuerdo, por ejemplo, sus
intervenciones en favor de la vida y en contra
del aborto, también cuando le fue conferido el
premio Nobel de la paz (Oslo, 10 de
diciembre de 1979). Solía decir:
"Si oís que una mujer no quiere tener a su hijo
y desea abortar, tratad de convencerla de que
me traiga a ese niño. Yo lo amaré, viendo en
él el signo del amor de Dios".

¿No es acaso significativo que su


beatificación tenga lugar precisamente en el
día en que la Iglesia celebra la Jornada
mundial de las misiones?

Con el testimonio de su vida, Madre Teresa


recuerda a todos que la misión
evangelizadora de la Iglesia pasa a través de
la caridad, alimentada con la oración y la
escucha de la Palabra de Dios. Es
emblemática de este estilo misionero la
imagen que muestra a la nueva beata
mientras estrecha, con una mano, la mano de
un niño, y con la otra pasa las cuentas del
rosario.

Contemplación y acción, evangelización y


promoción humana: Madre Teresa proclama
el Evangelio con su vida totalmente entregada
a los pobres, pero, al mismo tiempo, envuelta
en la oración.
"El que quiera ser grande, sea vuestro
servidor" (Marcos 10, 43).

Con particular emoción recordamos hoy a


Madre Teresa, una gran servidora de los
pobres, de la Iglesia y de todo el mundo. Su
vida es un testimonio de la dignidad y del
privilegio del servicio humilde. No sólo eligió
ser la última, sino también la servidora de los
últimos. Como verdadera madre de los
pobres, se inclinó hacia todos los que sufrían
diversas formas de pobreza. Su grandeza
reside en su habilidad para dar sin tener en
cuenta el costo, dar "hasta que duela". Su
vida fue un amor radical y una proclamación
audaz del Evangelio.

El grito de Jesús en la cruz, "tengo sed" (Juan


19, 28), expresa que la profundidad del
anhelo de Dios por el hombre, penetró en el
alma de Madre Teresa y encontró un terreno
fértil en su corazón.

Saciar la sed de amor y de almas de Jesús en


unión con María, la Madre de Jesús, se
convirtió en el único objetivo de la existencia
de la Madre Teresa, y en la fuerza interior que
la impulsaba y la hacía superarse a sí misma
e "ir deprisa" a través del mundo para trabajar
por la salvación y la santificación de los más
pobres de entre los pobres.

"Os digo que cuanto hicisteis a uno de estos


hermanos míos más pequeños, a mí me lo
hicisteis" (Mateo 25, 40).

Este pasaje evangélico, tan fundamental para


comprender el servicio de la Madre Teresa a
los pobres, fue la base de su convicción llena
de fe de que al tocar los cuerpos
quebrantados de los pobres, estaba tocando
el cuerpo de Cristo. A Jesús mismo, oculto
bajo el rostro doloroso del más pobre de entre
los pobres, se dirigió su servicio.

La Madre Teresa pone de relieve el


significado más profundo del servicio: un acto
de amor hecho por los hambrientos, los
sedientos, los forasteros, los desnudos, los
enfermos y los prisioneros (cf. Mt 25, 34-36),
es un acto de amor hecho a Jesús mismo.

Lo reconoció y lo sirvió con devoción


incondicional, expresando la delicadeza de su
amor esponsal. Así, en la entrega total de sí
misma a Dios y al prójimo, la Madre Teresa
encontró su mayor realización y vivió las
cualidades más nobles de su feminidad.
Buscó ser un signo del "amor, de la presencia
y de la compasión de Dios", y así recordar a
todos el valor y la dignidad de cada hijo de
Dios, "creado para amar y ser amado".

De este modo, la Madre Teresa "llevó las


almas a Dios y Dios a las almas" y sació la
sed de Cristo, especialmente de aquellos más
necesitados, aquellos cuya visión de Dios se
había ofuscado a causa del sufrimiento y del
dolor.

"El Hijo del hombre no ha venido para que le


sirvan, sino para servir y dar su vida en
rescate de todos" (Marcos 10, 45).

La Madre Teresa compartió la pasión del


Crucificado, de modo especial durante largos
años de "oscuridad interior". Fue una prueba
a veces desgarradora, aceptada como un
"don y privilegio" singular.
En las horas más oscuras se aferraba con
más tenacidad a la oración ante el Santísimo
Sacramento. Esa dura prueba espiritual la
llevó a identificarse cada vez más con
aquellos a quienes servía cada día,
experimentando su pena y, a veces, incluso
su rechazo. Solía repetir que la mayor
pobreza era la de ser indeseados, la de no
tener a nadie que te cuide.

"Que tu misericordia, Señor, venga sobre


nosotros, como lo esperamos de ti".

Cuántas veces, como el salmista, también


Madre Teresa, en los momentos de
desolación interior, repitió a su Señor: "En ti,
en ti espero, Dios mío".

Veneremos a esta pequeña mujer enamorada


de Dios, humilde mensajera del Evangelio e
infatigable bienhechora de la humanidad.

Honremos en ella a una de las


personalidades más relevantes de nuestra
época.

Acojamos su mensaje y sigamos su ejemplo.


Virgen María, Reina de todos los santos,
ayúdanos a ser mansos y humildes de
corazón como esta intrépida mensajera del
amor. Ayúdanos a servir, con la alegría y la
sonrisa, a toda persona que encontremos.
Ayúdanos a ser misioneros de Cristo, nuestra
paz y nuestra esperanza. Amén.
2. HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO
EN LA MISA DE CANONIZACIÓN
DE LA MADRE
TERESA DE CALCUTA
(Domingo 4 de septiembre de 2016)

“¿Quién comprende lo que Dios quiere?”


(Sabiduría 9,13).

Este interrogante del libro de la Sabiduría,


que hemos escuchado en la primera lectura,
nos presenta nuestra vida como un misterio,
cuya clave de interpretación no poseemos.
Los protagonistas de la historia son siempre
dos: por un lado, Dios, y por otro, los
hombres. Nuestra tarea es la de escuchar la
llamada de Dios y luego aceptar su voluntad.
Pero para cumplirla sin vacilación debemos
hacernos esta pregunta: ¿cuál es la voluntad
de Dios?

La respuesta la encontramos en el mismo


texto sapiencial: “Los hombres aprendieron lo
que te agrada” (v. 18).

Para reconocer la llamada de Dios, debemos


preguntarnos y comprender qué es lo que le
gusta. En muchas ocasiones, los profetas
anunciaron lo que le agrada al Señor. Su
mensaje encuentra una síntesis admirable en
la expresión: “Misericordia quiero y no
sacrificios” (Oseas 6,6; Mateo 9,13).

A Dios le agrada toda obra de misericordia,


porque en el hermano que ayudamos
reconocemos el rostro de Dios que nadie
puede ver (cf. Juan 1,18). Cada vez que nos
hemos inclinado ante las necesidades de los
hermanos, hemos dado de comer y de beber
a Jesús; hemos vestido, ayudado y visitado al
Hijo de Dios (cf. Mateo 25,40). En definitiva,
hemos tocado la carne de Cristo.

Estamos llamados a concretar en la realidad


lo que invocamos en la oración y profesamos
en la fe. No hay alternativa a la caridad:
quienes se ponen al servicio de los hermanos,
aunque no lo sepan, son quienes aman a
Dios (cf. 1 Juan 3,16-18; Santiago 2,14-18).

Sin embargo, la vida cristiana no es una


simple ayuda que se presta en un momento
de necesidad. Si fuera así, sería sin duda un
hermoso sentimiento de humana solidaridad
que produce un beneficio inmediato, pero
sería estéril porque no tiene raíz. Por el
contrario, el compromiso que el Señor pide es
el de una vocación a la caridad con la que
cada discípulo de Cristo lo sirve con su propia
vida, para crecer cada día en el amor.

Hemos escuchado en el Evangelio que


“mucha gente acompañaba a Jesús” (Lucas
14,25). Hoy aquella “gente” está representada
por el amplio mundo del voluntariado,
presente aquí con ocasión del Jubileo de la
Misericordia.
Vosotros sois esa gente que sigue al Maestro
y que hace visible su amor concreto hacia
cada persona. Os repito las palabras del
apóstol Pablo: “He experimentado gran gozo
y consuelo por tu amor, ya que, gracias a ti,
los corazones de los creyentes han
encontrado alivio” (Filemón 1,7).

Cuántos corazones confortan los voluntarios.


Cuántas manos sostienen; cuántas lágrimas
secan; cuánto amor derraman en el servicio
escondido, humilde y desinteresado. Este
loable servicio da voz a la fe -¡da voz a la fe!-
y expresa la misericordia del Padre que está
cerca de quien pasa necesidad.

El seguimiento de Jesús es un compromiso


serio y al mismo tiempo gozoso; requiere
radicalidad y esfuerzo para reconocer al
divino Maestro en los más pobres y
descartados de la vida y ponerse a su
servicio. Por esto, los voluntarios que sirven a
los últimos y a los necesitados por amor a
Jesús no esperan ningún agradecimiento ni
gratificación, sino que renuncian a todo esto
porque han descubierto el verdadero amor.
Y cada uno de nosotros puede decir: “Igual
que el Señor ha venido a mi encuentro y se
ha inclinado sobre mí en el momento de
necesidad, así también yo salgo al encuentro
de él y me inclino sobre quienes han perdido
la fe o viven como si Dios no existiera, sobre
los jóvenes sin valores e ideales, sobre las
familias en crisis, sobre los enfermos y los
encarcelados, sobre los refugiados e
inmigrantes, sobre los débiles e indefensos en
el cuerpo y en el espíritu, sobre los menores
abandonados a sí mismos, como también
sobre los ancianos dejados solos.

Dondequiera que haya una mano extendida


que pide ayuda para ponerse en pie, allí debe
estar nuestra presencia y la presencia de la
Iglesia que sostiene y da esperanza”. Y, esto,
hacerlo con la viva memoria de la mano
extendida del Señor sobre mí cuando estaba
por tierra.

Madre Teresa, a lo largo de toda su


existencia, ha sido una generosa
dispensadora de la misericordia divina,
poniéndose a disposición de todos por medio
de la acogida y la defensa de la vida humana,
tanto la no nacida como la abandonada y
descartada.

Se ha comprometido en la defensa de la vida


proclamando incesantemente que “el no
nacido es el más débil, el más pequeño, el
más pobre”. Se ha inclinado sobre las
personas desfallecidas, que mueren
abandonadas al borde de las calles,
reconociendo la dignidad que Dios les había
dado; ha hecho sentir su voz a los poderosos
de la tierra, para que reconocieran sus culpas
ante los crímenes - ¡ante los crímenes!- de la
pobreza creada por ellos mismos.

La misericordia ha sido para ella la “sal” que


daba sabor a cada obra suya, y la “luz” que
iluminaba las tinieblas de los que no tenían ni
siquiera lágrimas para llorar su pobreza y
sufrimiento.

Su misión en las periferias de las ciudades y


en las periferias existenciales permanece en
nuestros días como testimonio elocuente de
la cercanía de Dios hacia los más pobres
entre los pobres.
Hoy entrego esta emblemática figura de mujer
y de consagrada a todo el mundo del
voluntariado: que ella sea vuestro modelo de
santidad. Pienso, quizás, que tendremos un
poco de dificultad en llamarla Santa Teresa.
Su santidad es tan cercana a nosotros, tan
tierna y fecunda que espontáneamente
continuaremos diciéndole “Madre Teresa”.

Esta incansable trabajadora de la misericordia


nos ayude a comprender cada vez más que
nuestro único criterio de acción es el amor
gratuito, libre de toda ideología y de todo
vínculo y derramado sobre todos sin distinción
de lengua, cultura, raza o religión.

Madre Teresa amaba decir: “Tal vez no hablo


su idioma, pero puedo sonreír”. Llevemos en
el corazón su sonrisa y entreguémosla a
todos los que encontremos en nuestro
camino, especialmente a los que sufren.
Abriremos así horizontes de alegría y
esperanza a toda esa humanidad desanimada
y necesitada de comprensión y ternura.
3. TESTIMONIOS
SOBRE LA MADRE TERESA

 Malcolm Muggeridge – Periodista

Madre Teresa es una conversión viviente:


resulta imposible estar a su lado, oírla, ver lo
que hace y cómo lo hace, sin sentirse
convertido en alguna medida…

Su sencilla presentación del Evangelio y su


alegría al recibir los sacramentos, atraen
irresistiblemente a quien tiene ocasión de
estar cerca de ella.

Ningún libro de los que he leído, ningún


discurso, ninguna ceremonia, ninguna
relación humana o experiencia transcendental
me han acercado tanto a Cristo ni me ha
hecho tan consciente de lo que la
Encarnación significa para nosotros...

Cuando junto a la Madre Teresa rodábamos


la película “Algo bello para Dios”, lo hacíamos
en el Hogar para moribundos, que
anteriormente había sido un templo hindú y
estaba muy pobremente iluminado. Nuestro
cameraman Ken McMillan aseguraba que
sería inútil tratar de rodar allí. No obstante, lo
persuadí de que lo intentara e hiciera algunas
tomas, justificándose con la utilización de un
material de repuesto que, de ordinario, no se
iba a utilizar. Cuando la película fue revelada,
aquellas tomas aparecieron bañadas con una
maravillosa luz suave, que, según el propio
McMillan, no podía ser descrita en términos
terrenales. Y, sin embargo, allí está en la
película y en las fotos fijas tomadas.

Para mí la explicación de todo esto es clara.


Sin duda ninguna, la felicidad, expresión de
amor, es luminosa y eso es lo que se
pretende manifestar con los halos que figuran
en torno a las cabezas de los santos en las
representaciones de la Edad Media.

La cámara había captado esta luminosidad


sin la cual, la película no se habría
impresionado, como el propio Ken McMillan
comprobó, cuando usó el mismo material en
circunstancias semejantes sin conseguir
impresionarlo.
 Cardenal Joseph Ratzinger
(BenedictoXVI)

La Madre Teresa ya cumplió un milagro para


la Iglesia Católica al abrirle camino en la
India, tradicionalmente cerrada a cualquier
forma de evangelización externa.

Ella fue instrumento de la Providencia al llevar


el mensaje cristiano en una manera tan fuerte
y vibrante a una sociedad orgullosa de sus
propias tradiciones y prácticas religiosas. Y
encontró el lenguaje de la caridad, que es
común a todas las religiones, para colmar el
abismo existente entre los católicos, hindúes,
musulmanes y budistas.

Metafóricamente, la Madre Teresa decía que


ponía en el bolsillo de sus pobres un mensaje,
para que San Pedro los reconociera. Sólo a
los niños moribundos y sin padres los
bautizaba. A todos los varones los llamaba
Juan Pablo, y antes de este Papa los llamaba
Pablo, como Pablo VI.
 Luigi Scalfaro - Expresidente de
Italia
La Madre Teresa era para mí el símbolo
admirable de lo que se puede hacer en el
mundo para tratar de llevar un poco de justicia
y amor.

¿Quién no recuerda esas imágenes


admirables que nos muestran a la Madre
Teresa con un niño en brazos, en la misma
línea de fuego de Beirut, entre el silencio de
las ametralladoras que ante ella se habían
bloqueado imprevistamente?

¿Quién no recuerda su silueta con el sari


blanco y el borde azul, en medio de los
damnificados del terremoto de Colombia o de
las inundaciones en la India? Cada vez que
aparecía, traía consigo la esperanza.

 Dominique Lapierre - Escritor


La Madre Teresa vivió con los hechos lo que
predicaba con las palabras, convirtiéndose en
un ejemplo excepcional de coherencia y de fe.
Puede ser que, si se analiza superficialmente
la situación de hoy, se puedan encontrar
tendencias que están en abierto contraste con
los valores de la defensa de la vida y de la
dignidad de la persona, que la Madre Teresa
proclamaba diariamente. Pero en el fondo,
cada uno se siente interpelado por lo mejor
que tiene en su interior, y la pequeña religiosa
de Calcuta demostró con su existencia que
esta posibilidad existe siempre y para todos.

 Mary Ann Glendon - Catedrática de


la Universidad de Harvard
Un día la Madre Teresa me preguntó si podía
prestarle algún local, porque quería iniciar su
propia obra de ayuda a los pobres. Nunca
pensé que se convertiría en el personaje que
luego llegó a ser.

Era de lo más sencilla. Llegó sin más equipaje


que una caja de estaño y una cama de hierro
y, unos días después, ya recibía a su primera
discípula, a la que puso el nombre de Sor
Inés, que era su propio nombre civil.
También sabía divertirse. Cuando había 28
monjas en el piso, jugaban cada tarde en el
techo de la casa, tirando de los extremos de
una gruesa cuerda.

 El Dalai Lama

Yo no conocí a mi verdadera madre. La


Madre Teresa se convirtió en mi madre
cuando me recogió. Los niños estaban
pendientes siempre de su llegada y corrían a
abrazarla porque ella les traía regalos.

 Padre Brian Kolodiejchuk –


Postulador de la causa de
canonización

Quería ser una madre y que nos sintiéramos


sus hijos. Por eso era ella misma la que nos
servía el café. Traía las tazas y nos
preguntaba si queríamos alguna galleta. Yo a
veces pensaba: ‘Es la famosa madre Teresa
¡y nos está sirviendo!’.
4. ORACIONES PARA PEDIR
LA INTERCESIÓN
DE LA MADRE TERESA DE CALCUTA
EN UNA NECESIDAD

Santa Teresa de Calcuta,


tú que permitiste
que el amor sediento de Jesús en la cruz
se convirtiera en una llama viva dentro de ti,
y así te hiciste luz de su amor para todos,
intercede ante el Corazón de Jesús
para que yo obtenga de él
esto que necesito…
(se pide la gracia que se desea obtener)

Enséñame cómo dejar que Jesús


penetre en mí
y posea por completo todo mi ser,
para que mi vida también pueda
irradiar su luz y su amor a los demás.

Corazón Inmaculado de María,


causa de nuestra alegría,
ruega por mí.

Santa Teresa de Calcuta,


ruega por mí.
*****

Jesús,
tú hiciste de Santa Teresa de Calcuta
un ejemplo inspirador
de fe firme y ardiente caridad,
un testigo extraordinario
del camino de la infancia espiritual,
y una gran y estimada maestra
del valor y la dignidad de toda vida humana.

Escucha las súplicas de todos aquellos


que buscamos su intercesión…
(se pide la gracia que se desea obtener)

Haz que sigamos su ejemplo


atendiendo tu grito de sed desde la cruz,
y te amemos con alegrías
en la apariencia dolorosa
de los más pobres entre los pobres,
especialmente en los menos amados
y aceptados.

Te pedimos esto por intercesión de María


tu Madre, y la nuestra.
Amén
FUENTES DE CONSULTA

LIBROS

1. Madre Teresa de Calcuta. “Ven, sé mi luz”.


Cartas privadas de la santa de Calcuta.
Edición y comentarios de Brian Kolodicjchuk,
MC, Editorial Planeta. Colección Planeta
Testimonio. Bogotá 2008.

2. Madre Teresa de Calcuta. “La alegría de


darse a los demás”. Selección de textos José
Luis González-Balado. Ediciones Paulinas.
Madrid. Undécima edición, 1978.

3. Madre Teresa de Calcuta. “Orar “. Su


pensamiento espiritual. Selección de textos
José Luis González-Balado. Editorial Planeta.
Barcelona 1997.

4. P. Ángel Peña OAR. “Madre Teresa de


Calcuta, la madre de los pobres”. Lima- Perú.
www.libroscatólicos.org.

5. Madre Teresa de Calcuta. “El Amor más


grande”. Selección de textos.
www.formarse.com.ar
6. Dominique Lapierre. “Más grandes que el
amor”. Editorial Seix Barral. 1990

PÁGINAS WEB

7. Madre Teresa de Calcuta


https://es.wikipedia.org/wiki/
Teresa_de_Calcuta

8. Madre Teresa de Calcuta


https://www.vatican.va/.../saints/ns_lit_doc_20
031019_madre-teresa_sp.html

9. Madre Teresa de Calcuta


https://www.aciprensa.com/teresadecalcuta/
teresa1.htm

10. Madre Teresa de Calcuta


https://www.biografiasyvidas.com/biografia/t/
teresa_decalcuta.html

11. Madre Teresa de Calcuta


https://es.catholic.net/op/articulos/33479/cat/
840/madre-teresa.html

12. Madre Teresa de Calcuta


https://catholic-link.com/citas-autor/madre-
teresa-de-calcuta

VIDEOS DE YOUTUBE

13. La noche oscura de la Madre Teresa


https://youtu.be/WQWYmm81rQU

14. Diez anécdotas de la Madre Teresa de


Calcuta
https://youtu.be/DP-SyK9UJbo

15. Madre Teresa – Una vida dedicada a los


pobres
https://youtu.be/7ytG0Eq5Q0U

16. El legado de la Madre Teresa


https://youtu.be/fG7v8vyqA7M

17. Mi legado – Madre Teresa (Subtitulos en


español)
https://youtu.be/oXeuCok-P2Q

AMDG

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