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Ya sea el aire seco, el cosquilleante viento helado, o los escalofríos que iban
desde mi espalda hasta mis pies, no eran algo particularmente
repugnantes. Aunque, bueno, seguían siendo molestos.
Podías quejarte sobre las cosas a las que te acostumbrabas, pues esas
quejas eran vistas como ocurrencias, y por lo tanto nadie se hacía
problema. De todas formas, sea calor o frío, era una cuestión de que tanto
ha sobrepasado el estándar actual. En otras palabras, no puedes comparar
este frío si nunca has experimentado el invierno en otros lugares.
Así que, si no sabes lo que la calidez es, entonces nunca sabrás sobre otras
maneras de obtener calor. Por ejemplo, como cuando calientas tus manos
con tu aliento, o el suave sonido de tu abrigo y tu bufanda apretándose, o
como cuando un grupo de tres personas se sienta sobre un banco y
accidentalmente sus rodillas se tocan, o simplemente el calor de la persona
sentada al lado tuyo.
De noche, en este parque que estaba al lado del mar, no había nadie más
que nosotros tres. Si miraba hacia arriba, podía ver los dos condominios
donde Yukinoshita vivía.
A este parque se podía llegar caminando una pequeña distancia desde el
distrito comercial frente a la estación, y si tomabas la ruta principal,
terminarías pasando por una calle llena de condominios. Aunque se
encontraba frente al mar, debido a la presencia de varios árboles
majestuosos, y a los árboles plantados para solidificar la arena, el viento
marino no era tan tranquilo.
Incluso así, la razón por la que sentíamos el aire invernal tan fuerte era
debido a la falta de gente, y a la nieve que caía gradualmente.
La gente llama a este día «El día de san Valentín», o el día de las sardinas
secas. Hoy era ese día donde mi hermana, Komachi, iba a dar su examen de
ingreso a mi preparatoria.
Aunque no pensé que una capa tan delgada de nieve como esta pudiese
absorber mucho ruido. De todas maneras, ninguno de nosotros estaba
haciendo sonido alguno… Sólo estábamos mirando silenciosamente a la
noche.
Sin embargo, el naranja que se reflejó en la nieve dio un aura caliente. Aun
así, la nieve desaparecía con el más ligero toque. Ese calor, esa luz
trascendente, me dice que la nieve destellante, que se ve durante el
atardecer cuando cae al mar, no es una alucinación.
La nieve que cayó, claramente, era real, al igual que nuestro día juntos. La
nieve era la prueba de ello, y aun así, desaparecería con el más mínimo
cambio de temperatura o con el paso del tiempo.
Si la tocas, desaparece, si te pones a jugar con ella, se quiebra y se deshace.
Y sin embargo, incluso si no le haces nada, igual desaparecerá algún día.
Si el clima se mantuviese frío para siempre como ahora, ¿será que la nieve
se quedaría también? Me mantuve pensando sobre estos insignificantes
«Que tal si». Con un temblor, aparté esos pensamientos. La respuesta a esa
pregunta la sabía desde hace mucho tiempo, desde que hice aquél muñeco
de nieve cuando era un niño.
Como siempre, escogí café para mí. Entonces, escogí dos latas de té rojo
también. Me puse de cuclillas y los recogí, luego me los puse dentro del
bolsillo de mi abrigo.
Mientras sacaba las latas una a una, sentí que la última que toqué con las
manos estaba un poco caliente y, aun así, tenía un frío inusual. Si hubiese
seguido agarrándola, definitivamente mi mano se habría quemado. Y
mientras pasaba esa lata de una mano a otra, pensé en el motivo de aquél
frío inusual.
El calor que puede ser sentido por el cuerpo puede ser representado en
números. Si no les das algún sentido, son sólo números.
Sin embargo, yo sé que la calidez era más que eso. La diferencia entre el
calor y la calidez no eran sólo palabras. Era algo que había sentido en carne
propia también. A pesar de eso, no sentí que debía abrir la boca para contar
de lo que me había dado cuenta. Después de todo, era algo insignificante.
Así que pensé: «Debería estar bien hasta aquí. Probablemente podré dar
un paso adelante.», mientras caminaba lentamente hacia ellas.
Di pasos firmes hacia adelante sin saber nada, más pisaba cuidadosamente
cuando notaba algo. Sin embargo, cuando me di cuenta que no entendía
nada, mis piernas no pudieron dar un paso más.
Miré sin pensar a aquellas sombras mientras saqué las dos latas de té
rojo y silenciosamente se las pasé a ellas.
Pude sentir algo suave en mis bolsillos, y, sin inspeccionarlo, noté que
era la bolsa de galletas que había recibido.
—¡Así es! Hay muchas que son lindas también, ¡es bastante popular!
Es comúnmente usada para embalajes o en bloc de notas.
Con eso, ella me miró con una vista determinada. Sus ojos serios
decían claramente que no estaba bromeando. Acaricié gentilmente la
bolsa.
Esto era algo que ella había hecho dando su mejor esfuerzo. Aunque
no sabía el sabor pues no las había probado aún. Era algo que ella
había trabajado a pesar de no ser buena cocinando. En consecuencia,
sabía muy bien que ella había puesto su corazón y alma en ello.
Fue un poco sorprendente. Ella tenía una muy buena memoria. Bueno,
por supuesto, yo también lo recordaba.
Con otra, aún más, avergonzada risa, ella apretó su cuerpo ligeramente
mientras se sentía algo incómoda. Oye, si sigues haciendo eso, ¡me
pondré incómodo también! Terminé uniéndome a ella y riendo también.
Cuando nuestros ojos se juntaron, Yuigahama miró inmediatamente a
otro lado.
—Yep, yep.
—No, nada como eso. Por ejemplo, cuando estábamos jugando «Poker
Chino» estaba usando mi habilidad e intelecto de verdad.
—No hubo tal cosa. Mis huesos no se quebraron, sólo que mi cintura
me dolía cuando empezamos con lo del judo.[1]
—Si fui, aunque sólo fue a una clínica osteopática, pero por lo menos
obtuve una carta para no ir a educación física.
—…¿En serio?
Sin embargo, ella ayudó aun sabiendo que todo era falso, y yo mantuve
el rayo de esperanza sobre ella, como si estuviera haciendo una oración
por ella. Definitivamente esto era algo que sólo yo quería recordar.
Por lo tanto, ella probablemente hablaría sobre algo que sólo ella
pudiese recordar también.
—¿Todavía lo recuerdas?
—Eso es porque los recesos de verano son así. Antes de que te des
cuenta, ya se acabaron… Ahora que lo pienso, estuvimos realmente
ocupados luego de eso.
—…Y lo dices tú, no creí que de todas las personas fueras tú a decir su
nombre para nada.
Yukinoshita se veía bastante feliz. …Oh oh. Era justo como lo pensé.
Ese café al que fuiste esa mañana fue debido a tu propio interés. Bueno,
el lugar estaba bien decorado y la comida era deliciosa también, así que
no es que me queje mucho…
—También el Ramen…
—¿Ramen?
—¿Eh? ¿Qué?
—O-oh, bueno…
—Bueno, supongo que eso es verdad. Creo que no todo fue malo.
Fue por todos estos pensamientos que pudimos vivir este año en paz.
Supongo que no sólo fui yo, sino también ellas dos las que sostenían a
esta cálidez.
—Bueno, creo que igual nada cambiará sin importar que me siga
preocupando o no.
—Ah, seguro. Tengamos una gran fiesta para celebrar que pasó el
examen.
—…De acuerdo.
—¡Vamos!
Mientras dije eso, la realidad del hecho me golpeó un poco más fuerte
de lo que esperaba. Un año. La duración de este periodo de tiempo no
fue más que la suma de todos los eventos de los que habíamos hablado
hace un rato. Creo que ellas dos lo entendían perfectamente también.
Realmente no era una gran asunto. Probablemente eran cosas que ella
había decidido encargarnos.
Llegados a este punto, creo que los tres lo sabemos muy bien.
El tiempo que pasamos junto fue cerca de un año, en este año, hubo
muchos recuerdos. Ya si los recordábamos, o los olvidábamos, o si
pretendíamos olvidarlos, no importaba.
Sin embargo, temo que las respuesta a las que lleguemos no sean las
mismas, pues absolutamente creemos que nuestras respuestas son
inmodificables.
—Estaba nevando el día que nací. Así que, Yukino…este nombre… ¿es
tan simple?
—…Gracias.
Huyendo no sería una buena descripción. Pero era la palabra que más
se le acercaba.
También lo podrías llamar «evitando».
Sin embargo, esto debe ser más que suficiente para ambas. La oración
no tenía cabeza ni tallo, ni tampoco partes triviales. Aun así, era todavía
posible ser el comienzo de algo. Al menos, la oración estaba en la idea
de querer una conversación, y al mismo tiempo, avanzar en esta
relación, que, por ahora, estaba estancada.
Ahora que ella lo mencionaba, lo recordaba bien. Una vez escuché que
el papá de Yukinoshita era miembro de un grupo selecto, y que, en el
pasado, era dueño de una constructora. Estos eran detalles que
Haruno-san me había dicho alguna vez. Mientras trataba de pensar en
algo que decir, Yukinoshita habló primero.
Había un dicho que decía que cuando uno habla sobre sus recuerdos,
mira a la distancia. Yukinoshita miraba al cielo y yo seguí su mirada.
No sabía si era debido al viento del cielo, pero las nubes suaves que
parecían algodón de azúcar se mantuvieron a la deriva, y las nubes
bañadas por la luz de la luna, cambiaban de forma.
Parecía que no tenía que preocuparme sobre este clima. Las nubes que
hacían nevar se habían ido. Quizás podríamos ver algunas estrellas
pronto.
—Ah, cierto…
Si nadie abre la caja, nunca se sabrá que hay dentro. Antes de que
aquél momento llegue, antes del momento de observar llegue, el
resultado no está determinado. Si al final va a ser lo mismo, entonces
el resultado no importa.
—Sólo tengo una petición… Quiero que vean hasta el final. Eso será
suficiente.
Cuando ella estaba en medio de esa frase, sus ojos chocaron con los
de Yukinoshita, provocando que sus palabras fueran cortadas junto con
lo que iba a decir.
—Sin embargo, yo… yo quiero probarles a todos de las cosas que soy
capaz de hacer. Siento que esta es la única manera de realmente
empezar.
La manera en la que dije eso sonó como si no fuera una pregunta. Este
tipo de oración que no parecía dirigirse a nadie era igual a un monologo.
Sin embargo, aquellas palabras habían llegado a los oídos de
Yukinoshita. Ella puso sus manos sobre sus rodillas y habló
gentilmente:
—Nunca me rendí sin importar cuando tiempo había pasado… Es por
eso que creo que estos son mis verdaderos sentimientos… Creo que
no es un error, ni tampoco un malentendido.
Pude entender partes de lo que ella dijo, pero probablemente sólo eran
las partes con las que podía relacionarme.
Incluso si ella fuera a destruir algo, esa no sería una buena razón para
despojarla de su valor o dignidad.
—Gracias.