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Williamson - Revision del Consenso de Washington

Me propongo aquí rebatir por lo menos a algunos de mis criterios, comentando los objetivos que me
indujeron a elaborar el consenso de Washington, la terminología elegida y mi posición ideológica respecto al
“neoliberalismo”. Sin embargo, sería desperdiciar una ocasión magnífica si me limitase sólo a defender los
que redacté hace siete años. En consecuencia, me propongo hacer ahora lo mismo que muchos de mis
críticos parecen haber creído que estaba haciendo en 1989, a saber, esbozar un manifiesto de política que
contenga las principales reformas que, en mi opinión, debería encarar América Latina.

El porqué del “consenso de Washington”


La razón que me llevó a compilar el consenso de Washington no era otra que documentar o informar sobre
los cambios de actitudes políticas que se estaban produciendo en América Latina, cambios que, por lo menos
en apariencia, no eran percibidos desde Washington en ese momento. Con este propósito se celebró una
conferencia en 1989 en la que diversos participantes de América Latina se refirieron a las posturas
adoptadas frente a una serie de reformas de política así como el grado de aplicación de las mismas. Mi
“consenso de Washington” no era más que el compendio de reformas de política que cada uno de los
autores debía examinar en su disertación.

Un programa para 1996


Con el fin de preparar el terreno para comparar el proyecto ideal. De Williamson con el consenso de
Washington de 1989 pasaré a descubrir las principales reformas de política económica que, en mi opinión,
son más necesarias para América Latina.
Procederé a comparar cada tema tratado de mi programa ideal con su correlato en el consenso de
Washington.

Alta tasas de ahorro


La disciplina fiscal implica recorte en el déficit presupuestario, problema que aquejaba a la mayoría de los
países de Latinoamérica. Hacia 1995 la mayoría de los países habían reducido su déficit en comparación con
1988.
Las ventajas que entraña un orden fiscal sin déficit no es suficiente: unas tasas de ahorro privado
inadecuadas pueden conducir, en el mejor de los casos, al estrangulamiento del crecimiento económico, y
en el peor, al colapso de la economía. Por lo tanto, prefiero dar un sentido más amplio a primer encabezado
del consenso de Washington, haciendo constar la necesidad de unas tasas de ahorro más altas, que incluyen
la necesidad de orden fiscal pero nunca limitada a éste.
El mantenimiento de la disciplina fiscal es determinante para la consecución de altas tasas de ahorro, pero
posiciones presupuestarias fuertes en ningún caso se traducen en un ahorro elevado.
¿Es este renovado énfasis en cuestiones como la disciplina fiscal o el aumento del ahorro –que recomiendo-
una consecuencia de los cambios relativos acaecidos en América Latina o, por el contrario, el lógico
resultado de mi nuevo enfoque, libre de los condicionantes que representaba el consenso de Washington. La
respuesta está en la primera proposición. En 1989, la disciplina fiscal era un objetivo de primera necesidad
para controlar la inflación, y el proceso para lograrla fue desalentador. El mantenimiento de este nuevo
orden no deje de ser vital a pesar de que los acontecimientos posteriores han confirmado la necesidad de
complementar la disciplina fiscal con un incremento del ahorro del sector privado.

Prioridad del gasto público


El encabezamiento de este apartado es el mismo que empleé en el consenso de Washington, y en verdad
creo innecesario modificar lo que escribiera entonces: “El gasto se debe orientar de áreas políticamente
sensibles hacia otras áreas, tales como la atención primaria de la salud, la enseñanza elemental o la
infraestructura. Muy poco es lo que se reformó en este sentido.
Incluiré al gasto social dentro de aquellas áreas del gasto público que merecen mayor atención.

La reforma tributaria
El consenso de Washington insistía en recortar las tasas impositivas marginales para aumentar los incentivos
a la vez que proponía compensar la pérdida de ingresos por medio de la ampliación de la base impositiva y la
mejora de la administración tributaria, todo la cual, en mi opinión, evitaría el desgaste asociado a la
progresión impositiva.
La reforma tributaria parece haber continuado su progreso en América latina, especialmente a través de la
difusión del impuesto al valor agregado. Sin embargo, mi propuesta favorita, la de recaudar impuestos sobre
los intereses procedentes de la fuga de capitales, todavía está en ciernes.
Dado que mis nuevas propuestas no deben ceñirse al consenso, me gustaría detallar las reformas tributarias
que estimo necesarias y agregar aquí un proyecto de sistema tributario que incluya externalidades
vinculadas con el medio ambiente. Ya sabemos que el motivo por el cual las consideraciones ambientales
tienen escaso protagonismo en una economía de mercado radica en que muchos de los efectos ambientales
de acciones económicas son indirectos y afectan a los agentes económicos secundarios.
La solución acostumbrada para tales externalidades ha sido durante mucho tiempo el llamado impuesto
pigoviano. Este método es aceptado en general para justificar impuestos elevados sobre la gasolina. Sin
embargo, resultaría más eficaz, la aplicación de impuestos sobre el tráfico, impuestos mensurables n base al
uso de las carreteras, etc. Creo necesaria una tasa variable que dependiese el impacto ambiental que
pudiera causar un uso determinado de la tierra.

La supervisión bancaria
El siguiente punto en el programa del consenso de Washington era el de la liberalización financiera. Aunque
es indudable que el proceso permanece inconcluso, se ha progresado bastante desde 1982.
La liberalización financiera supone que el Estado deje de conceder créditos a su elección, pero en ningún
caso implica que se desentienda por completo del sector financiero. Más bien al contrario: ahora sabemos
que la liberalización de las finanzas exige el fortalecimiento de la supervisión de las normas de prudencia si
se desea evitar el riesgo de una crisis financiera. Un Estado demasiado débil como para supervisar
adecuadamente el sistema financiera pondría en peligro el funcionamiento del mercado.

Tipos de cambio competitivo


Este apartado en el consenso de Washington hacía referencia a la necesidad de tipos de cambio lo bastante
competitivos como para estimular un rápido aumento de las exportaciones no tradicionales. Temo que me
dejé llevar por espejismos. Y, dado que ya no me encuentro en la obligación de informar acerca del
consenso, puedo modificar mi enunciado originario con la conciencia tranquila.
Los países latinoamericanos han adoptado políticas cambiarias muy dispares en los ultimos años. Chile y
colombia adoptaron un modelo caracterizado por el emplro de una banda móvil capaz de mantener un tipo
de cambio competitivo a pesar de la presión que suponía la entrada de capitales. Recomiendo seguir esta
política.

La liberalización del comercio exterior


El consenso de Washington recomendaba la pronta eliminación de las restricciones de carácter cuantitativo
sobre las importaciones, seguida de una reducción progresiva de los aranceles correspondientes hasta que
éstos alcanzasen una tasa baja.
Desde 1989, América Latina ha hecho grandes progresos en materia de liberalización de las importaciones.,
exceptuando ciertas áreas como la de los automóviles.

Una economía competitiva


El consenso de Washington pasó a destacar la importancia de la privatización y la desregulación, cuestiones
que han hecho sustanciales, aunque dispares, progresos en América Latina, especialmente en lo que se
refiere a la privatización. Por desgracia, tales reformas no siempre han conseguido estimular la competencia.
Tampoco podemos estar seguro del bienestar que generará la sustitución de un monopolio estatal por otro
privado: puede incentivar la eficiencia pero asimismo estimular el abuso del poder del monopolio.
Así pues, he incluido privatización y desregulación bajo un mismo enunciado, el de una economía
competitiva, con el propósito de resaltar lo que es, o debería de ser, el objetivo de ambas someter a todas
las empresas a los principios de la competencia en un contexto de duros recortes presupuestarios.
La desregulación que se ha llevado a cabo hasta el momento ha omitido, en la mayor parte de los casos, el
mercado laboral. La mayoría de las restricciones laborales deberían eliminarse, aunque se puede llegar a
justificar la existencia de un salario mínimo básico.

Derecho de propiedad
El último componente del consenso de Washington, obviado hasta el momento, trataba sobre la necesidad
regarantizar y definir con claridad los derechos de propiedad, y conseguir que sean accesibles a todos por
igual y a un costo razonable. No creo que en la cuestión de propiedad haya hecho grandes progresos
América Latina.
Una peculiaridad referente a los derechos de propiedad es la de lograr una distribución la equitativa de la
propiedad rural.

El fortalecimiento institucional
Mi nuevo programa incluirá dos nuevos enunciados: instituciones y educación
Es necesario fortalecer unas instituciones estatales estratégicas en lugar de reducir un Estado sobresaturado;
este fortalecimiento contribuirá a un crecimiento económico más rápido y/o equitativo.
Mi propia lista de instituciones que se deberían fomentar, incluye en primer lugar a un banco central
independiente que se encargue de la política cambiaria y monetaria. Para apuntalar las políticas fiscales
habría que crear una comisión presupuestaria. También es necesaria una mayor independencia del PJ
respecto al PE.

Una mejor educación


Es clave para el futuro de América Latina.
Si junto con el capital y la infraestructura existiera una fuerza de trabajo bien formada y capacitada para la
producción de bienes destinados al mercado mundial, los beneficios serían enormes.
Es necesario aumentar los gastos educativos en educación primaria y secundaria. Esos pocos afortunados
que accedan a la universidad bien podráin financiar su educación a través de préstamos.

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