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Teoría constitucionalista del orden internacional

Ikenberry comienza considerando que la creación de un orden político después de las Guerras Mundiales
constituyó un problema fundamental de las RRII.

El autor discute tres teorías sobre el orden internacional: la teoría del equilibrio de poder, la teoría de la
hegemonía y la teoría del constitucionalismo. Las dos primeras representan la concepción realista y la tercera es
elaborada por Ikenberry.

Crítica a la teoría del equilibrio de poder: Existen cuatro problemas en torno al equilibrio de poder. Primero, la
conceptualización de anarquía internacional como estado de guerra reduce las políticas externas a relaciones de
poder, demostrando así una concepción excesivamente materialista de la política. Segundo, partiendo de esta
definición de anarquía internacional, esta teoría considera necesariamente que las potencias adoptan estrategias
políticas ofensivas. En este sentido, la formación y el mantenimiento de un equilibrio de poder internacional es el
único modo de garantir la supervivencia y seguridad de las potencias y, por tanto, del orden internacional.
Tercero, para esta teoría una situación de hegemonía causa necesariamente la inestabilidad internacional. Por un
lado, la potencia hegemónica pretende aumentar aún más su poder y, por otro lado, las otras potencias no creen
en hegemonías benignas y se sienten siempre amenazadas por el Estado hegemónico; como resultado inician un
proceso de resistencia a dicho poder hegemónico. Cuarto, la incapacidad de esta teoría para explicar por qué nada
de esto sucedió luego del fin de la Guerra Fría. Como afirma Ikenberry, las teorías neorrealistas son incapaces de
explicar el hecho de que las relaciones entre las potencias occidentales continuaran estables e institucionalizadas
luego del fin de la Guerra Fría. Ni EE.UU. procuró aumentar su poder a través de estrategias militares ofensivas, ni
las potencias europeas y Japón se sienten excesivamente amenazadas por la hegemonía estadounidense.

Crítica a la teoría de la hegemonía: Para esta segunda teoría realista, la creación y el mantenimiento del orden
internacional depende exclusivamente del poder de la potencia hegemónica. Apoyándose enteramente en el poder
hegemónico, esta teoría considera que la cuestión de la legitimidad es irrelevante para las RRII. El uso del poder es
coercitivo y no se basa en posiciones consensuales. Esta posición, en gran parte, deriva de la misma concepción de
anarquía de la teoría del equilibrio de poder. Si el sistema internacional es equiparado al estado de naturaleza,
donde las relaciones políticas son determinadas por las relaciones de poder, entonces la cuestión de la legitimidad
internacional no se presenta. Más allá de eso, según Ikenberry, la teoría de la hegemonía repite algunos errores de
la teoría del equilibrio de poder. Por ejemplo, considera igualmente que las potencias hegemónicas no consiguen
evitar políticas externas ofensivas; desde luego, porque en un sistema unipolar no existen restricciones eficaces
contra el uso del poder hegemónico. En este sentido, las otras potencias se sienten amenazadas por la potencia
hegemónica. El orden hegemónico tiene así uno de dos destinos; o se transforma en un orden con características
imperialistas, o el poder hegemónico se erosiona y las otras potencias, mediante la guerra, consiguen restablecer
una situación de equilibrio de poder. Según Ikenberry, tal como la teoría del equilibrio de poder, la teoría de la
hegemonía no pasó la prueba del fin de la Guerra Fría.

La principal crítica que el autor realiza a las teorías neorrealistas tiene como punto la concepción enteramente
materialista de la anarquía internacional, donde sólo la distribución del poder es lo que cuenta. Valores y
principios políticos, o que se pueden llamar de cultura política, o normas e instituciones, son simplemente
irrelevantes. Así, Ikenberry pretende desarrollar una concepción alternativa de anarquía. En primer lugar, la
cultura política tiene una importancia fundamental. El tipo de Estados se refiere precisamente a los regímenes
políticos e a la cultura política de los Estados. Las alteraciones en los principios y valores políticos que ocurren al
interior de los Estados tienen un impacto tremendo en la política internacional. En este sentido, Ikenberry rechaza
la distinción entre política interna y política internacional, uno de los presupuestos centrales de las teorías
realistas. Para el autor, existen semejanzas entre ambas políticas, las cuales son visibles en los momentos de
formación del orden internacional, luego de las guerras. No obstante, sea el plano interno como el plano
internacional, el problema central es el mismo: cómo crear un orden político legítimo. Para Ikenberry, la cultura
política dominante, o el conjunto de principios y valores aceptados de un modo consensual por las potencias, es lo
que confiere legitimidad al orden internacional. Por otro lado, un orden internacional sólo es legítimo si es
institucionalizado y si tiene elementos normativos. Además, para subrayar las dimensiones ideológica y normativa
del proceso de creación del orden internacional, Ikenberry llama a las conferencias de paz que siguen a las guerras
entre potencias como “momentos de construcción consitucional”

A pesar de las críticas a las teorías neorrealistas, sería erróneo concluir que Ikenberry abandona totalmente los
presupuestos de la tradición realista. Afirma que la característica más importante de las RRII luego de una guerra
es la nueva “distribución de poder”. Así, el problema básico de la formación del orden internacional es lidiar con
las nuevas asimetrías del poder. O sea, ¿qué es lo que la potencia hegemónica debe hacer con su poder? Esta
cuestión demuestra que Ikenberry, al contrario de otros autores liberales, considera al poder como un elemento
vital de las RRII. Así y todo, y de acuerdo con las críticas hechas a las teorías del equilibrio de poder y de la
hegemonía, se distancia del tratamiento del poder ofrecido por los realistas. En este sentido, el autor cita a Weber
afirmando que el dilema central de la política es transformar el poder bruto en autoridad legítima; este punto
capta muy bien lo que separa a Ikenberry de los autores neorrealistas.

La concepción constitucional del orden internacional de Ikenberry se asienta en tres ideas principales. En primer
lugar, esta teoría destaca la importancia de la cultura política, sobre todo la relación entre los valores
democráticos y la necesidad de crear un orden internacional institucional basado en reglas. De este modo, el autor
pretende investigar la relación entre la cultura política, la formación de instituciones internacionales y el ejercicio
de una hegemonía limitada. En suma, señala la importancia del liberalismo y de la democracia en la construcción
de un orden internacional constitucional. En segundo lugar, el ejercicio del poder hegemónico debe ser limitado e
institucionalizado; para el autor, un orden político sólo es legítimo cuando el ejercicio del poder es limitado. Para
que esto sea posible es necesario crear instituciones apoyadas en consensos políticos. Cuando esto sucede, el
poder se transforma en autoridad legítima. En tercer lugar, Ikenberry destaca la dimensión institucional; si el
orden internacional no resulta únicamente de la distribución de poder, entonces es fundamental entender de qué
modo las instituciones que garantizan dicho orden son establecidas. En otras palabras, es necesario entender los
mecanismos que permiten formar consensos internacionales.

Existe una paradoja que marcó el orden internacional creado luego de 1945. Por un lado, fue el primer caso de la
historia de la sociedad internacional moderna en que una guerra hegemónica no produjo un tratado general de
paz. Por otro lado, el período entre el final de la guerra y el inicio de la década de 1950 asistió a la más profunda
reorganización del orden internacional durante la historia moderna. Esta paradoja muestra, en primer lugar, que
en rigor se crearon dos órdenes internacionales, y no solamente uno luego de la Segunda Guerra. Uno entre EE.UU.
(y sus aliados) e la URSS (y sus aliados), marcada por el conflicto estratégico e ideológico entre ambas potencias,
el cual se conoció con el término de Guerra Fría. Ikenberry llama a este orden político un “orden de contención”. El
otro orden internacional agrupó a los Estados liberales y democráticos de Occidente y correspondía, en gran
parte, al modelo constitucional elaborado por Ikenberry. Este “orden Occidental” comenzó a ser diseñado durante
la Guerra mediante la Carta Atlántica, y se consolidó con la firma del Tratado del Atlántico Norte. Aunque ambos
órdenes estaban ligados, se apoyaban en lógicas diferentes; uno fue el orden más militarizado de la historia
moderna y el otro fue el orden más institucionalizado.

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