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De esta forma, el crecimiento del PBI de los primeros años permitió una expansión del gasto social que tuvo un
efecto beneficioso. Pero luego las sucesivas retracciones que tuvieron lugar de allí en adelante revirtieron la
tendencia.
La reforma económica en la Argentina, estuvo caracterizada por un interjuego entre la evolución de la situación
social y la dinámica política de las reformas
El periodo de mayor intensidad de reformas estructurales es de 1989 a 1990.
Entre 1987-1990: Periodo de fuga hacia delante. Los costos sociales de las reformas se estaban pagando por
anticipado en razón de las recurrentes crisis hiperinflacionarias.
Periodo de 1991-1994: los costos inherentes a las nuevas reformas a las nuevas reformas o a la profundización
de los cambios iniciados en el anterior son compensadas por los beneficios de la estabilidad, reactivación y más
disponibilidad de recursos fiscales. 1991: se sanciona ley de convertibilidad.
A partir de 1994 (dejando atrás el periodo de mayor densidad de reformas estructurales) la política expansiva
se torna insostenible. ( en el sentido de que se revela que en el marco de las nuevas reglas de juego, la
vulnerabilidad externa persiste y que el nivel de actividad económica depende del comportamiento de los
flujos de capital.) Los tramos de reactivación son seguidos por recesiones.
Sin embargo, el caso argentino tampoco aporta evidencia suficiente para confirmar el pesimismo de las
corrientes que sostiene que las reformas de mercado conducen necesariamente a una mayor exclusión social.
Esto es así porque la magnitud de los costos permanentes no puede asociarse a un modelo de organización
económico estatal en abstracto, sino a la forma específica de organización económico estatal resultante de un
determinado proceso de reformas.
Costos permanentes no es idéntico a costos definitivos. Los costos permanentes asociados a las nuevas reglas
instauradas pueden dejar de serlo si se concretan nuevos cambios de reglas.
Así la nota optimista es que si bien las nuevas reglas de juego pueden considerarse como irreversibles (no es
concebible un regreso a pasadas formas de organización económica y estatal9 en la medida en que las
dimensiones socialmente negativas de las mismas pueden atribuirse a las formas específicas y no a un modelo
“en abstracto”, en igual medida puede esperarse que la rectificación de las reglas, que si es posible, atenúe o
elimine esas dimensiones más negativas.
Con la marcha de las reformas implementadas hasta mediados de 1991 (la sanción de la ley de convertibilidad
la más importante) el Estado recupera capacidad institucional (simbólica y de autoridad pública) y burocrático-
técnicas ( principalmente extractivas) esto es, recupera gobernabilidad (relacionar con Gobernancia de Bresser
Pereira).
Se establece un núcleo de gobernabilidad firme por primera vez desde 1989. La estabilidad y la reactivación
generan respaldo social. La constitución de este núcleo será el principal factor de viabilidad política a favor de
la prosecución de las reformas. Se logra un shock estabilizador. La reducción de la incertidumbre de la paridad
cambiaria en el corto plazo produjo la remonetización de la economía, la caída de la inflación, caída de las tasas
de interés, el poder adquisitivo de los salarios aumento y se observó la reaparición del crédito comercial. El
crecimiento de la demanda agregada y los niveles de actividad impulsaron una mayor recaudación tributaria.
La mayor disponibilidad de recursos fiscales le permitió al Gobierno recomponer los niveles del Gasto Público,
reprimido durante la gestión precedente. A su vez se mantuvo la razón base monetaria/reservas requerida por
ley. (la convertibilidad significó una reserva autorregulada ya que el Banco Central no podía emitir sin reservas
para financiar el gasto público.)
Mas solvencia fiscal y más credibilidad permiten al gobierno ganar margen de acción. Así la conjunción de
política macroeconómica expansiva y el programa de reformas estructurales interactuaron de modo armónico
y contradictorio a la vez.
Ya para 1993 se hacían cada vez más visibles los costos inherentes a las políticas de reforma. Pero todavía la
política macroeconómica (de expansión de la demanda, la convertibilidad) hacia tolerables los costos
distributivos de la reforma.
Menem en 1993 empieza a buscar la reforma constitucional para su reelección. Desde los círculos económicos
neoliberales se recomendaba un retrenchment: es decir, restringir la entrada de capitales, aumentando las
tasas de interés para enfriar la actividad económica. Pero estas medicinas recesivas carecía de todo atractivo
para el gobierno ya que buscaba la reelección. Así el gobierno opto por seguir con la política expansiva y
profundizar las políticas orientadas al crecimiento. La política macroeconómica expansiva permitía amortiguar
los costos transicionales de las reformas para los sectores populares.
En diciembre de 1994 con la devaluación mexicana dejan de fluir capitales. El súbito cambio de entorno mostró
la fragilidad de la recuperación económica inducida desde 1991 y la vulnerabilidad creada por el relativo
descontrol de la política expansiva.
El auxilio de los organismos internacionales cubrió parte de la brecha financiera empujando el problema para
más adelante. El PBI cayo, el desempleo aumento. Sin embargo no fue necesario devaluar. De cara a las
elecciones los votantes optaron por la continuidad de una gestión que tenía a su favor el haber llevado
adelante un vertiginoso proceso de transformaciones.
Así después de 6 años de reformas, la situación era mejor que la de tiempos de la hiperinflación pero el 18% de
desocupación mostraba que Argentina aún no había encontrado un modo sustentable de crecimiento e
inserción en la escena económica internacional.