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a sentirse dichoso.
-Eso no durar mucho deca Carmen.- Contina
con sus ilusiones. Volvern los das malos, las
horas de tristezas, los minutos de desesperacin y
fracaso... Entonces vendr a m, volver a mis
brazos, a descansar en mi cario de todos los
sufrimientos...
Pasaban los meses y los aos y Eduardo no volva.
Las cartas se iban haciendo menos continuas.
Carmen, en tanto, continuaba su existencia
tranquila, plcida, haciendo cuantas economas
poda para ahorrar mucho, para ofrecrselo todo a
Eduardo si la fatalidad le acosaba y le obligaba a
volver al lado de su mujercita, buscando el
consuelo de sus palabras y la tranquilidad para su
espritu cansado.
-Todo me parece poco para cuando vuelva mi
Eduardo.El tiempo transcurra y las cartas dejaron de
llegar. Eduardo ya no escriba. Esto nada la
intranquilizaba a Carmen. Al contrario. Ese
silencio lo interpretaba como una ruina segura en
sus negocios, como la realizacin de lo que tanto
ella haba anhelado siempre.
-Si no me escribe es porque sus negocios van
muy mal. Se acerca el fin de mis esperanzas. No
se atreve a decrmelo y, en su silencio, oculta la
vergenza de su fracaso. Pero yo lo har dichoso.
Yo sabr hacerlo feliz ahora que no tiene nada.