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473 182 190 200 208 ‘Tres Cuatro. Cinco: Siete Notas 1. El horror al incesto El camino recortido por el hombre de la Prebistoria en su desarrollo nos es conocide por los monumentos y utensi lios que nos ha legado, por los restos de su arte, de su reli gién y de su concepcién de la vida que han llegado hasta nosotros directamente 0 transmitidos por la tradicién en las leyendas, Jos mitos y los cuentos, y por las superviven- cias de su mentalidad que nos es dado volver a hallar en nuestros propios usos y costumbres. Ademés, este hombre de la Prehistoria es atin, en cierto sentido, contemporéneo nuestro. Existen, en efecto, actualmente, hombres a los que consideramos mucho més préximos a los primitives de Jo que iosotros lo estamos y en los que vemos los descen- dientes y sucesores directes de aquellos hombres de otros tiempos. Tal es el juicio que nos merecen los pueblos llama- dos salvajes y semisalvajes,y la vida psiquica de estos pue- blos adquiere para nosotros un interés particular cuando vemos en ella una fase anterior, bien conservada, de nues- tro propio desarrollo, “Totem y tabs Partiendo de este punto.de vista y estableciendo..una comparacién entre la psicologia de [os pueblos primitivos, tal como la etnografia nos la muestra, y la psicologia del neurético, tal y como surge de las investigaciones psicoana- liticas, descubtiremos entre ambas numerosos rasgos co- munes y nos seté posible ver a una nueva luz lo que de ellas nos es ya conocido Por razones tanto exteriores, como intesiores, escogere- ‘mos para esta comparacién las tribus que los etnégrafos nos han descrito como las més salvajes, atrasadas y misera- bles, o sea, las formadas por Jos habitantes primitivos del més joven de los continentes ~Australia-, que ha conserva- do, incluso en su fauna, tantos rasgos arcaicos, desapareci- dos en todos los demas. Los aborigenes de Australia son considerados como una raza apaste sin ningin parentesco fisico ni lingiifstico con sus vecinos més cercanos, los pueblos melanesios, poline- sios y malayos. No construyen casas ni cabafias sélidas, no cultivan el suelo, no poseen ningiin animal doméstico, ni si- quiera el perro, ¢ ignoran incluso el arte de la alfareria. Se alimentan exclusivamente de la carne de toda clase de arii- ales, y de rafces que arrancan de la tierra. No tienen ni re- yes ni jefes y los asuntos de la tribu son resueltos por la asamblea de los hombres adultos. Es muy dudoso que pue- da atribufrseles una religi6n rudimentaria bajo la forma de un culto tributado a seres superiores. Las tribus del interior del continente, que a consecuencia de la falta de agua se ven obligadas a luchar contra condiciones de vida excesiva- mente dutas, se nos muestran, en todos aspectos, més pri- mitivas que las tribus vecinas @ la costa. No podemos esperar, ciertamente,.que estos miserables ales desnudos observen una moral sexual proxima ala 10 1. Elhortoralincesto nuestra o impongan a sus instintos sexuales restricciones . Mas; sini embargo, averiguamos que se itipo- nen la mas rigurosa interdiccin de las relaciones sexuales, incestuosas. Parece que incluso toda su organizacién social se halla subordinada a esta intencién o relacionada con Ja realizacion de la misma. En lugar de todas aquel.as instituciones religiosas.y. so- ciales de que carecen, hallamos en los australianos el sis- tema del rotevismo. Las tribus australianas se dividen en grupos mas pequefios ~clanes-, cada uno de ios cuales lleva el nombre de su fétem. Qué es un tétem? Por lo ge- neral, un animal comestibie, ora inofensivo, ora peligroso y temido, y mds raramente, una planta o une fuerza natu: ral (lluvia, agua), que se hallan en una relacién particular Of la totalidad del grupo. El tétém és, en primer lugas, el antepasado del clan, y en segundo, su espititu protec- tor y su bienhechor, que envia ordculos a sus hijos y les cOfioce y protege aun en aquellos casos en los que resulta peligroso, Los individuos que poseen el mismo tétem se hallan, por lo tanto, sometidos a la sagrada obligacién, cuya violacién trae consigo un castigo automatico, de res petar su vida y abstenerse de comer su catne 0 aprove- charse de él en cualquier otra forma. El cardcter totémico no es inherente a un anireal particular 0 a cualquier otro objeto tinico (planta o fuerza natural), sino a todos los in- dividuos que pertenecen a la especie del tétem. De tiem- po en ticmpo 8¢°celebran fiestas en las cuales los asocia- dos del grupo totémico reproducen o imitan por medio de danzas ceremoniales los movimientos y particularidades de su tétem. El totem se transmite hereditariamente, tanto por linea paferna como matétiia, Es muy probable que fa transmisién u Torem y tabi materna heya sido en todas partes la primitiva, reemplazada za tarde.por la transmisién patema, La Subordinacién al téiem constituye'larbase de Todas las obligaciones sociales del australiano, sobrepasando por un lado la subordinacién a latribu y relegendo, por otro, a un segundo término, el parentesco de sangre!. El t6tem no se halla ligedo al suelo ni a una determinada localidad. Los miembros de un mismo tétem pueden vivir separados unos de otros y en paz con individuos de tétem rente? Vamos a sefialar, ahora, aquella.particularidad del siste- ma totémico por la que el-mismo interesa. més especial- mente-al psicoanalitico. En casi todos aquellos lugares en os que aste sistema se halla en vigor comporta la ley segtin Incual Jos miembros de un tinico'y mismo tétem no deben entrar en relaciones sexuales 9, por la tanto, no deben casar- se entre si. Bs ésta la ley de la exogamia, inseparable del | sistema totémico. cere Esta interdicci6n, rigurosamente observade, es muy nota- ble, Carece de toda relacién Iigica con aquello que sabe- mos de la naturaleza y particularidades del tétem y no se comprende cémo ha podido introducirse en el totemismo. No extraiiamos, pues, ver-admitir a ciertos autores que la exogamia no tenfa al principio, I6gicamente, nada que ver con el totemismo, sino que fue agregada a él en un momen- to dado cuando se reconocié la necesidad de dictar restric ciones matsimoniales. De todos modos, y sea intimo y pro- fando o puramente superficial el enlace existente entre la exogamia y el totemismo, el hecho es que existe un tal enla- cey se nos muestra extremadamente sélido. Tintentemos comprende: Ia signifieaci6it cién con ayada de algunas consideraciones. “esta prohibi- 2 1. Ethotror al incest 4) Laviolacién de esta probibicién no es seguida de un castigo automatico, por decitlo sf, del culpable, como to son las violaciones de otras prohibiciones totémicas (la de comer la carne del animal tétem, por ejemplo), pero es ven- gada por Ia tibu entera, como sise tratase de alejar utr pe- ligeo.qiie aiieniazara’a la Colectividad o las consecuencias de tuna falta que pesase sobre ella. He aqui tina Gita, tomada de Frazer, que nos muestra con qué severidad castigan tales violaciones estos salvajes a los que desde nuestro punto de vista ético hemos de considerar, en general, como altamente inmorales: «Bin Australia, las relaciones sexuales con una persona de un clan prohibido son egularmente castigadas con la muerte, Poco importa quela mujer forme parte del mismo grupo local o que pertenezca a otra tribu y haya sido cap- turada en una guerta, el individuo del mismo tétem que entra en comercio sexual con ella es perseguido y muerto pot los hombces de su clan, y la mujer comparte igual suerte. Sin embargo, en algunos casos, cuando ambos han conseguido sustraezse a la persecucién durante cierto tiempo, puede ser olvidada la ofensa. Hn las raras ocasio- nes en que el hecho de que nos ocupamos se produce en Ja tribu Ta-ta-thi de Nueva Gales del Sur, el hombre es condenado a muerte y la mujer mordida y acribillada a lanzazos hasta dejarla casi expirante. Sino se la mata en el acto, es por considerar que ha sido forzada. Esta prohibi- cién se extiende incluso a los amores ocasionales, y toda violacién es considerada como una cosa nefanda y mere- cedora del castigo de muerte.» 2) ‘Teniendo en-cuenta que también las aventuras amo- rosas anodinas, esto.es, aquellas.no.seguidas, de. procrea- cion, son idénticamente-cistigadas, habtemos de deducir 3 ‘Totem y tabs _*Sue ls,prohibcién no se ha inspizado,en razones de orden _prdético. ~ . Siendo el tétem hereditario y no sufriendo modifica. cin alguna por el hecho del matrimonio, es fécil darse cuenta de las consecuencias de esta prohibiéién en el caso de herencia matemna. Si, por ejemplo, el hombre forma par- e de un clan cuyo ttem es el canguro y se casa con una mujer cuyo tétem es el emi (especie de avestruz), los hijos varones 0 hembras tendrén todos el totem de fa made. ‘hijo nacido de este matrimonio se hallaré, pues, en la impo- |sibilidad de entablar relaciones iricestuosas.con su-madre y su hermana, pertenecientes al mismo clan’, ~ d)_ Peto basta uir poco de atencién para darse cuenta de que la exogamia inberente al sistema totémico. tiene otras consecuencias y persigue otros fines que la simple prevision del incesto con la madre y la hermana, Prohibe, en efecto, al hombre la unién sexual con cualquier otra mujer de Su grupo, esto es, con un cierto néimero de mujeres a las que 10 se halla enlazado por relacién alguna de consanguini: dad, pero que, sin embargo, son consideradas. como.con. sanguineas suyas. La justificacién psicolégica de esta res- triccién, que va més allé de todo lo que puede serle comparado en los pueblos civilizados, no resulta evidente primera vista. Creemos tan sélo comprender que en esta prohibicién se toma muy en serio el papel del tétem (ani- imal) como antepasado. Aquellos que descienden del mis- ino t6tem son consanguineos y forman una familia, en el seno de la cual todos los grados de parentesco, incluso los ‘mis ejanos, son considerados como un impedimento abso- Iuto de la unién sexual. De este modo, resulta que tales salvajes parecen obsesio- nados por un extraozdinario horror al incesto, horror enla- a4 1. Bl horror al incesto zado a circunstancias particulares que no llegamos a com- preader por'completo y a consecuencia de las cuales queda reemplazado'e pateitesco de la sangre por el parentesco totémicé. No debemos exegeras, sin embargo, esta oposi- id Gritre los dos géneros de parentesco y hemos de tener muy presente siempre el hecho de que el incesto real no constituye sino un caso especial de las prohibicione’ toxé- ¢Cémo ha llegado a ser reemplazada la familia verdadera por el grupo totémico? Es éste un enigma cuya solucién ob- tendremos, quiz4, una vez que hayamos egado a compren- der intimamente la naturaleza del tétem. Hemos de pensar que dada una cierta libertad sexual, no limitada por los la- zos conyugales, era necesatio establecer alguna ley que de- tuviese al individuo ante dl incesto. Por Jo tanto, no sera initil observar que las costumbres de los australiaios iin- plican determinadas condiciones sociales y ciertas citeuns- tancias solemnes en las que no es reconocido el derécho ex- clusivo de un hombre sobre la mujer considereda como su esposa legitima. Ellenguaje de estas tribus australienas asi como el de Ja mayoria de los pueblos totémicos~ presente una parti culatidad relacionada, desde luego, con este hecho. Las _designaciones de parentesco de que se sirven no se rélie= ren.alas relaciones entre dos individuos, sino ¢ntre un in- dividuo y un grupo. Segtin la expresién de L. H. Morgan, forman tales designaciones un sistema.clasificador. Signi- fica esto que un individuo llama «padre» no solamente all que le ha engendrado, sino también a todos aquellos hombres que, segiin las costumbres de Ja tribu, habrian podido desposar a su madre y llegar a serlo efectivamen- te, y «madre» a toda mujer que sin infringir los usos de fa a5 “Téuem y tabi uibu habria podido engendrarle. Asimismo, llama «her. mano» y chermana» no solamente a los hijos de sus ver- daderos padres, sino también a todos los de aquellas otras personas que hubieran podido serlo, etc. Los nom- bres de parentesco que los australianos se dan entre sf no designan, pues, necesariamente, un parentesco de sangre, como sucede en nuestro lenguaje, y representan més bien relaciones sociales que relaciones fisicas. En nuestras «nurseries», en las que los nifios dan el nombre de tfos y tias a todos los amigos y amigas de sus padres, encontra- mos algo parecido a este sistema clasificados, y asimismo cuando empleamos tales designaciones en un sentido fi- gurado hablando de «hermanos en Apolo» o «hermangs en Cristo». _La explicacién de estas costumbres idiomaticas que tan singulares nos parecen se deduce fécilmente cuando las considetamos como supervivencias y caracteres de la ins- tituciéa que el reverendo L. Fison ha llamado matrimonio de grupo y on vietud de la cual un cierto néimero de hom- bres ejerce derechos conyugales sobre un cierto mimero de mujeres. Los hijos nacidos de este matrimonio de gru- po tienen naturalmente que considerarse unos @ otros como hermanos, aunque puedan no tener todos la misma madre y considerar a todos los hombres del grupo como sus padres, Aunque determinados autores, como Westermarck, en su Historia del matrimonio beumano}, rehtisan admitir las con- secuencias que otros han deducido de los nombres usados para designar los parentescos de grupo, los investigadores que han estudiado més detenidamente alos salvajes austra- lianos estén de acuerdo en ver en los nombres de patentes- 60 dlasificador una supervivencia de la época en la que se 16 1. El honor al incesto hallaba en vigor el matrimonio de grupo, y segan Spencer y Gille* xistiria adn actualmente, en las tribus deos urabu- nay de los dieri, una cierta forme de matrimonio de grupo. Asi, pues,-este matrimonio habria precedido, en. estos pue- blos, al individual y no desaparecié sin dejar huellas en el Jenguaje y.en las costumbres. Sustituyendo shora el metrimonio individual, por el ma- trimonio de grupo, se nos hace ya comprensible el rigor, en apsriencia excesivo, de la prohibicién del incesto que en ¢s- tos pueblos observamos. Le exogamia torémica, esto es, la prohibicién de relaciones sexuales entre miembros del mis- mo clan, se nos muestra como el medio mas eficaz, para im- pedir el incesto de grupo, medio que fue establecido y adoptado en dicha época yha sobrevivido mucho tiempo a Jas sazones motivo de su nacimiento. ‘Aunque de este modo creemos haber descubierto las ra- zones de Jas restricciones matrimoniales existentes entre Jos salvajes de Australia, hemos de tener en cuenta que las ircunstancias reales presentan una complejidad bastante ‘mayor, inextricable a primera vista. No existen, en efecto, sino muy pocas tribus australianas que no conozcan otras prohibiciones que las determinadas por los limites totémi- cos, La mayoria se hallan organizadas en tal forma que se subdividen, en primer lugar, en dos secciones, a las que se da el nombre de clases mettimoniales (las «fratrias» phra- tries de los autores ingleses). Cada una de estas clases es exégama y se compone de un cierto ntimero de grupos to- témicos. Generalmente, se subdivide cada clase en dos subclases (subfratrias) y de este modo toda la tribu se compone de cuatro subclases, resultando que las subcla- ses ocupan un lugar intermedio entre las fratrias y los gru- pos totémicos. yy ‘Totem y cabit El esquema tipico de la organizacién de una tribu aus- traliana puede, por lo tanto, representarse en la forma guiente: Fratrias /\ 6 \ ~ “NN AN AN aBy fen © 123456 Los doce grupos totémicos quedan reunidos en cuatro subclases y dos clases. Todas las subdivisiones son exdga- mas. (EI niimero de los t5Stems es escogido arbitratiamen- te.) La subclase c forma unidad ex6gama con la subclase e, yla subclase d con la f El sesultado obtenido por estas ins. tituciones, y por consiguiente su tendencia, no es nada du- doso. Sirven para introducit una nueva limitacién de la cleccién matrimonial y de la libertad sexual. Si no hubiera ms que los doce grupos totémicos, cada miembro de un grupo (suponiendo que cada grupo se compusiese del mis- mo néimeto de individuos) podria escoger entre las once doceavas partes de las mujeres de la tribu. La existencia de ls dos fratrias.limita el niimero de mujeres que puedé cle- gif cada hombre a seis doceaves partes, esto es, a la mitad Un hombre perteneciente al tétem a no puede casarse sino coi ujer que forme parte de los grupos uno a seis. La introduccién de las dos subclases limita de nuevo la lec- cién, dejéndola reducida a tres doceavas pattes, esto es, a una cuarta parte del total. Asi, un hombre del tétem « no 18 1. El horror al incesto puede escoger mujer sino entre aquellas de los tétems cua- to, cinco y seis. Las relaciones histdricas que existen entre las clases ma- trimoniales, de las que ciertas tribus cuentan hasta ocho, y los grupos totémicos no estén atin dilucidadas. Vemos, dni camente, que tales instituciones persiguen el mismo fin que a exogamia totémica y tienden incluso a ir més alld. Pero mientras que la exogamia totémica presenta todas las apa- riencias de una institucién sagrada, de origen y desarrollo desconocido, 0 sea de una costumbte, la complicada insti tucién de las clases matrimoniales, con sus subdivisiones y Jas condiciones a ellas enlazadas, parece ser el producto de una legislaci6n consciente eintencional que se hubiera pro- puesto reforzar la prohibicién del incesto, probablemente ante un comienzo de debilisacién de la influencia totémica Y mientras que el sistema-totémico constituye, como ya he- sms visto, la base de todas las demés obligaciones sociales y estricciones morales de la tribu, el papel de la fratria se li- mita, en general, a la sola reglamentaciGn de la eleccién ma- trimonial. aon peas jure bin bao En el curso del desarrollo ulterior del sistema de las clases. matrimoniales aparece una tendencia a ampliar Ja, prohibi- cién que recae sobre el incesto natural y el de grupo, ha- Géndola ‘éxténsiva a’ los riattinionios entre parientes de grupos més lejanos, conducta idéntica a la de Ja Iglesia ca- tdlica cuando extendi6 la prohibicién que recaia sobre los matrimonios entre hermanos y hetmanas, a los matrimo- nios entre primos, inventarido para justificar su medida, arados espirituales de parentesco®, No tenemos interés ninguno en intentar orientarnos en Jas complicadas y confusas discusiones que se han desarro- lado sobre el origen y a significacidn de las clases matrimo- 19 Lan ew f ‘Totem y tabi aiales y de sus relaciones con el tétem, Nos bastard sefialar el cuidado extraordinatio con que los aiistralianos'y otros pueblos salvajes velan por el cumplimiento de la proh cién del incesto’, Podemos incluso decir que estos salvajes son mas escrupulosos en esta cuestién que nosotros mis- mos. Es posible que hallndose mas sujetos a las tentacio- nes precisen de.una proteccién més éficaz contra ellas. Pero la fobia del incesto, que caracteriza a estos pueblos, xno se ha satisfecho con crear las instituciones que acabamos de describir y que nos parecen dirigidas principalmente contra el incesto de grup6. Hemos de afiadir a ellas toda una serie de «costumbres» destinadas a impedirrlasrelacio- nes sextiales individuales entéé parientes-proximos-y.que son observadas con un religioso rigor. No es posible dada del fin que tales costumbres persiguen. Los autores ingleses Jas designan con el nombre de avoidances (lo que debe ser evitado) y no son privativas de los pueblos totémicos aus- tralianos. Pero habré de roger al lector que se satisfaga con algunos extractos fragmentatios de los abundantes docu- mentos que poseemos sobre este tema En la Melanesia recaen tales prohibiciones restrictivas bre lag Felaéiones del hijo con la isaelié y las hermanas, Asi, e Lepers Island, una de las Nuevas Hebridas, & hijo que ha Ilegado a una cierta edad abandona el hogar materno y se va a vivir a la casa comin (club), en la que duerme y come. Puede visitar todavia su casa, para reclamar en ella su alimento, pero cuando su hermana se halla presente debe retirarse sin comer. En el caso contratio, puede tomar su comida sentado cerca de la puerta, Si el hermano y la her- mana se encuentran, por azar; fuera de la casa, debe la herma- na huir 0 esconderse. Cuando el hermano reconoce en la arena las huellas del paso de una de sus hermanas, no debe 20 1. Elhorror al incesto seguitlas, Igual prohibicién se aplica a la hermana. El her- mano no puede siquiera nombrar a su hermana y debe guarda av dé pronunciar una palabra del lenguaje corriente cuando dicha palabra forma parte del nombre de la misma. Esta prohibicién entra en vigor después de la ce- remonia de la pubertad y debe ser observada durante toda la vida, El alejamiento. de madre e hijo, aumenta, con, los afios, y la reserva observada por Ia madre es mayor atin que Ja impuesta al hijo. Cuando ‘e lleva algo de comer no le en- srega directamente los alimentos, sino que los pone en el suelo ante él. No le habla jamés familiarmente, y al dirigirse a él le dice usted en lugar de ta (entiéndase, naturalmente las palabras correspondientes a nuestro usted y nuestro t6). Las mismas costumbres se hellan en vigor en Nueva Cale- donia, Cuando un hermano y una hermana se encuentran, se esconde esta iiltima entre los arbustos y el hermano pasa sin valverse hacia ella®, En la peninsula de las Gacelas, en Nueva Bretafia, la her- mana casada no puede dirigie ya la palabra a su hermano, y cn lugat de pronunciar su nombre, tiene que designarle por medio de una perifcasis’ En Nuevo Mecklenburge se aplica esta misma prohibi- cién no solamente entre hermano y hermana, sino entre pri- mo y prima, No deben acercarse uno a otro ni darse la mano ni hacerse regalos, y cuando quieren hablarse, deben hacerlo a algunos pasos de distancia. El incesto con Ja her- mana es condenado con la horca", En las islas Fidji son especialmente rigurosas estas prohi- biciones y se aplican no solamente a los parientes consan- guineos, sino también a los hermanos y hermanas de grapo. Nos asombra también averiguar que estos salvajes conocen otgfas sagradas en el curso de Jas cuales realizan precisa- 21 ‘Totem y tabs mente las uniones sexuales més estrictamente prohibidas. Pero quiza esta misma contradiccién puede darnos la clave de la prohibicién'', Entre los battas de Sumatra se extien- den las prohibiciones a todos los grados de parentesco algo préximos. Seria, por ejemplo, escandaloso que un bata acompafiase a su hermana a una reunién, Un hermano batta se siente confuso en presencia de su hermana, incluso habiendo en derredor de ellos otras personas. Cuando un, hermano entra en la casa, la hermana o hermanas prefieren, retirarse. Igualmente, el padre no permanece nunca a solas con su hija ni una madre cit si hijo. El miisionero holandés que relata estas costumbies afiade que, por desgracia, estan justificadas, pues Se admite generalmente, por este pueblo, gue una conversacién a solas entre un hombre y una mujer ha de llevarles faralmente a una ilicita intimidad, y como se hallan amenazados de los peotes castigos y de las més gra- ves consecuencias cuando se hacen culpables de relaciones, sexuales con patientes préximos, no es sino muy natural que piensen en preservarse por medio de prohibiciones de este género de toda posible tentacién””, Entre los barongos de la bahia de Delagoa, en Africa, se imponen al hombre las prescripciones mas severas con tes- pecto a su cufiada, esto e3, a la mujer det herman deez es- posa. Cuando unt hombre encuentra en algiin lado a dicha persona peligrosa para él la evita cuidadosamente, No se atreve a comer en el mismo plato que ella y no le habla sino temblando. No se decide's entrar en su cabafia y la saluda con voz temblorosa”, Entre los akamba.(o wacamba) del Este africano inglés existe una prohibicién que hubiéramos esperado hallar més frecuentemente, Durante el petiodo-comprendido-entré la pubertad y el matrimonio deben las jévenes solteras eludir 2 1, Bl honor a incesto cuidadosamente a su padre. Se ocultan cuando lo encuen- trai en la calle, no & sientan jamés a su lado y observan esta costumbre hasta los esponsiles. A partir del dia de su ma- trimonio quedan libres de toda prohibicién las telaciones, entre ellas y el padte™. : La prohibicion mas extendida, severa ¢ interesante, in- cluso pata los pueblos civilizados, es la que recae sobre las, relaciones entre yerno y suegra: Fxiste en todos los pueblos austzalianos, pero 36 la fia kallado también en.los pueblos melanesios y polinesios y entre los negros africanos en ge neral, alli donde encontramos algunas huellas de totemis- mo y aun en algunos pueblos en los que no nos es posible descubrirlas. En algunos de estos pueblos ballamos prohi- biciones andlogas referentes a las relaciones anodinas entre ‘una mujer y su suegro, pero estas probibiciones son menos constantes y severas que las anteriormente citadas, En algu- 1nos casos aislados se refieren a ambos suegros. Como por lo que respects a la prohibicién de les relacio- nes entre suegra y yerno nos interésa menos la difusién et- nogréfica qué e Contenido y ¢l propésito de la prohibicisn, continuaremos limitindonos @ citar algunos ejemplos. En Jas islas Banko son muy severas y crueles tales prohibicio~ nes. El yetno y la suegra deben evitar aproximarse el uno al otro, Cuando, por casualidad, se encuentran en el camino, la suegra debe apartarse y volver Ia espalda hasta que el yer no haya pasado, o inversamente. En Vanna Lava (Port Patterson) el yerno no entaré en la playa, si por ella ha pasado su suegra, antes de que la marea haya hecho desaparecer en la arena la huella de los pasos de la misma. Sin embargo, pueden hablarse a cierta distancia, pero les esté prohibido a ambos pronunciar el nombre del otro’, 23 ‘Tater y tabi En las islas Salomén el hombre casado no debe ver ni ha- blar a su suegra. Cuando la encuentra, finge no conocerla y ‘echa a corer con toda la rapidez posible, para esconderse'® Entre los zulties existe la costumbre que el hombre se avergiience de su suegta y haga todo lo posible para huir de su compafiia, No entra en la cabafia halléndose ella dentro y, cuando se encuentran, debe esconderse uno de ellos en- tre los arbustos. El hombre puede también taparse la cata’ con el escudo. Cuando no les es posible evitarse ni escon- derse, anuda la mujer a la cabeza un tallo de hierba, como signo de acatamiento al ceremonial, Las relaciones entre ellos se efectiian por medio de una tercera persona o ha- bldndose en voz alta separados por un obstéculo nevural, el recinto del kraal, por ejemplo. Ninguno de ellos debe pro- nunciar el nombre del otz0", Entre los basoga, tribu negra que habita en la regién de las fuentes del Nilo, el hombre no puede hablar a su suegta sino halléndose la misma en otra habitacién de la casa y oculta a sus ojos. Este pueblo tiene un horror tal al incesto que lo castiga incluso los aniniales doiésticos®, Mientras que la intencién y la significacion de las demés prohibiciones concemientes a las relaciones entre parientes no provocan la menor duda, siendo interpsetadas por todos los observadores como medidas preservativas del incesto, no sucede fo mismo con las interdicciones que tienen por objeto las relaciones con la suegra, interdicciones a las que ciertos autores han dado una interpretacién en absoluto di- ferente. Se ha encontrado, con raz6n, inconcebible que to- dos estos pueblos manifiesten un gran temor ante la tenta- cin personificada por una mujer ya madura, que sin set fa madre del individuo de que se trate, pudiera, sin embargo, considerarle como hijo suyo". 24 I St | alimentado a su mujer» 4, Elhotre al incesto Idéntica objecién se ha opuesto a la teoria de Fison segiin Ja cual obedecerian estas prohibiciones a la necesidad de Ienar la laguna que en ciertos sistemas de clases matrimo- niales supone la posibilidad del matrimonio entre yerno y suegra. SieJohn Lubbock (en su obra Origin of Civilization) hace remontar al rapto primitivo ‘mariage by capturen) esta acti- tud de la suegra con respecto al yerno. «Mientras existi6 realmente el rapto de mujetes no podian los suegros ver a su yerno, el raptos, con buenos ojos. Pero al cesar esta for- ma de matrimonio, no dejando tras de sf sino sus simbalos, quedé simbolizada a su vez dicha mala voluntad, y la cos- ‘tumbre de que nos ocupames ha persistido incluso después de haber sido olvidado su origen.» Crawley ha demostrado fécilmente que esta tentativa de explicacién no tiene en cuenta la realidad de los hechos. E,B-Tyloropina que la actitud de la suegra con respecto al yerno no es sino una forma del no reconocimiento (cxt- ting) de este diltimo por la familia de su mujer, El hombre es considerado como un extranjero hasta el nacimniento de timer hijo. Salvo con relacién a aquellos casos en los qiié realizada esta condicién no termina la prohibicién in- dicada, resulta inadmisible esta interpretacion de Tylor, pues no explica qué haya habido necesidad-de fjar de una ‘maneta precisa la naturaleza de las relaciones entre yerno y suegta, dejando, por lo tanto, a un lado el factor sexual y no teniendo en ctienta el sagraco temor que parece manifestar- se en tales inandamientos prohibitivos® Una mujer zuld, preguntada por las razones de la prohi- bici6n, dio la siguiente respuesta, dictada por un sentimien- 10 de delicadeza: «El hombre no debe ver los sepos que han 25 ‘Totem y abi Sabido es que incluso en los pueblos civilizados consti- tuyen las relaciones entre yerno y suegra uno de los lados més espinosos de la organizacién familiar. No existe cier- tamente entre los pueblos blancos de Europa y de Améri- ca prohibicién. alguna relativa a estas relaciones, pero se evitarfan machos conflictos y molestias si tales prohibicio- nes existieran, aun a titulo de costumbres, sin que deter- minados individuos se vieran obligados a establecerlis para su uso personal. Mas de un europeo se sentira incli- nado a ver un acto de alta sabiduria en las prohibiciones opuestas por los pueblos salvajes a la relacién entre dichas dos personas de parentesco tan cercano. No puede dudar- se de que la situacién psicolégica del yerno y la suegra en- trafia algo que favorece la hostilidad y hace muy diffcil su vida en comin. La generalidad con la que se hace objeto preferente de chistes y burlas a estas relaciones constitui- rfa ya una prueba de que entrafian elementos decidida- mente opuestos. A mi juicio, trétase aqui de relaciones «ambivalentes», compuestas a la vez de elementos afec- uosos y elementos hostiles. Algunos de estos afectos resultan fécilmente explicables: por parte de la suegra hay el sentimiento de separarse de su hija, la desconfianza hacia el extrafio al que la misma se ha enttegado y la tendencia a imponer, a pesar de todo, su au- toridad, como lo hace en su propia casa. Por parte del yer- 10 hay Ia decisién de no someterse més a ninguna voluntad ajena, los celos de aquellas personas que gozaron antes que Adela ternura de su mujer y -last not least- el deseo de no dejarse turbar en Ja ilusién que le hace conceder wn valor exagerado a las cualidades de su joven mujer. En la mayoria de los casos es la suegta la que disipa esta ilusisn, pues le recuerda a su mujer, por los numerosos rasgos que con ella 26 1. Elhorror al incesto tiene comunes, faltdndole, en cambio, la belleza, la juven- tud y la espontaneidad de alma que le hace amar a la hija El conocimiento de los seatimientos gcultos que el exa- hombres nos proporciona nos permite afiadir otros motives a aquellos que acabamos de enumerar. La mujer encuentra en el matrimonio y en la vida de familia la satisfacci6n de sus necesidades psicosexuales, pero al mismo tiempo no deja tampoco de hallarse amens- zada constantemente del peligro de insatisfaccién proce- dente de la cesacién prematura de las relaciones conyugales y del vacio afectivo que de ella puede resultar, La muj ha logrado descendencia se preserva, al envejecer, peligro por su identificacién con suis tetofios y ld paite acti- va que toma en la vida afectiva de los mismos. Suelé decirse que los padtes sé sejuvenecen junto a sus hijos. Es ésta, en efecto, una dé las Wentajas miss preciadas que a ellos deben. La mujer estéril se encuentra, asi, privada de uno de sus mejores consuelos y compensaciones de las privaciones a Jas que ha de resignarse en su vida conyugal. La identifica- ci6n afectiva con la hija llega en algunas madres hasta com- Piitirel amor de la misma hacia su marido, citeunstancia que en los casos més agudes conduce a graves formas de neurosis, a consecuencia de la violenta resistencia psiquica «que contra tal inclinaci6n afectiva se desatrolla en la sujeto. La tendencia a este enamoramiento.de suegra a yerno es harto frecuente y puede manifestarse tanto positivamente como en una forma negativa. Sucede, en efecto, muchas ve~ ced, que la sujeto dirige hacia su yerno los componentes hos tiles y sédicos de la excitacién erética, con objeto de reprimir ns seguramente los elementos contratios, prohibidos. La actitud del hombre con respecto a la suegra queda complicada por sentimientos anélogos, pero procedentes 7 ‘Totem y tabi de ottas fuentes, El camino de-laleccién de objeto le ha conducido desde la-imagen-de su.madre, y quizd.t desde Ia de su hermana, a su objeto actual. Huyendo de todo pensamiento 9 intencién incestuosos, ha transferido su amor, 0 si se quiere, sus preferencias, desde las dos per- sonas amadas en su infancia a una persona extrafa formada a imagen de las mismas. Pero posteriormente viene Ja sue- gra a sustituir a la propia madre y madre de su hetmana, y elsujeto siente nacery crecer en él la tendencia a sumirse de nuevo en la época de sus primeras elecciones amorosas, mientras que todo en él se opone a tal tendencia. El horror que el incesto le inspira exige que no recuerdé ld geneaiogia de gu eleccién amorosa, La existencia real y actual de la sue- gra, «la que no ha conocido desde su infancia y cuya ima- gen id aétiia, por lo tanto, fesde su inconsciite, le hace facil la resistencia. Un cierto mitiz de irritacién y de odio que discermimos en la complejided de sus sentimien- , 108 nos permite suponer que la suegra representa realmen- te, para el yemo, nna.tentaci ‘one pare, sucede frecuentemente que el hombre se.enamora desu fu- cua suegra antes de transferirsu inclinacién a Ja hij. Nada, a mi juicio, nos impide admitir que es este factor incestuoso el que ha motivado entre los salvajes las prohibi clones que recaen sobre las relaciones entre yerna.y-suegra. De este modo tios iiclinaremosa'ééeptar la opinién de Fi- son, que no ve en tales prohibiciones sino una protecci contra el incesto posible. Lo mismo podriamos decir de to- das aquellas otras prohibiciones referentes a las relaciones entre parientes consanguineos o politicos. No existiria sino la sola diferencia de queen el primer caso, siendo directo el incesto, podria ser consciente Ja intencién preservadora, mientras que en el segundo, que comprende las relaciones 28 1, Elbortor al incesto entre yerno y suegra, no seria el incesto, sino una tentacién imaginaria de fases intermedias inconscientes. Este horror de los salvaje al incesto es conocido desde ace mucho tiempo y no precisa de ulterior interpretacién, razén por la cual no 86s ba’ dado gran ocasiéit dé mostrar que la aplicaci6n de los métodos psicoanaliticos arroja nue- va luz sobre los hechos de la psicologia de los pueblos. ‘Todo Jo que podemos agregar a la tearia reinante es que el ‘emor al incesto constituye un rasgo esencialmente infantil ¥ concuerda sorprendentemente con Jo que sabemos de la vida psiguica de los neuréticos..El psicoandlisis nos ha de- mostrado que el primer objeto sobre el que recae la elec- cién sexual del jovett é'dé nattiraleza incestugsa condena- ‘ble, pues tal objeto estd representado por la madre o ‘Bor la herman, y nos ha revelado taint el‘camind que sigue el sujeto'a medida que avanza en la vida, par taerse a la atracci6n del incesto, Ahora bien, en el neuré co iallamos regularmente restos considerables de infantilis- mo psiquico, sea por no haber logrado liberarse de las condiciones infantiles de la psicosexualidad, sea por haber vuelto a ellas (detencién de. desarrollo o regtesi6n). Tal es a razén de que las fijaciones incestuosas de la libido desem- pefien de nuevo o contintien desempefiando el papel prin- cipal en su vida psiquica inconsciente. De este modo, llega- els tel opieanatrelmente con fe fot hombres adultos y normales, oponiéndose a ella igual resistencia que por ejemplo a los trabajos de Otto Rank, en las que se indica ampliamente el papel que el incesto desempefia en las creaciones poéticas y se demuestra cudn ricos materiales ofrecen a la poesia sus 29 ‘Totem y tabi innumerables variaciones y deformaciones. Nos vemos obligados a admitir que esta resistencia proviene, sobre todo, de la profunda aversién que.el hombre experimenta por sus deseos incestuosds de épocas anteriores, t rO- fundameiité réptimidos en la actialidad: Asi, pues, no care- ce de impottancia et poder demostrar que los pueblos sal- vajes expetimentan aim de un modo peligroso, hasta el punto de verse obligados a defenderse contra ellos con me- didas excesivamente rigurosas, los deseos incestuosos desti- nados a sumirse un dia en lo inconsciente. 30 2. El taba y la ambivalencia de los sentimientos Uno ‘Tabd es una palabra polinesia, cuya traduccién se nos hace dificil porque no poseemos ya la nocién correspondiente. Esta nocién fue ya familiar a los romanos, cuyo sacer equi- valia al fabii de los polinesios. El éiyos de los griegos y el ho- dausch de los hebreos debieron poseer el mismo sentido gue el tabit de los polinesios y otras expresiones andlogas por multitud de. pueblos de América, Africa (Madagascar) y del Asia septentrional y cent Para nosotros presenta elitabé Yos significaciones opues- la de lo sagrado 6 éérisagrado y la de lo indiiiétante;pe- jaro. En polinesio, fo contrario de -dinazio, lo que es accesible a todo el mundo, El concepto de tabii entrafia, pues, una idea de re- serva y, en efecto, el tabi se-manifiesta. esencialmente.en prohibiciones y restricciones. Nuestra expresia wtemor sa- 3A

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