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entretanto ha sido demostrado experimentabnente. Mas signification es ain 1a confirmacién experimental de la ipatesis de Freud de que el suevio cumple la importante funciin de aliviar la tensién del eparato psiquico, asegurando de este modo la continuidad inalterada del dormiv. | \ 1. LOS SUENOS * En tiempos que podemos llamar precientificos, la ex- plicacién de los sueiios era para los hombres cosa corrien- te. Lo que de ellos recordaban al despertar era interpre- tado como una manifestacién benigna u hostil de poderes supraterrenos, demoniacos o divinos. Con el florecimien- to de la disciplina intelectual de las ciencias naturales, toda esta significativa mitologia se ha transformado en psico- logia, y actualmente son muy pocos, entre los hombres cultos, los que dudan aiin de que los suefios son una pro- pia funcibn psiquica del durmiente. Pero desde el abandono de la hipétesis mitol6gica han quedado los suefios necesitados de alguna explicacién. Las condiciones de su génesis, su relacidn con la vida psiqui- ca despierta, su dependencia de estimulos percibidos du- 1901 El oral alemén sparc en Grunge det Newen - und Seelenlebens, publicados por Bergmann (Wiesbaden). Incluida en Standard Ba, 5, 633 113 rante el suefio, las muchas singularidades de su contenido que repugnan al pensamien:o despierto, la incongruencia entre sus representaciones y los afectos a elas ligados y, por iiltimo, su fugacidad y su repulsa por el pensamiento despierto, que considerandclos como algo extraiio a él los mutila o extingue en la memoria, son problemas que des- de hace muchos siglos demandan una satisfactoria solu- Gin, ain no hallada. El ms interesante de todos lls es el relativo a la significacidn de los suefios, el cual entrafia dos interrogaciones principales. Refiérese la primera a la significacion psiquica del acto de sofiar, al lugar que el suefio ocupa entre los demas procesos animicos y a su eventual funcién biologica. La segunda trata de inquirir si los sueiios pueden ser interpretados; esto es, si cada uno de ellos posee un «sentidos, tal como estamos acostum- brados a hallarlos en otros productos psiquicos. Tres distintas orientaciones se han seguido en el estu- dio de los suefios. Una de ellas, que ha conservado como tun eco de la antigua valoracién de este fendmeno, ha sido adoptada por vatios {il6sofos, para los cuales la base de Ia vida onirica es un estado especial de la actividad psi- quica, al que incluso consideran superior al normal. Tal es, por ejemplo, la opinion de Schubert, seg el cul sueno seria fa liberacién del espiritu del poder de la na- turaleza exterior, un desligamiento del alma de las cade- nas de los sentidos. Otros pensadores no van tan lejos, pero mantienen el juicio de que los suefios nacen de esti mulos esencialmente animicos y representan manifestacio- nes de fuerzas psiquicas (de la fantasia onirica, Scherner, Volkelt) que durante el dia se hallan impedidas de desple~ garse libremente. Numerosos observadores conceden también a la vida onirica una capacidad de rendimiento su- perior a la normal por lo menos en determinados sectores (memoria). En total oposicién a esta hipétesis, coincide la mayo- ria de los autores médicos en una opinién que apenas atri- buye a los suefios el valor de un fendmeno psiquico. Se- giin ella, los suefios son provocados exclusivamente por estimulos corporales o sensoriales, que actiian desde el ex- 14 | | terior sobre el durmiente, o surgen casualmente en sus 6r- ganos internos. Lo sofiado no podr4, por tanto, aspirar a significacién ni sentido, siendo comparable a la serie de sonidos que los dedos de un individuo profano en miisica arrancan al piano al recorrer al azar su teclado. Los sue~ jos deben, pues, considerarse como y edeudors, y estos sltimos significados motivan la inclusi6n de los versos goethianos én el suefio, como lo demuestra el andlisis, Se traducirian “Hiaceis del pobre un deudor (N del 7).} 119 acaso, dirigir a tales ingenuos la pregunta de si esperan ue haga uno todo aquello por ss bellos ojos Pues en- tonces la frase «jHa tenido usted siempre tan bellos ojos!» no significa otra cosa que «Usted ha logrado siempre de los demés todo lo que ha querido. Asi, todo lo ha tenido usted de balde.» Naturalmente, por lo que a mi respecta, Ia verdad ha sido la contraria, Todo lo que los demas han hecho por milo he 'tenido que pagar con creces. Mas ayer debié de hacerme impresiOn haber tenido de balde el co- che en que mi amigo me condujo a casa. Sin embargo, el amigo en cuya casa nos reunimos ayer si me ha hecho considerarme varias veces en deuda de gra- titud con él. Hace poco dejé pasar sin aprovecharla una ocasién de pagarle sus favores. No ha recibido de mi més que un solo regalo: una copa antigua con ojos pintados tn derredor. Reciben estas copas el nombre de osebisle y era creencia de que rechazaban el mal de ojo. Mi amigo es, adems, oculista, y aquella misma tarde le habia pre- guntado por una paciente a la que habja enviado a su con- sulta para que le graduara la vista y le indicara los lentes que debia usar. ‘Observamos que ya se hallan incluidos casi todos los trozos del contenido del suefio:en su nuevo contexto. Mas podria preguntarse atin por qué el plato que en el suefio se servia a la mesa eran precisamente espinacas. Tal pre- ferencia debese al recuerdo de una escena que se habia de- sarrollado en nuestra mesa familiar poco tiempo antes; y en la que un kijo mio —y aquel del que s{ podia deciese con justicia que posefa unos hermosos ojos— se nego a probar dicha verdura, También yo, cuando nifio, compar- i largo tiempo este horror a las espinacas, hasta que mu cho después se transform5 mi gusto y llegaron a ser uno de mis platos favoritos. La mencién de este plato estable- ce asi una aproximacin entre mi nifiez y la de mi hijo. «Ya puedes alegrarte de tener qué comer, aunque sean es- pinacas —habia dicho mi mujer al pequeio gourmet—. Hay muchos nifios que se contentarian con ellas.» De este modo se me recuerdan las obligaciones de los padres para con sus hijos, y las palabras de Goethe: «Nos introducis 120 en la vida y dejais que el desdichado llegue a ser deudor», muestran en esta conexién un nuevo sentido! Haremos alto aqui para revisar los resultados obteni- dos hasta ahora en el andlisis del suefio. Siguiendo las aso- ciaciones que se enlazan a cada uno de los elementos del suefio, separado de la totalidad, he Hlegado hasta una serie de pensamientos y recuerdos en los que tengo que reco- nocer valiosas manifestaciones de mi vida animica. Este material, hallado por medio del anilisis del sueiio, se muestra en intima relacién con el contenido del mismo; pero dicha relacién es de tal naturaleza, que del conteni- do del sueio nunca hubiese podido yo deducir directa mente lo hallado. El sueiio estaba desprovisto de todo afecto y era incoherente e incomprensible; en cambio, mientras que desarrollo los pensamientos tras de él ocul- tos voy experimentando intensos y fundados movimien- tos afectivos y los pensamientos mismos van formando, con admirable docilidad, cadenas légicamente eslabona- das, en la cuales se repiten como centrales determinadas reptesentaciones. Ideas de este género no representadas por si mismas en el suefio son en nuestro ejemplo la an- titesis egoista-desinteresada y los elementos ser deudor y hacer de balde. En el tejido cuya trama nos descubre cli- ramente el analisis podria yo ahora separar més los hilos y demostrar que van a unirse todos en un nudo tnico; pero consideraciones de naturaleza no cientifica, sino pri Yada, me impiden llevar a cabo en ptiblico tal labor. Al efectuarla revelaria muchas cosas intimas que prefiero per- manezcan sectetas; cosas de que tampoco yo me habia dado clara cuenta hasta que el desarrollo de este anilisis las ha puesto ante mis ojos y que aiin a mf mismo me cues- ta trabajo confesarme, Por qué, pues, no he elegido me- jor otro sueiio cuyo andlisis fuera mas comunicable y, por tanto, més apropiado para hacer surgir una conviccidn so- bre el sentido y la conexién del material descubierto? La respuesta a esta interrogacién es que todo suefio con el que emprendiera mi labor investigadora conduciria sin re- "TEI primer verso podria ahora estar dirigido a los padces.] 121 medio a cosas dificilmente publicables, imponiéndome la necesidad de ser discreto, Fampoco evitarh estas dificul tides escogendo par anlizarlo un Sueno de otra perso ina, a menos que las circunstancies permitieran prescindir de todo velo sin dafio alguno para el que en mi se confiara. a teorfa que sobre los suefios sugiere en principio todo esto es la de que son una especie de sustitutivos de aquella series de pensamieritos tan significativas y reves- tas de afecto a las cuales hemos llegado al final de nues- to anilisis. Aiin no conocemos el proceso que ha hecho surgi el sueno de estos pensamientes, pero ya vemos que ¢s injusto considerarlo como un fendmeno puramente sico, exento de toda importancia psiquica y nacido de la actividad aislada de algunas célulascerebrales despertadas del reposo en que continia sumido el resto del organismo. ‘Alin he observado dos cosas més: que el contenido del sueiio ¢s mucho mds breve que aquellos pensaraientos cuyo sustitutivo he convenido en declararle'y que el and- lisis ha descubierto como estimulo ‘provocador del sueno (Traumerreger) un nimio saceso del dia anterior al mismo. ‘Claro es que una tan amplia conclusién no he podido fijarla con un Gnico anilisis. Mas cuando Ia experiencia me ha demostrado que por la persecucién exenta de cri- tica de las asociaciones toda suelo puede llegar a tal ca- dena de pensamientos, entre cuyos elementos reaparecen fos componentes del sueno y que estin correcta y signi- ficativamente enlazados entre si, no hay mas remedio que abandonar la escasa esperanza que ain pudiese quedarnos de que las conexiones observadas la primera vez pudieran resultar casuales. Estard, pues, plenamente justficado fi- jar nuestros nuevos conocimientos sobre esta materia por medio de tecnicismos propios, y asi distinguiremos el sue- io, tal y como aparece en nuestro recuerdo, del material correspondiente hallado por medio del andlisis, y deno- minaremos al primero contenido manifiesto del sueio, y al segundo—por ahora y sin mayor diferenciacidn—, con- tenido latente del mismo. Nos hallamos entonces ante dos nuevos’ problemas no iormulados hasta este punto: 1 Cual es el proceso psiquico que ha transformado el m2 contenido latente en el manifiesto, que es el que por mi rectierdo conozco. 2.° Qué motivo o motivos son Re que hhan hecho necesaria esta traduccién. El proceso de la con- versién del contenido latente en manifiesto lo denomina- remos elaboracién del sueio (Traumarbeit), siendo el and- isis la labor contraria que ya conocemos y que lleva a cabo la transformacion opuesta. Los restantes problemas del suefio referentes a los estimulos que lo provocan, a la rocedencia del material animico, al eventual sentido de Ie conado y 2 las razones de su olvido los discutiemos no en el contenido manifiesto, sino en el recién descu- bierto contenide latente. Dada mi opinién de que todas las contradicciones y todos los errores que pululan en la literatura existente sobre el sueiio son debidos al deséo- nocimiento de su contenido latente, s6lo revelable por el analisis, intentaré evitar con todo cuidado una posible confusion entre el sueito manifiesto y las ideas latentes del suefio. 3 La transformaci6n de las ideas latentes del suefio en el contenido manifiesto merece toda nuestra atencidn por ser el primer ejemplo conocido de versién de un material psi- quico, de una forma expresiva a otra diferente, siéndonos la primera perfectamente comprensible y viéndonos obli gados, en cambio, a efectuar una penosa labor y 4 servi fos de un guia para penetrar en la ineligencia de la se- gunda, aunque también tengamos que reconocerla como un rendimiento de nuestra actividad psiquica. Por la reac- cién del contenido latente del manifiesto pueden los sue~ fios dividirse en tres categorias. Distinguiremos en primer lugar aquellos que poseen un sentido y que al mismo tiem- po son comprensibles; esto es, susceptibles de ser inclui- dos sin viofencia en nuestra vida psiquica. Tales suefios, breves en general, son muy frecuentes y no despiertan, en su mayoria, nuestra atencién por carecer de todo aquello que pudiera causarnos extrafieza 0 asombro. Su existen- 123 cia es, ademés, un poderoso argumento contra la teoria que hace nacer el stefio de la actividad aislada de aislados upos de células cerebrales. En ellos falta todo indicio de dna actividad psiquica debilitada o fragmentariay, sin embargo, no oponemos nunca objecién alguna a su ca- racter de suetios ni los confundimos con productos de la vigilia. Un segundo grupo esta formado por aquellos sue- fios que, aunque presentan coherencia y poseen un claro sentido, nos causan extreiteza por no saber cémo incluir dicho sentido en nuestra vida psiquica. Un tal caso es, por ejemplo, cuando sofames que un querido pariente nues- tro ha muerto de la peste, no teniendo nosotros ningiin fundamento para esperaslo, temerlo o sospechatlo y ha- cigndonos el suefio preguntarnos, Ilenos de asombro, cémo se nos puede haber ocurrido aquelio. Al tercer gru- po pertenecen, por xiltimo, aquellos suefios que carecen de ambas cualidades: sensido y comprensibilidad, y se nos muestran incoherentes, embrollados y faltos de sentido. La inmensa mayoria de nuestros suefios presentan estos ca- racteres negativos que motivan nuestro despreciativo jui- io sobre ellos y han seevido de base a la teonia médica de Ia actividad psiquica limitada. Sobre esto, los produc- tos oniricos més largos y complicados sélo raras veces de- jan de presentar la mas absoluta incoherencia. La distincién entre contenido manifiesto y contenido Iatente no tiene desde luego significacién més que en los suefios de la segunda y tercera categorias, y especialmen- te en estos tiltimos. En ellos es donde surgen aquellos enigmas que no desaparecen hasta que se sustituye el con- tenido manifiesto por el contenido ideol6gico latente, Un suerio de esta clase, confuso e incomprensible, fue el que antes sometimos al andlisis. Mas, contra lo que esperaba- mos, tropezamos con motivos que nos vedaron llegar al completo conocimiento de las ideas latentes, y la repeti- cién de idéntica experiencia conduce a la hipétesis de que entre el cardcter incomprensible y confuso del suefio y la dificultad de comunicar las ideas del mismo existe uné.in- tima y regular conexién. Antes de investigar la naturaleza de la misma nos conviene dirigir nuestro interés a los sue~ 124 iios de la primera categoria, més facilmente comprensi- bles, en los que el contenido latente coincide con el ma- nifiesto, no existiendo, por tanto, elaboracion. La investigacién de estos suefios es recomendable to- davia desde otro punto de vista. Los suefios de los nifios pertenecen precisamente a este género, poseyendo un cla- fo sentido y no causando extraieza ninguna, cosa que, di- cho sea de paso, constituye un nuevo argumento contra la reduccién del suefio a una actividad disociada del cere- bro, pues no hay raz6n alguna para suponer que tal de- presién de las funciones psiquicas ha de constituir un ca- racter de los suefios de los adultos y no, en cambio, de Tos sueios infantile. Por otto lado, debemos abriga las mayores y mds justificadas esperanzas de que la aclara- cin de los fenémenos psiquicos en el nifio, en elcaal de- ben de hallarse esencialmente simplificados, demuestre ser tuna labor preliminar indispensable para la psicologia del adulto. 'Expondré, pues, algunos ejemplos de suefios infanti- les por mi reunidos. Una nifia de diecinueve meses es te- nida a dieta durante todo el dia, a causa de haber vomi- tado al levantarse por haberle hecho dao, segan declaré. Ja nifiera, unas fresas que habia comido, En la noche de aquel dia de abstinencia se le oye murmurar en suefios su nombre y aiadir: «Bresas, frambuesas, bollos, papilla.» Suefia, pues, que esta comiendo y hace resaltar en su men precisamente aquello que supone le ser negado por al- rin tiempo. Andlogamtente suefia con una prohibida go- fosina un midio de veintidds meses que el dh anterior ha- bia sido encargado de ofrecer a su Ho un cestllo de cere- zas, de las cuales, como es natural, sélo le habfan dejado probar tres o cuatro. Al despertar exclama, regocijado: «German ha comido todas las cerezas.» Una nifa de tres afios y tres meses habia hecho durante el dia una travesia or el lago, que debid de parecerle corta, pues rompid en anto cuando la hicieron desembarcar. A la manana si guiente relato haber navegado por la noche sobre el lo; esto es, haber continuado el interrumpido paseo. Un nifio de cinco afios y tres meses no parecid muy satisfecho du- 125 rante una excursién a pie por las inmediaciones de tna montafa conocida con « nombre de la Dachstein; cada vvez que aparecia a la vista una nueva montafia preguntaba si aquélla era la Dachstein, y se negé después a andar has- ta una cascada que visitaron los que con él iban. Achacé- se al cansancio esta conducta del nifio, pero su verdadero motivo se revelé cuando a Ja mafiana siguiente ‘conté el suefio que habia tenido y que era el de haber subido a la Dachstein. Sin duda habia esperado que el fin de la ex- cursién fuera el de subir 2 esta montafia y le disgust6 mu- cho no llegar siquiera a verla. Su sueno le compens6 de lo que el dia le habia negado. Idéntico fue el suefio de una nifia de seis aiios, cuyo padre euvo que interrumpir su pa- 50, por lo avanzado de la hora, cuando ya llegaban al fin que se habian propuesto alcanzar. Al regresar, habia lla- mado Ja atencién de la nifia un nombre inscrito en un pos- te indicador, y el padre le habia prometido llevarla otro dia al punto que correspondia dicho nombre. A la mafia- na siguiente, lo primero que la nifa dijo 2 sa padre fue jue habia sofado que ibs con él, tanto al sitio que no ha~ Bian aleanzado la vspera como a aguel otra al gue le hax bia prometido levarla. Lo que de comin tienen estos suefios infantiles salta ala vista. Todos ellos reslizan deseos estimulados duran- te el dia y no cumplidos, Son simples y francas realiza~ ciones de deseos. Igualmente lo es también el siguiente suefio infantil, no del todo comprensible a primera vista. Una nifia que atin no habia cumplido cuatro afios habia sido trasladada del campo ala ciudad, a consecuencia de una alecciSn po- liomelitica que padecia, y pas6 la noche en casa de una tia suya sin hijos, teniendo que dormir en una cama de per- sona mayor, que para ella resultaba enorme. A la mafana siguiente conté haber sofiado que la cama en que dormia tna demasiado pequetia para elle, tan pequena que apenas si cabia. La solucién de este suefio como sueio optativo es facil de hallar, recordando que el «ser grande» es un de~ seo muy frecuente en los nifios. La magnitud del lecho re- cord demasiado expresivamente a la infantil ambiciosa 126 7 su propia pequetiez, haciéndola corregir en su suefio aque- lla desproporcion que la desagradaba y crecer hasta tal punto que la cama resultaba ya pequefa para ella. ‘Aun en los casos en que el contenido de los suefios in- fantiles se complica y sutiliza, no se aleja su solucién del “cumplimiento de un deseo. Un nifio de ocho afios soié que tba con Aquiles en el carro de guerra guiado por Dio- medes. Al buscar la solucién de este suenio pudo demos- trarse que dias atris le habia interesado mucho la lectura de las leyendas heroicas griegas, con lo cual fue facil de confirmar que habia tomado por modelo a aquellos hé- roes y lamentaba no vivir en sus tiempos ! De esta pequefia colecci6n de suetios infantiles surge claramente un segundo cardcter de los mismos: su cone- ‘xi6n con la vida dinmna. Los descos que en ellos se reali- zan son restos del dia, generalmente de la vispera, y han poseido en el pensamiento despierto una intensa acentua- En afectiva, Lo nimio e indiferente, 0 por lo menos fo que asi tiene que ser considerado por el nifio, no encuen- tra cabida en el contenido del sueno. También en los adultos pueden reunirse numerosos ejemplos de tales sueiios de tipo infantil; mas, como ya indicamos, son, en general, de breve contenido. De este modo, responden regularmente muchas personas a un nocturno estimulo de sed, con el suefio de hallarse be- biendo, el cual tiende, por tanto, a hacer desaparecer el es- timulo y evitar que el durmiente despierte. En algunos in- dividuos se presentan con frecuencia tales suerios de co- modidad (Bequemlichkeitstréume) antes de despertar, Cuando llega &l momento en que tienen necesidad de le- vantarse. Suefian entonces que ya se han levantado y es- tan lavandose, 0 que se hallan ya en el colegio, la ofie na, etc.; esto es, en el lugar en que efectivamente debian hailarse. En la noche anterior a.un viaje se suele sofiar ha- ber Ilegado ya al punto de destino, y antes de una repre- 7 [a mayorta de estos suedos son expuestos en deualle en La interpre- tacisn de lor sueos (1900s), Standard Ed, 4, 122s. en la Leccion Vil de has Lecciones Introductorias (1916-17), Standard, Ed 15, 126 55) 127 sentacién teatral o una reunién que se esperan con inte- rés, el suefio anticipa no raras veces —impaciente— el pla- cer esperado. Otras veces expresa el suefio la realizacion del deseo de un modo algo més indirecto, y para recono- cer en él tal caracter es necesario el establecimiento de una relacién y, por tanto, un comienzo de labor interpretati- va. Asi, cuando un marido me relata que su mujer ha so- fiado que se le presentaba la menstruacién, he de suponer que Ja esposa piensa en que si dicho periddico fendmeno no se le presenta es que ha quedado embarazada, y en- tonces el sentido del suefio es el de mostrar realizado el deseo de no hallarse ain encinta, En circunstancias ex- traordinarias y extremas se hacen especialmente frecuen- tes tales suefios de cardcter infantil, El director de una ex- pedici6n polar cuenta, por ejemplo, que durante la inver- hada entre los hielos, 7 sometidos 2 una monétona y es. casa alimentaci6n, sofiaban él y sus compafieros con su: culentas comidas, montaiias de tabaco y cémoda estancia en sus hogares. Con no escasa frecuencia resalta en un largo sueiio complicado, y en general confuso, un trozo especialmen- te claro, que contiene una innegable realizacién de deseos, pero que esté ligado con el restante material incompren- sible. Cuando se intenta analizar también los suefios, im- penetrados en apariencia, de los adults, se ve con asom- ro que s6lo raras veces son tan sencillos como los infan- tiles, y que detras de la realizacién de deseos deben de es- conder atin otro sentido. Seria una simple y satisfactoria solucién del enigma de los suefios el que ef anilisis nos hiciese posible reducit también los suefios de los adultos, confusos y faltos de sentido, al tipo infantil del cumplimiento de un intenso deseo del dia. Mas todas las apariencias son contrarias a esta esperanza, Los suetios presentan, en su mayoria, el mis extrafo e indiferente material, y nada hay en su con- tenido que pueda considerarse como la realizacién de un deseo. No quiero abandonar los suefios infantiles, que son francas realizaciones de deseos, sin hacer mencién de un 128 cardcter capital del suefio, ha largo tiempo observado, y jue precisamente es en este grupo donde con mas clari ded se muestra, Cada uno de estos suefios lo podemos sus- tituir por una frase optativa: «jOjala hubiera durado mas tiempo el paseo por ¢l lago!» «Me gustaria estar ya lava~ do y vestido.» «Si hubiera podido conservar para mi las cerezas, en lugar de dérselas a mi tio.» Pero el suetio mues- tra algo mas que este optativo; muestra el deseo realizado ya, ofrece su realizacidn real y presente, y el material de Ia’ representacién onirica consiste predominantemente —aunque no con exclusividad— en situaciones e image- nes visuales. También en este grupo existe, pues, una es- pecie de transformacién, que puede considerarse como elaboracién del suefio. Una idea en optativa es sustituida por una vision en presente. 4 Nos inclinamos a suponer que también en los sueiios confusos se ha verficado una tal transmutaci6n, aunque no sepamos todavia si en ellos se trataba asimismo de un optativo. El primero de nuestros ejemplos, cuyo anilisis iniciamos, nos hace suponer en dos ocasiones algo seme- jante. En el anilisis aparece el recuerdo de una escena en que mi mujer se dirigid, desatendiéndome, a sus vecinos en la mesa redonda; el suefio contiene la absoluta antite- sis de este suceso, mostrandome a la persona que en él sus- tituye ami mujer, tinicamente dedicada a mi. z¥ a qué de- seo puede mejor dar motivo un suceso desagradable que al de que sucediera todo lo contrario, como aparece cum- plido en el suefio? En idéntica relacién contraria se halla mi amarga reflexién que nunca he tenido nada de balde, con la frase de Ia sefiora en mi suefio: «jHa tenido usted siempre tan bellos ojos!» Una parte de las contradiccio- nes entre el contenido manifiesto y el latente podria, pues, reducirse también de este modo a la realizacion de deseos. Mas visible es todavia otra funcién de la elaboracién onirica, por medio de Ia cual se forman los suefios inco- 129 herentes. Si en un ejemplo cualquiera comparamos el nii~ mero de los elementos de representacién del contenido manifiesto con el de las ideas latentes cuya huella aparece en el suefio y que nos han sido descubiertas por el anili- sis, no podemos dudar de que la elaboracién del sueiio ha Hevado a cabo una magna comprensién 0 condensacién (Verdichtung), proceso de cuya magnitud no llega uno en tn principio a arse curmta exacts, pero que nos va reve. Iando su extrema importancia conforme vamos ahondan- do en el anilisis de los suefios. No se halla entonces un solo elemento del contenido del suefio del cual no partan Ios hilos de asociacién en dos o mas direcciones, ni una sola situacién que no esté compuesta de dos 0 mas im- presiones o sucesos. Sofé yo un dia, por ejemplo, que vefa una especie de piscina de natacion, en la que los ba- fiistas partian nadando en distintas direcciones, mientras que una figura sicuada en la orilla se inclinaba hacia otra que se hallaba en el agua, como para ayudarla a salir. Esta Sttuacidn estaba compuesta del recuerdo de un suceso acaecido durante mi pubertad y del de dos cuadros, uno ellos cuales habia yo contemplado poco tiempo antes del suefio. Tales dos cuadras eran el de la sorpresa en el bafio del ciclo «Melusinay de Schwind y otro de autor italiano, que representa el dilvio universal, El pequefo suceso fe mi pubertad consistia en haber visto en la escuela de natacién cémo el profesor ayudaba a salir del agua a una sefiora que se habia retrasado hasta los comienzos de la hora destinada 2 los hombres. La situacién que aparece en el sueito antes escogido como ejemplo nos conduce al emprender su anilisis a una pequefia serie de recuerdos, Cada uno de los cuales ha conteibuido en algo a la forma: cién del contenido. El primero de ellos es el de la peque- iia escena que antes expuse y que tuvo lugar en la época en que prentendi la mano de la que hoy es mi mujer. El apretn de manos que entonces nos dimos a escondidas ha suministrado al suefo el detalle de «por debajo de la mesa». Claro est que en aquella escena no hubo lo de «di- rigirse exclusivamente a mi», como luego en el suefio. El anilisis me ha mostrado que este elemento es la realiza- 130 | / | cién por antitesis del deseo provocado en mi por la con- ducta de mi mujer en Ia mesa redonda del balneario. Mas detrés de este reciente recuerdo se esconde una escena muy semejante y de mucha mayor importancia, acaecida durante la época en que mi esposa y yo estabamos ya pro- metidos, y que dio origen a un disgusto entre nosotros. El intimo gesto de colocar una mano sobre mi rodilla per- tenece a otro suceso muy diferente, en el que intervinie~ ron personas distintas. Ese elemento del sueiio constituye ahora a su vez el punto de partida de dos series especiales de ideas, y asi sucesivamente. ; El acervo de ideas latentes que se ha reunido para for- mar el contenido manifiesto tiene que ser, desde luego, apropiado para tal empleo. Y para ello precisa. integrar uno 0 varios elementos comunes a todos los componen- tes. La elaboracién del suefio procede entonces como Francis Galton en la formacién de sus fotografias de fa- milia; esto es, oculta los diversos componentes, superpo- niéndoles, y hace que surja con toda claridad lo que de comin hay en ellos, mientras que los detalles contrarios se destruyen reciprocamente. Este proceso constitutivo aclara también en parte la singular vaguedad de muchos elementos del contenido del suefio. Nuestro arte interpre tativo basa en estos conocimientos la regla siguiente: alli donde en el andlisis se encuentra una impresion que pue- de resolverse en la eleccion alternativa de dos elementos (c el elemento A 0 el elemento B), debe sustituirse, para Ja interpretacién, tal aleernativa por una agregaci6n (el ele- mento A y el elemento B), tomando cada uno de los miembros de la aparente alternativa como punto de par- tida independiente de una serie de ocurrencias. En aquellos casos en que las ideas latentes carecen de tales elementos comunes, la elaboraci6n del suefio se ocu- pa en crearlos para hacer posible la representacién comin en el contenido manifiesto. El camino mas cémodo para aproximar dos ideas del suefio que no tienen aiin nada co- min consiste en variar la expresi6n verbal de una de elas; operacién a cuyo éxito coadyuva la otra por una correla~ a transformacin a otra forma expresiva. Es éste un 131 proceso andlogo al que tiene lugar en la composicién de aleluyas, en las cuales la rima sustituye muchas veces al elemento comin buscado. Una gran parte de la elabora- cién del suefio consiste en la creacién de tales ideas inter. medias, a veces muy chistosas, pero con gran frecuencia harto retorcidas y forzadas, que alcanzan desde la repre~ sentacién comin en el contenido del suefio hasta las ideas del mismo, de diferente forma y esencia, y motivadas por los estimulos del suefio. También en el andlisis de nuestro ejemplo hallamos un tal caso de transformacién de una idea encaminada a hacerla coincidir con otra totalmente extraiia a ella. Continuando el analisis, tropezamos con la idea de que yo quisiera también conseguir alguna vez algo de balde; pero esta forma es inutlizable pata el concent do del suefio, y, por tanto, es sustituida por otra: Qui- sieva gozar de algo sin que me «costase» nada. La palabra «costar» («kosten» = costar 0 probar, «Kost» = plato, manjar) se adapta, con su segundo significado, al ciclo de representaciones de la «mesa redonda», y puede hallar su representaci6n en las espinacas servidas en el sueiio. Cuan- do en mi casa se sirve algéin plato que mis hijos rechazan, intenta primero su madre hacérselo comer con las pala: bras: Aunque no sea mas que probarlo (kosten). Parece ex- trafio que la elaboracién del sueio aproveche tan sin ti- tubeos el doble sentido de las palabras, pero el andlisis de los suefios nos muestra que se trata de un proceso regular y corriente, Por la labor de condensacién del suefio se explican también determinados componentes del contenido del mismo que le son peculiares y no se hallan en la ideacion dispuesta, Son éstos las personas colectivas y mixtas, y los singulares productos hibridos; creaciones anilogas a las composiciones zoomérficas de la fantasia de los pueblos orientales. Mas éstas har llegado a coneretarse en nuestro pensamiento como unidades sintéticas, al paso que las composiciones oniricas presentan una inagotable riqueza de nuevas formas, Todos conocemos tales productos por nuestros propios suefios, siendo muy diversos los proce- sos por medio de los que llegan a constituirse. Podemos 132 formar una tal persona compuesta formando rasgos de dos © mis diferentes y atribuyéndoselos a una sola, dindole la figura de una y pensando en nuestro suefio en el nom- bre de la otra, o representandonos exactamente la imagen de un determinado individuo, pero colocéndolo en una si- tuacién de la que otro fue protagonista. En todos estos ca- sos es muy significativa tal sintesis de varias personas en una sola, que las representa a todas en el contenido del sueiio, y su sentido es el de un «y» o un «también»; esto es, una confusién de las personas originales con respecto auna determinada cuestién, que por otra parte puede ha- ilarse indicada asimismo en el sueRo. Mas por fo general esta comunidad, existente entre las personas fundidas en una sola, no se descubre sino en el anilisis, no hallandose indicada en el contenido del suefio més que por [a forma- cién de la persona colectiva. Igual regla analitica es aplicable a las formaciones mix- tas del contenido del suedo, de tan rica compocicién, y de las que no creo necesario citar ejemplo alguno. Su sin- gularidad desaparece por completo cuando nos decidimos 4 no colocarlas al lado de los objetos de la percepcién des- pierta, sino que recordamos que representan un rendi- iiento de la condensacién onirica, y hacen resaltar sinté- ticamente un cardcter comin de los objetos asi combina- dos; comunidad que también aqui no aparece més que en el andlisis. El contenido del suefio nos dice tan sélo que todas aguells cose tienen wna X comin, La descompo- sicién de tales productos mixtos por medio del andlisis conduce con frecuencia por el camino més corto al signi- ficado del sueiio. Asi, soné yo una vez que me ballaba sen- tado, con uno de mis antiguos profesores universitarios, en un banco, que se movia répidamente hacia adelante en~ tre otros muchos. Era esto una especie de combinacién de un aula con un srottoir roulant. Otra vex soié hallar- meen un vagén del ferrocarril, llevando sobre mis rodi- llas un objeto de la forma de un sombrero de copa’ pero T PZylinderhue’,literalmente ‘cilindro-sombrero’,] 133 del més transparente cristal. La situacién me record6 et el acto al conocido proverbio de que «sombrero en mano puede recorrerse toda la Tierra». El sombrero de cristal recuerda, tras de cortos rodeos, a los mecheros Auer, ha- ciéndome ver que mi suefio entrafaba el deseo de hacer un descubrimiento que me hiciese tan rico e independien- te como el suyo ami compatriota el doctor Auer, de Wels- bach, y que entonces viajaria mucho, en vez de tener que permanecer en Viena. En mi suefio viajo con mi invénto =el sombrero de cristal—; objeto, por cierto, nada co- rriente atin, La elaboracién del sueiio gusta preferente- mente de representar por medio de un solo producto mix- to dos ideas contrarias. Asi, cuando una mujer se ve en suefios llevando una alta vara florida, como el angel en los cuadros que representan la Anunciacién (inocencia: Ma- ria es el nombre de la sujeto de este suefio); pero las flo- tes de la vara son grandes, Blancas! y semejntes a came- lias (antitesis de Ta inocencia: dama de las camelias). Buena parte de lo que hemos Ilegado a conocer sobre Ja condensacién del sueio puede resumirse en la f6rmula siguiente: cada uno de los elementos del contenido del suefio esté superdeterminado por el material de las ideas del suefio; tiene su antecedente no en un solo elemento de las ideas del suefo, sino en toda una serie de ellos que no necesitan estar muy proximos unos a otros dentro del contenido latente, pues pueden pertenecer a los mas dife- rentes sectores del tejido ideol6gico. El elemento del sue o es en realidad el representante, en el contenido mani fiesto, de todo este diverso material. El andlisis descubre cotra faceta de la relacién compuesta entre el contenido y Tas ideas del suerio. Asi como desde cada elemento del suc- fio conducen conexiones a varias ideas latentes, también generalmente se halla representada una sola idea por mas de un elemento. Los hilos de asociacién no convergen simplemente desde las ideas del suefio al contenido del | (au dba dss probsblemente ‘ja. As son dsr as flores en una exposicion mas fade este suefio en La interpretaciin de los ue fios (Standard Ed, 5, 347),] 134 mismo, sino que se cruzan y entretejen de méltiples ma- neras en el camino. Junto a la transformacién de una idea en una situacién (la ), hallaré criti- cas idénticas, y de las que desde ahora me burlo con la misma ironia. Persiguiendo las ideas latentes encuentro siempre bur- lay desprecio como correlacién a los absurdos del suetio. El hallazgo de un crneo de oveja en el Lido veneciano inspiré a Goethe la primera idea de la constitucién verte- bral del craneo. Mi amigo se jacta de haber desencadena- do, siendo estudiante, una protesta contra un anciano pro- fesor, que muy competente en afios anteriores (sobre todo en esta parte de la anatomia comparada), habia Ilegado a set, a causa de su anclanidad, totalmente inepto para con- tinuar dando su clase. La agitacién promovida por este caso puso remedio a la ecuivocacién que supone el hecho de no existir en Alemania limitacién alguna de edad para el ejercicio de la actividad académica. La edad no protege contra la tonteria. En el hospital de Viena tave el honet de prestar mis servicios durante muchos afios bajo las 6r- denes de un director fosilizado que, notoriamente chocho hacia varios decenios, seguia ejerciendo un cargo leno de responsabilidades. Una caracteristica correspondiente al hallazgo del Lido * acude a mi pensamiento en este pun- to. Con referencia a este individuo, compusieron mis j6- venes colegas del hospital una variante de unos chistosos versos, populares por entonces: «Eso-no lo ha escrito nin- gin Goethe ni lo ha compuesto ningtin Schiller...» 1925, que puede leese hacia inal del cap. V de La interpretacén de los suerios. (Standard Ed., 4, 270.)} 1 fSthatoph, erent abs de ov» br ne persons fon 146 i { ij 7 No hemos terminado atin con el estudio de la elabo- racién del suefio. Nos vemos obligados a incluir en ella, ademas de la condensacién, del desplazamiento y de la disposicién visual del material psiquico, otra actividad cuya actuacién no es reconocible en todos los suefios. No trataré aqui en detalle esta parte de la elaboracién del sue~ fio, y me limitaré a observar que como mas répidamente podemos formarnos una idea de su esencia es aceptando por lo pronto la hipotesis, probablemente inexacta, de que actiia a posteriori sobre el contenido del suetio ya forma~ do. Su fanein es entonces la de ordenar los componen= tes del sueiio de manera que se retinan aproximadamente para formar una totalidad, una composicién onirica. El suefio recibe asi una especie de fachada, que de todos mo- dos no cubre por completo el contenido, y sufre al mis- mo tiempo una primera interpretacién provisional que es apoyada por intercalaciones y ligeras variantes. Esta ela- boracién del contenido del suefio deja subsistir todos sus énigmasy arbitaiedadesy no proporciona més que una equivocada inteligencia de las ideas latentes, siendo nece~ sario prescindir de esta tentativa de interpretaci6n al em- prender el anilisis. Esta parte de la claboracién del suefio deja transpa- rentarse mejor que ninguna otra su motivacién, que es ef intento de que el sueno resulte comprensible. El descubri- miento de esta motivacién nos revela la procedencia de la actividad a que la misma da origen, la cual se conduce con el contenido del suefio dado como nuestra actividad psi quica normal con cualquier contenido de una percepcién tue se sitdie ante ella. Nuestra actividad psiquica acoge di cho contenido empleando determinadas representaciones previas y lo ordena ya, al percibirlo, entre las hipétesis comprensibles. Mas, al hacerlo asi, corre el peligro de fal- searlo, y cae, efectivamente, en los més singulares erro- res, cuando no puede situarlo al lado de algo ya conoci- do. Sabido es que no podemos contemplar una serie de signos extraiios, ni oir una serie de palabras desconoci- 147 das, sin falsear primero su percepcién, situéndolos al lado de algo que nos es conocido, impulsados por la preocu- pacién de la comprensitilidad. ‘Aquellos suefios que han experimentado esta‘elabora- cién por parte de una actividad psiquica totalmente ané- loga al pensamiento despierto pueden denominarse bien compuestos, En otros sueiios falta por completo tal acti- vidad; no se ha intentado siquiera establecer en ellos un orden ni una interpretaci6n, y al despertar, sintiéndonos identificados con esta parte de la elaboracién onirica, juz- amos que nuestro sueio ha sido «confuso y embrolla- dos. Mas para el andlisis tienen tanto valor aquellos sue- fios que semejan un desordenado montén de fragmentos incoherentes como los que presentan una lisa superficie continua. En el primer caso, nos ahorramos el esfuerzo de destruir de nuevo, por medio del andlisis, la elabora- cién del contenido manifiesto. Seria, sin embargo, un error no ver en estas fachadas de los suefios més que tales elaboraciones, realmente con- fusas y asaz. arbitrarias, del contenido manifiesto por la instancia consciente de nuestra vida animica. Para la cons- truccion de la fachada del suefio se emplean con frecuen- cia fantasias optativas que se hallan ya formadas en las ideas latentes y que son del mismo género que las que co- noceinas por eFtenecer a nuestra via despiertay llam2- mos, apropiadamente, «suefios diurnos». Las fantasfas op- tativas que el analisis descubre en los suefios nocturnos re- velan ser repeticiones y transformaciones de escenas i Etiles, y de este modo nos muestra inmediaramente la fachada del suefio, en algunos de éstos, el verdadero né- dulo del mismo, desfigurado por la'mezcla con otro material. Las cuatro actividades mencionadas son las tinicas que pueden descubrirse en Ie elaboracién del suetio. Si soste- nemos.nuestra definicién de que el concepto «elaboracién del suefio» significa la traslacién de las ideas del sueiio al contenido def mismo, tendremos que decirnos que dicha elaboracidn no es, en medo alguno, creadora: no desarro- lla ninguna fantasia propia, no juzga ni concluye nada y 148 su funcién se limita a condensar el material dado, despla- zarlo y hacerlo apto para la representacién visual, activi- dades a las que se agrega el timo trozo, inconstante, de elaboraci6n interpretativa. Algo hallamos también en el contenido del suefio que quisiéramos considerar como el resultado de una distinta y més elevada funcién intelec- tual, pero el andlisis demuestra siempre convincentemen- te que estas operaciones intelectuales han tenido lugar ya on ls ideas del suena habiéndose limitado el contenido del suemo a acogerlas en si. Una consecuencia, en el suefio no es otra cosa que la repeticién de una conclusién que ha tenido lugar en las ideas latentes, apareciendo incontro- vertible cuando ha pasado al suefio sin sufrir transforma- cién alguna, e insensata cuando ha sido desplazada sobre otro material por la elaboracién. Una operaci6n aritméti- ca incluida en el contenido manifiesto no significa otra cosa sino que entre las ideas latentes se encuentra un célculo, el cual es siempre exacto, mientras que la opera- cién que aparece en el sueito puede dar los mas absurdos resultados, por condensacién de sus factores y desplaza mientos, sobre otro material, del modo de realizarla. Ni siquiera las frases que se hallan en el contenido del sueiio son de nueva composicin, pues se revelan como cons- truidas con fragmentos de frases pronunciadas, ofdas o lei- das por el sujeto, y renovadas en las ideas latentes, co- piando con toda fidelidad su forma, pero prescindiendo por completo de la causa que las motivé y alterando enor- memente su sentido. No es, quizé, superfluo apoyar con algunos ejemplos estas iiltimas afirmaciones: 1. Un suefo aparentemente inocente y bien com- puesto, de una paciente mia. «Va al mercado con su cocinera, la cual lleva su cesta. El carnicero, al que piden algo, les contesta: No hay ya, y quiere despachar otra cosa diferente, observando: ‘Esto también es bueno.’ Ella rehtisa la oferta y se dirige al pues- to de la verdulera, la cual quiere venderle una extrafia ver- dura, atada formando manojo y de color negro. Ella dice 149 a entonces: No he visto nunca cosa semejante. No la compro.» "La frase «No hay ya» procede del tratamiento. Yo mismo habia explicado 2 la paciente, dias antes, que en la memoria del adulto no hay ya nada de sus antiguos re- cuerdos infantiles, los cuales han sido sustituidos por transferencias y por susiios. Soy yo, por tanto, el car- nicero. La segunda frase: «No he visto nunca cosa semejan- te», fue pronunciada en otra ocasidn totalmente distinta. El dia anterior habia exclamado la paciente al regafiar a su cocinera, que, como hemos visto, aparece también en el sueiio: «Tiene usted que conducirse mas correctamen- te, jNo he visto nunca cosa semejante!», esto es, no per~ mito tal comportamiento, El trozo mas inocente de esta frase llegé por desplazamiento a incluirse en el contenido del suefio. fin cambio, en las ideas latentes s6lo el otro tro- zo de la frase desempefaba un papel determinado, pues Ja elaboracin del sueio transformé hasta hacerla irreco- nocible, y darle el aspecto de una total inocencia, una si- tuacién fantéstica, en la cual yo me conducia incorrecta- ‘mente en cierto sentido con la sefiora de referencia. Esta , Situacién, esperada en la fantasia, no es, ademés, sino una nueva edicién de una escena realmente vivida por la pa- ciente en ocasi6n anterior. 2. Un suefio aparentemente insignificante y en el que aparecen mimeros. «Ella quiere pagar alguna cosa; su hija saca de su bolsillo 3 flormes 65 céntimos. Pero ella le dice: “@Qué haces? No cuesta mas que 2/ céntimos’.» El sujeto de este sueio era una sefiora extranjera, que habia hecho ingresar a su hija en-un establecimiento pe- dagégico de Viena y que se sometis a mi tratamiento. En el dia del suefio le habia indicado la directora del estable- cimiento Ja conveniencia de dejar en él a su hija un aio més, En este caso hubiera ella podido profongar por di- cho tiempo su tratamiento curativo. Los nimeros del sue- fio adquieren su significacién al recordar que el tiempo es oro. Time is money. Un aiio es igual a 365 dias, 0 expre- sado en céntimos, 2 365 céntimos, 3 florines 65 céntimos. 150 Los 21 céntimos corresponden a las tres semanas que res- taban hasta el final del afio escolar, y, por tanto, hasta el dia en que habria que dar por terminado el tratamiento. Eran seguramente razones econmicas las que habjan Ile- vado a fa sera a rechazar la indieaciOn de la directora del colegio y las que motivaban la pequefiez de la canti- dad que aparecia en el suefio. 3. Una joven sefiora, casada hacia varios afios, supo que una amiga suya, de su misma edad, Elisa L., habia ce- Tebrado sus esponsales. Esta noticia motivé el’ suefio si- wuiente: «Se halla en el teatro con su marido. Una parte del patio de butacas esté desocupada. Su marido le cuenta jue Elisa L. y su prometido hubieran querido ir también AV teatro, pero no habian conseguido més que muy mala localidad, tres por 1 florin 50 céntimos, y no quisieron to- marlas, Ella contesta que el no haber podido ir aquella no- che al teatro no es ninguna desgracia.» Nos interesa averiguar, en este suefio, de qué ideas la- tentes proceden los niimeros que aparecen en el conteni- do manifiesto y cuales han sido las transformaciones por las que dichas ideas han pasado. {De dénde procede la cantidad 1,50 florines? De un motivo indiferente del dia anterior. Su cufiada habia recibido, como regalo de su her- mano, ei marido de la protagonista del suefio, la suma de 1,50 florines y se habia apresurado a gastarlos compran- dose un objeto de adorno. Observaremos que 150 flori- nes son 100 veces 1 florin 50 céntimos. Para el niéimero tres, de los billetes del teatro, no se encuentra més enlace gue el de que lisa La amiga prometia, es preisamen- te tres meses mas joven que Ia sujeto del suefio. La situa- ci6n que en éste aparece es la reproduccién de un peque- io suceso que motivé las burlas de su esposo. En una oca- sién se habia apresurado a tomar, con gran anticipacién, billetes para una representacién teatral, y cuando entra- ron en el teatro vieron que una parte del patio de butacas quedaba casi vacia. No habia, pues, necesdad de haberse apresurado tanto a tomar las localidades. No dejaremos, por altimo, pasar inadvertido el absurdo detalle del sue- fio, de que dos personas tengan que tomar tres localidades. 1st ‘Veamos ahora las ideas latentes de este suefio. Ha sido un disparate casarme tan joven; no tenia necesidad algu- 1a de apresurarme tanto. En el ejemplo de Elisa L., veo que no me hubiese faltado un marido, y, ademas, uino cien veces mejor (Schatz = marido, novio, tesoro), si hubiera esperado. Tres maridos como ese hubiera podido com- prarme con el mismo dinero (dote). 8 Después del estudio de Ja elaboracién del suefio, que hemos Hlevado a cabo en Jos capitulos que anteceden, nos hallaremos inclinados a considerarla como un proceso psi- ‘quico especial, sin precedente alguno en nuestro conoci miento. De este modo, recae ahora sobre la elaboracién onirica la extrafieza que solia antes despertar en nosotros su producto, o'sea el sueiio mismo. De toda una serie de procesos psiquicos a los que debe atribuirse la formacién de los sintomas histéricos y de las ideas angustiosas, ob- sesivas y delirantes, la elaboracién del suetio es el prime- ro a cuyo conocimiento nos ha sido dado llegar. La con- densacién, y sobre todo el desplazamiento, son caracteres que nunca faltan en estos otros procesos. En cambio, la conversin’en imagenes visuales es privativa de la elabo- racién onirica. Si de nuestras investigaciones resultase la posibildad de incur los fendmenos oniicos junto con as formaciones de la enfermedad psiquica, tanto més im- portante seria para nosotros averiguar las condiciones esenciales de procesos como el de la formaci6n de los sue- fos. Pero aunque parezca extrafio y casi increible, ni el dormir nila enfermedad pertenecen a estas indispensables. condiciones. Una gran cantidad de fenémenos de la vida cotidiana de los sanos: el olvido, las equivocaciones ora- les, los-actos de aprehensién errénea y una determinada clase de errores, deben su génesis a un mecanismo psiqui- co andlogo al suefio y a los dems procesos que constitu- yen la serie antes citada, El coraz6n del problema se halla en el desplazamien- 152 to, la més singular de las funciones de'la elabotacién del suefio. Cuando se penetra suficientemente en la materia, se ve que la condicion esencial del desplazamiento es pu- ramente psicolégica y de la naturaleza de una motivacién, cuyas huellas aparecen en cuanto se presta atenci6n a cier- tos resultados del anilisis de los suefios, que no pueden pasar inadvertidos. En el primero de los anilisis expues- tos tuve que interrumpirme en la comunicacién de las ideas latentes, por haber entre ellas algunas que preferia mantener secretas y que no podia revelar sin herir impor- tantes consideraciones. Aiiadi luego que no traeria venta- ja ninguna elegir otro ejemplo para comunicar su andlisis, pues en todo suefio de contenido oscuro y embrollado Ile garia a tropezar con pensamientos que éxigirian el secre- to. Pero prosiguiendo para mi mismo el anélisis, lego a pensamientos que no conocia existieran en mi y que no s6lo me parecen extrarios, sino que me son desagradables y quisiera negarme a mi mismo, rechazando el andlisis ‘cuya inexorable concatenacién me fuerza, bien a pesar mio, a admitirlos. No puedo explicarme este estado de co- sas sino aceptando que tales pensamientos existian real- mente en mi vida psiquica y posefan una cierta intensidad © energia, pero se encontraban en una peculiar situacién psicolégica, a consecuencia de la cual no podian hacérse- me conscientes. Este especial estado es el que conocemos con el nombre de estado de represién. No puedo enton- ces por menos de admitir una relacién causal entre la os- curidad del contenido del suetio y el estado de represion, 0 sea la incapacidad de-devenir conscientes de algunos de los pensamientos del sueiio, y me veo obligado a concluir tue el suefio tiene que ser oscuro para no revelar los pro- Inbidos pensemientos. De este modo, llego al concepto de la deformacion del suefio, obra de la elaboracién del mis- mo, puesta al servicio de la ocultacién de dichos pensa- mientos, esto es, del propésito de mantenerlos secreto: Haré Ia prueba en el ejemplo del suefio antes somet do al andlisis, intentando descubrir cudl es en él el pensa- miento que aparece deformado, y que, sin el disfraz. adop- tado, despertaria mi mas enérgica repulsa. Recuerdo que 153, mi gratuito paseo en coche trajo a mi memoria otros, no tuitos, en los que me acompafiaba una persona de mi familias que Ja interpretacién de mi suefio era la de que yo abrigaba el deseo de gozar alguna vez de un afecto de- Sinteresado; y que poco tiempo antes habia tenido que de- sembolsar una crecida cantidad en favor de la referida per- sona. Ante estos.datos que el andlisis me proporciona, no suedo rechazar la idea de que me duele el desembolso rea- fo. Sdlo al darme cuenta de este sentimiento adquiere un sentido el hecho de desearme en suefios el goce de un afecto que no me ocasione gasto-alguno. Y, sin embargo, puedo afirmar honradamente. que al decidir desprender- tne de aquellasuma no experimenté la menor vacilacion, EI impulso contrario, mi sentimiento por el gasto efec- tuado, no se hizo consciente en mi. La razén de que per- ‘maneciese inconsciente constituye una nueva cuestion que nos llevaria muy lejos, y cuya solucién, que me es cono- cida, pertenece a otro orden de cosas. ‘AP someter al andlisis, no un sveio propio, sino el de una persona extraiia, el resultado es idéntico, pero varfan los motivos de conviccién. Si se trata del suetio de un in- dividuo sano, no me queda otro medio de forzarle a la aceptacién de Ia idea reprimida hallada que mostrarle el perfecto enlace de las ideas latentes y dejarle que se resis- ta en vano contra [a evidencia. Mas si se trata de un neu- rotico, por ejemplo, de an histérico, la aceptacién de la idea reprimida se hace forzosa para’ él por su conexién con los sintomas de su enfermedad y por la mejoria que experimenta en el cambio de sintomas por ideas reprimi- das. Asf, con relaci6n a la paciente que tuvo el sueno an- tes expuesto de los tres billetes de teatro por un florin cin- cuenta céntimos, tiene el andlisis que aceptar que estima en poco a su marido, que lamenta haberse casado con él y que le cambiaria gustosa por otro. Ella afirma, cierta- ‘mente, que ama a su marido y que en su vida sentimental no existe desprecio alguno para él (jotro cien veces me- jor!, pero todos sus sintomas eonducen la misma soli. cidn que el suefio, y después de hacer resurgir en ella el recuerdo reprimido de uaa época durante la cual experi- 154 menté hacia su marido un desamor totalmente conscien- te, quedaron suprimidos tales sintomas y desaparecié la resistencia que se oponia en ella a la interpretacién del sueiio. ° Después de haber fijado el concepto de la represién y haber relacionado la deformacién del suefio con el mate~ rial psiquico reprimido, podemos expresar ya, con toda generalidad, el resultado capital del anélisis de los suefios. De aquellos que se muestran comprensibles y presentan un claro sentido, hemos averiguado que son francas rea- lizaciones de deseos; esto es, que la situaci6n del suefio constituye en ellos la satisfaccién de un deseo conocido de la conciencia, que ha quedado sin realizar en el dia y es digno de interés. Sobre los suefios oscuros y embrolla- dos nos ensefia también el anilisis algo andlogo: Ia situa- cién del suefio presenta también realizado un deseo que surge regularmente de los pensamientos latentes, pero la representacion es irreconocible, no pudiendo aclararse sino por medio del andlisis, y el deseo ha sucumbido a la represin y es extrafio a la conciencia o esta intimamente ligado a pensamientos reprimidos que lo sustentan. La formula para tales suefios serd, pues, la siguiente: som rea- Krzaciones disfrazadas de deseos reprimidos. Es muy inte- resante observar aqui que la opinién popular esta en lo justo cuando considera el suefio como prediccién del por- venir. En realidad, es el porvenir lo que el suefio nos muestra, mas no el porvenir real, sino el que nosotros de- seamos. El alma popular se conduce aqui segtin su cos- tumbre, creyendo lo que desea. Por su cardcter de realizacién de deseos se dividen los suefios en tres clases: en primer lugar, aquellos que mues- tran francamente un deseo no reprimido; estos son los suefios de! tipo infantil, poco frecuentes en los adultos. En segundo, los que exteriorizan disfrazadamente un de- seo reprimido; constituyen la mayorfa absoluta de nues- 155 fos sueios y requieren el anilisis para su comprensién. Y en tercer lugar, aquellos otros que, si bien representan un deseo reprimido, lo hacen sin disfraz alguno 0 con un disfraz insuticiente. Estos dltimos suefios suelen presen- tarse acompafiados de angustia, sensacién que acaba por interrumpirlos, y que es aqui un sustitutivo de la detor- macién; siendo evitada, por la elaboracién, en los suefios de la segunda clase. Puede demostrarse, sin gran dificul- tad, que el contenido de las representaciones que nos pro- ducen angustia o terror fue en su dia un deseo y sucum- bi6 después a la represion. Existen también suefios cuyo contenido es claro y pe- nso, pero no produce sensacign desagradable alguna, No pueden éstos, por tanto, contarse entre los suefios de an- gustia, y han servido siempre para demostrar la insignifi- cancia y la falta de valor psiquico de los suefios. El and- lisis de un tal ejemplo mostrar que se trata de realizacio- nes, bien disfrazadas, de deseos reprimidos, esto es, de suefios pertenecientes a a segunda de las clases estableci- das, y nos hard ver, asimismo, con toda claridad, cuan ex- celentemente lleva a cabo el proceso de desplazamiento la ociltacién del deseo. Una muchacha sofié que habfa muerto el tinico hijo que le quedaba a su he:mana, de dos que habia tenido, y que su cadaver se hallaba colocado en la misma forma y rodeado por las mismas personas que el de su hermano, fallecido anteriormente. Tal suefio no produjo ningi sentimiento de dolor ala muchacha, pero ésta se resist Tuego a aceptar que correspondiera a un deseo suyo. Esto es hasta cierto punto real, pues la verdad del caso es que afios atrés habia visto y hablado por dltima vez al hom- bre a quien amaba junto al atatid del nifio que habia muer- to, Si ahora muriera el otro, volveria ella seguramente a encontrar a aquel hombre en casa de su hermana, Anhela este encuentro, pero sus sentimientos rechazan la triste ocasin en que podria verificarse. El mismo dia del sueiio habia tomado una entrada para una conferencia que iba a dar aquel hombre, al que seguia amando. Su sueiio es, por tanto, un simple suefio de impaciencia, como suelen pre- 156 sentarse de costumbre antes de los viajes, representacio- nes teatrales u otros placeres vivamente esperados. Mas para ocultar su anhelo, queda desplazada Ia situacién a tuna ocasién impropia de todo sentimiento de regocijo y que realmente se ha presentado ya una vez. Obsérvese, ademas, que los afectos que aparecen en el suefio no co- rresponden al contenido desplazado, sino al verdadero contenido retenido. La situacién del suefio adelanta el en- cuentro tanto tiempo deseado y no ofrece ocasién alguna para una sensaci6n dolorosa. 10 Los filésofos no han podido hasta ahora ocuparse de una psicologa de a represin. Est, pues, jusficado que aproximandonos al aiin desconocido estado de cosas, in- tentemos formarnos una idea de la génesis de la forma- cidn de los suefios. El esquema que nuestras investigacio- nes generales, y no solamente las del problema de los sue- fios, nos permiten establecer, es harto complicado, pero no podemos servirnos de otro més sencillo. Suponemos que en nuestro aparato psiquico existen dos instancias ge- neradoras de pensamientos, la segunda de las cuales po- see el privilegio de que sus productos encuentran abierto el acceso a la conciencia, mientras que la actividad de Ja primera instancia es inconsciente en si y no puede llegar a la conciencia sino pasando por la segunda. En la fron- tera entre ambas instancias, o sea en el paso de la primera a la segunda, se encuentra una censura que no deja pasar sino aquello que le agrada, deteniendo todo lo demis. Lo rechazado por la censura se halla entonces, segtin nuestra definicién anterior, en estado de represién. Bajo determi- nadas condiciones, una de las cuales es el dormir, se trans- forma la relacién de las fuerzas entre ambas instancias, de tal modo, que lo reprmido no puede ya se repimido por completo. Esto sucede, hallandose dormido el sujeto, por un relajamiento de la censura, y entonces, lo hasta el momento reprimido consigue abrirse camino hasta la con- 157 ciencia, Mas como la censura no cesa jamas totalmente, sino que lo que hace es sufrir una disminucién, tiene lo rimido que tolerar transformaciones encaminadas a mitigar aquellos de sus caracteres que provocan la repul- sa. Lo que en este caso llega a hacerse consciente es una especie de transaccién entre lo intentado por una de las instancias y lo permitido por la otra. Represin —relaja~ miento de la censura— transaccion, es también el esque- ma fundamental de la génesis de otras muchas formacio- nes psicopaticas y no s6lo el de Ia del suefio. En la for- macién de tales transacciones obsérvanse siempre, y no Sinicamente en las oniticas, los procesos de condensaci6n, desplazamiento y utilizacién de asociaciones superficiales, que hemos observado en la elaboracién del suefio. No tenemos motivo alguno para ocultar el elemento de demonismo que ha intervenido en la construccién de nuestro esclarecimiento de la elaboracién del suetio. Los resultados de nuestro estudio nos dan la impresién de que Ia formacién de los suetios oscuros se verifica como si una persona, dependiente de otra, tuviera que exteriorizar algo jue habia de ser desagradable para esta tiltima. Partiendo deste simil, hemos fyado el concept de la, deformacién del suefio y el de la censura, y nos hemos esforzado en traducir muestra impresin en una teoria psicolégica, gro- sera atin; pero, por lo menos, claramente definida. Sea lo que quiera aquello con lo que un mas transparente cono- cimiento de la materia nos permita identificar nuestras dos instancias, esperamos quede confirmada una: parte de nuestra hipétesis: la relativa al hecho de que la segunda instancia rige el acceso a la conciencia y puede impedir~ selo a la primera, Cuando el sujeto despierta, la censura recobra répida~ mente toda su intensidad, y puede de nuevo destruir todo aquello que durante su deblidad ha dejado escapar- Una experiencia innumerables veces confirmada muestra que nuestro olvido del sueio demanda, por lo menos en par, esta explicaci6n. Durante el relato de un suefio, o durante su andlisis, sucede con frecuencia que de repente vuelve a surgir un fragmento del suefio que se creia olvidado. Este 158 fragmento, hurtado al olvido, contiene siempre el mejor y més répido acceso a la significacién del sueio, y preci- samente por ello estaba destinado al olvido, esto es, a una nueva represion. ul Si conceptuamos el contenido del suefio como la ex- posicin de un deseo realizado y atribuimos su oscuridad 2 las transformaciones impuestas por la censura al mate~ rial reprimido, no nos sera ya muy dificil deducir la fun- cidn del suefio. En extrafia oposicién a las opiniones co- rrientes, que consideran los suefios como perturbadores del reposo del durmiente, tenemos que reconocer que los sweiios son los protectores del dormir. Para los suefios in- fantiles sera facilmente aceptada nuestra afirmaci6n. EI nifio concilia el suenio obedeciendo a una decisién de dormir, que le es impuesta por una autoridad exterior es hecha surgir espontineamente en él por sensaciones de fatiga. Mas para que tal decisién llegue a cumplirse es imprescindible la ausencia de toda excitacién que pudiera impulsar al aparato psiquico hacia fines distintos del dor- mir. Los medios que sirven para alejar las excitaciones ex- ternas nos son a todos conocidos. Mas gcudles son, en cambio, aquellos de que disponemos para mantener do- minadas las excitaciones psiquicas internas que se oponen ala conciliacién del sueno? Obsérvese a una madre que duerme a su hijo. El nifio manifiesta sin cesar deseos 0 ne- cesidades, quiere otro beso, le gusta jugar un ratito més. Estos deseos son satisfechos en parte, y en parte aplaza~ dos, por la autoridad materna, para el dia siguiente. Es in- dudable que los deseos 0 las necesidades en. actividad constituyen un obstéculo a a conciliacién del suefio. 2Quién no conoce la divertida historia del nifio capricho- $0 que, despertindose a media noche, grita desde su cama Quiero el rinoceronte? Un nifto mas juicioso, en vez de despertarse y alborotar, hubiera sonado que jugaba con el deseado animal. El suefio, que muestra cumplido el de- 159) seo, goza del completo crédito mientras el sujeto duerme, y haciendo cesar durante este tiempo el impulso optativo, consigue que el reposo no se interrumpa. No puede ne- garse que la imagen del suefio es aceptada como verdade- ra, pues se reviste con Ia apariencia de una percepcidn, y el nifio no posee la facultad, que se adquiere més tarde, de distinguir entre fantasia, alucinaci6n y realidad. El adulto sabe ya establecer esta diferenciacion; ha comprendido tambifn Ja inutilidad de desear, y ha apren- dido, tras de largos esfuerzos, a aplazar sus impulsos has- ta que la transformacién de las circunstancias exteriores facilite su realizacién, Esta experiencia del adulto hace que sean muy raras en él as realizaciones de deseos por el cor- t0 camino psfquico del suetio, y hasta es posible que no se presenten nunca y que todo lo que en nuestros suefios aparece formado conforme al patrén de los infantiles pre cise de una mucho més complicada solucién. En cambio, en el adulto —y sin excepcidn alguna en todo hombre en uso de sus facultades— se ha formado una diferenciacién del material psiquico, que no existia en el nifio, constitu- yéndose una instancia psiquica que, instruida por la ex- perlencia de la vida, ejerce con celosa severided una in- luencia dominadora y coercitiva sobre los sentimientos animicos, y posee, por su posicién con respecto a la con- ciencia y a la movilidad contingente, los maximos medios de potencia psiquica, Una parte de los sentimientos in- fantiles ha sido reprimida, como indtil para la vida, por esta instancia, y todo el material de ideas que de dicha par- te se deriva se halla en estado de represion. Mientras Ja instancia, en la que reconocemos nuestro yo normal, se doblega al deseo de dormir, parece obliga- da, por las condiciones psicofisiologicas det sueko, a per- der parte de la energia con la que durante el dia mantenia a raya a lo reprimido. Esta negligencia es, sin embargo, totalmente inocente; los impulsos del alma infantil repri- imide pueden, sin peigroalguno, seguir apiténdose, pus, a consecuencia del mismo estado del dormir hallarén di- ficultoso el acceso a la conciencia y cerrado el que con- duce a la movilidad. Mas hay que evitar que perturben el 160 a suefio. Llegados a este punto, tenemos que arriesgar la hi- potesis de que hasta en el més profundo suefio se man- tiene vigilante un cierto acervo de libre atencién, como centinela contra las excitaciones sensoriales, que a veces consideran més conveniente despertar al sujeto que dejar- le proseguir su sueiio. De no ser asi, seria inexplicable el hecho de que siempre nos despierten excitaciones senso- riales de una determinada cualidad, cosa que ya hizo no- tar el antiguo fisiSlogo Burdach. Asi, la madre despierta siempre al menor sollozo de su hijo pequeio; el moline- ro, en el momento en que su molino cesa de andar, y la mayoria de las personas, a su nombre pronunciado en voz baja. Esta vigilante atencién se dirige también hacia las ex- citaciones optativas internas, procedentes de lo reprimi- do, y forma con ellas el sueiio, que, a modo de transac- cién, satisface simultaneamente a ambas instancias, crean- do una especie de desahogo psiquico para el deseo repri- mido 0 formado con ayuda de fo reprimido, representin- dolo como realizado, y haciendo posible al mismo tiem- po el reposo. Nuestro yo gusta en esto, de conducrse como un nifio, y presta fe a las imagenes del suefio, como si quisiera decir: «Si, tienes raz6n, pero déjame dormir.» El desprecio con que una vez despiertos miramos nues- tros suefios, y que fundamos en su confusién y su apa- rente falta de l6gica, no es probablemente mas que el jui- cio que nuestro yo durmiente hace recaer sobre los sen- timientos procedentes de lo reprimido, juicio que, mas ra- zonablemente que el que formamos ya despiertos, se fun daen la impotencia motora de tales perturbadores del sue~ fio. Este juicio despectivo se nos hace a veces consciente en el sueio mismo; asi, cuando el contenido del suefio traspasa excesivamente la censura, pensamos: «No es mas que un suefio», y seguimos durmiendo, No hay objecién posible contra esta hipétesis, aunque también en los suefios existan casos extremos en los cua- Jes no pueden ya llevar a cabo su funcién de proteger el reposo —por ejemplo, en los sueitos de angustia, pesadi- llas—, y tienen que cambiarla por otra: la de interrum- pirlo a tiempo. Con esto no hacen mas que conducirse 163 como el mas concienzudo vigilante nocturno, que eum: ple su deber intentando primero hace cesar las perturba: Ciones, para evitar que se interrumpa el sueio de los ve. cinos, pero que contintia fiel a su cometido al despertar- Jos en el momento en que las causas del disturbio le pa~ recen sospechosas y no logra hacerlas cesar por su sola intervencién. Esta funcién del suefio se nos muestra con especial cla~ ridad cuando el durmiente experimenta un estimulo sen- sorial. El hecho de que las excitaciones sensoriales pro- ducidas durante el suefio influyen sobre el contenido del mismo es generalmente conocido, ha sido demostrado ex- perimentalmente y pertenece a los escasos resultados se- suros de la investigacion médica del suefio, a los cuales se fa concedido, sin embargo, un exagedo valor, Peso g este descubrimiento se ha ligado un problema no resuelto hasta el dia. El estimulo sensorial que el experimentador hace actuar sobre el durmiente no es acertadamente reco- nocido en el suetio, sino que sucumbe a una interpreta: cién cualquiera, cuya determinacién aparece aparente. mente abandonada al capricho psiquico. Mas sabemos que no existe una tal arbitrariedad psiquica. El durmiente pue- de reaccionar de muy diversos modos a un estimulo een sorial exterior. O se despierta, o consigue, a pesar de todo, proseguir durmiendo, En el dltimo caso, puede servirse del sucfio para suprimir la excitaciOn exterior, y esto tam= bién de muy diversos modos. Puede, por ejemplo, llevar a cabo tal supresidn sofiando hallarse en una situaci6n to- talmente incompatible con el estimulo excitante. Asi, un sujeto cuyo reposo nocturno corria peligro de ser pereur- bado por el dolor de un absceso que padecia en el periné, sofé que iba a caballo, sirviéndole de silla de montar la. cataplasma que se le kabfa puesto para mitigar sus moles- tias, y de este modo logré superar la excitacion produci- da. © también —y esto es lo mas frecuente— experimen- ta el estimulo exterior un cambio de sentido que le inclt- ye en el contexto de un deseo reprimido que espera su rea. lizacién, Tal cambio de sentido despoja entonces al esti mulo de su realidad, y lo trata como un fragmento del ma~ 162 7 terial psiquico. De este género es el ejemplo siguiente: un individue sueda que ha escrito una comedia, en la que de- fiende una determinada tesis. La obra es representada en el teatro, y acaba de terminar el primer acto, con clamo- 1080 éxito. Los aplausos ensordecen... En este sueio, el durmiente debid de conseguir prolongar su reposo més alls de la perturbacién, pues al despertar no oyé ya ruido alguno, pero juzg6, muy razonablemente, que debian de haber sacudido 0 vareado un tapiz o un colchén en las cer- canias de su cuarto, Los suefios que se producen inme- diatamente antes que un intenso ruido despierte al dur- miente han intentado negar el esperado estimulo pertur- bador del reposo, buscdndole otra explicacién, y retrasar asi un poco mas el momento de despertar. 12 Aguellos que acepten nuestra hipotsis de que la eng mética oscuridad y confusin de los suefios es debida principalmente a la existencia de una censura, no se extra- fiardn de ver entre los resultados de la interpretacién oni- rica el de que la mayoria de los suefios de los adultos se revelan en el anilisis como dependientes de deseos evdti- cos, Esta afirmacién no se refiere a los suefios de franco contenido sexual que todos conocemos por propia expe- riencia, y que hasta ahora han sido considerados como los Ginicos «suefios sexuales». No obstante su claro conteni- do, también estos suefios despiertan nuestra extrafieza por su arbitrariedad en la eleccion de las personas que con- vierten en objetos sexuales, su desprecio de todas Jas ba- rreras ante las que en Ia vida despierta contiene el sujeto sus necesidades sexuales y sus numerosos detalles orien- tados hacia lo denominado «perverso». Mas el andlisis nos muestra que muchos otros suefios que no dejan transpa~ fentar nada erdtico en su contenido manifesto se revelan, al ser desenmascarados por la labor interpretativa, como realizaciones de deseos sexuales. Por otra parte, muchas de las ideas sobrantes como restos dinrnos (Tagesreste) del 163 trabajo mental despierto no Iegan a extetiorizarse en él sueiio mas que por el auxilio de deseos eréticos re- primidos. No existe razon te6rica de por qué esto es asi. En ex plicacién de este estado de cosas indicaremos que ningun otro grupo de pulsiones ha experimentado un mas ampli sojuzgamiento por las exigencias de la educacion civ da como precisemente la sexuales; pero haremos también constar que tales pulsiones son las que mejor saben esca~ par, en la mayoria de los hombres, al dominio de las mas clevadas instancias psiquicas. Desde que hemos llegado al conocimiento de la sexualidad infantil, que regularmente pasa inadvertida 0 es mal comprendida, podemos decit Justificadamente que casi todo hombre eivilizado ha con. servado en algin punto la conformacién infantil de la vida sexual y comprendemos de este modo que los deseos se- xuales infantiles reprimidos proporcionan las mas. fre- cuentes y poderosas fuerzas pulsionales para la formacion de los suchos" Si aquellos sueiios que exteriorizan deseos eréticos consiguen aparecer inocentemente asexuales en su conte. nido manifiesto, ello no puede suceder mas que de una sola manera. El'material de representaciones sexuales na debe ser producido como tal sino que tiene que ser sus. tituido en el contenido del suefio por indicaciones o alu- siones; pero a diferencia de otros casos de representacion indirecta, la usada en el sueno es despojada de la com prensibilidad inmediata. Nos hallamos, pues, en cl suefio ante una representacién por medio de simbolos, los cua. les son objeto de especial interés desde que se ha obser- vado que los sujetos que hablan un mismo idioma se sit ven en sus suefios de simbolos idénticos, y también que esta comunidad traspasa en algunos casos las fronteras del lenguaje. Dado que los que suefian no conocen la signi- ficacién de los simbolos por ellos empleados, se nos pre- senta al principio envuelta en tenebrosa oscuridad la pro- cedencia de su relacién con aquello que indican y repre- " Vease mi Teoria sexual (19054). (Cap. § de este volumen,] 164 sentan, Mas el hecho mismo es indudable y posee enor- ‘me importancia para la técnica de la interpretacin de los suefios, pues mediante el conocimiento del simbolismo onirico se hace posible comprender el sentido de elemen- tos aislados del contenido del suefio, de trozas del mis- mo, o.a veces de sueiios enteros, sin necesidad de interro- gar al sujeto sobre sus asociaciones libres!. Nos acerca~ mos de este modo al ideal popular de una traduccién de los suefios y retrocedemos, por otro lado, a la técnica in- terpretativa de los antiguos pueblos, cuya interpretacién de los suetios era idéntica a la que se lleva a cabo por me- dio del simbolismo. Aun cuando los estudios sobre los simbolos del suefio se hallan muy lejos todavia de un resultado definitivo, po- demos ya establecer con seguridad toda una serie de afir- maciones generales y datos particulares que las confirman. Existen simbolos que pueden interpretarse casi siempre del mismo modo. Asi, el emperador y la emperatriz (rey reina) representan a los padres; las habitaciones son sim- Bolo de fa mujer y sus accesos significan las aberturas del cuerpo humano. La mayoria de los simbolos oniricos sir~ ve para la representacién de personas, partes del cuerpo y actos que poseen interés erético. Particularmente, los nitales pueden ser representados por una gran cantidad le simbolos, con frecuencia sorprendentes en extremo. Los mas diversos objetos son empleados para la designa- cién simbélica de los genitales. Cuando agudas armas y objetos alargados y rigidos tales como troncos de arbol 0 bastones, representan los genitales masculinos, y arma- rios, cajas, coches o estufas los femeninos, el tertim com- parationis, lo comin de tales sustituciones nos es inme- diatamente comprensible; mas no en todos los simbolos nos es tan facil la aprehensi6n de las relaciones de enlace. Simbolos como.el de la escalera o del subir, para el co- * (Véase, sin embargo, odmo esta afirmacién se relativiza tes pérrafos mas abajo.) 2 [Frauenzimmer’, literalmente ‘cusrto de mujer’ usado con frecuencia en Aleman somo ivan despecio de 165 mercio sexual, el de la corbata para el miembro masculi- no y el de la madera para el érgano femenino excitan nues- tra duda en tanto que no Hlegamos por otros caminos al conocimiento de las relaciones simbélicas. Ademés, mu- chos de los simbalos del suefios son bisexuales y pueden referirse a los genitales masculinos 0 a los femeninos, se- gain el contexto en que sz hallen incluidos. Existen simbolos de difusién universal, que se hallan en los suefios de todos Ics individuos pertenecientes a un mismo grado de civilizacién o que hablan un mismo idio- ma, y otros de limitadisima aparicién individual, que han sido formados por el sujeto aislado utilizando su material de representaciones propio. Entre los primeros se distin en aquellos cuya inicizcién en representar lo sexual se Falla suficientemente justificada por los usos del idioma (por ejemplo, los simbolos procedentes de la agricultur: reproduccién, semilla), y otros cuya relacién con lo se- xual parece alcanzar a los mas antiguos tiempos y a las mis oscuras profundidades de la formacién de nuestros conceptos. La fuerza creadora de simbolos no ha desapa- recido atin en nuestros dias en ninguno de los casos que he distinguido al comienzo de este parrafo. Puede obser- varse que determinados descubrimientos modernos (tales como [os globos dirigibles) son elevados en el acto a la ca- tegoria de simbolos sexuales de empleo universal, Sera equivocado esperar que un més fundamental co- nocimiento del simbolismo det suetio («del lenguaje de los sueiios») nos permita prescindir de interrogar al sujeto por sus asociaciones y nos ccnduzca de nuevo y por comple- to a la técnica de Ja antigua interpretacién de los suefios. Aparte de los simbolos individuales y de las variantes en el empleo de los universales, no se sabe nunca si un ele- mento del sueiio debe interpretarse simbdlicamente 0 con forme a su verdadero sentido, y se sabe, en cambio, con seguridad, que no todo el contenido del suefio debe in- terpretarse simbélicamerte. El conocimiento del simbo- lismo del suefio nos proporcionaré tan sélo la traduccién de algunos componentes del contenido manifiesto, pero no hard innecesarias las reglas técnicas antes expuestas. En 166 cambio, constituird el més importante medio auxiliar de la interpretacién en aquellos casos en que faltan 0 son in- suficientes las ocurrencias del sujeto. El simbolismo del suefio resulta también imprescindi- ble para la inteligencia de los llamados suefios «tipicos» de los hombres y de los suefios «repetidos» del individuo aislado. Si el estudio de la forma expresiva simbélica del suefio ha resultado demasiado incompleto en esta breve exposicién, ello esta justificado por un hecho que perte- nece a los mas importantes entre los que con estos pro- blemas se relacionan. El simbolismo onirico va mucho mis allé de los suefios, No pertenece a ellos como cosa propia, sino que domina de igual manera la representa- UiSn en las Hbulas, mitos y leyenda, en los chistes y en el folklore permitiéndonos descubrir las relaciones inti- mas del suefio con estas producciones. Mas debemos te- her en cuenta que no constituye un producto de la ela- boracién del suefio, sino que es una peculiaridad —pro- bablemente de nuestro pensamiento inconsciente— que proporciona a dicha elaboracién el material para la con- densaci6n, el desplazamiento y la dramatizaci6n’. 1B No aspiro a haber esclarecido todos los problemas de los sueiios, ni tampoco a haber resuelto convincentemen- te los expuestos y discutidos en estos ensayos. Aquellos a quienes interese la literatura sobre los suefios en toda su amplitud pueden consultar el libro de Sante de Sanctis ti- tulado / sogni (Turin, 1899), y los que quieran hallar una més honda cimentacién de la teoria por mi expuesta pue- den ver mi obra titulada La interpretacién de los sueiios. " Sobre el simbolismo de los sueios se hallarin otros datos en los ansi- uos libros sobre Is interpretaciin de los mismos (Artemidoro de Daldis, Siherner, Das Leben der Tranmmes, 1861) y, ademés, en nuestea Inteprete- Gin de os sey, en os woe colon dea scl psconaiies fnte todo, en los trabajos de W. Stckel (Die Sprache des Traumes, 1911) 167 Por Gino, indicaré en qué direcion creo debe prose- guise mi labor investigadora. Cuando fijo como labor de una interpretacién de los. suefios la sustitucién del suefio por las ideas latentes del mismo, o sea la solucién de lo que la elaboracién del sue~ fio ha tejido, planteo, por un fado, una serie de nuevos problemas psicolégicos que se refieren tanto al mecanis- mo de esta elaboracién del suefio como a la naturaleza y condiciones de la llamada represién, y por otro lado afir- mo la existencia de las ideas latentes como un rico mate- rial de formaciones psiquicas del orden més elevado, y rovistas de todas las caracteristicas de una funcién inte~ Jectual, material que escapa a la conciencia hasta que le da noticias de si por medio del contenido del sueiio: Debo asimismo admitir que tales pensamientos existen en todo individuo, dado que casi todos los hombres, hasta los mas normales, suefian. A lo inconsciente de las ideas del sue~ fio y a su relacién con la conciencia y con la representa- ciéa se enlazan otros problemas de gran importancia para Ia Psicologia, pero cuya solucién habra de aplazarse hasta que el andlisis haya esclarecido la génesis de otras forma~ ciones psicopéticas, tales como los sintomas hist has ideas obsesivas. 168 3. EL CONCEPTO DE LO INCONSCIENTE

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