Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
MUNDO
DEMONIO
Y
FAUSTO
TRAGICOMEDIA FANTÁSTICA
EN
TRES ACTOS
NUEVE JORNADAS
ENTREGA 9
JORNADA SEXTA
ABRIL EN ROMA
Canción italiana
Abril en Roma. Fausto y Mefisto caminan entre las ruinas del Foro.
MEFISTO.- Oigan, recen también por el nuevo Papa, por el nuevo, ¿me oyen? Es
importante, muy importante.
BERNAT.- Hacía tiempo que no disfrutaba tanto. Qué ambiente, qué colorido, y esa
emoción que se palpa en el aire...
CATHERINE.- Espectáculo, trucos, montaje. Conjunción de intereses entre los
modernos medios y la más negra reacción.
BERNAT. - Estás muy negativa, Cati. Aunque haya algo de eso que dices, yo creo
que la mayoría de esta gente vive el momento con una actitud ingenua y espontánea,
entregada. De verdad, creo que hay algo muy sano, muy auténtico y además muy
espiritual en todo esto.
CATHERINE.- ¿Espiritual? ¿En qué sentido? Los franceses tenemos un problema
con esta palabra.
BERNAT.- Ya me entiendes.
CATHERINE.- Sí, creo que sí. Pero, qué quieres que te diga, siempre he
desconfiado de esa “espiritualidad”. Normalmente se edifica sobre la miseria, propia
o, sobre todo, ajena.
BERNAT.- Recibiste una formación muy materialista ¿no?
CATHERINE.- Realista... Vale, materialista, y si quieres precisar más, marxista...en
una época en que ya no se llevaba. Pero la universidad donde estudié era un
reducto...Era, claro. Hasta que fue arrasado por los vientos del posmodernismo. Y
por otra parte, hemos vuelto a la Edad Media. Ya ves, hábitos, crucifijos,
procesiones...Mira, mira esos...
BERNAT.- No me digas que no es vistoso, y colorido...
CATHERINE.- Sí, sobre todo colorido. Esa combinación de rojos y blancos...Claro,
son los cardenales.
BERNAT.- Sí, esta mañana lo explicaban en la tele. Ahora van a la Domus Sanctae
Martae, la residencia donde descansarán y pasarán la noche.
CATHERINE.- ¿Y no pueden retirarse como cualquier turista o cualquier hombre de
negocios normal? ¿Es necesario montar este espectáculo?
BERNAT.- En esto te doy la razón. Todo es espectáculo aquí. Pero, que quieres que
te diga, no sé por qué, intuyo que ha de ser así.
CATHERINE.- Y fíjate qué pintas, qué fachas.
BERNAT.- Qué empaque, querrás decir. Algunos son realmente majestuosos.
CATHERINE.- Yo diría que soberbios. Yo sólo veo soberbia, apenas disimulada por
falsa modestia.
BERNAT.- Tú siempre tan negativa. Mira, mira ése...ése...
CARDENAL PR.- Señor, aparta de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino
la tuya.
MEFISTO.- ¡Héteme aquí! (¡Qué aspecto tan ridículo debo tener! Hace siglos que
no me presento así. Pero...es lo que requiere la ocasión, creo. En fin, todo sea por la
causa.)
El Cardenal Primado cierra los ojos, y los mantiene cerrados unos instantes, como
sumido en profunda oración.
MEFISTO.- Ah, si es por eso...Perdone, pero yo creía que era la apariencia debida
en este caso... No se preocupe. No hay problema.
CARDENAL PR.- Eh... ¿Quién es usted?...He tenido una alucinación, una visión
espantosa...Pero usted no es mi médico. ¿Por qué no han llamado al doctor Freund?
¿Cuánto rato he estado sin sentido?
MEFISTO.- Sólo el justo y necesario. El doctor Freund está muy ocupado y me ha
enviado a mí, doctor Listig, para servirle. Veamos, ¿qué ha sido eso de la
alucinación?
CARDENAL PR.- He visto al Diablo.
MEFISTO.- ¿Y...?
CARDENAL PR.- Al Diablo en persona.
MEFISTO.- Bueno, a ver, ¿dónde está el problema?
CARDENAL.- ¿Le parece normal?
MEFISTO.- Depende. Si el Diablo existe, me parece lo más normal del mundo que
se aparezca de vez en cuando. Al menos, cuando algún asunto le interesa
especialmente y no puede intervenir de otra manera. Ahora bien, si el Diablo no
existe, entonces su aparición no sólo sería algo sumamente anormal, sino que
resultaría técnicamente imposible...digo yo. Pero usted... usted cree que el Diablo
existe, ¿no es cierto, Eminencia?
CARDENAL PR.- Sí... claro... por supuesto. Forma parte no sólo de la Tradición,
sino también de la Revelación. En el capítulo tercero del Génesis...
MEFISTO.- Vale, vale. Sólo quería aclarar este pequeño detalle, (estaríamos buenos,
si no). Mire, lo que ocurre es que estos días está sometido a una tensión muy fuerte.
Usted es víctima del estrés, si es que puedo expresarme así entre los muros de esta
santa casa. Porque sin duda usted piensa que será el elegido...
CARDENAL PR.- ¿Yo? Yo soy el más humilde...
MEFISTO.- Da lo mismo (no despistes, que te he oído cuando rezabas). Por mucha
modestia y humildad que uno lleve a cuestas, es inevitable pensarlo. Hasta cuando
compras un número de lotería piensas que te tocará... Pero, Eminencia, el problema
es que usted no sólo lo piensa, sino que está seguro, demasiado seguro...
CARDENAL PR.- Pero ¿qué dice? ¿Cómo se atreve?
MEFISTO.- Mire, Eminencia, lo digo por su bien. No confíe tanto y póngase manos
a la obra.
CARDENAL PR.- No le entiendo, no le entiendo nada. Todo está en manos del
Espíritu Santo.
MEFISTO.- Ya, pero siempre se puede ayudar un poco. Ha visto el resultado de la
votación: sólo cinco votos de ventaja le lleva al Cardenal Cinzano. Y se prepara un
vuelco espectacular.
CARDENAL PR.- ¿Un vuelco?
MEFISTO.- Sí, los dos grupos de indecisos...bueno, usted ya sabe a quiénes me
refiero, están siendo ganados en este momento para la causa de Cinzano.
CARDENAL PR.- ¡No es posible!
MEFISTO.- De manera que, si Dios (o algún poder subsidiario) no lo remedia, en
dos o tres votaciones más se habrá decidido la partida.
CARDENAL PR.- ¿A favor de Cinzano?
MEFISTO.-A favor de Cinzano, naturalmente.
CARDENAL PR.- No es posible, no es posible. Mire, doctor Listig, el cardenal
Cinzano representa todo lo que yo más aborrezco: el relativismo apenas confesado,
la tolerancia interesada, el ecumenismo sin fronteras, la relajación de los principios,
tanto morales como dogmáticos, los guiños indecentes al mundo laico y ateo. No,
no, no es posible. ¿Sabe qué significaría su elección? Algo espantoso. Cinzano sería
el Gorbachov de la Iglesia Católica, puede estar seguro.
MEFISTO.- Lo estoy (¿por qué crees que estoy aquí, gilipollas?), y eso es algo que
no podemos permitir.
CARDENAL PR.- Pero, ¿qué se puede hacer para contrarrestar...?
MEFISTO.- Yo le diré lo que se puede hacer.
CARDENAL PR.- Doctor Listig, perdone que sea brusco, pero...¿Qué pinta usted en
todo esto? ¿Cómo ha sabido...?
MEFISTO.- Eminencia, ¿le interesa o no solucionar el problema?...Porque si le
interesa, más vale que se calle un ratito y que escuche con atención. En realidad, yo
podría actuar solo, sin darle explicaciones a nadie. Pero se las daré. Y por dos
motivos. El primero, para que usted sea plenamente consciente de su complicidad en
este plan; el segundo, para que no se extrañe de lo que mañana ha de ver en la
votación de la tarde, y es que sólo usted, el Cardenal Primado, es capaz de hacer
cuadrar la cara y el nombre de cada unos de los cardenales electores. Y mañana verá
que la cara del Cardenal Escrutador Primero guarda un extraordinario parecido con
la mía...No dice nada, se ha quedado mudo...eso está bien. Continúo. Ese Cardenal
Escrutador Primero tendrá una misión especial: cada papeleta que abra, cualquiera
que sea su contenido inicial y hasta alcanzar un número razonable, transmutará su
contenido en el nombre del Cardenal Primado. Y así pasará la papeleta al Escrutador
Segundo, y luego al Tercero... en fin, usted ya conoce el procedimiento del artículo
69 de la Universi Dominici Gregis.
CARDENAL PR.- Pero...eso...¡es magia!
MEFISTO.- ¡Vaya, por Zeus! ¡Con qué me sale ahora! Le ofrezco el papado
universal y me hace aspavientos ante un detalle de procedimiento. ¿No tiene alguna
objeción de hondo contenido moral o dogmático que oponer?
CARDENAL PRI.- ¡Eso es magia! Y la magia es siempre obra del Diablo. Sólo él
puede desencadenar esos poderes que son parodia de lo divino, perversas ironías
dirigidas contra Dios.
MEFISTO.- No le digo que no. Sólo que en este caso no habrá magia en absoluto,
sino prestidigitación. ¿Ha visto usted algo más inocente que ese pobre hombre
vestido de frac que se saca una paloma del bolsillo del pantalón? Pues en algo así
consistirá el juego de las papeletas.
CARDENAL PR.- Pero...pero no se pueden violentar los designios del Espíritu
Santo.
MEFISTO.- Muy bien dicho, no se puede. Lo que significa que, si nuestro plan
prospera felizmente, es que cuenta con la aprobación del espíritu ése, y si acaso no
es de su agrado, ya se encargará él de hacérnoslo saber. ¿Dónde está el problema?
CARDENAL PR.- A ver si lo entiendo. Usted me está diciendo que, con un simple
juego de manos, va a poner el papado a mi disposición. Increíble, increíble...esto es
cosa de locos. Pero es que...aunque fuese cierto, ¿por qué lo habría de hacer? ¿Qué
gana usted con ello?
MEFISTO.- No gano, sino que me evito perder. Pero tampoco hay que precipitarse.
Quiero decir que no dé todavía la cosa por hecha, que el trato aún no se ha cerrado.
Y es que...para saber si efectivamente merece mi ayuda, antes he de someterle a un
pequeño examen.
CARDENAL PR.- ¡Un examen! Usted está loco, doctor Listig, rematadamente loco.
MEFISTO.- No se preocupe. Será muy breve y elemental. Veamos (Mefisto se saca
de un bolsillo una especie de agenda y un lápiz: irá leyendo las preguntas y
haciendo una señal a cada respuesta), ¿qué es la Iglesia?
CARDENAL.- Vaya pregunta. La Iglesia es el cuerpo místico de Cristo, fundada por
él mismo y encomendada a Pedro y sus sucesores.
MEFISTO.- ¿Es la Iglesia depositaria de la verdad?
CARDENAL PR.- Sí, la Iglesia Católica es la única depositaria de la verdad.
MEFISTO.- ¿Pero existe una verdad absoluta o es todo relativo?
CARDENAL PR.- Existe una verdad absoluta, que no puede cambiar con el paso de
los tiempos. Nuestra época vive una dictadura del relativismo, que lo pone todo en
cuestión menos a sí mismo.
MEFISTO.- Muy bien, muy bien. A ver, ¿quién recibe en el Nuevo Testamento el
nombre de Príncipe de este mundo?
CARDENAL PR.- El Diablo es el príncipe de este mundo.
MEFISTO.- Pero, ¿qué es el Diablo?
CARDENAL PR.- El Diablo es una presencia misteriosa, pero real, personal, no
simbólica. Es una realidad poderosa, una maléfica libertad sobrehumana opuesta a la
de Dios.
MEFISTO.- Muy bien, muy bien. Conseguirá que me emocione... ¿Y qué me dice
de todos esos, algunos incluso cristianos, que argumentan que el Diablo no es un ser
real?
CARDENAL.- Que sus argumentos no tienen ningún valor. Porque no se basan ni
en las Escrituras, ni en la Tradición, ni en la Doctrina, ni siquiera en un
razonamiento riguroso, sino que se basan en la mentalidad del hombre
contemporáneo. Es decir, que obedecen a la corriente general que ha decidido que
todo lo que resulta incomprensible para el hombre medio de hoy ha de ser
suprimido. Y ya me dirá qué clase de mundo nos quedaría si así fuese...pura
chatarra.
MEFISTO.- Eminencia, le felicito. He de decirle que ha superado todas mis
expectativas. Nadie más digno que usted para ocupar la silla del apóstol Pedro.
Mañana, con la fumata bianca, se aireará su nombre hasta los confines del universo.
CARDENAL PR.- (alzando al cielo los ojos en blanco) Fiat voluntas tua.
Cuando Catherine abre, entran uno, dos, tres ,cuatro camareros con sendos carritos
repletos de delicados manjares y botellas de champagne en sus recipientes con
hielo.
Los camareros se van y entra Mefisto, todavía vestido con americana y pajarita.
MEFISTO.- ¿Todo está en orden?
CATHERINE.- ¿Qué se celebra, profesor Sabatini?
MEFISTO.- Digamos que el feliz término de un negocio.
CATHERINE.- Feliz, ¿para quién?
MEFISTO.- Para las dos partes, naturalmente.
CATHERINE.- Entonces, recibirá un tercero. En todo negocio, siempre hay alguien
que pierde.
MEFISTO.- Ésa es una visión muy precapitalista del tema... Pero basta de razones...
¡champagne y alegría! Eso es lo que necesita el mundo.
MEFISTO.- Bernat, ven a brindar con nosotros. ¿Qué esperas ver ahí?
BERNAT.- Una aparición...
MEFISTO.- Lo único que puede aparecer es el nuevo papa, y ya me dirás qué
interés puede tener eso para un joven como tú....Míralo ahí está.
Bernat obedece.
Mefisto se acerca al ventanal y los demás le siguen, todos con la copa en la mano.