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BENEDICIENCIA

La Benedicencia, o bien decir, tiene su origen en lo profundo de nuestros corazones cuando


tenemos por hbito pensar siempre bien de nuestro prjimo y estimarlo sinceramente,
exige una continua y persistente lucha y conquista personal, pues no se da de forma
espontnea, implica mantener una ardua vigilancia sobre nuestros pensamientos,
combatiendo prejuicios y cultivando virtudes como: la bondad, compresin, amabilidad,
cortesa, veracidad, lealtad y justicia.

Para concluir :

Sabias que

La persona que domina su lengua es una persona perfecta, nos dice el apstol
Santiago. Al mismo tiempo, nos advierte que la lengua, aun siendo un miembro
muy pequeo, causa mucho dao, puede ser un fuego que incendie el ambiente o
un veneno mortfero. Y termina diciendo que no podemos con la misma boca
bendecir a Dios y calumniar o maldecir a los hombres. (cf. St 3,1-12).

Quienes critican a los dems generalmente estn atribuyndole a ellos sus propios defectos.
El corazn bondadoso, en el que habita Dios, siempre trata de pensar bien, comprender y
perdonar; tiene presente la maldad en su propio corazn, pues se conoce y trata de vivir la
virtud de la humildad, adems sabe que el nico que tiene la potestad de juzgar es el
mismo Dios.

La Benedicencia, bien decir, exige una conquista personal y continua, pues no se da de


forma espontnea. Tiene su origen en lo profundo de nuestros corazones cuando tenemos
por hbito el pensar siempre bien de nuestro prjimo y estimarlo sinceramente. Implica
mantener una ardua vigilancia sobre nuestros pensamientos, combatiendo los prejuicios y
cultivando virtudes como: la bondad, compresin, afabilidad, cortesa, veracidad, lealtad y
justicia.

En el mundo en el que vivimos existe mucha intriga, calumnia y maledicencia, lo cual se ha


convertido incluso en un pasatiempo, pero quien tiene conciencia de ello, puede tomar dos
caminos, seguir esa tendencia o no conformarse con ello y comprometerse a erradicar el
mal con el bien. Jesucristo nos pide que amemos a los dems, olvidmonos por lo tanto de
ese "hombre viejo" que haca de la crtica la dicha de su boca.
Que cada una de nuestras palabras y pensamientos sobre los dems tengan el signo de
Cristo, manso y humilde. Busquemos slo edificar, cortando con el ms leve indicio de
murmuracin, para que al vernos se pueda decir lo mismo que se deca sobre los primeros
Cristianos: "mirad cmo se aman".

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