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Custodia a los Menores mientras los Padres Trabajan

--tarea primaria de nuestra Educación

Inyecta la Droga “Educación es Salvación”

--tarea primaria de nuestro humanista

Emilio Rivano Fischer

“Contribuir al aseguramiento de la equidad en el acceso y permanencia de


las personas en el sistema educativo, mediante la asignación de recursos,
cautelando la normativa de resguardo de derechos.

Mejorar la calidad de los aprendizajes de los niños, niñas, jóvenes y


adultos fortaleciendo los mecanismos de aseguramiento de calidad
institucional, docente, curricular y técnica de los establecimientos
educacionales, con especial énfasis en la educación pública, tendientes al
logro de la equidad social y de género, y al fortalecimiento de la
participación de la comunidad educativa.” (Objetivos Estratégicos,
Ministerio de Educación de Chile. 2010.)

***

El encargo fundamental que hacemos a lo que llamamos educación es el


de vigilar y cuidar a los menores mientras los padres trabajan: el sistema
educativo debe ser una solución de custodia para los niños en horario
laboral. Toda retórica y política educacional deben examinarse, primero,
bajo esa óptica.
¿De que se trata todo el revuelo post terremoto y la educación? De meter
a los cabros chicos en alguna barraca. Da lo mismo cómo. “Tiene 45 días,
señor Lavín”. Los padres, drogados, no ven los molinos, ven los gigantes
de la Educación.

Como se entiende, esta imposición emana del sistema laboral-económico:


exigencias de las nuevas técnicas, el mercado actual, y políticas y
ambiciones de los dueños de los medios de producción.

La primera escuela es la mujer, en orígenes remotos, mucho más allá de


las tribus bíblicas, albores bastante más peludos… y más allá aún,
fundiéndose con hembras-escuelas de otras especies. Pero una revolución
impresionante en el mamífero bípedo implume ha ocurrido bajo nuestras
propias narices: En la medida en que las mujeres se han integrado a la
fuerza laboral productiva de capital y, por ello, han dejado la casa (su
antiguo lugar de trabajo irremunerado, al cuidado y vigilancia de los hijos),
en esa medida el sistema educativo ha ampliado su cobertura de custodia
de menores en la población. Datos para la Enseñanza Media van de un
14% de cobertura en la población pertinente en 1960, a un 20% en 1965,
hasta llegar a un 80% a fines de los noventa y a un 88% en la actualidad.
La cobertura de la Educación Básica ha alcanzado hoy prácticamente un
100%. Esto lo concibe la retórica educativa como "uno de los grandes
logros del sistema educacional" y lo explica como el producto de "la
valoración que las familias chilenas le asignan hoy a la educación"
(Ministerio de Educación, "Programa de Mejoramiento de la Calidad y
Equidad de la Educación", 1997:1,2). Todo el prisma político vocifera estos
dogmas. Y toda la República reverbera.
Pero no es así. Se trata de una presión exponencial del sistema
económico sobre el mecanismo de custodia de menores, un efecto o
impacto natural, no un "logro" del sistema educativo. Por otro lado, lo que
sí es un logro retórico es "la valoración" del sistema educacional que se
obtiene de los padres y del público en general. Un efecto nada
despreciable de la charlatanería humanista: la población opera bajo la
creencia de que Educación es sinónimo de salvación. De allí, no cuesta
mucho a la retórica alienante disfrazar un hecho natural en logro personal:
dar más educación, es decir, salvación, se configura fácilmente como
actos voluntariosos de entes benévolos, salvadores.

Mientras más necesitados los padres del caso, más exigidos están por el
sistema laboral y más agradecidos estarán de obtener una custodia más
extensa para sus hijos. Hágaseles creer que la custodia no es tal, sino, de
hecho, una salvación para el niño, un regalo de riquezas liberadoras del
yugo social, de promesas y esperanzas de un futuro con “igualdad de
oportunidades”, y ya se ha logrado el milagro de la retórica humanista.
También los ricos interpretan la ampliación de horario de custodia como
algo bueno: es síntoma de que los negocios van bien. Estos últimos son
los beneficiados, mientras que los primeros, los sacrificados. La magia de
la retórica alienante.

Insistamos: La extensión de la jornada escolar (ampliada hace poco de 37


a 40 semanas anuales y de 30 a 38 horas semanales para la básica y 33 a
42 para la media) debe entenderse, primero, en función de imposiciones
económicas actuales: ambos padres cumplen jornadas extensas de trabajo
(es decir, de producción de ganancias para otros) y los niños deben
quedar al cuidado de alguna institución. El Estado es la Gran Nana del
sistema económico.
Esta Gran Nana corre ahora apurada, en medio del desbarajuste y el
desastre del terremoto, en busca de corrales donde guardar a los más de
un millón de chiquillos afectados. Que su función primaria es encerrar a los
niños en alguna parte se hace patente: no interesa dónde ni cómo; la
calidad ambiental y el bienestar de los niños son secundarios. Sólo
interesa meterlos en algún cuarto a “pasar” este año “escolar”. Cientos de
miles de estudiantes han sido “integrados” a la “educación” en forma
improvisada, aleatoria, precaria durante marzo y lo que va de abril. Hoy, 15
de abril, han logrado apretujar, en escuelas huéspedes, barracas llamadas
“colegios modulares”, carpas, cuarteles, comisarías, gimnasios, galpones,
contenedores, buses, a un nuevo lote de 400.000 niños. Lavín habla de un
“avance importante”. Lo de los buses adaptados como “escuelas”, lo
encuentra el ministro una buena idea, que puede expandirse por todo el
territorio: “ponemos cuatros buses en una multi-cancha, usamos los
camarines del lugar como baños y eso es una escuela”, nos dice
entusiasmado. Quedan 150.000 colegiales por recluir, según las cifras
oficiales: “La meta no se puede ampliar, porque un niño que no entra el 26
de abril es un niño que no va a poder salvar el año, porque ya está
llegando 50 días tarde", dice el ministro, "Así que estamos jugados a
cumplir la meta…” (emol 15/04/10) La meta son los 45 días que le impuso
Piñera a Lavín para encapsular a todos los niños en algún lugar después
del terremoto. “Salvar el año” quién sabe qué significa en este contexto.
Promediar azul, por supuesto. ¿Qué sentido tiene ese mecanismo en estas
condiciones? En Talcahuano, Concepción, Dichato, Tirúa, Chanco,
Curanipe, Peyuhue, Constitución, Cauquenes, Talca y cientos de otros
lugares, cientos de miles luchan entre escombros por el agua, la luz, el
alimento, un lugar donde dormir, un trabajo. Este invierno ya está encima.
Piñera podría haberle dado un plazo al Ministerio del Interior para
solucionar la vivienda, el alimento y el trabajo o ingreso para estos cientos
de miles de personas. No hubo tal ni lo habrá. Más bien va un mes y medio
de abandono, improvisaciones y palabrería. Pero los niños, se nos
refregará en la cara a través de todos los medios por mucho tiempo, los
niños de Chile están “educándose” gracias al esfuerzo del Gobierno y de
las autoridades.
Últimamente, Chile reforma su constitución para establecer la
obligatoriedad de la educación media: “La educación básica y la educación
media son obligatorias, debiendo el Estado financiar un sistema gratuito
con tal objeto, destinado a asegurar el acceso a ellas de toda la población”
(Ley Num. 19.876 del 7 de mayo de 2003; Ricardo Lagos, Presidente, y
Sergio Bitar en Educación). Aumento de la condena a 12 años diurnos, en
los consabidos deplorables bloques y patios de hacinamiento
educacionales chilenos --establecimientos para nada “gratuitos”, como
todos sabemos, sino, más bien, excelentes “oportunidades”. ¿Dije
deplorables bloques y patios? Corrales de madera por muchos años para
cientos de miles de niños.

Las tensiones no dejan de manifestarse. En conexión con la riqueza, el


sector beneficiado está siempre en estado de alerta máxima contra a robos
y otros crímenes y amenazas a la propiedad. Por razones obvias, el tema
es un favorito de la prensa, los medios en general, las políticas, las
campañas, los discursos y programas. Las versiones oficialistas dividen a
la sociedad en buenos y malos: los buenos son los que tienen, los malos,
los que les roban a los buenos. El aparato judicial provee cárceles para
encerrar a los malos. También están los que no tienen, pero no roban. Hay
un Reino de riquezas invaluables prometido a estos últimos, después de
muertos --un efecto de otra imposición del sistema económico, esta vez, al
aparato religioso.

En 2002 aquel mismo gobierno (con José Antonio Gómez, en Justicia y


Nicolás Eyzaguirre, en Hacienda) promueve la Ley 20.084, sobre la
responsabilidad penal de los adolescentes (la LRPA). Tras mucho debate,
informes de comisiones y postergaciones por deficiencias de
infraestructura, capacitación y otras (léase condiciones mínimas de
funcionamiento y subsistencia), y bajo el desapruebo de la Comisión de
expertos que evalúa la factibilidad de su implementación, la ley es
aprobada con el apoyo de ambos sectores políticos en mayo de 2007 para
su implementación en junio de ese mismo año. Esa ley autoriza condenas
de hasta 10 años contra menores de entre 16 y 18 años y de hasta 5 años
contra menores de 14 a 16 años (ya no se les llama “menores”, sino
“adolescentes”). Tanto en los tramos de las edades condenadas, como en
el número de años de prisión, las posturas más punitivas de la derecha
finalmente triunfaron. ¿Es necesario recitarle al lector que en las
miserables cárceles y otros lugares y modalidades de encierro y castigo
(maquinaria que procesa con estas y otras medidas a cerca de cien mil
niños, hoy por hoy) no están representados los jóvenes de La Dehesa, ni
los de Las Condes?

El Instituto Libertad y Desarrollo, en su presentación al Senado del 2005


sobre esta materia, a la vez que elogia la iniciativa del Gobierno, explica
así la causa del mal: “El problema de la delincuencia juvenil se explica
básicamente por una legislación anacrónica, que genera incentivos para
que más jóvenes entren al mundo de la delincuencia.” Esta revelación es
sensacional: La causa de la delincuencia no es la miseria, el desprecio, el
abandono y la desigualdad extrema, sino la ley anacrónica. Más adelante,
sobre rangos de edad para la privación de libertad, señala: “En principio, la
rebaja de 16 a 14 resulta una medida en la dirección correcta. Pero cabría
preguntarse si es posible pensar en una edad menor aún, como por
ejemplo, los 12 años de edad.” Sin comentarios, pero, ¿nota el lector
alguna contradicción entre esta postura y el nombre de Libertad que se
adjudica este instituto? Abundan otros ¿SERÍA POSIBLE APRETAR MÁS
LA TUERCA? en esta presentación.

La función de Gran Niñera del Estado se funde con la de Gran Carcelero.


Pero, ¿acaso no rinde frutos la Educación? Concedamos que, sin la
debida certificación, el chileno enfrentará todo tipo de problemas en su
sociedad, peores a los no pocos que ya enfrenta el que la tiene. Mas no es
por el conocimiento o falta de éste que el individuo será afectado, sino por
la certificación, garantía oficial que se obtiene sólo a través de una
permanencia ajustada y responsiva en las distintas etapas de custodia.
Garantía de servidumbre. Pero ¿no se aprende nada en la escuela? El ser
humano es inteligente y aprende cosas en todo contexto, también en la
escuela. En 12 años de custodia, no impresiona que los menores
aprendan. En unos pocos meses de entrenamiento, un chimpancé en
cautiverio aprende a leer instrucciones básicas con símbolos arbitrarios,
comer con tenedor, secarse la boca con servilleta, limpiarse el trasero con
papel higiénico y mucho más. Pero el aprendizaje humano no necesita
ocurrir en la escuela, en salas cerradas, mal equipadas, mal iluminadas,
mal ventiladas y que permiten un mínimo de movimiento a los internos; el
aprendizaje no necesita ocurrir en encierro alguno. El aprendizaje que
ocurre en las escuelas no tiene que ver con éstas, en tanto recintos
educativos, creaciones del sistema educacional chileno. Lo que vale del
aprendizaje en una escuela (en el sentido de crecimiento de habilidades,
producción de conocimientos), ocurre a pesar de las condiciones adversas
para esto en ella. El conocimiento humano crece por doquier, incluso en
las condiciones más precarias: en cárceles, en poblaciones marginales, en
hospitales miserables, en campamentos de refugiados, en la calle, en el
abandono y la miseria... El aprendizaje ocurre por doquier en la vida del
individuo en su sociedad y su medio. El ser humano aprende cosas
constantemente. Construye habilidades y conocimiento todo el tiempo. Así
es la especie.

El sistema educativo no educa. Educan las técnicas, los nuevos ambientes


laborales, industriales, los nuevos productos, los nuevos medios.
Entretanto, los sindicatos humanistas no se dejan estar. La protuberancia
se propaga: los proyectos de investigación se financian, los Ministerios se
llenan de Programas, de Coordinadores, de expertos; proliferan las aulas,
las conferencias, los simposios, los textos, las revistas, las metodologías,
programas profesionales, carreras universitarias, institutos, capacitaciones,
perfeccionamientos, consultorías, en fin, mil instancias y productos de
realización y expansión de esta falacia de la educación como instrumento y
vía para la equidad y la prosperidad. La falacia arroja sus dividendos, pero
no para la sociedad, sino para "el humanista". ¿La función de estos
personajes? Inyectar los dogmas del humanismo en la población, cuya
droga principal es “educación es salvación” --el alimento mismo del
cangrejo.

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