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1. Metáforas del sexo. Las metáforas del sexo encuentran orígenes de figuración en los
más variados tópicos. Nos centraremos en algunos que, por sus orígenes bélicos,
violentos, agresivos, opresores, depredadores, posesores, entre otros, aparecen, en forma
más o menos explícita y en diversas modalidades, en posturas y en discusiones sobre
sexismo y feminismo. Nos encontramos con una gama considerable. Veremos sólo
algunas para pasar luego a las perspectivas de fondo.
“esos jotes del Manuel y el Lucho andan cazando minas en los bares”
“¿y compadre? ¿Cómo estuvo la cacería anoche?”
“la tenía atrapadita, lista para comérmela, pero se me escabulló como un pez de las
manos”
“a mí el hombre tiene que cazarme, si no, no sirve como hombre”
“algunos hombre los tiene, ese instinto del cazador, otros no”
“mira esos buitres en la barra, al acecho de cuanta mina pasa por delante”
“cayó en sus redes”
“me atrapó con su mirada”
“cuidado amigui, mira que el Manuel es un laceador de primera”
“mijita rica”
“esa mina es una ricura”
“me lo comería al Rodrigo, ¿y tú?”
“bomboncito delicioso”
“la vecinita del frente está pa'chuparse los dedos”
“se me hace agua a la boca ese mino”
“el apetito sexual”
“la satisfacción sexual”
“el jardinero le está comiendo la color a don Alfonso”
“era su mejor amigo y le estuvo pellizcando la uva todo el tiempo”
1.6. Cimas, luchas, música. La lista continúa. Otras metáforas dentro de las tendencias
que interesan a estos desarrollos incluyen EL SEXO COMO ALCANZAR UNA CIMA
“con usted, mi amor, siempre alcanzo la cima”, “llegué a la cumbre varias veces esa
noche”, “Carmen, ¿te gustaría subir este cerrito?”), EL SEXO ES TOCAR UN
INSTRUMENTO “él sí sabe sacar las notas de mi cuerpo”, “mi amante toca las cuerdas
precisas de mi feminidad”, “sus gritos de placer son música parea mis oídos”) y EL
SEXO COMO COMPETENCIA DE LUCHA (“en la lucha sexual, las mujeres son más
fuertes”, “mi amor, usted siempre me gana y yo me quedo con las ganas”, “nos
trenzamos campeonato de lucha libre toda la noche sobre la cama de sus padres”).
La perspectiva permite ciertas operaciones a la vez que deja fuera de lugar operaciones
de niveles más específicos. Así, por ejemplo, en el nivel del esquema, se pierde la
especificación estilística y retórica de las metáforas particulares, que son a su vez una
fuente de motivos retóricos, de acción, persuasión, y actitudes. Ya no se despliega, por
ejemplo, la motivación alimenticia, de apetito, de hambre, etc. y su riqueza expresiva y
empleos estilísticos y retóricos en el ámbito del sexo. Ya no articulan las lógicas de la
conquista, del combate, de la caza, el ámbito sexual. Atrás quedan los apareamientos
conceptuales, propiamente. El apareamiento ahora, si cabe hablarse de apareamiento, es
entre el sexo y el esquema de recompensa, es decir, el flujo básico y general que nos
lleva desde un deseo, a través de un esfuerzo, a una recompensa, que es la satisfacción
del deseo. Pero también nos enseña el esquema que cualquier movimiento específico
que responda a este esquema es un candidato a metáfora del sexo. Si la actividad del
caso y el concepto que la contiene (en idea-lenguaje) responden al formato abstracto del
esquema, puede a su vez formatear al sexo. Podemos hablar de un esquema retórico
general y también de un esquema conceptual general. El plano amplio de esta nueva
proyección incorpora estos eventuales movimientos específicos, estas motivaciones y
actividades de la recompensa.
Con el tiempo, por ejemplo, los papeles del esquema general se liberan, y así también
los papeles específicos de la expresividad metafórica. Las mujeres pueden "subir al
cielo", "culminar en el orgasmo", "darle duro a un hombre", "comerse a un hombre",
"hacer sonar a un hombre", "tumbar a un hombre", etc. La imaginería, entonces, no es
sexista, en sí. Es la sociedad que determina quién sufre y quién goza; quién es
recompensa y quién recompensado; quién desea, se esfuerza y se satisface y quién no se
computa deseando, esforzándose y satisfaciéndose. La imaginería juega con esta
determinación social, no la causa. El esquema funcional permanece, pero los papeles
sociales se han liberado. La expresividad permanece, pero los roles de los casilleros
semánticos pueden ser ocupados libremente por ambos sexos.
Nótese que la mujer como recompensa en el sistema industrial sólo puede concebirse
como víctima del sistema, no del hombre. El hombre es víctima del sistema, en el
mismo sentido de cumplir funciones específicas. Y vemos que en la era moderna, la
expresividad no cambia necesariamente, sólo porque cambien las funciones de los
sexos: el esquema de recompensa, el mecanismo, sigue en pie, también sus funciones
básicas, pero su uso ha cambiado algo. De modo que no es necesario que la
expresividad cambie en forma radical. Y, de hecho, como vemos, no cambia en forma
radical.
Así, lo que se entiende por concepto o cognición ha quedado sujeto a dos planos
distintos: Uno, el de fondo, que es el plano social, desde donde se determinan las
funciones que deben cumplirse. El otro, el conceptual o cognitivo, que es el que
armoniza en idea y expresividad con las funciones que se cumplen, y está determinado
por estas funciones.
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(*)
Amplifico y elaboro en esta discusión algunos puntos desarrollados en “Metáfora,
Lenguaje, Pensamiento” en Primer Seminario Nacional sobre Desarrollo del
Pensamiento y Educación. Publicaciones de la Universidad Central DE Chile. 2003.