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ALUMNA:
ESPECIALIDAD:
Enfermería Técnica
ASIGNATURA:
Estudio De La Comunidad
TEMA:
DOCENTE:
CICLO:
FECHA DE PRESENTACIÓN:
06/02/10
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN 03
1. ORGANIZACIÓN 04
1.1 COMUNIDAD 04
1.2 MUESTRA 04
2. SENCIBILIZACIÓN 05
3. PLANIFICACIÓN 06
3.1 ACTIVIDADES 06
3.2 ESTRATÉGIAS 07
4. EJECUCIÓN 07
CONCLUSIONES 09
BIBLIOGRAFÍA 10
LINCOGRAFÍA 11
ANEXOS 12
INTRODUCCIÓN
Este programa de salud tiene como objetivos principal el educar a los jóvenes para
que puedan saber lo que implicar el enamoramiento pues no es un juego ya que
es como base principal para la formación de una buena sociedad y para que esta
no pierda su cultura ni sus bases morales en la que esta se a instituido.
1. ORGANIZACIÓN
1.1 COMUNIDAD
Parroquia
Club de madres
Teniente gobernador
Vaso de leche
Comedor popular
1.2 MUESTRA
Parroquia
Club de madres
Psicólogo
Enfermera
Teniente gobernador
2. SENCIBILIZACIÓN
Con la ayuda del teniente gobernador que nos facilito el lugar de reunión, se
pudo evitar problemas en cuanto el lugar de reunión.
3. PLANIFICACIÓN
3.1 ACTIVIDADES
DÍA VIERNES 26
3.2 ESTRATÉGIAS
4 EJECUCIÓN
El primer día se desarrollo bien aunque falto el tiempo pero adecuamos con el
tiempo disponible que teníamos y conseguimos una buena interrelación.
El segundo día fue mejor gracias al club de madres esta vez hubo más
puntualidad de parte de los adolescentes en cierta parte fue un poco más de
presión por parte de las mismas.
El tercer día fue mucho mejor gracias a que los varones ya tenían con quien
resolver sus dudas e inquietudes y sobre todo que ya tiene algunas dudas
aclaradas.
Durante el programa vimos que los jóvenes fueron asimilando la idea de que el
enamoramiento era el primer paso para un matrimonio, y llegaron a la conclusión
de que no era un simple juego, y tomaron conciencia de ello.
CONCLUSIONES
Los jóvenes tienen más confianza cada vez que se les habla de un
testimonio de vida.
El psicólogo ayuda a ver las cosas más claras a los jóvenes, pues ellos
tienden a contarles sus problemas, dudas y emociones; sabiendo que les
pueden brindar ayuda.
Las enfermeras ayudan a las jóvenes ya que se siente muy a gusto con
ellas y pueden expresarse más libremente y comentarles sobre sus
problemas gracias a las charlas que estas les proporcionan.
BIBLIOGRAFÍA
Auría Sanz, Cristina; Calabaza Martínez, Bonifacio; Río Riogrueso, Antonio Del...
[et al], Educación para la salud en enseñanza secundaria. Segundo Ciclo La Salud
Mental en la adolescencia,, Zaragoza,, 1;1994
LINCOGRAFÍA
http://www.lafamilia.info/index.php?
destino=/formacionfamiliar/matrimoniocatolico.php?
http://www.publiboda.com/fines_del_matrimonio/index.html
http://www.youtube.com/watch?v=mLYfN2lufvE
http://www.generacion21.com/img/noticias/img_75442zanessa.jpg
https://rvrhnq.blu.livefilestore.com/y1mY_8K_wUXhCT-
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ANEXOS
Al contemplar a la mujer que Dios le había dado por compañera, Adán comprende
que han sido llamados a formar una unidad, exclusiva y duradera: "Dejar el hombre a
su padre y a su madre, y se adherir a su mujer, y vendrán a ser los dos una sola
carne" (Gen. 2, 24). Esta inseparable comunidad de vida a la que Dios les destina, se
basa en la entrega personal del uno al otro, y encuentra su consumación sensible en
la unión de los cuerpos.
Desde el inicio de los tiempos, cuando Dios creó a la primera pareja, les dio un
ordenamiento que hizo de su unión una institución natural dotada de vínculo
permanente y exclusivo, de modo que ya no son dos sino una sola carne, sin que
nadie en la tierra pueda separar lo que el mismo Dios ha unido (cfr. Mt. 19, 6).
Para los bautizados el matrimonio es, al mismo tiempo, un gran sacramento que
significa la unión de Cristo con la Iglesia (cfr. Ef. 5, 32), ya que la ley que lo modela es
el amor de Cristo a su Iglesia, que le hizo entregarse para santificarla y tenerla para Sí
gloriosa, sin mancha ni arruga, santa e inmaculada (cfr. Ef. 5, 25-27).
El matrimonio católico
Al principio mismo de la humanidad, cuando dio a Eva como compañera de Adán, estableció
Dios la institución matrimonial. Al ser Dios quien estableció la institución matrimonial, es Él
mismo quien fijó sus leyes.
Aseguraba de esa manera en primer lugar la propagación de la especie humana, tal como
enseña la Biblia: Dios los bendijo diciéndoles: Sean fecundos y multiplíquense, y llenen la
tierra (Génesis 1,28).
Pero Dios, al instituir el Matrimonio, no tuvo como fin exclusivo poblar la tierra. No es bueno
que el hombre esté solo, dijo Dios cuando Adán dormía en el Paraíso. Le haré una compañera
semejante a él (Génesis 2,18).
Al crear dos sexos distintos, Dios quiso además que el varón y la mujer se complementaran el
uno al otro, que se apoyaran el uno en el otro, que se amaran y contribuyeran a su mutuo
crecimiento espiritual.
En esa unión de por vida de un hombre y una mujer, el Dios de toda bondad determinó que
tanto sus mentes como sus corazones y sus cuerpos se fundieran en una unidad nueva y
más rica, unidad que habría de ser para ellos camino de salvación.
Hasta los tiempos de Cristo, el matrimonio, aunque de institución divina, era sólo un contrato
civil entre un hombre y una mujer. Pero Jesús tomó este contrato civil entre un hombre y una
mujer y lo hizo canal de su gracia, es decir, lo transformó en sacramento para los cristianos
(*)
El motivo por el que Jesús elevó a sacramento la institución natural del matrimonio no es
difícil de entender. Desde el comienzo de la humanidad, el matrimonio era algo muy especial.
Era el instrumento divino para engendrar, criar y educar cada generación de seres humanos.
Resultaba de tal importancia para el bien social y el bien universal que de algún modo era
obligado, podríamos decir, que fuera enaltecido a la categoría de sacramento.
Jesús sabía también lo difícil que resulta para dos personas vivir juntas día tras día, año tras
año, con los inevitables errores y defectos de su personalidad chocando entre sí. Lo difícil de
ayudarse mutuamente a crecer en bondad y perfección a pesar de estas faltas; lo difícil de
vencer el propio egoísmo para poner siempre antes y en todo al otro cónyuge. No, no es
sendero sin obstáculos. Y para ‘reforzar’ la idea divina de que el matrimonio es un camino
para llegar al Cielo, Él lo elevó al rango de lo sagrado.
Había además otra razón para esa necesidad adicional de gracia: Jesús dependería de los
padres para el continuo crecimiento de su Cuerpo Místico que es la Iglesia, de esa unión en
la gracia por la que todos los bautizados somos uno en Cristo. En lo sucesivo no sería
suficiente que los padres católicos engendraran, criaran, educaran y ejercitaran a la prole
para la vida natural: Jesús les confiaba esta tarea también para la vida sobrenatural; había
de contar con ellos para llenar el Cielo.
.....................
La sociedad actual tiende a menospreciarse el valor del Matrimonio cristiano. Pero la Iglesia,
guardiana del deseo de su Señor, viene a recordarnos la verdad que nos hace libres. Los
esposos cristianos están llamados a encontrar en su matrimonio y su familia el camino del
Cielo, y el sacramento les da para ello un aumento de la gracia santificante.
Cuando los novios salen del templo, sus almas se encuentran más fuertes y más bellas
espiritualmente que cuando, unos minutos antes, entraron a él. Es, por tanto, muy
conveniente que los contrayentes reciban este sacramento libres de pecado mortal.
Por ello, se recomienda vivamente que antes de su boda se acerquen a recibir el sacramento
de la reconciliación o penitencia. Sin embargo, aunque uno o ambos se casen sin esa
limpieza del alma, el sacramento del matrimonio no dejaría de producirse, con tal que se
cumplan las demás condiciones.
Junto al aumento de la gracia que abre el Cielo (dijimos que se llama gracia santificante), el
Matrimonio da su propia gracia específica, llamada gracia sacramental.
Ésta consiste en el derecho a recibir de Dios todas las ayudas necesarias para que los
esposos puedan amarse en Cristo sin infidelidad y para siempre, así como el derecho a
recibir todos los auxilios materiales y espirituales exigidos para la fundación de su hogar.
Esta gracia sacramental acompaña a los esposos durante todos los días de su existencia
en la tierra, hasta la muerte. Cuando el mal rato del esposo (o de la esposa), decaído ante
el cúmulo de dificultades cotidianas, le lleva a sentirse víctima y a pensar que casarse fue
un error, ése es el momento de recordar que él (o ella) tiene la garantía de recibir todas las
gracias necesarias en esa situación, la garantía de recibir toda ayuda divina que pueda
requerir para fortalecer su flaqueza y superar la dificultad.
El sacramento del Matrimonio proporciona a los esposos y a los padres todas las gracias
de Nazaret, modelo de los hogares cristianos. Es, podríamos decir a modo de resumen, el
sacramento de la vida familiar en Cristo.
...........
(*) La gracia santificante que se recibe en el Bautismo es aquel don que nos hace participar
de la misma vida de Dios. Si al momento de morir tenemos este don, alcanzamos la vida
eterna. La gracia santificante se pierde por el pecado mortal y puede recuperarse con el
arrepentimiento y la confesión.
La gracia especial del Matrimonio otorga así la generosidad y la responsabilidad para engendrar
y educar a los hijos; la prudencia y la discreción en los innumerables problemas que la vida
familiar lleva consigo; capacita a los esposos para acomodarse el uno a los defectos del otro y
sobrellevarlos. Todo esto es lo que la gracia del Matrimonio puede hacer por aquellos que, con
su cooperación, dan a Dios la oportunidad para mostrar su grandeza.
El sacramento del Matrimonio proporciona a los esposos y a los padres todas las gracias de
Nazaret, modelo de los hogares cristianos. Es, podríamos decir a modo de resumen, el
sacramento de la vida familiar en Cristo.
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(*) La gracia santificante que se recibe en el Bautismo es aquel don que nos hace participar de
la misma vida de Dios. Si al momento de morir tenemos este don, alcanzamos la vida eterna. La
gracia santificante se pierde por el pecado mortal y puede recuperarse con el arrepentimiento y
la confesión.
Un bautizado no puede casarse sino a través del sacramento. En otras palabras, para que un
bautizado resulte casado, ha de hacerlo recibiendo en la Iglesia el sacramento del matrimonio.
El matrimonio civil que recibe un bautizado no lo casa en realidad, aunque debe recibirlo para
asegurar los efectos legales del mismo.
Una persona bautizada que contrajo tan sólo matrimonio civil no está casada a los ojos de Dios.
.............
(*) Un texto del apóstol san Pablo enseña que la unión matrimonial sólo se da, para los
bautizados, en la recepción del sacramento. Dice así: “Las casadas estén sujetas a sus
maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la
Iglesia... Ustedes, maridos, amen a sus esposas, como Cristo amó a la Iglesia... Por esto
dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán dos en una carne;
sacramento grande éste, pero entendido en Cristo y en la Iglesia” (Efesios 5, 22-32).
Desde el principio estableció Dios la unidad de la institución matrimonial, cuando dijo: ...dejará
el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y vendrán los dos a ser una sola
carne. ( 2) El hecho de formar una sola carne hace de este vínculo una realidad exclusiva: de
uno, con una.
En efecto, Dios prescribió la unidad matrimonial desde que instituyó el matrimonio, para
asegurar mejor la paz de la familia y la educación y bienestar de los hijos.
Sí permite Dios, en cambio, contraer sucesivamente un nuevo matrimonio, una vez disuelto el
vínculo anterior por la muerte de uno de los cónyuges.
Significa que la unión es permanente, es decir, que ha de continuar así mientras vivan los
cónyuges. El divorcio civil no disuelve el vínculo conyugal, aunque así (falsamente) lo
establezca la ley civil. Una vez que un hombre y una mujer se han unido en matrimonio
consumado no hay poder en la tierra que pueda disolver ese vínculo. Lo que Dios ha unido, no
lo separe el hombre, (3) dijo Jesús, con su autoridad de Supremo Legislador.
El vínculo matrimonial es, pues, por institución divina, perpetuo e indisoluble, de modo
que una vez contraído no puede romperse sino con la muerte de uno de los cónyuges.
El que los esposos tengan clara conciencia de la indisolubilidad de su unión, les ayudará a
poner todo su empeño en evitar las causas o motivos de desunión, fomentando el amor y la
tolerancia mutua.
Quienes se casan han de tener la intención de procrear. Si después eso no se da (por ejemplo,
porque uno de los dos es estéril), el matrimonio es válido. Pero no lo sería, por ejemplo, si
establecieran el vínculo matrimonial con la intención de no procrear, evitando absolutamente la
descendencia.
............
A veces se comparan los cambios del amor entre el noviazgo y el matrimonio a aquello que
realizó Jesús un día que fue invitado a una boda, en la ciudad de Caná. Lo que hizo Jesús en
las bodas de Caná fue convertir el agua en vino. Otro tanto ocurre cada vez que se celebra
un matrimonio en presencia de Jesús: el amor humano se convierte en amor sobrenatural.
Conviene que los novios sepan dos cosas respecto a su futuro amor matrimonial, las dos
muy importantes. La primera, que el sacramento del matrimonio no crea el amor,
simplemente transforma el que ya existía. Jesús en Caná no creó vino, sino que se limitó a
convertir en vino el agua que había dentro de las tinajas.
Al fin y al cabo, todo pecado es una forma de egoísmo y el egoísmo es un impedimento para
el amor mutuo. Por el contrario, cuanto más cerca de Cristo están quienes se aman, más
próximos se hallan el uno del otro, de la misma manera que dos radios se aproximan entre sí
a medida que se acercan al centro de la circunferencia.
Tras la recepción del sacramento, permanecerán inalterables todos los atractivos, gracias y
alicientes que hacen deseable el amor humano. Exactamente lo mismo que sucede con el
pan y el vino en la Misa. Cuando se consagran en pan y el vino, sigue sabiendo a vino y a
pan. Así sucede con nuevo amor (amor sobrenatural) que comienza en el sacramento:
conserva íntegro todo el sabor del amor carnal, pero ha quedado sublimado. Podrás decirle a
Jesús, luego de experimentar su presencia en tu nuevo hogar, que ‘ha reservado el mejor
vino para el final’, es decir, que el amor humano compartido con Jesús es
incomparablemente mejor que el solo amor humano.