Estaba una vez Tío Conejo caminando por la selva buscando comida
entre la maleza, cuando de repente se le aparece una figura
espantosa. Tío conejo da un salto y se queda en el piso aterrorizado
ante una presencia fantasmagóricamente feroz. Al cabo de un rato
Tío Conejo transforma su cara de horror en una sonrisa. Es que se da
cuenta que la feroz figura no es otra cosa sino una antigua máscara
dejada allí quizás por algunos indígenas del pasado.
Tío Conejo coge la máscara que estaba guindada en un viejo árbol y
se le queda mirando por un rato. Esta máscara le da una idea genial a
Tío Conejo que hace resonar toda la selva con una carcajada
perversa.
– Bueno, mis estimados amigos, los reuní aquí para explicarles una
idea que se me ocurrió para que ese maluco de Tío Tigre nos deje en
paz
– ¿Y no vamos a invitar a Tío Rabipelado?
– Ni loco, Tío Chicho. Usted no sabe cómo es de peligroso ése Tío
Rabipelado, uno nunca sabe de qué lado está. Además Aquí estamos
los que tenemos que estar… Quizás debieran estar Tía Cotorra y Tía
Guacamaya, pero mejor no. Con ellas se nos pueden ir de las manos
una cosa tan delicada. Ellas nos van a ayudar pero sin que lo sepan
¡Escuchen!
Al día siguiente Tío Tigre andaba por la selva, –Ojalá me consiga a Tío
Conejo, todavía tengo pesadillas con la última broma que me echó.
Me las va a pagar una por una…
En ese momento pasaba Tío Venado por allí, saluda cortésmente a Tío
Tigre y se para de repente, –Uff qué mal olor hay aquí, huele como a
azufre…
Tío Tigre en forma automática se pone a olfatear en el aire. –Pero yo
no huelo nada...Qué raro porque yo tengo muy buen olfato…
– ¡Mire Tío Venado! ¿No será que usted tiene esa nariz mala? Porque
yo no siento ningún olor raro.
–No Tío Tigre, le digo que aquí hay un olor a azufre…Uff y es
espantoso e insoportable, me voy de aquí.
Tío Tigre se queda mirando cómo sale corriendo Tío Venado y
extrañado se rasca la cabeza. –…Pero es que yo no huelo a nada…
Tío Tigre sigue su camino y más adelante se encuentra con Tío
Mapurite.
–Hola Tío Mapurite ¿Qué más?
Tío Mapurite al ver a Tío Tigre lo saluda sorprendido.
–Buenos días Don Tío Tigre…. Uff, pero qué olor tan insoportable…
después hablan de uno…
Diciendo esto Tío Mapurite sale corriendo tapándose la nariz y Tío
Tigre comienza otra vez a olfatear el aire… – ¡Esto sí que está raro, yo
no huelo a nada!
Más tarde Tío Tigre se consigue a Tío Chicho junto a Tío Morrocoy y
antes de comenzar a hablar éstos salen corriendo diciendo: – ¡Qué
tufo a azufre! ¡Necesito aire para respirar!
Tío Tigre más intrigado que nunca vuelve a olfatear el aire por todas
partes.
– ¡Caramba, ahora esto sí que me preocupa! ¿Será que se me echó a
perder el olfato? Ya van varios animales que huelen un tufo… ¿Seré
yo?
Tío Tigre comienza a olerse a sí mismo y tampoco siente nada
anormal, por lo que hace un gesto con las manos como queriendo
decir ¿Qué será?
Tío Tigre se queda solo en medio del sendero con una gran
preocupación y oliéndose debajo de los brazos, buscando algún olor.
Después de un tiempo Tío Tigre se asoma por la cueva, que está toda
oscura, salvo por la espectral luz de una vela.
–Buenas… ¿Se puede? Tío Tigre, temeroso entra en la cueva y de
repente es asustado por unos murciélagos que salen volando. En eso
oye una voz de ultratumba. – ¿Quién anda aquí?
–Disculpe, soy Tío Tigre que vengo para una consulta…
–Pase, pero no se acerque mucho que a mí no gustan los tigres.
Tío Tigre pasa al interior de la cueva y asustado ve una serie de
adornos e ídolos extraños que producen unas sombras terroríficas
producidas por la luz de la vela. Cuando mira más al fondo ve sentado
como en una especie de altar a una figura con una cabeza espantosa,
pero cubierto de una manta.
–¡Dígame qué quiere! Retumba en la cueva la voz del brujo.
–Vengo porque tengo un problema…
–Quédese allí donde está y no se acerque más. ¿Cuál es su problema?
–Es que estoy embrujado y necesito que me quiten la brujería de
encima…
–Lo primero que hay que hacer es averiguar qué tipo de hechizo
tiene. Pero para saberlo me tiene que traer primero una bolsa de las
grandes llena de zanahorias y lechugas.
(Hay un breve silencio)
– ¡Ve pues! Dijo más alto el brujo.
Tío Tigre sin decir nada salió corriendo para hacer la diligencia.
Después de un tiempo está Tío Tigre otra vez en la cueva con la bolsa
de zanahorias y lechugas. –Aquí tiene Tío Brujo.
–Muy bien…déjela en ese rincón. Ahora tiene que traerme otra bolsa,
pero esta vez con frutas variadas.
– ¿Hace falta todo eso para saber qué tengo Tío Brujo?
Tío Brujo, sin pronunciar palabra asiente con la cabeza y Tío Tigre
sale disparado para hacerle la nueva diligencia.
Al rato regresa Tío Tigre con la bolsa. –Aquí tiene… ¿Y ahora?
–Bueno, ahora sí podemos empezar. Ahora se va para la bodega y se
compra todo lo que le voy a dictar…
Tío Tigre comienza a anotar en una libretita lo que le va diciendo el
brujo. –…tres dientes de ajo, dos bolsas de sal; un frasco de aceite de
ricino, dos litros de leche, un frasco de purgante, una docena de
huevos; un tubo de pasta de hígado y dos tubos de pasta dental.
También se va a traer un tarro de miel y un kilo de azúcar.
–Ajá Tío Brujo, ya lo tengo todo… ¿más nada?
–No se le vaya a olvidar traer un tobo, una cuchara…y una jarra de las
grandes.
Tío Tigre va a la tienda de Tío Búho y diligentemente le da la lista
para hace la compra que le había mandado el brujo.
Tío Búho lee la lista y le dice, –Bien, bien ya le traigo todo el pedido,
pero dígame Tío Tigre, me parece raro que usted esté comprándome
todo esto ¿Y eso?
– ¡Usted póngame lo que le pido y cállese!
Tío Tigre llega nuevamente a la cueva cargando una caja con todas
las cosas que le había mandado a traer el brujo. –Ya llegué Tío Brujo
¿Ahora qué debo hacer?
–Ahora lo que va a hacer es mezclar todo lo que le dije dentro del
tobo, mézclelo bien para que no le queden grumos.
Tío Tigre cuando ya tenía la mezcla lista dentro del tobo, dice: –
¡Listo!
–Ahora Tío Tigre, se lo toma completito de un solo golpe sin respirar.
Tío Tigre con cara de asco mira el recipiente, que tiene un aspecto
nauseabundo y con cara de asco agarra el tobo y se lo traga. –Glup,
glup, glup, glup… Cuando se lo termina se le pone la cara rara y
adquiere una tonalidad verdosa.
La barriga de Tío Tigre comienza a rugir y Tío Tigre con cara de
enfermo dice: – ¡Ya vuelvo Tío Brujo!
–Hmmmm.
– ¿Qué me dicen las cartas, Tío Brujo?
–Shhht. Quédese quieto que pierdo el contacto.
El brujo sigue colocando cartas sobre un mantelito, muy despacio.
–Ah, aquí veo algo Tío Tigre.
– ¿Es malo?
–No, lo que aquí veo es cómo romperle ese hechizo tan grave que
tiene encima.
–O sea, ¿que sí puedo curarme?
–Sí Tío Tigre, pero para curarse tiene que hacer lo que dicen las
cartas.
– ¿Y qué dicen?
–Dicen que usted tiene que pasarse todo un día caminando como un
perrito detrás de una persona…
– ¿Pero qué manera más rara de quitarse una brujería es esa?
–Sí, es lo último, lo más moderno de la brujería.
– ¡Mire! Aquí dice ya estoy viendo quién es la persona indicada para
que usted pueda curarse.
– ¿Quién?
–Dice que tiene que caminar como un perrito detrás de un animalito
chiquito, con largas orejas y a quien usted le tiene mucha rabia.
–…Chiquito…orejas largas…mucha rabia… ¡¿Tío Conejo?!!
–… ¿Pero, y si me niego a hacerlo que dicen las cartas?
–Ah, eso sería muy grave, porque el hechizo que usted tiene encima
se va a ir agravando cada vez más con el tiempo. Quiero decirle que
esto no lo digo yo, lo dicen las cartas. Allá usted si quiere curarse o
no, mire que yo no le estoy cobrando por esto…
Tío Tigre sale cabizbajo de la cueva arrastrando los pies. –No sé qué
es peor…
FIN.