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EL PROCESO DE TÍO CONEJO

Escrito por Heinz Roth el 06 de diciembre de 2006.


Sujeto a revisión.

Tío Tigre estaba en su casa furioso, dando vueltas y bufando de la


rabia: – ¿Cómo hago? ¡¿Cómo hago para que ese Tío Conejo me las
pague todas juntas?!
–No solo me deja en ridículo delante de todo el mundo, sino que
encima soy el hazmerreír de la gente… ¡Cómo quisiera agarrarlo y
Grrrrr!
–…Tengo que reconocer que el Tío Conejo es muy avispado, es muy
vivo el condenado. Siempre anda inventando cosas, engañando…
engañando… ¿engañando?... ¡Claro! ¡Ya está!.....¡¡¡¡Engañando!!!!
Tío Tigre soltó una carcajada siniestra que pudo oírse desde la laguna
de Tío Caimán.
–Ya se volvió loco el pobre Tío Tigre…Dijo Tío Caimán echado en el
suelo con la bocota abierta.

Esa noche, Tío Tigre salió de su casa en silencio, cuidándose que


nadie lo viera. Iba escondiéndose tras los árboles y vigilando la zona.
En una mano llevaba dos palos con unas maderas pegadas en los
extremos y en la otra, una bolsa. Cuando llegó a la laguna, se puso a
dejar huellas de conejo con los palos que llevaba en la mano.
Después sacó de la bolsa un frasco, echó el líquido a las maderas de
una pared, encendió un fósforo y se fue riéndose mientras se
quemaba la casa de Tío Caimán.

Al día siguiente, Tía Cotorra le comentaba a Tío Chicho: –Sí, anoche le


quemaron la casa al pobre Tío Caimán…se salvó de casualidad,
porque se despertó a tiempo por el humo.
–Eso sí que es grave, Tía Cotorra ¿Sería un accidente?
–Parece que no. Dicen que en los alrededores encontraron un frasco
vacío de kerosén y unos fósforos, junto a unas huellas de ¡conejo!

Esa noche, volvió a salir Tío Tigre con la misma bolsa y los palos con
las huellas falsas. Recorrió sigiloso el sendero y llegó al árbol donde
vivían Tía Cotorra y Tía Guacamaya.
Encendió un fósforo y bajo la luz espectral de la llama en medio de la
noche, sonrió diabólicamente.

Al día siguiente, Tío Rabipelado llega a la casa de Tío Tigre, entra y


coloca sobre la mesa unas bolsas.
– ¡Don Tío Tigre! ¡Ya llegué!
–Qué raro, Tío Tigre todavía no se ha levantado… ¡Don Tío Tigre! ¡Que
ya llegué!
Tío Tigre sale de un cuarto todo somnoliento, rascándose la barriga y
bostezando.
–Sí, no grites que ya me enteré…dime, ¿trajiste el mercado?
–Sí, ahí está sobre la mesa.
– ¿Y el kerosén?
–Sí, está en la bolsa, le traje dos fascos… por cierto… ¿sabe lo que
pasó anoche?
En medio de un bostezo, Tío Tigre responde: –Ah sí… ¡No!... No sé…
cuénteme…
–Me dijo Tío Búho que anoche volvió a aparecer el incendiario y le
quemó la casa a Tía Guacamaya y a Tía Cotorra….
–Ahh… ¿y ya saben quién fue?
–Tía Cotorra y Tía Guacamaya dicen que fue Tío Conejo, pero yo no
creo que Tío Conejo haga una maldad como esa. Él podrá ser muy
vivo y reconozco que tiene mucha malicia, pero sé que nunca haría
algo así…
Tío Tigre se le queda mirando en forma fingidamente indiferente a Tío
Rabipelado y medio sonreído, le dice: – ¿A no?

Esa misma noche Tío Tigre volvió a salir con la bolsa y las falsas
pisadas y se fue directo a la casa de Tío Rabipelado. Asegurándose
que nadie lo estaba espiando agarró los palos y se puso a dejar las
falsas pisadas de conejo por todas partes. Después roció todo el
kerosén y salió corriendo dejando atrás todo un infierno que se
levantaba más arriba de la copa de los árboles.

Por la mañana Tío Rabipelado todavía echaba humo del incendio,


tenía la cola medio chamuscada y furioso le contaba lo sucedido a Tía
Guacamaya, Tía Cotorra y Tío Caimán en la bodega de Tío Búho: – ¡…
de casualidad que lo estoy contando! Es que el fuego lo tenía en la
entrada de mi puerta… y me escapé de milagro cuando se cayó mi
casa y logré salirme por un huequito.
– ¡Qué desgracia Tío Rabipelado! Dijo Tío Búho.
– ¡Ese pirómano de Tío Conejo lo tiene que pagar muy caro! Intervino
Tía Cotorra.
– ¡Sí! –Respondió Tío Caimán– Desde hace dos días estoy buscando a
ese desgraciado, pero debe estar muy bien escondido…
–Yo nunca pensé que Tío Conejo llegara tan lejos…pero ahí estaban
sus huellas, por todas partes… Dijo Tío Rabipelado con tristeza.
–…Por cierto, Tío Búho… aquí tiene la lista de compras de Tío Tigre y
dice que también le ponga más kerosén…
– ¡¿Me trajiste el kerosén?! Gritó Tío Tigre cuando oyó entrar a Tío
Rabipleado en la casa.
–No Don Tío Tigre, que ya no queda más en la bodega… ¿Sabe que
estoy vivo de milagro? Le dijo Tío Rabipelado mientras ponía dos
bolsas de mercado sobre la mesa.
– ¿Ah sí? ¿Y no es que usted no creía que Tío Conejo hiciera algo así?
–Ah ¿Ya usted estaba enterado?
–…No… no…qué va…cuénteme que yo no sé nada…
–Eh…Bueno, le cuento que….bla, bla, bla
Tío Rabipelado se puso a contarle lo sucedido a Tío Tigre, mientras
éste con cara de fastidio lo escuchaba mientras revisaba las bolsas
que había traído Tío Rabipelado esa mañana.
–…Sí Don Tío Tigre, pero Tío Chicho y Tío Morrocoy dicen que lo de las
huellas no son suficientes para echarle la culpa a Tío Conejo…
Tío Tigre se voltea con furia: – ¡¿Qué no es suficiente?! ¿Y qué más
quieren?
–Bueno, no sé. Pero ellos no están muy convencidos que Tío Conejo
sea un incendiario…
–Lo que pasa Tío Rabipelado, ¡es que usted es un cándido!
Tío Rabipelado baja la mirada con tristeza y repite la frase de Tío
Tigre: –…soy un cándido…

Tío Tigre esa noche volvió a salir y se perdió en la maleza con el


mismo sigilo de las noches anteriores. Estando en frente de la casa de
otras de sus víctimas sacó el último frasco de keroseno que le
quedaba y le dio un beso: – ¡Muá! Bueno amiguito, eres el último que
me queda, así que hoy voy a distribuirte muy bien.

Desde el aire se podían observar las llamas en varios lugares de la


selva. Esa noche fue la peor de todas porque el fuego parecía arrasar
toda la selva. El humo del incendio crecía y se mezclaba con las
nubes que iban tapando con una figura sobrenatural de Tío Tigre
aquella pobre luna llena. Cuando la figura espectral se transfiguró en
una masa negra, salió en medio de ella un rayo que iluminó esa roja
oscuridad, se oyó un trueno y comenzó una lluvia salvadora…

Aquella mañana triste todo amaneció quemado y los animales


estaban reunidos en un claro.
– ¡Miren cómo quedó todo! Dijo Tío Búho.
– ¡Pero nos salvó la lluvia! Dijo Tío Caimán.
– ¡Yo casi me quemo! Dijo Tío Tragavenado.
–Si no hubiese sido porque me desperté a tiempo… no estaría aquí.
Dijo Tío Chicho.
– ¡¿Y a mí?! ¡¡Se me quemaron las pestañas!! Dijo Tío Venado.
Los animales comentaban y se lamentaban de cómo había llegado
tan lejos Tío Conejo.
–Si no hubiese sido por la lluvia, hoy todo esto sería un desierto…
En ese momento se aparece Tío Tigre y maliciosamente les dice a los
animales: – ¿Ven cómo yo tenía razón? ¡Tío Conejo es un ser malévolo
y traicionero!
– ¡Sí, hay qué buscar a ése Tío Conejo! Grita Tía Cotorra.
– ¡Sí, Tío Conejo tiene que ser castigado! Grita también Tío Chicho.
– ¡Esto es imperdonable! Dice Tío Morrocoy.
Tío Tigre señalando con el dedo hacia la casa de Tío Conejo, exclama:
– ¡A buscarlo! ¡Hay que atrapar a ése Tío Conejo!
De repente se produce un silencio en la turba, cuando todos voltean
al grito de Tío Garceta.
–¡¡¡Ahí está el incendiario!!!

Tío conejo estaba parado en frente de todos, a la salida del sendero


con una maletica en las manos y con expresión de incredulidad por lo
que estaba oyendo.
–¡¡¡Agárrenlo!!!
Todos se le fueron encima y amarraron a Tío Conejo con una cuerda.
– ¡Hay que hacerle un juicio! Dijo Tío Chicho mirando a Tío Conejo con
desprecio.
– ¿Pero se puede saber qué es lo que pasa? ¿Por qué me hacen esto?
Preguntó Tío Conejo.
Tío Tigre se abre paso entre la multitud y señalando a Tío Conejo, les
dice a todos:
– ¡¿Ven qué descarado es este tipo?! ¡¡Qué desfachatez!! ¡¡¡Cómo se
burla de nosotros!!!

Tío Conejo fue encerrado en una jaula de madera dentro de la cueva.


Cuando todos se fueron dejándolo solo, con gran pena en sus ojos;
comentó para sí mismo: –…No entiendo nada de esto, apenas me voy
por unos días a visitar a mi primo al otro lado de la selva y cuando
regreso… me culpan de algo que no he hecho….ni siquiera sé de qué
me culpan…

Afuera, en la entrada de la cueva estaban todos los animales


discutiendo cómo habría de hacerse el juicio.
–Yo creo –Dijo Tío Búho– que debemos constituir un tribunal.
–Con un juez y un fiscal. Comentó Tío Chicho.
–Pero Tío Conejo debe tener un defensor… Añadió Tío Morrocoy.
– ¡Yo no! Dijo Tío Rabipelado.
–Yo tampoco. Dijo Tía Guacamaya.
Los animales esquivaban la responsabilidad. Hasta Tío Chicho volteó
la mirada haciéndose el loco cuando Tío Morrocoy buscó en él alguna
respuesta.
– ¡Entonces yo haré de su defensor! Dijo finalmente Tío Morrocoy.
Tío Tigre intervino, rompiendo la tensión: – ¡Bien, bien, muy bien!
Todo perfecto… pero falta lo más importante. ¡El Juez!... ¡Yo seré el
Juez! ¿Alguien en contra?
Concluyó Tío Tigre con una mirada amenazadora a los demás
animales que se quedaron callados.
– ¡Gracias entonces, por tan honorable designación! Sonrió
hipócritamente Tío Tigre y añadió: – ¡Mañana comienza el juicio!

Tío Conejo estaba en su jaula totalmente derrumbado mientras


observaba cómo se iniciaba el tribunal dentro de la cueva. Habían
colocado una mesa para que hiciera de estrado y cada animal se trajo
su silla para sentarse frente al Juez.
Tío Morrocoy se acerca a la jaula de Tío Conejo y le dice: –Quiero que
sepa que a pesar de todo, usted siempre ha sido un buen amigo. Me
ha salvado la vida varias veces y se lo agradezco en el alma. También
me parece que esta vez usted obró muy mal, pero en agradecimiento
a todas las cosas buenas voy a asumir su defensa…
–Gracias Tío Morrocoy, pero le aseguro que yo soy inocente de
cualquier cosa y tengo una gran razón. ¡Yo acabo de regresar de la
casa de mi primo que vive al otro lado de la selva! Me pasé con él
diez días…
– ¿Es verdad eso que me está diciendo?
–Sí compadre…
Tío Morrocoy se le queda mirando un rato y con una sonrisa le dice
que sí con la cabeza.

Tío Tigre con un martillo da un fuerte golpe que casi parte la mesa y
grita: – ¡Cállense desgraciados, que el honorable Juez va a hablar!
Se aclara la voz y adquiriendo una postura afectada, dice: …
ejm...ejm…ejm…Declaro abierto el juicio que instruye La Selva en
contra del criminal Tío Conejo, por el terrible, horroroso y alevoso
atentado incendiario perpetrado a estas indefensas criaturitas… Ejm.
¡¡Rabipelao…!! (Digo) ¡…Señor Fiscal! ¿…Puede comenzar con la
acusación…?

Mientras Tío Rabipelado se dispone a cumplir con su oficio, Tío


Caimán sienta a Tío Conejo en un banquito al lado de la mesa de Tío
Tigre.
Tío Rabipelado se sube al estrado con una carpeta y comienza a leer
los cargos:
–…Un kilo de tomates, una docena de huevos, un kilo de azúcar…
Tío Tigre le grita furioso: –¡¡¡Esa no rabipelado!!!
–Ay, perdón…. sí aquí está…Bueno, empiezo otra vez… Se disculpa
Tío Rabipelado ante la risotada de todos los presentes.
–La Selva acusa formalmente a éste (señalándolo con el dedo)
criminal Tío Conejo por los horrorosos crímenes de asesinato
malintencionado frustrado, quema de casas y cosas; burla
consuetudinaria, recurrente y recalcitrante. Desparpajo crónico y
cínico, así como por la inundación del año pasado, que seguro que fue
él. Por las constantes burlas al señor Juez…y también por…
Tío Tigre lo interrumpe, acercándose a Tío Rabipelado.
–Está bien, está bien. Pase ahora a las pruebas…
–Bueno Don Tío Tigre… ¡Digo! …Señor Don Juez…Las pruebas son
concluyentes y fidedignas de toda credibilidad…Hemos recabado
algunas las huellas de conejo que estaban en los lugares donde se
produjeron incendios, así como unos fósforos usados y una botella
vacía de kerosén que dejaron en frente de la casa quemada de Tío
Caimán.
Tío Morrocoy levanta el brazo y pide el derecho de palabra.
–Si, diga usted señor Defensor. Asienta Tío Tigre con el mismo tono
de voz edulcorado.
–Señor Juez, solicito en nombre de mi defendido el derecho de ver...
de que todos veamos las pruebas que aporta el Fiscal.
–Muy bien…¡¡Fiscal!! ¡Traiga al estrado las pruebas incriminatorias…!
Tío Rabipelado coloca sobre la mesa del juez una caja con la tierra
recogida de la huella de conejo y pone varios fósforos.
Tío Tigre se le queda mirando a las cosas que le pone sobre la mesa
Tío Rabipelado y le pregunta: – ¿Y dónde está el frasco de kerosén?
Tío Rabipelado dándose una palmada en la cabeza, responde: –Ay…se
me olvidó en su casa Don Tío Tigre….
–Pues vaya corriendo y la trae.
Tío Rabipelado sale corriendo de la cueva, mientras Tío Tigre dice: –
Vamos a hacer un breve receso por culpa del inepto del Fiscal que se
le olvidó traer una de las pruebas.
Tío Morrocoy se levanta de golpe y dice: –¡¡Protesto señor Juez!!
Y Tío Tigre le responde: – ¡Usted se calla!
Tío Rabipelado llega a la casa de Tío Tigre y cuando va a recoger la
prueba que se la había olvidado, tropieza con un mueble y se cae una
bolsa. Molesto por el incidente se dispone a recoger el desorden
cuando de repente ve el contenido de la bolsa. Se asombra, mira
hacia arriba pensando un poco y su expresión cambia a una rabia.

–¡¡¡Aquí estoy con las pruebas verdaderas de culpabilidad!!! Se


anuncia Tío Rabipelado otra vez en el tribunal.
Todos quedan pasmados por el ímpetu de Tío Rabipelado que pasa
directamente al estrado y enérgicamente deja caer el contenido de la
bolsa sobre la mesa del Juez. Tío Tigre no dice nada, solo mira con
cara de asombro.

–Aquí tienen…varias botellas vacías de kerosén… cajas de fósforos y


¡Estos palos! ¡Palos con huellas de conejo falsas!
Tío Rabipelado levanta las huellas falsas y se las muestra a todos, que
están estupefactos con la boca abierta: –¡¡¡Hoooo!!!
– ¡Y todo esto estaba escondido en la casa de Tío Tigre!
Tío Búho se levanta y grita: – ¡Es verdad! Tío Tigre tiene varios días
comprándome kerosén… hasta que me agotó la existencia de todo el
que tenía…
–Sí, y yo mismo doy fe de eso…todos los días tenía que hacerle el
mandado….Dijo Tío Rabipelado.
–Además hay otra cosa más –Añadió Tío Rabipelado–… ¿No es
demasiado raro que la única casa que no se haya quemado fuera
precisamente la de Tío Tigre?

En eso se armó un alboroto en el tribunal y cuando Tío Tigre se


disponía a salir escapando, lo agarra Tío caimán por el hombro:
– ¡Tú no te vas de aquí, pajarito!

Los animales se llevaron y amarraron a Tío Tigre en una hoguera y le


prendieron fuego. Tío Tigre escupía las llamas tratando de apagarlas
y con una de sus patas intentaba desamarrar las ataduras. –
¡¡¡Rabipelao desgraciadoooo!!! ¡¡¡Ayyyy!!! Y escupía las llamas…

Y en otra parte Tío Morrocoy acompañaban a Tío Conejo a su casa: –


¡Se quemó él solito, compadre!

FIN

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