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Otty Patiño, uno de los fundadores del M-19, cree que esos acuerdos no fueron tomados en
serio por ninguna de las dos partes; en ese lapso cada una intentó ganar ventaja sobre la
otra y "la paz es la más vengativa de las diosas. Castiga duramente a los que no la toman
en serio". El holocausto del Palacio de Justicia fue consecuencia de esa jugarreta con la paz
entre los guerrilleros y el Presidente. Para apaciguar al numen de la paz fueron sacrificados
casi un centenar de colombianos durante las 28 horas que duró el combate por el Palacio.
Antes de su muerte, en agosto de ese mismo año, Iván Marino Ospina le comentó a Pablo
Escobar que el M-19 tenía la intención de tomarse el Palacio de Justicia para juzgar al
Presidente y llevarse a los magistrados a otro país. La ilegalidad en la que se movían había
permitido que ambos hombres se relacionaran. Escobar les prestó a los guerrilleros la pista
de la hacienda Nápoles para que trajeran de Nicaragua los fusiles y el explosivo C-4 que
utilizaron en la toma.
El día anterior el Comando General de las Fuerzas Militares recibió un anónimo en el que se
denunciaba que el M-19 iba a tomar el Palacio el 17. Casi en el mismo instante en que los
guerrilleros del M-19 irrumpieron en el sótano el 6 de noviembre de 1985, comenzó la
Toma Del Palacio De Justicia
reacción de las Fuerzas Armadas. El subteniente de la Policía José Rómulo Fonseca intentó
ingresar por el sótano a repeler el asalto y fue herido de muerte. A las 12:30 de ese día, una
hora después del inicio de la toma, 35 guerrilleros controlaban el Palacio y tenían a casi 300
personas como rehenes. Afuera el Ejército ya había establecido un perímetro de seguridad,
dos vehículos Cascabel habían ingresado al patio interior del edificio y tres helicópteros de la
Policía con miembros del Grupo de Operaciones Especiales habían intentado aterrizar en el
techo. Uno de los helicópteros hizo vuelos rasantes y algunas descargas, luego de lo cual se
levantó una densa columna de humo.
A la una y media de la tarde las tropas evacuaron a 138 personas y, según el testimonio que
rindió el general Miguel Vega Uribe, ministro de Defensa de entonces, ese fue el momento
en el que los guerrilleros les prendieron fuego a los archivos. Cuando los periodistas lograron
contactar en medio de la toma a Luis Otero, el comandante del M-19 que dirigió el
operativo, y le preguntaron por este hecho, les respondió: "Nosotros no los hemos quemado
(.) no tenemos ningún interés en destruirlos". No obstante, las palabras del general y las del
ministro de Justicia Enrique Parejo en el mismo sentido alimentaron la tesis que detrás de la
toma estuvo la mano de Escobar.
Las Fuerzas Armadas atacaron impulsivamente con todos los medios a su disposición y con
la mayor rapidez. Esto permitió que 215 personas salieran vivas del Palacio. Sin embargo,
esa misma celeridad no permitió elaborar un plan de rescate quirúrgico que hubiera salvado
la vida de 11 de los 24 magistrados de la Corte Suprema de Justicia que perecieron en el
combate. Echandía imploró a través de los medios: "No he podido comunicarme con el
Presidente. Si siguen disparando nos van a matar". En el holocausto se sacrificó el poder
judicial, lo cual constituye un golpe de Estado pues se exterminó una de las ramas del poder
público. La lluvia de plomo y la tormenta de fuego que se desató aceleraron el proceso de
desinstitucionalización que padecía Colombia.
La investigación sobre los hechos del Palacio de Justicia llenó 100.000 folios y aun así
quedaron muchas preguntas sin respuesta. La falta de claridad ha generado una mitología
del odio que aún hoy no es clara y alimenta el imaginario de la guerra.
Mónica Rodríguez
1102-36
Toma Del Palacio De Justicia