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En tanto que de rosa y azucena

se muestra la color en vuestro gesto,


y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;

y en tanto que el cabello, que en la vena


del oro se escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;

coged de vuestra alegre primavera


el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,


todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.

El poema que vamos a comentar a continuación es el


soneto XXIII de Garcilaso de la Vega, es decir, un texto
literario, que pertenece al género lírico y posee los rasgos y
tonos propios de la época renacentista y de la poesía
italianizante que tan bien supo plasmar este autor.
Este soneto sigue la estructura clásica, ya que se
divide en dos cuartetos y dos tercetos, de versos
endecasílabos, de once sílabas cada uno, (de arte mayor) y
de rima consonante. Se producen algunas sinalefas, por
ejemplo, en el primer verso (y-azucena). El soneto como
forma poética se origina en Italia y se extiende rápidamente
por el resto de Europa. En España adquiere su madurez con
la obra de Garcilaso de la Vega. El “Soneto XXIII”, “En tanto
que de rosa y azucena”, puede servirnos como modelo de
un soneto renacentista, tanto por el uso de los recurso
retóricos como por su contenido.
El tema principal que aparece en estos versos, es el
siguiente, un tópico característico de los Siglos de Oro,
“Carpe Diem”, de rica tradición italiana, que nos invita a
disfrutar del momento y aprovechar bien la juventud, una
época que, inevitablemente, desaparecerá. Ligado a este

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tópico encontramos el “Collige, virgo, rosas”, tópico que
insiste en la idea de que hay que gozar de la juventud antes
de que acabe. Temas secundarios son la naturaleza,
siempre al servicio de los sentimientos del poeta en obras
como esta, y la belleza femenina, una belleza típicamente
renacentista. La invitación a gozar de la juventud repite las
tradicionales imágenes de la primavera y el venidero
inviernos, metáforas ambas de la juventud y la vejez.
“Marchitará” reserva aún a la belleza presente (“la rosa”) el
viento helado, pero la hace temblar con fatídico
estremecimiento en el siguiente “todo lo mudará la edad
ligera”, y la flor ya no se menciona, como consecuencia de
caducidad.
Un análisis más detallado sería el siguiente.
El poema comienza con una locución temporal, En
tanto que, reiterada anafóricamente después (verso 5.º),
que manifiesta la simultaneidad de las acciones expresadas
por las oraciones subordinadas (versos 1.º a 8.º) y por la
principal (coged...), locución a la que sigue la pareja de
sustantivos, con cierto carácter adjetivo, rosa y azucena, de
sugestión y contraste coloristas. Nuevas parejas de
términos aparecen en seguida, en los versos siguientes: de
adjetivos (ardiente, honesto), de verbos (enciende, refrena),
y la correlación y los contrastes significativos se muestran
evidentes:

Los cuatro primeros versos inician al propio tiempo un


retrato de mujer, retrato que se amplía seguidamente con
la referencia al dorado cabello (que en la vena del oro se
escogió) y al cuello (blanco, enhiesto). Esta esbozada
descripción coincide, sin duda, con el ideal renacentista de
la belleza femenina (recuérdese, como plástico ejemplo, el
admirable retrato de la emperatriz Isabel, esposa de Carlos
V, por el pintor Tiziano). Todavía en el segundo cuarteto
(verso 8.º), el efecto del viento sobre el cabello es mostrado
y matizado morosa, certeramente por la sabia gradación de
las tres formas verbales: mueve, esparce y desordena, una
gradación que sugiere, por un instante, a los ojos actuales,

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en la lentitud de los movimientos descritos, la técnica de la
«cámara lenta» en el cinematógrafo.
Tres rasgos imprecisos dejan esfumada la juvenil
imagen femenina: “color de azucena y rosa”, “cuello blanco
y elevado”, y la “virginal cabellera suelta”. Todo descrito en
versos de andar por pausado y señoril: las parejas de
adjetivos suponen una consideración morosa, más
perceptible aún en la antítesis y gradación de los verbos
que terminan los cuartetos.

Las claves temáticas e ideológicas del poema se hallan


a continuación (versos 9.º a 11.º), en la exhortación al goce
de la juventud (representada tópicamente por la imagen de
la primavera), antes de que ésta pase, antes de que el
hermoso cabello rubio encanezca como consecuencia del
paso del tiempo (metafóricamente, antes que el tiempo
airado / cubra de nieve la hermosa cumbre). Este tema, de
ascendencia clásica, con antecedentes inmediatos en la
literatura latina, en Horacio («Carpe diem...»), y en Ausonio
(«Collige, virgo, rosas...»), y al que se suele denominar
precisamente, con las palabras del poeta latino, del carpe
diem, puede simbolizar y representar el sentido de
afirmación existencial, el afán por el goce de vivir
característicos del espíritu del Renacimiento. Por ello
mismo, con significativa coincidencia, el mismo tema es
reiterado y glosado también por otros importantes
escritores renacentistas: Poliziano, Bernardo Tasso (al que
leyó y tuvo en cuenta Garcilaso), Ronsard, etc. Todo ello da
testimonio a la vez del interés por la Antigüedad grecolatina
y del retorno a ella, otra de las claves inspiradoras del
Renacimiento.

Sin embargo, los tres versos finales del soneto nos


recuerdan y aseveran la inexorable fugacidad de todas las
cosas, con un ejemplo concreto primero en bellísimo verso
(Marchitará la rosa el viento helado), mediante una
afirmación de ámbito general después: todo lo mudará la
edad ligera / por no hacer mudanza en su costumbre. El
último verso, según observó Rafael Lapesa, «se repliega en
una paradoja incolora [...]; pero este final desdibujado
facilita la evasión del pensamiento, librándolo de fijarse en
la futura ruina». Esos dos últimos versos acaso nos puedan
sugerir, también, el último acorde de una composición

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musical que se apaga lenta, melancólicamente, y tiembla
en el aire hasta desvanecerse por completo. Asimismo, el
juego de palabras mudará y mudanza recuerda los artificios
tan habituales en los cancioneros del siglo XV.

En cuanto a su forma métrica, es la siguiente: catorce


versos endecasílabos con acentos en 6.ª y 10.ª sílabas —los
predominantes— o en 4.ª y 8.ª sílabas, encabalgados en su
mayoría; con rima consonante o total, en el siguiente
orden: ABBAABBACDEDCE. Se trata, pues, de un soneto,
una de las estructuras métricas o estrofa compuesta
incorporadas de manera definitiva a la métrica española por
Garcilaso, tras los ensayos habidos en el siglo anterior
(como los sonetos del marqués de Santillana, «fechos al
itálico modo», por ejemplo significativo).

Son numerosos y concluyentes, por tanto, los rasgos


que definen a esta composición como un texto
singularmente representativo y de plenitud del
Renacimiento, y de modo más concreto, de la creación
poética de Garcilaso: abundancia de adjetivos (apenas hay
sustantivos sin ellos), sugestión sensorial y colorista, el
tema e ideas que expresa, abolengo clásico, forma métrica
de origen italiano, equilibrada expresión del pensamiento.
Paradigma renacentista en definitiva.

Bibliografía
1. http://mld.ursinus.edu/~jarana/Ejercicios/SelfCheck/Ga
rcilaso/xxiii.html
2. http://cvc.cervantes.es/ACTCULT/garcilaso/versos/sonet
o09.htm
3. http://www.ensayistas.org/curso3030/textos/poesia/son
eto23.htm

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