Está en la página 1de 9

1. El Modernismo.

Características generales a través de la figura de Rubén Darío


El Modernismo, que se desarrolla entre finales del XIX y principios del XX, llega a España
desde Hispanoamérica, donde los escritores habían estado mucho más en contacto con la
renovación que se había iniciado en Francia a través, principalmente, de tres estilos literarios de la
segunda mitad del siglo XIX: el parnasianismo (responsable de varias innovaciones formales), el
decadentismo (responsable del gusto por ciertos temas escandalosos) y el simbolismo (las ideas,
sentimientos y emociones se sugieren indirectamente a través de elementos cotidianos en los que
el poeta encuentra un valor simbólico).
La renovación que supone el Modernismo tanto en el fondo (temas y contenidos) como en
la forma (lengua, métrica, etc.), llega a la lengua española gracias a un poeta nicaragüense,
Rubén Darío.
Su trayectoria, en la que influye tanto la tradición francesa como la española (desde
Berceo hasta Bécquer), representa la de todo el movimiento. Su primer libro, Azul, marca el
comienzo del Modernismo y ejemplifica sus características básicas: atención a la sonoridad del
lenguaje y a los temas refinados y evasivos; luego vendría Prosas Profanas, que supone la
culminación del Modernismo más atento a lo formal y donde introduce, además, temas hispánicos;
y, finalmente, en su última obra, Cantos de vida y esperanza, se sitúa en una línea más intimista y
meditativa. Algunos de los rasgos característicos de su poesía, que son comunes a los
modernistas en general son:
a) En el contenido y los temas, es frecuente la expresión de un cierto malestar vital
típicamente romántico, tomado de Bécquer, en forma de sentimientos de soledad, aburrimiento,
tristeza o desarraigo ante una sociedad que se ve como vulgar; la melancolía y la angustia
dominan en muchos de los textos, que están ambientados en el otoño, la noche, el atardecer, etc.
La defensa de las pasiones y de lo irracional da paso al misterio, a lo fantástico, a los sueños…
Lo anterior fomenta el escapismo, el deseo de evadirse de la mediocridad. Varias son las
formas de hacerlo: volviendo al pasado, a lo legendario, a los cuentos infantiles o a la mitología
clásica; a través de un cosmopolitismo caracterizado por el gusto por lo oriental y lo exótico, por
los temas indígenas e hispánicos (que luego utilizará para expresar su rechazo a Estados Unidos)
y en la devoción por París, ciudad que representa el mundo al que aspiraban, su vida nocturna,
los cabarés, la bohemia,…; acudiendo al erotismo; etc.
b) En los aspectos formales, el Modernismo supone una renovación respecto de la poesía
anterior. Lo fundamental es el culto a la belleza de la palabra, que lleva a un enriquecimiento del
lenguaje poético mediante la utilización de variados recursos centrados en la musicalidad
(aliteraciones, juegos fónicos, palabras esdrújulas y poco habituales –cultismos, arcaísmos...); y
en lo sensorial (sinestesias, adjetivación referida al color, sonido, tacto...). También, exploran las
posibilidades sugestivas de los significados a través de metáforas basadas en lo sensorial. Por
otro lado, acometen una gran renovación métrica, combinando el uso de modelos clásicos con
novedades, como el soneto de versos alejandrinos.
2. La novela de la generación del 98: Baroja, Unamuno y Azorín.
El año fundamental en la narrativa española de la primera mitad del siglo XX fue 1902,
pues se publicaron cuatro novelas que reflejaban claramente la existencia de una nueva
sensibilidad literaria: La voluntad, de Azorín; Amor y pedagogía, de Unamuno; Camino de
perfección, de Baroja; y Sonata de otoño, de Valle- Inclán.
Estas cuatro novelas representan una ruptura con la novela realista del XIX, lo cual se
manifiesta, fundamentalmente, en la aparición del subjetivismo (la novela se configura en torno a
un personaje central, que suele representar las ideas y preocupaciones del autor) y el interés por
un estilo alejado de la retórica y el prosaísmo, que en algunos casos los acercó a la novela lírica,
como en el caso de Valle-Inclán. La narrativa de la generación del 98, llamada así por el impacto
que causó en sus miembros el desastre colonial de ese año, refleja el interés de sus autores por el
irracionalismo, las preocupaciones existenciales y, sobre todo, por el tema de España, enfocado
críticamente desde la subjetividad y centrado en el interés por las tierras de España y la historia.
Pío Baroja concebía la novela como el género que puede incluir a todos los otros. La
realidad que muestra Baroja está impregnada del tono pesimista del autor. Sus personajes suelen
ser seres asociales o rebeldes; hombres de acción que luchan por escapar de la mediocridad
cotidiana; o personajes desorientados y abúlicos que se plantean el sentido de la existencia y son
incapaces de actuar. Los ambientes suburbiales, la vida de los humildes y los problemas sociales,
políticos y económicos, llenan gran parte de su obra. Con su estilo (de frase corta y diálogo
rápido) pretende recoger la lengua viva y pone la escritura al servicio del contenido. Sus
principales obras son la trilogía "La lucha por la vida" (especialmente, La busca) y El árbol de la
ciencia, novela en la que, junto al tema existencial, aparecen críticas incisivas sobre la
universidad, el caciquismo, la chabacanería ambiental y la atonía intelectual y moral del país.
Las novelas de Miguel de Unamuno son densas, filosóficas y esquemáticas en cuanto a la
historia que se cuenta, pero también muy apasionadas; por su originalidad, él mismo las denominó
nivolas. Sus protagonistas se debaten en un conflicto existencial que manifiestan a través de
numerosos y extensos diálogos y, en algunos casos, mediante el monólogo interior. Sus obras
más importantes son Amor y pedagogía (una sátira contra la educación cientificista); Niebla (que
plantea la relación entre el personaje y el autor como semejante a la del ser humano y su Dios) y
San Manuel Bueno, mártir (sobre el conflicto entre la razón y la fe).
La narrativa de Azorín gira en torno al tema del tiempo, su fluir constante y su fugacidad,
que contrasta con la permanencia de paisajes y sentimientos. Son frecuentes las evocaciones (de
su infancia y juventud, de mitos literarios...) y, sobre todo, las descripciones detalladas del paisaje,
fundamentalmente de Castilla, que se corresponde con el interior del personaje, rasgo subjetivista
típico de su generación. Su estilo es preciso, sencillo y claro, basado en el uso de frases breves
yuxtapuestas, y de un léxico variado y, en ocasiones, arcaizante. En sus novelas (La voluntad, por
ejemplo) casi no existe argumento, y la narración, fragmentaria, se reduce a la descripción
impresionista de las sensaciones de los protagonistas y de los ambientes.
3. Las trayectorias poéticas de Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez.
La poesía de Antonio Machado se desarrolló principalmente a través de dos grandes
etapas: una primera que se podría calificar de ‘modernista’ y una segunda propiamente
‘noventayochista’.
El ‘modernismo’ de Machado es sobre todo de tipo simbolista, centrado en la expresión de
las vivencias personales y de sus experiencias pasadas. El libro representativo es Soledades…,
en el que los poemas expresan sentimientos o estados de ánimo como la melancolía, la nostalgia,
el sentido del paso del tiempo, la muerte, los recuerdos, etc. Lo más característico y novedoso de
su poesía es el empleo de determinado símbolos: la fuente y el agua (imagen de la vida), el
camino (imagen del curso de la vida), la tarde (imagen de la tristeza, de la melancolía), etc. Con el
paso del tiempo, Machado se decantó por lo temas y estilos característicos de la generación del
98: sin abandonar completamente la subjetividad, introduce en sus poemas la expresión de su
compromiso con la crítica situación de España tras el desastre del 98 y a la que se enfrenta,
fundamentalmente, desde dos puntos de vista: desde el colectivo, con una reflexión crítica sobre
la identidad y los problemas de España (decadencia, miseria social, etc.), y desde la perspectiva
religioso-existencial. Esta segunda etapa se refleja, especialmente, en Campos de Castilla; al lado
de la expresión personal de sentimientos de nostalgia, la descripción del paisaje castellano sirve
de fondo para unas reflexiones críticas y dolorosas sobre la decadencia española. Por lo demás,
Machado escribió también poemas (en forma de aforismos, muchos de ellos) que reflejan sus
inquietudes filosóficas y el impacto que causó en él la guerra civil.
La trayectoria poética de Juan Ramón Jiménez se suele dividir en tres grandes etapas:
a) en primer lugar, está su etapa sensitiva, vinculada en líneas generales al modernismo
simbolista, con un estilo sentimental, descriptivo y sonoro (Jardines lejanos).
b) Luego, entró en una etapa intelectual, alejándose del Modernismo e introduciendo en la
literatura española la llamada poesía pura. Se trata de una lírica reflexiva, que se expresa a través
de un lenguaje depurado estilísticamente; una poesía 'esencial' o 'desnuda', en la que no hay
cabida para las anécdotas, las finalidades, la moralidad, la sentimentalidad, lo práctico, los
objetos, etc. Este tipo de poesía se empieza a ver ya en Diario de un poeta reciéncasado.
Formalmente, la libertad en la forma poética se traduce a veces en el uso del verso libre y en la
mezcla de verso y prosa; temáticamente, la poesía se centra ahora en la comprensión de la
realidad y en la identificación del paisaje exterior con el alma del poeta.
c) Finalmente, Juan Ramón, ya en el exilio, llega a una etapa verdadera. Su poesía se
hace cada vez más trascendente y depurada, hasta llegar a unos extremos de abstracción que
hacen difícil su comprensión. Dios, la belleza y la poesía serán los tres elementos básicos de sus
poemas, muchas veces identificados unos con otros (Dios deseado y deseante). A través también
de poemas en prosa (Espacio), la obra de sus últimos años es una continua meditación
trascendente y metafísica.
4. Evolución y características generales de la generación del 27 a través de algunos de sus
principales autores: Salinas, Lorca, Alberti y Cernuda.
La generación del 27 recibió su nombre por el año en que muchos de ellos se reunieron
para homenajear a Góngora, poeta al que admiraban por su perfección formal. Sus principales
componentes fueron Salinas, Guillén, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Alberti, Cernuda,
Aleixandre y Lorca. Las características estilísticas que mejor definen al grupo son la combinación
de elementos tradicionales con otros más modernos, y la variedad: casi todos ellos fueron
influidos por más de una corriente literaria: la poesía pura, el neopopularismo, el clasicismo y el
vanguardismo (especialmente, el surrealismo).
Pedro Salinas escribió poesía tanto en la línea de la poesía pura como del vanguardismo.
Sus primeros libros están influidos por la vanguardia (en concreto, el ultraísmo): se interesa por
los objetos del mundo moderno y utiliza un tono ingenioso, en ocasiones frívolo. Sus libros más
importantes son tres poemarios amorosos (especialmente, La voz a ti debida), escritos en la línea
de la poesía pura. Finalmente, ya en el exilio, sus poemas son reflexiones sobre los problemas de
los hombres de su tiempo, expresando inquietudes metafísicas y existenciales.
Federico García Lorca escribe una obra que es ejemplo de la combinación de lo tradicional
y lo innovador, con un uso de una simbología muy personal; busca siempre abordar temas y
motivos universales partiendo de realidades particulares. Su universo poético, trágico y violento,
está presidido por la muerte, que acecha a cada paso; las pasiones, el amor y el sexo, se
desencadenan con intensidad y abocan al individuo a un destino fatal. Sus primeras obras son
neopopularistas (Romancero gitano...), aunque también hace uso de la poesía pura y el
vanguardismo. En Poeta en Nueva York hace uso de la técnica surrealista, con versos libres, para
denunciar la deshumanización del mundo moderno. Su poesía final es intimista, y el amor (erótico,
pasional, homosexual) es el gran protagonista, como en los clásicos Sonetos del amor oscuro.
La poesía de Rafael Alberti comienza también con el neopopularismo de Marinero en
tierra, donde expresa la nostalgia por el mar. Dentro del clasicismo, escribe una poesía al estilo de
Góngora, muy barroca y con influencias de la vanguardia (Cal y canto). El surrealismo aparece en
Sobre los ángeles para expresar la lucha que se da en el interior del hombre entre las fuerzas del
bien y del mal. En otra obra, Yo era un tonto... muestra la vertiente lúdica y disparatada del
surrealismo. Alberti escribió también poesía política comprometida, concebida como arma de
combate, y en el exilio poemas de carácter evocativo y nostálgico.
La poesía de Luis Cernuda, recogida en La realidad y el deseo, expresa las tensiones que
sufre el poeta entre la frustrante realidad que lo rodea y el mundo ideal al que aspira; de ese
choque surge el desencanto y la desolación. En sus comienzos, Cernuda usa formas clásicas y el
tono es melancólico; sus modelos son Garcilaso de la Vega y Bécquer. Luego ya no abandonaría
el surrealismo, tanto en Los placeres prohibidos como, de forma más intimista e inspirado también
en Bécquer, en Donde habite el olvido, donde sugiere que la muerte es la única forma de
liberación.
5. El teatro español anterior a la Guerra Civil: Lorca y Valle-Inclán.
El teatro español de la primera mitad del siglo XX se desarrolla a través de dos grandes
corrientes: el teatro convencional, representado sobre todo por la obra de Benavente, y el teatro
innovador, materializado fundamentalmente en la obra de Valle-Inclán y García Lorca.
La principal característica del teatro de Valle-Inclán es su condición de espectáculo total,
porque tiene mucha importancia la escenografía; a través de las acotaciones, los elementos
visuales y sonoros completan el diálogo y son parte inseparable de él.
Valle rompe con el teatro realista, porque crea tramas que exigen muy variados cambios de
decorados y utiliza estructuras con muchos actos y escenas. Temáticamente, Valle mezcla su
visión crítica de España, típica de un escritor del 98, con su interés por lo estético, para crear un
teatro que profundiza en ella. Otro rasgo fundamental en su teatro es el lenguaje: usa las palabras
pensando sobre todo en su poder evocador, casi simbolista, y no tanto en su significado literal. En
sus obras abunda el tono exclamativo y usa sin problema palabras malsonantes o tabúes.
Sus primeras obras son modernistas, caracterizadas por el impresionismo y los temas
melancólicos. A continuación inició el llamado Ciclo Mítico, donde Galicia aparece transformada en
un microcosmos donde se juntan las grandes fuerzas humanas y que se materializa en la
Comedias bárbaras y en Divinas palabras. Después, cambia de rumbo y, a través de sus farsas,
expone una visión muy crítica de la monarquía. Su creación teatral más importante son los
esperpentos: obras tragi-grotescas con personajes y asuntos de la vida moderna de España, con
escenarios vulgares y con personajes que hablan un lenguaje grosero. Se trata de deformar la
realidad con intereses críticos. Luces de bohemia es su obra maestra.
Los temas del teatro de Lorca son básicamente los mismos que los de su poesía: el mito
del deseo imposible, el conflicto entre la realidad y el deseo, y la frustración.
Lorca lleva a escena destinos trágicos, pasiones condenadas a la soledad o a la muerte,
amores marcados por la esterilidad; todo ello casi siempre encarnado en mujeres. Lo que frustra a
los personajes de Lorca se sitúa en un doble plano: uno metafísico (las fuerzas enemigas son el
Tiempo y la Muerte) y otro social (los prejuicios de casta y las convenciones son los que impiden
la realización personal). En su teatro se entrelazan de forma compleja lo personal y lo social.
Las influencias en su teatro (el modernismo, los clásicos, el teatro de títeres, Shakespeare,
el teatro de vanguardia...), se reflejan luego en la gran variedad de géneros que escribió: la farsa,
el teatrillo de guiñol, el drama simbolista, el teatro surrealista, la tragedia, el drama...
En cuanto a su estilo, Lorca mezcla el verso (para momentos de especial intensidad) y la
prosa, y combina también lo poético con lo popular. Utiliza con frecuencia símbolos, metáforas,
comparaciones, connotaciones de distinto tipo, hipérboles, etc.
Las obras más importantes de Lorca son Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda
Alba, en las que una sociedad represora trata de coartar el instinto sexual y la pasión amorosa.
Con un estilo vanguardista, Lorca escribe El público y Así que pasen cinco años, obras
caracterizadas por la ambigüedad de los símbolos y la radical subjetividad expresiva.
6. La poesía española en las tres décadas posteriores a la Guerra Civil: Miguel Hernández,
Blas de Otero y Gil de Biedma
Miguel Hernández es un poeta puente entre la generación del 27 y la poesía de posguerra.
Tras unos comienzos barrocos y vanguardistas, publica El rayo que no cesa, que contiene
poemas que expresan el sufrimiento por el amor no correspondido a través de imágenes
surrealistas y de símbolos. Cuando estalla la guerra, empieza una etapa de poesía comprometida
(Viento del pueblo, El hombre acecha...), en la que expresa ya el pesimismo por la muerte y los
horrores de la guerra. Tras esta, en la cárcel escribirá poemas que retoman el tema amoroso, pero
desde el dolor por la ausencia de la mujer y el hijo, y de la falta de libertad; la intensa emoción se
expresa con recursos propios del neopopularismo.
Tras una Primera generación de posguerra (en la que el impacto de la guerra está muy
presente en forma de resignación o de rebeldía), hacia mediados de los 50 se consolida en todos
los géneros el llamado realismo social. Dentro de él, la poesía social pretende convertirse en
testimonio de una realidad colectiva y surge motivada por la terrible situación española y europea
al término de la segunda guerra mundial.
Los primeros poemas de Blas de Otero, sobre todo los de tema religioso de su primera
época, se podrían enmarcar en la corriente existencialista de justo después de la guerra. Con
todo, ya en esta etapa aparece un primer acercamiento a lo social, en poemas que plantean el
problema del sufrimiento de los demás hombres, o del sufrimiento en general. Con Pido la paz y la
palabra, inicia su etapa social. Evita hablar de sus problemas particulares y busca la solidaridad
con los que sufren; es una temática histórica y social que se halla presidida por la esperanza y por
los deseos de paz y convivencia fraterna. Otero se dirige ahora “a la inmensa mayoría”; de
acuerdo con ello buscará un lenguaje más sencillo, aunque muy trabajado, con el objeto de ser
más accesible y contribuir a “transformar el mundo” con la poesía. En su última etapa, aunque no
desaparezcan los problemas sociales y políticos, hay una mayor presencia de la intimidad y un
enriquecimiento del lenguaje poético.
Jaime Gil de Biedma es uno de los representantes de la Segunda generación de
posguerra, poetas que en los 60 parten de una concepción de la poesía opuesta a la de la poesía
social: su objetivo es una poesía de la experiencia personal, por lo que su temática se caracteriza
por un retorno a lo íntimo: el amor, lo familiar, la evocación de la infancia, etc. Se interesan más
por los valores estéticos y por las posibilidades del lenguaje.
El tema principal de la obra de Gil de Biedma, recogida bajo el título de Las personas del
verbo, es el paso del tiempo, vinculado con el recuerdo y el análisis de las experiencias
personales, desde la infancia a la madurez, situadas con frecuencia en espacios urbanos y
vinculadas al amor. La voz poética de Gil de Biedma se dirige con frecuencia a un tú o a un
vosotros, lo que construye un diálogo que permite una visión irónica y distanciada. En sus
poemas, de carácter meditativo y muchos de ellos con elementos narrativos y descriptivos,
destacan el registro coloquial, el tono conversacional y la intertextualidad (citas y autocitas) .
7. La novela española en las tres décadas posteriores a la Guerra Civil: Cela, Delibes y
Martín Santos
La novela que inaugura la narrativa española de posguerra es La familia de Pascual
Duarte, de Camilo José Cela. La crudeza de su realismo y del conflicto existencial que encarna su
protagonista inauguró una tendencia narrativa denominada tremendismo, caracterizada,
precisamente, por la visión brutal y violenta de la realidad. Esta tendencia forma parte de una
corriente existencial que se interesó por las consecuencias psicológicas y anímicas de la guerra
civil, en la que también puede incluirse la primera novela de Miguel Delibes, La sombra del ciprés
es alargada, centrada, como buena parte de su producción posterior, en la Castilla rural y en la
mentalidad de los hombres que la habitan, gentes humildes y marginadas en muchas ocasiones.
Otra novela de Cela fue precursora de la novela social de los 50: La colmena, una dura
representación global del Madrid de la posguerra a través de un personaje colectivo y que se
mueve por espacios típicos de relaciones sociales de la época (cafés, casas, burdeles, calles…).
El propósito de los narradores sociales fue ofrecer, de forma más o menos crítica, el
testimonio de la situación social desde una conciencia ética y cívica. Los temas más habituales
son la marginación del proletariado, la crítica a la burguesía, las tensiones entre clases sociales, el
mundo laboral, la emigración, etc. Técnicamente, aparte del narrador objetivo y del uso abundante
de diálogos, la novela social suele usar el protagonista colectivo y la temporalidad narrativa breve
(son historias desarrolladas en un breve espacio de tiempo). Una novela característica del
realismo social es Las ratas, de Delibes, en la que se denuncian las desigualdades sociales en un
pueblo agrícula controlado por el caciquismo y castigado por una naturaleza adversa.
A partir de los años 60, la renovación de las técnicas narrativas es una constante,
siguiendo especialmente a lo ya hecho por los escritores hispanoamericanos. Todos los elementos
tradicionales de una obra (la acción, los personajes, la construcción...) fueron renovados, y casi
destruidos, a través de novedades técnicas como el perspectivismo narrativo, la variedad
estilística, etc. La novela fundamental que señala en España el fin de la tendencia del realismo
social y el inicio de una nueva etapa aparece en 1962 y es Tiempo de silencio, de Luis Martín
Santos. El asunto básico de la obra es en principio bastante trivial, pero el estilo es lo novedoso:
abunda el monólogo interior, hay un constante cambio de narrador, se acude a digresiones para
ironizar o criticar sucesos y situaciones; se usas distintos registros y niveles lingüísticos, etc.
Varias de estas característica aparecen en algunas obras innovadoras de Delibes, como
Cinco horas con Mario (un extenso monólogo interior de la protagonista) o Parábola del náufrago,
novelas en las que el autor refleja una mayor conciencia histórica, desarrollando temas como la
deshumanización del hombre contemporáneo. Cela es, por su parte, un novelista constantemente
innovador e, incluso, experimental. Pabellón de reposo es una ejemplo de perspectivismo, por la
sucesión de monólogos de varios personajes, y una obra como Oficio de tinieblas 5 es un ejemplo
de la destrucción de la estructura narrativa tradicional, pues los capítulos se han sustituido por
secuencias breves y no existe un relato perfectamente identificable.
8. Las figuras de Buero Vallejo y Alfonso Sastre en el teatro español posterior a la Guerra
Civil. La renovación del teatro.
La primera obra de Buero, Historia de una escalera, inicia una nueva etapa en la historia
del teatro español: alejada del teatro evasivo, se basaba en la necesidad del compromiso con la
realidad inmediata y tenía como objetivo el inquietar la conciencia del espectador: al final de la
obra se plantea la pregunta de si las nuevas generaciones serán capaces o no de superar y
mejorar la actitud de las anteriores. Tanto esta como sus otras primeras obras son ejemplos de un
teatro realista, aunque de tipo simbólico. A finales de los cincuenta, se aproxima al teatro histórico
con obras como Las Meninas… Se trata de un teatro en el que el lugar de la acción deja de ser
realista y se convierte en un lugar abstracto, suma de varios lugares posibles, mezcla de pasado y
presente. Otra obra, El tragaluz, es una transición hacia un nuevo tipo de teatro: aparecen
personajes intermediarios entre la historia y el público, que actúan a modo de narradores y
convierten al espectador en un personaje más. Sus últimas obras insisten en el uso de esos
personajes intermediarios entre público y drama: el espectador no ve la realidad, sino la versión
que de ella tiene un determinado personaje, normalmente con algún tipo de tara: por ejemplo, la
sordera de Goya en El sueño de la razón o la locura de Tomás en La fundación.
La trayectoria teatral de Sastre parte de un rechazo aun más radical que el de Buero al
teatro evasivo del momento. La idea inicial de Sastre es la de que el teatro debía ser un
instrumento de agitación y transformación de la sociedad. Después de unas primeras obras muy
experimentales (muy discursivas y con elementos vanguardistas y simbolistas), Sastre inició un
ciclo de dramas de agitación social, cuyo tema fundamental es la revolución. Muchas de estas
obras no pudieron estrenarse por problemas con la censura. La obra más destacada de Sastre es
Escuadra hacia la muerte, de 1953, que en principio pudo representarse pero que más tarde fue
prohibida. La obra, situada en el mundo militar, plantea el conflicto entre el principio de autoridad y
el de libertad. El rasgo más destacado de este teatro revolucionario de Sastre es la violencia:
asesinatos, torturas, peleas, suicidios, etc., un extremismo que se ve reflejado en las condiciones
meteorológicas extremas en que se desarrollan las acciones. Algunas de sus obras características
plantean reflexiones morales sobre el uso del terrorismo al servicio de la revolución o sobre la
acción revolucionaria individual. En otra de sus obras importantes, La mordaza, trata el tema de la
tiranía y sus consecuencias, contextualizado en un nivel familiar.
La influencia del teatro vanguardista europeo y del teatro del absurdo o el teatro
underground animó a unos grupos independientes (Els Joglars, la Fura dels Baus…) a iniciar en
los años 70 una renovación del teatro español, basada fundamentalmente en situar al texto en un
segundo plano, fomentando la improvisación y la participación del espectador, y tendiendo a la
creación colectiva. Actúan al margen de los circuitos y teatros establecidos, y luchan, a través de
la alegoría y la abstracción, contra la estructura política, contra el modo de hacer teatro al uso y
contra las costumbres y la tradición. Sus obras se caracterizan por su espectacularidad, gracias a
una escenografía muy cuidada y el uso de técnicas audiovisuales.
9. La narrativa hispanoamericana de la segunda mitad del siglo XX. El boom de la narrativa:
Borges, Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa.
El principal precursor del boom de la narrativa hispanoamericana fue Jorge Luis Borges.
Sus principales libros de cuentos son: Ficciones y El Aleph. Se trata de relatos originales, muy
atentos a lo fantástico de la vida, que buscan borrar los límites entre la ficción y lo real; por eso
muchas veces tienen apariencia de textos que no son de ficción, sino de historia o filosofía, donde
se proponen paradojas, reflexiones filosóficas, metafísicas, etc. El estilo refleja esos intereses: una
prosa aparentemente fría, pero cargada de sentido y muy sugestiva, llena de ironía, de precisión y
de recursos retóricos inesperados. Sus temas predilectos son la visión de la realidad como un
laberinto hecho de ambigüedades, la personalidad humana y sus extraños desdoblamientos, el
destino del hombre y la civilización, el tiempo, la eternidad, el infinito...
Hacia 1962 se inicia el ‘boom’ de la novela hispanoamericana: su proyección internacional.
Entre sus características generales están la preferencia por la novela urbana; el realismo mágico;
la renovación total de la estructura del relato; y la mezcla de estilos y registros.
La ciudad y los perros, novela de Vargas Llosa, se suele señalar como punto de partida del
boom. Su obra narrativa, basada en una concepción total de la novela, se caracteriza por la
importancia de la experimentación técnica (presta mucha atención a la estructura narrativa y suele
hacer uso del perspectivismo narrativo y del contrapunto) y por la variedad de tonos expresivos,
desde lo cómico a lo trágico. Temáticamente, sus novelas tratan de los conflictos entre lo histórico
y las estructuras sociales (Conversación en La Catedral, La fiesta del Chivo), que en buena parte
de sus obras se refieren a las experimentadas en su país natal, Perú.
Julio Cortázar empezó escribiendo relatos formalmente muy cuidados y en la línea del
realismo fantástico (lo fantástico es un componente esencial de la realidad). A partir de su libro de
cuentos Las armas secretas, se centra más en los personajes y la acción, y abandona lo
fantástico, situando los problemas humanos en un primer plano. Hacia el final de su obra, Cortázar
incorporó elementos de la realidad latinoamericana, en un intento de mayor compromiso social y
político. Su novela más importante, Rayuela, está considerada como una de las obras centrales
del boom. Su estilo es muy vanguardista, llegando incluso al surrealismo, y en ella lo relevante
son los estados psicológicos de los personajes, más que un argumento convencional.
Gabriel García Márquez es el más influyente de los autores del "boom". Empezó
escribiendo novelas cortas (El coronel no tiene quien le escriba), en las que ya buscaba la unión
de lo real y lo fantástico, y un diseño básico de su mundo imaginario de Macondo. En su obra
maestra, Cien años de soledad, propone una síntesis de la historia de Macondo, que representa
metafóricamente la historia de Colombia, de América Latina, y de la Humanidad en general; a
partir de ello, trata los más elementales problemas humanos y sociales, y temas como la
explotación y las guerras. Márquez utiliza el realismo mágico, entremezclado con elementos
trágicos, cómicos y extrañamente grotescos. Otra novela importante en su trayectoria es Crónica
de una muerte anunciada.

También podría gustarte