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Intervención del M en C Miguel Chávez Lomelí

Director General del Consejo de Ciencia y Tecnología del Estado de Tabasco

Gracias a todos por su presencia. Considerando que quienes me han antecedido en el uso de la voz
ya han expuesto suficientes elementos desde la óptica de la generación del conocimiento que debe
considerarse en términos del diseño de las agendas de cambio climático, no voy a seguir en su
totalidad la presentación preparada, para concentrarme en aportar nuestro punto de vista, en
términos de nuestra posición institucional.

Permítanme señalar primeramente que de acuerdo al Decreto de Creación, la misión fundamental


del Consejo de Ciencia y Tecnología del Estado de Tabasco (CCYTET) es atender la política
científica del gobierno del estado. Partimos de la posición que las políticas públicas de ciencia y
tecnología, se ubican dentro de lo que se conoce como políticas de fomento, es decir, que las
políticas científicas de cualquier parte del mundo tienen como propósito central el establecer
incentivos que favorezcan un tipo de comportamiento de los actores sociales relevantes, por ejemplo
asignando fondos para ciertos temas de investigación y no otros o para ciertas áreas de formación
de recursos humanos.

Esto además por el hecho de que la ciencia, la tecnología, la generación del conocimiento de
manera más amplia, no es función de los organismos articuladores como pudiera ser el CCYTET,
sino que es una atribución, una función de la academia. Lo que está entonces a nuestro alcance es
establecer los mecanismos programáticos - presupuestales y de planeación que permitan que los
actores relevantes del sistema científico y tecnológico, es decir, la población, los usuarios del
conocimiento quienes pueden aprovechar los resultados de las investigaciones y por supuesto los
actores centrales que son los generadores del conocimiento, los académicos y las instituciones,
puedan realizar su trabajo.

Nuestro punto de vista sobre el cambio climático se articulará en términos de las tensiones o
problemáticas a las que nos enfrentamos como organismo descentralizado, el más pequeño del
sector educativo en términos de presupuesto, representando menos del 0.07 por ciento del
presupuesto estatal. La temática del cambio climático, como ya lo hemos visto, es un problema
global, entonces ¿que puede hacer una instancia de estas características? Quiero compartirles
cinco aspectos muy concretos que me parecen fundamentales desde la óptica del Consejo de
Ciencia y Tecnología:

Ya nos hablaba la doctora Gama en su presentación de un par de proyectos que fueron financiados
en el marco del instrumento con el que contamos, un fideicomiso conjunto entre el CONACYT y el
gobierno del estado para apoyar la investigación, mismos que retomaré a lo largo de esta
argumentación.

Un primer problema que me parece que hay que definir es el de la direccionalidad, es decir, cómo
definimos las prioridades de investigación, por dónde empezar a generar conocimiento cuando nos
enfrentamos a un tema como lo es el cambio climático para darle respuestas, que por supuesto no
se trata de eliminarlo, sino como bien señalaron los panelistas, de mitigar y adaptar a sus efectos.

En el caso del Fondo Mixto, el establecimiento de prioridades tiene una metodología que parte de
revisar lo que señala el Plan Estatal de Desarrollo, seguido por la consulta a las dependencias
gubernamentales de cada uno de los sectores, el recabar la opinión de la comunidad académica y
finalmente hacer el ejercicio de integración y síntesis de estas fuentes.
Efectivamente el Plan Estatal de Desarrollo es un instrumento que aporta una buena base para la
toma de decisiones, pero no está diseñado para la definición de prioridades de investigación, es un
método de planeación para el desarrollo; por lo tanto la tarea más difícil, que también aplica en las
consultas con los sectores gubernamentales, es poder identificar dentro de un problema de
desarrollo, cuál es la pregunta de conocimiento que está detrás.

Por ejemplo, si se trata de incrementar el número de canchas deportivas techadas en las escuelas
primarias, lo que de seguro se ha planteado como justa demanda de los alumnos, de los padres de
familia y de los maestros para protegerles del sol, estamos hablando de un problema de recursos
económicos para construirlos y no necesariamente de cómo mejorar otros atributos de esas
canchas. Seguramente podríamos incrementar o agregar valor de conocimiento a esa demanda, si
además se planteara la necesidad por diseñar estructuras constructivas que fueran más económicas
y eficientes, térmicamente más aislantes, que no fueran tan oscuras permitiendo el paso de la luz,
etc.; entonces el primer problema es traducir una demanda social en prioridades de investigación.
Este nos parece que es uno de los primeros problemas a resolver para conformar una agenda
estatal de investigación en materia de mitigación y adaptación al cambio climático.

Un segundo aspecto, ya también antes mencionado, es el tema de la interdisciplinariedad,


relacionado con el hecho de que el cambio climático no es un fenómeno o tema de los biólogos, es
un asunto que tiene implicaciones en la agricultura, en la ganadería, en la salud de la gente, en la
generación y el uso de la energía, en el manejo de los recursos forestales, en la forma en que
generamos valor económico y en la forma en que lo utilizamos, o inclusive en la forma en que
desechamos lo que ya no nos es útil. Entonces en el tema del cambio climático, la definición de
prioridades de investigación a veces tendrán que ver con asuntos que en una primera lectura
pudieran no ser interpretados como vinculados al cambio climático.

El tercer aspecto que considero importante destacar se refiere a las capacidades. Estamos en un
estado que tiene una comunidad académica muy dinámica, de muy buena calidad pero de un
tamaño cuantitativo relativamente pequeño. Considerando los indicadores de los Sistemas Nacional
y Estatal de Investigadores, nuestro estado cuenta con 87 y 317 integrantes respectivamente.
Aunque la evolución reciente es un gran logro (a principios de siglo estas cifras eran de 3 y 53
respectivamente), distamos mucho de la recomendación internacional en cuanto a la densidad de
capacidad de generación de conocimiento. Tanto la Organización para la Cooperación y Desarrollo
Económico (OCDE) como a nivel federal, han señalado como densidad meta el contar con dos
investigadores por cada mil personas económicamente activas, lo que representa para nuestro
estado 1,800 investigadores, por lo que tendríamos que aceptar que en términos de nuestras
capacidades humanas, institucionales o de infraestructura, aún nos falta un largo camino por
recorrer.

Permítanme darles un ejemplo a partir de lo que ha pasado en el Fondo Mixto; un tema muy ligado al
cambio climático es el tema de energía y a partir del 2003 publicamos en varias convocatorias la
posibilidad o la necesidad de desarrollar tecnologías para generar energías alternativas; dando como
resultado que la primera convocatoria quedara desierta, en la segunda se aprobaron dos proyectos y
en la tercera solo se aprobó uno; ninguno de estos 3 proyectos está liderado por académicos locales,
lo cuál no quiere decir que los académicos sean malos, sino sencillamente que necesitamos
desarrollar capacidades en ese sentido.

Entonces ¿cuál es la alternativa?, como bien lo señaló la doctora Gama, tenemos que reconocer,
aún incluso si tuviéramos muchos investigadores, que el panorama mundial de la investigación
muestra que lo que se está propiciando son procesos colaborativos, porque la velocidad a la que se
genera y a la que se utiliza el conocimiento es tal, que no hay ninguna universidad en el mundo que
por sí sola pueda atender exhaustivamente algún tema. Por lo tanto, debemos aceptar que
necesariamente habrá que propiciar la asociación con otras instituciones. Los ejemplos aquí
expuestos de cómo a partir de la identificación de una necesidad y del trabajo colaborativo de los
académicos, como en el de la recién iniciada Red Académica de Desastres, que ya incluye a 70
investigadores locales y nacionales, muestra claramente una forma de remontar las limitaciones en
capacidades.

El cuarto aspecto importante para poder entender como la política científica se puede o no insertar a
la problemática del cambio climático, tiene que ver con la articulación de plazos en la toma de
decisiones. En efecto, los “tiempos” de la administración pública y los de la investigación no van a la
misma velocidad.

La inundación de 2007 permite ejemplificar con claridad lo anterior. A pocos meses de la inundación
es obvia la urgencia por decidir el rumbo que habrían de tomar los trabajos para el Plan Hidráulico
Estatal. Es necesario tomar decisiones si se hace o no una compuerta, si se cambia o no su diseño
porque hubiera que modificar la previsión de las avenidas máximas, dado que se diseñó en base a la
inundación del ’99 y la del 2007 estuvo arriba de los niveles máximos extraordinarios alcanzados en
ese año, lo que implica que hay que tomar decisiones rápidas en ocasiones en plazos de semanas o
pocos meses, con la información disponible.

Una de las preguntas básicas para este re-diseño es entonces ¿Cuál es la altura de avenidas
máximas que habrá que considerar en virtud de los cambios hidrometeorológicos asociados al
cambio climático?. Como hemos visto anteriormente, el cambio climático es un fenómeno
acumulativo y muchos de sus modelos están calibrados hacia el final del siglo, es indiscutible que no
podemos esperar al final del siglo para ver si fue cierto o no lo que proponían los modelos, pero aun
con la mejor aproximación metodológica, es probable que la generación de conocimiento en el caso
de la investigación sobre el tema, se debe medir en años (el caso del proyecto de la Doctora Gama
aquí presentado tuvo una duración cercana a los 3 años).

Por lo tanto, el tercer factor que tenemos que utilizar en el diseño de políticas públicas para atender
el problema del cambio climático desde la óptica de la investigación y el desarrollo es el de aceptar
que hay un compromiso entre una necesidad que puede expresarse en cuestión de semanas y una
capacidad que puede tardar un par de años en generarse, eso me parece fundamental.

Por último, y continuando con una línea de razonamiento ya igualmente delineada, el quinto tema
está vinculado a la cuestión del financiamiento. Si no contamos con recursos para la generación de
nuevos conocimientos, difícilmente podremos instrumentar una política científica; ya lo decíamos al
inicio, la herramienta de fomento de cualquier política de este tipo es esencialmente el
financiamiento, por lo tanto debemos contar con dinero para ubicar los incentivos para realizar
investigación en temas como el cambio climático, lo que seguramente inducirá en los grupos de
investigación el interés por aplicar sus conocimientos y habilidades a los problemas de conocimiento
que lo subyacen.

No cabe duda que la comunidad académica mundial, y la de Tabasco no es la excepción, está


dispuesta a adaptarse a los cambios, con una creciente conciencia de su responsabilidad como
actores sociales relevantes de responder con lo que uno sabe hacer a una necesidad claramente
definida del entorno; más aun si se tiene el incentivo de contar con financiamiento, para valorizar
infraestructura y capacidades instaladas.

En síntesis, considero que para que la política en ciencia y tecnología en materia de mitigación y
adaptación al cambio climático sea efectiva en nuestro estado, habría que aceptar primero la
importancia del tema; segundo, que los temas ambientales relacionados con estos fenómenos
globales se deben traducir en prioridades de investigación dentro de los mecanismos de
financiamiento como el Fondo Mixto y del propio Consejo; tercero, que hay que tener como sociedad
una visión integral y de largo plazo, no solamente de que es lo que haya que hacer, sino cuanto
tiempo tarda en madurar; y por último tenemos que apostarle con dinero al asunto.

Muchas gracias por su atención.

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