Está en la página 1de 3

Hay un velo irisado que todo lo desdibuja, todo lo adultera.

Cuán fácil es acariciarme el pecho, y


qué difícil evocar sin dolor. A veces el retorno hacia el lugar que ansías no es tan satisfactorio
como se cree. Sí, puede que a él le hubiera gustado, pero siento un vacío irrefrenable, que me
consume y me abruma, con languidez extrema, sobriedad, con aridez, y luego calor. ¡Ojalá me
sintieras! ¿Y lo que daría para que mis lamentos fueran correspuestos y no albatros sin rumbo?
Cómo me duele...

Duele.

No juguemos más...no me gusta aferrarme a la superstición, a la esperanza ruin. Me sorprende el


poder tan humano que adquiere una sola imagen. Una imagen tan confusa, doliente,
atemorizante. No creo que merezca la pena seguir indagando en ella. No creo que valga la pena
dejar caer mi ancla en lagos tan insondables.

-Yuna, por favor, deberíamos volver.


-Kimahri, solo un poco más.
-Solo...
-Tranquilo, me siento bien. Es que necesito desahogarme un poco... Esta cortina, tan gélida,
frígida, me consuela.
-No te entiendo, Yuna, tú eres cálida y vigorosa, estos páramos desdichados no te hacen justicia.
Vayámonos del Monte, por favor. Los que ayer escucharon tu discurso se sentirían defraudados
de alguien tan pesimista y triste.
-Solo unos segundos más...déjame soñar por un momento. No es tal tristeza la que tú sugieres...

Kimahri obedeció, cabizbajo, y se limitó a dejar estático su propio cuerpo justo delante de ella,
como si quisiera parapetar la fragilidad de Yuna que ésta hacía patente con sus resonantes
llantos. La venstica del Monte era un testigo implacable y fiel, que recogía, ensimismada, trazos
de humanidad borrosos y húmedos.

Cuando, después de unos meses inciertos, Yuna y su compenetrado guardián regresaron a


Besaid, la sorpresa hizo mella en un ambiente tan anodino y fresco, tan habituado al roce de los
engranajes, al goteo del tiempo incesante, balbuceante.

-Se parece mucho a Tidus, sí.-afirmó Wakka.


-Entonces queda claro que si hasta Wakka lo reconoce, no es producto de mi imaginación. Esta
esfera no está trucada, simplemente nos relata lo que le pasó a Tidus. A este chico, quiero decir.
-Hablas pensando en él. Hablas como si no quisieras saber nada de lo que se ve en la esfera,
pero al mismo tiempo te atrapa. Yuna, sé sincera contigo misma.-le aconsejó, con todo su temple,
Lulu.

Era un frenético impulso de negación lo que obnubilaba a Yuna. Un raciocinio menoscabado, un


imaginario infestado de criaturas, de lagunas. Su mente se había vuelto terca, y su determinación
un tanto cuestionable. Aquella maldita esfera que mostraba, como si una fatídica profecía fuera,
los designios intocables de un chico que tanto se parecía a Tidus.

Yuna se sentía mutilada, perdida, y otras veces cegada. Ella guardaba celosamente la esfera
entre sus enseres más personales, mas rechazaba cualquier especulación sobre su presumible
decadencia, su perdición espiritual. Declinó todo tipo de comunicación o cooperación con aquellas
facciones que se formaban, como tumultos fantasmales, a lo largo y ancho de Spira. Grupúsculos
y mercenarios, truhanes y pícaros; ninguno escapaba de la influencia de Yuna, pero ésta se
deshacía en rápidos halagos y excusas para liberarse a sí misma, para escapar del mundanal
ruido. Su esencia era harto inalcanzable, inexpugnable para la mayoría de seres mortales.

Yuna conocía muy bien a sus cofrades, sus protectores y guías. Su camino hubo de ser trazado
por alguien más dotado, experimentado que ella. Aun siendo esto algo que ella no olvidó, siguió a
partir de ahora su propio camino, a caballo entre la deshonra y la emancipación. Se olvidó de sus
seres queridos y emprendió un peregrinaje por lugares inusitados de Spira. Su viaje era proclive al
dolor, le dirían. Sus ansias y su dejadez su más perfecta traidora, le avisaban. Pero era inútil.

En una alba singular, Yuna emprendió un viaje hacia lo desconocido y más profundo de su alma.
Ajenos a la determinación tan inesperada de Yuna, sus amigos y conocidos se preocuparon, pero
tampoco quisieron ahondar en terrenos con los que ni ellos mismos se atrevían a lidiar.

Los días se deshojaban y la luna fallecía en lento desperezar. No fue hasta bien entrada la
primavera del año siguiente cuando Yuna maduró en mesura. Habían pasado dos nostálgicos
años desde que Tidus se fuera, y Yuna no pudo evitar regresar al lugar que más cerca vio posar
los cuerpos de estos dos enamorados.

Se acabó. Si eras tú, Tidus, el Lago de Macalania te honrará, y si no lo eras, no importa, este
lugar seguirá siendo el icono de nuestro amor.

-¡Yuna!
¿Kimahri? ¿Qué hace aquí? Me ha seguido en mis últimos viajes, ¿o qué? No me lo puedo creer...
¿Wakka, Lulu? ... ¿Rikku?

-Yuna, la esfera que tanto tiempo has custodiado representaba a alguien ajeno a ti. Él no era
Tidus, sino Shuyin.
-No es solo lo que dice Kimahri, Yuna. Shuyin vivió de una forma tan parecida a Tidus, que parece
que incluso esto tuvo que ver. Han pasado cosas que ni te imaginarías, pero vayamos al grano.
-Wakka, no vayas tan deprisa.-continuó Rikku.

-Quiero saberlo todo, Lulu, id todo lo deprisa que podáis, porque estaba a punto de completar mi
propia ceremonia...

-Yuna, te conozco, sé que ibas a lanzar la esfera porque te atormentaba, pero sea para bien o
para mal, debes saber que este Shuyin en realidad ha causado más revuelo de lo que te
imaginarías. Algo así como una Confederación de Spira le ha parado los pies, porque quería
hacer cosas peligrosas con el mundo.-Lulu me contestó.

-¿Sabéis qué? Os lo agradezco. Agradezco mucho que os hayáis tomado la molestia en


decírmelo. Hay algo en mí que me decía que no era Tidus, pero yo me aferraba a lo estático, no
quería dejar marchar a mis fútiles y vanas esperanzas.

-Igual ha sido un poco precipitado hablarte de la Confederación y de un tipo que se volvió loco. No
sé, han pasado tantas cosas que ya ni sé cómo se retoma la relación contigo.-me decía Rikku.

Sonrío y me quito las pequeñas lágrimas que se despeñan por mi rostro.


-Rikku, tranquila. Ahora mismo hay muchas más cosas de las que os parece en mi cabeza. Me he
vuelto más fría por fuera, pero dejadme que antes de hablar termine con esto.

Es como un albatros, ¿sabéis? Como un ave libre. Pero si vuelan, es porque ellas conocen su
destino, pero nadie más que ellas. Por eso a veces nos parece que lloramos para nada, o erramos
en vano. Pero me he dado cuenta de que he necesitado tomar la decisión de viajar. El propio
tiempo, digamos, me ha moldeado el destino, y yo a sabiendas de que no esperaba encontrar
nada revelador...

Le doy la esfera a Kimahri.


-Quédatela. Me deja mucho más tranquila saber que vuelve a las manos que antes la encontraron
y saber que no la he arrojado en un lago que nada tenía que ver con este Shuyin. Haz lo propio
con ella. Destrúyela si quieres.

He sido egoísta. He pecado de inocente. Pero ahora ya sé que las mejores cosas duran para
siempre, aunque no lo parezca. Tidus, no hace falta que vuelvas, no necesito seguir confiando en
tu aspecto, en tu cuerpo. Puedo confiar en que no olvidaré lo que fuiste para mí.

También podría gustarte