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RENUNCIA DE PORFIRIO DÍAZ A LA PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA

Pasados ya los cien años del inicio de la gesta revolucionaria y, con un país que
en el 2010 vio derrames económicos por los festejos inútiles, que en nada
representan el sentir del pueblo mexicano ante su historia, es menester
rememorar a un hombre que, pareciera ha sido borrado de la memoria colectiva
de la nación. Monumentos a Juárez, Madero, Hidalgo, y demás colectividad de
héroes y antihéroes populares, sin embargo entre tanta efusividad por la historia
nacional, si existe un hombre que merece ser recordado y tener un lugar en la
conformación del país que a lo largo de tantos procesos históricos se ha
conformado, es Porfirio Díaz.

Héroe del 2 de abril, defensor de la reforma, partícipe en la revolución de Ayutla,


iniciador de las revoluciones de la Noria y Tuxtepec, hombre que supo ganarse a
aliados y enemigos con el único fin de hacer prevalecer la paz en el país. Longevo
presidente que se pegó a la silla para no soltarla en más de treinta años, periodo
durante el cual la nación experimentó un crecimiento económico, un desarrollo
industrial y una proyección internacional que difícilmente puede volver a ser
alcanzado.

Es cierto que durante el porfiriato no todo fue perfecto; quizá lo más criticado del
mismo sea la desigualdad social que imperaba en el periodo, desigualdad que se
veía reflejada en las familias más poderosas, pues llegaban a poseer, en algunos
casos, casi toda la tierra trabajable de un estado, como el caso de la familia
Terrazas en el estado de Chihuahua, mientras que los más pobres llegaban
incluso a vivir en un esclavismo provocado por las inmensas deudas que
acumulaban a lo largo de su vida, deudas que eran heredadas a los hijos.

La vida de Díaz va de la mano con la conformación del México moderno; un


estudio más concienzudo deberá hacer notar que el México moderno tiene
comienzo al inicio del periodo que la posrevolución se dio a la tarea de
desaparecer: el porfiriato.
La no mención de dicho hecho desaparece parte de la vida de la nación, se deja
de ver y comprender el México del siglo XXI, la memoria colectiva del pueblo tiene
en catalogación de tirano y dictador al general Porfirio Díaz, por lo cual, está
desaparecida su imagen del catálogo de personajes que hicieron de este país la
nación que hoy conocemos.

No pretendo poner en alto el nombre de Díaz, sino que se le dé el justo valor que
debe tener, es necesario que “un estudio más concienzudo y comprobado haga
surgir en la conciencia nacional, un juicio correcto que me permita morir, llevando
en el fondo de mi alma una justa correspondencia de la estimación que en toda mi
vida he consagrado y consagraré a mis compatriotas.”

Las circunstancias en que el país se ha sumido a partir de la revolución maderista


han orillado de a poco a presentar, lo que Renan llama el olvido en la construcción
de una nación, olvido que el pueblo hace de su pasado con el fin de no recordar
circunstancias que le fueron hostiles, sin embargo ese “olvido” está mal
encausado, pues fue la generación de la posrevolución la que se dio a la tarea de
“olvidar” su pasado inmediato.

La generación de la posrevolución representa dos realidades que estuvieron


presentes en la gesta revolucionaria, por un lado representa los ideales del pueblo
que se sublevó a partir de 1910 haciendo de una revolución democrática una
revolución social, y por otro lado son miembros de una generación que durante el
porfiriato carecía de oportunidades políticas; al triunfo de la gesta los hombres que
se acomodaron en el poder no fueron los líderes sociales que se dieron a conocer
en los más de diez años de guerra civil, sino los líderes políticos que durante el
mismo periodo estuvieron en conflicto con la parte social de la misma.

La nueva burguesía que surgió del movimiento, liderada por hombres como Luis
N. Morones, Plutarco Elías Calles, Álvaro Obregón, entre otros, para legitimarse
en el poder se apropiaron del movimiento revolucionario, institucionalizándolo en
un partido, apropiándose de los motivos originales de la revolución de 1910, por lo
tanto pretendieron “olvidar” el periodo del porfiriato de la historia oficial; borrando
todo rastro, como instituciones anteriores, y vendiendo una historia de dicho
periodo que estaba influenciada por el desarrollo de los hechos que se sucedieron
a partir de entonces.

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