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El año 1938 la Editorial Zig-Zag publicó en Santiago de Chile la Breve His-

toria de América (685 páginas) del mexicano Carlos Pereyra. Este texto
está tomado de las páginas 137-153 de ese libro. Las ilustraciones originales,
en blanco y negro y de escasa calidad, se corresponden con las aquı́ inclui-
das, a color y que fueron encontradas en la Web; en algunos casos se incluyen
varias donde habı́a sólo una.

1
LA CIVILIZACIÓN INCAICA

...
Toda la parte poblada y rica de la actual república del Ecuador queda incluida
en el area de la civilización prehispánica que vamos a examinar brevemente.
Hay que añadir, pues, el territorio ecuatoriano al peruano, alto y bajo, para
el estudio de la unidad incaica, que constituye el hecho polı́tico culminante
de la América precolombina. En ninguna otra parte del Nuevo Mundo se
vió tan plenamente realizada una idea imperial como en el Perú.
Mientras los aztecas tenian que llamar aliadas y no súbditos a los tezcocanos
y a los tepanecas, y resignarse a considerar como un impossible la debelación
de los totonacos y la obediencia de los zapotecas; mientras los pueblos maya-
quichés se dividı́an en veinte cacicatos; mientras los chibchas no alcanzaban
a tener un solo señorı́o en su limitadı́simo territorio, los Incas lograron ser
acatados a lo largo del continente en una extension de treinta y un grados
geográficos de latitud.

2
”La casa de piedra”(Rumihuasi). —Roca tallada en Conchaca.

Escalinatas de Rumihuasi.

3
LOS CAMINOS DEL INCA

Dos hechos van ligados a esta concentration de poder: el camino y la fortale-


za. El camino, superior a cuanto en esto produjo América, era el asombro de
los europeos. Desde Quito hasta el sur del lago de Titicaca, desde Túmbez
hasta Arica, y de allı́ a Chile; transversalmente desde Cuzco hasta Nazca y
Pachacámac; desde Moyobamba hasta Chimú, los territorios sujetos al Inca
estaban unidos por una red perfectamente trazada y cuidadosamente man-
tenida.
Una de las cosas de que yo mas me admiré —escribe Cieza de León—, contemplando
y notando las cosas deste reino, fué pensar cómo y de qué manera se pudieron hacer
caminos tan grandes como por él vemos, y qué fuerzas de hombres bastaron a los hacer, y
con qué herramientas y estrumentos pudieron allanar los montes y quebrantar las peñas
para hacellos tan anchos y tan buenos como están. Porque me parece que si el Emperador
(Carlos V) quisiese mandar hacer otro camino real como el que va del Quito a Cuzco, o
sale de Cuzco para,ir a Chile, cómo todo su poder para ello no fuese poderoso, ni fuerzas
de hombre lo pudiesen hacer si no fuese con la orden tan grande que para ello los Incas
mandaron que hobiese.

Y el barón de Humboldt habla por su parte ası́:


Este camino era maravilioso, y no desmerece de las mas imponentes vı́as romanas que he
visto en Francia, España e Italia.

PÚCARAS

La fortaleza no fué desconocida de los aztecas. Pero la púcara del Perú tiene
proporciones colosales. Formada de piedras enormes que ajustan perfecta-
mente unas con otras, recuerda los edificios mas arrogantes y aun las mu-
rallas de Agrigento. La púcara ofrece otra particularidad, y es que en uno
de los aspectos de esa fortaleza, el constructor supera a griegos, romanos y
medievales. Antes de la invención de la pólvora y de su aplicación a la po-
liorcética, no se habı́a ideado el artificio peruano que permite efectuar un
flanqueo tan comleto del atacante, como en las mejores fortificaciones de la
Europa moderna.

4
“El Templo de las Tres Ventanas” —Es el punto legendario de partida de
los fundadores del Imperio Inca.

5
EL CLIMA Y EL SUELO

¿A qué se debe este adelanto en materia de caminos y fuertes?


El clima y el suelo ofrecen causas condicionantes. La cordillera, que se levanta
cerca de la costa, deja una estrechı́sima zona entre ella y el mar. La corriente
oceánica de Humboldt, con la influencia de su baja temperatura, mantiene
aquellos valles en tal aridez que sólo admite una agricultura de riegos. La
fauna marina es abundante, y el guanay deja en las islas sus enormes depósitos
de fertilizante, conservados indefinidamente por la falta de lluvias. Con el
riego y el abono, los pueblos de la costa aprendieron a solidarizarse. La llama
creó otro vı́nculo. Sistematizado el transporte de mercancı́as, lo que primero
se llevó fué ese fertilizante. Ası́ pudieron formarse núcleos [humanos] cada
vez mayores.

EL GUANO

El Imperio de los Incas es, pues, un don del Océano y de los Andes: del guanay
que fecunda la tierra; de la llama que liga todos los puntos de la cordiilera
y de la costa, prestando ademas el beneficio del abono que producen sus
numerosos rebanos.
Estercolaban las tierras para fertilizarlas —dice Garcilaso de la Vega—, y es de notar que
en todo el valle del Cozco y casi en toda la serranı́a, echaban al maı́z estiércol de gente,
porque dicen que es el mejor, procurando haberlo con gran cuidado y diligencia, y lo tienen
enjuto y hecho polvo para cuando hayan de sembrar el maı́z. En todo el Collao, en más de
ciento y cincuenta leguas de largo, donde por ser tierra muy frı́a no se da el maı́z, echan
en las sementeras de las papas y las demas legumbres, estiércol de ganado. Dicen que es
de más provecho que otro alguno.

En la costa de la mar, desde mas abaxo de Arequipa hasta Tarapacá, que son más de
doscientas leguas de costa, no echan otro estiércol que el de los páxaros marinos, que los
hay en toda la costa del Perú, grandes y chicos, y andan en bandas tan grandes que son
increı́bles si no se veen. Crı́an en unos islotes despoblados que hay por aquella costa, y
es tanto el estiércol que en ellos dexan, que también es increı́ble. De lexos parecen los
montones del estiércol puntas de alguna sierra nevada. En tiempos de los Reyes Incas
habı́a tanta vigilancia en guardar aquellas aves, que al tiempo de la crı́a a nadie era lı́cito
entrar en las islas, so pena de la vida, por que no las asombrasen y echasen de sus nidos.
Tampoco era lı́cito matarlas en ningún tiempo, dentro ni fuera de las islas, so la misma
pena.

6
Ruinas de Pisac.

7
El trabajo de la piedra en la antigua arquitectura peruana.

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La llama es el mas interesante de los animates domésticos que encontraron
los europeos en América.
Pertenece al género Auchenia, de la familia de los camélidos. Se sostiene por
algunos naturalistas que no hay sino la especie que se conoce como Auchenia
huanacus, y que la llama, la alpaca y la vicuña son variedades. Otros las ven
como especies.
Las diferencias no son muy grandes. La alpaca (auchenia paca) tiene la ca-
beza más pequeña, el cuello más largo y el cuerpo mayor que la llama. La
vicuña (auchenia vicunna) es más graciosa que la llama y de un tamaño que
está entre el de ésta y el de la alpaca, ası́ como por el pelo más fino, más
corto y crespo, y por el color amarillo rojo (color vicuña) de la cabeza, cuello,
tronco y ancas, y el resto de ocre claro. La vicuña da pelos blancos, de 14
centı́metros de largo, que tienen mucha estimación. La alpaca vale también
mucho por su producto de esquileo.
La Llama, además de proporcionar carne y lana, es animal de carga y tiro,
principalmente de carga, con una resistencia de 55 kilos. El cronista Francisco
de Jerez da esta descripcion:
. . . a seis leguas de Caxamalca, y alrededor de un lago cercano de arboles, habitan
pastores indios. Tienen carneros de diversas especies, los unos pequeños como los nuestros,
y los otros bastante grandes para que se puedan utilizar como animales de carga.

Cieza de León ya distinguı́a entre llama, guanaco, vicuña y paco.


El Inca Garcilaso de la Vega habla pormenorizadamente ası́:
Los animales domésticos que Dios dió a los indios del Perú, dice el P. Bias Valera que fueron
conforme a la condición blanda de los mismos indios, porque son mansos, que cualquiera
niño los lleva donde quiere, principalmente a los que sirven de llevar cargas. Son de dos
maneras, unos mayores que otros. En común los nombran los indios con este nombre llama,
que es ganado; al pastor dicen llamamı́chec, que quiere decir, el que apacienta el ganado.
Para diferenciarlo, llaman al ganado mayor huanacullama, por la semejanza que en todo
tiene con el animal bravo que llaman huanacu, que no difieren en nada sino en las colores,
que el manso es de todas colores como los caballos de España, y el huanacu bravo no tiene
más de un color que es castaño deslavado, bragado de castaño más claro. Este ganado es
del altor de los ciervos de España. A ningún animal semeja tanto como al camello, quitada
la corcova y la tercia parte de la corpulencia. Tiene el pescuezo largo y parejo. . . El peso
que lleva es de tres a cuatro arrobas. Las jornadas que caminan son a tres leguas, porque
no es ganado de mucho trabajo. No le han de sacar de su paso porque se cansa, y luego
se echa, en el suelo, y no hay levantarlo por cosas que le hagan ni que le quiten la car-ga.
Pueden luego desollarlo, que no hay otro remedio. Cuando porfı́an a levantarlos y llegan
a ellos para alzarles, entonces se defienden con el estiércol que tienen en el buche, que lo

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traen a la boca y lo escupen al que más cerca hallan, y procuran echárselo en el rostro
antes que en otra parte. . . Para que no lleguen a cansarse, llevan en sus recuas cuarenta
o cincuenta carneros vacı́os, y en sintiendo enflaquecer a alguno con la carga, se la quitan
luego y la pasan o otro, antes que se eche, porque en echándose no hay otro remedio sino
matarlo. La carne deste ganado mayor es mejor de cuantas hoy se comen en el mundo. . .
Del ganado menor que llaman pacollama, no hay tanto qué decir, porque no son para
carga, ni para otro servicio alguno sino para carne, que es poco menos buena que la de el
ganado mayor, y para lana, que es bonı́sima y muy larga, de que hacen su ropa de vestir
de las tres estofas (para la gente común, para los nobles y para los prı́ncipes de sangre
real) con colores finı́simas, que los indios las saben dar muy bien, que nunca desdicen. . .

A semejanza del ganado menor, que llaman paco, hay otro ganado bravo que llaman
vicuña. Es animal delicado, de pocas cames. Tiene mucha lana, y muy fina. . . La vicuña
es más alta de cuerpo que una cabra, por grande que sea. El color de su lana tira a castaño
muy claro, que por otro nombre llaman leonado. Son ligerisimas. . . Apaciéntanse en los
desiertos más altos, cerca de la nieve. La carne es de comer, aunque no tan buena como
la del huanacu. Los indios la estimaban, porque eran pobres de carne.

LAS CULTURAS PREINCAICAS

Antes de que existiera el Imperio de los Incas, hubo civilizaciones que lo


prepararon. Una de ellas fue la de Nazca, al sur del territorio peruano; otra,
la de Trujillo, al norte: ambas en la costa. Se cree que durante los dos siglos
anteriores a la era cristiana y los cinco primeros de esta, florecieron los dos
núcleos de civilización en la costa. A partir de entonces, es decir, desde el
siglo VI hasta el XI, Tiahuanaco fue un centro cuya influencia se extendió por
todas partes, pues se encuentran sus manifestaciones en el Ecuador, en Chile
y en el Tucuman.
Debe advertirse que esta cronologia se basa en conjeturas más o menos dignas
de aceptación, pero deleznables. Las presento para fijar convencionalmente
los hechos.
Tiahuanaco se liga a una divinidad que, siendo civilizadora, tenı́a principal-
mente atributos de organizadora polı́tica: Huiracocha .
A pesar de que se contaba con el fertilizante y de que se habı́an perfeccionado
las obras de riego, a pesar de la domesticación de la llama y de la construcción
del camino, a pesar de la creación del edificio ciclópeo o semiciclópeo, la vasta
unificación tenı́a que ser precaria faltando el caballo, y por lo mismo el carro
de guerra, faltando todo cuadrúpedo corpulento para el arado transformador
del cultivo hortense en cultivo de extensión, faltando el cereal panificable y
faltando ganado mayor para la alimentación de grandes masas.
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LOS INCAS

Disuelta la organización formada por la dominación de Tiahuanaco, apuntó la


incaica:
¿Este cambio era la desposesión del elemento aimará de Tiahuanaco por el
quechua de los nuevos señores, o a la inversa, el protoquechua cedı́a el paso
al aimará?
Tan difı́cil de precisar es todo esto, que se sostienen las dos tesis.

El Baño de la Princesa. —Restos monumentales incaicos de Ollantaytambo.

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Pero de cualquier modo, quechuas y aimaráes eran de la misma cepa, y sus
lenguas estaban emparentadas también.
Después de luchar por el predominio en la Sierra, los vencedores prosiguieron
su avance, sometiendo a las yuncas de la costa.
El imperio que iban a encontrar los españoles habı́a nacido.
Este imperio era tan reciente, que en el norte del Perú y en el Ecuador vivı́an
los que lo vieron nacer con las campañas del padre de Atahualpa y morir con
la ejecución del prisionero de los españoles.
Sin embargo, como la unidad lingüı́stica se habı́a firmado, persuade el razona-
miento de D. José de la Riva Agüero, los incas sólo renovaban polı́ticamente
la dominación, acaso milenaria, de la cultura tiahuanaquense. En efecto: una
malla dialectal que cubre desde el norte del Ecuador hasta el centro de la
Argentina, no se improvisa durante la existencia de trece reyes, algunos de
ellos fabulosos, y lo que es más, encerrados en un teatro local diminuto.
Todo parece indicar que las luchas de dominación se reproducen. Los pue-
blos yuncas de la costa, con sus centros —Nazca, Ica y Trujillo— difieren
de los de la Sierra. ¿Son parientes de los chibchas? Su cerámica, sus tejidos,
sus pinturas y sus bajorrelieves dejan tales recuerdos, que cuando llegan los
españoles se les habla del Gran Chimu y de su capital Chachán, cuya domi-
nación alcanzaba por una parte hasta Nazca, y por la otra hasta Guayaquil.
Pero la Sierra, fuerte y audaz, predominaba nuevamente, rehaciendo el im-
perio.

LA COLONIZACIÓN INCAICA

Según datos que ya no ofrecen duda, los Incas practicaron un método de


colonización que no desconocı́an los aztecas, puesto que estos hicieron funda-
ciones en la costa, al sur de Veracruz, entre grupos mayas. Pero los aztecas
no llevaron sistemáticamente la aplicación de aquel procedimiento hasta el
extremo que lo encontramos entre los Incas. Habı́a tres clases de colonias,
descritas por Cieza de León: la de grupos de pueblos conquistados que eran
trasladados a territorios del conquistador; la de conquistadores que iban a es-
tablecerse en los territorios conquistados; la de conquistadores y conquistados
que poblaban territorios más o menos desiertos.
La polı́tica incaica fué eminentemente agraria.

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Habiendo conquistado el Inca cualquier reino o provincia, y dado asiento en el gobierno
de los pueblos y vida de los moradores, conforme a su idolatrı́a y leyes, mandaba que se
aumentasen las tierras de labor, que se entiende las que llevan maı́z, para lo cual mandaba
traer los ingenieros de acequias de agua, que los hubo famosos, como lo muestran hoy
sus obras, ası́ como las que se han destruido, cuyos restos se ven todavı́a, como las que
viven. Los maestros sacaban las acequias necesarias, conforme a las tierras que habı́a de
provecho, porque es de saber que por la mayor parte, toda aquella tierra es pobre de tierras
de pan, y por esto procuraban aumentarlas todo lo que les era posible, y porque por ser
debaxo de la torrida zona, tienen necesidad de riego. También abrı́an acequias para regar
las dehesas cuando el otoño detenı́a las aguas: que también quisieron asegurar los pastos
como los sembrados, porque tuvieron infinito ganado.

EL AYLLU

El ayllu es la célula social de esta estructura polı́tica.


El ayllu constituye el vı́nculo gentilicio que regularmente queda identificado
con su localidad: “todos los de un pueblo se tenı́an por parientes, a semejanza
de las abejas de una colmena”.
Los reyes conquistadores aprovecharon esta organización elemental, y gracias
a ella no solo extendieron sus dominios, sino que dieron firmeza a la estructura
polı́tica, la que pudo de este modo sobrevivir a las rivalidades y competencias
de los que ambicionaban la corona, disputándosela por medio de las armas.
Identificado, como digo, el ayllu a la aldea, el jefe del grupo gentilicio —
ayllucamáyoc— era jefe polı́tico de la localidad, y con este carácter se lla-
maba llactacamáyoc. Pero cuando el ayllu, por multiplicación espontánea o
por obra de los soberanos, tenı́a otras agrupaciones que le reconocı́an como
núcleo, el jefe de este núcleo era un camachicuc, algo como un presidente de
confederación.
Es de suponer que el jefe de ayllu, jefe de aldea y presidente de confederación,
fuera preferido por la corona para la obra de unificación, y que a la autoridad
que representaba se añadiese la delegada de los reyes. Ası́ proceden todos los
conquistadores, y esto mismo hacen todos los unificadores, salvo cuando han
de romper una resistencia obstinada.

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Muros megalı́ticos de Sacsayhuaman 1.

14
Muros megalı́ticos de Sacsayhuaman 2.

15
Muros megalı́ticos de Sacsayhuaman 3.

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EL SISTEMA POLITICO DECIMAL

Los incas fragmentaron el ayllu y lo fundieron en la nueva unidad. El pa-


chacuraca no representaba un despotismo comunista, sino un paternalismo
tradicional aprovechado por la corona incaica.
Para principio y fundamento de su gobierno —dice Garcilaso de la Vega— inventaron
los incas una ley, con la cual les pareció prevenir y atajar los males que en sus vecinos
pudiesen nacer. Para lo cual mandaron que en todos los pueblos, grandes o chicos, de su
imperio, se registrasen los vecinos por decurias de diez, y que uno de ellos, que nombraban
por decurión, tuviese cargo de los nueve. Cinco decurias destas de a diez, tenı́an otro
decurión superior, el cual tenı́a cargo de los cincuenta. Dos decurias de cincuenta tenı́an
otro superior que miraba por los ciento. Cinco decurias de a cien estaban sujetas a otro
capitán decurión que cuidaba de los quinientos. Dos compañı́as de a quinientos reconocı́an
a un general que tenı́a dominio sobre los mil. Y no pasaban las decurias de mil vecinos,
porque decı́an , que para que uno diese buena cuenta, bastaba encomendarle mil hombres.

Dudarı́amos de la verdad contenida en las palabras de Garcilaso, atribuyéndo-


las a su fantasia de glorificador de un pasado embellecido, si la lengua indı́ge-
na no nos dijera que eso era realidad. En efecto: diez familias formaban una
chunca; diez chuncas, una pachaca; diez pachacas, una huaranca, y diez hua-
rancas, una hunu.
Este sistema polı́tico decimal tenı́a su fuerza en la base genésica y económica
que lo sustentaba.
Una demografı́a planteada con rigor autoritario y un reparto de la tierra
hecho con equidad escrupulosa, aseguraron el poder imperial.

LA ORGANIZACIÓN AGRÍCOLA

El ayllu se redujo a chunca, y en la chunca nadie estaba ocioso, pues cada in-
dividuo, debidamente registrado, trabajaba o peleaba mientras podı́a hacerlo.
Gracias también a la organización de la chunca, se aprovechaba ı́ntegramente
la escasa tierra cultivable de un paı́s poco propicio a la agricultura.
El tupu era la superficie asignada a cada jefe de familia. Si nacı́a un hijo, e]
padre recibı́a otro tupu, y la mitad por cada hija.

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Las hornacinas de Machu Picchu.

LAS DOCE EDADES

En los registros demográficos el hombre se dividı́a por edades. Eran doce,


De ellas habla el licenciado Fernando de Santillán, y sus denominaciones,
corregidas en la edición crı́tica de D. Horacio H. Urteaga, son de lo más
interesante.
La primera de las doce divisiones de las edades era la del Puñucrucu, viejo
durmiente, de sesenta años para arriba.
Y ası́ con esta edad no se tenı́a cuenta para caso de tributo ni servicio, antes el Inca
mandaba darles de su hacienda, y los curacas tenı́an grande cuentas con ellos, y los tenı́an
por consejeros en lo que convenı́a al gobierno. . .

El chaupiruco, medio viejo, de cincuenta a sesenta años, también exento de


tributo, prestaba servicio sólo en ciertas chacras, como las de coca y ajı́.
El puric o acapuric, que es el hombre de veinticinco a cincuenta años, llevaba

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sobre si todo el peso de la tributación y del trabajo, ası́ como todas las fatigas
y todos los peligros de la guerra.
El imahuaina, semejante al mozo o casi mozo, de veinte a veinticinco años,
era un auxiliar en las faenas de sus hermanos mayores.
El cocapdllac o cosechero de coca, de dieciseis a veinte años, servı́a en grado
inferior como auxiliar.
El pucllac huambra, muchacho retozón, de ocho a dieciséis años, no estaba
todavı́a en el cuadro.
El etantaraquis o el que pide pan, de seis a ocho años, el mactapúric, de menos
de seis años, el saya huamrac, que ya puede andar, de tres a cinco años, y
el mosoc caparic o niño de brazos o de teta, o recién nacido, completan esta
división.

LA MANO DOMINADORA

Los tributos consistı́an en todo. Aquı́ entra el sistema cerrado de la organi-


zación incaica.
Nadie escapaba a la fuerza del poder público. Nada se le sustraı́a. Pero como
la organización se basaba en un principio social, negador del individualismo,
el interés supremo de la perdurabilidad del sistema impedı́a la asfixia del
productor.
Polo de Ondegardo, en sus admirables investigaciones, se expresa de un modo
concluyente.
Las tierras se dividian en tres partes: las del Sol, las del Inca y las de la
comunidad. Los productos se dividı́an también, dando lo que correspondı́a
a la religión, lo que estaba destinado al servicio público, tanto civil como
militar, y lo de las parcialidades.
No sólo ministraban las especies, sino que las llevaban ya al Cuzco, ya a los
adoratorios, ya a los tambos, es decir, a los aposentos que de trecho en trecho
habı́a, más que para descanso y provisión de caminantes, para acuartela-
miento de columnas militares, que allı́ encontraban vı́veres, ropas y armas.
De tambo a tambo habı́a, además, un servicio constante de chasquis o correos,
pieza esencial de aquella centralización tan avanzada.
El vasallo del Inca debı́a estar dispuesto a todo y servir para todo: cultivar las

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tierras del soberano y de los adoratorios, cuidar de los ganados, esquilarlos,
tejer, extraer metales y beneficiarlos, construir edificios, llevar los productos
a donde se necesitaban y combatir cuando llegase la orden.

LA JERARQUIA OFICIAL

Habı́a funcionarios para reparto general de tierras a las unidades, para fijar
los tributos, para inspeccionar los trabajos y para reclutar la gente que debı́a
pasar al ejercito.
En esta jerarquia se destacaba el Tucuricuc —el que todo lo inspecciona—,
rueda principal del mecanismo.
Santillan explica su funcionamiento.
Este Tocricoc tenı́a a su cargo de escoger y sacar de cada provincia la gente que el Inca
mandaba sacar para la guerra, y de escoger las mujeres que cada provincia le daba para el
Inca y para el Sol, y otras repartı́an a los curacas, y las demás daba a los indios atunlunas,
que es tanto como gente plebeya, y algunas tomaba para sı́, con licencia del Inca. Y
asimismo, este Tocricoc repartı́a entre los curacas e indios las tierras que habı́a en cada
valle, excepto las que se habı́an aplicado al Inca y al Sol, por sus hojas, señalando a cada
uno donde habı́a de sembrar su chácara para su sustentación, y otro año le mudaba en otra
parte, y ası́ no les dejaba cosa conocida más de aquel buen gobierno con que les proveı́a
de lo que les era necesario, conforme a su calidad, sin que les faltase nada, y asimismo
señalaba tierras a los curacas y hacı́a que los indios las sembrasen.

Con lo transcrito basta para que el lector se haga cargo del sistema completo,
cuya descripción serı́a demasiado larga.

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