No pocas veces he escuchado la frase “los estudiantes de hoy no
son los mismos estudiantes de antes”. Debo reconocer que nunca me había detenido a pensar cuál es la diferencia entre mi persona por ejemplo –un estudiante de hoy – , con mi madre – una estudiante del “pasado”. Caí en cuenta de que la diferencia se debía estrictamente al uso y manejo de la tecnología. ¿Es mi madre , profesora de vocación, una inmigrante digital como muchos otros profesores que no nacieron junto con la tecnología? Como profesionales de la educación del siglo XXI, ¿somos mejores que los profesores de la vieja escuela? Tras cada generación, tras cada individuo hay una historia personal que se ha ido modificando , construyendo y reconstruyendo como fruto de los cambios sociales, culturales, tecnológicos, entre otros. Si volvemos la mirada hacia el pasado otros profesores habrán sido , en otras épocas “inmigrantes” en relación a nuevas formas de enseñar, de investigar, de escribir. La “singularidad” parece a simple vista, ha estado siempre presente en educación. Por ejemplo, yo soy un “inmigrante” en relación al uso de la máquina de escribir, que tantos libros, artículos, ensayos ayudó a salir a la luz, con esa letra inconfundible. Entonces, ¿dónde radica la dificultad entre los nativos digitales y los inmigrantes digitales?
En este momento, viene a mi mente la palabra “didaskalia” que
una vez mi profesor de Lenguaje nos enseñó; particularmente en su origen etimológico. En el teatro griego se utilizaba para designar un montaje escénico, porque desde siempre el teatro y la educación han caminado estrechamente unidos. Didaskalia significa enseñar la obra al coro encargada de ejecutarla. Esto implicaba, que en Grecia mientras un Director dirigía una obra, simultáneamente un pedagogo la enseñaba.
Desde mi perspectiva, el primer agente de cambio en el aula es
el profesor, sin su apoyo resulta más difícil modificar la educación. Si bien los nativos digitales lo aventajan en el uso de las nuevas tecnologías, él como facilitador – maestro actor/actriz – asumirá la diferencia al servicio del proceso creativo, para luego otorgar y reconocer autoridad al fenómeno educativo que se produce cuando co-existen una tierra fértil (el alumno como nativo digital y el maestro como inmigrante digital). Aquí se articula por un acto de afectividad humana lo creativo y lo vanguardista del aprendizaje. Un verdadero acto de valentía: que el profesor aprenda de sus alumnos y viceversa.