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Biografia de Slash
Biografia de Slash
Era 1989. una vez finalizada la última etapa de la gira Apettite For
Destruction, yo estaba de vuelta en Los Angeles, bastante vago e
incómodo; por primera vez en dos años no tenía un lugar determinado
donde estar, ningún trabajo que hacer al despertarme. Estuve tanto tiempo
afuera que nada me satisfacía y todo lo cotidiano me parecía extraño. No
sabía cómo se suponía que tenía que ir al almacén luego de haber tocado en
grandes estadios en Japón la semana pasada. Estuve de gira el tiempo
suficiente como para olvidarme que alguna vez me compraba mis propios
cigarrillos y alcohol, y lo que realmente no podía evitar era la adrenalina de
tocar todas las noches.
Durante ese tiempo pasé por una sucesión interesante de novias, un puñado
de ellas que veía en casa, una cada noche. En algún momento de ese mes,
mi manager tuvo la brillante idea de hacerme participar de los MTV Video
Music Awards, para entregarle un premio a alguien. Ni siquiera recuerdo
para quien era el premio, pero mi co-presentadora era la estrella porno
Traci Lords, entonces nos encontramos en el backstage y luego
comenzamos a salir inmediatamente. Yo estaba en un lugar extraño; era
levemente famoso, era infame, pero aún estaba atrapado en un estado
rotoso y pagano en cuanto a mi calidad de vida. Por ese tiempo, podía tener
15 millones de dólares en el banco, pero no hubiera cambiado mi estilo de
vida en absoluto; no tenía auto, era feliz viviendo en un departamento de un
ambiente que parecía la habitación de un hotel normal, no necesitaba nada
más –ahí estaba puesta mi cabeza. Al mismo tiempo, sabía cómo
comportarme como un caballero, que es lo único que Traci Lords esperaba
en una cita. Entonces de alguna manera nos supimos llevar bien.
Pero a Traci no le gustaba nada eso de que nos vieran juntos en público; si
íbamos a algún lugar en donde nos pudiera llegar a prestar atención
alguien, ella me ponía la estúpida condición de que yo entrase después de
ella y nos encontráramos adentro, como si fuese un encuentro casual.
Obviamente yo era reconocible, entonces ella siempre insistía en que
salgamos por la puerta que da a algún callejón. Ahí comprendí que ella
quería guardar un bajo perfil porque no quería que se pensara que era una
más de esas groupis trolas o una de esas chicas porno con las que tipos
como yo salían. Yo nunca fui de esos, ni los comprendo, de hecho la única
razón por la cual la conocía era porque la había visto en esa película en
donde se inclina hacia atrás agarrándose los tobillos, y se veía espectacular.
Yo realmente apreciaba eso, por eso creí que todo el mundo lo haría
también. Nunca llegué a creerle toda es farsa.
Por supuesto que cuando empezamos a salir, mi amigo West Arkeen trajo
una copia de “New Wave Hookers” (algo así como “La nueva generación
de putas”) entonces pudimos comprobar todo lo que hacía. La película era
muy entretenida pero también un poco fastidiosa porque Traci y yo todavía
no nos habíamos acostado. Nuestra relación estaba empezando a
convertirse en una molestia en vez de en algo que valga la pena.
Un día Traci me llamó temprano para arreglar una salida, y ese mismo día
vino West con una pila enorme de crack. Estuvimos despiertos durante dos
días y cuando Traci pasó a buscarme para salir, West y yo estábamos
gateando por las alfombras en busca de rocas. Yo sabía que ella estaba por
venir, pero no podía evitarlo: éramos un desastre, la única persona a la que
no le hubiera importado eso era a una puta con crack. El lugar era una
pocilga de mierda a todo nivel y no ayudaba en nada que West estaba ahí
como si fuera un pigmeo: él media solo 1,55m, tenía el pelo finito y rubio y
realmente grasoso después de fumar crack durante dos días.
West tenía esa sonrisa permanente en su cara que se volvía más y más
perturbadora a medida que él más se arruinaba. Esa tarde estaba tan
arruinado que se le insinuaba abiertamente con la mirada a Traci.
West estaba tan drogado que no tuvo mejor idea que buscar en una
estantería la copia de New Wave Hookers y señalando la tapa decía: “Esta
sos vos, no? Sos Traci Lords!”. Y seguía sonriéndole.
Traci echó una larga y lenta mirada hacia alrededor. “Ya vuelvo”, dijo con
su suave vocecita. “Me olvidé unas cosas en el auto”.
“Si, joya”, le dije. “Después nos vamos”. Yo estaba drogado y no tenía
precisamente mucho sentido del tiempo, pero inmediatamente me di cuenta
que se había ido lo suficientemente lejos como para alguna vez regresar.
Hice lo que cualquiera con dinero fresco haría luego de alquilar por un
tiempo: me compré una casa tal como me indicó mi manager. Aún no tenía
idea sobre mi futuro ni cómo manejar las finanzas; no tenía ningún tipo de
aspiraciones materiales. No gastaba mucho en nada en ese momento; hasta
ese momento el dinero era un concepto abstracto para mí. Encontré una
casa en las afueras de Laurel Canyon, y siempre fue conocida como la casa
Walnut. Por esos tiempos yo estaba bastante descontrolado. Recuerdo que
fui a un encuentro con mi contratista para hablar de la remodelación del
baño, y pensaba que llevar algunas líneas sería una buena idea para romper
el hielo. Nos paramos en el baño para que me mostrara el trabajo que se iba
a hacer. “Si, si, joya flaco”, le dije. Bajé la tapa del inodoro y separé cuatro
líneas finitas de coca. “Querés una?”, dije.
Se mostró un poco incómodo y me respondió: “No, no gracias. Estoy
trabajando”. “Ok, bueno, esta bién”, le dije. “Me tomo la tuya entonces”.
“No es solo eso, sino que son las 8 de la mañana”, me respondió sonriendo
como disculpándose.
En ese momento yo era cada uno de los atormentantes clichés que ese tipo
pudo haber escuchado hablar sobre una estrella de rock, todo en uno solo,
más aún cuando se enteró que lo había contratado para convertir a uno de
los baños junto con su jacuzzi en un territorio para serpientes que ocupó un
cuarto del espacio del baño. Iba a construir paredes de vidrio para encerrar,
desde el piso hasta la claraboya, a la bañadera, la cual estaba elevada; y
además le agregó escaleras transparentes para poder ver a mis mascotas
donde quiera que estén. No podía esperar a llenar de árboles y de todas esas
mierdas que le gustan a las serpientes. En la casa Walnut llegué a tener más
de 90 serpientes y reptiles.
No hacía falta ser un clarividente para ver que si queríamos volver a ser
una banda, Izzy, Duff, Steven y yo tendríamos que ponernos a escribir un
poco de música y conseguir que Axl se interese y vuelva al ruedo.
Seguimos ensayando, y una vez que conseguimos algunas canciones,
fuimos a lo de Izzy para escribir algunas letras y ver en donde tenía puesta
su cabeza. No tardé mucho en darme cuenta. Estaba en el baño meando y
de repente me doy cuenta que la ducha tenía una capa de polvo de 5
centímetros de espesor. No habían usado esa cosa durante semanas –así de
ido estaba Izzy. Axl apareció ese día y, a pesar de todo, comenzamos a
trabajar en una canción que terminó siendo Pretty Tied Up. Me acuerdo que
Izzy había agarrado un platillo, un palo de escoba y algunas cuerdas y
construyó una cítara con todo eso. No hace falta decirlo, Izzy estaba hasta
la verga de droga.
No tuvimos que chocar con él en absoluto; el se llevó un susto muy serio
una noche que lo enderezó para siempre. Lo que fuera que le pasó, lo
shockeó tanto que nunca quiso hablar del tema. Llamó a su padre para que
lo viniera a buscar desde Indiana e irse a casa, así fue cómo y cuándo Izzy
se limpió. Y ha estado limpio desde entonces.
Todas las noches íbamos al Smart Bar. No nos llevábamos realmente bien
con la gente de allí, pero teníamos una docena de minas. Parecía la pasarela
de un desfile el lugar, pero ocasionalmente me enfoqué en una de ellas. Se
llamaba Megan, tenía 19 años y vivía con su mamá y un hermano menor en
un suburbio cercano. Era una chica muy dulce y alegre, exótica y con unos
grandes pechos.
Debí haber estado dibujando esos pequeños demonios que nunca pude ver
realmente o capturar en una película, creéme que lo intenté. En cuanto
empecé a inyectarme speedball regularmente, esos hombrecitos aparecían
por cualquier lado. Eran unos personajes pequeños y corpulentos, que se
traslucían, y yo los podía ver desde lejos hasta que, a veces, se me subían a
la campera. Yo quería llegar a conocerlos de alguna manera; cuando me
tiraba al piso esperando que mi ritmo cardíaco se relaje, veía el pequeño
espectáculo parecido al Cirque du Soleil que esos tipos hacían por todo el
cuarto. Muchas veces pensé en despertar a Megan para que pudiera
comprobarlo. Incluso les tomaba fotos en el espejo cuando los encontraba
colgados de mi pelo y en mis hombros. Comencé a hablar de ellos y a
verlos tan claramente que hasta lo volvía loco a mi dealer. En la rara
ocasión en que tenía que salir de mi casa para conseguir la droga, solía
inyectarme directamente en el lugar y luego empezaba a ver a esos
hombrecitos subirse a mi brazo.
Una noche estaba patrullando la casa con mi escopeta y bajé las escaleras
para ir al living. Después volví a subir, pasando por el dormitorio donde
Megan dormía, y fui hasta el ático. Cuando iba subiendo, el arma se
disparó e impactó en el cielo raso. Megan ni siquiera se despertó.
David era un tipo entrador y bastante sabio en todo lo que sea abuso de
químicos. Me preguntó qué estaba haciendo respecto a las drogas, y qué me
estaba pasando emocionalmente y síquicamente, y con la banda. Divagué
un poco, pero cuando empecé a hablarle sobre mis pequeños y traslúcidos
amigos, David me interrumpió. La conversación en si misma era
demasiado íntima como para tenerla con alguien que no veía desde los 8
años, pero escuchó lo suficiente.
“Escuchame” me dijo. ”No vas por buen camino. Si ves cosas a cada rato,
lo que estás haciendo con vos no es para nada bueno. Estás en un punto
muy bajo espiritualmente cuando eso comienza a suceder.” Se detuvo un
momento. “Te estás exponiendo al lado más oscuro de tu subconsciente. Te
estás haciendo vulnerable a todo tipo de energía negativa”
Yo estaba tan alejado de la realidad que no le creí nada. Pensaba que mis
alucinaciones eran mi tiempo de entretenimiento.
“Ok, está bien” le dije. “Si, supongo que está mal. Estoy notificado.”
Doug pensó que podría intentar una mediación con Steven llevándolo de
vacaciones a un exclusivo resort y golf club en Arizona. Yo era una especie
más difícil –ninguna sugerencia de rehabilitación terminaría bien, tampoco
la idea de andar siendo cuidado por alguien. En realidad, nadie podía
decirme nada en ese momento; tenían que confiar en que tomaría las
riendas de mi vida nuevamente. Y yo lo intenté realmente; pensé en cómo
podía cambiar el curso durante muchas noches que pasé drogado en la casa
Walnut.
No había llamado a Steven o Doug para decirles que iba para allá, entonces
cuando llegué aquella noche, estaba solo. No pasaba mucho en el pueblo,
pero no me importaba.
“Hey, a cuánto estamos del lugar?” le pregunté al chofer de la limusina.
“Hey” le dije. “Hay algún otro lugar para detenernos? Necesito un set de
vajilla completo”
Pronto olvidé que la mierda que había llevado debía durarme cuatro días –
actuaba como si tuviera algo que celebrar. En unas horas me había quedado
sin heroína. Es un problema común en los drogadictos: cuando estás
limado, estás en un lindo estado de conformidad, todo es bueno y calmado,
y es ahí cuando hacés los planes; ahí es cuando te das cuenta cuantas dosis
necesitarás. Luego empezás a doparte y todo cambia.
Esa noche seguí inyectándome coca sólo por inyectarme y estuve bastante
contento esas pocas horas. Y luego las cosas se enrarecieron. Empecé a
boxear contra la sombra de los monstruos que veía a través de las cortinas
que enmarcaban la cama. Me movía como si estuviera ejercitándome en un
gimnasio. La pelea con la sombra duró toda la noche, hasta que salió el sol
y desapareció toda sombra, finalizando así con mi actividad. Una vez que
me recuperé de ese trance, me di cuenta que sería mejor ir a buscar a
Steven y Doug.
Primero decidí darme una ducha, arreglarme un poco. Pero antes de eso,
opté por una última dosis de coca. Me sentí bárbaro cuando me puse bajo la
gran lluvia de agua de la lujosa ducha. Y fue allí debajo de esa agua tan
cálida cuando las alucinaciones de la coca me pegaron más duro que en la
noche, o que en cualquier otra noche. La luz del día entraba plenamente por
la claraboya, pero yo veía cómo emergían unas enormes sombras desde las
esquinas. Crecían desde el piso enfrente mío, desde el vidrio de la ducha y
tomaban la forma de las sombras de los monstruos con los que había
boxeado más temprano. Estaban justo enfrente mío, tapando la puerta de
vidrio, y como yo no estaba dispuesto a dejar que me alcancen, entonces las
golpeé tan duro como pude, rompiendo en añicos todo el panel de vidrio.
Me quedé parado allí con una mano cortada, bajo el agua, paralizado y
paranoico, buscando con la vista por todo el baño a otros enemigos. Ahí fue
que aparecieron mis pequeños amigos.
Decidí huir. Pasé a través de la puerta corrediza, esparciendo los vidrios por
todos lados y cortándome más aún. Cuando salí corriendo de la cabaña, la
luz del día, el verde furioso del césped, y los colores en el cielo eran
abrumantes, todo era inquietante, brillante e intenso.
Todo en mi cuarto había sido tan real que yo no estaba preparado, en esas
condiciones, para pasar de las pálidas cortinas a la claridad de la luz del día
tan de repente.
Ya había causado una buena conmoción para ese momento; la policía había
llegado y, junto con una multitud de espectadores, me enfrentaron en el
lugar donde me escondía. No volví a ver a los Depredadores, pero cuando
le di mi testimonio a la policía, éste incluyó una detallada recreación de
cómo me habían perseguido a través de todo el resort para matarme.
Todavía estaba tan ido que conté la historia sin el más mínimo dejo de
conciencia. Todo a mi alrededor se veía bastante bizarro; más aún cuando
Steven irrumpió entre la multitud para alcanzarme un pantalón corto.