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Un Comunicador en el

Mundo
Lic. Sandra Massoni

“Toda relación con una teoría es pasional.


Podemos someternos a ella, refugiarnos en ella
o hacerla trabajar, desafiarla”.

Alicia Stolkiner1

¿Y si asumiéramos que una de las principales tareas de un universitario es esta de echar a


andar nuestras propias ideas en el mundo...?
Y si intentáramos zafar de la reverencia hacia “la Ciencia con mayúsculas, entendida como
saber racional preconstruido a la acción, neutro, desprovisto de ideología y de mitos2 y por
ende, como un saber que está atrapado en los vericuetos burocráticos de su administración
y sacrosanta conservación...?
¿Y si apostáramos a construir un proyecto de formación del comunicados asentado en el
análisis para la acción, más que en el análisis estéril...?
Esto nos preguntamos los docentes de nuestra Escuela de Comunicación Social al tiempo de
reunirnos para esbozar los ejes de una nueva reforma curricular.
Entonces un grupo de docentes decidimos proponer como bandera aquello que todo el
tiempo el academicismo dejo afuera: las pasiones. Lo hicimos porque un nuevo currículo es
un proyecto para alcanzar un ideal de futuro e implica tomar posición, adoptar y defender,
poner a funcionar la idea de otro profesional de la comunicación en nuestro mundo.
En eso estamos, en plena tarea de repensar todo con la única certeza de buscar algo mejor,
más adecuado, más flexible, más fecundo.
Fotografía de una conversación
Esta es sólo mi versión del estado actual de una conversación recurrente en nuestra escuela
en los últimos años en torno a la reforma curricular. Para compartirla con ustedes elegí
exponer algunos aspectos de esta charla, en principio, algunos nudos conceptuales a
considerar en un proyecto de transformación y también ciertas reconsideraciones de las
formas hoy dominantes en la práctica institucional de la escuela de Comunicación Social de
la Universidad Nacional de Rosario.
De la Ciencia poseedora de un objeto y un método a los campos conceptuales
articulados en prácticas sociales alrededor de situaciones problemáticas.
Tradicionalmente la comunicación presentó resistencias para dejarse encasillar, para
embutirse mansamente y rotularse como disciplina científica, con recorte de un objeto y
oficialización de un método. Hoy las críticas a las ciencia positiva, la recurrente denuncia de
sus reduccionismos y de sus efectos reproductores de lo real, nos habilitan para iniciar otro
camino, otra forma de hacer ciencia social, una modalidad multi-paradigmática y
transdisciplinaria que pretende trabajar desde otro concepto y asumiendo una relación de
imbricación3 teoría realidad.
Como dice Alicia Stolkiner “los problemas no se presentan como objetos, sino como
demandas complejas y difusas que dan lugar a prácticas sociales inervadas de

1
Stolkiner, A. De interdisciplinas e indisciplinas, en El Niño y la escuela, Ed. Nueva Visión.
2
Ibidem
3
Según Néstor García Canclini, imbricación implica coexistencia, interrelación, intersección de partes. Es distinta
de una operación dialéctica, porque aquí, más que superación, se reconoce un mestizaje, una articulada relación de
ritmos que se excluyen para construirse.
contradicciones e imbricadas con cuerpos conceptuales diversos (...) el análisis de los
problemas comunicacionales no puede limitarse a observarlos como compuestos por la
superposición o simple agregación de los procesos que tienen lugar en lo económico, lo
político y lo social. Se trata más bien de apreciar que los fenómenos ocurren en diferentes
escalas de espacio y tiempo y que el análisis para la acción debe centrarseen las
articulaciones, extrapolaciones y rupturas. (...)En definitiva se trata mucho más de hacer
que decir o de decir para hacer, de conocer en detalle que de criticar a la distancia que solo
la impunidad del desconocimiento, de asombrarse más y quejarse menos, de deslumbrase
menos y de aprovechar más las infinitas oportunidades que un entorno informativo y
comunicacional cambiante como nunca permite...”4
Para llevar adelante un proyecto como éste necesitamos despegarnos del análisis estéril.
Pasar de la crítica a la intervención creativa en los procesos comunicacionales. Ejercer la
diferencia entre la crítica y la valoración crítica.5 Y a nivel de cada docente pensar el aporte
que cada cátedra puede hacer a la oferta educativa de la escuela en términos de saberes en
relación a problemas y no en términos de visiones disciplinares encorsetadas de los
problemas solamente. Y para ello tenemos que clarificar el proceso de conocimiento y no
sólo las áreas de conocimiento. Tenemos también que superar aquellas estructuras
institucionales que responden a la concepción positivista de la ciencia y a la idea iluminista
de la teoría: la separación entre teóricos y prácticos en las materias del núcleo teórico, la
organización por materias teóricas y talleres en el plan de estudios. Tenemos que
animarnos y prepararnos para abordar la dimensión comunicativa de lo real integrando
diversos saberes.6
De la comunicación pensada sólo en su dimensión informativa a la comunicación
como espacio estratégico para generar acción.
“Integrar la dimensión comunicativa implica, ante todo, una mirada que rebase la
hegemonía de la emisión para centrase en el otro como otro y no como otro para (...).
Reconocer que estos mundos de vida permanentemente interactúan y que al hacerlo
construyen la dinámica social. Salimos del corset de los mensajes para abordar el espesor
de la comunicación”.7
Abosdar la dimensión comunicativa como espacio estratégico implica trabajar desde un
esquema de investigación acción que se propone como un proyecto de comprensión de la
diversidad sociocultural. La tarea de un comunicador al reconocer esta diversidad es indagar
los posibles puntos de articulación de las diferencias en función de intereses y necesidades
de grupos sociales que se reconocen como bien distintos, para operar desde allí en relación
a un objetivo.8 Aprovechar la oportunidad que nos abren las teorías de la comunicación y la
cultura para concebir a la comunicación social como un espacio estratégico para pensar los
bloqueos y contradicciones que dinamizan la sociedad.
Del periodista y el analista social al comunicador social.
No basta con formar profesionales, tenemos que formar comunicadores capaces de
adaptarse competitivamente a las variables tecnológicas y a las condiciones cambiantes de
los mercados. Desarrollar la oferta de una institución educativa como la Universidad y
marcar su especificidad por oposición a otras ofertas para desempeñarse en el mismo
campo laboral (escuelas técnicas) y en otras profesiones/disciplinas sociales (sociología,
antropología, etc.).

4
A. Piscitelli.
5
Massoni, S., Buschiazzo, A., Mascotti, M., en Atrévase a Enseñar, cátedra Teorías de la Comunicación II. Usamos
el concepto de Marcas de racionalidad para hablar de las huellas de la teoría sobre lo real. Al respecto ver Atrévase a
Enseñar.
6
Orozco Gómez, G. De las disciplinas a los saberes. Hacia una reestructuración de la comunicación desde la
academia. En Generación de Conocimientos y formación de comunicadores. UNAM, México, 1992. Diagnóstico
comunicacional.
7
Massoni, S., Mascotti, M. El espesor de la comunicación. En revista Medios y Enteros, año II, Nº 4. Escuela de
Comunicación Social. UNR.
8
Massoni, S., Mascotti, M. Diagnóstico comunicacional. Entre la desazón de la intemperie y la euforia de la
construcción. En Generación de Conocimientos y formación de comunicadores. UNAM, México, 1992.
Para dar un oficio no hace falta la Universidad. Cualquier persona podría conseguir un oficio
trabajando en los medios mismos. La formación debe tener conexión con el campo laboral,
sin que esto suponga que sea una réplica de ése campo. Tenemos que ser capaces de
generar una oferta educativa vinculada a los escenarios laborales actuales pero también a
los escenarios laborales posibles.
De la misma manera la concepción actual de la comunicación cuestiona a la actual
estructura por terminalidades. Con esta idea de comunicación ya no es posible pensar un
comunicador para los medios masivos o para las instituciones. Más bien se hace necesaria
una formación más integral, que habilite al profesional de la comunicación para correrse de
un campo laboral a otro sin dificultades. Como dice el profesor Daniel Briguet: “sería como
el modelo del futbol total”. Un modelo de formación profesional que faculte a los egresados
para moverse en distintas áreas con cierta soltura, un piso básico que cada egresado
completaría a su voluntad en función de un espacio laboral específico.
En este marco, pensamos al comunicador como un profesional con capacidad de interpelar
la dinámica social, para operar crítica y valorativamente en su dimensión comunicativa.
Es un profesional capaz de diseñar una acción de comunicación integrando todo el proceso,
desde la idea a la realización, en función de un objetivo. En este sentido, no es un mero
ejecutor de productos comunicacionales sino alguien capaz de usar los saberes teóricos
como herramientas de trabajo profesional. Es un profesional capaz de repensar la
teorización en comunicación para producir el ingrediente renovador del hacer en
comunicación. Su investigación es un espacio de experimentación social en el sentido de
encuentro con la realidad comunicacional del país y de la región; un proyecto de
formulación de demandas y diseño de alternativas.
La especificidad del comunicador es articular prácticas de comunicación y movimientos
sociales. El profesional de la comunicación opera en la dinámica social y su formación
debería estar organizada en base a desarrollar la creatividad en relación con la oportunidad,
y más allá del espacio laboral en el que se desempeñe -en los medios o en las instituciones,
en niveles micro o macrosociales- en generar la capacidad de diagnosticar la dimensión
comunicativa para reconocer sus racionalidades y poder organizar una estrategia de
intervención que ponga en juego diversos saberes en función de un objetivo.

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