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TEXTO N 2
- Esta niita, desde que tuvo uso de razn se meti en camisas de once varas- intervino
doa Pepa-. Te acuerdas, viejo, cuando amaneci muerto el perro de la vecina y Emilia
descubri que el caballero del frente lo haba envenenado? Te acuerdas del escndalo que se
arm en el barrio cuando ella, con una seguridad pasmosa para sus nueve aos, asegur
que ese vecino envenenaba gatos y perros y lo oblig a confesar?
- Bueno y acurdate del ao pasado en la playa de Quintay, cuando ella y Diego
desenmascararon a una banda de traficantes sigui el to, orgulloso a ms no poder-. No lo
va a creer, inspector, pero este parcito
Emilia lo interrumpi.
- Ya to, no siga, tenemos que irnos. A menos que, como despedida, juguemos a la
Dama Negra!
- Qu chiste tan fnebre, Emilia!- la reconvino su ta.
- De ahora en adelante slo voy a jugar solitarios dijo Rafael, sonriendo.
Humberto, viendo que la conversacin se prolongaba, ofreci las ltimas tazas de caf.
Minutos despus el auto de los Martnez bajaba por el camino que orillaba el acantilado y
atravesaba el puente que cruzaba el ro. Atrs quedaba el bosque de eucaliptos, las copas
amarillas de los aromos, las mermeladas caseras, los baos termales y los leones con sus
fauces abiertas.
Emilia y Diego sentados en el asiento trasero miraron hacia atrs. La hostera de
Colinahuel, que desapareca lentamente de sus vistas, se fijara por mucho tiempo en sus
memorias.
Fragmento de Emilia y la dama negra. J. Balcells y Ana M. Giraldes.