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BIBLIOGRAFÍA
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I) EL CONCEPTO MULTIDIMENSIONAL DE VALOR
Desde el punto de vista Etimológico VALOR viene del latín “valor”: “fuerza, salud, robustez,
resistencia, solidez, influencia, eficacia”. De este primer significado romano, derivan los
significados de “grado de utilidad o aptitud de las cosas”, “alcance de la significación o
importancia de una cosa, acción o palabra”, “cualidad del ánimo que mueve a acometer
resueltamente grandes empresas”, “fuerza, actividad, eficacia o virtud de las cosas para producir
sus efectos”.
Desde el enfoque socioeducativo Valor es aquella escala ética y moral que el individuo posee a la
hora de actuar; se relaciona estrechamente con la educación que cada uno ha recibido desde
pequeño. Es todo aquello que hace a las cosas buenas, pues los valores siempre hacen referencia a
una excelencia, a una perfección.
Desde el punto de vista axiológico es una cualidad especial que hace que las cosas sean estimadas
en sentido positivo o negativo.
Desde el punto de vista humanista un valor es algo que perfecciona al que lo posee, es algo valioso
que lo enriquece. El hombre lo busca, porque para él representa algo que lo va a hacer mejor ó le
va a dar más.
Actualmente se define al valor como un poliedro que posee múltiples caras y puede contemplarse
desde variados ángulos y visiones
Para efectos educativos los valores son un conjunto de ejemplos que la sociedad propone (desde
el hogar, la escuela y la comunidad) en las relaciones sociales, se dice que alguien “tiene valores”
cuando establece relaciones de respeto al prójimo.
1) Un proyecto vital de existencia en común con un proyecto educativo compartido, donde hay un
fuerte compromiso emocional,
2) Un contexto de desarrollo tanto para los hijos como para los padres y abuelos,
3) Un escenario de encuentro intergeneracional,
4) Una red de apoyo para las transiciones y las crisis.
La familia aparece pues, como el mejor contexto para acompañar a la persona para transitar los
cambios que implica necesariamente la vida.
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Las reglas familiares son en general implícitas, provienen de las familias de origen y se transmiten
de generación en generación. Las reglas pueden funcionar como vehículos concretos de expresión
de los valores, ya que en general responden a una determinada escala de valores, sea esta
explícita o no. También pueden responder a la tradición y ser el principal obstáculo para el cambio.
Las reglas familiares constituyen indicadores comunicacionales por excelencia. A través de ellas se
determina quién habla con quién, quién tiene derecho a qué, cómo se expresan los afectos, qué se
penaliza, que se premia, a quién le corresponde hacer qué.
Algunos autores como Stenberg, hablan de poder ejecutivo, legislativo y judicial en la familia,
pidiendo prestados términos jurídicos, haciendo referencia a la aplicación de reglas en la familia. El
poder legislativo se encarga de enunciar normas, el poder judicial determina si ha habido
incumplimiento de las mismas, y el poder ejecutivo es quien se encarga de que las normas se
cumplan. En las familias de corte tradicional, el padre representa el poder legislativo, mientras que
a la madre, que en general está en mayor contacto con los hijos, corresponden los otros dos
poderes.
En resumen, la familia constituye entonces el compromiso de cada individuo con un proyecto
relacional que se construye en un determinado tiempo y espacio y que define por lo tanto los
valores que en cada unidad familiar se ponen en juego. La familia se constituye así como el primer
paso importante hacia la cultura, al organizar el sistema de valores, la manera de pensar y de
comportarse de sus miembros, de acuerdo a la pertenencia cultural.
La familia aparece pues, como el mejor contexto para acompañar a la persona para transitar los
cambios que implica necesariamente la vida.
La escuela tiene un papel crucial de formación, educación y transmisión de valores, sin embargo,
hoy en día a menudo sólo se la valora como transmisora de conocimientos y se la juzga por la
rentabilidad de lo que enseña.
EL ÉNFASIS EN ALGUNOS VALORES CAMBIAN CON LAS DÉCADAS
En las décadas de los 60’ y 70’ la mayoría de familias que yo podía conocer entonces, y la mía
propia seguían un modelo similar al modelo cristiano... modelo familiar basado en el amor y el
respeto mutuos, las estructuras familiares eran sencillas pero muy sólidas, dónde se notaba
el calor de los que te aman y la familias se constituían en unas células sociales dónde la
comunicación, la obediencia, el respeto por la autoridad de los mayores y la comprensión hacia los
más pequeños y debilitados era lo primordial. Hoy sin embargo han cambiado los valores que se
transmiten entre los integrantes de las familias.
En resumen, recuerdo una sociedad dónde no había ni padres ni maestro que han perdido la
autoridad sobre el hijo o discente, tampoco había padres asesinados por los propios hijos como
pasa en la actualidad.
¿Cómo se ha podido cambiar tanto, si sólo han pasado 4 décadas?
La respuesta está en la “evolución”, el “desarrollo” y la mixtificación de los valores, que comienzan
desde fines del siglo XX, producto de una serie de factores entre ellos el de la globalización, la
caída de los grandes paradigmas políticos y científicos, la asunción de la generación “X”, la
devaluación de las creencias religiosas, etc. En fin un conjunto de factores que han concurrido para
llegar a este estado axiológico societario, debieran serían el punto de partida de una línea de
investigación científica.
En efecto, los valores han cambiado desde la modernidad a la post modernidad de la sociedad
contemporánea globalizada.
Valores de la modernidad Valores de la posmodernidad
Lo holístico Lo fragmentario
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Lo absoluto Lo relativo
La unidad La diversidad
Lo universal Lo particular
El estado La ciudad, la región, el país
Lo objetivo Lo subjetivo
El esfuerzo El placer
El pasado/el futuro El presente
La razón La emoción
La certeza La duda
La autorresponsabilidad La responsabilidad diferida
El día La noche
El trabajo La fiesta
La construcción La deconstrucción
Lo masculino Lo femenino
Lo leído/hablado Lo visto
El papel La pantalla
El clan La red (red de guetos, a veces la pandilla).
La falta de unidad de vida, genera falta de unidad social. La sociedad se dispersa en bandos -y no
en comunidades, las cuales antes implicaban amistad, ahora movidos por intereses particulares y
regidos por curiosas escalas de "valores" como el beneficio propio. La promoción de la unidad de
vida es una pieza clave para la solución de esta crisis de valores; pero ésta sólo puede asumirse
desde el ámbito personal; y únicamente se realiza de modo social. Y las principales comunidades
desde las que hay que empezar a solucionar la crisis de valores son la familia y las comunidades
educativas.
Explicitar: Eliminar el curriculum oculto, precisando la cualidad orientadora del proceso docente-
educativo. Connotar lo socialmente significativo de la realidad hacia el redimensionamiento
humano en todos los componentes del proceso, identificando el modelo educativo a alcanzar con
la eficacia del proceso. Precisar los contenidos de los sistemas de valores a formar y desarrollar
según la aspiración social.
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Visto de otro modo, es la reflexión del profesor sobre el valor educativo de sus acciones en el
proceso, de sus intenciones, de lo valorativo en los contenidos, del valor del método, etc. lo que
implica establecer prioridades. “la justificación de los contenidos debe basarse, no sólo en criterios
disciplinares, derivados del lugar que esos contenidos ocupan en la estructura de esa disciplina,
sino también en las metas educativas fijadas para esa materia en esa etapa.
Los caminos y las vías no pueden justificar los fines, es evidente que un buen uso del diálogo, de
los métodos participativos, del ejemplo del profesor son condición necesaria para una adecuada
labor de formación, pero, es condición también necesaria su precisión en el diseño curricular, en el
análisis del contenido, en los objetivos propuestos, etc., es decir, tener claro los fines que se
esperan en lo educativo. La formación sociohumanista tiene su propia significación y lógica y, de lo
que se trata es de incorporarla como parte del sistema educativo, no separarla de la realidad a que
se enfrenta el estudiante como aprendizaje, y en este sentido el profesor debe prepararse y dirigir
el proceso en esa dirección, intención que no depende de la casualidad ni de los criterios
particulares de éste, sino de todo el proceso de formación, y de la necesidad que lleva implícita
por la sociedad.
“La didáctica es la disciplina que explica los procesos de enseñanza-aprendizaje para proponer su
realización consecuente con las finalidades educativas.” Si se acepta dicha definición, entonces,
intencionalizar y explicitar a través de la didáctica el proyecto educativo significa definir y
profundizar en los valores y por tanto en lo educativo, haciendo que las finalidades educativas
expresen el compromiso con la realidad.
Por tanto, la didáctica se desarrolla con una u otra intencionalidad, en dependencia de la práctica
educativa que se quiera alcanzar, y del compromiso del profesor. Pero no basta con la claridad de
la intencionalidad, sino hay que hacerla explícita y sistematizarla en la propia didáctica, de ahí que
deban precisarse un conjunto de principios teórico-metodológicos, para dicha educación
comprometida, valorativa, reflexiva y en valores, los que deben tenerse en cuenta en las
diferentes estrategias a desplegar.
La personalidad es “un sistema de alto nivel de integración de funciones síquicas del individuo, un
complejo de formaciones estructuradas sobre ciertos principios que funcionan dirigidos a un
objetivo” (7).
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El objetivo constituye el sentido fundamental de la actividad del individuo, se expresa en el
proyecto de vida que es “el conjunto de representaciones mentales sistematizadas sobre cuya
base se configuran las actitudes y disposiciones teóricas del individuo, y que para ejercer una
dirección autentica de la personalidad, este modelo debe tomar una forma determinada en la
actividad social del individuo y en las relaciones con las personas. Es decir, la característica
directriz de este modelo ideal se expresa no sólo en lo que el individuo quiere ser, sino en su
disposición real y sus posibilidades internas y externas de lograrlo y de darle una forma precisa en
el curso de su actividad”.
La educación en valores debe contribuir a que el proyecto de vida se convierta en “un modelo de
vida sobre la base de aquellas orientaciones de la personalidad que definen el sentido
fundamental de su vida, y que adquieren una forma concreta de acuerdo con la construcción de
un sistema de actividades instrumentadas, las que se vinculan con las posibilidades del individuo y,
de otro lado las posibilidades objetivas de la realidad externa para la ejecución de esas
orientaciones de la personalidad” (7).
La educación debe y puede incidir en el GAP que existe entre lo que se quiere ser y se quiere hacer
y lo que se puede ser y se puede hacer en cada momento de la vida o al menos es más factible, lo
que al final es decisión del individuo. La posibilidad de ayudar a adecuar estos dos aspectos, se
halla en la comprensión de la relación entre lo individual y lo social en la personalidad, siendo éste
uno de los objetivos fundamentales de la educación en valores.
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individuo para lograr el desarrollo de sus potencialidades en forma creadora, así como su
participación en la actividad social de acuerdo con valores de contenido progresista” (7).
Educar en valores significa contribuir a la función integradora del individuo mediante la valoración
de las contradicciones de la motivación, los intereses, etc.
Los valores no se enseñan y aprenden de igual modo que los conocimientos y las habilidades, y la
escuela no es la única institución que contribuye a la formación y desarrollo de éstos. Otra
peculiaridad de la educación en valores es su carácter intencional, consciente y de voluntad, no
sólo por parte del educador, sino también del educando, quien debe asumir dicha influencia a
partir de su cultura, y estar dispuesto al cambio. De ahí la importancia y la necesidad de conocer
no sólo el modelo ideal de educación, sino las características del estudiante en cuanto a sus
intereses, motivaciones, conocimientos, y actitudes, las que no están aisladas de las influencias del
entorno ambiental. Una comprensión clara de los límites objetivos del entorno, del modelo a que
aspira la sociedad y de la subjetividad del estudiante permite dirigir mejor las acciones educativas
y dar un correcto significado al contenido de los valores a desarrollar.
Para comenzar la educación en valores de los niños y jóvenes, deberíamos primero averiguar con
qué valores están viniendo nuestros alumnos de su hogar a la escuela.
a) Los docentes tendremos que introyectarnos primero nosotros mismos los valores, para poder
enseñarlos luego a sus alumnos.
b) Proponiéndome que el objetivo de mi acción educativa concreta sean los valores que deben
aprender los alumnos.
c) Que el desarrollo de los valores tenga que ir inevitablemente de la mano del desarrollo moral y
del desarrollo de las estructuras de pensamiento que hacen posible el juicio moral.
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d) Haciendo propuestas de modificatoria del DCN que haga de los valores una clase de contenidos
susceptibles de ser evaluados y sometidos al formato y tratamiento académico tradicional.
e) La asamblea del grupo-clase puede constituir un instrumento básico para el aprendizaje del
valor del diálogo.
f) Estimulando a los educandos para que desarrollen opciones libres y responsables que les
conduzcan a la asunción de una jerarquía de valores que dé sentido a su vida; para esto hay que
procurar un clima educativo basado en estos valores y orientado hacia progresivos compromisos.
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inadecuación entre los papeles profesionales que se quieren desempeñar y la situación práctica en
la que se enseña, deriva habitualmente del deseo de imponer ideas preconcebidas, sin saber
analizar e identificar los factores significativos de la situación en la que se trabaja.
2. Entender que la clase es un sistema de interacción y comunicación. Lo cual supone entender
que el profesor no es un conferenciante que sólo espera de sus alumnos respeto y silencio; sino
muy al contrario, entender que entramos en un aula esperando alguna respuesta de nuestros
alumnos. Cuando hemos conseguido motivarlos e ilusionarlos por un tema, su respuesta es el
respeto y el silencio que genera la atención; pero, previamente, hemos tenido que provocarlos,
plantearles interrogantes, dejarles que expresen sus ideas y sus dudas, impactarlos hasta que
sientan que el contenido que vamos a explicar exige una respuesta… Para ello debemos dominar
los códigos de comunicación en el aula, saber qué climas de clase generan actividad, tensión,
silencio o reflexión, y cómo cambiar de uno a otro clima de clase conforme interesa al curso de la
interacción; y esto es imposible hacerlo si no sabemos analizar e interpretar correctamente las
señales de interacción que emiten los alumnos como respuesta a nuestras acciones, generalmente
en un código gestual y no verbal.
3. Organizar la clase para que trabaje con un orden aceptable. Un profesor, además de enseñar,
es la persona que polariza el clima de clase y la organiza como grupo social para que trabaje de
forma efectiva. Esto requiere asumir otras tareas diferentes a las de enseñar, tales como organizar
el trabajo, la estructura de los grupos, definir objetivos, explicitar las tareas previstas y los sistemas
de evaluación que vamos a utilizar, etc. En definitiva, el profesor tiene que definir funciones,
delimitar responsabilidades y tareas, discutir y negociar los sistemas de trabajo hasta conseguir
que el grupo trabaje como tal, con ese orden mínimo sin el cual es muy difícil la convivencia. En
esto consiste la disciplina, y en ella el profesor se juega el éxito o el fracaso profesional mucho más
que en el dominio de la materia que explica (6).
4. Adaptar los contenidos de enseñanza al nivel de conocimiento de los alumnos. Éste suele ser
el problema más frecuente de esos profesores de los que los alumnos dicen que saben mucho,
pero que no saben enseñar. A mí me gusta decir que la profesión docente es una profesión
humilde que consiste en estar al servicio de los alumnos que cada año tenemos en el aula. Yo así la
entiendo. Me considero un depositario de la cultura elaborada a través de los siglos, y creo que mi
trabajo consiste en hacer que mis alumnos la aprecien; para ello debo traducir los contenidos de
las materias que enseño a las claves lingüísticas y culturales de mis alumnos, de los que tengo cada
año, de los que menos entienden los contenidos y la cultura. Ellos no pueden ponerse a mi nivel,
yo sí puedo ponerme al nivel de ellos. Construir un aprendizaje significativo consiste, en la mayor
parte de los casos, en traducir el contenido de enseñanza a sus propias claves para que sepan qué
es lo que están intentando aprender, qué valor tiene el nuevo conocimiento, qué parte de su vida
cotidiana pueden entender o mejorar con ese conocimiento, y cómo se relaciona el nuevo
conocimiento con lo que ya han aprendido. Clasificar y ordenar el conocimiento para que ellos lo
encajen en el lugar correcto es una tarea tan importante o más que la simple transmisión de un
contenido. Si no sabemos hacer este papel de traducción, nuestros alumnos no se enteran, luego
se aburren, y finalmente intentan distraer su aburrimiento con actividades poco recomendables
para el mantenimiento de ese orden mínimo que hemos visto en el punto anterior. (6)
BIBLIOGRAFÍA
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1) GONZALES T. María del Luján (2000) “Educación y Valores Democráticos” Foro Iberoamericano
sobre Educación en Valores OEI. Montevideo.
2) ELZO, Javier (2004). “La educación del futuro y los valores”. Fundación Jaume Bofill; UOC
Barcelona
5) ARANA ERCILLA Martha, BATISTA TEJEDA Nuris “La educación en valores: una propuesta
pedagógica para la formación profesional” OEI Cuba Extraído de
http://www.oei.es/salactsi/ispajae.htm
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